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Documento elaborado por el profesor Juan Carlos Pacheco, para servir de base de discusión y no como ilustración
de la gestión adecuada o inadecuada de una situación determinada.
Prohibida la reproducción total o parcial. Derechos reservados
Era una típica tarde nublada y oscura del largo invierno limeño. El gris del
pavimento y una suave garúa acompañaban a tres payasos en un arenal que les
había dado muchas alegrías y hoy parecía sugerirles que el juego había
terminado. Esta vez, ellos no eran los afortunados ganadores. En ese entonces
Fernando y Estela tenían respectivamente 23 y 26 años.
FERNANDO
Vivía a una cuadra y media de una gran plaza, en las inmediaciones de las
avenidas Alfonso Ugarte y Quilca, en el Cercado de Lima. Muy cerca de su casa
se instalaban dos o tres circos por temporada, y desde muy niño se había
familiarizado con este ambiente: a diferencia de otros niños, Fernando era bien
conocido por los payasos, acróbatas y todos estos extraños personajes entre los
cuales se mezclaba, y se hizo muy pronto de un puesto informal de ayudante.
Comprendió que parte del espectáculo era el vestuario, el cuidado de los atuendos, la
limpieza, el orden, la belleza espacial.
El colegio no era lo suyo, y su madre, muy preocupada, trató por todos los medios de
hacerle entrar en razón. ¡Fernando, trabajar en un circo sólo te llevará a la ruina! Pero
no logró nada. Cuando ya tenía dieciséis años, un mago colombiano, Ricardo Morán,
que le estaba enseñando el arte de la magia, fue a hablar seriamente con su mamá. Le
dijo que encontraba en su hijo habilidades extraordinarias para el circo, y le pidió
formalmente incluirle en el elenco, incorporarle al circo y llevarle con ellos. La madre se
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Fernando comenta: “Empecé a dedicar al teatro desde los 16 años y comencé ahí a
combinar las cosas de teatro con el circo. En ese proceso hice teatro para niños, teatro
para adultos, y empecé a viajar, primero por Latinoamérica y luego por Europa. Aprendí
mucho de teatro, de circo. En uno de mis últimos viajes, antes de definir lo que quería
hacer, llegué a Lima en 1982, y tuve una idea del circo‐teatro. Yo no había visto una
propuesta escénica similar en ninguna parte, ni acá ni afuera. No existía todavía. En
esas circunstancias conocí a Estela.”
ESTELA
Estela Paredes provenía de una familia empresaria arequipeña, y desde niña mostró
inclinaciones artísticas. Su afición principal nació en la única escuela de danza de su
ciudad natal, donde siguió estudios de danza que no dejó mientras en paralelo
terminaba el colegio. Sus padres pensaban que luego de haber conseguido alguna
formación en empresas, se hiciera cargo de los negocios de la familia.
Estela recuerda claramente: “Cuando salí del colegio quería ser bailarina, pero mis
padres no lo aceptaron, no me apoyaron. Entonces me enviaron a Estados Unidos. Fui
a regañadientes, y puse los medios para continuar con la danza y como lógicamente no
me gustaba tanto lo de la administración, dedicaba mucho tiempo al baile.”
Tenía ilusión de volver a Perú, que en los 80 pasaba por malas épocas, de hiperinflación
y terrorismo. Esta realidad no representó una dificultad para regresar, por el contrario,
sentía la responsabilidad de retribuir las oportunidades que le había dado su
país, y pensaba en todo lo que podía hacer para mejorar la situación de pobreza
de muchas personas de escasos recursos económicos. Reflexionaba en el arte,
como un lugar desde el cual se podría hacer mucho.
Apenas pude regresé y dije a mis padres: “Yo voy a dedicarme al arte, ya lo
tengo decidido.” A partir de entonces mi formación de teatro y danza la hice en
talleres, de manera autodidacta, que era el modo cómo nos formábamos para el
teatro. Hice mimo, y entré a un taller de Teatro muy importante en Lima, donde
conocí a Fernando.
Para Estela el arte no era solamente un espacio de creación estética, sino que
también creía que el arte debía contribuir e influir positivamente en el entorno en
el que operaba, y ahora quería hacer de esta definición teórica una realidad
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NACE LA TARUMBA
LA PIEDRA DE LA FELICIDAD
Era una obra humanista que trataba de un niño muy pobre y un príncipe que
tenía todas las comodidades. El príncipe, rodeado de cosas suntuosas, se
aburría y en cambio el niño pobre, con una sola piedra, era feliz y atesoraba esa
piedra. En un momento el príncipe logró hacerse de la piedra y se dio cuenta que
era una piedra común. Le dio una gran pataleta pues no comprendía cómo podía
hacer tan feliz a un niño un objeto de tan poco valor.
Estela recuerda: “Levantábamos al aire libre un telón blanco con unos parches,
utilizábamos colores vivos, rojos, amarillos, naranjas, y eso llamaba mucho la
atención y nuestro vestuario era impecable. Llegábamos y lo lavábamos en la
noche y al día siguiente lo estábamos planchando antes de salir a la siguiente
función. Eso le gustó mucho a la gente. La seriedad, el profesionalismo. Se
sintieron bien atendidos, no con la idea de que acá vienen y nos traen cualquier
cosa. Esto también era contestatario, novedoso.”
Sin capital, la calle tenía que ser el escenario. “¿Es que habré tomado una mala
decisión?” Se preguntaba Fernando, al ver la diferencia del set de TV y el polvo
de la calle; entre un cheque de fin de temporada de televisión y las monedas que
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Domitila era una rana, y “Cállate Domitila” es una parodia de las elecciones,
donde diversos personajes se presentaban como candidatos: el militar, el
demagogo, el populista, todos ofreciendo cada cual más que el anterior, y en
medio estaba la rana que decía la verdad, y todo el mundo le callaba, era como
la voz de la conciencia.
El éxito que consiguieron fue tan bueno que se animaron a hacer giras en todo
el Perú, por los pueblos del interior, y posteriormente llevaron el espectáculo a
Argentina, Brasil y Colombia.
1989: 3 de Mayo.
En 1989, el terrorismo llegó al máximo nivel, junto con la hiperinflación. “En ese
momento, recuerda Estela, descubrimos 3 de Mayo, un asentamiento humano
limeño donde las condiciones físicas eran sumamente precarias, que estaba en
el más extraño litigio de tierras: dos distritos limítrofes se pasaban el
asentamiento, pues ninguno quería asumirlo: ¡cada alcalde decía que 3 de Mayo
pertenecía al otro distrito! Estaba
En este pequeño cerro, personas con muy pocos recursos se debatían entre la
desesperanza y la ilusión de conseguir algo mejor en sus vidas. Fuimos a 3 de
Mayo porque nadie quería ir. Propusimos armar talleres de teatro, circo, y darles
algo, una sonrisa.
El barrio nos recibió con mucho cariño y pasamos 3 años sin problemas, a nadie
le interesaba, ni a la izquierda, ni a los terroristas, y fuimos felices este tiempo.
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Anexo 1
La Carcocha
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Anexo 2
Tres de Mayo
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Anexo 3
Upa la esperanza