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En esta sociedad moderna vemos tanto la escasez de verdaderos padres como la carencia de
buenos hijos.
Aunque, más bien, yo creo que hay muchos hijos tratando de ser buenos, pero que no saben cómo
hacerlo. Cuando usted pueda conocer el perfil de un buen hijo, entonces podrá identificarse o saber
qué le hace falta para ser uno. La palabra de Dios nos habla de verdaderos hijos, y también de
aquellos que en realidad no lo son. Asegúrese de encontrarse dentro de la categoría de los hijos,
que son los únicos que califican para recibir la herencia.
Veamos a continuación las características de un verdadero hijo.
1. Un buen hijo tiene pasión por Dios y ve a su padre espiritual como el medio que Dios va a usar
para bendecirlo.
Veamos el ejemplo de Elías y Eliseo. Eliseo le decía a Elías:
«Tú tienes algo de Dios que es mío, tú eres el vaso que Dios va a usar para darme mi herencia».
2. El buen hijo honra y valora a su padre espiritual y natural, y también tiene un verdadero
anhelo por su herencia.
La verdadera honra de un hijo hacia sus padres está compuesta de tres partes:
La relación de padre e hijo es algo muy especial, y se puede entablar con pocas personas.
Jesús lo hizo de esta manera, pues ministró a miles, discipuló a cientos y fue padre de doce.
La relación de padre e hijo es una que imparte vida y espíritu.
Por ejemplo, a través de esta relación el padre debe acumular una herencia ~spiritual y material
para impartirla a su hijo, y el hijo debe desear con desesperación recibir o heredar lo que el padre
tiene. Esto es más que simplemente discipular, enseñar y tener una relación de entrenamiento.
Esta es una relación de vida.
El padre tiene derecho a escoger a aquellos que pueden convertirse en sus hijos. Pues, al
igual que en lo natural, los hijos espirituales no escogen a su padre, ellos pueden preguntar
y pedir, pero es el padre el que toma la decisión.
Cuando las partes de la relación padre-hijo entran en un mutuo acuerdo, es responsabilidad
del hijo seguir al padre y buscar las oportunidades para estar con él, de otra forma esto no
funciona.
La parte del hijo, tanto en la relación natural como en la espiritual, es servir y asistir al
padre; no es la de buscar ni tomar una posición de liderazgo. ni de ministerio junto con su
padre antes de tiempo.
Llegará un momento definitivo de Dios donde la transferencia e impartición de la autoridad
tome lugar de forma visible, como vemos en el ejemplo de Elías y Eliseo.
Cuando al fin ocurre esta impartición, una de varias situaciones puede suceder: