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Ensayo n°1: Civilización Contemporánea

Nombre: Alan Saffery


Profesor: Gonzalo Serrano
Sección 12
Fecha: 13/04/2021
Haciendo referencia a los ideales de Aristóteles, desde el origen de la evolución, el
hombre se ha destacado, sobre las plantas y los animales, por su capacidad de razonar y el
uso de la palabra. Aquellos dones adquiridos, como todo bien, tiene consecuencias, y de ahí
es donde la política y la ética toman control de las pequeñas comunidades para convertirlas
en lo que hoy en día llamamos las grandes ciudades. Por un lado, la política se define como
la organización de una sociedad o del estado, esto por medio de la involuntaria necesidad
humana de imponer sus ideas sobre aquellos que son inferiores. Y la ética, en efecto, es
la disciplina que estudia lo que está bien y mal respecto a las costumbres humanas. Ya
mencionado todo lo anterior, cabe destacar que el progreso de las sociedades llegó
hasta tal punto que las personas comenzaron a cuestionarse, por medio de la rama de la
filosofía, las acciones del hombre en sí. Entre estas personas, se encuentran
los filósofos Epicuro y Epicteto, quienes compartieron sus ideas para que sus seguidores
lograsen encaminar su vida hacia la dicha. A través de un análisis posterior de ambos
pensadores, y la postura que tienen respecto al fin del hombre, podremos llegar a
contraponer aquellas posturas a las de los filósofos Platón y Aristóteles, para
finalmente concluir que es Epicteto quien tiene una mirada más cercana a la forma de
pensar del hombre moderno. 
Como fue mencionado previamente, Epicuro y Epicteto promueven el camino
hacia la salud del alma y la felicidad. Sin embargo, cada uno tiene posturas y principios que
los diferencian uno del otro. El fin del hombre, según Epicuro, es llegar al placer evitando
el malestar y el dolor. “(…) la búsqueda del placer está inscrita en el viviente desde el
instante de su nacimiento y vale para él, en esa medida, como el fundamento de toda
preferencia y de toda aversión, y pone, en el hombre, las bases para el discernimiento de
lo bueno.” (Epicuro, Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias Vaticanas 33) En
referencia a la cita anterior, se puede inferir que el bien se le atribuye al
ser prudente, para que sea capaz de comprender y distinguir cuáles son los placeres o
deseos necesarios que se deben satisfacer para obtener la salud y tranquilidad del alma. Por
el otro lado, para Epicteto, el fin del hombre lo podríamos definir como la búsqueda de
la vida plena y dichosa a través de la aceptación inteligente de lo que no podemos
cambiar. Lo anterior se puede respaldar con la siguiente frase: “No pretendas que los
sucesos sucedan como quieres, sino quiere los sucesos como suceden, y vivirás
sereno”  (Epicteto, Manual 17) Una persona serena es aquella que busca
deseos que de ella dependa, en cambio, quien pretende buscar la felicidad satisfaciendo
toda clase de deseos, obtiene turbación, malestar y dolor. En comparación, ambos filósofos
abordan la conceptualización de abandonar ciertos deseos que conllevan al daño del alma.
Por el lado de Epicuro, serían los que conducen al dolor, y en el caso de Epicteto, aquellos
que están fuera del propio alcance, para evitar consecuencias externas e innecesarias.
Si retrocedemos unos años hacia el pasado, nos encontraremos con Platón y
Aristóteles, dos figuras que influenciaron fuertemente en los discursos de Epicuro y
Epicteto. El fin del hombre según la filosofía platónica, a partir del libro La República, está
propuesto en las citas a continuación: (…) “es hacerse, en la medida de lo posible,
semejante a la divinidad” (Platón, La República 531) y “Pienso que a menudo tendrán
necesidad de borrar algunos rasgos y pintarlos de nuevo hasta que hayan agotado sus
esfuerzos en trazar caracteres humanos que sean agradables a los dioses en la mayor
medida posible. (Platón, La República 339) En este caso, el propósito del hombre según
Platón se basa en una orientación perfeccionista, donde el cargo social de cada individuo
depende de las virtudes que posea. Y aquel que domina las virtudes divinas debería
gobernar. En contraste con los filósofos ya analizados, estos piensan que, por medio de la
sabiduría, el hombre puede vivir libre y serenamente, en cambio, Platón se centraliza en el
deber único, aquel que las virtudes del alma y las capacidades del cuerpo le conceden, y así
vivirá a favor de la justicia.

El fin del hombre según Aristóteles es la felicidad. La siguiente cita evidencia la


proposición anterior: “Tras haber tratado acerca de las formas de la virtud, de la amistad
y del placer, resta examinar, en líneas generales, la dicha, puesto que afirmamos que es el
fin de las cosas humanas.” (Aristóteles, Ética Nicomaquea 375) Este filósofo afirma que la
felicidad se obtiene por medio de ciertas virtudes que provienen del alma. No obstante,
aquellas capacidades las adquiere cualquier individuo que las ponga en práctica y genere,
asimismo, un hábito. Él propone que los requisitos para la buena vida es vivir a través del
intelecto, la contemplación, y poseer los bienes externos necesarios, ausentando toda clase
de excesos. En relación a las ideas anteriores con las de Epicuro y Epicteto, se puede
destacar que todos abarcan la salud del alma y la felicidad como tema a desarrollar. A
través de aquellos conceptos, ellos muestran, de manera individual, sus propias razones
para solucionar el dilema de los deseos y placeres del hombre.

Habiendo analizado cada uno de los filósofos anteriores, podemos responder la


pregunta inicial: ¿Cuál de los cuatro autores tiene una mirada más cercana a la forma de
pensar del hombre moderno? En la actualidad, por medio del fácil acceso al bien, las
personas se han acostumbrado únicamente a pulir aquellas disciplinas que conciernen al
trabajo. El problema es que la demanda laboral de la sociedad explota en exceso la
capacidad mental y pone en juego la salud del alma. Por lo tanto, para cubrir aquellos
malestares, el hombre utiliza sus ganancias para auto-compensarse en actividades que le
otorguen placer. Esta dinámica rutinaria descarta inmediatamente las ideas de Platón, ya
que el hombre de hoy en día aspira a las riquezas y a las herramientas que el mundo visible
le ofrece para obtenerlas, pero ello implica a su vez sacrificar las virtudes del alma y la
cercanía a los dioses. No obstante, dicho pensador acierta en respecto al deber único del
hombre a base de sus aptitudes naturales. En cuanto a Aristóteles, sería correcto afirmar que
plantea la idea del hombre virtuoso, justo, y feliz. Lamentablemente, el perfil de la persona
moderna carecerá de aquellas características siempre y cuando exista la competencia y
arrogancia del deseo individualista de las masas. Esto último afecta al hombre porque el
deseo controla y nubla, en la mente y el alma, el verdadero estado de felicidad. Por las
causas anteriormente mencionadas, la manera de pensar de Aristóteles no se asemeja del
todo a la del hombre moderno. Para terminar, cabe decir que Epicuro y Epicteto plantean
puntos de vista muy similares, sin embargo, hay uno que destaca sobre el otro para
responder aquel interrogante. En este caso, no podría ser Epicuro debido a que es imposible
vivir una vida sin malestar y dolor. Esto último se evidencia con los estudios de Aristóteles,
donde afirma que los humanos somos animales políticos, y tenemos que vivir en una
sociedad. Por lo tanto, el malestar externo repercuta en la vida de aquellos que lo rodean.
Esto nos dejaría finalmente con Epicteto. La base de su filosofía se centra en aconsejar al
hombre, por medio de sus discursos, para que éste tenga la libertad de decidir qué hacer con
su propia vida, y no caer en el mal, sino que en el bien. Como dice en su manual: “si
deseas algo de lo que no depende de nosotros, por fuerza serás infortunado; y si algo de lo
que depende de nosotros, aún lo tienes a tu disposición nada de cuanto sería hermoso que
desearas; así que usa solamente el impulso y la repulsión, pero con suavidad, de manera
excepcional y sin tensiones.” (Epicteto, Manual 14). Lo anterior refleja, hoy en día, al
hombre consumidor que gasta sus riquezas en bienes de placer temporal. Por medio de
aquel hábito, logra encontrar la serenidad del alma.

Bibliografía:

- Epicteto. Manual. Nicópolis: Gredos, 135 a.C. Impreso.


- De Samos, Epicuro. Carta a Meneceo, Máximas Capitales y Sentencias Vaticanas.
Atenas: Ediciones Tácticas, s. IV a.C. Impreso.
- Platón. La República. Atenas: Donnebaum, 370 a.C. Impreso.
- Aristóteles. Ética Nicomaquea. Reino de Macedonia: Ediciones Colihue, 349 a.C.
Impreso.
- Aristóteles. Política. Reino de Macedonia: Biblioteca Nueva, s. IV a.C. Impreso.

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