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La teoría del doble saco

Los doble sacos aparecen con tanta frecuencia en la anatomía del tejido conectivo, a menudo
derivados de la embriología, que vale la pena una breve exploración por separado, antes de
volver a su relevancia:

Cada célula tiene doble saco, el corazón y los pulmones tienen doble saco, el abdomen tiene
doble saco y el cerebro tiene al menos doble o triple saco (Fig. 1.31).

El argumento de esta sección es


que también vale la pena
considerar el sistema musculo
esquelético como un sistema de
doble saco.

Si volvemos a los comienzos,


encontramos que el óvulo, incluso
antes de ser expulsado del folículo
ovárico (figura 1.32), está rodeado
por el doble saco constituido por
teca interna y externa.79

Una vez liberado, como la mayoría


de las células, está delimitado con
una membrana de fosfolípidos bilaminar, que actúa como un doble saco alrededor del contenido
de la célula.

El óvulo expulsado del folículo en la ovulación está rodeado por otra membrana, una capa
translúcida de gel de mucopolisacárido llamada zona pelúcida (ver Fig. 1.32), a través de la cual
el espermatozoide exitoso debe pasar antes de llegar a la membrana real del óvulo.

Cuando el óvulo fertilizado se divide, es esta zona pelúcida la que contiene el cigoto (figura
1.33A). El gran tamaño del óvulo original le permite dividirse una y otra vez dentro de la zona
pelúcida, y cada conjunto sucesivo de células ocupa casi la misma cantidad de espacio que la
célula grande original. Por lo tanto, esta “sustancia fundamental” que rodea el cigoto constituye
la primera metamembrana del organismo. Este es el primero de los productos de tejido

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conectivo en hacerlo, luego se unirán los elementos
fibrilares de reticulina y colágeno. Pero este exudado
es el entorno inicial del organismo y la membrana
original del mismo.

Con la primera división, una pequeña cantidad de


citoplasma se escapa de las dos células hijas, y forma
una delgada película de líquido que se dispone
alrededor las dos células, y entre las células y la zona
pelúcida (Fig. 1.33B). Este es el primer indicio de la
matriz líquida, el líquido linfático o intersticial que
constituirá el principal medio de intercambio entre la
comunidad de células del organismo.

También podemos notar que mientras la célula


individual está organizada alrededor de un punto, el
organismo de dos células está organizado alrededor
de una línea trazada entre los dos centros de las
células. El cigoto primitivo alterará estas dos
organizaciones: organización alrededor de un punto,
organización alrededor de una línea. Además, el
organismo bi-célular se asemeja a dos globos (dos sistemas presurizados) unidos, de modo que
su borde es un diafragma de doble capa, otra forma popular en toda la embriogénesis.

Las células continúan dividiéndose, creando una mórula de 50-60 células dentro de los límites
dela zona (ver Fig. 1.32). Después de cinco días, la zona se ha adelgazado y desaparecido, y la
mórula se expande en una blastosmera (Fig.
1.34A), una esfera abierta de células (que,
por lo tanto, refleja la forma de la esfera
original del óvulo).

En la segunda semana de desarrollo, esta


blástula se invagina y tiene lugar la
gastrulación (Fig. 1.34B). La gastrulación es
un proceso fascinante en el que ciertas
células en una 'esquina' de la esfera envían
seudópodos que se unen a otras células y
luego, al enrollar las extensiones, crean
primero un hoyuelo, luego un cráter y
finalmente un túnel que crea un capa
interna y externa de células (Fig. 1.34C). Esta es la forma básica de doble saco básica, un calcetín
dado vueltas a media. Tenga en cuenta que esta antigua forma de tunicado crea tres espacios
potenciales:

1. el espacio dentro de la bolsa interior;

2. el espacio entre la bolsa interior y la exterior;

3. El medio ambiente más allá de la bolsa exterior.

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Si la boca de la estructura está abierta, entonces no hay diferencia entre el espacio 1 y el espacio
3, pero si el esfínter de la boca está cerrado, son tres áreas distintas separadas por las dos bolsas.
Esta inversión origina dos sacos dobles, el saco amniótico y el saco vitelino, con el conocido disco
trilaminar de ectodermo, mesodermo y endodermo intercalado (Fig. 1.35 - observe la similitud
con la forma bicelular de la Fig. 1.33B).

El ectodermo, en contacto con el saco y el líquido amnióticos, formará el sistema nervioso y la


piel (y, por lo tanto, se asocia con la 'red neuronal' como se describió anteriormente).

El endodermo, en contacto con el saco vitelino, formará los revestimientos de todos nuestros
tubos circulatorios, así como los órganos del canal alimentario, junto con las glándulas (y es la
fuente principal de la red vascular fluida).

El mesodermo entre los dos formará todos los músculos y tejidos conectivos (y, por lo tanto, es
el precursor de la red fibrosa), así como la sangre, la linfa, los riñones, la mayoría de los órganos
genitales y las glándulas suprarrenales.

La formación de la red fascial

Si podemos desviarnos del doble saco por un momento para seguir el desarrollo de la red fibrosa
dentro del embrión: esta especialización celular inicial dentro del embrión, que ocurre en
aproximadamente dos semanas de desarrollo, es un momento importante. Hasta este punto, la
mayoría de las células son réplicas exactas unas de otras, casi no se ha producido diferenciación.
Por lo tanto, la disposición espacial no es crucial. Durante este tiempo, el viscoso pegamento
presente entre las células y sus conexiones intermembranosas han sido suficientes para
mantener intacto el pequeño embrión. Sin embargo, a medida que avanza la especialización, se
hace imprescindible mantener una disposición espacial determinada, al tiempo que se permiten
los desplazamientos mientras el embrión aumenta exponencialmente en tamaño y complejidad.

Una observación más detenida de esta capa intermedia,


el mesodermo, vemos un engrosamiento en el medio
debajo de la línea primitiva, llamada notocorda, que
finalmente formará la columna vertebral: cuerpos
vertebrales y discos intervertebrales. Justo al lado de
esto, en el mesodermo paraxial, hay una sección especial
del mesodermo llamada mesénquima (literalmente, el
tejido del medio).

Las células mesenquimatosas, que son las células madre


embrionarias para fibroblastos y otras células de tejido
conectivo, migran entre las células de todo el organismo,
para alojarse en las tres capas (Fig. 1.36). Allí secretan reticulina (una forma inmadura de
colágeno con fibras muy finas) en el espacio intersticial. Estas fibras de reticulina se unen entre
sí, químicamente y como si de velcro se tratase, para formar una red en todo el cuerpo, aunque
todo el cuerpo es solo aproximadamente 1 mm de largo en este punto.

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Algunas de estas células mesenquinosas
pluripotenciales permanecen en los tejidos del
cuerpo a modo de reserva, listas para convertirse en
cualquier tipo de tejido conjuntivo cuya función se
solicite más. Si comemos demasiado, pueden
convertirse en células grasas (adipocitos)
almacenando los excesos; si nos lesionamos,
pueden convertirse en fibroblastos y ayudar a sanar
la herida; o si estamos sujetos a una infección
bacteriana, pueden convertirse en glóbulos blancos
y seguir adelante para combatir la infección. Constituyen un ejemplo perfecto de la
adaptabilidad y capacidad de respuesta de este sistema de fibras o tejido conjuntivo ante
nuestra necesidad en constante cambio.

Las fibras reticulares fabricadas por estas células mesenquinosas se verán reemplazadas
gradualmente, una por una, por fibras colágenas. Esto no cambia el hecho de que este es el
origen de nuestra peculiar red fibrosa y el motivo de que prefiramos la singular fascia sobre el
plural fascias.

Las células mesenquimales del mesodermo paraxial se dispersan a través de las tres capas del
embrión para formar la red reticular, el
precursor y la base de la red fascial para
mantener relaciones espaciales entre las
células que se diferencian rápidamente.
fibras, pero el hecho sigue siendo: esta es
la fuente de nuestra red fibrosa singular,
y el razonamiento detrás de nuestro
termino favorito “fascia” singular sobre
las “fascias” plural.

Si bien podemos, con fines analíticos,


hablar de la fascia plantar, el ligamento
falciforme, el tendón central del
diafragma, la fascia lumbosacra o la
duramadre, cada uno de estos es una
distinción hecha por el hombre impuesta
en una red que es en verdad unitaria de
arriba a abajo y desde el nacimiento hasta
la muerte. Solo con un cuchillo se pueden
separar estas u otras partes individuales
del todo. Esta red fibrosa puede
deshilacharse con la edad, desgarrarse
por una lesión o dividirse con un bisturí,
pero la realidad fundamental es la unidad
de toda la red de colágeno. El
nombramiento de partes ha sido una de
nuestras actividades humanas favoritas
desde Génesis, y de hecho una muy útil,
siempre y cuando no perdamos de vista la

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totalidad fundamental. Una vez que se establecen las tres capas y la red de unión de la fascia, el
embrión realiza una magnífica hazaña de papiroflexia, plegándose sobre sí mismo una y otra
vez, hasta dar forma al ser humano a partir de esta simple disposición trilaminar (Fig. 1.37A). El
mesodermo rodea al endodermo para alcanza la parte ventral de su posición intermedia dando
origen a las costillas, los músculos abdominales y la pelvis, al tiempo que aloja y da soporte al
tubo digestivo endodérmico en su interior (Fig. 1.37B). También llega a la zona dorsal, formando
el arco neural de la columna vertebral y la bóveda craneal del cráneo, que rodea y protege el
sistema nervioso central Fig. 1.37C). Unos de os últimos retoques de este ejercicio de
papiroflexia es el pliegue que une las dos mitades del paladar. Dado que se trata de los últimos
ladrillos en el muro del desarrollo, si falta algunos ladrillos inferiores puede dar como resultado
una fisura palatina, lo que explica por qué esta es una anomalía congénita tan común (Fig. 1.38).

Justo al lado de la mesénquima, cerca del


borde del embrión, se encuentran los tubos
del celoma intraembrionario. Estos tubos
recorren en sentido ascendentes ambos
lados del embrión, reuniéndose en la parte
anterior de la cabeza y darán origen a los
sacos fasciales del tórax y el abdomen. La parte superior de la celómico se plegará debajo de la
cara y rodeará el corazón en desarrollo con el doble saco, del endocardio y el pericardio (Fig.
1.39), así como la parte central del diafragma. La parte superior de cada lado se plagará para
envolver los pulmones con otro doble saco, la pleura visceral y parietal (Fig. 1.40). Las regiones
superior e inferior se verán separadas por la invasión de las dos cúpulas del diafragma. La región
inferior exterior de cada tubo se plagará para formar el doble saco del peritoneo y el mesenterio.

Las estructura de dobles y triples saco que rodea al cerebro y a la médula espinal son más
complejas, se desarrollan a partir de la cresta neural, el área donde el mesodermo 'pellizca' al
ectodermo (con la piel en el exterior y el sistema nervioso central en el interior), de forma que
las meninges (la duramadre y la piamadre) se formen por la combinación de estas dos capas
germinativas.

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Aplicación del Doble saco a los músculos

Hemos reducido brevemente esta fascinante área de morfogénesis, pero debemos volver al
tema en cuestión: los meridianos miofasciales en el sistema musculo esquelético. Con ese
desmesurado aprecio por el doble saco, ¿no podríamos buscar algo similar en el sistema
musculo esquelético? Sí, de hecho: se puede ver que el saco fibroso que rodea los huesos y los
músculos tiene el mismo patrón que hemos descripto para el saco fascial que rodea los órganos
(Fig. 1.41). El saco interno rodea los huesos y el saco externo rodea los músculos.

Para crear un modelo simple para esta idea, imagine que tenemos una bolsa de plástico común
sobre el mostrador con su extremo abierto hacia nosotros (Fig. 1.42). Ahora coloque una bobina
de hilo en el medio de la bolsa formando una fila. Meta las manos en la bolsa a ambos lados de
las bobinas, y junte las manos por encima de
ellas. Ahora tenemos:

1. Bobinas
2. una hoja interna de plástico
3. manos
4. otra capa externa de plástico.

Sustituya las bobinas por “huesos” las manos por “músculos” y el plástico por “fascial” y ya lo
tenemos.

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El aparato locomotor humano se construye,
como casi todas las estructuras fasciales del
cuerpo humano, siguiendo el modelo de doble
saco, aunque esto es meramente especulativo
(Fig. 1.43). El saco interno contiene tejido muy
compacto (hueso y cartílago), que se alternan
con tejido casi totalmente líquido (líquido
sinovial); las bobinas y los espacios entre ellas
en nuestro modelo práctico.

Cuando el saco fibroso interno que recubre


estos materiales es un film trasparente
adherido a los huesos se llama periostio y
cuando es un manguito ligamentoso que rodea
las articulaciones, cápsulas articular. Estas
estructuras de tejido conectivo se continúan
unas a otras y siempre han estado unidas en la
red fascial, pero una vez separados para su
estudio, tendemos a mantener esta concepción
individualizada de ellas. Esta concepción se ve firmemente reforzada en todos los estudios por
las representaciones anatómicas habituales, en la que todos los demás tejidos que rodean un
ligamento se apartan meticulosamente para exponer el ligamento, como si este fuera una
estructura independiente en lugar de un simple engrosamiento dentro de este saco interno
continuo de la red (Fig. 1.44). Considerados en conjunto, los ligamentos y los periostios no
constituyen estructuras separadas, sino más bien una bolsa interna continua alrededor de los
tejidos de la articulación ósea y articulaciones. Incluso los ligamentos cruzados de la rodilla, a
menudo presentados como estructuras independientes, forman parte de este saco interno
continuo.

El contenido del saco externo, ocupado en nuestro ejemplo por las manos, es una gelatina
fibrosa químicamente sensible que llamamos músculo, que es capaz de cambiar su estado (y su
longitud) muy rápidamente en respuesta a la estimulación del sistema nervioso.

El saco de contención propiamente dicho recibe el nombre de fascia de revestimiento profunda,


tabiques intermusculares (la doble pared que queda entre nuestras manos al final) y miofascia.
Según esta concepción, los músculos individuales son simplemente bolsillos del saco externo,
que se fija al saco interno en determinados puntos que llamamos inserciones musculares o
simplemente inserciones (Fig. 1.45). Las líneas de tensión creadas por el crecimiento y el
movimiento dentro de estos sacos marcan un hilo o dirección (urdimbre o trama), tanto en el
músculo como en la fascia.

En este punto, debemos recordarnos una vez más que el músculo nunca se adhiere al hueso. Las
células musculares quedan atrapadas dentro de la red fascial como los peces dentro de una red.
Su movimiento impulsa la fascia, la fascia se inserta en el periostio y el periostio tira del hueso.
En realidad, únicamente existe un músculo solo que está repartido en 600 o más bolsillos
fasciales. Tenemos que identificar los bolsillos y conocer la orientación y el engrosamiento de la
fascia que rodea el músculo; en otras palabras, aún necesitamos conocer los músculos y sus
inserciones. No obstante, con demasiada facilidad, nos seduce la imagen mecánica conveniente
de que un músculo comienza aquí y termina allí, y por lo tanto su función es aproximar estos
dos puntos, como si el músculo realmente operara en tal vacío. Útil, sí. Definitivo, no.

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Los músculos se estudian casi siempre como unidades motoras aisladas, este tipo de estudio
ignora los efectos longitudinales en el saco externo que son el foco de este texto, así como los
efectos latitudinales o regionales que se están describiendo en la actualidad gracias a la
investigación. En la actualidad está claro que la fascia distribuye la tensión lateralmente a las
estructuras miofasciales vecinas; por lo tanto, la tracción ejercida sobre un tendón en un
extremo del músculo no tiene, necesariamente, que ser soportada en su totalidad por la
inserción soportada en el otro extremo. (ver Fig. 1.7). El enfoque en aislar los músculos nos ha
impedido que viéramos este fenómeno, contemplándolo con perspectiva nos damos cuenta que
tal diseño no sería eficaz para un sistema sujeto a tensiones cambiante. Del mismo modo, al
centrarnos en los músculos individuales, hemos descuidado la observación de los efectos
sinérgicos a lo largo de estos cabrestales y meridianos fasciales.

Aplicando el esquema de las vías anatómicas en este contexto, los meridianos miofasciales
ahora se pueden ver como las largas líneas de tracción a través de los sacos externos, (la vaina
miofascial), que por una parte forman, deforman, reforman, estabilizan y mueven las
articulaciones y el esqueleto. (el saco interno). Las líneas de miofascia continua dentro de la
bolsa externa que llamaremos “vías”, y los lugares donde la bolsa externa se pega a la bolsa
interna que llamaremos “estaciones o paradas”, no puntos finales, sino que simplemente se
detienen en el camino. Algunos de los tabiques intermusculares, los que se extienden de
superficial a profundo como las paredes de los gajos de la naranja, funden los sacos externos e
internos en el globo fascial único que es nuestro cuerpo.

Este texto define el diseño de las líneas de extracción en la bolsa exterior y comienza la discusión
sobre cómo trabajar con ellas. Trabajar con el saco interno la manipulación de los tejidos
periarticulares como lo practican los quiroprácticos, osteópatas y otros), así como sobre los
sacos internos de las meninges y el peritoneo y la pleura derivados de celóma, también son muy
útiles, pero no están dentro del alcance de este texto. Dada la naturaleza unificada de la red
fascial, podemos suponer que el trabajo en cualquier arena dentro de la red podría propagar
ondas de señalización o líneas de tracción que afectarían a una o más de las otras.

Thomas Myers Anatomy Trains Second Edition - 2009, Elsevier Limited.

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