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Eje 1: Juventudes y Contexto

Equipo Docente: Rafael Carreras, Julio Muro, Guillermina Pruneda,


Candelaria Espinoza, Santiago Rebollo, Paula González, Belén Ardiles,
Jeremías Miretti, Sol del Carpio.

Psicología – 2018

…”Con la compra de este apunte ayudas a sostener el


Centro Comunitario de la Fundación, que funciona hace 20
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años sin aportes del estado brindando servicios tales como


consultorio jurídico, odontológico, farmacia social, comedor,
atención psicológica, abordaje de adicciones, escuela para
padres y bolsa de trabajo para insertar en el empleo formal
a canillitas que se encuentran en condición de asumir ese
desafío en sus vidas”…

lalucifoto@gmail.com
lalucifoto@gmail.com
Revista Interamericana de Psicología/Interamerican Journal of Psychology - 2004, Vol. 38, Num. 2 pp. 351-360

La Crítica en la Psicología Social Latinoamericana y su 351

ARTICULOS
Impacto en los Diferentes Campos de la Psicología
Fernando Luis González Rey1 2
Pontifícia Universidade Católica de Campinas
Centro Universitário de Brasília, Brasil

Compendio
Se presenta un análisis de los diferentes aspectos que se combinaron en la emergencia de la una psicología social
crítica en América Latina, a partir de los años 70; las tendencias que aparecieron dentro de aquella orientación y
sus consecuencias para el desarrollo posterior de la psicología latinoamericana. Esta tendencia crítica fue prolífica
en la producción de trabajos, así como en la organización de foros de debate, entre los cuales está el actual
Congreso de Psicología Social de la Liberación, que se celebra periódicamente en diferentes países de América
Latina. Este movimiento crítico de la psicología social, no ha sido analizado desde una perspectiva histórica por
ninguno de sus protagonistas, lo cual es uno de los objetivos centrales de esta presentación. Entre los aspectos
particulares en que el autor centra su exposición están los siguientes: 1) La implicación de este movimiento con la
realidad social de los países de la región; 2) La diversidad de posiciones teórico-metodológicas de las personas
implicadas en este movimiento y su evolución hacia reflexiones congruentes con sus objetivos de transformación
social; y, 3) Las formas actuales de expresión de la crítica en la psicología social latinoamericana.
Palabras clave: La psicología social crítica latinoamericana; las posiciones teórico-metodológicas; el compromiso
social; la liberación.

The Critic of the Latin American Social Psychology and its Impact in the Different Areas of the Psychology

Abstract
This article presents an analysis of those elements that integrated themselves in the development of a critical social
psychology in Latin America in the beginning of the 1970s. The article describes the trends that characterized this
movement as well as their consequences for the further development of Latin-American Psychology. Critical
social psychology was prolific in its production, as well as in the organization of meetings and forums. One of this
is the Congress of Psychology of Liberation, which is periodically held in different countries of Latin America.
Critical social psychology has never been analyzed by any of its protagonists up to now. Among particular elements
on which the author centers his exposition are: 1) The involvement of this movement with social reality of Latin-
American countries; 2) Diversity of theoretical and methodological positions of those authors involved in this
movement; 3) Current expressions of critical social psychology in Latin–America.
Keywords: Latin-American critical social psychology; theoretical-methodological positions; social compromise; liberation.

En diferentes momentos históricos y en diferentes En este trabajo presentaré una de las posibles versiones
contextos, la psicología social ha presentado una del desarrollo de la crítica dentro de la psicología social
orientación particularmente crítica que, en mi opinión, ha latinoamericana, intentando generar visibilidad sobre un
estado relacionada, entre otras cosas, con la vocación y el conjunto de procesos e influencias que caracterizaron y
compromiso social de algunos de los sectores facilitaron su desarrollo. También explicitaré la forma en que
comprometidos con este campo de la psicología, desde el estos trabajos han marcado otros campos de producción dentro
cual se han facilitado intercambios con otras áreas de las de la psicología latinoamericana.
ciencias sociales, particularmente desde la orientación Es muy interesante como se fue produciendo y
socio -psicológica de la psicología social. En América profundizando un proceso de crítica que comenzó con las
Latina este carácter crítico ha sido estimulado por la mismas herramientas de la psicología tradicional, dentro de
especificidad del contexto socio - económico de América un marco positivista - descriptivo, pero que gracias a la agudeza
Latina y los conflictos que históricamente han marcado y creatividad de quienes trabajaron desde esta perspectiva, se
las aspiraciones de independencia de los países de la región, visualizaron problemas propios de la región que fueron
y que tomaron una connotación muy particular en la década conduciendo de forma gradual a la crítica del modelo teórico
de los años sesenta. y metodológico dominante en la psicología social
norteamericana en los años cincuenta y sesenta, y que era
1
Dirección: SQS 407, Bloco R, Apto 206, CEP 70256-180, Brasília, DF, Brasil. E- reproducido de forma mimética en los países de nuestro
mail: gonzalezrey@tba.com.br continente, donde ese mimetismo todavía está presente hasta
2
Una versión preliminar de este trabajo ha sido presentada en el Symposium hoy. En el desarrollo de la crítica en el campo de la psicología
Central:”50 Años de Psicología Interamericana: Evaluación y Perspectivas”,
29º. Congreso Interamericano de Psicología, de la Sociedad Interamericana de
social pienso que el impacto del marxismo tuvo un importante
Psicología, en Julio de 2004, en Lima, Perú. papel, que primero se manifestó en Argentina, en los brillantes
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FERNANDO LUIS GONZÁLEZ REY

352 trabajos de autores como Bleger y Pichon Riviere, y que estructura social y configuración del mundo interno del sujeto,
después, de una forma u otra, y desde perspectivas diferentes, relación que es abordada a través de la noción de vínculo... El
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influyó el desarrollo de la psicología social crítica en sujeto no es solo un sujeto relacionado, es un sujeto producido.
latinoamericana de una forma general. No hay nada en él que no sea la resultante de la interacción
La recuperación de esta memoria histórica tiene por entre individuos, grupos y clases.” (p.107)
objetivo no solo desarrollar una representación sobre lo que Aparece, tanto en Pichon (1987) como en Bleger (1987),
ocurrió, sino analizar la forma en que esta crítica se desarrollo, el desafío de integrar el mundo psíquico del sujeto a través de
y hacer de este análisis un momento de revitalización de la la complejidad de los espacios sociales en los que este sujeto
crítica en la psicología social latinoamericana, la que también se produce, presentando la psique y lo social dentro de una
se ha debilitado con el tiempo. Los aspectos sociales y visión dialéctica que, de forma semejante, aparecerá más tarde
económicos que definen la institucionalización de la ciencia en autores como Castoriadis, Guattari, Deleuze y Elliot dentro
desafortunadamente no favorecen la institucionalización y el de una perspectiva psicoanalítica crítica. Tanto Bleger como
desarrollo de teorías producidas en América Latina, lo que sin Pichon, el primero desde sus trabajos teóricos sobre una
dudas debilita nuestras producciones y también afecta a sus psicología general estrechamente asociada a la psicología
protagonistas, muchos de los cuales buscan los criterios para social, y el segundo en el intento explícito de una psicología
la legitimación de lo que hacen en los modelos ya establecidos. social diferente, de hecho integraron en su perspectiva de la
psicología social el desarrollo de una teoría general sobre el
Las Diferentes Posiciones del Pensamiento Crítico en la sujeto, integrando así el tema del sujeto y su organización
Psicología Social Latinoamericana: La Confrontación con psíquica con las condiciones sociales en que este se desarrolla,
el Modelo Aséptico e Individualista de la Psicología Social cuestiones que hasta hoy constituyen un problema para la
Dominante psicología.
Desafortunadamente todos los modelos de pensamiento Bleger fue un autor erudito que integro dentro de una
que se institucionalizan y se expresan desde una perspectiva definición general de la psique temas diversos que abarcaron
hegemónica, pierden el carácter creativo y revolucionario que hasta el ámbito institucional. El aporte de estos teóricos, aunque
en algún momento pudieron tener, se dogmatizan y generan un se mantiene como una referencia activa para muchos
culto a patrones universales que se transforman en camisas de psicólogos, desafortunadamente no encontró una continuidad
fuerza constrictoras a la producción del pensamiento. Esto consistente y creativa que permitiera su desarrollo dentro de
ocurrió con el positivismo y también con el psicoanálisis, y se una línea consistente de investigación y producción teórica.
hizo particularmente fuerte en América Latina por su adopción El psicoanálisis lacaniano terminó apropiándose del espacio
mimética de estas posiciones por grupos e instituciones, del psicoanálisis argentino, y la producción propia cedió a los
fenómeno propio de un pensamiento colonizado, en el que el imperativos de una fuerte institucionalización del pensamiento.
orgullo se asocia más a ser un fiel seguidor de una tendencia El impacto de Pichon (1987) y Bleger (1987) tampoco
establecida, que a la construcción de un pensamiento propio, fue el esperado fuera de la Argentina, donde Bleger ha sido
fenómeno todavía presente en muchos de los sectores de la usado para cursos de psicología general, más por sus
psicología de nuestra región. definiciones con relación a categorías clásicas de la psicología,
Dentro de este contexto de hegemonía que ha caracterizado que por los aspectos cosmovisivos revolucionarios de su obra.
el desarrollo de la psicología de forma general, y de forma De la misma forma, Pichon Riviere ha sido asumido más en la
particular su desarrollo en nuestros países, una primera ruptura tendencia instrumentalista del desarrollo de los grupos
muy importante con las instituciones dominantes fue la que operativos, que en las consecuencias de su pensamiento para
hicieron Bleger y Pichon Riviere, tanto con relación al el desarrollo de una psicología social diferente.
psicoanálisis dogmático, como al marxsimo dogmático. Ellos La producción de Bleger y de Pichon se caracterizó por
fueron capaces de enfatizar el carácter social de la formación la marca creativa de ambos como sujetos, como autores, y su
del inconsciente y su relación con la condición social compleja forma de asumir el marxismo y el psicoanálisis no se presentó
del sujeto, crítica que desarrollaron a partir de una apropiación como una suma ecléctica entre ambos marcos de referencia,
creativa del marxismo, evitando los dogmas de la objetivación sino como la producción de una psicología cualitativamente
de la psique que caracterizaba al marxismo institucionalizado diferente, a partir de principios cosmovisivos incorporados
de la época, al cual también se enfrentaron al destacar la desde ambos referentes en una noción de hombre y de psique.
importancia de la subjetividad y de los aspectos no conscientes Este esfuerzo crítico desarrollado en Argentina, que rompía
de esta, desarrollados por ellos a partir de su apropiación del con las formas dominantes de la institución psicoanalítica de
psicoanálisis. la época, tampoco tuvo impacto en el campo de la psicología
Así, Pichon Riviere (1987) expresa: “La psicología social social en el resto del continente, donde la crítica tomó otras
que postulamos tiene como objeto el estudio y transformación formas, y comenzó a integrarse en nivel continental en la década
de una realidad dialéctica entre formación y estructura social de los setenta, y muy especialmente en los años ochenta. Una
y la fantasía inconsciente del sujeto, asentada sobre sus de las tendencias fuertes en el rumbo de esta psicología social
relaciones de necesidad. Dicho de otra manera, la relación entre crítica, aparece dentro de los marcos metodológicos de la
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CRÍTICA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL LATINOAMERICANA Y SU IMPACTO EN LOS DIFERENTES CAMPOS DE LA PSICOLOGÍA

psicología social dominante y se expresa a través de sus propias descritas en la investigación, de forma general se tomó de 353
categorías, pero con una orientación hacía temas que muy modelos teóricos desarrollados en diferentes áreas de las

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pronto comienzan a revelar diferencias con la forma en que ciencias sociales, así, la identidad se trabajo dentro de este
aparecían en aquella psicología. contexto en una perspectiva esencialmente cognitiva, el
Un pionero y fundador de esta dirección que inspiró un modelo de la dependencia fue importado para la elaboración
camino muy fecundo en la psicología social latinoamericana de los resultados obtenidos, el concepto de cultura de la
fue José Miguel Salazar, quien desde su posición social crítica pobreza se asumió de la obra de Oscar Lewis, pero por
y comprometida, comenzó a desarrollar desde finales de los detrás de esta ampliación de horizontes y de temas se iba
cincuenta trabajos sobre las actitudes políticas en estudiantes gestando la necesidad de una producción teórica que diera
venezolanos. En 1960, José Miguel publica “La psicología cuenta de los desafíos de nuestra psicología. La necesidad
política y la posibilidad de investigación acerca del carácter de transformaciones teóricas y metodológicas profundas
nacional venezolano”. Este es el primer artículo que yo a partir de los resultados que se comenzaban a integrar en
conozco sobre la integración de lo político en la psicología esta línea crítica de investigación, comenzaba a aparecer
social latinoamericana, que años más tarde proliferó en en las posiciones de los psicólogos, así por ejemplo, M.
los trabajos sobre psicología política, tema que toma mucha Montero expresa (1987): “Las acusaciones arrojadas sobre
trascendencia en los setenta y ochenta, y que después pierde las teorías psicológicas clásicas, de fragmentar y atomizar
energía, a pesar de los esfuerzos que en este sentido se el objeto de estudio, presentan aquí un ejemplo de esos
han mantenido a través de la organización sistemática de inconvenientes: estudiar un fragmento de conducta, un
los Congresos sobre psicología de la liberación, termino comportamiento específico, no explicar la totalidad de un
acuñado por Martín Baró. fenómeno complejo. Más aún diversas explicaciones
Los trabajos sobre el nacionalismo iniciados por José parciales, lejos de conjugarse en una global, muchas veces
Miguel, como expresa M. Montero (1987), alcanzan un llevan a concepciones erróneas y a ocultar causas más
carácter trasnacional en las investigaciones conjuntas que este profundas.” (p. 40)
autor desarrolla con G. Marín (1975, 1976, 1977, 1981) en De forma semejante a Montero, Salazar expresa
(1987): Los tipos descritos son sin duda alguna también
que se estudian poblaciones venezolanas y colombianas,
identificables en otras culturas (se está refiriendo a los
llegándose a conclusiones muy parecidas en algunos aspectos.
“tipos mexicanos” definidos por Díaz Guerrero); podría
Ambos grupos se evaluaban como flojos, siendo la pereza un
mantenerse la argumentación sostenida por la orientación
rasgo recurrente en las autopercepciones de los
del carácter nacional basándose en las diferencias de
latinoamericanos en las investigaciones hechas en la época.
frecuencia de ocurrencia de los tipos; o argumentando sobre
(Montero 1987). El tema del nacionalismo se fue relacionando
la base de la existencia de las subculturas, pero el elemento
de forma progresiva con la cuestión de la ideología y con la
diferenciador totalizante cualitativo se ha perdido.”(p. 205)
identidad.
En la posición asumida por Montero y Salazar ya se
La cuestión del carácter nacional fue iniciada en
evidencia una conciencia teórica crítica en relación al
latinoamerica con los trabajos de Díaz Guerrero sobre la marco teórico- metodológico, así como también algo que
psicología del mexicano, los que le llevaron a la conclusión de ha caracterizado la posición crítica de la psicología social
que la sociedad mexicana tendía a reforzar patrones de latinoamericana: Un compromiso con la realidad compleja
adaptación de carácter pasivo y conformista (Díaz Guerrero, que está asociada a los procesos psíquicos que caracterizan
1973, 1975). Estos trabajos fueron evolucionando al estudio a la población y a los latinoamericanos. La emergencia de
de los aspectos sociales e históricos que estaban implicados una visión socio-histórica de la psique comienza a aparecer
en estos atributos, lo que estimuló la inclusión de nuevos temas desde diferentes perspectivas.
como el de la dependencia, la cultura de la pobreza, el fatalismo Martín Baró, importante representante de esta
y otros, a través de los cuales las preocupaciones teóricas en generación de psicólogos, y en quien se evidenció siempre
relación con el desarrollo de modelos explicativos o una tendencia a la búsqueda de alternativas teóricas y
comprensivos fue ganando espacio. metodológicas facilitadoras de esta psicología crítica, que
Los trabajos de Salazar y toda la línea desarrollada en el se abría espacios a través de la producción de problemas
tema de nacionalismo, permitieron visualizar la imagen muy asociados con la vida y las condiciones dominantes
negativa que los latinoamericanos expresaban con relación en nuestros países, expresó (1982): “Una forma más sutil
a los norteamericanos, lo que evidenciaba la necesidad del de atribuir el fatalismo al carácter o a la personalidad de
desarrollo de una identidad latinoamericana como opción los individuos se encuentra en quienes lo vinculan con una
al dominio ideológico, político y económico de los baja motivación de logro. Decir, por ejemplo, que el obrero
norteamericanos en el continente. José Miguel acuña él o el campesino latinoamericanos, a diferencia de los
termino IDUSA para expresar la ideología dependiente de norteamericanos, no progresan porque carecen de esa
los Estados Unidos. ambición y empuje, es una forma aparentemente más “técnica”,
El desarrollo de las categorías y los modelos que pero no por ello menos psicologista, de cargar a la victima con
permitieran una mejor comprensión de las cuestiones la culpa de la situación.” (p.145)
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354 El compromiso ideológico y una forma alternativa de campo de investigación básica, dentro del cual se producía la
producir psicología que diera cuenta de las evidencias que las construcción teórica de los problemas centrales de la
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investigaciones comenzaban a aportar en relación con los psicología.


latinoamericanos, fueron llevando a una conciencia teórica y La psicología social no era dentro de la psicología soviética
metodológica crítica que, en lo metodológico, se separaba del un área fuerte, a pesar de la extraordinaria importancia del
positivismo, y en lo teórico enfatizaba el origen histórico y referente histórico -cultural fundado por aquella psicología
cultural de la psique, rompiendo con la naturalización de la para el desarrollo de este campo, sin embargo, la represión
psique en la psicología social dominante. El estudio de los alrededor de los temas de naturaleza social que se heredó del
procesos sociales y de sus formas de organización e estalinismo, y que de una forma u otra se conservó a lo largo
institucionalización pasó a tener un lugar central para la crítica de la época soviética, fueron elementos que impidieron el
que se desarrollaba, crítica que iba tomando un cuerpo propio, desarrollo de una psicología social fecunda, así como el
y que comenzaba a delimitar un espacio sólido de producción desarrollo de otras ciencias sociales en la antigua URSS. En
e intercambio en el continente. Cuba tampoco fue el campo de la psicología social el que más
Una tercera tendencia en el desarrollo de una posición se beneficio del contacto con la psicología soviética, sin
crítica dentro de la psicología social latinoamericana aparece embargo, la visión histórica-cultural de la psique, muy influida
a través de la asunción explícita y directa del marxismo como por el marxismo, facilitó el tránsito de temas básicos a la
referente, y de la incorporación de autores marxistas del campo psicología social. En el campo de la psicología social cubana
de la psicología. En esta perspectiva se presenta la psicología se destacaron los trabajos de M. Sorín y M. Fuentes, quienes
social desarrollada en la Pontificia Universidad Católica de tuvieron una presencia grande en los debates y reflexiones de
São Paulo (PUC), encabezada por S. Lane en los años setenta. la psicología latinoamericana en la época. En mi caso las
Partiendo de forma explícita del marxismo, Lane y sus investigaciones sobre la personalidad me fueron llevando a la
colaboradores estudian las cuestiones de la alienación en el psicología social y, de forma similar que los autores argentinos,
trabajo, tema que desarrollan de forma muy creativa en el campo me condujeron a una psicología social que no perdía al sujeto
de la investigación psicológica. Este grupo, constituido en y que no diluía lo social en lo simbólico. Desde la perspectiva
núcleo de investigación de la PUC de San Pablo, donde Lane de la psicología general se hicieron importantes investigaciones
en el campo de la psicología social cubana entre las que se
comienza a dar aulas en 1965, asume la teoría de la actividad
destacan las realizadas en el Programa Nacional de Estudios
de Leontiev en su esfuerzo de explicar la psique en la acción
de la Juventud (Mitjans, de la Torre, y Calviño) así como las
humana y en las condiciones sociales e históricas de esta
relacionadas al tema de la identidad (de la Torre).
acción. Algo muy importante de este grupo es que se mantiene
Algunos otros psicólogos latinoamericanos muy
hasta hoy con una producción crítica dentro de una perspectiva
implicados en este desarrollo histórico y que hoy han tenido
socio - histórica de la psicología social (Sawaia, Junqueira,
un papel protagónico en el desarrollo de la psicología de la
Ciampa, Bock, Furtado, Gonçalves, Ozella entre otros).
liberación, son Bernardo Jiménez, una de las figuras presentes
Actualmente la psicología social en Brasil tiene importantes
en el núcleo de la psicología social de orientación crítica en
espacios y grupos de producción crítica, entre los que se
todos los momentos, e Ignacio Dobles. Tampoco podemos
destacan P. Guareschi, L. Camino, M. F. del Quintal, D. dejar de mencionar a la psicóloga puertorriqueña Alba Nidia
Camargo, F. Bonim, R. Guzzo, Ana Jaco, entre otros. Rivera y sus trabajos sobre la mentalidad del colonizado.
En Cuba, como analizamos en trabajo anterior, que también De forma individual, aunque no fueran parte de este
será presentado en este congreso (Gonzalez Rey, 2003), la movimiento de la psicología social que comenzaba a construir
psicología social define un importante espacio de acción y un espacio común de prácticas y reflexiones, durante los años
práctica con el triunfo de la Revolución Cubana, sin embargo, ochenta aparece en el continente una tendencia a la crítica de
los recursos teóricos con los que se enfrenta esta práctica en las posiciones tradicionales que dominaban los escenarios
los años sesenta, fueron los de la psicología social tradicional, académicos de la enseñanza de la psicología. Así, autores como
a pesar de que el carácter participativo de aquellas primeras Jorge Molina y German Gómez de México, hacían una crítica
experiencias trascendió, sin conciencia teórica de ello, el a la ideología dominante en la psicología mexicana. Las
metodologismo dominante en la psicología norteamericana. Jornadas de psicología Cuba-México, celebradas en México
Más tarde, con la formación de un grupo fuerte de psicólogos y en la Habana en los años setenta, cuando conocimos a
cubanos en la Unión Soviética en los años setenta y ochenta, Bernardo Jiménez, fueron un foro de reflexión crítica sobre la
se produce la entrada de la psicología soviética en el país, y de psicología dominante y de búsquedas de alternativas a ella.
forma explícita e intencional trabajamos en el desarrollo de Todos los autores y tendencias mencionados convergían
una psicología de base marxista. Lo peculiar que esta situación en un conjunto de aspectos, como fueron:
tuvo fue que muchos de los psicólogos cubanos llegamos a la - La necesidad de desarrollar una psicología con
psicología social a través de la psicología general, que fue el posiciones propias frente a los problemas específicos de
área que más se fortaleció en Cuba como resultado de los nuestro continente, y el reconocimiento de una realidad
estudios en la Unión Soviética, pues era el área más fuerte en social que definía los aspectos psicológicos de los
aquella psicología. La psicología general se definía como el diferentes grupos y clases de América Latina.
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CRÍTICA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL LATINOAMERICANA Y SU IMPACTO EN LOS DIFERENTES CAMPOS DE LA PSICOLOGÍA

- La necesidad de intervenir en la realidad estudiada y Un momento muy importante en la consolidación de este 355
facilitar procesos libertadores que contribuyeran al cambio movimiento fue el Congreso Interamericano celebrado en

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social en la región, o sea, de hecho la implicación política Caracas en 1985. Fue en aquel momento que conocí a Silvia
y ciudadana en los procesos sociales que eran objeto de Lane y a Ignacio Martín Baró, a quien le toco hacer la
estudio. El carácter participativo de muchos de los estudios presentación de mi conferencia magistral en aquel congreso.
desarrollados en los diferentes países de la región llevó a En aquel momento histórico, principios de los años ochenta,
una implicación del investigador con la realidad que, de J. M. Salazar apoyó con mucha fuerza el intercambio entre
hecho, facilitó estrechos vínculos con la población, los Venezuela y Cuba, el cual también encontró un apoyo decidido
que se tradujeron en la producción de conocimiento en diferentes momentos en M. Montero, J. M. Cadenas e I.
- La conciencia creciente de la necesidad de desarrollos Colina, quienes desde sus correspondientes cargos
teóricos y metodológicos que facilitaran una psicología institucionales en la Universidad Central de Venezuela, apoyaron
social de orientación crítica en el continente. el intercambio con Cuba, lo que favoreció la activa participación
Una tendencia que no podemos dejar de mencionar, que se de psicólogos sociales cubanos en este camino de reflexión
inscribe en la construcción crítica de la psicología, y que actúa crítica de la psicología social.
en un tema social de profundo impacto en nuestra región, es la A partir del Congreso Interamericano de Quito en 1983, la
psicología orientada al estudio de las consecuencias dirección de la Sociedad Interamericana comienza a integrar
psicológicas de la tortura, la represión política y las catástrofes personas que apoyan el movimiento crítico de la psicología
sociales (Kovalskys, Lira, Slucki, Bleichmar y muchos otros social latinoamericana, como lo fueron en diferentes periodos,
autores) Desde este campo se han confrontado algunas de las J. M. Salazar, M. Fishbein, G. Bernal, A. I. Alvarez, G. Marín y
interpretaciones tradicionales de la psicopatología y del propio J.Villegas, entre otros. Esa virada en la dirección y en los grupos
psicoanálisis. Esta área representa uno de los momentos de de influencia de la Sociedad Interamericana de Psicología, se
nuestra historia en que la crudeza de una realidad ha trascendido confirma con la aprobación de Cuba como sede del Congreso
el hermetismo de algunas posiciones teóricas, convirtiéndose Interamericano de Psicología en 1987, que representó otro
en un espacio importante del desarrollo de la psicología momento de encuentro y reflexión conjunta de los psicólogos
latinoamericana comprometidos con la crítica desde la psicología social.
A partir de los Congresos y encuentros entre psicólogos
El Desarrollo de los Marcos Institucionales de Crítica en que compartimos este espacio de reflexión, se organizan varias
la Psicología Social Latinoamericana publicaciones conjuntas, dos de ellas organizadas por Maritza
La crítica en la psicología social latinoamericana se Montero, que fueron Psicología Política Latinoamericana,
comienza a articular a través de las relaciones entre los editado por la Editorial Panapo de Caracas en 1987 y
investigadores, y en la organización de foros y congresos en Construcción y crítica de la psicología social, editado por
que la mayoría de los psicólogos antes referidos eran Anthropos de Barcelona en 1994, y la otra organizada por
convidados. De acuerdo con S. Lane (1986), la crisis de la Bernardo Jiménez, titulada Aportes críticos a la psicología en
psicología social ya había sido denunciada en el Congreso América Latina, editado por la Universidad de Guadalajara en
Interamericano de Miami en 1976, pero sin ninguna 1990. Se va produciendo así un movimiento organizado de
contribución concreta a la superación de los problemas producción y reflexión compartida entre psicólogos
denunciados. Según la misma autora, en el Congreso latinoamericanos que va ganando fuerza a nivel continental, y
interamericano de Lima, Perú, en 1978, la situación fue del cual participan algunos autores, como T. Sloan, A. Blanco,
diferente, pues las críticas condujeron a nuevas propuestas T Ibañez y F. Munné que, sin ser latinoamericanos, hán tenido
orientadas a una redefinición de la psicología social. El una presencia fuerte dentro de la psicología latinoamericana,
Congreso Interamericano de Perú tuvo fuerte repercusión en y han participado de forma creativa y desde diferentes
algunos sectores de la psicología social latinoamericana. Lane perspectivas en las reflexiones que se han producido en la
nos describe que después de este Congreso se organizaron en psicología social latinoamericana.
el Brasil una serie de encuentros y seminarios entre los Muchos de los autores que formamos parte de este
psicólogos sociales que condujeron a la formación de la momento crítico participamos de diferentes actividades
Asociación Brasilera de Psicología Social (ABRAPSO), que organizadas en foros regionales en diferentes países de
hasta hoy representa uno de los escenarios más fructíferos de América Latina, entre ellos un simposio organizado por Aroldo
reflexión crítica en la psicología social de América Latina. Rodrigues en la Universidad de Gama Filho en Rio de Janeiro
En Venezuela, tanto José Miguel Salazar, como Maritza después del Congreso Interamericano de Buenos Aires, en el
Montero, quienes fueron directores del Instituto de Psicología que participamos Amalio Blanco, Ignacio Martín Baró, José
de la Universidad Central de Venezuela en periodos diferentes, Miguel Salazar, y yo. Es significativo que Aroldo Rodrigues,
fueron organizadores entusiastas y activos de diferentes quien históricamente había representado la psicología social
encuentros y cursos en Caracas, en los que nos conocimos más tradicional, organizó y abrió un debate sobre las nuevas
muchos de los psicólogos comprometidos con la crítica de la tendencias que se expresaban en la psicología social
psicología. latinoamericana. Encuentros semejantes fueron organizados
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356 en Puerto Rico, Costa Rica y México, en la que participaban teorías de turno, las que se han constituido como la última
unos u otros psicólogos de esta generación. moda, sin madurar un pensamiento propio con relación a sus
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Como parte de este movimiento crítico de corte límites y a la forma particular de adoptarlas. Una de las
latinoamericano, también están los encuentros que se características del pensamiento de Martín Baró que más valoro
organizaron en la Habana entre psicoanalistas y psicólogos en el legado que nos dejó, fue su capacidad para ir evolucionando
marxistas, que se inscribían en el esfuerzo de abrir nuevos dentro de posiciones teóricas propias a través de su desarrollo
espacios de discusión y reflexión superando cualquier tendencia personal. Ignacio, como le decíamos todos, fue evolucionando
al dogma. En estos encuentros participaron también José de su formación dentro de una psicología social tradicional, e
Miguel Salazar, Ignacio Martín Baró, Alba Nidia Rivera, Maritza incorporando en este camino todo lo que le resultaba
Montero, Jorge Molina y otros psicólogos latinoamericanos interesante y que reportaba utilidad para sus encuentros con la
implicados en la psicología social crítica, por que los realidad social compleja que le tocó vivir.
encuentros se fueron convirtiendo en un espacio más de Los diferentes modelos que estuvieron presentes en las
reflexión e integración de un pensamiento crítico reflexiones críticas de los psicólogos latinoamericanos en los
latinoamericano. setenta y los ochenta, se van enriqueciendo con la crítica al
La articulación del movimiento crítico de la psicología paradigma tradicional que se presenta desde la psicología social
social que se producía en el espacio geográfico de sociológica en América Latina, de forma muy particular a través
Centroamerica y el Caribe, integró a autores argentinos y de los trabajos de Fernández Christlieb, a través de los cuales
chilenos, como se refleja en el libro de Psicología Política la cuestión del lenguaje y la producción de significados gana
Latinoamericana coordinado por M. Montero (1987), sin fuerza en el espacio crítico de la psicología latinoamericana
embargo muchos de los aportes de psicólogos chilenos, en los años ochenta, lo que se refuerza en los noventa, como
argentinos, uruguayos y paraguayos resultaban desconocidos, se expresa en varios de los trabajos del libro organizado por
entre los cuales quiero destacar, los trabajos críticos de Maritza Montero, Construcción y Crítica de la Psicología
Domingo Asún, M. Krause, G. Rosas y J. Villegas entre otros) Social.
En todos los foros referidos, las conversaciones informales En uno de los trabajos del libro anteriormente mencionado,
y las reflexiones conjuntas influyeron sobre todos nosotros, y Maritza nos presenta una interesante síntesis de lo que ella
fuimos estableciendo lazos personales que se perpetuaron a denomina como paradigma emergente en la psicología social,
través del tiempo, al mismo tiempo que se fue delimitando un donde además de destacar que la realidad es una construcción
espacio de producción teórica del cual nunca tuvimos una plena cotidiana, lo que marca los primeros trabajos de los autores
conciencia, y dentro del cual actuamos sin una intencionalidad costruccionistas en la psicología social, destaca el carácter
dirigida a la formación de una tendencia institucionalizada de complejo de los sujetos que se relacionan en la realidad social,
pensamiento, lo cual puede haber sido uno de los elementos, así como el propio carácter complejo de la realidad social,
junto a muchos otros, que contribuyeron para que este espacio donde, de acuerdo con la autora” La psicología debe reflejar
no se perpetuara. los problemas de la realidad social en que se hace; tomar en
cuenta la estructura económica y social y sus efectos en la
Las Alternativas Teórico-Metodológicas en el Desarrollo formación del ser social; ubicar la conducta en su contexto
de la Crítica a la Psicología Social en América Latina social, sin por ello reducirla a particularidades.” (1994, p 35-
Como afirmamos en los epígrafes anteriores, el desarrollo 36)
de las posiciones críticas en la psicología social La integración de lo simbólico como dimensión fundante
latinoamericana se alimentó de marcos de referencia muy de la realidad social tiene un papel importante en la
diferentes, mostrándose la importancia del sujeto en el desnaturalización de esta realidad, sin embargo, ello no implica
ejercicio de la crítica, toda vez que los diferentes marcos negar la compleja relación entre los procesos simbólicos y
empleados sirvieron para complementar un cuerpo de procesos de otro orden que también definen el escenario social,
conocimientos responsable por nuevas representaciones que posición que queda clara en la cita antes referida por Maritza
permitieron un desarrollo crítico alternativo y productivo. Las sobre el paradigma emergente. Inclusive la noción de paradigma
convergencias en las reflexiones críticas, y el consenso con emergente abre el espacio de la diversidad en la construcción
relación a muchos aspectos generales de proyección de la de nuevas alternativas. Sin embargo, ese paradigma emergente
psicología latinoamericana, no nos han permitido hasta hoy, evoluciona en los noventa hacia el construccionismo social,
sin embargo, el desarrollo de una alternativa teórica en relación tendencia que aparece en el plano de la epistemología, desde
con la cual interactuar y producir. En nivel metodológico, aunque donde enfatiza la ciencia como producción social y se orienta
con los matices de las propias aproximaciones que caracterizan a buscar procesos de naturaleza social que legitiman ciertos
este campo hoy, existe un consenso mayor entre nosotros, discursos científicos y rechazan otros (Woolgar, Latour,
que se define por una opción cualitativa de investigación. Pickering y otros). El construccionismo social y su
En la psicología social latinoamericana el ejercicio de la significación epistemológica es indiscutible, sin embargo, la
crítica se ha producido desde diferentes posiciones, sin forma en que esta tendencia se reafirma en la psicología a
embargo, también ha existido la tendencia a acompañar las principios de los noventa, negando al sujeto, a la realidad como
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CRÍTICA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL LATINOAMERICANA Y SU IMPACTO EN LOS DIFERENTES CAMPOS DE LA PSICOLOGÍA

referente diferente del discurso, a la epistemología y, por tanto, La forma en que se institucionalizó el pensamiento 357
a todo aquello que no sea una producción discursiva, desconecta construccionista en las última década elicita en mí un efecto

ARTICULOS
a la psicología social de las realidades diferenciadas desde las que Tomas Ibañez construye brillantemente (2001) cuando
que ejerce su crítica, y contribuye a una retórica nihilista que expresa: “Sin embargo, soy de los que pensan que es
pierde su poder crítico sobre la realidad social. precisamente cuando las cosas son tan”evidentes”que solo
El construccionismo social, sin dudas atractivo en su crítica nos queda darlas por buenas y comulgar con ellas, cuando más
a la psicología tradicional, en sus reflexiones creativas sobre debemos movilizar nuestra capacidad crítica e interrogar esas
la construcción del conocimiento y con relación a las diferentes evidencias para poner a prueba su consistencia. Aunque esto
prácticas de la psicología que se apoyan en la naturalización de suponga articular un discurso que se aparte, por un momento,
la psique a través de su representación estática en entidades del discurso mayoritariamente compartido por los disidentes.”
individuales y universales, va, en la psicología social, en (p. 151)
particular en algunos autores de esta área (Gergen, Shotter y Creo que en la publicación de referencia, de donde tomo
otros) a extremos que, de hecho, crean una nueva ideologización la cita de Ibañez, él mismo hace muy bien esto que proclama
sobre los límites absolutos de la producción del conocimiento: en las dudas que levanta con relación a las posiciones asumidas
los criterios legitimadores de las prácticas discursivas. Este es por el filósofo norteamericano R. Rorty. Es precisamente en
una aspecto esencial y legitimo que es parte de toda esta capacidad humana de ruptura que señala Ibañez que veo al
construcción, entre ellas de la ciencia, solo que no es el único sujeto, a un sujeto que tiene esta capacidad por ser capaz de
referente de las construcciones sobre los procesos humanos. procesos de subjetivación que tienen una historia, y que no se
En América Latina el construccionismo en la década del diluyen en el momento actual. Me refiero a esta historia como
noventa tuvo un papel importante en la crítica a la psicología configuración de sentidos subjetivos, y no como acumulación
tradicional, y contribuciones importantes de tipo metodológico, de hechos, y tampoco como evolución teleológica hacia un
como son los trabajos de M.J. Spink en Brasil, D.Schnitman y final que tiene leyes inherentes.
S Fuks en Argentina y E.Sanchez y Wiesenfeld en Venezuela, En este punto retomo el marco de referencia que ha
auque Schnitamn, en mi interpretación, a diferencia de los otros marcado mi evolución histórica dentro de esta ruta de
autores mencionados, no se integra a la negación de la producción crítica, y que tiene importantes puntos de
subjetividad y del sujeto que domina esta corriente, sino que coincidencia con autores con los que hemos compartido la
coloca estos temas en una perspectiva compleja. trayectoria de esta crítica en la psicología social, me refiero a
Como nos dice I. Stengers (2002): “Que otra definición se las categorías de sujeto y subjetividad, las que desde mis
puede dar de realidad a no ser esta, de tener el poder de mantener primeros trabajos en la psicología social he presentado como
junta una multiplicidad heterogénea de prácticas que, todas y temas inseparables en la construcción de una psicología social
cada una, testimonian de un modo diferente aquello que las crítica.
mantiene unidas? Prácticas humanas, pero también”prácticas Martín Baró escribió con relación al tema de la cultura de
biológicas”: quien dudase de la existencia del sol tendría contra la pobreza (1987): “La cultura de la pobreza es algo más que la
si no solo el testimonio de los astrónomos y el de nuestra pobreza; es un estilo de vida que florece en un determinado
experiencia cotidiana, sino también el de nuestras retinas, contexto social (...) Representa un esfuerzo para manejar los
creadas para detectar la luz, y de la clorofila de los vegetales, sentimientos de impotencia y desesperación que se desarrollan
inventada para captarles la energía.” (p. 119) ante la comprobación de que es improbable tener éxito
Los aspectos que indican referentes diferentes al del propio siguiendo los valores y fines de la sociedad más amplia”(p.
discurso que se produce en el proceso de conocimiento, 147)
legitiman definir esos referentes como realidad, sin ninguna En la cita anterior Martín Baró (1987) nos está
pretensión de que esta realidad tenga una forma única y conduciendo por el camino de los efectos de la pobreza en
organizada que es asequible en los términos del conocimiento nivel subjetivo que, en este caso, el ejemplifica a través de uno
de forma isomórfica. Queda claro que todo conocimiento de esos posibles efectos, pero que en nivel de la subjetividad
representa la producción de una inteligibilidad histórica sobre social e individual de los protagonistas de la pobreza, toma
una delimitación de esa realidad producida por el hombre, y formas múltiples e impredictibles, donde la producción
que las categorías y construcciones producidas integran simbólica se expresa en una unidad inseparable con la
procesos ideológicos, discursivos, etc., que son esenciales en emocionalidad producida, sin que una sea causa de la otra,
la legitimación de lo producido. Sin embargo, el conocimiento aunque dentro de esta unidad psicológica una siempre evoque
producido siempre se confronta y se extiende en un referente la otra. Esta compleja producción subjetiva es lo que hemos
externo, en relación al cual produce representaciones que están definido en nuestro trabajo como sentido subjetivo, concepto
en la base de las prácticas humanas, y que, por tanto, adquieren que tiene su antecedente en la categoría de sentido presentada
estatus provisorios de”verdades”como sentidos compartidos por Vygotsky en el momento final de su obra y que, en nuestra
en relación a esas prácticas. Es en este sentido que el propio opinión, representa un concepto clave para el desarrollo de
construccionismo en psicología se ha tornado una”verdad”que una concepción histórico-cultural de la subjetividad.
devalúa con cierta autosuficiencia intelectual otras opciones La producción de sentido subjetivo se organiza de forma
en la producción de conocimiento. simultánea, aunque no convergente, en nivel individual y social.
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FERNANDO LUIS GONZÁLEZ REY

358 Los sentidos subjetivos en nivel individual son constituidos en imponiendo una dirección concreta a la acción; b) otra mediata,
la relación permanente de la historia del sujeto y los contextos configurando el mundo de las personas y determinando los
ARTICULOS

sociales dentro de los que expresa sus acciones sociales. En elementos constitutivos de esa propia acción. Estas dos formas
nivel social, esta producción de sentidos se da dentro de los no son excluyentes, sino inclusivas. Es más, la acción inmediata
espacios en que los individuos comparten historias socialmente del poder con frecuencia se articula sobre la base de los
institucionalizadas, espacios que tienen memorias, códigos y determinismos mediatos.” (p.93)
cargas emocionales, que aparecen en la producción de sentido En la cita anterior vemos como el autor comprende lo
diferenciada de los individuos que comparten estos espacios, social en la configuración de la persona, y expresa la relación
institucionalizándose estos procesos en los sistemas de inseparable entre la acción inmediata del poder y los procesos
relaciones que caracterizan esos espacios y que, a su vez, están mediatos que están constituidos en la historia de los
constituidos por elementos de sentido de otros espacios protagonistas de la situación social vivida, abriendo así una
sociales. Este complejo sistema de producción subjetivo- perspectiva dialéctica y compleja en la comprensión de la
social es lo que hemos denominado en nuestros trabajos como naturaleza socio-histórica de las diferentes formas del
subjetividad social. Esta diferencia de escenarios de la comportamiento humano. La subjetividad representa un
producción de sentidos subjetivos está en la base de los macroconcepto que nos permite articular esta compleja
conceptos de subjetividad individual y social, a través de los relación de lo individual, lo histórico y lo social, a través de
cuales hemos intentado superar una de las dicotomías más categorías que, como el sentido subjetivo, tienen la flexibilidad
arraigadas de la psicología; la dicotomía de lo individual y lo suficiente para acompañar la procesualidad de estos momentos
social. de subjetivación, integrando sus dimensiones simbólicas
Martín Baró se orientó de forma especial al rescate de la emocionales.
integración de estos dos momentos, el individual y el social La función de un macroconcepto no es la de dar
para la psicología social, y con relación a esto expresó (1986): explicaciones universales de todo, por el contrario, el
“Sin embargo, la psicología ha estado por lo general muy poco macroconcepto nos permite significar categorías particulares
clara acerca de la íntima relación entre desalienación personal diversas que son susceptibles a integrarse de forma dinámica
y desalienación social, entre control individual y poder en la representación de un espacio complejo, imposible de ser
colectivo, entre la liberación de cada persona y la liberación conocido a través de las categorías tomadas por separado.
de todo un pueblo. Más aún, con frecuencia la psicología ha Como expresa E. Roger (1999): “El espacio intelectual del
contribuido a oscurecer la relación entre la enajenación personal macroconcepto es el espacio de la conceptualización compleja.
y la opresión social, como si la patología y las personas fueran Un modo de conceptuar necesario para una comprensión de la
algo ajeno a la historia y a la sociedad, o como si el sentido de realidad que no valoriza apena lo inmutable y lo estático delante
los trastornos individuales se agotara en el plano individual”. de la tradición metafísica clásica, sino también lo dinámico, lo
(p. 297) que muda, lo que fluye. Una realidad que no es más definida
La categoría de sentido subjetivo nos permite explicar una por el pensamiento de”objeto”, sino por la concepción sistema
configuración subjetiva individual, cualquiera que esta sea, la – organización.” (p. 92)
profesión, el padre, la sexualidad, u otras delimitaciones Las construcciones teóricas que Ignacio nos presenta en
simbólicas que toman forma en la historia de la vida cultural y sus trabajos finales, apuntan a la necesidad de producción de
social del sujeto, a partir de elementos de sentidos socialmente un referente teórico que supere el marco de las taxonomías de
producidos en tiempos y espacios diferentes de una historia categorías fragmentadas a través de las cuales la propia crítica
individual. El sujeto no se define como sujeto social por la a la psicología social asumía sus posiciones. Martín Baró, a
inmediatez de alguna influencia actual sobre su través de la construcción teórica de problemas todavía
comportamiento, todo comportamiento se expresa en la puntuales, comienza a atribuirles dimensiones a estos que
organización compleja entre sentido subjetivos actuales e escapan al repertorio y a las categorías disponibles por la
históricos, por tanto, el sentido subjetivo es una categoría que psicología social en ese momento, sobre lo cual, al igual que
nos permite integrar en su real complejidad lo social y lo algunos de nosotros, el tenía plena conciencia. En esta búsqueda
individual, que son momentos que permanentemente se Martín Baró va a revaluar la perspectiva de las categorías para
constituyen y reconstituyen entre sí dentro de una perspectiva la construcción de la psicología social, y escribe (1987):
histórica e inmediata. Los sentidos subjetivos no son el efecto “Ahora bien, a desde mi propia experiencia, siento la necesidad
de una influencia objetiva lineal de lo social sobre el sujeto, de elaborar una buena cantidad de conceptos, empezando por
sino que representan una organización subjetiva que se define el propio de ideología que define el objeto específico de la
en el proceso de su propia historia. psicología social. Fernando González Rey, un psicólogo
Precisamente en su interés por la integración de lo social cubano, nos recuerda en sus valiosos trabajos la necesidad de
y lo individual Martín Baró asume el carácter histórico y recuperar la categoría de personalidad como el nivel más
mediato de las influencias sociales, con relación a lo cual complejo de regulación psíquica, en el que se articulan las
expresa (1989): “El poder puede influir en el comportamiento fuerzas sociales que determinan al ser humano. En el fondo
de las personas y grupos de dos maneras: a) una inmediata, me resulta difícil pensar en alguna categoría significativa de la
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CRÍTICA EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL LATINOAMERICANA Y SU IMPACTO EN LOS DIFERENTES CAMPOS DE LA PSICOLOGÍA

psicología que no deba ser replanteada para sacarla de su sesgo La categoría de sujeto se ha venido integrando de forma 359
hedonista y homeostático.” (pp. 72 -73) progresiva en la psicología social, no solamente a través de

ARTICULOS
En la cita anterior pueden observarse varias tendencias del mis trabajos, sino también de Ricardo Zuñiga, y ha sido un
pensamiento de Ignacio que expresan su plena conciencia sobre término que, aunque no se ha desarrollado a fondo, ha
la necesidad de una profunda reformulación teórica que le representado un referente en la crítica a la psicología social en
permita a la psicología social enfrentar los desafíos que tenía América Latina. En la sociología el tema ha adquirido mucha
por delante en América Latina, y también se expresa su interés fuerza en los trabajos de A.Touraine. La subjetividad dentro de
por la significación de lo individual para la construcción de la esta perspectiva no subjetivista, también se ha incorporado de
psicología social, aspecto que de hecho reconocíamos todos forma progresiva en trabajos de psicólogos sociales
los psicólogos implicados en esa posición crítica, cuya latinoamericanos, entre los que podemos citar a W. Junqueira,
aceptación y discusión de mis trabajos fueron uno de los B. Sawaia, A. Bock, D. Camargo, O. Furtado, entre otros, dentro
elementos importantes en mi tránsito dentro de la psicología de la psicología social socio-histórica no Brasil y de M. A.
social. Este interés por la integración de lo social y lo individual Tovar en la psicología comunitaria en Cuba. Un campo que no
como momentos simultáneos de un sistema complejo, en el podemos dejar de mencionar dentro de la construcción de la
que ambos mantienen una relación recursiva que toma perspectiva crítica de la psicología social latinoamericana, es
diferentes formas y que, al mismo, cada uno de estos sistemas, el de las representaciones sociales, que aunque ha sido
el social y el individual, mantienen formas propias de compartido en algunos momentos de esta trayectoria crítica
organización en desarrollo que enfatizan su especificidad por otros colegas en América Latina, ha tenido como su
histórica, y que impiden, aunque cada uno esta constituido por principal exponente a M. A. Banchs, cuyos trabajos han estado
el otro y es constituyente del otro, que uno de diluya en otro, implicados dentro de esta historia de reflexión crítica de la
como ha ocurrido en las tendencias reduccionistas, tanto de psicología social latinoamericana. Las representaciones
corte individualista y psicologista, como de corte sociologista sociales en América Latina también se han expresado en una
y simbólica. Frente a este desafió es que presentamos una lógica empírico-descriptiva que no ha tenido nada que ver con
perspectiva de la subjetividad dentro de un marco histórico- la perspectiva del trabajo de Banchs, ni de otros autores que
cultural y que apoyada en la categoría de sentido subjetivo como han enriquecido esta área en el continente como, C del Prado,
unidad constitutiva de su especificidad ontológica, nos permita B. Gatti, V. Placco, A Arruda, y A. Guerrero, L. Fermat, S.
articular la subjetividad social, individual y el sujeto concreto, Unda, entre otros, quienes han desarrollado trabajos que
en lo que pensamos que representa una alternativa legítima en trascienden la relación mimético - adaptativa con la teoría.
la construcción de referentes teóricos capaces de acompañar Hoy se ha presentado una interesante línea de investigación
los desafíos críticos de la psicología social. integrando los temas de la subjetividad y las representaciones
La categoría de sentido subjetivo nos permite conocer las sociales, en el que de forma estable hemos venido
formas singulares que adquieren sentidos socialmente reflexionando A. Guerrero, Banch y yo. Por razones de espacio
producidos en la historia de los sujetos singulares concretos, no hemos incluido en el presente artículo el campo la psicología
lo que permite usar a categoría de personalidad, comprendida comunitaria, que se ha integrado de forma muy importante en
como sistema de configuraciones subjetivas, en la construcción la construcción de una psicología social crítica en A. Latina,
de la psicología social. El sujeto individual, a través de su donde se destacan I. Serrano, E. Rivera Medina (Puerto Rico)
producción de sentidos subjetivos nos permite visualizar y M. A. Tovar (Cuba) M. F. Quintal, P. Guareschi (Brasil) E.
significar espacios de lo social que no son visibles en nuestro Sanchez e E. Wisenfeld (Venezuela), Fuks en Argentina, G.
contacto con esos espacios sociales desde la condición objetiva Rosas (Chile), entre muchos otros. En los trabajos de Tovar,
y de externalidad en la que nos aproximamos a ellos como ella presenta de forma muy creativa una representación sobre
investigadores, y que solo adquieren una significación cuando la comunidad a través de la subjetividad social.
los visualizamos de forma indirecta como producción de De forma general concluiría este artículo con un conjunto
sentidos. de reflexiones que el proceso de escribirlo me han permitido:
La realidad representa una compleja organización subjetiva - La psicología social latinoamericana está comprometida
que Castoriadis nos presenta de forma muy sugerente con el de forma simultánea en el desarrollo de un camino crítico,
concepto de imaginario social, y que yo conceptualizo como con la producción de modelos teóricos y metodológicos
subjetividad social, en un intento de representarme no solo los que acompañen sus prácticas y diversidad, lo que no excluye
aspectos subjetivos que mantienen en funcionamiento del la actual policromía de posiciones que, desde un ejercicio
complejo sistema de la sociedad, objetivo principal del crítico han enriquecido este curso histórico. De la misma
concepto de Castoriadis, sino también de que constituya un forma, la psicología social latinoamericana se tiene que
recurso para la construcción teórica de escenarios sociales integrar en los diferentes espacios y conflictos de nuestros
parciales, y de sus complejas relaciones dentro del sistema de países. Como nos dijo Martín Baró (1999), a quien le costo
la sociedad como un todo, como pueden ser la familia, la la vida su compromiso con los problemas sociales del
escuela y otros escenarios que de forma tradicional han quedado Salvador, “A los psicólogos latinoamericanos nos hace falta
fuera de la psicología social. un buen baño de realidad, pero de esa misma realidad que

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FERNANDO LUIS GONZÁLEZ REY

360 agobia y angustia a las mayorías populares. Por eso, a los González Rey, F. (1993). Problemas epistemológicos de la psicología. Editora
Colegio de Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Nacional
estudiantes que me piden una bibliografía cada vez que
ARTICULOS

Autónoma de México. México, DF, México.


tienen que analizar un problema les recomiendo que González Rey, F. (1994). Personalidad sujeto y psicología social. En M. Montero
primero se dejen impactar por el problema mismo, que se (Ed.), Construcción y crítica de la psicología social (pp.149-176). Barce-
embeban en la angustiosa realidad cotidiana que viven las lona, España: Anthropos.
González Rey, F. (1997). Epistemología cualitativa y subjetividad. São Paulo,
mayorías salvadoreñas” (p. 314) Brasil: Educ.
- Intentar retomar publicaciones conjuntas como las que González Rey, F. (1999). La investigación cualitativa en psicología: Rumbos
caracterizaron los años ochenta y principios de los noventa y desafíos. São Paulo, Brasil: Educ.
y renovar espacios de discusión y reflexión. González Rey, F. (2003). Sujeto y subjetividad: Una aproximación histórico-
cultural. México DF, México: Thomson.
- Elaborar esta historia que hoy comenzamos a discutir, y González Rey, F & Mitjans, A (2003). A psicologia social em Cuba: Reflexões
que ha estado presente en algunos esfuerzos individuales sobre uma história. En A. M. Jacó-Vilela, M. Lopes de Rocha & D. Mancebo
importantes de colegas del continente, en un libro completo (Eds.), Psicologia social em América Latina (pp. 69-84). São Paulo, Brasil:
y complejo de trayectorias temáticas de nuestra psicología, Casa do Psicólogo.
Ibañez, T. (2001). Municiones para disidentes. Realidad-verdad-política.
y esforzarnos por su publicación en diferentes idiomas. Barcelona, España: Gedisa.
- Romper con lo que Martín Baró (1998) llamó de la Lane, S. (1986). O que é psicologia social. São Paulo, Brasil: Brasiliense.
“esclavitud de la psicología” (p. 287) que él resumió en el Martín Baró, I. (1985). El papel del psicólogo en Centroamérica. Boletín de
Psicología (San Salvador), V(VI), 99–112.
mimetismo cientista, la carencia de una epistemología Martín Baró, I. (1998). Hacia una psicología de la liberación. En I. Martín Baró &
adecuada y los falsos dilemas en que nuestra psicología se A. Blanco (Eds.), Psicología de la liberación (pp. 219-231). Madrid, España:
debate. Estos aspectos merecen una divulgación y una Trotta. (Original en 1986, en Boletín de Psicología, 22)
discusión en América Latina. Considero que ellos han sido Martín Baró, I. (1987). El latino indolente. Carácter ideológico del fatalismo
latinoamericano. En M. Montero (Ed.), Psicología política latinoamericana
enfrentados por la psicología latinoamericana aunque los (pp.135-162). Caracas, Venezuela: Panapo.
espacios de institucionalización que los favorezcan han Martín Baró, I. (1987). Del opio religioso a la fe libertadora. En M. Montero (Ed.),
estado ausentes. Psicología política latinoamericana (pp.229-268). Caracas, Venezuela:
Panapo.
Referencias Martín Baró, I. (1989). Sistema grupo y poder. Psicología social desde
Centroamérica (II). San Salvador, El Salvador: UCA.
Banchs, M. (1990). Las representaciones sociales: Sugerencias sobre una Montero, M. (1987). La psicología política en América Latina. Una revisión
alternativa técnica y un posible y un rol posible para los psicólogos en bibliográfia: 1956–1986. En M. Montero (Ed.), Psicología política
América Latina. En B. Jiménez (Ed.), Aportes críticos a la psicología en latinoamericana (pp.15-66). Caracas, Venezuela: Panapo.
Latinoamérica (pp. 45-63). Guadalajara, México: Universidad del Montero, M. (1987). A través del espejo: Una aproximación teórica al estudio
Guadalajara. de la conciencia social en América Latina. En M. Montero (Ed.), Psicología
Banchs, M. A. (2001) Representaciones Sociales y subjetividad. En O. Furtado.& política latinoamericana (pp.163-202). Caracas, Venezuela: Panapo.
F. González Rey (Eds.), Por uma epistemologia da subjetividade: Un debate Montero, M. (1994). Un paradigma para la psicología social. Reflexiones desde
entre a teoria das representações sociais e a teoria das representações el quehacer en América Latina. En M. Montero (Ed.), Construcción y
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Bleger, J. ( 1987). Psicología de la conducta. Buenos Aires, Argentina: Paidós. Montero, M. (1994). Indefinición y contradicciones de algunos conceptos
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Psicología, 55(8/9), 71-78. Pichon Riviere, A ( 1971). Del psicoanálisis a la psicología social. Buenos
Fernández Christlieb, P. (1990). La psicosociología: Un proyecto de psicología Aires, Argentina: Galerma.
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Latinoamérica (pp. 18-32). Guadalajara, México: Universidad de Guadala- Vega & E. Pinheiro de Nascimento (Eds.), O pensar complexo. Edgar
jara. Morin e a crise da modernidade (pp 89 -106). Rio de Janeiro, Brasil:
González Rey, F. (1984). Las comunicación y su importancia en el desarrollo de Garamond.
la personalidad. Revista de Psicología Científica, 2, 48-63. Salazar, J. M. (1970). Aspectos psicológicos del nacionalismo: Autoestereotipo
González Rey, F. (1987). Aspectos de la definición materialista dialéctica en la del venezuelano. Revista de Psicologia, 1, 15-18.
psicología. Revista Costarricense de Psicología, 6(10/11), 33-48. Salazar, J. M. (1975). Actitudes de estudiantes venezolanos de secundaria y de
González Rey, F. (1987). Psicología, ideología y política. Un marco conceptual sus padres hacia la patria, los símbolos nacionales y el estado. En G. Marín
para su análisis en América Latina. En M. Montero (Ed.), Psicología polí- (Ed.), La psicología social en Latinoamerica (pp. 72 - 88). Ciudad de
tica latinoamericana (pp.105-130). Caracas, Venezuela: Panapo. Mexico, México: Trillas.
González Rey, F. & Mitjans, A. (1989). La personalidad: Su educación y Salazar, J. M. (1987). El latino americanismo como una idea política. En M.
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González Rey, F. (1993). Psicología y marxismo: Momento actual de una relación. cas, Venezuela: Panapo.
Revista de Psicología, III, 26-42. Stengers, I. (2002). A invenção das ciências modernas. Rio de Janeiro, Brasil:
González Rey, F. (1993). Psicología social, teoría marxista y el aporte de Vygotsky. Editora 34.
Revista Mexicana de Psicología Social, V(5), 17-26.

Fernando Luis González Rey. Sus intereses principales están relacionados al tema de la subjetividad en una perspectiva
histórica-cultural y a las cuestiones epistemológicas y metodológicas derivadas del mismo. Sus investigaciones se desarrollan
en la psicología social, de la salud y del desenvolvimiento. Su interés principal es relacionado al tema da subjetividad en una
perspectiva histórico-cultural e as cuestiones epistemológicas e metodológicas que del se derivan. Sus pesquisas son en el
campo da Psicología social, da salud e del desenvolvimiento.

R. interam. Psicol. 38(2), 2004


Revista Interamericana de Psicologia/Interamerican Journal of Psychology - 2003, Vol. 37, Num. 2 pp. 295-307

Conocimiento Situado: 295

ARTICULOS
Un Forcejeo entre el Relativismo Construccionista y
la Necesidad de Fundamentar la Acción
Marisela Montenegro Martínez 1
Joan Pujol Tarrès
Universitat Autónoma de Barcelona, Barcelona, España

Compendio
Una perspectiva crítica de la concepción de la intervención social como un conjunto
de ajustes que no cuestionan el orden social establecido, considera que la
intervención debe desembocar en una transformación social. A su vez, las posturas
socioconstruccionistas y el desenmascaramiento de las tecnologías de producción
de conocimiento científico, en su crítica a la comprensión representacionista de la
realidad, dan elementos para cuestionar los procesos de diagnóstico y planes de
intervención, al poner en duda la posibilidad de hacer referencia a una realidad que
debe ser transformada y a una relación necesaria entre las acciones y los efectos
que se derivan de ellas. Se socava así la posibilidad de intervención; dejándola sin
objeto, sin legitimidad y sin un conjunto de técnicas de actuación. ¿Cómo cambiar
entonces aquello que no podemos conocer y, aunque fuera posible, en qué dirección
debería producirse ese cambio? En este trabajo, a pesar de la dificultad para traducir
a contextos aplicados los planteamientos teóricos socioconstruccionistas,
consideramos que esta perspectiva enriquece los conceptos usados en el marco de
la intervención social. Se analiza críticamente el concepto de ‘problema social’ a la
luz de esos planteamientos, utilizando el concepto de conocimientos situados para
proponer formas de identificar y actuar sobre ‘problemas sociales’ sin caer en
totalizaciones realistas o relativistas.
Palabras clave: Intervención social; problemas sociales; conocimientos situados.

Situated Knowledge: A Struggle between Constructionist,


Relativism and the Necessity to Ground Action

Abstract
A critical perspective of social intervention as a set of adjustments compatible with
the social order considers that intervention should lead to social transformation. A
critique by social constructionist perspectives to the possibility of a representation
of reality and the unveiling of the technologies of knowledge production undermines
the diagnostic and planning of intervention. Questioning the possibility of using
arguments such as a reality that must be transformed or the necessary relationship
between actions and derived consequences debilitates the possibility of any
intervention. It leaves intervention without object, legitimacy and without a set of
specific techniques of action. We could summarize these ideas in this sentence:
‘How to change that which we cannot know and, even if it was knowledgeable,

1
Dirección: Universidad Autónoma de Barcelona, España. Doctorat en Psicología Social, Edifici B.
Belllaterra, Barcelona, España. E-mail: mmontenegro@seneca.uab.es y joan.pujol@uab.es
MARISELA MONTENEGRO MARTÍNEZ & JOAN PUJOL TARRÈS

296 how to decide the direction that change should follow?’. In this paper, in spite of
the scant literature about applied forms of social intervention based on socio-
ARTICULOS

constructionist perspectives, we consider that those perspectives enrich the concepts


used in the context of social intervention and have immediate implications for specific
interventions. We analyze the concept of ‘social problem’-understood as the
definition by institutionally legitimized agents of the factors degrading the quality of
life of social collectives-under the social constructionist perspective. We also use
the concept of situated knowledge to suggest forms of identifying and acting upon
‘social problems’ without falling into realist or relativist perspectives.
Keywords: Social intervention; social problems; situated knowledge.

Intervención a partir de Nuestro Conocimiento de la Realidad

E n las discusiones – tanto ontológicas como epistemológicas-que se


dan en el ámbito de las ciencias sociales, el conocimiento y la
transformación de lo ‘real’ es tema de profundo debate. Al mismo
tiempo, en el ámbito de los movimientos sociales la urgencia de la acción
política dirigida a transformar situaciones consideradas opresivas (Barker &
Dale, 1998) o significados asociados a ciertas prácticas sociales (Melucci,
1995), hace necesaria una definición de la situación-un “diagnóstico”-basado
en formas de entender el mundo, malestares, deseos, etc. En cada caso, es
necesaria la definición de un ‘estado de cosas’ sobre el cual intervenir o
participar políticamente, en la búsqueda de transformaciones sociales. En este
trabajo quisiéramos apuntar algunas reflexiones en torno a la relación entre el
conocimiento de la realidad y las posibilidades de transformación social de
esa “realidad”, basándonos en las investigaciones relacionadas con el ámbito
del conocimiento científico y de la intervención social.
En el ámbito científico, el conocimiento ha sido tradicionalmente entendido
como una forma de acceder a lo ‘real’, una relación entre un sujeto que conoce y
un objeto, externo a éste, que puede y debe ser conocido. El positivismo y las
tecnologías de intervención asociadas a éste han insistido en crear metodologías
que, cada vez más perfeccionadas, hacen una representación de lo real; definiendo
situaciones y colectivos problemáticos para su futura intervención.
En la referencia a los criterios objetivos a través de los cuales se puede
ubicar un problema social, se apela a los métodos de observación y medición
científica validados como formas de descubrimiento de la realidad (Clemente
Díaz, 1992). Estos acercamientos parten del supuesto de que las condiciones
sociales están en la realidad y que es posible delimitarlas, conocerlas y tener
conciencia de ellas como problema. Estos modelos se basan en: 1) La idea de
que existen condiciones sociales determinadas en una sociedad; 2) Que estas
condiciones son cognoscibles a partir de métodos de investigación científica;
3) Que estas condiciones afectan a los individuos y grupos sociales creando
situaciones de malestar social; y, 4) Que es posible, a través de ciertas técnicas
y recursos, implementar intervenciones que solucionen el malestar causado
por los problemas sociales.
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
CONOCIMIENTO SITUADO Y ACCIÓN

Esta perspectiva asume una relación entre conceptos teóricos y realidad. Así, 297
los criterios objetivos a través de los cuales se entiende y se actúa sobre “la

ARTICULOS
realidad” se conforman a través de conceptos como por ejemplo calidad de vida
o bienestar social (López Cabanas & Chacón, 1997). En éstos, los parámetros
sobre cómo deben vivir las personas, cuáles deben ser los recursos a los que
tengan acceso o cuáles deben ser sus prácticas sociales están establecidos según
los límites de los correcto /normal y lo incorrecto /anormal (Burman, 1999;
Rose, 1996). Cuando dudamos de la relación entre conceptos teóricos y realidad
se desmorona la posibilidad de un conocimiento válido generado a través de la
investigación sistemática y, con ello, la justificación de nuestra intervención.
Por su parte, las ‘perspectivas participativas’ han desarrollado una crítica al
modelo positivista de la ciencia. En este sentido, estas perspectivas se basan en
dos aspectos importantes: 1) La relevancia social que debe tener la investigación
e intervención en las ciencias sociales (dado que existen tantos problemas sociales
que involucran el sufrimiento humano, las teorías y prácticas desarrolladas en los
ámbitos académicos deben tener un impacto social para resolver estos problemas);
y, 2) El conocimiento está mediado por los sujetos que lo producen, por lo tanto,
no hay neutralidad ni en la forma de conocer ni en el conocimiento que se produce.
Esto trae como consecuencia la necesidad de posicionamiento de quien investiga/
interviene con relación a las personas con las que trabaja. En las perspectivas
participativas la apuesta que se hace es estar del lado de las comunidades y grupos
con los que se trabaja, estableciendo un compromiso explícito con esos grupos
hacia la transformación de sus condiciones de opresión.
Dentro de la tradición marxista, inspiradoras de gran parte de los desarrollos
de perspectivas participativas (Fals Borda, 1959; Montero, 1994, entre otros) en
intervención social, los problemas sociales son vistos como producto de las
relaciones sociales asimétricas presentes en la sociedad. La explotación
(económica, cultural, social) de los seres humanos en el sistema capitalista es el
problema social fundamental al cual apelan estas posturas. Por lo tanto, problemas
como la falta de recursos, la exclusión social, la pobreza, por ejemplo, son
consecuencia de dicha explotación.
En términos generales, dentro del marco de las posturas teóricas marxistas,
se asume la existencia de una realidad opresora producto de ciertas condiciones
históricas y prácticas sociales. Pero esta realidad está enmascarada por contenidos
de conciencia que no permiten su adecuada representación por parte de la mayoría
de las personas. Esto tiene como función el mantenimiento y reproducción de
las relaciones de dominación que sostienen dicha realidad y la relativa
imposibilidad de movilización para la transformación (Althusser, 1970).
Sin embargo, esta realidad es cognoscible o bien a través de la reflexión
científica de las causas y mecanismos del mantenimiento de las relaciones
sociales (Althusser, 1965) o bien a través del diálogo entre personas que sufren
directamente la opresión del sistema social e intelectuales comprometidos/
as con el cambio social (Freire, 1970). A partir de la conciencia de estas
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
MARISELA MONTENEGRO MARTÍNEZ & JOAN PUJOL TARRÈS

298 condiciones de opresión se hace posible emprender movilizaciones colectivas


hacia la transformación de ciertas condiciones sociales. Al reconocer el
ARTICULOS

carácter histórico (y no natural) de las actuales formas de relaciones sociales,


la posibilidad del cambio se hace palpable. La solución a problemas sociales
concretos que afectan a las personas puede partir de la conciencia de las causas
de éstos y del intento de transformación de las relaciones de dominación que
los sustentan. Por esta razón, en las perspectivas participativas las personas
afectadas por problemas sociales protagonizan, a través de su participación, la
propia definición de aquello problemático y de las vías de solución posibles.
En el caso de las “perspectivas participativas”, el conocimiento de lo ‘real’ se
adquiere en el diálogo entre interventores/as e intervenidos/as (Freire, 1970),
de lo cual se desprende que, justamente por la diferencia de posiciones entre
estos dos grupos y sus diferentes conocimientos (conocimiento científico –
conocimiento popular), se puede acceder al conocimiento sobre la realidad.
Esta postura, aunque incorpora la diferencia de puntos de vista por actores
y grupos en diferentes posiciones sociales, asume una postura representativa
porque hay de todas maneras una realidad que es necesario develar en ese
diálogo propuesto. A través del concepto de concientización (Barreiro, 1976;
Montero, 1991) se puede ilustrar mejor esta idea. La concientización se da
cuando los miembros de la comunidad o grupo con el que trabaja el/la
interventor/a “se dan cuenta” de que las razones por las cuales están insertos/
as en ciertas condiciones de vida tienen que ver con las relaciones sociales y
de producción asimétricas en sociedades determinadas. Esto a su vez se
concatena con la acción política de transformación que asumen estas personas
a través de la participación durante dicha concientización. Este concepto está
marcado por las concepciones tradición marxista del concepto de ideología
(Allman & Wallis, 1997), ya que éste asume que los contenidos de conciencia
de las personas están producidos a partir de ciertos órdenes sociales que
enmascaran las relaciones de dominación haciéndolas aparecer como naturales.
En resumen, las perspectivas participativas proponen una solución al
problema de cómo actuar sobre la realidad para transformarla: La realidad es
producto de las relaciones asimétricas de poder en la sociedad aunque está
oculta a través de los elementos ideológicos de conciencia que enmascaran
estas relaciones y las situaciones que se derivan de ellas. A través del diálogo
entre personas de la comunidad y profesionales comprometidos/as con el
cambio social (asumiendo la necesidad de unas ciencias sociales que acometa
los problemas sociales desde una posición que evita una neutralidad política
frente a la investigación y la intervención) se puede develar cuáles son las
reales relaciones opresión a la que están sometidos. Sobre la base de este
conocimiento se formulan y llevan a cabo acciones de transformación de los
problemas que atañen a las personas de la comunidad. Este acercamiento parte
de una postura representacionista del conocimiento al postular una realidad
susceptible de ser descubierta a partir de un proceso de problematización y
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
CONOCIMIENTO SITUADO Y ACCIÓN

develamiento que, finalmente, permitirá sentar las bases para las acciones de 299
transformación social.

ARTICULOS
En las perspectivas de intervención social estudiadas, los/as científicos/as
o intelectuales proporcionan explicaciones objetivas de los problemas sociales,
tanto en su vertiente de equilibrio social como de conflicto social. Ambas
tendencias asumen la existencia de un estado de cosas que existe independiente
de las maneras en las que podemos acceder a/construir la realidad.

El Carácter Construido del Conocimiento y su Dificultad


para Sustentar la Intervención
Ahora bien, corrientes enmarcadas dentro del post – estructuralismo, el
socioconstruccionismo o el programa fuerte de la sociología del conocimiento
científico, por ejemplo, han cuestionado la relación entre realidad y
representación y la posibilidad de una mirada objetiva de la realidad. Los
fundamentos de las posturas objetivistas han sido puestos en cuestión y se
afirma que todo conocimiento está basado en ciertas relaciones sociales que
lo producen y que está construido socialmente (Gergen, 1994; Ibáñez, 1996).
Estas posturas han denunciado, así mismo, los efectos de poder que implican
estas formas de conocer al definir aquello que es considerado normal y anormal,
incluido y excluido, etc. (Foucault, 1975; Rose, 1996).
Vivian Burr (1995) al hacer un recuento de las premisas fundamentales
que sostiene el socioconstruccionismo dice que esta corriente de pensamiento
asume: 1) Una actitud crítica hacia el conocimiento dado por sentado; 2) La
especificidad histórica y cultural del conocimiento; 3) Que el conocimiento
es sostenido por los procesos sociales; y, 4) Que las descripciones o
construcciones del mundo sostienen algunos patrones de acción social y
excluyen otros. A través de estas premisas, el construccionismo social rechaza
que el conocimiento sea una percepción directa de la realidad. Uno de los
principales representantes de este movimiento argumenta que “los términos y
las formas por medio de las que conseguimos la comprensión del mundo y de
nosotros mismos son artefactos sociales, productos de intercambios situados
histórica y culturalmente y que se dan entre personas” (Gergen, 1994, p. 73).
Según este enfoque, el significado es visto como algo que deriva de
intercambios microsociales incrustados en el seno de amplias pautas de vida
cultural. Esta corriente afirma que no hay maneras en las que la realidad pueda ser
percibida objetivamente. Proponen, por el contrario, que nuestros conceptos son
fundamentalmente producidos socialmente, a través del lenguaje, en comunicación
con otras personas (Spears, 1997). El carácter constructor del lenguaje toma
aquí especial relevancia como herramienta fundamental de creación de lo social
y remite a la contingencia del conocimiento y a la imposibilidad de acudir a
fundamentos últimos, fuera de lo social, para explicar la validez de una u otra
explicación. En el lenguaje, se fraguan las construcciones de los mundos en los
cuales nos movemos. Por lo tanto, el conocimiento científico es criticado por
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
MARISELA MONTENEGRO MARTÍNEZ & JOAN PUJOL TARRÈS

300 erigirse como conocimiento adecuado y transparente de la realidad y no reconocer


su carácter construido, histórico, contingente y normalizador (Ibáñez, 1991).
ARTICULOS

En resumen, estas corrientes cuestionan, por un lado, la relación entre


conocimiento y realidad en el sentido de que no se asume la posibilidad de acceso
(aunque sea afinando los instrumentos de medición y análisis) a una realidad fuera
de los discursos y prácticas que la conforman; por otro lado, que las formas de
construcción propias de la retórica científica producen objetos, sujetos, prácticas
y subjetividades que, por ser avalados por las redes de poder donde opera la
institución académica, son difíciles de cuestionar; y por último, estos desarrollos
denuncian los efectos de control, clasificación y gobernabilidad que pueden tener
las tecnologías de intervención derivadas del conocimiento científico sobre las
vidas de personas y colectivos en momentos y contextos específicos (Rose, 1996).
Es precisamente en el ámbito crítico que las perspectivas construccionistas han
tenido un impacto más importante, cuestionando que las expertas (científicas,
interventoras) puedan tener un acceso privilegiado al conocimiento de la realidad.
Al cuestionar dicho conocimiento como base de la intervención se pone en duda
la autoridad del estado moderno.
Las corrientes críticas con la noción de representación de la realidad, aunque
han sido útiles para mostrar el carácter contingente de todo conocimiento y
los efectos de poder de la institución científica – académica en la definición
de personas y problemas sociales, no proponen una salida clara sobre cómo es
posible desarrollar una acción política o forma de intervención desde allí;
aplicadas a situaciones prácticas sus consecuencias pueden ser desconcertantes
en el sentido de producir inmovilismo al cuestionar las principios sobre los
cuales se fundamenta la acción (Stainton & Stainton, 1999).
Siguiendo a Pujal (sometido), corrientes tales como el socioconstruccionismo o
la deconstrucción han puesto más empeño en cómo se construye lo social que en
cómo transformarlo. La tensión surge cuando nos preguntamos cómo podemos
actuar (intervenir o constituirnos como agentes políticos de transformación social) si
cada contenido es una construcción social, si no hay realidad “externa” que pueda
ser alcanzada a la cual nos podemos referir fuera de las tecnologías de representación
que la producen. ¿Qué es lo que es necesario transformar y cómo se hace?
Se hace necesario reflexionar sobre la posibilidad de transformación social
y, consecuentemente, sobre la acción política y la intervención social sin tener
que apelar a verdades universales o posturas representacionistas de la realidad.
En este sentido, tratar de reflexionar sobre la tensión que se crea cuando
sostenemos una epistemología relativista (argumentando que no hay verdad
universal) y, al mismo tiempo, se tiene un compromiso político contra lo que
consideramos relaciones de dominación que deben ser contestadas.

Intervenir a partir del Conocimiento Emergente


en la Articulación de Conocimientos Situados
El debate entre el realismo de las perspectivas participativas y el relativismo
del construccionismo social es reflejo de las discusiones en ciencias sociales.
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
CONOCIMIENTO SITUADO Y ACCIÓN

Cuando nos centramos en la acción social concreta, tanto en movimientos sociales 301
como en procesos de intervención social, es imprescindible actuar a partir del

ARTICULOS
convencimiento de una realidad que es posible y, a la vez, deseable cambiar. Se
reconoce, al mismo tiempo, que la realidad sobre la que se quiere incidir es
relativamente independiente de las acciones concretas de individuos puntuales y
que muchas de las intervenciones son “paños calientes” a la espera del necesario
cambio estructural que genera el problema concreto sobre el que se intenta
intervenir. Al centrarnos en la persona, vemos sus acciones como consecuencia
de la estructura social a la vez que, cuando nos centramos en la estructura,
apreciamos su carácter histórico y humanamente producido. Gouldner (1970) y
Alexander (1987) coinciden en argumentar que la contradicción entre un sujeto
activo y un sistema social determinista no permiten dar cuenta adecuadamente
del cambio social, un problema presente en el proyecto de Parsoniano. Siguiendo
a Gouldner, la contradicción entre la estructura y el voluntarismo es también
inherente al pensamiento Marxista y se reproduce en las disputas entre
Althuserianos (que consideran que la gente actúa siguiendo la lógica de su clase
social) y los marxistas más humanistas (que enfatizan la agencia individual, la
autonomía de los valores culturales y la posibilidad de un cambio social
consciente). Aunque el construccionismo social cae principalmente en el lado
voluntarista (sin la referencia a una realidad externa) al considerar que la realidad
social podría ser distinta - en tanto que resultado histórico de nuestras prácticas
sociales-y es posible generar comprensiones distintas de la realidad social, también
hace guiños al aspecto estructural al considerar que las comprensiones en las que
estamos inmersos tiene una cierta dureza que guía la forma en que nos orientamos
en ésta realidad social. Olvidarse de los efectos de la estructura social en la misma
actividad interventora tiene el peligro de que el supuesto ‘cambio social’ no sea
más que una ‘reproducción disfrazada’ del orden social existente. En el ámbito
de la intervención, al igual que en otros ámbitos de la vida social, las personas en
la consecución de sus planes reproducen la estructura social en que están inmersas.
No es difícil reconocer que hay un contexto institucional y cultural que
enmarca la intervención y que debería tenerse en cuenta al momento de
planificar y realizar una acción. La cuestión reside en la identificación de este
contexto. Enmarañado en el debate estructura – agencia, está la cuestión de
hasta qué punto la estructura social es consciente para las participantes en
interacción. A pesar de la dureza de la estructura social, el conocimiento de la
misma permitiría a medio plazo su transformación en la dirección de las
negociaciones que se formaran dentro de las posibilidades de la comunidad.
Si, por el contrario, hay fuerzas fuera del conocimiento de la comunidad y de
las agentes interventoras que están mediatizando nuestras comprensiones y
acciones, el trabajo es mucho más arduo e implica realizar algún tipo de acto
reflexivo desde el que incorporar éstos elementos que influyen en un contexto
social determinado. Las perspectivas construccionistas, al situar en el mismo
plano realidad social y lenguaje, apuestan por la conciencia de la estructura
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
MARISELA MONTENEGRO MARTÍNEZ & JOAN PUJOL TARRÈS

302 social y la negación de una realidad ‘ahí fuera’ que deba ser descubierta. Parece
más plausible, sin embargo, considerar la posibilidad de que las acciones
ARTICULOS

institucionales no son, como mínimo, conscientes por igual para todas las
personas involucradas en la interacción y, probablemente, hay factores
institucionales de carácter histórico que, en un presente dado, no forman parte
del conocimiento de las participantes. Nos inclinaríamos, por tanto, por una
perspectiva que, dando importancia al lenguaje, no niega la existencia de
factores no-lingüísticos que mediatizan la acción. Siguiendo a Bourdieu (1989,
p. 29), podemos considerar que las relaciones sociales no son puramente
lingüísticas y subjetivas y que hay disposiciones estructurales que se actualizan
a través de la práctica social. Para éste autor (Bourdieu, 1972) lo que existen
en el mundo social son relaciones objetivas que existen independientemente
de la voluntad y conciencia de las participantes; relaciones que, sin embargo,
no determinan la acción social. El peligro de éste tipo de planteamientos es
que mueve otra vez el péndulo hacia la necesidad de un punto de vista privilegiado
que identifique las ‘relaciones objetivas’ independientemente del conocimiento
de las participantes.
Una primera respuesta a este nudo gordiano puede encontrarse en el ámbito
de la teoría política en autores como Laclau y Mouffe (1985) que postulan
que el campo de lo político sólo puede ser pensado como una vasta región de
elementos flotantes que se fijan temporal y precariamente en ciertas
articulaciones. Las articulaciones son espacios sociales y políticos
relativamente unificados que se construyen como antagónicos a otros espacios
sociales (esto es, como enfrentados en cuanto a valores éticos y políticos a
diferentes discursos y prácticas sociales establecidas) y adquieren su
significado en contextos y relaciones específicas. Además, estos espacios
están construidos por juegos de poder, asimetrías, negociaciones, intereses,
alianzas, afinidades, compromisos, etc. en ciertos contextos históricos y
culturales que limitan los discursos y prácticas de definición.
Siguiendo esta línea de pensamiento, Mouffe (1998) afirma que la
politización no cesa nunca, dado que la indecibilidad (esto es, la contingencia
de los significados sociales) sigue habitando la decisión (la fijación de
significados en un momento dado). Cada consenso aparece como la
estabilización de algo esencialmente inestable y caótico e implica alguna forma
de exclusión. Según esta autora, existen dos movimientos que configuran esta
politización: por un lado, el movimiento de descentramiento de todo
significado; lo cual implica que no pueda asociarse necesariamente con otros
significados y, por otro lado, el movimiento de fijación; lo cual sería el
establecimiento de puntos nodales en los cuales se fijan ciertos significados
de manera momentánea y precaria en un cierto contexto social. Para esta autora,
esto implica a la vez un riesgo y una posibilidad, dado que una estabilidad
permanente implicaría el fin de la política y de la ética. Los significados, según
esta perspectiva, son construidos y fijados en el seno de las relaciones sociales.
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
CONOCIMIENTO SITUADO Y ACCIÓN

No hay una realidad subyacente a la representación que deba ser develada y 303
contestada, sino articulaciones y formas de vida en la que se pueden reproducir

ARTICULOS
o transformar los significados y sus relaciones. Así mismo, estos conceptos
dan la posibilidad de pensar en opciones políticas de transformación de
significados y prácticas dando cuenta de las fuerzas de tensión y conflicto en
las relaciones sociales y de la posibilidad de construcción de alianzas que se
erijan como antagónicas a otras formas de entender ciertos fenómenos. Desde
esta perspectiva, el dialogo Freiriano no sería una forma de ‘desvelar’ la
realidad, sino parte de las articulaciones precarias que establecen fijaciones
generadoras de transformación social.
La noción de articulación permite incluir los aspectos materiales de carácter
socio-histórico que se corporeizan en las posiciones de sujeto articuladas, aspecto
que queda más patente en el aporte de Haraway (1995) en su concepción de los
conocimientos situados. Haraway (1995) sostiene que el conocimiento se crea a
partir de conexiones parciales entre posiciones materiales y semióticas (en el
que intervienen actores – y actantes – humanos, tecnológicos, “naturales”,
híbridos..). Estos conocimientos son parciales ya que surgen a partir de las
circunstancias semiótico-materiales de las posiciones y articulaciones particulares
que están en continua transformación. Desde diferentes posiciones de sujeto se
viven diferentes realidades. En otras palabras, habría una relación inmanente entre
la posición de conocimiento y el conocimiento generado. Esta relación de
inmanencia, sin embargo, no caería en un puro relativismo. Cada posición no
puede ‘optar’ por una la perspectiva que desee, sino que se genera desde su
posición semiótica-material. Tampoco caemos en el realismo de las ‘relaciones
objetivas’, ya que cada posición es susceptible de articularse y modificarse a
través de la articulación con otras posiciones, lo que genera una nueva posición
de conocimiento. Esta autora escribe sobre una “objetividad” de la localización
limitada y el conocimiento situado. En sus las propias palabras de Haraway (1995):
“La alternativa al relativismo son los conocimientos parciales, localizables y críticos,
que admiten la posibilidad de conexiones llamadas solidaridad en la política y
conversaciones compartidas en la epistemología. El relativismo es una manera de
no estar en ningún sitio mientras se pretende igualmente estar en todas partes. La
“igualdad” del posicionamiento es una negación de responsabilidad y de búsqueda
crítica. El relativismo es el perfecto espejo gemelo de la totalización en las ideologías
de la objetividad. Ambos niegan las apuestas en la localización, en el encarnamiento
y en la perspectiva parcial, ambos impiden ver bien.. La moraleja es sencilla:
solamente la perspectiva parcial promete una visión objetiva.” (p. 329)
Los conocimientos situados son encarnaciones (y visiones) en las que la
posición desde la cual se “mira” define las posibilidades de lectura y acción. Es
decir, permite posicionamientos en que sólo algunas verdades son posibles. Gracias
a esta posición se pueden establecer conexiones parciales con otros agentes para
construir conocimiento. Conexiones porque hay lenguajes y experiencias
compartidas y parciales porque todas las posiciones difieren entre sí y no se
conectan a partir de su identidad sino de la tensión entre semejanza y diferencia

Rev Interam Psicol 37(2), 2003


MARISELA MONTENEGRO MARTÍNEZ & JOAN PUJOL TARRÈS

304 entre ellas. Lo único prohibido, dice Haraway (1995) es el truco divino, es decir,
tener la palabra de Dios o el conocimiento homologador y universal. Así, el/la
ARTICULOS

investigador/a puede sólo producir un cierta versión de la realidad, ya que el o


ella es un producto de procesos materiales y simbólicos. Cualquier ‘lectura’ de
la realidad no puede ser entendida fuera de los puntos de vista desde los cuales se
produce (Haraway, 1995; Pujol & Montenegro, 1999).
A partir de estos desarrollos, se abre una posibilidad de acción política y de
formas de intervención/articulación desde posiciones situadas, parciales, precarias
que puedan funcionar como ‘anclaje’ de la acción. La propuesta de Haraway (1995)
incluye la responsabilidad por las formas de conocer así como la posibilidad de
conexiones impensadas para la reflexión y acción política. No hay fundamentos
últimos para la acción política (o de intervención) dado que se remite a la
imposibilidad de conocer la realidad; pero hay fundamentos parciales, producto
de conocimientos situados y fijaciones momentáneas que nos permiten guiar
una acción política hacia la transformación de situaciones que son vistas, desde
posiciones concretas, como problemáticas.
Según estas perspectivas, cada posición de sujeto asume una perspectiva
parcial. En oposición a la ‘objetividad fuerte’ de Harding (1993) que emergería a
través de la constitución de un ‘sujeto feminista’ (Harding hace un paralelismo
entre la clase obrera y el sujeto feminista) se abrirían una multiplicidad de
objetividades derivadas de las posiciones de sujeto que se generan en un entramado
de relaciones determinado. Del mismo modo que el sujeto obrero o feminista no
esta en una mejor posición de conocimiento de la realidad, tampoco el interventor.
No hay actores sociales que puedan comprender “mejor” la realidad que otros,
sólo hay cabida para la diferencia que es lo que posibilita la conexión. Esto implica
que la figura del/la interventor/a como ente privilegiado para conocer
(diagnosticar) la realidad e idear formas de mejora de esa realidad (López Cabanas
& Chacón, 1997) o como intelectual de vanguardia capaz de ayudar a develar las
relaciones de opresión (Althusser, 1965), se cuestiona, reconsiderándose la
posición de Intervención como una de las múltiples posiciones de sujeto que se
involucra en articulaciones en las que se define qué es lo problemático y cuáles
son las formas de transformación social.
La revisión crítica a la comprensión del conocimiento como forma de develar
la verdad en su vertiente de realidad transparente visualizada gracias a las
metodologías científicas nos lleva a la erosión de un punto de vista privilegiado
desde el cual es posible señalar cuáles son los problemas sociales que ciertos
agentes padecen. La principal consecuencia de este movimiento teórico es ayuda
a cuestionar el tipo de relaciones que se pueden establecer entre agentes con
diferencias en la capacidad de “conocer”. La implicación de asumir la alternativa
propuesta lleva a que en procesos de intervención social se realicen afirmaciones
concretas, desde posiciones de sujeto diferentes, en articulaciones en las que
ciertos significados son precariamente fijados. Desde estas fijaciones es posible
dar significado a aquello que es visto como “digno de transformación” y llevar a
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
CONOCIMIENTO SITUADO Y ACCIÓN

cabo acciones de transformación de prácticas y significados. En este sentido, la 305


tarea de quien tiene la posición de ‘agente externo/a’-en lugar de proveer la solución

ARTICULOS
a problemas estudiados o promover la concientización desde una posición de
conocimiento privilegiada -, consiste en incorporarse como agente en las redes
de articulaciones que emergen en contextos específicos. Estas redes, como
se ha apuntado anteriormente, no están exentas de relaciones de poder y
autoridad donde se fraguan las negociaciones de los significados posibles en
un campo pero su adopción permite nuevas posibilidades de relación a la clásica
diferenciación bipolar entre interventores/as e intervenidos/as.
En el caso de la intervención social proponemos que la definición de
“aquello que es digno de transformación” sea hecha a partir de las articulaciones
donde participen diferentes posiciones de sujeto, incluyendo quienes están
definidos/as como interventores/as, personas afectadas, grupos, asociaciones
y organizaciones preocupadas por la temática a tratar, instituciones, etc. y en
las que sea posible negociar construcciones de lo que puede ser visto, desde
diferentes posturas (conocimientos situados) como problemático. Para la
definición de “lo que es necesario transformar” es importante promover
conexiones donde se fijen significados a partir de dichas negociaciones. Éstas
estarán, a su vez, enmarcadas en contextos de relaciones de poder, autoridad,
intereses, institucionalización, alianzas, etc., y será este contexto el que dibuje
los límites y las posibilidades de los procesos de definición. En este sentido,
la delimitación de qué es un ‘problema social’ se dará en el seno de las
conexiones parciales que permitan, desde puntos nodales específicos, construir
condiciones como problemáticas o dignas de cambio, es decir, la acción de
definición, en estos términos, será un asunto político (Mouffe, 1992).
Para concluir, esbozaremos algunas implicaciones que pueden extraerse
de la asunción de estas perspectivas en la intervención social:
- Partiendo de estas premisas se hace necesario (en el sentido de que no está
dado de antemano) responsabilizarse por las formas de ver la realidad social.
Las posiciones involucradas deben hacerse cargo de las versiones de la realidad
que ponen en juego en tanto que son conceptualizadas como parciales.
- Ofrece la posibilidad de expresar “visiones” parciales y encarnadas sobre
los fenómenos a tratar en contextos concretos de intervención desde lugares
materiales y semióticos contingentes y específicos.
- Se sostiene que la realidad y su conocimiento son contingentes a cada
posición de sujeto. Por lo tanto, no hay una realidad última a ser representada
o posición privilegiada desde la cual definir actores, problemas y acciones.
- Desde su posición en la red de articulaciones, el/la profesional se involucra
en la articulación (producto de la conexión de múltiples posiciones de sujeto
y sus conocimientos situados).
- Al asumir que cada agente, incluyendo el equipo profesional, tiene un
conocimiento parcial, se enfatiza en la búsqueda de puntos de acuerdo y de
compromiso más que la revelación o la concientización.
Rev Interam Psicol 37(2), 2003
MARISELA MONTENEGRO MARTÍNEZ & JOAN PUJOL TARRÈS

306 - Lo que es definido como problemático involucra el proceso de articulación


y de dar significado (hegemonía) tanto a posiciones de sujeto como a “aquello
ARTICULOS

digno de transformación”.
- En este sentido, se busca rescatar la potencia crítica de los desarrollos
marxistas para tomar acciones que transformen lo que es visto, desde
articulaciones particulares, como problemático.
- Es posible la construcción de espacios sociales y políticos que respondan a
las demandas de las diferentes posiciones de sujeto que participan en la
articulación.

Referencias

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Marisela Montenegro-Martínez. Venezuelan Psychologist. Ph.D, in Social Psychology


(Universitat Autónoma de Barcelona, Spain), with a dissertation about “Knowledge, agents
and articulations: A situated view of social intervention”. Her research concerns critical
epistemology and applied psychology. She has also worked in participatory action-research
processes in Caracas, Venezuela (her country), and in Barcelona (Spain). She has published
several papers containing critical reflections about intervention practices.
Joan Pujol Tarrès. Profesor Titular en la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha trabajado
como profesor en la Universidad de Huddersfield (Reino Unido) y realizado estancias de
investigación en la Universidad de Reading (Reino Unido, gracias a una beca Batista i
Roca). Su principal línea de investigación ha consistido en el análisis del discurso
tecnocientífico y su área presente de trabajo combina perspectivas discursivas y materiales
en el análisis de temas sociales.

Rev Interam Psicol 37(2), 2003


Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad No 244,
marzo-abril de 2013, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

«Consenso de El «Consenso de los Commodities»

los Commodities» subraya el ingreso de América Latina


en un nuevo orden económico y
y lenguajes político-ideológico, sostenido por el
de valoración en boom de los precios internacionales
América Latina de las materias primas y los bienes de
consumo demandados cada vez más
por los países centrales y las potencias
emergentes. Este orden va consolidando
un estilo de desarrollo neoextractivista
que genera ventajas comparativas,
visibles en el crecimiento económico, al
tiempo que produce nuevas asimetrías
y conflictos sociales, económicos,
ambientales y político-culturales.
Tal conflictividad marca la apertura
de un nuevo ciclo de luchas, centrado
en la defensa del territorio y del ambiente,
así como en la discusión sobre los
modelos de desarrollo y las fronteras
Maristella Svampa mismas de la democracia.

■■ Introducción

En el último decenio, América Latina realizó el pasaje del Consenso de Washing-


ton, asentado sobre la valorización financiera, al «Consenso de los Commodities»,
basado en la exportación de bienes primarios en gran escala. En este artículo

Maristella Svampa: es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (Co-


nicet) y profesora de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Palabras claves: neoextractivismo, desarrollismo, megaminería, commodities, lenguajes de valo-
ración, giro ecoterritorial, ambientalismo, América Latina.
Nota de la autora: este artículo retoma varias ideas planteadas en el libro compilado por Gabriela
Massuh: Renunciar al bien común. Extractivismo y (pos)desarrollo en América Latina (Mardulce, Bue-
nos Aires, 2012) y en un texto publicado en la revista del Observatorio Social de América Latina
(«Consenso de los Commodities, giro ecoterritorial y pensamiento crítico latinoamericano» en osal
No 32, 9/2012). Para la expresión «Consenso de los Commodities», me he inspirado libremente en el
título de un editorial de la revista Crisis de julio de 2011, <www.revistacrisis.com.ar/El-consenso-
de-los-commodities.html>.
31 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

utilizamos el concepto de commodities en un sentido amplio, como «produc-


tos indiferenciados cuyos precios se fijan internacionalmente»1, o como «pro-
ductos de fabricación, disponibilidad y demanda mundial, que tienen un
rango de precios internacional y no requieren tecnología avanzada para su
fabricación y procesamiento»2. Ambas definiciones incluyen desde materias
primas a granel hasta productos semielaborados o industriales. Para el caso
de América Latina, la demanda de commodities está concentrada en produc-
tos alimentarios, como el maíz, la soja y el trigo, así como en hidrocarburos
(gas y petróleo), metales y minerales (cobre, oro, plata, estaño, bauxita, zinc,
entre otros)3.

Así, si bien es cierto que la explotación y exportación de materias primas no


son actividades nuevas en América Latina, resulta claro que en los últimos
años del siglo xx, en un contexto de cambio del modelo de acumulación, se
ha intensificado notoriamente la expansión de megaproyectos tendientes al
control, la extracción y la exportación de bienes naturales, sin mayor valor
agregado. Por ende, lo que de modo general aquí denominamos «Consenso
de los Commodities» subraya el ingreso en un nuevo orden, a la vez económi-
co y político-ideológico, sostenido por el boom de los precios internacionales
de las materias primas y los bienes de consumo cada vez más demandados
por los países centrales y las potencias emergentes, lo cual genera indudables
ventajas comparativas visibles en el crecimiento económico y el aumento de
las reservas monetarias, al tiempo que produce nuevas asimetrías y profun-
das desigualdades en las sociedades latinoamericanas.

En términos de consecuencias, el «Consenso de los Commodities» es un proce-


so complejo y vertiginoso que debe ser leído desde una perspectiva múltiple, a
la vez económica y social, política e ideológica, cultural y ambiental. En razón
de ello, para ilustrar esta problemática proponemos al lector una presentación
en tres partes. En primer lugar, avanzaremos en una conceptualización de lo
que entendemos por «Consenso de los Commodities» y las formas que asume el

1. Andrés Wainer: «Inserción argentina en el comercio mundial: de la restricción externa al desa-


rrollo económico» en Realidad Económica No 264, 11-12/2011, p. 77, disponible en <www.iade.org.
ar/uploads/c87bbfe5-d90c-6211.pdf>.
2. «Los commodities» en Mundo Finanzas, 12/6/2012, <www.mundofinanzas.es/finanzas/los-commo
dities/>.
3. Es interesante observar cómo, a escala mundial, «la geografía de la extracción es muy diferen-
te a la geografía del consumo». Por ejemplo, América Latina produce 26,2% de la bauxita en el
mundo, pero solo consume 2,9%; en cuanto al cobre, produce 45,1% y consume 6,1%; respecto del
oro, produce 15,2% del total mundial y consume 3%. Cita y datos extraídos de Horacio Machado
Aráoz: Naturaleza mineral. Una ecología política del colonialismo moderno, tesis de doctorado, Facul-
tad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca, Catamarca, 2012.
Nueva Sociedad 244 32
Maristella Svampa

actual estilo de desarrollo neoextractivista. En segundo lugar, proponemos un


recorrido breve por lo que hemos denominado el «giro ecoterritorial», como
expresión de los nuevos lenguajes de valoración que atraviesan las luchas so-
cioambientales en el continente. En fin, cerraremos con una referencia a los
desafíos que hoy afronta gran parte de las organizaciones sociales y del pen-
samiento crítico latinoamericano.

■■ Hacia una conceptualización de la nueva fase

En primer lugar, desde el punto de vista económico y social, la demanda de


commodities ha originado un importante proceso de reprimarización de las
economías latinoamericanas, al acentuar la reorientación de estas hacia ac-
tividades primarias extractivas o maquilas, con escaso valor agregado 4. Esta
dinámica regresiva se ve agravada por el ingreso de potencias emergentes,
como es el caso de China, país que de modo acelerado se va imponiendo
como un socio desigual en lo que respecta al intercambio comercial con la
región5. Asimismo, este proceso de reprimarización viene también acompa-
ñado por una tendencia a la pérdida de soberanía alimentaria, hecho ligado
a la exportación de alimentos en gran escala cuyo destino es el consumo ani-
mal o, de modo creciente, la producción de biocombustibles, lo cual compren-
de desde la soja hasta los cultivos de palma o los fertilizantes.

En segundo lugar, desde el punto de vista de la lógica de acumulación, el nue-


vo «Consenso de los Commodities» conlleva la profundización de la dinámica
de desposesión6 o despojo de tierras, recursos y territorios y produce nuevas y
peligrosas formas de dependencia y dominación. Entre los elementos comunes
de esta dinámica podemos destacar la gran escala de los emprendimien-
tos, la tendencia a la monoproducción o la escasa diversificación económica

4. Tal como observa Ariel Slipak, el concepto de reprimarización alude a un proceso complejo.
«Parece haber consenso en que la reprimarización significa una reorientación de los recursos
de una economía, o de su perfil productivo, hacia actividades con reducido contenido de valor
agregado, predominantemente las primario-extractivas, aunque podemos incluir a la activi-
dad de ensamblaje y otros procesos industriales con escasa utilización de conocimientos». A.
Slipak: «De qué hablamos cuando hablamos de reprimarización», 2012, mimeo.
5. En la actualidad, las exportaciones de América Latina hacia China se concentran sobre todo en
productos agrícolas y minerales. «Así, para el año 2009 las exportaciones de cobre, hierro y soja
representaban 55,7% de las exportaciones totales de la región al país oriental. Al mismo tiempo,
los productos que China coloca en América Latina son principalmente manufacturas que cada
vez poseen mayor contenido tecnológico». A. Slipak: «Las relaciones entre China y América Lati-
na en la discusión sobre el modelo de desarrollo de la región. Hacia economías reprimarizadas»
en Iberoamérica Global vol. 5 No 1, en prensa.
6. David Harvey: «El ‘nuevo imperialismo’: acumulación por desposesión» en Socialist Register,
2004, disponible en <bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/social/harvey.pdf>.
33 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

© Nueva Sociedad / Isidro Esquivel 2013


Nueva Sociedad 244 34
Maristella Svampa

y una lógica de ocupación de los territorios claramente destructiva. En efecto,


en función de una mirada productivista y eficientista del desarrollo, se alienta
la descalificación de otras lógicas de
Entre los elementos comunes de valorización de los territorios, los cua-
les son considerados como social-
esta dinámica podemos
mente vaciables, o lisa y llanamente
destacar la gran escala de los como «áreas de sacrificio», en aras
emprendimientos, la tendencia a del progreso selectivo.

la monoproducción y una lógica


No es casual que una parte impor-
de ocupación de los territorios tante de la literatura crítica de Amé-
claramente destructiva n rica Latina considere que el resultado
de estos procesos es la consolidación
de un estilo de desarrollo neoextractivista , que puede ser definido como aquel
7

patrón de acumulación basado en la sobreexplotación de recursos naturales, en


gran parte no renovables, así como en la expansión de las fronteras hacia terri-
torios antes considerados como «improductivos». El neoextractivismo instala
una dinámica vertical que irrumpe en los territorios y a su paso va desestruc-
turando economías regionales, destruyendo biodiversidad y profundizando de
modo peligroso el proceso de acaparamiento de tierras, al expulsar o desplazar
a comunidades rurales, campesinas o indígenas, y violentando procesos de
decisión ciudadana.

Así caracterizado, el neoextractivismo desarrollista contempla actividades


consideradas tradicionalmente como tales (minería y explotación de hidrocar-
buros) y aquellas ligadas al nuevo sistema agroalimentario, como los agronego-
cios o la producción de biocombustibles8. Incluye también aquellos proyectos de
infraestructura previstos por la Iniciativa para la Integración de la Infraestruc-
tura Regional Suramericana (iirsa), programa consensuado por varios go-
biernos latinoamericanos en el año 2000 en materia de transporte (hidrovías,
puertos, corredores bioceánicos, entre otros), energía (grandes represas hidro-

7. Eduardo Gudynas: «Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo» y Jürgen Schuldt y Alberto
Acosta: «Petróleo, rentismo y subdesarrollo. ¿Una maldición sin solución?» en aavv: Extractivis-
mo, política y sociedad, caap/claes, Quito, 2009. Maristella Svampa: «Néo-‘développementisme’
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mo y redistribución en los procesos de cambio» en Aldeah, < www.aldeah.org/es/raul-zibechi-
tensiones-entre-extractivismo-y-redistribucion-en-los-procesos-de-cambio-de-america-lat>,
20/1/2011; G. Massuh: Renunciar al bien común. Extrativismo y (pos) desarrollo en América Latina,
Mardulce, Buenos Aires, 2012.
8. E. Gudynas: ob. cit.
35 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

eléctricas) y comunicaciones, cuyo objetivo estratégico es facilitar la extracción


y exportación de las materias primas hacia sus puertos de destino.

La escala de los emprendimientos nos advierte también sobre la gran en-


vergadura de las inversiones (se trata de actividades capital-intensivas y no
trabajo-intensivas), así como sobre el carácter de los actores involucrados y la
concentración económica (grandes corporaciones transnacionales)9. En razón
de ello y de modo similar al pasado, este tipo de emprendimientos tiende a
consolidar enclaves de exportación asociados a una lógica neocolonial, que
generan escasos encadenamientos productivos endógenos, operan una fuerte
fragmentación social y regional y van configurando espacios socioproduc-
tivos dependientes del mercado internacional. Así, la megaminería a cielo
abierto, la expansión de la frontera petrolera y energética (que incluye tam-
bién la explotación de gas no convencional o shale gas, con la tan cuestionada
metodología del fracking), la construcción de grandes represas hidroeléctri-
cas, la expansión de la frontera pesquera y forestal, en fin, la generalización
del modelo de agronegocios (soja y biocombustibles), constituyen las figuras
emblemáticas del neoextractivismo desarrollista.

Por otro lado, la misma expresión «Consenso de los Commodities» conlleva


una carga no solo económica sino también político-ideológica, pues alude a la
idea de que existiría un acuerdo –tácito, aunque, con el paso de los años, cada
vez más explícito– acerca del carácter irrevocable o irresistible de la actual di-
námica extractivista, dada la conjunción entre la creciente demanda global
de bienes primarios y las riquezas existentes, potenciada por la visión «el-
doradista» de una América Latina como lugar por excelencia de abundantes
recursos naturales. Esta conjunción, que en economía adopta el nombre tra-
dicional de «ventajas comparativas»10, ha ido cimentando las bases de una
ilusión desarrollista que recorre, más allá de las diferencias y los matices, el
conjunto de los países latinoamericanos.

9. Colectivo Voces de Alerta: 15 mitos y realidades sobre la minería transnacional en Argentina, El


Colectivo / Herramienta, Buenos Aires, 2011.
10. Recordemos que, en la actualidad, son varios los defensores del modelo extractivo que eluden
la crítica tradicional, realizada en otras épocas por la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (Cepal, v. Raúl Prebisch: Capitalismo periférico. Crisis y transformación, Fondo de Cultu-
ra Económica, México, df, 1981), acerca del «deterioro de los términos de intercambio» como cierre
y destino final del ciclo económico, pues consideran que perdió vigencia, en función de la creciente
demanda de materias primas y el alza de los commodities, así como de la consolidación de una de-
terminada matriz energética y civilizatoria, asentada sobre el consumo creciente de combustibles
fósiles. Otros argumentan que la exportación de productos primarios es lo que permite generar las
divisas para redistribuir el ingreso y crecer sobre la base de una estrategia mercadointernista, o
bien para reorientarlas hacia actividades con mayor contenido de valor agregado.
Nueva Sociedad 244 36
Maristella Svampa

De este modo, nos interesa subrayar que, más allá de las diferencias entre los
regímenes políticos hoy existentes, el «consenso» sobre el carácter irresisti-
ble de la inflexión extractivista terminaría por funcionar como un umbral u
horizonte histórico-comprensivo respecto de la producción de alternativas
y suturaría así la posibilidad misma de un debate. La aceptación –tácita o
explícita– de tal «consenso» contribuye a instalar un nuevo escepticismo o
ideología de la resignación que refuerza, en el límite, la «sensatez y razonabi-
lidad» de un capitalismo progresista, al imponer la idea de que no existirían
otras alternativas al actual estilo de desarrollo extractivista. En consecuencia,
todo discurso crítico u oposición radical terminaría por instalarse en el cam-
po de la antimodernidad o la negación del progreso, o simplemente en el de
la irracionalidad y el fundamentalismo ecologista.

Sin embargo, la actual etapa puede leerse tanto en términos de rupturas como
de continuidades en relación con el anterior periodo del Consenso de Washing-
ton. Ruptura, pues existen elementos importantes de diferenciación respecto
de los años 90. Recordemos que el Consenso de Washington colocó en el centro
de la agenda la valorización financiera y conllevó una política de ajustes y pri-
vatizaciones, lo cual terminó por redefinir el Estado como un agente metarre-
gulador. Asimismo, operó una suerte de homogeneización política en la región,
marcada por la identificación o fuerte cercanía con las recetas del neolibera-
lismo. A diferencia de ello, en la actualidad, el «Consenso de los Commodi-
ties» coloca en el centro la implementación masiva de proyectos extractivos
orientados a la exportación y establece así un espacio de mayor flexibilidad en
cuanto al rol del Estado. Esto permite el despliegue y la coexistencia entre go-
biernos progresistas, que han cuestionado el consenso neoliberal en su versión
ortodoxa, y aquellos otros gobiernos que continúan profundizando una matriz
política conservadora en el marco del neoliberalismo.

Pero también hay continuidades, ya que existen claras líneas de filiación en-
tre los 90 y la actualidad, que remiten a diferentes planos. Por un lado, una de
las continuidades se vincula al mantenimiento de las bases normativas y jurí-
dicas que permitieron la actual expansión del modelo extractivista, al garan-
tizar «seguridad jurídica» a los capitales y una alta rentabilidad empresarial.
Asimismo, aun en los casos en que el Estado adopta un rol activo (a través de
las expropiaciones), durante la etapa de los commodities las nuevas normativas
tienden a confirmar la asociación con los capitales transnacionales.

En un plano general, la confirmación de América Latina como una «econo-


mía adaptativa» respecto de los diferentes ciclos de acumulación y, por ende,
37 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

la aceptación del lugar que la región ocupa en la división global del trabajo
constituyen uno de los núcleos duros que atraviesan sin solución de con-
tinuidad el Consenso de Washington y el «Consenso de los Commodities»,
más allá de que los gobiernos progresistas enfaticen una retórica industrialista
y emancipatoria que reivindica la autono-
mía económica y la soberanía nacional, y de En nombre de las
que postulen la construcción de un espacio «ventajas comparativas»,
político latinoamericano. En nombre de las
los gobiernos progresistas,
«ventajas comparativas» o de la pura subor-
dinación al orden geopolítico mundial, se- así como aquellos más
gún los casos, los gobiernos progresistas, así conservadores, tienden
como aquellos más conservadores, tienden a
a aceptar como «destino»
aceptar como «destino» el nuevo «Consenso
de los Commodities», que históricamente ha el nuevo «Consenso de
reservado a América Latina el rol de ex- los Commodities» n
portador de naturaleza, minimizando las
enormes consecuencias ambientales, los efectos socioeconómicos (los nuevos
marcos de la dependencia y la consolidación de enclaves de exportación) y su
traducción política (disciplinamiento y formas de coerción sobre la población).

Por último, pese a la tendencia a querer erigirse en «discurso único», el «Con-


senso de los Commodities» aparece atravesado por una serie de ambivalencias,
contradicciones y paradojas, ligadas de manera abierta a la enorme y creciente
conflictividad socioambiental que la dinámica extractivista genera, así como
también a los múltiples cruces existentes entre dinámica neoliberal, concepción
del desarrollo, izquierdas y progresismo populista. En efecto, tradicionalmen-
te, en América Latina, gran parte de las izquierdas y del progresismo populis-
ta suelen sostener una visión productivista del desarrollo, que privilegia una
lectura en términos de conflicto entre capital y trabajo, y tiende a minimizar o
coloca escasa atención en las nuevas luchas sociales concentradas en la defensa
del territorio y los bienes comunes. En este marco político-ideológico tan cega-
do por la visión productivista y tan refractario a los principios del paradigma
ambiental, la actual dinámica de desposesión se convierte en un punto ciego,
no conceptualizable. Como consecuencia de ello, las problemáticas socioam-
bientales son consideradas como una preocupación secundaria o lisa y llana-
mente sacrificable, en vistas de los graves problemas de pobreza y exclusión de
las sociedades latinoamericanas.

En la visión progresista, el «Consenso de los Commodities» aparece asociado a


la acción del Estado como productor y regulador, así como a una batería de
Nueva Sociedad 244 38
Maristella Svampa

políticas sociales dirigidas a los sectores más vulnerables, cuya base misma
es la renta extractivista (petróleo, gas y minería). Ciertamente, no es posible
desdeñar la recuperación de ciertas herra-
No es posible desdeñar mientas y capacidades institucionales por
parte del Estado, que ha vuelto a erigirse
la recuperación de ciertas
en un actor económico relevante y, en cier-
herramientas y capacidades tos casos, en un agente de redistribución.
institucionales por parte Sin embargo, en el marco de las teorías de
del Estado, que ha vuelto la gobernanza mundial, que tienen por
base la consolidación de una nueva insti-
a erigirse en un actor tucionalidad a partir de marcos suprana-
económico relevante n cionales o metarreguladores, la tendencia
no es precisamente a que el Estado nacio-
nal devenga un «megaactor», o a que su intervención garantice cambios de
fondo. Al contrario, la hipótesis de máxima apunta al retorno de un Estado
moderadamente regulador, capaz de instalarse en un espacio de geometría
variable, esto es, en un esquema multiactoral (de complejización de la socie-
dad civil, ilustrada por movimientos sociales, ong y otros actores), pero en
estrecha asociación con los capitales privados multinacionales, cuyo peso
en las economías nacionales es cada vez mayor. Ello coloca límites claros a
la acción del Estado nacional, y un umbral inexorable a la propia demanda
de democratización de las decisiones colectivas por parte de las comunida-
des y poblaciones afectadas por los grandes proyectos extractivos.

Tampoco hay que olvidar que el retorno del Estado en sus funciones redistri-
butivas se afianza sobre un tejido social muy vulnerable, lo que fue acentuado
por las transformaciones de los años neoliberales, y que las actuales políticas
sociales se presentan en muchos casos en continuidad –abierta o solapada– con
aquellas políticas compensatorias difundidas en los años 90 mediante las rece-
tas del Banco Mundial (bm). En este contexto, y mal que le pese, el neodesarro-
llismo progresista comparte con el neodesarrollismo liberal tópicos y marcos
comunes, aun si busca establecer notorias diferencias en cuanto a las esferas
de democratización.

Los escenarios latinoamericanos más paradójicos del «Consenso de los Commo-


dities» son los que presentan Bolivia y Ecuador. El tema no es menor, dado que
ha sido en estos países donde, en el marco de fuertes procesos participativos,
se han ido pergeñando nuevos conceptos-horizonte como los de descoloni-
zación, Estado plurinacional, autonomías, «buen vivir» y derechos de la na-
turaleza. Sin embargo, y más allá de la exaltación de la visión de los pueblos
39 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

originarios en relación con la naturaleza (el «buen vivir»), inscripta en el plano


constitucional, en el transcurrir del nuevo siglo y con la consolidación de es-
tos regímenes, otras cuestiones fueron tomando centralidad, vinculadas a la
profundización de un neodesarrollismo extractivista.

Sea en el lenguaje crudo de la desposesión (neodesarrollismo liberal) o en


aquel que apunta al control del excedente por parte del Estado (neodesarro-
llismo progresista), el actual estilo de desarrollo se apoya sobre un paradigma
extractivista, se nutre de la idea de «oportunidades económicas» o «ventajas
comparativas» proporcionadas por el «Consenso de los Commodities», y des-
pliega ciertos imaginarios sociales (sobre la naturaleza y el desarrollo) que
desbordan las fronteras político-ideológicas que los años 90 habían erigido.
Así, por encima de las diferencias que es posible establecer en términos polí-
tico-ideológicos y de los matices que podamos hallar, tales posiciones reflejan
la tendencia a consolidar un modelo de apropiación y explotación de los bie-
nes comunes que avanza sobre las poblaciones con una lógica vertical (desde
arriba hacia abajo), colocando en un gran tembladeral los avances producidos
en el campo de la democracia participativa e inaugurando un nuevo ciclo de
criminalización y violación de los derechos humanos.

En suma, fuera de toda linealidad, desde esta perspectiva múltiple, el «Con-


senso de los Commodities» va configurando un espacio de geometría variable
en el cual es posible operar una suerte de movimiento dialéctico, que sinte-
tiza las continuidades y rupturas en un nuevo escenario que legítimamente
puede caracterizarse como posneoliberal, sin que esto signifique empero la
salida del neoliberalismo11.

■■ Territorio y lenguajes de valoración12

Una de las consecuencias de la actual inflexión extractivista ha sido la explo-


sión de conflictos socioambientales que tienen por protagonistas a organiza-
ciones indígenas y campesinas, así como de nuevas formas de movilización
y participación ciudadana, centradas en la defensa de los bienes naturales, la
biodiversidad y el ambiente.

Entendemos por conflictos socioambientales aquellos ligados al acceso y


control de los bienes naturales y el territorio, que suponen, por parte de los

11. Algunos hablan de «posneoliberalismo neodesarrollista». M. Féliz: «Neoliberalismos, neode-


sarrollismo y proyectos contrahegemónicos en Suramérica» en Astrolabio No 7, 2011.
12. Retomamos aquí el concepto de Joan Martínez-Alier: El ecologismo de los pobres. Conflictos am-
bientales y lenguajes de valoración, Icaria Antrazo, Barcelona, 2004.
Nueva Sociedad 244 40
Maristella Svampa

actores enfrentados, intereses y valores divergentes en torno de ellos, en un


contexto de gran asimetría de poder. Estos conflictos expresan diferentes con-
cepciones sobre el territorio, la naturaleza y el ambiente, al tiempo que van
estableciendo una disputa acerca de lo que se entiende por desarrollo y, de
manera más general, por democracia. Ciertamente, en la medida en que los
múltiples megaproyectos tienden a reconfigurar el territorio en su globalidad,
no solo se ponen en jaque las formas económicas y sociales existentes, sino tam-
bién el alcance mismo de la democracia, pues esos proyectos se imponen sin el
consenso de las poblaciones y generan
La explosión de conflictos así fuertes divisiones en la sociedad y
socioambientales una espiral de criminalización y repre-
sión de las resistencias.
ha tenido como correlato
la ambientalización de las En este contexto, la explosión de con-
luchas indígenas y flictos socioambientales ha tenido como
correlato aquello que Enrique Leff lla-
campesinas y la emergencia
mara la «ambientalización de las lu-
de un pensamiento chas indígenas y campesinas y la emer-
ambiental latinoamericano n gencia de un pensamiento ambiental
latinoamericano»13. En este entramado
también se insertan los nuevos movimientos socioambientales, rurales y ur-
banos (en pequeñas y medianas localidades), de carácter policlasista, carac-
terizados por un formato asambleario y una importante demanda de auto-
nomía. Asimismo, juegan un rol no menor ciertas ong ambientalistas –sobre
todo, pequeñas organizaciones, muchas de las cuales combinan la política de
lobby con una lógica de movimiento social– y diferentes colectivos culturales,
en los cuales abundan intelectuales y expertos, mujeres y jóvenes, que no
solo acompañan la acción de organizaciones y movimientos sociales, sino que
en muchas ocasiones forman parte de ellos. Esto significa que estos actores
deben ser considerados menos como «aliados externos» y mucho más como
actores con peso propio en el interior del nuevo entramado organizacional.

En este contexto, lo más novedoso es la articulación entre actores diferentes


(movimientos indígenas-campesinos, movimientos socioambientales, ong
ambientalistas, redes de intelectuales y expertos, colectivos culturales), que
se traduce en un diálogo de saberes y disciplinas que conduce a la emergen-
cia de un saber experto independiente de los discursos dominantes y a la

13. E. Leff: «La ecología política en América Latina. Un campo en construcción» en Héctor Ali-
monda: Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana, Clacso, Buenos
Aires, 2006.
41 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

valorización de saberes locales, muchos de ellos de raíz campesina-indígena.


Estos lenguajes de valoración acerca de la territorialidad han ido impulsando
la sanción de leyes y normativas, incluso de marcos jurídicos que apuntan
a la construcción de una nueva institucionalidad ambiental, en oposición a las
actuales políticas públicas de corte extractivista.

En términos generales, y por encima de las marcas específicas (que dependen,


en mucho, de los escenarios locales y nacionales), la dinámica de las luchas so-
cioambientales en América Latina da lugar a lo que hemos denominado «giro
ecoterritorial», esto es, un lenguaje común que ilustra el cruce innovador entre
matriz indígena-comunitaria, defensa del territorio y discurso ambientalista:
bienes comunes, soberanía alimentaria, justicia ambiental y «buen vivir» son
algunos de los tópicos que expresan este cruce productivo entre matrices dife-
rentes. En este sentido, es posible hablar de la construcción de marcos comunes
de la acción colectiva, que funcionan no solo como esquemas de interpretación
alternativos, sino como productores de una subjetividad colectiva.

Así, a contrapelo de la visión dominante, los bienes naturales no son com-


prendidos como commodities, esto es, como pura mercancía, pero tampoco
exclusivamente como recursos naturales estratégicos, como apunta a cir-
cunscribir el neodesarrollismo progresista. Por encima de las diferencias,
uno y otro lenguaje imponen una concepción utilitarista que implica el
desconocimiento de otros atributos y valoraciones –que no pueden repre-
sentarse mediante un precio de mercado, aunque algunos lo tengan–. En
contraposición a esta visión, la noción de bienes comunes alude a la necesi-
dad de mantener fuera del mercado aquellos bienes que, por su carácter de
patrimonio natural, social o cultural, pertenecen al ámbito de la comunidad
y poseen un valor que rebasa cualquier precio14.

Resulta imposible hacer una lista de las redes autoorganizativas, nacionales y


regionales de carácter ambiental que hoy existen en América Latina. A título
de ejemplo, podemos mencionar la Confederación Nacional de Comunidades
Afectadas por la Minería (Conacami), nacida en 1999 en Perú; la Unión de
Asambleas Ciudadanas (uac) surgida en Argentina en 2006, que congrega
organizaciones de base que cuestionan la megaminería, el modelo de agrone-
gocios y, de manera más reciente, el fracking; la Asamblea Nacional de Afecta-

14. Plataforma 2012: «Por una verdadera estatización de los recursos energéticos: La crisis de ypf o
el fracaso de una política energética» en Plataforma 2012, <http://plataforma2012.org/2012/05/15/
por-una-verdadera-estatizacion-de-los-recursos-energeticos/>, 15/5/2012.
Nueva Sociedad 244 42
Maristella Svampa

dos Ambientales (anaa) de México, creada en 2008 contra la megaminería, las


represas hidroeléctricas, la urbanización salvaje y las megagranjas industria-
les. Entre las redes transnacionales podemos citar la Coordinadora Andina de
Organizaciones Indígenas (caoi), que desde 2006 agrupa organizaciones de
Perú, Bolivia, Colombia y Chile y aboga por la creación de un Tribunal de De-
litos Ambientales. Por último, son varios los observatorios consagrados a estos
temas, entre ellos, el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambienta-
les (olca), creado en 1991 y con sede en Chile, y el Observatorio de Conflictos
Mineros de América Latina (Ocmal), fundado en 1997 y que articula más de 40
organizaciones, entre las cuales se halla Acción Ecológica de Ecuador.

Entre todas las actividades extractivas, la más cuestionada hoy en América La-
tina es la minería metalífera a gran escala. En efecto, en la actualidad no hay
país latinoamericano con proyectos de minería a gran escala que no tenga con-
flictos sociales que enfrenten a las empresas mineras y el gobierno contra las
comunidades: México, varios países centroamericanos (Guatemala, El Salvador,
Honduras, Costa Rica, Panamá), Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Argentina y
Chile15. Según el Ocmal16, existen actualmente 184 conflictos activos, cinco de
ellos transfronterizos, que involucran a 253 comunidades afectadas a lo largo
de toda la región. Este contexto de conflictividad contribuye directa o indirec-
tamente a la judicialización de las luchas socioambientales y a la violación
de derechos que, en no pocos casos, como
Lo que definimos
en Perú, Panamá y México, ha culminado
como giro ecoterritorial en asesinatos de activistas17.
coloca en debate
En suma, lo que definimos como giro eco-
conceptos tales como los territorial apunta a la expansión de las fron-
de soberanía, democracia teras del derecho al tiempo que expresa
y derechos humanos n una disputa societal en torno de lo que se
entiende o debe entenderse por «verdadero
desarrollo» o «desarrollo alternativo», «sustentabilidad débil o fuerte». Al mis-
mo tiempo, coloca en debate conceptos tales como los de soberanía, democracia
y derechos humanos: en efecto, sea en un lenguaje de defensa del territorio y
los bienes comunes, de los derechos humanos, de los derechos colectivos de los
pueblos originarios, de los derechos de la naturaleza o del «buen vivir», la
demanda de las poblaciones se inscribe en el horizonte de una democracia

15. Colectivo Voces de Alerta: ob. cit.


16. V. «Sistema de información para la gestión comunitaria de conflictos socio-ambientales mine-
ros en Latinoamérica», <http://basedatos.conflictosmineros.net/ocmal_db/>.
17. Ocmal: Cuando tiemblan los derechos. Extractivismo y criminalización en América Latina, Ocmal /
Acción Ecológica, Quito, 2011.
43 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

radical, que incluye la democratización de las decisiones colectivas y, más


aún, del derecho de los pueblos a decir «no» frente a proyectos que afectan
fuertemente las condiciones de vida de los sectores más vulnerables y com-
prometen el porvenir de las futuras generaciones.

■■ Los desafíos para las organizaciones y el pensamiento crítico

El actual proceso de construcción de territorialidad tiene lugar en un espacio


complejo, en el cual se entrecruzan lógicas de acción y racionalidades porta-
doras de valoraciones diferentes. De modo esquemático, puede afirmarse que
existen diferentes lógicas de territorialidad, según nos refiramos a los grandes
actores económicos (corporaciones, elites económicas), a los Estados (en sus di-
versos niveles) o a los diferentes actores sociales organizados o intervinientes en
el conflicto. Las lógicas territoriales de las corporaciones y las elites económicas
se enmarcan en un paradigma economicista, el de la producción de commodities,
que señala la importancia de transformar los espacios donde se encuentran los
bienes naturales en territorios eficientes y productivos. Por su parte, la lógica es-
tatal, en sus diversos niveles, suele insertarse en un espacio de geometría varia-
ble, que apunta a articular una visión de los bienes naturales como commodities
y, al mismo tiempo, como recursos naturales estratégicos (una visión ligada al
control estatal de la renta extractivista), eludiendo toda consideración que inclu-
ya, como proponen movimientos sociales, organizaciones indígenas e intelec-
tuales críticos, una perspectiva en términos de bienes comunes.

Dicho esto, es necesario reconocer la existencia de diferentes obstáculos, vincu-


lados a las dificultades propias de los movimientos y espacios de resistencia,
atravesados a veces por demandas contradictorias, así como por la persistencia
de determinados imaginarios sociales en torno del desarrollo. Así, una de las
dificultades aparece reflejada en la persistencia de una mirada «eldoradista»
sobre los bienes naturales, que se encuentra extendida incluso en comunida-
des indígenas y determinadas organizaciones sociales18.

18. Tomamos esta expresión del sociólogo boliviano René Zavaleta, quien afirmaba que el mito
del excedente «es uno de los más fundantes y primigenios en América Latina». Con ello, el autor
boliviano hacía referencia al mito «eldoradista» que «todo latinoamericano espera en su alma», li-
gado al súbito descubrimiento material (de un recurso o bien natural), que genera el excedente
como «magia», «que en la mayor parte de los casos no ha sido utilizado de manera equilibrada».
Aunque las preocupaciones de Zavaleta poco tenían que ver con la problemática de la sustentabi-
lidad ambiental, creemos legítimo retomar esta reflexión para pensar en el actual retorno de este
mito fundante, de larga duración, ligado a la abundancia de los bienes naturales y sus ventajas,
en el marco de un nuevo ciclo de acumulación. Por ende, entendemos la «visión eldoradista» de
los bienes naturales como una expresión regional de la actual ilusión desarrollista. Ver R. Zava-
leta Mercado: Lo nacional-popular en Bolivia [1986], Plural, La Paz, 2009.
Nueva Sociedad 244 44
Maristella Svampa

Otro de los problemas existentes es la desconexión entre las redes y organiza-


ciones que luchan contra el extractivismo, más ligadas al ámbito rural y a las
pequeñas localidades, y los sindicatos urbanos, que representan a importan-
tes sectores de la sociedad y que en varios países (México, Argentina, Brasil,
entre otros) tienen un fuerte protagonismo social. La falta de puentes entre
estos movimientos es casi total, y ello reenvía también a la presencia de un
fuerte imaginario desarrollista en los trabajadores de las grandes ciudades,
generalmente ajenos a las problemáticas ambientales de las pequeñas y me-
dianas localidades. En todo caso, la lejanía respecto de los grandes nodos
urbanos ha contribuido a reforzar las fronteras entre campo y ciudad, entre
la sierra, la selva y la costa, como en Perú y Colombia; o entre las pequeñas
localidades y las grandes ciudades, como en Argentina, en la medida en que
estos megaproyectos (mineras, agronegocios, represas, fracking, entre otros)
solo afectan de manera indirecta a las ciudades. Esto se ve reforzado por los
procesos de fragmentación territorial, producto de la implementación de pro-
yectos extractivistas y de la consolidación de enclaves de exportación.

En este escenario, el avance del extractivismo es muy vertiginoso, y en no pocos


casos las luchas se insertan en un espacio de tendencias contradictorias, que
ilustran la complementariedad entre izquierdas tradicionales, lenguaje progre-
sista y modelo extractivista. Pese a ello, la colisión entre, por un lado, gobiernos
latinoamericanos y, por el otro, movimientos y redes socioambientales contesta-
tarios en torno a la política extractiva no ha cesado de acentuarse. Asimismo, la
criminalización y la sucesión de graves hechos de represión se han incrementa-
do notoriamente y ya recorren un amplio
El «Consenso de los arco de países, desde México y Centro-
Commodities» abrió américa hasta Perú, Colombia, Ecuador,
Bolivia, Paraguay, Chile y Argentina. En
una brecha, una herida este marco de fuerte conflictividad, la
profunda en el pensamiento disputa por el modelo de desarrollo deviene
crítico latinoamericano, entonces en el verdadero punto de bifur-
cación de la época actual.
que en la década de 1990
mostraba rasgos mucho Por otro lado, no es menos cierto que el
más aglutinantes n «Consenso de los Commodities» abrió
una brecha, una herida profunda en el
pensamiento crítico latinoamericano, que en la década de 1990 mostraba rasgos
mucho más aglutinantes frente al carácter monopólico del neoliberalismo como
usina ideológica. Así, el presente latinoamericano refleja diversas tendencias
políticas e intelectuales, entre aquellos posicionamientos que proponen un
45 Tema Central
«Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina

capitalismo «sensato y razonable», capaz de aunar extractivismo y progre-


sismo, y posicionamientos críticos que cuestionan abiertamente el modelo de
desarrollo extractivista hegemónico.

En un contexto de retorno del concepto de desarrollo como gran relato, y en


sintonía con los cuestionamientos propios de las corrientes indigenistas, el
campo del pensamiento crítico ha retomado la noción de «post-desarrollo»
(elaborada por Arturo Escobar19), así como elementos propios de una concep-
ción «fuerte» de la sustentabilidad. En esta línea, la perspectiva del post-de-
sarrollo ha venido promoviendo valoraciones de la naturaleza que provienen
de otros registros y cosmovisiones (pueblos originarios, perspectiva ambien-
talista, ecocomunitaria, ecofeminista, decoloniales, movimientos ecoterri-
toriales, entre otros). Así, el pensamiento post-desarrollista se asienta hoy
sobre tres ejes-desafíos fundamentales: el primero, el de pensar y estable-
cer una agenda de transición hacia el post-extractivismo. En razón de ello,
en varios países de América Latina ha comenzado a debatirse sobre las al-
ternativas al extractivismo y la necesidad de elaborar hipótesis de transición,
desde una matriz de escenarios de intervención multidimensional20. Una de
las propuestas más interesantes y exhaustivas ha sido elaborada por el Centro
Latinoamericano de Ecología Social (claes), bajo la dirección del uruguayo
Eduardo Gudynas21, y plantea que la transición requiere de un conjunto de
políticas públicas que permitan pensar de manera diferente la articulación
entre cuestión ambiental y cuestión social.

Asimismo, Gudynas considera que un conjunto de «alternativas» dentro del


desarrollo convencional sería insuficiente frente al extractivismo, con lo cual
es necesario pensar y elaborar «alternativas al desarrollo». Por último, subraya
que se trata de una discusión que debe ser encarada en términos regionales y
en un horizonte estratégico de cambio, en el orden de aquello que los pueblos
originarios han denominado «buen vivir». En un interesante ejercicio para el
caso peruano, los economistas Pedro Francke y Vicente Sotelo22 demostraron
la viabilidad de una transición al post-extractivismo a través de la conjunción

19. A. Escobar: «El post-desarrollo como concepto y práctica social» en Daniel Mato (coord.): Po-
líticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización, Facultad de Ciencias Económicas
y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2005, pp. 17-31.
20. Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo de la Fundación Rosa Luxem-
burg: Más allá del desarrollo, América Libre, Quito, 2012.
21. E. Gudynas: ob. cit.
22. P. Francke y V. Sotelo: «¿Es económicamente viable una economía post extractivista en el
Perú?» en Alejandra Alayza y E. Gudynas (eds.): Transiciones. Post extractivismo y alternativas al
extractivismo en el Perú, Cepes, Lima, 2011.
Nueva Sociedad 244 46
Maristella Svampa

de dos medidas: reforma tributaria (mayores impuestos a las actividades ex-


tractivas o impuestos a las sobreganancias mineras) para lograr una mayor
recaudación fiscal, y una moratoria minera-petrolera-gasífera, respecto de los
proyectos iniciados entre 2007 y 2011.

El segundo eje se refiere a la necesidad de indagar a escala local y regional en


las experiencias exitosas de alterdesarrollo. En efecto, es sabido que, en el cam-
po de la economía social, comunitaria y solidaria latinoamericana existe todo
un abanico de posibilidades y experiencias que es necesario explorar. Pero ello
implica una previa y necesaria tarea de valoración de esas otras economías, así
como una planificación estratégica que apunte a potenciar las economías locales
alternativas (agroecología, economía social, entre otras), que recorren de modo
disperso el continente. Por último, también exige contar con mayor protago-
nismo popular, así como una mayor intervención del Estado (por fuera de
todo objetivo o pretensión de tutela política).

El tercer gran desafío es avanzar en una idea de transformación que dise-


ñe un «horizonte de deseabilidad», en términos de estilos y calidad de vida.
Gran parte de la pregnancia de la noción de desarrollo se debe al hecho de
que los patrones de consumo asociados al modelo hegemónico permean al
conjunto de la población. Nos referimos a imaginarios culturales que se nu-
tren tanto de la idea convencional de progreso como de aquello que debe ser
entendido como «calidad de vida». Más claro: hoy, la definición de qué es
una «vida mejor» aparece asociada a la demanda por la «democratización»
del consumo, antes que a la necesidad de llevar a cabo un cambio cultural
respecto del consumo y la relación con el ambiente, en función de una teoría
diferente de las necesidades sociales.

En fin, son numerosos los desafíos, paradojas y ambivalencias que hoy afron-
ta el pensamiento post-desarrollista, vinculado tanto al proceso de ambienta-
lización de las luchas sociales como, de manera más precisa, a las vertientes
más radicales del pensamiento crítico. No obstante, la discusión sobre el post-
extractivismo se ha abierto, y muy probablemente este sea uno de los grandes
debates no solo en el pensamiento latinoamericano del siglo xxi, sino también
para el conjunto de nuestras sociedades.
Política & Miseria
Una propuesta de debate sobre la relación
entre el modelo extractivo, los planes sociales
y los gobiernos progresistas
Raúl Zibechi
lavaca es una cooperativa de trabajo dedicada a la comunicación social. Editamos
una página web www.lavaca.org que todas las semanas difunde noticias bajo el
lema “anticopyright”. Mensualmente profundizamos estos temas en MU, nuestro
periódico. Impulsamos la creación de medios autogestivos desde nuestra Cátedra
Autónoma de Comunicación Social. Y a través de lavaca Editora compartimos ideas
y reflexiones que ayuden a consolidar estas prácticas.

Edición: al cuidado de Claudia Acuña, por lavaca Editora


Corrección: Graciela Daleo
Foto de tapa: Mónica Bonavía
Diseño: másSustancia

Aranda, Dario
Argentina originaria : genocidios, saqueos y resistencias / Dario Aranda
1a ed. - Buenos Aires : La Vaca Editora, 2010.
168 p. ; 17x24 cm.

ISBN 978-987-21900-6-4

1. Sociología. I. II. Título


CDD 301
5 Introducción
Someter sin luchar: cuatro propuestas para el debate

15 Capítulo 1
La “lucha contra la pobreza” y el imperialismo blando de las oenegés

51 Capítulo 2
De los movimientos a las organizaciones

91 Capítulo 3
La gobernabilidad a escala micro

127 Capítulo 4
El desborde obrero de los 60: las lecciones de un caso testigo

173 Capítulo 5
El triunfo de las multitudes
Introducción
Someter sin luchar:
cuatro propuestas para el debate

El supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar.


Sun Tzu

Aunque atraviesa una profunda crisis estructural, el capitalismo durará tanto tiempo
como los de abajo demoremos en encontrar alternativas sostenibles, o sea capaces
de auto-reproducirse. Ningún sistema desaparece hasta tanto nazca otro capaz de sus-
tituirlo; uno que esté capacitado para cumplir de modo más eficiente las funciones
que no puede seguir realizando el sistema en decadencia. Por esta sencilla razón,
avalada por las transiciones habidas en la historia, es que las elites se empeñan en
impedir que nazcan, crezcan y se expandan formas de vida no capitalistas, capaces
de superar el inevitable aislamiento inicial, para crecer hasta convertirse algún día en
sistema. En esa función, las políticas sociales juegan un papel relevante, insustituible.
Con la excusa de aliviar la pobreza, buscan la disolución de las prácticas no capitalis-
tas y de los espacios en los que ellas suceden, para someterlas a las prácticas estata-
les. El mejor camino es no hacerlo por la violencia, que suele mutarlas en organis-
mos resistentes, sino someterlas suavemente, administrándoles –como antídotos–
relaciones sociales similares a las que dieron vida a esas prácticas no capitalistas.
No importa tanto qué sistema sea el que pueda surgir de la multiplicidad de
prácticas no capitalistas existentes hoy en el mundo. Las clases dominantes perci-
ben/saben que allí anidan peligros que deben atajar, por una elemental cuestión
de sobrevivencia. Ese peligro consiste en las formas de vida heterogéneas que prac-
tican los movimientos en sus territorios autogestionados. Pero los de arriba han

POLÍTICA Y MISERIA 5
aprendido mucho más. Saben que las prácticas alternativas surgen en los márgenes
y en la pobreza. Por eso focalizan allí toda una batería de medidas para controlar-
las y extirparlas, como los conquistadores hace cinco siglos extirpaban las “idolatrí-
as” de los indios. No sólo explotaban su fuerza de trabajo forzándolos a concurrir a
las minas, sino que se empeñaron en desfigurar sus culturas, interferir en sus cos-
movisiones y controlar sus espacios comunitarios para debilitar sus resistencias.
Los opresores siempre se empeñaron en eliminar o controlar los espacios sociales
autónomos de los oprimidos (desde las barracas donde dormían los esclavos hasta
las tabernas, cervecerías y mercados donde concurren las familias proletarias), porque
saben que allí se tejen las rebeliones. En Europa, a fines del siglo XIX se destruyeron
deliberadamente muchos circuitos de la cultura popular “con siniestras consecuen-
cias en el proyecto de disciplinar y domesticar culturalmente al proletariado” (Scott,
2000: 156). Para refrenar la protesta social en América Latina, el espacio estratégico
vital para la sobrevivencia del imperio estadounidense, la cuestión decisiva es con-
trolar y domesticar los espacios donde nació la resistencia al neoliberalismo: las peri-
ferias urbanas y ciertas áreas rurales. El “combate a la pobreza” cumple esa función.
Para la mayoría de las personas el combate a la pobreza es una cuestión de
índole moral que nace de un justificado sentimiento de rechazo a los sufrimien-
tos de sus semejantes. Para las elites es un modo de garantizar la estabilidad y la
gobernabilidad. En los últimos años, en toda América Latina he podido compro-
bar, directamente, cómo las políticas sociales de los más diversos gobiernos divi-
den y neutralizan a los movimientos antisistémicos. En Chiapas, donde cientos
de comunidades zapatistas eran sólidos bastiones de rebeldía, hoy campea la
división porque el gobierno estatal, comandado por el centroizquierdista PRD,
realiza donaciones a las familias que abandonan el movimiento rebelde. En
Argentina, el movimiento piquetero fue diezmado por los planes sociales que
cooptaron organizaciones enteras y aislaron y debilitaron a las que siguieron fir-

6
mes contra el modelo. En Chile, el gobierno entrega tierras selectivamente a las
comunidades mapuche que considera afines, se las niega a aquellas que se
movilizan y, además, les aplica la ley antiterrorista. Y así en todo el continente.
A mi modo de ver, las políticas sociales implican cuatro grandes dificultades
para los movimientos antisistémicos:

1) Instalan la pobreza como problema


y sacan a la riqueza del campo visual
Se ha instalado la idea de que los pobres son el gran problema de las socieda-
des actuales, ocultando así el hecho incontrastable de que el problema central es
la acumulación de capital y de poder en un polo, porque desestabiliza y destru-
ye todo rastro de sociedad. Se estudia a los pobres con la mayor rigurosidad, se
realizan estadísticas, análisis, encuestas y todo tipo de acercamientos a los terri-
torios donde viven los pobres, sin contar con ellos, sin consultarlos ya que se los
considera objetos de estudio. Las academias, los estados y las corporaciones
multinacionales han reunido bibliotecas enteras para tratar de responder qué
hacer con los pobres. En cambio, son raros los estudios sobre los ricos, sobre las
formas de vida en los barrios privados, los modos de hacer de los ejecutivos y
los problemas que crean a la sociedad. Sin embargo, son ellos los que provocan
las crisis, como quedó demostrado durante la crisis financiera de 2008.

2) Eluden los cambios estructurales, congelan


la desigualdad y consolidan el poder de las elites
Apenas dos ejemplos. El gobierno de Lula gasta el 0,5% del PIB en el programa Bolsa
Familia, de transferencias a los sectores más pobres de la sociedad, que perciben unos

POLÍTICA Y MISERIA 7
50 millones de personas. Con la otra mano, gasta el 5% del PIB en intereses de deuda
interna que benefician a unas 20 mil familias. El mismo gobierno que no hace la
reforma agraria, que beneficia al capital financiero que registra las mayores ganan-
cias de la historia de Brasil, consolida de ese modo la desigualdad en el país más
desigual del planeta. En lugar de desarrollar una política económica que le permita
prescindir de las políticas compensatorias, ampliando todos los derechos a todos
los brasileños y hacer la reforma agraria, Lula optó por una política que sigue gene-
rando más y más desigualdad que es “compensada” con pequeñas transferencias.
El otro caso sintomático es el programa Argentina Trabaja recientemente imple-
mentado por el gobierno de Cristina Kirchner. El programa dice inspirarse en la
economía solidaria, promueve la formación de cooperativas que trabajan en obras
públicas por salarios muy superiores a las transferencias que reciben los desocupa-
dos. El diseño del programa es interesante, pero su aplicación busca tres efectos.
Primero, consolidar las relaciones de poder en las periferias de Buenos Aires ya
que privilegia a los intendentes peronistas, base de apoyo del gobierno nacional.
Segundo, consolidar las bases sociales del gobierno favoreciendo a las organizacio-
nes afines, entre las que se destaca del Movimiento Evita. Tercero, aislar a las orga-
nizaciones autónomas que siguen resistiendo, a cuyos militantes se les veta la
posibilidad de integrar cooperativas. El Frente Darío Santillán se ha destacado por
una consecuente actitud: no rechaza el plan Argentina Trabaja sino que se movili-
za para que no quede en manos de las burocracias sociales y estatales.

3) Bloquean el conflicto para


facilitar la acumulación de capital
Toda la arquitectura de las políticas sociales está enfocada a mostrar que sólo se
pueden conseguir demandas sin conflicto. Ya sea porque los beneficios se les

8
entregan prioritariamente a quienes se han especializado en merodear los des-
pachos del poder, o porque el costo social para los que luchan es muy elevado.
El caso del pueblo mapuche de Chile echa luz sobre estas formas de actuación
estatal. Al comienzo de la transición a la “democracia”, el Estado aprobó la Ley
Indígena que promueve y regula la formación de comunidades y asociaciones
indígenas. En la región de la Araucanía se habían formado para 2002 un total
de 1.538 comunidades y 330 asociaciones que obtuvieron personería jurídica y
acceso a los programas públicos. Sin embargo, este conjunto de organizaciones
no sirvió para potenciar la lucha mapuche ya que el tipo de organización creada
“las asemeja a organizaciones propias de la sociedad chilena que en nada tienen
que ver con la organización tradicional mapuche” (Calbucura, 2009: 17). El esta-
do promovió la creación de comunidades legales con un mínimo de diez inte-
grantes lo que ha redundado en fragmentar las organizaciones ancestrales.
En segundo lugar, el reparto de tierras –que es la principal política social
hacia los mapuche– se ha hecho de tal modo que los debilita y divide. La Cor-
poración Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) a través de su Fondo de
Tierras y Aguas Indígenas, ha traspasado desde 1994, unas 200 mil hectáreas a
los mapuche que han favorecido a más de 10 mil familias. La cifra es insuficien-
te ya que se estima que harían falta otras 200 mil hectáreas, pero muchas se
titulan de forma individual y no comunal, dejando fuera a muchas comunida-
des y, además, no existen programas de apoyo. En tercer lugar, la CONADI
entrega tierras como forma de resolver conflictos, pero en muchos casos se ofre-
cen tierras en lugares que implican el traslado de la comunidad de sus tierras de
origen, cuestión que no contribuye a la reconstrucción de los territorios indíge-
nas y genera divisiones internas, aunque libera espacios para la expansión de
los cultivos forestales de las grandes empresas privadas.
Por último, el control estatal de la CONADI hace que se privilegie a algunas

POLÍTICA Y MISERIA 9
comunidades en detrimento de otras, usando las tierras para fortalecer el cliente-
lismo y como forma de pago a testigos protegidos que declaran contra las comu-
nidades más combativas (Informativo Mapuche, 2009). Las políticas sociales del
gobierno de la Concertación generaron división y fragmentación del movimien-
to mapuche, cooptaron a organizaciones y redujeron el explosivo potencial de la
lucha indígena. A los sectores que siguieron resistiendo y ocupando tierras se les
aplicó la ley antiterrorista heredada de la dictadura de Augusto Pinochet. Esas
políticas no disminuyeron la pobreza pero facilitaron la expansión del monocul-
tivo forestal que ya ocupa dos millones de hectáreas en la Araucanía en manos
de tres grandes empresas. El conjunto de las tierras mapuche no llega a 500 mil
hectáreas, donde viven unos 250 mil comuneros en unas dos mil reservas que
son islotes en un mar de pinos y eucaliptos.

4) Disuelven la autoorganización de los de abajo


Es el caso de la implementación por el Estado de la economía solidaria como
política social a través del programa Argentina Trabaja. En los primeros meses
de 2010 el Frente Darío Santillán, junto a otras organizaciones, denunció reitera-
damente el rechazo del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social a
la formación de cooperativas “autónomas del control político de los intenden-
tes” (Prensa de Frente, 2010). Las cooperativas, que deben albergar a 100 mil tra-
bajadores, han sido reservadas para los grupos oficialistas. La economía solida-
ria nació abajo y en resistencia durante el período neoliberal, fue creciendo bajo
diversas formas, desde cooperativas y fábricas recuperadas hasta ferias de true-
que y emprendimientos productivos. En Argentina fueron los grupos piqueteros
y las asambleas barriales quienes más se destacaron por poner en marcha for-
mas autónomas de economía solidaria, a través de la autoorganización.

10
Las políticas sociales como el programa Argentina Trabaja buscan justamente
destruir la autoorganización que es un aspecto clave, determinante, para que la
economía solidaria juegue un papel en la emancipación a partir de la lucha por
la sobrevivencia. Pero la autoorganización tiene algunas características que la dife-
rencian de las organizaciones estadocéntricas como los sindicatos tradicionales:
establece múltiples relaciones hacia todas las direcciones posibles; presenta for-
mas de organización propias, autodeterminadas y no decididas fuera de esos
espacios; son “des-ordenadas” para el observador exterior, lo que equivale a decir
que tienen un orden propio, nacido en el interior de cada experiencia que no
necesariamente se repite en otros espacios similares. En suma, la autoorganización
es autonomía. Eso es precisamente lo que intentan vulnerar los planes sociales al
pretender que se relacionen prioritariamente con el Estado, en una sola dirección
sustituyendo la multiplicidad de vínculos y al imponerles un orden decidido
externamente. Éste es, entre otros, el modo de someterlas a la voluntad estatal,
que es la mejor manera de desfigurarlas. Cuando aceptan esas condiciones, dejan
de ser organizaciones autónomas. Afortunadamente, unas cuantas se resisten.
Por último, coincido con Immanuel Wallerstein en sus dos recientes y contra-
dictorias afirmaciones: los movimientos antisistémicos no podrán hacer gran
cosa en el corto plazo si no se empeñan en acciones defensivas para “disminuir
el sufrimiento” de los trabajadores y de las capas más afectadas por la pobreza;
y, en segundo lugar, la batalla crucial a mediano plazo “no será una batalla
sobre el capitalismo, sino sobre lo que lo sustituirá como sistema social”
(Wallerstein, 2010). Eso supone que no debemos rechazar las políticas sociales
sino exigirles más, en todos los sentidos, pero en particular más democracia,
más participación de los beneficiarios en el diseño, ejecución y control de las
políticas. En algunos países se han producido cambios interesantes, como la
reforma de la salud en Uruguay que ha jugado un papel en la reducción de las

POLÍTICA Y MISERIA 11
desigualdades. Es la excepción, más que la regla.
La cuestión central es, entonces, disminuir el sufrimiento fortaleciendo la organiza-
ción autónoma de los de abajo. A mi modo de ver, esto pasa porque las políticas
públicas apoyen a los movimientos antisistémicos, de tal modo que ese apoyo
redunde en fortalecer los emprendimientos productivos, y de modo muy particular
aquellos que existen en los territorios de la pobreza y están vinculados a la sobera-
nía alimentaria (huertas, comedores, elaboración de alimentos), la salud y la educa-
ción. Muchos grupos de base ya vienen trabajando estos temas pero no cuentan
con el apoyo estatal, y cuando lo tienen se realiza de tal modo que tiende a debilitar
las iniciativas autónomas. Esta batalla entre lo que debemos hacer en el corto plazo
y hacia lo que debemos apuntar en el mediano plazo implica que no hay otro
camino que dotarse de una estrategia sinuosa, pero que a su vez no pierda de vista
lo esencial: el fortalecimiento de los espacios y las prácticas no capitalistas. Para ello
es imprescindible lidiar con las políticas sociales, buscando los modos de usarlas a
nuestro favor. No es sencillo, pero es posible si las conocemos más y mejor.

Este libro, que no tenía previsto escribir, nació de la indignación que me produjo
comprobar cómo los gobiernos progresistas de la región ponen en marcha políticas
sociales que son herederas del “combate a la pobreza” promovido por el Banco
Mundial luego de la derrota de Estados Unidos en Vietnam para frenar, aislar y liqui-
dar a los movimientos populares. Por un lado, siguen siendo políticas focalizadas y
compensatorias que no introducen cambios estructurales. Por otro, buscan lubricar
con esas políticas la gobernabilidad, que va de la mano de la institucionalización de
los movimientos, un buen modo de limar sus aristas antisistémicas. La tercera pata
de estas políticas es la seguridad ciudadana que militariza las periferias urbanas y
criminaliza la protesta de los pobres y, en última instancia, a la pobreza misma.
En Chiapas pude comprender las razones por las que el zapatismo es tan

12
duro con la centroizquierda de Andrés Manuel López Obrador. El gobierno “pro-
gresista” de Chiapas ha ensayado nuevas formas de contrainsurgencia que bus-
can generar un escenario de confrontación entre bases de apoyo zapatistas y
familias no zapatistas, como excusa para hacer intervenir a los paramilitares del
lado de los segundos a fin de aislar y aniquilar a los primeros. En vez de repartir
tierras de hacendados y caciques, entrega las tierras que los zapatistas conquista-
ron luchando luego del 1° de enero de 1994 a organizaciones “sociales” aliadas a
los paramilitares. A este modo de operar debe sumarse el reparto discrecional y
condicionado de alimentos en época de hambre, así como la negación de recur-
sos a las comunidades zapatistas. En Colombia las políticas sociales son parte
del Plan Colombia y están destinadas a consolidar los territorios “recuperados”
de la guerrilla. En los asentamientos sin techo de Bahía pude comprobar que el
célebre plan Bolsa Familia sólo llega al 10% de los asentados y alcanza apenas
para pagar el transporte durante 15 días, mientras los jóvenes pobres de las fave-
las son perseguidos como criminales. Todo esto no es casualidad.
En el Capítulo 1 intento hacer un seguimiento de la “lucha contra la pobreza”
desde su formulación original por parte de McNamara, presidente del Banco Mun-
dial, observando cómo se ha ido adaptando a las nuevas coyunturas y a la emer-
gencia de movimientos sociales de nuevo tipo. El Banco, convertido en el principal
referente intelectual de quienes planifican las políticas sociales, ha venido incorpo-
rando en sus discursos conceptos muy similares a los que formulan los movimien-
tos antisistémicos. Con la deslegitimación del modelo neoliberal, los gobiernos pro-
gresistas aseguran que quieren ir más allá de las políticas focalizadas y compensa-
torias. La incorporación de la economía solidaria es uno de los desarrollos más
recientes de estas políticas, generando nuevas problemáticas para los movimientos.
En el Capítulo 2 abordo cómo los movimientos se han ido convirtiendo en orga-
nizaciones, en buena medida por el retroceso de la movilización pero en gran parte

POLÍTICA Y MISERIA 13
por la incidencia de las políticas sociales que buscan convertir a los movimientos
de base en estructuras similares a las oenegés. Para los gobiernos es fundamental
“construir organización social”, que será la encargada de aterrizar las políticas socia-
les en el territorio y de ese modo lubricar la gobernabilidad. Este proceso de “nor-
malización” (o institucionalización) de los movimientos, debe hacernos reflexionar
sobre qué entendemos por movimiento, un debate que recién está comenzando.
El Capítulo 3 está dedicado a destacar cómo la nueva gobernabilidad progresista
tiene por objetivo facilitar el relanzamiento de la acumulación de capital centrada en
la expropiación de los bienes comunes: agua, minerales, hidrocarburos, entre los más
destacados. En sintonía con el Banco Mundial y la cooperación internacional, los
gobiernos progresistas promueven conceptos como “sociedad civil” con el objetivo
de cooptar y neutralizar a las organizaciones del abajo; al mismo tiempo, dan priori-
dad a mecanismos de cooperación entre estados, oenegés y empresas privadas como
forma de superar la pobreza sin conflictos ni colisión entre sujetos. En cada territorio,
la gobernabilidad a escala micro se convierte en una trama de organizaciones diver-
sas que fortalecen el control de los pobres bajo la excusa de las “contraprestaciones”.
Finalmente, en los últimos capítulos propongo que no hay una táctica ya dise-
ñada para desbordar las políticas sociales. No se puede estar fuera de ellas; o sea,
partiendo del grado actual de conciencia y organización no podemos eludir la
relación Estado-movimientos, pero éstos no pueden relacionarse con las institu-
ciones de forma pasiva ni instrumental, ni someterse a los intereses del estado y
del capital. Tampoco había una táctica ya diseñada en las décadas de 1960 y 1970
para desbordar el control patronal en las fábricas. Sin embargo, se hizo a tientas,
aprendiendo de los fracasos, buscando cada vez nuevos caminos. La lucha obrera
de ese período puede servirnos de inspiración ante los nuevos desafíos.

Montevideo, marzo de 2010

14
1 La “lucha contra
la pobreza” y el
imperialismo blando
de las oenegés

POLÍTICA Y MISERIA 15
16
Cuando los privilegiados son pocos y los desesperadamente pobres
son muchos, y cuando la brecha entre ambos grupos se profundiza
en vez de disminuir, es apenas una cuestión de tiempo hasta que
sea preciso escoger entre los costos políticos de una reforma y los
costos políticos de una rebelión. Por ese motivo, la aplicación de
políticas específicamente encaminadas a reducir la miseria del
40% más pobre de la población de los países en desarrollo, es
aconsejable no solamente como cuestión de principio sino tam-
bién de prudencia. La justicia social no es simplemente un impera-
tivo moral, es también un imperativo político. Mostrar indiferencia
a esta frustración social equivale a fomentar su crecimiento.
Robert McNamara, 1972

La “lucha contra la pobreza” se ha convertido en el último medio siglo en una


de las más importantes políticas públicas en todo el mundo, e inspira las políti-
cas sociales de los Estados, sean estos dirigidos por fuerzas de derecha o de
izquierda, conservadores o progresistas. Cómo nació y cómo llegó a adquirir la
importancia que actualmente tiene, puede contribuir a iluminar las razones de
fondo que inspiran los programas sociales que actualmente implementan los
gobiernos progresistas de América Latina. Éstos asumen la “lucha contra la
pobreza”, desde el vocabulario hasta los conceptos que encierra, de modo acríti-
co, sin considerar siquiera el origen y los objetivos de ese enfoque.
Rastrear la evolución de la “lucha contra la pobreza” supone poner el foco en
las directrices elaboradas por los centros de pensamiento global, entre los que
destaca el Banco Mundial, la institución con mayor peso intelectual del mundo,
cuyas publicaciones son referencia obligada para académicos, medios de comu-
nicación y para quienes gestionan las políticas públicas de los gobiernos. A lo

POLÍTICA Y MISERIA 17
largo de más de medio siglo ha venido sirviendo a los intereses nacionales e
imperiales de Estados Unidos, lo que no le impidió ejercer una fuerte influencia
incluso entre aquellos que se proclaman antiimperialistas o que rechazan el
“hegemonismo” estadounidense.
Este capítulo pretende mostrar cómo las ideas y propuestas formuladas por
el Banco Mundial han modelado las políticas sociales e influido poderosamente
en el modo de comprender el mundo de un amplio abanico de fuerzas políticas
y sociales. Para eso pretendo enhebrar históricamente las propuestas del Banco
que se han ido imponiendo en la medida en que las izquierdas –me refiero en
particular a las izquierdas institucionales del Cono Sur– han ido perdiendo la
capacidad de pensar por sí mismas con base en la tensión emancipatoria here-
dada de los procesos revolucionarios del siglo XX. Veremos que los principales
desarrollos teóricos y políticos del Banco Mundial han estado focalizados en la
contención del comunismo y en la derrota y disciplinamiento del campo popu-
lar. Aunque en líneas generales ha cosechado éxitos muy parciales, sus principa-
les logros han consistido en cooptar ideológicamente a las elites dirigentes de las
izquierdas que, como surge de una somera revisión histórica, repiten punto por
punto las diversas formulaciones del Banco en cuanto a las políticas sociales.

Una herencia de Vietnam


La guerra de Vietnam fue un parteaguas en muchos aspectos. Las elites de Esta-
dos Unidos comprendieron pronto que no podían ganar una guerra de esas
características sólo apelando a la superioridad militar. Uno de los primeros en
visualizarlo y quien se encargó de formular la política del “combate a la pobre-
za” fue Robert McNamara. Graduado en Harvard, trabajó en Price Waterhouse y
durante la Segunda Guerra Mundial sirvió a la fuerza aérea, donde se especiali-

18
zó en el análisis de la eficiencia y eficacia de los bombardeos estadounidenses,
en especial del B-29, en esa época el principal bombardero con que se contaba.
Más tarde ingresó a la compañía Ford, siendo uno de los máximos responsables
en la expansión de posguerra de esa empresa, de la que se convirtió en el pri-
mer presidente que no provenía de la familia de su fundador, Henry Ford.
Fue John Kennedy quien en 1961 lo propuso para dirigir el Pentágono, cargo
que ocupó hasta 1968, cuando fue nombrado presidente del Banco Mundial. En
ese puesto, jugó un papel relevante en darle forma tanto a las actividades de
asistencia al desarrollo, como en la formulación del “combate a la pobreza”.
Todos los análisis confirman que la presidencia de McNamara no sólo amplió
las operaciones del Banco en una escala sin precedentes, sino que lo convirtió
en el centro intelectual y político capaz de gravitar en todo el mundo e influir
en casi todos los gobiernos.
Su punto de partida fue reconocer el fracaso de las soluciones exclusivamen-
te militares, en un período aún dominado por la política de represalia masiva,
también conocida como disuasión. Hasta que Kennedy llegó a la Casa Blanca y
McNamara al Pentágono, “Estados Unidos poseían bastante capacidad bélica
para garantizar que a cualquier ataque a la nación le seguiría inmediatamente la
destrucción total de las bases y ciudades del país agresor” (Klare, 1974: 43). O
sea, podían infligir un daño tan grande a la Unión Soviética, que ésta no se atre-
vería a lanzar un ataque. Pero ambos líderes advirtieron que Estados Unidos y
sus aliados estaban siendo derrotados en un tipo de guerra para el que no esta-
ban preparados (la guerra de guerrillas), que se había convertido en moneda
corriente en el Tercer Mundo: el principal teatro de confrontación bélica en los
años cincuenta y sesenta. Con ellos nació la “contrainsurgencia”.
Miles de oficiales del Pentágono estudiaron las obras de Mao Tse Tung y
Ernesto Guevara para familiarizarse con la guerra de guerrillas y siguieron cur-

POLÍTICA Y MISERIA 19
sos anti-insurrección que Kennedy había ordenado se impartieran a los funcio-
narios destinados a embajadas y misiones en el Tercer Mundo. Pero también
comprendieron que no se podía ganar una guerra de ese tipo por medios exclu-
sivamente militares y que debían implementar formas de ayuda económica y
de socavar la infraestructura de los guerrilleros. “Estas actividades no militares, a
las que en el caso de Vietnam, se dio, en conjunto el nombre de ‘la otra guerra’,
son fruto de la nueva ‘ciencia’ de la ‘formación de sistemas sociales’” (Klare,
1974: 56). Con modificaciones, este enfoque se mantiene hasta hoy.
McNamara fue el secretario de Defensa que más tiempo estuvo en su cargo y
produjo una revolución en el Pentágono, como a continuación lo haría en el
Banco Mundial. Reforzó la potencia no nuclear de las fuerzas armadas, reorgani-
zó y remodeló la organización de la defensa basada en la “respuesta flexible” y
centralizó el mando, cuestión que se vio favorecida por el estrepitoso fracaso de
la vieja guardia de oficiales en el intento de invasión a Cuba en 1961. Una de las
consecuencias de la gestión de McNamara fue asentar la idea de que las “gue-
rras de liberación nacional” se ganaban por cuestiones políticas y no tecnológi-
cas como estaban acostumbrados los militares. De ahí la importancia concedida
a la investigación en materia de “ingeniería de sistemas sociales”, tarea en la
que descolló la reaccionaria fundación Rand Corporation, que afirmaba que “la
principal finalidad de la labor de contrainsurrección debe concretarse en influir
en el comportamiento y actuación del pueblo” (Klare, 1974: 109).
En plena guerra de Vietnam, cuando ya era evidente que medio millón de
soldados de la primera potencia militar no podían vencer a las guerrillas, McNa-
mara pasó a presidir el Banco Mundial donde puso en práctica lo aprendido en
la guerra. No es la primera vez que las fuerzas armadas se revelan como fuente
de inspiración teórica y material del capitalismo; aunque lo particular, en esta
ocasión, es lo aprendido en relación a las técnicas de organización social. Marx

20
consideraba en una carta a Engels de 1857 que la historia del ejército muestra la
relación entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales:

En general, el ejército es importante para el desarrollo económico.


Por ejemplo, fue en el ejército que los antiguos desarrollaron por
primera vez un sistema completo de salarios. Análogamente, entre
los romanos la propiedad individual (peculium castrense) fue la
primera forma legal en que se reconoció el derecho a la propiedad
mueble a otro que no fuese el jefe de familia (…). Igualmente aquí,
el primer uso de la maquinaria a gran escala. Inclusive el valor
especial de los metales y su empleo como moneda parece haberse
fundando originariamente en su significación militar. La división
del trabajo dentro de una rama se llevó a cabo también en los
ejércitos. Toda la historia de las formas de la sociedad burguesa se
resume notablemente en la militar.
Marx-Engels, 1972: 135-135

Hoy sabemos que desde el panóptico hasta el taylorismo (pasando por ese pro-
ceso que denominamos “revolución industrial”) se inspiraron en innovaciones
nacidas en los ejércitos que, tiempo después, comenzaron a ser aplicadas en la
esfera “civil”. Giovanni Arrighi establece un nexo decisivo entre capitalismo,
industrialismo y militarismo que lo lleva a sostener que la carrera de armamen-
tos –para controlar los recursos mundiales– fue la fuente básica de innovaciones
que revolucionaron la producción y el comercio que, en el período de declive
del sistema, se conjuga en una nueva tríada: capitalismo financiero-militarismo-
imperialismo (Arrighi, 2007: 278-287). En cuanto a los mecanismos de domina-
ción y, en concreto, la historia de las políticas sociales, la impresión de la prima-

POLÍTICA Y MISERIA 21
cía de lo militar no hace más que confirmarse.
Lo cierto es que el eje de la gestión de McNamara en el Banco fue la estrecha
conexión que estableció entre desarrollo y seguridad. En su libro La esencia de la
seguridad, escrito durante su último año en el Pentágono, sostiene que entre
1958 y 1966 hubo 164 conflictos violentos en el mundo, que sólo 15 fueron
enfrentamientos militares entre dos Estados y que ninguno fue una guerra decla-
rada. Su conclusión era que “existe una relación directa entre violencia y atraso
económico” (Mendes, 2009: 113). Comprendió que la pobreza y la injusticia
social podían poner en peligro la estabilidad y la seguridad de los aliados de su
país, y convertirse en factores de inestabilidad que le dieran a sus adversarios la
oportunidad para hacerse con el poder.
El siguiente paso fue reconocer que el crecimiento económico por sí solo no
era capaz de reducir la pobreza, lo que llevó a los directivos del Banco a poner
en lugar destacado el apoyo a la agricultura y la educación para el quinquenio
1968-1975. Pero la construcción política y teórica del “combate a la pobreza” atra-
vesó diversas etapas y se fue asentando gradualmente. En un primer momento,
se propuso abordar el problema del crecimiento demográfico a través de la pla-
nificación familiar que, hacia 1970, pasó a un segundo plano por las dificultades
y rechazos que afrontó. Otros temas, como el desempleo, la salud y la nutrición,
así como la urbanización de los barrios populares, ganaron presencia en la retó-
rica de McNamara a comienzos de los setenta.
Un buen ejemplo son los préstamos del Banco Mundial para desarrollo urba-
no, que pasaron de 10 millones de dólares en 1972 a 2.000 millones en 1988, con
116 programas para urbanizar favelas en 55 países (Davis, 2006: 79). Sin embargo,
la “lucha contra la pobreza” chocaba con ciertos límites: “Un enfoque que le
diese soporte y racionalidad y un instrumento operacional que permitiese su
replicación en gran escala” (Mendes, 2009: 128). Para ese entonces, su director iba

22
descubriendo que el papel del Banco debía consistir en impactar en el campo de
la generación de ideas y de la asistencia técnica, más que en la implementación
directa de los programas; cuestión, esta última, en la que estaba empantanado.
La retirada con derrota de Vietnam en 1973 aceleró la adopción de la línea de
combate a la pobreza, que iba ahora de la mano con un profundo viraje de la
política exterior estadounidense. A comienzos de esa década, el enfoque se fue
centrando en la lucha contra la “pobreza extrema” y la atención de las “necesi-
dades humanas básicas” a través del apoyo a la participación de los pobres en
el desarrollo (Mendes, 2009: 131). Esta diferenciación y estratificación entre
pobreza relativa y absoluta aparece en el discurso anual de McNamara en 1972.
El año siguiente se lanza un programa que hace énfasis en la salud y la educa-
ción primarias, agua potable y energía eléctrica dirigidos al medio rural. No se
cuestiona la estructura agraria ni la concentración de la propiedad de la tierra
–factor clave en la pobreza y la desigualdad rural– y se acomodan los proyectos
a una realidad que no sólo no se pretende cambiar sino que se busca consoli-
dar, aunque en los hechos se cuestiona el “efecto derrame” que supuestamente
tendría el crecimiento. Esta línea de pensamiento fue establecida por Hollis Che-
nery –economista jefe y vicepresidente del Banco– en su libro Redistribución con
crecimiento, que le dio el marco teórico al período de McNamara al considerar la
desigualdad como un freno al desarrollo, que no puede ser reabsorbida por el
crecimiento económico (Toussaint, 2007: 155).
En su trabajo, Chenery ya sostiene la necesidad de distribuir una parte del
crecimiento a través de la reorientación de las inversiones hacia grupos en situa-
ción de pobreza absoluta bajo la forma de educación, acceso al crédito, obras
públicas y otros, que se puede sintetizar en “repartir un pedazo del crecimiento
de la riqueza y no la riqueza”, aumentando la productividad de los pobres y su
inserción en el mercado para que su renta pudiera crecer (Mendes, 2009: 134).

POLÍTICA Y MISERIA 23
Como puede verse, en este enfoque –que ya tiene casi cuatro décadas– se antici-
pan las lógicas que impregnan las políticas sociales hasta el día de hoy.
Más allá de estos debates sobre los caminos para reducir la pobreza, bajo la
presidencia de McNamara esto se instala como un tema que hasta ese momento
estaba ausente en la teoría económica y, por supuesto, en la política del Banco.
La pobreza pasa a tener un estatuto teórico y político, como unidad de análisis y
centro de las políticas públicas, que debe estar incluida en las iniciativas de los
gobiernos así como en los estudios e investigaciones. El gran viraje producido
bajo la presidencia de McNamara fue pasar de la centralidad del crecimiento
económico, a la cuestión de la cobertura o no de las necesidades básicas como
expresión de la pobreza absoluta. En 1976 la Organización Internacional del Tra-
bajo (OIT) adopta la tesis de las necesidades básicas y las divide en cuatro gru-
pos: mínimos para el consumo familiar y personal, acceso a servicios esenciales
de salud, educación y agua potable, trabajo debidamente remunerado y partici-
pación en la toma de decisiones como parte de las libertades individuales
(Gutiérrez, 2000). Esta propuesta fue aceptada universalmente como referencia
en el vasto conjunto de políticas que hacen hincapié en la “participación social”.
En esos años la pobreza se institucionaliza como parte de la agenda interna-
cional de desarrollo, cuestión que aparece ligada al involucramiento cada vez
mayor del Banco en investigación, recopilación de información y datos. Para
esas tareas el Banco comenzó a financiar la investigación local y a formar técni-
cos a fin de capacitarlos en la formulación y diseño de proyectos.

Todo eso demandó la constitución de todo un campo de estu-


dios dedicados a esa temática, cuyo crecimiento alimentó la
imposición y legitimación de un nuevo vocabulario (centrado en
términos como eficiencia, mercado, renta, activos, vulnerabili-

24
dad, pobre, etc.), en detrimento de otro (como igualdad, explota-
ción, dominación, clase, lucha de clases, etc.) forjado en las
luchas sociales y vinculado a la tradición socialista. En fin, no
sólo se estableció un modo de interpretar y categorizar la reali-
dad social, sino se diseñó una nueva agenda político-intelectual.
Fue en ese momento en que el Banco se convirtió en una agen-
cia capaz de articular y poner en marcha un proyecto más uni-
versalizador de desarrollo capitalista para la periferia, anclado
en la “ciencia de la pobreza” o “ciencia de gestión política de la
pobreza” por la vía del crédito, y no ya de la filantropía.
Mendes, 2009: 136

La propuesta consistía en “superar” la pobreza a través del aumento de la “pro-


ductividad de los pobres”, ya que se consideraba que tanto en el campo como en
la ciudad, los pobres eran aquellos que no estaban insertos en actividades pro-
ductivas vinculadas al mercado. Una posición que no sólo blanqueaba la explo-
tación y la feroz acumulación de capital, sino que tenía la virtud, para las elites,
de que aislaba el fenómeno de la pobreza de las relaciones sociales hegemónicas.
Dicho de otro modo: se instala la pobreza como un problema, invisibilizando así
la riqueza como la verdadera causa de los problemas sociales. En paralelo, se
recuperan prácticas coloniales, ya que nunca son los pobres los que definen la
pobreza sino las instituciones “especializadas” globales o gubernamentales.
De ese modo va apareciendo un conjunto de definiciones encadenadas, que
definen primero lo que es pobreza absoluta, luego la localizan en espacios muy
concretos (primero en las áreas rurales y hacia mediados de los setenta en las
periferias urbanas), a partir de lo cual se definen políticas, que son necesaria-
mente “focalizadas”, tendientes a resolver el problema. Los conceptos de focali-

POLÍTICA Y MISERIA 25
zación, necesidades básicas y productividad van de la mano; pero además, se
busca aprovechar la mano de obra no remunerada de los pobres para abaratar
los costos de remontar la pobreza, como sucedió con el programa de urbaniza-
ción de las favelas. “Elogiar la praxis de los pobres se convirtió en una cortina de
humo para revocar compromisos históricos de los estados de reducir la pobreza
y el déficit habitacional” (Davis, 2006: 81).
El paso siguiente, casi natural, de este encadenamiento conceptual y político
es la aparición de organizaciones especializadas en el trabajo focalizado con
pobres para “ayudarlos” a elevar su renta a través de una mejora de su producti-
vidad. Se expanden así las oenegés, o “imperialismo blando” para usar la termi-
nología de Mike Davis. El crecimiento exponencial de las oenegés en el mundo
pobre llegó de la mano de las sanciones impuestas por el Banco Mundial, y de
otros organismos y Estados del Primer Mundo, a aquellos gobiernos que promo-
vían políticas redistributivas. Así le sucedió al gobierno de Salvador Allende:
desde que fue electo presidente en 1970 los desembolsos multilaterales cayeron
en picada, para despegar notablemente el mismo año 1973 después de que fue
derrocado por Augusto Pinochet (Toussaint, 2007: 104). También sufrieron casti-
gos Perú, Argelia, Guinea y la Nicaragua sandinista. El Banco, y con él la coope-
ración internacional, sólo aceptaba combatir la pobreza con políticas focalizadas
con base en las “necesidades básicas” y mediante préstamos que endeudaban a
los países. Poco después, con el gobierno Carter (1977-1981), el enfoque del com-
bate a la pobreza se combinó con la política de “derechos humanos”, la cual ter-
mina por imponerse sobre la ley internacional que contemplaba, entre otras, la
no intervención como regla básica para regular las relaciones entre Estados (Bar-
tholomew y Breakspear, 2004).
Vale consignar que, de este modo, queda completado el tríptico político-ideo-
lógico sobre el que cabalga el nuevo imperialismo: combate a la pobreza con

26
base en créditos a fin de enfrentar las necesidades básicas, y ya no apoyándose
en reformas estructurales; derechos humanos que vulneran la ley internacional
basada en la no intervención y democracia electoral como medio de legitimación
de gobiernos. Todo aquel país que se salga de ese libreto es pasible de ser san-
cionado, en el mejor de los casos; en el peor, sus instituciones serán desestabili-
zadas y, si no abdica de su autonomía, sufrirá una invasión militar.

Domesticar el campo popular


A comienzos de la década de 1980 se produjo un importante viraje en la política
de Estados Unidos y del Banco Mundial que lanzaron los programas de ajuste
estructural que abrirían el camino al modelo neoliberal. Ya en su retirada de la
presidencia del Banco, McNamara –que apoyaba el ajuste estructural a través de
cuantiosos préstamos a los países que lo implementaron– insistió en su preocu-
pación por la “equidad”, en tanto una gran desigualdad podía ser “socialmente
desestabilizadora”, señalando que “es muy poco prudente desde el punto de
vista de la economía permitir que en el seno de una nación se llegue a crear
una cultura de pobreza que comience a infectar y solapar todo el tejido social y
político” (Mendes, 2009: 160).
Durante más de una década, la política del combate a la pobreza fue aban-
donada como parte de la ofensiva neoliberal de los gobiernos de Ronald Reagan
y George Bush (padre). La relatoría sobre Desarrollo Mundial de 1990 del Banco
establece el binomio ajuste/compensación focalizada de la pobreza como dos
caras de un mismo proceso de implantación del neoliberalismo, buscando abor-
dar los “costos sociales” del ajuste para evitar cualquier inestabilidad política. La
insurrección popular en Venezuela, conocida como Caracazo, en febrero de 1989
en reacción a un paquete de ajuste, tiene que haber llamado la atención en ese

POLÍTICA Y MISERIA 27
sentido. En tal período las políticas sociales buscaron operar “manteniendo la
gobernabilidad del ajuste” (Mendes, 2009: 195).
En todo caso, parece importante destacar que en el período neoliberal se
aplican los mismos criterios que se habían adoptado ya durante el período de
McNamara, con pequeñas adaptaciones y desarrollos para enfrentar los nuevos
desafíos. La expansión de las oenegés fue una de esas nuevas incorporaciones a
las que se agregarían otras hacia mediados de la década de 1990 para afrontar
las sucesivas rebeliones populares.
La Relatoría de 1991 propone entre las siete acciones prioritarias para cumplir
el programa neoliberal, la “transferencia de la prestación de funciones y servi-
cios públicos diversos a organizaciones no gubernamentales (oenegés), como
vehículos más eficaces en la promoción de la participación popular en el alivio
a la pobreza” (Mendes, 2009: 197). En paralelo, se propone el concepto de
“gobernanza” (definido como ejercicio del poder político para administrar los
asuntos de la nación) como categoría de análisis para encuadrar las relaciones
entre gobiernos, organizaciones sociales e instituciones internacionales. El crite-
rio de la “gobernanza” facilitó la incorporación masiva de las oenegés en el ali-
vio a la pobreza. Según datos del propio Banco, en América Latina se pasó de
un 15% de proyectos en colaboración con oenegés en el período 1974-1989, al
50% en 1994. Y en cuanto a los montos manejados, las oenegés pasaron de con-
trolar 9 millones de dólares para el desarrollo en países de la periferia a 6.400
millones de dólares en 1989. “Algunos cálculos sostienen que las oenegés utiliza-
ron más recursos para fines de desarrollo en los países periféricos que el Banco
Mundial con sus préstamos y créditos” (Mendes, 2009: 203). Este hecho avala la
posición de quienes consideran que el principal papel del Banco ha sido el de
referente intelectual más que financiero.
En Bolivia, uno de los países definidos como prioritarios para la coopera-

28
ción internacional, en ese período hubo una explosión de oenegés: pasaron
de 100 en 1980 a 530 en 1992 (Arellano-Petras, 1994: 81). A medida que avanza-
ba la década, el peso de las oenegés en los proyectos del Banco seguía cre-
ciendo, hasta alcanzar el 59% de los proyectos para América Latina en 1999,
casi cuatro veces más en una década (Mendes, 2009: 238). Sin embargo, el pro-
blema no son tanto las oenegés en sí mismas, aunque es evidente que son
parte del problema, sino los modos de trabajo inspirados en las políticas dise-
ñadas por el Banco Mundial. Más que por la cantidad de oenegés incorpora-
das a la cooperación, el cambio se produjo al interior de ellas. En ese período
se produce una fuerte competencia por obtener financiación y por conseguir
espacios de actuación, lo que las lleva a una mayor institucionalización y pro-
fesionalización, de modo que “pasaron a ser cada vez más parecidas a las
organizaciones internacionales empresariales y multilaterales en su lógica de
funcionamiento, su estructura organizacional y su modo de operar, aunque
muchas compartieran los mismos objetivos” (Mendes, 2009: 205; Rodríguez-
Carmona, 2009).
Otros factores que contribuyeron a ese proceso de profesionalización fueron
la necesidad de contar con equipos con formación universitaria (camadas de
antropólogos, sociólogos y cientistas políticos), dominar el inglés, la necesidad
de viajar y adquirir experiencia de trabajo transnacional, aceptar las reglas del
juego en el terreno de la cooperación y, sobre todo, dominar los saberes necesa-
rios para elaborar proyectos capaces de obtener financiación y ser eficientes en
el cumplimiento de las metas. Ironía de la vida, este “imperialismo blando” se
expande en el mismo momento en que el imperio intensifica sus intervenciones
militares, “el imperialismo duro”: en la era Clinton (1993-2001) se produjeron 48
intervenciones militares frente a las 16 que se sucedieron durante toda la Guerra
Fría (1945-1991).

POLÍTICA Y MISERIA 29
Según Davis, la “revolución de las oenegés” fue tan importante como el
“combate a la pobreza” de los años sesenta a la hora de remodelar las relaciones
entre Estados Unidos y los países de la periferia. Este proceso se aceleró, como
vimos arriba, en la década de 1990 bajo la presidencia de James Wolfensohn,
quien tenía especial empatía con la gestión de McNamara. El resultado de esa
masiva “participación” de la “sociedad civil” (términos que se generalizaron en
esos años) en la gestión del combate a la pobreza, fue fortalecer la posición de
tres actores: un pequeño grupo de profesionales transnacionales de rango minis-
terial, las agencias de desarrollo y las oenegés internacionales (Davis, 2006: 84).
En una posición muy similar a la de James Petras, para quien las oenegés usur-
paron el espacio político de los movimientos de base, Davis sostiene que fueron
muy eficaces en la cooptación de los líderes locales “así como en la conquista
de la hegemonía del espacio social tradicionalmente ocupado por la izquierda”,
con el efecto de “burocratizar y desradicalizar a los movimientos sociales urba-
nos” (Davis, 2006: 85).
Por último, la gestión de Wolfensohn debió enfrentar desde mediados de los
años noventa hasta el fin de su presidencia en 2005, una larga lista de subleva-
ciones populares en América Latina. Buena parte de las respuestas que dio fue-
ron adoptadas por los gobiernos progresistas de la región, ya que para ese
entonces el Banco Mundial “ostentaba una posición sin rival en materia de
influencia intelectual” (Mendes, 2009: 330). Sus publicaciones, en lugar destaca-
do la Relatoría anual sobre Desarrollo Mundial (la publicación de ese género
más citada en el mundo), eran referencias obligadas en cursos y revistas de eco-
nomía, así como en las investigaciones universitarias que dependían de los indi-
cadores sociales y económicos producidos por el Banco. Los gobiernos utilizaron
sus datos y replicaron el tipo de cursos que ofrecían, sirviendo de modelo de
formación para sus equipos dirigentes.

30
Para enfrentar esta nueva coyuntura de fuerte deslegitimación del modelo
neoliberal y de amplia insurgencia social, el Banco propuso un enfoque más
integrado del desarrollo, impulsando la creación de incentivos microeconómicos
que complementasen las bases macroeconómicas del neoliberalismo “mediante
iniciativas que promovieran la internalización de reglas de conducta social y de
consentimiento de los grupos sociales subalternos por canales limitados y cor-
porativos de participación política y acción social” (Mendes, 2009: 241). En efec-
to, el Banco había comprendido que el continente atravesaba una situación
potencialmente explosiva. Sebastián Edwards, economista-jefe del Banco para
América Latina y el Caribe, propuso una suerte de reconstrucción del papel y la
presencia del Estado, tomando distancia de la anterior propuesta de un “Estado
mínimo” y pasando a defender instituciones fuertes y cohesión social. En 1997,
Edwards escribió: “Tal vez la rebelión de Chiapas no haya sido un acontecimien-
to aislado, sino una primera señal de que en América Latina hay un profundo y
creciente malestar” (Mendes, 2009: 265).
Ante esa situación, la Relatoría del Banco de 1997 hace una serie de propues-
tas que suenan demasiado conocidas: “acercar el Estado al pueblo”, fomentar la
“participación social”; y promueve programas con algún tipo de contrapartida y
un trabajo ideológico para “dar a los pobres condiciones para que se conviertan
en abogados más efectivos de sus propios intereses” (Mendes, 2009: 268-270). Ya
en la Relatoría de 2001, ante el agravamiento de la situación social y la apari-
ción de crisis políticas, recomienda el “fortalecimiento de la autonomía y el
empoderamiento de los pobres” y “fomentar la movilización de los pobres en
organizaciones locales para que fiscalicen las instituciones estatales, participen
del proceso decisorio local y, así, colaboren para asegurar el primado de la ley
en la vida cotidiana” (Mendes, 2009: 289).
Vale la pena recordar que en ese mismo período el Banco Mundial puso en

POLÍTICA Y MISERIA 31
marcha uno de sus proyectos más ambiciosos, el Proyecto de Desarrollo de los
Pueblos Indios y Negros del Ecuador (PRODEPINE).1 El Banco venía de un
monumental fracaso en México, donde el Programa Nacional de Solidaridad
(PRONASOL) había quedado en evidencia al ser incapaz no sólo de frenar la
insurrección indígena de Chiapas sino que, según veremos, se convirtió en uno
de los factores que la impulsaron.

Del fracaso mexicano al “fortalecimiento organizativo”


El PRONASOL fue un programa muy ambicioso: se propuso combatir la pobreza
con la participación de las comunidades y convocando a la sociedad a partici-
par, creando “comités de solidaridad” que fueron las células básicas del progra-
ma. En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se crearon en todo el
país 170 mil comités, lo que revela el esfuerzo realizado. Sin embargo, lejos de
contribuir a disminuir la pobreza, existe consenso entre los analistas mexicanos
que el programa Solidaridad fue uno de los factores que agravaron el desconten-
to entre los campesinos e indígenas que apoyaron el levantamiento zapatista del
1° de enero de 1994.
PRONASOL (o Solidaridad) nace como consecuencia de los graves problemas de
gobernabilidad y legitimidad, derivados del evidente fraude electoral contra el Fren-
te Democrático Nacional de Cuauhtémoc Cárdenas, en las elecciones presidenciales
de 1988. Los fondos destinados al gasto social, diseminados en multitud de proyec-
tos descoordinados, fueron centralizados y transferidos al PRONASOL para apoyar

1 Este tema lo abordé en “El arte de gobernar los movimientos”, capítulo del libro
Territorios en resistencia, lavaca, 2008.

32
tres áreas: bienestar social, proyectos productivos y desarrollo regional. El programa
concentraba poder en manos del gobierno para “canalizar recursos a zonas turbu-
lentas o a grupos insatisfechos” (Mackinlay y De la Fuente, 1995: 69).
En los hechos, PRONASOL buscaba reestructurar las bases de apoyo al Esta-
do en un momento en que despegaba el neoliberalismo en México que, a su
vez, se encaminaba a la firma del tratado de libre comercio conocido como
NAFTA. El empeño en promover tan vasta participación de la sociedad a través
de los comités –que se creaban para realizar una obra determinada y nombra-
ban personas para su mantenimiento y vigilancia–, buscaba eludir la presencia
de organizaciones corporativas y corruptas que sólo buscarían su propio benefi-
cio. Considero conveniente retomar, en este punto, el análisis realizado por Héc-
tor Díaz-Polanco sobre el PRONASOL.
En la formulación del programa influyeron dos corrientes de pensamiento.
Por un lado, intelectuales mexicanos que defendían la idea de trabajar con el
sector social de la economía, o sea aquellas organizaciones campesinas y de tra-
bajadores que realizaran un trabajo colectivo, detentaran la propiedad social y
usaran los excedentes también con un criterio social. La segunda provino del
Banco Mundial, que propuso un vasto programa de apoyo al combate a la
pobreza a través de fortalecer la participación comunitaria en lo que dio en lla-
marse “desarrollo participativo” (Díaz-Polanco, 1997: 104-125).
De esa forma, se esperaba poder compatibilizar el paquete de ajuste macroe-
conómico con una estabilidad social que garantizara la gobernabilidad. Uno de
los objetivos era que la inevitable tensión social, provocada por el aumento de
la pobreza y la desestructuración de las redes de sobrevivencia de los campesi-
nos y sectores populares urbanos, encontrara una caja de resonancia en el PRO-
NASOL. Mientras la estrategia económica neoliberal quedaba sujeta a las deci-
siones cupulares en espacios alejados de la población, se abría una esfera social

POLÍTICA Y MISERIA 33
donde los sectores populares pudieran negociar sus demandas y urgencias. Pare-
ce difícil sintetizar mejor la propuesta del Banco Mundial:

En esta esfera popular, se incitaría a los sectores sociales a partici-


par y a invertir su propio esfuerzo para superar sus carencias, con
el apoyo de los gobiernos y, eventualmente, de algunas organiza-
ciones no gubernamentales. El diálogo aquí es entre organizacio-
nes sociales molecularmente consideradas –que a menudo el pro-
pio gobierno debe promover– y el Estado como representante de la
nación, a condición de que en ningún caso estén sobre la mesa los
grandes temas estratégicos que corresponde tratar en otra esfera.
Díaz-Polanco, 1997: 109)

Para conseguir que ese sector se involucrara, se proponía adoptar cuatro crite-
rios: respetar la identidad, la cultura y la organización de los pueblos indígenas;
dar participación a pueblos y comunidades a través de sus organizaciones ver-
daderamente representativas; dejar participar a todas las organizaciones sociales
sin discriminar a ninguna; y evitar la sustitución de los sujetos, el paternalismo
y la intermediación. Más allá de la declaración de intenciones del Banco y del
Instituto Nacional Indigenista (INI) –que tuvo un papel destacado en la ejecu-
ción del programa– y de un diagnóstico bastante acertado de la realidad, el PRO-
NASOL no sólo no pudo cumplir los objetivos que se había trazado sino que
consiguió justo lo contrario.
Los fondos que se utilizaron fueron importantes. El gasto de Solidaridad en el
estado de Chiapas creció un 130 por ciento entre 1989 y 1990 y el 50 por ciento
el año siguiente, destinado sobre todo a bienestar social y obras públicas y sólo
algo más del diez por ciento en apoyo a las actividades productivas (Harvey,

34
2000: 195). Durante los tres primeros años el programa fue considerado exitoso,
pero muy en particular en un terreno: “mitigar y controlar situaciones de ingo-
bernabilidad” (Mackinlay y De la Fuente, 1995: 75). Sin embargo, a escala local
aparecieron fuertes tensiones entre los grupos que querían hacerse con el con-
trol de los recursos para afirmar sus propias redes de control. Los proyectos no
sólo naufragaban por burocratismo y centralización, sino por el predominio de
los aparatos técnicos en desmedro de los líderes de las organizaciones sociales.
En realidad, pese al discurso sobre descentralización y participación, el gobierno
de Salinas manejó todos los hilos del PRONASOL. El resultado fue un atropello
a los pueblos indígenas y a los sectores populares organizados. Según Díaz-
Polanco, el verdadero propósito del PRONASOL nunca fue atacar a fondo la
pobreza sino contrarrestar las consecuencias del programa neoliberal.
En Chiapas, los más diversos análisis, incluyendo los oficiales, estiman que
PRONASOL creó una situación de crispación social que facilitó la expansión del
zapatismo. Chiapas fue el estado donde el programa tuvo su máximo despliegue
y donde más comités de solidaridad fueron creados. Pero como el objetivo era
asegurar el control, se desplazó y debilitó a las organizaciones independientes y
se facilitó la creación de múltiples grupos bajo control directo del programa. De
ese modo, se desmantelaron las organizaciones que garantizaban el tejido de
intermediación social en el campo. Las consecuencias fueron que las clases
dominantes locales usaron el programa Solidaridad para desviar fondos en su
provecho, se acentuaron las desigualdades sociales y entre regiones y se generó
un clima de irritación y desesperación en las comunidades, muy en particular
por la clausura de las opciones independientes de organización y acción.
Mientras Solidaridad buscaba que la participación de las organizaciones cam-
pesinas se convirtiera en “contrapeso de las elites locales”, la realidad mostró
que el control y manipulación de los fondos por el gobierno estatal de Patroci-

POLÍTICA Y MISERIA 35
nio González Garrido, se convirtió en “uno de los factores que contribuyeron a
generar divisiones y descontento entre las comunidades indígenas”; lo cual, a su
vez, provocó que en los primeros días de febrero de 1994 “muchos grupos cam-
pesinos ocuparan los ayuntamientos de sus municipios pidiendo la destitución
de sus presidentes” (Harvey, 2000: 196-197). La desastrosa experiencia mexicana,
en la que tanto el gobierno como el Banco habían puesto tantas esperanzas,
necesitaba ser evaluada para no repetir errores. Las conclusiones que extrae
Díaz-Polanco no parecen muy alejadas de las que sacaron los propios funciona-
rios del organismo multilateral:

Las políticas gubernamentales de desarrollo para los pueblos


indígenas requieren la existencia de un interlocutor adecuado. En
medida considerable, el fracaso o la poca eficacia de los progra-
mas para provocar resultados sustanciales y durables, se relacio-
na con la débil organización económica y de las comunidades y
pueblos, especialmente a escala regional (…) La común carencia
de esas organizaciones sólidas es un handicap para que los pro-
gramas puedan encontrar (suponiendo que realmente se esté bus-
cando) un sujeto social –representativo, con legitimidad y fuerza
moral entre las comunidades– que los haga funcionar.
Díaz-Polanco, 1997: 124

De ahí podemos pasar, directamente, al siguiente programa de combate a la


pobreza: el Proyecto de Desarrollo de los Pueblos Indios y Negros del Ecuador
(PRODEPINE) implementado a partir de 1997. Este programa buscaba resolver pre-
cisamente los obstáculos encontrados por Solidaridad en México, por eso la prio-
ridad del Banco pasó a ser el “fortalecimiento organizativo”. Sólo cabe apuntar

36
que la eficiencia que deseaban las políticas gubernamentales respecto a los pue-
blos indios puede extrapolarse al conjunto de la sociedad, como luego veremos.
El PRODEPINE surgió por la firma de un convenio internacional entre el
Banco Mundial y el Fondo Internacional para el Desarrollo Indígena, con apoyo
del gobierno ecuatoriano, por un total de 50 millones de dólares. El Banco se
proponía movilizar el capital social como el camino para el empoderamiento de
los excluidos, lo que se traducía en la propuesta de fortalecimiento organizativo
que demandaba la participación activa de las organizaciones indígenas. El direc-
tor ejecutivo de PRODEPINE consideraba que nunca antes se había realizado en
América Latina un proyecto tan descentralizado, innovador y participativo como
ése. El modo como involucraba a las organizaciones sociales no sólo mejoró
considerablemente la ejecución del proyecto mexicano, sino que se convirtió en
modelo a seguir por futuros proyectos.
Un dirigente campesino relata los pasos que dan las organizaciones de
segundo grado (OSG) cuando trabajan con el programa:

Primero ellas hacen autodiagnóstico. El PRODEPINE no lo hace,


sólo coloca los fondos en una cuenta de la organización, le provee
metodología, le da seguimiento, las pautas, y la organización con-
trata sus técnicos propios o de fuera (…) Hasta ahí termina el pri-
mer convenio. El segundo convenio en pequeño es que nosotros
proveemos los fondos para que contraten a un profesional, porque
el diseño ya es un trabajo técnico (…) Una vez que el diseño está
listo pasamos a la ejecución. Igual, colocamos los fondos en la
organización, la organización contrata a unos técnicos, básica-
mente un contador, un administrador, y se ejecuta.
Bretón, 2001: 233

POLÍTICA Y MISERIA 37
Las organizaciones controlan todo el proceso, mientras el PRODEPINE, o sea el
Banco Mundial, sólo financia, acompaña, capacita, asesora y fiscaliza. Y algo
más que resulta clave: elabora un censo de organizaciones para obtener “pistas
sobre la calidad del andamiaje organizativo y sobre las capacidades de cada
OSG para asumir las responsabilidades pertinentes” (Bretón, 2001: 234). Éste es
el punto. El fortalecimiento organizativo consiste, luego del censo y relevamiento
de las organizaciones, en diferenciar cuáles están ya aptas para trabajar con el
programa y cuales deben ser “apoyadas” para que adquieran aquellas cualida-
des que, en opinión del Banco, aún les faltan.
El PRODEPINE se ejecutó entre 1998 y 2002, pero el proyecto comenzó a
madurar en 1995, en una coyuntura clave. Un año antes, en 1994, el levanta-
miento zapatista había pulverizado los objetivos del PRONASOL en México, y
ese mismo año, en Ecuador se había producido un segundo levantamiento indí-
gena que colocó también contra las cuerdas a la tan ansiada gobernabilidad. Por
eso podemos afirmar que la política del fortalecimiento organizativo, como
todas las anteriores, buscaba domesticar al movimiento indígena limando sus
aristas más antisistémicas, operando en relación de interioridad, influyendo
dentro del mismo movimiento.

El combate progresista a la pobreza


Me parece importante destacar cómo el Banco Mundial ha creado un conjunto
de conceptos que, con algunas variables, nos acompaña hasta hoy. El primero y
más importante es colocar en el centro el combate a la pobreza. La prioridad de
esta política no es puesta en cuestión por las izquierdas, sino que fue asumida
sin más como el eje de sus políticas sociales. El combate a la pobreza conlleva
una batería de conceptos y metodologías de trabajo que también ha sido asumi-

38
das de modo acrítico, como datos de la realidad, por los gobiernos progresistas
instalados en la región a partir de 2000. Entre esos conceptos se deben destacar
las “necesidades básicas”, la “pobreza extrema” y la “exclusión”, así como la
“participación social” para combatir la pobreza y la “movilización” (y por tanto
organización) de los pobres para hacer más efectivo tal combate, entre muchos
otros. En el período de mayor insurgencia social contra el modelo, aparecen
incluso conceptos como “autonomía”, buscando recoger aspiraciones populares
para reciclarlas como instrumentos al servicio de la gobernabilidad.
En la última fase, cuando ya es evidente que son porciones enteras de la
sociedad las que se sublevan contra el modelo, las políticas focalizadas y com-
pensatorias resultan incapaces de cumplir el objetivo central del combate a la
pobreza. Se trata, como se intentó erráticamente en México y de modo mucho
más consistente en Ecuador, de involucrar al conjunto del movimiento social en
las políticas sociales y en la gobernabilidad. Sin embargo, la deslegitimación del
modelo neoliberal y del propio Banco Mundial creó el ambiente propicio para
introducir algunas modificaciones en las políticas sociales. Las políticas focaliza-
das pasaron a un segundo plano y se comenzó a darle prioridad a la universali-
zación, por lo menos en el discurso. En algunos países del Cono Sur comenza-
ron a terciar otras miradas que ya no provenían de las instituciones multilatera-
les sino de otras agencias, algunas muy cercanas a los movimientos sociales,
que durante un tiempo acompañaron las movilizaciones contra el modelo.
Una de las mayores novedades introducidas por el progresismo –además del
énfasis en el territorio que veremos luego– se relaciona con la economía social o
economía solidaria que llegó a convertirse en uno de los ejes de las políticas
sociales. En varios países de la región (en particular Argentina, Brasil y Venezue-
la) se busca potenciar un sector fundado en la cooperación y la ayuda mutua
que no es ni la economía privada ni la estatal. En Argentina existen 21.729 coo-

POLÍTICA Y MISERIA 39
perativas y 7.396 mutuales matriculadas, que conforman apenas una de las tres
vertientes de la economía social; las otras dos son las empresas recuperadas y
“el mundo del emprendedorismo y autoempleo, sea individual o asociativo”
(Arroyo, 2009: 85). En Brasil, la Secretaría Nacional de Economía Solidaria
(SENAES) ha censado 14.956 emprendimientos de economía solidaria en 2005,
con 1.250.000 asociados, entre cooperativas, asociaciones y grupos informales
(Ministerio do Trabalho e Emprego, 2006: 12).
Desde la implementación del “Plan Nacional de Desarrollo Local y Econo-
mía Social Manos a la Obra” en 2003, hasta la puesta en marcha de “Argentina
Trabaja. Programa de Ingreso Social con Trabajo” en 2009, el gobierno argentino,
a través del apoyo a los emprendimientos productivos, busca “intervenir en los
grupos vulnerables para que puedan insertarse en el mundo productivo y gene-
rar vínculos con el sector privado para formar y/o consolidar procesos producti-
vos sustentables” (Arroyo, 2009: 90). Desde 2003 hasta fines de 2009, Manos a
la Obra se dedicó a fortalecer emprendimientos de pequeña escala que promue-
ven el autoempleo con el objetivo de “generar un vínculo entre el Estado, las
organizaciones sociales y los ciudadanos”, a través del apoyo técnico y financie-
ro y promoviendo “alternativas de comercialización asociadas” (Ministerio de
Desarrollo Social, 2009: 18). El programa trabaja con cooperativas y mutuales ya
existentes y fomenta la creación de otras, pero también con fábricas recupera-
das. Al igual que su par de Brasil, promovió la realización del V Congreso de
Economía Social en el que participaron 3.000 representantes de emprendimien-
tos diversos. Vale agregar que el Estado no sólo es proveedor sino uno de los
principales clientes de estas iniciativas.
Mayor incidencia en los movimientos sociales tiene el programa Argentina
Trabaja. Es la política social más ambiciosa que ha lanzado el gobierno argenti-
no: crea 100 mil puestos de trabajo en cooperativas, con un mínimo de 60 inte-

40
grantes que perciben 1.300 pesos mensuales (335 dólares). Se presenta como
algo nuevo –ni política focalizada ni transferencias– porque su objetivo es
“recuperar la dignidad del trabajo” (Ministerio de Desarrollo Social, 2010b). Los
aspirantes se inscriben y luego son seleccionados si cubren una serie de requi-
sitos (de 144 mil inscriptos, 40 mil fueron observados), el ministerio realiza visi-
tas barriales y domiciliarias, así como entrevistas personales con los selecciona-
dos y se les ofrece una capacitación mínima para trabajar en cooperativas que
realizarán obras públicas de mediana y baja complejidad. El trabajo se efectúa
en cuadrillas a cargo de un capataz y el sueldo se podrá retirar del banco con
tarjeta de débito.
Según la ministra Alicia Kirchner, no se trata de una política asistencial ni
compensatoria, ya que “una cooperativa te permite construir una organización
social, donde la gente empieza a ayudarse de manera diferente” (Ministerio de
Desarrollo Social, 2010a). Como el programa está dirigido a personas que no tie-
nen ingresos ni planes sociales ni ningún otro beneficio, y ofrece una remunera-
ción sensiblemente superior a otros programas (el ingreso es ocho veces supe-
rior al de las transferencias básicas), ha generado mucha expectativa. Las organi-
zaciones territoriales, como el Frente Darío Santillán, reconocen que se trata del
plan social más ambicioso lanzado hasta ahora, tanto por la cantidad de perso-
nas a las que involucra como por el monto del ingreso, que eleva considerable-
mente lo que un desocupado puede aspirar a cobrar por un trabajo informal, al
punto que “varios y varias compas en los barrios ya dejaron laburos precarios
para inscribirse en el plan” (Frente Popular Darío Santillán, 2009).
Por cierto, lo que el gobierno entiende por economía social es apenas una
caricatura de lo que realmente se propone bajo ese nombre. No se trata de ver-
daderas cooperativas, ya que sus integrantes no se conocen previamente y son
formadas desde arriba; pero además, se fomenta el trabajo precario, por sólo

POLÍTICA Y MISERIA 41
seis meses, usando la figura de la cooperativa. En todo caso, la propuesta impac-
tó en los movimientos que no dudan en inscribir a sus miembros con la espe-
ranza de disputar el control de las cooperativas para que se conviertan en espa-
cios autónomos del Estado. En segundo lugar, parece evidente que sucederá algo
similar a lo que se vivió en México con el PRONASOL: la burocracia estatal y la
cultura política dominante terminarán por hundir el programa. En este caso,
todo el engranaje de los intendentes peronistas del conurbano está dispuesto a
usar el programa Argentina Trabaja para consolidar el clientelismo. Con razón,
los movimientos reclaman “cooperativas sin punteros”.
Es claro que este programa puede ser una ventana interesante para observar
cómo la economía solidaria o social pasó en muy poco tiempo desde el llano
hasta los ministerios; de ser una de las diversas formas de resistencia y lucha
por cambiar el mundo, a inscribirse como una destacada política social desde
arriba. Es, en pocas palabras, la última herramienta esgrimida por el progresis-
mo gubernamental para alargar la gobernabilidad.
Si bien es cierto que el concepto de economía solidaria tiene más de dos
siglos de historia, siempre ligada a la resistencia de los trabajadores al capital
(Arruda, 2005), en América Latina tiene apenas dos décadas. El primero en for-
mularla fue Luis Razeto, economista chileno ligado a los movimientos urbanos.
A comienzos de la década de 1980, cuando volvió del exilio por su militancia
comunista bajo del gobierno de Salvador Allende, se propuso comprender cómo
hacía la gente en los barrios populares de Santiago para sobrevivir en medio de
un desempleo gigantesco. Cuando arreciaban las protestas de los pobladores,
que cobijaron ollas populares y una amplia gama de emprendimientos para la
sobrevivencia, Razeto observó prácticas económicas diferentes a las hegemóni-
cas, basadas en valores y racionalidades como la donación, la cooperación y la
frugalidad que no se encuentran en la economía capitalista. A partir de ese

42
momento trabajó con la mayor rigurosidad para encontrar los modos para que
esos vínculos puedan cuajar en prácticas que les permitan pasar de la economía
popular a la economía de la solidaridad (Razeto, 2002).
Sin embargo, Razeto rechazó el camino estatal con argumentos muy cercanos
a los del zapatismo, pero formulados algunos años antes de la irrupción del
EZLN. En sus reflexiones buscaba, además de nuevos caminos para el cambio
social, trazar un balance de su militancia comunista. Sostuvo que el primer error
es creer que el cambio debe ser global, o sea buscar un modelo que suponga
una reestructuración completa de la sociedad, porque para llevarlo adelante será
imprescindible contar con los mecanismos de poder que sólo ofrece el Estado.
Es justamente esa concentración de poder lo que buscan evitar quienes desean
cambiar el mundo, dice Razeto, porque implica reconstruir relaciones de domi-
nio y subordinación. Para cambiar el mundo hay que crear algo nuevo, por lo
que la verdadera actitud transformadora es la actividad creativa, que puede con-
sistir en construir nuevas realidades donde no existan las injusticias, opresiones
y desigualdades que nos impulsan a promover el cambio social (Razeto, 1993).
Pese a haber sido uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT)
de Brasil, el economista Marcos Arruda mantiene una posición no demasiado
diferente. A la hora de reflexionar sobre cómo puede imponerse la economía soli-
daria, sostiene que será “a través de su expansión e irradiación, por medio de la
comunicación y de la educación solidarias, del efecto de demostración, del diálo-
go y de la persuasión, este sistema iría ocupando cada vez espacios más amplios
y constituyendo una economía del trabajo emancipado” (Arruda, 2005: 163). Arru-
da abandonó el PT y se ha convertido en agudo crítico del gobierno Lula.
La corriente favorable a que el Estado juegue un papel en la economía soli-
daria, tiene en el economista José Luis Coraggio uno de sus más destacados
defensores. Su punto de partida fue el tránsito del sector informal hacia la econo-

POLÍTICA Y MISERIA 43
mía popular, asentada en las unidades familiares (Coraggio, 1994), para continuar
luego un recorrido que lo llevó a formular la economía del trabajo y posterior-
mente adoptar la economía social (Coraggio, 2004). Distingue tres subsistemas: la
economía del capital, la economía pública y la economía social o del trabajo. En
su opinión, esta economía llegaría a ser hegemónica gracias a la superación de
la fragmentación que caracteriza a la economía popular, a través de programas
que permitan extender y consolidar redes de cooperación e intercambio, lo que
con apoyo del Estado le puede permitir ejercer poder en el mercado y en la
administración pública. Aunque defiende la autonomía de los emprendimien-
tos, “se propone incidir crecientemente en la encarnación de sus valores en el
seno de la administración pública y del sistema político. (Coraggio, 2004: 288).
Sus reflexiones presentan un recorrido similar a los partidos que integran el
Foro de San Pablo desde comienzos de la década de 1990, que los llevó a parti-
cipar en las gestiones locales municipales y, luego, en los gobiernos nacionales.
Sostiene que la economía social no puede crecer sin el apoyo del Estado, en par-
ticular de los gobiernos locales. A la hora de explicar cómo la economía social
llegará a contar con los “recursos productivos externos” (o sea los medios de
producción en manos de la burguesía), defiende cinco caminos: un sistema fis-
cal progresivo, la regulación del intercambio mercantil, las donaciones de las
agencias de cooperación y oenegés, la transferencia de recursos a través de sub-
sidios y entrega de bienes estatales, y las compras del Estado de la producción
de ese sector (Coraggio, 2004: 129-130).
Crítico acérrimo de las políticas focalizadas y compensatorias, defiende el
crecimiento de la economía social sin la necesidad de expropiar a las clases
dominantes, sino sobre todo a través de “activar ya las capacidades de todos los
ciudadanos excluidos del trabajo” (Coraggio, 2004: 289). De ese modo, con base
en la coexistencia de las tres economías, el apoyo del Estado a la economía

44
social y la potenciación de las capacidades de ésta promoviendo el activismo
social, espera que en un mediano-largo plazo pueda construirse otra economía.
En una de sus últimas intervenciones sostiene:

Construir una economía alternativa requiere una conjunción


entre la economía pública y la economía social y solidaria que se
encuentran y concertan en espacios democráticos, un camino
para la soberanía del pueblo, ejercida en el encuentro de las orga-
nizaciones sociales, los representantes políticos y los funcionarios
públicos (…) La construcción de otra economía es una tarea para
múltiples actores, que deben compartir los rasgos estratégicos de
una propuesta de transformación y aportar y contar con recursos
suficientes para conformar una verdadera plataforma de apoyo a
los agentes de esa nueva economía. Es, a la vez, una base firme
para la construcción de ciudadanía, dado que los derechos indi-
viduales sólo pueden ejercerse a plenitud con autonomía, con las
necesidades básicas resueltas y en relación solidaria con otros.
Coraggio, 2007

Para llegar a eso será necesario profundizar la redistribución progresiva del


ingreso, combinando las prestaciones individuales con la constitución de fondos
de desarrollo para comunidades y asociaciones, que podrán “decidir de manera
autónoma el mejor uso de esos recursos” (ídem). Esta política se complementa
con la inversión pública en educación, salud, energía, agua y tierra.
A grandes rasgos, es una propuesta similar a la defendida por Daniel Arroyo,
ex secretario de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social, cuando se
puso en marcha el programa Manos a la Obra. En efecto, la propuesta de aquel

POLÍTICA Y MISERIA 45
programa, al igual que el actual Argentina Trabaja, consiste en “generar las con-
diciones para que las familias tengan más recursos, puedan acceder al menos a
los bienes y servicios básicos, y de esta manera puedan vivir mejor”, lo que
sólo podrán hacer “produciendo y vendiendo” (Arroyo, 2003).
Para concluir, quisiera señalar que este modo progresista de combate a la
pobreza, o sea la versión aplicada en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Uru-
guay, conlleva cambios y continuidades respecto a las políticas defendidas por el
Banco Mundial. En algunos puntos destacados hay un evidente distanciamiento
de las políticas propugnadas por el Banco: el intento de ir mas allá de la focali-
zación a través de la masificación y el cambio de las políticas macroeconómicas
son, a mi modo de ver, los dos aspectos más relevantes. Sin embargo, en los
aspectos centrales, existe una evidente continuidad con la política de los orga-
nismos multilaterales. No debe olvidarse que éstos vienen defendiendo desde
hace ya casi dos décadas políticas sociales centradas en “la movilización de los
pobres”, el trabajo con las organizaciones sociales a las que se les traspasan res-
ponsabilidades como el diagnóstico y la ejecución, e incluso la defensa de la
“autonomía” de esas organizaciones, tal como he mostrado líneas arriba. La
incorporación de la economía social como eje de las nuevas políticas, podría ser
un aspecto muy positivo si se superaran algunas cuestiones conceptuales y polí-
ticas que la desvirtúan. Creo, no obstante, que existen tres núcleos básicos que
siguen presentes en las políticas sociales progresistas:

1. La pobreza sigue siendo considerada como un problema, y


ese problema, más allá de la opacidad de los discursos, con-
siste en que es visualizada como una amenaza a la estabili-
dad, o a la gobernabilidad si se prefiere. Es enteramente falso
que el problema central de nuestras sociedades sea la exis-

46
tencia de porcentajes elevados de pobreza. El verdadero pro-
blema es la riqueza, es decir, la existencia de una clase social
parasitaria, que no cumple ningún rol positivo en la socie-
dad aunque sí tiene el suficiente poder tanto para influir en
las políticas estatales, en las agendas públicas y de los
medios, como para desviar el foco de atención hacia su
impúdica acumulación de riqueza. Romper con esta concep-
ción de la pobreza como problema a resolver y poner el cen-
tro de atención en la riqueza, es un requisito para cambiar
las políticas sociales. Es una opción política.

2. Al igual que hacen el Banco Mundial y la cooperación inter-


nacional, la pobreza se convierte en “dato sin origen”, en una
constatación a través de una lista de carencias y necesidades,
de porcentajes de la población que deben ser atendidos por
programas del Estado (Rodríguez-Carmona, 2009: 28). Quiero
decir que la pobreza se despolitiza y se convierte en un pro-
blema técnico, relacionado con la aplicación eficiente y efi-
caz de soluciones. Al despojarla de su sentido político, todo
el debate queda centrado en los mejores modos para reducir
los porcentajes; terreno éste donde, a lo largo del último
medio siglo, aparece una infinidad de recetas que, invariable-
mente, tienen el objetivo de descontextualizar, de ocultar la
riqueza. En esta concepción ya no hacen falta cambios
estructurales, puede haber incluso cooperación con los
empresarios a través de la apelación a su “responsabilidad
social”. Sin embargo, ahí no habrá nunca un cuestionamien-

POLÍTICA Y MISERIA 47
to de la propiedad privada de los medios de producción,
nunca un desafío a la “expropiación de los expropiadores”
como señala Marx. El gran triunfo ideológico del Banco
Mundial es haber inoculado en las izquierdas del sistema, en
los sindicatos y los intelectuales progresistas que se puede
acabar con la pobreza sin tocar la estructura de la propiedad.
O sea, sin modificar las relaciones de poder.

3. Las políticas sociales centradas en el “combate a la pobreza”


buscan evitar el conflicto. O sea, buscan la anulación de cual-
quier sujeto de abajo y quieren que sólo existan sujetos estata-
les o empresariales. Los sujetos se forman en la lucha, nacen
en ella y si la sociedad se instala en un período de letargo
social, los actores se desvanecen. Éste es un punto clave y
determinante. Toda la política del Banco Mundial y de las eli-
tes globales y nacionales es para des-sujetizar, para evitar que
las diferencias sociales se convierten en conflicto social. Véase
que muchos de los supuestos con los que trabajan las políti-
cas sociales progresistas (las organizaciones sociales, la econo-
mía solidaria, la autonomía y la horizontalidad, la educación
popular, etc.) han nacido en el conflicto social, pero separados
de ese conflicto se convierten en técnicas asépticas, esteriliza-
das de todo vínculo político-social, convirtiéndose en herra-
mientas de la dominación, de la gobernabilidad.

Es el caso de la economía social o solidaria. Nació en la resistencia a las políti-


cas de ajuste estructural del neoliberalismo, creció y se fue expandiendo en la

48
búsqueda de alternativas para la sobrevivencia cotidiana y en la búsqueda para-
lela de un hacer que no reprodujera el capitalismo. Sin embargo, la economía
solidaria no es nada fuera del marco del conflicto. Puede ser un modo de adqui-
rir fuerza y autonomía para encarar el combate en mejores condiciones. Pero
reducida a un conjunto de técnicas, pierde todo sentido como herramienta
emancipatoria. En última instancia, creaciones populares como la economía
solidaria son formas de crear poderes no estatales, poderes populares que per-
mitan a los de abajo, como señaló el subcomandante insurgente Marcos, crecer
para enfrentar y derrotar al capitalismo en su núcleo central, la propiedad priva-
da de los medios de producción y de cambio.

POLÍTICA Y MISERIA 49
50
Universidad de Chile
Departamento de Pregrado
Cursos de Formación General
www.cfg.uchile.cl
Curso: Drogas y alcohol: construir prevención desde el conocimiento integral

“¿Juventud o juventudes? Versiones, trampas, pistas y ejes para acercarnos progresivamente a los mundos
juveniles”
Klaudio Duarte Quapper

¿Juventud o juventudes? Versiones, trampas, pistas y ejes para acercarnos progresivamente a


los mundos juveniles1

1. De qué vamos a hablar

Una de las características del proceso, múltiple y dinámico, de pensar a la juventud y a las juventudes
en nuestro continente latinoamericano y caribeño, en especial durante las últimas dos décadas, es
que se ha dado un cierto tránsito, desde concepciones más bien conservadoras y funcionalistas hacia
versiones más integrales y progresistas respecto de este complejo mundo juvenil. Las primeras han
copado por mucho tiempo no solo las producciones de las ciencias sociales y médicas, sino también
los imaginarios colectivos con que nuestras sociedades se nutren cotidianamente. Las visiones
alternativas, que han surgido muchas veces en contraposición a las anteriores, han comenzado a
abrirse espacios tanto en el ámbito académico como en el sentido común de nuestras sociedades, y
asimismo en medio de quienes despliegan acciones educativas, preventivas y promocionales en el
mundo juvenil de sectores empobrecidos.
Este tránsito y actual convivencia de versiones respecto de las juventudes, de los actores y sujetos
juveniles, de sus producciones culturales y contraculturales, de las ofertas identitarias que los modos
culturales —tanto dominantes como contraculturales— realizan, se viene dando empujado por un
fuerte proceso de irrupción de este grupo social en las distintas sociedades y sus estratos en el
continente. No solo su masividad como grupo social caracteriza este proceso, sino sobre todo la
incapacidad mostrada por muchas organizaciones e instituciones sociales (públicas y privadas) de
responder a las demandas y necesidades que estos grupos tienen. También es cada vez más
relevante la
característica que surge desde las formas que las y los jóvenes asumen para plantear dichas
necesidades y sueños, que no necesariamente es por la vía de los canales tradicionales o
institucionalizados para ello, más bien se observa que están tendiendo a crear fórmulas propias de
expresión de sus intereses colectivos e individuales.
En un ámbito menos estructural, vemos que son cada vez mayores las distancias y los puentes rotos
que van surgiendo entre el mundo juvenil y el mundo adulto, cuestión que aflora en las familias, en las
escuelas, en las comunidades locales, en las organizaciones de diverso tipo y en los propios grupos
de jóvenes. Todo esto produce un matiz de dificultad en la consideración que las distintas sociedades
van mostrando hacia ellos y ellas, e igualmente se generan actitudes de tensión permanente de las y
los jóvenes hacia sus entornos.
Este proceso, y el conjunto de situaciones que le caracteriza, van de la mano con los diversos lentes
que se utilizan para las miradas externas e internas de lo que acontece, de sus evoluciones y
manifestaciones. No es menor la ubicación de quien habla de las y los jóvenes, así como adquiere
cada vez mayor importancia lo que las y los propios jóvenes dicen de sí mismos y de cómo son vistos
en sus sociedades y contextos. Un desafío para las ciencias sociales surge de intentar construir
1
Una primera versión de este texto (con el título, "Juventud o Juventudes. Acerca de cómo mirar y remirar a las juventudes
de nuestro continente") se encuentra en Adolescencia y juventud. Análisis de una población postergada. San José, Libro
Universitario Regional, 2001. Para la presente versión se han incorporado algunos nuevos aspectos, fruto de la reflexión
sostenida en el Encuentro "Lo juvenil popular en América Latina y el Caribe", realizado en el DEI, entre el dos y el quince de
diciembre del dos mil.
1
miradas desde lo social que integren éstas y otras versiones de lo que la comunidad —incluidos los y
las Jóvenes—
dice de sus jóvenes, de sus necesidades, sueños, estilos de vida, expresiones, agrupaciones,
resistencias...
En la presente reflexión abordaremos este tránsito y actual convivencia de miradas, intentando
responder el interrogante: ¿es posible hablar de la juventud para referirnos a este complejo
entramado social, o es necesario hablar de la existencia de las juventudes para construir miradas
más integradora y potenciadoras de lo juvenil? Las respuestas a esta pregunta van más allá de la
pluralidad que asumiría el sujeto-sujeta de estudio si habláramos de las juventudes en vez de la
juventud. Creemos que no está referido a una cuestión gramatical de número y cantidad, sino que a
nuestro juicio hace mención a una cierta epistemología de lo juvenil, la cual exige mirar desde la
diversidad a este mundo social. Junto a ello, un elemento de este tránsito es que se ha venido
planteando la necesidad del reconocimiento de la heterogeneidad en el mundo juvenil; hemos dicho y
se ha dicho, no es lo mismo ser joven rico que joven empobrecido2, no es lo mismo ser mujer joven
que hombre joven, etc. Pero la mención que se realiza no ha venido acompañada de la construcción
de ciertas categorías analíticas que permitan mirar y remirar las juventudes de nuestro continente
desde una óptica nueva, y por lo tanto alternativa a la tradicional3.
Por lo mismo, se han convertido en lugares comunes frases que se han ido vaciando de contenidos,
por lo que es preciso aportar elementos a la reflexión para que demos un salto cualitativo en este
aspecto y profundicemos en ella: este artículo pretende contribuir en este sentido. Para esto, primero,
revisaremos las versiones más recurridas del discurso tradicional, sintetizando, en un segundo
momento, las trampas y dificultades que desde esta mirada se nos plantean para la construcción de
miradas respetuosas del mundo juvenil. Seguidamente, desplegaremos los elementos conceptuales y
metodológicos que nos permitirían una mirada de nuevo tipo respecto de dicho mundo, con una
sistematización de los desafíos epistemológicos que se abren a partir de esta entrada a la temática
Juvenil en nuestro continente, tanto para quienes viven su vida como jóvenes, como para quienes
desplegamos acciones educativas y reflexivas en este mundo juvenil.

2. Uno: ¡Cuántas cosas se dicen al hablar de la juventud!

Cuando en nuestras sociedades se habla de la juventud, se hace referencia a varios sentidos


simultáneamente.
La necesaria contextualización de los discursos y acciones al respecto, y el reconocimiento de la
posición de quien habla, nos permitirán una mejor comprensión de estos discursos. Una primera idea
fuerza de esta reflexión es que la nominación en singular de la juventud no es tal, ya que sus
significantes son diversos y refieren a varias imágenes desde una misma habla con diversos
hablantes. ¿Cuáles son esos diversos significados o usos que se hace de la categoría juventud?
Una primera versión, que podríamos decir es la más clásica o tradicional, y por consiguiente la que ha
tenido más peso en nuestras hablas sociales, es la que define la juventud como una etapa de la vida.
Dicha definición tiene al menos dos acepciones: por una parte, sería una etapa distinguible de otras
que se viven en el ciclo de vida humano, como la infancia, la adultez, la vejez; y por otra, es
planteada como una etapa de preparación de las y los individuos para ingresar al mundo adulto.
Ambos sentidos están íntimamente ligados. En el primero de ellos, se parte desde los cambios
propios de la pubertad para señalar el ingreso a un nuevo momento del desarrollo del ciclo vital, que
tendría en algunos enfoques el papel de sustituir los ritos de iniciación que estarían desapareciendo
desde los procesos de industrialización de nuestras sociedades. En el segundo sentido, se le otorga
al primer efecto, la maduración sexual y orgánica (madurez en función de la reproducción) una
connotación que se transforma en una mirada social: la madurez fisiológica sería la causa de un
efecto posterior: la integración adecuada al mundo adulto. Sin embargo, esta integración al mundo

2
Pobre designa un estado, empobrecido refiere a un proceso que contextualiza e histórica su carácter de producción social.
Ver Gallardo, H. (1998). Entra las y los jóvenes empobrecidos consideramos sus distintas pertenencias sociales, de clase,
de género, de raza, de ubicación geográfica, de pertenencia cultural, etc.
3
Duarte, K. (1996); Kuasñosky, S. y Szulik, D. (1995).
2
adulto no es solo consecuencia de la madurez señalada, sino de las posibilidades que cada joven
tiene de participar en el mercado de la producción y del consumo. Es aquí donde esta primera versión
señalada pierde consistencia, dado que trata por igual a las y los Jóvenes que ocupan diversas
posiciones en el entramado social, no considerando la diversidad de situaciones que se presentan en
la cotidianidad social.
La lucha entre versiones homogeneizantes y versiones quedan cuenta de la diversidad, es parte de la
convivencia de miradas que ya hemos señalado.
Desde esta perspectiva se ha instalado en nuestros imaginarios la versión de que el mundo joven
está en un tránsito, preparándose para ser adulto, lo cual trae una serie de consecuencias que más
adelante ahondaremos. Señalemos por ahora que la moratoria psicosocial planteada por Erikson, es
claramente el concepto central de esta versión. Dicho concepto es el eje de la mirada clásica más
conservadora, y que más ha sido utilizado en los distintos discursos que las ciencias sociales y
médicas vienen planteando por décadas. Entre otras debilidades de esta conceptualización, interesa
recordar la mirada de transitoriedad de la "etapa Juventud", y su carácter de apresto hacia el mundo
adulto. Desde esta mirada se refuerza la idea de pensar lo social desde lo adulto, señalando lo juvenil
—aquello que vive la juventud— siempre en referencia al parámetro de medida central que es lo
adulto. Así, lo juvenil pierde importancia en sí mismo, y siempre será evaluado en función de lo que el
mundo adulto ha parametrado como lo que debe ser4.
Una segunda versión dice la juventud para referirse a un grupo social que puede ser clasificable a
partir de algunos parámetros, en especial el etáreo. Dicha variable, la edad, permitiría construir un
grupo dentro de las sociedades, a los que se denomina los (y las) jóvenes. En esta versión se tiende
a confundir lo netamente demográfico, un grupo de cierta edad en una sociedad, con un fenómeno
socio cultural que es lo juvenil como momento de la vida o como actitud de vida, etc.
Es importante considerar la versión de Bourdieu, quien señala que el uso de la edad para significar
una compleja realidad social es una manipulación que efectúan sociólogos y otros dentistas sociales.
Para este autor,

.. .la juventud y la vejez no están dadas, sino que


se construyen socialmente entre jóvenes y viejos.
(...) La edad es un dato manipulado y manipulaba
muestra que el hecho de hablar de los jóvenes
como una unidad social, de un grupo constituido,
que posee intereses comunes, y referir estos intereses
a una edad definida biológicamente, constituye
en sí una manipulación evidente5.

Vale decir, la manipulación ha sido la característica de este mal uso de la edad y de los rangos
etáreos. En primer término, porque desde ello se ha pretendido construir realidad, se asignan
conductas o responsabilidades esperadas según edades, nuevamente sin considerar las
especificidades y contextos del grupo social del que se habla. En segundo término, la definición de
los rangos ha estado mediada por dichas condiciones sociales, solo que ello no se enuncia. En este
sentido, es interesante mirar lo ocurrido en Chile cuando asume el prime gobierno civil post dictadura
militar en el año 1990, donde el rango etáreo asumido para hablar de jóvenes desde la política social
se aumentó desde los 15 a 24 años, que se usaba desde hacía más de dos décadas, hasta los 29
años como margen superior. La explicación tiene que ver con la cobertura interesada por desplegar
en el marco de la denominada "deuda social" que se tendría con las y los jóvenes chilenos

4
En este texto, la juventud, o más adelante las juventudes, refieren al grupo social que puede ser categorizado desde
distintas variables (demográficas, económicas, culturales, etc.); lo juvenil hace referencia a las producciones culturales y
contraculturales que estos grupos sociales despliegan o inhiben en su cotidianidad; las y los jóvenes hace referencia a los
sujetos específicos en su individualidad y en sus relaciones colectivas; la juvenilización es la expresión que adquiere el
proceso por medio del cual se construyen imaginarios sociales con modelos de ser joven que circulan en nuestras
sociedades.
5
Bourdieu, P. (1990).
3
empobrecidos, que sufrieron exclusión social durante la dictadura militar. No obstante, esta variación
intencionada no se hace cargo de "la realidad que construye", en tanto quien en 1990 tenía 24 años,
se encontró con la posibilidad de vivir una ampliación de su "etapa como joven" al tener cinco años
más, mientras se preparaba para ser adulto. Es necesario indicar que dicha ampliación ha tenido
efectos en el imaginario social, el cual ya no concibe a sus jóvenes hasta los 24 años sino que les ha
otorgado también esta ampliación decretada desde el Estado chileno.
La tercera versión utilizada para referirse a la juventud, dice relación con un cierto conjunto de
actitudes ante la vida. Por ejemplo, se habla de la juventud para decir un estado mental y de salud
vital y alegre; se usa igualmente para referirse a un espíritu emprendedor y jovial; también se recurre
a ello para hablar de lo que tiene porvenir y futuro; en otras ocasiones se le utiliza para designar
aquello que es novedoso y actual, lo moderno es joven... Dichas actitudes son en su mayoría
definidas desde el mundo adulto, desde una matriz adultocéntrica de comprender y comprenderse en
el mundo y en las relaciones sociales que en él se dan Visto así, el mundo adulto se concibe a sí
mismo, y , visto por su entorno, como las y los responsables de formar y preparar a las "generaciones
futuras" para su adecuado desempeño de funciones en el mundo adulto, vale decir: como
trabajadores, ciudadanos, jefes de familia, consumidores, etc.
Esta responsabilidad asignada por siglos y autoimpuesta a la vez, es la que va enmarcando el estilo
de relaciones que entre el mundo adulto y el mundo joven se van dando. Ella, entre otras
prefiguraciones, va anteponiéndose a las relaciones que se puedan generar mediante papeles,
respetos implícitos, etc. De esta forma vemos que, por ejemplo, en la escuela secundaria la queja de
las y los estudiantes es que sus docentes se relacionan con ellas y ellos en cuanto estudiantes y no
en cuanto personas jóvenes. El
adulto se posiciona en su papel de profesor-profesora y pierde la posibilidad de aprender del joven
que tiene enfrente, sin llegar a plantearse la posibilidad de juntos construir comunidad.
Mirado con este lente, en esta tercera versión, vemos que el mundo adulto tiende a acentuar sus
miradas sobre el mundo juvenil (al que recordemos denomina la juventud), mayormente desde
imágenes prefiguradas que no siempre coinciden con la realidad; y por lo demás, muchas veces ni
siquiera logran conocer dicha realidad Juvenil, pues de inmediato le anteponen el prejuicio que su
lente les entrega. El mundo adulto mira con este lente a las y los jóvenes a partir del aprendizaje que
impone la socialización adultocéntrica en que nuestras culturas se desenvuelven. Al mismo tiempo,
muchos jóvenes interiorizan estas imágenes y discursos, por lo que encontramos experiencias
individuales y colectivas en las que su despliegue cotidiano está guiado por tratar de dar cuenta de
estas situaciones: "ser como dicen que somos".
Un ejemplo de esto último, lo constituye la distinción que algunos raperos de la zona sur de Santiago
de Chile hacen respecto de lo que denominan "la vieja escuela" y "la nueva escuela" del rap. Se
trataría de dos generaciones distinguibles por el contenido de su música y por sus motivaciones para
ser raperos. La vieja escuela elaboraría canciones signadas por temas de crítica social de corte
sistémico y con propuestas de ciertas alternativas a las situaciones de dolor social; mientras tanto, la
nueva escuela se caracterizaría porque son raperos de menor edad, que han surgido como tales en
los últimos cuatro o cinco años y cuyos contenidos están más vinculados a la violencia y con poca
crítica social. De la misma manera, estos últimos asumirían como parte de su identidad el uso de la
violencia y las peleas callejeras como forma de relacionarse en sus entornos. La explicación que ellos
y ellas tienen para este fenómeno, es que las y los raperos de la nueva escuela estarían
respondiendo al discurso criminalizador que la sociedad ha venido imponiendo en tomo al ser rapero,
su estética y su identidad. O sea, estos jóvenes se estarían haciendo cargo de un discurso dominante
que los inculpa, pero que les va brindando sentido en tanto les permitiría una cierta visibilidad social.
Una cuarta versión, que surge de la anterior, es la que plantea a la juventud como la generación
futura, esto es como aquellos y aquellas que más adelante asumirán los papeles adultos que la
sociedad necesita para continuar su reproducción sin fin. Esta versión tiende a instalar
preferentemente los aspectos normativos esperados de las y lo jóvenes, en tanto individuos en
preparación para el futuro. De este modo, surge un juego entre las hablas que reconocen aspectos
"positivos de la juventud" y aquellas que en el mismo movimiento refuerzan la tendencia
deshistorizadora de los actores jóvenes. Por ejemplo, una forma de descalificar los aportes que las y

4
los jóvenes realizan en distintos espacios sociales, es plantear que se trata solo de sueños y que ya
los dejarán de lado cuando maduren y se vuelvan realistas como "todo un adulto". El reconocimiento
de que la juventud (la etapa de la vida) sería el momento de los ideales, tiene esta doble connotación:
se pretende reconocedora de los posibles aportes juveniles, si bien en el mismo movimiento se les
descalifica por falta de realismo y por ser pasajeros.
De igual manera, lo que se refiere a las críticas y propuestas que hacen las y los jóvenes y sus
grupos a las formas de vida de sus sociedades, sus modos contraculturales de originar
agrupamientos, de relacionarse, de comunicarse, de vestirse... son vistos como acciones de rebeldía
y de no-adaptación social, en la medida que no dan cuenta de lo que se espera: la subordinación de
las y los jóvenes a lo que cada generación adulta les ofrece en el tiempo que les corresponde vivir.
He aquí una franca lucha de poder, entre quienes ofrecen modelos a los cuales adaptarse y quienes
intentan producirse y reproducirse desde parámetros propios que las más de las veces contradicen
aquella oferta.
Otro modo de desalojar-deshistorizar a las y los jóvenes es planteando que la juventud es el
momento de la vida en que se puede probar. Desde ahí surge un discurso permisivo: "la edad de la
irresponsabilidad", y también un discurso represivo que intenta mantener a las y los jóvenes dentro de
los márgenes impuestos. Se puede probar, aunque sin salirse de los límites socialmente impuestos.
El hedonismo, en algunos autores, sería la característica de la juventud, lo que la situaría en este
marco de la irresponsabilidad, de la búsqueda del placer fácil, de la disposición a vivir solo el
presente...
Hasta aquí estas versiones. No son las únicas, son solamente una muestra de lo que más aparece en
el sentido común que día a día se va alimentando de discursos científicos, periodísticos,
comunicacionales, religiosos, políticos, de la calle, del café, de la
música, de la publicidad... Ellas muestran una variedad de maneras de concebir, hablar y representar
a la juventud, la cual entre más nos sumergimos en el análisis, más aparece como desbordando esta
forma de referencia Al parecer, la categoría usada no consigue contener el complejo entramado
social del que desea dar cuenta.

3. Dos: Cuidado con las trampas para comprender y autocomprenderse en el modo de vida
juvenil. El surgimiento de la matriz adultocéntrica

Intentaremos ahora una síntesis en torno a las racionalidades que subyacen a las diversas versiones
ya planteadas. Racionalidades que actúan como contenedoras de una matriz cultural que sustenta
estas miradas y discursos acerca de la existencia de la juventud. Dicha matriz da cuenta de una
construcción sociocultural que sitúa a este grupo social, sus producciones y reproducciones, como
carentes, peligrosos,
e incluso los invisibiliza sacándolos de las situaciones presentes y resitúandolos en el futuro
inexistente. Esta matriz la hemos denominado adultocentrismo6, en tanto ubica lo adulto como punto
de referencia para el mundo juvenil, en función del deber ser, de lo que debe hacerse para ser
considerado en la sociedad (madurez, responsabilidad, integración al mercado de consumo y de
producción, reproducción de la familia, participación cívica, etc.).
De esta manera, cuando se significa al mundo Joven en nuestras sociedades la mayor de las veces
se hace desde esta matriz, cuyo surgimiento en la historia va de la mano con el patriarcado. Vale
decir, se construye un sistema de relaciones sociales, una cierta concepción de la orgánica social
desde la asimetría [adulto+ —joven-]. Esta postura no pretende crucificar a quienes se perciben o son
percibidos como adultos, sino que busca desnudar una corriente de pensamiento y acción social que
discrimina y rechaza aquellas formas propiamente juveniles de vivir la vida Antes de mirar las trampas
en las comprensiones que tenemos acerca de la juventud, es oportuno dar un vistazo a algunos
tópicos del surgimiento de la matriz adultocéntrica y su vínculo con la matriz patriarcal.

3.1. Una posible explicación histórica del surgimiento de las generaciones

6
Duarte, K. (1994).
5
En las sociedades tribales, el ejercicio de los diversos papeles que cada actor social desplegaba en
su cotidianidad provocaba diferenciaciones que tendían a la apropiación de ciertas funciones y tareas,
así como al goce de cierto estatus social en las comunidades. Las mujeres y los hombres tenían
espacios de acción definidos en cada comunidad, algunos compartidos y otros complementarios, lo
mismo las y los mayores y menores7 , quienes poseían ciertas atribuciones y deberes en el marco de
su propia cultura8. Esta diferenciación social de trabajo, de papeles y de autoridad, entre otros, no
necesariamente generaba desigualdad ni discriminación, ya que el significado que se atribuía a las
distintas acciones que cada sujeto desplegaba no
dependía de su género ni de su pertenencia generacional, sino más bien del carácter propio de cada
acción.
En el proceso posterior de apropiación violenta de la capacidad reproductora y productora de la
mujer, por parte del grupo masculino, es que empiezan a generarse situaciones en que la diferencia
es transformada en asimetría social. Esto surge desde el establecimiento
de ciertas castas, y más tarde clases sociales, dentro de cada comunidad, lo que las va
transformando en sociedades con estructuras organizacionales y relaciónales cada vez de mayor
complejidad, en las que la dominación de unos sobre otros se vuelve el patrón tradicional de las
relaciones9.
Estas asimetrías sociales se basan en lo que posteriormente se denomina la estructura patriarcal de
nuestras sociedades, por la cual la sexualidad femenina y su autonomía económica o su aporte a la
economía doméstica, pasan a ser controladas por los hombres del grupo. La matrilinealidad que
existía en muchas comunidades, y que le daba a la mujer un mayor control sobre su sexualidad y
maternidad se va perdiendo, para dar paso a la pertenencia que ellas tienen respecto del mundo
masculino en las nuevas sociedades nacientes. Aparecen la familia y una nueva forma de
estructuración social basada en ella, en la cual los papeles asignados a las mujeres y los hombres
fortalecen la reproducción de la asimetría patriarcal. Las relaciones de género que desde ahí se
configuran están significadas en ese ámbito y en la permanente invisibilización de lo femenino a favor
de la sobre valoración de los aspectos masculinos de dichas relaciones.
Por ejemplo, en lo económico los hombres van asignándose la conducción pública y las mujeres van
siendo relegadas a lo doméstico, a lo sumo como administradoras de dicho espacio. Esto junto a una
división de lo real social entre lo público y lo privado, que relega a las mujeres a este último ámbito y
posiciona a los hombres en la esfera pública, con base en la pretensión de que solamente en ella se
definen las cuestiones importantes de nuestra sociedad, mientras que lo doméstico es mirado con
desprecio.
En el ámbito de la sexualidad, además de reducir la sexualidad de la mujer a la reproducción, se
define a ésta como perteneciente a algún hombre, que vive su sexualidad con ansias de propiedad
sobre dicha mujer. Y desde una perspectiva religioso cultural, el hombre es construido como hecho a
imagen y semejanza de Dios, en tanto que la mujer es presentada como inferior, objeto y proyección
del pecado. Es la imagen de Eva asociada a todo lo femenino.
De esta forma se van creando un conjunto de imágenes que muestran a la mujer como incapaz, débil,
dependiente, estúpida, pasiva, servicial entre otros atributos que la han relegado por mucho tiempo a
un plano inferior en las relaciones sociales y que la han invisibilizado en las distintas esferas sociales.
En contraposición, los hombres construyen sus autoimágenes como seres capaces, fuertes,
independientes , inteligentes, activos, líderes, entre otros atributos que les señalan como los que
controlan las relaciones sociales, en la intimidad y en el ámbito externo, y ejercen su poder de
acuerdo con un designio definido como divino. Así, se ha dado una naturalización de estas relaciones
de género, que por una parte esconden sus raíces de producción histórica, y por otra pretenden
negar cualquier posibilidad de transformación de ellas.
A partir de lo señalado, nuevos estudios muestran que en el plano de las generaciones, esta
asimetría social se gestó en un paulatino proceso histórico que tuvo características específicas según
7
El uso del término menores en este texto es solamente referencial y no pretende significar disvalor o invisibilización.
8
Montecino,S.(1996).
9
De Barbieri,T. (1992).
6
cada cultura y el tipo de sociedad en que se daba. Sin embargo, existen cuestiones de orden común
que se presentan cuando los grupos mayores fueron construyendo una autopercepción de su papel
social, por el que se atribuyeron las responsabilidades de educar y transmitir sus conocimientos a los
nuevos grupos menores.
Dicho proceso fue asentando la noción del poder adulto frente a otros grupos, que a lo largo del
tiempo han sido nominados de distinta manera (infantes, niños, niñas, jóvenes, adolescentes,
púberes, muchachos, muchachas). Este poder adulto se reforzó en la medida que se construyeron
una serie de símbolos, discursos y normas que avalan el papel social atribuido
De modo similar a las relaciones de género, la construcción de la familia permite la consolidación de
este estilo relacional asimétrico, de acuerdo con el cual ser mayor implica gozar de una serie de
privilegios en desmedro de las y los considerados menores.
Así, los padres y madres, los hermanos-hermanas mayores, los familiares cercanos de mayor edad,
poseen una posibilidad de controlar y definir las opciones que niños, niñas y jóvenes asumen. La
racionalidad que orienta este poder plantea que el ser menor implica estar "naturalmente" en
preparación para ser mayor-adulto, lo que desemboca en el afianzamiento de este estilo relacional
asimétrico, conforme el cual el ser mayor implica gozar de una serie de privilegios en desmedro de
las y los considerados menores.
En cada cultura y en cada contexto específico, las formas de relaciones que se van estableciendo
entre los grupos sociales así mirados, están caracterizadas por esta condición de poder y control que
los mayores poseen respecto de los menores y cómo estos, de una u otra manera, reaccionan
resistiéndose a la situación, o bien amoldándose a ella por medio de diversos mecanismos. Como ya
señalamos, el dato duro más usado para determinar la pertenencia a uno u otro grupo es la edad,
pero ella, a nuestro juicio, no construye realidad y únicamente constituye un referente de
aproximación10.
Con base en estos elementos podemos afirmar que en tanto nuestra sociedad construye sus
relaciones de género desde una perspectiva patriarcal, en la que lo masculino posee una valoración
positiva permanente en desmedro de lo femenino, desde la perspectiva de las relaciones entre
adultos y los diversos grupos denominados menores, estamos en presencia de una sociedad que se
articula desde una perspectiva adultocéntrica. Es decir, se sitúa como potente y valioso todo aquello
que permita mantener la situación de privilegio que el mundo adulto vive11 respecto de los demás
grupos sociales, los cuales son considerados como en preparación para la vida adulta (niños, niñas y
jóvenes) o saliendo de ésta (tercera edad)12.
O sea, el ser adulto es lo constituyente en nuestra sociedad, es aquello que otorga estatus y control
en la sociedad. Si se es hombre, rico, blanco, cristiano y adulto, con seguridad se posee una ventaja
sobre el resto de la población. La discriminación sufrida por efecto de la edad, como clave de
rotulación social, posee una fuerza definitoria, tanto como las discriminaciones de género, raciales,
económicas, etc. En el mismo proceso se da una suerte de valorización de lo juvenil, en cuanto lo
bello, lo romántico, el tiempo de los ideales, etc. Si bien en el imaginario social este reconocimiento a
lo juvenil pareciera contradictorio con las versiones adultistas, podemos ver que él está asociado de
modo directo con las nociones de consumo para tener belleza; el cumplimiento de patrones de
género dominantes para ser romántico (sumisa la mujer, conquistador el hombre); e ideales que son
permanentemente despojados de importancia al ser asumidos como "sueños juveniles..., que ya
pasarán" Como vemos, este reconocimiento positivo en el imaginario social puede ser leído de
manera crítica como una fórmula para buscar integración al consumo, así como adaptación a papeles
y patrones de conducta establecidos como normales.

10
Duarte, K. (2000).
11
Con la noción de mundo adulto o mundo joven, no estamos haciendo referencia a todos homogéneos, sino que queremos
significar conjuntos heterogéneos y diversos, pero que en el ámbito de este análisis los referimos a la imagen más fuerte
con que ellos se presentan-son presentados en las relaciones sociales establecidas en la
comunidad escolar y que creemos también, pueden extenderse a otros espacios sociales. Vale decir, el mundo adulto
aparece como dominante y cautelador de la formación-preparación de los niños y las niñas para su vida futura; el mundo
joven obediente y dejándose formar, aunque a ratos igualmente rechazando estas posiciones de sometimiento en que se
encuentra. Prodeni, (2000).
12
Duarte, K. (1994).
7
Al menos cuatro trampas nos presenta esta forma adultocentrista de concebir lo social, y dentro de
ello a la juventud en particular. Una primera concepción es la universalización como
homogeneización: "son todos iguales", esto es, no se elabora ningún nivel de distinciones entre los
tipos de jóvenes, ni entre géneros, razas, clases sociales, estilos (contra) culturales, etc. De esta
manera existe solamente una juventud, singular y total al mismo tiempo. Esta objetivación de corte
positivista intenta igualarlas en un concepto, negando así la existencia de las otras versiones que ya
indicamos y que abren un abanico amplio de significaciones.
A nuestro juicio, la juventud, si existiera, no posee carácter universal, constituye un referente
conceptual que precisa de contextualización y especificidad desde sus acepciones más básicas:
momento de la vida, grupo social, estado de ánimo, estilo de vida, entre otras. El reconocimiento de la
heterogeneidad, la diversidad y la pluralidad, como veremos, son ejes para una nueva mirada de las
juventudes en nuestro continente.
La segunda trampa de las versiones tradicionales refiere a la permanente estigmatización que se
hace del grupo social juventud y de sus prácticas y discursos, como objetivación invisibilizadora: "son
un problema para la sociedad". La relación que las distintas sociedades construyen con sus jóvenes o
con su juventud, se funda básicamente desde los prejuicios y los estereotipos. No se logran vínculos
humanizadores, sino que se dan mayormente desde las preimágenes, desde las apariencias y desde
las miradas preconcebidas por otras y otros. Se tiende a patologizar a la juventud, no se reconocen
sus capacidades de aporte, y de este modo se la saca de la historia, se la sitúa como no aporte y
como una permanente tensión para el orden, el progreso y la paz social. Estas imágenes son las que
permiten al imaginario dominante argumentar con fuerza todas sus desconfianzas, temores y
represiones contra la juventud, sus expresiones discursivas o de acciones.
En este sentido se ha construido todo el conjunto de normas y deberes que debieran asumir quienes
pertenecen a la juventud, para cumplir en buena forma su papel actual. Y dado que esto tiende a no
suceder, aparece una objetivación sancionadora que les responsabiliza de todos los males sociales
existentes v les acusa de disfuncionales "al sistema".
En el mismo movimiento, estas versiones circulantes en la cotidianidad, tanto en el espacio de la
intimidad cara a cara como en el de la masividad estructural, realizan el ejercicio de resituar a las y
los jóvenes, o si se quiere a la juventud, pero condicionados a cumplir con cierta norma esperada
socialmente mientras muestran capacidad de cumplir lo esperado.
Como veremos, el necesario reconocimiento de los diversos aportes juveniles y de su existencia
concreta en tiempo presente, son condición de las posibilidades de construcción de sociedades
fraternas y justas. Por ello, es de vital importancia estimular acciones y modos de hacer, para que el
conocimiento que se produce se instale siempre desde las capacidades
y potencialidades que el mundo juvenil, en toda su diversidad, aporta y/o puede aportar a la
construcción de comunidades. Vale decir, se propone leer lo juvenil desde sus aportes y no desde
sus carencias, cuestión que no pretende invalidar las dificultades sociales y de otro tipo que existen
en el mundo juvenil; solamente enfatiza otro ámbito de la mirada, hacia las posibilidades que desde
este grupo social se originan y no desde las ausencias o carencias que él tiene.
La tercera trampa consiste en la parcialización de la complejidad social como mecanicismo reflexivo.
La división en etapas del ciclo vital responde a una visión instalada con fuerza en los imaginarios
sociales en nuestras sociedades latinoamericanas y caribeñas. Se plantea que se es joven o se es
adulto (o se es infante o anciano, etc.), negando la posibilidad de convivencias o simultaneidades en
la posición que se asume socialmente, esto es ser niño-niña, joven — adulto... en un mismo
movimiento sin fin. Junto a ello, desde la lógica del mundo adulto de autoconstituirse como quienes
deben preparar a las "futuras generaciones" para la adecuada conducción de las sociedades
venideras, se asume el papel de normadores-formadores de quienes asumirían mañana los destinos
de la patria.
De esta forma, las visiones son desde la funcionalidad del joven en tanto futuro adulto, vale decir
futuro responsable y sostenedor de lo que suceda en su sociedad. Esta lógica imperante tiende a
volver rígidas las visiones y versiones acerca de la juventud, y su existencia en el ciclo vital y en la
cotidianidad de cada grupo social.

8
Como veremos, las posibilidades de reconstruir una nueva mirada en tomo a las nociones del tiempo
(de lineal a espiral ascendente), desde las lógicas más occidentalizadas hacia aquellas que
recuperan las nociones de los pueblos originarios de nuestro continente, puede ser una clave
epistemológica que nos ayudaría a superar aquella rigidez en la mirada, permitiendo la integración de
diversos elementos que inciden simultáneamente en la vida juvenil, y que las miradas mecanicistas
tienden a parcializar.
La cuarta y última trampa que queremos revisar, se relaciona con la idealización de la juventud como
objetivación esencialista: "son los salvadores del mundo". O sea, se endosa a las y los jóvenes una
responsabilidad como los portadores de las esperanzas de cambio y de transformación de las
distintas esferas de la sociedad, por el solo hecho de ser jóvenes. Su carácter intrínseco sería ser
críticos e innovadores. Esta versión del imaginario se halla muy difundida, incluso entre
organizaciones e instituciones sociales de corte progresista, que por largo tiempo han buscado, y en
algunos casos avanzado, en la construcción de sociedades justas y solidarias. Muchas veces hasta
se llega a la objetivación mesiánica de plantear que "todo lo juvenil es bueno".
Si bien la mayoría de las veces, las y los jóvenes se encuentran en situaciones de conflicto social que
les provocan dolores sociales, aunque nos ubiquemos en una lectura que intenta mirar desde las
potencialidades y capacidades del mundo juvenil, ello no justifica caer en la trampa que estamos
enunciando.
Estas distintas trampas a que hemos aludido, se comprenden en una mirada crítica a la construcción
discursiva y de acciones que por décadas se ha venido haciendo respecto de la juventud. Se ha
asentado fuertemente la certeza de la existencia de una sola juventud, la cual pretende englobar lo
que aquí hemos mostrado como un complejo entramado social, imposible de significar con un
concepto que asume múltiples sentidos. Lo que se ha dado es un proceso dominante de establecer
una mirada sobre este grupo social y sus construcciones sociales en la historia,desde un lente que lo
observó como una unidad indivisible, uniforme e invariable. Este lente, dominante por largo tiempo, es
el que sostiene que existe una sola juventud. Desde esta reflexión planteamos que esta juventud no
existe y nunca ha existido como tal, sino solo en la construcción que hace quien mira y en la versión
que desde ahí se produce. La juventud es una construcción intencionada, manipulable y manipulada,
que no consigue dar cuenta de un conjunto de aspectos que requieren una mirada integradora y
profunda de esta complejidad
Lo que existen, y que han venido ganando presencia, son las juventudes, esto es diversas
expresiones y significaciones del entramado complejo que surge en nuestras sociedades desde un
grupo social y que se expresa de maneras múltiples y plurales. Estas juventudes son de larga data13;
surgen como grupos sociales diferenciados, con particularidades y especificidades en cada sociedad
y en cada intersticio de ella; entre los espacios de las palabras van emergiendo con distintos rostros,
olores, sabores, voces, sueños, dolores, esperanzas.
Desde hace decenios se viene planteando la necesidad de agudizar la mirada, de reconstruir nuevos
paradigmas, de remirar lo que hasta ahora siempre se vio de una sola forma. Si se la ha construido
desde la homogeneización, la estigmatización, la parcialización y la idealización, entre otras trampas,
es posible plantearse el desafío epistemológico de construirlas desde otros parámetros que
humanicen a quienes viven su vida como jóvenes. En el siguiente apartado, resaltaremos aquellos
aspectos más significativos de este proceso que se viene dando en nuestras sociedades.

4. Volver a mirar (se), para aprehender (se) y comprender (se) entre las juventudes del
continente. Pistas y ejes para nuevas miradas de las juventudes

Estamos en el camino del tránsito y de la convivencia ya anunciada. En el esquema de Kühn, se

13
No siempre han tenido presencia histórica; en nuestro continente surgen de la mano del cambio del modo de producción
hacia el establecimiento del modo capitalista industrializado, y del fortalecimiento de la escuela y la universidad en los
distintos sectores y clases sociales. Por ello, en cada región y/o país tendrán una data de irrupción histórica diferente.
Muñoz, V. (1999).
9
trataría de un período de anomalía en que se ha salido al camino de las conceptualizaciones
tradicionales, intentando situar en la reflexión otros elementos no considerados hasta ahora para
mirar, aprehender y comprender a las juventudes en nuestras sociedades.
Para ello señalaremos algunas pistas de corte metodológico y ejes de tipo temático, que nos
entreguen herramientas epistemológicas para este ejercicio de conocimiento que cotidianamente
realizamos respecto de las y los jóvenes.
Las pistas tienen ese carácter, son indicadores de cómo mirar las juventudes y sus producciones en
la historia, en tanto no pretenden instituir leyes ni modelos que circunscriben acciones, sino matrices
analíticas que permitan nuevas formas de acercamiento al sujeto-actor joven, sus grupos, sus
expresiones, sus discursos, etc. Los ejes, por su parte, buscan poner de relieve ciertos temas que
cruzan transversalmente el mundo juvenil y constituyen tópicos vitales a abordar para el proceso de
conocimiento que nos interesa. Se trata, entonces, de sistematizar un conjunto de caminos que
permiten ponerse en condiciones de pensar y construir relaciones con el mundo juvenil y su amplia
gama de colores.

4.1. Las pistas metodológicas

Una primera pista refiere a la necesidad de aprender a mirar y conocer las juventudes, en tanto
portadoras de diferencias y singularidades que construyen su pluralidad y diversidad en los distintos
espacios sociales. A las ya tradicionales exigencias acerca de la clase, el género, la religión y la raza,
se suman hoy exigencias en lo que atañe a los estilos culturales y de los subgrupos etáreos que se
comprenden dentro del grupo social juventud.
Si bien hemos criticado la versión etárea que construye una juventud sin recoger diferencias y hace
depender de un dato demográfico la construcción de realidades sociales, vemos que en el
acercamiento a las y los jóvenes es necesario distinguir los subgrupos que se dan; si se trata de
manifestaciones sociales entre los 15 y 17 años, en que seguramente estudiarán en secundaria o por
lo menos estarán en situación dehacerlo, o de grupos entre los 26 y 29 años, los que posiblemente
estén planteándose cuestiones relativas a la construcción de una familia y la inserción laboral.
No estamos usando la edad como un dato que construye realidad a priori, sino que la usamos como
referente de categorización, que no explica las situaciones que se presentan entre las diversas
juventudes, y que exige dinamismo en su uso14.
De la misma manera, la pertenencia a uno u otro estilo cultural implica en el mundo juvenil asumir
cierta estética de presentación y representación en el espacio. Por ello, provoca identidad pertenecer
a un grupo rap, que será diferente a pertenecer a un grupo de rockeros metálicos. Esta
diferenciación, por oposición o por semejanzas, entre uno y otro grupo de jóvenes, entre sus estilos
(contra) culturales, les permite construirse una posición en el mundo, les da
la posibilidad de atribuir sentidos desde dicha posición, y a la vez situarse ante ellos y ellas mismas
y ante los y las demás con una cierta identidad. La música, el fútbol, los graffiti, la batucada, la ropa,
el pelo, la vestimenta, entre otros aspectos íntimos y públicos, son los espacios e insumos que les
permiten materializar dichas opciones. Reconocer estas distinciones que producen diferencias —y
lamentablemente en ocasiones también desigualdades—, es una clave de lectura para recoger la
diversidad de las juventudes de nuestro continente.
Esta diversidad, que en algunos casos produce un relativismo que niega precisión al análisis social,
plantea el desafío de reconocer la complejidad a que hemos aludido, pero al mismo tiempo invita a
desplegar la capacidad de precisar y relevar los aspectos vitales para la comprensión de aquello que
se muestra como complejo.
En ese sentido es que surge la segunda pista a considerar, la cual tiene relación con la necesidad de
desplegar miradas caleidoscópicas hacia o desde el mundo juvenil, que permitan recogerla riqueza
de la pluralidad ya mencionada. Se trata, sin duda, de un esfuerzo por dejar de lado el telescopio,
aquel instrumento que permite imágenes fijas y desde la lejanía, para comenzar a usar el
14
Esta consideración no es únicamente respecto de las juventudes, sino también de los distintos grupos sociales a los que
se les exigen ciertas conductas atribuidas a la posisión de cierta edad biológica, por sobre su edad social; o sea, cuál es la
representación que de su pertenencia etárea se hace en el contexto específico de su sociedad.
10
caleidoscopio, aquel juguete que nos permite miradas múltiples, diversas, ricas en colores y formas a
cada giro de contraluz que efectuamos. Por largo tiempo, las miradas predominantes han sido desde
la lejanía, desde el escritorio de la oficina pública, la organización no gubernamental, la academia, la
Iglesia, etc. En este nuevo esfuerzo epistemológico se requiere salir a la calle, vincularse con las y los
jóvenes, oír sus hablas, mirar sus acciones, sentir sus aromas Este acercamiento es hoy día más
posible de realizar, puesto que las metodologías investigativas abren caminos de encuentro entre lo
cuantitativo y lo cualitativo; en especial esto última, ofrece variantes riquísimas para aprehender y
comprender los mundos juveniles.
Para capturar la complejidad de las juventudes en nuestras sociedades, es vital la realización cada
vez más profunda y precisa de este ejercicio de mirar caleidoscópicamente sus mundos, sus vidas,
sus sueños. Es claro que un caleidoscopio puede ser utilizado con rigidez y lejanía, que de por sí su
uso no asegura resultados que recojan la pluralidad y riqueza a que hicimos mención. Más bien se
trata de humanizar su uso, es decir, dotar de humanidad los modos de conocer que utilizamos con el
mundo juvenil y acercarnos a los y las jóvenes reconociéndoles sujetos, con capacidades, con
potencialidades y con aportes posibles para la comprensión de sus propios mundos, así como
respecto de las sociedades en que viven. O sea, se trata de ir más allá de los instrumentos, y
llenamos de nuevos espíritus-energías que nos animen en esta epistemología que, dicho de forma
sintética, pretende surgir desde las y los jóvenes. De nuevo es necesario enfatizar, para que no
pendularicemos la reflexión, que las miradas provenientes del mundo juvenil tampoco nos garantizan
a priori aportes y novedades; ellas existen mezcladas y en tensión con las visiones tradicionales que
hacen eco de las racionalidades y contenidos de la dominación.
A partir de uno de los aspectos indicados en la pista anterior surge una tercera pista, que propone la
vinculación directa e íntima con el mundo juvenil, múltiple y plural, como condición de la generación
de conocimiento comprensivo en nuestro continente.
La permanente consideración de los contextos específicos y globales, la necesaria historización de
las experiencias juveniles, la referencia a la pertenencia generacional que cada grupo despliega, son
algunas de las claves que emergen en esta pista.
Es decir, lo juvenil se expresa desde ciertas condiciones de contexto específico que le condicionan,
caracterizan y atribuyen ciertos significados. Ser joven en Chile, viviendo en un barrio empobrecido
de la capital implica determinadas condiciones de vida para un o una joven, que incidirán
directamente en el tipo de mirada con que nos acerquemos a su cotidianidad.
Es posible que ellos estén más inclinados a abandonar el colegio para integrarse de manera precaria
al mundo del trabajo, mientras ellas lo estén más a seguir estudiando, para ser más tarde amas o
dueñas de casa, si es que no se embarazan antes de terminar la secundaria.
En cuanto a la historización, ella tiene que ver con los procesos de corta y larga duración en que el
modo de ser joven se materializa para cada joven. La vivencia de lo juvenil en tiempos de la dictadura
militar en Chile, implicó la formación de un grupo de jóvenes con estilos de relacionarse con la política
orientados fuertemente hacia el poder, ya fuera su toma o construcción. Mientras que en tiempos de
los gobiernos civiles postmilitares, la discusión por el poder e incluso por los mecanismos de gobierno
casi no aparecen en el espacio de la política juvenil, en tanto que sí están presentes cuestiones más
relacionadas con su cotidianidad inmediata y su vida íntima. El ser joven y la vivencia de lo juvenil en
Chile, en su pluralidad y diversidad, han estado condicionados asimismo por los diversos modos de
estructurarse que ha tenido la historia del país; también en ella han incidido las y los jóvenes y sus
movimientos.
Por lo que atañe a la pertenencia generacional, es importante considerar el surgimiento en la historia,
mediante complejos y dinámicos procesos, de grupos muchas veces en pugna, los que se
caracterizan por semejanzas hacia dentro y por diferenciaciones hacia afuera. Esto es, estos grupos,
a los que llamaremos generaciones, se autoidentifican y son significados por otros en tanto consiguen
producir códigos propios que les caracterizan entre sus semejantes y que en el mismo movimiento les
diferencian de otros grupos contemporáneos, anteriores y posteriores en el tiempo
Desde esta óptica, lo juvenil, como producción (contra) cultural, se hace parte de una categoría
relacional en que su existencia no está dada en sí misma, sino en la medida en que se constituye la
relación (por ausencia o presencia de ella) con otros grupos sociales, a los que hemos llamado

11
generaciones. Dichas generaciones son referentes de relación en lo contemporáneo y en la memoria
colectiva que repone el pasado en el presente.
Es decir, la generación de jóvenes roqueros latinos de este tiempo actual, puede comprenderse a
si misma al trasluz que le ofrecen los grupos generaciones de su propio tiempo histórico, como
también de aquellos rockeros latinos u otros rockeros, u otros grupos sociales, que existieron en otros
momentos de la historia. En el colegio suele recordarse a ciertos grupos de estudiantes con el año de
su egreso; así se habla de lo? del 95, los del 98, etc. En la poesía y en la novela por ejemplo, se
reconocen las generaciones de escritores y escritoras según los años en que han tenido o tuvieron
auge en su producción. Esta categoría relacional: lo generacional, nos permite pensar y comprender
las acciones, discursos, cosmovisiones, sentimientos y otras formas de vida de los grupos juveniles
en distintos momentos de la historia, desde los estilos que las relaciones sociales que asumen van
tomando, en directa relación con otros grupos sociales — adultos, tercera edad, infancia— y entre
ellos mismos.
Con base en la necesaria vinculación directa que mencionamos en esta pista, es importante decir que
no se trata de una dependencia y pérdida de autonomía de quienes conocen o investigan, sino que
se busca la generación de diálogos permanentes entre los diversos mundos sociales, y los mundos
de las v los jóvenes. Lo mismo es atribuible para quienes
intervienen educativamente en estos grupos sociales, o realizan las dos acciones a la vez, en tanto
las metodologías de intervención exigen hoy una creciente presencia de las y los trabajadores
sociales en el espacio juvenil.
Una cuarta pista, que se sigue de la anterior, busca la superación de la rigidez mecanicista con que
se ha mirado y se ha hablado de la juventud En este sentido, planteamos la necesaria construcción
de conceptos en torno al mundo juvenil, no en la pretensión de crear categorías totalizantes y
universalizadotas sino conceptos dinámicos y flexibles que se acerquen progresivamente a los
sujetos de estudio: las y los jóvenes las juventudes, las expresiones juveniles, los procesos de
juvenilización.
Este acercamiento progresivo utiliza la lógica de la tendencia al límite que nos enseña el cálculo
algebraico: avanzar hacia el objetivo deseado (la realidad juvenil) siempre la mitad de lo que nos
queda por recorrer. La metáfora de la coneja y la zanahoria es útil para pensar esta condición en la
construcción del conocimiento, particularmente en la definición de conceptos y/o categorías para la
comprensión de determinadas realidades o procesos:
La coneja quiere llegar a su zanahoria; la condición que tiene para avanzar hacia ella recorrido que le
queda cada vez, ni más ni menos, solo la mitad de lo que le queda por recorrer. Surge la pregunta:
¿llegará la coneja a la zanahoria?...
De esta manera, vemos que la construcción del conocimiento tiene una tendencia al límite, al infinito;
es como la noción de utopía de Gaicano:
Ella está siempre ahí; me acerco y se aleja dos pasos, me acerco tres y se aleja cinco,
pero siempre está ahí.
Pues bien, la coneja tiene como condición siempre avanzar, aunque no le sea posible llegar a ella (a
la zanahoria), sin embargo siempre nos podremos acercar más y más (a la realidad juvenil).
Su propio dinamismo y heterogeneidad son los que nos exigen dinamismo en la actitud
epistemológica y capacidad para mirar la diversidad juvenil. Si bien esta pista se amplía, al igual que
las anteriores, a los diversos mundos sociales, la existencia de las juventudes y su reconocimiento
desafía su concreción cotidiana no solamente por parte de los y las dentistas sociales, sino de las
diversas sociedades en su conjunto.

4.2. Los ejes temáticos

A partir de las pistas antes señaladas, estamos en condiciones de plantear los ejes que podemos
considerar en las lecturas de lo juvenil. Junto a las pistas presentadas existen ciertos ejes temáticos
que el mundo diverso, plural y dinámico de las juventudes nos presentan hoy y que son vitales de
tomar en cuenta cuando nos acercamos a conocer lo juvenil. Usamos lo juvenil para referimos a las
diversas producciones culturales y contraculturales que este grupo social realiza —en su diversidad y

12
heterogeneidad ya mostradas —. Ello navega por los distintos espacios sociales en que este grupo
social se despliega o inhibe en nuestras sociedades, esto es, se expresa en la economía, en la
religión, en las comunicaciones, en sus sexualidades, en sus intereses, etc. Lo Juvenil es una
producción que se posiciona de acuerdo con el contexto en que cada grupo de jóvenes se
desenvuelve, y en el tiempo histórico en que intentan resolver la tensión existencial que les plantea su
sociedad: ser como lo desean o ser como se les impone15.
Esta producción de lo juvenil nos enfrenta con l historicidad y facticidad que asumen las juventudes
que hemos reconocido. Si bien, entonces, las juventudes no existen a priori y se van construyendo en
un cierto espacio tiempo social, imaginario y real, ellas adquieren presencia no únicamente desde el
discurso de quien las habla, sino que sobre todo porque van ganando historicidad desde sus propias
expresiones y, muchas veces, irrupciones en el espacio social.
Un primer eje es considerar que lo Juvenil se constituye desde un cierto modo de vivir-sobrevivir a la
tensión existencial que y a enunciamos. Se trata de un momento de la vida, que es independiente de
la edad, y que se encuentra fuertemente condicionado por la clase social de pertenencia, el género
que se posee, la cultura en la que se inscribe cada joven y sus grupos. Esta tensión existencial
plantea una cierta lucha entre la oferta que la sociedad le presenta a las y los jóvenes para que
cumplan con la expectativa que se tiene de integración al mercado, al conjunto de normas sociales y
al papel de futuro adulto que les aguarda como tarea, v las construcciones más propias que ellos y
ellas realizan respecto de la identidad que quieren vivir. Esta última se manifiesta en crítica social,
desconfianza de los estilos adultos en la política y en las relaciones familiares y escolares, en
provocación a las normas, en situarse al margen de lo que se espera que hagan (no inscripción
electoral, no atención al mundo laboral, no adscribirá los modos culturales tradicionales, etc.), en
resistir a las tendencias adultocéntricas que se dan en nuestras sociedades, entre otras formas de
expresión.
A partir de lo anterior, surge un segundo eje a considerar en la producción de lo juvenil. Tiene relación
con las distintas maneras de agruparse en el espado, que se caracterizan básicamente por la
tendencia a lo colectivo, con una cierta organicidad propia que las distingue y que las más de las
veces no sigue los cánones tradicionales16. Estas fórmulas organizativas de nuevo tipo les permiten
dos aspectos que son centrales: por una parte, el grupo es el espacio privilegiado de socialización, de
modo especial en el caso de los hombres jóvenes que reciben un buen caudal informativo-normativo
que alimenta sus identidades de género; y, por otra parte, el grupo es su familia afectiva, la
comunidad en la que crean lazos que les mantienen y les aportan sentido a sus vidas v proyectos. En
algunos casos, el grupo juvenil se convierte en el vehículo de expresión social, ya sea por medio de lo
contra cultural, el deporte, lo político, algún servicio comunitario, etc.
En el diverso y plural mundo juvenil, las posibilidades de construcción de ciudadanías, por ejemplo,
pasan por la valoración y fortalecimiento de los espacios que a las y los jóvenes les permiten
vivenciar experiencias significativas en el ámbito de sus autoidentidades personales y colectivas.
Hemos dicho que en estos espacios se experimentan situaciones que generan comunidad, que
reemplazan a la familia, que socializan fuertemente, por ello el grupo juvenil de semejantes asume un
carácter estratégico, en particular en sus manifestaciones menos tradicionales, como los grupos de
esquina, las bandas de amigos-amigas, etc.17. De la misma forma, las expresiones masivas juveniles,
como las barras del fútbol o los movimientos musicales (rock, rap, batucadas), constituyen otra
posibilidad desde la experiencia juvenil en la medida que consigan fortalecerse como espacios de
crecimiento, comunicación y proyección para el mundo juvenil. La tendencia a transformarlos en
objetos de consumo (deshistorización) y en nichos delictivos por parte del discurso dominante, es una
tensión que la experiencia juvenil debe abordar y superar18.
15
Duarte, K. (1994).
16
No creemos que el instinto gregario por sí solo sirva para explicar la tendencia juvenil a la agrupación. Más bien
consideramos que ella responde a condiciones sociohistóricas, que en el caso de las v los jóvenes de sectores pobres, se
debe a la expulsión social de que son víctimas.
No poseen espacios en sus casas y no existen condiciones ambientales-afectivas para permanecer en ellas, por lo que la
calle es su principal espacio de socialización.
17
Duarte,K.(1999).
18
Duarte, K. (1997).
13
El tercer eje a considerar en la construcción de lo juvenil en nuestro continente refiere a los nuevos
modos de participar en la sociedad. Es común el cuestionamiento en que ha caído la actividad política
en nuestras sociedades, debido principalmente al descrédito con que cuenta al ser percibida sobre
todo como instrumento de enriquecimiento y de acciones individuales que favorecen a minorías
privilegiadas en contra de grandes grupos que sufren la marginación y la exclusión. Esta antipatía
juvenil ante la política, en tanto manera tradicional de organización y participación de la sociedad, ha
llevado a los distintos grupos de jóvenes a recrear nuevas formas de hacerse presente en los temas
que les importan y que les son significativos. Estas formas de expresión están reñidas con las
tradicionales, y se vuelcan directamente hacia resolución efectiva de sus problemáticas inmediatas,
acompañadas de un fuerte discurso moral y ético con respecto a las conductas exigidas a las y los
líderes juveniles y sociales. Las utopías juveniles están siendo presentadas de un modo diverso,
propio de la especificidad que cada grupo despliega; ellas existen, y más allá de los discursos
adultocéntricos, se nutren de las actitudes de resistencia que diversos grupos juveniles van
articulando19.
Es importante, por tanto, considerar la capacidad que despliegan y pueden desplegar los grupos
juveniles de diverso tipo para explicitar los contenidos de rechazo y propuesta que en sus discursos-
acciones existen. Decir su palabra, situar sus apuestas en sus comunidades, es un desafío para las
agrupaciones juveniles. La autocensura valida la apuesta adultista, de que las y los jóvenes no tienen
nada que decir. Lo interesante es usar los canales existentes, pero sobre todo potenciar aquellas
formas propias que se van inventando cada día. Es necesario destacar con ingenio los novedosos
códigos que se van creando por medio del baile, el canto, el dibujo, el teatro, el deporte, la política, la
fiesta...
Otro eje importante de tomar en cuenta, tiene que ver con algunas experiencias que existen en tomo
al establecimiento de relaciones y diálogos intergeneracionales como fórmula de reconstrucción de
los puentes rotos que las relaciones adultocéntricas han producido. Este eje permite colocar en la
reflexión que la perspectiva antiadultocéntrica que el discurso y muchas acciones asumen, no es
contra las y los adultos, sino contra la matriz cultural que ese adultocentrismo promueve e impone Se
trata igualmente de ofrecer al mundo adulto una manera de repensarse en el mundo a partir del
establecimiento de relaciones humanas liberadoras, en las que el papel de formador y de responsable
del futuro de las nuevas generaciones, no les lleve a sobreactuar en pos de estilos autoritarios.
Un último eje, por ahora, surge desde la manifestación abierta y la promoción de nuevas formas de
relaciones de género en el mundo juvenil de sectores empobrecidos. Si bien ello no es una constante,
ni mucho menos una tenencia mayoritaria, los atisbos y avances-retrocesos que en este campo
existen, abren una puerta de entrada a la posibilidad de construir formas de relaciones comunitarias
hacia la búsqueda de vida en abundancia para todas y todos. Este proceso ya se ha iniciado, con
tensiones y partos, con rechazos y alianzas; las y los jóvenes muestran a ratos nuevos códigos de
relación, los cuales desafían a lo meramente patriarcal y señalan posibilidades para tensar las
tradicionales cosmovisiones de género. Los hombres en particular están en una situación de shock
que no les permite darse cuenta a cabalidad de las nuevas formas de relación y de posición en el
mundo que se plantean las mujeres, y por lo mismo, se encuentran entre lo tradicional y lo alternativo,
entre ser macho como lo señalan los modelos heredados de antaño, o ser distinto como se plantea
en algunas nuevas versiones que están emergiendo.
Estos ejes presentados, acerca de la existencia de las juventudes en nuestro continente, compone;
conjunto el proceso de construcción de identidades que hoy se dan entre las y los jóvenes. El proceso
de resolución de la tensión existencial, los modos de agruparse-expresarse en el espacio y los estilos
de participación en sus comunidades-sociedades, les va imprimiendo las condiciones de posibilidad
para tomar posiciones en sus ambientes íntimos y colectivos. Las y los jóvenes se van conformando
en sujetos en la medida que resuelven su construcción identitaria, proceso infinito y desafiante en el
que el vértigo es característica de estos tiempos20.

19
Goicovic, I. (2000).
20
Silva,C.(1999).
14
Las juventudes cobran vida, se muestran, nos muestran sus diferentes estéticas y podemos asumir
entonces una epísteme integradora, amplia y comprensiva de lo juvenil. La juventud niega
existencia, porque ella encajona, cierra y mecaniza las miradas; hace rígido y superficial el complejo
entramado social que hemos denominado las juventudes. Vamos por el camino de reconocer
diferencias, aceptar diversidades, construir aceptaciones, y de esa forma construimos miradas
potenciadoras de lo juvenil.
Si conseguimos cambiar nuestras miradas, ciertamente estaremos en condiciones de acercamos más
a los grupos juveniles y recoger desde ellos y ellas sus expresiones propias de sueños, esperanzas,
conflictos, temores, propuestas. Este es un desafío para nuestro próximo tiempo, reconstruir
categorías y epistemologías que nos permitan mirar y remirar a las juventudes de nuestro continente
con nuevos ojos, oírles con nuevos oídos, tocarles con nuevas manos, degustarles con otras bocas y
sentirles con nuevos olfatos...
En este proceso de lograr cercanías y facilitar sus expresiones propias, lo intergeneracional como
posibilidad de encuentro y de reconstrucción de puentes rotos es una exigencia de cara al nuevo
tiempo.
Validar el intercambio de experiencias, los aprendizajes mutuos, y por ende la superación de las
barreras que la matriz adultocéntrica nos impone, le otorga una fuerza política importante a la
presencia de las juventudes en nuestras sociedades.

15
Bibliografía

- Bourdieu, P. (1990). "La juventud no es más que una palabra", en Sociología y Cultura. México D.
F., CriJalbo-CNCA (Los noventa).
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16
ULTIMA DÉCADA Nº23, CIDPA VALPARAÍSO, DICIEMBRE 2005, PP. 9-32.

JUVENTUD NEGADA Y NEGATIVIZADA:


Representaciones y formaciones discursivas vigentes
en la Argentina contemporánea
El resultado era que el carácter principal de la condi-
ción juvenil rehuía constantemente el análisis de los
expertos: la percepción social nunca había expresado
el polimorfismo que, sin embargo, era el elemento más
significativo de la experiencia social de los jóvenes.
LUISA PASSERINI, 1996:437.

MARIANA CHAVES*

RESUMEN

En este artículo se brinda una descripción y análisis de las representaciones y


discursos vigentes acerca de las y los jóvenes en la Argentina urbana con-
temporánea. Esta caracterización fue construida con base al trabajo de campo
con diversos actores (jóvenes, no-jóvenes, medios de comunicación) realiza-
do entre los años 1998 y 2004 en la ciudad de La Plata (Provincia de Buenos
Aires, Argentina) como parte de la investigación doctoral de esta autora
(Chaves, 2005). El análisis de los discursos permitió identificar diversas
representaciones sobre la juventud y reconocer formaciones discursivas en
las que dichas representaciones entraban en juego. El escrito ofrece también
una sistematización de caracterizaciones realizadas por otros autores para la
juventud argentina y/o la juventud latinoamericana y se establecen equiva-
lencias con la propuesta realizada. Finalmente se interpreta que las miradas
hegemónicas sobre la juventud latinoamericana responden a los modelos
jurídico y represivo del poder. Se sostiene que la juventud está signada por
«el gran NO», es negada (modelo jurídico) o negativizada (modelo represi-
vo), se le niega existencia como sujeto total (en transición, incompleto, ni
niño ni adulto) o se negativizan sus prácticas (juventud problema, juventud
gris, joven desviado, tribu juvenil, ser rebelde, delincuente).

PALABRAS CLAVE: JUVENTUD, DISCURSOS, REPRESENTACIONES

* Antropóloga argentina, candidata a doctora FCNyM, UNLP. Becaria


CONICET. Docente e investigadora Núcleo de Estudios Socioculturales,
Facultad de Trabajo Social, Universidad Nacional de La Plata y de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero.
E-Mail: mchaves@fcnym.unlp.edu.ar.
10 Juventud negada y negativizada

Juventude negada e negativizada: representações e formações


discursivas vigentes na Argentina contemporânea

RESUMO

Este artigo apresenta descrição e análise das representações e discursos em


vigor sobre os/as jovens na Argentina urbana contemporânea. Esta
caracterização foi construída com base no trabalho de campo realizado com
diversos atores (jovens, não-jovens, meios de comunicação), entre 1998 e
2004 na cidade de La Plata (Província de Buenos Aires, Argentina) como
parte da pesquisa de doutorado desta autora (Chaves, 2005). A análise dos
discursos permitiu identificar diversas representações sobre a juventude e
reconhecer formações discursivas das quais estas representações faziam
parte. O texto apresenta também uma sistematização de caracterizações
realizadas por outros autores sobre a juventude argentina e/ou a juventude
latino-americana, e são estabelecidas equivalências com a proposta
apresentada. Finalmente, interpreta-se que os olhares hegemônicos sobre a
juventude latino-americana correspondem aos modelos jurídicos e
repressivos do poder. Sustenta-se que a juventude está marcada pelo
«grande NÃO». É negada (modelo jurídico), ou negativizada (modelo
repressivo). Nega-se ao jovem a existência como sujeito total (em transição,
incompleto, nem criança, nem adulto), ou este tem suas práticas
negativizadas (juventude problema, juventude cinza, jovem desviado, tribo
juvenil, rebelde, delinqüente).

PALAVRAS CHAVE: JUVENTUDE, DISCURSOS, REPRESENTAÇÕES

Unfit and negative youth: current discursive formations


and representations among the contemporary Argentina

ABSTRACT

This article delivers an analysis and description of the current representations


and speeches regarding the contemporary young people of Argentina. This
representation was built based on the field job carried out with several actors
(young people, old people, communications media) during years 1998 and
2004 in the city of La Plata (Province of Buenos Aires) as a part of the
doctoral investigation of the authoress (Chaves, 2005). The analysis of the
speeches allowed the identification of several representations over the young
as well as the acknowledgement of discursive formations in which such
representations were included. The note includes as well a systematization
of characterizations for the young people of Argentina and/or Latin America,
Mariana Chaves 11

carried out by other authors. As well, equivalencies are established with the
offered proposal. Finally, it is interpreted that the hegemonic visions towards
the young people of Latin America are due to the legislature juridic and
restrictive model. It is said that the young people is known by the «great NO»,
it is unfit (according to the juridic model) or negative (according to the
restrictive model); the young are not allowed to exist as a total entity (in
transition, uncomplete, nor infant nor grown up) or their practices are
condemned (they are problematic youths, uncommitted, rebels or delinquents
and offenders).

KEY WORDS: YOUNG, SPEECHES, REPRESENTATIONS

1. INTRODUCCIÓN

Para identificar las formaciones discursivas vigentes acerca de la ju-


ventud se relevaron distintos discursos a partir de fuentes primarias y
secundarias que pueden agruparse del siguiente modo: a) padres y
madres (entrevistas);1 b) profesores, preceptores, directivos, propieta-
rios de escuelas y miembros de los equipos de orientación escolar
(entrevistas y encuentros de capacitación);2 c) industrias de la comu-
nicación: medios gráficos (principalmente diario Clarín —nacional—
y El Día —local—), programas radiales, televisivos y publicidades

1 Los padres y madres no fueron entrevistados solos, la información


construida surge de la participación en las entrevistas de sus hijos. Esta
situación se generaba en algunos casos por la presencia de los padres en
la vivienda al momento de realizar la entrevista, fueron pocos los casos,
pero el diálogo generado entre las dos generaciones fue útil (creo que
sería interesantísimo y productivo para el estudio de grupos de edad
realizar entrevistas grupales con miembros de distintas franjas etarias,
pero esto iba más allá del objetivo de este trabajo).
2 Las entrevistas fueron realizadas en el marco del proyecto de investiga-
ción «Arquitecturas y espacios urbanos de jóvenes», dirigido por Daniel
Pussó, con el objeto principal de indagar sobre los establecimientos
educativos, pero como no faltó la referencia a los jóvenes pude utilizar
ese material para identificar representaciones. Lo mismo sucedió con
las experiencias de capacitación, he diseñado y dictado cursos o confe-
rencias para la Dirección General de Cultura y Educación de la Provin-
cia de Buenos Aires en los cuales siempre fue tema la juventud, por lo
que he podido recabar también esos discursos.
12 Juventud negada y negativizada

(relevamiento propio y fuentes secundarias); d) políticas públicas o


sociales (análisis de documentos y fuentes secundarias); e) jóvenes
(entrevistas).
Como resultado del análisis se observa que en el interior de cada
grupo existe una diversidad de discursos que remiten a distintos mo-
dos de representar a la juventud, modos que se vinculan con distintas
formaciones enunciativas.
Las representaciones sociales son una forma de conocimiento de
lo cotidiano. Básicamente la noción de representación social está to-
mada de los desarrollos de Denise Jodelet (1986) desde la psicología
social, para quien,

[Es un] conocimiento práctico. Al dar sentido, dentro de un incesante


movimiento social, a acontecimientos y actos que terminan por sernos
habituales, este conocimiento forja las evidencias de nuestra realidad
consensual, participa en la construcción social de nuestra realidad (Jo-
delet, 1986).

Se han sumado la perspectiva constructivista de Thomas Berger y


Peter Luckmann (1974) y el modo de pensar las formaciones discursi-
vas que aportó Michel Foucault (1997). Este enfoque ha sido desarro-
llado también por otros miembros del núcleo de investigación en el
que participo (Ceirano, 2000; Caggiano, 2000; Rodríguez, P., 1998).3
El análisis de discurso utilizado se basa en la metodología propuesta
por Magariños de Morentin (1991 y posteriores) y continuada por los
miembros del equipo antes citados. Para nuestro caso las representa-
ciones funcionan como ejes conceptuales:

identificar los ejes conceptuales ordenadores, según los cuales pueden


agruparse las definiciones obtenidas. Los conjuntos así constituidos son
representativos de los distintos modos de atribuir significado a los co-
rrespondientes términos, por parte de la comunidad o sector social que
produjo los discursos en estudio. La principal utilidad diferencial del
método que aquí se propone es descubrir cuáles son las componentes
y/o los rasgos prototípicos de determinados conceptos en estudio, tal
como han sido utilizados en determinado momento por dicha comuni-
dad (Magariños de Morentin, 2000a:5).

3 Varios trabajos se pueden consultar en la página del Núcleo de Estudios


Socioculturales www.trabajosocial.unlp.edu.ar/nes.
Mariana Chaves 13

Las representaciones no resultaron exclusivas de un grupo de enun-


ciadores del tipo A, B, C, D o E, sino más bien se trata de una diferen-
cia de proporciones en los tipos de discursos en distintos grupos. En
términos generales se hallan representaciones y discursos sobre la
juventud que funcionan de manera «horizontal», si vale la imagen
geométrica, es decir, operan como articuladores de sentido sobre lo
juvenil desde varios ángulos, pero en comunión. Las diferencias y
contradicciones no aparecen entre estos grupos sino entre discursos.
Se organizaron entonces grupos por discursos, por clasificación del
contenido de lo enunciado. No es que el sujeto enunciador ha desapa-
recido, sino que no es adecuado suponer un discurso social homogé-
neo para cada grupo social armado desde otro criterio: clase, género o
profesión. Por ejemplo, el grupo E está constituido por jóvenes que
son al mismo tiempo el objeto del discurso, y cuando ellos hablan
sobre sí mismos acuden a los discursos vigentes (disponibles) ya sea
para explicarse por oposición o para interpretarse en ellos, entonces,
en mi perspectiva analítica, el discurso cobra fuerza. La clave no la
coloco en quién está de un lado y quién del otro, sino en la existencia
y operatividad del discurso en la sociedad y la cultura. Por lo tanto, las
afirmaciones así como las negaciones del mismo son lo que lo hacen
existir, siendo esto lo que posibilita constituir identificaciones, perte-
nencias, alianzas y oposiciones. Este es el clivaje del conflicto, que
obviamente emerge montado en otros conflictos sociales: de clase, de
generación, de género, de territorio, etc. (no siendo una enumeración
por orden de prioridades).

2. CARACTERIZACIÓN DE LA JUVENTUD

a) Representaciones

Un conjunto de representaciones definen a los jóvenes a partir del ser


en sí mismo. Ya en 1962 Henri Lefebvre avizoraba este carácter míti-
co de la representación juvenil,

El mito de la juventud, como el del proletariado (y los de la modernidad


en general), consiste en una serie de afirmaciones filosóficas y de re-
dundancias de orden ontológico, esto es, relativas a un ‘ser’ que se
pretende definir. La juventud tendría su ‘ser’ propio y se la definiría por
ella misma y para ella misma (Lefebvre, 1969:187, citado en Groppo:
2000:282).
14 Juventud negada y negativizada

Se parte de una comparación con perspectiva adultocéntrica, la defini-


ción se hace por diferencia de grado en relación al parámetro elegido,
lo que lleva a establecer características desde la falta, las ausencias y
la negación, y son atribuidas al sujeto joven como parte esencial de su
ser. Esta perspectiva conduce a perder de vista la condición juvenil
como construcción social, quedando oculto bajo el manto de la natu-
ralidad del fenómeno que estas concepciones son discursos altamente
ideologizados y con perspectiva gravemente discriminadora. Su afir-
mación es una cuestión de naturaleza: se es joven de tal manera, y
cuando se es joven se es inseguro, incompleto, peligroso, «lo que es en
su propia naturaleza, en razón de su constitución, de sus rasgos de ca-
rácter o de sus variedades patológicas» (Foucault, 1993:262). Dentro de
este campo de representaciones se identifican las siguientes.

i) Joven como ser inseguro de sí mismo: la comparación está es-


tablecida acá con aquellos que estarían seguros de sí mismos, o sea,
los adultos. El joven es presentado como un ser inseguro de sí mismo
y de los demás. Con este argumento se legitima la intervención sobre
su vida, para mostrarle el camino, para hacer por él. Enfrentado a un
modelo de adulto dueño de sí mismo, es decir seguro, cumplidor de las
normas. La sociedad ha encontrado en la juventud el espacio social
donde depositar al enemigo interno, el chivo expiatorio de los males
sociales.4
ii) Joven como ser en transición: el momento de ser joven es pre-
sentado como el de transición por excelencia. Desde la infancia, se
transita hacia la adultez que aparece como el momento de mayor ple-
nitud, ya que luego sobreviene la decrepitud: la vejez. En las socieda-
des occidentales modernas la vida está simbolizada como una curva,
se asciende hasta el punto culmine (adultez) y luego se desciende. El
punto de partida (infancia) y el punto de llegada (vejez) son subordi-
nados al punto medio. Si esta curva fuese coloreada y valorizada el

4 De acuerdo a Michel Foucault (tomado de Castro, 2003b) y Giorgio


Agamben (1998, 2003) el paradigma del momento ya no es más el pa-
radigma del disciplinamiento o de la normalización estrictamente, sino
el paradigma de la seguridad; es en este contexto donde el sujeto joven
puede ser leído, se convierte en el enemigo interno, porque es el que re-
presenta la inseguridad. ¿Pero no es contradictorio que el peligro esté
representado por un ser inseguro? No, justamente su inseguridad es lo
que lo encuadra en el paradigma, y es eso lo que lo hace peligroso.
Mariana Chaves 15

resultado sería: de la pureza a la impureza, de lo blanco —el naci-


miento— a lo negro —la muerte—.
iii) Joven como ser no productivo: dado que el tiempo de la pro-
ductividad es el tiempo del trabajo, particularmente del trabajo asala-
riado, el joven está lleno de tiempo libre, es un ser «ocioso». Los jó-
venes son presentados como seres no productivos económicamente.
iv) Joven como ser incompleto: este joven inseguro, en transición
y no productivo es un ser incompleto, le faltan cosas, va camino a ser
completo=adulto. Por eso aparece el derecho a intervenir sobre él.
Este razonamiento del ciclo de vida como competencia, en el sentido
de una meta a lograr, ser adulto para luego retirarse, se articula per-
fectamente con la división social del trabajo que existe en las forma-
ciones económicas capitalistas.
v) Joven como ser desinteresado y/o sin deseo: esta representa-
ción aparece con mucha fuerza en los ámbitos de socialización, circula
ampliamente en las escuelas, en algunas familias y en todos los parti-
dos políticos. La marcación del no deseo o el no interés está colocada
en que no se desea/interesa por lo que se le ofrece. El rechazo, la indi-
ferencia o el boicot hacia lo ofrecido —que es de interés para la insti-
tución, los padres, etc.— es leído como falta de interés absoluto, no
como falta de interés en lo ofrecido. El no-deseo sobre el deseo insti-
tucional o familiar (ajeno a ellos) es tomado como no-deseo total,
como sujeto no deseante. El joven queda así anulado por no responder
a los «estímulos» y por lo tanto se refuerza la posición de enfrenta-
miento, ambas partes expresan «no ser comprendidas»: no les importa
nada, no se interesan por nada, son apáticos y desinteresados, los
llamas a hacer algo bueno y no vienen.
vi) Joven como ser desviado: en esa inseguridad de sí mismo, en esa
transición, en ese ser incompleto, en esa no productividad y sin deseo, el
joven aparece con una tendencia mayor que otros individuos a desviarse,
tiene muchas posibilidades de desviarse del camino, porque sus objetivos
no son claros y esto también lo hace ser un sujeto peligroso.
vii) Joven como ser peligroso: no es la acción misma, sino la posi-
bilidad de la acción lo que lo hace peligroso. Todo joven es sospechoso,
carga por su estatus cronológico la marca del peligro. Peligro para él
mismo: irse por el mal camino, no cuidarse; peligro para su familia:
trae problemas; peligro para los ciudadanos: molesta, agrede, es vio-
lento; peligro para LA sociedad: no produce nada, no respeta las nor-
mas. Hoy al Estado parece no interesarle fundamental-mente disciplinar,
sin embargo, sí le interesa el mecanismo de seguridad: ya no importa
16 Juventud negada y negativizada

que los chicos se porten mal, el problema es que son peligrosos.


viii) Joven como ser victimizado: aquel que no tiene capacidades
propias será una víctima del acontecer social. Asimismo aquel que es
todo en potencia, en posibilidad, pero que no puede SER porque no lo
dejan, es aplastado, es dominado, está absolutamente oprimido, ese
también será visto como víctima. Y hay un tercer espacio de la repre-
sentación del joven víctima y es la justificación de los actos que entran
en conflicto con la ley, la justificación de rupturas o quebrantos de la
ley por su posición social de víctimas del sistema. A la víctima se
suele acercarse desde la «comprensión» y la lástima, no desde el reco-
nocimiento legítimo.
ix) Joven como ser rebelde y/o revolucionario: es la cualidad de
joven como estado biocronológico lo que le otorga la capacidad de
rebeldía y revolución, siendo de la adolescencia el ser trasgresor, en-
frentarse a todos —parece ser que hay un desorden hormonal (puber-
tad) que posibilita un desorden social—. La tarea de la transformación
social, la oposición o la protesta son su DEBER SER: ésa es la tarea de
la juventud, el rol que cumplen en la sociedad y deben cumplir ese
papel mientras sean jóvenes, si no lo hacen serán acusados de ineptos,
de no cumplir su papel histórico predeterminado.
x) Joven como ser del futuro: el joven es presentado como un ser
de un tiempo inexistente. El pasado no le pertenece porque no estaba,
el presente no le pertenece porque no está listo, y el futuro es un tiem-
po que no se vive, sólo se sueña, es un tiempo utópico. Ahí son pues-
tos los jóvenes, y así quedan eliminados del hoy. Nunca pueden SER
ELLOS jóvenes en el presente. El pasado es territorio de la juventud de
los adultos de hoy. El presente es el tiempo de los adultos de hoy. Y el
futuro es el país del nunca jamás. La espera es infinita, vana e ilusoria.
Te roban el presente hipotecando el futuro. La promesa de un tiempo
venidero donde hallarán completitud, donde el devenir biocronológico
los hará seres completos, por lo que dejarán de ser jóvenes, y entonces
su tiempo será el presente (del mañana claro está).
Otro modo en el que aparece esta representación es en el tan di-
fundido eslogan de que los jóvenes de hoy no tienen futuro, o no les
interesa el futuro o no tienen proyectos para el mañana. En esta de-
manda de proyecto para mañana suelen no leerse como proyecto las
expectativas de futuro de los jóvenes (su tiempo utópico, sus sueños
no tienen validez de proyecto), y sólo se espera —se acepta como
respuesta válida— la repetición de una receta ya fracasada o un decir
de memoria como funciona la reproducción del sistema social.
Mariana Chaves 17

Se está hablando del joven desde la potencialidad de la acción, no


por lo que el joven es en relación a los demás, sino por lo que es o
puede ser en sí mismo. La interpretación del individuo por el indivi-
duo mismo.

b) Formaciones discursivas

Se han identificado distintas formaciones discursivas en las que se


fundamentan estas representaciones, que se han agrupado en las si-
guientes.

i) Discurso naturalista: es aquel que define al joven o a la juventud


como una etapa natural, como una etapa centrada en lo biológico, en la
naturaleza, como una etapa universal (lo natural es universal). Se consi-
dera que la juventud existió desde siempre y de la misma manera, por lo
que corresponde a la naturaleza biológica de los individuos.
ii) Discurso psicologista: es la mirada sobre la juventud como
momento de confusión, como un proceso psicológico particular que
debe resolver casi individualmente y que de todos modos lo va a re-
solver, porque como todo esto es una etapa, sí o sí se les va a pasar.
Es la presentación del joven como adolescente. Este es el término con
el que se van a referir a los jóvenes en el discurso psicologista (tam-
bién en el psicológico, pero se debe confundir), como aquel que ado-
lece de algo, como dolencia, como sufrimiento (acompañado por mu-
chas referencias al discurso médico, al modelo de la medicalización).
iii) Discurso de la patología social: la juventud es el «pedazo» de
la sociedad que está enfermo y/o que tiene mayor facilidad para en-
fermarse, para desviarse. Es un acercamiento al joven a partir de verlo
como el portador del daño social. Es una mirada negativa, de «pro-
blema»: vamos a tratar sobre juventud, vamos entonces a hablar de
alcoholismo, SIDA, tabaquismo, embarazo adolescente. Este discurso
está plagado de términos médicos y biológicos y sus intervenciones
son planteadas como soluciones a problemas que tienden a proponer
curas, separar (para evitar el contagio) o extirpar (el daño debe ser
eliminado).5

5 Para una crítica de este discurso se recomienda la lectura de Rosario


Román (2000) sobre vivencias del embarazo en las jóvenes, principal-
mente los primeros capítulos donde realiza un excelente trabajo de de-
construcción del modelo de la «juventud problema».
18 Juventud negada y negativizada

iv) Discurso del pánico moral: reproducido sistemáticamente por


los medios, es aquel que nos hace acercar a los jóvenes a través del
miedo, de la idea del joven como desviado y peligroso. El joven cum-
ple en la sociedad el rol del enemigo interno o chivo expiatorio.
Para entender mejor cómo funciona el pánico moral conviene
describir el modelo original llamado discreto: existe primero un
evento dramático (ejemplo: enfrentamiento entre grupos), que genera
inquietud pública, produciéndose una sensibilización sobre el tema a
través de una campaña de emprendimiento moral seguida de una ac-
ción de control cultural. Esta mecánica funcionó en los tempranos
años 60 en Inglaterra, pero una década después la secuencia estaba
totalmente alterada, y es este modo el que llega a nuestros días y opera
tan eficazmente en nuestra sociedad: primero se produce una sensibili-
zación sobre el tema a través de un emprendimiento moral, se genera
inquietud pública, se organizan acciones de control cultural, se identi-
fican eventos dramáticos o, mejor dicho, se construyen eventos como
dramáticos y así se justifica una acción intensificada de control cultu-
ral (CCCS Mugging Group, 1975, en Hall y Jefferson, 2000).
v) Discurso culturalista: se trata de mirar a la juventud como una
cultura, una cultura aparte de los otros grupos de edad de la sociedad,
como si un grupo de edad pudiera construir una cultura por sí mismo,
siendo que un aspecto fundante de lo cultural es su necesidad y capa-
cidad de ser trasmitido y reproducido en las generaciones siguientes.
Se incluye en este discurso el muy de moda término de «tribu juvenil»
sobre el que se vuelve más adelante. Otro modo del discurso cultura-
lista es el señalado por Margulis y Urresti (1996:21) donde la repre-
sentación de la juventud es construida exclusivamente sobre los signos
juveniles de clase media y alta —principalmente en su característica
de etapa de moratoria social—, lo cual lleva a pensar la juventud no
sólo de forma homogénea sino como puro signo. Esta caracterización
no se opone al uso que le doy al término en esta sección, ya que el
trasfondo epistemológico de las dos representaciones: tribus juveniles
y juventud como moratoria social son iguales, sobreimprimen lo sim-
bólico frente al resto de lo social, uno como cultura distanciada, el
otro como «la» forma de ser joven en la cultura.
vi) Discurso sociologista: es aquel que representa al joven como
víctima: él es producto de todo lo que pasa en la sociedad y lo social
es presentado como «suprahumano», más allá de las personas, por lo
tanto es un sujeto que nada puede hacer. La explicación está puesta en
el afuera. El joven es una víctima de la globalización, de la sociedad
Mariana Chaves 19

moderna, del posmodernismo, de los medios de comunicación, del sis-


tema escolar que no funciona, de los malos profesores. Estas represen-
taciones articulan un discurso que también quita agencia al joven. Su
calidad de actor social creador está anulada por la imposibilidad que
tendrá de generar otro camino que no sea el que le estaba previsto a su
sector social, si es pobre será ladrón, no les queda otra que salir a ro-
bar, la droga es la única salida de estos pibes de barrio periférico.

Todos estos discursos quitan agencia (capacidad de acción) al joven o


directamente no reconocen (invisibilizan) al joven como un actor so-
cial con capacidades propias —sólo leen en clave de incapacidades—.
Las formaciones presentadas operan como discursos de clausura: cie-
rran, no permiten la mirada cercana, simplifican y funcionan como
obstáculos epistemológicos para el conocimiento del otro. Se trata de
discursos que provocan una única mirada sobre el joven, pero que son
utilizados estratégicamente —o políticamente— según sea de ricos o
de pobres. Según sea la clase o sector de clase será el estereotipo a
fijar, así se encuentran principalmente discursos naturalistas, psicolo-
gistas y culturalistas ligados a la juventud de clase media y alta, y
discursos de patología social y pánico moral cuando se habla de la
clase media empobrecida y los pobres. Tanto en sus versiones de «de-
recha» como de «izquierda» —o progresistas y neoliberales para usar
términos de los noventa—, estas son miradas estigmatizadoras de la
juventud. Desde la representación negativa o peyorativa del joven,
como de su aparente extremo opuesto, la representación romántica de
la juventud, son miradas que niegan. Las prácticas de intervención
paternalistas no entran en contradicción con ninguno de estos discur-
sos, todos le son útiles y unidos son más eficaces.

3. CARACTERIZACIONES DE OTROS

Varios autores han realizado caracterizaciones de discursos o teorías


acerca de la juventud argentina y latinoamericana, ofrezco a continua-
ción una breve síntesis del material revisado y una tabla donde se
marcan equivalencias o semejanzas (puntos de contacto) entre las
distintas caracterizaciones, incluida la propuesta en este estudio (véase
tabla 1).
En orden cronológico de publicación, uno de los primeros traba-
jos es el realizado por Cecilia Braslavsky en 1986, quien ofrece una
clasificación de discursos sobre la juventud titulando mito de la ju-
20 Juventud negada y negativizada

ventud homogénea al mecanismo por el cual se identifica a todos los


jóvenes con algunos de ellos y se presenta a toda la juventud como un
conjunto monocromático de personas. Usando los colores como metá-
foras, la autora habla de tres interpretaciones que participan de este
mito: la juventud dorada, gris y blanca.6

La manifestación dorada del mito de la juventud homogénea identifica


a todos los jóvenes con los privilegiados —despreocupados o militantes
en defensa de sus privilegios—, con los individuos que poseen tiempo
libre, que disfrutan del ocio, y todavía más ampliamente, de una ‘mo-
ratoria social’, que les permite vivir sin angustias ni responsabilidades.
La interpretación de la juventud gris hace a todos los jóvenes deposita-
rios de todos los males. Transforma conceptualmente a la juventud en
el grupo que más sufre los embates de las crisis, que más afectado está
por la herencia de los hábitos y prácticas de la sociedad autoritaria. Los
jóvenes serían la mayoría entre los desocupados, los delincuentes, los
pobres, los apáticos. Ellos serían la desgracia y la resaca de la sociedad
argentina, aunque se la presente irónicamente como ‘grupo social pri-
vilegiado’.
[...] la interpretación de la juventud blanca ve en ella al Mesías, al Re-
dentor, a los personajes maravillosos y puros que salvarían a la Huma-
nidad de la entropía, que podrían hacer todo lo que no hicieron sus pa-
dres, incluso construir una Argentina democrática. Ellos serían los par-
ticipantes, los éticos (Braslavsky, 1986:13, cursivas mías).

En 1993 Mariela Macri y Solange Van Kemenade publicaron Estrate-


gias laborales de jóvenes en barrios carenciados. Allí realizan un
examen de las perspectivas históricas y teóricas sobre juventud utili-
zadas en las sociedades europeas y americanas del norte y delimitan
cinco paradigmas.

i) Organicistas. Basado en la observación de indicadores que tie-


nen que ver con transformaciones biopsíquicas, estas teorías explican
el origen de la juventud en la evolución de lo corpóreo, y formulan
interpretaciones de tipo individualista. Partiendo que la edad es el
único aspecto común en todas las sociedades, la toman como catego-
ría central de explicación, y llegan a la conclusión que lo característi-
co de la juventud es la no correlación entre lo físico y lo psíquico
(cuerpo de adulto y psique de niño).

6 Esta clasificación ha sido retomado también por Margulis y Urresti,


1996.
Mariana Chaves 21

ii) Sociopsicológicas. La adolescencia es explicada desde esta


perspectiva como una fase traumática marcada por la rebelión.
iii) Culturalistas. Incluye aspectos socioculturales y su vincula-
ción con la evolución de la organización social. Juventud como etapa
dedicada a la preparación y a la adquisición del saber humano en
cuanto a la reproducción de la vida.
iv) Estructural funcionalistas. Se incluyen teorías de la socializa-
ción continua. La juventud como etapa en la que a través de la sociali-
zación se produce la conciliación entre las necesidades de la sociedad
de formar agentes para reproducir las estructuras vigentes y las nece-
sidades del individuo de adquirir su desarrollo personal. [...] Adoles-
cente rebelde como mito folklórico, no como agente social. El objeti-
vo es formarse bien para cumplir el rol adulto. [...] En este período de
adolescencia adquieren relevancia los grupos de pares y sus subcultu-
ras contestatarias son una protección contra las tensiones que se ejer-
cen en el exterior y por lo tanto resultan funcionales [...].
v) Contextuales. Conceptualizan a la juventud desde una pers-
pectiva ecológica y multidisciplinaria. La teoría del medio ambiente,
la teoría de la acción de Habermas, la teoría sistémica y la teoría del
ciclo vital, dan cuenta del fenómeno de la juventud a partir de la con-
sideración de factores que vienen del entorno y que influyen en el
desempeño de los roles. Nos hablan de formas de transición diferentes
de acuerdo al medio ambiente y señalan los cambios que se producen
en el ciclo vital en la sociedad industrial moderna. Desde esta pers-
pectiva se rescata el valor de los enfoques multidisciplinarios, que
superan las interpretaciones de tipo exclusivamente biológico, psico-
lógico o cultural (Macri y Van Kemenade, 1993:17-21, síntesis y cur-
sivas propias).

Homero Saltalamacchia ha trabajado la temática juventud en relación


a Puerto Rico. En un trabajo titulado «Estigmas de juventud» revisa
los perfiles temáticos de algunas investigaciones y encuentra que el
principal abordaje es el de la juventud como problema, «muestra a una
juventud desocupada, desertora escolar, drogadicta delincuente e
ideológicamente conservadora», que se completa actualmente «con un
nuevo rasgo: el de receptor pasivo de toda propuesta de consumo»
(S/F, acceso 2004:9). A continuación el autor propondrá una actitud
diferente para tratar los temas.
22 Juventud negada y negativizada

Actitud en la cual la juventud sea visualizada de una manera diferente.


i) No como ‘problema’ a ser resuelto, sino como impulso renovador
que busca expresarse y experimentar sus propios caminos.
ii) No como receptor pasivo de las políticas públicas o privadas, sino
como reactor.
Se busca, además, iniciar una línea de investigaciones que incorpore a
los propios jóvenes (mediante iniciativas de co-investigación ) no co-
mo meros ‘objetos de la investigación’ sino, en la medida de lo posi-
ble, como actores de esa investigación (S/F, acceso 2004:12, cursivas
del autor).

La investigadora costarricense Dina Krauskopf (2000) analiza las


programaciones para la juventud y reconoce dentro de estas políticas
la coexistencia y competencia de cuatro paradigmas para pensar la
juventud.7

i) Adolescencia: período preparatorio. Los adolescentes son per-


cibidos fácilmente como niños grandes o adultos en formación. Tal
enfoque se sustenta en el paradigma que enfatiza la adolescencia como
un período de transición entre la niñez y la adultez. Le corresponde la
preparación para alcanzar apropiadamente el estatus adulto como la
consolidación de su desarrollo. En dichos conceptos se aprecia un
vacío de contenidos para la etapa propiamente tal.
ii) Juventud: etapa problema. Favorece la visión del período co-
mo crisis normativa: «la edad difícil» [...] La fragmentación progra-
mática de la juventud como problema se revela al definirla en relación

7 El investigador uruguayo Ernesto Rodríguez también ha analizado las


políticas de juventud en Latinoamérica. Reconoce cuatro «modelos» a
partir de observar principalmente tres ejes: ¿qué tema?, ¿para quiénes?,
¿cuándo?, así obtiene (no son excluyentes): a) educación y tiempo libre
con jóvenes integrados y crecimiento económico (entre 1950 y 1980),
b) control social de jóvenes movilizados en un marco de crecientes ten-
siones (origen en los 60), c) enfrentamiento de la pobreza y el delito en
un marco de crisis generalizada (80) y d) inversión en capital humano
en el marco de la transformación productiva (inicios de los noventa)
(Rodríguez, 2002:47-51). José Antonio Pérez Islas retoma estos mode-
los y jugando con las palabras explica que el Estado mexicano ha mira-
do a los jóvenes como «divino tesoro» en los 50, como «divino proble-
ma» en los 60, como «divina desconocida» en los 70, como «divina de-
lincuente» en los 80 y finalmente como «divino desmadre» en los 90
(Pérez Islas, 2000:212).
Mariana Chaves 23

al embarazo, la delincuencia, las drogas, la deserción escolar, las pan-


dillas, etc. Se construye una percepción generalizadora a partir de
estos polos sintomáticos y problemáticos. [...] A esto puede agregarse
que el énfasis en el control favorece la estigmatización criminalizante
de la juventud.
iii) Juventud: actor estratégico del desarrollo. Este enfoque des-
taca a la juventud como actor protagónico en la renovación perma-
nente de las sociedades, particularmente en el contexto de la reestruc-
turación socioeconómica y la globalización. Da un valor prominente a
la participación juvenil como parte crucial de su desarrollo.
iv) Juventud ciudadana. En la segunda mitad de este siglo se
crean las condiciones para establecer, de modo claro y explícito, que
los niños y adolescentes tienen derecho a la ciudadanía. [...] El enfo-
que de derechos abandona el énfasis estigmatizante y reduccionista de
la juventud como problema. La integración del paradigma que la se-
ñala como actor estratégico, con el paradigma de juventud ciudadana
permite reconocer su valor como sector flexible y abierto a los cam-
bios, expresión clave de la sociedad y la cultura global, con capacida-
des y derechos para intervenir protagónicamente en su presente, cons-
truir democrática y participativamente su calidad de vida y aportar al
desarrollo colectivo (Krauskopf, 2000:3-6, cursivas de la autora, sínte-
sis propia).

El cientista social boliviano Huáscar Cajías (1999) aborda las estig-


matizaciones producidas sobre los jóvenes al comprobar un corri-
miento de una visión idílica de la juventud hacia una visión de «gene-
ración problema». Identifica diferentes tipos de estigmas.

i) Aquellos originados en el mundo conservador. Discurso que


busca al menos controlar la fuerza subvertora del orden establecido de
la cual es —o puede ser— portadora una nueva generación emergente.
Aquí se juzga al joven como irrespetuoso y se lo subestima desde la
perspectiva de la experiencia.
ii) Aquellos con un destino focalizado. Las «víctimas propiciato-
rias» son preferentemente sectores de la juventud pobre (aunque mu-
cho de este comportamiento no les caracterice). Son juzgados como
portadores de la violencia callejera, de la ignorancia, de la vagancia.
Permiten, incluso en casos de crecimiento extremo del estigma, ser el
botón de muestra para juzgar a toda una generación. Hay otro tipo de
focalización —sobre todo en sociedades con diversidad cultural y en
24 Juventud negada y negativizada

las que las formas tradicionales de vida son arrinconadas por la mo-
dernidad— y es el juicio que pesa sobre la nueva generación de aban-
donar los valores y prácticas del ancestro.
iii) Aquellos provocados u originados por un comportamiento ju-
venil contrario al «proceso humano». Más allá de los ajustes y fric-
ciones intergeneracionales, la memoria larga permite identificar roles
y comportamientos que toda generación joven debe cumplir para con
el conjunto de la sociedad y su desenvolvimiento histórico; por tanto
aquí se juzgaría a la juventud por su incumplimiento con la humani-
dad, por decirlo de alguna manera.
iv) Aquellos provocados por políticas de Estado. El origen del
suceso no es el propio joven, siendo que éste «apenas» se limita a
reaccionar ante determinadas presiones provenientes del desarrollo
social. El poder determina, provoca o al menos sienta las bases de los
comportamientos «buenos» y «malos» del joven para luego estigmati-
zar aquellos cuyo juzgamiento como negativo también él promueve.
v) Aquellos apoyados en su condición de ser el «otro». La pre-
gunta, en este caso es si la sociedad es capaz de reconocer sus propias
responsabilidades o si, más bien, la juventud funge de chivo expiato-
rio para explicar fracaso o pérdidas de perspectiva histórica. Muchas
veces, por ejemplo, se le atribuye a la juventud una extendida apatía
política; cierta o no, lo que pocas veces se incorpora es el análisis de
la «pedagogía» política que reciben del mundo adulto. Para ir un poco
más lejos, si asumimos que la juventud es una suerte de «reproducción
ampliada» del proceso social, el incumplimiento de este rol puede
deberse a condiciones propias de los jóvenes como a la incapacidad de
las generaciones precedentes de sentar las bases de un desarrollo de-
terminado. En este caso, se estigmatiza a la juventud con todas las
formas y vertientes de la inviabilidad histórica que pueda estar pesan-
do sobre la sociedad (Cajías, 1999:111-112, cursivas del autor, sínte-
sis propia).
vi) Ética de la víctima: mendicidad y criminalidad. Se incluyen
una serie de prácticas sustentadas en una suerte de «derecho de cobro»,
que el autor ve emerger con posterioridad a los discursos y prácticas de
denuncia que conmocionaron una etapa de América Latina, de los que
uno de sus resultados fue la identificación de la víctima y de sus dere-
chos conculcados. De allí se legitiman estas prácticas que él caracteriza
como aberrantes. Por un lado la mendicidad «caracterizado por extender
la mano para que otro otorgue el derecho que uno es incapaz de cons-
truir y defender» y la criminalidad, «una suerte de bandolerismo juvenil
Mariana Chaves 25

—la equidad asumida por mano propia— supuestamente justificada por


las condiciones de sometimiento y marginalidad a las que la sociedad las
somete, pero absolutamente desconectada de un sentimiento globaliza-
dor que permita superar no sólo el problema individual sino del grupo
social al cual se pertenece» (1999:115).

Por último Rossana Reguillo muestra brevemente los rostros estereo-


tipados de los jóvenes latinoamericanos.8

En América Latina cuando los jóvenes se hicieron visibles en el espacio


público, y sus conductas, manifestaciones y expresiones entraron en
conflicto con el orden establecido desbordando el modelo de juventud
que la modernidad occidental, en su ‘versión’ latinoamericana, les tenía
reservado; fueron nombrados a fines de los 50 y durante los 60 como
rebeldes, y como estudiantes revoltosos al finalizar esa misma década,
pasando en los 70 a ser los subversivos, y en los 80 —cuando desapare-
cen de la escena política— serán adscriptos a la imagen del delincuente
y luego del violento. Estos son los jóvenes visibilizados en la segunda
mitad de siglo XX en América Latina (Reguillo, 2000).

4. CONCLUSIÓN

Los puntos de contacto, semejanzas, equivalencias o diferencias entre las


caracterizaciones expuestas y las representaciones y formaciones enun-
ciativas presentadas por esta autora son graficadas en la tabla 1, allí se
observa la variabilidad de términos que aplican los investigadores para

8 No pude dejar de asociar esta descripción con la que realiza Javier Au-
yero para el caso de los pobladores de villas miseria en Argentina, el
autor dice, «Difícilmente uno pueda dar con una configuración urbana
que haya sido (y aún sea) la depositaria de tantas (la mayoría de las ve-
ces malas) representaciones, de tantas esperanzas en el pasado y tantos
miedos en el presente. Las villas fueron retratadas como el ejemplo
acabado del fracaso del populismo peronista durante los años cincuenta,
como suerte de laboratorios para los sueños modernizadores de los años
sesenta, como cunas de la revolución en los setenta, como obstáculos
para el progreso y como germinadores de subversión durante la última
dictadura, como lugares de inmoralidad, crimen y ausencia de ley en la
Argentina contemporánea. En la actualidad, la discusión pública sobre
la inseguridad recurrentemente menciona a ‘la villa’ y ‘los villeros’ co-
mo una amenaza» (Auyero, 2001:20). Hagan el macabro juego de cam-
biar «villeros» por juventud y verán que da lo mismo.
26 Juventud negada y negativizada

referirse casi a las mismas cosas. Es menester acordar conceptos dado


que se hace innecesario y tedioso acarrear «tablas de equivalencias» co-
mo la que se ha construido.9 Segundo, y de otro orden, se ve cómo la
gran coincidencia es en la marcación de fuerza que siguen teniendo todos
los discursos de invisibilización y/o estigmatización de la juventud.
Se interpreta que las miradas hegemónicas sobre la juventud lati-
noamericana responden a los modelos jurídico y represivo del poder.
Tomando la propuesta foucoultiana sostengo que la juventud está
signada por «el gran NO», es negada (modelo jurídico) o negativizada
(modelo represivo), se le niega existencia como sujeto total (en transi-
ción, incompleto, ni niño ni adulto) o se negativizan sus prácticas
(juventud problema, juventud gris, joven desviado, tribu juvenil, ser
rebelde, delincuente, etc.).
La apuesta teórica es pensar la juventud como relación, al joven
como posibilidad, lo que incluye todas las caras, la posibilidad no es
positiva en el sentido de «lo bueno» o «lo deseable», sino en el sentido
del poder hacer, del reconocimiento de las capacidades del sujeto. Salir-
se de la medición de la normalidad. Elementos de esta concepción están
presentes en las propuestas analíticas elegidas para sus investigaciones
entre los autores revisados (ver última fila de la tabla 1). Todas estas
versiones son de utilidad para el estudio de juventudes, cada una es
emergente del momento y el motivo para el que fueron construidas (dis-
cursos del sentido común, discursos científicos, mediáticos, etc.). Los
discursos son producciones situadas, tanto en el tiempo como en el es-
pacio, jamás son inmutables, y responden a la negociación de todos los
actores involucrados. La hegemonía de uno de los «tipos» de discurso
sobre otro brinda indicios fuertes de cómo «la sociedad» (jóvenes in-
cluidos) está pensando, se acerca y trata a sus miembros más jóvenes.

LA PLATA (ARGENTINA), NOVIEMBRE 2005

RECIBIDO: DICIEMBRE 2005


ACEPTADO: DICIEMBRE 2005

9 De ningún modo postulo mis términos como el parámetro, simplemente


sucede que el trabajo sobre mi material empírico y los resultados obte-
nidos fueron previos al hallazgo de las clasificaciones de otros autores,
fue así que en vez de cambiar los nombres de las representaciones y
discursos decidí mostrar la variabilidad de las clasificaciones efectuadas
desde diversas disciplinas y países (sistematización que no encontré
previamente realizada).
Mariana Chaves 27

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Tabla 1: Caracterizaciones

Representa- Discursos Mitos de la Paradigmas en Paradigmas Paradigmas en las Estigmas Imágenes


ciones (Chaves, 2005) juventud las investigacio- dentro de las programaciones (Cajías, 1999) (Reguillo,
(Chaves, 2005) homogénea nes ciencias sociales para la juventud 2000)
(monocromá- (Saltalamacchia, (Macri y Van (Krauskopf, 2000)
tica) 2004) Kemenade, 1993)
(Braslavsky,
1986)
Joven como ser Naturalista Juventud Juventud Organicistas Juventud: Aquellos originados
inseguro de sí Psicologista Gris problema etapa problema en el mundo
mismo Patología social conservador
Pánico moral
Joven como ser Naturalista Juventud Juventud Organicistas Adolescencia: Aquellos originados
en transición Psicologista Dorada problema Sociopsicológicas período preparatorio en el mundo
Culturalista Culturalistas Juventud: conservador
Estructural fun- etapa problema
cionalismo
Joven como ser Patología social Juventud Juventud Culturalistas Adolescencia: Aquellos con un
no productivo Pánico moral Dorada problema período preparatorio destino focalizado
Culturalista Juventud:
etapa problema
Joven como ser Naturalista Juventud Juventud Organicistas Adolescencia: Aquellos originados
incompleto Psicologista Gris Problema Culturalistas período preparatorio en el mundo conser-
Receptor pasivo Estructural fun- vador Aquellos
cionalismo provocados por
políticas de Estado
Representa- Discursos Mitos de la Paradigmas Paradigmas Paradigmas en Estigmas Imágenes
ciones (Chaves, juventud en las investi- dentro de las las programacio- (Cajías, 1999) (Reguillo, 2000)
(Chaves, 2005) homogénea gaciones ciencias so- nes para la ju-
2005) (monocro- (Saltalamac- ciales ventud
mática) chia, 2004) (Macri y Van (Krauskopf, 2000)
(Braslavsky, Kemenade,
1986) 1993)
Joven como Patología Juventud Receptor Juventud: Aquellos con un destino
ser desinte- social Pánico Gris pasivo etapa problema focalizado Aquellos apoya-
resado y/o moral Cultu- dos en su condición de ser el
sin deseo ralista «otro»
Joven como Patología Juventud Juventud Estructural Juventud: Aquellos provocados u como subversi-
ser desviado social Gris problema funcionalismo etapa problema originados por un compor- vos (70) como
Pánico moral tamiento juvenil contrario al delincuente y
Culturalista «proceso humano» Aquellos violento (desde
con un destino focalizado los 80)
Aquellos provocados por
políticas de Estado
Joven como Patología Juventud Juventud Estructural Juventud: Aquellos con un destino como subversi-
ser peligroso social Pánico Gris problema funcionalismo etapa problema focalizado Aquellos provo- vos (70) como
moral Cultu- cados por políticas de Esta- delincuente y
ralista do Aquellos apoyados en su violento (desde
condición de ser el «otro» los 80)
Joven como Sociologista Juventud Juventud Juventud: etapa Aquellos con un destino
ser victimi- Gris problema problema Juven- focalizado Etica de la vícti-
zado tud: actor estraté- ma: mendicidad
gico del desarrollo y criminalidad.
Represen- Discursos Mitos de la Paradigmas Paradigmas Paradigmas en las Estigmas Imágenes
taciones (Chaves, 2005) juventud en las investi- dentro de las programaciones (Cajías, 1999) (Reguillo, 2000)
(Chaves, homogénea gaciones ciencias so- para la juventud
2005) (monocro- ciales (Krauskopf, 2000)
mática) (Saltalama-c- (Macri y Van
(Braslavsky, chia, 2004) Kemenade,
1986) 1993)
Joven como Naturalista Psi- Juventud Juventud Organicistas Juventud: etapa pro- como rebeldes
ser rebelde cologista Sociolo- Blanca problema Estructural blema Juventud: actor (fines de los 50 y
y/o revolu- gista Juventud funcionalismo estratégico del desa- durante los 60)
cionario como impulso rrollo como estudiantes
renovador y revoltosos (fines
como reactor de los 60)
Joven como Naturalista Psi- Juventud Aquellos origina-
Adolescencia: período
ser del cologista Sociolo- Blanca dos en el mundo
preparatorio Juventud:
futuro gista conservador Aque-
actor estratégico del
desarrollo llos apoyados en
su condición de
ser el «otro»
Joven como Complejidad: Juventud Juventud Contextuales Juventud ciudadana Sin estigmatiza- Es pues, de mane-
ser en rela- contextual (espa- multicolor como impulso y multidisci- (aparentemente esta ciones ni negati- ra privilegiada, en
ción: com- cial e histórica- renovador y plinarios concepción implica vas ni positivas el ámbito de las
pleto y mente situado), como reactor una mirada más com- expresiones cultu-
complejo relacional (con- pleja, no se cuenta con rales donde los
flictos y consen- trabajos que la anali- jóvenes se vuel-
sos) y heteroge- cen en profundidad) ven visibles como
neidad (diversidad actores sociales
y desigualdad)
10_R Reguillo 30/7/08 14:14 Página 203

Cuarta parte:
Estigmas y condenas:
formas de violencia que afectan
a la juventud
10_R Reguillo 30/7/08 14:14 Página 204
10_R Reguillo 30/7/08 14:14 Página 205

Rossana Reguillo
ITESO, Guadalajara, México

Las múltiples fronteras de la violencia:


jóvenes latinoamericanos entre la
precarización y el desencanto

Resumen:
A partir de la segunda mitad de los años ochenta los datos sobre violencia empezaron a cambiar,
primero de manera imperceptible hasta que, a principios de los años noventa, las evidencias eran
incontestables: la violencia mortal se expandía entre los jóvenes de entre quince y veinticuatro
años. Se trataba principalmente de jóvenes varones en los países en desarrollo y en economías en
transición. A fines del siglo XX y comienzos del XXI en América Latina los jóvenes se volvieron visi-
bles en el espacio público como pibes chorros (jóvenes ladrones de las villas miseria de la
Argentina), bandas (agrupaciones juveniles de los barrios marginales en México, Estados Unidos y
Centro América), sicarios (jóvenes al servicio del narcotráfico en Colombia) y, de manera más
reciente, como maras (pandillas centroamericanas conocidas por su extrema violencia). A partir de
un enfoque conceptual elaborado por la autora y de un análisis descriptivo de la violencia juvenil
en América Latina, el artículo profundiza, a través de un caso etnográfico, la articulación de la vio-
lencia con los procesos de precarización tanto estructural como subjetiva, el desencanto y la emer-
gencia de la paralegalidad y, su impacto en los universos juveniles.
Palabras clave:
jóvenes, violencia, precarización, desencanto, violencias cruzadas, maras

Abstract:
During the second half of the eighties data on violence began to change. First in an imperceptible
way; but soon, during early nineties, the evidence was indisputable: deadly violence spread among
youth aged fifteen to twenty-four. It mainly affected young men living in developing countries and
economies in transition. At the end of the twentieth century and the beginning of the new century
youth became visible in public space throughout Latin America as pibes chorros (young slum

- 205 -
10_R Reguillo 30/7/08 14:14 Página 206

thieves in Argentina), as bandas (youth slum groups in Mexico, United States and Central America),
as sicarios (youth in drug dealing in Colombia) and more recently as maras (gangs in Central
America known for their extreme violence). Within this context, the article builds a conceptual
approach and a descriptive analysis of youth violence in Latin America. The article provides an
ethnographic case which makes clear how violence entangles with precarious structural conditions
and biographical circumstances, with disenchantment and with the emergence of “paralegal
economies”, all of these impacting youth worlds.
Key words:
youth, violence, disenchantment, paralegal economy, crossed violencies, Maras

- 206 -
10_R Reguillo 30/7/08 14:14 Página 207

Rossana Reguillo
ITESO, Guadalajara, México

Las múltiples fronteras de la violencia:


jóvenes latinoamericanos
entre la precarización y el desencanto

…No existe potencia de grupo con inde- la potencia tanto individual como colectiva. En
pendencia de la potencia con que los indivi- tal sentido, me parece que para pensar las vio-
duos se arrancan al infra-mundo de ruidos lencias de una manera analíticamente eficaz,
oscuros, afirmándose como co-partícipes de hay que sacarlas de los “mundos inferiores” y
un mundo común. del mundo de los muertos y de los infiernos,
1
Jacques Rancière para pensarlas más bien en su habitual presen-
cia en el mundo. Arrancarse del infra-mundo
El epígrafe que retoma las palabras de no es sólo la tarea de los individuos sometidos
Rancière me permite introducir una tensión por Hades, sino la tarea fundamental de un
fundamental, a saber, la pretendida exteriori- pensamiento que no acepta el artilugio de la
dad de la violencia, como si ella fuese una ano- lejanía, la excepcionalidad y la exterioridad de
malía externa a la sociedad, confinada en un las violencias.
especie de inframundo: el reino de la muerte
gobernado por Hades que, con su cetro de dos
puntas destrozaba todo aquello que le des- 1. Violencias en plural,
agradaba y con el que al mismo tiempo condu- singularidad de la violencia
cía las almas hacia el reino inferior. Las
palabras de Rancière “sugieren” que los suje- Quisiera proponer las violencias en plural3,
tos son capaces de arrancarse de Hades2 y para enfatizar las múltiples dimensiones que le
hacerse co-partícipes de la sociedad mediante subyacen. En este marco, pueden entenderse

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las violencias como sistemas de acción que que buscan alterar la realidad o el curso de los
implican al menos tres dimensiones, no nece- sucesos a través del uso de métodos, mecanis-
sariamente secuenciales, en su devenir violen- mos o dispositivos violentos, a fin de obtener
4
cia en “singular” : ciertos resultados que se insertan en la racio-
nalidad que comanda el sistema de acción de
a) la imposición o auto-imposición, que las violencias sociales.
implica el daño y/o perjuicio que se infrin- Desde esta perspectiva, las violencias son
ge sobre otro(s) o sobre uno mismo; parte de la acción y lógica de actores específicos
b) la intencionalidad o racionalidad, que se al interior de la sociedad, regidas por racionali-
refiere a las intenciones, lógicas y objetivos dades, movidas por causalidades, orientadas a
que la comandan y orientan; y resultados, y a la cual sus protagonistas atribu-
c) la causalidad, que alude al sentido, a los yen sentidos. Esta consideración y este enfoque
relatos explicativos y a las claves moviliza- permiten cuestionar el sentido común que
doras de la violencia en singular, más allá asume que la violencia se ubica extramuros,
de sus implicaciones hipotético-deductivas. fuera de lo social, y que se trata de una fuerza
heterónoma inexplicable o sobrenatural.
Como sistemas de acción y como lenguajes, las
violencias implican siempre creencias y rituali-
zaciones (Balibar, 2005), que se articulan a las 2. Las violencias juveniles en sus
tres dimensiones recién enunciadas. Por ejem- contextos de violencia estructural
plo, la imposición puede adquirir su sentido
(causalidad) en la búsqueda de afirmación o El tema de la violencia se ha entronizado en el
ratificación de poder (racionalidad) que un(os) campo de estudios de la juventud. Si en perio-
agente(s) ejercen para someter a otro. Desde dos previos el lugar central en las agendas de
el Estado, castigando brotes disidentes, hasta investigación y en los debates políticos sobre
las bandas de narcotraficantes, disputando juventud lo ocupaban el empleo, la escuela, las
territorios, la violencia como acto implica o identidades, las culturas y las performativida-
supone un complejo sistema de jerarquías ya des juveniles (fuese en singular o en plural),
establecidas o por establecer, en una disputa hoy se incorpora la violencia como objeto privi-
en constante definición. legiado en los ámbitos del pensamiento y del
Toda violencia está sustentada en la capa- quehacer sociopolítico en torno a los jóvenes.
cidad, o más precisamente, la habilidad de De un lado, podría decirse que a esta
sujetos competentes, concientes y sensibles explosión temática han contribuido la creciente

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Pensamiento Iberoamericano nº3 Rossana Reguillo

espectacularización de las violencias vincula- mundo al que parece faltarle un relato ordena-
das a los jóvenes iberoamericanos: narcotráfi- dor —para bien y para mal— .
co, maras, latin kings, barras bravas, pibes Ahora bien: los cuatrocientos sesenta y
chorros, favelados, entre otros. Ello contribuye, ocho niños y adolescentes asesinados en
sin duda, a expandir el sentimiento de que Guatemala sólo en el año 2007, ¿se dejan
hemos tocado fondo y que no queda otra explicar desde estas dos variables? La violen-
opción más que reconocer un estrecho vínculo cia doméstica que marca la vida de miles, de
entre estrategias identitarias juveniles y violen- millones de niños en la región, ¿es susceptible
cia. Pero de otro, la mayor “reflexividad” de la de ser leída desde la óptica del quiebre del
sociedad contemporánea (Beck, Giddens y pacto social y de la creciente visibilización de
Lash, 1997) implica que dicha sociedad se toma las violencias? La respuesta no es unívoca y
a sí misma como objeto de reflexión, y se vuel- admite varias explicaciones. Parece que efec-
ve mucho más auto-consciente de los espacios tivamente es la dislocación de una sociedad
sociales y los territorios que se ven sacudidos que parece dejar de asumir su responsabili-
por los hechos violentos. Mayor reflexividad dad sobre sus miembros más jóvenes y, al
colectiva y mayor percepción de la violencia mismo tiempo, el acceso a múltiples reportes,
van, pues, de la mano. espacios comunicativos y estrategias de visibi-
Dos elementos confluyen aquí. De un lado, lización espectacular, lo que hace de estas vio-
el hecho de que efectivamente enfrentamos lencias particulares un hecho incontestable:
una creciente disolución del vínculo social, lo la violencia no se ubica en un más allá de lo
que afecta de maneras diversas y nunca suaves social, no respeta rangos etarios, género, cla-
a la socialidad, vale decir, a las formas en que ses ni territorios, es ubicua y en su lenguaje
la sociedad se comunica y a los modos de estar expresa el malestar profundo en la sociedad.
juntos dentro de ella. Los enfrentamientos cre- Pero por otro lado, estas violencias requie-
cientes entre distintas culturas juveniles consti- ren ser también explicadas desde su especifici-
tuyen una evidencia elocuente de las dad histórica, donde un precedente insoslayable
dificultades para generar espacios de sociali- es el conflicto armado en Guatemala y el geno-
dad juveniles fuera de los marcos acotados de cidio de Estado6; y otro dato fundamental es la
las identidades de pertenencia5. Por el otro exclusión social y económica, en un país donde
lado, asistimos a la aceleración de los dispositi- la mayoría de los ciudadanos son pobres. Estas
vos tecno-cognitivos que posibilitan el acceso a consideraciones no pueden obviarse al tratar de
los sucesos en tiempo real, lo que acrecienta la entender por qué durante los primeros cuatro
percepción de los avances de la violencia en un meses de 2008 en Guatemala, cuatrocientas

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veinte personas han muerto de muerte violenta, En sentido parecido, y según la misma
entre ellos once estudiantes de enseñanza fuente, el 28% de la población de América
media; entre enero y febrero de 2008, fueron Latina y el Caribe son jóvenes entre diez y
deportados dos mil veinticuatro guatemaltecos veinticuatro años, pero en los países más
cuando intentaban emigrar hacia mejores condi- pobres de la Región, como Haití y Nicaragua,
ciones de vida. El Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) este porcentaje se eleva al 35%; mientras osci-
informa del retorno de las milicias en ese país y la entre el 30% y el 35% en Guatemala,
documenta que solamente en el municipio de Honduras, Paraguay y la República Domini-
San Juan Sacatepequez se han detectado ciento cana, en contraste con el 23% en Cuba, Puerto
cincuenta grupos paramilitares, mientras en Rico y Uruguay, donde la esperanza de vida es
Solalá, se produjeron en febrero seis lincha- mucho mayor y el índice de pobreza clara-
7
mientos . De modo que la pobreza y la exclusión mente inferior. En varios países latinoameri-
configuran un poderoso binomio que alimenta canos (Bolivia, Guatemala, Honduras,
las violencias, y permite contextualizar o justifi- Nicaragua, Paraguay y Perú) más del 50% de
car la salida o expresión violentas en vastos los jóvenes viven en situación de pobreza, y
territorios de la vida social. mientras en 2002 uno de cada tres jóvenes
La precariedad socioeconómica es también urbanos era pobre, en zonas rurales este por-
precariedad vital, y no puede dejar de referirse centaje se elevaba a la mitad (OPS, 2007).
para situar estrategias de vida o de expresión Estas cifras nos muestran hasta qué punto
en que la violencia se hace presente. Así, según un altísimo porcentaje de jóvenes latinoame-
el informe de la OPS sobre “Salud en Las ricanos viven hoy sin lo requerido para pro-
Américas 2007”, la esperanza de vida en 2005 yectarse al futuro con oportunidades de
en Bolivia, Haití y Guatemala se encontraba a los desarrollo. Si a esto sumamos las disparida-
niveles alcanzados por Estados Unidos hace más des educativas según ingresos familiares,
de sesenta años, mientras en Brasil, Nicaragua y más se segmentan aún las oportunidades
Perú era similar a la que había alcanzado futuras en la conciencia presente de la juven-
Estados Unidos en los años cincuenta del siglo tud. Estos datos que vinculan vidas pobres,
pasado. En la actualidad la esperanza de vida esperanzas de vida comparativamente bajas,
para los guatemaltecos es de 65 años, contra los y segmentaciones espaciales y sociales, son
76 años para el caso chileno y los 77,7 de parte del mapa estructural en que se desplie-
Estados Unidos. Las diferencias son elocuentes gan las violencias asociadas a la juventud
y reflejan niveles muy dispares de desarrollo latinoamericana. Jóvenes y violencia: ¿victi-
humano. marios o víctimas?

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Pensamiento Iberoamericano nº3 Rossana Reguillo

3. Precarización, desencanto, lado en una prisión mexicana por robo e inten-


paralegalidad: una biografía, to de homicidio. Esta etnografía, hace posible
múltiples violencias analizar la articulación de los tres ejes que
constituyen, a mi juicio, el punto de intersección
Al monopolio de la violencia legítima que en el que se tocan las dimensiones estructura-
ejercían los Estados nacionales se le opone les, políticas y simbólicas en la trayectoria de
hoy el estallido de diversos dialectos v i o l e n- tantos jóvenes latinoamericanos.
tos que irrumpen en la escena social y cuestio- Cabe mencionar que, según la OPS, “la
nan seriamente el pacto social. Se trata no violencia de las pandillas es actualmente una
sólo de violencias que se articulan a proble- de las formas más visibles de la violencia
mas estructurales tales como el binomio juvenil en la Región. Entre el 20% y el 50% de
pobreza-exclusión, sino de violencias que se todos los delitos violentos se atribuyen a pan-
gestan y gestionan desde el desafío a la lega- dillas, con tasas de homicidios relacionados
lidad y la crisis de legitimidad del orden insti- con pandillas que en El Salvador se elevan
tuido. Propongo, en consecuencia, tres claves hasta casi cincuenta por cien mil personas”.
analíticas que posibilitan entender las violen- Independientemente de la precaución que
cias juveniles en su entramado sociocultural, y hay que tener frente a las estadísticas oficiales
ayudan a calibrar su impacto para el futuro de y los mecanismos a través de los cuáles los
las sociedades latinoamericanas: a) la erosión “contables” construyen los indicadores o, qui-
de los imaginarios de futuro, b) el aumento zás precisamente por esto mismo, el tema de
exponencial de la precariedad tanto estructu- las violencias asociadas a la conformación
8
ral como subjetiva , y c) la crisis de legitimidad de agrupaciones juveniles, signadas por la
de la política. ruptura con la ley, es asunto que exige redo-
Quisiera ahora proponer una aproximación blada atención y esfuerzos analíticos capaces
etnográfica a partir de la historia de vida de un de lidiar, al mismo tiempo, con el estereotipo
joven salvadoreño, pues me parece que nom- violento y con la negación de las violencias
bra, ilustra y metaforiza la multidimensionali- latentes en los mundos juveniles.
dad de la violencia aquí esbozada, y muestra Vamos, pues, a la historia de Fredi. Sale de
esta multidimensionalidad en el tiempo y el El Salvador a los seis años, huyendo, con su
espacio: la metamorfosis de la violencia en la familia, de una de las últimas embestidas del
trayectoria migratoria y el paso por distintas ejército salvadoreño contra la guerrilla y contra
fronteras. Se trata de la biografía de “Fredi”, un las comunidades sospechosas de apoyo al
marero salvadoreño-norteamericano, encarce- movimiento armado. En la huida perdió a sus

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padres, a sus hermanos y sólo le quedaron sus naran, que se fueran, que salieran del cam-
tíos y un primo con síndrome de Down, que pamento, porque los milicos iban a oír. Ha
cobijaron su vida hasta los catorce años, cuan- pensado mucho sobre ese momento. Por
do él decide enrolarse con la Mara qué su padre hizo lo que hizo y, aunque
Salvatrucha, la tan conocida pandilla salvado- duda cree, siente, que es probable que su
reña, en la ciudad de Los Ángeles. De la larga papá pensara que era mejor bajarse de la
sucesión de disparos y violencia que hay en su pendiente y ponerle el cuerpo a los solda-
vida, Fredi señala como acto fundacional la dos. ¿Por qué? Porque de esa manera los
noche en el monte cuando el ejército asesina, a demás todavía se podrían salvar. Si los
campo abierto, a su padre desarmado y a su encontraban a todos, capaz que ni él
madre amamantando un bebé. Años más mismo viviría para contarlo. ‘Y eso, fíjese,
tarde, el joven de veintiséis años preso en una fue lo que hizo: se salió, se bajó de la pen-
cárcel mexicana, se deleita al recordar su diente y puso el cuerpo que yo desde arri-
“entrenamiento” en una ciudad fronteriza gua- ba medio como que quise ver. Y claro, pos
temalteca a cargo de un ex-petrolero mexicano los militares se dieron vuelo, me lo mata-
que le enseña a “matar alacranes” a pedradas. ron todito y ahí empezó la matazón’, dice
No habrá pausa en la acelerada incursión de Fredi, encerrado y acosado por el vigilante,
Fredi en la violencia. Ya se trate de aquella que que negocia más tiempo a cambio de un
él imagina como “justiciera o vengadora”, o cigarrillo y un corto sermón”9
de la violencia que aprende a pasos rápidos
como parte de la dinámica cotidiana: ésa que Años después, Fredi ha firmado un pacto con la
le permite negociar con los “polleros” mexica- muerte “útil”, aquella que se avecina cuando el
nos el cruce de la frontera a sus escasos ocho firmante asume que su cuerpo no le pertenece
años, o que le alerta sobre la migra estado- y sus lealtades requieren sacrificios por más
unidense que corre tras los pasos de los suyos. que él no los entienda del todo:
Fredi sabe todo de tiempo antiguo y su cuerpo
de niño-adolescente incorpora los rituales del “El ‘jenja’, jefe indiscutido de la mara, por
guerrero que está dispuesto a matar y a dejar- sobre los jefes locales y regionales, existe
se matar, con tal de sobrevivir: en algún lado y su poder desciende, verti-
cal, sobre esos cuerpos ocasionalmente
“Él trataba, desde bien arriba, de ver, pero sedentarios como el de Fredi. Junto a cada
no era muy claro. Eso sí, escucho clarito que uno, en calidad de guerrera de mismos
los demás le decían a sus padres que cami- poderes en la lucha pero desterradas de las

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Pensamiento Iberoamericano nº3 Rossana Reguillo

conducciones, están también las ‘hainas’ nidad de Caribe, con un millón ochocientos mil
como Nayeli. Y en el centro del perpetuo emigrados —destacando Jamaica con seiscien-
movimiento de la mara, los ‘homies’ (com- tos ochenta mil— , y Colombia, con un millón
pas, hermanos), camaradas que lo mismo cuatrocientos mil emigrantes, respectivamente.
cobran las deslealtades que cobijan el des- A continuación, figuran Cuba y El Salvador, con
arraigo a la intemperie, en San Salvador, en aproximadamente novecientos mil emigrantes.
Tegucigalpa, en Tecu?n Uma?n, en Ciudad Pero quizás el dato más significativo se refiere
Hidalgo, en la megalo?polis mexicana, en al porcentaje de personas viviendo fuera de sus
Los Ángeles, San Francisco, en Reynosa, países y sus impactos en las comunidades
en Houston: los ‘homies’ son el barrio, la nacionales. Por ejemplo, algunas de las nacio-
familia, el grupo primigenio y la señal mas nes caribeñas tienen un 20% de su población
inteligible de lealtad y pertenencia. fuera de su territorio y el CELADE enfatiza por
Migrantes translocales, los integrantes de su magnitud, con porcentajes que fluctúan
la mara no se circunscriben a ningún terri- entre el 8% y el 15%, los casos de Cuba, El
torio, porque de tiempo antiguo fueron Salvador, México, Nicaragua, República
desechados y es ese desarraigo su principal Dominicana y Uruguay (CEPAL, 2006).
fortaleza. Así como la ‘estabilidad’ engen- Fredi y sus homies de la mara han hecho
dra certezas y saberes, la movilidad cons- de la migración una condición “estable”, un
tante es portadora de aprendizajes”. modo de vida, una manera de encarar la incer-
tidumbre que el horizonte de múltiples y suce-
En 2005, la ONU estimó que ciento noventa sivas violencias, pobreza estructural y falta de
millones de personas vivían fuera de su lugar opciones de futuro les representa. La biografía
de nacimiento; esta cifra se calcula hoy en dos- de Fredi permite aprehender las estrategias de
cientos millones de migrantes en el mundo, y movilidad en las que el código violento es el
de estos el 12% son latinoamericanos y caribe- signo más importante. Y si analizamos las
ños. El CELADE documenta el incremento del “fronteras” que hay en su vida (como límite y
número de migrantes latinoamericanos y cari- demarcación, pero también como cruce), es
beños en los últimos cinco años: de un total posible constatar que todas ellas están signa-
estimado en veintiún millones en 2000, se llega das por la violencia.
a casi veinticinco millones en 2005. La mayor La primera frontera que cruza lo lleva de El
proporción procede de México, cuya magnitud Salvador a Tecún Umán, en Guatemala, al lado
excede los nueve millones. Mucho más atrás, se de sus tíos y su primo. Viene de presenciar el
encuentra el conjunto de naciones de la comu- asesinato de sus padres y la aniquilación de

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buena parte de su comunidad. Tiene apenas llo no llegó nunca a Califas porque el tal
seis años y ya aprendió lo que es viajar a pie en Tepache lo reclamó como propio y dijo que
medio del monte, por la noche, sintiendo en el el tonto de su primo era más caro porque
cuello el aliento del peligro. por lento y por bobo los iban a apañar.
La segunda frontera es la que cruza otra Entonces todo se terminaría ahí mismo.
vez con sus tíos de Guatemala hacia México. En ese segundo viaje se murieron una mujer
Vamos al relato: y su bebé. A otro señor lo mordió una corali-
llo y le tuvieron que amputar parte del brazo
“Ya en Tecún Umán y al poco tiempo, no con mezcal puro como anestesia. Fredi no
recuerda bien cuando, pero sí la sensación miraba, solo escuchaba los gritos e imagina-
de reacomodamiento rápido de ese caos de ba los temblores; ‘las víboras son lo único
la movilidad permanente, su propia diás- que logran meterme miedo’, asegura. A ellos
pora. Fredi tuvo una nueva noción de fami- no les pasó nada grave. Su primo, siempre
lia. Su tío, la esposa de él, su tía Amparito, y con las defensas bajas, se contagió de una
sólo uno de sus primos, ‘que estaba mal de de esas gripas tropicales y volaba de fiebre.
su razón’ y, por supuesto, su maestro, don Se suponía que debían pasar por Veracruz
Cato10. para reponer comida y que seguirían rumbo
El tío se consiguió un trabajo en los ferroca- a Mexicali, sin parar, para cruzar por Calexico
rriles y se pasó esos meses ahorra que te hacia los ‘iunaites’. En Calexico tenían espe-
ahórrale para pagar lo que faltaba de viaje ranzas: por allá se habían instalado unos
hacia el norte. Eran otros tiempos. Sus parientes que prometían alivianarlos para
homies no controlaban la frontera, como seguir, siempre más al norte. Pero el cabrón
ahora. ‘Había que contratar polleros mexi- del Tepache dijo que hasta ahí, cuando el
canos que eran unos perros hijos de su trato era que los llevara. No hubo manera.
chingada madre. Ya ni me acuerdo cuánto Se escabulló de ellos como rata”.
costó, pero entre la lana de mi tío y las pro-
pinas que yo junté en el Tijuanita, acabala- La tercera frontera es el cruce hacia Estados
mos los dólares para un cabrón que le Unidos, pasando toda clase de peligros. Vamos
decían El Tepache11 y así nos fuimos’. Don al testimonio nuevamente:
Cato le regaló un anillo de oro con las letras
de PEMEX y le dijo que era para que lo “Las palabras se escapan. Sólo recuerda a
vendiera cuando llegara a California y así los primos de su tío, todos esos insospecha-
pagarme los primeros estudios. Pero el ani- dos parientes que su padre le había dejado

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Pensamiento Iberoamericano nº3 Rossana Reguillo

regados en el norte. Era de madrugada. Viene entonces la cuarta y la más definitiva


Todo estaba muy silencioso. Ellos estaban de las fronteras, la deportación a El Salvador,
en la línea, temblando, con linternas, espe- cuando las maras son declaradas “problema de
rándolos. Él tenía frío: era enero y la cha- seguridad nacional” y muchos jóvenes salvado-
marrita que llevaba apenas si le frenaba el reños, guatemaltecos, hondureños, son “depor-
viento de ese desierto canijo que parecía tados”, aun cuando muchos de ellos son
no tener fin. legítimos ciudadanos norteamericanos:
Llegamos a la primera casa-casa que vi en
mi vida. Lueguito Doña Jenny me tomó cari- “Fredi cayó preso varias veces. Pero la peor
ño y se entendió conmigo. Doña Amparito, fue la de la deportación. Él se hacía de lo más
mi tía, hasta se puso celosa, porque la Jenny tranquilo. Lo jura. Hace la señal de la cruz con
ni lazo le tiró al ‘subwoofer’ como le pusi- su pulgar izquierdo y la besa. En esa época
mos después, la mara y yo, a mi primo el tenían un jenja conciliador: si hasta andaba
lento, que yo lo quise mucho, se lo juro. haciendo acuerdos de paz con la 18 y con los
Nunca había dormido en una cama. En Ñetas que recién llegados de Chicago ya
catres, en hamacas, en cartones, pero esa tenían bien agandallado el barrio.
cama de la Jenny era una gozada. Y los ‘Me agarraron un día en el Este por los tatús.
pancakes que la doña preparaba eran un No hubo modo y que me dan pa’tras. Por
puro alucine. El esposo de la Jenny era puro mucho que yo les alegaba: american citizen,
gringo, muy buena onda, muy que ‘tu papá american citizen’. Y es que su tío le había
andaba con el Frente y que es an honor for arreglado sus papeles. Se había hecho nor-
me’ y la chingada. Pero poquitos días duró teamericano. Creció, como sus amigos de la
el gozo porque mi tío andaba necio en lle- clica, jurando lealtad a la bandera y cantan-
gar a Los Ángeles. Y en Pico Union encon- do ‘América the Beautiful’. De nada le valió.
tré mi barrio”. Era la época del deportadero. A cuanto
homie agarraban le daban cuello, dice.
Cabe apuntar que Fredi tiene entonces ocho Comenzaron con los regresos obligados a la
años y es cuando comienza su vida en Estados que se suponía era su verdadera patria, pero
Unidos. Olvida rápidamente el español y en la de la que no les había quedado, por lo
secundaria Belmont, se enrola en la Mara menos a él, sino el sabor de la huída, los fan-
Salvatrucha, una espiral de violencia creciente tasmas de los muertos, los ecos de una gue-
que lo lleva de un lado a otro, de un “jale”12 a rra incomprensible y, claro, el vacío del
“otro”, y le suma muertos a su lista. hambre: así los fueron regresando, derechi-

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to, a El Salvador, a Honduras, a Guatemala. ción por dejar atrás ese territorio hostil en el
Otros se quedaron en México y la mara se que se convirtió su país, y al que nunca conside-
hizo más fuerte, más grande, otra cosa. ró su patria:
13
Nayeli, su haina , estaba embarazada, sin
saberlo, de Angelito, mi niño, añade Fredi. “Del grupo que se bajó del tren no cono-
Ella salió de los Iunaites con él, en calidad cían a nadie. Pero igual se echaron todos
de deportada. Por eso su hijo es salvadore- juntos a dormir en ese túnel, con ese saber
ño, que es bien jodido. Porque a él, le hubie- que da la cultura oral de las migraciones.
ra gustado que naciera en Pico Union, el Todos sabían que era el lugar más seguro
barrio de inmigrantes centroamericanos en pero no sabían porque sabían. En
el que creció en Los Ángeles. Sueña con que Esquipulas, a las orillas del caudaloso río
lo liberan de la cárcel de Guadalajara y él, Suchiate, Fredi había comprado pasaportes
regresa, con Nayeli y el niño a MacArthur mexicanos y había practicado sus ‘sí, jefe’,
Park, el corazón de Pico Union. ‘Ya sabe, uno ‘con el perdón de usted’, ‘andamos viniendo
anda con el barrio puesto todo el tiempo’”. de Veracruz’, por si la migra los apañaba.
Esa noche bajo las vías del tren en
Fredi narra la extrañeza que le produce su país Guadalajara, más que miedo lo que tuvo
de origen; sin hablar español, sin parientes fue un mal presentimiento. Cuando por fin
vivos en la ciudad de San Salvador, en medio Angelito se durmió agotado por la diarrea,
de la geografía de una pobreza que es nueva escucharon unas voces fuertes. ‘Ya nos
para él, se hace aún más duro. Rápidamente se llevó la chingada’, pensó Fredi. La migra
enrola en una clica de la Mara Salvatrucha en mexicana estaba haciendo un operativo
El Salvador, y entre los controles policíacos y con los Centauros, una policía especial que
psicológicos a que lo tienen sometido, y el viste de negro y actúa en casos extremos. Y
empleo precario para sobrevivir con su compa- es que desde el once de septiembre la
ñera y el bebé, Fredi se mete rápidamente en migra mexicana está muy dura, les toca ser
problemas con la Mara 18, que le sentencia una la primera frontera.
muerte atroz. Los formaron en fila. Eran como treinta per-
Aquí aparece la quinta y última (hasta sonas, algunos grandes, la mayoría jóvenes
14
ahora) de sus fronteras, la frontera invisible . como Fredi y Nayeli. La primera de la fila
Debe salir de San Salvador y sus homies le ayu- era una muchacha morena de buen ver. Un
dan a preparar su retorno a Estados Unidos; él Centauro la empujó suavemente con el rifle
está feliz, sin ninguna nostalgia ni preocupa- hasta ponerla al alcance del oficial de

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Pensamiento Iberoamericano nº3 Rossana Reguillo

migración. por la deshidratación y Nayeli dio el primer


- ¿Cómo te llamas? paso. —Ayúdenos— le dijo al oficial y seña-
- Patricia, señor, Estrada. Patricia Estrada, ló el cuerpo desmadejado de su hijo.
señor. - Venimos de Veracruz y vamos a Mochis a
- ¿Eres de aquí? ver unos parientes y a buscar trabajo. Nos
- ¿De Guadalajara, señor? quedamos sin dinero y el niño se nos está
- No te hagas la lista muchacha, de aquí de muriendo.
México. Fredi sacó los pasaportes que bien valieron
- Ah, pos la mera verdad no, señor. su precio, porque el Segundo oficial y el
- ¿De dónde? visitador, asintieron. El mero oficial les dijo:
- De Honduras, señor, pero tengo mis - Pos órale, en lo que averiguamos bien, se
papeles, mire. van de volada con el comandante al Civil,
El oficial le pasó los papeles a otro funcio- ahí que los atiendan y nos esperan para
nario. Este los revisó con un visitador de verificar sus datos.
derechos humanos. El Centauro les indicó el camino y ahí tiran-
- Falsos. do sirena se los llevaron derechito al
- Sí, falsos. Opinaron ambos y uno volvió a Hospital Civil. Un médico hasta salió a reci-
empujar a la muchacha para separarla de birlos. Era un doctorcito amable que revisó
la fila. al niño con cuidado y verificó que la deshi-
- ¿De dónde eres? dratación era grave. Lo ingresaron sin
- Pos de aquí mismo, jefe, mexicano soy mayores interrogatorios.
pues. Fredi se prendió de su escapulario y deci-
- ¿Traes tus papeles? dió hablar lo menos posible; Nayeli esta-
- Ah chingados ¿y a poco necesito papeles ba agotada por la hazaña de haber
para andar por mi país? engañado, por lo pronto, a la migra mexi-
El oficial se encabronó y dijo: cana. Pero ya no hubo problemas. Seguro
- Ya nos salió un abogado… esa noche fue de mucho trabajo, porque ni
Y añadió con ironía: un oficial, ni un Centauro, ni el de dere-
- ¡Un defensor de los derechos humanos! chos humanos se presentaron en el hospi-
Lo apartaron de la fila y se lo llevaron con tal. Ahí estuvo Angelito tres días seguidos
la muchacha y otros tres que no habían recuperándose del rota virus que amena-
pasado la prueba. zaba con llevárselo.
Fredi apretaba a Angelito que ya ni lloraba En las primeras horas de espera frente a la

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puerta de la unidad de cuidados intensivos, y desesperado.


mientras pensaba en Fredi conoció al Y, desde siempre, Fredi, había sido bueno
Jabón, un bato muy cabal, muy sereno que para oír, era una habilidad que una miss en
tenía a su hermana muy grave. Era la niña Belmont le elogiaba mucho, en sus clases
de sus ojos y estaba a punto de morirse de de literatura. Además el muchacho era
un riñón que ya no le funcionaba. ‘Un man duro como él. Tres horas le tomó al Jabón
como debe ser, you know’, dice Fredi. Y reconocer al Alacrán y rendirle tributo a
todo fue empezar a conversar para descu- don Catalino Hernández Preciado, petrole-
brirse amigos, compas, homies”. ro y asesino de alacranes, maestro y primer
homie de Fredi. Cinco horas le tomó reclu-
En esta última frontera, Fredi da un paso defi- tar a este mara tan suertudo, que con todo
nitivo, el paso mayor y decisivo que habrá de y vieja y chamaco engañó a los pendejos
llevarlo a la cárcel de manera irreversible: el de la migra.
“Jabón” era uno de los lugartenientes en la Para las veinticuatro horas de haberse
entidad de uno de los capos más temibles en el conocido, el Jabón ya hasta le decía a Fredi:
15
mundo del narco mexicano, Osiel Cárdenas , - Pos qué carnal, ¿a qué horas te sales de
líder del cártel del Golfo. El “Jabón” logra reclu- los ‘Salvapussys’ y le entras con hombres
tar a Fredi como sicario para arrebatar la plaza de verdad?
al Cártel de Sinaloa. Aunque sus lealtades Doscientos dólares sacó de su cartera el
siguen perteneciendo a la mara, Fredi se con- Jabón y se los dio a Fredi.
vierte en un eficiente e implacable soldado: - Te me vas a un hotel con tu vieja, te bañas,
te duermes, que al cabo el chamaco está
“El Jabón le tomó inmediata simpatía a bien atendido y yo no me voy a mover de
ese muchacho flaco de ojos verdes que aquí hasta que me traigan nueva razón
dormitaba en una silla rota del hospital. de mi hermanita. Estos pendejos bailan con
Además al Jabón, cuyo apodo venía de su dólares y si se ofrece algo p’al chamaco yo
habilidad para limpiar la mierda que sus me hago cargo, para eso somos los carnales.
jefes dejaban regada después de un ope- Era la primera vez que Fredi oía la pala-
rativo, le urgía hablar con alguien del dolor bra ‘carnal’, pero su memoria antigua,
de su hermanita muriéndose sin que nada supo, sintió, que un carnal es un homie
pudiera hacer. Nadie más receptivo, más y a un homie se le confía hasta el hijo
sensible, que un padre preocupado y doli- agonizante.
do por su hijo, un padre sin trabajo, ilegal Tan cansados estaban Fredi y Nayeli que

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Pensamiento Iberoamericano nº3 Rossana Reguillo

aceptaron gustosos el ofrecimiento. de inversión en salud y educación (OPS, 2007).


Buscaron un hotel cerca y se durmieron, En 2007, el número de ejecutados por el narco-
como Angelito en el hospital, más de doce tráfico ascendió en México a dos mil doscientos
horas seguidas. El pacto estaba sellado. setenta muertos, lo que representaba casi siete
-Me hacía falta alguien como tú, pinche personas asesinadas al día. En los primeros
Alacrán. Un pinche asesino de ojos verdes y cinco meses de 2008, esta cifra se ha incremen-
con cara de yo no fui. tado al doble, un promedio de catorce ejecuta-
Todo fue que el Jabón le agarrara con- dos por día. El número de muertos lleva a los
fianza a Fredi, para que él empezara a especialistas a señalar que se trata de una gue-
ascender en su nueva ‘clica’. Entregas de rra que va perdiendo el Estado mexicano.
mercancía, cobro de cuentas, hacerle Lo relevante en esta última parte en la bio-
de guardaespaldas, hacerle morder polvo grafía de Fredi es la articulación que se produ-
a un enemigo incómodo, comprar los ce entre su propia historia y la violencia del
boletos para el fútbol, llevarle flores a la narcotráfico. Estamos lejos de poder calibrar tal
hermana que nunca se recuperó. De todo articulación en toda su magnitud que planteo
hacía Fredi, mientras Angelito aprendía aquí como una confluencia “perversa” entre
sus primeras palabras en mexicano. modos distintos de la violencia, cuyo eje verte-
Todo estaba bien, pero el viaje pendiente. brador es el de la transcodificación. Tal con-
La lealtad de Fredi era con la mara, no con cepto hace referencia a la conservación de un
el cartel y aunque estos eran sus patrones, significante ya establecido para introducir
Elei estaba en su corazón como el tatuaje un nuevo significado (la violencia “marera” a la
de la mara que después de su primera que se le superpone la violencia del narco). El
prueba se grabó en el pecho: ‘por mi madre sentido de la transcodificación de las violen-
nací, por la mara muero’”. cias es importar y exportar códigos, reglas,
pautas y mecanismos, que operan en marcos
de significado diferentes y hasta en fronteras
4. Del caso singular a la diferentes, pero que encuentran su nicho de
interpretación de fondo: significación en un lenguaje más amplio que
violencia y paralegalidad ratifica que la violencia es lengua franca
que todos son capaces de descifrar. El viaje de
Los costes relacionados con la violencia repre- Fredi puede entenderse, metafóricamente (y
sentan para América Latina anualmente más pasando del caso singular a la interpretación
del 12% del PIB, cifra que supera el porcentaje de fondo), como el viaje de los códigos de la

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violencia, y la resignificación del código en el víctimas. “La vida del narco es un ejemplo para
cruce de cada frontera (literal, y metafórica). ellos, aspiran al poder económico y al reconoci-
La violencia juvenil en el caso centroameri- miento del grupo al que se han integrado (nar-
cano, y especialmente salvadoreño, no puede cotráfico); sin embargo, su inexperiencia se
aislarse de los “efectos” de una cultura de la demuestra en la excesiva violencia que ejercen
guerra, lenguaje aprendido que deriva en con sus víctimas”; y “la vida útil de los nuevos
la resolución de conflictos a través del código reclutas es muy corta dentro de una organiza-
violento (Estrada, 2006). Ante ello, cabe pre- ción de este tipo; son asesinados por los inte-
guntarse por lo que sucede cuando estas for- grantes de una organización antagónica o los
mas aprendidas se encuentran frente a frente meten a la cárcel, por ello aceptan el encargo
con los dialectos del narco. En un momento his- de cualquier ejecución y la violencia que ejer-
tórico en que los carteles de la droga en México cen es para demostrar su valía”17.
y en otras partes de la región están disputando No comparto la idea de que los jóvenes se
fuertemente el control de territorios y nuevas “afilien” a las actividades del narcotráfico por la
rutas para el trasiego de drogas, una importan- falta de valores y la desintegración familiar,
te estrategia de esta batalla es el reclutamiento como suelen machacar algunos expertos y
de jóvenes. Según algunos especialistas en muchos políticos. Esta lectura moralizante y psi-
delincuencia organizada, esto está provocando cologista resulta simplista y miope, porque
un escenario de mayor violencia, dada la inex- niega, elude o invisibiliza las condiciones
periencia de los nuevos sicarios (jóvenes que estructurales en las que muchos jóvenes inten-
reciben una paga por matar). Se afirma al res- tan armar y construir sus biografías. Y porque
16
pecto que “los nuevos sicarios son jóvenes desconoce el contexto real en que el narcotráfi-
entre los quince y los veinte años”, y “los cárte- co opera como mecanismo de empoderamiento
les de la droga han aprovechado la falta de de los jóvenes reclutados.
valores e integración familiar para nutrir sus De un lado, está la dificultad real de acceso al
filas delictivas; en regiones como Nuevo Laredo mercado formal del trabajo por parte de la juven-
y Matamoros (Tamaulipas), en Badiraguato y tud que busca oportunidades de empleo para
Culiacán (Sinaloa), los buenos son los delin- contar con un ingreso propio. En el caso de
cuentes y los malos son la policía” (opinión de América Latina y el Caribe, la tasa de desempleo
Paulino Jiménez Hidalgo, investigador de la juvenil duplica y hasta triplica el desempleo adul-
Academia Superior de Policía en México). to, según el país, y la tasa de desempleo entre
Estos jóvenes ingresan como victimarios a jóvenes de familias de bajos ingresos es mucho
la órbita del narcotráfico, pero también como mayor que entre jóvenes de sectores más favore-

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cidos. Todo esto plantea una situación de alta vul- en la zona fronteriza abierta por las violencias.
nerabilidad y obstáculos muy fuertes a la inclu- No es un orden ilegal lo que aquí se genera,
sión e inserción juveniles. El problema más fuerte sino un orden paralelo que construye sus pro-
en este sentido lo enfrentan los jóvenes que no pios códigos, normas y rituales. Al ignorar olím-
estudian ni trabajan, porque la escuela ya no los picamente a las instituciones y al contrato
atiende y el mercado laboral tampoco los integra. social, la paralegalidad se constituye en un
Doblemente desafiliados: ¿dónde están, quién se desafío mayor que la ilegalidad.
hace cargo de estos jóvenes?
Pero por otro lado, esta condición de exclu-
sión no agota la explicación, y es peligroso asu- 5. A modo de conclusión:
mir que hay una relación directa entre pobreza desbordes y límites
y delincuencia, o entre exclusión y violencia
juvenil18. En cuanto al narcotráfico en particular Sólo la comprensión de la multidimensionali-
y el crimen organizado en general, su poder no dad que caracteriza a las violencias y la diver-
estriba sólo en poder de muerte, sino principal- sidad de escenarios y mundos juveniles, es lo
mente en su poder de alterar y quebrar distin- que puede permitir salir de las explicaciones
tos órdenes sociales. reduccionistas, sean ellas normativas, epide-
Las “escenificaciones” de este poder (más miológicas o autoritarias, y que no hacen sino
que escenas aisladas) ratifican el creciente atender el agravamiento de los síntomas. La
empoderamiento del narco en diferentes biografía de Fredi, constituye, en este sentido,
ámbitos de la vida social. Además de la debili- la interfaz en la que se cruzan y yuxtaponen, en
dad y la corrupción de las instituciones del una dinámica incesante, los signos radicaliza-
Estado, sugieren algo mucho más profundo: la dos del malestar contemporáneo; y que frente
compensación de un vacío, de una ausencia y al desgaste del lenguaje político encuentra en
de una crisis de sentido. Dicho de otro modo, a la violencia su más elocuente lenguaje.
través de estas continuas escenificaciones se Del exilio violento a las múltiples estrate-
hace visible el desgaste de los símbolos del gias de paralegalidad en las que se ha visto
orden instituido, mientras los actores del narco inmersa, la biografía de Fredi es una historia de
se van mostrando capaces de generar sus pro- des-apropiaciones19 del yo y su lucha constan-
pios símbolos. Tales símbolos no se explican te por re-inscribirlo —por la reapropiación— .
desde la mera oposición legalidad-ilegalidad. Este marero nombra sin nombrar la confluen-
Por ello propongo abrir un tercer espacio cia de la tríada que comanda la “racionalidad”
analítico: la paralegalidad, que emerge justo de las violencias en muchos de los escenarios

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juveniles latinoamericanos: la precarización de sobre un imaginario social al que parece faltar-


la vida, el desencanto como ausencia de con- le proyecto colectivo, sobre una sociedad ate-
fianza o sentido que deriva en un presente morizada por las señales constantes de la
perpetuo que sólo se deja evaluar desde el ruptura del orden conocido y el declive acelera-
inmediatismo, y una paralegalidad que do de las instituciones, perseguida por la
adviene no sólo como estrategia de supervi- pobreza y la ausencia de un orden inteligible.
vencia sino también como un orden capaz de
contrarrestar la precariedad y el desencanto.
Como afirmé desde el comienzo, las violen-
cias no se ubican en un más allá, restringido a
un espacio-otro, a una heterotopía20 salvaje y
lejana, vinculada a la barbarie por contraposi-
ción a la civilización; ellas están aquí, ahora,
presentes en un espacio complejo cuya recu-
rrencia pone en evidencia, cuando menos, la
falacia de pensarlas como brotes excepciona-
les21 que sacudirían de vez en vez el paisaje
armónico y pacífico de una pretendida norma-
lidad “normal”.
Las violencias juveniles se instalan justo en
el vacío de legitimidad y la ausencia percibida
de un proyecto colectivo portador de sentido.
Desde ahí, desafían la legalidad. Pero al hacer-
lo confrontan una ausencia, no una presencia.
Y, sin embargo, a esta ausencia de legitimidad
se responde con dosis redobladas de legali-
dad22, en una espiral punitiva que termina por
alimentar las violencias.
Las violencias que protagonizan los jóve-
nes, ya como víctimas o como victimarios,
deben ser calibradas en el contexto de los pro-
yectos sociopolíticos y los modelos económicos
contemporáneos. Ellas, me parece, se proyectan

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Notas inclusión sociales.


9
A partir de una serie de entrevistas (historia de
vida) realizadas por quien esto escribe, en co-
autoría con Cristián Alarcón, elaboramos una
1 En los bordes de lo político (2007). Buenos crónica para concursar por recursos para inves-
Aires. Ediciones La Cebra, p. 75. tigación en el Primer Premio de Crónicas Seix-
2 Este Dios de la mitología griega, se conocía por Barral y Fundación Nuevo Periodismo en 2006
su poder de volver invisibles a los demás. Quién que resultó finalista. Una versión sintetizada de
lo miraba a la cara se volvía automáticamente esa crónica fue publicada en co-autoría en la
invisible, pero además, Hades poseía un casco Revista Nacla (2007). Para este artículo, recupe-
mágico que proporcionaba invisibilidad a quien ro los fragmentos de esa crónica que me permi-
lo portara. ten colocar la biografía de Fredi, en las claves
3 En el transcurso de mis diversas investigaciones analíticas que aquí propongo.
sobre el tema, he propuesto que el plural de las 10
El dueño de un bar que contrata a Fredi como
violencias para aludir a la “clasificación” o tipolo- ayudante y le toma cariño. Mexicano y ex-petro-
gización socio-histórica que permite elucidar los lero, pero viviendo en Guatemala, “Don Cato era
contextos y características que definen y distin- de Tapachula, mexicano, pero tenía buen rato
guen la multidimensionalidad del acto violento. viviendo en Guate. Había sido petrolero y le
Hasta el momento, propongo que existen cuatro había sobrado el dinero, contaba. Por eso, para
subsistemas o dimensiones de la violencia: la recuperarse prefería apostar por un sitio como
estructural, la histórica, la disciplinante y la difu- Tecun Umán que resultaba más negocio. En ese
sa, que a su vez se divide en dos formas: la utili- punto inicial del recorrido de los migrantes
taria y la expresiva. Ver R. Reguillo, 2002, 2005. todavía les quedaba dinerito en el bolsillo. En
4 Utilizo el singular para referir no solamente a cambio ya en México estaban bien pránganas,
uno de los subsistemas, sino para nombrar el bien gastados, you know”, describe como un
acto o una secuencia de acción que puede ais- experto migratorio Fredi.
larse, analíticamente hablando, de su contexto. 11
Bebida alcohólica fermentada hecha a base de
5 Ejemplos recientes de ello son la pelea contra piña y mezcal.
los Emos en distintos países de la región, o las 12
En argot juvenil “jale” equivale a trabajo, en el
agresiones contra los pokemones en Chile, gru- argot marero, “jale” equivale a operativo gene-
pos juveniles que hacen parte de las distintas ralmente violento.
culturas juveniles. 13
El nombre que reciben las mujeres en la mara.
6 De las matanzas ocurridas entre 1960 y 1996, 14
Guadalajara, ciudad del centro occidente del
el 90% de los crímenes fueron cometidos por el país, se ha convertido en un punto de llegada y
ejército guatemalteco. detención de migrantes centroamericanos.
7 Consultar: http://www.adital.com.br/site/noti- 15
Hoy extraditado en Estados Unidos.
cia.asp?lang=ES&cod=32059. 16
En Brasil se ha observado en los últimos veinte
8 Por precariedad subjetiva me refiero a las enor- años un aumento de la violencia juvenil, princi-
mes dificultades que experimentan muchos palmente por el tráfico de drogas. En ese lapso
jóvenes para construir su biografía, lo que se de tiempo el número de jóvenes encarcelados
vincula a la acelerada des-institucionalización y por crímenes ligados al tráfico de drogas creció
desafiliación, vale decir, a la corrosión en las de cien en 1980 a mil quinientos ochenta y cua-
dinámicas e instituciones que durante la moder- tro en 2000 (Ferraz, 2006).
nidad han operado como espacios de acceso e

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17 Ver “Sicarios jóvenes causan violencia”. combate de las actividades delincuenciales de


Excelsior, 9/12/2007. grupos o asociaciones ilícitas especiales”, de la
18 En otros trabajos he señalado que estas “asocia- Corte Suprema de Justicia de El Salvador, pro-
ciones” tienden a fortalecer los argumentos mulgada en el Diario Oficial 65, Tomo 383, o la
para criminalizar tanto la pobreza como a los “Operación Mano Dura y la ley antimaras, pro-
jóvenes, y a ablandar a la opinión pública para puesto por el Presidente de El Salvador,
la implementación de soluciones autoritarias y Francisco Flores, difundido en cadena nacional
violatorias de los derechos humanos. Ver (radio y televisión) el 23 de julio de 2003.
Reguillo, 2000 y 2008. También la convocatoria a la “Cumbre antima-
19 Por des-apropiaciones me refiero a que en su ras”, entre los gobiernos de la Región, realizada
trayecto de vida, Fredi pierde primero su casa, la en junio de 2005. También las obsesivas cam-
certeza de su lugar; en la huída pierde a sus pañas -a veces exitosas- para la reducción de la
padres; cuando ha logrado tener una mínima edad penal, que se percibe como panacea como
idea de familia, al lado de Don Catalino, sus tíos tratamiento de shock contra las violencias juve-
deciden partir. En síntesis esta noción me per- niles y que no hace otra cosa que expresar la
mite aludir a una subjetividad en continua ten- lógica punitiva con la que se piensa desde el
sión por constituirse. La inestabilidad en el mundo de las políticas públicas.
contexto, en las condiciones, le arrancan la cer-
teza de que ese “yo” hubiera sido el mismo de
no haberse presentado la situación que lo lleva
brincando hacia delante. Por reapropiación o
reinscripción, entiendo el proceso a través del
que los actores juveniles precarizados intentan
construir una cierta estabilidad, una mínima cer-
teza de lugar, de solidaridad, de lealtades.
20 Desarrollo este concepto en Reguillo, 2006, que
antropológicamente posibilita el análisis de la
espacialización de los miedos sociales.
Propongo un triple análisis del espacio tópico,
que alude al espacio que el actor reconoce como
propio y seguro; el espacio heterotópico que es
el lugar que representa “el mal”, “el peligro”, la
“degradación” y que generalmente, suele aso-
ciarse a barrios pobres, a los centros históricos, a
las zonas de prostitución, entre otros espacios, y
suele estar vinculado en el plano temporal, con
la noche, con lo oscuro; el tercer componente
del esquema es el espacio utópico que alude a
la ciudad ideal, al espacio anhelado.
21 Una visita cotidiana por la prensa latinoameri-
cana bastaría para desestabilizar la idea de
“excepcionalidad”.
22 Entre otros ejemplos posibles, la “Ley para el

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La juventud es más que una palabra¡Error! Marcador no
definido.
Mario Margulis y Marcelo Urresti

Dividido entre niño y hombre (lo cual le hacía inocentemente ingenuo y a la vez despiadadamente
experimentado), no era sin embargo ni lo uno ni lo otro, era cierto tercer término, era ante todo juventud, en él
violenta, cortante, que le arrojaba a la crueldad, a la brutalidad y a la obediencia, le condenaba a la esclavitud y
a la bajeza. Era bajo, porque era joven. Carnal, porque era joven. Destructor, porque era joven....
Witold Gombrowicz. La seducción. Seix Barral, Barcelona, 1982. pág. 46.

1. La indeterminación del espacio de la juventud

La edad aparece en todas las sociedades como uno de los ejes ordenadores de la actividad social.
Edad y sexo son base de clasificaciones sociales y estructuraciones de sentido. Sin embargo, es
evidente que en nuestra sociedad los conceptos generalmente utilizados como clasificatorios de la edad
son crecientemente ambiguos y difíciles de definir. Infancia, juventud o vejez son categorías imprecisas,
con límites borrosos, lo que remite, en parte, al debilitamiento de viejos rituales de pasaje relacionados
con lugares prescriptos en las instituciones tradicionales y, sobre todo, a la fuerte y progresiva heteroge -
neidad en el plano económico, social y cultural.

La categoría juventud es significativa, su uso conduce a un marco de sentidos, reconocemos su


existencia en el análisis sociológico como lo evidencia la abundancia de estudios rotulados con este
concepto. Sin embargo, el concepto "juventud" parece ubicarnos en un marco clasificatorio preciso
para en seguida confundirnos, incluirnos en la ambigüedad e imprecisión1 . O peor aun, hacer aparecer
como "lo mismo" a una variedad intolerable2 .
Es necesario, entonces, acompañar la referencia a la juventud con la multiplicidad de situaciones
sociales en que esta etapa de la vida se desenvuelve;3 presentar los marcos sociales históricamente
desarrollados que condicionan las distintas maneras de ser joven.4

El tema se complica cuando "juventud" refiere no sólo a un estado, una condición social o una etapa de
la vida, cuando además significa a un producto. La juventud aparece entonces como valor simbólico
asociado con rasgos apreciados -sobre todo por la estética dominante -, lo que permite comercializar
sus atributos (o sus signos exteriores) multiplicando la variedad de mercancías -bienes y servicios- que
impactan directa o indirectamente sobre los discursos sociales que la aluden y la identifican.

2. La juventud es signo, pero no sólo signo.

En alguna literatura sociológica reciente, se trata de superar la consideración de "juventud" como mera
categorización por edad. En consecuencia, se incorpora en los análisis la diferenciación social y, hasta
cierto punto, la cultura. Entonces se dice que la juventud depende de una moratoria, un espacio de
posibilidades abierto a ciertos sectores sociales y limitado a determinados períodos históricos. A partir
de mediados del siglo XIX y en el siglo XX, ciertos sectores sociales logran ofrecer a sus jóvenes la
posibilidad de postergar exigencias -sobre todo las que provienen de la propia familia y del trabajo -,
1
tiempo legítimo para dedicarse al estudio y la capacitación, postergando el matrimonio, permitiendoles
así gozar de un cierto período durante el cual la sociedad brinda una especial tolerancia. La juventud
termina, en el interior de las clases que pueden ofrecer a sus miembros recién llegados a la madurez
física este beneficio, cuando estos asumen responsabilidades centradas, sobre todo, en formar el propio
hogar, tener hijos, vivir del propio trabajo.
Este planteo supera a otros que usan, con menos precisión, la palabra "juventud" como mera categoría
etaria que posee, sin distincio nes, características uniformes. Así, hemos señalado en otro momento que
“la condición histórico-cultural de juventud no se ofrece de igual forma para todos los integrantes de la
categoría estadística joven”. 5

En relación a esta concepción se ha llegado a considerar a la juventud como mero signo6 , una
construcción cultural desgajada de otras condiciones, un sentido socialmente constituido, relativamente
desvinculado de las condiciones materiales e históricas que condicionan a su significante. Cuando
Bourdieu titula: “La juventud no es más que una palabra”7, parece exasperar la condición de signo
atribuida a la juventud. Claro está que presenta en sus análisis la polisemia de esta palabra, su distinto
sentido según el contexto social en que es usada (profesión, gobierno, atletismo) y también su papel en
las disputas por la riqueza y el poder, tratando de evitar el naturalismo espontáneo que surge alrededor
de la noción en una primera aproximación por parte del sentido común. Sarlo 8 da cuenta de cómo “la
juventud” se presenta en escena en la cultura actual, privilegiando su aspecto imaginario y
representativo: la juventud no aparece “como una edad sino como una estética de la vida cotidiana”....
”Frank Sinatra o Miles Davis nunca fueron jóvenes como lo fueron The Beatles”... “Orson Welles no
era muy joven cuando a los 24 años filmaba El ciudadano”. “Bertold Brecht nunca fue joven, ni
Benjamín, ni Adorno, ni Roland Barthes. Las fotos de Sartre, de Raymond Aron y de Simone de
Beauvoir cundo apenas tenían veinte años, muestran una gravedad posada con las que sus modelos
quieren disipar toda idea de inmadurez que fascinaba a Gombrowicz”... Más allá de esta descripción
crítica -agudamente expresada- de la “cultura juvenil”, no puede claramente apreciarse en el texto si
todo es estética en la condición de juventud.

Es frecuente, en algunos estudios, observar un fuerte énfasis en el aspecto significativo, hasta el punto
que se llega a desmaterializar el concepto juventud, a desvincularlo de aspectos historizados que están
contenidos en el espesor de la palabra y en todo lo que ella alude. Como puede suceder en algunos
enfoques culturalistas, cuando el aspecto signo invade la totalidad de un fenómeno social, lo fragmenta
y, por ende, lo empobrece. La juventud, como toda categoría socialmente constituida, que alude a
fenómenos existentes, tiene una dimensión simbólica, pero también debe ser analizada desde otras
dimensiones: se debe atender a los aspectos fácticos, materiales, históricos y políticos en que toda
producción social se desenvuelve.

Se ha puesto de manifiesto, al plantear la condición de juventud, los aspectos relativos a las


desigualdades sociales que están implícitos en la noción de "moratoria". Así, los estudios vinculados con
el tema tienden correctamente a criticar el uso automático de las categorías etarias, cuando no
distinguen entre las condiciones desiguales que encuentran -dependiendo del sector social a que
pertenecen- personas pertenecientes a los mismos grupos etarios. Los jóvenes de sectores medios y
altos tienen, generalmente, oportunidad de estudiar, de postergar su ingreso a las responsabilidades de
la vida adulta: se casan y tienen hijos más tardiamente, gozan de un período de menor exigencia, de un
contexto social protector que hace posible la emisión, durante períodos más amplios, de los signos
sociales de lo que generalmente se llama juventud. Tales signos tienden -en nuestro tiempo- a
estetizarse, a constituir un conjunto de características vinculadas con el cuerpo, con la vestimenta, con
2
el arreglo, y suelen ser presentados ante la sociedad como paradigma de todo lo que es deseable. Es
esta simbolización de la juventud, sus condiciones externas, lo que se puede transformar en producto o
en objeto de una estética, y lo que puede ser adquirido por adultos para extender en el tiempo su
capacidad de portación del signo "juventud". La juventud-signo se transforma en mercancía, se compra
y se vende, interviene en el mercado del deseo como vehículo de distinción y de legitimidad.

Desde este punto de vista, los integrantes de los sectores populares tendrían acotadas sus posibilidades
de acceder a la moratoria social por la que se define la condición de juventud, no suele estar a su
alcance el lograr ser joven en la forma descripta: deben ingresar tempranamente al mundo del trabajo -a
trabajos más duros y menos atractivos-, suelen contraer a menor edad obligaciones familiares
(casamiento o unión temprana, consolidada por los hijos). Carecen del tiempo y del dinero -moratoria
social- para vivir un período más o menos prolongado con relativa despreocupación y ligereza.

Aun cuando el desempleo y la crisis proporcionan a veces tiempo libre a jóvenes de clases populares,
esta circunstancias no conducen a la “moratoria social”: se arriba a una condición no deseada, un
“tiempo libre” que se constituye a través de la frustración y la desdicha. El tiempo libre es también un
atributo de la vida social, es tiempo social, vinculado con el tiempo de trabajo o de estudio por ritmos y
rituales que le otorgan permisividad y legitimidad. El tiempo libre que emerge del paro forzoso no es
festivo, no es el tiempo ligero de los sectores medios y altos, está cargado de culpabilidad e impotencia,
de frustración y sufrimiento.

3. De las generaciones de realidad a la realidad de las generaciones.

Consideramos que la juventud es una condición constituida por la cultura pero que tiene una base
material vinculada con la edad. A esto le llamamos facticidad: un modo particular de estar en el mundo,
de encontrarse arrojado en su temporalidad, de experimentar distancias y duraciones. La condición
etaria no alude sólo a fenómenos de orden biológico vinculados con la edad: salud, energía, etc.
También está referida a fenómenos culturales articulados con la edad. De edad como categoría
estadística o vinculada con la biología, pasamos a la edad procesada por la historia y la cultura: el tema
de las generaciones.

La generación alude a la época en que cada individuo se socializa, y con ello a los cambios culturales
acelerados que caracterizan nuestro tiempo. Cada generación puede ser considerada, hasta cierto
punto, como perteneciente a una cultura diferente, en la medida en que incorpora en su socialización
nuevos códigos y destrezas, lenguajes y formas de percibir, de apreciar, clasificar y distinguir. Virilio
habla de "generaciones de realidad"9, se refiere a los cambios en las formas de percibir y apreciar, al
cambio en el tiempo social, en la velocidad, en la sensibilidad, en los ritmos y en los gustos. Cada época
tiene su episteme , y las variaciones epistémicas son percibidas y apropiadas con toda su intensidad,
durante el proceso de socialización, por los nuevos miembros que va incorporando la sociedad. Por lo
tanto las generaciones comparten códigos, pero también se diferencian de otras generaciones, y al
coexistir en el interior de un mismo grupo social -por ejemplo una familia- las diferencias generacionales
se expresan, frecuentemente, bajo la forma de dificultades y ruidos que alteran la comunicación y, a
veces, en abismos de desencuentro, que en gran parte tienen que ver con que no se comparten los
códigos.

3
Ser joven, por lo tanto, no depende sólo de la edad como característica biológica, como condición del
cuerpo. Tampoco depende solamente del sector social a que se pertenece, con la consiguiente
posibilidad de acceder de manera diferencial a una moratoria, a una condición de privilegio. Hay que
considerar también el hecho generacional: la circunstancia cultural que emana de ser socializado con
códigos diferentes, de incorporar nuevos modos de percibir y de apreciar, de ser competente en
nuevos hábitos y destrezas, elementos que distancian a los recién llegados del mundo de las
generaciones más antiguas.

Ser integrante de una generación distinta -por ejemplo una generación más joven- significa diferencias
en el plano de la memoria. No se comparte la memoria de la generación anterior, ni se han vivido sus
experiencias. Para el joven el mundo se presenta nuevo, abierto a las propias experiencias, aligerado de
recuerdos que poseen las generaciones anteriores, despojado de inseguridades o de certezas que no
provienen de la propia vida. Claro está que existen los relatos, la memoria social, la experiencia
trasmitida, pero, sin embargo, cada generación se presenta nueva al campo de lo vivido, poseedora de
sus propios impulsos, de su energía, de su voluntad de orientar sus fuerzas y de no reiterar los fracasos,
generalmente escéptica acerca de los mayores, cuya sensibilidad y sistemas de apreciación tiende a
subestimar.

Este plano se enriquece si se tienen en cuenta otros niveles de la sensibilidad, de la experiencia y la


memoria que suelen operar sobre las modalidades de estar en el mundo de los jóvenes. Los jóvenes se
sienten lejanos de la muerte, también de la vejez y de la enfermedad. Este hecho es objetivo, en tanto su
probabilidad de enfermar o morir es menor; pero también es vivencial, hay una sensación de
invulnerabilidad, de lejanía de la muerte, de otredad respecto de ella, que está condicionada por la
convivencia y contemporaneidad con miembros adultos de la familia, con los padres y abuelos, con las
generaciones anteriores. Ser joven significa, también, tener aun padres y abuelos, que haya en el grupo
familiar otros a quienes les tocará enfrentar antes la muerte. Una especie de paraguas que distancia y
aleja. También, estos otros -padres y abuelos-, contienen al joven en cuanto joven, son testigos
significativos de su diferencia, se existe “en” ellos -mientras están vivos- como miembro joven, como
hijo o nieto. El rol social y familiar del joven es ratificado cotidianamente por la mirada de los otros.
Con el paso del tiempo este techo que distancia la muerte se va desvaneciendo: en la medida en que no
haya otras generaciones que medien entre yo y la vejez, la muerte se torna posible, primero probable y
luego cercana, mermando esa sensación de invulnerabilidad a medida que desaparecen los otros
cercanos, afectivamente ligados, que testimonian la propia juventud día a día, en la interacción y en la
memoria incorporada.

4.- De la moratoria social a la moratoria vital.

Proponemos, entonces, recuperar algunos aspectos aparentemente olvidados por alguna literatura
reciente. Uno de ellos, ya anticipado, es el de la moratoria vital (concepto complementario de
"moratoria social"). En este sentido es que la juventud puede pensarse como un período de la vida en
que se está en posesión de un excedente temporal, de un crédito o de un plus, como si se tratara de
algo que se tiene ahorrado, algo que se tiene de más y del que puede disponerse, que en los no jóvenes
es más reducido, se va gastando, y se va terminando antes, irreversiblemente, por más esfuerzos que se
haga para evitarlo. De este modo, tendrá más probabilidades de ser joven todo aquel que posea ese

4
capital temporal como condición general (dejando de lado, por el momento, consideraciones de clase
o género).

La juventud tiene de su lado la promesa, la esperanza, un espectro de opciones abierto, mientras que
los no jóvenes poseen una prudencia que tiene que ver con la experiencia acumulada, pero más con el
tiempo que se ha escapado o perdido; con el paso del tiempo, progresivamente, la espera va ocupando
el espacio de la esperanza. De ahí la sensación de invulnerabilidad que suele caracterizar a los jóvenes,
su sensación de seguridad: la muerte está lejos, es inverosímil, pertenece al mundo de los otros, a las
generaciones que preceden en el tiempo, que están antes para cumplir con esa deuda biológica.
En los jóvenes hay un plus, un crédito temporal, una “moratoria vital”. Posteriormente, y sobre esta
moratoria, es que habrán de aparecer diferencias sociales y culturales en el modo de ser joven,
dependiendo de cada clase, y también de las luchas por el monopolio de su definición legítima, que
implica la estética con que se supone que se la habrá de revestir, los signos exteriores con los que se la
representará. Pero lo primero y anterior es este hecho duro, esta facticidad, este dato de la precedencia
de los otros respecto a la muerte, dato que puede no cumplirse y que, sin embargo no suprime la
condición de juventud en cuanto a su posesión en el presente de ese crédito temporal.10

En consecuencia, incorporamos también en la definición de juventud esa faceta dura, vinculada con el
aspecto energético del cuerpo, con su cronología. Por otra parte, consustancial a la definición de la
categoría, hay un nivel que podríamos llamar "significativo", que se mueve en el plano sociocultural.
Ambos niveles están absolutamente integrados y no existen por separado, salvo a los efectos del
análisis y de la crítica. Esta última se dirige, en este aspecto, a poner de manifiesto algunos discursos
sobre la juventud, a los que llamamos culturalistas, que restringen la condición de juventud a los
sectores medios y altos al centrar su definición exclusivamente en los elementos característicos de la
moratoria social (de modo tal que los sectores pobres lejanos a esa moratoria social nunca llegarían a
ser jóvenes), oscureciendo u olvidando la base fáctica (energía, moratoria vital, inserción institucional y
también todo lo ya mencionado sobre el tema generacional), comunes a todas las clases.

Para plantear de otro modo la crítica esbozada, podríamos pensar la relación entre facticidad (energía
del cuerpo, moratoria vital, apertura de opciones, novedad del mundo, lejanía de la muerte) y estética
(imagen, apariencia, signo) valiéndonos metafóricamente de la fórmula función-signo. Roland Barthes11
acuña el término función-signo para dar cuenta de fenómenos que no se presentan como evidentes en
cuanto a su faceta comunicacional, como por ejemplo: la arquitectura, la alimentación, el vestido. Tienen
una función: alimentar, cobijar, abrigar, pero esta funcionalidad se articula ineludiblemente con
significacio nes construidas por la cultura. Así función y signo son inseparables.

Si tomamos al cuerpo como susceptible de tratarse como una función-signo, la juventud -entendida
como facticidad, como singular situación existencial- sería la dimensión funcional, la cronología, el
soporte concreto sobre el que se articularían los signos, su expresión social. Función y signo serían
analíticamente distinguibles pero inseparables. La juventud, en tanto función, estaría expuesta a un
desgaste diferencial en la materialidad misma del cuerpo según género y sector social, con lo que deja
de ser mera cronología para entrar a jugar, procesada por la sociedad y la cultura, en el plano de la
durabilidad que es cualitativamente diverso, no lineal y más complejo. Así, lo sociocultural influiría en
los ritmos del desgaste biológico, haciendo la pesar la diferenciación social en la mera cronología. La
función quedaría huérfana sin la concurrencia necesaria del signo. De este modo la acción de los signos
lleva a la función a constituirse en otro registro, lo que no significa que sea anulada, suprimida o
reemplazada, sino que es reelaborada, como si se tratara de materia y forma.
5
La materia de la juventud es su cronología en tanto que moratoria vital, objetiva, presocial y hasta
prebiológica, física; la forma con que se la inviste es sociocultural, valorativa, estética (en el sentido de
aisthesis o sea percepción en griego) con lo cual se la hace aparente, visible. El compuesto resultante
es el cuerpo del joven (cronología sin cultura es ciega -bruta materialidad, estadística-, cultura sin
cronología es vacía, simbolismo autóctono, culturalismo). De esta manera, gracias a este criterio, se
puede distinguir -sin confundir- a los jóvenes de los no jóvenes por medio de la moratoria vital, y a los
social y culturalmente juveniles de los no juveniles, por medio de la moratoria social. En consecuencia,
se puede reconocer la existencia de jóvenes no juveniles -como es, por ejemplo, el caso de muchos
jóvenes de sectores populares que no gozan de la moratoria social y no portan los signos que
caracterizan hegemónicamente a la juventud-, y no jóvenes juveniles -como es el caso de ciertos
integrantes de sectores medios y altos que ven disminuido su crédito vital excedente pero son capaces
de incorporar tales signos.

En esta distinción radica una de las grandes dificultades de los estudios sobre juventud; los de estilo
estadístico, que unifican en una población sin fisuras elementos que sólo tienen en común la fecha de
nacimiento y sacan conclusiones comunes para todos ellos como si estuvieran uniformados por ese
simple hecho12 ; igual que como sucede con los estudios de tipo culturalista, que a partir de las
diferencias entre las clases trasladan -a través de un modelo legitimista deductivo, lo quieran o no 13- las
conclusiones que sacan sobre los sectores dominantes hacia el resto de la sociedad, ya que tratando de
describir cómo circulan los modelos impuestos hegemónicamente, oscurecen de entrada la posibilidad
de adjudicar rasgos positivos a todo lo que a priori aparece como dominado, dejando de lado las
diferentes maneras de ser joven en los distintos sectores sociales, lo cual a veces les lleva a negar la
posibilidad de juventud en los sectores populares, y a tener que incluir como jóvenes a aquellos que,
desde el punto de vista de la cronología, de la morratoria vital, de la memoria y de la historia ya no lo
son.

Tomando la noción de moratoria vital (capital energético) como característica de la juventud, se puede
hablar de algo que no cambia por clase, sino que depende de un segmento -en cierto término del
desarrollo de la economía del cuerpo- de sus fuerzas disponibles, de su capacidad productiva, de sus
posibilidades de desplazamiento, de su resistencia al esfuerzo. Por sobre ese capital, que podríamos
identificar también como valor de uso, se monta y desarrolla el valor de cambio, esto es, el lenguaje
social que compatibiliza esa diferencia energética en un signo (capital simbólico) que permite su
intercambiabilidad, en una abstracción que permite una particular distribución social por clase de ese
capital, en el que juegan los intereses del “mercado”. Ese mercado es a la energía (cualitativamente
distinta), un ordenador cuantitativamente conmensurador, un tamiz por el que la diferencia se hace
código. Para utilizar la metáfora económica, el mundo de la producción real comienza a hablar en la
lengua de las finanzas.

Esa energía vital propia de la moratoria cambia de expresión: el capital energético se convierte en otra
cosa, se moviliza con otra lógica, apareciendo como crédito social, una masa de tiempo futuro no
invertido, disponible de manera diferencial según la clase social. Aquí es donde aparece la importancia
de las transiciones que articulan la moratoria social por las que se define a la juventud, que es el punto
privilegiado de entrada por el que normalmente se opta en la bibliografía especializada. Allí se puede
notar claramente como se obvia el pasaje desde el crédito energético al crédito social, y al tomar la
definición de su objeto exclusivamente de este último, esto es, ya objetivado socialmente, se acepta
implícitamente el prejuicio social que trae incorporado, cayendo en la ideología por la que se rige la
producción dominante de “juventud”.
6
Con esta recategorización que aquí se propone, queremos resaltar que además de jóvenes, adultos y
viejos definidos generacionalmente, además de eso que hemos llamado dato duro, hay diferencias
sociales respecto a la distribución de algunos signos complementarios sobre los que es preciso
detenerse para apreciar cómo se da el proceso de juvenilización, la asignación de lo juvenil, que circula
de manera restringida en sectores populares y se promociona cada vez más abiertamente en las clase
medias y altas.
Cuando se analizan pautas de percepción y apreciación sobre los jóvenes, circulantes en los sectores
populares, y que son derivados de los estereotipos difundidos por los aparatos de dominación cultural,
puede aparecer rápidamente la tentación de pensar que no existe una especificidad de clase sobre esa
realidad y que los modelos legítimos de los unos -los dominantes- son los de todos, sin alternativas
posibles, con lo que la conclusión es sencilla: todos comparten los mismos patrones de percepción y
apreciación de los fenómenos sociales, o bien unos los tienen estilizados y los otros alienados,
degradados o vulgarizados y, por lo tanto, se reconocen a sí mismos en la falta o en la carencia de las
propiedades que definen la categoría "juventud" y, en consecuencia, están privados de ella.

De los trabajos de tipo estadístico no cabe esperar una mayor precisión en cuanto a sus apreciaciones,
ya que prescindiendo de la percepción subjetiva sacan conclusiones sobre generaciones en el papel que
(como ya lo sabemos desde antiguo en nuestra práctica) no coinciden necesariamente con las
generaciones en la realidad.14 Los límites de las generaciones son sumamente borrosos, como los de las
clases, que sin el elemento subjetivo no se constituyen como un polo de atracción, o como una
identidad colectiva. Nada demasiado importante nos puede decir un estudio que saca conclusiones
sobre una población que no tiene una conformación como grupo, como identidad colectiva.

La juventud como plus de energía, moratoria vital (y no solo social como dicen todos los estudios) o
crédito temporal es algo que depende de la edad, y esto es un hecho indiscutible. A partir de allí
comienza la diferencia de clase y de posición en el espacio social, lo que determina el modo en que se
la procesará posteriormente. Como dijimos antes, no se puede obviar ninguna de las dos rupturas
objetivantes -la cronológica y la sociocultural- si se quieren evitar los peligros del etnocentrismo de
clase y del fetichismo de la fecha de nacimiento.

5.- La memoria social incorporada.

Otro tema fundamental, que suele ser obviado, es el de la memoria social incorporada. Un ejemplo
puede ser ilustrativo: la experiencia social vivida no es igual en alguien de veinte años que en alguien de
cuarenta, se han socializado en mundos de vida muy distintos, han “estado allí”15 en ámbitos diferentes,
con distintos códigos, son nativos de distintas culturas. Esta es la dimensión cultural, vitalmente
“objetiva”, contracara simbólica de la facticidad de la que antes hablamos, que divide al mundo social
con gran fuerza. Estamos frente a la dimensión histórica del mundo social en el que acontecen las
distintas facticidades, los distintos modos de estar y abrirse al mundo. La clase en el papel se
suporpone con la generación en el papel y recién después se atiende al tema de cómo se conforman
efectivamente los grupos en la realidad concreta, en términos de clases o generaciones. Es evidente que
hay generaciones dentro de cada clase y que también hay clases en cada generación, sin poder
determinar de entrada como se va a resolver el conflicto entre las diversas categorías.

7
Hay que tener en cuente que los “habitus” son también habitus generacionales, lo que implica un
paradójico condicionamiento estructural de tipo histórico. No es posible deshistorizar las estructuras
sociales, separándolas de la experiencia temporal de los sujetos que las portan y realizan, dejando de
lado la diacronía de las mismas que hace que los actores se socialicen en circunstancias históricas
diversas con independencia del lugar que ocupen en el espacio social. La estructura social se va
constituyendo en el plano de la temporalidad, con entradas y salidas de sujetos, con tradiciones que
seleccionan y olvidan aspectos y remarcan otros, con acontecimientos que alteran radicalmente su
fisonomía. Este momento diacrónico que es un componente básico de la estructura, en el espacio social
general es soberanía de la disputa que se traba entre generaciones con relativa autonomía respecto a las
clases.

No es igual tener veinte años que treinta y cinco, siendo hombre o siendo mujer; esos años de
diferencia son un abismo en la circunstancia histórica que nos toca vivir, en la que los tiempos se han
acelerado hasta tal punto que diferencias de un lustro llevan casi a habitar en mundos distintos. No es lo
mismo haberse socializado antes o después de la radio, de la televisión en color o por cable, o de la
computadora multimedia, aún cuando no estén presentes en todos los hogares. Tampoco es lo mismo
haber llegado a la madurez sexual en los años de la liberación durante la década del ´60 que en los
años ´90, cuando pesa la amenaza del Sida. La marca histórica de la época es también determinante,
aún cuando se la procese atendiendo a las determinaciones de clase. Además de las diferencias sociales
explícitas, hay que atender al encadenamiento de acontecimientos que van constituyendo la estructura, a
su carácter sedimentado de experiencias acumuladas. La generación es el juego en el que las clases se
van haciendo cargo de la tradición, del tiempo que corre paralelo al desarrollo de las luchas sociales. La
generación es una estructura transversal, la de la experiencia histórica, la de la memoria acumulada.

La generación, más que a la coincidencia en la época de nacimiento, remite a la Historia, al momento


histórico en el que se ha sido socializado. Aquí es donde deben inscribirse a las cronologías como
genealogías, es decir, como parentesco en la cultura y en la historia y no en la simple categoría
estadística. La generación, no es una simple coincidencia en la fecha del nacimiento, sino una verdadera
hermandad frente a los estímulos de una época, una diacronía compartida, una simultaneidad en
proceso que implica una cadena de acontecimientos de los que se puede dar cuenta en primera
persona, como actor directo, como testigo o al menos como contemporáneo. Sobre ello se constituyen
los ejes de la memoria social y sobre esa facticidad de los acontecimientos, de lo que efectivamente fue
el caso, o sea de lo que hace ambiente y por ende, condiciona y conduce identificaciones. Lo que fue
tiene una relación con la selectiva memoria de lo que fue antes y con la borrosa expectativa de lo que
aun no había sido, y justamente por ello, es que no es lo mismo estar en una edad o en otra aun
compartiendo el mismo momento presente, el sentido que se le otorga a lo que acontece, en la medida
en que se remite a una profundidad temporal diferente, no coincide. Y esto puede suceder con relativa
independencia de la clase a la que se pertenezca. Por ejemplo, respecto a la dictadura militar, no es lo
mismo haber nacido antes, durante o después de ella, esas diferencias son estructurales, y conforman la
materia de la historia en su facticidad aunque admita, después, variadas formas de elaboración. Si ser
joven es estar con un paraguas generacional ante la vejez y la muerte, lo cual implica una invariancia
respecto a la clase, también hay que tener presente este concretísimo posicionamiento de experiencia,
memoria, recuerdo y expectativas respecto de las generaciones precedentes.

6. Juventud: ¿una categoría unisex?

8
La juventud depende también del género, del cuerpo procesado por la sociedad y la cultura; la
condición de juventud se ofrece de manera diferente al varón o a la muchacha. La mujer tiene un reloj
biológico más insistente, que recuerda con tenacidad los límites de la juventud instalados en su cuerpo.
Hay un tiempo inexorable vinculado con la seducción y la belleza, la maternidad y el sexo, los hijos y la
energía, el deseo, vocación y paciencia necesarios para tenerlos, criarlos y cuidarlos. El amor y el sexo
han sido históricamente articulados e institucionalizados por las culturas, teniendo presente el horizonte
temporal que los ritmos del cuerpo imponen y recuerdan.16 La juventud no es independiente del genero:
es evidente que en nuestra sociedad, el tiempo transcurre para la mayoría de las mujeres de una manera
diferente que para el grueso de los hombres, la maternidad implica una mora diferente, una urgencia
distinta, que altera no sólo al cuerpo, también afecta a la condición sociocultural de la juvenilización. El
tiempo de ser madre se agota, y presiona obligando a un gasto apresurado del crédito social disponible
que, si bien puede tener distintas características dependiendo del sector social de donde provenga la
mujer, siempre es radicalmente diferente del que disponen los hombres. La juventud, para un varón
joven de clase alta, difiere como crédito social y vital respecto de una mujer joven de su clase, y más
aun respecto de una mujer de igual edad perteneciente a sectores populares. El primero tiene mayor
probabilidad de disponer de tiempo excedente, de una mayor moratoria vital y social, mientras que a las
mujeres se les reduce esa probabilidad a medida que crecen, incrementándose la reducción cuando se
trata de sectores populares, en los que el modo de realización de las mujeres pasa casi exclusivamente
por su condición de madres potencia les, ya que no suele haber en estos sectores otros horizontes de
realización. En cambio, nuestra época ha abierto otras perspectivas de logro para las mujeres de
sectores medios y altos, que compiten por su tiempo y energía y pueden considerarse como
relativamente alternativas de la maternidad: carreras profesionales, artísticas, intelectuales, etc. Se
puede entonces advertir como varían según el género los ritmos temporales que influyen en las formas
de invertir el crédito vital y social disponible.

Lo expuesto no debe llevar a pensar que el varón la mujer de clase media o alta son “los jóvenes” -por
su cercanía al modelo massmediático-, mientras que no correspondería la condición de juventud al
varón o la mujer, de la misma edad, de clase popular; ni siquiera cuando estos integrantes de sectores
populares identifiquen el ser joven con los prototipos televisivos, excluyéndose a sí mismos de la
atribución de juventud.

Las familias de clase popular están también integradas por la copresencia de varias generaciones, y es
posible que por las condiciones demográficas vigentes y el estilo de vida más barrial y comunitario, esta
coexistencia generacional se torne más intensa y sensible que en otros sectores sociales. Se es joven, en
estos sectores populares, no tanto por portar los signos legítimos de la juventud -popularizados por los
medios-, sino por interactuar con las generaciones mayores en la convivencia diaria, dentro de la
familia, el barrio y la comunidad, como hijo o hija, o como sobrino o como nieto; por tener asignado
ese papel y por transitar la vida cotidiana con las consiguientes expectativas y habitus de generación.
También por tener la memoria, experiencia, sensibilidad, gustos, códigos, correspondientes a su
generación, que también en las clases populares -a pesar de tener más limitados los beneficios
atribuidos a la moratoria social- los oponen y diferencian de las otras generaciones.

7. Conclusión. La juventud es más que una palabra.

9
Por todo lo dicho anteriormente la juventud no es sólo un signo ni se reduce a los atributos "juveniles"
de una clase. Presenta diferentes modalidades según la incidencia de una serie de variables. Las
modalidades sociales del ser joven dependen de la edad, la generación, el crédito vital, la clase social,
el marco institucional y el género. No se manifiesta de la misma manera si se es de clase popular o no,
lo que implica que los recursos que brinda la moratoria social no están distribuidos de manera simétrica
entre los diversos sectores sociales. Esto significa que la ecuación entre moratoria y necesidad hace
probablemente más corto el período juvenil en sectores populares y más largo en las clases medias y
altas. Lo mismo sucede con la condición de género, hay más probabilidades de ser juvenil siendo
hombre que siendo mujer, ya que los hijos implican urgencias distintas en la inversión del crédito social
disponible. Esto se superpone con la condición instaurada por la fecha de nacimiento y el mundo en el
que los sujetos se socializan, que vinculan la cronología con la historia. De esta manera, ser joven es un
abanico de modalidades culturales que se despliegan con la interacción de las probabilidades parciales
dispuestas por la clase, el género, la edad, la memoria incorporada, las instituciones.

Desde una perspectiva que abarque a toda la población urbana, la moratoria social puede ser
presentada como una probabilidad otorgada principalmente a los miembros de ciertos grupos etarios,
más probable para las clases media y alta que para las clases populares y para los varones respecto de
las mujeres. Pero también hay otras variables que inciden en la condición de juventud, y esta es también
accesible para otras clases sociales, sólo que bajo otras modalidades, sin tanto acceso a lo juvenil
massmediatizado, a la moratoria social, sus signos y sus privilegios, pero sin embargo también estas
clases tienen sus jóvenes (que no siempre se presentan juveniles), que son considerados como tales en
el marco de su medio social y la s instituciones a las que pertenecen.

Tal como la hemos venido definiendo, la juventud es una condición que se articula social y culturalmente
en función de la edad -como crédito energético y moratoria vital, o como distancia frente a la muerte-,
con la generación a la que se pertenece -en tanto que memoria social incorporada, experiencia de vida
diferencial-, con la clase social de origen -como moratoria social y período de retardo-, con el género -
según las urgencias temporales que pesan sobre el varón o la mujer-, y con la ubicación en la familia -
que es el marco institucional en el que todas las otras variables se articulan-. Es en la familia, ámbito
donde todos estamos incluidos, donde se marca la coexistencia e interacción de las distintas
generaciones, o sea que es en ella donde se define el lugar real e imaginario de cada categoría de
actores dentro del entorno del parentesco. La familia en sentido amplio, como grupo parental, es quizás
la institución principal en la que se define y representa la condición de joven, el escenario en el que se
articulan todas las variables que la definen.

Pero también hay que tener en cuenta, como escenario en el que la juventud es definida material y
simbólicamente, la malla de las instituciones en las que se pone en juego la vida social: la escuela, el
ámbito laboral, las instituciones religiosas, los partidos políticos, los clubes y asociaciones intermedias,
el ejército. En todas estas instituciones se sigue un orden vinculado con los distintos segmentos de edad,
que están presentes en las reglas del juego, los sistemas de roles, el posicionamiento de los actores, los
discursos, los tipos de sanciones, lo permitido y lo prohibido. La condición de juventud, en sus distintas
modalidades de expresión, no puede ser reducida a un sólo sector social o ser aislada de las
instituciones, como si se tratara de un actor escindido, separado del mundo social, o sólo actuante
como sujeto autónomo.

Con este recorrido a través de la moratoria social, la moratoria vital, la memoria social incorporada, la
condición de género y su lugar en las instituciones, hemos intentado cumplir con la tarea, que sentimos
10
necesaria, de recuperar cierta “materialidad” e “historicidad” en el uso sociológico de la categoría
juventud.

NOTAS
1
Etapa juvenil se considera, habitualmente, al período que va desde la adolescencia (cambios corporales, relativa
madurez sexual, etc.) hasta la independencia de la familia, formación de un nuevo hogar, autonomía económica, que
representarían los elementos que definen la condición de adulto. Un período que combina una considerable madurez
biológica con una relativa inmadurez social. La juventud como transición hacia la vida adulta, (algunos autores
hablan de cinco transiciones que se dan en forma paralela: dejar la escuela, comenzar a trabajar, abandonar el hogar
de la familia de origen, casarse, formar un nuevo hogar) es diferente según el sector social que se considere. En
general la juventud transcurre en el ámbito de la familia de origen. La salida de la casa familiar y la independencia
económica marcan hitos básicos para una autonomía, que aumenta con la constitución de pareja estable y el primer
hijo. Desde luego que la diferenciación social, las distintas clases y segmentos sociales, configuran diferentes
juventudes. (Ver Cecilia Braslavsky: La juventud argentina: informe de situación, Centro Editor, Buenos Aires, l986)
2
Por eso conviene hablar de juventudes o de grupos juveniles antes que de juventud. Coincidimos con Cecilia
Braslavsky cuando dice: "El mito de la juventud homogénea consiste en identificar a todos los jóvenes con algunos
de ellos.". Así según el joven tipo que se tenga in mente será el modelo con el cual habrán de identificarse a los
jóvenes en general. Los varios mitos comunes sobre la juventud son: 1) "la manifestación dorada” por la cual se
identifica a todos los jóvenes con los “privilegiados -despreocupados o militantes en defensa de sus privilegios -, con
los individuos que poseen tiempo libre, que disfrutan del ocio y, todavía más ampliamente, de una moratoria social,
que les permite vivir sin angustias ni responsabilidades.", 2) "La interpretación de la juventud gris” por la que los
jóvenes aparecen como los depositarios de todos los males, el segmento de la población más afectado por la crisis,
por la sociedad autoritaria, que sería mayoría entre los desocupados, los delincuentes, los pobres, los apáticos, "la
desgracia y resaca de la sociedad" (pág. 13), y por último, 3) “la Juventud blanca”, o los personajes maravillosos y
puros que salvarían a la humanidad, que harían lo que no pudieron hacer sus padres, participativos, éticos, etc. (pág.
l3) Braslavsky, op. cit.
Otro modo de hacer aparecer como lo mismo situaciones muy distintas es la representada por el mito de la igualdad
de oportunidades con que cierto discurso intenta unificar la condición para todo aspirante a participar plenamente de
la vida colectiva, aunque provengan de mundos sociales extremadamente diversos. Así, todo joven se encontraría en
igualdad de oportunidades para recibir los conocimientos e incorporar las aptitudes que los transformarán en
productores y los formarán como ciudadanos. Frente a esto, sociedad de clases, diferencias económicas, sociales,
políticas, étnicas, raciales, migratorias, marcan profundas desigualdades en la distribución de recursos, con lo cual la
naturaleza misma de la condición de joven en cada sector social se altera. En este sentido es que S. Sigal, dice que en
A. Latina, a diferencia de Europa donde sería más amplia, la "juventud" está casi reservada para los sectores medios
y altos, que pueden acceder a la educación superior y la moratoria en toda la plenitud del término.
3
Fueron cambiando los tiempos y los modos que marcaban el ingreso al rol de a dulto, la asunción social plena de las
responsabilidades con que ese rol es identificado. La complejidad creciente de la vida social propia de época actual,
fue constituyendo esta cambiante franja a la que llamamos juventud.
4
En sectores más pobres se comienza a trabajar más temprano, en trabajos manuales o de poca especialización.
También suele ser más temprana la constitución de la propia familia y la reproducción de la misma. Las etapas de
crisis económica y la creciente desocupación introducen variantes en esta característica propia de las clases
populares: los jóvenes no estudian, buscan participar prontamente en la actividad económica, pero muchos no
consiguen empleo. Además el desarrollo industrial actual, con las cuotas mínimas de calificación que exige, cada vez
más altas, hace que el período en el que la población debe adquirirlas se alargue cada vez más. En consecuencia, el
desempleo y la calificación, tienden cada cual por su lado a expandir el período de transición de la juventud. La vida
adulta se aleja con la moratoria más prolongada, también para los sectores populares.
5
en Mario Margulis y otros: La cultura de la noche. Espasa Calpe, Buenos Aires, l994, pág. 25.
6
Extremando el peso decisivo otorgado a la construcción y distribución socia l de la moratoria social hasta su final
conversión en signo, lo que agota toda instancia social excedente en ese punto. Volveremos extensamente sobre el
tema en lo que sigue.
7
Artículo incluido en Bourdieu, Pierre: Sociología y cultura , Grijalbo/Consejo Nacional de las Artes, México, 1990.
8
Beatriz Sarlo: Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y video cultura en la Argentina, Ariel, Buenos
Aires, 1994, pags. 38 a 40.

11
9
Virilio, Paul. "Velocidad y fragmentación de las imágenes." entrevista realizada por Jerome Sanz en Fahrenheit 450.
Año 2, Nro. 4. Buenos Aires, 1989. También hay sugerencias sobre el tema en Estética de la desaparición.
Anagrama, Barcelona, 1988.
10
Es con la moratoria vital que se identifica esa sensación de inmortalidad tan propia de los jóvenes. Esta sensación,
esta manera de encontrarse en el mundo (objetiva y subjetivamente) es lo que se asocia con la temeridad de algunos
actos gratuitos, conductas autodestructivas que juegan con la salud (que se vive como inagotable), la audacia y el
arrojo en desafíos, la recurrente exposición a accidentes, excesos, sobredosis. Sobre esta condición se ha encarnado
una cierta mitología de la cultura juvenil, que valoriza el "morir joven", morir antes que envejecer, trágicamente, para
permanecer siempre joven, inmortal.
Pero también hay que destacar que existen en la vida social formas de muerte que se ensañan con los jóvenes: son
ellos los reclutados en los ejércitos, los que libran las guerras, la carne de cañón en el campo de batalla. Fueron
jóvenes las víctimas predilectas durante el Proceso, la gran mayoría de los muertos durante la guerra de las Malvinas.
11
Vease Roland Barthes: Elementos de Semiología, en AAVV La Semiología , Editorial Tiempo Contemporáneo
Buenos Aires, 1970. También Umberto Eco: La estructura ausente, Lumen, Barcelona, 1972.
12
Posturas que han sido criticadas ampliamente, por ejemplo por los estudios de inspiración bourdieana y
constructivista.
13
Tomamos el modelo de las críticas de Grignon y Passeron a los enfoques “dominocéntricos” en los que predominan
visiones etnocéntricas de clase. Ver Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y literatura.
Nueva Visión, Buenos Aires, 1991. Fundamentalmente en los capítulos 1 y 3.
14
Esta idea de “generaciones en el papel” en oposición a las generaciones tal como efectivamente se agrupan en el
espacio social real, alude a la distinción ampliamente desarrollada por Bourdieu en sus obras entre las clases en el
papel y los agrupamientos de clase en la realidad (Ver Bourdieu, Pierre: Cosas dichas, Gedisa, Barcelona, 1988, págs.
131-134.)
15
Hacemos referencia a la conocida expresión de Geertz. Véase Clifford Geertz: El antropólogo como autor, Paidos,
Barcelona, 1989, Cap. 1.
16
El varón no está presionado por los ritmos biológicos que la maternidad impone en la mujer, aunque en nuestra
sociedad tecnificada comiencen a aparecer nuevas posibilidades que al manipular el ciclo natural pueden flexibilizar
las fronteras temporales. Estas alternativas que insinua la ciencia requieren acomodamiento cultural, y son observa-
bles las reacciones de tipo religioso o legal. De alguna manera confirman y legitiman cierta resistencia a las presiones
temporales diferenciales que pesan sobre las mujeres, e indirectamente hablan de la condición de virtualidad juvenil a
la que pueden acceder.

BIBLIOGRAFÍA:

AAVV: La Semiología, Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1970

Auyero, Javier: “La juventud: una revisión bibliográfica”, Mimeo, Buenos Aires, 1992.

Barthes, Roland: La aventura semiológica, Paidos Comunicación, Barcelona, 1990

Bourdieu, Pierre: Sociología y cultura , Grijalbo/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México
DF, 1990.

Bourdieu, Pierre: El sentido práctico , Taurus, Madrid, 1991

Bourdieu, Pierre: ¿Qué significa hablar?, Economía de los intercambios lingüísticos, Akal, Madrid,
1985

Braslavsky, Cecilia: La juventud argentina: informe de situación, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires, 1986

12
Eco, Umberto: La estructura ausente, Lumen, Barcelona, l972

Fernández, Ana María: La mujer de la ilusión, Paidos, Buenos Aires, 1993

Geertz, Clifford: El antropólogo como autor, Paidos, Barcelona, 1989

Grignon, Claude y Jean-Claude Passeron: Lo culto y lo popular, Nueva Visión, Buenos Aires, 1991

Lowe, Douglas M.: Historia de la percepción burguesa , F.C.E., México, l986

Maffesolí, Michel: El tiempo de las tribus, Icaria, Barcelona, 1990

Mario Margulis y otros: La cultura de la noche, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1994

Sarlo, Beatriz: Escenas de la vida posmoderna, Ariel, Buenos Aires, 1994

Sigal, Silvia: "Estructuras sociales y juventud latinoamericana" en Montiel, Edgar (comp); Juventud de
la Crisis. Ceestem/Nueva Imagen, México, 1985

Virilio Paul: Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 1988

Virilio, Paul: "Velocidad y fragmentación de las imágenes", en revista Farenheit 450, No.4, Buenos
Aires, 1988

Verón, Eliseo: La semiosis social, Gedisa, Barcelona, 1993

Wortman, Ana: Jóvenes desde la periferia, Centro Editor, Buenos Aires, 1991

13
Nuevas infancias y adolescencias

Del concepto de juventud al de


juventudes y al de lo juvenil*
María Eugenia Villa Sepúlveda**

Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

Este artículo revisa alguna de la literatura que se ha producido para definir el con-
cepto juventud. Esta revisión se distancia de algunos análisis transculturales,
practicados por la antropología social, que categorizan el término “juventud” desde
las coordenadas del mundo occidentalizado, construyendo una reflexión sobre la
totalidad de las sociedades con los parámetros con los que Occidente ha mirado la ju-
ventud. La revisión de la producción teórica se acerca, por el contrario, al discurso
sociohistórico que define la juventud de manera contextualizada, ateniéndose a las
sociedades en específico y a las temporalidades históricas en las que tales sociedades
devienen.

Palabras clave: Condición juvenil, juventud, dominación, sujeción, moratoria so-


cial, relaciones intergeneracionales, relaciones de poder social.

From the concept of youth to those of youths and youthful

This article reviews part of the literature that has intended to define the concept of
youth. This revision diverges from a kind of transcultural analysis, carried out in
the field of social anthropology, that define the term “youth” from the perspective of the
westernized world, constructing a reflection on all the societies as a whole, with
the parameters with which the West has perceived youth. This revision of the
theoretical production, on the contrary, approaches the socio-historical discourse that
__________________________________________________________ defines youth in a contextualized manner, by referring to specific societies and to
* El presente artículo hace parte de the historical times in which they evolve.
la indagación teórica que supone la
investigación “Representaciones so-
Key words: Youthful condition, youth, domination, subjection, social moratorium,
ciales, expresiones de participación,
razonamiento social y prácticas edu- cross-generational relations, social power relations.
cativas, relacionadas con la formación
ciudadana en el contexto universi-
tario: un análisis del sentido y con- Du concept de jeunesse à celui de jeunesses et à ce qui concerne
diciones de posibilidad, de un pro- le concept de juvénile
yecto de formación ciudadana en la
educación superior”. Esta investiga-
Cet article révise quelque littérature qui a été produite pour définir le concept je-
ción es dirigida por Carlos Sandoval
y financiada por el Comité Central unesse. Cette révision est distancée de quelques des analyses transculturelles pra-
de Investigaciones de la Universi- tiquées par l’anthropologie sociale qui catégorisent le terme “jeunesse” depuis des
dad de Antioquia (CODI), código coordonnées du monde occidentalisé, en construisant une réflexion au sujet de
E01377. Su fecha de inicio fue el 24 l’intégralité des sociétés à partir des paramètres avec ceux que l’Ouest a regardé la
de marzo de 2008 y la demarcada jeunesse. La révision de la production théorique s’approche au contraire au discours
para su finalización es en septiembre sociohistorique qui définit la jeunesse de manière contextualisée, en s’appuyant
de 2011.
aux sociétés spécifiquement et aux temporalités historiques dans lesquelles telles
** Magíster en Historia. Profesora de la
Facultad de Educación de la Univer- sociétés deviennent.
sidad de Antioquia.
E-mail: mvilla@ayura.udea.edu.co, Mots clés: Condition juvénile, jeunesse, domination, soumission, moratoire sociale,
mevilla@une.net.co rapports entre générations, rapports de pouvoir social.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 147
Volver a los 17
Después de vivir un siglo
Es como descifrar signos
Sin ser sabio competente
Volver a ser de repente
Tan frágil como un segundo
Volver a sentir profundo
Como un niño frente a Dios
Eso es lo que siento yo
En este instante fecundo
Violeta Parra

Presentación

A l revisar la producción académica atinente al


concepto juventud, pueden encontrarse diversas
reflexiones que, en el marco de la academia y de
la intervención social que desarrollan instituciones públicas y
privadas, se han dedicado a pensar en torno a las y los jóve-
nes apoyándose en diversas disciplinas de las ciencias socia-
les que proporcionan elementos para entender el significado
de lo que se nombra como juventud. Enseguida se presenta un
recorrido por los aportes que se han considerado más signifi-
cativos. Tales aportes, por supuesto, no agotan el tema, pero
sí brindan luces para acercarnos a nuestra temática de traba-
jo: la investigación sobre las representaciones y las prácticas
ciudadanas desarrolladas por jóvenes que transitan por pro-
cesos de formación profesional en la universidad colombiana,
mediante la revisión de literatura producida en el campo de
las ciencias sociales para definir el concepto juventud.

De esta forma, en primera instancia, el texto se centra en una


definición del concepto juventud que lleva a nombrarla en
términos plurales; enseguida se presentan algunas de las vi-
cisitudes que pueblan las relaciones de sujeción-dominación
entre las distintas generaciones que caracterizan la condición
juvenil; luego se expone una argumentación que controvierte
el concepto de moratoria social por el que se ha intentado de-

148 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

finir, de manera exclusiva, la condición social nil si nos asalta, por ejemplo, esa especie de
juvenil. Por último, sobre la base de la defini- enajenación que llamamos “amor”, a la que
ción del concepto que caracteriza a las juven- hizo referencia la cantautora chilena Violeta
tudes, se desarrolla una exposición del con- Parra cuando declaraba que, después de vi-
cepto de lo juvenil en miras a la posibilidad vir un siglo, había vuelto a tener 17 años. En
que brinda para analizar las representaciones este sentido, la condición juvenil no depende
sociales y, en general, las construcciones de de la asociación biológica que se inscribe en
sentido que prescriben las prácticas de ciuda- la reflexión de lo que sucede naturalmente.
danía —objeto de la investigación que suscita Desde este punto de vista, el concepto juven-
este artículo. tud no está adscrito a un criterio demarcado
por la edad o el tiempo vivido por una indivi-
dualidad, dado que la edad, como criterio de
Hacia una definición del concepto juventud orden biológico que corresponde a los ciclos
de la naturaleza para definir la juventud, es
Roberto Brito Lemus ha llamado la atención desbordada y afectada por la complejidad de
acerca de la necesidad de construir, en el pla- significaciones sociales que implica el signifi-
no de las ciencias sociales y, en específico, en cante social juventud que, como se ha escrito,
el de la sociología de la juventud, una cate- hace referencia a una condición social.
goría analítica denominada juventud que pro-
blematice la realidad de las y los jóvenes con La condición social juvenil alude, por el con-
la que nos encontramos empírica y cotidiana- trario, a la identidad social que desarrollan
mente (1996: 25). Este objeto teórico se consti- las individualidades humanas. El término ju-
tuye, entonces, en el referente interpretativo ventud identifica, y como toda identidad, se
de la realidad a la que la investigación social refiere a sistemas de relaciones articulados en
se quiere acercar. Para ello, plantea como ca- diferentes ámbitos de interacción que pasan
mino el encuentro de las identidades que por instituciones como la familia, las Iglesias,
supone la categoría social juventud. En este la escuela, los espacios en los que se producen
propósito está de acuerdo con otros autores y movilizan recursos o los espacios en los que
al definir la juventud como un fenómeno so- se ejercen las prácticas políticas. El concep-
ciológico que, en consecuencia, hay que en- to juventud forma, de acuerdo con Margulis,
tender desde la órbita de la reflexión sobre lo parte de “el sistema de significaciones con
social humano y del devenir histórico. En este que en cada marco institucional se definen las
terreno se puede afirmar que cuando se hace identidades” (2001: 42).
referencia a la juventud se alude a una condi-
ción social con cualidades específicas que se Desde el entendimiento de la condición so-
manifiestan, de diferentes maneras, según la cial juvenil referida a las identidades —que se
época histórica y la sociedad específicamente definen en los marcos institucionales que las
analizada en cada época. sociedades construyen para devenir—, Mar-
gulis precisa la oportunidad de no hacer refe-
En esta órbita, Mario Margulis (2001) resalta rencia a la juventud, sino a las juventudes, a las
el significado social, es decir, no natural de que define como condiciones históricamente
la condición juvenil, mostrando cómo la ju- construidas y determinadas por diferentes
ventud no se inscribe en el reino de la natu- variables que las atraviesan y que se podrían
raleza, ni está regida por ella. No es natural identificar con: el sexo, que está determinado
llegar a ser joven. Puede que una individuali- de manera biológica; el género en el que se
dad humana no llegue a serlo nunca o puede desarrolle la interacción psíquica en los pro-
que después de vivir por largo tiempo en la cesos de socialización humana; la condición
condición adulta se torne a la condición juve- social de hombre o de mujer que se haya asu-

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 149
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

mido para interactuar socialmente; la genera- la sociedad clásica categorizaba como jóvenes
ción o el ámbito temporal de construcción de a individuos que se acercaban a los 40 años, y
la experiencia individual y colectiva; la etnia el tercero estriba en la falta de un equivalente
y, en general, las culturas contenidas en los lingüístico de la palabra moderna juventud en
lenguajes con los que las sociedades aspiran los idiomas medievales europeos (1996: 79).
a la comprensión interindividual; las oportu-
nidades socioeconómicas de las que logren Si nos apartamos del análisis transcultural y
disponer las individualidades y las colectivi- nos acercamos al sociohistórico, que se centra
dades humanas, y las territorialidades, que se en los procesos dinámicos que configuran las
constituyen en el espacio geográfico para ser diferentes sociedades, se puede afirmar que
habitadas con los referentes culturales pro-
se es joven en un contexto concreto (Alba,
pios de la especie humana.
1975: 16), o lo que es lo mismo: las diferentes
formas de ser o no llegar a ser nunca joven
La pretensión de buscar la comprensión de
emergen en contextos históricos precisos. Por
las juventudes —como nos invita a llamar la
tanto, el análisis de las juventudes nunca brin-
condición juvenil el chileno Klaudio Duarte
dará resultados satisfactorios si se hace en
Quapper (2001)— desde lo sociohistórico se
abstracto, en la medida en que cada sociedad
opone al análisis transcultural que, apoyado
define, en el campo de las relaciones de po-
en la antropología social, acepta la idea de la
der social —que se configuran entre las dis-
juventud como un fenómeno universal, su-
tintas generaciones y que permiten el devenir
poniendo su existencia y la de las diferentes
de lo social humano—, categorías de edades
categorías de edad, en todos los tiempos y que delimitan determinadas condiciones so-
en todos los espacios. Argumenta, este autor, ciales. Así, al estudiar las juventudes, desde el
que cuando la antropología social encuentra conocimiento que delinea la historia de las
a la juventud en todas las sociedades, se debe sociedades humanas, referirse a ellas es cen-
al etnocentrismo occidental en el que las so- trarse en lo que las relaciones de poder social
ciedades europeo occidentales se vuelven el han configurado, en cada sociedad histórica,
modelo para entender y evaluar las diversas como condición juvenil. En este sentido, hay
formas de vida social que se han desarrollado que tener en cuenta, para el desarrollo de los
en el planeta Tierra. Frente a este aspecto, con análisis, lo que cada sociedad identifica como
Sven Mørch, se puede puntualizar que juventud; lo que las y los jóvenes piensan y
sienten acerca de sí mismos y sí mismas, y lo
[…] la demostración empírica de la
que el mundo de los/as adultos/as piensan y
existencia de grupos de edad jóvenes
sienten acerca de las y los jóvenes de su época
en casi todas las sociedades no es en
sí misma una prueba de la universa- (Alba, 1975: 16).
lidad de la juventud como fenómeno
social (1996: 79). Entendida entonces, desde la historia social,
la juventud como una condición social diversi-
Por otra parte, al abordar la pregunta por la ju- ficada que implica asumirla en plural, es im-
ventud, por lo menos en Occidente y en especí- portante volver a acercarse a los planteamientos
fico en Europa Occidental, universo cultural en de Brito para desarrollar la construcción teóri-
el que se ha desarrollado el análisis transcul- ca del concepto, que implica emplear criterios
tural, se encuentran, como mínimo, tres pro- que lo puedan delimitar. Tales criterios per-
blemas: el primero de ellos es que la juventud miten entender a la juventud como un proce-
de las mujeres está ausente de casi todos los so que deviene en lo social humano; que hace
estudios; el segundo, la constatación de que que las y los jóvenes estén subordinados/as a

150 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

quienes han devenido a la condición adulta conoce; a los atributos que se les confiere y a
y que está caracterizada por las prácticas dife- la situación social en la que se ubican, en cada
renciadas que desarrollan aquellas y aquellos proceso o acontecimiento social, a quienes se
que atraviesan la condición juvenil. Así, exis- agrupan en ella. Es, además, un condicionan-
ten diversas maneras de ser joven que pres- te de la acción social individual y colectiva
criben que, en el análisis de lo social humano, que refleja las restricciones, los términos, las
haya que referirse a las juventudes. obligaciones y las posibilidades de las que un
determinado grupo humano puede gozar en
En cuanto a la juventud como proceso, Brito una determinada sociedad.
parte de aclarar su condicionamiento biológi-
co y el ser el producto de las relaciones socia- De manera general, la condición juvenil está
les. De esta forma, para el autor, la juventud inmersa en las relaciones de poder social que
como proceso biológico linda con la niñez se configuran y que configuran a las socie-
y, como proceso social, transita hacia la adul- dades humanas. Estas relaciones, además,
tez. Ello significa que los y las jóvenes tienen permiten que tales sociedades se reproduz-
la capacidad de reproducir biológicamente la can como sistemas de relaciones entre indivi-
especie sin tener legitimada la posibilidad de dualidades humanas, si se asume que los dis-
reproducir por completo los procesos socia- tintos poderes sociales son funcionales a los
les humanos. Por tanto, la juventud comienza sistemas sociales históricos y no a las colecti-
vidades o las individualidades en particular,
con la definición biológica de la capacidad, de
dado que el poder social cumple la función
la que gozan las individualidades humanas,
de posibilitar la comprensión intersubjeti-
para reproducirse como especie y termina
va que difumina las situaciones de anomia
cuando adquieren la capacidad de reprodu-
(Luhmann, 1995) a las que, de suyo, puede
cir de manera legítima la sociedad en la que
llevar la alta diferenciación individual que ca-
han devenido (1996: 28). El proceso implica
racteriza a la especie humana.
la inculcación y la asimilación de las normas
que permiten la cohesión social. Inculcación
La condición juvenil, analizada desde la teo-
y asimilación transforman a las individuali- ría de las relaciones de poder social, es una
dades humanas, maduras fisiológicamente, producción social determinada por el lugar
en agentes sociales competentes y legitima- que ocupa cada individualidad en la jerar-
dos para reproducir las lógicas de lo social quía generacional que las distintas socieda-
humano, pero, sobre todo, para estar en ca- des humanas van constituyendo. Por ello, el
pacidad de asimilar e interiorizar los valores significado de la condición juvenil es un pro-
de la sociedad. ducto de las relaciones de poder social que
se escenifican entre las generaciones que se
En cuanto a la condición de subordinación ju- van identificando en las sociedades, en cada
venil, ese tránsito entre la definición de la ca- época de su existencia. La condición juvenil
pacidad biológica de reproducir la especie a la como proceso social, que genera una condi-
capacidad psíquica de reproducir los procesos ción de subordinación frente a la condición
sociales en la vía que las nuevas generaciones adulta, se construye socialmente en las disputas
encontraron instaurada implica que, desde que se suceden, en las sociedades, para cons-
la condición adulta, se apreste a las nuevas truir situaciones de dominación en el marco
generaciones y se les conduzca a asimilar las de unos ordenamientos sociales que especifi-
normas que permiten que la sociedad esté or- ca la política. En este caso, las situaciones de
denada y cohesionada. La condición juvenil dominación son las que se configuran entre
hace referencia a las calidades que se les re- las diversas generaciones.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 151
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

Por tanto, la condición juvenil de una indi- inculcación, el aprestamiento y la formación


vidualidad humana es generada por el lugar de las nuevas generaciones. La formación, a
que ocupa dentro de la estructura genera- partir de lo informe, de las nuevas generacio-
cional de la sociedad, en la que tal condición nes, les da la posibilidad de desarrollar una
resulta ser un estatus sometido a la subordi- función en la división social del trabajo, en la
nación de quienes se categorizan como “jó- que la condición juvenil —por ubicársela en
venes” con respecto a quienes se categorizan un estado liminal en el relevo generacional—
como “individualidades adultas” (Brito, 1996). constituye el eslabón más débil de la cadena
Es, entonces, la juventud un sistema de prohi- social que jerarquiza las generaciones. De tal
biciones en torno a las acciones sociales que forma que las relaciones entre quienes han
pueden realizar las individualidades huma- acumulado más poder social —por portar
nas. La juventud es expresión, además, de la sentidos legitimados; por tener la posibilidad
jerarquía social generacional de la sociedad y, de movilizar recursos, y por disponer, en un
en últimas, un efecto de acciones correlativas momento dado, de capacidad de coacción—
de dominación y de sujeción de unas genera- y quienes aspiran a acumularlo, se tornan un
ciones con respecto a otras. campo de lucha incesante en el que, en algu-
nos momentos, cada quien ocupa el lugar del
La lógica de la dominación-sujeción tiene sus sabio o del ignorante; del que goza de opor-
raíces en la propiedad de un saber legitima- tunidades o de quien no, o del fuerte o del
do socialmente frente a otros saberes que son débil. En síntesis,
desconocidos, descalificados o, aun, crimina-
lizados. El saber legitimado socialmente es el Sobre todo, hay, en las relaciones en-
que se le reconoce a una experiencia acumu- tre jóvenes y viejos —como en las
lada. Tal experiencia es el producto de la po- relaciones entre cualesquiera de los
sesión imaginaria de una cantidad de tiempo grupos de una sociedad— un factor
vivido por quienes han devenido a la condi- subyacente de importancia primor-
ción adulta, y de un tiempo por vivir por par- dial: el poder. Los adultos temen que
los jóvenes traten de desplazarlos de
te de las individualidades que se agrupan en
sus posiciones de autoridad (en la fa-
la condición de jóvenes.
milia, en la política, en la economía),
y los jóvenes temen que los adultos
En esta lógica, los y las jóvenes devienen en
les cierren las puertas del poder y les
un estatus de dependencia o de consignación hagan esperar hasta su desaparición
a quienes se catalogan como adultos y que, (muerte o jubilación) para disfrutar de
por lo tanto, ocupan el lugar del “mayor”, las cosas que ven como privilegios de la
frente al que se considera “menor” por el edad adulta (Alba, 1975: 23).
poco tiempo que ha vivido; adolescente, por-
que adolece de experiencia, o joven, por refe-
rencia a la novedad que representa su acción y Avatares de la lógica de dominación-su-
su voz en las distintas esferas de interacción jeción entre las generaciones
en las que interviene. Este estado de depen-
dencia, o de consignación, define la falta de El poder social que origina la diferenciación y
autonomía juvenil en las relaciones de poder la condición de subordinación de las y los jó-
social entre las generaciones. venes con respecto a quienes son adultos es,
sobre todo, un poder de tipo ideológico, en
La consignación de las y los jóvenes a las tanto tiene como medio —para la instauración
personas adultas se justifica por sus fines: la de la lógica dominación-sujeción— un saber

152 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

legitimado socialmente. Es entonces el porte en tanto ésta demuestre ser funcional a la re-
de un poder de carácter ideológico el que producción de lo social que asumirán con ple-
se disputa entre las generaciones de adultos nitud las nuevas generaciones, cuando hayan
y las de los y las jóvenes, para instaurar situa- superado el compás de espera, frente a los
ciones correlativas de subordinación-domi- compromisos formales, que le brinda la con-
nación. En tales disputas fueron los hombres dición adulta a la juvenil para que se apreste,
adultos los que, por mucho tiempo, ocuparon con plenitud, a reproducir lo social humano en
el lugar de la dominación, a partir del empo- el momento en el que, deviniendo a la condi-
deramiento que les brindara el porte de un ción adulta, pueda regir los destinos del todo
poder ideológico originado en la denomina- social. La condición juvenil, definida como
da experiencia. Este poder se los confería una un tiempo de paso a la condición adulta, exi-
cantidad de tiempo vivido en una sociedad me a los y las jóvenes de algunos compromi-
donde las coordenadas de organización las sos formales con la sociedad. Por ello, los y
demarcaba el padre de familia. Ahora, el fe- las jóvenes gozan de una relativa autonomía
nómeno de la juvenilización de la sociedad co- con respecto a algunas responsabilidades so-
rresponde a que, en el mundo occidentaliza- ciales, a condición de que cumplan con los
do, es el saber portado por los y las jóvenes, y protocolos que caracterizan su consignación
que proviene, precisamente, de su falta de ex- a la condición adulta y con las tareas propias
periencia, el que se viene legitimando social- que implican el proceso de aprestamiento o,
mente hasta transitar, de manera paulatina, a mejor, de formación en el que les sumergen
la dominación que, en algunos contextos, es- las personas adultas para que dejen de ser lo
tablecen las y los niños sobre las otras genera- que son y pasen a ser lo que socialmente con-
ciones, en las que los sentimientos de rechazo viene que deben ser.
de la frustración, es decir, de una experiencia
percibida como negativa, cumplen un papel La condición juvenil hace referencia a un
determinante. Es, quizá, la adoración del capi- estado o situación en que se encuentra una
talismo por lo novedoso, o lo que funja como individualidad y, en consecuencia, se inscribe
tal, lo que ha juvenilizado las sociedades de en cada uno de los sucesivos modos de ser
Occidente y a las occidentalizadas. Tal adora- que no necesariamente están adscritos a una
ción se comparece con la lógica que sostiene linealidad y menos a una teleología y que,
la relación social capitalista: el consumo masi- por el contrario, se relacionan con las elabo-
vo de mercancías que se consumen en tanto raciones psíquicas de las experiencias en que
impliquen una novedad que satisfaga, más haya estado inmersa cada individualidad.
allá de las necesidades humanas, el enigmá- Al respecto, Pierre-Félix Guattari, en una lú-
tico deseo que quisieron descifrar los econo- cida entrevista en la que, desde la revista El
mistas marginalistas decimonónicos. Viejo Topo, se le inquiere por el significado
del término “adolescencia”, cruza el devenir
Como umbral de paso a la reproducción de adolescente, en el campo de lo social, con la
lo social, la condición juvenil representa un condición de subordinación que viven los y
riesgo e indefinidas incertidumbres para la las jóvenes con respecto a la condición adulta.
solidez del mundo adulto que valora lo esta- Ésta es la variable generacional, que juega en
blecido. Sin embargo, éste admite, en la rela- las relaciones de las individualidades que tra-
ción de dependencia, en la que forcejea con man lo social, a la que hace referencia Brito.
el mundo joven, la innovación juvenil, sólo Para Guattari, la adolescencia:

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 153
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

[…] es algo que pasa en la cabeza y Kafka— se puede devenir en vegetal o en


de los adultos. Algo que existe en di- animal (Guattari, 1994: 195). Saltan aquí, en-
ferentes planos en el adulto, que existe tonces, a la vista, las trampas que sumergen la
como fantasma oculto, como práctica reflexión cuando ésta se estanca en el ámbito
de segregación social, como atributo de las esencias dadas por el creador —para
colectivo... pero en el fondo, la adoles- quienes hablan desde los terrenos de la reli-
cencia, la realidad vivida, es algo que
giosidad— o en el discurso llamado “neutral”
no puede determinarse como una
de quienes pontifican desde el análisis de lo
clase de edad. Yo preferiría hablar
de devenir. Devenir niño, devenir mu-
orgánico, desde una visión en la que impera
jer, devenir sexo. Y este devenir puede lo biológico sin la mediación que, para la exis-
empezar en cualquier momento de la tencia humana, tiene lo simbólico como esfera
existencia. No tiene porque hacerlo ne- de constitución de los sentidos mediante los
cesariamente a los 15 o a los 28 años. cuales los seres humanos devienen en huma-
Es posible convertirse en un niño, eso nidad, animalidad, vegetalita o mineralidad.
no es ninguna novedad, a los 75 años.
Y también es posible no llegar a serlo De hecho, el término “adolescente” hace refe-
nunca. Es posible chochear a los doce rencia a una falta que delata y delata al mun-
años, y es posible devenir mujer, plan- do adulto cuando se refiere a la condición ju-
ta o cualquier otra cosa, sin que nada venil. Las y los jóvenes tienen las condiciones
de eso tenga relación alguna con la biológicas para procrear su especie, pero ado-
programación genética (1980: 47). lecen —desde la perspectiva adulta— de las
aptitudes y las actitudes propicias para repro-
Bien se podría decir, entonces, que la con- ducir las tramas significativas y simbólicas de
dición juvenil se instaura en las relaciones lo social: los sentidos que tejen la interacción
de poder social que se tejen entre las gene- humana. Agrega Guattari, en la citada en-
raciones, y que es merced a su dinámica en trevista (1980: 47), cómo el advenimiento de
la que se deviene niño, niña, joven, adulto, la capacidad para reproducir la especie está
adulta, viejo o vieja. Para cada una de estas acompañada por una reorganización, en dife-
condiciones sociales, la sociedad prescribe rentes órdenes, que incluyen modificaciones
comportamientos que son asediados y des- en los campos reflexivos y perceptivos que
bordados por el deseo o aquella conciencia y redefinen, cotidianamente, las relaciones de
sensación visceral de la falta de algo. Las dis- poder social en la que se tranzan con la con-
tintas condiciones generacionales se definen, dición adulta. Las y los jóvenes subordinados
se despliegan y se transforman en un deve- a los/as adultos/as viven con más intensidad
nir incesante por las prescripciones de las re- el proceso de preparación que vivían desde la
laciones de poder social, especialmente por condición de la niñez, en el que la cultura de
las de poder ideológico, de la misma manera la sociedad es el contenido de la educación,
en que, en las relaciones homoeróticas, entre que les habilita para reproducir la sociedad
quienes viven la condición social de hombres, en la que devinieron como jóvenes. Sin em-
puede devenirse en mujer al pasar de una re- bargo, la condición para reproducir lo social
lación heteroerótica a una en la que se expe- humano es dejar de ser jóvenes.
rimenta el erotismo con un ser humano del
mismo sexo. También puede decirse que, por La dedicación casi exclusiva que se le otorga
efectos de una enfermedad física o psíquica a quienes viven la condición juvenil, para el
—como lo han mostrado en el campo de la aprestamiento y el afinamiento de lo percep-
representación literaria de lo social Novalis tivo y de lo reflexivo, le brinda, a los y las jó-

154 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

venes, en ese momento liminal, un margen sociedad. Además, se distinguen abarcando,


de autonomía en el estado de consignación, cada vez, un número mayor de individuali-
sometimiento, subordinación y acatamiento dades, que corresponden a los distintos gru-
que mantienen, y que buscan modificar, fren- pos sociales que configuran las sociedades.
te a la autoridad adulta. La consignación a la
autoridad adulta les libera de algunas respon-
sabilidades sociales, lo que genera una auto- Sobre la moratoria social
nomía que les permite, a los y las jóvenes,
tener una praxis diferenciada que caracteriza El tiempo para el aprestamiento de las nue-
a lo juvenil con la informalidad, con la anti- vas generaciones a la condición adulta y en el
solemnidad, con la indisciplina, con el asue- que, como se acaba de mencionar, se desarro-
to y con la irreverencia. De tal forma que las llan prácticas que diferencian la condición de
y los jóvenes producen sus propios espacios las juventudes de otras condiciones en las que, en
dentro y en oposición a los establecidos en la el entorno sociohistórico, se puede devenir,
casa, la escuela, las calles, los lugares sagrados y ha sido confundido, frecuentemente, por los
las distintas espacialidades en las que el con- teóricos, como el signo distintivo de la juven-
gregarse o agruparse les permita identificarse tud. A este tiempo se le ha denominado mora-
en torno al enfrentamiento que hacen, coti- toria social.
dianamente, de problemas similares.
Sin embargo, la moratoria social es afectada
El gregarismo en los espacios diferenciados por la diferenciación o distinción social, por
—que van creando los y las jóvenes en virtud el género, por la generación a la que se per-
de la autonomía relativa que ganan en las dis- tenezca, por los códigos culturales y por los
putas generacionales con la condición adul- cambios históricos. Desde este punto de vista,
ta— permite que definan simbolismos para se puede ser joven, es decir, estar subordina-
entender y actuar entre ellos y ellas, y en su do a un adulto sin gozar de moratoria social,
entorno. El ejercicio de esa praxis diferencia- en tanto se tenga la obligación de participar
da genera sentimientos y concepciones con de los procesos productivos que permiten
los cuales asumen una actitud que sustenta la desplegar la vida en lo referente a la materia-
construcción de una imagen y de una identi- lidad. En general se puede ser joven sin gozar
dad en las representaciones de lo social y en del asueto que, tal vez, por una tarde de la
el imaginario de los y las jóvenes, que se pro- vida, se le otorga a la juventud. Por esta razón,
yecta a la sociedad. Esta imagen, a su vez, la la moratoria social no puede ser el elemento
recicla el entorno social y se la devuelve, a los que distinga y defina la condición juvenil. En
y las jóvenes, para consumirla como servicios, cambio, sí puede ser un elemento definitorio
inmaterialidades, y productos, materialida- de la condición juvenil, el estatus o índole de
des. En virtud de este proceso de reciclaje, la subordinación de las nuevas generaciones a
juventud se consume a sí misma como la con- la condición adulta en el juego que se esta-
cibe el entorno de la sociedad y, en especial, blece entre las diferentes individualidades
el de la producción que se orienta al consumo por portar poder ideológico —y las otras ti-
masivo de mercancías que favorece la rela- pologías del poder social— y no ser sujetas
ción social capitalista. A medida que en una del que porten otras alteridades.
sociedad se desarrolla el comportamiento y,
en especial, la praxis diferenciada de los y las En este contexto, el poder ideológico, como
jóvenes, ellos y ellas se diferencian y se dis- todos los tipos de poder social, es defini-
tinguen más de las otras generaciones de la do como una posibilidad que portan, en un

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 155
Del concepto de juventud al de juventudes y al de lo juvenil

momento dado, algunas de las subjetivida- De este modo, lo juvenil se constituye a partir
des inmersas en la trama de relaciones que se de un cierto modo de vivir o sobrevivir a la
constituyen, mudan y devienen en las socieda- tensión existencial en los espacios en los que
des. Es, entonces, el estado de subordinación de los y las jóvenes desarrollan, de manera gre-
las juventudes, inscrita en el ámbito de las rela- garia, prácticas diferenciadas. La producción
ciones de poder social y, en especial, ideológi- de lo juvenil tiene, además, relación con los
co, la que define la condición juvenil. distintos modos de agruparse que desarrollan
las juventudes en el espacio. Es propio de lo ju-
“Lo juvenil” venil la tendencia a lo colectivo, a lo gregario
y a una organicidad que, en muchos casos, es
Entendida la juventud como una condición de singular. Por último, lo juvenil está asociado a
subordinación frente a la condición adulta, nuevos modos de participar en la reproduc-
con la que las juventudes se disputan el por- ción de lo social humano, que les hace ver de
te del poder ideológico, que representa una manera distinta la función política que orde-
posibilidad para quien lo porta, el concepto na lo social. Lo que sueñan que debe ser lo
de lo juvenil se torna pertinente para analizar social tiende a ser distinto a las concepciones
las construcciones de sentido común, que se y a las prácticas adultas. En consonancia, las y
pueden entender con la teoría de las repre- los jóvenes construyen concepciones sociales,
teorías sociales, imaginarios sociales y utopías
sentaciones sociales, y las prácticas que se po-
que prescriben sus prácticas por las que es
nen en escena en la relación entre la condi-
necesario indagar para entender los sentidos
ción juvenil y la condición adulta.
por los que van transitando las sociedades
occidentales y occidentalizadas, que tienden,
Lo juvenil ha sido definido por Duarte como
en la actualidad, a la juvenilización y a la in-
“las diversas producciones culturales y con-
fantilización de la cultura. Es decir, a asumir
traculturales” (2001: 71) que realizan quienes como legítimos los sentidos que producen las
se agrupan desde su condición juvenil. Estas nuevas generaciones, en tanto éstos sean si-
producciones son ampliamente diversas y métricos a lógica mercantil en la que, paulati-
heterogéneas. Además, navegan por los dis- namente, se van sumergiendo.
tintos espacios sociales en que las y los jóve-
nes se despliegan. Agrega Duarte (2001: 71)
que lo juvenil es una producción que se posi- Referencias bibliográficas
ciona de acuerdo con el contexto en que cada
grupo de jóvenes se desenvuelve, intentando Alba, Víctor, 1975, Historia social de la juventud, Bar-
resolver la tensión existencial que les plantea su celona, Plaza & Janés.
sociedad: ser como lo desean o ser como se les
Brito Lemus, Roberto, 1996, “Hacia una sociología
impone en el marco de la condición de sub-
de la juventud. Algunos elementos para la cons-
ordinación que tienen frente a la condición trucción de un nuevo paradigma de la juventud”,
adulta, especialmente cuando gozan de la Jóvenes, México, cuarta época, año 1, núm. 1, jul.-
moratoria en la que el tiempo que se otorgan, sep., pp. 24-33.
y se les otorga, sobre la Tierra, ha de estar
dedicado al aprendizaje —desde la perspec- Duarte Quapper, Klaudio, 2001, “¿Juventud o ju-
ventudes? Acerca de cómo mirar y remirar a las
tiva de la formación— de las maneras como
juventudes de nuestro continente”, en: Solum
se reproduce el ordenamiento social, que es Donas Burack, comp., Adolescencia y juventud en
político, tal y como lo desea y ha estipulado la América Latina, Cartago, Libro Universitario Re-
condición histórica adulta. gional, pp. 57-74.

156 Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011
Nuevas infancias y adolescencias

Guattari, Pierre-Félix, 1980, “Viaje a la adolescen- Margulis, Mario, 2001, “Juventud: una aproxima-
cia”, El Viejo Topo, Madrid, núm. 43, abril, pp. 47-50. ción conceptual”, en: Solum Donas Burack, comp.,
Adolescencia y juventud en América Latina, Cartago,
_, 1994, Revolución molecular, Santiago de Cali, Cen- Libro Universitario Regional, pp. 41-56.
tro Editorial Universidad del Valle. Mørch, Sven, 1996, “Sobre el desarrollo y los pro-
blemas de la juventud”, Jóvenes, México, cuarta
Luhmann, Niklas, 1995, Poder, Barcelona, Anthropos. época, año 1, núm. 1, jul.-sep., pp. 78-106.

Referencia

Villa Sepúlveda, María Eugenia, “Del concepto de juventud al de juven-


tudes y al de lo juvenil”, Revista Educación y Pedagogía, Medellín, Universi-
dad de Antioquia, Facultad de Educación, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto,
2011, pp. 147-157.

Original recibido: agosto 2009


Aceptado: marzo 2010

Se autoriza la reproducción del artículo citando la fuente y los créditos


de los autores.

Revista Educación y Pedagogía, vol. 23, núm. 60, mayo-agosto, 2011 157
23/02/2010}
LOS JÓVENES Y SUS LUCHAS POR EL
RECONOCIMIENTO*

aceptado:
21/01/2010 ·
Youths and their Struggles for Recognition

recibido:
{original
Adrián Restrepo**

El artículo constituye una reflexión sobre la experiencia de ocho grupos juveniles de la ciudad de Medellín. La po-
tencialidad política de estas prácticas juveniles es abordada desde la perspectiva de las luchas por el reconocimien-
to. Las heridas morales causadas por las situaciones de exclusión motivan a tales personas a emprender acciones
para ser reconocidas, en donde los medios de comunicación adquieren un papel preponderante.
Palabras clave: jóvenes, exclusión, luchas, reconocimiento, democracia, medios de comunicación.

O artigo faz uma reflexão sobre a experiência de oito grupos juvenis da cidade de Medellín (Colômbia). Abordam-se,
desde a perspectiva da luta pelo reconhecimento, as potencialidades políticas de tais grupos. O elemento motivador
para os jovens empreender ações a procura do reconhecimento é a ferida moral causada pela exclusão. Nesse
contexto, os meios de comunicação adquirem um papel preponderante.
Palavras chave: jovens, exclusão, lutas, reconhecimento, democracia, meios de comunicação.

This article is a reflection on the experience of eight youth groups in the city of Medellin. The political potential of
these youth practices is approached from the perspective of the struggles for recognition. Moral wounds caused
by the exclusion situations motivate these people to undertake actions to be recognized, where the media take on a
preponderant role.
Key words: youth, exclusion, struggles, recognition, democracy, media.
nomadas@ucentral.edu.co · Págs. 179~193

* Este artículo hace parte de la investigación “Jóvenes, participación política y formación democrática”, estudio financiado por Colcien-
cias y desarrollado por la línea “Acción colectiva, culturas políticas y ciudadanías” del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad
de Antioquia en asocio con el Iesco de la Universidad Central de Bogotá.
** Magíster en Ciencia Política, miembro del grupo de investigación Estudios Políticos y docente del Instituto de Estudios Políticos de
la Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). E-mail: adrian.restrepo@udea.edu.co

{179}
Nómadas 32 | abril de 2010 | universidad central | colombia

La renuncia al mejor de los mundos no es la dicionales de la política no expresa la apoliticidad de los


renuncia a un mundo mejor. jóvenes, sino, por el contrario, una fuerte conciencia de
Edgar Morin lo público que los obliga a “dejar” los espacios formales
de la política porque aparecen a su juicio como envile-

L
a participación política suele asociarse con la cidos y agotados para la toma de decisiones pretendida-
participación de los ciudadanos en los asuntos mente colectivas.
del Estado por medio de los mecanismos for- Para estos jóvenes, la acción política implica, por un
males dispuestos para dicho propósito. Esta asociación, lado, el reconocimiento de problemas comunes, o sea,
tradicional en la ciencia y la teoría política, ha permitido situaciones de exclusión que afectan el estilo de vida
cierto reduccionismo tanto de la idea de la política como que cada joven en particular pretende desplegar y, por
de los medios para realizar ejercicios políticos de partici- el otro, la posibilidad de encontrar soluciones a los pro-
pación. La política, así concebida, termina por reducirse blemas queda sujeta a la conformación de un colectivo
a la acción de las instituciones estales, a los profesionales que, reconociendo la subjetividad de cada uno de sus in-
políticos y al “buen” ciudadano que acude constante- tegrantes, crea las estrategias pertinentes para enfrentar
mente a la legalidad como fuente de derecho. los poderes que configuran la situación de exclusión que
hace que sus planes particulares de vida aparezcan en
Esta forma de percibir la política deja al margen otras
riesgo.
dinámicas sociales que pugnan por constituir una socia-
bilidad política que, si bien por necesidad histórica hace Las distintas formas de acción implementadas por estos
referencia a las instituciones estatales, sin embargo, exal- jóvenes tienen la peculiaridad de afirmar, en medio de
ta al ciudadano comprometido con los asuntos públicos una situación de exclusión1, la constitución de una iden-
como eje articulador de la acción política. En esta direc- tidad personal que para concretarse en una práctica so-
ción, el ciudadano no deviene propiamente después de la cial aceptada requiere también de la conformación de un
constitución del Estado, ni los derechos adquiridos son grupo con el cual reconocerse y, a la vez, emprender una
dádivas otorgadas por el soberano. Por el contrario, la cen- acción colectiva para ensanchar la esfera pública. La lu-
tralidad del ciudadano conduce a comprender al Estado cha de los jóvenes por la inclusión expresa la disputa por
como un resultado posible en la medida en que los ciuda- el reconocimiento en escalas como la familia, la sociedad
danos han participado en la determinación de una forma y el Estado. Estos ámbitos de la vida son considerados
de organización peculiar de la comunidad política. Y dicha por los jóvenes como portadores de prácticas de exclu-
participación activa del ciudadano –las luchas que desata– sión que deben modificarse de manera que los sujetos
obedece a que éste compromete en sus luchas el estilo de jóvenes puedan desplegar sus estilos de vida satisfacto-
vida singular y el de su colectividad con la que comparte riamente.
un mundo en común (Arendt, 1998). En esta perspectiva, la creación de los grupos juveni-
En el caso particular de los jóvenes, éstos, junto con sus les y el empleo de la comunicación y el arte, como una
organizaciones, han sido confinados a la parte “impura” especificidad de la acción realizada por los grupos, ha-
de la política. Las instituciones estatales, en cabeza de cen parte de la disputa por la conformación de una opi-
los adultos, encuentran válida la actividad política de los nión pública subalterna que cuestiona el tratamiento
jóvenes siempre y cuando acudan a los mecanismos esta- ofrecido por la sociedad mayor a los jóvenes, porque tal
blecidos y sigan los parámetros institucionales. Aquellas trato discrimina a esta población en la medida en que la
prácticas juveniles que renuncian a la participación elec- conduce al silencio, a la adopción irreflexiva de un esti-
toral y a la utilización de los procedimientos estatales son lo de vida que contraría las expectativas de realización
vistas por los adultos como apáticas frente a los asuntos personal que cada joven posee, y porque, en general, el
públicos y cargadas de apoliticidad. A contracorriente de modelo socialmente ofertado, con sus contenidos pres-
esta tendencia, existen distintas organizaciones de jóve- criptivos de identidad, resta posibilidades reales para la
nes que con sus experiencias vienen reconfigurando la conformación del reconocimiento de los jóvenes en las
política como acción y discurso. En esta lógica, la ausen- dimensiones de la autonomía, el autorespeto y la auto-
cia de participación de los jóvenes en los escenarios tra- realización.

{180}
adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

Para abordar las luchas de los jóvenes por el recono- sujeto está anudada a la experiencia de un reconocimien-
cimiento, el artículo hace referencia en primer lugar a to intersubjetivo que, según Honneth, pasa por los esta-
los modos de constitución del reconocimiento intersub- dios de la familia, la sociedad y el Estado. A cada uno de
jetivo y su relación con la exclusión. Segundo, en la lí- estos estadios corresponde un modo de reconocimiento
nea del reconocimiento, describe las distintas formas de así: el amor en la familia, el derecho en la sociedad y la
exclusión vividas actualmente por los jóvenes. Tercero, solidaridad en el Estado. Estos estadios tienen como ca-
indica la recurrencia de un pasado en común entre los racterística que, en su orden, contribuyen en mayor gra-
integrantes de los grupos juveniles que les permite deri- do a la autonomía del sujeto2.
var aprendizajes sobre el presente, a la vez que dota a los El reconocimiento acaece en la interacción de la vida
jóvenes de referentes identitarios. Cuarto, el texto pro- diaria de los sujetos, en ésta deviene la formación del su-
pone interpretar las luchas por el reconocimiento de los jeto en la medida en que el otro reconoce las facultades
jóvenes como un esfuerzo por profundizar la democracia y las cualidades de una persona como valiosas. Tal exal-
al promover el pluralismo y la utilización de los medios tación permite a la vez que el sujeto conozca aspectos
de comunicación para difundir, justificar y posicionar las irremplazables de su identidad, al punto de llegar a con-
subjetividades negadas. Por último, el documento pre- traponerse al otro en tanto se confrontan dos identidades
senta una reflexión general a modo de conclusión. singulares.
En este movimiento del reconocimiento están involu-
Reconocimiento y exclusión cradas las etapas de la reconciliación y el conflicto entre
los sujetos. Etapas que, aunque separadas, conforman
La formación de la identidad involucra a la persona en una dinámica de lucha por alcanzarlo, una puja de fuer-
su ser en tanto la enfrenta a la necesidad de responder zas por aceptar o rechazar facultades o cualidades que
por el sentido de su existencia, o sea, confronta la pre- cada sujeto considera en su fuero interno como preten-
gunta “¿quién soy yo?”. El sujeto, para dar respuesta a siones legítimas que reclaman un campo de acción social
este interrogante, necesita superar la situación de objeto efectivo. El establecimiento de la identidad conducente
en que está al llegar al mundo, para lo cual emprende el a la formación de un sujeto autónomo implica una lógi-
proceso de constitución de su identidad. La constitución ca intersubjetiva de afirmaciones y negaciones que con-
en sujeto autónomo requiere que la persona emprenda traen o ensanchan la esfera pública, permitiendo o ne-
la búsqueda de sentido ontológico, recorrido sólo facti- gando la instauración de un determinado estilo de vida
ble en la medida en que participa de relaciones intersub- considerado por cada uno de sus gestores con capacidad
jetivas, en los ámbitos de la familia, la sociedad y el Esta- de constituir pretensiones legítimas.
do, conducentes a la definición de la propia identidad. La lucha por el reconocimiento tiene como componen-
Este proceso dinámico está constituido por la recipro- te motivador aquellas experiencias de construcción de
cidad entre los sujetos que integran a una situación de la identidad del sujeto truncadas u obstaculizadas por el
relación en la cual experimentan un saberse en el otro, otro, y que generan en el sujeto el sentimiento de me-
sin ser necesariamente iguales en términos de los conte- nosprecio. Este sentimiento consiste en una delimitación
nidos de sus pretensiones, aunque sí en el hecho mismo forzada de la individualización y el reconocimiento del
de tener pretensiones consideradas por ellos como legí- ser humano que genera una experiencia de lesión psíqui-
timas. En palabras de Honneth, “sólo cuando cada suje- ca capaz de sacudir la identidad de la persona en su to-
to ha experimentado también del otro que se sabe a sí talidad. El menosprecio va acompañado de sensaciones
mismo en el otro, puede adquirir la confianza de que el afectivas que indican las privaciones de reconocimiento
otro… es para mí. Para designar tal relación de recíproco social como situaciones internas de ánimo que llegan a
conocerse-en-el-otro, Hegel emplea por vez primera el expresarse manifestando el sentimiento de desplome del
concepto de reconocimiento” (Honneth, 1997: 52). propio valor.
La identidad personal de un sujeto está ligada al pre- El sentimiento de menosprecio es una vivencia experi-
supuesto de determinados actos de reconocimiento por mentada por el sujeto en contra de su voluntad, y, como
parte de otros sujetos; la formación de la identidad del vivencia, manifiesta la existencia de situaciones de exclu-

{181}
Nómadas 32 | abril de 2010 | universidad central | colombia

su vivencia y para orientar la acción. En esta perspectiva,


las heridas morales (Uribe, 2000) son más que el mero
registro de experiencias de exclusión en la vida del sujeto
y pasan a convertirse en motivaciones para la acción del
sujeto sentipensante (Morin, 1998).
Las heridas morales causadas por las situaciones de ex-
clusión marcan la historia de vida de cada sujeto excluido
y, a la vez, motivan a tales personas a emprender accio-
nes para ser reconocidas como miembros plenos de una
sociedad de derechos en donde cada sujeto podrá vivir
la autorrealización. Esta afirmación, siguiendo a Honne-
th, implica aceptar que “la pretensión de los individuos
a un reconocimiento intersubjetivo de su identidad es la
que, desde el principio, como tensión moral, se aloja en
la vida social” (1997: 14). Los conflictos sociales, en con-
secuencia, no se libran solamente por recursos económi-
cos o por obtener el poder a secas, sino que tienen tam-
bién reivindicaciones en términos de justicia.
En los conflictos sociales los involucrados ponen en
“juego” sus identidades, lo que son y lo que pretenden
ser. De esta manera, las luchas o conflictos cataloga-
dos como objetivos, racionales y “puros”, tienen a la vez
como corolario una base intersubjetiva en donde la sub-
jetividad, las personas con sentimientos y aspiraciones de
autorrealización personal, entran en pugna por poder ser
a plenitud, por llegar a vivir autónomamente.
Esta caracterización del conflicto como situación que
Grafiti. bogotá | fotografía de mariana guhl compromete al sujeto y su identidad tiene, de acuerdo
con Honneth, asiento en el hecho de que “en la estruc-
tura de las relaciones humanas de interacción, la espera
sión (Cortés, 2002). De acuerdo con Honneth (1997), las normativa de enfrentarse con el reconocimiento de los
situaciones de exclusión tienen lugar en los ámbitos de la otros está construida sobre el presupuesto implícito de
familia, la sociedad y el Estado, los mismos espacios de ser tenido en cuenta en los planes de acción de los de-
relaciones sociales donde también tienen lugar los tres más” (1997: 60). La expectativa social de inclusión de-
modos de reconocimiento señalados anteriormente. A manda la participación activa del sujeto en cuanto ser
cada una de esas formas de reconocimiento correspon- autónomo. De ahí que “ser tenido en cuenta en los pla-
den entonces unos modos de menosprecio o humillación nes de acción de los demás” incluya la participación del
que atentan contra la autonomía, el autorespeto y la au- sujeto en el proceso mismo de toma de decisión para que
torrealización del sujeto. no sea socialmente ignorado.
El sentimiento de menosprecio, no obstante la adjetiva- El proceso dinámico del reconocimiento está aparejado
ción negativa, trasciende a un estado de positividad por- con la exclusión. Las luchas por el reconocimiento co-
que permite al sujeto la formación de la conciencia de bran sentido justamente porque son libradas en situacio-
sí. El ser humano tiene la capacidad de aprender de las nes que atentan contra la dignidad de la persona al ge-
acciones y los hechos que configuran la trama de la vida nerar en ella el sentimiento de menosprecio. Las heridas
–entre éstos las situaciones de exclusión– y deriva de es- morales causadas a la persona por las vivencias de me-
tos acontecimientos el conocimiento para comprender nosprecio actúan como motivaciones para la acción pú-

{182}
adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

cipantes del grupo encuentran como elemento común


los sentimientos generados por las pérdidas en la consti-
tución de un orden que los excluye (Roiz, 1996). El gru-
po, asimismo, es el espacio para la acción política por-
que, por un lado, permite el encuentro entre iguales,
pero estos iguales entienden que, por otro lado, el grupo
es un espacio social limitado y las problemáticas que han
generado su exclusión trascienden ese espacio que, aun-
que importante, no logra reemplazar los otros ámbitos
de la vida del sujeto en los cuales él espera desplegar sus
planes de acción.
Esta necesidad de conformar agrupaciones para poste-
riormente trascender el ámbito grupal en la constitución
del reconocimiento por parte de los excluidos, puede en-
tenderse como la progresión de la identidad (Ricoeur,
2006). Paul Ricoeur mostró como los caminos que dan
cuenta del paso del reconocimiento-identificación al re-
conocimiento mutuo (base de la relación de reciproci-
dad) pasan necesariamente por el reconocimiento de sí,
pues este último permite al individuo apropiar las ca-
pacidades que modulan el poder de obrar, es decir, la
agencia del sujeto. Este proceso conduce a constituir una
figura de la identidad en la mutualidad (grupos). El re-
conocimiento por parte del otro conlleva el dominio de
las propias capacidades, autonomía que para confirmar-
se requiere ponerse en cuestión y, así, simultáneamente
entrar en práctica. Un sujeto en soledad sabe poco de la
autonomía, simplemente está en estado de expectativa
Grafiti. bogotá | fotografía de mariana guhl
social. La autonomía tiene como mayor atractivo ser vivi-
da y ese componente pragmático conecta al sujeto con el
blica de los excluidos en procura de ser reconocidos por Otro y, por tanto, muestra la soledad como fuga para res-
el otro como sujetos autónomos y, por tanto, como por- guardar el ego, circunstancia excepcional que necesaria-
tadores de pretensiones legítimas que reclaman acepta- mente queda constreñida a la situación constante y real
ción social para poder desarrollar fácticamente los planes de un vivir en relación con los otros donde la identidad
de acción que concretan su identidad. La lucha por el del sujeto logra establecerse.
reconocimiento expresa así los esfuerzos de los excluidos En este proceso de progresión de la identidad, si-
por hacer parte de un orden que posibilite la vivencia guiendo a Ricoeur, entra en juego el binomio de la me-
plena de su subjetividad3. moria y de la promesa “en el que la temporalidad del
Según este análisis, la formación de grupos procede de sí se despliega en las dos direcciones del pasado y el
la vivencia de situaciones de exclusión que constituyen futuro, al tiempo que el presente vivido revela su do-
una herida moral, y que son comunicadas entre las per- ble valencia de presencia e iniciativa” (2006: 312). Este
sonas por la imperiosa necesidad de confirmar su exis- hilo de la temporalidad permite abordar el estudio de
tencia y desatar los nudos de los sentimientos que pue- la conformación de la lucha por el reconocimiento que
den ser sobrellevados una vez el dolor adquiere nombre. libran los jóvenes siguiendo el vestigio de la configura-
Estas heridas permiten la identificación entre quienes ción grupal en tres momentos: el recuerdo, el presente
posteriormente conformarán la organización. Los parti- y la promesa.

{183}
Nómadas 32 | abril de 2010 | universidad central | colombia

El recuerdo es entendido como la evocación viva so- tener a los jóvenes como población destacada en las esta-
bre una experiencia pasada y de carácter personal que dísticas de muertes violentas.
deja heridas morales en la vida singular y que motiva la La máxima expresión del menosprecio hacia el sujeto
constitución de los respectivos colectivos juveniles; el adquiere forma en la escena de la sangre derramada. Tan
presente, como las vivencias actuales de los jóvenes que elocuentes han sido las cifras de muertes violentas en
anudadas al recuerdo permiten el surgimiento de la or- Colombia y, especialmente en Medellín, que resulta aquí
ganización como tal; y la promesa, como la perspectiva inoficioso acudir al dato; la conocida frase “los jóvenes
de futuro que los grupos figuran a partir de un presen- como víctimas y victimarios” condensa la estela de muer-
te vivido en perspectiva histórica (en cuanto la memo- te violenta que recorre la historia de esta ciudad durante
ria de sus integrantes) donde cifran, particularmente, los últimos veinte años. Relato vivo en las palabras de los
el propósito de resarcimiento de las heridas morales. jóvenes que participaron en la investigación cuando afir-
Los participantes de los grupos miran hacia el futuro y man que: “Los barrios están fragmentados mediante las
comprometen su vida personal en un acto de pertenen- fronteras establecidas por los grupos armados que impi-
cia a un colectivo. La organización aparece como la for- den la movilidad de los jóvenes”6.
ma de poder para concretar el futuro tanto por lo que
Llama la atención que sean los jóvenes, cotidianamen-
pretende hacer (objetivos) como por la manera real en
te representados como potencial de vida, quienes para-
que lo hace.
dójicamente encabecen las cifras de muertes violentas.
La progresión de la identidad llega así a la acción po- Los jóvenes muertos junto con las demás víctimas del
lítica propiamente dicha cuando el presente y el futu- conflicto político y criminal de la ciudad pasan a formar
ro como posibilidad de realización están más allá del es- parte de la memoria de una sociedad que menosprecia
pacio de poder grupal y el grupo no encuentra ya en el a un sector de su población (Foucault, 2007) y, en esta
afuera un límite sino un reto para lograr la transforma- circunstancia, los jóvenes son en cierta forma el medio
ción social. más apto7 para, llegado el caso, resolver los conflictos de
forma violenta. La violencia, vista así, aparece como el
El presente: la vida de los jóvenes punto máximo de expresión del menosprecio, el culmen
desperdiciada de situaciones de exclusión que lentamente configuran la
dramática trama con el conocido desenlace. La manera
El lugar público que han logrado los ocho grupos de la en que la muerte llega suele ser la culminación de una
presente investigación4 al posicionar básicamente los manera de vivir. La exclusión última de los jóvenes está
discursos ambientalistas, de género, el vegetarianismo, el precedida por una cadena de exclusiones en la cual la
antimilitarismo y el anarquismo, los ha hecho parte acti- muerte violenta es el cénit.
va de la discusión política en los distintos ámbitos donde Los jóvenes que participaron en la investigación com-
tiene lugar la constitución del reconocimiento5. El papel partieron sus experiencias de exclusión y las de sus co-
que desempeñan estas organizaciones en la profundiza- munidades. Expresaron sus sentimientos de menospre-
ción de la democracia radica en la implícita promesa de cio y pintaron los contornos de las heridas morales que
llevarla al plano de un estilo de vida: vivir la democracia. hacen parte de su identidad. La exclusión experimentada
Sin embargo, este entusiasta relato contiene a la vez un por los jóvenes transcurre en los ámbitos de la familia, la
presente problemático, acompañado por el signo de la sociedad y el Estado. Y aunque en cada uno de estos ám-
exclusión y por el recuerdo de los perdedores. bitos la exclusión tiene formas peculiares de presentarse,
El punto de partida para analizar la progresión de la la violencia física tiene el protagonismo en estas tres es-
identidad por medio de la lucha por el reconocimiento calas de relaciones sociales.
que emprenden los jóvenes es el presente, un hoy en el En el trabajo con los grupos de jóvenes, al indagar por
cual estos jóvenes están organizados y continúan vivien- sus entornos, nombraron inmediatamente la violencia,
do en los sitios donde la exclusión toma rostro pero don- especialmente la producida por sectores de la sociedad
de simultáneamente ellos emprenden las contiendas por y el Estado. Esta violencia compromete a estos dos úl-
la inclusión. Un presente que, por ejemplo, persiste en timos actores, y provoca un acto de cancelación de la

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adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

autonomía del sujeto. Asimismo, la violencia física tam- fuerte motivo para el despliegue de la violencia física.
bién irrumpe en las casas de los jóvenes, bien porque los En palabras de los participantes en la investigación: “Los
muertos son familiares o seres queridos, o bien porque jóvenes son excluidos no sólo de la participación en el
entre los miembros de la familia la violencia ocupa un barrio, sino también en la ciudad, de alguna manera los
lugar privilegiado para imponer una mirada unívoca del jóvenes responden mediante la violencia a la violencia
mundo. En esta dirección, las mujeres jóvenes narraron generada por la falta de vivienda, educación y empleo”10.
las prácticas machistas ejercidas en sus barrios, las cua- Para estos jóvenes, el Estado tiene presencia en sus vi-
les, según ellas, conducen “a la victimización de las muje- das desde la perspectiva militar, pero es el gran ausente
res al padecer la violencia por parte de los hombre den- cuando se trata de garantizar el acceso a bienes y servi-
tro de sus hogares y la violencia de los actores armados, cios referidos a la calidad de vida.
específicamente las violaciones”8. La exclusión social y económica que viven estos jóve-
Los jóvenes también narraron otras formas de exclu- nes es interpretada por ellos más allá del conocido re-
sión que han vivido. Relacionada con el ámbito social se lato de que ambas son el resultado de “falta de esfuer-
destaca la estigmatización que recae sobre los jóvenes zo personal”, por el contrario, estos jóvenes consideran
porque desarrollan actividades entre pares que ponen en que el propio esfuerzo es inoficioso ante el cierre siste-
cuestión la autoridad del mundo adulto. De esta manera mático de oportunidades de acceso al bienestar, situa-
lo expresa una joven del grupo Crisálida: ción de la cual el Estado es responsable. La pobreza,
dentro de esta lógica, constituye, al decir de Bauman
La estigmatización ha sido exacerbada tras la llegada de
(2005), el vertedero de vidas desperdiciadas: allí paula-
un cura, quien al no contar con el apoyo del Centro de
Promoción Juvenil para realizar sus actividades, ponía tinamente llegan los residuos de la modernidad econo-
a la comunidad en contra de nosotros diciéndoles: “Us- micista, es decir, las personas que naufragaron en el in-
tedes ¿qué creen que hacen ellos por allá? quemando tento de inserción en la lógica competitiva del mercado
gatos a media noche; y los pelaos en zancos ¿a ustedes respaldada por un Estado reducido a garante del cum-
les parece mucha cultura unos muchachos montados en plimiento de contratos entre productores y consumido-
unos palos con unas tiras amarradas?”. Porque además
res. La pobreza, en esta perspectiva, es más que la falta
los amarres de los zancos eran los pasacalles de los
políticos, entonces íbamos y los bajábamos y con eso
de ingresos y constituye la expresión de la degradación
hacíamos los amarres de los zancos. Entonces, eso era y gradual eliminación de la vida. El empobrecimiento
satánico, eso era pornográfico9. deviene así en la imposibilidad del sujeto para lograr la
autorrealización.
Poner etiquetas (Cohen, 1998) como “satánicos” es una
forma utilizada por distintos sectores sociales para generar Y, en el ámbito familiar, la exclusión tiene asiento en la
control. Estas prácticas están basadas en la afectación de actitud de los adultos, especialmente los padres, al me-
la autoestima de la persona a partir de imponer una san- nospreciar los estilos de vida que los jóvenes empiezan
ción social que designa de manera peyorativa a una perso- a configurar. Esta actitud genera dos tipos de relaciones
na o a un grupo. El trato peyorativo, en términos de prác- entre padres e hijos que, eventualmente, pueden llegar
tica de exclusión, lesiona el autorespeto del sujeto al sufrir a conectarse. En la primera situación, los adultos mani-
el desprecio público a partir de un aspecto constitutivo de fiestan el menosprecio por las prácticas de los jóvenes al
su identidad juvenil que este considera valioso. La etique- considerarlas como “locuras” o “cosas que se quitan con
ta, en este caso, busca descalificar a los jóvenes al punto el paso de los años”, y, por tanto, sin trascendencia, de
de la burla y a la vez pretende validar otras prácticas (las manera que permiten a los hijos continuar con sus op-
orientadas por la Iglesia y los vecinos, por ejemplo) consi- ciones de vida, porque al fin y al cabo “eso” terminará
deradas por sus propios líderes como las correctas. cuando los chicos sean adultos.
En cuanto al ámbito estatal, los jóvenes señalaron como La segunda situación consiste en que los padres ni si-
prácticas excluyentes aquellas que afectan su calidad de quiera toleran esas “rebeldías de juventud”, estos padres
vida, básicamente la pobreza y con ésta las distintas ma- consideran la etapa juvenil como un momento determi-
neras en que la vida termina reducida a la sobrevivencia. nante de la vida que debe tomarse seriamente sin perder
Situación extrema que los jóvenes interpretan como un tiempo ni extraviar el camino. Los padres, en aras de que

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Grafiti. bogotá | fotografía de mariana guhl

los hijos sigan el camino correcto, intervienen drástica- diciendo y en lo que está pensando”. Y, por ejemplo, a
mente en la vida de estos últimos, prohibiéndoles formas mí me ponían estampitas de la Virgen María y de San
de ser, hacer, estar y tener que rompen con los cánones Ignacio de Loyola debajo de la almohada, me echaban
agua bendita, y yo lloraba, pero inconsolable porque yo
considerados correctos por los adultos. Sobre esta situa-
no me iba salvar11.
ción es ilustrativa la siguiente narración de una mujer
vinculada con un grupo juvenil que trabaja la perspectiva Las formas de exclusión que viven los jóvenes son ac-
de género: tualmente inseparables de las propias vidas de esta ju-
ventud que aprende de sus heridas morales, de las que
[…] además todo lo que implicaba tener que enfren- recuerdan que está quedando fuera del circuito natural
tarse a las madres, por ejemplo, mi mamá que era una
de la vida. Y aprenden que el reconocimiento parte de
mamá católica y apostólica creía que yo era satánica.
su ser singular proyectado hacia el otro, un otro que en
Ella me decía: “Usted es muy rara, usted se viste muy
raro, usted habla muy raro, usted está loca ¿cómo me la situación de exclusión está referido a aquel que pueda
va a decir a mí que usted no se quiere casar y que la mirar a los ojos, a otro excluido, alguien con quien com-
mantengan? Usted está muy equivocada en lo que está partir una historia en común.

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adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

El recuerdo: el poder de las ausencias venes, pero el temor no los ha paralizado, por el contrario,
han vertido el sentimiento de las pérdidas en una acción
Los excluidos gestan entre ellos la fuerza para emprender que, sin dejar de sopesar los riesgos, contrarresta la vio-
las luchas por el reconocimiento. Del vínculo personal y lencia como propuesta para configurar un estilo de vida en
grupal toma aliento el proceso conflictivo de la inclusión sus respectivas localidades. En la memoria de estos jóve-
emprendido por los jóvenes para vivir una vida digna. El nes permanecen las heridas morales que motivan al resar-
presente es una realidad compartida para estos jóvenes, cimiento, a la realización de esfuerzos para que la historia
porque encuentran también un relato similar de vida que no vuelva a repetirse, para que los jóvenes no continúen
les permite reconocerse, saberse en el otro en la experien- siendo las víctimas ni los protagonistas de la violencia.
cia de la exclusión, certeza que reposa en la memoria de Estas experiencias de exclusión han motivado la apari-
cada sujeto, donde se ha registrado consciente e incons- ción de organizaciones juveniles, por ejemplo, un chico
cientemente la experiencia personal vivida, narración que expresó sobre los estímulos para ser punkero:
convoca identidades y motiva a la acción. El surgimiento
del grupo en sí muestra el poder de la ausencia en la vida En términos del ambiente cultural, la música producida
de quienes organizan los grupos juveniles. no daba cuenta de esa otra realidad de la ciudad. No ha-
bía un género musical que representara las vivencias de
La génesis de los grupos juveniles pasa por las histo- los jóvenes en esa situación; fue el punk quien capitalizó
rias de vida de cada uno de sus participantes. Vivencias esa insatisfacción, pues los jóvenes éramos las flores en
marcadas por las pérdidas que genera la disputa por el los tarros de basura, ese sentimiento queda capturado
poder, relatos que toman cuerpo y sentimiento en las vi- en el frenesí del ritmo punk y en la dureza y franqueza
de las letras de las canciones13.
das de estos chicos/as que sienten la vida arrebatada, lo
que contraría la posibilidad de la autonomía. Cada par- En Medellín, el punk marcó la entrada de la voz de los
ticipante de estos grupos lleva la impronta de una heri- jóvenes de los sectores populares en la urbe, con este rit-
da moral, la irremediable certeza de una pérdida, senti- mo empiezan a hacerse sentir, pero es ante todo una en-
miento hecho recuerdo al enfrentar el paso del tiempo, trada en el espacio público por los caminos de las alcan-
que llega a pervivir en el sujeto. tarillas. Todos los adjetivos peyorativos que caben al punk
Sobre el recuerdo, los jóvenes en esta investigación ex- por parte de la sociedad mayor fueron recibidos por los
presaron que todas las experiencias surgen en contextos seguidores de este género con satisfacción, la ofensa fue
de violencia, en los que sus integrantes como sujetos de interpretada como reconocimiento, la incomodidad que
vivencias singulares se hacen preguntas, plantean incon- el punk y el punkero generaron a los habitantes corrientes
formidades y alternativas frente al orden establecido. Uno de la ciudad sirvieron paradójicamente de aspecto iden-
de los jóvenes cuenta que: “He visto caer tanta gente en el titario para un colectivo que incursionaba en la cotidia-
barrio, tantos jóvenes, que a mí me ha tocado ver amigos nidad, a la vez que reafirmaba la existencia particular de
que han muerto sin cumplir los dieciocho años, sin tener cada uno de los punkeros que habitaba la ciudad.
una cédula, me ha tocado mucho, hemos visto caer mucha Con similar tono los jóvenes del hip-hop entraron en el
gente”12. Las múltiples violencias y los sentimientos expe- espacio público de la ciudad y a diferencia de los anterio-
rimentados por cada uno de los miembros de los grupos res, su inclinación por las marcas de ropa y otros consu-
en esas situaciones de exclusión, hacen parte de la vida de mos (influenciados por Estados Unidos) logró disminuir
los jóvenes, la violencia ha dejado una impronta, ha mar- el sentimiento de rechazo de sectores sociales que difí-
cado la memoria de los jóvenes (Riaño, 2006) y, con esta cilmente aceptaban a unos jóvenes que se apartaban de
última, ha creado pautas de obediencia y, a la vez, ha inci- la tradición del “vestir paisa”. Tanto el punk como el hip-
tado a la formación de las organizaciones de los jóvenes. hop nacen en la marginalidad y crecen bajo las sombras,
El dolor por la pérdida de los amigos y conocidos duran- al punto de correr el riesgo de ser un mero gueto. La
te la época de la lucha contra el narcotráfico liderado por conformación de una identidad propia (individual y co-
el cartel de Medellín, luego las incursiones paramilitares lectiva) está cobijada por el señalamiento (el estigma) y,
y la instauración de un orden, aún hoy en disputa por ac- en algunos casos, la persecución por manifestarse abier-
tores armados, ha ocasionado miedo y angustia en los jó- tamente diferentes.

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Por su parte, los jóvenes vinculados con otras expe- El pasado en común y unas condiciones actuales de ex-
riencias incluidas en la investigación, aunque antepo- clusión aportan elementos de identificación entre estos
nen como motivos fundacionales de la respectiva orga- jóvenes. Este reconocerse en el dolor de las pérdidas y
nización aspectos “objetivos” referidos a la violencia y las ausencias confluye en el reconocimiento subjetivo e
a las distintas exclusiones vividas en la ciudad, lo cier- intersubjetivo y anima a los jóvenes para conformar una
to es que al adentrarse en la conversación, reconocen organización que en términos políticos pretende incidir
que como parte de un sector excluido, experimentaron en la situación asimétrica que vive cada uno de sus par-
situaciones personales de infrarreconocimiento, y que ticipantes. En efecto, los jóvenes entrevistados señalan
tal sentimiento jugó un papel importante a la hora de que “entre el común del colectivo decimos que ahí es-
embarcarse en la conformación de su grupo. De ahí, tamos como los raros de esta ciudad. Son jóvenes muy
por ejemplo, que todos los colectivos expresen que el particulares en el sentido de sus búsquedas, son jóvenes
primer escenario de conflicto en la conformación de que en cierta forma han llegado a criticar como que este
la propia identidad haya sido (y siga siendo) la familia, modelo, este sistema, su forma de vida, criticar a esta
cada uno de los jóvenes empezó no sólo a tocar temas ciudad”14.
vetados en casa, sino porque sus decisiones se traduje- Estos grupos, de manera general, aportan a la pro-
ron en maneras de vestir, en posturas y valoraciones, fundización de la democracia porque, por un lado, sus
que pronto entrarían en contradicción con los padres estilos de vida y las demandas de inclusión que repre-
y hermanos. Y si bien confrontar las sanciones sociales sentan contribuyen a promover y a consolidar el plura-
impuestas por los escenarios locales hace parte de la lismo como valor democrático. Y, por otro, en conso-
constitución de la identidad personal y grupal, será la nancia con este propósito, los grupos juveniles recrean
vivencia de esas sanciones en la familia el punto crucial los medios de comunicación y sus contenidos para al-
para avanzar o no en la elección del tipo de identidad canzar así el estatus de sujetos políticos e incidir en la
personal y organizativa, pues una vez sorteados los in- esfera pública.
convenientes con las personas más cercanas a los afec-
tos, el carácter del joven se fortalece para enfrentar es- Hacia una sociedad pluralista
cenarios lejanos en relación con la vida íntima.
En el grupo y con la capacidad de cada sujeto en singu-
La conformación del grupo, en primera instancia, apa-
lar para realizar una acción con perspectiva histórica,
recerá como el espacio para estar fuera de casa, la ma-
empieza a generarse el poder de la organización juve-
nera de tomar distancia de una familia de la cual no
nil. En estas formas organizativas, la promesa de acción
es posible aún desligarse económicamente pero con la
política anuncia que no existe un adentro y un afuera,
cual los jóvenes tienen serias diferencias. Éstos, fuera
que la vida del sujeto y la vida pública son inseparables.
de hallarse incómodos en sus familias, viven también
Nombrar lo personal como político (Vélez, 2008) obliga
situaciones de exclusión en otros ámbitos donde el re-
a pensar, por ejemplo, en los controles de la vida diaria
conocimiento adquiere mayor autonomía. El grupo, en
como parte del acto mismo de autonomía del sujeto,
estas circunstancias, aparece como el espacio de reco-
afectada a su vez por decisiones estatales que afirman
nocimiento que, a contracara, evoca las exclusiones que
respetar la llamada esfera privada de la vida pero sobre
estos jóvenes viven y han vivido, esas vivencias constitu-
la cual el Estado legisla en relación con los contenidos y
yen una parte vital de su memoria personal y colectiva.
los estilos de vida admitidos y rechazados. La vida per-
El recuerdo que aviva el presente anuda los contenidos
sonal vinculada con lo político se manifiesta en los obje-
del futuro.
tivos de los grupos, así lo plantean los chicos: “Nosotros
tenemos un propósito básicamente comunitario, o sea,
La promesa: la profundización de la de proyecto personal, del proyecto de vida y el proyecto
democracia de vida común ¿cierto? Y ya desde ahí se nos ensamblan
todos los otros propósitos”15.
El presente y el pasado entrelazan la trama del futuro, La propuesta de estos grupos, entonces, deriva en la
dan lugar a una promesa para poder vivir y vivir bien. conformación de un estilo de vida (Feixa, 1999) que re-

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adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

clama vivir a plenitud la constitución de la autonomía,


el autorespeto y la autorealización, búsquedas que com-
prometen la identidad del sujeto joven en la profundi-
zación de la democracia en cuanto a los valores que in-
tenta instaurar. Por ello, el grupo es para estos jóvenes
“un espacio de acercamiento hacia la política, hacia la
interpretación de sociedades diferentes, de perspectivas
diferentes, hacia otras formas de comprender la vida, de
tomar la vida y también como un compromiso frente a la
sociedad, y frente a ellos mismos”16.
Para poder cumplir con la promesa, cada una de las
partes se compromete a realizar una acción colectiva con
sentido específico, la cual hace parte de la incursión de
un actor social que irrumpe en la vida pública. Los gru-
pos de los jóvenes, una vez conformados, son organiza-
ciones que desarrollan actividades con sentido, es decir,
implementan acciones políticas porque pretenden inci-
dir en la formación del orden social.
Los objetivos de las organizaciones juveniles indican
que para todas ellas es importante construir una socie-
dad incluyente, donde los sueños de los jóvenes tengan
cabida. En la conformación de una sociedad así, estos
grupos de jóvenes caracterizan sus propuestas con to-
dos aquellos rasgos propios de la democracia17 en cuan-
to procedimiento para la toma de decisiones, pero tam-
bién como proyecto social sustancial (Bobbio, 2003). En
esta perspectiva, el grupo OtraEZcuela creó la campaña
“Política para Inconformes”, para promover la idea de Grafiti. bogotá | fotografía archivo editorial maremágnum
que “la política no se reduce a los círculos cerrados del
poder, de la demagogia barata y la farándula encorbata- afrontar las luchas por el reconocimiento privilegia los
da, proponiendo recuperar la política para ellos, para el procesos educativos como esenciales para ir avanzando
ciudadano del común y cambiarle el olor, el color y el en la consolidación de la utopía social. Las propuestas
sabor a esa palabra que les huele a corrupción, mentira educativas desarrolladas por los jóvenes apuntan a lo-
y elitismo”18. grar la transformación de las personas sin violentar su
Los valores democráticos que comportan estas pro- subjetividad, buscan que cada individuo tome una de-
puestas conducen a relievar la preponderancia del re- cisión sobre cómo vivir, y para que dicha elección sea
conocimiento del Otro, de proteger la diferencia que un cambio profundo de las personas es necesario que la
expresa cada forma de vida particular y la riqueza que decisión provenga del convencimiento propio, por esto
subyace en la pluralidad (Arendt, 1998). Uno de los ele- una consigna que los grupos comparten dice: “Nadie
mentos que permiten realizar esta afirmación consiste cambia a nadie”.
en el rechazo que estos grupos hacen de toda forma de Esta convicción sobre el proceso de transformación
violencia, para ellos la violencia es la negación del re- que adelantan los grupos también provee la paciencia
conocimiento, del derecho a tener derechos que cabe para no perder el norte del trabajo, en palabras de un jo-
a todo ser humano. Para estos jóvenes los derechos son ven: “Sabemos que estamos nadando contra la corriente
objeto de disputa política pero sin necesidad de recurrir y no esperamos masas”19. La lentitud de la transforma-
a la violencia. La manera de preparar a los jóvenes para ción radica en las dificultades propias del medio social y

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en el lento proceso de transformación personal de cada (Vallespín, 2003). Si bien los medios de comunicación no
individuo. El reconocimiento, en este caso, incluye acep- determinan las subjetividades, está fuera de toda duda
tar que el Otro, el diferente, elige, toma decisiones, y ello que sin ellos la subjetividad actual carecería de una vital
demanda tiempo, pues no se trata únicamente de modifi- impronta.
car el decir sino también el obrar. Los medios sirven para que la sociedad establezca un
Para cumplir con la promesa a partir del presente, los intercambio de símbolos y principios de realidad con
jóvenes incluidos en la investigación, por lo general, re- los cuales coordinar acciones, por supuesto, esta co-
saltan que las vías de reconocimiento de los integrantes ordinación también funciona para el sometimiento de
de los colectivos transitan por modalidades que vinculan otros sectores de la sociedad. La conformación del or-
al sujeto con el grupo pero necesariamente trascienden den social, su mantenimiento y reproducción en la épo-
el mismo grupo como espacio de reconocimiento. Estas ca de las sociedades de masas ha puesto en su centro a
experiencias de organización juvenil proyectan su acción los medios de comunicación y su desarrollo tecnológi-
más allá del ámbito grupal, para ellos los proyectos de co. Los medios muestran un espejo y el reflejo deja lu-
realización personal pueden efectuarse siempre y cuan- ces y sombras: son tanto lo que dicen como aquello que
do se creen las condiciones para acceder a los bienes y callan. En el lado del silencio están los jóvenes con sus
servicios implícitos y explícitos demandados en los con- visiones políticas del mundo.
tenidos de sus propuestas y que comprometen a la socie-
Las percepciones y juicios que las personas elaboran
dad y al Estado.
de los asuntos públicos están influenciados por la infor-
Para lograr mayor impacto pero a la vez aprender y for- mación con la que cuentan y por las orientaciones de
talecerse internamente, acuden a la conformación de re- sentido que tal oferta establece y que conduce a ejercer
des, alianzas y a la cooperación con distintas organizacio- o no ciertas prácticas de relación social. La influencia
nes. Al respecto, un joven afirma: de los medios de comunicación masivos sobre la vida de
las personas y la tendencia a la monopolización, produ-
En Otraezcuela hemos planteado como una de las
ce el gran riesgo de la uniformidad de la información,
necesidades fundamentales para la consolidación de
nuestro proyecto la articulación con las diferentes
la presentación parcializada de los distintos hechos so-
expresiones e iniciativas juveniles de resistencia, tanto ciales vistos únicamente desde un solo lugar, en muchos
a nivel local como nacional. De esta manera hemos tra- casos del lado de quienes ocupan puestos de poder, si-
tado de generar canales de comunicación permanente tuación que limita de manera preocupante la posibili-
con organizaciones juveniles20. dad de formar una opinión pública plural y democrática
(Van Dijk, 1999).
La conformación de redes de trabajo, la realización
de eventos conjuntos, entre otras acciones de coope- En los medios de comunicación los jóvenes aparecen,
ración, les permiten fortalecer la confianza dentro del por lo general, contribuyendo a reafirmar la auto conser-
grupo y generar aprendizajes y, simultáneamente, ha- vación de la sociedad sin ponerla en cuestión; sin aten-
cia afuera, abre los caminos para el reconocimiento de der los reclamos que otros sectores realizan, y que au-
estas experiencias ante públicos más amplios y contra- tores como Ulrich Beck llaman la autoconciencia de la
dictorios que permiten cualificar políticamente a cada humanidad, su pensamiento crítico (Beck, 1998). Los
uno de los miembros de los grupos, como a las colec- medios de comunicación son declarados “democráticos”,
tividades en sí. así el acceso al medio esté en manos privadas, de esta
forma, promueven valores, crean y refuerzan sentimien-
Los medios de comunicación como espacio de tos y percepciones de realidad y, por supuesto, sirven a
disputa del reconocimiento
quienes los poseen. Los jóvenes de la investigación indi-
Los medios de comunicación permiten a las instituciones caron que “los medios de comunicación sirven para mu-
establecer relación con un importante número de perso- chas cosas, en la política uno ve como los medios están
nas globalmente, reflejan la sociedad pero tomada desde al servicio de los intereses de los partidos, a favor de los
un punto de vista, el que media entre los dueños de los que tienen el poder y que terminan beneficiando a unos
medios y los poderes que pueden de ellos beneficiarse pocos, casi siempre ellos mismos”21.

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adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

Asimismo, los jóvenes son un público selecto para los gación señalaron que “lo virtual es un medio importante
medios de comunicación: los estudios publicitarios, por para lograr mejor comunicación entre los miembros de
lo general, están dirigidos a esta población. Quizá la no- los grupos y dinamizar el trabajo, para poner a circular
ción de futuro atada a la figura del joven conduce a que nuestras propuestas en la sociedad, pero hay que tener
las instituciones y las empresas dediquen esfuerzos por cuidado porque lo virtual puede causar la impersonali-
conocer su vida, para luego traducir sus expectativas en dad del individuo”22.
productos y en órdenes. La idea de que los jóvenes es- Al utilizar los medios de comunicación, asumen una po-
tán en etapa de conformación de la identidad refuerza la sición activa, emiten un mensaje que ellos mismos pro-
oferta de subjetividades (modos de ser) que los medios ducen con sus acciones y estilos de vida. Esta práctica
de comunicación promueven con referencia a paráme- contribuye a reforzar el principio liberal del derecho a la
tros establecidos por la sociedad hegemónica, de manera información, pero va más allá, porque el protagonismo
que ésta pueda autorreproducirse; en esta época, dicha de los jóvenes como productores de la noticia y los con-
socialización está bajo el signo fundamental del mercado tenidos propios de lo que informan redunda en el debate
y la publicidad, de esta forma, como dice Rosana Regui- y los procedimientos democráticos para mediar los con-
llo, los circuitos comerciales influyen en las identidades flictos. Un análisis de contenido de los mensajes emitidos
de los jóvenes (Reguillo, 2000). por los jóvenes muestra con claridad, por ejemplo, que
Los medios de comunicación actuales, atrapados por la la violencia es vista como el fracaso de la democracia, y
lógica del mercado, difícilmente contribuyen a la forma- que sólo a través del diálogo es posible tener un víncu-
ción de espacios para el diálogo entre los diferentes sec- lo social, en sus propias palabras: “Lo dialógico apunta a
tores de la sociedad. Podría decirse, como plantea Victo- no reproducir lo mismo. Lo dialógico permite conocer al
ria Camps, que no reflejan la opinión de los ciudadanos, otro y pensar por sí mismo”23.
más bien la construyen (Camps, 1999). De tal suerte que El interés de los grupos juveniles por construir sus
el ciudadano es un consumidor más de un producto lla- propios medios de comunicación posibilita fortalecer
mado noticia, él no la produce, sólo la consume. el debate público, a la vez que incide en la formación
Desde la situación de los jóvenes de esta investigación, de una opinión democrática. Los discursos de los jó-
los actuales medios de comunicación, dicen ellos, están venes, contrarios a los intereses de grupos de poder,
al servicio de intereses que generan una sociedad de han tenido que apropiarse de alternativas comunicati-
múltiples exclusiones que ellos viven en su vida diaria y vas para así transmitir sus puntos de vista, por ello la
afectan sus estilos de vida. Para estos jóvenes los medios creación y la utilización de periódicos, páginas elec-
permiten la difusión de información construida desde un trónicas, obras de teatro, la creación de canciones, en-
sólo punto de vista. En este sentido, el problema más tre otros recursos utilizados cotidianamente por estas
que el medio mismo es su orientación. organizaciones.
Por el valor que tienen los medios de comunicación, Con sus medios de comunicación, proponen otras for-
tanto por lo que representan como por lo que efectiva- mas de explicar los sucesos de interés para la sociedad;
mente permiten, han alcanzado un lugar preponderante desde la marginalidad estos actores contribuyen a formar
en las organizaciones juveniles, pues les permite su in- una opinión pública que difiere de la mayoría, constitu-
cursión en el debate público, significa poner su voz en yen un punto de opinión diferente, alimentan el debate
escena e interpelar a quien por tanto tiempo ha enviado al confrontar posiciones y maneras de presentar los su-
a los jóvenes al lugar del receptor. Los jóvenes buscan cesos por parte de los medios de comunicación tradicio-
formar opinión pública, por eso incursionan en el debate nales. Los jóvenes participantes de esta investigación, a
a partir de la constitución de una posición política arrai- partir de la reflexión sobre sus experiencias personales,
gada en la subjetividad y garantizada en la organización el ejercicio dialógico en la constitución de una identidad
juvenil que pretende crear las condiciones para que esos colectiva y el relacionamiento con distintos actores de
particulares estilos de vida cuenten con los requerimien- la sociedad y el mundo (la globalización), rechazan mu-
tos necesarios para su realización en los ámbitos de la so- chos de los criterios creados por la sociedad hegemónica
ciedad y el Estado. Los jóvenes vinculados con la investi- e impulsados por los medios de comunicación masivos,

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Nómadas 32 | abril de 2010 | universidad central | colombia

porque en general consideran que los menosprecian, los de vida signada por heridas morales, recuerdos vivos que
conducen a la ignorancia social. contribuyen a entender la situación de exclusión actual
Estos jóvenes tienen unas lógicas de relación social di- que viven los jóvenes.
ferentes de los marcos tradicionales y a través de los me- La evocación del pasado para profundizar en la com-
dios de comunicación alternativos, creados y utilizados prensión de los problemas del presente incentiva a la
por ellos, transmiten su percepción diferente del mundo. acción política de los jóvenes. La organización juvenil,
En esa medida, los medios de comunicación representan en este sentido, es una expresión diciente del poder de
para estos jóvenes la posibilidad de difundir las propues- la ausencia, pero también obra como compromiso para
tas que hacen parte de sus identidades, a la vez que el instaurar un cambio en el cual las heridas morales pue-
hecho de la difusión entra a reforzar la lucha misma por dan ser resarcidas al menos con la promesa de construir
ser reconocidos en ámbitos más allá del grupo. un nuevo orden social donde se garanticen las condicio-
nes de no repetición de las situaciones de exclusión.
Reflexión final Las luchas por el reconocimiento de los jóvenes reco-
rren un proceso progresivo de conformación de la iden-
Los resultados del análisis de las experiencias juveniles tidad que, sin perder su carácter dinámico, les lleva a
que participaron en esta investigación permiten aseverar interactuar con distintos actores sociales y políticos a los
que los jóvenes mantienen el interés por los asuntos polí- cuales exigen inclusión. Su capacidad de influencia en
ticos. Estas experiencias han asumido la cuestión política los entramados sociales está acompañada por la creación
como un proceso conflictivo en el cual está en juego el y la utilización de medios de comunicación a través de
orden social. En esa situación, las disputas políticas son los cuales estos actores disputan el reconocimiento de
más que debates entre entes abstractos, las decisiones subjetividades y los idearios sociales que presuntamente
derivadas de las instituciones comprometen la vida de las permitirían su realización.
personas en particular, en este caso la vida de cada uno
En el proceso de confrontación de los jóvenes con la fa-
de los jóvenes singularmente.
milia, la sociedad y el Estado, surge lentamente el sujeto
Para estos jóvenes, la ilegitimidad del orden actual radi- en propiedad en la medida en que el orden social resul-
ca en la exclusión de identidades y vidas que pugnan por tante cristalice la autonomía, el autorespeto y la autorea-
ser plenamente. La exclusión deja de ser así un conflicto lización de los jóvenes. Tal posibilidad, como la dinámica
generado sólo por la disputa entre objetos y posiciones misma del reconocimiento advierte, está supeditada al
de poder y pasa a representar ante todo una lucha por el campo de fuerzas históricas en el cual los involucrados
reconocimiento. Entre las motivaciones que encuentran despliegan sus iniciativas y en donde persisten en la con-
para emprender tal confrontación aparece la experiencia formación de la propia subjetividad.


NOTAS

1 En el presente artículo, la perspectiva de análisis centra la 3 Sobre los límites del concepto de reconocimiento y los mar-
atención en aquellos jóvenes que en contextos de exclusión, cos de acción legítima del sujeto, véase Francisco Cortés Ro-
buscan reconocimiento, sin reducir con ello la dinámica del das (2005).
reconocimiento a la existencia de contextos de este tipo. 4 En consonancia con el enfoque teórico de este estudio, la
2 Esta concepción controvierte la idea liberal de las democra- investigación adoptó el método de la reflexividad, el cual, en
cias modernas de un individuo autónomo en términos autár- general, posibilita la construcción de conocimiento desde la
quicos y señala, por el contrario, que la autonomía de existir dinámica intersubjetiva.
incluye reconocer los límites del sujeto en cuanto singular. 5 Estos son los grupos que participaron de la investigación y los
Véase. Javier Roiz (1996).
asuntos que intentan posicionar: Crisálidas (feminismo y géne-

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adrián restrepo | los jóvenes y sus luchas por el reconocimiento

ro), Arte Ambigua (ecologismo), Red Juvenil (antimilitarismo), 15 Entrevista personal a tres miembros de Arte Ambigua. San
La Revolución de la Cuchara (vegetarianismo), Punkies y Ce- Antonio de Prado, noviembre de 2008.
rebro (punk), Desadaptadoz (punk), Otraezcuela (educación 16 Grupo OtraEZcuela. Comunicación personal. Diciembre
política) y Escuela de Hip-Hop. Grupos a los cuales agradece-
13 de 2007.
mos su valiosa participación en esta investigación.
17 Paradójicamente, en los discursos de estos grupos el con-
6 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008.
cepto democracia está ausente, es una palabra desvirtuada
7 Históricamente el joven ha sido asimilado a la figura del para los jóvenes gracias al trato maniqueo que la sociedad ma-
“guerrero” tanto por sus condiciones físicas como por cierta yor hace de ella y al reduccionismo de que es presa al quedar
predisposición al riesgo y a la aventura. circunscrita a una forma de gobierno y no a unas formas de
8 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008. vida y de relaciones sociales, como plantean los chicos.
18 OtraEzcuela, mimeografiado, Mayo de 2008.
9 Entrevista a una integrante de Crisálida, San Antonio de Pra-
do, mayo 21 de 2008. 19 Taller con los grupos de investigación sobre configuración
10 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008. discursiva. Medellín, septiembre 13 de 2008.
20 Conversatorio con los grupos de la investigación sobre
11 Entrevista a integrante de Crisálida, San Antonio de Prado,
rupturas con la cultura política dominante. Medellín, 16 de
mayo 21 de 2008.
agosto de 2008.
12 Entrevista realizada a dos integrantes de Desadaptadoz. 5
21 Taller sobre contexto. Medellín, 21 y 22 de junio de 2008.
de diciembre de 2007.
22 Taller con los grupos de investigación sobre configuración
13 Taller con los ocho grupos de la investigación sobre análisis
discursiva. Medellín, septiembre 13 de 2008.
de contextos. Medellín, San Juan de Luz, 21 y 22 de julio de
2008. 23 Taller sobre las prácticas y las costumbres políticas con los
14 Entrevista a miembro de la Red Juvenil. Medellín, diciem- grupos incluidos en la investigación. Medellín, octubre 4 de
2008.
bre 5 de 2007.

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ana adarve | Sobre lo cotidiano 1; 40 x 150 cm. Fotografía a color, 1998.

ana adarve | Sobre lo cotidiano 2; 40 x 150 cm. Fotografía a color, 1998.

ana adarve | Sobre lo cotidiano 3; 40 x 150 cm. Fotografía a color, 1998.

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