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La filosofía como ciencia I

María Cristina Mazzoni

LA FILOSOFÍA COMO CIENCIA I

I.- Definición real de filosofía

Definida nominalmente la filosofía como amor a la sabiduría, abordaremos ahora la


definición real, que designa ya no el sentido de la palabra sino la realidad (la ciencia)
que esa palabra nombra. Como sostiene J. Pieper, preguntarse qué es la filosofía, es ya
filosofar. De ahí que, a diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos de saberes
científicos, existan tantas definiciones de filosofía. Sin embargo hay una definición
clásica, de inspiración aristotélica:
“Conocimiento cierto de todas las cosas por sus causas primeras últimas”

 Conocimiento cierto
La filosofía pertenece al género de las ciencias. Aristóteles define ciencia como
“conocimiento cierto y evidente de las cosas por sus causas”. Recordemos que el
conocer las causas permite la certeza (seguridad subjetiva) ya que el objeto conocido
se manifiesta por ello como evidente. La filosofía es así ciencia y no un conjunto de
opiniones.

Ahora bien, toda ciencia se define por sus objetos y métodos. Se debe distinguir
entre objeto material y objeto formal: el primero es lo que una ciencia estudia, la cosa,
el ser sobre el que recae su consideración, mientras que el segundo se refiere al punto
de vista, la perspectiva, el ángulo o enfoque desde el cual considera a su objeto
material. Así muchas ciencias pueden coincidir en el objeto material pero diferenciarse
por su formalidad (por ejemplo el hombre es el objeto material de la antropología
cultural y de la antropología filosófica pero que mientras esta última estudia al hombre
desde su esencia o naturaleza, como una totalidad, la primera considera al hombre
como sujeto de costumbres, tradiciones, mitos, creencias y valores que conforman su
grupo social). Se llama método de una ciencia al “conjunto de procedimientos
empleados para llegar al conocimiento o a la demostración de la verdad” 1. El método
de una ciencia depende de sus objetos, en especial del objeto formal. Para la filosofía
realista esto es importante, no hay métodos a priori ni métodos universales.

 De todas las cosas

1
Jolivet, R., Curso de filosofía. Club de lectores, Buenos Aires 1985, p. 11.
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El objeto material de la filosofía está dado por la totalidad de lo real, en su


conjunto; todo lo que existe, tenga o no tenga materia, desde la piedra hasta Dios.
Podría preguntarse uno si dado que a la filosofía le interesa toda la realidad no
resulta ser una mera enciclopedia de ciencias ya que lo que considera también es
estudiado por cada una de las ciencias particulares y la teología. Sin embargo esto no
es así porque la filosofía considera el todo de lo real desde otro punto de vista, es
decir, su objeto formal es diferente.

 Por su causas primeras o últimas


Toda ciencia busca causas. Una causa es un “principio ontológico”, esto es, un
principio en el orden del ser; es aquello sin lo cual no puede comenzar a ser o subsistir
un efecto.
El tipo de causas que estudia la filosofía se refiere a las llamadas primeras o últimas:
primeras en el orden del ser, en el orden ontológico (porque si no existiese primero
esta causa, tampoco podrían existir las causas intermedias y efectos a través de la cual
la conocemos) y últimas en el orden del conocimiento, en el orden lógico (porque
comenzando desde los efectos, que son lo más cercano y evidente o cognoscible para
nosotros, llegamos, remontándonos de efecto a causa y de ésta a otra causa, a una
causa más allá de la cual no se puede ir; es a lo último a lo que llegamos).
Por eso la filosofía es un saber de ultimidades, que llega a las causas más altas,
supremas y universales. Y de ahí también que en el realismo la filosofía tiene su
coronamiento necesario en la metafísica.

 Bajo la sola luz de la razón


La filosofía parte de la experiencia, por la que conocemos el mundo que nos rodea,
y a nosotros mismos en él, con sus propiedades. Pero a partir de ella, sólo cuenta con
la capacidad de la razón, ordenada por la lógica, para elevarse hasta las causas. Y la
razón en su estado natural, esto es, sin la ayuda sobrenatural de la fe, como es el caso
de teología.
Dado este método puramente racional, se entiende que la filosofía -no
dependiendo de instrumentos técnicos- sea, de algún modo, perenne, atemporal ya
que las cuestiones que atañen a la esencia y a la causa última, trascienden la época con
sus circunstancias particulares en las que fueron planteadas pudiendo ser tan válidos
los argumentos propuestos hace 24 siglos, 300 años o un mes atrás2.
¿Cuáles son las partes de la filosofía? La clasificación tradicional distingue tres
partes:

2
Por eso estudiar la historia de la filosofía resulta tan importante. Así lo expresa M. Artigas en
Introducción a la filosofía. EUNSA, Pamplona 1990, p. 90: “El interés de la historia de la filosofía radica
en que facilita el acceso a la verdad, pues da acceso a lo que otros ya han pensado sobre cuestiones
semejantes a las actuales”. Y Santo Tomás de Aquino lo enseña en De caelo, I, 22 (228): “El estudio de la
filosofía no se hace para saber qué han opinado los hombres, sino cómo es la verdad de las cosas”.
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 filosofía especulativa que busca conocer las cosas por sus principios y causas
últimas; aquí se incluye la filosofía de la naturaleza, la psicología y la filosofía del
hombre (antropología filosófica) y la metafísica (gnoseología, ontología y teología
natural o teodicea)
 la filosofía práctica que puede referirse tanto al hacer, y así aparece la filosofía
del arte o al obrar con la filosofía moral (ética)
 y la lógica como instrumento para determinar cómo llegar a la verdad con
certeza.
No obstante la común aceptación de estas tras partes principales de la filosofía, sin
embargo, siguiendo a Aristóteles al considerarla un conjunto de ciencias, hay que
afirmar “que cualquier ámbito de la realidad puede ser objeto del saber filosófico” y
que “para que una disciplina sea considerada como filosófica, no basta que plantee
cuestiones generales sobre algún tema, sino que ha de responder a un planteamiento
en el que se investiga acerca del ser de las realidades consideradas y se buscan sus
explicaciones últimas"3.

Pondremos en relación, a continuación, a la filosofía con la teología4 tal como fue


distinguiéndose en el medioevo cristiano. En efecto, a partir de la venida de Cristo,
comienza a desarrollarse una reflexión intelectual sobre el contenido de lo creído
usando para esto los aportes de la filosofía.

II.- Filosofía y teología

El término teología puede ser aplicado tanto a la parte de la metafísica que aborda
la cuestión de Dios como causa última de todo ser finito, esto es la teodicea o teología
natural, como al tratado de Dios desde la fe, teología sobrenatural, comúnmente

3
Ibidem p. 33.
4
Dado que la teología, como ciencia de la fe, responde a una religión concreta, haremos referencia aquí
tanto a la noción de fe como de teología tales como son entendidas desde la religión cristiana católica. Y
nos inspiramos en esta presentación en nuestro patrono Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia,
fraile dominico italiano del siglo XIII (1224/5-1274), que supo unir sin confundir todo el aporte de la
filosofía pagana más los desarrollos de la filosofía medieval y los suyos propios con las verdades de fe.
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teología a secas. Esta última, obviamente, es la ciencia que debemos presentar y poner
en relación con la filosofía.
Si la consideramos objetivamente, es decir, atendiendo al objeto de estudio, la
teología es la ciencia que estudia a Dios y su obra, es decir, a todos los seres en cuanto
creaturas de Dios.
Pero subjetivamente tomada, la teología como ciencia hecha por el sujeto hombre,
es la ciencia de la fe. En efecto, la fe es principio, norma y fundamento de la teología.
La teología se constituye al aceptar el hombre creer, en un acto de fe, lo que Dios
revela (manifiesta, da a conocer) del conocimiento que Él tiene de sí mismo, necesario
para el hombre y su salvación. Así la teología se ocupa de todas las realidades
considerándolas bajo la luz de la fe en la revelación de Dios5. El esfuerzo de la ciencia
teológica es penetrar con la inteligencia en el misterio de la fe.

La fe consiste en un acto por el cual la inteligencia asiente a una verdad que no le es


evidente.
La fe es un acto intelectual, no un sentimiento aunque pueda acompañarse de
sentimientos. Porque es un acto de creer y la potencia o facultad humana para creer es
la inteligencia. En la fe el intelecto asiente, esto es, acepta, afirma, dice que sí a una
verdad que no le resulta evidente a ella y lo hace apoyándose en el testimonio de una
autoridad fidedigna, digna de fe, digna de ser creída.
Para poder comprender mejor esto, debemos distinguir de ante mano los tres
modos fundamentales en que la inteligencia se relaciona con la verdad, ya que la fe es
un acto de creer.
La inteligencia humana puede, según el tipo de verdad que se le presente, realizar
tres actos diferentes: ver, saber y creer.
Cuando se trata de verdades inmediatamente evidentes, se habla de un ver
intelectual, por analogía con la visión física, conocimiento directo, inmediato, intuitivo.
Así se conocen los principios primeros, Es la forma más perfecta de conocer pero
también la menos frecuente.
Ante verdades mediatamente evidentes, entra en juego el saber6 que debe
demostrar por medio de algo ya conocido lo que no es evidente de entrada.
Y, finalmente, cuando a la inteligencia se le presentan verdades que para ella no
resultan evidentes, las debe creer. El creer se refiere así a lo no evidente7 para
nosotros, para nuestra inteligencia.

5
“La fuente del conocimiento teológico es la Revelación, que se transmite por la Sagrada Escritura y la
Tradición, y es custodiada e interpretada de modo auténtico por el Maisterio de la Iglesia”. Artigas, M.
op. cit., pp. 104-105.
6
Saber del latín scire y de allí scientia, ciencia. Lo propio de la ciencia es demostrar, mostrar a partir de
principios evidentes aquello que sólo se vuelve evidente tras una argumentación demostrativa. Así por
el saber se conocen la mayor parte de las cosas.
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Pero es necesario diferenciar entre el creer de la opinión y el creer de la fe. En la


opinión se da un conocimiento que puede ser verdadero o falso, como ya enseñaban
los maestros griegos, pero que no puede dar razón de lo que sostiene porque no
conoce las causas, el por qué. En la fe, se da un creer en base al testimonio de otro. Y
esta fe puede ser natural o sobrenatural. En la fe natural, fe necesaria para todos los
aspectos de la vida incluyendo, en cierta medida, para la ciencia misma, se reemplaza
la falta de evidencia por la confianza de quien se manifiesta.
En la fe sobrenatural la inteligencia cree por el testimonio divino; el criterio de
verdad en ella es la autoridad de Dios que se revela. La inteligencia asiente a una
verdad revelada; la inteligencia es movida para creer, como en todo acto de fe, por la
voluntad libre (creer es siempre un acto libre al no haber evidencia que obligue al
asentimiento) y ésta, a su vez, es movida por la gracia de Dios8. Por eso la fe es, en este
sentido, un don sobrenatural, una virtud teologal.
Y sobre esta fe sobrenatural se funda la teología. Y por ello se convierte en la
sabiduría más elevada. Así lo explica el filósofo francés J. Maritain:

“Por la elevación de su objeto, como por la certeza de sus


principios y por la excelencia de su luz, la teología está, pues, por
encima de todas las ciencias puramente humanas. Y aunque no
posee la evidencia de sus principios, que son creídos por el teólogo,
mientras que los principios de la filosofía son vistos por el filósofo,
es una ciencia más elevada que la filosofía: el argumento sacado o
fundado en la autoridad es en efecto el más pobre de todos los
argumentos, cuando se trata de la autoridad de los hombres; pero
el argumento basado en la autoridad de Dios, que revela, es el más
fuerte y eficaz de ellos. La teología, en fin, que considera al Ser que
está sobre todas las causas, merece, a título mucho más elevado
que la metafísica, el nombre de sabiduría. Es la sabiduría por
excelencia”9.

¿Cuáles son las verdades creídas por la inteligencia en esta fe sobrenatural?

7
Debemos distinguir, siguiendo a Aristóteles, entre lo evidente o cognoscible en sí y lo evidente o
cognoscible para nosotros. La existencia de Dios, por ejemplo, es lo más evidente o cognoscible en sí
mismo (al ser Dios fuente de toda verdad y conocimiento, de toda inteligibilidad e inteligencia) pero
para nosotros no es inmediatamente evidente, sino mediatamente evidente después de un medio, de
0
una demostración racional). Otro ejemplo: que el punto de ebullición del agua sea a los 100 C es
evidente en sí pero no para todos sino para aquellos que pueden demostrarlo científicamente. Y otro
caso: que Dios sea uno y trino, es una verdad evidente en sí pero no para nuestra inteligencia, de
ninguna manera evidente, ni de forma inmediata ni mediata. Por eso es objeto del creer de la fe.
8
La gracia es un don, un auxilio, gratuitamente dado por Dios en orden a nuestra salvación. La gracia
habitual es recibida en el sacramento del Bautismo.
9
Maritain, J., Introducción a la filosofía. Club de lectores, Buenos Aires 1985, p. 102.
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Los medievales distinguían entre preámbulos de fe y artículos de fe. Los primeros


son verdades reveladas y creídas pero que la inteligencia por sí misma puede llegar a
descubrir, tal como la verdad de la existencia de Dios (demostrable filosóficamente por
los efectos evidentes en este mundo10, o que Dios es un Uno, Verdadero o Bueno).
Estas verdades, a pesar de ser accesibles a la inteligencia humana, sin embargo son
reveladas y creídas. Santo Tomás pone como argumento para ello que, siendo
verdades tan importantes para la existencia del hombre, es mejor que sean accesibles
a todos también por la fe11. Los artículos de fe, en cambio, son también verdades
reveladas y creídas pero que el intelecto humano no podría llegar a descubrir, tales
como la Santísima Trinidad, la virginidad de María o la existencia de los ángeles o
espíritus puros. Comúnmente se los llama misterios y son estudiados exclusivamente
por la teología. Estas verdades últimas no son infra-racionales (o sub-racionales) ni
irracionales, es decir, no están ni por debajo ni en contra de la razón. Son supra-
racionales, están por encima de la razón.

La fe, con sus verdades supra-racionales, no reemplaza a la razón, sino que la


supone, la ordena y la eleva. Santo Tomás lo expresa claramente: “la fe no destruye la
razón, sino que la supera y le confiere plenitud”12. Explicamos este triple axioma,
importantísimo para poder entender bien las relaciones entre el orden natural (al que
pertenece la inteligencia humana) y el sobrenatural (al que pertenece la fe):

 La fe supone la razón: es la razón, la inteligencia, la capacidad de conocer una


verdad y, sin este conocimiento racional de los seres creados, no podría adentrarse en
el ámbito supra-racional (nunca irracional!) de la fe.
 La fe ordena, sana la razón. Esto supone la existencia de un desorden previo.
En efecto, según el relato bíblico, el pecado original, un acto de rebelión contra Dios
creador, deja algunas heridas o desórdenes en la naturaleza humana13. Una de ellas es
que a la inteligencia caída queda oscurecida, no le es tan fácil conocer la verdad, aún
en cuestiones naturales. La fe, entonces, como don sobrenatural (recibido como gracia

10
Las famosas vías desarrolladas por Santo Tomás de Aquino constituyen las pruebas más lógicas y
aceptadas en la historia de la filosofía para demostrar la existencia de Dios, usando sólo la razón y
partiendo de efectos, evidentes en nuestro mundo, y que exigen una causa real para dar cuenta de su
innegable realidad de efectos. En ellas, Santo Tomás retoma algunos argumentos ya presentes en Platón
y en Aristóteles y otros son suyos propios. Se hallan en Suma de teología, I, c.2, a.3. Para una primera y
sencilla aproximación a esta vías, en este link se puede consultar el tema:
https://es.catholic.net/op/articulos/14619/cinco-vias-de-santo-tomas.html#modal
11
De lo contrario estas verdades serían patrimonio de muy pocos hombres: de aquellos que tuvieran
una determinada edad, capacidad de demostrar, gusto por los estudios y tiempo para ello.
12
De Veritate, c.XIV, a.2 ad 9.
13
Cfr. Santo Tomás de Aquino, Suma de teología,I-II, c. 85, a.3, que sigue a San Beda el venerable al
presenta cuatro grandes heridas en la naturaleza humana por efecto del pecado: la ignorancia en la
inteligencia; la malicia en la voluntad; la búsqueda desordenada del placer en el apetito concupiscible y
la debilidad en el apetito irascible.
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en el sacramento del Bautismo) viene a ayudar a sanar, a ordenar esa herida o


desorden.
 La fe eleva, finalmente, a la inteligencia permitiéndole acceder a verdades que
de por sí no podría hacerlo, tales los artículos de fe, verdades supra-racionales, a los
que nos referimos antes.

Y del mismo modo, la teología sobrenatural, ciencia de la fe, no reemplaza a la


filosofía, ciencia puramente racional, sino que la supone, la ordena y la eleva. Hay lugar
para ambas ciencias! Entre ellas hay distinción pero a su vez una relación armónica.

¿Cuáles son las diferencias entre ambos saberes?


En primer lugar, el principio de conocimiento: mientras que el único instrumento
para filosofar es la inteligencia en su estado natural, en la teología la razón es
iluminada por la luz sobrenatural de la fe. En segundo lugar, al partir de la revelación
de Dios, la teología tiene un método descendente (desde Dios a las creaturas) mientras
que la filosofía es ascendente, termina hablando de Dios, en la metafísica al buscar la
causa absolutamente última de toda la realidad. Y, finalmente, respecto al ámbito de
cada una: la filosofía sólo llega hasta los preámbulos de fe, mientras que la teología
abarca a estos y también, de manera especial, los artículos de fe.

Ambos saberes se presentan, así, distintos pero no por ello opuestos. Por el
contrario, hemos dicho que tienen una relación armónica. En esta relación una ciencia
ayuda y complementa a la otra.

Por un lado, la filosofía coopera con la teología, aunque su función sea para ella
instrumental. En efecto, para penetrar en el misterio de la fe, el teólogo requiere de
conceptos de orden filosóficos. Así, por ejemplo, para referirse a Cristo, Dios y hombre
a la vez, necesita de los conceptos de persona y naturaleza (siendo Cristo una sola
persona pero con dos naturalezas).

Y, por otra parte, la teología ayuda a la filosofía actuando como norma negativa
para ésta: es decir señalándole a la filosofía cuando no hay coincidencia, cuando hay
oposición, entre lo que se sostiene desde el saber puramente racional y las verdades
de fe de la teología (todo esto, por supuesto, en el ámbito de los preámbulos de fe). El
filósofo creyente (porque si no fuese este el caso, no se plantearía la relación razón-fe)
debe proceder con sus argumentos puramente racionales, partiendo de la experiencia,
para llegar a determinadas verdades y para esto, no puede tomar como punto de
partida lo creído por la fe. Sólo al final puede comparar sus conclusiones con lo
afirmado desde la teología. Y si no hay coincidencia (por eso, regla negativa), el filósofo
creyente revisará sus demostraciones para ver por dónde pasó su error. Porque es
inadmisible la existencia de una doble verdad, una para la razón y otra para la fe. Se
podría decir, entonces, con J. Maritain, que “la teología juzga a la filosofía, del mismo
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modo que la filosofía juzga a las ciencias. Le corresponde, pues, sobre ella el oficio de
dirección, pero dirección negativa, que consiste en declarar falsa toda proposición
filosófica incompatible con una verdad teológica”14.

Esta relación armónica es negada por dos posturas extremas, reduccionistas, que
optan falsamente por una u otra de las ciencias.
La primera postura extrema es el naturalismo exagerado que opta por la razón,
como única facultad de conocimiento verdadero, negándole valor a la fe, y, por ende, a
la teología como ciencia. Aquí la filosofía, verdadera ciencia, reemplaza a la teología15.
El segundo reduccionismo está claramente manifestado en la postura del
reformador alemán Lutero (1483-1546). Se trata de un sobrenaturalismo exagerado,
una postura fideísta. Lutero considera, desde su defensa de la libre interpretación de
las escrituras, que tras el pecado original, la naturaleza quedó, no ya herida o
desordenada, como hemos sostenido, sino destruida, corrompida de tal modo que la
inteligencia no es capaz ya de conocer una verdad que trascienda el plano de lo
práctico de esta vida terrenal. Afirma que en las cosas espirituales sólo es “ceguera y
tinieblas”, “sólo puede blasfemar todo lo que Dios ha dicho y hecho”16. Dice Maritain al
respecto:

“El desprecio de Lutero es conforme, por lo demás, a su doctrina


general sobre la naturaleza humana y sobre el pecado original. Según
Lutero el pecado ha viciado la esencia misma de nuestra condición, y
su mal es definitivo; la gracia y el bautismo cubren pero no borran el
pecado original. Podrá entonces acordarse a la razón un rol
meramente práctico en la vida y en las transacciones humanas; pero
ella es incapaz de conocer las verdades humanas; toda ciencia
especulativa, toda metafísica es una ilusión… y el uso de la razón en
las materias de la fe, la pretensión de constituir, gracias al
razonamiento y con auxilio de la filosofía, una ciencia coherente del

14
Maritain, J., op. cit., pp. 102-103. Y el autor aclara, sin embargo, que la filosofía no es dirigida
positivamente por la teología ya que ella es independiente de la teología porque tiene sus propios
principios y porque la razón, por la cual procede, es autónoma.
15
“Estaba, sin embargo, reservada a los tiempos modernos el difundirse de esa actitud: el racionalismo
(v.) es en efecto la forma característica del n. en la época contemporánea. Partiendo de la consideración
de la razón humana como una facultad que encuentra en sí misma la verdad, niega la necesidad de
ninguna ayuda de Dios (Revelación; v.) en orden al conocimiento. La razón humana es considerada
norma única y sólo cuenta lo que cae dentro de sus virtualidades. Al proyectarse sobre el pensamiento
cristiano, niega a éste todo valor o lo deja reducido a un cuerpo de doctrina sustancialmente natural; o,
finalmente, afirma que los dogmas una vez conocidos por Revelación, son susceptibles de demostración
filosófica”. En GER, https://mercaba.org/Rialp/N/naturalismo_teologia.htm.
16
Citado por Maritain, J., Tres reformadores. Club de lectores, Buenos Aires 1986, p. 42.
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dogma y de la revelación, la teología, en suma, tal como la entendían


los escolásticos, es un escándalo abominable”17.

De este modo, sólo queda para el hombre la gracia recibida por la incorporación a
Cristo. “Sólo la fe, sólo la gracia”. La fórmula luterana hace que la filosofía no tenga
ningún valor18 (llega a denominarla como prostituta): la teología la reemplaza. Sólo
queda la teología para referirse a las verdades últimas.

17
Ibidem, p. 44.
18
“Lutero asumió con respecto a los filósofos una postura completamente negativa: la desconfianza en
las posibilidades de la naturaleza humana de salvarse por sí sola, sin la gracia divina, debía conducir a
Lutero a quitar toda valora una búsqueda racional autónoma, o al intento de afrontar los problemas
humanos fundamentales basándose en el logos, en la mera razón. Para él, la filosofía no es más que un
vano sofisma o, aún pero, fruto de aquella soberbia absurda y abominable tan característica del hombre
que quiere basarse en sus solas fuerzas y no sobre lo único que salva: la fe. Aristóteles, desde este punto
de vista, es considerado como la expresión en cierto sentido paradigmática de esta soberbia humana”.
Reale, G. y Antiseri, D., Historia del pensamiento filosófico y científico, vol 2. Herder, Barcelona 1988, p.
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Bibliografía

Artigas, M., Introducción a la filosofía. EUNSA, Pamplona 1990.

Gilson, E., El tomismo. Desclée, de Brower, Buenos Aires 1951.

Jolivet, R., Curso de filosofía. Club de lectores, Buenos Aires 1985.

Maritain, J., Introducción a la filosofía. Club de lectores, Buenos Aires 1985.

Maritain, J., Tres reformadores. Club de lectores, Buenos Aires 1986.

Reale, G. y Antiseri, D., Historia del pensamiento filosófico y científico. Herder,


Barcelona 1988, vol. 2 y 3.

Santo Tomás de Aquino, Suma de teología.

Santo Tomás de Aquino, Acerca de la verdad.

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