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La Constitución venezolana de 1999, siguiendo la tradición constitucional

precedente, clasifica los actos dictados por los órganos que ejercen el Poder
Ejecutivo, según su graduación conforme a la ejecución de la Constitución, entre
actos dictados en ejecución directa e inmediata de la Constitución y, por tanto,
en principio, de rango legal; y actos dictados en ejecución indirecta y mediata de
la Constitución, los cuales al ser dictados en ejecución de la legislación son, por
tanto, en principio, de rango sublegal.

De esta manera la Carta Magna establece en forma expresa en sus


artículos 266, 334 y 336 la competencia de la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia para declarar la nulidad por inconstitucionalidad con
poderes anulatorios de las leyes y demás actos de los cuerpos deliberantes de
carácter nacional, estadal o municipal dictados en ejecución directa de la
Constitución, así como de los actos con rango legal dictados por el Ejecutivo
Nacional. Es decir, la Constitución prevé un control judicial concentrado de la
constitucionalidad de todos los actos estatales, con exclusión de los actos
judiciales y de los actos administrativos respecto de los cuales prevé medios
específicos de control de legalidad y constitucionalidad (recurso de casación,
apelaciones y Jurisdicción Contencioso Administrativa).

A tal efecto, el artículo 334 de la Constitución establece que corresponde


exclusivamente a la Sala Constitucional como Jurisdicción Constitucional
“Declarar la nulidad de los actos de los órganos que ejercen el Poder Público
dictados en ejecución directa e inmediata de esta Constitución o que tenga rango
de ley, cuando colidan con aquella”. Por tanto, los actos de gobierno como actos
de naturaleza política pueden ser objeto de control por la Jurisdicción
Constitucional, y bastaría un solo ejemplo, para darse cuenta de la necesidad
del control: el caso, por ejemplo, de la fijación del contingente de las Fuerzas
Armadas Nacionales, por el Presidente de la República, estableciendo un cupo
por razas, lo que violaría el artículo 21 de la Constitución, por lo que sería a todas
luces inconstitucional y anulable. Entre los motivos de impugnación, de los actos
de gobierno, por tanto y por supuesto, estaría la violación directa de la
Constitución.

Debe señalarse, en todo caso, que en la sentencia de la antigua Corte


Suprema de Justicia en Corte Plena de 29-04-65, dictada con motivo de la
impugnación de la Ley aprobatoria del Tratado de Extradición con los Estados
Unidos, la Corte había sentado el criterio siguiente:

En lo relativo a los actos que el Presidente de la República está


facultado para realizar en ejercicio de sus atribuciones
constitucionales, un atento examen de las mismas conduce a la
conclusión de que determinadas actuaciones presidenciales, en
cualquiera de los dos caracteres de Jefe del Ejecutivo Nacional o
Jefe del Estado venezolano asignados a aquél por el artículo 181
de la Constitución, están excluidos del control jurisdiccional de
constitucionalidad en atención a que por su propia esencia son
actos de índole discrecional; situaciones en que no cabe aplicar a
los motivos determinantes de la actuación el expresado control
constitucional. Entre tales actos encuéntrense según el artículo
190 de la Constitución Nacional los siguientes: Fijar el contingente
de las Fuerzas Armadas Nacionales; convocar el Congreso a
sesiones extraordinarias y reunir en Convención a algunos o a
todos los Gobernadores de las entidades federales. Con base en
las excepciones que se han indicado en lo relativo al control
jurisdiccional sobre la constitucionalidad intrínseca de los actos
del Poder Público, puede sentarse la conclusión de que este
control no ha sido establecido en forma rígida o absoluta, pues
están, sustraídas a su dominio diversas situaciones tanto en el
orden legislativo, como en el judicial y en el ejecutivo.

Esta decisión, como se ha dicho, ahora totalmente superada, originó la


doctrina de supuestos actos excluidos de control aun cuando no en sí mismos,
sino en los aspectos de los mismos que pudieran ser controlados34. En todo
caso, la interpretación doctrinal sobre la exclusión del control de
constitucionalidad “intrínseca” de los actos de gobierno, que sólo podía referirse
a los motivos del acto, como acto discrecional, pero no a los aspectos relativos
a la competencia o a la forma, no fue acogida totalmente de inmediato, al punto
que en una sentencia de 21-11-88, la Sala Político Administrativa de la antigua
Corte Suprema de Justicia al conocer de la impugnación de un acto del Consejo
Supremo Electoral, afirmó al distinguirlo de los actos de gobierno, que en relación
con éstos que:

Permanecen todavía incólumes los principios sentados por la


Corte –a los que se refieren los apoderados del Consejo, pero
aplicándolos inexactamente al caso de autos- respecto de los
“actos de gobierno”, especie jurídica que, en razón de su superior
jerarquía, derivada del hecho de que son producidos en ejecución
directa e inmediata de la Constitución y no de la ley ordinaria, ha
sido excluida hasta ahora, por la propia Corte, de la totalidad del
control jurisdiccional de constitucionalidad, “en atención –como
ella misma ha expresado- a que por su propia esencia son actos
de índole eminentemente política o actos de gobierno, o de índole
discrecional; situaciones en que no cabe aplicar a los motivos
determinantes de la actuación el expresado control constitucional.

La discusión sobre el control de constitucionalidad de los actos de


gobierno, en todo caso, fue definitivamente cancelada por la antigua Corte
Suprema de Justicia en Corte Plena en sentencia de 11-03-93 (caso Gruber
Odreman), al decidir sobre la impugnación por inconstitucionalidad de los
decretos de suspensión de garantía y su ejecución, de noviembre de 1992
dictados luego de la sublevación militar del día 27 de ese mes.
Dentro de este contexto, según el artículo 25 de la Ley Orgánica del
Tribunal Supremo de Justicia se describen las competencias de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia:

1. Declarar la nulidad total o parcial de las leyes nacionales y demás actos con
rango de ley de la Asamblea Nacional, que colidan con la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
2. Declarar la nulidad total o parcial de las Constituciones y leyes estadales, de
las ordenanzas municipales y demás actos de los cuerpos deliberantes de los
Estados y Municipios que sean dictados en ejecución directa e inmediata de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y que colidan con ella.
3. Declarar la nulidad total o parcial de los actos con rango de ley que sean
dictados por el Ejecutivo Nacional, que colidan con la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
4. Declarar la nulidad total o parcial de los actos en ejecución directa e inmediata
de la Constitución, dictados por cualquier otro órgano estatal en ejercicio del
Poder Público, cuando colidan con aquélla.
5. Verificar, a solicitud del Presidente o Presidenta de la República o de la
Asamblea Nacional, la conformidad con la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, de los tratados internacionales que sean suscritos por
la República, antes de su ratificación.
6. Revisar, en todo caso, aun de oficio, la constitucionalidad de los decretos que
declaren estados de excepción que sean dictados por el Presidente o Presidenta
de la República.
7. Declarar la inconstitucionalidad de las omisiones del Poder Legislativo
Municipal, Estadal o Nacional, cuando haya dejado de dictar las normas o
medidas indispensables para garantizar el cumplimiento con la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, o las haya dictado en forma incompleta,
así como las omisiones de cualquiera de los órganos del Poder Público Nacional,
Estadal o Municipal, y establecer el plazo y, si fuera necesario, los lineamientos
o las medidas para su corrección.
8. Resolver las colisiones que existan entre diversas disposiciones legales y
declarar cuál debe prevalecer.
9. Dirimir las controversias constitucionales que se susciten entre cuales quiera
de los órganos del Poder Público.
10. Revisar las sentencias definitivamente firmes que sean dictadas por los
Tribunales de la República, cuando hayan desconocido algún precedente
dictado por la Sala Constitucional; efectuado una indebida aplicación de una
norma o principio constitucional; o producido un error grave en su interpretación;
o por falta de aplicación de algún principio o normas constitucionales.
11. Revisar las sentencias dictadas por las otras Salas que se subsuman en los
supuestos que señala el numeral anterior, así como la violación de principios
jurídicos fundamentales que estén contenidos en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, tratados, pactos o convenios internacionales suscritos
y ratificados válidamente por la República o cuando incurran en violaciones de
derechos constitucionales.
12. Revisar las sentencias definitivamente firmes en las que se haya ejercido el
control difuso de la constitucionalidad de las leyes u otras normas jurídicas, que
sean dictadas por las demás Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás
Tribunales de la República.
13. Resolver los conflictos de cualquier naturaleza que puedan suscitarse entre
las Salas que integran el Tribunal Supremo de Justicia o entre los funcionarios o
funcionarias del propio Tribunal, con motivo de sus funciones.
14. Determinar, antes de su promulgación, la constitucionalidad del carácter
orgánico de las leyes que sean sancionadas por la Asamblea Nacional, o de los
decretos con rango y fuerza de ley que sean dictados por el Presidente o
Presidenta de la República en Consejo de Ministros.
15. Conocer la solicitud que formule el Presidente o Presidenta de la República,
en el lapso de diez días que tiene para promulgar la misma, acerca de la
inconstitucionalidad de una ley que sea sancionada por la Asamblea Nacional o
de algunos de sus artículos, de conformidad con el artículo 214 de la
Constitución.
16. Avocar las causas en las que se presuma violación al orden público
constitucional, tanto de las otras Salas como de los demás tribunales de la
República, siempre que no haya recaído sentencia definitivamente firme.
17. Conocer la demanda de interpretación de normas y principios que integran
el sistema constitucional.
18. Conocer en única instancia las demandas de amparo constitucional que sean
interpuestas contra los altos funcionarios o funcionarias públicos nacionales de
rango constitucional.
19. Conocer las apelaciones contra las sentencias que recaigan en los procesos
de amparo constitucional autónomo que sean dictadas por los juzgados
superiores de la República, salvo contra las de los Juzgados Superiores en lo
Contencioso Administrativo.
20. Conocer las demandas de amparo constitucional autónomo contra las
decisiones que dicten, en última instancia, los juzgados superiores de la
República, salvo de las que se incoen contra las de los Juzgados Superiores en
lo Contencioso Administrativo.
21. Conocer las demandas y las pretensiones de amparo para la protección de
intereses difusos o colectivos cuando la controversia tenga trascendencia
nacional, salvo lo que disponen leyes especiales y las pretensiones que, por su
naturaleza, correspondan al contencioso de los servicios públicos o al
contencioso electoral.
22. Conocer de las demandas de amparo contra los actos, actuaciones y
omisiones del Consejo Nacional Electoral, de la Junta Electoral Nacional, de la
Comisión de Registro Civil y Electoral, de la Comisión de Participación Política y
Financiamiento, así como los demás órganos subalternos y subordinados del
Poder Electoral.
23. Las demás que establezcan la Constitución y las leyes.

Cabe destacar que según el artículo 342 de la Constitución de la


República Bolivariana de Venezuela, “La reforma constitucional tiene por objeto
una revisión y modificación parcial de la Constitución, en la que se pueden
sustituir una o varias de sus normas, sin que modifiquen la estructura y principios
fundamentales del texto constitucional”. El Título IX, de la Constitución
formalmente en vigor desde 1999, dedica, al igual que lo hacía la Constitución
de 1961, varios artículos a la «reforma constitucional». No obstante, bajo el
epígrafe mencionado, la norma suprema distingue tres modalidades de revisión
de la Constitución, siendo la primera, las enmiendas; la segunda, las reformas
propiamente dichas; y la tercera, la Asamblea Nacional Constituyente.
Importantísimo señalar que la Constitución de Venezuela del año 1961,
estableció un Estado democrático de Derecho, en el que se desarrollaron un
conjunto de circunstancias históricas, políticas, económicas, sociales y culturales
que 38 años después, condujeron a la reforma de la Constitución en 1999.

Llegado a este punto en la última década y bajo la vigencia de la


Constitución de 1961, se produjeron importantísimos cambios en las
instituciones políticas y constitucionales del país, que ameritaban la actualización
y revisión de esta obra. La reforma electoral, la reforma municipal, la reforma de
la estructura federal con el inicio de la descentralización política, por ejemplo,
han desencadenado un proceso de cambios en nuestras instituciones, con
importantes repercusiones en nuestro derecho público, que resultaba
imprescindible recoger y reseñar.

En efecto, Venezuela durante los últimos años ha estado experimentando


un proceso de cambio político, que ha venido conduciendo al desmoronamiento
del sistema político propio de un Estado Democrático Centralizado de Partidos,
que se agotó, el cual se había iniciado en los años cuarenta, particularmente a
raíz de la Revolución de Octubre de 1945; y luego se consolidó a partir de la
Revolución Democrática de 1958. Los venezolanos, en los últimos años, hemos
sido testigos de todos los signos posibles e imaginables de la crisis de ese
sistema y del cambio que se ha estado operando. Ya es imposible, por tanto,
que no tengamos clara conciencia de que ese sistema, que funcionó durante las
últimas décadas, no es probable que se prolongue mucho más allá del período
constitucional que ha comenzado a partir de 1994.

Por tanto, el Estado Democrático Centralizado de Partidos, que es el que


caracterizó a la Venezuela democrática desde el año 1958, llamado también,
pura y simplemente, el Estado de Partidos, terminó, estando nuestras
instituciones en un proceso de transformación indetenible e irreversible. En todo
caso, los venezolanos tenemos, como reto fundamental, que este proceso de
cambio y de transformación que se está operando en el país, se produzca en el
marco del régimen democrático, pues lo que se está extinguiendo no es la
democracia, sino el sistema político que se estableció para operar esa
democracia, es decir, el sistema político democrático centralizado de partidos.

En tal sentido, uno de los factores fundamentales que podría contribuir


aún más al agotamiento y extinción definitiva de ese modelo de Estado
Democrático Centralizado de Partidos, es el proceso de descentralización
política que se ha iniciado a partir de 1989. En la descentralización y la
participación políticas, está la esperanza, sin la menor duda, de la sobrevivencia
de la democracia venezolana, pues bajo el esquema centralizado de partidos, la
democracia no tendría posibilidad segura de continuar.

Es necesario recalcar que en nuestra historia política desde el año 1811


a la actualidad, pueden distinguirse cuatro grandes ciclos o etapas, dominadas,
cada una, por un determinado régimen político estatal. A lo largo de los 184 años
de vida republicana hemos tenido 25 Constituciones, pero ello no significa que
hayamos tenido el mismo número de pactos y regímenes políticos diferentes. Al
contrario, todo el conjunto de Constituciones y de hechos políticos acaecidos en
el transcurso de la historia del país, pueden agruparse en cuatro grandes ciclos,
cada uno con sus características, su régimen estatal, su propio liderazgo, su
proyecto político y su propia decadencia o agotamiento que, en cada caso,
marcaron una etapa histórica de algo más de una generación a la que
correspondió, con sus sucesores, la implantación de un proyecto político
concreto. Todos los ciclos políticos anteriores, hasta ahora, no evolucionaron en
sí mismos, sino que se derrumbaron, en gran parte por la incomprensión del
liderazgo político en haber tomado conciencia de los cambios que produjo, en
cada etapa, el propio desarrollo del proyecto político concreto que las
caracterizó.

Recordemos que las constituciones en Venezuela han sido la norma


fundamental establecida para regir jurídicamente el país. Desde que ocurrió una
nación libre e independiente se ha dado, según el momento histórico y la
circunstancia, varias constituciones hasta llegar a la que rige a la actualidad,
cada una de ellas ha tenido su razón de ser y un impacto social determinado.
Entre algunas diferencias, podría destacarse:
1. Denominación de nuestro país como República Bolivariana de
Venezuela.
2. Forma de gobierno era presidencialista a presidencialista con
injerencia parlamentaria.
3. Se incorporan los idiomas indígenas como idioma oficial como el
castellano.
4. Desde la llegada de la nueva constitución los símbolos patrios
sufrieron algunos cambios.
5. El modelo de estado pasó de ser Estado Democrático de Derecho
Democracia Formal y representativa a Estado Democrático de
Derecho y de Justicia Democrática Social, Participativa y Protagónica.
6. Con respecto a los Deberes, Derechos Humanos y Garantías, se
adquiere una significación y relevancia a tono con la realidad actual, la
cual no aparecía en la Constitución de 1961.
7. En materia de nacionalidad, a diferencia de la anterior Constitución se
consagra la doble nacionalidad.
8. Entre otros.

En términos generales, la nueva Constitución trae consigo novísimos artículos.

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