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Carlos, es una hormiga grande pero pequeña, muy pequeña. Vive en un mundo gigante
para el solo, librado por fin de la presión de sus demás compañeros, puesto que a Carlos no le
gusta trabajar y siempre dejaba las cosas para después, cosa hizo que las demás hormigas lo
expulsaran de la colonia. Ahora Carlos no tiene a donde ir, y se dice así mismo.
- Por fin puedo estar sin hacer nada. Pero ahora tengo hambre ☹
- ¿Por qué tan solo hormiguita? – pone una cara amenazante y pícara –
- Qu-quien es usted señor? – Responde algo nervioso, pues, sabe que los tuqueques
comen hormigas. Puede ser flojo, pero no tonto.
- Dime Pepe, Pepe el tuqueque, y escuché que tenías hambre, yo te puedo ayudar – le
responde el tuqueque.
- ¿En serio?, no me comerá? – se ve reflejado un leve brillo de inocencia en la cara de la
hormiga.
- Solo si haces algo a cambio para mí, y no, no te comeré si te portas bien. Sube a mi
lomo para llevarte a un sitio.
La hormiga sube inocentemente al lomo del simpático tuqueque, este pega una carrera a lo
que parece un árbol seco, algo espeluznante, a la lejanía del bosque. Al llegar, se encuentran
con un sapo enorme y feo, bloqueando el paso del tuqueque a lo que responde pepe.
Se dice que las hormigas son las más fuertes y trabajadoras, que pueden levantar 50 veces
su peso y 30 veces su tamaño, lo que no sabe el tuqueque que busca ayuda desesperadamente
es que nuestro amigo Carlos odia trabajar y prefiere que los demás hagan su trabajo para
obtener su beneficio, lo que ocasionó que su tribu la expulsara.
El sapo voltea hacia el tuqueque con una mirada fulminante interrumpiendo de nuevo a la
Hormiga formando tensión en el ambiente.
- Tu debes ser tonto, ¿le ofreciste comida además? Como si no tuviésemos suficientes
problemas –Dice el sapo aún más enfadado de lo que estaba
- El nos va a ayudar créeme –dice el tuqueque ahora serio–
- Más te vale sino te voy a comer a ti y a tu tonta hormiga – dice el sapo para después
retirarse dando cortos pero rápidos saltos.
La hormiga confundida y ahora algo nerviosa pensando en el lío en que se ha metido sin
decir nada sube al lomo del tuqueque para que lo llevara a donde sea que lo iba a llevar para
que le diera comida.
Siguiente a eso, aún sin decir nada, el tuqueque arranca a subir apresuradamente al tronco
del árbol seco, una vez arriba Pepe el tuqueque baja a Carlos la hormiga de su lomo igual de
brusco que la última vez.
El tuqueque ya sin más que decir se marcha dejando sola a la hormiga, Carlos se queda solo
de nuevo y piensa “si no fuese sido tan flojo, no estuviera en este embrollo” entonces,
reacciona al darse cuenta de que ya no le debe quedar mucho tiempo, puesto que el sol ya no
estaba sobre y se dice a si mismo –debo apresurarme– con una leve motivación que
probablemente haya sido el hambre que lo invadía y se pone a trabar.
No tarda en darse cuenta de que las rocas que tapan el agujero en el tronco son
exageradamente grandes y pesadas, no solo 30 veces más grandes, ni 50 veces más pesadas,
sino muchísimo más de lo que el y 20 hormigas más pudieran levantar solas. Pero el estaba
solo, todas las demás hormigas lo abandonaron por sus negligencias y sabia que no lo
tomarían en serio si llegase a pedir ayuda. Una vez más, ahuyenta sus pensamientos y se pone
a levantar las rocas más pequeñas que eran considerablemente más fáciles de cargar. Pero
eran muchas.
Entonces la hormiga, después de que se le haya ocurrido tan brillante idea, baja ágilmente
del tronco seco, llegando al suelo muy rápido, y arranca una carrera a una granja que había
notado, y en un santiamén llega sin problemas en busca de alguien que lo pueda ayudar,
entra sigilosamente a una pequeña estructura, aunque gigante para él.
Entonces interrumpe la hormiga dando un picotazo violento al suelo que no queda claro si
fue de advertencia o un ataque directo que no asestó, de cualquier manera, la hormiga siguió
insistiendo –Pero deme un poco de su ayuda solamente– Exclamaba Carlos. Cosa que hizo
enfurecer más a la gallina, y ahora lo atacaba seguidamente mientras Carlos corría por todos
lados tratando de salvar su vida.
Ahora en completo silencio los dos, la hormiga sube al lomo del tuqueque, para emprender
nuevamente su viaje.
Pero al llegar nuevamente al tronco, se llevan la sorpresa de que el tronco cuyo agujero
estaba tapado con piedras, estaba liberado al fin. Como habían tardado tanto, no se dieron
cuenta de que ya había oscurecido y el atardecer había pasado hace mucho tiempo.
Entonces sale el sapo con un semblante sombrío y tenebroso pero autoritario, que hace
estremecer a la hormiga y al tuqueque.
- No me importa nada que tengas que decir Pepe –Dijo el sapo sin dejar que nadie dijera
nada– Por favor, desaparezcan de mi vista antes de que cambie de opinión y me los
coma.
A partir de ese momento, los dos desconocidos que se hicieron socios, expulsados ambos
de sus hogares y arrepentidos de su vagancia y pereza, reconociendo de que por su falta
de responsabilidad y diligencia fueron perjudicados por sus acciones. Ahora vagan juntos
por el extenso bosque, en busca de comida y refugio, con la esperanza de que algún día
encuentren a alguien que los acepte de nuevo.