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CARLOS LA HORMIGA

Carlos, es una hormiga grande pero pequeña, muy pequeña. Vive en un mundo gigante
para el solo, librado por fin de la presión de sus demás compañeros, puesto que a Carlos no le
gusta trabajar y siempre dejaba las cosas para después, cosa hizo que las demás hormigas lo
expulsaran de la colonia. Ahora Carlos no tiene a donde ir, y se dice así mismo.

- Por fin puedo estar sin hacer nada. Pero ahora tengo hambre ☹

En eso un tuqueque lo escucha y se acerca, para hablar con él.

- ¿Por qué tan solo hormiguita? – pone una cara amenazante y pícara –
- Qu-quien es usted señor? – Responde algo nervioso, pues, sabe que los tuqueques
comen hormigas. Puede ser flojo, pero no tonto.
- Dime Pepe, Pepe el tuqueque, y escuché que tenías hambre, yo te puedo ayudar – le
responde el tuqueque.
- ¿En serio?, no me comerá? – se ve reflejado un leve brillo de inocencia en la cara de la
hormiga.
- Solo si haces algo a cambio para mí, y no, no te comeré si te portas bien. Sube a mi
lomo para llevarte a un sitio.

La hormiga sube inocentemente al lomo del simpático tuqueque, este pega una carrera a lo
que parece un árbol seco, algo espeluznante, a la lejanía del bosque. Al llegar, se encuentran
con un sapo enorme y feo, bloqueando el paso del tuqueque a lo que responde pepe.

- Hazte a un lado Roberto – le dice pepe con cara de amabilidad –


- Dijiste que te ibas a encargar de las rocas que tapan el hueco en el árbol desde esta
mañana, ¿dónde se supone que estabas? – Le dice el sapo enfadado, que al parecer se
llama Roberto –
- Estuve buscando ayuda
- Eso dijiste la última vez
- Pero esta vez si lo hice – entonces el tuqueque lanza a Carlos de su lomo para que
caiga frente al sapo.
- ¿Esto es un chiste? –Dice el sapo entre carcajadas y lágrimas, su voz ronca hace que
suene incluso más amenazante de lo que se ve y hace temblar a la pobre hormiga
abandonada–

Se dice que las hormigas son las más fuertes y trabajadoras, que pueden levantar 50 veces
su peso y 30 veces su tamaño, lo que no sabe el tuqueque que busca ayuda desesperadamente
es que nuestro amigo Carlos odia trabajar y prefiere que los demás hagan su trabajo para
obtener su beneficio, lo que ocasionó que su tribu la expulsara.

- ¿Como te llamas hormiga? –Pregunta el sapo aún con un poco de risa–


- M-me llamo Carlos señor, gusto en cono…
- ¿Y sabes por qué estás aquí cierto? –Interrumpe el sapo apresuradamente–
- La verdad es que no, solo tengo hambre y el tuqueque me dijo…

El sapo voltea hacia el tuqueque con una mirada fulminante interrumpiendo de nuevo a la
Hormiga formando tensión en el ambiente.

- Tu debes ser tonto, ¿le ofreciste comida además? Como si no tuviésemos suficientes
problemas –Dice el sapo aún más enfadado de lo que estaba
- El nos va a ayudar créeme –dice el tuqueque ahora serio–
- Más te vale sino te voy a comer a ti y a tu tonta hormiga – dice el sapo para después
retirarse dando cortos pero rápidos saltos.

La hormiga confundida y ahora algo nerviosa pensando en el lío en que se ha metido sin
decir nada sube al lomo del tuqueque para que lo llevara a donde sea que lo iba a llevar para
que le diera comida.

Siguiente a eso, aún sin decir nada, el tuqueque arranca a subir apresuradamente al tronco
del árbol seco, una vez arriba Pepe el tuqueque baja a Carlos la hormiga de su lomo igual de
brusco que la última vez.

- ¿Cuál es tu problema? –Dice la hormiga algo alterada–


- ¿Quieres comida? –Le responde con la pregunta a la Hormiga, y hace que esta se
calme.
- Que necesitas que haga –dice la hormiga ya cansada y algo malhumorada–
- ¿Y el respeto en donde quedo?
- Solo dime –Dice Carlos la Hormiga ya impaciente–
- Vas a quitar esas rocas que tapan la entrada al árbol, si lo logras tendrás toda la
comida que tu quieras, no le prestes atención a lo que diga el sapo –Explica el
tuqueque– pero lo tienes que hacer para antes del anochecer sino harás que me
coman y yo te comeré a ti.
- Eso no tiene sentido –Dice la Hormiga–
- Tu cara no tiene sentido, ahora trabaja sino te comeré –Le responde el tuqueque.

El tuqueque ya sin más que decir se marcha dejando sola a la hormiga, Carlos se queda solo
de nuevo y piensa “si no fuese sido tan flojo, no estuviera en este embrollo” entonces,
reacciona al darse cuenta de que ya no le debe quedar mucho tiempo, puesto que el sol ya no
estaba sobre y se dice a si mismo –debo apresurarme– con una leve motivación que
probablemente haya sido el hambre que lo invadía y se pone a trabar.

No tarda en darse cuenta de que las rocas que tapan el agujero en el tronco son
exageradamente grandes y pesadas, no solo 30 veces más grandes, ni 50 veces más pesadas,
sino muchísimo más de lo que el y 20 hormigas más pudieran levantar solas. Pero el estaba
solo, todas las demás hormigas lo abandonaron por sus negligencias y sabia que no lo
tomarían en serio si llegase a pedir ayuda. Una vez más, ahuyenta sus pensamientos y se pone
a levantar las rocas más pequeñas que eran considerablemente más fáciles de cargar. Pero
eran muchas.

- ¡Son demasiadas! –Exclama la hormiga después de levantar y mover unas cuantas–


mejor pediré ayuda a alguien para que lo haga, y me puedan dar comida.

Entonces la hormiga, después de que se le haya ocurrido tan brillante idea, baja ágilmente
del tronco seco, llegando al suelo muy rápido, y arranca una carrera a una granja que había
notado, y en un santiamén llega sin problemas en busca de alguien que lo pueda ayudar,
entra sigilosamente a una pequeña estructura, aunque gigante para él.

- ¿Hola, hay alguien aquí? –Pregunta tímida la hormiga–


- ¿Que necesitas amiguito? –Responde una voz misteriosa desde la lejanía–
- Necesito ayuda para mover unas rocas muy grandes –dice la hormiga tímidamente–
- Te puedo ayudar, pero ¿qué hay para mí? –Dice la gallina–
- Te daré comida –dice la Hormiga algo desesperada–
- Yo tengo comida, no me sirve lo que me ofreces, entonces te puedes retirar –dice la
gallina sin un gramo de duda en sus palabras–
- Enserio necesito su ayuda, son unas rocas muy grandes y pesadas –insiste la hormiga–
- El único pesado aquí eres tú, ahora largo de aquí, antes que cambie de opinión y te
coma –Dice la gallina ya obstinada de la hormiga–
- P-Pero…

Entonces interrumpe la hormiga dando un picotazo violento al suelo que no queda claro si
fue de advertencia o un ataque directo que no asestó, de cualquier manera, la hormiga siguió
insistiendo –Pero deme un poco de su ayuda solamente– Exclamaba Carlos. Cosa que hizo
enfurecer más a la gallina, y ahora lo atacaba seguidamente mientras Carlos corría por todos
lados tratando de salvar su vida.

Entonces, llega el tuqueque a toda velocidad en busca de la hormiga, lo monta en su lomo y


salen corriendo de ese gallinero, al llegar a un sitio seguro, porque, además, la gallina los
persiguió un par de metros más por el corral. La hormiga algo apenada con el tuqueque se
dirige a el tratando de romper el hielo, pero no le responde.

- Oye Pepe yo… –Decía la hormiga–


- ¿¿EN QUE PENSABAS?? –Pregunta fuertemente el tuqueque, interrumpiendo
abruptamente la disculpa de la hormiga– Pensaba que ibas a despejar el hoyo del
tronco.
- Es que como te habías ido pensaba que pedir algo de ayuda y…–explica Carlos–
- ¿Con las gallinas?, ¿es que no se te ocurrió algo peor?, bueno no importa, vallamos a
terminar lo que empezamos

Ahora en completo silencio los dos, la hormiga sube al lomo del tuqueque, para emprender
nuevamente su viaje.

Pero al llegar nuevamente al tronco, se llevan la sorpresa de que el tronco cuyo agujero
estaba tapado con piedras, estaba liberado al fin. Como habían tardado tanto, no se dieron
cuenta de que ya había oscurecido y el atardecer había pasado hace mucho tiempo.

- ¿Qué paso aquí? –Pregunta el tuqueque confundido–


- Termine lo que nunca empezaste –Dijo una voz gruesa y rasposa en la penumbra–

Entonces sale el sapo con un semblante sombrío y tenebroso pero autoritario, que hace
estremecer a la hormiga y al tuqueque.

- No me importa nada que tengas que decir Pepe –Dijo el sapo sin dejar que nadie dijera
nada– Por favor, desaparezcan de mi vista antes de que cambie de opinión y me los
coma.

A partir de ese momento, los dos desconocidos que se hicieron socios, expulsados ambos
de sus hogares y arrepentidos de su vagancia y pereza, reconociendo de que por su falta
de responsabilidad y diligencia fueron perjudicados por sus acciones. Ahora vagan juntos
por el extenso bosque, en busca de comida y refugio, con la esperanza de que algún día
encuentren a alguien que los acepte de nuevo.

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