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TESIS I

INTRODUCCIÓN A LA DISCIPLINA SAPIENCIAL

La tesis introductoria puede considerarse de dos maneras:

 como una tesis que hace entrar en (= intro-ducere, conducir o llevar al interior o adentro)
en tanto presenta en términos generales lo incluido en las tesis más universales y
abarcativas de toda la Sabiduría Filosófica

 como la presentación de la naturaleza propia de la disciplina sapiencial, es decir, qué


es la Sabiduría Filosófica en su sentido primordial, resuelta en su constitutivo estricto.

ACCESOS A LA DISCIPLINA SAPIENCIAL

Podríamos introducirnos a la Disciplina Sapiencial de 4 modos:

a) a través de los nombres, qué incluyen semánticamente la naturaleza de la disciplina.

b) a través de lo que es filosofía, de la realidad filosófica como disciplina sapiencial.

c) a través de lo histórico, qué es lo que la historia de la filosofía nos dice de la metafísica y


de los metafísicos.

d) al modo antropológico, es decir desde la perspectiva del hombre como aquél que hace la
Disciplina Sapiencial, a partir de considerar la expresión “todo hombre es por naturaleza
metafísico”, en tanto la metafísica responde a una aspiración básica de lo que el hombre
es es su condición de persona y su conocer intelectual y su apetito de verdad, por cuanto
todo hombre tiene una disposición natural a conocer la realidad que se le presenta en la
experiencia cotidiana del mundo. A partir de ese conocimiento espontáneo el hombre es
naturalmente hábil para entender sapiencialmente el ente, es capax entis, capaz de
conocer el ente y sus causas.
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No trataremos en este momento de la consideración histórica de la disciplina sapiencial,
porque la Historia de la Filosofía más que facilitar el acceso a ella lo dificulta, ya que para
formular el juicio acerca de si un determinado filósofo es metafísico o no lo es debe partirse de
algún criterio de selección que supone establecida la noción misma de metafísica, de suerte
que el tratamiento histórico de la asignatura no es conveniente en el momento introductorio, lo
que no excluye efectuar algunas referencias ulteriores desde planteos históricos.

Tampoco se atenderá al cuarto modo, la aproximación antropológica, por la reacción que


inmediatamente provoca: ¿responde la metafísica a las primeras impresiones del hombre?
Todo hombre conoce el ente de modo implícito en la experiencia de las cosas reales que lo
rodean y en el conocimiento de sí mismo. Pero eso requiere una explicación gnoseológica que
supone la metafísica y la antropología ya definitivamente explicitadas, constituyendo una visión
resolutiva de la Sabiduría, es decir, conclusiva, que ve las cosas desde el punto de llegada,
mientras que nuestra perspectiva es descubrir y justificar el ir hacia ese término final del
conocer.

Al no haber entrado aún en la Disciplina Sapiencial debe intentarse partir de los más fácil que
es también lo más inmediato para nosotros. Recurriremos pues al:

a) acceso nominal: considerando los nombres que se le predican, en tanto el nombre nos
orienta hacia una determinada realidad.

b) acceso real: desde la misma filosofía, partiendo de un ámbito introductorio a la filosofía


para poder entrar luego en la metafísica como a una explicación más perfecta del orden de
las cosas conocidas en la experiencia cotidiana.

ACCESO NOMINAL

Hay tres nombres para esta disciplina.

1) TEOLOGÍA: lo utiliza Aristóteles entendiéndolo como el estudio o conocimiento de Dios,


Theos - logos, el estudio de aquello que es en sí mismo supremo e inmaterial, lo más excelso
entre todo, lo que implica un conocimiento que versa de aquello máximamente separado por
esencia de la materia (no abstraído que, como veremos, no es lo mismo).

2) METAFÍSICA: no lo usa Aristóteles porque habla más bien de Sabiduría. Se dice que
Andrónico de Rodas es quien impone este nombre: , (ta metá ta fisiká) dice lo
que está o viene después de la física.
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La metafísica se estudia después de la física a la que evidentemente supone. Se compone de la
expresión metá, lo que está más allá y fisiká, que refiere a la filosofía de la naturaleza, ya
que la metafísica hay que verla después de la física. Metá tiene dos modos de interpretación:
Pedagógicamente

1) posterior a (post), que da la idea de entrar en un ámbito nuevo tras haber penetrado
previamente en la física. Esa sucesión de campos dice una posterioridad pedagógica que
implica avanzar más en el estudio de la filosofía.

2) transcendencia (trans), que implica lo que está más allá, no solo en el orden del
conocimiento, sino lo que en sí mismo es un objeto más elevado y requiere un acceso más
profundo a la realidad de experiencia, porque supone haber penetrado más en ella y ver mejor
los detalles, pero no aisladamente, sino en el conjunto. Es el momento superador de la física,
no porque la reemplace o derogue, sino porque asume sus contenidos en un modo superior de
conocimiento.

3) FILOSOFÍA PRIMERA: filosofía es amor por la sabiduría, conocimiento cierto por las
causas; hablar de filosofía primera supone multiplicidad de filosofías segundas (física, ética,
gnoseología, filosofía de la ciencia, del arte, del derecho, de la historia, etc), pues puede
tratarse de

a) lo primero que se conoce filosóficamente en el orden del mismo conocer, en cuyo


caso la filosofía primera sigue a la filosofía segunda, (post), donde las primeras causas
en el orden real son las últimas en el orden del conocer. Es ir del ente finito a Dios.

b) o bien lo que es primero en el orden real de las cosas (trans), que son la primeras
causas de la realidad. Sería ir de Dios a las cosas creadas.

Como la Disciplina Sapiencial es penetración mayor en la realidad no puede ser primera en el


orden del conocimiento, sino que sigue al estudio de la física. En el sentido jerárquico de los
conocimientos, la filosofía primera aparece como la manifestación primaria o más elevada de la
filosofía porque accede al conocimiento cierto que es por las causas.

Teología apunta a una determinada realidad, no a una hipótesis o a una noción abstracta, asi
como al decir búho no nos quedamos en el sonido de la palabra sino que la referimos a un
determinado animal. Teología implica una realidad singular estudiada y la más perfecta, que es
Dios.

Metafísica dice primero un proceso de conocimiento, un paulatino avance hasta llegar a un


conocimiento superior que, al ser el conocimiento supremo, es primario o primero.
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La expresión Filosofía Primera asume en cambio el todo filosófico desde la certeza de
conocer las casusas primeras, como un momento conclusivo donde todo lo demás se funda.

Hay, pues, una cierta unidad de planteo entre los tres términos vistos. En definitiva la Sabiduría
Filosófica es

una Metafísica que a través de una Filosofía Primera nos lleva a una Teología Filosófica

es decir, un estudio del ente y de sus causas que conduce a Dios como primer principio del
ente.

La Filosofía Primera supone asumir, conceptualizar o entender una filosofía jerárquicamente


constituida, porque si hay filosofía primera es porque hay filosofías segundas.

Metafísica también implica conocimientos graduales, lo posterior y transcendente a la física,


en un movimiento ascensional y perfectivo.

Teología habla asimismo acerca de un saber por grados, ya que hace ver que el conocimiento
no es siempre de lo mismo sino que apunta a una última realidad en el orden del conocer.

Otro nombre es ontología, que significa “estudio del ente”. Esta expresión difiere de las
anteriores no solo por el vocablo sino fundamentalmente por el modo de enfoque que incluye a
partir de su origen histórico.

Ontología, al expresar el “ente” se refiere a toda realidad, a todo lo que es, de modo que habría
un estudio horizontal de todas las cosas sin atender a ninguna perspectiva de mayor o menor
perfección entre los entes, porque todos convienen en ser entes. La visión horizontal es
unívoca, se dice igual de diversos, mientras que la perspectiva jerárquica es analógica, porque
admite un más y un menos en la perfección del ente.

No puede negarse este estudio en sí mismo, pero no implica ya jerarquía de conocimientos que
lleva a algo más profundo o elevado sino que se queda en la vaguedad y la confusión. Es
producto del inmanentismo moderno que pierde de vista el ente y su ser porque no se detiene a
escuchar lo que las cosas nos dicen de sí mismas. Aparece con Christian Wolff o bien con
Goclenius, que hablan de la ontología como conocimiento vago o confuso del ente a diferencia
de la Teodicea. Wolff crea una ontología sin Teología 1.

La ontología de Wolff entiende el ente como lo que puede ser:

1El empleo del término «ontología» sólo puede hallarse desde el siglo XVII. Aparece, en efecto, por vez primera en el
Lexicon phüosophicum de R. Goclenius (Francfort 1613). Algo más tarde se encuentra en las obras de A. Calovius
(Rostock 1636) y de J.B. du Hamel (París 1687). J. Clauberg utiliza la palabra (primero en la forma de ontosophia) en
el título de su metafísica (Amsterdam 1636). La obra de mayor influencia que llevó dicho título fue sin embargo la
Phiiosophia prima sive ontología de Ch. Wolff, aparecida en Francfort y Leipzig en 1730.
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quod possibile est, ens est.


(lo que es posible, es ente)

ens dicitur quod existere potest consquenter cui existentia non repugnat.
(ente se dice lo que puede existir consiguientemente aquello cuya existencia no repugna)

¿Cómo sabe Wolff que algo no es contradictorio para existir? Evidentemente porque tiene
experiencia de ello. La esencia “perro” no es contradictoria para ser porque tenemos
experiencia de esas realidades como singulares reales concretos. En Wolff la esencia es un
posible que puede recibir la “existencia”.

El ente se dice lo que puede existir aquello a lo que no le repugna la existencia. Y define la
“existencia” así: Existentiam definio per complementum possibilitatis, la “existencia” se define
como el complemento de la posibilidad. De tal manera la esencia puede ser porque no es
contradictoria y si Dios le comunica la “existencia” entonces llega a ser un ente real.

Se comprende que no podemos admitir ni la noción de “ontología” ni mucho menos la de


“existencia”. El ente es lo que tiene ser (esse) y no “existencia”. De manera que no utilizaremos
ninguna de las dos expresiones. No hablaremos de “ontológico” sino de “entitativo”. No
hablaremos de “existencia” sino de ser o esse. Hay que volver muchas veces sobre el uso de
esos términos inapropiados.

Otro nombre es Sabiduría, que implica un saber por antonomasia. Tiene en común con los
otros tres que es un saber, es decir, un conocer por las causas, pero le es propio el tratarse de
un saber máximo de todas las cosas (maxime scire omnia, In I Met., l.2, n° 36).

La sabiduría es máximamente intelectual, es un hábito o cualidad perfectiva del intelecto,


entendido como una búsqueda de certeza que requiere cierta quietud. No está en lo opinativo,
en lo que puede ser o no así, sino que en ella hay verdad sí o sí, porque está llegando a las
máximas causas, de donde tal sabiduría no tiene razón de ser por otro sino por sí misma y es
la más digna y la más libre de todas las disciplinas y por ende le corresponde ser rectora de las
demás ciencias (scientia rectrix) por ver las cosas desde lo más elevado y con mayor
profundidad.

La expresión “Disciplina Sapiencial” se utiliza como otro nombre de la Sabiduría Filosófica, en


el sentido de la coronación de la totalidad de la investigación filosófica en cuanto perfeccionada
por el hábito de la Sabiduría.
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La Sabiduría es, en síntesis, una doctrina, un conocimiento superior a lo físico, es algo
intelectual, que supone una inquietud superior, y ubicándose en el vértice más elevado de todo
conocimiento tiene primacía respecto de toda otra disciplina. Podemos decir y así lo
explicaremos que

La filosofía primera es una metafísica que llevará a una teología.

La filosofía supone una inquietud intelectual por alcanzar sabiduría, esto es, para llegar a las
últimas explicaciones de todas las cosas, motorizada por la admiración ante la presencia de las
cosas, como un desiderium sciendi un deseo de saber por las causas que se ignoran 2.

Esto incluye la visión de la filosofía como un todo jerárquicamente constituído hacia un principio
rector. Lo último, lo decisivo, en el plano humano, es alcanzar la felicidad, y la plenitud de lo
humano es llegar a contemplar. La Disciplina Sapiencial supone llegar a los grandes principios
del conocimiento humano para gobernar, no como mandante, sino como ordenador, por tener la
visión de conjunto y de la finalidad de todo.

Para ello deberá saber más, ser máximamente intelectual, por versar acerca de lo
máximamente inteligible, de aquí que su característica sea la intelectualidad y tener certeza.

Para fijar el marco sapiencial de nuestro tema resulta vital entender el significado de la
Sabiduría Filosófica como Scientia Veritatis. Hablar de ciencia de la verdad equivale a decir
filosofía y decir filosofía es, en última instancia, decir Sabiduría, hábito intelectual penetrativo
de todas las cosas en cuanto que explicadas por sus primeras causas, partiendo de la originaria
conformidad natural del hombre con la realidad extramental, conveniencia veritativa que está
supuesta al inicio del discurso filosófico, y que es patrimonio común de todo cognoscente
humano.

La metafísica subsume todo el universo de los individuos reales en una noción máximente
común y analógica, es decir, comparativa entre ellos, pero no por eso menos universal, que es
el ente y la resuelve en Dios como en su Causa Primera: Es necesario que el sabio, si es un
cognoscente perfecto, que conozca la causa de las cosas conocidas 3.

Esa búsqueda de los primeros principios se desarrolla sin soslayar la complejidad de la


experiencia, sino dando razón de todas y cada uno de sus dimensiones reales.

2Est autem admiratio desiderium quoddam sciendi, quod in homine contingit ex hoc quod videt effectum et ignorat
causam ST I-II, q.32, a.8, c
Scire est causam rei cognoscere DV, q.2, a.12, sc 6
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ACCESO REAL

El acceso real implica llegar a captar la Sabiduría Filosófica desde lo que ella es, en tanto que
se trata de una disciplina filosófica.

El acceso real a la Disciplina Sapiencial consiste en descubrir la noción de ente. Se trata de


ver cómo accedemos a ella y el único modo posible consiste en partir de nuestras certezas
inmediatas, que se refieren al conocimiento espontáneo de las realidades singulares que
constituyen nuestra experiencia cotidiana del mundo.

Todo conocimiento vale si va de las cosas al intelecto y no cuando la razón pretende fijar las
leyes de las cosas. La filosofía es siempre un realismo objetivo, hay que detenerse en eso en
la Tesis II, porque la verdad es la adecuación o conformidad del intelecto con lo que la
cosa es. De modo que, para llegar a captar el sentido de la Disciplina Sapiencial, es preciso
establecer qué es el ente, porque la Sabiduría tiene por objeto las cosas reales que se
manifiestan a nuestro conocimiento inmediato, aunque pueda ir más allá hasta demostrar la
realidad de Dios como causa del ente.

Para exponer el acceso al ente presentaremos un cuadro integrador de lo incluido en el orden


real. Lo iremos completando paso a paso para poder ver que implica cada nuevo elemento que
sucesivamente vamos incluyendo en él.

Podemos comenzar diciendo que para conocer qué es el ente partimos de las realidades
concretas del conocimiento espontáneo, de modo que lo primero que se impone a nuestra
aprehensión es la cosa singular corpórea.

SINGULAR
REAL

Si preguntamos lo que sabemos de las cosas singulares por nuestro conocimiento inmediato y
espontáneo aparecerán algunos elementos clave. Toda persona, sin ser filósofo, sino
simplemente por tener experiencia cotidiana, natural, espontánea de las cosas corpóreas que lo
rodean, sabrá decirnos que todo singular real tiene una naturaleza, que se conoce por su
estructura física y por su modo de obrar, de modo que pueda diferenciar la paloma del ombú, lo
que le permite asimismo precisar las propiedades naturales que todo singular de ese tipo
posee de modo necesario. Cualquiera entiende qué es un caballo, cual es su estructura física y
lo que necesariamente corresponde a la condición equina de ese singular, como tener
conocimiento sensible, correr, relinchar, etc. Pero también podrá decirnos lo propio de cada

3 Oportet igitur scientem, si est perfecte cognoscens, quod cognoscat causam rei scitae. In I Post. Anal, I.4, n. 5.
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cosa en cuanto singular, aquello que lo caracteriza de modo individual, que no está
necesariamente en todos los sujetos de esa naturaleza, como que este caballo es joven, veloz,
blanco, dócil, etc.

De tal manera nuestra captación del singular puede completarse con el agregado de esas
dimensiones de la cosa singular que podemos plantear como la esencia del singular, las
propiedades esenciales de la cosa concreta y las notas individuantes que permiten
conocerlo en su condición de sujeto irrepetible. De modo que podemos plantear el cuadro con
algunos agregados iluminantes:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

De tal forma que a cada sujeto singular que se conozca experiencialmente es posible referirle
ciertos elementos que le convienen según lo que captamos de él en nuestro contacto inmediato,
sensitivo-intelectual, mediante el cual lo conocemos. Podemos intentar verlo en algunos casos:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

varón libre hombre Juan

mujer libre hombre María

Encontramos sujetos personales, Juan y María, que convienen en la misma naturaleza que es
la esencia humana. Lo cual les conviene de modo idéntico, sin admitir un más o un menos,
ninguno de ellos es más perfecto, ni menos, que otro en cuanto sujeto de naturaleza humana.
Es por eso que las propiedades esenciales les corresponden del mismo modo, p.ej., la libertad
de la voluntad en sus actos electivos.

Las determinaciones de individuación pueden variar de singular a singular, aunque convengan


en la misma naturaleza. En el caso que tomamos Juan es determinado como masculino y María
como femenina, porque la naturaleza humana es sexuada y queda abierta a presentarse con un
organismo masculino o femenino. Por supuesto no hay terceras posibilidades.

Podemos ampliar entonces la presentación incluyendo las demás realidades singulares:


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NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR
INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

varón libre hombre Juan

mujer libre hombre María

blanco ladrador perro Luna

negro ágil gato Micho

frondoso caducifolio tilo este Tilo

fría conductor agua esta Agua

este protón

Además de los singulares humanos, nuestra experiencia cotidiana nos pone en contacto con
realidades animales, vegetales, e inanimadas (no inertes) y las hemos agregado.

Obsérvese que no estamos tratando con universales sino con singulares concretos, Juan,
Maria, la perra Luna, el gato Micho, este Tilo que encontramos en la calle Bolivar, esta molécula
de agua, y así sucesivamente hasta llegar al protón libre como una realidad singular primaria.
Agregamos el adjetivo demostrativo éste o ésta, cuando nos referimos a realidades de inferior
perfección donde el singular pierde relevancia respecto de la naturaleza. Juan, María o los
animales domésticos tienen un nombre, pero las demás realidades no gozan de una
individualidad tan perfecta. Lo que no impide que alguien pueda hablar con el potus …..

Son todos individuos reales a los que podemos señalar con el “dedo metafísico” como decía el
P.Ferro, extendiendo el dedo índice sobre un alumno concreto. Cada uno de esos singulares es
algo real, no es un producto racional apoyado en la imaginación, no son formulaciones
mentales, sino cosas concretas que aparecen en nuestra experiencia del universo,
independientemente de nuestra voluntad de que sean. Asimismo, mediante el proceso de
autoconocimiento, cada uno de nosotros nos incorporamos al listado de singulares reales.

Las realidades incluídas en el esquema tienen una particularidad que ya Uds, astutos
metafísicos, habrán detectado: se ordenan jerárquicamente desde lo más perfecto a lo menos
perfecto, desde lo humano hasta las partículas elementales, pasando por el orden de lo viviente
animal, vegetal y las realidades inanimadas. Todo lo cual nos permite presentar a las diversas
realidades como una escala de naturaleza, una scala naturae, que va desde el hombre a los
singulares elementales, según un más y un menos de perfección.
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Seguramente les intrigará el sentido de la línea punteada que aparece al tope del listado. ¿Hay
realidades creadas más perfectas que el hombre? Si, ciertamente. Ese espacio está reservado
para realidades singulares propiamente inmateriales, que son las sustancias simples,
espíritus puros o, teológicamente hablando, ángeles. No las conocemos por experiencia
sensible pero sí podemos saber, admitiendo el dato revelado, que esas realidades no incluyen
contradicción, por cuanto las conocemos por analogía con el alma humana. De modo que el
esquema que vamos desarrollando se completa así:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

mensajero libre gabrielidad Gabriel

varón libre hombre Juan

mujer libre hombre María

blanco ladrador perro Luna

negro ágil gato Micho

frondoso caducifolio tilo este Tilo

fría conductor agua esta Agua

este Protón

El arcángel Gabriel es un sujeto concreto cuya naturaleza es la gabrielidad, que él agota


porque no hay materia prima en su esencia que actúe como principio multiplicador de
individuos. Por ser una persona le corresponde la inteligencia y la voluntad y la capacidad de
obrar libremente. Es posible identificar también una determinación propia de Gabriel como
mensajero en el día de la Anunciación a María.

De manera que las realidades singulares que integran la scala naturae admiten una división en
dos tipos diferentes de naturalezas:

a) las corpóreas, hilemórficas o materio-formales que incluyen la materia prima como un


principio multiplicador, de modo que una naturaleza pueda ser participada por muchos
singulares; y

b) las incorpóreas, simples o inmateriales que por ser puras formas no admiten
multiplicación de individuos sino que cada singular agota su especie. De ese modo
nuestro esquema queda ahora así:
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NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

INCORPÓREOS mensajero libre gabrielidad Gabriel

varón libre hombre Juan

mujer libre hombre María

blanco ladrador perro Luna

negro ágil gato Micho


CORPÓREOS
frondoso caducifolio tilo este Tilo

fría conductor agua esta Agua

este Protón

El conjunto de la esencia, las propiedades esenciales y las notas individuantes se sitúan en


el orden de aquello que puede atribuirse en un juicio a la cosa singular, como al decir “Luna es
blanca”. De manera que todo lo que se afirme como esencia, propiedades esenciales o notas
individuantes se inscribe en el orden predicamental, donde las diversas perfecciones se
proponen judicativamente como datos conocidos del singular corpóreo a partir de la experiencia
inmediata.

La predicación de esas perfecciones se realiza a partir de los conceptos adquiridos por el


intelecto humano por abstracción del fantasma de la cogitativa. Son por ende universales y se
entienden con universalidad unívoca, como hombre, libre, frondoso, frío, ladrador, etc. Los
conceptos universales unívocos se predican con un nombre y una razón que es la misma para
cada singular.

Pero se trata de universales circunscriptivos porque asumen una significación que resulta
acotada según los modos de la predicación: género, diferencia específica, especie,
propiedad y accidente lógico. De manera que “perro” se circunscribe solamente a los
animales que se estructuran según esa esencia dejando fuera de sí a toda otra realidad, de
suerte que si ese universal se predica de Juan se incurre en un juicio falso.

En el orden predicamental los juicios se conforman según el siguiente esquema:

S es P
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Donde S refiere el singular concreto, es dice el ser como verbo cópula, en tanto que cumple la
función de conectar lógicamente el predicado al sujeto, y P es la perfección que se atribuye al
singular real.

Podemos agregar lo dicho a nuestro esquema:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

INCORPÓREOS mensajero libre gabrielidad Gabriel

varón libre hombre Juan

mujer libre hombre María

blanco ladrador perro Luna

negro ágil gato Micho


CORPÓREOS
frondoso caducifolio tilo este Tilo

fría conductor agua esta Agua

este Protón

ORDEN PREDICAMENTAL
Universal circunscriptivo
(géneros y diferencias)

S es P

Está claro que los singulares incorpóreos no se incluyen bajo universales circunscriptivos
captados por abstracción pero sí caen en el Arbol de Porfirio como la primera diferencia de la
sustancia, en cuanto se especifica como sustancia corpórea o incorpórea. De todas maneras
las sustancias simples no son objeto de la Física porque no se trata de singulares materiales
físicamente móviles, de suerte que sólo podrán traerse a proceso en el ámbito propio de la
Sabiduría Filosófica, que es precisamente una transfísica.

Así las cosas podríamos concluir que, si efectuáramos un inventario completo de todos los
sujetos singulares del universo mundo y alrededores alcanzaríamos a incluir allí todos los
predicados de esencia, propiedades esenciales y notas individuantes que les corresponden a
todos y cada uno de esos individuos, de manera que no quedaría ningún singular para ser
incluído ni tampoco ningún otro predicado para ser apropiado a alguno de esos sujetos
concretos.
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Para valorar semejante afirmación debe decirse que nos resulta imposible llevar a cabo tal
empresa. Pero podríamos hipotéticamente concebir que esa tarea se alcanzara de hecho.

Todos los predicados unívocos estarían expresados y todos los singulares habrían recibido
aquellos predicados que manifiestan en la experiencia. Sin embargo, la pregunta que se impone
es: de ser ese inventario algo posible y habiéndolo efectuado de hecho, ¿habríamos alcanzado
a decir todo lo que puede decirse de todos y cada uno de los singulares del universo?.

Si nos limitamos al orden predicamental la respuesta es sí. Pero, ¿el orden predicamental
abarca todas las perfecciones del singular, sea corpóreo o incorpóreo? ¿Predicar la naturaleza,
propiedades y notas individuantes de la cosa equivale a decir todo lo que puede decirse de
ella? La respuesta ahora es no. Y esto porque hemos presentado a los singulares como reales.

¿Qué agrega real a singular? Es claro que si el singular es real son posibles los juicios
verdaderos que se pronuncian acerca de su esencia, propiedades esenciales y notas
individuantes, pero sólo si lo que se predica es algo concretamente constitutivo de ese singular,
es decir, algo que descubrimos en ese sujeto concreto que se nos manifiesta al conocimiento
de los sentidos y del intelecto precisamente en cuanto que es real. Pero hay otras cuestiones:

1) El singular se presenta ante nosotros de modo indeliberado, con independencia de


nuestra voluntad. No lo pone nuestro conocer sino que conocemos lo que se manifiesta
ante nosotros como singular y como real y, por ser este real tiene esta naturaleza, con
estas propiedades y estas notas individuantes, todo lo cual lo tiene de suyo, sin que
nosotros lo causemos en él.

2) Vemos que en el juicio predicamental se atribuyen (S es P) determinaciones


conceptuales asumidas en universal a un individuo concreto, porque el intelecto
entiende lo universal en el singular que presenta el fantasma de la cogitativa, como
proveedor de la síntesis del conocimiento sensible. La naturaleza humana, p.ej., no
subsiste en universal, no es un singular real, sino que dice la estructura esencial de un
sujeto concreto de modo que sólo en el singular es real la naturaleza humana.

3) De lo que se sigue que hay una dimensión que nuestro conocimiento capta de ese
singular que no es ni su esencia ni sus propiedades esenciales ni sus notas
individuantes, aún consideradas en su efectividad concretiva en este sujeto. Hay en
Juan algo más que estar constituído como una naturaleza humana, tener las
propiedades esenciales consiguientes y las notas que lo individúan como este singular
humano concreto.

4) Además advertimos que el universal predicamental indica un aspecto constitutivo que


puede ser permanente (esencia y propiedades) o variable (notas), porque si bien María
será siempre un singular humano con sus propiedades necesarias, no siempre ha
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estado, está y estará determinada con las mismas notas individuantes, como cuando
decimos que dormía antes, está despierta ahora, y más luego volverá a estar dormida.
Aparece así una presencia dinámica del singular que no nos impide reconocerlo en cada
instante en la constancia de su continuidad móvil: es María la que dormía, la que está
despierta ahora y la que nuevamente dormirá, precisamente en cuanto que es el mismo
singular real.

¿Qué es pues lo que real agrega a singular? ¿Que hay en Cervantes o Hernández que no lo
hay en Quijote o Martín Fierro? ¿Qué perfección puede entenderse en ellos que nos obliga a
hablar de singular real y no meramente de singular sin más ni más? No son ciertamente las
atribuciones predicamentales, porque ellas se predican del singular real, lo suponen, no hay
naturaleza humana en concreto sin un Juan o una María reales.

De modo que podemos preguntar: ¿no es acaso “real” una predicación atribuída al singular, de
modo que podríamos efectuar un juicio diciendo “el singular es real”? De seguro que sí. Ahora
bien ¿qué quiere decir que un singular es real? ¿Acaso que tiene una esencia, propiedades
esenciales o notas individuantes? De ningún modo porque esas son atribuciones
predicamentales del singular real. Entonces real debe significar una perfección diversa de las
predicamentales. ¿Y que supone entonces decir que algo es real? Implica decir que esta ahí
con una presencialidad que yo no pongo como cognoscente, que se me impone a mi
conocimiento sensible e intelectual pero de la cual no dudo, porque resulta evidente: la cosa
real está allí y la conozco porque se manifiesta indeliberadamnete a mi capacidad aprehensiva,
como a la de otros cognoscentes que captan esa misma singularidad real y dan testimonio de
ello. En otras palabras no es un objeto puramente de razón.

Saber que Juan estaba ahí en mis experiencias de pasado, que está aquí en mi experiencia
actual de su presencia y que, Dios mediante, estará ahí mañana para suscitarme una nueva
captación de su presencia, nos lleva a detectar la continuidad presencial de ese singular. Esa
continuidad manifestativa ante mí, que yo no pongo sino simplemente percibo e interactúo con
ella, nos lleva a atribuírle la condición de real. Y así decimos: Juan es real, sobreentendiendo
que no es una pura construcción mental, sino que es algo concreto absolutamente
independiente de mi voluntad para constituirlo en cuanto real y que permanece ante mí.

Pero como “real” no es un atributo del orden predicamental no puede presentarse con una
condición universal abstractiva sino que por el contrario significa algo eminentemente
concretivo. La realidad de Juan es suya, no es la de María, ni la de Luna, ni la de Micho, ni la
del tilo, ni la del agua ni la de cualquier otro singular, todos los cuales tendrán la suya propia.

De acuerdo a un primer acceso nocional “Juan es real” puede simplemente reducirse a “Juan
existe”, sin implicar aún una significación metafísica explícita, sino la sola captación natural
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espontánea de todo hombre que asiente a la presencia de la cosa diciendo que es real, que
existe, que aparece y permanece ahí como distinta de él, pero con una consistencia indudable.

Antes aún de captar la naturaleza, propiedades y notas del singular, se capta su efectividad
real. Es porque esa cosa aparece de hecho y se presta a ser conocida que puede detectarse en
ella una esencia, propiedades necesarias y determinaciones individuales. Si la cosa no es real,
si no existe, no hay nada para ser conocido, y por ende, no habrá fantasma, ni concepto, ni
juicio atributivo de perfecciones predicamentales. Si una cosa apareciera ante mí fugazmente,
en un instante, y la perdiera inmediatamente de vista no podría decir qué es, ni como opera, ni
cuales son sus determinaciones. Sólo diría “vi algo”, con la implicitud de “vi algo existente”
aunque no pueda emitir juicios acerca de sus perfecciones predicamentales.

Sin embargo la atribución del existir implica asimismo un juicio: María existe. Para el
conocimiento espontáneo esa expresión es suficiente, tiene sentido. De ahí que tengan sentido
también los juicios negativos, como al decir los centauros no existen, queriendo significar que
en la experiencia no se encontrarán singulares reales a los que se les atribuya esa condición,
meramente construída por la mente, a partir de conocer singulares reales humanos y equinos.
En cambio si decimos “Luna existe” lo hacemos a partir de una experiencia indudable que hay
allí algo concreto que puede conocerse no sólo en su presencialidad real, sino también en su
esencia, propiedades y notas.

Sin embargo, al decir María existe parece que hemos perdido el verbo ser que aparecía al decir
María es real. ¿Será posible expresar el existir recurriendo al verbo ser? La respuesta es sí,
pero hay que explicitar un sentido distinto del verbo ser, que no se limita ya a la función de
verbo cópula en la expresión judicativa. Se trata de la significación del verbo ser al menos como
existir, como ejercicio de efectividad concretiva por parte del singular.

Aquí es donde el verbo ser revela su sentido sapiencial más propio. Al decir que Juan es real
queremos decir que está ahí presentándose en su individualidad concretiva, que ha estado ahí
y que podré volver a tener experiencia de él en el futuro. De manera que el verbo ser puede
asumir la significación de la constancia de realidad, porque “real” expresa una perfección
anterior que hasta ahora no hemos expresado y que es la perfección de ser.

La realidad singular puede entonces recibir un predicado nuevo que indica su condición de
existente o real pero reconducido a la predicación del verbo ser que es el que expresa de modo
propio la condición de real o existente. Ser y no ser se oponen contradictoriamente porque
nada puede ser y no ser a la vez. Decimos entonces que el juicio afirmativo de la realidad de
esto singular que conozco, el juicio de realidad, puede expresarse con recurso al verbo ser
con el sentido de existir:
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Juan es

Donde “Juan es” significa “Juan existe” o “Juan es real”, pero utilizando ahora el verbo que
expresa la plenitud de la perfección estudiada por la Sabiduría que es la perfección de ser,
ciertamente planteada aquí de modo incipiente e inexplícito y que alcanzará su plenitud al
conocer a Dios como el Ser Subsistente, el Esse Subsistens.

Debemos completar pues nuestro cuadro con esta nueva dimensión de las cosas:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

INCORPÓREOS mensajero libre gabrielidad Gabriel es

varón libre hombre Juan es

mujer libre hombre María es

blanco ladrador perro Luna es

negro ágil gato Micho es


CORPÓREOS
frondoso caducifolio tilo este Tilo es

fría conductor agua esta Agua es

este Protón es

ORDEN PREDICAMENTAL
Universal circunscriptivo
(géneros y diferencias)

S es P

Si “Juan es” implica un juicio éste aparece, sin embargo, como claramente diferente del juicio
predicamental. En efecto “Juan es hombre” dice el singular como sujeto de atribución de la
esencia y el verbo ser se limita a su función copulativa.

Si consideramos el juicio “Juan es” lo primero que advertimos en que no parece haber
predicado. Si expresamos el juicio de realidad a una persona que no tiene disposición filosófica
seguramente se quedaría esperando por el predicado ¿Juan es qué? No llega a advertir que lo
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que predicamos de Juan es precisamente el ser, el tener la perfección del existir, la condición
de real. El juicio que atribuye el ser es así un juicio de realidad, pero no de “existencia”, que es
una expresión abstractiva e incompatible con la metafísica que versa sobre las cosas reales y
concretas. De tal forma el juicio de realidad se estructura así:

S es

Encontramos asi una perfección en las cosas que no puede reducirse a la perfección de su
naturaleza, sus propiedades y sus notas, aún considerándolas en su concreción en tanto
presentes en un individuo. La perfección de ser es el atributo que funda la predicación de la
condición real: algo es real porque es.

La perfección de ser no sería cognoscible si no pudiera ser captada en una cierta continuidad
presencial de la cosa. Decir que el singular es real es decir que existe y el existir da un sentido
de permanencia en la realidad, un mantenerse como real, que puede también expresarse con el
verbo ser como cuando decimos: esto fue antes, es ahora y será en el futuro si nada lo impide.

En ese sentido hay que decir que el singular real es, pero como lo captamos en referencia a
una sucesión temporal corresponde decir que, en todo sujeto real finito o creado, ser dice
propiamente un “siendo”, es decir, un persistir en el ser, posesión actual y permanencia en la
posesión de la perfección de ser, en continuidad con su realidad pasada y en proyección a su
realidad futura. La continuidad se funda en que se trata de uno y el mismo singular real,
advertido en su darse móvil, pasando siempre de la potencia al acto en lo predicamental, pero
permaneciendo en su concreción real como este singular que es. El es debe entenderse en un
sentido dinámico porque el singular real se manifiesta siendo, permaneciendo en su
singularidad real con independencia de que tengamos conocimiento actual de su presencia,
esto es, no dependiendo de nuestra voluntad para ser.

Asimismo aparecemos también nosotros en nuestra propia realidad siendo, con independencia
de toda otra realidad que podamos encontrar y conocer. De modo que a cada cosa singular, en
cuanto que es algo singular que permanece siendo le podemos predicar: “esto es”, queriendo
significar, precisamente, que está ahí, se manifiesta, permanece en su consistir, y por usar una
expresión de pleno sabor sapiencial, subsiste. Todos los singulares reales convienen en ser un
“esto es”. De cualquier singular real que añadamos a nuestro esquema se le predicará que es y
por lo mismo será captado como un “esto es” junto a los otros.

Los singulares reales que son, pueden ser reconocidos a partir de esa expresión judicativa “esto
es” que se predica concretiva y distributivamente de todos ellos. Concretivamente porque se
predica de cada singular real en cuanto que es este sujeto y distributivamente porque el es se
atribuye a cada cosa con la implicitud de su grado de perfección en la scala naturae.
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De tal manera la comunidad de todos los singulares reales es abarcada en una noción común
en la que todos convienen según su propia perfección predicamental en cuanto que a todos se
les predica que son, en todos ellos se reconoce un “esto es”. La noción que abarca a todos los
sujetos reales en cuanto que son y permanecen siendo, a todos los que se les predica el juicio
“esto es” es el ente, es decir, lo que es, o aquello que es. Nuestro cuadro queda entonces así:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

INCORPÓREOS mensajero libre gabrielidad Gabriel es esto es

varón libre hombre Juan es esto es

mujer libre hombre María es esto es

blanco ladrador perro Luna es esto es

negro ágil gato Micho es esto es ENTE


CORPÓREOS
frondoso caducifolio tilo este Tilo es esto es lo que es

fría conductor agua esta Agua es esto es

este Protón es esto es

ORDEN PREDICAMENTAL

Universal circunscriptivo
(géneros y diferencias)

S es P

Si hay juicios de realidad que no caen en el orden predicamental deberán necesariamente


ubicarse en otro ámbito del conocimiento humano. Encontramos así que los juicios de realidad
constituyen un espacio diferente de lo predicamental que llamamos el orden transcendental,
queriendo significar que este conocimiento está más allá de los géneros y diferencias
específicas, del orden lógico de abstracción, porque las incluye a todas como singulares,
concretas y reales, bajo una razón universal que es la de la predicación del ser.

El orden transcendental es el orden de los juicios de realidad, cuya estructura es “S es”, y cuya
predicación no responde ya a una atribución unívoca sino que sigue al más y menos de las
perfecciones de la scala naturae, de manera que si bien se dice que todos los singulares son
hay una gradación de densidad de ser. En tal sentido debe decirse que el gato Micho es con
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una perfección superior a la de la molécula de agua, como se deja ver por su estructura física
natural y sus capacidades operativas. Para resolver estas cuestiones habrá que esperar hasta
la tesis VI de este curso.

El hecho de advertir un más y un menos en las perfecciones de las cosas en cuanto entes
obliga a que en la predicación del ser se proceda según el modo de predicar analógico o
comparativo que implica grados diversos de perfección entre los singulares reales respecto de
la perfección común de ser.

Por lo demás la predicación del ser no conduce a un universal abstractivo sino a un universal
concretivo y distributivo de carácter transcendental, de modo que no deja nada de lado y
que aparece entonces como un universal incircunscriptivo: ningún singular real queda fuera
del ente, entendido como lo que es, o aquello que es. Podemos agregar este punto a nuestro
esquema:

NOTAS PROPIEDADES ESENCIA SINGULAR


INDIVIDUANTES ESENCIALES REAL

INCORPÓREOS mensajero libre gabrielidad Gabriel es esto es

varón libre hombre Juan es esto es

mujer libre hombre María es esto es

blanco ladrador perro Luna es esto es

negro ágil gato Micho es esto es ENTE


CORPÓREOS
frondoso caducifolio tilo este Tilo es esto es lo que es

fría conductor agua esta Agua es esto es

este Protón es esto es

ORDEN PREDICAMENTAL ORDEN TRANSCENDENTAL


Universal circunscriptivo Universal incircunscriptivo
(géneros y diferencias) (atribución del ser)

S es P S es

La noción de ente presenta además otra característica exclusiva. Si consideramos el orden


predicamental advertimos que no hay allí ninguna perfección que sea absolutamente común a
todos los singulares reales. En efecto, ya en una primera mirada se toma nota que hay
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singulares reales corpóreos e incorpóreos, de manera que no puede decirse que haya una
perfección predicamental que abarque por igual a todos y cada uno de los sujetos reales.

Es cierto que podemos hablar de un género como “viviente” pero allí sólo se incluyen los
singulares incorpóreos, humanos, animales y vegetales. Si hablamos de “persona” desde Luna
hacia abajo quedan excluídos. Si hablamos de “no sensitivos” tomamos los singulares desde
este tilo hacia abajo, y así sucesivamente.

En cambio, al considerar los singulares reales como lo que se presenta siendo, como un “esto
es” advertimos que ningún sujeto real queda fuera de la perfección de ser, de lo que se sigue
que “ente” es así una expresión máximamente universal.

La condición de máximamente universal es la que distingue al ente en su condición de


predicación universal incircunscriptiva: todo lo que se manifiesta siendo es un “esto es” un
lo que es o aquello que es. De manera que fuera de ese universo de las cosas singulares reales
no hay nada, a no ser Dios como su Causa.

Ente es así la noción que abarca a todos los singulares reales. Pero si ente es “lo que es” en
esa expresión se incluye un juicio implícito “S es”:

lo que es
sujeto predicado

De lo cual se sigue que la noción de ente es judicativa. No se trata de un universal abstractivo,


como gato o tilo, porque, como tenemos que ver en esta misma tesis I, la metafísica no
abstrae, de lo que se sigue que la doctrina de los tipos o grados de abstracción no solamente
pasa a años luz de la Disciplina Sapiencial sino que tampoco es algo enseñado por Santo
Tomás.

La Scientia Veritatis opera judicativamente, predica el ser del singular real y trabaja siempre
explicitando esa judicación inicial, hasta resolver el ente en Dios como en su Causa. Todo
esto implica los desarrollos correspondientes que efectuaremos pronto en esta Tesis I.

Siendo el ente lo que es y correspondiendo atribuirlo a los singulares reales, podemos decir que
cada cosa, cada sujeto concreto es un ente individual, que se presenta en un sentido como
cerrado sobre sí mismo, clauso, realmente separado de todo ente, discontínuo de ellos en el
ejercicio del ser. Esa condición de independiente en el ser la llamamos separación real, de
modo que cada uno de los entes comparece como un separado real, es decir, aquello que es
en sí mismo y por sí mismo, sin depender de otro singular real para existir. No hablamos aquí
de Dios sino que nos mantenemos en el plano de los individuos reales de experiencia.
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id quod est

Ente = Separado Real = singular real concretivo id quod habet esse

habens esse

El ente lo que es o aquello que es (id quod est), o bien aquello que tiene ser (id quod habet
esse) o bien el que tiene ser, (habens esse) o el teniente de ser, si se permite esa expresión
castellana, aunque inusual, y con un dejo castrense.

Se comprende así que la Sabiduría Filosófica no debe en modo alguno entenderse como la
ciencia más abstracta sino como la máximamente concretiva. La metafísica versa sobre lo
concreto real no sobre un universal abstracto. Lo vemos con toda claridad si reparamos en que
ninguna ciencia, cuyo objeto sea un universal circunscriptivo, estudia la cosa concreta en
cuanto concreta. El biólogo que aparece en el documental de TV escondido para observar a los
elefantes y estudiarlos no tiene por objetivo reparar en ellos en cuanto que son éste o aquél,
numericamente diferentes, aunque les ponga nombre y describa sus comportamientos como
propios de cada singular. Nos dirá que el sujeto A interactúa con el sujeto B y ambos con C y D
pero cuando extraiga sus conclusiones por inducción desde esas experiencias individuales no
nos hablará de ningún elefante en particular sino que concluirá con una proposición científica de
valor universal diciendo que “el comportamiento del elefante, en tales circunstancias, es así”
llevando la afirmación al orden de la especie, obtenida de modo abstractivo.

Para el metafísico, en cambio, los sujetos elefantinos son asumidos siempre como realidades
concretas, como aquello que es o tiene ser, esto que existe concretiva y distributivamente.

De tal manera la metafísica no versa sobre un universal abstractivo, como pretende la teoría de
los grados de abstracción, sino que su tarea es estudiar algo que no hace ninguna otra ciencia,
a saber, estudiar la cosa concreta en cuanto tal. Por eso decimos que la Disciplina
Sapiencial estudia la singularidad de los singulares, o mejor aún, la realidad de los reales. Y
esto precisamente porque busca determinar qué principios hacen al singular real algo
efectivamente real, llegando a establecer el principio realizador del ente, aquello que hace
que el ente sea real y que no es otro que el esse, el ser que es propiedad del habens esse.

Adviértase sin embargo que no decimos que estudia un sujeto singular sino a todos ellos,
precisamente en aquello que tienen en común como sujetos reales. De manera que la
Disciplina Sapiencial alcanza un plano de universalidad que sólo es propio de la Ciencia de la
Verdad, que procede, no por abstracción, sino por juicio de realidad. Esto nos permite precisar
debidamente el sentido del ente como una noción máximamente universal. La metafísica
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estudia al ente, todos y cada uno de los entes, concretiva y distributivamente, pero de acuerdo a
la condición común de habens esse. Podemos ponerlo simbólicamente así:

ENTE =  de todos los juicios “esto es”


1

El ente es la sumatoria de 1 a n, es decir, inclusiva de todos los casos de singulares reales, a


los que se les predica ser un “esto es”. En ente se agregan todos los singulares reales en
cuanto que se les puede predicar que son, que se manifiestan como un habens esse. Lo que
queremos significar con esta analogía es que el ente no se obtiene por abstracción, porque
abstraer, como veremos, es tomar algo dejando algo, y el singular real es asumido por la
metafísica como una totalidad concretiva y distributiva a la que se le predica el existir, el
ejercer el ser o tener el ser. La Disciplina Sapiencial no abstrae sino que asume los singulares
en su misma singularidad, los reales en su misma realidad.

De tal manera hay que decir que cada ente es independientemente de cualquier otro, ninguno
es con el ser de otro sino con el suyo propio. La noción universal de ente no es un concepto,
obtenido como fruto de una abstracción, sino que ente expresa la perfección común de ser
todos y cada uno de los singulares reales que son.

De lo que se sigue una conclusión paradójica: cada ente singular es, pero la noción general o
universal de ente, que los abarca a todos, no es. El ente concreto es, cada uno de ellos, la
noción de ente en común, id quod est, no es, porque no es una realidad subsistente sino el
instrumento de conocimiento por el cual podemos agrupar todas las cosas concretas en cuanto
se les predica que son. Dicho de otro modo cada ente singular subsiste, la noción de ente no,
porque es una captación intelectual que expresa la inteligibilidad del ente como un universal
incircunscriptivo que abarca a todas las cosas en su perfección común de ser, en la medida en
que permanecen en el ser.

Podemos exponer en una expresión abarcativa lo que venimos diciendo en el acceso real y
explicitarlo desde lo dicho en el acceso nominal.
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todo singular real es un esto es

universalidad verbo concretivo esse


(omnia) cópula distributivo principio realizador
(maxime)

expresa la
atribución sapiencial
(scire)

Al decir “todo singular real” nos referimos a la máxima universalidad de la Disciplina Sapiencial
que tiene por objeto todas las realidades a las que se le predica que son, a partir de nuestra
experiencia sensitivo-intelectual de su manifestación y su permanencia presencial ante
nosotros. Y de todos ellos afirmamos la atribución común de la noción de ente si bien concretiva
y distributivamente predicada, de cada uno en cuanto este singular y según las perfecciones
propias que le asisten como habens esse. El signo de la atribución es el verbo ser, en este caso
como nexo o cópula, entre la realidad concreta y la noción de ente que le conviene con
verdad.

Se agrega que cada uno de ellos (concretivo) es, en su condición propia (distributivo), un
caso del ente. Y como el ente es “esto es” o “lo que es”, se cierra el sentido de la expresión
diciendo que cada realidad singular concreta es con verdad un caso del ente, predicándosele el
esse como una perfección que le pertenece, en tanto es un “esto es”. El singular real es por su
esse que es su principio realizador, esa perfección que da razón de que eso sea un sujeto que
subiste, que es y persiste en el ser siendo.

Asimismo se ve que, tras los desarrollos efectuados en el acceso real a la Disciplina Sapiencial
podemos reencontrar aquello que Santo Tomás nos decía en In I Met., l.2, n° 36, que la
Sabiduría es el maxime scire omnia, el conocer por sus principios todas las cosas y del modo
más profundo. La universalidad de todos los singulares reales nos aporta la perspectiva de la
máxima universalidad de la Sabiduría Filosófica, omnia, la afirmación judicativa expresa el
scire, el conocer por las causas que resuelve el desiderium sciendi. Scire no es el mero
cognoscere sino que scire est causam rei cognoscere (DV.q.2, a.12, sc.6), scire es conocer la
causa de la cosa, y no una simple experiencia de su realidad.
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Finalmente conocer el singular real detectando el esse que es su principio realizador nos habla
de un conocer máximamente, maxime, que alcanzará su mayor perfección sapiencial al
demostrar a Dios como causa del ente.

Obsérvese que decir “S es” es una posición absoluta de la cosa como real y conduce al habens
esse porque predicar de algo que es lleva a explicitar aquello por lo cual es, que es el esse.

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