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Esteban Valencia Bohórquez

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad del Cauca


Asignatura: Introducción a la Antropología Social
Docente: Marcela Amador Ospina

EJERCICIO ETNOGRÁFICO: COTIDIANIDAD EN LA VIDA UNIVERSITARIA

A las 6:45 de la mañana desperté con el estallido de los perros que ladraban en la sala,
había dormido poco y no muy bien. Con las primeras luces del día me incorporé con
esfuerzo sobre el borde de la cama. En mi cuerpo sentía el tráfago de la noche anterior.
Hasta bien entrada la noche había preparado todo con sumo cuidado para el trabajo del otro
día: una y otra vez revisé las preguntas para realizar cada entrevista, escribí una corta lista
con posibles candidatos a quienes podía lanzarles mis interrogantes y simulé el ejercicio
entrevistando un interlocutor imaginario.

En lo alto algunas nubes salpicaban de blanco el inconmensurable azul del cielo. El aire era
frío, pesado e inmóvil; sin embargo, conforme el sol se fue levantando, el día
progresivamente demudó su aspecto. Al cabo de unas cuantas horas se reactivaron las
actividades y retornó la cotidianidad de la vida.

Yo vivo en el extremo norte de la ciudad, concretamente en un barrio llamado Bello


Horizonte, pero los locales nos referimos usando la contracción Bello’rizonte, además es el
barrio más grande dentro del territorio que comprende una zona más amplia denominada
comuna, la comuna número dos para ser más específico. Bello Horizonte se encuentra
ubicado al norte de la zona urbana, de acuerdo con el plan de ordenamiento de la ciudad.
Popayán destaca por ser una ciudad de larga tradición religiosa y educativa. Según fuentes,
su actividad económica se basa en la prestación de servicios hospitalarios y educativos. Con
excepción del Sena, institución nacional destinada a la formación técnica y tecnológica, y
una sede de la Universidad del Cauca, la mayoría de instituciones de educación superior se
encuentran ubicadas en el centro histórico de la ciudad (comuna cuatro). Esto requiere, en
mi caso particular, desplazarse varios kilómetros para llegar a la facultad de Ciencias
Humanas y Sociales, adscrita a la misma universidad. Originariamente la ciudad fue
fundada en lo que se conoce hoy como el centro histórico o el Valle de Pubenza, un 13 de
enero de 1537, cuando en otrora colonizadores españoles al mando de Sebastián de
Belalcázar se asentaron en suelo payanés. Observar la distribución de la ciudad arroja claras
luces de una típica planeación urbanística colonial, conocido como damero. Conviene
describir un poco más este aspecto.

Una visita al centro histórico evidencia que el punto importante de la ciudad en un principio
fue la gran plaza o parque principal. En derredor del gran parque se encuentra la alcaldía, la
gobernación, el banco y la iglesia; un poco más retiradas se encuentran las casas de
personalidades importantes. Si nos detenemos a analizar el crecimiento de la ciudad
veríamos sin mucha dificultad que el crecimiento partió desde este punto y paulatinamente
se extendió hasta los márgenes de la actual ciudad. En comparación con otras ciudades
Popayán es una ciudad relativamente pequeña, lo cual no requiere de medios de transporte
sofisticados para ir de un lugar a otro. Basta solo una hora en bicicleta para recorrer de
extremo a extremo toda la ciudad.

Todos los días de la semana, salvo algunas ocasiones en que corro con suerte de poseer lo
suficiente, me desplazó hacia la universidad en bicicleta, me toma aproximadamente entre
40 y 50 minutos. La experiencia del viaje, personalmente, algunas veces resulta en extremo
gratificante y, en otras, un ejercicio extenuante. Pero antes de entrar en detalles sobre ello
voy a permitirme describir el trayecto de mi viaje.

Mi casa dista tan solo dos cuadras de la vía principal, la vena por la que transitan todo el día
los automóviles y buses de transporte público. Cuatro carriles bien dispuestos para llevar y
traer en sentido sur-norte y norte-sur a los habitantes de la ciudad. De esta vía troncal se
desprenden otras secundarias que llegan a distintas zonas de la ciudad. Como de un tiempo
acá se han multiplicado el número de automóviles en la ciudad, el tráfico vehicular es
verdaderamente insufrible. Por tal motivo, optó por vías alternas y ciclorutas dispuestas
exclusivamente para ciclistas y caminantes, lo que hace ameno el recorrido tratando de
vadear con cuidado algún transeúnte desprevenido.

Por lo general, cada vez que me desplazó en bicicleta estoy imbuido en pensamientos y
divagaciones, desde los más prosaicos y cotidianos hasta los más complejos y existenciales.
En efecto, conmigo viajaba un pensamiento, incomodo como piedra dentro del zapato de un
caminante, que de inmediato se convirtió en una sensación. Los últimos días han sido de
dudas y vacilación. A decir verdad, iba con desánimo, auspiciado nada más por el sentido
de la responsabilidad y el deber. Con todo, proseguía con resignación, como quien no tiene
otra opción aparte de continuar.

Fue justo ir con esto en mente para que el derrotero de mi investigación virara bruscamente
en otra dirección. Llevaba conmigo tan solo unas cuantas monedas, no tenía trabajo y las
necesidades apremian. Pensaba la posibilidad de aplazar mis estudios y retirarme por un
tiempo. Entonces, en un momento fugaz de epifanía consideré redireccionar mi trabajo
etnográfico de campo hacia una antropología del trabajo y los efectos que provoca sobre el
cuerpo del trabajador. En cuanto llegué a la facultad rápidamente reformulé en la biblioteca
las preguntas que consideré más pertinentes.

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