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Autor Pereira Juan (cord.) Hernandez jose Luis.

Capitulo 14

Sistema internacional de Versalles y la sociedad de naciones (1919-1923)

La articulación del nuevo sistema internacional, como expresión arquitectónica de la


paz, es, sin duda, el proceso más determinante de la posguerra, la difusa coyuntura de la
posguerra, en sí misma considerada, es el hábitat en que afloran las ilusiones y las
incertidumbres de la paz.

La Guerra del Catorce tendría decisivos efectos en las Relaciones Internacionales y


la fisonomía de la sociedad internacional contemporánea, la Guerra del Catorce y la
edificación de la paz fueron episodios decisivos en la emergencia de la sociedad
internacional contemporánea, pero indisociables en términos históricos del ciclo de
guerras mundiales que culmina en 1945. Aquella «nueva guerra de los treinta años»
sepultaba definitivamente el sistema de equilibrio de poder emanado de la Paz de
Westfalia, un sistema interestatal de matriz europea, para dejar paso a una realidad
internacional que había dejado de ser eurocéntrica y eurodeterminada y en tránsito
hacia una plena mundialización.

Construcción de la paz

En las delegaciones que acudieron a la crucial cita de París predominaba el ánimo de


que aquella paz no fuese unilateral y fuera, en consecuencia, el cauce para establecer un
sistema internacional que conjurase el riesgo de una nueva confrontación 1. Aquellos
esfuerzos por traducir esa voluntad política y moral fluyeron, sin embargo, entre
corrientes de distinta intensidad y orientación que condicionarían decisivamente la
suerte de la Conferencia y los trabajos para restablecer la paz.

El cese de las hostilidades en el otoño de 1918 había estado precedido por declaraciones
y trabajos que apuntaban al mundo que habría de forjarse en la paz, la energía de los
aliados se habían concentrado en ganar la guerra no en preparar la paz.

Hasta la incorporación de Estados Unidos al esfuerzo bélico los objetivos de guerra


comunes de los aliados no habían pasado de ciertas obligaciones muy genéricas: evitar
la conclusión de una paz por separado, y procurar un consenso y un entendimiento
previos entre los aliados a la hora de hacer cualquier proposición de paz.

La diplomacia de guerra emprendida por la entente, generó una serie de compromisos


secretos puntuales y divergentes respecto al futuro de Europa central y oriental y el
Próximo Oriente principalmente, mediatizando el rumbo de las conversaciones de paz
en 1919. El principal beneficiario de las iniciativas franco-británicas fue Italia, que
a raíz de los Tratados de Londres, de 26 de abril de 1915, y de Saint-Jean-de-
Maurianne, de 19 de abril de 1917, decidió su concurso en la guerra a cambio de
compensaciones territoriales en el Trentino, sur del Tirol, península de Istria, Albania,
1
En una atmósfera internacional de hastío contra la guerra
parte de Dalmacia e islas del Dodecaneso, además de otros derechos en el Imperio
otomano y las posesiones ultramarinas de Alemania.

Existían divergencias que atendían a los planteamientos e intereses de los componentes


de la coalición vencedora, la suerte del nuevo statu quo dependería, en buena medida,
de la capacidad de entendimiento entre las grandes potencias aliadas para respetar y, en
última instancia, garantizar la eficacia del nuevo orden.

Las grandes potencias Extra europeas desempeñarían un papel inédito en una


Conferencia de Paz junto a los europeos, en el futuro statu quo del Lejano Oriente, pero
con un indiscutible contenido simbólico, la presencia de la delegación japonesa en París
ilustraba una emergente sociedad internacional que ya no podía definirse en
exclusividad por su matriz occidental.

La incorporación de Estados Unidos a los esfuerzos de guerra aliados tendría


consecuencias, no sólo en el transcurso de la guerra, sino también en la propia
concepción del nuevo sistema internacional. Portadores de una noción renovadora y
revolucionaria de las Relaciones Internacionales, fundada en el liberalismo, la
democracia y el capitalismo, su propuesta, a diferencia de los postulados tradicionales
de la diplomacia europea, planteaba una global e inédita refundación de los cimientos de
la vida internacional. Woodrow Wilson2, no pretendía poner tan solo fin a la guerra y
restaurar el orden internacional, sino «reformar todo el sistema de Relaciones
Internacionales que se había practicado durante casi los últimos tres siglos».

En mayo de 1916, el presidente Wilson propondría por primera vez un plan para crear
una organización mundial amparada en dichos principios (principios de un modelo de
relación social internacional donde esté implicado Estados Unidos), Wilson presentaría
ante una sesión conjunta del Congreso los objetivos de guerra norteamericanos. En los
famosos Catorce Puntos donde se evocaban una serie de principios elementales para
la convivencia internacional: la supresión de las barreras comerciales, la libertad de
los mares, la reducción de armamentos, las virtudes de la diplomacia abierta y, por
supuesto, el principio de autodeterminación de los pueblos.

La creación de la organización internacional, la más novedosa de las propuestas, fue una


iniciativa de inequívoca impronta anglosajona, a su vez, el principio de
autodeterminación de los pueblos, que debía ser consagrado y garantizado por la
Sociedad de Naciones, era una de las nociones prioritarias sobre la que debía
organizarse la nueva vida internacional (aversión al colonialismo y la reconstrucción del
mapa europeo).

Gran Bretaña llegaría a la mesa de negociaciones con la pretensión de preservar un


cierto equilibrio de poder continental y defender sus aspiraciones ultramarinas, las
ambiciones territoriales británicas, localizadas en el mundo de ultramar, estuvieron
depositadas en el futuro de las posesiones africanas de Alemania y los despojos del

2
Presidente de Estados Unidos
Imperio otomano, de acuerdo con los objetivos y los compromisos internacionales
asumidos durante la guerra.

En esa línea progresarían los argumentos geopolíticos, los beneficios que podrían
derivarse de la creación de una organización mundial, que bajo la influencia de las
potencias occidentales pudiera preservar la paz internacional a través del equilibrio. esa
sensibilidad realista presidiría las iniciativas británicas en la formulación y creación de
la futura organización internacional y esa lógica orientaría su estrategia de
aproximación a las tesis norteamericanas.

El primer ministro británico, David Lloyd George se erigió en el primer padrino


oficial de la Sociedad de Naciones, el 5 de enero de 1918, exponía ante los delegados
de los sindicatos los objetivos de guerra británicos, entre los cuales se explicitaba la
creación de alguna organización mundial que promoviese la limitación de armamentos y
atenuase el peligro de guerra.

Por otro lado, Francia había sido el país que había hecho un mayor esfuerzo bélico y
había sufrido de forma más devastadora sobre su suelo la guerra, sus objetivos de guerra
y la concepción del sistema internacional de posguerra girarían en torno a la obsesión
por su seguridad y su determinación en evitar por todos los medios el revanchismo
alemán.3 El Gobierno francés creó una comisión encargada de elaborar un proyecto de
pacto para una futura Sociedad de Naciones, que sirviera, efectivamente, para defender
los objetivos de guerra franceses, era más rígido que los propuestos por los
anglosajones. Bajo el imperativo de la seguridad, la nueva organización internacional
debía estar dotada de una autoridad práctica, vigorosa y armada, como premisa a la
eficaz prevención de las guerras y la preservación de la paz.

Se fue fraguando en la posguerra una geopolítica de la paz identificada y comprometida


con la causa de la Sociedad de Naciones, estimando que garantizaría la paz y
apuntalaría el nuevo statu quo de posguerra y la seguridad francesa. La seguridad
francesa estaba ligada a la futura reconfiguración del mapa de Europa, sustraer la mitad
del potencial energético de Alemania mediante la cesión a Francia y Polonia de las
minas del Sarre y Alta Silesia y debilitar su potencial siderúrgico, lo que habría alterado
sustancialmente el mapa económico de Europa.

Italia, la más débil de las grandes potencias aliadas, afrontó las conversaciones de paz
con el ánimo de coronar sus ambiciones territoriales en el Mediterráneo oriental y
África, amparándose en la legitimidad de las promesas asumidas por franceses y
británicos en los Tratados. Por otro lado La revolución bolchevique planteaba, y no
sólo desde la teoría, un modelo de sociedad alternativa al capitalismo desde una lógica
internacionalista, un modelo alternativo cuyas premisas alentaban cambios sustanciales
en las Relaciones Internacionales, en un sentido revolucionario4.

3
La influencia de la opinión y las tesis francesas no fueron comparables al protagonismo anglosajon.
4
en el frente oriental mediante la paz impuesta y firmada unilateralmente con Alemania y sus aliados, el
Tratado de Brest-Litovsk de 3 de marzo de 1918, no dejaría de tener importantes consecuencias en las
Relaciones Internacionales de la posguerra.
El problema de las nacionalidades y las minorías nacionales 5 seria, en última instancia,
otro de los condicionantes esenciales de la paz, la evocación del principio de
autodeterminación y los propios cálculos e intereses de las grandes potencias generaron
durante la guerra una atmósfera proclive a las aspiraciones de las minorías nacionales en
el mundo balcánico y en Europa central y oriental y el despertar de la conciencia de los
pueblos en el ámbito de ultramar.

El apoyo de las potencias occidentales explicitado en los Catorce Puntos de Wilson o en


la reafirmación del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos en el Congreso de
las Nacionalidades Oprimidas reunido en Roma en abril de 1918 bajo los auspicios
francobritánicos entraría en una fase decisiva en la Conferencia de París, donde se debía
discutir el trazado fronterizo y legitimar a Estados cuya proclamación había tenido lugar
en el tramo final de la guerra.

Hacia una organización de la paz

La emergencia de un nuevo sistema internacional, amparado en los Tratados de Paz, no


fue la consecuencia de un proceso enteramente uniforme y planificado, se dilató a tenor
de múltiples condicionante entre 1918 y 1923.

Los preparativos y las discusiones para establecer la paz se embarcaron en una fase
determinante en el otoño de 1918, a tenor del cese de las hostilidades. La Conferencia
de Paz sería el foro en el que se habilitaría un complejo mecanismo para diseñar el
nuevo sistema internacional, sancionando el nuevo equilibrio resultante de la Guerra del
Catorce. La Conferencia habría de resolver; a su vez, las necesidades inmediatas de
Europa para su reconstrucción, establecer el nuevo mapa político de Europa en lo que
sería la mayor revisión de fronteras desde 1815 y decidir el futuro de las posesiones
territoriales e intereses alemanes en ultramar y el de los territorios del Imperio otomano.

La elección de Paris como sede de la Conferencia de Paz fue problemática, no sólo por
las agitadas y vivas pasiones que la guerra concitaba en la capital francesa, sino también
por sus carencias logísticas. Con la participación final de 32 Estados y unos mil
delegados, la sesión inaugural se abría el 18 de enero, La actividad de la Conferencia se
desenvolvió a través de dos fases: la primera, entre los meses de enero y marzo,
transitó al abrigo del órgano supremo de la Conferencia, el Consejo de los Diez,
constituido por los jefes de gobierno y los ministros de Asuntos Exteriores de las
grandes potencias vencedoras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón), y
al que se encomendó la discusión de las bases de la paz y la coordinación de la actividad
de las múltiples comisiones especializadas; y la segunda, desde marzo hasta junio,
orquestada por el Consejo de los Cuatro, compuesto por los dirigentes de las cuatro
potencias occidentales, con el cometido de plantear en exclusiva la elaboración del
Tratado de Paz con Alemania.

A lo largo de la Conferencia se constataron las dificultades para armonizar el diseño de


un nuevo sistema basado en el respeto de los principios liberales y democráticos y el
5
En el caso polaco, checos, serbios, etc.
derecho de autodeterminación de los pueblos, así como la vertebración de los asuntos
mundiales a partir de una organización internacional, con los objetivos e intereses
nacionales de las potencias vencedoras.

Navegaron a corriente de una sintonía anglosajona que se haría sentir antes y durante la
Conferencia, donde imperaron sus concepciones, sus métodos y aun su lengua como
vehículo de expresión; en segundo lugar; un compromiso de mínimos en la tensión entre
la intransigencia francesa y la benevolencia y la flexibilidad británica respecto del
futuro de Alemania; y, por último, el punto de encuentro entre el anhelo francés por
garantizar su seguridad y la aspiración wilsoniana de establecer una Sociedad de
Naciones.

De la Conferencia emanaría el primero de los Tratados de Paz, el Tratado de Versalles,


la Conferencia de París y los Tratados de Paz definieron y explicitaron los principios y
mecanismos sobre los cuales habría de edificarse el nuevo sistema internacional, garante
de la paz y del nuevo orden de cosas de posguerra. Un sistema inédito concebido a la
medida de dos actores internacionales privilegiados, pero no exclusivos: la organización
internacional y los Estados.

El Inicio de la Sociedad de las naciones.1919

El tratado de paz, devenía de la introducción de elementos indiscutiblemente inéditos


como la vocacional globalidad y mundialización del nuevo sistema, introducía una
novedad fundamental, la vertebración orgánica de la sociedad internacional a partir de
una organización universal.

La creación de la Sociedad de Naciones, culminaba los esfuerzos que por diferentes


caminos habían influido en el decurso y la organización de las Relaciones
Internacionales a lo largo del siglo anterior. Supuso el primer movimiento eficaz hacia
la organización de un orden político y social mundial, en el que los intereses comunes
de la humanidad pedían ser observados y servidos por encima de las barreras de la
tradición nacional, diferencia racial o distancia geográfica.

En la Conferencia de Paz, el presidente Wilson asumió como un compromiso personal y


prioritario impulsar y tutelar los trabajos para crear la futura Sociedad de Naciones, se
acabaría creando una comisión ad hoc promovida por el resto de las delegaciones, más
preocupadas por la resolución de cuestiones militares, económicas y fronterizas
derivadas de sus compromisos y de sus intereses nacionales.

El pacto de Ginebra fue el primero de los pactos Constituido por un preámbulo y 26


artículos, el Pacto era un instrumento de gran versatilidad, Los signatarios del Pacto, los
Estados, se comprometían en su preámbulo a aceptar el compromiso de no recurrir a la
guerra, mantener a la luz del día Relaciones Internacionales fundadas en la justicia y el
honor; la rigurosa observancia del Derecho Internacional y el escrupuloso respeto a las
obligaciones contraídas en los Tratados.
La Sociedad de Naciones afrontaría su tarea en una doble dimensión, inseparable
la una de la otra: la garantía de la paz mediante la seguridad colectiva y la
construcción de la paz a través de la cooperación.

En la Conferencia de Paz se aprobó, asimismo, una lista de trece Estados neutrales,


entre ellos España, que también formaría parte del Consejo, invitado a adherirse al
Pacto como miembros fundadores de la Sociedad. Inhabilitados ciertos pueblos y
territorios de su acceso inmediato al derecho de autodeterminación, la Sociedad
sancionó un nuevo capítulo de la redistribución colonial.

El sistema de seguridad colectiva articulado en el Pacto habilitaba un sistema jurídico


de prevención de la guerra en el que convergían diferentes elementos: la garantía a la
integridad territorial y la independencia de los Estados, la asistencia colectiva, el
arbitraje, la limitación del derecho a la guerra y un sistema punitivo de sanciones.
La concepción colectiva de la seguridad se erigía sobre tres pilares: el arbitraje o
solución pacífica de las disputas internacionales; el desarme, una aspiración evocada en
los Catorce Puntos y plasmada puntualmente en los Tratados de Paz, como paso previo
a su posterior generalización; y la seguridad, un pilar esencialmente político y basado en
la noción de solidaridad internacional o la responsabilidad colectiva.

La paz universal no podía edificarse sobre otra base que no fuera la justicia social,
a la cual habría de llegarse mediante la promoción de la cooperación económica,
técnica, cultural y humanitaria.

Al servicio de estos principios y objetivos se consagró una estructura institucional que,


con sede en Ginebra, se convertiría en el tejido orgánico de la nueva organización
internacional. La nueva administración internacional constaba de una serie de órganos
centrales, dos de ellos de eminente naturaleza política: el Consejo y la Asamblea.

Respecto a las grandes amenazas potenciales al emergente statu quo: el temor al


revanchismo alemán y la desconfianza y hostilidad hacia la Rusia bolchevique. En un
segundo plano quedaban consideraciones de carácter local, como los nuevos problemas
de minorías engendrados por los nuevos Estados.

El II Reich dejaría paso a la Alemania de Weimar, le supuso la pérdida de 80.000 km2,


lo que afectaba a ocho millones de habitantes, Los reajustes territoriales se convertirían
en uno de los argumentos más emblemáticos y contundentes de la política revisionista
de Berlín6.

Las posesiones ultramarinas del Reich se transformarían, a su vez, en mandatos y fueron


asignados, bajo la tutela de la Sociedad de Naciones, a Gran Bretaña, Francia que,
previo reparto con Gran Bretaña, se haría cargo de Togo y Camerún; a Bélgica, que

6
Alemania cedió Posnania y el oeste de Prusia, así como el sur de la Alta Silesia tras la celebración del
plebiscito y la partición resuelta por la Sociedad de Naciones en octubre de 1921 en favor de Polonia, El
Sarre, que en los planes franceses en la Conferencia de Paz se había orientado hacia la anexión de la
zona sur; En el Este, la ciudad de Dantzig, salida natural al mar del valle del Vístula.
administraría Ruanda-Burundi; a la Unión Sudafricana, que tomaría posesión del África
del Suroeste; y a Japón, Australia y Nueva Zelanda.

Las garantías de seguridad para debilitar y evitar la revancha alemana se


concretaban en una serie de cláusulas militares y políticas. Las primeras se
materializarían en tres tipos de restricciones: la limitación de armamentos, la
desmilitarización de Renania y la ocupación militar de aquella región. El ejercito de
Alemania quedo reducido a un límite de 100.000 hombres, queda abolido el servicio
militar obligatorio.

Wilson y Lloyd George aceptaron la ocupación militar temporal durante 15 años de los
territorios de la orilla izquierda y de Colonia, Koblenz y Mainz como cabezas de puente
en la orilla derecha. Estrechamente vinculado al problema de las garantías aparecían en
el Tratado la cuestión de las reparaciones, las cláusulas financieras, contemplaban a
Alemania como responsable moral de la guerra, en razón de lo cual debía hacer frente a
los daños causados a la población civil de las naciones aliadas y a sus propiedades7.

En el verano de 1919 se iniciaron los trabajos para ajustar las nuevas fronteras del
antiguo imperio de los Habsburgo, los límites del corazón de la monarquía, Austria,
uno de los Estados residuales de la antigua unidad imperial, serían definidos por el
Tratado de Saint-Germain, firmado el 10 de septiembre de 1919, el mismo prohibían
tanto a Austria como a Alemania proceder a la unificación -Aunchluss-, a menos que
fuera autorizada por la Sociedad de Naciones.

En las cláusulas territoriales, los reajustes en la frontera austro-italiana se plasmarían en


la cesión a Italia del Trentino y el Alto Adigio hasta el paso estratégico del Brenero,
pero no vería todas sus posesiones que deseaba como el reino de bohemia.

La nueva geografía política de los Balcanes devendría del nuevo statu quo impuesto a
Bulgaria y al extinto Imperio otomano, luego rectificado en este último caso por el
nuevo Estado turco. La paz con Bulgaria, se alcanzaría con el Tratado de Neuilly el 27
de noviembre de 1919.

El desmembramiento del Imperio otomano, por último, se dilucidaría en dos capítulos.


El primero de ellos, en el Tratado de Sèvres, firmado el 10 de agosto de 1920, bajo la
agitación de las expectativas suscitadas en los acuerdos secretos entre las potencias
aliadas durante la guerra. El reparto que se cernía sobre los territorios del Imperio a
manos de franceses, británicos, italianos y griegos.

La nueva paz con Turquía, el único fruto de una negociación real con la potencia
vencida, cristalizó en el Tratado de Lausana, rubricado el 23 de julio de 1923. En
los Tratados de Paz, los negociadores, conscientes de la complejidad política y de la
dificultad para el consenso, habían dejado múltiples cuestiones sin resolver; que en
su gran mayoría habrían de ser tratadas en Ginebra, el «taller de la paz.

7
se preveía el pago de 20.000 millones de marcos antes del 1 de enero de 1920 y la creación de una
Comisión de Reparaciones, como órgano competente para discutir y regular la cuestión.
Los problemas de la Sociedad de las Naciones (Flecos de la paz)

El nuevo sistema internacional comenzó su andadura en una situación precaria 8, La


consigna de la normalización como vía para restablecer la paz condensa muchas de las
contradicciones entre la mirada al pasado y al mundo de preguerra y la edificación de un
inédito orden mundial.

La construcción efectiva del nuevo sistema internacional estaría sometida a fuertes


tensiones, tanto en su centro como su periferia, generadas por las consecuencias de la
guerra y la propia naturaleza de la paz.

Las fisuras y lagunas en el centro del sistema se manifestaron, una de las líneas de
tensión que revelaba la fragilidad del sistema internacional derivaba de una realidad ya
constatada en la propia Conferencia de Paz, las divergencias y el corto vuelo del
consenso alcanzado en París entre las grandes potencias de la coalición vencedora. El
sistema de Versalles fue progresivamente erosionado desde 1921, cuando los Estados
vencedores, empezando por Gran Bretaña y siguiendo por Francia, se alejaron de las
abstracciones wilsonianas y reeditaron el concierto europeo, incorporando al mismo a
Alemania e Italia.

La negativa norteamericana9 a asumir sus compromisos y su liderazgo en el sistema


causó una profunda frustración y tuvo consecuencias irreversibles en la viabilidad del
mismo, neutralizada la amenaza continental alemana al finalizar la guerra, la actitud de
Gran Bretaña fue haciéndose gradualmente flexible a la hora de interpretar el nuevo
statu quo. La normalización de la política exterior británica retornó a los cauces de
preguerra, es decir; a la pauta política que había imperado desde principios de siglo, la
preeminencia de la doctrina imperial y sus vínculos con su mundo de ultramar.

La evaporación de la garantía política anglo-norteamericana a la seguridad francesa


agudizó la percepción de la fragilidad del nuevo sistema para preservar un statu quo que
desde la óptica de Paris debía ser un eficaz antídoto a la amenaza revanchista
alemana.

La asociación genética de la Sociedad de Naciones a los Tratados de Paz la situó en el


epicentro de otra de las líneas de tensión fundamentales, la dialéctica entre los
defensores del statu quo y los Estados revisionistas, inconformes con el diktat de la
paz, caso de alemanes, austríacos, húngaros y búlgaros, o insatisfechos con el botín de
la victoria, como a corto y medio plazo pondrían de manifiesto Italia y Japón.

 Italia: la frustración italiana al no ver satisfechas sus aspiraciones irredentistas


en el Adriático en las negociaciones de paz acabaría fomentando una política
revisionista que, a menudo, se forjó al margen de los cauces de Ginebra. En este
sentido se orientaron los capítulos de la política exterior italiana hacia Albania
8
Vista por ejemplo por el mariscal Foch, quien se refería al Tratado de Versalles en los siguientes
términos: «Esto no es una paz; es un armisticio de veinte años».
9
Tras el rechazo del Senado, en aquel mismo mes y en marzo de 1920, a ratificar el Tratado de Versalles
se sancionaba el retorno al aislamiento y el rechazo del internacionalismo wilsoniano
para someterla a su área de influencia, y las tensas relaciones con el nuevo reino
serbo-croata-esloveno.
 Alemania: la política exterior alemana, la de la joven República de Weimar;
estaría polarizada por el anhelo revisionista y la restitución del mundo alemán tal
como era en 1914. El problema de las minorías alemanas fuera de sus fronteras o
las humillantes condiciones militares y políticas impuestas por los aliados,
cedieron su protagonismo en la inmediata posguerra a la cuestión de las
reparaciones.
 Japón: La privilegiada posición de Japón en el Lejano Oriente tras la Guerra del
Catorce la había convertido en la única gran potencia frente a China. Tras el
eclipse de la flota rusa y alemana, la flota japonesa se había convertido en la
mayor potencia naval del Lejano Oriente y en la tercera del mundo.

La Sociedad de Naciones, que iniciaría su andadura en 1920, estaba llamada, en


principio, a constituirse en el foro esencial de la vida internacional y en el principal
valuarte para la salvaguardia de la paz. Sin embargo, los valores y procedimientos de la
Sociedad tuvieron que competir con la ambigüedad de sus miembros, especialmente las
grandes potencias, que jugando la carta de Ginebra no tuvieron escrúpulos en recurrir de
forma permanente a las prácticas diplomáticas tradicionales, condicionando la actividad
y la credibilidad de la Sociedad.

La Sociedad de Naciones, por ultimo; nunca superó la frustración de su vocación


universalista. Víctima de la tensión universalismo-particularismo, la Sociedad fue en
su génesis un club de vencedores, vinculado a los Tratados de Paz y fue, en este
sentido, un instrumento para preservar el statu quo.

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