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1 Corintios 10 Devocional LUNES
1 Corintios 10 Devocional LUNES
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todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.
Mis amados, lo primero que quiero resaltar en esta mañana es algo que ya
probablemente todos ustedes saben: Dios, creó al hombre libre, pero una libertad
condicionada.
Cada quien es responsable de los actos que realiza, pero existe un código al
cual todos debemos apegarnos, de lo contrario, existen graves consecuencias.
Al código que me refiero es el decálogo, en otras palabras, los diez mandamientos;
estos rigen la vida del hombre, señalando que se puede hacer y qué NO se debe
hacer.
Es cierto que todo está permitido,
pero lo malo es castigado y lo bueno es premiado.
El castigo de lo malo es la muerte
y el premio de nuestras buenas acciones, se nos paga con la vida eterna.
Mis amados a nosotros se nos permite hacer cualquier cosa.
A veces pensamos que solamente las cosas prohibidas son malas.
Sin embargo, debemos ser capaces de diferenciar lo que nos conviene de aquello
que puede hacernos daño o dañar a otros.
Se me permite hacer cualquier cosa,
¿pero me conviene?
Entonces, si se nos permite hacer cualquier cosa,
¿cómo saber si aquello que me agrada es pecado o no?
Alguien dijo lo siguiente:
«Toma como regla lo siguiente:
Todo lo que debilita tu razonamiento daña tu conciencia,
oscurece tu visión de Dios,
dificulta el placer de las cosas espirituales o aumenta el ascendiente del cuerpo
sobre la razón, todo eso es pecado»
Es decir, mis amados, tenemos que ser capaces de discernir cuáles son aquellas
cosas que, aunque nos gusten van en contra de Dios y de nuestra vida espiritual.
Debemos procurar siempre aquellas cosas que nos acercan más a Dios que nos
permiten conocerlo más, que nos edifican y, al mismo tiempo, también edifican a
nuestro prójimo.
Para lograrlo, debemos pedirle a Dios su sabiduría y que nos dé la capacidad de
distinguir las cosas que nos edifican de aquellas que nos destruyen.
Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los
reprenderá por pedirla.
Así dice Santiago 1:5