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Apéndice C

III. EJERCICIOS Y PRUEBAS PARA EL


TERCER NIVEL DE LECTURA: LECTURA
ANALÍTICA

El texto empleado a continuación es este mismo libro. No quisiéramos que


así ocurriese, porque hay otros libros más provechosos para practicar la
lectura analítica, pero sobre las preferencias han vencido otras
consideraciones: que la presente obra es la única con la que podemos tener
la certeza de que la han leído todas las personas que se sometan a la
prueba. La única alternativa consistiría en reproducir otro libro junto a
éste, algo que, evidentemente, no hemos hecho.
Se recordará que en la lectura analítica siempre debemos intentar
responder a cuatro preguntas: 1) ¿de qué trata el libro como un todo?, 2)
¿qué se dice en detalle, y como se dice?, 3) ¿es el libro verdad en su
totalidad o en parte?, 4) ¿qué importancia tiene? Las quince reglas de la
lectura, tal como aparecen en las págs. 170-171 y en la segunda parte,
están destinadas a ayudar al lector a contestar estas preguntas. ¿Puede
contestar las referentes al presente libro?
El propio lector debe juzgar si es capaz o no de ello: y no hay
respuestas al final del apéndice, porque ya están incluidas en el libro.
No sólo es cierto que hemos hecho cuanto estaba en nuestra mano para
aclarar lo más posible las cosas; además, no sería adecuado intentar ayudar
al lector más aún. No sólo se trata de una tarea de lectura analítica, sino de
una tarea solitaria: el lector se encuentra a solas con el libro. No puede
recurrir a otra cosa que su propio pensamiento; no puede buscar ideas y

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comprensión más que en su propia mente.
Ya hemos explicado cómo hay que responder a las preguntas y cómo
aplicar las normas a las diferentes clases de libros, pero no podemos decir
cómo aplicarlas a una obra en concreto. Es el lector quien debe hacerlo.
Sin embargo, podemos añadir algo sin excedernos. No hemos ocultado
el hecho de que nuestra obra tiene carácter práctico, por lo que aplicar la
primera regla del análisis estructural resultará fácil. También creemos
haber aclarado lo suficiente sobre qué trata el libro en conjunto, si bien
ahora el lector deberá expresarlo más brevemente. Esperamos que la
división en cuatro partes y veintiún capítulos resulte igualmente clara. Sin
embargo, al perfilar la obra sería deseable comentar sobre el distinto
tratamiento, en cuanto al número de páginas, dado a los diversos niveles de
lectura. Al primero —la lectura primaria— se le dedica relativamente poco
espacio, si bien reviste una importancia indudable. ¿Por qué? Al tercer
nivel —la lectura analítica— se le dedica mucho más que a ningún otro.
De nuevo preguntamos, ¿por qué?
Respecto a la cuarta regla del análisis estructural, deseamos hacer
hincapié en que el problema que planteamos no puede definirse
simplemente como enseñar a leer. No hay nada en el presente libro, por
ejemplo, que pudiera servir de gran ayuda a un profesor de los primeros
cursos de la enseñanza. Nos hemos concentrado en la lectura de una
determinada forma, y con ciertos objetivos en mente. Al aplicar la cuarta
regla, habrá que describir esa forma y esos objetivos con precisión.
Algo similar ocurre con la segunda etapa de la lectura analítica, la
interpretación. El lector debe aplicar las tres primeras reglas de esta etapa
sin nuestra ayuda: las reglas que requieren llegar a un acuerdo con el autor,
hallar las proposiciones clave y construir los argumentos. No tendría
sentido que tratásemos de confeccionar una lista de lo que a nuestro juicio
constituyen los términos de la presente obra, de las palabras importantes
que debemos comprender el lector y los autores si queremos que el libro
como un todo comunique conocimientos o imparta destrezas. Tampoco
vamos a repetir las proposiciones que ya hemos enunciado, y que el lector,
si ha realizado una lectura analítica, será capaz de expresar con sus propias
palabras, ni tampoco vamos a repetir los argumentos, porque eso
equivaldría a reescribir el libro.

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No obstante, podemos decir algo acerca de los problemas que hemos y
no hemos resuelto. Creemos haber resuelto el que se planteaba al
principio, y que el lector debe de haber identificado al aplicar la cuarta
regla del análisis estructural. No creemos haber resuelto todos los
problemas de lectura a los que se enfrentan los estudiantes y los lectores
adultos, porque, para empezar, muchos de ellos suponen diferencias
individuales entre los seres humanos, y ningún libro sobre un tema general
puede pretender allanar tales dificultades.
Como se recordará, la crítica de un libro como comunicación de
conocimiento requiere la aplicación de siete reglas, tres de las cuales son
máximas generales de etiqueta intelectual, y cuatro, criterios específicos
para ciertos puntos de crítica. Hemos hecho cuanto hemos podido para
recomendar las máximas de etiqueta intelectual (capítulo 10), y respecto a
los tres primeros puntos de crítica no podemos decir nada, pero unas
palabras sobre los últimos criterios —demostrar si el análisis es
incompleto— nos parecen adecuadas en este momento.
Diríamos que el análisis es incompleto en dos sentidos. El primero, en
relación con el primer nivel de lectura. Habría mucho que añadir sobre la
lectura primaria, y no podemos decir que nuestra exposición del tema
tenga carácter definitivo. Esta etapa de la lectura podría exponerse de
formas muy distintas.
El otro sentido en el que nuestro análisis es incompleto reviste mucha
mayor importancia. No hemos dicho todo lo que podríamos haber dicho
sobre la lectura paralela, y ello por dos razones.
En primer lugar, resulta sumamente difícil describir y explicar este tipo
de lectura sin tener ante sí los textos de diversos autores. Por suerte, en el
siguiente apéndice tendremos la oportunidad de ofrecer un ejercicio de
lectura paralela, pero incluso en él habremos de limitarnos a dos textos
cortos, de dos autores distintos. Un ejercicio a gran escala requeriría
muchos textos de muchos autores y el examen de preguntas muy
complejas, algo que no nos permite el espacio de que disponemos.
En segundo lugar, resulta casi imposible describir la excitación y la
satisfacción intelectuales derivadas de la lectura paralela sin compartir
realmente la experiencia de hacerlo, y no se llega a su comprensión en un
solo día. En muchas ocasiones, se tardan meses e incluso años en

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desenredar la madeja de la exposición de un punto importante, una madeja
que quizá lleve enredándose cada vez más en un proceso de siglos enteros.
Se dan muchos pasos en falso, se proponen múltiples análisis y
organizaciones de la discusión hasta que se puede arrojar luz sobre el
tema. Nosotros hemos padecido muchos problemas de este tipo, y sabemos
cuán descorazonador puede resultar. Por consiguiente, también sabemos
cuán maravilloso puede parecer cuando al fin se halla una solución.
¿Hay otros aspectos en los que nuestro análisis pueda ser incompleto?
Se nos ocurren varias posibilidades. Por ejemplo, ¿no logra nuestra obra
establecer una diferencia suficientemente clara entre lo que podría
denominarse lectura de primera intención (es decir, leer un texto) y lectura
de segunda intención (leer un comentario sobre un texto)? ¿Decimos lo
suficiente sobre la lectura de obras heréticas en contraposición a la de los
textos canónicos, o sobre los textos que ocupan un lugar independiente,
por encima de los denominados canónicos y heréticos? ¿Prestamos
suficiente atención a los problemas que plantean los vocabularios
especiales, sobre todo en las ciencias y las matemáticas? (Este aspecto del
problema general de la lectura se toca en el capítulo sobre las ciencias
sociales.) Quizá no hayamos dedicado suficiente espacio a la lectura de la
poesía lírica, pero aparte de eso, no estamos seguros de que haya nada más
que merezca ser criticado a tal respecto, pero no nos sorprendería que el
lector descubriese defectos que a nosotros nos han pasado inadvertidos.

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