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CAPÍTULO 17
LA ENSEÑANZA DE ELE A NIÑOS, ADOLESCENTES E
INMIGRANTES
ELIZABETH MIRAS PÁEZ
UNIVERSIDAD A DISTANCIA DE MADRID
Contenido
7. El proceso de aculturación
7.1. Teoría de la identidad social
7.2. Actitudes lingüísticas y prestigio
Referencias bibliográficas
866
MANUAL del profesor de ELE
- las interpretaciones que hacen las teorías actuales de la gramática universal con respecto a la
lengua de los hablantes no nativos, como, por ejemplo, el establecimiento de parámetros. De
esta perspectiva, se ocupa una rama de la Psicolingüística teórica, que interesa poco, o solo
indirectamente, a los profesionales de la Lingüística aplicada, fundamentalmente porque se
considera que la gramática está lejos de ser accesible desde los procesos conscientes;
- los conocimientos y las capacidades, no explícitamente enseñadas, que permiten utilizar una
lengua no nativa y que son el resultado de una exposición directa al texto o de una
participación directa en situaciones comunicativas (Consejo de Europa 2002: 137).
Por lo que respecta a los componentes básicos que configuran e intervienen en el fenómeno de
adquisición de una L2/LE, estos son:
Para entender mejor lo que significa y conlleva la adquisición de una lengua, es importante
conocer cuáles son los mecanismos internos, los procesos cognitivos, las reglas lingüísticas y los
principios universales lingüísticos que intentan explicar lo que ocurre dentro de la mente del
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
estudiante de segundas lenguas. Vamos, pues, a ver cómo se producen estos fenómenos en niños y
adolescentes, en contraposición con lo que ocurre en las personas adultas.
Algunos teóricos creen que las capacidades humanas de procesamiento de información son lo bastante
fuertes como para que un ser humano expuesto a una lengua comprensible pueda adquirirla y sea capaz
de usarla tanto para la comprensión como para la expresión. (...) Para estos teóricos, lo más importante
que puede hacer un profesor es proporcionar el entorno lingüístico más rico posible en el que pueda
darse el aprendizaje sin una enseñanza académica.
Otros teóricos creen que, además de la exposición al material de entrada (input) comprensible, la
participación activa en la interacción comunicativa es una condición necesaria y suficiente para el
desarrollo de la lengua. También consideran que la enseñanza o el estudio explícitos de la lengua son
irrelevantes. En el otro extremo, algunos creen que los alumnos que han aprendido las reglas necesarias
de la gramática y un vocabulario suficiente podrán comprender y utilizar la lengua en función de su
experiencia previa y su sentido común sin necesidad de ensayar. Entre estos extremos, la mayoría de los
alumnos y de los profesores con sus servicios de apoyo siguen prácticas más eclécticas, reconociendo
que los alumnos no aprenden necesariamente lo que enseñan los profesores, y que requieren un
abundante material de entrada (input) de carácter lingüístico, contextualizado e inteligible, así como
oportunidades para utilizar la lengua de forma interactiva. Reconocen también que el aprendizaje se
facilita, especialmente en las condiciones artificiales del aula, mediante una combinación de aprendizaje
consciente y práctica suficiente para reducir o eliminar la atención explícita que se presta a las destrezas
físicas básicas de hablar y escribir, así como a la corrección morfológica y sintáctica, liberando la mente,
de esta forma, para llevar a cabo estrategias de comunicación de nivel superior. Otros teóricos (muchos
menos que antes) creen que este objetivo se puede alcanzar realizando ejercicios repetitivos (Consejo
de Europa 2002: 138).
Investigar cómo tiene lugar la adquisición de una lengua no nativa (L2/LE) implica
necesariamente plantearse cómo se adquiere la lengua materna (L1). Por tanto, la pregunta básica de
la que habría que partir sería cómo adquiere un niño su lengua materna, qué lo posibilita a ser capaz
sin esfuerzo aparente de adquirir ese sistema formal tan complejo y poder usarlo. La teoría de
Chomsky (1959), aunque en sus orígenes estuvo orientada a la adquisición de la lengua materna1, ha
tenido una gran influencia en la adquisición de segundas lenguas en general. Algunos investigadores
sostienen que los mismos mecanismos que se activan cuando adquirimos la L1 pueden activarse
también para aprender la L2/LE (Krashen 1982).
Estudios como los de White (1986), entre otros, postulan que los estudiantes de la L2/LE
aprenden siguiendo los parámetros de la L1, de tal modo que habría un acceso directo a la gramática
universal (GU) cuando se está aprendiendo la L2/LE de manera exacta al modo en que se aprendió la
lengua materna. Partiendo de esta reflexión, habría que preguntarse si implicaría que el papel activo
que antes tenía el profesor, considerado fuente de conocimiento, ahora lo tendrían los estudiantes,
1
El propio Chomsky declaró que consideraba que sus teorías afectaban al aprendizaje de segundas lenguas, pero el impacto
sobre los lingüistas modernos proporcionó una visión diferente al partir de la consideración de que la lengua no está fuera de
los estudiantes, sino en sus mentes.
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MANUAL del profesor de ELE
pues es en sus mentes donde está la lengua y donde se desarrollan los procesos cognitivos. Según
estos postulados, los profesores, por tanto, deberían trabajar como activadores de las capacidades
innatas de los estudiantes y proveerlos del input suficiente para que ellos fijen los parámetros y creen
nuevas oraciones.
Por otro lado, la hipótesis postulada por Lenneberg (1967) sobre la existencia de un período
crítico sugiere que, una vez que llegamos a la pubertad, las habilidades que nos permiten aprender el
nuestra lengua de forma natural se atrofian debido a la pérdida de plasticidad cerebral después de esta
etapa. Lenneberg2 reconoce la posibilidad de poder aprender otra lengua después de esta edad, pero
con mayor dificultad que a edades tempranas. Lenneberg, para fundamentar su hipótesis del período
crítico (HPC), postulaba que, después de los dos años de edad, el hemisferio izquierdo de nuestro
cerebro está más vinculado a las funciones del habla y del lenguaje que el derecho, y basaba su
hipótesis en criterios como la composición química de la corteza cerebral o de la substancia blanca, la
neurodensidad y la frecuencia de las ondas cerebrales. Así pues, fue Lenneberg quien empezó a
establecer una conexión entre los conceptos de laterización cerebral y período crítico, ya que estudios
anteriores a los de este autor consideraban que la parte izquierda del cerebro era la zona lingüística,
mientras que la derecha se ocupaba de otras tareas no lingüística. No obstante, esta distribución es
algo simplista en relación con lo que actualmente se conoce. Así pues, ciertas funciones están ubicadas
en uno y otro hemisferio y existe interacción en las zonas corticales y entre estas y las subcorticales.
Además, hay unos sistemas de protección -llamados back-up systems- que aseguran la capacidad del
lenguaje (Seliger 1982).
HEMISFERIO HEMISFERIO
IZQUIERDO DERECHO
La entonación, las relaciones
Se reconoce y se reproduce
espaciales, el movimiento, el color, la
preponderantemente la acentuación
música y las emociones se procesan
que opera en sentido analítico y lineal
en este hemisferio que opera en un
(Baum 1998)
sentido sintético y en paralelo.
(Taylor 1993)
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
al funcionamiento del lenguaje en nuestro cerebro nos ayudan a conocer cuáles son las áreas
comprometidas con el lenguaje como un sistema de signos que nos permite comunicar pensamientos,
emociones e intenciones. En la Figura 2, puede verse el funcionamiento del cerebro con relación a la
actividad lingüística, según el modelo de Wernicke-Geschwind (Martínez Sánchez 2008).
Lóbulo temporal
Las diferencias individuales en el aprendizaje, como la edad y el sexo, por ejemplo, han llevado
a muchos estudiosos de la materia como García Parejo (1997) a realizar trabajos sobre los distintos
aspectos personales y sociales que afectan al aprendizaje: la sociabilidad, la necesidad comunicativa, la
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MANUAL del profesor de ELE
introversión y la autoimagen. A estos aspectos se deben añadir también los efectos de distintos
componentes cognitivos como son el razonamiento inductivo, la memoria verbal o el reconocimiento
de modelos, también involucrados en el aprendizaje.
3
Estas disquisiciones son el resultado de interesantes estudios en el campo de la Neurolingüística. Estos estudios muestran
que la parte del cerebro que está implicada en la adquisición de segundas lenguas puede variar según la persona.
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
1. El enfoque que se debe seguir es un enfoque natural que permita al niño aprender la lengua de
forma no consciente y divertida.
2. Las actividades, al igual que para otros aprendientes de otras edades, deben ser significativas
para ellos.
3. Se aprende mejor “haciendo”.
4. Según la hipótesis del filtro afectivo4, es necesario que el profesor tenga presente la
importancia de la motivación y la afectividad en el trato con el alumno. Si un niño tiene una
mala experiencia vivida en la clase, es posible que repercuta en el aprendizaje de la nueva
lengua, llegando incluso a bloquear el proceso. Por esta razón, desarrollar la autoestima del
alumno en este tipo de aulas de segundas lenguas con niños se convierte en un aspecto
fundamental que hay que tener en cuenta cuando se interacciona con los alumnos, ya que con
ello se está consiguiendo que se desarrolle de forma positiva la comprensión que los niños
empiezan a crearse de sí mismos y que se comuniquen en clase con mayor eficacia. Si se piensa
en el tipo de correcciones que suelen recibir los niños que están aprendiendo a hablar, se
4
Tal y como la define el Diccionario de términos clave de ELE (Instituto Cervantes 2008), la hipótesis del filtro afectivo “es la
hipótesis según la cual la actitud del aprehendiente, junto con sus sentimientos, su estado anímico y otros factores emotivos,
influye positiva o negativamente en los procesos de adquisición y de aprendizaje. Esta influencia se ejerce a modo de filtro
que posibilita, impide o bloquea la entrada de datos del caudal lingüístico o aducto, elemento a partir del cual se inician los
mencionados procesos. Por un lado, esta hipótesis articula junto con la hipótesis del input comprensible, la hipótesis del
monitor y la hipótesis del orden natural, la teoría general de la adquisición de segundas lenguas formulada en 1983 por
Krashen y Terrel; por otro, forma parte del llamado modelo del monitor, mediante el cual el mismo autor explica los procesos
de desarrollo de segundas lenguas. Krashen distinguió la motivación, la confianza en uno mismo y la ansiedad como los tres
tipos de variables afectivas o actitudinales. Los aprehendientes con un filtro afectivo bajo se distinguen de aquellos que lo
tienen alto por los siguientes rasgos: buscar y recibir más cantidad de aducto, relacionarse con sus interlocutores con mayor
confianza, mostrarse más receptivos y actuar con menor nivel de ansiedad”.
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MANUAL del profesor de ELE
puede comprobar que estas correcciones están más bien relacionadas con los juicios de valor
que hacen los adultos, del tipo “eso no se dice”. Pero los niños no reciben correcciones
gramaticales sistemáticas, ni explicaciones gramaticales cuando son corregidos de esta
manera. En esta etapa del desarrollo del lenguaje, se cometen universalmente los mismos
“errores” y son superados en la misma etapa, independientemente de que les corrijan o no
(Baralo 1996). Lo importante es transmitir al niño que, la próxima vez que lo intente, lo hará
correctamente, haciéndole ver el error como una parte necesaria e importante del aprendizaje
y no como un problema que obstaculiza el proceso. Los niños, a diferencia de los adolescentes
y los adultos, no tienen miedo al error y eso les ayuda a probar en sus producciones sin temor
al riesgo de equivocarse. Los profesores que interaccionan con niños en las aulas de segundas
lenguas y/o lenguas extranjeras deben tener muy en cuenta esta estrategia metodológica, ya
que la mayor o menor afectividad con la que es tratado el error cometido por el niño en clase
marcará definitivamente su proceso de aprendizaje.
5. Igualmente, conocer y relacionarse con los alumnos implica valorar positivamente el esfuerzo
individual y el trabajo colectivo, valorar sus aportaciones y respetar la diversidad de
capacidades y las características de cada uno.
6. Es necesario que el profesor instrumente didácticamente su programa. El docente debe conocer el
plan y programa de estudios para poder establecer los propósitos del curso, decidir previamente
qué va a enseñar y cómo lo va a enseñar. No obstante, la instrumentación didáctica debe ser
flexible y adecuarse a las necesidades que vaya detectando en los alumnos de esa edad.
5
Según los trabajos realizados por León Moruno (2007:5), el término confirmación se puede definir como un proceso
mediante el cual los estudiantes comunican al profesor, directa o indirectamente, que es aceptado, valorado y reconocido
como individuo autónomo y significativo dotado de capacidad de acción. La confirmación del profesor sería el proceso
comunicativo inverso, es decir, proceso mediante el cual el docente comunica a los alumnos, directa o indirectamente, de
forma verbal o no verbal, que son aceptados y valorados, reconocidos como individuos autónomos y significativos con
capacidad de acción.
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
Según Laza (2009), cuando se habla del período de la adolescencia, es necesario tener en
cuenta que el rasgo más importante en la personalidad de esta etapa es el desarrollo del “yo”
(corporal, psicológico y social) y de la identidad personal. El adolescente se empieza a ver como un
individuo diferente a los demás y empieza a conocer cuáles son las habilidades y posibilidades que le
hacen sentir valioso como persona. En esta etapa del desarrollo humano, se está constituyendo la
identidad psicosocial, que contiene elementos de naturaleza cognitiva, como el observarse y juzgarse a
sí mismo a la luz de cómo lo perciben los otros. Es una etapa en la que el adolescente se compara
continuamente con los otros, basándose en criterios de valor que le resultan significativos. Estos juicios
tienen connotaciones afectivas que se exteriorizan en el aula a través de determinadas reacciones
actitudinales y comportamentales. Los comportamientos mostrados por los adolescentes en clase
están, además, muy ligados a su autoestima o a la visión de cuánto creen que valen. Una autoestima
fuerte en un adolescente fomenta el aprendizaje. Así pues, muchos de los posibles problemas de
actitud del alumnado en el aula podrían ser evitados o solucionados si el profesorado contribuyera a
ayudar a elevar más la autoestima, permitiendo a los discentes ser partícipes de la experiencia de
comprender el conocimiento que se le transmite fomentando su capacidad de sentir y de pensar por
ellos mismos. Los profesores deben encontrar en el autoconcepto6 del alumnado un punto de apoyo.
Para ello, es fundamental imprimir en cada uno la mayor motivación posible, valorando en el alumno
sus rasgos positivos y los aspectos que debe mejorar (Machargo Salvador 1991).
Musito, et al.
Musitu, García y Gutiérrez (1994) establecen varios tipos de autoconcepto:
6
El autoconcepto es la conciencia individual que cada uno posee de su propio yo, de su identidad. Está constituido por tres
dimensiones (Fontana 1988): una dimensión cognitiva, que comprende los conocimientos que tenemos; una dimensión
afectiva, que comprende nuestros sentimientos, y una dimensión conductual, que comprende nuestras acciones.
Autoconcepto Imagen del Yo ideal
¿Quién soy? yo ¿Cómo + ¿Cómo me
soy? gustaría ser?
Autoestima
874
MANUAL del profesor de ELE
Así, se hace imprescindible que el docente tenga en cuenta este binomio identidad-
aprendizaje a la hora de definir y llevar a cabo metodologías y técnicas didácticas de enseñanza, ya que
ello contribuirá a un mayor rendimiento del alumnado en la adquisición de la lengua en particular y al
rendimiento académico en general.
Fontana (1989) señala factores como la edad, intereses y relaciones con los profesores y
compañeros como orígenes de los problemas actitudinales y comportamentales de rechazo al trabajo y
la muestra de apatía y desgana. En esta etapa de la adolescencia, aparecen problemas relacionados
con el género que interfieren en los tipos de conducta y en cómo se afrontan algunas situaciones de
aprendizaje. Para Barragán y Tomé (1999), las chicas parecen estar más predispuestas a participar en el
aula y a implicarse en el proceso de aprendizaje que los chicos. No obstante, hay que tener en cuenta
que los alumnos que componen la clase pueden presentar diferentes aptitudes, actitudes y niveles de
motivación, por lo que es necesario poder responder a las necesidades e intereses del alumnado
teniendo en cuenta sus capacidades y su forma de responder al proceso de aprendizaje y enseñanza
(Fontana 1989).
Considerando lo comentado más arriba en relación con el cerebro del adolescente, habría que
plantearse cómo pueden los docentes mejorar el proceso de adquisición de la L2/LE en el aula con
estos alumnos. A continuación, mostramos algunas pautas que pueden ayudar en esta tarea:
- animar a los estudiantes a hacer más personal y emocional las conexiones para el
aprendizaje;
- crear relaciones personales con los contenidos haciendo del aprendizaje algo significativo
para ellos;
- hacer del aprendizaje algo tangible, experimental y cinestésico;
- despertar en los estudiantes la curiosidad y la búsqueda en el aprendizaje a través de una
activación de sus ideas y conocimientos previos sobre el tema y siguiendo un sistema de
andamiaje;
- imprimir motivación a lo que hacen, diciéndoles para qué y cómo hacerlo (destrezas de
organización, cómo tomar notas, hacer test, etc.);
- tener en cuenta todas las características que lo conforman como adolescente, es decir, no
olvidar el período vital en el que se encuentra y tenerlo presente a la hora de planificar la
clase y seleccionar un tipo de enfoque metodológico.
En definitiva, el rol del docente como agente mediador entre el contenido y el alumno ayuda a los
alumnos a descubrir relaciones y construir significados, ofrece experiencias, promueve un ambiente
adecuado, orienta, modela y acompaña el proceso de aprendizaje.
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
El aprendizaje de este grupo es más próximo al de los adultos, aunque los jóvenes tienen una
mayor facilidad para acceder a sus capacidades. Como base para un buen proceso de enseñanza con
este tipo de alumnado adolescente, se deben tener en cuenta los siguientes aspectos de la clase:
- Es menos frecuente que se produzcan espacios de silencio entre los sujetos. Inician
rápidamente la comunicación activando los recursos que poseen en la L2/LE. Estas ansias de
comunicarse hacen que no presten atención a sus limitaciones en la nueva lengua, por lo que
sus producciones están plagadas de errores.
- A diferencia de lo que ocurre con los niños, los procesos seguidos por diferentes sujetos no son
ni generales ni homogéneos. El ritmo, el esfuerzo y los resultados son muy variables. La
influencia de la lengua materna empieza a ser cada vez más destacada.
- Se produce un aumento de la dificultad para abordar y secuenciar el análisis de la lengua de
forma ordenada; categorías léxicas y funcionales aparecen juntas desde los primeros
momentos del aprendizaje.
- Entre los jóvenes, comienza a darse una mayor atención y reflexión sobre la lengua que están
aprendiendo, unido todo ello a una preocupación por lo que piensen los demás. Esto se
traduce en un acercamiento hacia los procesos de aprendizaje más que a los de adquisición. Es
frecuente encontrar casos de jóvenes en los que parece detenerse este proceso una vez que
han conseguido un nivel de lengua que satisfaga sus necesidades básicas de comunicación.
- Los adolescentes asocian más fácilmente significados y funciones con formas y exponentes. Los
estímulos lingüísticos se ven favorecidos por situaciones reales y cercanas.
- Las variables socio-afectivas también son un pilar importante en el caso de adolescentes y
jóvenes. En este sentido, hay que tener en cuenta que los niveles de autoestima y de
seguridad serán diferentes en cada uno, dependiendo de las experiencias vividas a lo largo
de su vida.
876
MANUAL del profesor de ELE
conflicto. Las personas tienen necesidades e intereses diferentes, y conocer esta característica de la
naturaleza humana nos permite entender el proceso del conflicto y poder desarrollar estrategias para
resolverlo. Torrego (2000) plantea que el conocimiento de la dinámica del conflicto nos ofrece pautas
para dirigir el cambio y que la comunicación es el elemento imprescindible en la resolución del mismo.
Estar atento a qué se comunica y cómo se comunica puede ayudar a la resolución o al deterioro del
conflicto. La calidad y la fluidez de la interacción en el aula tienen una gran importancia en el proceso
de aprendizaje, ya que la comunicación va a depender en gran medida del entorno afectivo en el que
se desarrolle (Kramsch 1990).
En la clase de segundas lenguas y/o lenguas extranjeras, se generan unas circunstancias o
necesidades especiales que no se dan en otros contextos de aprendizaje. Es este tipo de contexto de
enseñanza y aprendizaje, donde el alumno necesita interaccionar con otros compañeros, mostrando
sus habilidades comunicativas pertinentes en una lengua que no es la suya, el que puede generar
problemas de ansiedad idiomática7 y la denominada aprehensión comunicativa, síntomas que
bloquearán sus capacidades.
El conflicto generalmente viene provocado por una serie de “malas conductas” o “mal
comportamiento” del alumno. No hay recetas mágicas para tratar estas conductas disruptivas como
pueden ser no seguir las instrucciones del profesor, levantarse y salir del aula sin permiso, no trabajar
nunca las tareas para casa, hablar en clase al mismo tiempo que el profesor con los compañeros,
desafiar la autoridad del profesorado, reírse de un compañero cuando participa en el aula, insultarlo en
la clase, no llevar al aula el material necesario para trabajar, hacer gestos de hastío, apatía, usar
comunicación no verbal que pueda resultar ofensiva, etc. Pero existe, además, otra limitación en el
estudio de estas conductas para dar las pautas de resolución del conflicto, y es que no todo el
profesorado se pone de acuerdo sobre qué se entiende por “conductas disruptivas”, ya que depende
de la apreciación que cada profesor tiene de los comportamientos de sus alumnos.
Para Marrero (1992), es importante recordar que el aula es una unidad social y que no se debe
centrar la tarea educativa exclusivamente en la relación profesor-alumno y dejar a un lado el concepto
de clase como grupo humano, ya que, en la actualidad, estudios sobre la teoría de la construcción del
conocimiento han puesto de relevancia los aspectos formales e informales del grupo-clase y del modo
en que este aspecto afecta a la actitud que se tiene ante el proceso de aprendizaje y enseñanza. Es
fundamental, por lo tanto, prestar atención a las dinámicas de grupo que propician la creación y el
mantenimiento de una buena relación entre los sujetos del aula, evitando grupos hechos en los que
suele darse en algunos casos un factor de “contagio” entre sus integrantes. La naturaleza interactiva
del aula y la comunicación en el proceso de enseñanza y aprendizaje de lenguas extranjeras hacen
posible que muchas de las estrategias de resolución de conflictos vengan por parte del profesor.
Como estrategia para la solución de los conflictos en el aula, la Psicología educativa apuesta
por la “confirmación” del alumnado, es decir, mostrar a los alumnos que son valorados, aceptados,
reconocidos como individuos autónomos y significativos con capacidad de acción (León Moruno 2007).
7
La ansiedad idiomática es aquella que surge en el contexto de enseñanza/aprendizaje de una lengua extranjera (León
Moruno 2007).
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Todo ello supone una clara superación de la visión estática del aula para considerarla como un campo
de fuerzas psicológicas. En este sentido, Marrero (1992) destaca cinco aspectos:
Como señalan Calvo, García y Marrero (2005), a partir de los años ochenta, numerosos estudios
han valorado la importancia de las relaciones que se establecen entre los alumnos en la clase y la influencia
que dicha interacción tiene en el aprendizaje. Por su parte, Giancola (2000) concluye que los problemas
conductuales, más que una cuestión individual, son el resultado de la influencia de un grupo y vienen
determinados, en gran parte, por las normas de comunicación que se dan en el grupo. Por su parte, Torrego
(2000) subraya que la comunicación es un elemento imprescindible en el aula a la hora de resolver posibles
conflictos en el aprendizaje-enseñanza.
Se ha fundamentado a lo largo de numerosos estudios (Esteve 1984, Calvete y Villa 1999) que
los conflictos derivados de las interacciones entre las personas que componen el grupo-clase son una
causa del síndrome de burnout que sufren muchos docentes. Casamayor (1998) hace una clasificación
de los conflictos más habituales y el tipo de comportamiento que generan.
Por su parte, Cerezo (1997) señala otros tipos de conflictos que pueden surgir en el aula. A
saber:
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MANUAL del profesor de ELE
8
La comunicación y la interacción entre profesor-alumno es un eje central muy positivo para la enseñanza de lenguas, ya que
baja el filtro afectivo por el que el estudiante puede mostrar cierta antipatía hacia la lengua, los profesores, la cultura, etc.,
que hace que no tenga lugar su aprendizaje. Ese bloqueo impide que llegue a la mente el “input comprensible” y que este, por
tanto, se convierta en conocimiento adquirido.
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MANUAL del profesor de ELE
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previas. Por todo ello, no se pueden homogeneizar las intervenciones o los estímulos (Calvo, García y
Marrero 2005: 209).
Asimismo, Gotzens (1986) propone una clasificación con los siguientes refuerzos
motivacionales que se pueden ejercer para una mejora del comportamiento del alumnado en las aulas:
- Refuerzo de tipo social. Este refuerzo se percibe como una forma de estima o reconocimiento.
En clase, por ejemplo, se podría concretar en la atención que el docente dedica a sus alumnos
sin que este muestre un comportamiento indisciplinado o negativo durante el proceso de
enseñanza. La técnica psicoeducativa sería precisamente reforzar a quienes colaboran
activamente en el desarrollo de la clase y minimizar la importancia o la atención a los que
actúan mostrando un comportamiento no deseable, perturbando el ritmo de la clase y creando
ansiedad o desmotivación en el profesorado. Este refuerzo se puede hacer patente a través
tanto de manifestaciones verbales como no verbales.
A) Manifestaciones verbales:
o Comentarios halagadores del profesor como: “¡excelente!”; “estoy muy satisfecho con
tu progreso”; “has avanzado mucho, sigue así”; “buen trabajo, gracias por tu esfuerzo y
dedicación”, etc.
o Feedback positivo del docente al alumnado ante una participación en clase.
o Conversaciones amigables y cercanas con los alumnos sobre un tema de interés para
ellos.
o Dirigirse a los alumnos por su nombre haciendo la enseñanza más personalizada.
B) Manifestaciones no verbales:
o Que el docente no pierda el contacto visual y auditivo con el alumnado.
o Prestar atención a las expresiones faciales que mostramos y cómo reacciona el
docente ante los alumnos cuando le preguntan o comentan algo.
o No mantener una excesiva distancia física ni posturas que bloqueen la comunicación.
- Refuerzo simbólico. Haría referencia a los estímulos no intrínsecos. Pueden ser intercambiados
por materiales o actividades atractivas para el alumnado. Un ejemplo de este tipo de refuerzo
es el uso de fichas canjeables por algunos privilegios que los alumnos quieran y se hayan
pactado previamente con el profesor.
- Actividades reforzadoras. La lista de estas actividades está sujeta a los gustos y aficiones del
alumnado: juegos, fiestas, excursiones, oferta de tiempo libre, desempeño de cargos, etc.
Gallego Codes (2007) propone algunos aspectos fundamentales que el profesor deberá tener
en cuenta para mejorar el autoconcepto del estudiante y, en consecuencia, el aprendizaje. Así,
considera necesario:
- conocer la personalidad de cada alumno para saber cuáles son los cambios necesarios para
mejorar su autoestima;
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- saber qué destrezas y actitudes hay que fomentar en cada uno de los alumnos, desarrollando
destrezas positivas, apoyándoles en superar las negativas y aplicando refuerzos;
- fomentar en el aula la comunicación social, elogiando y respetando sus participaciones,
escuchándoles con interés;
- afrontar las dificultades y problemas que surjan en el aula desde una pedagogía positiva,
animándoles, entendiéndoles e imprimiendo confianza en ellos;
- crear en el aula un buen clima de convivencia, que el alumnado se sienta dentro de un
ambiente distendido, respetuoso;
- imprimir en el alumnado sentimientos de esperanza positivos (efecto Pygmalion10);
- desarrollar valores (como la sinceridad, el orden, la alegría) dentro del aula como parte del
proceso de aprendizaje-enseñanza.
10
El efecto Pygmalion consiste en la creencia de que tal y como nosotros nos comportamos con los demás así los demás se
comportarán con nosotros, los demás reaccionarán apropiadamente conforme a ese comportamiento que han recibido
previamente (Rosenthal y Jacobson 1992). Se basa en cuatro conceptos:
1. nos creamos expectativas de la gente que nos rodea;
2. comunicamos esas expectativas mediante señales verbales y no verbales;
3. las personas ajustan su comportamiento para responder a esas expectativas que detectan;
4. al final, la expectativa original se hace realidad.
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
4.3. Actitudes del profesor en el manejo del aula que previenen comportamientos o conductas
disruptivas
En el punto anterior, se ha reflexionado sobre las actitudes que como docentes se deben tener
en cuenta para prevenir el conflicto o, una vez generado, poder controlarlo y darle una solución. En
este apartado, se focalizará la atención en cómo prevenir las conductas disruptivas en el alumnado
como posible causa del conflicto dentro del aula. Para ello es recomendable:
- Comenzar la clase siempre saludando y haciendo preguntas clave que muestren interés por
cómo se encuentran, su energía antes de empezar, su grado de motivación.
- Mostrar actitud confiada en el proceso, no perder el contacto visual y auditivo con los alumnos
para mantener su atención y llamarlos por su nombre para crear un ambiente menos
impersonal y desinteresado.
- Mostrarse como un profesor que controla los contenidos que ha planificado, que da valor y
utilidad a lo que se va a enseñar y aprender.
- Valorar la participación de los alumnos, independientemente de que cometan errores,
resaltando, de una manera natural y sin exageraciones, la parte positiva de su colaboración y el
esfuerzo realizado.
- No permitir en ningún momento que un grupo o una persona monopolice la clase y la atención
del profesor. Mejor si damos oportunidad al resto de responder a las dudas que plantea y
utilizamos técnicas de trabajo en equipo.
- Si se produce una confrontación, intentar mantener un tono de voz medio, los brazos pegados
al cuerpo, una postura relajada y no señalar con el dedo a ningún alumno.
884
MANUAL del profesor de ELE
interesamos tanto por sus necesidades cognitivas como por las afectivas, puesto que la dirección
existente entre ambas es bidireccional.
El aprendizaje cooperativo tiene efectos positivos en el desarrollo de la inteligencia
interpersonal. En la actualidad, ha quedado demostrada la eficacia de ver al alumno como parte
integrante del proceso, donde la cooperación no se centra solo en los grupos de aprendices, sino que
ya el profesor es una ayuda y guía del proceso, y necesita del alumno para alcanzar los objetivos que
ambos han negociado y que cubren las expectativas y necesidades de los discentes. Cassany (2004)
apuesta por un profesor conocedor de la materia, pero incompleto sin la cooperación de sus
aprendices. Se aboga, pues, por una enseñanza centrada en el alumno, en sus inquietudes, sus
motivaciones, sus necesidades, sus conocimientos, sus carencias, que se va construyendo a partir del
contexto del aula y desemboca nuevamente en ella.
Van Lier (1994: 22), inspirándose en Sartre, comenta que el desarrollo de un profesor es
“tener”, que se relaciona con el conocimiento y los recursos, “hacer”, que se relaciona con las
destrezas y habilidades para construir oportunidades de aprendizaje, y “ser”, que se relaciona con las
cualidades personales y el sentido de su misión.
la integración de la enseñanza de las segundas lenguas (L2) en el marco de una política global de
atención a la población inmigrante, que contemple no sólo al individuo sino también a la familia y la
comunidad, y que impulse un sentido de consciencia lingüística en todos aquellos servicios que la
11
sociedad de acogida ha de prestar al inmigrante .
Esta nueva situación, en la que imperaban nuevas necesidades, marcó los primeros pasos en la
andadura de la enseñanza del español a esta población recién llegada. Muestra de ello es el gran
número de materiales destinado a cubrir las necesidades básicas de cualquier individuo, como el curso
de emergencia publicado por el Instituto Cervantes (2005), entre otros muchos. Ahora bien, con la
11
El “Manifiesto de Santander” está disponible en diversas páginas electrónicas. Entre ellas, la del Centro Virtual Cervantes:
<http://cvc.cervantes.es>.
885
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
progresiva estabilización de los inmigrantes, el proceso ha ido adquiriendo nuevas dimensiones que
suponen nuevos retos para los profesores de español a este alumnado específico. El objetivo de esta
parte del capítulo es analizar los elementos que cobran fuerza cuando hablamos de enseñanza de una
lengua a inmigrantes. La intensidad con la que actúan en estos individuos será lo que marque la
diferencia con relación a otro tipo de alumnado. Por este motivo, consideramos que el profesor de
español dedicado de manera específica al trabajo con población inmigrante debe ser conocedor de
estos factores para poder abordarlos de manera adecuada en el aula. Se tratarán aquí, por tanto, los
aspectos psicosociales que están presentes en sociedades multiétnicas y multiculturales –como es la
española–, prestando una especial atención al papel que juega en ellos la dimensión lingüística. Estos
elementos podrán condicionar, en mayor o menor grado, el éxito del aprendiz.
En este capítulo, al emplear el término inmigrante, nos estamos refiriendo de manera concreta
a los individuos que conforman la llamada “inmigración económica”, dado que es este tipo de
población el que compone la mayor parte de esos movimientos migratorios a los que nos acabamos de
referir12 y es el que, a nuestro modo de ver, en la enseñanza de español como segunda lengua,
necesita una atención específica a los elementos que están presentes en su proceso de integración.
Hacemos mención expresa de esta concepción con el objeto de distinguir a estos individuos de los
inmigrantes procedentes de países desarrollados que comenzaron a asentarse en España durante los
años sesenta y setenta, ya que el objetivo de sus desplazamientos no era de tipo económico (Colectivo
Ioé 2003). Creemos importante, por tanto, delimitar, clara y explícitamente, los alumnos a los que nos
referiremos en esta parte del capítulo. Por otro lado, esta inmigración nos sitúa, de forma mayoritaria,
entre la población adulta13. Será, pues, en ellos, en los que centremos nuestra atención. Asimismo, se
ha dedicado la primera parte de este capítulo a describir el proceso de enseñanza y aprendizaje en
niños y adolescentes. En estos casos, los factores psicosociales a los que nos referiremos a
continuación actúan con menos peso que en el caso de los adultos –si bien en los adolescentes ya
comienzan a tener una presencia relevante–, por lo que el proceso no difiere de manera significativa
del señalado en la primera parte.
7. El proceso de aculturación
El desplazamiento geográfico que realizan los inmigrantes tiene como consecuencia un
contacto entre culturas que, por tanto, implica el comienzo de un proceso de aculturación. La
concepción que desde la Psicología se ha tenido de este fenómeno ha ido evolucionando a lo largo del
siglo XX. Una de las primeras definiciones y de mayor repercusión en los siguientes estudios fue la
12
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, más de la mitad de la población extranjera asentada en España
procede de países en vías de desarrollo. Atendiendo a las principales nacionalidades señaladas por el INE, las personas
originarias de Marruecos, Rumanía, China, Ecuador, Colombia, Bulgaria, Bolivia, Ucrania, Pakistán, República Dominicana,
Rusia, Paraguay y Perú suponen el 57,8% de la población inmigrante. Si atendemos únicamente a los países de habla no
hispana, por ser el centro de atención en este capítulo, estos constituyen el 44,4%. Por último, la marroquí y la rumana son las
nacionalidades que aportan, con una gran distancia con respecto a las siguientes, el mayor número de personas extranjeras a
España, con 753.425 y 715.136, respectivamente.
13
Según el INE, la media de edad de la población extranjera en España es de 35,6 años. La media de edad de las personas
procedentes de países no hispanohablantes se sitúa entre los 32,2 años y los 29,9.
886
MANUAL del profesor de ELE
proporcionada por Redfield, Linton y Herskovits en 1936 (citado por Navas Luque et al. 2003: 40). Para
estos autores, “la aculturación comprende los fenómenos que resultan de un contacto continuo y
directo entre grupos de individuos que tienen culturas diferentes, con los subsecuentes cambios en los
patrones culturales originales de uno o ambos grupos”. Una de las ideas interesantes que se desprende
de esta definición es que estamos, como señalamos, ante un proceso, algo dinámico, por tanto.
Asimismo, estos autores entienden que la aculturación debe diferenciarse de la asimilación, ya que
esta puede ser, en todo caso, una fase de la primera (Retortillo Osuna 2009: 75). A partir de aquí,
desde la Psicología transcultural, las diferentes teorías han evolucionado desde modelos
unidimensionales hasta modelos bidimensionales. Los primeros entienden que el final del proceso es
necesariamente la asimilación de la cultura mayoritaria por parte del grupo minoritario. Es decir, la
culminación del proceso llegaría con la pérdida de los valores culturales propios en favor de los del
grupo mayoritario, existiendo una etapa intermedia de biculturalismo que se resolvería –en favor,
como decimos, de la asimilación– como consecuencia del conflicto generado por esta situación.
Sin embargo, el modelo más influyente hasta la actualidad ha sido el propuesto por Berry a
mediados de los años setenta. En sus postulados, el autor (Berry 1990, 2001) vuelve a poner el foco de
atención en el hecho de que se trata de un proceso mutuo que afecta a dos grupos y que, por tanto,
los cambios que se produzcan en una cultura y en la otra afectarán a ambos. Debido a que,
generalmente, es el grupo subordinado el que sufre mayores cambios, las investigaciones sobre la
aculturación se han centrado más en describir las modificaciones producidas por el proceso en este
grupo. No obstante, son cada vez más los estudios que tratan de analizar el fenómeno desde una
perspectiva conjunta que analice la influencia de ambas partes y el resultado de esta en los dos grupos
en contacto. Por otro lado, el autor considera, al igual que las primeras propuestas, que la asimilación
no es necesariamente el resultado de la aculturación, sino una de las opciones con las que cuenta el
individuo o el grupo. El modelo de Berry se basa en dos dimensiones actitudinales de aculturación
independientes, que son las que generarán esas opciones: una hace referencia al grado en el que los
grupos desean mantener su identidad cultural y la valoran, y la otra, al grado en que valoran y buscan
las relaciones con otro(s) grupo(s). Estas dos dimensiones están presentes tanto en el grupo dominante
como en el subordinado y, como puede observarse en la Figura 5, su combinación da lugar a diferentes
espacios –actitudinales y/o conductuales14– por los que los grupos pueden moverse.
14
Es necesario distinguir entre el deseo del individuo o del grupo de que tenga lugar una determinada situación y la adopción
real de una conducta que satisfaga ese deseo o intención. Es decir, un grupo puede tener una actitud integradora, pero que
esa integración no se lleve a cabo por la actitud y el comportamiento mostrados por el otro grupo. Por tanto, para describir el
proceso de aculturación de manera completa, es preciso afrontar el estudio de ambas dimensiones.
887
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
Figura 5. Modelo de aculturación de Berry. Fuente Berry (2001: 618). Elaboración propia
15
El concepto de “multiculturalidad” ha ido evolucionando hacia el de “interculturalidad”. El primero de ellos reconoce la
convivencia de diferentes culturas en una misma sociedad, pero se mantienen de manera separada. Por su parte, la
interculturalidad apuesta por la interrelación entre las culturas en contacto (Ríos Rojas 2003: 13).
888
MANUAL del profesor de ELE
estudios más recientes han considerado factores como el origen etnocultural de los grupos en
contacto, las circunstancias políticas, económicas y sociodemográficas del país de acogida, las
características sociales de los individuos que conforman los diferentes grupos, el sesgo endogrupal –es
decir, el favoritismo mostrado hacia el propio grupo–, la similitud grupal percibida, el enriquecimiento
del contacto grupal percibido, la permeabilidad de los límites entre los grupos o diferentes indicadores
de comportamiento, entendidos como consecuencia de las estrategias que los grupos llevan a cabo
para que se produzca la aculturación (Retortillo Osuna 2009). Como desarrollaremos más adelante,
una de las estrategias de aculturación más destacadas es, precisamente, el modo de emplear los usos
lingüísticos de los diferentes grupos en contacto (Navas Luque et al. 2003: 48).
889
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
el grupo en relación con los demás grupos. Cuando la identidad social propia es positiva y satisfactoria,
debido a que el grupo tiene un estatus superior al de otros, los individuos que forman parte de él
tratarán de mantenerse dentro de ese grupo. Sin embargo, si un grupo tiene un estatus inferior al de
otros con los que se compara, de modo que existe una valoración negativa de su propia identidad, los
individuos que lo componen adoptarán diferentes estrategias de carácter individual que les permitan
conseguir una identidad social positiva, bien variando esa visión negativa y/o modificando el estatus
del grupo; bien desplazándose hacia otro grupo. Esta doble opción estará determinada, en gran parte,
por las posibilidades reales que el individuo tenga de cambiar de grupo. Como hemos mencionado en
el apartado anterior, la permeabilidad de las fronteras intergrupales será, por tanto, un factor decisivo
en la dinámica de los grupos y en el modo en que estos puedan modificar su comportamiento para
potenciar esas identidades sociales. Cuando el individuo no tiene posibilidad de realizar cambios que le
permitan la movilidad social, lo que le haría pasar de su grupo a otro con un estatus superior, los
grupos o los individuos buscan otras estrategias que ayuden a cambiar la imagen del endogrupo para
tratar de conseguir una identidad positiva. Estas estrategias son llevadas a cabo de manera individual,
si bien el objetivo es tener un efecto positivo en la identidad grupal, no en la individual. Hay tres
posibles estrategias: evitar comparaciones con otro grupo de estatus superior, intentar cambiar las
características negativas del endogrupo y comparar el propio grupo con el exogrupo a partir de
dimensiones diferentes que provoquen valoraciones positivas (Viladot i Presas 2008). En este sentido,
como han desarrollado algunas teorías posteriores que describiremos en el apartado 8, cuando los
grupos le conceden valor a la dimensión lingüística, el empleo de los usos lingüísticos de los individuos
que los conforman podrá funcionar como estrategia de comparación (Giles y Byrne 1981).
En otro orden de cosas, diferentes estudios llevados a cabo dentro de esta teoría han tratado
de analizar los efectos de determinadas variables socioestructurales en la diferenciación intergrupal a
la que nos estamos refiriendo. Algunas de las conclusiones de estos trabajos, recogidas en Morales et
al. (1997: 724 y ss.), nos ayudan a analizar las actitudes y conductas que pueden darse en situaciones
de contacto por migración. Así pues, estos autores señalan que:
- existe una tendencia al favoritismo exogrupal por parte de los grupos de bajo estatus;
- el grado de identificación de un sujeto con el grupo está influido por la permeabilidad: a mayor
impermeabilidad, mayor identificación;
- la identificación con el grupo se reduce si la movilidad individual es viable;
- la inestabilidad del estatus genera deseo de movilidad;
- generalmente, los grupos de alto estatus producen una mayor diferenciación intergrupal;
- el grupo de mayor estatus muestra mayor grado de discriminación;
- los grupos con poder muestran un mayor grado de discriminación.
890
MANUAL del profesor de ELE
acogida, por lo que su estatus será inferior. Según la primera afirmación, esto, por tanto, puede
repercutir de manera positiva en la valoración que los inmigrantes hagan de la comunidad de acogida.
Por otro lado, no hay inestabilidad del estatus, de modo que no habrá grandes deseos de movilidad del
endogrupo (grupo inmigrante) hacia el exogrupo. Esto, a su vez, está influido y reforzado por el hecho
de que existe poca permeabilidad de las fronteras, quizá debido a que los grupos de mayor estatus y
poder muestran un mayor grado de discriminación y marcan una mayor diferenciación. En este
sentido, debemos recordar, como se ha mencionado más arriba, que la actitud del grupo dominante va
a condicionar el modo en que pueda moverse el grupo subordinado. Como consecuencia de la
dinámica que se establece por la correlación entre estos factores, la identificación del inmigrante con
su grupo será fuerte y se llevarán a cabo movimientos orientados a conseguir una identidad social
positiva a través de las distintas estrategias posibles. Esto repercutirá en las actitudes de integración
del individuo (y del grupo), ya que, cuanto mayor sea el sentimiento de pertenencia al grupo, habrá
una mayor diferenciación intergrupal y un menor deseo de convergencia con el otro grupo.
891
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
este podrá ser evaluado de diferente manera en sus distintas dimensiones. Desde una concepción
mentalista de la actitud16, esta se entiende como un estado mental interno, situado entre un estímulo
y la respuesta a este, en el que confluyen tres dimensiones diferentes: cognoscitiva, afectiva y
conativa. La dimensión cognoscitiva estaría vinculada a las creencias y al saber; la afectiva, a las
valoraciones y a los sentimientos; y la conativa, a las conductas. Las creencias sobre el objeto evaluado,
generadas a partir de los componentes cognitivo y afectivo, dan lugar a una actitud, que puede ser
positiva o negativa –nunca neutra–, la cual, según el modelo propuesto por López Morales (2004),
coincidiría con el componente conativo, esto es, con la tendencia a actuar, expresada a través “del
grado de aceptación o rechazo hacia el objeto social” (Sanz Huéscar 2008: 65).
De manera general, pero específicamente en contextos migratorios, dos factores que explican
la formación de las actitudes lingüísticas son la identidad y el prestigio. La identidad social de los
individuos y el sentimiento de pertenencia al endogrupo hará que los inmigrantes tengan una actitud
positiva hacia su lengua (Sanz Huéscar 2008, Sancho Pascual 2014, 2016). Siguiendo los postulados de
la teoría de la identidad social, valorar positivamente los rasgos que definen el grupo –lo que hará que,
además, se mantengan– ayudará a conseguir la identidad positiva del grupo. Así pues, una actitud
positiva hacia la propia lengua hará que los inmigrantes tengan un deseo de mantenerla, hecho que
puede generar un conflicto de cara al aprendizaje de la lengua de la comunidad de acogida. De este
modo, cuanto mayor valor tenga la lengua con relación a la definición del propio grupo y mayor sea la
identificación de sus miembros con este, más dificultoso será el proceso de aprendizaje de la lengua de
la sociedad de acogida, puesto que los elementos afectivos implicados bloquearán el avance.
A propósito del prestigio, en una situación de migración, hay que tener en cuenta la existencia
de distintos tipos de prestigio que actuarán en la conformación de las actitudes tanto hacia la propia
lengua como hacia la de la comunidad de acogida. Por lo que respecta a las actitudes que los
inmigrantes tengan hacia su(s) lengua(s), se pone de manifiesto un prestigio de grupo que estará en la
base de esas actitudes positivas que acabamos de comentar. En cuanto a las mostradas hacia la lengua
de la comunidad de acogida, estas generalmente serán valoradas, en primer lugar, como instrumentos
de comunicación, hecho que las dotará de un prestigio que será compartido tanto por los inmigrantes
como por la comunidad de acogida. Por otro lado, hay que hacer mención de la hipótesis de la norma
impuesta, según la cual una lengua hablada por un grupo de prestigio será considerada mejor o más
prestigiosa que otras, ya que el estatus del que goce será alcanzado a través del prestigio de sus
usuarios (Giles, Bourhis y Davies 1979). Como se ha señalado, la comunidad de acogida va a tener un
mayor estatus y prestigio social, por lo que su lengua –uno de los rasgos definitorios del grupo– será
también valorada por este motivo. Por último, determinadas lenguas, como pueden ser el inglés o el
español, serán consideradas prestigiosas por ser percibidas como lenguas internacionales. En este
sentido, habrá una valoración instrumental de las mismas que podrá repercutir positivamente en el
grado en que los inmigrantes quieran aprenderlas.
16
La actitud puede entenderse también desde una concepción conductista, en la que sería la respuesta a un estímulo, es
decir, el propio comportamiento. La mayoría de los estudios sociolingüísticos se decantan por estudiarla desde la concepción
mentalista, dado que puede predecir comportamientos (López Morales 2004).
892
MANUAL del profesor de ELE
893
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
refiriendo al modelo socio-educativo, propuesto por Gardner, al modelo intergrupal, desarrollado por
Giles y Byrne, y al modelo de aculturación e hipótesis de la pidginización, de Schumann.
17
Alguna de las críticas que se ha hecho al modelo de Gardner tiene que ver con el hecho de considerar la dimensión social
como única implicada en la motivación. En este sentido, Dörnyei (1994), uno de los autores que más se ha ocupado de
desarrollar el concepto, propone un modelo en el que se reconocerían distintos niveles motivacionales implicados en el
aprendizaje de segundas lenguas. Así pues, según el autor, habría que distinguir entre el nivel de la lengua (en el que se
situarían las ideas propuestas por Gardner), del alumno y de la situación de aprendizaje. Estas dimensiones estarían
relacionadas con factores sociales, cognitivos y educativos, respectivamente (Lorenzo 2006). Debido a los objetivos de este
capítulo, solo nos centraremos en la teoría propuesta por Gardner, dado que son los elementos sociales que aparecen en ella
los que estamos describiendo como centrales en la enseñanza de español a inmigrantes.
18
Diversos estudios realizados en otros contextos pusieron de manifiesto la dificultad para identificar los motivos dados por
los estudiantes en una de estas dos orientaciones, aportando nuevas categorías relacionadas con los deseos de viajar, de
aprender o de establecer nuevas relaciones. Así pues, si bien esta es la dicotomía básica establecida por el autor, años
después reconocerá que es demasiado rígida, puesto que la motivación es algo dinámico (Dörnyei 1994).
894
MANUAL del profesor de ELE
lenguas de comunicación y las lenguas de identificación. Si bien ambos tipos de motivaciones pueden
conducir al aprendizaje de la L2, la motivación integrativa estará vinculada al avance del individuo
como miembro de la sociedad receptora, de manera que este tipo de actitud hacia el aprendizaje de la
lengua sería síntoma de sus deseos de aculturación.
1. se identifican fuertemente con su propio grupo étnico, el cual considera la lengua como un
importante símbolo de identidad;
2. hacen comparaciones intergrupales inseguras, lo que implica que sean conscientes de que el
estatus de su grupo puede cambiar;
3. perciben una vitalidad elevada de su grupo;
4. perciben que los límites de su propio grupo son cerrados y duros;
19
La vitalidad etnolingüística puede ser medida en términos objetivos a través de la demografía, del soporte institucional y del
estatus, pero también de manera subjetiva, a través de la percepción que los propios miembros del grupo tengan de ella.
Giles y Byrne consideran que la vitalidad percibida puede actuar con mayor fuerza que la real en las dinámicas grupales (Giles
y Byrne 181: 83-85).
895
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
De este modo, cuando entra en juego el aprendizaje de la lengua de la comunidad de acogida, Giles y
Byrne (1981: 90) señalan que
si un alumno se identifica fuertemente con su grupo étnico, considera su propia lengua como una
dimensión valiosa de la comunidad a la que pertenece y hace comparaciones interétnicas inseguras,
tendrá menos disposición a aprender la lengua del grupo dominante al nivel de perfeccionamiento
próximo al del nativo. En tal caso, el aprendizaje de la segunda lengua "restaría" identidad étnica al
alumno y le produciría un sentimiento de anonimato cultural.
896
MANUAL del profesor de ELE
segunda lengua. En situaciones de migración, la distancia –ya sea social o individual– que los sujetos
pongan con relación a la comunidad de acogida será resultado de la compleja dinámica que se
establezca entre los grupos en contacto.
897
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
“el miedo a la asimilación puede ser resultado directo de la identificación fuerte con el propio grupo
étnico en aquellos miembros que concedan un elevado valor a su lengua”.
Así pues, de lo señalado hasta aquí se desprende que la enseñanza de español a inmigrantes
adultos se caracteriza por situarnos dentro de un proceso complejo y más amplio: la integración social
del individuo. Si atendemos a las opciones de aculturación propuestas en el apartado 7., la situación
más enriquecedora para ambos grupos sería la integración. No obstante, para poder lograrla, será
necesario un proceso de negociación de las identidades de los grupos en contacto que pasa por la
resolución de los conflictos que se han comentado a lo largo de la segunda parte de este capítulo.
En el proceso de integración, la dimensión lingüística cobra una singular relevancia en la
medida en que será necesaria para que este pueda avanzar. Tener esto en consideración será
fundamental, puesto que, como hemos visto, el deseo –o las posibilidades reales– de integración en la
sociedad receptora puede hacer que el aprendizaje de la lengua avance –a distintos ritmos– o, por el
contrario, se estanque. Será importante, pues, partir de esta concepción para abordar de una manera
adecuada la enseñanza del español a este tipo de alumnos. Como en toda situación de enseñanza-
aprendizaje, la metodología utilizada ha de estar orientada a la consecución de unos objetivos acordes
con las necesidades e intereses de los alumnos. Los objetivos, por tanto, estarán estrechamente
vinculados a las situaciones vitales por las que el individuo pasa durante su proceso de integración. De
este modo, los objetivos comunicativos deben correr de manera paralela a los objetivos de integración
del alumno (García Parejo 2005: 1261).
Siguiendo el modelo de Moreno Fernández (2009b) para el estudio de la integración
sociolingüística de la población inmigrante en España y las ideas señaladas procedentes de distintos
ámbitos de la Psicología, partimos de la concepción de la integración como un proceso dinámico y
bidireccional que, por lo tanto, debe ir negociándose entre los inmigrantes y la comunidad de acogida.
No hay que perder de vista que el rumbo que tome y el grado de su éxito van a estar condicionados
directamente por las creencias, valores, actitudes –y sus consecuentes actuaciones– tanto de la
población inmigrante como receptora, incluyendo en esta última las actuaciones del Estado
(Gugenberger 2007). Desde esta perspectiva, junto a la figura del profesor, como miembro de la
sociedad receptora, confluirán también diferentes elementos psicosociales que habrá de revisar con
una actitud crítica para poder enfrentarse de manera adecuada a este tipo de alumnado (Miquel 2003;
Muñoz López 2005).
Planteando un paralelismo con la pirámide de las necesidades básicas de Maslow, Moreno
Fernández (2009b) entiende la integración como un proceso que se cumple en diferentes etapas, a
medida que se van cubriendo distintas necesidades sociales, como puede verse en la Figura 6.
898
MANUAL del profesor de ELE
Figura 6. Pirámide del proceso de integración. Fuente: Moreno Fernández (2009b: 133)
Para el autor, las fases de supervivencia y laboral / escolar tendrán que ver con que el individuo
cubra las necesidades vitales básicas y laborales o escolares, respectivamente. La integración social,
por su parte, supone la presencia del individuo en la sociedad como tal y como miembro de un grupo
social. Por último, la fase de integración identitaria implica el reconocimiento de la sociedad de acogida
como propia “en términos sociales, culturales y afectivos” (Moreno Fernández 2009b: 133).
Según se desprende de la representación de esta pirámide, estas etapas de integración están
atravesadas por un continuum en el que se proyectan, de manera decreciente a creciente, los contactos
sociales con la comunidad de acogida. Es decir, el transcurrir de un individuo por las distintas fases implica el
paso del establecimiento de unas relaciones simples a complejas con los miembros del país receptor. En
este sentido, los recursos lingüísticos que el individuo precise serán los necesarios para desenvolverse en
esas relaciones e, igualmente, de manera consecuente, el grado de complejidad lingüística avanzará de
forma paralela. Es decir, la evolución lingüística del inmigrante con relación a los usos de la comunidad de
acogida –esto es, el aprendizaje de la lengua meta– se desarrollará al mismo tiempo que lo vaya haciendo el
proceso social. Asimismo, hay que tener en cuenta que las cuestiones emocionales que se pondrán de
manifiesto tampoco estarán revestidas de la misma complejidad en el punto más bajo y más alto de la
pirámide. El significado que adquieran los usos lingüísticos con relación a ellas tendrá su reflejo en el
proceso de aprendizaje del estudiante de español como segunda lengua. Desde este punto de vista, resulta
fundamental atender a los factores psicosociales que se han mencionado y que pueden frenar el proceso de
integración social de los individuos. El profesor de personas adultas inmigradas debe ser consciente y
899
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
conocedor de ellos para tratar de abordarlos y solucionar los posibles problemas que puedan suponer en el
individuo, con su consecuente reflejo en el aprendizaje lingüístico. La dificultad que entrañe avanzar en el
proceso social reflejado en la pirámide de la Figura 6 estará directamente relacionada con el modo en que
los individuos consigan o no solucionar los conflictos que implique el contacto intergrupal. Por lo tanto, un
acercamiento de las identidades sociales de los inmigrantes y de los miembros de la sociedad de acogida
facilitará unos mejores resultados en el dominio de la lengua meta. Esto se desprende de lo explicado a
propósito del papel que juega la lengua en la construcción identitaria del individuo. Si la dimensión
lingüística es un elemento de la identidad de los grupos sociales con lo que esto implica, esto es, que se
trata de un elemento que une al grupo y que, al mismo tiempo, lo diferencia de otros grupos, en la medida
en que se vaya avanzando en el aprendizaje de la lengua de la sociedad de acogida, esta nueva lengua
comenzará a formar parte de la identidad del individuo y, por tanto, cuanto mayor sea el nivel de
perfeccionamiento, más cerca estará este individuo de un rasgo identitario de la sociedad de acogida
(Sancho Pascual 2014). En este sentido, en el caso de la inmigración española, los niveles de integración se
correlacionan positivamente con el nivel de español adquirido (Alonso y Gutiérrez 2010).
Por lo que respecta al modo en que la dimensión lingüístico-comunicativa acompaña al proceso
de integración social, como puede observarse en la Figura 7, Moreno Fernández (2009b 146-147)
propone, de manera experimental, una caracterización desde el punto de vista lingüístico,
sociolingüístico y comunicativo de cada una de las fases reflejadas en la pirámide. El autor presenta
esta caracterización a través de una serie de indicadores conformados por los elementos lingüísticos,
las funciones comunicativas, la percepción sociocultural y el control del aprendizaje de la población
inmigrante. El nivel de integración sociolingüística en el que se encuentren los individuos podría
calcularse a través de una cuantificación de dichos niveles.
900
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
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MANUAL del profesor de ELE
Por otro lado, algunas investigaciones recientes están basando el estudio de las necesidades de
los alumnos en las funciones comunicativas del Plan Curricular del Instituto Cervantes, para poder
programar, de este modo, de manera acorde a los deseos e intereses de los alumnos. En esta línea,
queremos destacar, por ir en la línea de los aspectos que estamos describiendo, la importancia
concedida por los informantes de estos estudios a la función comunicativa “Relaciones sociales”, en los
trabajos de Toledo Vega (2016) sobre haitianos en Chile y de Hernández Falcón (2016) sobre
inmigrantes en Madrid. En los niveles más avanzados, es probable que el interés por las funciones
relacionadas con este aspecto cobre fuerza, de acuerdo con el modelo de Moreno Fernández (2009b).
Es decir, a medida que la integración social avanza, las necesidades lingüísticas de los alumnos serán
más complejas y estarán más vinculadas a elementos pragmáticos, sociolingüísticos y culturales.
Relacionado con las necesidades de los alumnos, García Parejo (2005: 1267-1271) hace una
llamada de atención sobre los factores que pueden afectar a la asistencia de los cursos de español.
Aparte de los motivos psicosociales que hemos comentado, hay que tener en cuenta que la situación
personal de estos individuos tiene repercusiones directas en el tiempo y horarios de que disponen para
el aprendizaje formal de la lengua. En este sentido, será necesario que la oferta y la planificación de
cursos destinados a esta población se ajusten a su ritmo vital. De no ser así, no responderá a sus
expectativas y, por lo tanto, serán cursos que no resultarán útiles ni efectivos para cubrir sus
necesidades.
Miquel (2003: 14 y ss.) establece una serie de postulados que se desprenden directamente del
enfoque comunicativo y que habrá que tener en cuenta en la programación y planificación de los
cursos de español a inmigrantes.
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Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
veremos en el siguiente epígrafe, esto supone una implicación y preocupación reales por parte
del profesor en el proceso social por el que atraviesan sus alumnos.
2. Se debe entender la lengua como una herramienta de comunicación que ha de ser útil para las
necesidades vitales de estos individuos. Así pues, las actividades que se propongan deben
fomentar la comunicación, así como ser significativas y reflejar situaciones reales de estos
individuos. De nada les servirán situaciones simuladas que no tengan que ver con su día a día.
Hay que tener en consideración que estos alumnos, por estar en un contexto de inmersión, van
a aprender español fuera del aula. Así pues, a la hora de plantear actividades habrá que
cuestionarse qué hacen cuando aprenden español fuera de clase, con quién están, dónde, de
qué hablan (Gómez del Estal Villarino 2008: 84).
3. Es necesario partir de los recursos cognitivos y estratégicos de estos individuos y ajustarse a
ellos. En este sentido, este hecho aparece con especial relevancia entre los alumnos no
alfabetizados. Es decir, como se ha mencionado, estos son personas que desarrollan una vida
normal a través de su lengua de origen. Será importante, por lo tanto, aprovechar y potenciar
sus estrategias y recursos para el aprendizaje del español sin pasar, necesariamente, por una
insistencia en que aprendan aquellas estrategias o recursos que no tienen.
4. El componente sociocultural adquiere en estas situaciones un protagonismo especial. Hay que
ayudar a solucionar el choque cultural producido por el movimiento migratorio. Será necesario
enseñar el modelo cultural de la sociedad de acogida, al mismo tiempo que se valora y
potencia el suyo propio. En los contextos migratorios, la comunidad de acogida establece una
relación de poder con los inmigrantes, dando lugar a relaciones asimétricas. Este tipo de
relación va a condicionar, además, los tipos de contactos comunicativos que el inmigrante
pueda tener con la sociedad receptora. La relación entre el alumno y el profesor debe ser
simétrica y no habrá de imponerse en ningún caso el modelo de la cultura española. Dentro de
los contenidos llevados a aula, el componente sociocultural deberá estar presente en todo
momento.
Finalmente, será necesario el empleo de un material que vaya acorde con las cuestiones
planteadas. El material destinado a la enseñanza de español será perfectamente válido siempre y
cuando sea flexible y adaptable a las necesidades concretas de estos alumnos y a sus situaciones
vitales reales.
904
MANUAL del profesor de ELE
como si fueran iguales, como si el hecho de haber salido de sus países en condiciones precarias y haber
llegado al nuestro en busca de una vida mejor los uniformara en lo referente a sus maneras de ser
personales, sus conocimientos y sus lagunas, sus esperanzas, sus miedos, sus sensaciones, sus angustias,
etc. Si tomamos una por una a las personas de nuestra clase de apoyo, lo que vemos y “sabemos” es que
no hablan español y olvidamos todo lo demás de su personalidad. Por lo tanto cometemos dos graves
errores que condicionarán nuestra enseñanza. Uno: considerar a todo el colectivo por igual (…). Dos:
juzgar sus capacidades a través de lo que no saben (Moreno García 2004: 32, citado por Moreno García
2007: 17).
Es decir, precisamente por la categorización social que hemos descrito en el apartado 7.1., esto
es, el modo en que los individuos clasifican y organizan la sociedad en grupos, de manera general, en
un determinado nivel de categorización, todos los individuos que conforman el grupo de los
inmigrantes son vistos por la comunidad de acogida de la misma manera. Como un mismo grupo, sin
considerar las peculiaridades de cada grupo y, sobre todo, de cada individuo. No obstante, hay que
señalar que no todos los grupos étnicos son evaluados de la misma manera, es decir, en función del
grado de similitud cultural o lingüística, existen colectivos de inmigrantes que son valorados de manera
más satisfactoria que otros. En el caso de la sociedad española, las actitudes de los autóctonos hacia
los inmigrantes hispanohablantes son más favorables que las mostradas hacia colectivos africanos
(Briones, Tabernero y Arenas 2011). En todo caso, como decimos, todos ellos están clasificados, desde
la perspectiva de la sociedad receptora, bajo la categoría de “inmigrantes”.
Por otro lado, y más grave aún, esa categoría generalmente es descrita en términos negativos.
De esta manera, hay una tendencia a identificar a las personas inmigradas a partir de lo que no tienen
(Miquel 1995, Ríos Rojas 2003, Villalba y Hernández 2008). Así pues, suelen considerarse carentes de
dinero, de educación, de conocimientos, de trabajo, etc. Hay, por lo tanto, una visión de superioridad
que parte del etnocentrismo propio de los grupos. Es decir, a la hora de definir al otro, se hace
mediante comparaciones que salen de la propia perspectiva. Esto implica que no ver en los demás algo
que sí se tiene es interpretado como carencia en el otro. De este modo, se les define a partir de
aspectos que les son ajenos, pero no de aquellos que sí poseen. Sin embargo, los inmigrantes son
personas iguales que los individuos que conforman la sociedad de acogida, pues, como señala Miquel
(2003: 7), se trata de “gente que sabe, gente que hace, gente que siente, gente que resuelve, gente
que piensa (…) y que, además, comunica en otra u otras lenguas”. Estamos, pues, ante individuos más
o menos parecidos a los miembros de la sociedad de acogida, pero no por su condición de inmigrantes,
sino por su personalidad, su cultura, sus valores, creencias y comportamientos.
Esto nos lleva directamente a abordar el modo en que los profesores deben afrontar el proceso
de aculturación, como miembros de la sociedad de acogida. A lo largo de esta parte del capítulo,
hemos desarrollado los aspectos psicosociales que se ponen de manifiesto en situaciones de contacto
intergrupal por migración. Como se ha mencionado en varias ocasiones, el proceso de aculturación que
se inicia como consecuencia de esta situación ha de ser bidireccional, lo que implica de manera
ineludible a la sociedad receptora. También se ha hecho especial hincapié en el modo en que las
actitudes y posicionamientos de la sociedad de acogida van a condicionar las opciones reales de
aculturación de las personas inmigradas. Desde nuestro punto de vista, esto tiene que ser una idea
905
Enseñanza de ELE a niños, adolescentes e inmigrantes
clara en el profesor de español. La actitud que adopte en este sentido también será transmitida
implícitamente a sus alumnos. Al principio del apartado 9., hemos señalado de manera inequívoca que
la enseñanza de español a inmigrantes es un fenómeno social en tanto que forma parte del proceso de
integración de estos individuos. En este sentido, el profesor forma parte de ese proceso social y,
consecuentemente, debe pasar también por una redefinición de su propia identidad social si pretende
colaborar en que estos individuos alcancen la integración identitaria. Si bien en los grupos mayoritarios
el conflicto será menor, puesto que parten de una situación más estable, la aparición de nuevos grupos
en su propia dinámica de interacción supone una nueva realidad contra la que han de confrontarse.
Esto exige revisar de manera crítica las propias creencias y actitudes. En definitiva, para que los
inmigrantes puedan integrarse, la población de acogida debe integrarse también y eso implica la
adopción de nuevas pautas culturales. En este sentido, quizá más que en ningún otro contexto, el
profesor deberá adquirir una competencia intercultural20. Así pues, no es suficiente con que el profesor
sea especialista en ELE, sino que también debe tener conocimientos sobre las implicaciones que las
situaciones migratorias tienen desde un punto sociolingüístico, educativo y cultural, y, en todo caso,
enriquecerse y saber enriquecer el aula con la diversidad que estas situaciones aportan (Pastor
Cesteros 2007).
Nos situamos en un contexto en el que se produce una comunicación intercultural que el
profesor debe facilitar. Así pues, según el Instituto Cervantes (2012: 19), será necesario:
20
Para una mayor información sobre la competencia intercultural, puede consultarse el capítulo “Cultura e interculturalidad”
de este mismo volumen.
21
El desarrollo del modelo de Bennet puede consultarse en el capítulo “Cultura e interculturalidad” de este mismo volumen.
906
MANUAL del profesor de ELE
que se le refuerza como individuo, potenciando y resaltando sus valores, creencias y su cultura.
Lógicamente, a partir de ahí, estará en manos del alumno decidir cómo quiere que sea su proceso de
aculturación, pero el profesor no debe imponer ninguna opción que implique una pérdida para el
alumno. Ya se ha mencionado que el miedo a la pérdida identitaria es un factor que actúa con fuerza
en el bloqueo de aprendizaje de una lengua. De esta manera, será labor del profesor mostrar que se
trata de un proceso que enriquece la propia identidad, que, lejos de restar, suma.
En definitiva, tratar con personas que han realizado un movimiento migratorio supone tratar
con individuos en los que se producen conflictos en un elemento tan esencial como es la identidad. El
profesor de lenguas a inmigrantes debe poseer una especial sensibilidad hacia estas cuestiones. La
empatía y el deseo de integración deben aparecer como valores centrales en la figura del docente, el
cual debe estar dispuesto a mover sus prejuicios, algo que, aunque parezca evidente, no es sencillo
dado que estos forman parte de sus creencias y actitudes culturales. Al igual que otros autores (Villalba
y Hernández 2008), queremos hacer una llamada de atención sobre el propio término empleado para
designar la enseñanza a estos individuos. El uso de inmigrantes para referirse a ellos es precisamente
lo que deseamos evitar. Debemos tener una actitud integradora hacia ellos, con todo lo que ello
implica, incluida la redefinición de nuestra propia identidad. Será necesario generar contextos
integracionistas en el aula, en el propio contexto de aprendizaje, para colaborar a que las actitudes de
nuestros alumnos también lo sean. El aula será un contexto que formará parte de la parcela social de
estos individuos en la que los profesores podrán aportar su grano de arena dentro de su complejo
proceso.
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