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Berger y Luckman -> Socialización como internalización de normas y valores de una sociedad en
específico. Esto se logra a través de la interacción con otros individuos e instituciones.
Este proceso comienza cuando asumimos que en el mundo en el que vivimos, también viven otros
similares a mí. Por lo que podemos decir que -> Yo no solo "comprendo" los procesos subjetivos
momentáneos del otro: "comprendo" el mundo en que él vive, y ese mundo se vuelve mío. No
solo vivimos en el mismo mundo, sino que participamos cada uno en el ser del otro.
El proceso de internalización concluye con la adopción del “otro generalizado” lo que lo constituye
como un miembro de la sociedad.
Socialización Primaria: La socialización primera es aquella que sucede en la niñez. Las definiciones
que los otros significantes hacen de la situación del individuo le son presentadas a este como
realidad objetiva. De este modo, él nace no solo dentro de una estructura social objetiva, sino
también dentro de un mundo social objetivo. El mundo social aparece “filtrado”, mediante esta
doble selección. El yo es una entidad reflejada, porque refleja las actitudes que primeramente
adoptaron para con él los otros significantes.
A su vez, la socialización primaria crea en la conciencia del niño una abstracción progresiva que va
de los “roles” y actitudes de otros específicos, a los “roles” y actitudes en general (de la sociedad).
Esta abstracción se denomina el otro generalizado.
Al comenzar a abstraer y generalizar las normas observadas, se logra una abstracción progresiva
del “otro significante”, llevando a una generalización de las normas, lo que se entiende como el
“otro generalizado”.
Esto presenta un problema, porque la realidad ya internalizada tiende a persistir. Cualesquiera que
sean los nuevos contenidos que ahora haya que internalizar, deben, en cierta manera,
superponerse a esa realidad ya presente.
Mientras que la socialización primaria no puede efectuarse sin una identificación con carga
emocional del niño con sus otros significantes, la mayor parte de la socialización secundaria puede
prescindir de esta clase de identificación y proceder efectivamente con la sola dosis de
identificación mutua que interviene en cualquier comunicación entre los seres humanos.
Los "roles" de la socialización secundaria comportan un alto grado de anonimato, vale decir, se
separan fácilmente de los individuos que los desempeñan.
- Externalización: La capacidad del individuo para actuar e intervenir en el mundo social. Los
individuos influyen en la “creación” de su mundo; a través de la externalización se producen
cambios e innovaciones en la sociedad.
- Internalización: Adopción del mundo social objetivo para que este se convierta en “mi” mundo.
Afecta como todos nos relacionamos con el ambiente. Básicamente es incorporar a nuestra
identidad aquello que fue objetivado.
Identidad
En el pasado se planteaba la idea de que la “identidad” era estática, ya que se la caracterizaba con
elementos de la psicología y cultura. Sin embargo, Juliano intenta rebatir eso y plantea que la
identidad es variable, estando sujeta a cambios, influencias externas e internas, etc.
La identidad se considera un proceso dinámico que no solo se puede definir por lo cultural o
psicológico, sino que implica confrontaciones y conflictos sociales.
-Época de la independencia; necesidad de contar con los indios, negros, mestizos y mulatos. Se
define como enemigos a los españoles.
-Oligarquía; identidad positiva los civilizados (europeos, blancos y habitantes de ciudad) y polo
negativo los barbaros. Se generó su identidad por oposición de otro excluido (el indio).
En cada caso se trataba de legitimaciones de opciones que significaban, para el grupo en el poder,
beneficios económicos e incremento del control político. Esto hace que se genere un modelo de
identificación negativo, una especie de autorrechazo estimulado desde el poder, que se apoya en
interpretaciones psicologistas.
Tanto en el caso de los primeros gobiernos liberales, como de los populistas, como de la
restauración liberal de las últimas dictaduras, se ha utilizado siempre la estructura del estado
como principal mecanismo de generación de propuestas de identidad. Pero esto no significa que
solo desde ese nivel se generen propuestas, de hecho todos los intentos de desarrollar en forma
positiva los modelos de identidad populares han significado la aceptación por parte de políticos
receptivos, de determinadas reivindicaciones que ya estaban latentes en las masas.
Es decir que si bien los modelos de identidad argentina prevalecientes en cada etapa son los
apoyados desde el estado, los sectores populares han actuado activamente contra los que los
desvalorizaba y han conseguido, en ciertas oportunidades cambiar los estereotipos negativos por
otros que valoraran su especificidad.
Bajo esta premisa, las identidades se definen por lo negativo, por la oposición: lo femenino
antepuesto a lo masculino, la izquierda antepuesta a la derecha.
La identidad implica la pertenencia a algo (a un nosotros), a la vez que la diferencia con algo que
no somos (un otro).
La identidad individual se construye sobre la identidad social del grupo de pertenencia, por lo que
la identidad individual es, también, una identidad social.
El proceso identitario tiene una doble cara: una colectiva (de experiencias compartidas
grupalmente) y una particular (en cuanto a cómo procesamos esas experiencias –no como
individuos-, sino como sujetos sociales, desde el momento que tomamos conciencia de nuestra
pertenencia a un grupo social).
Las representaciones sociales que se construyen sobre “los otros” enmascaran y ocultan las
diferencias internas.
Al no otorgar peso a las significaciones que hacen los propios sujetos de su grupo identitario
(origen étnico, por ej) se suelen homogeneizar las diferencias internas de los otros (cayendo en
estereotipos, “todos los musulmanes son terroristas” por ejemplo) y simultáneamente a
desconocer las desigualdades de nosotros.
Identidades múltiples
Todos tenemos múltiples identidades las cuales adscribimos según la circunstancia lo amerite
(para rendir un parcial soy estudiante, para ver un partido soy hincha de un equipo, etc).
Esas identidades se constituyen como parte de nosotros como resultados de experiencias sociales
e históricas producidas colectivamente y en el plano de la subjetividad.
Identidades negativas
- Perspectiva relacional dinámica: Se opone a las dos anteriores. Entiende que la identidad es
relacional (guarda relación con otra cosa) y se constituye interactuando con los otros. Necesita de
esos otros para establecer lo que los diferencia y ese “límite” puede modificarse con el tiempo.
Una sociedad hegemónica será aquella capaz de organizar la sociedad de acuerdo con sus propios
intereses y visiones, generando consenso al nivel de las prácticas y visiones de mundo cotidianas.
Según Williams, el concepto de hegemonía de Gramsci amplía aquel de cultura al poner en
relación el proceso social total de vida, con las distribuciones específicas del poder. La
organización cotidiana de la existencia, lo efectivamente vivido es organizado prácticamente por
significados y valores específicos y dominantes
Cultura popular
A través de la apertura de ciertos límites de la corriente humanista entre los siglos XVII y XVIII, fue
posible que símbolos y significados, presentes en costumbres, modos de vida, formas artísticas,
danzas, canciones, leyendas, etc, los cuales no solo tenían una profundidad histórica sino que
formaban la base del comportamiento de los pueblos de la época, fueran considerado objetos de
estudio (institucionalizando el folklore).
A partir de las referencias a lo popular de Gramsci, el concepto cultura popular será retomado en
un sentido diferente para pensar las relaciones de poder y luchas simbólicas en las sociedades de
clases.
Para el autor, las concepciones oficiales y subalternas “toman” continuamente motivos unas de
otras, constituyendo uno de los ejes de la mirada gramsciana de la cultura
El otro eje estaría constituido por la situación de desventaja configurada por la asimetría en el
carácter oficial. A las posibilidades de acceso diferente de los sectores subalternos a los bienes
económicos y al poder político, se le agregaría una desigual participación en la producción y el
goce de los bienes simbólicos. La naturalización de las desigualdades es uno de los más poderosos
mecanismos de perpetuación
Hay que preguntarse cómo y por qué ha llegado a convertirse en “natural” y “legítima” cierta
manera de concebir el mundo y cómo se relaciona esto con las diferencias y desigualdades al
interior de una sociedad.
Aplicando este razonamiento al desarrollo histórico del sistema capitalista, vemos que para
sustentar ese nuevo orden económico, fue necesario sustentar un nuevo orden social y
simbólico, nuevas maneras de organizar la sociedad y nuevos significados para las nuevas
relaciones entre los seres humanos.
Estos nuevos órdenes tuvieron que enfrentarse con los anteriores, lo que implicó una lucha social
y simbólica entre los anteriores y nuevos sentidos del mundo impuestos por las necesidades y
lógicas económicas. En resumen, encontramos diversas formas de caracterizar la cultura popular,
que adquieren distintas connotaciones asociadas a concepciones más amplias acerca de la
sociedad, la cultura y sus relaciones recíprocas, así como deben contextualizarse en distintos
lugares, coyunturas y momentos históricos
El concepto presente por una parte en el folklore, remite a un sentido de tradición, aquel
reservorio de costumbres y modos de vida considerados “originales” de un pueblo y que pueden
aparecer referidos como un núcleo de identificación nacional. Esto está en coherencia con una
concepción cristalizada y esencialista de cultura.
b) La cultura popular como par opuesto de la hegemónica, núcleo de resistencia simbólica ante su
imposición, un lugar de disputa que continúa, a nivel de las ideas y los significados, las luchas
económicas y políticas de los sectores subalternos.
Raza
Archenti – Raza y Racismo
Siglo XVIII -> Concepción de la diversidad racial arraigada al “medio ambiente”. Las diferencias
entre humanos según la naturaleza en donde viven.
Siglo XIX -> Concepción de que las razas eran diversos estadios de la humanidad para alcanzar la
“civilización”, siendo la “raza blanca” aquella más avanzada. (Proligenistas)
El concepto de especie corresponde a una entidad cerrada, mientras que el concepto de raza,
constituye una entidad abierta. El hombre como especie presenta diferencias internas
(intraespecificas); estas diferencias constituyen las “subespecies” o razas. Las razas son entidades
abiertas biológicamente, ya que individuos de razas diferentes pueden producir descendencia (un
hombre y una mona, en cambio, no pueden).
Vallois - > la humanidad se dividía en cuatro grandes grupos raciales, definidos por el color de la
piel, la forma y textura de los cabellos y la forma de la nariz. Esta división en grandes razas seria
“natural” ya que cada una de ellas estaba asociada a un espacio geográfico definido. De esta
manera, la especie humana estaría subdividida en grandes grupos naturales. Por lo tanto, cada
grupo racial seria el resultado de una larga adaptación a determinada área del planeta.
Esta concepción de la raza domino la Antropología Física hasta la década de 1950. Según esta
definición, la raza es la única agrupación humana basada exclusivamente en criterios físicos.
Sin embargo, esta argumentación clásica que sostiene la existencia de “grandes razas” lleva a
pensar a la humanidad como separada en tres o cuatro grandes grupos homogéneos y con
marcadas diferencias entre ellos.
“Raza” es un concepto teórico. Lo que observamos en la realidad son individuos con distintas
características físicas, pero no individuos de distintas “razas”.
Los intentos de clasificaciones raciales siempre presentaron el mismo problema: la imposibilidad
de encontrar grupos homogéneos claramente diferenciados (ya sea usando rasgos externos o
características genéticas).
Este problema se debe a que desde el principio de los tiempos, la historia del hombre es la historia
de sus migraciones. La guerra y la conquista han implicado siempre la mezcla entre los diversos
pueblos. De ahí que en la realidad exista una extrema variabilidad en los tipos humanos.
- Los que creen que el concepto de raza (como fenómeno estadístico) puede ser útil en los
estudios.
- Los que creen que el concepto de raza no sirve para nada porque es artificial y arbitrario.
En realidad, las poblaciones humanas son extremadamente diversas. Una categoría de “gran
raza”, en el intento de englobar a muchas poblaciones, corre el riesgo de forzar la realidad.
Existen algunas clasificaciones que reconocen más de 200 razas humanas. Incluso algunos biólogos
creen poder distinguir hasta un millón de razas. Entonces, ¿hasta donde llega la utilidad de un
concepto que para poder explicar la realidad debe multiplicarse infinitamente?
La raza en tanto concepto social incluye los procesos sociales en los que los individuos y grupos
utilizan el concepto de raza para categorizar y ordenar el universo sociocultural en el que
interactúan. La raza interesa a los científicos sociales como constelación especial de categorías
ideológicas. Como ninguna de las acepciones del sentido común está informada por principios
genéticos válidos, es obvia la no coincidencia entre raza social y raza biológica. Por lo tanto, al
diferenciar razas socialmente definidas se ha de atender tanto a las características biológicas
comunes como a los rasgos socioculturales comunes. Las razas sociales están formadas por
grupos de significaciones subjetivas, y el criterio decisivo de la pertenencia al grupo viene dado
por la determinación de las relaciones genealógicas.
Según Robert Par las “relaciones raciales” serían aquellas relaciones susceptibles de producir
conflictos raciales o conciencia de raza y que determinan el estatus relativo de los grupos dentro
de la comunidad. Otros conceptos son los de “relaciones étnicas” y “relaciones mayoría-minoría”.
El primero es más abarcador, pues incluye aspectos diferenciadores como pueden ser la religión,
la nacionalidad, el idioma, etc. por otra parte, la “minorías” serían grupos étnicos o raciales que
ocupan una posición subordinada en las comunidades.
Los grupos étnicos se diferencian de otros con los que conviven por características distintivas que
los hacen conscientes a ellos mismos y a los demás de esa diferencia. La identidad étnica se
construye siempre que hay contacto interétnico, no surge en un grupo aislado sino por oposición
y contraste con otros grupos.
Estos prejuicios no son estáticos, no responden a impulsos innatos del hombre, sino que son
construcciones sociales dinámicas que se van modificando al calor de las relaciones entre grupos
humanos.
Desde el mismo origen de la humanidad no existió una cultura única. Hubo diferencias desde el
inicio, que fueron ampliándose y profundizando constituyendo el caldo donde germinaron los
prejuicios entre los grupos. Las sociedades humanas, en su acción transformadora del medio,
contaron con la organización del trabajo. Para tal fin se establecieron reglas que norman las
relaciones entre los grupos. Aquella organización adquirió características muy diversas, y en la
medida en que pasamos de una sociedad con economía simple a una complejización de la división
y organización del trabajo que posibilita una mayor acumulación de riquezas, aumentan las
relaciones de desigualdad y dominación entre los grupos.
Muchos de los datos aportados por la Antropología Física, han posibilitado la aparición de teorías
que conducen a su instrumentalización racista. Si bien también existen una serie de hechos que
hoy pueden aceptarse como seguros ¿Desde qué perspectiva teórica podemos aprehender la
temática del racismo? Podríamos distinguir dos enfoques teóricos. Uno que lo fragmenta
presentándose como problema particular y que generalmente lo analiza a partir de situaciones
empíricas. Otro, que intenta partir de la totalidad que representa recuperar su historicidad, para
lograr la comprensión de las problemáticas particulares.
Albert Memmi plantea que el racismo forma parte de un mecanismo más general, del que es un
caso particular. Con el término heterofobia el autor designa el carácter general del
comportamiento humano, que consiste en el rechazo aterrorizado y agresivo del prójimo.
Propone, entonces, una definición: racismo es la valoración generalizada y definitiva de las
diferencias biológicas, reales o imaginarias, en beneficio del acusador y en detrimento de su
víctima, con el fin de justificar una agresión. En este sentido, como doctrina, el racismo es
relativamente reciente.
Para concluir:
- Los prejuicios raciales se constituyen como verdadera doctrina durante los siglos XVIII y XIX.
- La teoría de la evolución ejerció una influencia importante sobre la ideología racista. Los blancos
acogieron con entusiasmo el darwinismo, que venía a afianzar y a confirmar su política de
expansión y agresión. Si algunos grupos humanos eran reducidos a la esclavitud o morían a causa
de los fusiles europeos, esto se debía a que un grupo humano inferior debía ser sustituido por uno
superior.
- Los blancos acogieron contentos la teoría darwiniana, la deformaron y adaptaron a sus intereses
y entonces sacaron de ella lo que se llaman el darwinismo social, mediante el cual pretendieron
justificar sus privilegios. Sin embargo, es importante resaltar que esta teoría no tiene nada que ver
con los principios estrictamente biológicos de Darwin. En síntesis: los progresos de la biología
fueron explotados tendenciosamente y extrapolados a lo social.
- Patrimonio vivo: Hace referencia a la cultura en movimiento, aquello que es objeto de estudio de
la antropología. Es patrimonio que aún cuenta con movimiento, transformación y relaciones
sociales.
- Patrimonio muerto: Aquello que está en los museos. Patrimonio estático, desactualizado y sin
“relevancia” en el presente (en tanto re-configuración del mundo se trate).
Colectivos argentinos y su valoración a lo largo del tiempo (por las clases dominantes)
Indios
1) Deculturación: Se los eliminó y homogeneizó bajo el concepto “indio”.
2) Independencia: Se los revalorizó de manera oportunista durante las luchas por la independencia
(para que fueran a la primera línea del campo de batalla).
3) Monarquía Incaica: Aprovechamiento de imagen durante el intento de monarquización de
Belgrano.
Gauchos
1) Génesis: Concepción del término “gaucho” como noción peyorativa. Hombre libre, al margen de
la ley que vivía en los sectores ganaderos. No eran peones, ya que no servían a quienes tenían
tierras.
2) Resemantización: Utilización de cuerpos gauchos para la causa patria. Invasiones inglesas.
3) Utilización: Son considerados un símbolo patrio, pero también sigue vigente su previa
estigmatización. Rosas resuelve crear un corpus político apuntado a los gauchos, en contraparte
de aquellos ilustrados y ricos para los que gobernaban gente como Rivadavia.
4) Muerte y transfiguración: Declive del gaucho por la llegada de los europeos, pero a la vez se lo
reivindica como símbolo histórico (esto por las prácticas huelguistas de los obreros europeos, que
no tenían la virtud de trabajo del campesinado).
5) Rescate: Se lo recupera y mitifica como figura nacional tras su “muerte” por las clases
dominantes a través de varios mecanismos:
- Desocialización y naturalización: Se borra su trasfondo histórico y se lo mitifica.
- Racialización: Se lo considera como un exponente de la raza argentina/neolatina. Se celebra la
extinción de los indios, negros y se celebra la llegada de la raza pura europea.
- Tradicionalismo como culto: Se celebra la tradición de los gauchos como figura pictórica que se
reproduce como parte de la identidad histórica nacional.
- Exaltación de la estancia ganadera: Borramiento de la historia y mitificación de las antiguas
estancias como lugares de paz, donde no existía el conflicto.
Por otra parte, desde clases subalternas rurales, se resiste esta visión de patrimonio muerto y
estático, optando por un rescate diferente:
- Persistencia en el área rural de actitudes y prácticas “gauchescas”: Si bien se modifican por el
contexto sociocultural, se practican manifestaciones deportivas ecuestres, o se utilizan ciertos
artefactos como boleadoras, yerras.
- Adopción por inmigrantes y descendientes de dichas actitudes: “Agauchamiento” extendido.
- Proyección del gaucho en la creación culta: Martin fierro como elemento de la noción
constitutiva de identidad nacional argentina.
- Inserción en la vida urbana: Transformación a proletariado citadino. Prácticas culturales como
payadas y milongas.
Migrantes internos
Desde las clases hegemónicas el rescate del patrimonio social de estos migrantes se hace ya en los
moldes del tradicionalismo patrimonialista.
Tradicionalismo patrimonialista -> La relación política-cultura viene dada por el uso del
patrimonio tradicional como punto no conflictivo y encuentro de todas las clases sociales. La
concepción y objetivo del mismo se relaciona básicamente con la protección y defensa del
patrimonio folclórico como quinta esencia de la identidad nacional.
Esto significa que las valoraciones históricas se realizan de forma ahistórica, ignorando los
conflictos, en pos de crear una identidad nacional que unifique a las personas existentes dentro de
un mismo territorio.
Básicamente, las hegemonías atribuyen estos sentidos al patrimonio cultural de indios, gauchos y
migrantes para perpetuar el estatus que los categoriza como elites, porque el pueblo es aquel que
es fuente y justificación de lo que se considera nacional, pero bajo estas concepciones es el Estado
donde reside lo nacional, haciendo que el pueblo deba adherirse a el para ser destinatario de las
acciones de gobierno.
Poder y Hegemonía
Giménez – Los Fenómenos del poder
El discurso político- jurídico es indisociable de los fenómenos de poder y de las formas estatales de
poder. Los constitucionalistas suelen ocuparse con frecuencia de “poderes”. Pero estos “poderes”
son definidos en términos puramente jurídicos. Por otra parte, están los factores reales de poder,
que se toman y se extienden en una hoja de papel, se les da expresión escrita y, a partir de ese
momento, incorporados a la Constitución, ya no son simples factores reales de poder, sino que se
han erigido en derecho, en instituciones jurídicas y quien atente contra ellos atenta contra la ley.
Pues bien, ¿Qué son estos “factores” o “relaciones reales” de poder? El poder no es una
substancia, ni una esencia, sino un concepto relacionado históricamente determinado. El poder no
es algo que se pueda adquirir, el poder se ejerce a partir de innumerables puntos de apoyo y
dentro de un juego de relaciones desiguales y móviles. A su vez, estas configuraciones del poder
varían cualitativamente según las diferentes formaciones sociales que se han dado en la historia.
La historicidad es la primera característica del poder.
Cuando hablamos de poder nos referimos por lo general a cierta capacidad de acción. Pero
“poder” no es solamente la capacidad de hacer algo por uno sino, es también la capacidad de
hacerlo por medio de otros. Lo que supone alguna forma de dominio sobre los otros y la
emergencia de asimetrías y desequilibrios en las relaciones sociales. Así, se puede hacer una
diferenciación entre el poder como capacidad y el poder como ejercicio, este último presupone al
primero.
Un análisis más detallado nos conduce a la distinción de tres modalidades puras de poder: la
dominación, la autoridad y la dirección.
- La dominación es la fuerza entendida como el uso o la amenaza de la violencia física. A la
dominación responde un tipo de sumisión basado, no en el consentimiento, sino en el temor o el
terror. La reacción específica contra esta forma de poder es lo que se llama propiamente rebelión,
que puede ser pasiva o activa. La sanción correspondiente puede ser la represión física, el exilio o
la muerte. La condición primera de la dominación no es la legitimación ideológica, sino el control
y la vigilancia permanente.
- Por último tenemos la dirección, que supone también cierta legitimación y una relativa
unanimidad entre dirigentes y dirigidos, pero su naturaleza es diferente porque su fundamento
no radica en ideologías de legitimación, sino en el cálculo racional de los dirigidos y en el
reconocimiento de una competencia en los dirigentes. La dirección es una forma de poder ligada
a las exigencias de la división técnica del trabajo y su medio específico es la competencia. Esta es
siempre un poder delegado y en cuanto tal es temporal, reversible y circunscrito a una función
bien definida. El tiempo de “obediencia” que responde al poder de dirección puede llamarse
consentimiento. La reacción característica frente al poder de dirección se llama oposición (por
deficiencia en el uso del poder), cuya sanción es la exclusión de los opositores. En la medida en
que el poder de dirección reposa sobre cierta pretensión de racionalidad, su expansión espacial
no tiene límites. Por eso los regímenes de autoridad racional poseen frecuentemente un aspecto
universalista. Sin embargo, cuando esta racionalidad se torna nacionalista se topa
necesariamente con fronteras naturales, a no ser que se transforme en imperialismo y justifique
la dominación.
La modalidades de poder solo poseen un valor analítico, ya que nunca se encuentran en la realidad
de forma pura y separada, más aún, cada una de las modalidades requiere de las otras para poder
perdurar.
En este último caso Gramsci habla de hegemonía, término que recubre los fenómenos de poder
que hemos llamado autoridad y dirección. En efecto, hegemonía significa, por una parte, una
capacidad de dirección política que supone la capacidad de interpretar y representar
eficazmente los intereses de los grupos afines y aliados, cuya confianza y apoyo se conquistan de
este modo. Y, por otra, la capacidad de crear en torno a si, una unidad o al menos una
convergencia ideológico- cultural generadora de legitimación y consenso. La hegemonía
gramsciana no es solo un hecho político, sino también un hecho cultural y moral que pone en
juego una concepción del mundo.
Las teorías del poder que se inscriben en la tradición weberiana presentan un gran inconveniente:
conciben el poder en términos de relaciones puramente intersubjetivas que se concretan en la
confrontación con una “voluntad dominante” y una “voluntad dominada”. A la concepción
subjetivista del poder habrá de oponer una concepción que lo defina ante todo como una
característica objetiva y estructural de todo sistema social basado en relaciones disimétricas.
Ambos enfoques no deben considerarse como absolutamente alternativos, como se ha hecho
tradicionalmente. Es claro que el ejercicio del poder se manifiesta fenomenológicamente como
una relación interpersonal. Pero es igualmente claro que esta relación se halla determinada por
situaciones estructurales que remiten a posiciones objetivas de los protagonistas.
- La estrategia es “el arte de entablar cualquier tipo de lucha en condiciones favorables”, lo que
supone cierta economía o modo de administración del poder.
- La táctica es una estrategia a corto plazo orientada al logro de objetivos coyunturales que se
relacionan solo mediatamente con los intereses fundamentales del juego.
Los objetivos estratégicos tienden a ser estables y permanentes, mientras que las tácticas pueden
ser variadas y contradictorias. Las tácticas son conscientes, explicitas y hasta localmente “cínicas”
pero no así las estrategias globales que las coordinan. Este anonimato de las grandes estrategias
sociales es innegable.
El poder político
La especificidad del poder político tiene que ver con la diferenciación de escalas del espacio social.
En el ejercicio del poder político se trata de un espacio social cerrado y delimitado por una
“frontera”. Más allá de esta frontera hay otros espacios sociales también políticamente
organizados, con los que solo es posible mantener relaciones de indiferencia, de alianza o de
hostilidad. Si consideramos la “interioridad” diremos que se halla constituida por la totalidad de
las relaciones sociales que se desarrollan dentro de su ámbito. Desde este punto de vista el poder
político se define como un poder de soberanía interna capaz de hacer funcionar la totalidad del
cuerpo social en beneficio de un grupo o de una clase dominante. Ni siquiera el Estado moderno
agota la totalidad de las relaciones de poder vigentes en una sociedad.
A partir de los s XVII y XVIII, marcados por nuevos problemas económicos y demográficos, así
como por la creación y el desarrollo de los grandes aparatos del Estado, se produce una mutación
radical en la “economía” del poder, se pasa de la punición a las disciplinas de vigilancia, de control
y de normalización que permiten un ejercicio continuo e ininterrumpido del poder. Estas nuevas
técnicas tienden a desplazar al derecho como instrumento principal del poder. Una
característica esencial de las nuevas tecnologías el poder es su incorporación en el cuerpo
individual y molar. Se trató de obtener de los individuos, en su vida concreta, prestaciones
productivas.
Dentro de esta nueva economía de poder, la figura político- jurídica de la soberanía tiende a ser
sustituida por lo que Foucault denomina gubernamentalidad, es decir, una forma de ejercicio del
poder político que tiene por blanco principal la población. El fenómeno de la
gubernamentalización del Estado tiene por fuente tres elementos principales:
Poder y derecho
El sentido común suele contraponer el poder y la violencia al derecho. Esta visión es
completamente ideológica. Lejos de constituir una alternativa diferente al poder, el derecho se
define esencialmente como un modo de codificación del poder y, por lo tanto, como uno de sus
dispositivos o instrumentos. Por lo que toca a la violencia, el derecho, lejos de excluirla, la
presupone. Si nos limitamos a un plano de generalidad, basta señalar que a cada una de las
modalidades puras de poder corresponde una lógica, una manera particular de concebir la
naturaleza, la fuente y el contenido del derecho.
En el caso de la dominación la fuente exclusiva del derecho sería la voluntad del déspota.
Este derecho podrá llamarse “natural” si se afirma ideológicamente que los hombres propenden
naturalmente a asociarse bajo una dirección predeterminada. Lo mismo que el poder histórico
real, el derecho real históricamente constituye, frecuentemente, una combinación diferentemente
dosificada de arbitrariedad, de ideologías trascendentes y de legitimación basadas en el contrato
social.
El ritual jurídico
Un aspecto de los rituales es el proceso por el cual se conforman la dimensión de lo permitido y la
de lo prohibido, se construyen universos de jerarquías y funciones, se configura el orden explícito
del poder social y se plasman identidades sociales y políticas. El ritual es el momento que permite
colocar en foco un aspecto de la realidad y, por su intermedio, cambiar su significado cotidiano.
Todo rito contiene, construye y reelabora la realidad social a través de determinadas secuencias
dramáticas. El juicio a los ex comandantes podría encuadrarse dentro de los “ritos formales”, por
reforzar jerarquías, diferencia y contenencia, una puesta en foco de las estructuras de autoridad
y control de la sociedad global, así como la diferenciación entre los niveles de poder. Ello
contrasta con los llamados “ritos informales” donde se destacan el igualitarismo y la permisividad.
Sin embargo, el rito jurídico del que me ocuparé aquí difiere de los “procesos penales ordinarios”
pues coloca en foco un segmento de la realidad a través de lo cual se reformula la distribución del
poder.
Los ritos jurídicos comprenden el universo de la actividad judicial desplegada por jueces,
sumariantes, arbitrajes, tribunal, etc. Las partes se comprometen a reconocer el fallo como
“verdad” o cuestionarlo. El Derecho no contempla identidades colectivas, ni contiene términos o
conceptos para referirse a ellas. Por lo tanto, todo hecho colectivo que ingrese al lenguaje jurídico
será triturado hasta transformarlo en una suma de hechos individuales. Existen diversos niveles
destacables en el Derecho. En primer lugar, el Derecho es un sistema normativo de correlación
lógica, constituido por normas ordenadas jerárquicamente y por materias. Su discurso de orden
está dominado por la razón, que a su vez consagra procedimientos lógico-metodológicos. De
estos procedimientos se derivan las legitimaciones normativas.
El tercer nivel se refiere al montaje ritual, donde se pone en escena el discurso del orden a modo
de ficción. Las prácticas judiciales no dejan indemnes las historias que ingresan en su campo,
estas son capturadas por mecanismos clasificatorios complejos que desplazan su entendimiento
hacia grupos especializados y que despojan a los hechos narrados del lenguaje político que los
hacía accesibles al hombre común y a la generalidad de los actores sociales. Como resultado de
la “juridización” de otros lenguajes, se torna imposible recrear nociones referidas a entidades
político sociales.
El juicio y su contexto
El procesamiento de los integrantes de las tres primeras Juntas Militares fue una novedad. En
primer lugar porque dicha medida contrastaba con la impunidad con que se habían beneficiado
quienes habían dirigido los golpes anteriores, y porque el juicio debía realizarse de acuerdo a
normas ceremoniales dispuestas en audiencias orales y públicas.
El juicio a los ex comandantes constituye el ámbito en el cual se dieron cita diversos actores que
representaban, a grandes rasgos, a las instituciones y alineamientos políticos de la sociedad
global. Cada uno de estos actores pasaron a representar “campos políticos” diversos. En este juicio
podríamos delimitar los siguientes:
− Campo de la represión
En la arena judicial, los actores se desenvuelven representando a cada campo político. En el juicio
dicha confrontación tenía por cometido alcanzar una decisión, un veredicto reconocido
públicamente. Los actores en este juicio pueden clasificarse en “estables” y “ocasionales”. Los
estables son aquellos representados por individualidades determinadas a lo largo de todo el
proceso judicial (los jueces, los fiscales y las defensas). Los ocasionales se modifican en cada
sesión y a lo largo del juicio (los testigos, el público y los invitados). De algún modo, los estables
representan al aparato judicial estatal, mientras que los ocasionales corporizan a la sociedad
global.
La sala de audiencias
Las audiencias, llevadas a cabo en la ciudad de Bs.As se desarrollaron en la planta baja del Palacio
de Justicia. La sala presentaba 3 niveles, y cada grupo tenía una ubicación particular (más
privilegiada cuanto más alto era su status). Por la distribución de los micrófonos, la palabra pública
y autorizada, sólo podría pronunciarse desde los dos primeros niveles. Por otra parte, el hablante
debía dirigirse al Presidente quien, lo autorizaba o no. El silencio y la circunspección reinaban en el
resto del espacio.
El tribunal era el único con poder para autorizar cada paso del ritual. Los demás actores debían
someterse a sus reglas, concebidas no arbitrariamente sino como previamente normalizadas por
los corpus procesales. El Derecho era, a través del tribunal, el que determinaba los límites de la
conducta. Entre tanto, el ritual ponía en foco un segmento del devenir histórico y un aspecto de la
realidad social, tornando lo cotidiano en extraordinario. En el caso del juicio a las Juntas, este
contraste se expresaba entre el imperio del Derecho, el marco jurídico y la disposición ritualmente
dirigida por el Tribunal, por un lado, y el mundo de la represión, por el otro. Sin embargo, y debido
a su profunda conflictividad social, contrastes y marcas debían operar bajo estricto control
jurídico. Ello dio lugar a una rígida formalización del proceso judicial. Dentro de esta formalización
los contrastes que expresaban la distribución del poder, se representaron ritualmente a través del
uso del espacio, del sonido, de la circulación y de la iluminación.
¿Por qué un ritual para resolver un conflicto político? Porque los rituales no dejan inmunes las
historias rememoradas en ellos. Complejos mecanismos clasificatorios capturan esas historias
para otorgarles nuevos significados, en renovados contextos. Esta resignificación tiene lugar
dentro de un espacio acotado bajo el control de normas jurídicas, donde el poder y las jerarquías
se evidencian y destacan.
¿Qué significa destacar la vía jurídica para operar esta resolución? Significa desplazar el
entendimiento de estas historias hacia grupos de expertos, sustrayéndolas de aquellos que las han
protagonizado. Esta resignificación tiene lugar dentro de un lugar acotado, bajo el control de las
normas jurídicas, donde el poder y las jerarquías se evidencian y destacan. La sociedad ingresa en
la sala de audiencias y desfila a través de litigantes y testigos, transformando hechos colectivos e
identidades sociopolíticas en historias individuales. Tal fue el destino de aquellos desaparecidos y
litigantes, acusados y acusadores, quienes fueron reconfigurados como individuos, inocentes o
transgresores, con derechos y obligaciones propios. La historia políticas se vuelve jurídica,
recreando una nueva memoria como conclusión del pasado.
Es darles entidad jurídica a aquellas personas que actuaban desde la impunidad de un estado
inconstitucional, atravesado por un uso del poder de dominación, ejerciendo terrorismo de estado
sin tener que dar explicaciones ante una ley. Las responsabilidades de los perpetuadores que
actuaban desde el anonimato, desapareciendo personas cuyos nombres son recuperados,
también, por la acción jurídica. Es poner sobre la mesa el relato de las víctimas y testigos sobre
una realidad que no era evidenciada públicamente, recuperando historias de dolor y
transformándolas en una noción de memoria que pueda socavar el daño hecho por un aparato
represor en el territorio nacional.
Crehan – Gramsci, cultura y antropología
Para Gramsci la cultura es, en parte, la vivencia de clase en un espacio y tiempo determinados.
El concepto de hegemonía nos ayuda a entender cómo se vive el poder en un contexto dado, y
cómo se producen y reproducen ciertos regímenes de poder —recordemos que no hay régimen
sin contestación— en la vida cotidiana de los individuos.
Según antropólogos, Gramsci estaba cerca de una definición de “hegemonía” cuando habla de
“una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la
actividad económica y en todas las manifestaciones de vida individuales y colectivas”. (Pero esta
noción es la de Ideología)
Transformar así la hegemonía en poco más que un sinónimo de ideología equivale, si se lee a
Gramsci, a despojar a la noción de hegemonía de buena parte de su utilidad y su eficacia para
abordar la cuestión del poder.
Experiencia de Keesing
Pero cuando Keesing pasa a abordar los materiales de su estudio de casos, el punto de mira del
análisis se desplaza a los procesos que indujeron la imposición de determinadas estructuras
categóricas, y a la convivencia obligada de los isleños con ese mundo colonial, donde eran
claramente subalternos, forzándoles a luchar contra ese mundo colonial en los términos
impuestos por éste. Y no fue tanto una lucha entre distintas concepciones del mundo cuanto,
básicamente, entre los representantes de un Estado moderno con un arsenal de armas de
coerción modernas y unas gentes cuya fuerza coercitiva consistía en «guerreros provistos de palos,
lanzas, arcos y flechas». Pero también fue una lucha entre un nuevo orden que llegó enarbolando
un cuerno de la abundancia poderosamente seductor de nuevos bienes de consumo y un mundo
incapaz de competir en términos tecnológicos.
La kastom había nacido más bien de las luchas entre los colonizadores y los colonizados cuando
los habitantes ahora reducidos a un estatus subalterno en el seno del nuevo régimen de poder
intentaron negarle legitimidad a un Estado colonial en unos términos que aquel Estado pudiera
reconocer, conscientes de que no podrían derrotarlo por la fuerza.
Este es un aspecto del significado de hegemonía en la práctica: el poder de determinar las reglas
que estructuran y determinan cómo hay que librar las luchas
El que los pueblos colonizados tuvieran «costumbre» y que en determinados contextos la
costumbre local pudiera imponerse a las leyes coloniales era algo aceptado por la mayoría de los
regímenes coloniales. Desde la perspectiva del colonizado el problema era: ¿qué pueden aceptar
las autoridades coloniales como «costumbre» genuina y autorizada? ¿De qué manera podían los
colonizados presentar sus demandas en el lenguaje de la «costumbre»?
Finalmente, las islas Salomón lograron la independencia en 1978, convirtiéndose en el 150 Estado
miembro de las Naciones Unidas, con todos los atributos propios de un Estado moderno: un
régimen parlamentario, un sistema jurídico moderno, planes de desarrollo, etc. Lo cual dejaba
poco espacio para la reinstauración de la kastom —paradójicamente un producto del mundo
colonial— que tanto habían esperado los tradicionalistas entre los que Keesing trabajó. Ahora los
kwaio vivían en un mundo remodelado por las fuerzas generadas por los grandes sistemas
económicos y políticos. En sus luchas contra el orden colonial, y en el más reciente orden
poscolonial, la resistencia de los kwaio, pese a su tenacidad, estaba abocada a no ser más que eso,
mera resistencia. Es decir, los kwaio no tuvieron ninguna posibilidad de rehacer el mundo y volver
a la antigua situación precolonial. El caso de los kwaio me parece un ejemplo vivo de lo que
Gramsci entendía por hegemonía.
Escapar de la subalternidad
Para Gramsci, la cultura subalterna es por definición confusa e incoherente; por lúcida que sea la
percepción que tienen los subalternos de las realidades locales del poder, estando como están
atrapados en la cultura subalterna son incapaces de captar las grandes estructuras de opresión en
las que viven.
Según Gramsci, sólo si escapan de su cultura subalterna podrán superar su subalternidad quienes
habitan en ella. Es decir, el carácter de las culturas subalternas es tanto un producto de su
condición de dominados como una forma de perpetuar esa dominación.
El problema de la kastom de los tradicionalistas kwaio es que, aunque los antiguos relatos pre
coloniales ofrecían interpretaciones perfectamente adecuadas a aquel mundo cerrado, cuando
ese mundo quedó incorporado al orden político y económico global, aquellos relatos ya no servían
para explicar, aprehender y, sobre todo, controlar las nuevas realidades de las plantaciones o de la
vida urbana, por ejemplo.
Sin duda podían explicar ese mundo terrible y para muchos incomprensible de un modo
psicológicamente satisfactorio para los individuos anclados en el viejo orden kwaio, pero no
podían ofrecer una interpretación superior capaz de sustituir el discurso poscolonial y colonial
dominante del capitalismo, la modernidad y el desarrollo.
Es posible que las viejas explicaciones fueran capaces de aprehender las vivencias de los kwaio en
el seno del nuevo orden —cómo se sentían—, pero no de ofrecer una explicación sistemática y
coherente que permitiera a los oprimidos por ese nuevo orden superarlo.
Producir ese tipo de discursos coherentes y sistemáticos es tarea de los intelectuales, pero estos
intelectuales tienen que estar siempre en estrecho contacto con aquellos a quienes representan,
deben, como dice Gramsci, sentir además de pensar.