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¿Es hora de dejar atrás el ‘tiempo devocional’?

El involucramiento efectivo con la Biblia debe ser más que una experiencia individual.
DRU JOHNSON Y CELINA DURGIN
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15/MAYO/2023

La desconexión se cristalizó hace 12 años cuando yo (Dru) comencé a enseñar una clase de
introducción al Antiguo Testamento para estudiantes de primer año. Cada semestre, estudiantes
cristianos devotos me decían que leían sus Biblias todos los días. Incluso podían recitar versículos
clave de memoria. Conocían bien los clichés teológicos cristianos. Sin embargo, a pesar de su
relación constante con la Biblia, se sorprendieron por lo que encontramos en Génesis —tal como
que haya secciones que parecen indicar que hay cosas que Dios no sabe (Génesis 11:5; 18:21;
22:12), y eso por no mencionar el libro de Jueces—.

Empecé a notar que su comprensión deficiente de las Escrituras no necesariamente se debía a la


falta de lectura, si bien es cierto que eso también es un gran problema en los EE. UU. De 2021 a
2022, el nivel de involucramiento con la Biblia, medido por indicadores como la frecuencia de uso,
el impacto espiritual y la importancia moral en la vida cotidiana, cayó un 21 por ciento entre los
usuarios adultos estadounidenses. Fue la caída anual más grande registrada por la Sociedad Bíblica
Estadounidense (ABS, por sus siglas en inglés) en su estudio anual sobre el Estado de la Biblia. Y
casi 1 de cada 5 feligreses respondieron que nunca leen la Biblia.

Pero en el caso de mis estudiantes, muchos de los cuales leen la Biblia a diario y han optado por
asistir a una universidad cristiana, su pobre comprensión y aplicación de las Escrituras parece
deberse a la forma en que se acercan a las mismas. Es la forma en que muchos cristianos en
Estados Unidos, pero también en otros países, han estado leyendo la Biblia durante décadas: a
través de «devocionales diarios» o «tiempos devocionales».

Si consideramos la forma en que se practica habitualmente el tiempo devocional diario en la


actualidad, es muy poco probable que dé como resultado la fluidez necesaria para comprender y
aplicar la enseñanza bíblica. Es necesario incluir el tiempo devocional dentro de una matriz de
hábitos de estudio de las Escrituras a fin de que pueda recuperar su poder para transformar
nuestro pensamiento y nuestras comunidades.

¿Cómo pueden mis alumnos leer tanto la Biblia y tener tan poca comprensión de la Torá? ¿Cómo
pueden no prestar atención a su enfoque en los nuevos cielos y la nueva tierra? ¿Cómo pueden
estar confundidos con conceptos como la salvación y el mal? CT abordó previamente las
estadísticas de Lifeway Research que revelan esta tendencia de analfabetismo bíblico entre la
población en general. Y parece que su tiempo devocional diario en las Escrituras los aleja de
entender partes clave de las mismas.

«En general», escribió Ed Stetzer en 2017, «los estadounidenses, incluidos muchos cristianos,
tienen puntos de vista no bíblicos sobre el infierno, el pecado, la salvación, Jesús, la humanidad y
la Biblia misma». Al igual que muchos cristianos estadounidenses, mis alumnos no parecían
entender los detalles necesarios para comprender todo el alcance de las Escrituras. [Los enlaces de
este artículo redirigen a contenidos en inglés].
Cuando pastoreé una iglesia a principios de la década de 2000, estos conceptos teológicos se
consideraban asuntos básicos que mis feligreses de 80 años de edad (¡algunos solo habían
terminado la educación secundaria!) parecían entender profundamente y ser capaces de aplicarlos
en sus vidas y ministerios. Al igual que mis alumnos, estos cristianos nacidos en las primeras
décadas del siglo XX y antes de la Gran Depresión también practicaban lecturas devocionales
cortas todos los días.

Sin embargo, gracias a diversas formas de estudio realizadas a lo largo del tiempo, a menudo
comprendían el contexto del pasaje en el que estaban meditando; es decir, lo que venía antes y
después. Es posible que hayan leído un pequeño pasaje todos los días, pero buscaban integrarlo
en su comprensión más amplia de las Escrituras obtenida de una relación más sólida con las
mismas que iba más allá de la lectura diaria.

Pero aquellos de mis estudiantes que no practican formas más sólidas de acercarse a las Escrituras
—tales como el estudio bíblico inductivo, los planes anuales de lectura de la Biblia, el leccionario o
la lectio divina— tienen pocas herramientas que puedan ayudarlos a situar una meditación diaria
en un versículo como «¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede
estar en contra nuestra?» (Romanos 8:31, NVI). Tal micro dosificación de las Escrituras sin una
comprensión del todo puede fácilmente distorsionar nuestras interpretaciones. Las tradiciones
probadas por el tiempo de involucramiento extendido con las Escrituras nos exponen y nos
familiarizan con los contenidos de las Escrituras.

Cuando mis estudiantes de primer año describieron sus «tiempos devocionales» diarios, comencé
a comprender mejor la desconexión. Carecían de lecturas comunitarias extendidas de las
Escrituras, es decir, un espacio donde fuera seguro interrogar el texto y romperse la cabeza sobre
su significado.

Para ellos, la lectura de las Escrituras era una responsabilidad individual con un resultado
primordial y necesario: que Dios les mostrara algo del pasaje que fuera inmediatamente relevante
para sus vidas. Muchos jugaban a la ruleta de la Biblia todas las mañanas, dejando que las
Escrituras se abrieran en cualquier página y pidiéndole a Dios que les mostrara lo que debían
aprender de los versículos. Algunos de ellos leían solo un versículo al día. Otros leían un pasaje, o
tal vez un capítulo.

Incluso cuando esta práctica puede parecerse superficialmente al hábito diario de sus abuelas o
bisabuelos, sus efectos pueden ser completamente diferentes. La mayoría de mis alumnos, incluso
los que tenían algún tipo de formación bíblica institucional o en la iglesia, se sorprendieron con las
preguntas básicas que les hacía sobre la Biblia que tenían en sus manos. Sin contexto y más
comprensión, su escaso estudio de las Escrituras con el tiempo solo agravó su ignorancia y
malentendidos.

Este fenómeno de leer sin comprender es cada vez más evidente. El Centro de Pensamiento
Hebraico [Center for Hebraic Thought], la organización que Celina y yo dirigimos, organizó una
conferencia sobre alfabetización bíblica en octubre de 2021, reuniendo a líderes especializados en
el involucramiento con las Escrituras y en educación bíblica. Estuvieron representadas casi dos
docenas de organizaciones, incluidas la Sociedad Bíblica Estadounidense, The Gospel Coalition
[Coalición por el Evangelio], el Council for Christian Colleges & Universities y el Museo de la Biblia,
así como profesores de seminarios, YouTubers, diseñadores de software y expertos en currículos
bíblicos.

Cuando les conté historias sobre mis devotos estudiantes que malinterpretaron la Torá y los
Evangelios, todos coincidieron en que habían visto este mismo fenómeno en sus propios círculos y
estaban igualmente preocupados por la aparente ineficacia de los hábitos de lectura devocional de
muchos cristianos.

Mis estudiantes no sabían leer la Biblia. Realmente no conocían las historias, los personajes, las
ideas y los temas de la Biblia, y mucho menos cómo la literatura en sí encaja y argumenta a favor
de una visión particular del mundo. Y como cristianos, debemos apuntar mucho más allá de la
alfabetización básica. Esperamos conocer y practicar el pensamiento y la instrucción de las
Escrituras con fluidez, extendiendo su sabiduría a todas las áreas de la vida que no aborda
directamente.

Por ejemplo, alguien que tenga conocimientos sobre la Biblia sabrá que el sistema de justicia del
antiguo Israel, tal como se describe en la Torá, no involucraba encarcelamiento ni policía. Pero
alguien que tenga fluidez en la Biblia sabrá que este hecho no significa automáticamente que
debemos erradicar todas las cárceles y fuerzas policiales. En cambio, la persona que domina la
Biblia podrá discernir los principios subyacentes en la Torá: la guía y los temas estructurales
profundos que finalmente nutrieron y dieron forma a nuestro pensamiento sobre el crimen, la
policía y el encarcelamiento en la actualidad.

La alfabetización bíblica se enfoca en conocer el vocabulario y la gramática de las Escrituras: qué


hay en la Biblia y cómo funciona la literatura. La fluidez es la capacidad de pensar junto con la
enseñanza repetida de las Escrituras y extender el pensamiento y prácticas a situaciones
modernas, donde todas las variables pueden ser diferentes a las del contexto antiguo, pero los
principios son los mismos.

Si la mera alfabetización fuera el objetivo, las personas solo necesitarían saber la mayor parte de
lo que contiene la Biblia. Pero el conocimiento básico de los «hechos bíblicos» es insuficiente. La
Escritura misma exige que el pueblo de Dios medite y practique sus instrucciones como
comunidad para volverse sabio (Deuteronomio 4:10, 30:9-10). Dios le dijo a Israel que su
instrucción a través de Moisés era para que todo Israel (hombres, mujeres, extranjeros, nativos,
jóvenes y ancianos) se convirtieran en «un pueblo sabio e inteligente» (Deuteronomio 4:6). Jesús
afirma que practicar su instrucción hará lo mismo (Mateo 7:24), pero simplemente conocer los
textos no lo hará (Lucas 18:18–30).

Si no podemos aplicar con fluidez los principios bíblicos, extendiendo el pensamiento de las
Escrituras a asuntos como las cripto monedas, la reforma policial y penitenciaria, la identidad
sexual y de género, y todo lo demás que los autores bíblicos no abordaron directamente, entonces
no somos las personas sabias y perspicaces que Dios desea que seamos.

Para muchos cristianos, particularmente los evangélicos, el tiempo devocional de la mañana es


«quizás la más básica de todas las disciplinas espirituales», escribe David Parker en una edición de
1991 de Evangelical Quarterly. Las «devociones diarias» son tan fundamentales en la concepción
que muchos evangélicos tienen de una relación con Dios, que no pueden imaginar el cristianismo
fiel sin ellas. Pero su iteración actual, al menos en los EE. UU., surgió apenas hace unos 150 años.
Muchos evangélicos defienden los devocionales diarios citando Mateo 6:6: «Pero tú, cuando te
pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu
Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará». Sin embargo, este pasaje no especifica
la forma particular que generalmente toma el tiempo devocional.

El tiempo devocional de hoy generalmente implica llevar una Biblia a un lugar privado,
«haciéndolo a primera hora de la mañana, sin usar formas de oración escritas y prescritas, [sino]
sentarse en silencio con la expectativa de que Dios le hable y le brinde guía concreta para el día»,
escribe Greg Johnson, pastor principal de la Iglesia Presbiteriana Memorial en St. Louis, en su
disertación From Morning Watch to Quiet Time.

Johnson rastrea la práctica moderna del tiempo devocional hasta la década de 1870, cuando los
evangélicos estadounidenses fusionaron dos prácticas devocionales puritanas previamente
separadas: la oración privada y el estudio bíblico privado. Esta fusión de oración y estudio de la
Biblia se transformó en la «vigilia de la mañana», que enfatizaba la oración de intercesión. A partir
de ahí se convirtió en un «tiempo devocional», que restó énfasis a la oración de intercesión para
centrarse en la escucha y la meditación en silencio. Este nuevo énfasis en que las personas reciban
ideas diarias de parte de Dios transformó la naturaleza de la relación con la Biblia que se le enseñó
a generaciones de cristianos estadounidenses.

Los devocionales diarios o el tiempo devocional se ha caracterizado por hacerse de forma


individual y, por lo general, no implica un estudio riguroso de las Escrituras. Por el contrario, los
lectores a menudo se enfocan en un capítulo o incluso en algunos cuantos versículos por sesión,
de los cuales pueden esperar recibir la guía de Dios para su vida personal en ese momento. Los
devocionales diarios suelen incluir un período de oración para «escuchar» la voz de Dios, que se
cree que se manifiesta en los versículos leídos en esa sesión o mediante la comunicación directa a
la mente del oyente.

Aunque esta escucha puede ser expectante, es esencialmente pasiva. A menudo se guía por una
creencia implícita de que la Palabra de Dios habla y transforma a través de percepciones
repentinas dirigidas a lectores individuales, en lugar de por medio de un estudio sostenido y un
cuestionamiento activo y comunitario con respecto a lo que se lee.

Este ritual diario privado se benefició enormemente de la publicación de la Biblia de referencia


Scofield [en inglés] en 1909, una Biblia de estudio individual accesible y ampliamente vendida en el
mercado. La Biblia de Scofield reflejó y promovió la difusión del dispensacionalismo entre los
protestantes estadounidenses. El dispensacionalismo tenía un poder animador, nos dijo Greg
Johnson en una entrevista, porque brindaba a las personas un marco para leer el Antiguo
Testamento e implicaba que los lectores volvieran a involucrarse con las principales ideas bíblicas
que los protestantes habían pasado por alto.

El uso de la Biblia Scofield en el movimiento dispensacionalista fomentó un enfoque individualista


del estudio de la Biblia. O al menos aumentó la confianza de los lectores en su propia
interpretación independiente de las Escrituras. Mark Noll señala en America’s Book: The Rise and
Decline of a Bible Civilization, 1794–1911: «A medida que profundizaron su creencia en la
capacidad de las personas sencillas para captar el significado sencillo de la Biblia», el populismo
del movimiento dispensacionalista basado únicamente en la Biblia en realidad elevó «un cuerpo
de élite de maestros que guían a otros paso a paso en la lectura de la Biblia ‘por su cuenta’».

En otras palabras, el sentido de estudio independiente fue apuntalado por el comentario junto con
el texto bíblico. Irónicamente, «la Biblia de Scofield guió a los lectores a proclamar que eran
independientes y no necesitaban guía alguna», escribe Noll.

En contraste con los sermones y el estudio bíblico en grupo, los devocionales diarios se
convirtieron en ejercicios de formación interior e individual, compartiendo tendencias con el
modernismo secular de la época. Los defensores de los tiempos devocionales comenzaron a
identificar el principal beneficio de los devocionales diarios como «un yo transformado en lugar de
un mundo transformado», escribe Johnson en su disertación.

Si bien la formación del carácter personal es esencial, aisladamente se alinea mejor con las
tendencias modernistas que con el enfoque bíblico sobre la formación del carácter a través de
hábitos, rituales y orientación de la comunidad. Este enfoque interno también puede proyectar la
formación de la justicia en comunidades y sistemas, misma que es una preocupación principal de
los autores bíblicos, como una adhesión a los principios éticos individualistas.

Algunas de las personas que practicaban los «tiempos devocionales» comenzaron a tratar la Biblia
más como una herramienta de meditación que como la enseñanza misma de Dios y su pueblo.
Durante el tiempo devocional, la contemplación progresaría hasta la confesión y la meditación
bíblica, que culminaría con el registro de cualquier guía divina recibida ese día. La lectura, como
observa Johnson, podía ser solo un breve pasaje de la Biblia o un comentario devocional, no un
estudio extenso de las Escrituras como un cuerpo unificado de literatura.

Hoy en día, el tiempo devocional diario con frecuencia no involucra las Escrituras en absoluto.
Como CT ha señalado en otra parte, en 2023 Lifeway Research reveló que aunque el 65 por ciento
de los feligreses protestantes pasan tiempo a solas con Dios todos los días, solo el 39 por ciento
lee la Biblia durante ese tiempo. Si, esta estadística significa que los cristianos están cambiando
una lectura devocional apresurada y fragmentada por un estudio bíblico integral en grupo,
entonces tal vez eso sería mucho mejor. Sin embargo, la caída en el involucramiento general con la
Biblia en el estudio de ABS sugiere que más cristianos simplemente no la están leyendo.

Afines del siglo XX, el tiempo devocional diario se había convertido en un elemento fijo de la
ortodoxia en algunos sectores del cristianismo. Christy Gates, directora nacional de
involucramiento con las Escrituras de InterVarsity Christian Fellowship, afirma que la práctica de
«DQT» (tiempo devocional diario, por sus siglas en inglés) en los ministerios universitarios llegó a
convertirse en el requerimiento mínimo de la vida espiritual. Preguntar sobre el «caminar con
Dios» de alguien pasó a significar «¿Estás haciendo tu tiempo devocional diario?».

Gates enfatizó que incluso cuando los ministros enseñan la práctica del estudio bíblico en grupo
junto con DQT, como lo hace InterVarsity, el estudio en grupo por lo general disminuirá mientras
que el DQT permanece. ¿Por qué? Ella piensa que el DQT está relacionado con nuestro
individualismo religioso que desea que Dios razone con nosotros directamente. En el pasado, la
adoración diaria presentaba a una familia o comunidad que le pedía a Dios provisión, pero hoy
consiste principalmente en individuos que le piden a Dios que les hable. El peligro es claro:
escuchar las ideas de Dios en las Escrituras y en oración sin rendir cuentas a la comunidad puede
producir una comprensión tenue del cristianismo.

Los cristianos que enfatizan el DQT como una práctica espiritual necesaria típicamente señalarán
los momentos en que Jesús oró de forma aislada como modelo para este ritual: «Muy de
madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar
solitario, donde se puso a orar» (Marcos 1:35). Por supuesto, cuando sus discípulos frustrados lo
encuentran, Jesús les explica por qué se fue del pueblo: «Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas
donde también pueda predicar; para eso he venido» (v. 38, énfasis añadido). Lucas también señala
el hábito de Jesús: «Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar» (Lucas 5:16,
énfasis añadido). Jesús, como de costumbre, estaba encontrando un respiro de las masas
exigentes o moviéndose al siguiente lugar, porque «para eso ha venido».

Es razonable ver la oración privada de Jesús como un ritual que debemos emular. Como mínimo,
parece ser una práctica sabia que surge de las Escrituras, incluso si el tiempo de oración en silencio
y la lectura de la Biblia nunca se les ordena a los hebreos ni a los primeros seguidores de Jesús.

Pero los expertos contemporáneos en el involucramiento con la Biblia están de acuerdo en que el
tiempo devocional diario, que hemos llegado a combinar con la lectura diaria de la Biblia, puede
distorsionar nuestra comprensión de las Escrituras. Los líderes de ministerios para eclesiásticos
que entrevistamos ya habían identificado el tiempo devocional diario y la lectura devocional como
la única forma de consumo de las Escrituras que podría ser problemática en sus comunidades de
ministerio.

Los profesores de Biblia, los administradores de seminarios y los pastores, así como
representantes de la Sociedad Bíblica Estadounidense, Our Daily Bread [Nuestro pan diario], Cru e
InterVarsity, todos nos dijeron que quieren fomentar la lectura diaria de la Biblia. Pero también
tienen como objetivo remodelar este involucramiento para personas como mis estudiantes de
primer año: aquellos que micro dosifican la Biblia todos los días, pero no entienden lo que están
leyendo.

No existe una medida universal para la alfabetización bíblica. Tampoco hay consenso sobre qué
grado de conocimiento se traduce como alfabetización. La Sociedad Bíblica Estadounidense mide
lo que llama «involucramiento con la Biblia» («involucramiento» entendido como frecuencia de
uso, impacto y centralidad en la moralidad) en sus estudios sobre el estado de la Biblia. Pero
alguien podría calificar alto en «involucramiento» sin saber mucho sobre la propia teología de las
Escrituras o las suposiciones básicas de los autores bíblicos. Además, la evidencia anecdótica
sugiere que la alfabetización bíblica ha disminuido cada vez más.

Si, la alfabetización bíblica está disminuyendo, incluso para aquellos que leen un devocional todos
los días, ¿cuál es el camino a seguir? La mayoría de los ministros para eclesiásticos con los que
hablamos informaron que han estado considerando métodos que brindan una perspectiva más
amplia de las Escrituras. Estos incluyen rituales antiguos de lectura de las Escrituras que muchas
iglesias evangélicas rara vez han practicado (como la lectio divina, el uso del Libro de Oración
Común, etc.). Pero la práctica más mencionada por los líderes del ministerio fue la lectura pública
o comunitaria de las Escrituras.
De alguna manera, esta forma de participación bíblica es lo opuesto al tiempo devocional. En lugar
de leer, las comunidades escuchan juntos largos tramos de las Escrituras, a veces de 30 minutos a
una hora, ya sea usando Biblias en audio o haciendo que las personas lean en voz alta. Los
profesores de Biblia han notado durante mucho tiempo que el hábitat natural de las Escrituras
está en los oídos de los cristianos reunidos, no en los ojos de los individuos. Los efectos del
involucramiento con las Escrituras de formato largo en la alfabetización bíblica son todos
anecdóticos en este punto.

Desde Moisés hasta Josías y Nehemías, la lectura comunitaria de la Biblia fue normal en puntos
clave de la historia de Israel. La lectura pública de las Escrituras ocurre en el Sinaí (Éxodo 19:7),
durante las reformas de Josías (2 Reyes 23:1-2), y para todos los que regresaron a Judá en los días
de Esdras (Nehemías 8), entre otros casos. Y la práctica de la sinagoga de leer la Torá y los Profetas
cada sábado (Lucas 4:16-17; Hechos 13:14-15) surgió alrededor del siglo III antes de Jesús.

Todas estas lecturas públicas incluyeron explicación y respuesta comunitaria. Como argumenta
Brian Wright en su libro Communal Reading in the Time of Jesus, la lectura pública de la literatura
que se extendió por el imperio romano también incluía a los cristianos y sus textos sagrados. Para
la iglesia primitiva, eso habría incluido no solo escuchar juntos, sino también cuestionar y razonar
juntos sobre lo que se escuchaba.

Entonces, cuando Justino Mártir (155 d. C.) informa que los primeros cristianos se reunían los
domingos para leer las Escrituras «durante tanto tiempo como fuera posible», debemos imaginar
que esas lecturas comunitarias no terminaron simplemente con un amén al unísono. Estas
primeras comunidades cristianas judeo-gentiles probablemente batallaron para comprender lo
que habían oído, buscando entenderlo como comunidad.

El involucramiento de largo plazo con las Escrituras no es nada nuevo para la iglesia. La secta judía
de Jesús del primer siglo comenzó con largas lecturas semanales de la Torá y la Haftará (profetas)
junto con el canto de los Salmos. Desde el leccionario medieval de la iglesia católica romana,
también utilizado por los reformadores protestantes, hasta el plan anual de lectura de la Biblia
completa del siglo XIX de Robert Murray M’Cheyne, la exposición amplia y regular a las Escrituras
fue un componente crucial de la alfabetización bíblica generalizada y de bajo nivel en la historia de
la iglesia.

Uno podría imaginar cuán extraños serían nuestros devociones diarios no solo para los antiguos
israelitas sino también para las antiguas comunidades cristianas y judías. ¿Qué pensarían de un
seguidor devoto que lee diariamente algunas frases de la Escritura y luego le pide a Dios que le
revele algo «para mí y para hoy»? Este ritual parece aún más extraño cuando el lector no tiene una
comprensión integral de las narrativas, los temas, la teología y otros aspectos de la Biblia.

Si muchos evangélicos estadounidenses no pueden imaginar una vida espiritual próspera sin esta
lectura bíblica diaria de «tiempo devocional», entonces probablemente no puedan imaginar la
vida espiritual de la mayoría de los judíos y cristianos a lo largo de la historia —así como de
muchas comunidades cristianas en el mundo de hoy— que han carecido de fácil acceso a una
Biblia personal. Debemos repensar nuestra imagen de devoción y nuestras formas de leer las
Escrituras y reencontrarnos con los comportamientos esenciales que siempre han caracterizado al
pueblo de Dios.
Tal vez deberíamos seguir el ejemplo establecido por la iglesia primitiva que describió Justino
Mártir, leyendo juntos la Biblia extensamente y discutiendo las preguntas difíciles que plantea, en
lugar de escuchar pasivamente o confiar acríticamente en los comentarios teológicos. Podemos
dar la bienvenida al desacuerdo amoroso y humilde en aras de una mejor comprensión mutua.
Debemos entrenarnos para dejar que nuestras incomodidades y confusiones sobre este texto
antiguo salgan a la superficie para que podamos superar las respuestas rápidas y fáciles que a
menudo lo único que consiguen es esconder nuestras preguntas más importantes debajo de la
alfombra.

Y son precisamente estas preguntas y necesidades las que nos guían hacia una mejor comprensión
de la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, el carácter consistente de Dios y la
relevancia de las Escrituras para cada área de la vida, y no estrictamente «para que hablen a mi
vida hoy».

Si los rituales comunes de hoy en día de involucramiento bíblico no funcionan, entonces debemos
interrumpirlos a favor de prácticas de aprendizaje profundo. Estos nuevos hábitos podrían
consistir en la escucha comunitaria, la inmersión profunda en la Biblia, la lectura repetida de libros
completos de la Biblia, o alguna otra estrategia. Pero la suposición de que los devocionales diarios
por sí solos producirán conocimiento y fluidez en las Escrituras ya no parece sostenible, porque
nunca lo fue.

El objetivo no es abandonar el tiempo devocional. A través de este se nos ha dado fácil acceso a
toda la instrucción de Dios, y los momentos de oración y reflexión en soledad son parte de una
vida cristiana completa. Pero es posible que necesitemos desplazar el centro de gravedad de la
devoción lejos de las prácticas solitarias y dirigirlo hacia las prácticas comunitarias.

Esperamos ver a las familias e iglesias cristianas recrear una cultura de involucramiento
comunitario vigoroso con las Escrituras que haga que los momentos devocionales se desborden en
prácticas que produzcan comunidades justas y pacíficas.

***********

Dru Johnson es profesor de estudios bíblicos y teológicos en The King’s College en la ciudad de
Nueva York. Él y Celina Durgin dirigen y editan The Biblical Mind, publicado por el Center for
Hebraic Thought.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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