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El misterio del bosque

El bosque, un lugar maravilloso creado por la naturaleza, para disfrutar de su


compañía y los encantos, que se regalaban; sin embargo, hacía ya mucho
tiempo que la gente temía disfrutar de ella.
Con el pasar de los años, los pobladores fueron cambiando y ya no le daban el
cuidado necesario ni la importancia debida; se acercaban a ella, únicamente
para talar sus árboles, arrojar desperdicios y envenenar el espíritu natural.
Molestos por ello, las deidades del bosque decidieron proteger sus entrañas:
lanzaron encantos, en cada uno de sus rincones y pusieron como guardianes
celosos a almas vagabundas de los árboles marchitos, escondiendo en el
fondo de la floresta, maravillas curativas de los antepasados. Nadie podía
acceder a las entrañas de la misma, y si alguien se atrevía a ingresar, no salía
jamás, solo podían acceder los de alma pura. Era una época, donde el gentío
se había aferrado a la tecnología, por ende, creían que todo lo que comentaban
los ancianos, eran mitos; así, hubo temporadas donde muchos ingresaron al
interior del bosque, algunos no volvieron a salir, otros, salieron desquiciados y
enfermos para siempre.
Cierta vez, un pastor que vivía solo, únicamente acompañado de su perro, al
que consideraba como su mejor amigo, salieron como todos días muy
temprano a pastear su ganado. En medio del camino; él, decidió aventurarse e
ingresar a esta zona inhóspita, tenía motivos para atreverse. Hace unos días, el
médico le detectó una enfermedad incurable, no le daba mucho tiempo de vida.
Me apena darte esta noticia. señaló el médico, pero…
¿Pero qué doctorcito?, ¿qué puedo hacer?
Recuerdo algo, que puede ayudarte.cerrando la puerta del consultorio,
habló en voz baja existe una yerba curativa, que hace mucho tiempo se dice
que se extinguió, únicamente puedes encontrarlo en las profundidades del
bosque. se le acercó y muy despacio, le dijo el nombre, en el oído.
Por favor, no comente con nadie, hay gente que pueden hacer muchas cosas
por eso, te cuento en señal de amistad.
Gracias. No diré a nadie.
Pensativo, por su enfermedad y por el comentario del médico, este decidió
hacer una caminata arriesgada.
Cachorro, vamos a dar un paseo sígueme.
El perro dio un ladrido en señal de conformidad.
La caminata era vacía, sin rumbo y ya alejada de la ciudad. Este nuevo mundo
era extraño, fresco, y con muchas sorpresas.
De repente, el perro dio un ladrido, un insecto que hace mucho no se veía, se
posó en su nariz. El pastor quedó asombrado con la mariposa, era una buena
señal, les indicó el camino y cada vez se confundían entre los musgos y
ramajes de este ambiente nuevo para ellos.
Continuaron su ruta sigilosamente, la selva virgen les daba la bienvenida, se
escuchaban susurros extraños y pasos que les seguían, pero el pastor y su
mascota no veían nada. A cada paso el camino se abría a laberintos estrechos,
con ello luces fulgurantes como indicándoles una senda por seguir.
Seguidamente, se oyó unos sonidos que retumbaron sus oídos, el perro corrió
raudo para descubrirlo y desapareció entre la espesura de la naturaleza. El
pastor intentó seguir el rastro; sin embargo, se extravió, no llegó a dar con el
perro, caminó por alrededor, se sintió pesado, y no encontraba a su amigo.
A grandes voces llamó.
¡¡Cachorro, Cachorro!! llamaba con preocupación amigo ¿dónde estás?
Cuando ya parecía resignado a encontrar a su amigo y se disponía a continuar
con la caminata, escuchó los ladridos del perro, corrió a su encuentro, pero
antes de llegar hacia su amigo, encontró el cuerpo de un campesino, parecía
que dormía, pero al aproximarse más, se dio cuenta que era su amigo.
¡¡Ishaco, Ishaco!! gritó, para despertar al hombre, pero el cuerpo, yacía
inerte.
Le invadió la sensación de miedo, quiso retornar a casa, se acercó hasta el
perro, y notó que este tenía una herida a la altura del cuello, el piso estaba
húmedo con la sangre del animal y sobre ello una enorme piedra, el perro
parecía perder fuerzas y no podía levantarse. El pastor parecía desvanecerse,
cayó al piso, se apoyó sobre la enorme piedra, respiró profundo, unas lágrimas
cayeron por su rostro, al ver la tristeza de su amo, Cachorro se levantó
haciendo un gran esfuerzo y lamió la cara de su amigo. Eso le permitió al
pastor, recobrar las fuerzas y con cautela, se puso de pie. Inmediatamente
rompió un pedazo de su poncho, para hacer un vendaje y cubrir la herida del
animal. Ambos iniciaron la marcha de retorno, buscaron la salida, no
encontraron. La tarde ya caía y las sombras oscuras comenzaban a cubrir el
camino, se apuraron sin éxito, todas las posibles salidas le daban acceso a otro
camino y a otro lugar desconocido. El frío comenzaba a sentirse, y no había
forma de retornar, encontraron un lugar cómodo donde pasar la noche, él
buscó unas ramas secas e hizo una fogata. La noche ya reinaba en el bosque,
las horas pasaban con lentitud y el cansancio arremetía contra ellos; el perro
vomitaba, se retorcía de cólicos y la herida sangraba más.
En la espesura de la selva parecía estar perdido; sin embargo, se le vino a la
mente la recomendación del médico, y del mismo modo, recordó lo que sus
antepasados decían de las plantas. De inmediato divisó a su alrededor, la
fogata le permitía ver distintas especies de árboles, hojas, ramas y hierbas,
cogió con recelo unas cuantas por el olor agradable que desprendían; con
temor a los efectos que puedan producir, él las probó y como tenían un sabor
dulzón, hizo que el animal probase un poco de esas hierbas, así mismo, lo
puso sobre la herida sangrante. Sufrieron unos síntomas extraños, por unos
minutos, luego se quedaron profundamente dormidos.
Muy temprano al amanecer despertaron sedientos y con hambre, aún con los
síntomas de una mala noche, las heridas del animal milagrosamente estaban
cerrando. Con una sonrisa disimulada, le permitió recoger la diversidad de
plantas que había a su alrededor, no estaba la recomendada por el médico,
pero estas le permitirían mejorar su salud, eran suficientes. Por ahora, era
oportuno salir con prisa y evitar el castigo de las almas vagabundas, que él
muy bien creía de su existencia. Emprendieron nuevamente la caminata para
encontrar la salida de ese bosque; sin embargo, no había forma de salir del
lugar. Caminaron a la redonda durante mucho rato, pero volvían al lugar de
donde estaban. Al final de un camino, notó las luces del arcoíris, se dirigieron
hasta ese punto, la distancia era larga, en el trayecto se desmayó.
Despertó confundido en un cuarto con muchas luces, parecía una iglesia, se
encontraba rodeado por hombres de batas blancas.
¡Mi perro, mi perro! buscó desesperado ¿Dónde está mi perro?
No vimos a ningún perro, señor, solo lo encontramos a usted tendido sobre el
piso. Quizá esté por allí, ya aparecerá, hay que esperar.
En ese momento ingresaron al local dos hombres muy altos.
¿Qué hay en el bosque?, cuéntanos preguntaron con tono incómodo.
No, no, no, no vi nada respondió nervioso solo árboles y plantas, nada
más.
¿Vio algo?, ¿conversaste con alguien?
No hay nada, ni nadie. Solo estuve con mi perro.
¿Qué hiciste con tu perro?, ¿cómo mataste a ese hombre?
No maté a nadie, lo encontré ya en el piso cuando buscaba a mi perro contó
con lágrimas en los ojos.
¿Para qué te llevas estás plantas?preguntaron con molestia.
Solo son plantitas para sembrar, papacito.
Cuéntanos cómo ingresaste al bosque, ¿qué hiciste?, ¿acaso no sabes que
está prohibido?
Sí lo sé, pero…
Aquí no hay peros que valgan, tú sabes algo y nos vas a contar.
Lo ataron a una mesa, lo golpearon, lo electrocutaron hasta dejarlo
semimuerto, intentaron sacarle algunas palabras, no obtuvieron nada.
Déjenlo, este no sabe nada, ya está muerto dijo uno de ellos con voz
enérgica hay que seguir buscando…
Después de unas horas, maltratado y con pocas fuerzas, el pastor despertó, el
lugar estaba vacío, los hombres ya no estaban y las hierbas que había sacado
del bosque estaban botadas y pisoteadas en el piso. Se apresuró en recogerlo.
Se adentró al bosque escuchando los ladridos de un perro.

Seudónimo: El curioso

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