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“Año de la Consolidación del Mar de Grau”

UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA


FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS
POLÍTICAS

Nombre: Dance Tamayo, Alexandra


Trinidad Chino, Andree

Tema: HISTORIA DEL DERECHO JUDICIAL EN EL PERU


Docente: Mag. Edward Vargas Valderrama
Curso:Derecho
Ciclo: IV
Turno: Mañana

Tacna-Perú
2016
DEDICATORIA:
El presente trabajo va dedicado a nuestras familias
que, en vista de su apoyo, esfuerzo y tiempo nos
permite optar por una educación de calidad hacia la
mira de un futuro exitoso.

2
AGRADECIMIENTO:
A Dios, por otorgarnos la dicha de la salud, bienestar
físico y mental y así poder emprender esta vocación
cuyo mayor anhelo es que a través del conocimiento y
razonamiento hacer justicia en la sociedad.
A nuestros docentes, por brindarnos sus experiencias,
anécdotas y conocimientos en el desarrollo de esta
carrera y en especial de este trabajo. A nuestros
padres, hermanos, amigos y compañeros quienes nos
han dado su tiempo, motivándonos a seguir adelante y
luchando por nuestros sueños y metas.

3
RESUMEN

Entonces, el Derecho Inca es totalmente factible de ser estudiado aún sin la existencia
de códigos y escritos, pero con métodos eficientes que garantizaban el cumplimiento de
leyes igualmente impuestas y cumplidas. De esta manera, prosigue señalando que se
diferencian dos períodos en la Historia del Derecho Inca: el de la Confederación
cuzqueña y el del Estado Imperial Inca; diferentes períodos que marcan dos formas
distintas de organización política y gubernamental que influyen en diversos aspectos del
histórico Derecho Inca.
El proceso de colonización supone la implantación de un orden, la implantación de
instituciones que creen y aseguren ese orden, la existencia de un Derecho. Pero para que
exista el Derecho es necesario un proyecto ordenador (la necesidad de crear cierto
orden), una fuerza coactiva (que permita hacer posible la acatación del orden
establecido) y una justificación de la coacción (que asegure y proponga claramente
porqué someterse a la coacción, o mejor dicho por qué ceder parte de nuestra libertad).
No obstante, a fines de la Colonia la normatividad no era clara. Seguía rigiendo el
derecho castellano, a la vez que el derecho indiano normaba aspectos de orden
administrativo, político y algunos casos concretos. (Relativos al cambio de domicilio de
los casados, a las modificaciones de los impedimentos para el matrimonio, a las
encomiendas, a la contratación mercantil, al derecho de propiedad, a los indios, a los
bienes de los difuntos, etc.)
El Estatuto Provisorio del 8 de octubre de 1821. Legisla principalmente sobre la religión
del Estado, la católica, no pudiendo ser funcionario público quien no la practique; la
determinación de Nacionales, ciudadanos y naturalizados; garantías y derechos
individuales, funciones de los ministros del Consejo de Estado y del Poder Judicial,
constituido este último por la Alta Cámara de Justicia; funciones y elecciones
municipales y vigencia del Estatuto hasta que se declare la independencia de todo el
territorio, en cuyo caso se convocará a un congreso general que establecerá la
constitución permanente y la forma de gobierno.
Es en base a este Estatuto Provisorio de 1821 y a una gran gama de influencias de
doctrina jurídica y filosófica, que se nutre nuestra legislación, cambiando así de forma
sustantiva la conformación del Estado a lo largo de los años y de la nueva forma de
aplicación del derecho en nuestros días.

4
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.............................................................................................................7
OBJETIVOS.................................................................................................................….8
1.OBJETIVO PRINCIPAL:...........................................................................8
2.OBJETIVO SECUNDARIO:......................................................................8
CAPÍTULO I:....................................................................................................................9
ANTECEDENTES.....................................................................................................9
1.1...............ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LAS COMUNIDADES
CAMPESINAS Y NATIVAS........................................................................9
I.ÉTAPA PRE-INCA......................................................................................................10
II.ETAPA INCA..............................................................................................................10
2.1.La Sociedad Y El Derecho ........................¡Error! Marcador no definido.3
2.2.Origen Y Aplicación De La Norma…………..……………………….14
2.3.El Concepto De Delito……………………...…………………………16
2.4.El Castigo Y Sus Formas.....................¡Error! Marcador no definido.9
III. ETAPA COLONIAL...............................................................................................20
3.1La Corona Y La Iglesia: Estrategias De Dominación……………………….…......23
3.2.La Memoria Colectiva De Esplendor De La Colonia...............................................23
3.3. La Corona, El Rey Y La Nobleza………………………………………….............25
3.4.-El Trabajo Sociológico…………………………………………………….............25
3.5.- El Sometimiento De Los Indígenas, Por El Trabajo………………………….......26
3.6. Cuestiones Psicológicas: La Posta Del Poder: Subordinación……….………...….27
3.7. La Ciudad Como Instrumento De Dominación, Perpetuidad ……...……………...28
3.8. La Cultura Mestiza………………………………………………………………..28
3.9. Beneficios Del Status Social Y Racial, Español. Garcilaso De La Vega……..…30
3.10. La Iglesia En El Derecho Peruano: El Sentimiento Religioso…………………..30
3.11. El Alma De Los Indicios: Fenómeno Jurídico………………………………….31
3.12. Lo Jurídico En La Colonia: Dualidad De Clases Judiciales: Incas Y Españoles...31
3.13. Carácter Feudal Y Municipal Del Derecho Indiano……………………………...32
3.14. Estamentos Jurídicos………………………………………………………….….32
3.15. El Mestizaje Como Lucha Por La Igualdad De Derechos……………………….33
3.16. Un Punto Final Sobre La Época Colonial Y Sus Controversias…………………34

5
3.17.- Las Luces De La Ilustración………………………………………………….….35
IV. ETAPA REPUBLICANA……………………………..……………………...….36
1. LA INDEPENDENCIA…………………………………………………………..….37
2. EL REGLAMENTO Y EL ESTATUTO PROVISORIO DE 1821………………....38
3. LAS BASES DE LA CONSTITUCION POLITICA DE 1822………………….….39
4. LAS CONSTITUCIONES DE 1823, 1826 Y 1834 ………………………………...40

V. ETAPA CONTEPORANEA....................................................................................53
PODER JUDICIAL.
1.La organización judicial………….…………………….….…….……..………………..…...56
2. Órganos jurisdiccionales…………………….………………………………………………58
2.1 Corte Suprema de Justicia ………………………………………………………...58
2.2 Cortes superiores de justicia ……………………………………………………....60
2.3 Presidentes de salas supremas y superiores …………………………………….....62
2.4 Juzgados especializados y mixtos …………………………………………………63
2.5 Juzgados de paz letrados …………………………………………………………..66

2.6 Juzgados de paz …………………………………………………………………………………………………..68

CONCLUSIONES...........................................................................................................71
BIBLIOGRAFÍA .
Referencias Bibliograficas...............................................................................................73

6
INTRODUCCIÓN
La importancia del estudio del Derecho antiguo, especialmente en un país con una
cultura tan variada y ancestral como el nuestro; y es que, si el Derecho es, de por sí, un
campo fascinante de conocimiento con una evolución constante, el Derecho antiguo es
aún más fascinante pues nos muestra una realidad completamente distinta a la actual
que puede ser vista y vivida a través de las normas que la gente de esa época creó.
Introducirnos en este tema ha sido un viaje en el tiempo para reconocernos pues, a pesar
de las diferencias que nos ha traído la modernidad, quedan ciertos rasgos que hacen que
nos sea posible vernos en nuestro pasado y, de esta manera, comprender mejor nuestro
presente. Nuestra historia como país, y más aún como grupo humano, nos demuestra
que el pasado no debe quedar solo en libros; esto se vuelve evidente cuando se estudia
la Historia del Derecho pues el que tenemos en la actualidad no esmás que la evolución,
mezcla y sincretizarían de todos los productos normativos creados por nuestros
antepasados. De esta manera, el estudio de la Historia del Derecho es el estudio de la
evolución y transformación de las Sociedades y, con ellas, de las reglas bajo las cuales
se manejaron estos grupos, vale decir “su” Derecho. Si consideramos que el Derecho es
una herramienta para la consecución de diversos fines, entonces tendremos que estar de
acuerdo en que estudiar estas herramientas y sus modificaciones históricas nos llevarán
a un mejor entendimiento de cómo usarlas y de para qué fueron creadas.
Es importante conocer el origen de nuestras costumbres, en especial si nos referimos al
Derecho, y , por esa razón, procedemos a sintetizar y reseñar este trabajo de
investigación con la finalidad de intentar acercarnos a ese conocimiento que nos
brindará los primeros pasos para el desarrollo del campo de la Evolución del Derecho
Judicial en el Perú; campo poco estudiado, pero de suma trascendencia que, estamos
seguros, adquirirá mayor relevancia en cuanto se comprenda su importancia y la
magnitud de lo que nos puede brindar.

7
OBJETIVOS

1. OBJETIVO PRINCIPAL:

El estudio del tema mencionado requiere de un análisis claro y conciso acerca de la


HISTORIA DEL DERECHO JUDIAL desde el Derecho Inca ya que es totalmente
factible de ser estudiado aún sin la existencia de códigos y escritos, pero con métodos
eficientes que garantizaban el cumplimiento de leyes igualmente impuestas y
cumplidas. De la misma forma la aparición del Derecho en esta sociedad antigua, su
impacto en la realidad de este grupo humano y la aplicación de ciertos preceptos o
delitos y sus sanciones.

2. OBJETIVO SECUNDARIO:

Dentro del marco de la investigación absolver las preguntas cuestionadas


grupalmente:

a) ¿Cómo integraron en las conciencias y subconscientes de los indios la


aceptación de estas interrelaciones sociales de subordinación y
sometimiento basado en la historia?
b) Dar a conocer a los lectores, la evolución sufrida en el trascurso de los años
de nuestro derecho judicial peruano, desde su etapa incaica, pasando por la
etapa colonial, republicana y contemporánea.

8
CAPÍTULO I:

ANTECEDENTES

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DELDERECHO JUDICIAL


PERUANO

Como bien se sabe, Históricos Del Derecho Judicial Peruano no son creación del
Derecho ya que su formación y existencia son anteriores y preexistentes al mismo, En
nuestro país, tienen un origen muy antiguo en las culturas, en nuestro trabajo
señalaremos sus etapas PreInca, Inca, Colonial, Republicana y Contemporánea.
I..ÉTAPA PRE-INCAICAS

Hubo una segunda etapa, en la que probablemente se desarrollaron las culturas


preincaicas, en las que los hombres convivieron con la naturaleza, cultivaron la tierra,
criaron animales, construyeron viviendas y tuvieron ya noción de familia, de
matrimonio, de Estado. Confeccionaron sus armas, adornaron su ropaje y sus viviendas
y su religión se pobló de dioses, de mitos, de representaciones mágicas.

De esta etapa, las culturas que antecedieron a los incas en habitar los territorios de lo
que fue el Imperio Incaico, han dejado evidencia en sus objetos de cerámica, en los
utensilios que usaban en la vida diaria, en sus joyas y en sus vestimentas. Todo eso los
retrata como personas refinadas, amantes del lujo y la sensualidad y también como
artesanos hábiles que conocían los metales y sus características. 

La formación de clanes habría surgido, en esta etapa, como una necesidad de encontrar
un modo de vida colectivo frente al desafío de la naturaleza y de organizarse para poder
realizar trabajos comunitarios en la siembra y cosecha de los alimentos, en la
construcción de viviendas y en el pastoreo del ganado. Surgió también la aparición de
autoridades para que vigilaran el cumplimiento de reglas de conductas civiles, guerreras
y religiosas.

Los estudiosos de la Historia del Derecho, aunque reconocen que no hay evidencias
suficientes que permitan establecer, fehacientemente, que hubo una sistematizada
administración de justicia en las culturas preincaicas, creen que ellos vivieron en una
sociedad organizada y que quizá en esa época se dieron las primeras reglas, no escritas,
del Derecho Civil en estos grupos humanos.

Fue el funcionamiento de una organización de arriba hacia abajo, del respeto a las reglas
existentes, afirman, lo que les permitió la construcción de inmensos conjuntos usados
como viviendas, como refugios para afrontar las guerras o los embates de la naturaleza
9
y como templos y centros de peregrinación para venerar a sus dioses.
El diseño y la solidez de esos conjuntos arquitectónicos, que aún siguen causando
admiración en el mundo, no pueden ser sino obra de grandes grupos humanos,
pertenecientes a un Estado en el que había autoridad, había leyes y había súbditos que
las respetaran, dicen algunos autores, recordando que la existencia del Derecho
presupone que haya tres condiciones básicas: norma, autoridad y sanción. 

Por su parte, los historiadores afirman que ningún otro país de Sudamérica tiene, como
el Perú, un territorio tan vasto en el que los pueblos que lo habitaron fueron partícipes,
durante un largo período de tiempo, de un número considerable de formas de vida
comunes o similares, creando con ellas una continuidad cultural, a pesar de los
frecuentes cambios políticos o fenómenos bélicos.

Entre los elementos formativos de la continuidad cultural en las tierras del antiguo Perú,
hay que citar la conservación de sus ritos religiosos y sociales, como el enterrar a sus
jefes con joyas y grandes provisiones de alimentos, considerando que había vida en el
más allá; la agricultura intensiva, basada en el cultivo de plantas alimenticias como la
maca, la papa, el maíz, la yuca, la oca, entre otras; la difusión de técnicas agrícolas
especializadas como la construcción de terrazas o andenes, el uso de fertilizantes y el
uso de canales de riego que se encuentran en lugares donde construcciones similares no
podrían hacerse en la actualidad; el uso del algodón y la lana de los auquénidos,
materiales que, antes de ser utilizados en el tejido de prendas de vestir o atuendos
ceremoniales, habían sufrido un previo proceso de transformación y la domesticación de
llamas y alpacas para ser usados también como medio de transporte. 

II. ETAPA INCA1

La aparición del Derecho y el Estado entre los Incas se debe a una relación distinta a la
que hoy en día solemos tener en cuenta cuando nos referimos al Derecho y al Estado
contemporáneo. En el presente capítulo, el autor señala que es menester considerar la
existencia de una cultura sumergida entre divinidades y hombres, la misma que está
revestida de condiciones diferentes a las actuales tales como la importancia a la religión
en el aspecto político y social y presencia de la divinidad como ente político. Así, en el
periodo de los Incas, las obligaciones que la ley impone emanan de una entidad divina;
mientras que en el mundo contemporáneo emanan de la ley misma. Para resaltar más la
relación referida Javier Vargas también señala, al igual que el autor, que ‘‘el Derecho
aparece igualmente mezclado con la religión en los pueblos primitivos, sobre todo
cuando el jefe o soberano se presentaba como el descendiente de un Dios o como su
mensajero’’2 . El doctor Franklin Pease, en la tesis, indica que si bien la religión está
claramente relacionada al Derecho Incaico, la organización jurídica del mundo Incaico
tuvo su punto más sobresaliente con la aparición y el afianzamiento del Estado.
1
García Yrigoyen, Franklin Pease” Concepto de Derecho entre los Incas” (1965). Tesis para obtener el
Grado de Bachiller. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Derecho. Recuperado el
12de Junio del 2016 , de file:///C:/Users/willi/Downloads/13843-55122-1-PB.pdf
2
Vargas, Javier - “El derecho penal en el imperio de los Incas: contribución al estudio de la historia del
derecho peruano” (1981). Atlántida: Lima p. 21

10
Siguiendo lo expuesto líneas arriba, los Incas adoptaron un modelo de organización
teocrático3 donde la ley se subordina al interés que el representante encarna; es decir, a
la divinidad misma. Cabe resaltar, que este es un modelo contrario a la organización
democrática que la gran mayoría de los Estados modernos y contemporáneos han
asumido. De este modo, en “el país de los Incas”, como lo denomina el autor, la
vinculación estrecha entre religión y derecho aparece desde momentos legendarios pues
existen dos versiones tradicionales sobre la aparición del grupo humano quechua: la del
lago Titicaca y la de los hermanos Ayar 4 , donde se confunde las funciones de creador u
organizador del mundo con las del primer legislador, indica que prácticamente los
cronistas acuerdan en señalar a Manco Cápac como el primer sistematizador de un
ordenamiento jurídico; esta misma idea es confirmada por Garcilaso de la Vega al decir
que los “Reyes Incas” atribuían al Inca Manco Cápac todas las cosas hechas y puestas
en uso, así como las cosas que aún faltaban hacer para que en adelante sus
descendientes las perfeccionasen a sus tiempos.5 Así como se atribuía al Inca Manco
Cápac la calidad de primer gran ordenador; en un tiempo posterior, el padre Las Casas
señaló que el Inca Pachacútec puso la ley y el orden presentándose así testimonios más
claros aún. Para el autor es importante aclarar que la aparición de un Derecho
organizado entre los Incas no parece anterior a la constitución del Estado; fenómeno que
sí ocurre en el periodo atribuido al Inca Pachacútec. La identificación que se anota entre
3
“Teocracia: Sociedad en que la autoridad política, considerada emanada de Dios, se ejerce por sus
ministros” en REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA.(RAE).Diccionario de la Real Académica de la
Lengua Española. Dos tomos. 22°Edición. Madrid: Editorial Rotapapel, p.2157.
4
Los mitos en la región andina tienen como finalidad explicar la manera de concebir el mundo de los
hombres de los Andes y, de esta manera, llegar a la comprensión de su universo de relaciones
prefiguradas o explicitado en los mitos. Existen dos acerca de cómo se inició el Imperio Incaico. Una de
ellos es el de Manco Cápac y Mama Ocllo que, según el Inca Garcilaso de la Vega, habla de la historia de
cómo se creó el imperio. Se dice que el padre Sol vio a los hombres y se compadeció de ellos y, por eso,
les envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los adoctrinaran en el conocimiento
del padre Sol, para que lo adoraran y lo tenga por su Dios. Además, los debían educar para que pudieran
obedecer los preceptos y leyes que su padre les daba. De esta manera, el padre Sol puso a sus dos hijos en
el Lago Titicaca y les dijo que fueran por donde quisieran y, donde parasen en el camino, procurasen
hincar en el suelo una varilla de oro que les dio y , donde aquella vara se hundiese con un solo golpe en la
tierra, allí deberían de parar y asentarse. Así lo hicieron y la vara se hundió en el cerro Huanacauri, lugar
que se convertiría en el centro del imperio que creció desde ahí. Por otro lado, existe otro mito sobre el
inicio del imperio. Este es el mito referente a los hermanos Ayar. Se dice que del cerro Tamputocco (que
significa “casa de ventanas”) salió Viracocha y , que de la misma “ventana”, salieron luego 4 hermanos
hombres y 4 mujeres. Los nombres de los 8 hermanos eran Manco Cápac (el mayor de los hombres y el
de más autoridad), el segundo Ayar Auca, el tercero Ayar Cachi, el cuarto Ayar Uchu. Las mujeres
también eran 4 y la mayor se llamaba Mama Ocllo, la segunda Mama Huaco, la tercera Mama Ipacura (o
Mama Cora) y la cuarta Mama Raua. Era Manco Cápac quien tenía una vara de oro y la iba usando para
encontrar el lugar más fértil para asentarse, pero la vara se hundió en un lugar que ya estaba poblado, por
lo que él y Mama Huaco hicieron muchas crueldades con la población que se encontraba ahí. Sus
crueldades se empezaron a conocer y, por el miedo a que esto haga que se les vea como enviados
indignos, eliminaron a toda la población original del lugar (los guallas). Luego de esto, Manco Cápac y
Mama Huaco junto con su hijo y la mujer de este, se quedaron en ese lugar y lo poblaron, formando así
una ciudad que luego se convertiría en lo que ahora conocemos como la ciudad del Cuzco. Toro
Montalvo, César - “Mitos, fábulas y leyendas de América” (2008). Tomo I. Lima: Editores Importadores
SA. pp. 194-197 Pease, Franklin – “Los mitos en la región andina- Perú”.(1985).Quito: Instituto andino
de artes populares del Convenio “Andrés Bello”-sede central Ecuador. pp. 7, 20-29, 58-63
5
Garcilaso De La Vega – “Comentarios Reales de los Incas”. Primera Parte, Edición de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, Patronato del Libro Universitario. III Vols. Estudio preliminar y notas de
José Durand. Lima, 1960.

11
los centros sagrados y las residenciales reales hace pensar que si la organización social
estatal (en la cual el Inca es cabeza) no es sino la repetición del mundo real en la que se
desenvuelven las divinidades; por este motivo, la aparición del Estado seria
consecuencia directa de la organización ideal existente entre los Dioses. De esta manera,
en el ordenamiento jurídico incaico, se presentan dos épocas importantes las cuales
pertenecen a los periodos políticos de Confederación Cuzqueña y del Estado Inca,
estando el primer periodo ubicado antes de la época del Inca Pachacútec y el segundo
después de ella. La “justicia” de la primera época debió estar regulada por los mismos
consejos de ancianos que actuaban como gobernantes. El autor indica que la aparición
del Estado significa un punto crucial en la historia del Derecho Incaico pues, a partir de
entonces, es este Estado quien toma a su cargo la organización de la sociedad. Este
modelo de Estado se origina de manera aun más marcada en el periodo del Inca
Pachacútec.
De esta manera, empezaron a darse las reformas de carácter administrativo, político e,
inclusive, en el terreno de la sucesión al poder. Centrándose en explicar en qué consistía
la llamada “Confederación Cuzqueña”, el autor indica que esta época primitiva estuvo
ocupada por diversos grupos de tribus establecidos en la zona vecina al Cuzco. Estas
tribus mantenían permanentes alianzas entre sí mediante diversos mecanismos tales
como el matrimonio, las alian-zas en batallas, entre otros. Además, también señala que
la concepción de Derecho, en esta época, es distinta a la Época Estatal. Así, en la
Confederación Cuzqueña, el hombre primitivo tiene una serie de procedimientos para
averiguar de qué lado está la justicia; entre ellos encontramos la adivinación y las
ordalías, estas últimas consisten en un procedimiento mágico por el que la divinidad
decide, en el caso de un delincuente, la inocencia o la culpabilidad. Son distintos los
aspectos que hacen diferente al país incaico de las actuales organizaciones pues,
además, encontramos que en la época primitiva no existían escrituras para las normas,
de manera que el Derecho sólo funcionaba consuetudinariamente.
Así lo señala el autor citando a Múrua cuando refiere que las leyes que tenían no eran
escritas, porque el uso de ellos no había llegado a ellos, no las conocían. Todos los
delitos y negocios administraban y conocían de memoria, por la buena razón natural,
haciendo luego ejecutar lo que mandaban, sin remisión ninguna. Por ese motivo, sólo
con la consolidación del Estado Cuzqueño se apreciará la unificación de una legislación
consuetudinaria, además de una serie de funcionarios que tendrán la tarea de administrar
justicia. Finalmente, vuelve a reiterar la relación que se explicó entre la religión y el
Derecho de los Incas. Así, pone especial énfasis en señalar que, en la Confederación del
Cuzco, la élite sigue siendo la religiosa y ésta es la encargada de las cuestiones de ese
ámbito y del judicial. Es así que, la función sacerdotal ha estado largo tiempo ligada a la
interpretación del Derecho; esto se explicaba porque el sacerdote era el representante de
la divinidad que tenía el poder. Otra vinculación entre la religión y el Derecho está en la
forma cómo ambos aspectos se manifiestan en sus momentos finales. Así, sobre este
primer periodo, el autor indica que si bien existen crónicas que nos acercan a lo que fue
el país incaico, sigue persistiendo una vaguedad sobre el tema.
2.1. La Sociedad y el Derecho

12
Como ya se indicó en el apartado anterior, el grupo de ancianos que representó el poder
religioso en la época de la Confederación Cuzqueña significó una forma embrionaria de
la figura del Estado, que, en ese tiempo, ejercía el poder de representación en la
divinidad y que, en épocas de crisis, delegaba el poder en un Sinchi o Jefe guerrero que
era elegido para tales circunstancias. El autor, basándose en información obtenida de
documentos históricos, señala que es en torno al grupo de ancianos encargados del
poder civil y religioso, así como de los Sinchis elegidos por los mismos ancianos, que
va a formarse la casta dirigente del futuro Estado Inca. Sin embargo, los ancianos
pasarán luego a ocuparse solamente del poder religioso, aunque conservando algunas
tareas en el gobierno civil; mientras que los Sinchis pasarían a controlar el poder militar.
Solo después de la aparición del Estado es que se empieza a notar la existencia de una
élite jurí- dica en que las personas que realizaban ciertas funciones administrativas
cumplían simultáneamente tareas de la impartición de justicia. De esta manera, la clase
superior tiene una importante participación en la elaboración de la ley incaica; es así que
las denuncias contra curacas o jefes de alta categoría podían ser conocidas por el Inca y
el acusado podía conseguir que se le conmute la pena de muerte por la de cárcel. Había,
como era de esperarse, ciertas diferencias entre la élite y el pueblo, aún en materia legal,
además de evidenciarse las ventajas de orden administrativo y económico tal como lo
afirmó Basadre; así, señala que ‘‘los curacas, así como los funcionarios y los miembros
de la nobleza imperial, poseyeron mujeres, esclavos, piezas de cerámica, tejidos finos,
armas y adornos preciosos. Poseyeron también tierras’’6 .
En lo que se refiere a la propiedad de las tierras, indica que podía tenerse diferente
opinión si se recuerda el régimen de reparto de la tierra en los ayllus. Bajo este sistema,
no se otorgaba propiedad inmobiliaria pues este tipo de derecho subjetivo no existía
entre los Incas; lo que posiblemente existía es la posesión, más no la propiedad. Esto
último se demuestra en la forma de adquisición de las tierras que obtenía una persona
pues adquiría estos bienes como cualquier hatun runa 7 ; es decir, de acuerdo al número
de hijos que tuviera. De este modo, las tierras eran entregadas a los miembros de la élite
tradicional, militar o administrativa, así como a los pobladores comunes y sin ningún
privilegio en lo que se refiere a la tenencia de las mismas; lo que conllevó a que el
Estado sea de cooperación, de solidaridad y de asistencia para con todos los miembros
del país incaico, pues todo lo adquirido por un miembro era propiedad de toda la
comunidad. El autor vuelve a resaltar la rara ausencia de funcionarios judiciales; sin
embargo, habían dos ámbitos en los cuales se impartía justicia: uno a nivel local y otro a
nivel nacional. Esto fue determinado por la situación ordenada que se daba entre los
pobladores, producto del vínculo del Derecho y la sociedad organizada por la élite.
Convencido del origen de la persona que representaba el Inca y de la fuerza efectiva que
las divinidades representaban, el hombre andino, indica el autor, depende del Derecho
positivo del Estado Inca de la misma manera que aceptaba y reverenciaba la teocracia
política; asimismo, este comportamiento estaba estrechamente vinculado al tributo:

6
Basadre, Jorge “La ley del Inca” En: Revista de la Universidad Católica del Perú. T. IV, Año V, No. 24,
Julio de 1936. Pp.24I, 242.
7
“Hatun runa: Ciudadano, vasallo común en el inkanato” en ACADEMIA MAYOR DE LA LENGUA
QUECHUA - Diccionario QuechuaEspañol-Quechua. Un Tomo. 2° Edición. Cusco: Gobierno Regional
del Cusco. p.148

13
contribución, además de obligatoria, necesaria. Asimismo, en la élite incaica solo
funcionó un único sistema tributario pues era el Estado quien cobraba tributos, no
existían otros mecanismos distintos. Esto, de algún modo, conllevó al orden dentro del
Estado Incapues existía una sumisión general del pueblo hacia el Estado. De esta
manera, esta sumisión impuesta por el centro del Incanato, el Cuzco, era decisiva ya que
no podían transgredirse las normas y no era tolerada la subversión; En caso de que
ocurriese algún acto contrario a esta organización, existían castigos que podían
contrarrestar cualquier desorden.
Podemos observar también, dentro del Estado Inca, la relación existente entre el hombre
andino con el trabajo. A través de sus labores, la Aristocracia Cuzqueña dominaba a la
masa poblacional otorgando algunos beneficios tales como la incorporación de la
materia “trabajo” al Derecho. La base del Derecho era la economía andina, la cual se
basada principalmente en la agricultura; es por eso que quien no trabajaba se merecía un
castigo severo. Baudin señala que ‘‘solo estaban exceptuados para trabajar los viejos,
los enfermos u otros incapaces’’8 . El trabajo, no era impuesto solo a un grupo o casta
social, sino a varios de ellos.
Finalmente, el autor termina señalando que la reglamentación sencilla y humana del
trabajo establece una relación entre la sociedad y el Estado, entre pueblo y aristocracia,
y que, por la importancia de estas relaciones, es imposible dejar de lado los aspectos de
este Derecho referidos al trabajo al estudiar la materia general que se abarca en el texto
como lo es el Derecho Inca.
2.2. Origen y aplicación de la norma
En la tercera parte de esta tesis, el Doctor Franklin Pease señala como punto inicial las
particularidades del Estado Inca; entre las más importantes, se encuentran la forma
teocrática de gobierno como fuente de Derecho, así como la importancia del aspecto
consuetudinario en la aplicación normativa. Así, el autor coincide con Basadre en que
por su carácter divino, los Incas, como gobernadores de los pobladores, “(…) les hacían
entender que cuanto mandaban y ordenaban lo mandaba su padre el Sol, (… y que) no
había contradicción en ninguna cosa que ordenasen, porque todos sus mandatos eran
tenidos por oráculos divinos”9 ; de esta manera, se garantizaba el respeto de las normas
en este sistema jurídico antiguo. Especificando, en primer lugar, menciona la
importancia de los mitos y leyendas. Es en este punto que señala cómo la falta de
escritura incide en el desconocimiento del creador particular de cada ley u ordenanza
que podía adjudicarse a cada Inca específicamente. Luego, también describe cómo los
Incas, por estar dotados de la capacidad creadora y ordenadora que la descendencia
divina les confería, poseían la potestad de poder dictar leyes; esto sucedía desde los
tiempos del Inca Manco Cápac, el primer Inca, y se transmitía por herencia a aquellos
que le sucedían en el poder.
Al respecto, se menciona que se garantizaba el cumplimiento de las disposiciones
legales porque, principalmente, el concepto normativo se había interiorizado en la moral
8
Baudin, Luis - “El Imperio Socialista de los Incas” (1973). 7° Edición. Santiago de Chile: Zig-Zag p.227
9
Basadre, Jorge - “La Ley del Inca”. En: Revista de la Universidad Católica del Perú, Lima, 1936, TIV,
Año V, p 241.

14
consuetudinaria y en los principios religiosos; aunque tampoco se descarta que se deba
unir a estos motivos el respeto y/o temor ante incumplimiento de un mandato divino.
Sobre esto se pronuncia el Inca Garcilaso de la Vega y menciona como los incas “(…)
con su vana creencia tenían por mandamiento divino cualquier común mandato del
Rey”10; de esta manera, se encuentra respaldada la postura asumida por el autor de la
presente tesis.
Además, el Inca contaba con un grupo humano que también se encargaba de la función
normativa, en diferente medida. Así, para la difusión y aplicación de los dispositivos
legales, se encontraban los Apoconas, quienes, según las crónicas describen,
conformarían un Consejo Real (integrado por 4 Apoconas -funcionarios que poseían
atributos judiciales y políticos-); también, se menciona de la existencia de los Incap-
Ranti, quienes posiblemente asesoraban al Tocrioc; este último, también conocido como
Tucuyricuc, sería el informante designado en lugares lejanos del gobierno central
dotado con función política y algunas facultades agregadas como la judicial o la
administrativa. Del mismo modo, se cree que los Amautas tenían un rol importante en la
transmisión del conocimiento legal; si bien no se conoce, específicamente, en qué
medida influía el conocimiento de estos sabios en la elaboración de leyes (si eran
consejeros, intérpretes o creadores de normas), parece evidente que jugaban un papel
importante para todo Inca. También se hace referencia al Michoc como aquel que se
asemeja al juez, las crónicas afirman la existencia de estos funcionarios judiciales
(jueces locales) que cumplían la labor de aplicar la norma luego de escuchar a ambas
partes en un conflicto y, así como también se les consideraba como funcionarios
administrativos.
Sin embargo, en esta enumeración de encargados y funciones en la distribución en el
sistema de justicia Inca, afirmar exactitudes no sería posible, lo único que se puede
lograr es una aproximación; esto dado que los escritos de los cronistas, como única
fuente, no son totalmente certeros. El autor mantiene la visión de considerar que los
sesgos culturales de muchos de los cronistas influían en la descripción que hicieron
sobre la realidad que observaban en el mundo andino y era inevitable realizar el símil
entre lo que ellos conocían, lo occidental, y lo que estaban descubriendo, lo Inca.

2.3. El Concepto de Delito


En el sistema incaico, un delito se originaba en un tabú social; la palabra “tabú”, en ese
sentido, hace referencia a una prohibición que ocasiona la reacción automática del poder
en forma de un castigo o sanción no siempre determinado con exactitud. Por otro lado,
el poder sancionador provenía de la divinidad que usaba al Estado, y a su representante
máximo: el Inca, para castigar lo que consideraba como una infracción a los principios
que impartía. De esta manera, un precepto social y religioso adquiere forma de ley al
recibir protección estatal y al ser respaldada por una sanción que usa la fuerza del
Estado.
10
Garcilaso De La Vega – “Comentarios Reales de los Incas”. Primera Parte, Edición de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, Patronato del Libro Universitario. III Vols. Estudio preliminar y notas de
José Durand. Lima, 1960. Cap.XIII, p 1666 del T.I

15
Es así como las normas consuetudinarias (costumbres sociales impulsadas por
principios religiosos) serán luego asimiladas por el Derecho. En este sistema de normas,
no se toma en cuenta la intencionalidad del sujeto al infringir la norma o quebrar el tabú
puesto que la ofensa a la divinidad se ha producido y debe ser sancionada; por esta
razón, no existen ni atenuantes ni agravantes para las faltas que puedan cometerse.
En el mismo sentido, otros autores han mencionado que “este carácter (teológico o
religioso) de las normas se explica al tener en cuenta que el Inca o Jefe del Estado era
considerado como un dios, de manera que las normas que dictaba tenían alcance de
precepto religioso (…)”11. Esto coincide con lo dicho por Pease cuando menciona que el
Derecho Inca inicia la consolidación de sus normas en el ámbito consuetudinario por
costumbres sociales de origen y contenido religioso.
Luego de resaltar este aspecto, el autor entra a tallar en la idea de “delito” que se tenía
en aquella época. Pease menciona que, a pesar de lo que dicen muchos cronistas, el
famoso saludo de los incas “ama qella, ama llulla, ama suwa” no era una fórmula o
resumen de las leyes incaicas, sino que se trataba de un saludo en el que se llamaba la
atención del sujeto saludado y se le señalaba que quien hablaba no era un delincuente.
De la misma forma, existen muchas otras costumbres y preceptos que han sido
malinterpretados por los cronistas y se han visto modificados de su original sentido; esto
se debe a que los cronistas observaban estas creencias y comportamientos desde una
óptica española, medieval y cristiana que hacía que su visión de los fenómenos en la
sociedad Inca esté predeterminada por esos parámetros, alterando así la esencia de la
costumbre.
Como ejemplo de lo señalado, podemos observar lo señalado por el cronista Pedro
Cieza de León que en sus escritos repite en múltiples oportunidades el término “pecado”
cuando se quiere referir a lo que se consideraba “delito”; así, se lee: “oí decir que si por
ellos era sabido de alguno que de tal pecado hubiese cometido, castigabanle con tal pena
que fuese conocido y señalado entre todos”12. Cuando se refiere, este cronista, al castigo
se debe entender como pena que se imponía a ciertos comportamientos que eran
considerados “pecado”, término que de por sí pertenece al ámbito religioso,
específicamente católico, y no al ámbito jurídico incaico.
En culturas como la incaica, la costumbre legal no puede ser separada completamente
de la costumbre religiosa puesto que ese es precisamente su origen y su esencia.
El temor al castigo de la divinidad es lo que hacía que las personas respeten esos
preceptos, la sanción del Estado vino después y no era la sanción más temida; todo lo
contrario, el castigo de la divinidad era el mayor aliciente para la realización de la
conducta querida y la sanción estatal era una muestra de como la divinidad alcanzaba a
la persona, desde el hatun runa más humilde hasta a un miembro de la nobleza Inca que
haya cometido alguna acción que vaya contra su divinidad, su autoridad (el Inca) o su
rango y linaje.

11
Vargas, Javier. Loc.cit. p.9
12
Cieza De León, Pedro - “El Señorío de los Incas” (2000). Madrid: Editorial Dastin. p.93

16
Pease señala que los preceptos incas eran generalmente aplicados a casos concretos
dejando de lado algunas características básicas de las normas actuales del Derecho,
como lo son que estas se basan en la generalidad de la norma y que estas rescaten y
exijan siempre un carácter impersonal en la regulación; estas características no se
encuentran presentes en el incanato.
A lo largo del apartado, se hace una somera clasificación de los delitos:
En primer lugar, están los delitos contra el Estado, el Culto y la persona sagrada del
Inca. Dentro de este apartado, se menciona que, al ser considerado como una obra
divina, el Estado tenía una protección extra; esto se demostraba al castigar fuertemente
los delitos que atenten contra él, ejemplo de esto es el delito de rebelión o sublevación
que era considerado como una ruptura del orden divino establecido por la divinidad. En
forma similar, se presenta la violación de las propiedades que tenía el Estado (robo de
especies estatales o animales), la destrucción de cualquier tipo de obras públicas o
cualquier tipo de acción que contribuyera a crear desorden; esto se debe a que la ruptura
del orden legal es equivalente a la violación de un status divino lo que generaría una
inmediata necesidad de reparación del orden establecido por la divinidad. Asimismo,
siguiendo con este tema, existió también una ley que ordenaba especiales castigos para
quien atentara contra la integridad de la persona sacra que era el gobernante del
Tahuantinsuyo: el Inca; ante esto, hay que tener en cuenta que no sólo se protege a la
persona en sí, sino que también se resguarda a todas las disposiciones que emanen de él.
El segundo lugar, se hace referencia a los delitos contra la persona. Según el autor del
texto, se castigaban los delitos contra la vida y contra la salud (lesiones). Así, el
homicidio tenía diferentes condiciones que hacían variar la gravedad en función de la
persona que se convertía en sujeto pasivo del delito; si la persona era sagrada, el delito
era recién considerado como tal y tenía consecuencias graves. En esta cultura, se
entendía que la muerte podía ser producida por hechizo utilizando fuerzas mágicas
contra la persona agraviada; se identifica también el homicidio como consecuencia de
otro delito (robo, por ejemplo), así como el asesinato del hombre por parte de su mujer
y el asesinato en caso de adulterio. Con respecto a las lesiones, hay una tendencia a
reparar el daño causado mediante una indemnización, generalmente en especie.
En tercer lugar, se mencionan los delitos contra la propiedad. Para los incas, la
propiedad tenía un carácter colectivo puesto que el propietario de la tierra de labor no
era el campesino que la trabajaba, sino que el titular era el ayllu al que pertenecía y, a
través de este, era el Estado el que manejaba las tierras, pero se podría afirmar que en
última instancia era la divinidad quien era la propietaria de todo lo existente. De esta
manera, la propiedad individual estaba absolutamente restringida a un tipo de usufructo
temporal por el periodo de un año; a pesar de esto, los frutos de la tierra sí eran de
propiedad del hatun runa. Aquí se crea una relación mística entre la cosa y su dueño
puesto que, como señala el autor, la divinidad era la verdadera dueña de todo por lo que
mientras la relación entre la cosa y la persona era una, la relación entre la divinidad y la
persona era otra; de esta manera, se formaba una doble vía de relación.

17
En cuarto y último lugar, el autor presenta los delitos sexuales desde la sodomía 13,
pasando por la prostitución y la violación hasta llegar al adulterio. Para poder entender
la situación de aquel tiempo, hay que tener en cuenta que los cronistas que rescataron
las costumbres en este aspecto aplicaron sus propios criterios morales y religiosos. Esta
visión occidentalizada y conservadora ha podido generar errores de apreciación,
tergiversando algunas de las costumbres, dándole un matiz pecaminoso o delictivo a
ciertos comportamientos que en este contexto no eran considerados como tales.
Hecha dicha advertencia, con relación a lo señalado, hay casos como el de la poliginia 14;
el que según la moral cristiana que influenciaba las normas españolas era un delito y un
pecado, pero que en el mundo Inca estaba permitido y era una práctica común entre
miembros de las elites que obtenían el privilegio de mayores tierras para el cultivo (esto
debido a que se le otorgaba una porción de tierra por cada mujer que tenía). Por otro
lado, la sodomía en la moral andina estaba permitida para casas particulares en los que
se autorizaba los contactos sexuales anormales por razones estrictamente rituales y que
se realizaban en santuarios determinados; esto también se relaciona con la prostitución
sagrada, la cual no era vista como algo pecaminoso, sino que era considerada una
práctica común en la que los sacerdotes iniciaban a las mujeres en la vida sexual
considerando que se hacía uso de un poder sagrado. Con respecto al aborto, era común
la ingesta de hierbas o la realización de otros procedimientos mecánicos o de hechicería;
en estos casos, la responsabilidad alcanzaba también a quien ejercía el procedimiento o
daba la pócima. Ahora, cuando se menciona al adulterio surge un problema puesto que
este término se basa en la existencia de un vínculo matrimonial legal y religioso que, en
el mundo incaico, no siempre existía; en la zona andina, existe la tradición del
matrimonio de prueba, o servinacuy, y esto hace que no se pueda medir el adulterio de
la misma manera en que se hace con el matrimonio regular; además de esto, hay que
tener en cuenta que la virginidad no fue apreciada, ni entonces ni ahora, en la zona
andina puesto que es vista como una tara para la mujer pues se consideraba que sólo
quedaban vírgenes las mujeres que no habían logrado atraer a ningún varón.

2.4. El castigo y sus formas


Para poder entender los castigos correspondiente a los delitos del mundo incaico hay
que tener en cuenta que los cronistas asimilaron inconscientemente su mundo cultural al
andino y trasladaron a él los conceptos penales europeos. De esto podemos deducir que
el castigo que se impone es “divino” y no “legal” puesto que el delito no es visto como
una falta al ordenamiento, sino como una falta contra la divinidad; esta idea es
relacionada, por Pease, con el ritual adivinatorio denominado laxcallpa; en el cual, se
interroga a las fuerzas sobrenaturales sobre la inocencia o culpabilidad de los reos y,
muchas veces, se dejaba en sus manos el castigo que debía imponerse al delincuente. De
13
“Sodomía: Práctica del coito anal” en REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (RAE).
Diccionario de la Real Académica de la Lengua Española. Dos tomos. 22° Edición. Madrid: Editorial
Rotapapel, p.2162
14
“Poliginia: Régimen familiar en el que el hombre tiene varias esposas al mismo tiempo” en REAL
ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (RAE). Diccionario de la Real Académica de la Lengua
Española. Dos tomos. 22° Edición. Madrid: Editorial Rotapapel, p.1795

18
esta manera, es la divinidad la que decide quién es culpable y quien no, sin mayor
utilización de medios probatorios; esto demostraría que la premisa del autor es cierta
pues las sanciones tienen un sustento “divino” y no “legal”.
A pesar del origen divino de las sanciones, existían mecanismos más terrenales de
castigo a los delincuentes. Uno de ellos era el uso del Sancahuasi, un establecimiento
carcelario subterráneo que existía cerca del Cuzco, este estaba cubierto y empedrado
con superficies puntiagudas y era habitado por animales salvajes como felinos,
serpientes e insectos; en ese recinto, eran recluidos los malhechores y todo aquel que
atentara contra el Estado o el Inca. Es mecanismo de castigo consistía en que si al
término de veinticuatro horas no eran muertos por dichos animales, los sacaban y se
reconocía su honradez pues se les consideraba protegidos por las divinidades y eran
exculpados del delito (esto es lo llamado “ordalía” que es similar a decir “juicio de
Dios”). Otro ejemplo es la Hiwaya, mecanismo de castigo que implicaba lanzar una
piedra enorme sobre el culpable y esto hacía que, supuestamente, se cause su muerte,
pero, en caso no sucediera, la vida del reo quedaba perdonada.
En el mismo sentido, sobre el tema de los castigos impuestos como penas, se dice que
“las penas eran múltiples y escarmentadoras. Fluctuaban entre la represión y la muerte,
pasando por el tormento y las mutilaciones”15; de esta manera, era posible observar que
la mayoría de los castigos eran físicos.
Luego de evidenciar que es la divinidad la que imponía la sanción para los Incas, el
autor también menciona las diferencias en el sujeto sobre el que recae el castigo. El
hombre de la élite y el del pueblo configuraban dos sujetos distintos para el Derecho
Inca; al plebeyo sublevado, por ejemplo, le tocaría un castigo más severo que a un noble
que cometiera la misma acción. Se dice que el ridículo público y la pérdida del cargo
oficial causaban más daño al noble que el exilio o la tortura practicada al hombre pobre
puesto que el prestigio del noble tenía mayor valor que la misma vida del hatun runa
común. Además de lo señalado, en caso de una sublevación, un noble quedaba impune y
reivindicado si lograba triunfar y hacerse del poder; esto demuestra que la ley tenía
variedades desde el punto de vista del sujeto basándose en las clases sociales.
El castigo tenía su base en el principio de retribución que implica que, al haberse
alterado el orden natural establecido por la divinidad, se exigía una acción que cree una
compensación por esa alteración; entonces, se debía dar una reparación por haber
violado el orden divino que debía ser repuesto de alguna manera. La reparación o
retribución mencionada aparece como el motor de la justicia Inca.
Con respecto a la clasificación de los delitos, también existían distintos castigos
dependiendo del tipo de delito:
En el caso de los delitos contra el Estado, el Culto y el Inca; se daban sanciones
originadas en primitivos tabú que castigaban incluso la más simple desobediencia de
ordenes llegando a aplicar hasta la pena de muerte. Según el autor, citando a Huamán
Poma, estos delincuentes eran muertos y luego se hacía de sus cráneos vasos para
brindar con ellos en ciertas ceremonias. Los delitos contra el Inca no eran los únicos,
15
Vargas, Javier. Loc.cit pág. 39

19
también se castigaban las faltas contra la nobleza y contra las acllas (conocidas también
como ñustas o vírgenes del sol). En ciertos casos especiales, se daban castigos
comunitarios, por ejemplo en el caso de las comunidades o poblaciones sublevadas en
masa o que traicionaban a la autoridad sagrada.
En el caso de los delitos contra la persona, se castigaba el homicidio y el asesinato por
hurto con una reparación que podía llegar a ser equivalente a la vida del delincuente
dependiendo de que fuera lo hurtado y de otras circunstancias.
Por otro lado, los delitos contra la propiedad tenían sanciones tales como la pena de
azotes, el destierro, entre otros; el destierro, en particular, era una sanción grave puesto
que estar alejado del Cuzco, centro sagrado, significaba estar alejado del ámbito de
protección de la divinidad.
Por último, en el caso de los derechos sexuales, se establece que era posible llegar a la
pena de muerte en el caso de los sodomitas; mientras que en el caso del adulterio, la
prostitución y los demás se tenían penas que iban desde el destierro hasta la muerte.

III.. ETAPA COLONIAL16

Zambrano Torres,Alex R. “LA COLONIA EN LA HISTORIA DEL DERECHO


16

PERUANO”. Recuperado el 10 de junio del 2016, de


http://alexzambrano.webnode.es/products/la-colonia-en-la-historia-del-derecho-
peruano/
20
Otra etapa de nuestra historia es la Colonia, conceptualizada como ese proceso de
sometimiento y dominio “generalmente por la fuerza” de un pueblo, cultura, país, al
gobierno, poder, dominio de otro pueblo, cultura país extranjero; Históricamente
nuestro país vivió esa etapa nacida de la conquista española y de su perseverancia en
conservar y expandir lo conquistado. Es esta perseverancia, permanencia, expansión, de
los españoles en estas tierras lo que produce realmente la Colonia.
La colonia no fue el resultado de una aislado grupo social, sino la confluencia de dos
vertientes culturales determinadas, conjuntamente con el nacimiento del producto de
esta confluencia. Es decir, la colonia no lo hicieron simplemente los colonizadores, sino
todos los que vivieron en esta etapa. Fueron ellos los que de alguna manera, con sus
actos de relación, crearon un tipo de sociedad, blandieron una forma de pensar, crearon
un modo de vida.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a tierras del Tahuantinsuyo, atraídos por
la fascinación que ejercían en ellos los mitos sobre la existencia de riquezas -oro en
abundancia, y la facilidad de conseguirlos-, se echaron a la aventura con la esperanza de
hacerse ricos de la noche a la mañana; luego conquistaron estas tierras y enquistaron en
sus mentes hacer realidad aquello por lo que habían venido.
Cuando los españoles llegaron montados en sus caballos, con sus largas barbas, sus
trajes de lata, y sus cañones, a tierras del Tahuantinsuyo y vieron lo fácil que era
volverse rico en poco tiempo, deslumbrados por todo el oro que vieron echaron las
redes y se quedaron.
Los Conquistadores consiguieron su primer objetivo: conquistar a un pueblo rico y
prometedor, pero esto no era todo, el mundo no se acaba en un segundo, la vida es
constante, así que la temporalidad planteaba un nuevo problema: una vez conseguida las
riquezas no podían retirarse, tenían que seguir, así que bajo la justificación de ser
emisarios de la Corona Castellana y de la fe Cristiana, decidieron quedarse, implantando
un tipo de organización social propio, que protegiera sus riquezas adquiridas, y les
garantizara la permanencia de la riqueza y del poder. Implantaron un nuevo orden, un
nuevo sentido de la justicia, un nuevo sentido de lo bueno y lo malo. Lo curioso es que
justificaron este nuevo orden en factores símiles o iguales al de los Incas: "La
Superioridad Divina y Racial". Los españoles al igual que los Incas se decían superiores
por ser emisarios divinos de un dios superior, y por lo tanto superiores en raza por su
condición divina, pero también por su razón o entendimiento de civilización, es decir
que su superioridad estaba también en que ellos -paradójicamente- tenían la certeza de
que eran civilizados y los indígenas bárbaros, o al menos eso pretendían creer y hacer
que todos creyeran. Esta era la justificación jurídica que enviaban a Europa. Como
vemos aparecen aquí razón y civilización que son elemento y objetivo de la
modernidad, pero contradictoriamente usados para justificar actos premodernos
(sometimiento por la fuerza). El uso de la fuerza en la colonización no era el único
medio para lograr la civilización. Hay varias formas para lograr el desarrollo, por
ejemplo, se sabe que un país, nación, Estado tiene varias formas de obtener, preservar,
expandir, aumentar su poder y dominio: a través de su producción interna y exportación;
desarrollando el comercio; a través de un sistema monetario prestamista; por medio de

21
un inteligente sistema de intercambio económico, aprovechando estratégicamente sus
condiciones geográficas, productivas, políticas, etc; pero también existe un afluente de
contenido premoderno, este es el uso de la fuerza, arbitrariamente, para someter a otros
países, pueblos, a su tiranía, gobierno, dominio, aprovechando su poca capacidad
defensiva, y penetrando en su organización y estructura, a causa de algún bien -que le
genere riquezas, y poder. Este fue el mecanismo que se uso en la colonia. España, por la
colonia, somete a las tierras americanas mediante la fuerza, justificándose por medio de
la razón y por la fe.
La razón de ser de cualquier colonización es que un país goza de los beneficios y frutos
de las riquezas y producción del país sometido, colonizado, domesticado. Esto mismo
ocurrió, como todo el mundo lo sabe, en tierras americanas, en nuestras tierras. Nuestros
antepasados Incas fueron sometidos al dominio y poder de nuestros antepasados
españoles. A la permanencia de esta situación y sus extensiones y fenómenos es a lo que
llamamos la etapa de nuestra Colonización.
En 1568 el Perú sufre un fuerte fenómeno de organización con la figura de Toledo, éste
surge como una suerte de genio organizacional, que domestica a la sociedad colonizada,
la disuade de cualquier intento de desorden y lucha por el poder, bajo un sistema férreo,
duro, tajante, pero a la vez inteligente. Destierra ciertos factores de desorden, implanta
un sistema jurídico religioso -la inquisición- que le ayudará en su faena domesticadora,
destruye toda oposición, impone tributos recogidos de la organización Inca, reconoce
ciertas categorías de clase en españoles e indígenas, instituyó el trabajo obligatorio en
indígenas, censó a los mismos, etc, etc. Fueron estos actos, que -según Lumbreras-
determinan el paso de una época a otra, el paso de la Conquista a la de la Colonia. Para
Lumbreras la Colonia se impone con la llegada de Toledo al Perú.
Todos los actos, digámosles modernizantes, tenían su justificante, una coartada,
perfectamente aceptada. Se hacía en nombre de la civilización y el desarrollo de los
pueblos no occidentales. En nombre de estos factores se sometía a las sociedades a
instituciones totalitarias. La gran coartada teórica para el colonialismo era la búsqueda
del desarrollo para los pueblos no occidentales. Un pensamiento premoderno, no por
capacidad de pensamiento, sino por imposición de la negación de pensamiento. El
Derecho sería entonces lo que el poder dijera que era. La libertad y los beneficios de las
sociedades civilizadas, modernas, estaban restringidas únicamente para la clase noble, y
para los occidentales. Pero, aún así las cosas expuestas, España había planteado las
bases para la modernidad.
Por un lado el nacimiento de nuevos grupos sociales como el mestizo, que por su
naturaleza discutible de casta, harían más tarde la constante contradicción del mismo
sistema español. Además en España misma -por influencia del pensamiento moderno-
se debatía el trato y gobierno que se debería aplicar en las américas. El choque entre
pensamiento premoderno y moderno se hacía cada vez más intenso.
Sin embargo, aún dada la ferocidad con que los españoles se impusieron, haremos
ciertas aclaraciones, no redimidoras, pero sí más eclécticas. Por ejemplo, se ha
mistificado mucho la idea de que los Conquistadores, y su proyección, los

22
Colonizadores Españoles, fueron perjudiciales en sumo para nuestras sociedad, se ha
creído con entusiasmo dogmático y nefasto que los españoles sólo han traído
pesadumbre y malestar a América; incluso los mismos españoles han hablado mal de sí
mismos, puesto que criticaron y desaprobaron la actuación de los Conquistadores y
Colonizadores Españoles; aún así no todo lo que vino de España fue malo, no todo fue
nefasto o negativo. España trajo a estas tierras el pensamiento crítico, este -que es el
elemento por excelencia de la modernidad- fue el mayor aporte a nuestra cultura.
Además produce el mestizaje.
Por otro lado, lo que parece suceder es más un traspaso que un cambio total. El
Monopolio del poder ostentado por los Incas pasa, por usurpación, por la fuerza, a
manos Españolas. Así que la Colonización es sólo una nueva forma y etapa
monopolizadora del poder; pero el poder solo fluye, se traslada, corre, es dinámica, al
igual que la energía, no se destruye solo cambia de forma, de detentador. En la colonia
siguió un sistema vertical, con variedad en el matiz y las caracteres de organización
social, pero igual de vertical y dictador. Sólo que allí -en la colonia- se da un fenómeno
singular aún, es aún el pequeño hálito del pensamiento crítico de libertad.
3.1. La Corona Y La Iglesia: Estrategias De Dominación
El proceso de colonización supone la implantación de un orden, la implantación de
instituciones que creen y aseguren ese orden, la existencia de un Derecho. Pero para que
exista el Derecho es necesario un proyecto ordenador (la necesidad de crear cierto
orden), una fuerza coactiva (que permita hacer posible la acatación del orden
establecido) y una justificación de la coacción (que asegure y proponga claramente
porqué someterse a la coacción, o mejor dicho porqué ceder parte de nuestra libertad).
En esta etapa fueron varias las vertientes para imponer cierto orden. Por un lado estaban
La Corona Española, con el Rey y la Nobleza, con todo su equipo de gobierno; por otro
lado estaba la Iglesia y todo su equipo de conversión. Ambos, la Corona y la Iglesia
conjugados en una sola idea, la de la dominación, subordinación, es decir: "poder",
sobre los indígenas y sus destinos.
La estrategia de dominación fue disparada desde todos los ángulos existentes; la cultura
dominante estaba dispuesta a preservar lo que había encontrado -que pretendía ahora de
su derecho- por medio de la Colonización. Así que pone en operación un conjunto de
mecanismos e instituciones que tienen por finalidad ordenar a las gentes de la colonia,
mejor dicho "imponer" un determinado tipo de "orden", adaptado a los intereses de la
Corona y de la Iglesia.
3.2.La Memoria Colectiva De Esplendor De La Colonia
Este trabajo de imponer la cultura española como la mejor forma de vida fue
extraordinariamente eficaz pues "Aunque parezca sorprendente, pocos años después de
la emancipación, la colonia no era en la memoria colectiva una etapa de opresión y
avasallamiento, sino una era de esplendor, un jardín de delicias, una corte embrujada de
amoríos y lances, un cuento hecho realidad."[3], en donde se manifiestan los ánimos de
la pequeña burguesía, y surge pequeñas frases indicativas, como aquel que dice que esos

23
"tiempos pasados fueron mejores". Y todo esto por el trabajo sociológico que los
colonizadores hicieron en sus colonias. Este método a nivel del subconsciente, no ha
sido exclusivo de la Colonia Americana, sino también de otros sistemas de
colonización. Por ejemplo Alvin Toffler describe el sistema europeo vigente de las
colonias sometidas a la dependencia.
Esto es lo que parece haber ocurrido también en nuestra sociedad colonizada, lo que
demuestra que los españoles realizaron, efectivamente un gran trabajo sociológico.
Veamos ahora muy sucintamente algunos aspectos históricos acerca de cómo -en la
Colonia- se introdujeron algunos rasgos del pensamiento del Derecho occidental, a
través de ciertas instituciones de poder.
3.3. La Corona, El Rey Y La Nobleza
Los Reyes -en la Colonia- al igual que los incas "ganan el consenso de la masa
mistificando sus personas, demostrando su superioridad como aliados de los dioses y
difundiendo una imagen paternalista refundida en una cuástica legislación protectora y
en una supuesta rigurosidad en penar a los transgresores de sus normas.", lo que le
permitirá al Rey mantener y hasta ampliar su poder, utilizando al Virreinato como el
proceso de centralización y efectivización del poder de la Corona Castellana. Este
recurso premoderno -uso de la superstición, la divinidad- aún no desaparece en la
Colonia. Como dijimos, había en ese tiempo una confluencia de orientaciones
premodernas y modernas. La iglesia aún no había sido separada absolutamente de los
acontecimientos políticos de la vida, y la Corona la tomaba en cuenta. Entonces ¿qué
tipo de gobierno había o se quería implantar en tierras colonizadas? La idea de la forma
de gobierno que se intentó implantar nos dará una noción de lo que se pretendía hacer
de la colonia. Qué corte político, jurídico y económico funcionaba, etc.
Ya hemos visto que -según Louis Baudin- en el incanato había una especie de imperio
socialista, basado estrictamente en una jerarquía de razas, y en la concepción de la
superioridad por medio de la descendencia divina. Estudiar ahora cómo fue la Colonia
nos supone más o menos entender de donde nos vienen algunos rasgos sociales de ese
tiempo, que han marcado la dirección de nuestro pensamiento actual.
Es en base a las concepciones del mundo y de la vida que tienen las gentes en un
tiempo, y de su trascendencia y vigencia a través del tiempo, como podemos entender
qué lineamientos estamos preparados a seguir y cuáles nos serán muy difíciles de
entender, por el amplio y enorme cultivo que han dejado en nosotros, transmitido por
nuestra sociedad anterior. Es difícil borrar los errores si ni siquiera nos damos cuenta de
dónde se originan; así que para curar el mal es necesario saber dónde nace, su
procedencia, lo que en psicoanálisis supondría adentrarnos en el subconsciente colectivo
de la gente. Esto del inconsciente colectivo de la sociedad, en nuestro ámbito, -del que
nos habla Carl Young- es lo que para el Derecho supone cómo entendemos el mundo,
nuestros derechos y nuestras obligaciones. Así que daremos un vistazo sintético de lo
que significó y significa aún la colonia para nuestra sociedad.

24
La colonia se produce entre los reyes católicos de España y acaba bajo Felipe II. Estos
fueron los que determinaron el lineamiento político y económico a seguir en la Colonia.
Cuando se supo con certeza de la existencia de las nuevas tierras y de la existencia de
riquezas (oro, plata, etc) la Corona -siempre dispuesta a aumentar su poder- ordenó
implantar sus instituciones, haciendo efectivo sus potestades -la de haber autorizado la
conquista y colonización y por ende tener derecho sobre estas tierras- que le aseguraran
su supremacía y poder.
La fuente de poder y riquezas estaba ahora apuntalada en América. Así que la Corona
bebería de esa fuente, mandando sus gobernantes, Virreyes y otros funcionarios que le
aseguraran el poder y riqueza.
Mandó pues la Corona sus instituciones y gobernantes, desplazando a los
conquistadores, reduciendo encomiendas y partidas, y tomando directamente la potestad
de gobernar a través de sus propios emisarios. Así el poder estaba en manos de los
Reyes y se bifurcaba en sus representantes. El poder venía directamente de España. La
Corona se había dado cuenta de la importancia económica y política que le suponían las
Colonias. En la Colonia el poder imperante estaba marcado por el Rey de España, quien
ejercía el control, adoptando un carácter paternal y mediante la ficción jurídica decía
que "el ama a su gente y es amado della[...] faciendo justicia derechamente"
“procurando que haya amor y acuerdo”, dice que no consentirá que los mayores
(señores) hagan daño en lo suyo a los menores. Todo esto no es sólo una forma de
preservar el orden y a través del engaño mantener las aguas quietas adquiriendo así el
poder.
La Corona muy astutamente desliza en las conciencias de sus colonias la subyugante y
adormecedora idea de su preocupación paternal por las condiciones de vida de sus
colonos. Lanza la adormecedora esperanza de que se haría justicia, proclamando el
amor y el respeto, el repudio de los abusos. Calmando con esto cualquier nacimiento de
rebelión y mandando la modorra de la esperanza afianzada en el futuro. Prometer cosas
para el futuro es siempre una forma muy hábil de salir de cualquier problema inmediato,
pues el futuro supone el mañana, y el mañana nunca llega, porque sólo vivimos el
presente, no el futuro, el futuro siempre está más allá de nosotros.
La implantación de instituciones coloniales estaban dirigidas a proteger los intereses de
la Corona y de la Nobleza. Intereses políticos y económicos que estos habían adquirido
mediante la Conquista y ahora por medio del trabajo de los indígenas, perseguían
conservarlas y aumentarlas. Era necesario, por lo tanto que la Colonia, la
culturadominante, conservara el poder; ya no era suficiente la fuerza para hacer trabajar
a los indígenas para los Españoles, era necesario apelar a todo un trabajo sociológico y
político, que le permitiera a la Corona y Nobles quedarse sumergidos en el poder.
3.4.- El Trabajo Sociológico
Mientras tanto el mundo estaba siendo bombardeado por las ideas liberales (anulando o
dejando de lado el sistema feudal, etc), y España tenía que utilizar una política
inteligente que le permitiese conservar el poder obtenido sobre sus colonias. España

25
hace lo que toda cultura dominante haría, acondiciona la vida y gobierno de sus colonias
a su estilo y forma -español- de vida, conservando la distancia entre culturas y
marcando claramente la supuesta superioridad de los españoles. Pero todo esto no era
suficiente, tenían que justificar su dominación y poderío sobre las colonias, para
conservar el poder y evitar en un futuro inmediato rebeliones. La implantación de las
instituciones españolas supuso la ordenación de la sociedad y pretendió dar la imagen
de un mundo ordenado en base a la justicia; sin embargo las clases sociales ya estaban
divididas y lo que se pretendía era conservar esta división, especulando sobre una base
racional, que quedaba justificada en las instituciones de justicia. La explotación del
indígena ahora sólo había quedado justificada pero no resuelta. La división de clases
sociales se mantenía intacta, y la Colonia mantenía el Status Quo por razones netamente
económicas más que sociales y raciales. Por conclusión, no se podía salvar a los indios
de la explotación pues esa era la fuente de riqueza de los nobles españoles.
El trabajo sociológico apoyado por el orden jurídico de la Corona para conservar el
poder se desplegó de varias formas, desde la imposición de la fe cristiana, la lengua
española, las ciudades virreinales hasta las fiestas y hábitos comunes de la vida
cotidiana. Así la jerarquía de clases es un derecho, un mandato divino, justificando las
riquezas de los ricos y el estado de subordinación de los indígenas. La fe cristiana
mostraba a la miseria como virtud para alcanzar la redención, "bien aventurados los
pobres, porque ellos ...", y se aseguraba que era más feliz el pobre, pues cantaba al
trabajar, y no tenía que cargar con los temores de la adversidad o perdida de sus
riquezas, "cuando mayor es la amplitud de fortuna más hay donde hiera la adversidad",
deslizándose la idea de que el pobre tenía menos por lo que sufrir y que la riqueza era
una carga muy pesada y asfixiante.
Esta concepción de bienaventurados los pobres se las creían los indígenas (o al menos
era un consuelo), pero no los nobles y ricos que tomaban todo esto como una forma de
adormecer al pueblo para someterlos al trabajo. Aún así hubo quienes hablaron en
contra de esta explotación como Bartolomé de las Casas y otros -según ya hemos visto.
3.5.- El Sometimiento De Los Indígenas, Por El Trabajo.
Diferencias de clases. El trabajo, el Amor, los siervos
Los indígenas eran sometidos a trabajos manuales, como la mita, etc, en la minería y
agricultura, etc, dejando los trabajos de dirección a los españoles. Los españoles tenían
aversión a los trabajos manuales -"Esta aversión al trabajo manual fue un prejuicio
feudal resultante de una concepción social que asignaba a los señores un papel
exclusivo para la contemplación, el ocio y la aventura guerrera. Mentalidad que plasmó
una interpretación aristocrática para autojustificar la improductividad del señor, y a la
vez reacondicionar la voluntad productora del siervo", pues suponían, muy
cómodamente, que estos, los trabajos manuales, eran los que en sí justificaban la
servidumbre y la subordinación e inferioridad de los hombres, "no eran los estados
servil y esclavo los que explicaban la subordinación, sino los oficios manuales los que
de por sí resultaban justificando plenamente la servidumbre, la esclavitud y la situación
plebeya", así que las cosas estaban claras para ambos bandos, los indígenas

26
autoafirmaban su condición de servidumbre con sus trabajos manuales y los españoles
autoafirmaban su condición de gobernantes, jefes, con su disposición de señores. Esto
produjo además una concepción racial del mundo colonial, de la riqueza y la división
del trabajo. Así "El prejuicio señorial en contra del trabajo devino en un prejuicio
racial", que significó otro justificante del porqué debían los españoles ser dueños del
poder y la riqueza. El prejuicio racial fue una manera más de sometimiento, y la
superioridad se impuso también por intermedio de la raza. La idea de la superioridad de
los Españoles se implantó por la piel y por el trabajo, además se pensaba que los indios
carecían de ambición, eran brutos, no querían saber ni ser, de tal forma que someterlos a
trabajos manuales, y dejarlos en ese nivel de producción y vida era no sólo conveniente
y provechoso, sino además resultaba natural a ellos.
Los beneficios de mantener a los indígenas en estado de subordinación a través de los
trabajos manuales, y los beneficios que a la vez esto reportaría, habían de llegar al Rey
de España, que era hábilmente aconsejado para mantener ese estado de cosas en la
colonia, "En 1567, Juan de Matienzo aconsejaba al rey mandar que a los indios
solamente "se les enseñe oficios mecánicos y cosas bajas que no los saquen de su
natural inclinación".
La explotación de los indígenas y la condición de los señores españoles en la colonia
fue muy diferente en estos territorios que en los de América del Norte que venían a
explotar la tierra, a trabajar en la agricultura, a sudar la gota en nuevas tierras. Su
concepción era expandirse como cultura íntegra, sin fusiones.
A América del Sur llegaron las gentes con deseos de explotación, de no trabajar (de
trabajar para no trabajar), de obtener las riquezas fácilmente, por lo que odiaban los
trabajo manuales.
3.6. Cuestiones Psicológicas: La Posta Del Poder: Subordinación
La historia fue para los colonizadores- otra forma de justificar el fenómeno colonizador.
Para justificar la colonia y el estado servil del indio los colonizadores manipularon la
historia inca y el estado de sometimiento de los indios al Inca, de tal forma que el propio
indio justificaba su servidumbre. -----Pues bien, los colonizadores cogieron o
escogieron el pasado inca que les favorecía y confirmaba sus pretensiones de dominio;
cogieron por ejemplo la estructura jerárquica y de clases de los Incas, por lo que
argumentaban que lo único que había pasado es que la cúpula colonial reemplazaba a la
pirámide inca. Los colonizadores dijeron que los indios no habían sido sacados de su
estado natural y anterior al de la conquista, sino por el contrario, habían sido respetados
los designios divinos; dijeron que los indios habían sido enseñados para servir, y su
condición natural era esa: la de servidumbre y sometimiento, la justificante estaba
lanzada y argumentada así mediante la razón, el respeto (supuesto) a la tradición inca, y
la historia, las estructuras de trabajo habían quedado, claro que el tipo de actividad
laboral se había inclinado hacia la minería, pero eso no engullía el fenómeno principal
de la sociedad india: la subordinación. La idea era hacer creer a los indios que las cosas
seguían como antes, y que los colonizadores sólo habían tomado la posta del poder, por
lo que todo obedecía según las condiciones naturales de los hombres; unos habían

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nacido, por gracia divina, para servir y trabajar(los indígenas), otros, también por gracia
divina, para el ocio, la contemplación y el poder(los españoles).
Unido a todo esto se perfilaba en las mentes indias la idea de que si se les dejaba a su
libre albedrío no podrían subsistir; convirtiéndose el acto colonizador en un esfuerzo por
preservar la sociedad y cultura india, en un acto por mantener la mentalidad premoderna
de los indígenas. Así los señores colonizadores se preocuparon por "mantener
convencido al indígena siervo de una supuesta incapacidad para enfrentar por sí al
mundo; demostrando en contrapartida la superioridad de los señores".El pasado, la
historia les daba la razón a los colonizadores, pero el sentimiento no, pues la colonia
trajo también, paradójicamente -como todo en la vida-, su antídoto: las ideas liberales,
de independencia, e igualdad, etc, que serpenteaban por doquier. Al menos el problema
estaba planteado, y la intriga puesta.Lo curioso es que los españoles se valen de los
mismos argumentos que los Incas, aquella que insinúa la realidad como un estado
perfecto y propio de las superioridades de raza. Incas y Españoles se valen de los
mismos argumentos para someter a los pueblos conquistados: divinidad.
3.7. La Ciudad Como Instrumento De Dominación, Perpetuidad
Mantenerse en el poder supone mucho trabajo, mucho esfuerzo, pero también un ámbito
en el que, y del que, se proyecte todo eso, de donde partan las ideas centralizadoras del
poder. La ciudad sería desde ese momento -la colonia- el arroyo de donde todos
beberían y la Corona consciente de esto hará factible la creación de ciudades y
expansión de las mismas convirtiéndolas y usándolas como sus focos de centralización
del poder. Las ideas sobre la superioridad de los Reyes, la subordinación y servidumbre
natural de los indios, la justificación de las jerarquías sociales, el acento paternalista de
los Reyes, la idea de una legislación protectora, y un sistema justo son difundidas desde
allí, desde las ciudades, "La ciudad hispánica es, sobre todo, antes que factoría o
mercado, centro de conversión religiosa y foco de difusión cultural." La ciudad en
América del Sur es el centro. A diferencia de América del Norte, en donde el fuerte,
como una pequeña ciudad, constituyó la expansión de los colonos.
En América del Sur la ciudad fue el filtro por el cual se esparcían los símbolos de poder
y perpetuidad de la colonia, "El símbolo de su obra incorporadora de indios fue la plaza
de armas. La plaza con su catedral, su palacio virreinal, su tribuna de la Santa
Inquisición, su horca, y otros símbolos más del poder y la gloria.".
En las ciudades se fermenta la integración, el cruce de culturas biológicas y sociales, la
cultura mestiza; de lo que resultarían los peruanos. Las ciudades se transformarían en
placentas contenedoras de fetos mestizos; un mestizaje racial y cultural. Las ciudades
fueron "los focos de la transmisión del mestizaje de la civilización occidental y los
centros más activos del mestizaje.".Esto permite todo un nuevo enfoque de la colonia y
su gobierno, las luchas de poder se van a ensanchar.
Por otro lado, a inicios de la Conquista la controversia existente era entre los
conquistadores y los conquistados. Surge la confrontación de los estilos de organización
socio-político, lo que produjo una falta de integración social sólida y con caracteres
específicos.

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3.8. La Cultura Mestiza
A la venida de los conquistadores existía el eterno y perenne problema -aún seguimos
en este problema- de cómo integrar los modelos europeos a nuestro propio sistema
vigente. Este intento integrador provocó más confusión y una desperfecta organización
social.
De esta confrontación sale a la luz un nuevo grupo que no era indígena ni española, era
la cultura mestiza, que conscientes de su estado intermedio entre estas dos fuerzas
sociales, confluyen en la lucha por el poder.
Para algunos autores como Raúl Porras los mestizos son fruto de la unión producto de
esa ruptura racial entre estas dos culturas: conquistadores y conquistados. El gran aporte
dado fue la ruptura del racismo sexual. Sin embargo el prejuicio racial se venció más
por una necesidad, instinto sexual que por motivos morales, éticos, raciales.
Los mestizos asimilan su condición de gentes sin patrimonio social, han nacido
desamparados de república, de bando. A su nacimiento hay dos bandos, los
Conquistadores y los conquistados, ¿a cuál pertenecen ellos? se preguntan. Intentan
apegarse al bando más poderoso, pero son rechazados, así que se rebelan e intentan
asumir de alguna manera el poder.
Con el surgimiento de la nueva estirpe: la mestiza, el poder estaba en disputa. Los
nuevos hombres, los mestizos, presentían sus derechos en función a su calidad racial, al
verse olvidados se rebelan, y fundamentan su derecho a participar en el poder. Por un
lado dicen -los mestizos- que tiene derecho a participar del poder por su condición de
mestizos; exponen como fundamentos ser gente que tiene “derechos concurrentes”: ser
hijos de españoles y de indígenas. Sustentan que deben gobernar por ser hijos de sus
tíos, los incas, pues sus madres son hijas de los incas; y si les es negado esto,
argumentan que tienen derecho a gobernar por su herencia española, es decir por sus
tíos los españoles que vencieron a sus tíos los incas.
La doble condición del mestizo, o su doble descendencia, nos perfila algo más
importante que un simple argumento para participar en el poder. Los mestizos son la
prueba del nacimiento del Perú. Esa condición de mezcla de razas, de filtración de
culturas en una persona es lo que caracteriza a los peruanos. A propósito de esto, Raúl
Porras nos dice que el Inca Garcilaso es el primer mestizo, el primer peruano por ser
descendiente y producto de esa fusión, de esa mezcla de culturas y razas. Garcilaso de la
Vega es para Raúl Porras B. El símbolo del mestizaje, el indicativo del verdadero
“peruano”.
En todo esto se suceden además cosas curiosas -que demuestran el pensamiento
imperante- como en la que se hallan involucrados también los padres del Inca Garcilaso
de la Vega "Llega una orden del rey Felipe II, neurasténico con todos sus fracasos
matrimoniales, por la cual todos los que tenían partidas y encomiendas las perdían si no
se casaban. Y en el Cuzco hubo muy pocos españoles, y de eso se queja Garcilaso en los
Comentarios reales, que preferían casarse con su manceba india, fuera o no princesa. Y
el padre de Garcilaso se casa con otra... con una española. Así que el Inca Garcilaso se

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pregunta por qué su padre tenía que "llamar a un escudero suyo, Pedroche, para que se
casara con su madre". La respuesta se percibe hoy claramente. Las clases sociales
estaban divididas en dos y era preferible permanecer en la que detentara el poder, sin
algo que obstaculice de alguna forma esa potestad que le daba la raza y la condición de
señor.
3.9.- Beneficios Del Status Social Y Racial, Español. Garcilaso De La Vega
Pertenecer a la República de Españoles suponía poder ascender en status y en poder -lo
que en la República de indígenas era imposible-; así que el padre de Garcilaso
consciente de esto actúa, "El padre de Garcilaso, después de haber advertido que su hijo
era excepcional, decide condicionar su futuro y ordena en su testamento que se venda
una chacra de coca de su propiedad para que el Inca pueda viajar a España."
El Inca Garcilaso advierte la importancia y transcendencia de ser considerado español y
no indígena. Advierte que hay dos niveles sociales claramente definidos, y ambos en los
extremos opuestos; una rica y otra pobre. Así que Garcilaso decide estar del lado de la
fortuna y de las mejores oportunidades, quiere ser español, pertenecer a esa república, y
se decide a serlo. Viaja a España. Se alista en el ejército, combate a mestizos igual que
él, y obtiene el grado de capitán.
Hay, por cierto otra anécdota que ilustra el extremo de diferenciación de clases sociales
y la inaccesibilidad al círculo de poder, que le ocurre precisamente al Inca Garcilaso,
que comentaremos. En España Garcilaso usa el nombre -que en su bautizo le puso su
padre- Gómez Suárez de Figueroa, pero un buen día vienen a su puerta y le dicen que no
puede llamarse Gómez Suárez de Figueroa porque había un señor que se llamaba igual,
y que él, el Inca Garcilaso de la Vega, era "demasiado inferior, demasiado porquería,
peruano y mestizo"; así que tiene que cambiarse de nombre y adopta el de Inca
Garcilaso de la Vega.
3.10. La Iglesia En El Derecho Peruano: El Sentimiento Religioso
Otra forma estrategica por donde la Colonia Virreinal filtraba y justificaba su poder, su
capacidad de afectar, su categoría de superior, era la Religión, la Iglesia, Dios.
El poder de los españoles sobre los indios apuntalaba inteligentemente, a través del mito
y la superstición, la fuerza en lo divino. La iglesia se encargaba de cumplir esta función
a la vez que adoctrinaba y convertía a su fe a los indígenas. Los conquistadores habían
venido trayendo la cruz, e imponiendo un único e unívoco verdadero y exclusivo Dios.
Eran ellos emisarios del verdadero Dios. Su llegada a estas tierras era divina y su
permanencia deseada por Dios, ¿cómo podían oponerse los indios a los designios de lo
divino, de Dios? ¿cómo podían dudar de los emisarios de Dios? ¿eso no constituiría una
blasfemia, un pecado y por lo tanto un merecimiento al castigo?
Los indios imbuidos de sentimientos religiosos respetaban todo aquello que tuviera que
ver con lo divino. Habían adorado a Viracocha que era el Dios omnipotente e invisible
de los Incas, al que los cristianos le habían asignado una similitud con su Dios.

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Como se sabe los Conquistadores habían sido tomados por Viracochas, dioses con dos
cabezas, venidos del mar, entonces ¿cómo no aprovechar este pensamiento supersticioso
de los indios a favor de los llegados de los mares? Así que los colonizadores
fundamentaron, también por la vía religiosa, por la fe, por la divinidad su condición de
emisarios de Dios, su poder y superioridad sobre los indios; construyeron toda una
estructura mítica que permitiera desarrollarse a la iglesia y la colocara con supremacía y
autoridad sobre los indígenas. Los indios ya no podrían adorar más a sus dioses -como
se lo permitían los Incas- sino sólo adorar al Dios cristiano; en caso contrario serían
sancionados muy drásticamente.
La cultura española, (castellana, al decir de Basadre), hizo todo por sobreponerse,
imponerse sobre las culturas encontradas; destruyendo, ídolos de madera (dioses
indígenas) que eran símbolos de poder. Los ídolos de oro eran fundidos, y los de madera
quemados, para ahuyentar al demonio. Los conquistadores y los colonos incluso
llegaron a enterrar las piedras de las civilizaciones anteriores a la suya -esto en Mexico-,
para borrar todo vestigio de cultura anterior. La Etapa de la colonización fue entonces la
etapa del cubrimiento de la cultura anterior. Por ejemplo, aún hoy se observan cómo han
quedado construidas sobre los templos Incas iglesias cristianas.
La idea del hombre para la Iglesia era dogmática, los cristianos eran los elegidos, los
otros viles humanos. Los creyentes cristianos con privilegios sobre los infieles no
creyentes. El dogmatismo cristiano y sus severas consecuencias produjo en los indios
miedo y sumisión, y aunque suponemos habrían adorado -en secreto- al principio de la
conquista a sus dioses anteriores a la época hispánica, terminaron por adorar al Dios
cristiano, ese que decían eran el verdadero Dios, que era todo poderoso, omnipotente y
omnipresente. Se arrimaron a su fe; ya no importaba si era un nuevo Dios o no, la fe les
haría más soportable vivir.
3.11. El Alma De Los Indicios: Fenómeno Jurídico
El dogmatismo de la iglesia cristiana llegó a extremos en la colonia, a tal punto que se
planteó la controversia de si los indios tenían o no alma. Esto que supone una cosa
intrascendental no lo es, pues del resultado de estas controversias se decidiría si los
indios eran personas o no y por lo tanto si eran merecedoras a derechos, a un trato más
humano; es decir, si se consideraba a los indios sin alma ¿porqué iban a tratarlos como
seres humanos? Se los trataría como cosas o a lo sumo como animales; los harían
trabajar para los colonizadores y no les pagarían, conservando los colonizadores su
poder de producción y de riqueza, pues eran los indios los que los proveían de esas
riquezas, eran ellos los que hacían todos los trabajos manuales. En fin, si se llegaba a la
conclusión de que los indios también tenían alma, deberían ser sujetos de derechos, esto
no les convenía a la iglesia, ni a la nobleza, pues su poder derivaba directamente del
sometimiento de los indios, ¿cómo iban a darles la libertad? No obstante esto Bartolomé
de las Casas abogó porque se le diera a los indios un trato justo y humano, esto
consiguió convencer al Rey para que dictara una ley protegiendo a los indios, más los
nobles levantados hicieron derrocar tal ley. Estaba en juego el poder.
3.12. Lo Jurídico En La Colonia: Dualidad De Clases Judiciales: Incas Y Españoles

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Todo lo dicho anteriormente es importante porque nos sirve para hacernos una noción
general de la vida en la colonia y de las relaciones de poder que circularon en ese
tiempo, pero más para darnos una idea de con qué elementos culturales se conducían en
esa sociedad, y por análisis qué idea o concepto del Derecho tenían. Podemos observar,
por ejemplo aquellos tipos de pensamientos que se introducen en círculos viciosos del
que no pueden salir (la religión, etc) como elementos premodernos, etc. En nuestro caso
es el punto jurídico el que nos interesa más. Lo jurídico tiene que ver con las relaciones
políticas de poder, pero justificadas por la razón, empleadas por una autoridad
reconocida y respaldadas por la fuerza de coacción que conlleva.
En la época colonial de América se confrontaron dos clases de organización judicial, la
de los Incas y la de los Españoles. El problema consistiría en convencer a los indios a
que acaten las nuevas estructuras de poder y los nuevos organismos jurídicos, y sofocar
toda iniciativa de independencia. Las estrategias de superioridad por la descendencia
divina y por la raza tenían que ser amparadas y respaldadas por "la fuerza", "la norma",
"la ley", sólo que ésta debería darse estratégicamente justificada y concebida como algo
necesario para el mejor vivir de los pueblos. La Corona se previene de cualquier intento
de independencia y está atento a las supersticiones de los indios; pretende, en
apariencia, preocuparse por sus destinos y por que se les de soluciones a sus problemas
a través de las formas jurídicas y crea el ambiente de legalidad que los indios verían
como símbolo de que se los tenía en cuenta, creyendo ingenuamente -como lo es toda
esperanza- en la solución de sus problemas por la justicia y la ley. ¿cómo no darles el
instrumento jurídico para ficcionar un gobierno justo? "La corona, que informada del
gran poder tranquilizante que ejercía sobre el indio el legalismo paternalista inca, no
teme disponer en 1555 que se guarden "las leyes antiguas para su buen gobierno y
policía". Recordemos que se impone y dispone el monumento político-jurídico,
jerarquizado, graficado en las líneas siguientes:
El orden del poder: El Rey, El Consejo de Indias, El Virrey, La Audiencia,
Gobernadores, Corregidores, Intendentes y Subdelegados, Alcaldes Ordinarios, de
Comunidad, Alcaldes Mayores de Indios.
Medios de Depuración: Jueces visitadores, Juicios de residencia.
3.13. Carácter Feudal Y Municipal Del Derecho Indiano
No está demás decir que el Derecho indiano tuvo tendencia feudal y municipal, y que el
Rey adopta un carácter paternalista con sus colonias y mediante la ficción jurídica dice
que "el ama a su gente y es amado della[...] faciendo justicia derechamente", lo que en
primera instancia es creído por los indios, que esperanzados en los discursos líricos y
teóricos del Rey, esperan verter sus conflictos en el castillo jurídico y solucionar por ese
conducto sus problemas. La conciencia o inconsciencia del orden y la justicia estaba, de
esta forma, ilusoriamente arraigada en el indio tal así que "una confiada masa de indios
litigiosos que hormigueaban en las Audiencias, gastaban sus haciendas y se iban tan
contentos con un papel aunque fuesen condenados". "En forma específica, la corona
ponía muchas cabezas de por medio con la finalidad de desorientar y desanimar al
demandante, pero sin desilusionarlo". Esto significa que el Rey estaba preocupado -

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quería dar la imagen teórica- en hacer (supuestamente) justicia. "como consecuencia, el
indio común de la colonia es ganado por las dimensiones del gran castillo legal"[20]. El
terreno político de subordinación había sido sembrado.
La historia nos muestra los resultados. El orden y la justicia anunciada por el Rey fueron
sólo ficción, la norma se convierte - otra vez más- en simple retórica, en un fermento
legal, escrito, pero no real; lo peor era que esta ficción de la ley y el orden no resolvían
los conflictos de intereses.
La institución del Consejo de Indias, que -por ejemplo- tendría como función hacer
justicia es también sólo un manto con el cual se cubre los verdaderos intereses de la
Corona y los nobles. Los intereses protegidos no son los de los indios, aunque estos
recurrieran a las instancias jurídicas, sino los de los nobles "El Consejo (de Indias) al
tener obligaciones de gobierno obraba en correspondencia con los intereses del Rey y de
los sectores de la clase señorial indiana; en este orden su función era conservar al indio
en servidumbre". La correspondencia entre poder y nobleza estaba verificada. La norma
sólo era un manto que ocultaba las verdaderas instituciones, los indios tenían que
permanecer en servidumbre. Para provocar una figura ilusoriamente paternalista y justa
eran creados las instituciones jurídicas, pero el interés fue siempre de dominio de la
Corona y sus nobles sobre la masa indígena.
3.14. Estamentos Jurídicos
Por otro lado el otro estamento del poder al que, según se suponía, podían recurrir las
gentes de la colonia para hacer justicia era el Virrey, que en fin de cuentas sólo fue una
figura más del poder, aún así el Virrey tenía algunas facultades, y terminaba actuando
más como político que como juez, "el Virrey podía perdonar cualquier delito actuando
más cómo político que como juez, aunque los indios creyeran lo inverso." Lo jurídico
sigue siendo un instrumento del poder.
Los otros estamentos seguían igual dirección, la de proteger los intereses de la Corona y
los nobles, con la precisa misión de mantener en servidumbre a los indios.
La colonia funciona dogmáticamente, la jerarquía de clases, la cúpula de clases se
marca claramente, y se presupone que todo esto es justo, que es normal. El siervo es
formado para acatar su condición y estar de acuerdo con ella. "Ante la justicia colonial
el siervo no puede cuestionar su servidumbre ni el esclavo su esclavitud. Antes bien, la
justicia lo induce a pensar que estas relaciones sociales no son perjudiciales si se
mantienen con paternalismo por los señores y una obsecuente recepción filial por parte
de los sometidos."
Esta es una clara visión del sentido premoderno del Derecho que intentaban imponer los
españoles en las mentalidades indígenas.
Pero la condición de indio jurídicamente implicaba algo más que una cuestión racial, era
además una razón económica que se le imponía. Ser indio significaba pagar impuestos;
a diferencia de los españoles, la raza se deviene en beneficios y desbeneficios
directamente determinados, "En el siglo XVII un indio era un tributario, el miembro de
una comunidad que pagaba su contribución al Estado. Un español era alguien que, por

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el contrario, se encontraba libre de esta carga", la diferencia estaba claramente enfocada
y las clases divididas no sólo socialmente, racialmente, políticamente, sino además,
económicamente.
3.15. El Mestizaje Como Lucha Por La Igualdad De Derechos
En este estado de cosas aparece el mestizo -que era hijo, generalmente, de padre español
y de madre india en una relación ilegítima- que deseaba ser español no sólo por la
mayor estimación social que tenía el padre sino porque además era una forma de no
pagar tributos. En otras palabras, negar a la madre era en el siglo XVII, una forma de no
pagar tributos y de no ser indio.
Sin embargo, con el mestizaje se produce un gran fenómeno jurídico, cómo hemos visto
líneas arriba. Y esta mezcla produce la lucha por la igualdad de derechos, por la libertad
y por la confrontación con el derecho impuesto. Los mestizos cambian o remueven la
concepción del poder y del derecho y tienen una visión intermedia de la realidad. Ya no
había sólo dos razas, había una más, la mestiza, en el que confluían las dos culturas, los
dos tipos de pensamiento. La primera tentativa era colocarse bajo el lado del poder, de
los españoles, pero al no ser aceptados por ellos y viendo que no querían estar de lado
de los indios por su condición servil, se dispusieron a luchar por sus derechos,
argumentando que tenían más derecho que todos a tener el poder por su doble condición
racial, por ser hijos de reyes por razón de herencia.
No obstante la condición excluyente de los colonizadores parece ser que el Derecho
Colonial tomó en cuenta ciertos lineamientos jurídicos del incanato. Por ejemplo, las
instituciones de los indios habían sido tomas en cuenta a la hora de crear el Derecho
Indiano, en lo conveniente a la Corona, por supuesto. Pero fueron algunas instituciones
indígenas que quedaron hasta hoy, como las comunidades. El Derecho Inca no fue
aplastado totalmente, o al menos algunos de sus conceptos. Estos se mantenían a través
de la costumbre, y el Derecho Indiano fue así influido por estas normas. Es decir que
“El Derecho inca influyó en el Derecho indiano y quedó rigiendo, en parte, como
Derecho consuetudinario, en el Perú posterior a la Conquista”. Además no todo el
Derecho Inca fue abolido, hubieron algunos aspectos que se mantuvieron, que el
Derecho Indiano recogió, según explica Basadre. “La ley 4, título 2, libro 2 de la
Recopilación de Indias dice: “...las leyes y buenas Costumbres que antiguamente tenían
los indios para su buen gobierno y policía... y que no se encuentren con nuestra sagrada
Religión... y siendo necesario, por la presente las aprobamos y confirmamos”.[27]
3.16. Un Punto Final Sobre La Época Colonial Y Sus Controversias
Pero volvamos un momento los ojos hacia atrás. Siguiendo a Trelles observamos que en
el siglo XVI la encomienda pasa a ocupar un lugar central en el manejo político del
Perú. La riqueza del Tawantinsuyo era la gente. En la colonia la encomienda articula el
control de los indígenas con la riqueza de su fuerza de trabajo. Y como la empresa de la
conquista fue una empresa privada la Corona tiene que otorgar encomiendas que
suponía el dominio y jurisdicción que tenía un español sobre un grupo de familias
indígenas[28]. Según la Corona esta era la recompensa dada al conquistador por los
gastos sufridos en su empresa de conquista. Según esto la institución jurídica del

34
dominio de los conquistadores era la encomienda. Y en base a esto la explotación de los
indígenas era legítima. El Derecho estaba, entonces, justificado y era jerárquico, de
clase.
Con el Virrey Toledo se apaciguan las guerras entre encomenderos, y se introducen
varias reformas Una de ellas era la dual concepción de la sociedad. Es decir una
República para españoles y una para indios. Lo que estructuraba de forma aislada la
sociedad peruana. El Derecho mismo iba a conjeturarse en forma diferente para cada
grupo social.
Hay una división total, pero que no llega a marcarse definitivamente hasta nuestros
tiempos, sino se expande como una especie de confusión, no hay una asimilación, sino
una rara mezcla. Sin embargo esta división de la sociedad en la república de españoles y
república de indios es un factor importante a analizar por la concepción que encierra en
la estrategia política asumida en la colonia. Es decir el pensamiento era de división, de
no mezcla. El Derecho tenía también ese criterio de acción exclusiva y excluyente.
En la Época Colonial de América, entonces, se confrontaron estas dos clases de
organización judicial, la de los Incas y la de los Españoles, fue entonces en ese siglo que
los Latinoamericanos, entre ellos el Perú, adoptaron el liberalismo europeo continental,
a fines de los últimos decenios del Colonialismo Americano. Cogieron entonces las
élites criollas los postulados de liberalidad del viejo mundo, un mundo del
Renacimiento, olvidando su estado incompleto como Nación, su estado de construcción
estructural y social, olvidando que existía en ese tiempo, y todavía hoy, un conflicto de
integración social que diera como producto la generación de una sola nación.
En nuestro medio existían normas objetivas que no eran de aplicación a nuestra realidad
por no haber tales hechos, y existían hechos que no eran regulados por las normas
dadas, es decir existían inmensos vacíos, y siguen existiendo. Esto no es lo novedoso,
pues las relaciones humanas son tan exuberantes, dinámicas, complejas y ricas en
variantes y variedades de hechos y conflictos que siempre existirán vacíos, lo
inquietante es que las formas de inclusión del Derecho se adapten o tengan la suficiente
tolerancia, permeabilidad para adaptarse a las nuevas situaciones sociales, y esto es
posible si la "interpretación" como instrumento clave de la organización de la sociedad.
Todo los sucesos históricos narrados trajeron consigo consecuencias nefastas,
impidiendo el desarrollo armónico, funcional, organizativo, integral y administrativo de
nuestra sociedad. Luego se tardó más en borrar los errores que en mejorar nuestro
ordenamiento político, económico, jurídico, social y cultural. Se produjo una confusión
normativa social, en donde norma y realidad no eran simbiosis, en donde se rompían los
vínculos que deberían unir los hechos con lo jurídico, lo normativo con la realidad;
norma , valor y realidad eran antitéticos, contradictorios. Además estaba el hecho de que
en el siglo XVII los indios habían interiorizado su condición de inferiores.
3.17.- Las Luces De La Ilustración
A pesar de todo este sistema de imposición colonial "Mariátegui, no obstante su rígida
intemperancia, acepta que el yugo español no debió se tan excesivo que no dejara pasar

35
las luces de la ilustración y el hervor liberal de la revolución europea."[31] Y es esta
ebullición cultural lo que permite que en la Colonia empiece una serie de discusiones y
debates sobre diversos temas: el mestizaje, el poder, la libertad, la descolonización, etc.
Todo iba a ser trastocado por los conceptos liberales venidos de la Vieja Europa, y la
historia real se escribe sobre levantamientos y protestas, aunque las cadenas españolas
se apretaban más con argumentos militares, políticos, religiosos etc. Era el inicio del
camino a la libertad, a la emancipación, era la verdadera historia de levantamientos y
luchas lo que se venía.
Las oleadas de crítica respecto a la condición de América y del Perú, fueron las que
motivadas por el pensamiento moderno llevaron al Perú a la independencia y con ello al
pensamiento crítico. Sólo que este pensamiento crítico, se quedó en algún lugar de las
batallas y las luchas por la independencia, se extravió,

IV. ETAPA REPUBLICA17


Si bien ya había aparecido el racionalismo en el siglo XVIII, y al abolirse el monopolio
comercial español, se produjeron contrabandos con la apertura de nuevos puertos como

17
Jorge Basadre “Historia del Derecho Peruano” Recuperado de:
https://drive.google.com/file/d/0B7RnIpJ-DnLqVDYxWVdsLTI4Q0E/view

36
fueron Valparaíso y Buenos Aires, y los libros publicados en España los que van a
circular en el nuevo mundo. Con esta apertura se va a tener conocimiento de una serie
de tendencias que están sugiriendo a lo largo del siglo XVIII, lo que se denomina el
movimiento racionalista. El racionalismo no estuvo ausente en el concepto y
conocimiento de la mayoría de los profesores de la Universidad Mayor de San Marcos y
el convictorio de San Carlos. El pensamiento de hombres como Locke, Wolf,
Filanghieri, Beccaria y Benthan, comienzan a ser conocidos en el nuevo mundo (GENG
DELGADO, 2003).
No obstante a fines de la Colonia la normatividad no era clara. Seguía rigiendo el
derecho castellano, a la vez que el derecho indiano normaba aspectos de orden
administrativo, político y algunos casos concretos. (Relativos al cambio de domicilio de
los casados, a las modificaciones de los impedimentos para el matrimonio, a las
encomiendas, a la contratación mercantil, al derecho de propiedad, a los indios, a los
bienes de los difuntos, etc.)
Cabe indicar que hasta la Independencia, las universidades del Perú y de América
seguían estudiando las Institutas, el Digesto y el derecho romano de Justiniano. Es decir,
durante los primeros 30 años de la vida republicana del Perú, siguió rigiendo el derecho
colonial en forma recopilada aun cuando ya había aparecido el racionalismo,
subsistiendo en la formación de los universitarios en América, las concepciones
fundamentalmente romanista y canónica.
1. LA INDEPENDENCIA
San Martin, luego de cruzar los Andes e independizar Chile se dirigió al Perú. Formó
una expedición libertadora y sostuvo importantes conversaciones y enfrentamientos
armados. Dio importantes decretos, pero muchas de sus disposiciones solo tuvieron
jurisdicción en una pequeña región del Perú, pues gran parte de la sierra central y sur se
encontraba en poder del virrey, quien estaba financiado por el consulado limeño.
San Martin en Huaura
Entre los hechos y decretos más importantes están el motín de Aznapuquio, la
Conferencia de Punchauca y la creación del Reglamento Provisorio, que rige hasta la
Independencia (crea 4 departamentos: Trujillo, Tarma, Huaylas, Lima).
Con la declaración de independencia los realistas abandonan Lima y entra San Martin.
Se convoca a cabildo abierto el 15 de julio 1821, donde apoyar la independencia. Se
firma el Acta de Independencia, que fue redactada por Pérez de Tudela y jurada el 28 de
Julio de 1821.
Durante el gobierno de San Martin se instaura el Protectorado (julio 1821-setiembre
1822). Destacan las siguientes obras:
- Se crea el Estatuto Provisorio, que rige hasta la elaboración de la Constitución.
- No se especifica el tipo de gobierno para el Perú, pero se acepta el principio de
división de poderes. El poder queda provisionalmente en manos del protector
San Martin.

37
- Se establece la libertad de vientres (se decreta que los hijos de esclavos nacidos
desde 28 oct. 1821 serán desde entonces libres).
- Se dio la abolición de la mita y el tributo. Aunque no funcionó en la práctica
(supremacía de los conservadores).
- Se confiscó los bienes y expulsó a los españoles “colaboracionista” residentes en
Lima.
- Se fundó la Biblioteca Nacional (primer director: José Mariano Arce).
- Se reglamentó el comercio y la minería.
- Se seleccionó el Himno Nacional (Bernardo Alcedo, José De la Torre Ugarte) y
se reformó la bandera.
- Se creó la Orden del Sol (Premiando a los peruanos de méritos).
- Se fundó la Sociedad Patriótica de Lima (1822), para difundir las posiciones
monárquicas.se inicia el debate político. Partidarios del monarquismo fueron
San Martin y Bernardo Monteagudo.

2. EL REGLAMENTO Y EL ESTATUTO PROVISORIO DE 1821

El Estatuto Provisorio del 8 de octubre de 1821, consta de diez secciones y fue dictado
por San Martin, a fin de regularizar sus poderes como Protector del Perú y establecer
algunas pautas constitucionales y administrativas. Legisla principalmente sobre la
religión del Estado, la católica, no pudiendo ser funcionario público quien no la
practique; sobre atribuciones, derechos y deberes del Protector, que será Generalísimo
de las Fuerzas del Mar y Tierra, obligándose a obtener la Independencia del Perú;
determinación de Nacionales, ciudadanos y naturalizados; garantías y derechos
individuales, funciones de los ministros del Consejo de Estado y del Poder Judicial,
constituido este último por la Alta Cámara de Justicia; funciones y elecciones
municipales y vigencia del Estatuto hasta que se declare la independencia de todo el
territorio, en cuyo caso se convocará a un congreso general que establecerá la
constitución permanente y la forma de gobierno.
El Reglamento Provisorio de Huaura, “constituyó el primer esbozo jurídico de la
administración del gobierno para un Perú, próximamente libre de las ataduras con
España y con firme esperanza de no tener vinculo alguno con la península ibérica. Este
texto constaba de 20 artículos, adicionado de un preámbulo o puntos considerativos
como un auténtico título preliminar. Al general José de San Martin le fue atribuido el
ejercicio per se de los poderes ejecutivos y legislativos, lo que era considerado una
excesiva conjunción de facultades reunidas en una sola mano, aunque no le fueron
entregados también las facultades judiciales, pero esta no era necesaria por las
circunstancias emergentes que ocurrieron en esos momentos”. (BASADRE AYULO,
2001).
Este Reglamento Provisorio “creó los denominados agentes fiscales de departamento,
con quienes debían entenderse las instancias en que estuviera interesado el erario
público. El fin de esta norma era promover la prosperidad y el aumento de este ramo y

38
vigilar la conducta diligente de los empleados públicos, entablando contra ellos las
acciones respectivas, en caso de ser necesarias. El cargo de fiscal departamental fue
suprimido por el decreto del 24 de mayo de 1824”. (BASADRE AYULO, 2001).
En el rango procesal, el Reglamento Provisorio de Huaura fijó la existencia de una
Cámara de Apelaciones-Autentico Tribunal colegiado con cede en el departamento de
Trujillo, compuesta por un presidente, dos vocales y un fiscal, quienes deberían
permanecer en sus destinos judiciales “mientras durasen sus buenos servicios”, y con el
trato de excelencia que debía prevérseles. Las atribuciones de esta cámara era tener
competencias en todas las cusas y casos que antes durante el profuso derecho indiano
radicaban en las audiencia, siempre que su valor litigioso no excediera de quince mil
pesos, pues estas eran reversadas a los tribunales que estableciera el gobierno central
que formara el Perú (artículo 12). Como autoridades de primera instancia actuaban los
presidentes de los departamentos y los gobernadores de los partidos que después fueron
conocidos como subprefectos. Este reglamento constituyó el primer texto procesal
dictado para el Perú libre e independiente, que recién conocería del Código Adjetivo en
el año 1852.
Fue establecida la Junta Superior de Hacienda, determinándose que el Capitán General
ejerciese el derecho de patronato, conociese de las causas por infidencia, traición,
espionaje y de atentados contra el orden y las autoridades.
El derecho de patronato quedo reasumido en la Capitanía General, y el del vicepatronato
en los presidentes de los departamentos (artículo 16). Quedó administrada la
jurisdicción eclesiástica tal y como se venía haciendo con su gestión al derecho
canónico vigente entonces (artículo 17).
En el ámbito jurídico republicano fue regulado el dominio “juicio de residencia” para
todos los funcionarios públicos y procedía a ejercitarse ante una comisión especial
designada por la Capitanía General, como recepción jurídica del derecho de indias y
proveniente de la célebre y antigua Recopilación General de las Leyes de los reinos de
indias del año 1680, que rigió los territorios americanos integrum.
“Además, el Reglamento Provisorio de Huaura tiene una particular importancia en la
historia del derecho, por haber sido el rompimiento de una nueva era con el sistema
jurídico indiano y este dispositivo constituyo el primer texto que modifico
sustancialmente el régimen político y administrativo español establecido en el Perú. En
buena cuenta, significo el nacimiento del derecho patrio así como su partida bautismal
con agua bendita que muchas oportunidades será convertida en agua agria” (BASADRE
AYULO, 2001).

3. LAS BASES DE LA CONSTITUCION POLITICA DE 1822


Las bases de la futura Constitución Peruana aprobadas por el Congreso, el 17 de
diciembre de 1822, constaban de 24 artículos. Todas las provincias del Perú reunidas en
un solo cuerpo formaban la Nación Peruana. La soberanía residía esencialmente en la
Nación, la que sería independiente de la monarquía española y de toda dominación

39
extranjera y no podría ser patrimonio de ninguna persona, ni familia. El gobierno seria
popular – representativo; la religión, la católica, con exclusión del ejerció de cualquier
otra. A la Nación le corresponde dictar la Constitución y las Leyes, por medio de sus
representantes, y deberían concurrir todos los ciudadanos a la elección de estos, siendo
esta “la única función del poder nacional que se puede ejercer sin delegarla”. La
representación tendría por base la población, principio que se abandono en 1860. Se
fijaban los derechos que debía proteger la Constitución. Se declaraba que “el principio
más necesario para el establecimiento y conservación de la libertad era la división de los
tres poderes, haciéndolos independientes de cuanto fuera dable”. El poder legislativo
sería el único y no podría combatir contra sí mismo. La iniciativa de las leyes se
reservaba a los representantes, que era inviolables e irresponsables. El poder ejecutivo
no podría ni ser vitalicio ni hereditario, y los que los ejercieran, así como los ministros
de Estado, serian responsables in solidum por las resoluciones tomadas en común y cada
ministro en particular. El poder judicial seria independiente: los jueces, inamovibles y
de por vida. En las causas criminales el juzgamiento seria público, el hecho reconocido
y declarado por los jurados y la ley aplicada por los jueces. La imposición de
contribuciones era de competencia del Congreso. La Constitución protegía: la libertad
de los ciudadanos, la libertad de imprenta, la seguridad personal, la inviolabilidad de la
propiedad, el secreto de la correspondencia, la igualdad ante la ley, el reparto de las
contribuciones en proporción a las facultades de cada uno, el derecho de petición ante el
congreso o el gobierno, la abolición de toda confiscación y de las penas crueles, de la
infamia trascendental, del comercio de negros y de los empleos y privilegios
hereditarios. Se reconocía la deuda del Estado y se fijaba el objeto de la fuerza pública.
La instrucción era una necesidad general y la sociedad la debía por igual a todos sus
miembros. Los socorros públicos constituían también “deudas sagradas”. Y para
mantener la unión de los ciudadanos avivar el amor a la patria y la memoria de los mas
celebres sucesos de la independencia, se establecerán días de fiesta nacionales.
(PAREJA PAZ SOLDAN, 2001).

4. LAS CONSTITUCIONES DE 1823, 1826 Y 1834

La Constitución de 1823
La primera Constitución de la República, la de 1823, solo llega a regir, tardía y
fugazmente, en 1827. Ellas es el producto más genuino de todos los documentos
emanados de nuestra revolución emancipadora, y la más acentuada expresión de nuestro
liberalismo. Se basó en la teoría roussiana del contrato social y en la consideración del
poder como una delegación o emancipación de aquél. Colocaron al parlamento por
encima de los demás poderes, disminuyeron y cercenaron las atribuciones al Ejecutivo,
quisieron organizar el gobierno de la moralidad; llevando hasta las últimas
consecuencias su ideología política, estructuraron el país bajo una forma casi federativa.
La república que ellos hicieron fue una total creación política, pues no teníamos hábitos
de libertad y experiencia política, pues no teníamos hábitos de libertad y experiencia
política, y a la caída del régimen español fue necesario inventarlo todo dentro de un
orden nuevo. En su lado favorable hay que reconocer que los constituyentes de 1822

40
fueron resueltamente a la república y establecieron la igualdad civil y generosos
derechos individuales. (PAREJA PAZ SOLDAN, 2001).
Destacando “como notas distintas de la Carta de 1823, podemos señalar su fervor
doctrinario, el repudio de la fuerza, el humanitarismo, la confianza en el progreso, la
exaltación de la dignidad del ciudadano, fundándola a la vez en la libertad, en la
obediencia y en el bien común, ilusionados en que la virtud y la ilustración crearan la
felicidad de nuestros pueblos y la insistencia en el valor moral como suprema calidad
humana”.
Y como aportes sustantivos hay que destacar en ella que liquidó la controversia entre
monarquistas y republicanos: “De los convencionales franceses tuvieron el amor
desenfrenado por la república y el airado rencor contra la monarquía”; Porras, fijó los
conceptos de igualdad civil y de los derechos individuales, concedidos generalmente
bajo la forma unitaria republicana de gobierno. Creó un Poder Legislativo omnipotente
y un Poder Ejecutivo paralítico; pues según esta constitución, el Poder Legislativo es
todo; el ejecutivo, nada. En tanto que el sistema bolivariano representa el extremo
opuesto: un parlamento inerme frente a un ejecutivo todopoderoso. Decretó también la
libertad de vientres, la abolición de las penas crueles y de la infamia trascendental, la
limitación de la pena capital y el poder otorgado al congreso, de dispensar de las leyes
en socorro de la humanidad”, que se ha dicho, aureola su humanismo fraternal. En
cambio es flagrante su falta de jacobinismo. “ningún acto de crueldad o de sangre
mancha la blanca hoja de su historia en tres años de guerra encarnizada”. (PAREJA
PAZ SOLDAN, 1979).
Los Principios de la Constitución de 1823.-La Constitución de 1823 está inspirada en
los más puros y clásicos principios de la democracia individual y del liberalismo.
Declaraba que todas las provincias del Perú, reunidas en un solo cuerpo, formaban la
Nación Peruana; que ella era independiente de las monarquías española y de toda
dominación extranjera y que no podía ser patrimonio de ninguna ni de ninguna familia y
que la soberanía residía esencialmente en la Nación (arts. 1°, 2° y 3°), llegando al
extremo en su fe doctrinaria liberal, apunta Basadre Grohmann, de declarar que la
“Nación no tiene facultad para decretar leyes que atenten a los derechos individuales”, y
si “la nación (debió decir el Estado) no conserva o protege los derechos legítimos de
todos los individuos que la componen, ataca el pacto social, así como se extrae de la
salvaguardia de este pacto cualquiera que viole algunas de las leyes fundamentales”
(arts. 4° y 5°). He aquí, agrega Basadre, tácitamente reconocido, el derecho del pueblo a
la insurrección contra los gobernantes despóticos. En cambio, una proposición de
Sánchez Carrión, estableciendo lisa y llanamente el federalismo, fue desechada en la
sesión del 26 de noviembre de 1822.
Designaba como religión del Estado a la Católica, Apostólica y Romana, con exclusión
de cualquiera otra (art. 8°), a fin de que “convencida de la verdadera, procure
mantenerla, debiendo prestarle un respeto inviolable cualquiera que habiten en el
Estado”. Una adición presentada por el Padre del Oratorio, Méndez La Chica, de que
“nadie puede ser peruano si no profesa la Religión Católica”, no fue considerada. Creó
un Poder Electoral, ejercido por la Nación misma y que “es la única función del poder

41
nacional que se puede ejercitar sin delegar” (art. 30). La elección de diputados se haría
mediante los colegios electorales de parroquia y de provincias. La del Presidente de la
República, por el Congreso, basándose en que una elección de tanta trascendencia era
necesario realizarla con acierto, y que los pueblos suelen a veces equivocarse. Se
prohibió la reelección presidencial inmediata y se estableció la responsabilidad del
gobernante por los actos de su administración. El ejercicio de la Presidencia de la
República, nunca ser vitalicio ni menos hereditario.
Creó un Vicepresidente con las mismas calidades y requisitos que el Presidente de la
República y que administraría la Presidencia, por muerte, renuncia o destitución del
titular o por mandar este personalmente la fuerza armada. En efecto del Vicepresidente,
gobernaría el Presidente del Senado hasta la elección ordinaria del nuevo Presidente.
No existía relación legislativa de los ministros con el congreso. Consecuentes con esta
idea, privaron al Gobierno de toda injerencia inmediata o remota en las funciones
legislativas y en la actividad del Congreso: ni concurrencia de los miembros a los
debates ni iniciativa en las leyes, ni derecho a voto, ni la facultad de reglamentar las
leyes. El Ejecutivo era tan sólo un fiel ejecutor de la voluntad legislativa.
El clásico principio de Montesquieu de la división de los poderes les pareció un
“celestial invento”, aunque en realidad crearon el régimen del tipo convencional de
absoluta subordinación del Ejecutivo al Legislativo. El gobierno del Perú, decía el
artículo 28, está confiado a los tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judiciario, en que
quedan divididas las principales funciones del Poder Nacional y ninguno de los tres
poderes podrá ejercer jamás ninguna de las atribuciones de los otros. Crearon una
cámara única, a la que llamaron Congreso del Perú, compuesta por representantes
elegidos por las provincias (art. 51), renovándose por mitades cada dos años. Se
señalaba con minuciosidad sus principales funciones en 31 incisos (art. 60). Sólo los
representantes tenían iniciativa en las leyes (art. 61). El Ejecutivo carecía de esa
facultad, a fin de garantizar a los parlamentarios, a juicio de los contribuyentes, la plena
libertad de sus deliberaciones. Tampoco podía expedir reglamentos ni vetar las leyes.
Las simples observaciones del gobierno deberían formularse dentro del tercer día; las
transmitía al Senado, el que deliberaría sobre ellas en la preparación de las leyes se
reducía, a ser un “resorte destinado a madurar de modo mecánico las leyes”.
El Congreso elegía al Presidente entre los individuos propuestos por el Senado y
designaba Senadores entre los propuestos por las provincias. Si la acción del Poder
Ejecutivo era la de una sombra, ha dicho Basadre Grohmann: “La del Presidente de la
República era la sombra de una sombra”. Todas sus atribuciones estaban limitadas; no
tenía iniciativa en las leyes ni podía convocar al Congreso para que se reuniera en
legislatura. Los ministros deberían firmar todas las órdenes emanadas de sus respectivos
departamentos para ser válidas. En oposición a la Constitución de los Estados Unidos,
ha dicho el maestro Villarán, que “sin embargo, les había servido de derrotero y que
creó un Poder Ejecutivo fuerte y robusto”, los constituyentes de 1823 se preocuparon
ante todo de restringir la autoridad del gobierno, en debilitar y en sujetar el poder
presidencial y por natural reacción, robustecieron y exageraron la fuerza del Poder
Legislativo y la extensión de sus atribuciones. Bolívar, pasando al otro extremo,

42
hipertrofió el poder del presidente en su Constitución de 1826, convirtiéndolo en un
monarca sin corona. Vicios contrapuestos, ha agregado el doctor Villarán, condenaban
ambos sistemas. Una Constitución daba demasiado poder al gobierno, otra le privaba de
casi todo poder. Una preparaba Congresos impotentes, la otra los creaba absorbentes y
tiránicos.
La carta del 23 estableció un senado conservador que representaba a los departamentos.
Duraban sus miembros en el cargo12 años, renovándose por tercios cada cuatro años.
Sus atribuciones principales consistían en velar por la observancia de la Constitución y
de las leyes y por la buena conducta de los magistrados y ciudadano; proponer el
nombramiento de los empleados de la lista civil de la República; convocar al Congreso
a sesiones a falta de convocatoria del Ejecutivo, decretar si había lugar a la formación
de causa contra el ciudadano que ejerza el poder Ejecutivo, sus ministros o contra los
miembros del Tribunal Supremo, prestar su voto consultivo al Poder Ejecutivo en los
negocios graves del gobierno, especialmente para la declaratoria de guerra o la
negociación de la paz y “promover la civilización y conversión de los infieles en el
territorio nacional conforme al espíritu del Evangelio” (arts. 87 al 91). Sería este senado,
según una declaración del discurso preliminar, “un centinela perpetuo del Poder
Ejecutivo”.
El poder Judicial era independiente, los jueces inamovibles y de por vida, salvo
conducta escandalosa o ilegal. Establecía, el juzgamiento por jurados de las causas
criminales. Utopía que repetirán las Constituciones de 1826, 1828, 1834 y 1839 y el
Anteproyecto de 1920. Asimismo, creaba la Corte Suprema como Tribunal de Casación
para conocer, entre otros fines, “de los recursos de nulidad de las sentencias dadas en
última instancia por las Cortes Superiores para los solos efectos de reponer y devolver
(inciso 6° art. 100)”.
También habría Cortes Superiores en los departamentos y jueces de derecho en las
provincias. La justicia se administraría a nombre de la Nación. Sólo el abogado con seis
años de ejercicio podía ingresar a la magistratura por la escala inferior de juez. Estos
eran los únicos que podían ser promovidos a vocales de una Corte Superior y los de esta
categoría a vocales de la Suprema, o sea, el régimen de cooptación más cerrado. Abolía
las penas de confiscación, de infamia trascendental y las crueles y limitaba la aplicación
de la pena capital a los casos que exclusivamente la merecían. En los juicios civiles no
podía entablarse acción alguna sin haber agotado la vía conciliatoria ante los juzgados
de paz. Declaraba asimismo que nadie nacía esclavo en el Perú, ni podía entrar en esa
condición.
En lo relativo a la organización del régimen interior de la República, la dividía en
departamentos, provincias, distritos y parroquias, creándose respectivamente para su
gobierno político superior, a los prefectos, intendentes y gobernadores. Funcionarían, en
las capitales de departamento, Juntas Departamentales- institución calcada de la
Constitución de Cádiz de 1812- cuyos miembros deberían ser elegidos en la misma
forma que los diputados y quedaban establecidos como consejeros del prefecto,
debiendo éste pedirles su dictamen en los negocios graves. Supervigilaban asimismo a
las municipalidades, cuidaban de la instrucción pública y de la prosperidad del

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departamento y velaban por la buena inversión de los fondos públicos. Allí no
terminaban sus atribuciones, pues le correspondía una función semi electoral, ya que
presentaban al senado las ternas para los funcionarios políticos de las provincias y
distritos y remitían las listas de ciudadanos beneméritos para los empleos y los nombres
de tres ciudades elegibles como Presidentes de la República.
El llamado Poder Municipal, surgía de los colegios electorales de parroquia y tenía a su
cargo el cuidado del orden, de la institución de la beneficencia y salubridad y del ornato
y recreos locales, así como el “desarrollo de la agricultura y de las industrias”. Nadie
podía eximirse de los cargos municipales. Los alcaldes eran los jueces de paz natos de la
circunscripción.
La carta de 1823 contenía, además, disposiciones de orden reglamentario, impropias de
una Constitución; abolía los estancos, violenta reacción contra el sistema de la hacienda
colonial; creaba bancos de rescate; las contribuciones se repartían según reglas de
igualdad; las Fuerzas Armadas estaban integradas por el ejército de línea, la milicia
cívica y la guardia de policía, siendo el objeto de la milicia mantener la seguridad
pública, dentro de los límites de su provincia. El militar no era sino un ciudadano
armado en defensa de la República.
La Constitución confundía lamentablemente política, virtud y moralidad. Tiene un
constante sentido de moralización. Quiso fundar una República de Catones y de Marco
Aurelios. En oposición a Santo Tomás que creía que la ley es incapaz de evitar la
maldad y la corrupción humana, trata de hacer de cada ciudadano un ejemplo cívico
viviente. El propio Bolivar no fue ajeno al pensamiento de que la fuerza podía generar
la virtud y en su proyecto de Constitución de Angostura concibió un Poder Moral, un
Areópago (institución de orden democrático ateniense) que purificase lo que estaba
corrompido “debiendo corregir las costumbres con penas morales como las leyes
castigaban los delitos con penas aflictivas” (Discurso de Angostura).
Era, según la Constitución del 23, “indigno del nombre de peruano (art. 14) el que no
fuera religioso, el que no amara a la patria, el que no fuera justo y benéfico, el que
faltase al decoro nacional y el que no cumpliese con lo que se debía a sí mismo”. El
peruano que se dedicara al tráfico de esclavos perdía “los derechos de naturaleza”. La
fidelidad de la Constitución, la observancia de las leyes y el respeto a las autoridades
comprometían de tal manera la responsabilidad del peruano que cualquier violación lo
hacía delincuente. Se suspendía el ejercicio de la ciudadanía por ser deudor moroso al
Tesoro Público, por no tener forma de vivir conocida, los casados que sin causa
abandonaran a sus esposas o que notoriamente faltasen a sus obligaciones de familia y
los que por ser jugadores, ebrios o truhanes, ofendieran la moral pública. Entre las
atribuciones del Congreso Nacional estaba la de instituir fiestas nacionales para
mantener la unión cívica, avivar el patriotismo y perpetuar la memoria de los sucesos
más célebres de la vida nacional. “De allí, al caldo de gallina de Enrique IV, a la
República de Platón y al Paraíso sólo había un paso”, ha dicho risueñamente Raúl
Porras.

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Fueron generosos en la concesión del voto. Se otorgó a los peruanos casados o mayores
de veinticinco años que tuvieran una propiedad o ejercieran alguna profesión o arte, se
ocuparan de alguna industria, sin sujeción a otro en clave de sirviente o jornalero. El
requisito de saber leer y escribir sería exigido a partir del año 1840. El voto sería
secreto.
La Constitución de 1826:
La Constitución del 26 rigió en el Perú solamente desde el 9 de diciembre de 1826; al
27 de enero de 1827. Por ironía del destino, la Constitución Vitalicia, cuyo título parecía
asegurarle vida eterna, fue de todas, las peruanas la que con sus siete semanas de
vigencia tuvo la más corta duración y la muerte temprana.
Por otro lado “el propio Bolivar comprendía, con su intuición de genio, que los pueblos
recién emancipados no estaban maduros ni aptos para la democracia total, para el
parlamentarismo y para el self goverment.” Bolívar, en 1826, desengañado de las
utopías y de los extremismos, intenta una fórmula que conciliase la libertad y el derecho
con la paz interna y la estabilidad social y que por igual “se apartase de las anarquías
demagógicas y de las tiranías monócratas”. “La excelencia de un gobierno, había dicho
en Angostura, no está en su teoría, sino en ser apropiado, a la naturaleza y al carácter de
la nación para la que se instruye”. (PAREJA PAZ SOLDÁN, 1979).
Donde la base popular del gobierno fue, la esencia de la filosofía política del libertador.
Y en la cual según refiere Pareja Paz Soldán: “Basadre ha observado que el intento de
Bolivar no fue ni la república federativa con un presidente vitalicio y que si en
Angostura, en 1819, estuvo influenciado por ideas inglesas, en el Perú de 1826 lo fue
por las ideas napoleónicas de la época consular”.
El contenido de la Constitución de 1826.- La Constitución Vitalicia reconocía cuatro
Poderes: el Electoral, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. El Electoral lo ejercían
inmediatamente los ciudadanos. Se componía de un delegado por cada cien electores,
sobre la base provincial. Para ser ciudadano se requería tener la nacionalidad peruana,
saber leer y escribir, tener un empleo o industria o profesar alguna ciencia o arte. No es
difícil señalar, destaca Víctor Andrés Belaunde, las fuentes que inspiraron a Bolivar la
organización de su Poder Electoral. Ellas fueron las Constituciones de los años VIII y
X, la de Cádiz de 1812 y la Peruana de 1823.
Los Colegios Electorales, “extraña fusión de una oligarquía con las apariencias de una
elección popular”, al igual que en el Consulado Napoleónico, duraban cuatro años y se
reunían anualmente, formando asambleas con tareas diversas y heterogéneas, de
naturaleza más de política federal, que de unidades locales-administrativas. Entre sus
atribuciones, que eran amplísimas , estaban las de nombrar por primera vez a los que
debían constituir las cámaras, elegir o proponer en ternas a los que debían renovarlas,
escoger candidatos para las prefecturas, gobiernos de provincias y de distritos, alcaldes,
miembros de las cortes superiores, jueces de primera instancia o de paz, empleados
públicos, curas y vicarios; calificar a los ciudadanos y ejercer el derecho de petición y
de queja por los agravios o injusticias de las autoridades, facultad esta última que
también se reconocía a las diputaciones provinciales en la Constituciones de Cádiz. Los

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colegios Electorales se componían de electores nombrados por los ciudadanos en
ejercicio, uno por cada cien, con carácter provincial.
El Poder Legislativo emanaba directamente de los Colegios Electorales y a semejanza
de la Constitución Napoleónica, residía en tres cámaras: tribunos, senadores y censores,
con 24 miembros cada una, durante los primeros veinte años. Los tribunos debían durar
cuatro años, los senadores ocho y los Censores eran vitalicios, exigiéndose
respectivamente la edad de veinticinco, treinta y cinco y cuarenta años. Los electores no
elegían, sino proponían los candidatos para las posteriores renovaciones, escogiendo las
cámaras según un sistema parecido al imaginado por Sieyes para la Constitución
Consular. “Con deliberada parsimonia de graduaba, pues, la función del voto”.
La Cámara de los censores era una reminiscencia de ese Poder Moral que había
propuesto Bolivar al Congreso de Angostura de 1819. Acusaba a los altos funcionarios,
iniciaba las leyes sobre la imprenta, enseñanza, artes y ciencias. Revisaba las leyes
aprobadas en el senado. Dirimía los desacuerdos legislativos entre el senado y el
tribunado. Las fuerzas políticas del senado y de los censores preponderaban sobre la
corriente popular encamada en los tribunos. Los primeros tenían afinidades naturales. El
censor vitalicio armonizaba con el senador, elegido por ocho años y aportaba al acuerdo
su tendencia conservadora, ligada a cierto orden de intereses sociales. La organización
legislativa estaba calculada para dar la supremacía a los elementos representativos de la
tradición y del orden.
Las cámaras tenían atribuciones generales y también propias. Las primeras se referían al
nombramiento del presidente la primera vez y confirmar, posteriormente, a sus
sucesores; aprobar el nombramiento de Vicepresidente; la designación de las personas
entre los propuestos por los cuerpos electorales, de los miembros del Poder Legislativo
y efectuar el juicio nacional del Vicepresidente, Secretarios de Estado y miembros de la
Cámara por violaciones constitucionales o delitos políticos.
Respecto a las funciones de las cámaras, están aquí reunidas según las propias palabras
de Bolívar; “La primera cámara es la de los Tribunos y goza de la atribución de iniciar
las leyes relativas a la hacienda, paz y guerra. Ella tiene la inspección inmediata de los
ramos que le Ejecutivo administra con menor intervención del Legislativo. Los
Senadores, forman los Códigos y los Reglamentos Eclesiásticos y velan sobre los
Tribunales y el culto. Toca al Senador escoger los Prefectos, los Jueces de Distrito,
Gobernadores, Corregidores y todos los subalternos del departamento de Justicia.
Propone a la Cámara de censores los miembros del Tribunal Supremo, los arzobispos,
obispos, dignidades y canónigos. Del resorte del senado es cuanto pertenece a la
religión y a las leyes. Los censores ejercen una potestad política y moral que tiene
alguna semejanza con la del Areópago de Atenas y los Censores de Roma. Serán ellos
los fiscales contra el Gobierno para velar si la Constitución y los tratados públicos se
observan con religión. He puesto bajo su cuidado el juicio nacional que debe decidir de
la mala o buena administración del ejecutivo”. Tenían, además, como función decretar
honores y recompensas y condenar al “eterno oprobio a los usurpadores de la autoridad
pública y a los grandes traidores”.

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Sintetizando: Se puede decir que el tribunado tenía las atribuciones tradicionales del
parlamento en materia política y financiera, el senado la legislación civil y eclesiástica y
los altos nombramientos y los censos la instrucción y la moralidad pública.
El ejercicio del Poder Ejecutivo residía en un presidente vitalicio e inviolable, aunque se
atemperaba el carácter “vitalicio” con la declaración que “no podía ser patrimonio de
ninguna persona o familia”. Comprendía asimismo un vicepresidente y cuatro
secretarios de estado. El presidente era irresponsable por los actos de su administración.
Designaba, con aprobación del Congreso, al vicepresidente que sería su sucesor
obligado y al que también podía hacer renunciar. La libertad del congreso para
desaprobar el nombramiento se hallaba restringido, pues si el primer nominado era
desecho por la mayoría del cuerpo legislativo, el presidente presentaría un segundo
candidato; y si este fuese rechazado, entonces las cámaras elegirían a pluralidad, en el
término de veinticuatro horas, precisamente uno de los tres candidatos propuestos por el
presidente.
Pareja Paz Soldán, comenta que “es perceptible la similitud del plan bolivariano con el
de la constitución francesa del año VII, modificada el año X, que creó el Consulado
Vitalicio de Bonaparte. El Poder Ejecutivo pertenecía al Primer Cónsul; sus dos colegas,
el Segundo y el Tercer Cónsul, solo tenían voz consultiva y eran nombrados por el
Senado, a propuesta del Primer Cónsul. Si su primer candidato no era nombrado,
presentaba un segundo, si tampoco era aceptado, presentaba un tercero, que debía ser
necesariamente nombrado. Le correspondía también al Primer Cónsul el derecho de
nombrar sucesor para después de su muerte, en la misma forma que acaba de indicarse
para la designación de los Cónsules”.
En el ordenamiento establecido por la Constitución Vitalicia, el vicepresidente no era
simplemente una figura pasiva que se conservaba para reemplazar de inmediato al jefe
de estado, sino que, tenia funciones efectivas y estaba asociado a la labor presidencial.
Era el Primer Ministro o jefe del Ministerio y como tal compartía la responsabilidad
ministerial. Los cuatro secretarios de estado se hallaban bajo sus órdenes. Era un
servidor del presidente sometido a su voluntad. El presidente “por sí solo” podía
separarlo, siempre que lo estimara conveniente. En este ministro supremo, alter ego del
presidente, hay algo de la concepción bismarkiana dec alemán; ha observado el Dr.
Villarán.
En lo relativo a la organización del poder Judicial, Bolivar se apartó del sistema
norteamericano de elección popular y creó un Poder Judicial independiente, los colegios
electorales provinciales formarían las ternas para los magistrados y los jueces, los
titulares serían designados por el senado. Los colegios electorales tenían también
intervención en la reforma de la Constitución, la que no podía ser suspendida. Los
requisitos para ser ciudadanos eran los de la residencia en la Nación, saber leer y
escribir, ser casado o mayor de 25 años, y tener medios de vida, o sea, conocimiento y
honestidad. Excluía de ella a los domésticos y servidores manuales. Abolía el gobierno
municipal y sus funciones específicas se atribuían a las autoridades políticas, a los
prefectos, al igual que en el régimen napoleónico (supresión que Belaunde considera

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como el mayor defecto de esta Carta), creaba un régimen absoluto y rígido de severo
centralismo.
La Constitución de 1834:
La vida política entre los años 1828-1934, había sido extraordinariamente agitada y
trágica: guerra con Colombia, deposición de la Mar, elección de Gamarra y La Fuente
como Presidente y Vicepresidentes respectivamente; motín de Escobedo en el Cusco
(quién organizó un movimiento para establecer el régimen federal sobre la base de una
Confederación de Repúblicas); prisión de Castilla y fusilamiento de Rosell, justificando
ésta el ministro de Gobierno; Vidaurre, con su temeraria afirmación “Callarán las leyes
para mantener las leyes”; rivalidades y desconfianza entre Gamarra y la Fuente, que
concluyeron con la deposición de éste por el Prefecto Eléspuru; conflicto con Bolivia y
recíprocas intenciones de Gamarra y Santa Cruz de intervenir en el país vecino; reunión
del Congreso de 1832, que declaró piratas a los buques que llevaran desterrados sin
autorización del Congreso y donde Vigil pronunció su famosa oración del “Yo acuso”;
sublevación de Salaverry en Chachapoyas; de los Capitanes Deústua y Flores en
Ayacucho, todo los cual revelaba una creciente oposición y descontento contra el
gobierno despótico y arbitrario de Gamarra, que no sólo se demostraba en los motines,
sino también en los numerosos órganos periodísticos contrarios y en la multitud de
publicaciones epigramáticas.
-Reunión de la Convención.- Las elecciones para diputados de la Convención Nacional
se realizaron en la época fijada por la ley de 17 de diciembre de 1832. Paz Soldán, en su
Historia del Perú Independiente, refiere que el gobierno extremó las medidas de
coacción para combatir las candidaturas de sus adversarios pero, a pesar de la
escandalosa y desenmascarada intervención oficial en casi toda la República, triunfaron
los candidatos de la oposición.
Por su parte, con fecha 16 de marzo de 1833, el Gobierno convocaba a Congreso
Extraordinario, sin perjuicio de la reunión de la Convención. El objetivo principal de
esa legislatura especial era la apertura de las actas electorales y la proclamación de los
electos. Nueve días después, el 25 de marzo, convocaba a elecciones de Presidente y
Vicepresidente, debiéndose remitir las actas al Congreso Extraordinario.
Esta asamblea no llegó a tener el número de representantes suficiente, puesto que estos
estaban interesados en presentar sus candidaturas para la Convención. Desde el mes de
agosto se vio claro que no sería posible su realización. En tanto, desde principios de
julio-exactamente el día 2- comenzaron a reunirse en juntas preparatorias los Diputados
a la Convención y eligieron presidente y secretario provisorios, a Francisco de Paula
Gonzales Vigil y José Luis Gomez Sánchez, respectivamente. Pero hasta setiembre no
se completó el quórum reglamentario.
La instalación oficial de la Convención tuvo lugar el 12 de setiembre de 1833, en la
antigua capilla de la Universidad Mayor de San Marcos, concurriendo 70 diputados y a
sus sesiones se prolongaron hasta el 11 de agosto de 1834. El encargado de Poder
Ejecutivo, Camporredondo, asistió a su inauguración. Gamarra no pudo hacerlo, pues
había marchado a debelar una rebelión en Ayacucho. En aquella ocasión Vigil, en su

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calidad de Presidente, leyó un discurso sobre “el carácter perfectible de la obra de los
legisladores del 28, la falta de estorbos para las reformas institucionales entre nosotros,
el adelanto político, a pesar de los trastornos- un pueblo que comienza no puede estar
cansado de libertad- y los augurios favorables que acompañaban a la Convención al
inaugurarse sus tareas codificadoras”.
Para los incautos liberales, la inauguración de la Asamblea debía traer la solución de los
problemas y dificultades políticas e institucionales del país, frente a los males y abusos
del Gobierno de Gamarra. La actitud de éste en cambio, fue de vigilancia y de recelo.
La Convención de 1833-34, fue la primera Asamblea liberal que estuvo en pugna
abierta con el Ejecutivo. La de 1822 fue rápidamente influida por el militarismo
naciente con el motín de Balconcillo y luego enloquecida, se entregó al caudillaje de
Bolívar. La de 1828contó con dos factores favorables para su tranquila existencia: la
relación estrecha de su líder, Luna Pizarro, con el gobierno de La Mar, y el carácter con
un Gobierno que había depuesto aun vicepresidente, deportado al Presidente del
Senado, que constitucionalmente era el llamado a reemplazarlo; perseguido a un ex
Vicepresidente, fusilado a varios editores: Gobierno fuerte por el apoyo del Ejército, por
los consejos de un cenáculo autorista, con tendencias innatas que le engreimiento en el
uso del poder y el temor al castigo y a la sanción podían llegar a extremos inauditos.
En su segunda sesión, realizada el 18 de setiembre, la Convención eligió la Comisión
encargada de preparar el proyecto de Constitución. Estuvo constituida por ocho
miembros, uno por cada departamento y la integraron Tomás Diéguez, José Freyre,
Rafael Ramírez de Arellano, José Modesto Vega, José Luis Gomez Sánchez, Juan
Ignacio García, Juan B. Mejía y Mariano Escobedo. La comisión trabajaba con lentitud.
El debate constitucional estaba en realidad empantanada. “La Verdad”, órgano del
Gobierno, llegó a decir que “aquella no era un cuerpo legislativo ni un Congreso: no
vota contribuciones, no sanciona leyes; en fin, no es más que una academia científica
erigida para discutir las enmiendas de que pueda ser susceptible el pacto fundamental
del Perú”.
Solo cuando en octubre se incorpora Luna Pizarro como diputado por Arequipa, “el
técnico de las Asambleas liberales” y participa en la Convención, sale ésta del marasmo
y le imprime rumbo y sentido de la acción. Távara cuenta en su “Historia de los
Partidos”, que su ingreso a la Asamblea significó “jefe, unidad y consistencia”.
Luna Pizarro, autor de la Constitución de 1828, tenían ya listo un proyecto de reforma
que fue aceptado casi sin variaciones por los demás miembros de la Comisión,
presentándolo así al plenario el 28 de noviembre. La Cámara empezó a discutirlo el 9 de
diciembre.
Uno de los pocos puntos en que hubo debate y solo por razones políticas fue el relativo
a la organización del Senado. Los diputados gobiernistas, no como un afán doctrinario
sino con el propósito de dividir la Asamblea, pidieron que se anulara la separación
permanente entre senadores y diputados, por considerarla antidemocrática. Si eran
rechazados esos artículos, dice Basadre G. en su “Iniciación de la República”, se
suponía que quedaba rechazado todo el proyecto y para la presentación de otro nuevo

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había el obstáculo del tiempo. Apelaron los liberales, cuenta también este historiador, al
expediente de hacer retirar de la sala de sesiones, con espaciosos pretextos, a tres
gobiernistas moderados para poner en votación dicho artículo y aprobarlo por ínfima
minoría.
Realizado el Pronunciamiento de Bermúdez, se presentaron al local del Congreso, la
mañana del 4 de enero de 1834, dos compañías del batallón Piquiza, intentando
disolverlo y aprehender a su presidente Luna Pizarro y a los representantes Vigil,
Mariátegui y Zavala, entre otros. El gobierno de Bermúdez expidió orden de destierro
contra los convencionales y convocó al mismo tiempo a los representantes del Congreso
que debieron reunirse en 1832. Muchos de los asambleístas se retiraron al Callao, donde
se había refugiado Orbegoso, lugar donde sesionaron.
Producida la reacción del pueblo le Lima, el 28 de enero, y obligados Gamarra y
Bermúdez a marchar a la sierra, los representantes regresaron a la capital, reiniciando
sus sesiones el 13 de febrero. El día 18 dictó la Convención la ley que investía al
Presidente provisorio de facultades extraordinarias para debelar la revolución. En uso de
ella él General Orbegoso delegó el gobierno a Salazar y Baquijano, con el título de
Supremo Delegado, y se puso en marcha en busca del enemigo, que estaba en Jauja.
La constitución se promulgó y juró el 10 de junio de 1834. El 11 de agosto siguiente la
Convención clausuraba sus sesiones.
La Constitución de 1834 reproduce casi literalmente la Constitución de 1828. Las
diferencias que hay, son de detalle y los artículos modificados, como hemos dicho, no
llegaron a veinte. Quizá la más importante de las reformas fue la supresión de la
prohibición que contenía la Carta anterior de federase con otro Estado. “La Nación no
admitirá con otro Estado unión o federación que se oponga a su independencia”, decía
la Constitución de 1828. De haberse mantenido dicha disposición, no se habría podido
realizar la Confederación Perú-Boliviana.
Bolívar había sido partidario de la federación. Consideraba que las dos naciones no
deberían vivir separadas. Las instrucciones del canciller Pando a nuestro primer
plenipotenciario en la República recién creada, Ortiz de Cevallos, trataban de la fusión
del Perú-Bolivia en una sola República, “una e indivisible”. El Partido Liberal que
dominó la Asamblea del 28, insertó el párrafo transcurrido para cerrar presuntas
tentativas de unión, pero cuando Luna Pizarro llegó a Arequipa, en octubre del 34, para
incorporarse a la Convención, estaba convencido de la bondad, necesidad e
inaplazabilidad de la unión y venía preparado para someter su plan a la Asamblea en la
primera oportunidad.
Los asambleístas suprimieron las Juntas Departamentales. El funcionamiento de éstas
había coincidido con un periodo de extrema penuria fiscal, de incesantes revoluciones y
de despotismo militar. Ellas además, se inmiscuyeron en la política. Estaban muy
desacreditadas y sin tratar de diferenciar las causas que habían cooperado a ese
descrédito, las confundieron con el principio mismo y suprimieron la descentralización.

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La constitución de 1834 reaccionó contra la prodigalidad en que se había incurrido en
otorgar la nacionalidad peruana a los extranjeros. Había, además, una mayor conciencia
nacional. La limitó a los nacidos en territorio nacional o en el extranjero de padre o
madre peruana y a los extranjeros que hubieron servido en el territorio de la República o
que, casándose con peruana, ejercían algún arte o industria y tengan una residencia de
dos años.
Sobre el sufragio conservó el sistema de elección indirecta. Negó el derecho a voto a los
soldados, cabos y sargentos, excluyó a los sirvientes, domésticos y mendigos, pero si
comprendió a los analfabetos.
Aumentó en cinco el número de los senadores por cada departamento. Su elección no se
haría por las juntas Departamentales, ya suprimidas. Se dispuso que las listas formadas
por los colegios pasarían al senado, “el que haría el escrutinio o elegiría en la forma
prescita por la ley”. Se redujo de seis a cuatro años el mandato de los senadores y tanto
éstos como los diputados se renovarían por mitades cada dos años. En cuanto a las
legislaturas extraordinarias, las constituciones de 1834 y de 1939, dispusieron que el
Congreso sólo podía ocuparse del objeto de su convocatoria, disposición que
desapareció en la Carta del 56.
La Constitución de 1834 tiene una inclinación marcada para establecer, en vista de la
inmediata experiencia del Gobierno de Gamarra, nuevas restricciones a los poderes del
Presidente de la República. Se privó al Gobierno de la intervención que le daba la Carta
anterior en la formación de las leyes en los casos de discordia entre la Cámara de
Diputados y el Senado. Para observar las leyes vetadas, la insistencia por una mayoría
usual en ambas Cámaras, suprimiéndose el requisito de una mayoría de los dos tercios
en la Cámara de origen que exigía la anterior Constitución. El derecho del Presidente de
convocar a Congreso Extraordinario quedó modificado, subordinado su ejercicio al
acuerdo del Consejo de Estado. Se le privó de participación en los nombramientos de
Vocales de la Corte Suprema y de las Superiores y en los de Jueces de Primera
Instancia. Solo se le concedió facultad para nombrar Fiscales.
Se mantuvo la misma forma de elección del Jefe del Ejecutivo establecida en el Pacto
del 28. La duración del cargo era idéntica, pero, apartándose de ese documento,
prohibió la reelección inmediata, ya que sólo podría ser reelegido después de un periodo
semejante. Suprimió el cargo de Vicepresidente. En los casos de vacante o de
suspensión de la Presidencia de la República, asumía el cargo el Presidente del Consejo
de Estado. También lo asumía para evitar en lo sucesivo los problemas que había
suscitado la sucesión de Gamarra, cuando no se produjeran o realizaran oportunamente
las elecciones. En todos esos casos, el Presidente del Consejo de Estado debía convocar
a elecciones durante los primeros diez días de asumir el Poder.
El Consejo de Estado se componía de dos consejeros por cada departamento, elegidos
por el Congreso dentro o fuera de su seno, debiendo reunir los candidatos los mismos
requisitos que los Senadores. Sus atribuciones, con pequeña diferencia, eran las mismas
que las señaladas en la Carta de 1828. Pero el propósito de moderar el poder
presidencial se descubre también, ha notado el Dr. Villarán, en la reforma de la

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Presidencia del Consejo. Esta no la ejercería el Vicepresidente de la República, como
antes se había señalado, sino uno de los consejeros, elegido anualmente por el
Congreso, o sea, que había ya de antemano una persona designaba previamente por el
Parlamento, para asumir la Presidencia de la República en caso de vacante o muerte.
El Poder Judicial estaba organizado del mismo modo que en 1828, pero variaba la
forma de expedirse los nombramientos. Corresponde a la Cámara de Diputados la
elección de los Jueces de Primera Instancia, entre una lista de seis candidatos, formada
por los colegios electorales de provincia. Estas debían seleccionarse de otra de doce,
hecha por la respectiva Corte Superior. Para llenar las vacantes en las Cortes Superiores,
las demás de la república de igual categoría, redactaban una lista de Jueces, Relatores y
Agentes Fiscales de su distrito. El colegio electoral respectivo la reducía a otra de tres
personas que elevaba al Senado. Este cuerpo elegía al titular. Por lo que hace a la Corte
Suprema, se componía de un Vocal por cada departamento que diera Senadores y
Consejeros de Estado. En caso de vacante, los colegios electorales de departamento
confeccionaban una lista de tres nombres, de los cuales las cámaras, reunidas en
Congreso, escogían uno. El nombramiento de los Fiscales de la Corte Suprema o de las
Superiores lo hacia el Presidente de la República; dentro de las propuestas que
formulaban los respectivos Vocales. La Carta de 1828, hablaba de la inamovilidad del
Poder Judicial. La del 34 se limitaba a declarar que la duración en el cargo dependía del
buen comportamiento de sus miembros, los que no podían ser separados, sino por
sentencia legal.
Para los cargos de Prefectos y Subprefectos, los colegios electorales respectivos
presentarían una lista de seis individuos, entre los que escogería el Presidente de la
República.
La Constitución de 1834, revela claramente las huellas de las luchas inmediatas contra
el despotismo militar encarnado por Gamarra y Bermúdez y el cansancio de la
oligarquía castrense que había gobernado. Villarán ha dicho que la nota predominante
en ese documento es su sentido antimilitarista. Para evitar el exceso de fuerzas militares
y la superabundancia de Jefes y Oficiales, dispuso que no diese más grados militares
que los de las vacantes de plazas efectivas en los cuerpos permanentes de la fuerza
pública y los que se decretasen por acciones distinguidas en el campo de la batalla. El
congreso designaría cada año, las fuerzas de mar y tierra. El Ministro de Guerra
presentaría anualmente al Parlamento un estado de la fuerza pública, con expresión del
número de Generales, Jefes, Oficiales y tropas. El nombramiento de Generales,
Coroneles y Capitanes de Navío, que correspondía con anterioridad al Presidente de la
República con aprobación del Senado, se trasladó al Congreso, en vista de las
propuestas documentadas del Ejecutivo. Se estableció el habeas corpus, “la declaración
de que ningún peruano podía ser expatriado sin previa condena judicial”.
Anteriormente el Ejecutivo podía usar la Guardia Nacional en cualquier provincia de
departamento. En adelante se prohibió que saliera de los límites de su respectiva
provincia, salvo caso de sedición en las provincias inmediatas y de invasión extranjera.
Se creó un Consejo Supremo de Guerra cuyos miembros eran elegidos por el Congreso.
Se declaró que las ordenanzas militares solo valían en cuanto “no fueran contrarias a la

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Constitución y a las leyes”. Prohibió los reclutamientos forzosos y estableció que en
tiempos de guerra sólo podían ser ordenados esos actos por la autoridad civil en la
forma que resolviera el Congreso. Declaró, asimismo, que no había otros medios
legítimos para obtener el mando supremo de la república que los designados
constitucionalmente, estableciendo la pérdida de los derechos civiles del usurpador del
poder y la nulidad de sus actos.
El Consejo de Estado de la República, presentó oportunamente un Mensaje a la
Convención Nacional, exponiendo sus puntos de vista la reforma constitucional,
documento que hemos tenido oportunidad de revisar en la Biblioteca Nacional de Lima,
algunos días antes del lamentable siniestro que la redujo a cenizas. “Llamada la
Convención a revisar y reformar la Carta que fijó los derechos del ciudadano y los
deberes del Magistrado, ella va a derramar en la República todo un nuevo bálsamo de
vida que al paso que promueva su actividad y energía consolide también su bienestar”.
La Convención tendrá, sin duda, defectos que corregir en ella; pero hallará al mismo
tiempo una sana política y principios luminosos capaces de formar la ventura de un
pueblo libre y que hacer honor a la sabiduría del Congreso que la sancionó.
Un resumen de las observaciones y renovaciones surgidas en el mencionado mensaje es
el siguiente:
Consideraba que la Constitución del 28 prodigaba el derecho de ciudadano y “no
conviene franquear el paso con tanta facilidad a los extranjeros”. Juzgaba engorroso
reunir a los colegios electorales de provincia, por su lejanía y por la falta de vías de
comunicación. Por eso la elección de los Diputados debería correr sólo a cargo de los
colegios electorales de parroquia, para simplificar la fórmula y ahorrar tiempo. Adelanto
al voto popular, al proponer que “los ciudadanos concurrían a la elección con más o
menos votos según la ley, ya que nada más justo y conveniente que los su-fragantes
parroquiales tengan más o menos votos en las elecciones en proporción de la
contribución que paguen o en el empleo, grado o dignidad que obtengan y así la
elección será más aproximada al cierto”.
Pedía que se limitara la acusación del Presidente de la República al delito de traición a
la Patria y a los demás, cuando cesaran en el gobierno. Sugería que el quórum para
iniciar las sesiones anuales del Congreso fueran únicamente de la pluralidad absoluta y
no de los dos tercios, como requería la Constitución a reformarse, “ya que la experiencia
ha demostrado que en otras legislaturas, qué difícil es llegar a ese número”. A su juicio,
la Corte Suprema debería tener legislativa en asuntos judiciales. Objetaba la reelección
inmediata del Presidente de la República. Propiciaba que la Corte Suprema actuara
como Tribunal en los asuntos contenciosos administrativos y en el despojos hechos por
el Ejecutivo para el efecto de la restitución.
Las constituciones deben tener estabilidad y continuidad para ser respetadas. Por eso
recomendaba que a lo menos durante 21 años consecutivos o sea, el tiempo en que
llegara a la vida pública del país una nueva generación debiera mantenerse, sin
variantes, la Constitución que se dictaba.

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V.ETAPA CONTEMPORANEA

PODER JUDICIAL

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El Poder Judicial, junto con el Legislativo y el Ejecutivo, es uno de los tres poderes
clásicos del Estado liberal moderno. Desde el inicio de la era republicana, ha existido en
el Perú un Poder Judicial concebido como independiente de los otros poderes del
Estado, al que se encomienda la potestad jurisdiccional. Así lo consagró la primera
Constitución peruana, la de 1823 (artículos 95 y siguientes), y ha sido reiterado por las
posteriores cartas fundamentales del país. En el marco del Estado constitucional y
democrático de Derecho, el Poder Judicial desempeña un papel de gran importancia, ya
que su concurso asegura la efectividad de los derechos de las personas, así como el
control del ejercicio del poder. Mediante la solución de los conflictos o litigios, en
aplicación de la Constitución y la ley, los jueces y tribunales ordinarios tienen la misión
de garantizar la convivencia civilizada y la paz social. De allí la necesidad de que jueces
y tribunales estén dotados de independencia e imparcialidad, para no doblegarse ante
presiones externas ni internas de ningún tipo (políticas, económicas, sociales, etcétera),
ni favorecer ni perjudicar de manera indebida a ninguna de las partes de los litigios por
razones inválidas o ilegales. El ejercicio de la potestad jurisdiccional –o potestad de
“administrar justicia”, como la llama la actual Constitución peruana (artículo 138,
párrafo 1)– comprende al menos los siguientes actos:
1. La tutela de los derechos fundamentales.
2. La tutela de los derechos ordinarios e intereses legítimos.
3. La sanción de los delitos.
4. El control de la legalidad de la actuación de las autoridades administrativas.
5. El control de la constitucionalidad y la legalidad del ejercicio de la potestad
reglamentaria.
6. El control difuso de la constitucionalidad de las leyes y normas con rango de ley.
Para el cumplimiento de sus tareas, el Poder Judicial se organiza en un cuerpo
jerárquico y se rige por los principios de unidad y exclusividad. La existencia de
jerarquía no significa que quienes ocupan los peldaños superiores de la escala judicial
puedan dar órdenes a quienes están en posición “inferior” (éstos no son sus
subordinados), ya que ello importaría una vulneración de la independencia que debe
caracterizar a todo juez y tribunal, cualquiera sea su grado. El criterio jerárquico se
justifica únicamente en razón de permitir la revisión de las decisiones jurisdiccionales
por órganos distintos (normalmente colegiados), como una garantía básica de los sujetos
del litigio.
Por otra parte, el Poder Judicial conforma una entidad “unitaria”, ya que el principio de
igualdad ante la ley exige que todas las personas estén sometidas a los mismos
tribunales –entiéndase tribunales de una misma naturaleza–, sin que sea posible la
existencia de
fueros especiales o de privilegio en razón de características personales o sociales. No
obstante, conforme a la misma Constitución vigente, subsiste aún el Fuero Privativo
Militar, encargado principalmente de sancionar los denominados “delitos de función” en

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que incurran los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional (artículos
139.1, 141 y 173, Constitución).
Desde luego, la unidad jurisdiccional no quiere decir que la ley esté impedida de
establecer la especialización de los juzgados y tribunales, por razón de la materia, en
distintos órdenes judiciales (civil, penal, laboral, de familia, etcétera), ya que la
exigencia es que sean juzgados y tribunales integrados en el Poder Judicial, y en ese
sentido provistos del mismo estatuto o régimen legal, los que ejerzan la potestad
jurisdiccional. Y es que, en definitiva, el fundamento del propio principio de unidad es
que todos los órganos jurisdiccionales deben estar dotados de idénticas garantías
(independencia, motivación de las decisiones, publicidad del juicio y del fallo, etcétera).
En realidad, cuando se reconoce el principio de unidad jurisdiccional como la base de la
organización y funcionamiento de la administración de justicia no se ataca la posibilidad
de crear órganos judiciales diferenciados por la competencia, lo que es plenamente
admisible. Lo que se procura evitar es, más bien, la existencia de tribunales no
independientes, sometidos por el poder político mediante la alteración del estatuto legal
de los magistrados, situación recurrente, en nuestro país y en otras latitudes, en un
pasado no tan lejano.
Así, el principio de unidad jurisdiccional conlleva que todos los jueces han de sujetarse
a un estatuto orgánico único, el que será de tal naturaleza y características que garantice
la independencia. En última instancia, entonces, el principio de unidad jurisdiccional ha
de entenderse como una garantía de la independencia judicial, lo que acarrea los
siguientes rasgos comunes a toda la judicatura ordinaria: (i) estatuto personal único, (ii)
jueces técnicos (letrados) y de carrera, (iii) formación de un cuerpo único (el Poder
Judicial) y (iv) sujeción a los órganos de gobierno del Poder Judicial.
Por último, vale la pena explicitar que el principio de unidad jurisdiccional también
determina que no sea posible, en el marco del proceso de descentralización regulado
constitucionalmente, la creación de juzgados y tribunales distintos y separados del
Poder Judicial a nivel regional o local. En otras palabras, la autonomía de los gobiernos
regionales y locales, consagrada por la Carta Política (artículos 191 y 194, Constitución,
según la Ley 27680, de reforma constitucional, publicada el 7 de marzo del 2002), no
les autoriza a crear o tener organizaciones jurisdiccionales propias.
En cuanto al principio de “exclusividad”, éste deriva del anteriormente comentado
principio de unidad jurisdiccional, en la medida en que supone la prohibición, contenida
en la propia Carta Fundamental, de que se atribuya potestad jurisdiccional a órganos que
no formen parte del Poder Judicial. En este sentido positivo, el principio de exclusividad
es el resultado de la confluencia del principio de separación de poderes (artículo 43,
párrafo 3, Constitución) y del derecho a la tutela judicial efectiva (artículo 139.3,
párrafo 1, Constitución). En sentido negativo, que es el sentido propio, la exclusividad
judicial significa que los jueces y tribunales ordinarios no pueden ejercer nada más que
la potestad jurisdiccional, quedando así excluidos de otras funciones y cometidos
públicos.

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Por cierto, el principio de exclusividad no es absoluto, sino que admite determinadas
excepciones. En sentido positivo, la más obvia es la del Tribunal Constitucional, que es,
indudablemente, un órgano jurisdiccional, pese a no estar integrado al Poder Judicial.
Empero, debe indicarse que, además del Tribunal Constitucional, otros órganos o
sujetos también han sido dotados de jurisdicción por el Texto Fundamental. Es el caso,
al menos, del Jurado Nacional de Elecciones (artículo 178.4, Constitución) y de las
comunidades campesinas y nativas (artículo 149, Constitución). En sentido negativo, la
propia Constitución admite que los jueces se dediquen también a la enseñanza y a “otras
tareas expresamente previstas por la ley” (artículo 146, párrafo 2).
Pero no sólo interesan los principios orgánicos de jerarquía, unidad y exclusividad, sino
también los principios funcionales conforme a los cuales el Poder Judicial despliega su
labor principal. A este respecto, conviene poner de relieve, ante todo, que la actividad
jurisdiccional se desarrolla en el marco de un proceso, lo que implica la existencia de
una controversia entre dos o más partes sobre la aplicación del Derecho a un caso
determinado, así como que éstas cuenten con la oportunidad de esgrimir y probar sus
argumentos a lo largo de una sucesión ordenada de actos, bajo la dirección y decisión
final de un tercero ajeno a los litigantes, que actúa investido de autoridad.
Para que esté dotado de validez jurídica, el proceso en el cual se ejerce la potestad
jurisdiccional debe cumplir un conjunto de “garantías mínimas” comúnmente conocidas
como “debido proceso legal”, las mismas que han sido formuladas en el ámbito del
Derecho Penal, pero que se extienden igualmente a otros órdenes judiciales (civil,
laboral, fiscal, etcétera). Tales garantías mínimas incluyen el derecho de recibir
asistencia gratuita de traductor o intérprete, la comunicación previa y detallada de la
acusación, la concesión del tiempo y los medios adecuados para la preparación de la
defensa, el derecho a la defensa personal y letrada, el derecho de interrogar a los
testigos y de hacer comparecer en juicio a otras personas, el derecho a no declarar
contra sí mismo y a no reconocer culpabilidad, y el derecho de interponer recursos
impugnatorios (artículo 8.2, Convención Americana de Derechos Humanos).
Un último rasgo que se debe destacar de la potestad jurisdiccional es que su ejercicio es
expresión del “imperio” (ius imperium) del que está dotado el Estado, lo que determina
la obligatoriedad de los mandatos emitidos por jueces y tribunales en el marco de los
procesos a su cargo. Las decisiones jurisdiccionales son de naturaleza vinculante (son
obligatorias) y, una vez que adquieren firmeza en razón de no poder ser ya impugnadas
(cuando no cabe ya interponer ningún recurso contra ellas), deben ser ejecutadas en sus
propios términos, pudiendo ser impuestas con el auxilio de la fuerza pública. De las
resoluciones judiciales firmes –que son inimpugnables, irrevocables, inmodificables y
coercitivas– se dice que constituyen “cosa juzgada” (artículos 139.2 y 139.13,
Constitución). El Poder Ejecutivo, por prescripción constitucional, debe prestar su
colaboración al Poder Judicial y “cumplir y hacer cumplir las sentencias y resoluciones
de los órganos jurisdiccionales” (artículo 118.9, Constitución).

1. LA ORGANIZACIÓN JUDICIAL

57
El Judicial, en tanto poder del Estado, titular único y exclusivo de la potestad
jurisdiccional en todo el territorio de la República, requiere una organización vasta 25
Manual del sistema peruano de justicia y compleja (jerárquica) a fin de cumplir
cabalmente sus cometidos constitucionales. El régimen legal básico de los juzgados y
tribunales ordinarios se halla previsto en la propia Constitución Política, la Ley
Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) y los códigos y principales leyes procesales.
La actual Constitución peruana estipula que “el Poder Judicial está integrado por
órganos jurisdiccionales que administran justicia en nombre de la Nación, y por órganos
que ejercen su gobierno y administración” (artículo 143, párrafo 1, Constitución). La
distinción entre lo jurisdiccional y, por otra parte, lo gubernativo y administrativo, es
saludable en la medida en que contribuye a crear un modelo de organización judicial
más racional y eficiente, al mismo tiempo que permite a los jueces concentrarse en el
cumplimiento de su función esencial –el procesamiento y la resolución de los litigios–,
aligerados de la pesada carga de asuntos de dirección y gestión institucional.
Ello no significa que los jueces, como corporación, queden excluidos de las tareas de
política y administración judicial, sino que cada juez individualmente, en tanto tenga
asignada labor jurisdiccional, se ve eximido de atender tales asuntos, al menos más allá
del límite de lo razonable. Considerados como cuerpo unitario, sin embargo, los jueces
son siempre los titulares de las potestades de dirección y administración institucional,
las mismas que ejercen a través de los órganos previstos para ello. Los órganos
jurisdiccionales que integran el Poder Judicial son los siguientes:
1. La Corte Suprema de Justicia.
2. Las cortes superiores de justicia.
3. Los juzgados especializados y mixtos.
4. Los juzgados de paz letrados.
5. Los juzgados de paz.
Los órganos de gobierno del Poder Judicial son los siguientes:
1. El presidente del Poder Judicial.
2. La Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia.
3. El Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
4. La Oficina de Control de la Magistratura (OCMA).
5. El Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).
Los órganos administrativos del Poder Judicial son los siguientes:
1. La Gerencia General del Poder Judicial.
2. La Oficina de Inspectoría General del Poder Judicial.

58
Junto con los antes mencionados, el Poder Judicial cuenta con órganos auxiliares
(secretarios y relatores de salas de la Corte Suprema y de las cortes superiores de
justicia, secretarios de juzgados especializados o mixtos y de juzgados de paz letrados, y
oficiales auxiliares de justicia, así como peritos, martilleros, Policía Judicial, etcétera) y
órganos de formación e investigación (la Academia de la Magistratura y el Centro de
Investigaciones Judiciales).
Para un adecuado desarrollo de sus actividades de todo orden (jurisdiccionales,
gubernativas y administrativas), el Poder Judicial se organiza en un conjunto de
circunscripciones territoriales denominadas distritos judiciales, cada una de las cuales
está bajo la dirección y responsabilidad de una Corte Superior de Justicia. En líneas
generales, puede decirse que los distritos judiciales suelen coincidir con la demarcación
política de los departamentos del país, aunque se observa también algunas notorias
diferencias. Así, existen 27 distritos judiciales a nivel nacional, siendo de destacar que
en la capital de la República operan dos cortes superiores, a saber, la Corte Superior de
Justicia de Lima (la más grande del país) y la Corte Superior de Justicia del Cono Norte,
a las cuales se suma, por su proximidad territorial, la Corte Superior del Callao.
En cada Corte Superior de Justicia, se reproduce grosso modo el modelo organizativo
judicial de carácter nacional, lo que equivale a decir que las diversas cortes superiores
cuentan con órganos jurisdiccionales de distintas instancias (modelo jerárquico), así
como con órganos de gobierno y de administración, con las particularidades que más
adelante son objeto de precisión y comentario.

2. ÓRGANOS JURISDICCIONALES
2.1 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
La actual Constitución peruana ha estatuido que “corresponde a la Corte Suprema fallar
en casación, o en última instancia, cuando la acción se inicia en una Corte Superior o
ante la propia Corte Suprema conforme a ley”, añadiendo que “asimismo, conoce en
casación las resoluciones del Fuero Militar, con las limitaciones que establece el
artículo 173”, el cual se refiere a los muy excepcionales supuestos de imposición de
pena de muerte (artículo 141, Constitución).
Las funciones casatorias de la Corte Suprema están relacionadas con el control que debe
ejercer el máximo tribunal de justicia ordinaria sobre la correcta aplicación del Derecho
por los juzgados y tribunales inferiores, así como con la labor de unificación
jurisprudencial (sentencias uniformes y reiteradas) que el principio de igualdad ante la
ley y el principio de seguridad jurídica exigen del Poder Judicial. Por contraste, la
intervención jurisdiccional como “última instancia” importa que la Corte Suprema
expida sentencias sobre el fondo de las controversias, resolviéndolas de manera
definitiva.
Lo que el Texto Fundamental vigente procura, con estas regulaciones, es fortalecer el
rol de elaboración jurisprudencial y de orientación a la comunidad jurídica que está a
cargo de la Corte Suprema de Justicia, mediante el desarrollo de sus funciones

59
casatorias. El presupuesto de ello es, desde luego, la reducción del número de procesos
que son elevados a conocimiento del máximo tribunal como instancia de fallo, a fin de
que pueda concentrarse en aquellos casos que ameritan el desarrollo de lineamientos
interpretativos y aplicativos del Derecho que tengan alcance general.
La reducción del volumen de causas que reclaman un pronunciamiento de la Corte
Suprema, en vía de recurso de apelación o de nulidad (instancia de fallo), requiere, sin
embargo, la concurrencia de otros factores, tales como reformas legales, modificaciones
de la organización judicial y cambios en la cultura jurídica y litigiosa peruana.
Como quiera que fuere, la Corte Suprema de Justicia, que tiene su sede en la capital de
la República, extiende su competencia jurisdiccional a todo el territorio patrio, y es el
más alto tribunal de la judicatura ordinaria del país. Para su trabajo resolutorio de
conflictos, se divide en salas especializadas permanentes y transitorias (estas últimas,
desde luego, debieran tener carácter excepcional). Cada sala está integrada por cinco
vocales (órganos colegiados) y es presidida por quien designe el presidente de la Corte
Suprema. Las especialidades son tres: de Derecho Civil, de Derecho Penal y de Derecho
Constitucional y Social. En la actualidad, existen tres salas permanentes y tres salas
transitorias supremas.
Conforme a la LOPJ, la Corte Suprema conoce, como órgano de instancia de fallo, los
siguientes procesos:
a) Los iniciados en las cortes superiores.
b) Los de materia constitucional.
c) Los originados en la propia Corte Suprema.
d) Los demás que señala la ley (artículo 31, LOPJ).

A la vez, la LOPJ contiene una norma de remisión en materia casatoria, al indicar que el
tribunal supremo “conoce de los procesos en vía de casación con arreglo a lo
establecido en la ley procesal respectiva” (artículo 32, LOPJ), añadiendo que “conoce
igualmente en vía de casación, las sentencias expedidas por las Salas de Familia en
cualquier materia de su competencia e independientemente de la Ley que norme el
proceso respectivo” y que, “en cualquier caso, el recurso debe reunir los requisitos de
forma y fondo establecidos por el Código Procesal Civil” (conforme a la modificación
introducida por el artículo 2 de la Ley 27155, publicada el 11 de julio de 1999).
La competencia jurisdiccional de las salas especializadas de la Corte Suprema de
Justicia, conforme a la LOPJ, es la siguiente:
Las salas civiles conocen:
1. De los recursos de apelación y de casación de su competencia.
2. De las contiendas de competencia y de los conflictos de autoridad, conforme al
Código Procesal Civil.

60
3. De los procesos de responsabilidad civil contra los vocales de la propia Corte
Suprema y de las cortes superiores, así como contra miembros del Consejo Supremo de
Justicia Militar y otros funcionarios, conforme a la Constitución y las leyes, en primera
instancia.
4. En primera instancia, de las acciones contencioso-administrativas, en los casos en que
la ley así lo establece.
5. De los demás procesos que señala la ley (artículo 33, LOPJ).

- Las salas penales conocen:


1. El recurso de apelación en procesos sentenciados por las cortes superiores en materia
penal, que sean de su competencia.
2. De los recursos de casación conforme a ley.
3. De las contiendas y transferencias de competencia, conforme a ley.
4. De la investigación y juzgamiento de los delitos que se imputan contra los
funcionarios comprendidos en el artículo 183 de la Constitución, fiscales y vocales
superiores, miembros del Consejo Supremo de Justicia Militar y contra los demás
funcionarios que señala la ley, conforme a las disposiciones legales pertinentes (artículo
99 de la actual Constitución de 1993).
5. De las extradiciones activas y pasivas.
6. De los demás procesos previstos en la ley (artículo 34, LOPJ).

- Las salas de Derecho Constitucional y Social conocen:


1. En última instancia, de las acciones de hábeas corpus y amparo (inciso derogado por
el artículo 41 de la Ley 26435, Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, LOTC,
publicada el 10 de enero de 1995). 29 Manual del sistema peruano de justicia
2. Del recurso de apelación de las resoluciones dictadas por las salas civiles supremas y
superiores, en las acciones contencioso-administrativas que ellas conocen en primera
instancia. 3. De las contiendas de competencia y de los conflictos de autoridad que les
son propias.
4. De los recursos de casación en materia de Derecho Laboral y Agrario cuando la ley
expresamente lo señala.
5. En última instancia, de los procesos promovidos por acción popular conforme al
artículo 295 de la Constitución (artículo 200.5 de la actual Constitución de 1993), y por
responsabilidad civil en los casos señalados en el inciso 3) del artículo 33 de esta Ley.
6. Del recurso de casación en las acciones de expropiación, conforme a ley.

61
7. En segunda instancia, de los procesos de responsabilidad civil resueltos por la Sala
Civil Suprema.
8. De los demás asuntos que establece la ley (artículo 35, LOPJ).

2.2 CORTES SUPERIORES DE JUSTICIA


Las cortes superiores de justicia, que tienen como sede la ciudad indicada en cada caso
por la ley, extienden su competencia jurisdiccional a todo el ámbito del respectivo
distrito judicial. Cada una de ellas cuenta con las salas especializadas o mixtas que
señala el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, según las necesidades del
correspondiente distrito judicial.
Las salas superiores pueden funcionar en una ciudad o provincia distinta de la sede de la
Corte Superior. Cada sala está integrada por tres vocales superiores y es presidida por el
de mayor antigüedad. Conforme a la LOPJ, las salas de las cortes superiores resuelven
en segunda y última instancia, con las excepciones que establece la ley (artículo 39,
LOPJ). Si la Corte Superior tiene más de una sala de la misma especialidad, los
procesos han de ingresar por turnos que fija el Consejo Ejecutivo Distrital (artículo 44,
LOPJ).
La competencia jurisdiccional de las salas especializadas de las cortes superiores de
justicia, conforme a la LOPJ, es la siguiente:
Las salas civiles conocen:
1. De los recursos de apelación de su competencia conforme a ley.
2. De las quejas de derecho, contiendas de competencia y conflictos de autoridad que les
corresponden conforme a ley. 30 Capítulo I: El Poder Judicial
3. En primera instancia, de los procesos sobre responsabilidad civil derivados del
ejercicio de sus funciones, contra los jueces especializados o mixtos, los jueces de paz
letrados y los jueces de paz.
4. De las contiendas de competencia entre los jueces civiles.
5. Como primera instancia, de las acciones contencioso-administrativas de su
competencia.
6. De los demás procesos que establece la ley (artículo 40, LOPJ).

- Las salas penales conocen:

1. De los recursos de apelación de su competencia conforme a ley.


2. Del juzgamiento oral de los procesos establecidos por la ley.

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3. De las quejas de derecho y contiendas de competencia promovidas en materia penal
que les corresponden.
4. En primera instancia, de los procesos por delitos cometidos en el ejercicio de sus
funciones por los jueces especializados o mixtos, jueces de paz letrados, jueces de paz y
otros funcionarios señalados por la ley, aunque hayan cesado en el cargo.
5. De los demás asuntos que correspondan conforme a ley (artículo 41, LOPJ).

- Las salas laborales conocen:


1. De la acción popular en materia laboral.
2. De la impugnación de laudos arbitrales emanados de una negociación colectiva.
3. De la acción contencioso-administrativa en materia laboral y de seguridad social.
4. Conflictos de competencia promovidos entre juzgados de trabajo, y entre éstos y
otros juzgados de distinta especialidad del mismo distrito judicial.
5. Conflictos de autoridad entre los juzgados de trabajo y las autoridades
administrativas, en los casos previstos por la ley.
6. Las quejas de derecho por denegatoria de recurso de apelación.
7. La homologación de conciliaciones privadas.
8. Los demás asuntos que señale la ley (artículo 42, LOPJ).

- Las salas agrarias conocen:


1. En grado de apelación, los procesos resueltos por los juzgados agrarios.
2. En primera instancia, las acciones contencioso-administrativas y las acciones
populares, en materia agraria.
3. De los conflictos de autoridad entre juzgados agrarios y autoridades administrativas,
en los casos previstos por la ley.
4. De las contiendas de competencia entre juzgados agrarios, o entre éstos y otros
juzgados de distinta especialidad de su jurisdicción territorial.
5. De las quejas de derecho por denegatoria del recurso de apelación.
6. De los demás asuntos que señala la ley (artículo 43, LOPJ).

-Las salas de familia conocen:


1. En grado de apelación, los procesos resueltos por los juzgados de familia.

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2. De las contiendas de competencia promovidas entre juzgados de familia del mismo
distrito judicial, y entre éstos y otros juzgados de distinta especialidad de su jurisdicción
territorial.
3. De las quejas de derecho por denegatoria del recurso de apelación.
4. De los demás asuntos que la Ley señala [normas añadidas por el artículo 2 de la Ley
27155, publicada el 11 de julio de 1999] (artículo 43-A, LOPJ).

2.3 PRESIDENTES DE SALAS SUPREMAS Y SUPERIORES


Quienes presiden las salas especializadas o mixtas de la Corte Suprema y de las cortes
superiores de justicia tienen una serie de atribuciones y deberes de dirección
jurisdiccional que son propios del cargo encomendado:
1. Designar la vista de las causas, según riguroso orden de ingreso, y atendiendo la
naturaleza y el grado de las mismas, bajo responsabilidad.
2. Distribuir equitativamente los procesos, designando al ponente por sorteo. La
designación se mantiene en reserva hasta después de la firma de la respectiva
resolución.
3. Controlar, bajo responsabilidad, que las causas y discordias se resuelvan dentro de los
términos señalados por la ley.
4. Suscribir las comunicaciones, los exhortos, los poderes y demás documentos.
5. Remitir al Consejo Ejecutivo respectivo, al vencimiento de cada mes, el informe de la
labor jurisdiccional realizada por cada uno de los vocales.
6. Emitir los informes solicitados a la sala.
7. Supervisar la publicación de la tabla y la crónica judicial.
8. Controlar la asistencia y puntualidad de los miembros de la sala y de su personal
auxiliar y administrativo, dando cuenta al Consejo Ejecutivo respectivo.
9. Controlar que las audiencias e informes orales se inicien a la hora señalada, bajo
responsabilidad (artículo 45, LOPJ).

2.4 JUZGADOS ESPECIALIZADOS Y MIXTOS


Los juzgados especializados y mixtos, cuya sede es la capital de la provincia, extienden
su competencia jurisdiccional a todo el ámbito provincial, salvo disposición distinta de
la ley o del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
Si son más de uno de la misma especialidad, los juzgados se distinguen por numeración
correlativa. El Consejo Ejecutivo Distrital organiza el sistema de distribución de causas
entre juzgados de la misma especialidad.

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Las especialidades de los juzgados, conforme a la LOPJ, son las siguientes: (i) civil, (ii)
penal, (iii) de trabajo, (iv) agrario y (v) de menores. La Corte Suprema de Justicia,
siempre según la LOPJ, atendiendo a las necesidades del servicio judicial y a la carga
procesal, puede crear otros juzgados de distinta especialidad, definiendo su
competencia.
Allí donde no haya juzgados especializados, el despacho debe ser atendido por un
juzgado mixto, con la competencia que ha de establecer el Consejo Ejecutivo del Poder
Judicial.
Todos los juzgados especializados y mixtos tienen la misma jerarquía. En las provincias
debe haber jueces especializados o mixtos supernumerarios, a razón de uno por cada
seis jueces de tal jerarquía, a quienes reemplazan, de ser necesario.
La competencia jurisdiccional de los juzgados especializados y mixtos, conforme a la
LOPJ, es la siguiente: Los juzgados civiles conocen:
1. De los asuntos en materia civil que no sean de competencia de otros juzgados
especializados. 2. De las acciones de amparo.
3. De los asuntos que les corresponden a los juzgados de familia, de trabajo y agrario,
en los lugares donde no existan éstos.
4. De los asuntos civiles contra el Estado, en las sedes de los distritos judiciales.
5. En grado de apelación, los asuntos de su competencia que resuelven los juzgados de
paz letrados.
6. De los demás asuntos que le corresponda conforme a ley (artículo 49, LOPJ).

-Los juzgados penales conocen:


1. De los procesos penales de su competencia, con las facultades y los trámites
señalados por ley.
2. De las acciones de hábeas corpus.
3. En grado de apelación, los asuntos de su competencia que resuelven los juzgados de
paz letrados.
4. De los demás asuntos que le corresponda conforme a ley (artículo 50, LOPJ).

- Los juzgados de trabajo conocen:


1. De la impugnación del despido.
2. Del cese de actos de hostilidad del empleador.
3. Del incumplimiento de disposiciones y normas laborales, cualquiera fuera su
naturaleza.

65
4. Del pago de remuneraciones y beneficios económicos, siempre que excedan de 10
(diez) unidades de referencia procesal (URP).
5. De la ejecución de resoluciones administrativas, sentencias emitidas por las salas
laborales, laudos arbitrales firmes que ponen fin a conflictos jurídicos o títulos de otra
índole que la ley señale.
6. De la actuación de prueba anticipada sobre derechos de carácter laboral.
7. De la impugnación de actas de conciliación celebradas ante las autoridades
administrativas de trabajo, reglamentos internos de trabajo, estatutos sindicales.
8. De la entrega, cancelación o redención de certificados, pólizas, acciones y demás
documentos que contengan derechos o beneficios laborales.
9. De los conflictos intra e intersindicales.
10. De la indemnización por daños y perjuicios derivados de la comisión de falta grave
que cause perjuicio económico al empleador, incumplimiento del contrato y de las
normas laborales, cualquiera fuera su naturaleza, por parte de los trabajadores.
11. De los demás que no sean de competencia de los juzgados de paz letrados y los que
la ley señale (artículo 51, LOPJ) [conforme a la modificación introducida por el artículo
3 de la Ley 27242, publicada el 24 de diciembre de 1999].

- Los juzgados agrarios conocen:


1. De los procesos ordinarios, sumarios y especiales que correspondan, conforme a ley
de la materia.
2. De los procesos de expropiación de predios rústicos.
3. De los procesos ejecutivos, por préstamos otorgados con fines agropecuarios o de
comercialización de productos agrarios.
4. De los demás asuntos que le correspondan conforme a ley (artículo 52, LOPJ).

- Los juzgados de familia conocen: En materia civil:


1. Las pretensiones relativas a las disposiciones generales del Derecho de Familia y a la
sociedad conyugal, contenidas en las secciones Primera y Segunda del Libro III del
Código Civil y en el capítulo X del Título I del Libro Tercero del Código de los Niños y
Adolescentes.
2. Las pretensiones concernientes a la sociedad paterno-filial, con excepción de la
adopción de niños y adolescentes, contenidas en la Sección Tercera del Libro III del
Código Civil, y en los capítulos I, II, III, VIII y IX del Libro Tercero del Código de los
Niños y Adolescentes.

66
3. Las pretensiones referidas al derecho alimentario contenidas en el Capítulo I del
Título I de la Sección Cuarta del Libro III del Código Civil y en el Capítulo IV del
Título I del Libro Tercero del Código de los Niños y Adolescentes.
4. Los procesos no contenciosos de inventarios, administración judicial de bienes,
declaración judicial de desaparición, ausencia o muerte presunta y la inscripción de
partidas a que se refiere la Sección Sexta del Código Procesal Civil, si involucran a
niños o adolescentes; así como la constitución de patrimonio familiar si el constituyente
es un menor de edad.
5. Las acciones por intereses difusos regulados por el artículo 204 del Código de los
Niños y Adolescentes.
6. Las autorizaciones de competencia judicial por viaje con niños y adolescentes.
7. Las medidas cautelares y de protección, y las demás de naturaleza civil.

-En materia tutelar:


1. La investigación tutelar en todos los casos que refiere el Código de los Niños y
Adolescentes. 2. Las pretensiones referidas a la adopción de niños y adolescentes,
contenidas en el Título II del Libro Tercero del Código de los Niños y Adolescentes.
3. Las pretensiones relativas a la prevención y protección frente a la violencia familiar
que norman las leyes 26260 y 26763, y su Texto Único Ordenado aprobado por Decreto
Supremo 006-97-JUS y su Reglamento. 35 Manual del sistema peruano de justicia
4. Las pretensiones referidas a la protección de los derechos de los niños y adolescentes
contenidas en el Código de los Niños y Adolescentes, con excepción de las que se
indican en el artículo 5.
5. Las pretensiones concernientes al estado y capacidad de la persona, contenidas en la
Sección Primera del Libro I del Código Civil.
6. Las pretensiones referidas a las instituciones de amparo familiar, con excepción de
las concernientes al derecho alimentario, contenidas en la Sección Cuarta del Libro III
del Código Civil, y en los capítulos V, VI y VII del Título I del Libro Tercero del
Código de los Niños y Adolescentes.

- En materia de infracciones:
1. Las infracciones a la ley penal cometidas por niños y adolescentes como autores o
como partícipes de un hecho punible tipificado como delito o falta (artículo 53, LOPJ)
[conforme a la modificación establecida por el artículo 1 de la Ley 27155, publicada el
11 de julio de 1999.

67
2.5 JUZGADOS DE PAZ LETRADOS
Los juzgados de paz letrados, cuya sede es determinada por el Consejo Ejecutivo
Distrital respectivo, extienden su competencia jurisdiccional al ámbito que establece el
Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. Este último crea los juzgados de paz letrados
considerando los volúmenes demográficos, rurales y urbanos de los distritos, y señala
los requisitos que deben cumplirse para tal creación.
Corresponde al Consejo Ejecutivo Distrital fijar el sistema de distribución de los
procesos entre los juzgados de paz letrados cuando sea necesario. También puede
disponer su especialización, si ello conviene a la mejor administración de justicia y lo
amerita la carga procesal.
Los jueces de paz letrados deben rotar por lo menos cada dos años en la misma
provincia. En los lugares donde hay un Juzgado de Paz Letrado no puede haber un
Juzgado de Paz; aquél debe asumir la competencia en las acciones y los asuntos propios
de éste, para lo que aplica las normas de procedimiento correspondientes a la Justicia de
Paz.
Tanto las resoluciones de los juzgados de paz letrados como de los juzgados de paz son
conocidas en grado de apelación por los respectivos juzgados especializados o mixtos.
La competencia jurisdiccional de los juzgados de paz letrados, conforme a la LOPJ, es
la siguiente:
-En materia civil:
1. Acciones derivadas de actos o contratos civiles o comerciales, inclusive las acciones
interdictales, posesorias o de propiedad de bienes muebles o inmuebles, siempre que
estén dentro de la cuantía señalada por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
2. Acciones de desahucio y de aviso de despedida conforme a la cuantía que establece el
Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
3. Procedimientos de jurisdicción voluntaria que establezca la ley, diligencias
preparatorias y legalización de libros contables y otros.
4. Acciones relativas al derecho alimentario, con la cuantía y los requisitos señalados
por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
5. Tercerías excluyentes de propiedad, derivadas de los procesos de su conocimiento. Si
en éstas no se dispone el levantamiento del embargo, el juez de paz letrado remite lo
actuado al juez especializado que corresponda, para la continuación del trámite. En los
otros casos, levanta el embargo, dando por terminada la tercería.
6. Asuntos relativos a indemnizaciones derivadas de accidentes de tránsito, siempre que
estén dentro de la cuantía que establece el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
7. Procesos ejecutivos hasta la cuantía que señale el Consejo Ejecutivo del Poder
Judicial.
8. Los demás que señala la ley.
68
- En materia penal:
1. Procesos por faltas, expidiendo fallo apelable ante el juez penal o juez de apelación.
2. Los demás asuntos que señala la ley.
En materia laboral:
Pretensiones individuales sobre:
1. Pago de remuneraciones, compensaciones y derechos similares que sean de
obligación del empleador y tengan expresión monetaria líquida hasta un máximo de 10
(diez) unidades de referencia procesal (URP). 37 Manual del sistema peruano de justicia
2. Impugnación de las sanciones disciplinarias impuestas por el empleador durante la
vigencia de la relación laboral.
3. Reconocimiento de los derechos comprendidos en el régimen de trabajo del hogar,
cualquiera que fuere su cuantía.
4. Materia relativa al sistema privado de pensiones, incluida la cobranza de aportes
previsionales retenidos por el empleador.
5. Las demás que la Ley señale (artículo 57, LOPJ) [conforme a la modificación
establecida por el artículo 3 de la Ley 27242, publicada el 24 de diciembre de 1999].

- En materia de familia:
1. Acciones relativas al derecho alimentario y el ofrecimiento de pago y consignación
de alimentos, siempre que exista prueba indubitable del vínculo familiar y no estén
acumuladas a otras pretensiones en la demanda; en caso contrario, son competentes los
juzgados de familia. Estas pretensiones se tramitan en la vía del proceso único del
Código de los Niños y Adolescentes, sin intervención del fiscal. Las sentencias de los
juzgados de paz letrados son apelables ante los juzgados de familia.
2. Oposición a que se celebre un matrimonio, confirmación de la validez del matrimonio
anulable del impúber y conformación y funcionamiento del consejo de familia para un
incapaz, de acuerdo con las disposiciones del Código Civil, las que se tramitan en la vía
procedimental que corresponda según su naturaleza [párrafo agregado por el artículo 2
de la Ley 27155, publicada el 11 de julio de 1999] (art. 57, LOPJ).
Los juzgados de paz letrados cuya sede se encuentra a más de 10 kilómetros de
distancia del lugar de residencia de un notario público, o en los que por vacancia no lo
hubiera, o en los que el notario esté ausente por más de 15 días continuos, tienen,
además, respecto de las personas, bienes y asuntos de su competencia, las siguientes
funciones notariales:
1. Escrituras imperfectas

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Llevar un registro en el que anoten, mediante acta, la fecha de presentación de la
minuta; el nombre, apellidos, estado civil, nacionalidad, ocupación, domicilio y
documentos de identidad de los otorgantes y de sus cónyuges; la naturaleza del acto o
contrato; el derecho o cosa a que se refiere; su valor, si se lo anuncia; el monto de los
impuestos pagados y los derechos cobrados, anotándose fecha y número de los recibos
correspondientes. Anotan, así mismo, su apreciación sobre la capacidad de los
otorgantes. El acta es firmada por el juez, los otorgantes y dos testigos mayores de edad
y vecinos del lugar. Las actas se extienden en estricto orden cronológico, una a
continuación de otra sin dejar espacios libres. Asentada y firmada el acta, el juez
devuelve la escritura imperfecta a los interesados, dejando constancia del folio y libro,
así como de la fecha de inscripción en su registro.
2. Protestos
Efectuar el protesto de letras de cambio y demás documentos susceptibles de esta
diligencia, con las formalidades establecidas en la ley de la materia. De la diligencia se
asienta un acta en el registro al que se refiere el inciso anterior, en estricto orden
cronológico. En el documento objeto de la diligencia, el juez imprime la palabra
protesto mediante un sello o en cualquier otra forma.
3. Legalizaciones
Legalizar las firmas de un documento cuando el otorgante lo solicite y se halla en su
presencia. Asentar el acta respectiva en el libro referido en los incisos anteriores y poner
la constancia en el documento firmado (artículo 58, LOPJ).
2.6 JUZGADOS DE PAZ
Los juzgados de paz son órganos jurisdiccionales sui géneris, de características muy
especiales, debido a que sus titulares no son jueces profesionales, sino legos en
Derecho. De allí que su forma de actuación difiera radicalmente de aquella que
distingue al resto del Poder Judicial, integrado, como se ha dicho, por jueces
profesionales, expertos en Derecho.
Considerando que en este manual se dedica un capítulo específico a la Justicia de Paz,
mencionaremos aquí únicamente sus rasgos más relevantes. Ante todo, debe indicarse
que ha de establecerse al menos un Juzgado de Paz en todo centro poblado que alcance
el volumen demográfico, rural y urbano que señale el Consejo Ejecutivo del Poder
Judicial, correspondiendo al Consejo Ejecutivo Distrital respectivo fijar el número de
jueces de paz de cada lugar.
Por otra parte, los jueces de paz son esencialmente jueces conciliadores, están
facultados para proponer alternativas de solución a las partes con el fin de facilitar el
avenimiento. Correlativamente, les está prohibido imponer soluciones bajo la apariencia
de acuerdos voluntarios. No obstante, si no se logra la conciliación, los jueces de paz
están legalmente habilitados para expedir sentencias, en los procesos de su competencia
y dentro de la cuantía que establece el Consejo Ejecutivo. De cualquier modo, existe
impedimento legal expreso para que la Justicia de Paz intervenga, bajo modalidad
conciliatoria o de fallo, en determinados asuntos, que por su importancia o complejidad

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exigen el concurso de la justicia profesional. Tales asuntos son los relativos al vínculo
matrimonial, la nulidad y anulabilidad de actos jurídicos o contratos, la declaratoria de
herederos, los derechos sucesorios, los testamentos, los derechos constitucionales y
aquellos que expresamente señala la ley (artículo 67, LOPJ).
Conforme a la LOPJ, la competencia jurisdiccional de los juzgados de paz que los
habilita para emitir sentencias en caso de fracasar la conciliación es la siguiente:
1. Alimentos, siempre que el vínculo de entroncamiento esté acreditado de manera
indubitable 2. Desahucio y aviso de despedida.
3. Pago de dinero.
4. Interdictos de retener y de recobrar respecto de bienes muebles.
5. Intervenciones sumarias respecto de menores que han cometido acto antisocial, y con
el solo objeto de dictar órdenes provisionales y urgentes sobre tenencia o guarda del
menor en situación de abandono o peligro moral. Concluida su intervención, el juez de
paz remite de inmediato lo actuado al juez de familia o al juez que corresponda.
6. Los demás casos que correspondan conforme a ley (artículo 65, LOPJ).

En la sustanciación de los procesos, los jueces de paz deben levantar acta de la


conciliación propuesta y de los acuerdos adoptados; los concurrentes deben firmar
después del juez. Además, se hallan sometidos a las normas establecidas en el
reglamento de jueces de paz. No obstante, la sentencia la pronuncian “según su leal
saber y entender”, aunque habrá de estar debidamente motivada, no siendo obligatorio,
empero, fundamentarla en términos jurídicos. Por el contrario, en el desarrollo de su
labor, los jueces de paz, sobre la base de los valores que la Constitución consagra, se
orientan por la cultura y las costumbres del lugar. Los jueces de paz tienen las mismas
funciones notariales que los jueces de paz letrados, dentro del ámbito de su
competencia.
Finalmente, hay que indicar que, según la LOPJ, la Justicia de Paz es gratuita, salvo que
la diligencia o actuación se realice fuera del despacho judicial, en cuyo caso han de
percibir los derechos que fije el respectivo Consejo Ejecutivo Distrital (artículo 70,
LOPJ).

CONCLUSIONES

Primero, los periodos de antes y después del Inca Pachacútec marcan claramente una
sistematización en la aplicación del Derecho en el Estado Inca. Concordando con el
papel que la historia le reconoce; entonces, se le atribuye a este Inca la labor unificadora
y el gobierno político centralizado.

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Secundo, El Derecho, éste tenía la particularidad de ser subjetivo; es decir, se concibe
según a quiénes se le aplica diferenciando entre castas o grupos. Teniendo como
premisa que era un Estado teocrático, en el que el Inca se revestía de carácter divino,
existieron dos derechos: el Derecho para la élite y el Derecho para el pueblo; así, se
aplicaban las leyes con mayor rigurosidad a quienes no eran parte de esta élite superior.
Tercero, el Derecho Penal Inca es el que ha logrado mayor recopilación y tratamiento
por parte de los cronistas; de esta manera, se pudo tipificar gracias a ellos. Aunque
transmitían la información ya interpretada por sus propios criterios, es la única fuente
que tenemos.
Cuarto, con respecto a la comisión de delitos, la sanción contra el delincuente actuaba
inmediatamente, proporcionándole un severo castigo a quien era considerado culpable.
Quinto, la clasificación pertinente que les dio a los delitos, concluye en sus 4 divisiones:
contra el Estado, el Culto y el Inca; contra la persona; contra la propiedad individual; y
los delitos sexuales. Décimo primero, el primer rubro de la clasificación de delitos
(contra el Estado, el Culto y el Inca) se explica por la concesión de atribución divina a la
ley y al Estado.
Sexto: En la Etapa Colonial, existió gran influencia del derecho castellano proveniente
de España, pero no solo eso, si no que prosiguió hasta después de nuestra
independencia, siendo el estatuto provisorio de 1821, la que de cierta forma sienta las
bases para una nueva forma de impartir justicia en la novísima época republicana.
Séptimo: Desde la época republicana hasta nuestros días el derecho peruano ha venido
sufriendo mutaciones en su aplicación y doctrina, tanto de influencia nacional como de
doctrina extranjera. Hoy en día podemos observar que nuestra legislación, pero sobre
todo nuestro derecho es el resultado de una mixtura de influencias, que enriquece
nuestro derecho pero que también generan deficiencias.

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BIBLIOGRAFÍA

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Derecho-Peruano

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