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Agua y energía
Existen dos insumos imprescindibles para este sistema de extracción a cielo abierto: la
energía y el agua. Cualquier emprendimiento estándar debe utilizar un metro cúbico de
agua por segundo, noche y día, durante décadas, desde el inicio hasta el cierre del
complejo minero. Mezclada con la sopa química y aplicada a la roca triturada, produce
montañas de estériles contaminados que emanan tóxicos hacia las aguas superficiales
y subterráneas a veces muchos años después de cerrada la mina. El siguiente ejemplo
es categórico: un anillo de oro produce 20 toneladas de escombros.
Para regar kilométricas extensiones de lixiviado, el agua se moviliza con tanta energía
como los mineroductos. Mediante un fideicomiso se logró la financiación del tendido de
una línea eléctrica de 500 kilovoltios -conocida como "línea en 500 Kv"- que une la
Provincia de Mendoza con la de Tucumán. En el trayecto salen extensiones
directamente a los enclaves mineros de Veladero, Pascua Lama, Pachón y Casposo en
San Juan; y Bajo La Alumbrera y Agua Rica en Catamarca, por citar algunos ejemplos.
En la Provincia de San Juan, los pobladores pagan en la boleta del servicio eléctrico el
50% del valor de la instalación de la línea de energía minera, mientras que el otro
50% es afrontado por el resto de los habitantes del país. Este subsidio para la industria
de la minería no es más que una exigencia de las transnacionales para radicarse e
"invertir en la explotación minera" debido a que necesitan contar con energía en
yacimientos remotos.
Las llamadas "tierras raras" son demandadas por los países centrales para desarrollar
tecnologías de punta en torno de los superconductores y acumuladores de energía. Su
valor supera los 10.000 dólares la tonelada. Con ese fin, estos minerales son llevados
gratuitamente, acompañando al concentrado de cobre y a otras explotaciones, porque
"no existe aquí capacidad ni tecnología para la investigación", muletilla frecuente de
los funcionarios del área. Ocurre igual con el renio y el molibdeno. El primero abunda
en el suelo argentino, en el orden de 10 a 20 partes por millón y es muy requerido,
sobre todo, porque en Estados Unidos está prácticamente agotado. El molibdeno, que
se halla adosado al uranio o al cobre, vale entre 6 y 10 veces más que el metal motivo
de la extracción y no se paga por él.
Posiblemente con otra legislación, en otra escala y con un método extractivo -aún por
descubrir- ecológicamente apto para obtener minerales de ley cada vez más baja, será
posible una minería sustentable, que no deje como saldo un país depredado. Generar
un desarrollo sostenible en cualquier país latinoamericano con la lógica que
actualmente aplican las transnacionales es tan ilógico como utópico. Lo único que se
logra es arrasar comunidades, privándolas de la posibilidad de generar un desarrollo
local. En este contexto, la respuesta investigada, medida y reflexiva, es tajante: es
posible otra minería pero sin la rentabilidad exigida por las transnacionales.