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Cargo que ocupó desde 1626 y que le fue confirmado aperpetuidad en 1633. El examen
de maridos apareció impreso por piimera vez en la apócrifa Parte venticuatro de las comedias de
Lope (Zaragoza, 1631), y luego se reimprimió parala legitima Parte segunda de las comedias de
Alarcón (Barcelona, 1634), cuando ya Alarcón habla abandonado su ocupación de dramaturgo, y
sé había asegurado una sinecura gubernamental. Aunque no aparece en la Primera parte de sus
comedias (Madrid, 1628), fue escrito en la década de 1620. En Spanish Drama ofthe Golden
Age: Twelve Plays (Irvinton, New York, 1971), Raymond R. MacCurdy —de cuya edición del
Examen cito— afirma que "[fjrom all accounts, itwas one ofthe most successfül plays stagedin
the 1620's", p. 329.
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Agradezco a Francisco Ruiz Ramón el que supliera mis limitaciones de iniciada en el
vasto campo del teatro del Siglo de Oto, con su observación de que en algunas obras de la época
(p. e., La vengadora de las mujeres de Lope) se aludía desde eltítuloal protagonista femenino.
Intento aquí presentar argumentos de que el caso deltítulodel Examen reviste rasgos únicos,
principalmente el de la acción de Inés sobre el texto. Su nombre y el de la obra son intercambiables.
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Vid. MacCurdy, ed. cit Existe un precedente (mitológico) de la mujer razonadora que
delega la elección de marido, pudiendo escoger libremente; se trata de Marpesa, mencionada por
Plutarco, predilecto de Alarcón.
' Margarita Peña, "Juan Ruiz de Alarcón en el espejo de la crítica", en Ysla Campbell (ed),
El escritor y la escena. Actas del I Congreso Internacional de la Asociación Internacional de
Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro (Ciudad Juárez, 18-21 de marzo, 1992).
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Ciudad Juárez, 1993, pp. 177-187.
10
Cf. MacCurdy, ed. cit, p. 329.
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término (p. e., trueque). Por el contrario, se apunta hacia la idea de cambio en
el teatro español mediante una dual caracterización de la mujer como ente
comercial intercambiable, activo/pasivo: 1) activo, porque Inés es caracterizada
como una "razonable" cambista al final del acto II, cuando en un momentáneo
arrebato de frustración, derriba el bufete tras el cual está sentada examinando
las "partes" que confieren "crédito" a sus pretendientes; su ayo entonces le
reclama: "¡Con las tablas de la ley / diste, señora en el suelo!", alusión al
hecho de que Moisés olvidó su repentina furia y volvió a su propósito de guiar
a los judíos, y también, á la proverbial usura de éstos, juicio de valor común
en la época:11
11
Susana Hernández-Aiaico me indica amablemente que Joseph H. Silvermanya ha tratado
este tema para La verdad sospechosa.
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Alonso Fernández de Avellaneda (alias), El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
(ed. Fernando García Salinero). Castalia, Madrid, 1985. García Salinero hace notar que en la
edición de 1614 aparece "hierros", n. 19, p. 54.
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juego que ella misma inició y —antes de hacer "probanza"de relación al-
guna— asegura a su primo: "desde aquí os doy de vencer / seguridad, no
esperanza; / porque inclinada me siento, / si os digo verdad, Marqués, / a
vuestra persona" (II, w. 1391-1395). Lo que impide que lleve a cabo suplan,
es que Carlos publica un cartel en el que exhorta abiertamente a todos los
pretendientes "a todo ilustre ejercicio / de letras y armas a cuantos / al examen
se han opuesto" (II, w. 1412-1414). Así pues que lo que tenía todo el cariz de
convertirse en un pacto secreto de familia en torno a un mayorazgo, es sacado
a mercado público. La acción de Carlos explica parcialmente el que su nombre
no sea borrado del "blanco libro" de Inés, cuando sí lo son los nombres de
otros menos afortunados enamorados: de los pretendidos "oficios" y "virrei-
nato", de uno de ellos, se expresa la protagonista con un parco "A maravedís
los trueco; / que méritos no premiados / son litigiosos derechos" (II, w. 1854-
1856).
En el acto III, el dramaturgo se solaza exponiendo dos cosas: la endeblez
del pretendido nudo amoroso del Examen, así como las "leyes" de la razón y
de la amistad, reiteradas por Carlos y su amigo el marqués en el acto I (w.
164, 309, 882). En particular, la machacona insistencia de ambos sobre un
tema idiosincrásico de Alarcón, revela una visión irónica del dramaturgo sobre
su trazo fugaz en el estelar horizonte del teatro del Siglo de Oro. Otras "razones"
ejercen mayor impacto en el Examen y Alarcón nos las ofrece de una manera
jocosamente "indirecta", para empezar, en la voz de Ochavo: "Gran misterio
esconde, / y rabio por saber qué signifique / en balcón blanco, que al del alba
imita, / blanca urna en que los premios deposita" (w. 1987-1990). Sale entonces
el conde Carlos vestido de blanco y aclara de una vez: "En lo blanco y en lo
verde, ¿quién no alcanza / que di a entender que Blanca es mi esperanza?"
(w. 2316-2317). Alarcón se adelanta a revelar de antemano la distribución
final de maridos y la correlativa elección de Inés. El autor juega con un público
que le conoce por su obra anterior y se divierte advirtiéndole en voz de Carlos:
"bien he mostrado que tengo / puesta en Blanca mi esperanza" (w. 2995-
2996). Lo blanco y lo verde se combinan en el promisorio futuro económico
del Relator.
La función crítica del dramaturgo en el arte que Alarcón inaugura en el
Examen es la de escenificar el cambio de la sociedad españolapremercantilista
y la de presentar una alternativa a las fórmulas dramáticas imperantes en su
época. Según veo, el teatro español —aun sin reconocer la sutil presencia de
este irónico autor— acaba de adquirir un cripto-nivel de comentario sobre la
incipiente dinámica monetaria endogámica de su sociedad premercantilista;
nivel de comentario social que no será igualado —en delicadeza e incisivi-
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dad— por ningún autor durante el resto del siglo XVII, al menos en España.
Si se me permite establecer un corto paralelo que ayude a contextualizar en el
panorama del teatro de su época el arte de Alarcón, sugiero que ha de volverse
la atención hacia el Atlántico de nuevo, hacia esa otra gran potencia colonial
ultramarina que compite con España en la explor[t]ación de las Indias. Ha de
prestarse especial consideración, por ejemplo, a la carta de relación de 1595
(publicada en Inglaterra al año siguiente) con la que el astuto Sir Walter Ra-
leigh incita —a través de la imagen del oro indiano— a la reina que él llama
Virginia a que asuma un papel más activo, ambiguamente "masculino", e
incremente sus posesiones con la conquista de Manoa, el fabuloso reino de las
Amazonas.13
En Inglaterra, bajo la reina Isabel I, podrá también encontrarse, en el
Volpone (1605) de Ben Jonson, un precedente moderno al tema del conflicto
entre mercantilismo y sentimiento comunitario —conflicto similarmente
dramatizado por medio del personaje femenino— cuando Volpone intenta
seducir a la casta Celia (con su castidad incólume pero su dote triplicada,
hacia el final de la obra).14 En ambas naciones cristianas, la virtud femenina
es —parausar un símil entonces común— como el oro: una ominosa presencia
que participa de un carácter dual, pues aunque es incentivo del deseo y, por
tanto, de la reproducción, no se debe empujar hacia una actividad reproductiva
antinatural (la de la usura). En el Siglo de Oro, nadie podrá tratar el tema de
los conflictos inherentes al cambio socioeconómico, de una manera más
efectiva que como lo hizo el indiano vastago de la primera colonia ultramarina
donde España se hace nueva —ese México a caballo entre dos mundos y dos
épocas—, Juan Ruiz de Alarcón, en El examen de maridos.
13
Originalmentetituladapor Raleigh "The Discoverie of the Large, Rich and Bewtiful
Empyre of Guiana, with a relation of the Great and Golden Cytie of Manoa (which the Spaniards
cali El Dorado)..." vid. edición de V. T. Harlow, Argonaut, Londres, 1928. El neohistoricista
Stephen S. Greenblatt habla de ella en el capitulo "Theatricalismin Action: The GuianaVoyage of
1595 and the Treason Tria! of 1603" de su libro sobre Raleigh, Sir Walter Raleigh.Yaíe University
Press, New Haven & London, 1973.
14
En 1613, Jonson fue tutor del hijo de Walter Raleigh cuando éste fue hecho prisionero
(uno de los más famosos de su época, a excepción de María Estuardo) en la Torre de Londres,
previamente a su ejecución en 1618. Raleigh estuvo preso desde dos años antes de que apareciera,
en 1605, el Volpone y quizá esto, unido al hecho de la directa vinculación de Jonson con la familia
Raleigh, explique parcialmente las palabras del actofinal:"Thou Volpone [...] art to lie inprison,
cramped with irons...". Para el Volpone utilizo The Complete Plays ofBen Jonson (ed. G. A.
Wilkes). Clarendon Press, Oxford, 1982, vol. 3.