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La cautiva
La cautiva
Primera parte
EL DESIERTO *
Hugo
[Ellos van. El espacio es grande]
inconmensurable, abierto,
solitario y taciturno
el crepúsculo nocturno,
su inmensidad, y no encuentra
y pasa; o su toldería 1
de la grandiosa llanura,
el pálido anochecer.
Las armonías del viento
la vana filosofía
reclinaba en occidente,
de su rubia cabellera
el desmayado fulgor.
esparcía, misteriosa
Y la tierra, contemplando
callaba, manifestando,
en su semblante pesar.
en soberbio chapitel.
El crepúsculo, entretanto,
el occidente cubrió;
se dilató sonoroso,
velozmente cabalgando;
de salvajes, atronando
al indomable coraje
y su rencor todavía
su grito en la soledad.
su silencio pavoroso,
su sombría majestad.
Segunda parte
EL FESTIN
...orribile favelle,
facevan un tumulto...
Dante
[...hórridas querellas / voces altas y bajas en son de ira, con
se disipan, reaparecen,
y en fachinales 4 o cuevas
la estrepitosa carrera;
muchedumbre de cautivas,
a la pica, o la manea,
rememorando su hogar,
irradiando, colorean
el tenebroso recinto
y a la boca de la herida,
y a borbollones arroja
y de sangre se rellenan.
y se desploma la yegua
A la charla interrumpida,
el beberaje y la gresca,
El licor espirituoso
y, tendidos de barriga
en derredor, la cabeza
el apetecido néctar,
en abominables fieras.
se levanta, bambolea,
la embriaguez se enseñorea
y la algazara tremenda,
el infernal alarido
en la obscuridad flamean,
da su vislumbre siniestra
de la sabática fiesta6.
al tiránico dominio
y en su fogoso tordillo
salió Brián;
se alzó Brián;
de Quitur y Callupán.
se encaró;
y el acero sacudiendo:
cayó Brián.
encontrará el gavilán.
batallando en la refriega,
blandiendo la lanza,
con fiera pujanza
Chañil lo embistió;
en el hierro agudo,
Brián lo levantó.
Funeral sangriento
ya tuvo en el llano;
ni un solo cristiano
¡Fatal vencimiento!
Lloremos la muerte
en la llanura resuena.
en la boca se palmea,
y el disonante alarido
El indeleble recuerdo
y atizando su fiereza
al rencor adormecido
y a la venganza subleva:
se despedazan y bregan.
la carnicería horrenda
ya interponiendo su cuerpo
su natural fortaleza
a la embriaguez y al cansancio,
Al tumulto y la matanza
a la abundancia pasada,
a la presente miseria,
de moribundos, o quejas,
de la embriagada torpeza;
al espantoso ronquido
de cadáveres, de troncos,
y la desmayada luz
Tercera parte
EL PUÑAL
A darme la vida tú
Calderón
Yace en el campo tendida,
y a la moribunda llama
se ve sola y taciturna,
en horribles convulsiones
y temeroso camina
desgreñados, y denotan
de su ánimo el batallar.
Un instinto poderoso,
un afecto generoso
Su corazón de alegría
su amorosa vigilancia
su terrestre serafín.
le venga a favorecer.
Lleno de heridas, cautivo,
la desgracia, y satisfecho
de la muerte el pensamiento,
deleitarse en su tormento,
prolongando su agonía,
osaron despedazar,
de execración y amargura,
tu memoria me da horror!-.
Y el amor y la venganza
en su corazón alianza
su ardiente imaginación.
no se conturba, ni azora;
parto de mi fantasía?
Y enajenada se arroja
Y en labios de su querida
y la estrecha cariñoso
y en éxtasis amoroso
tu cuerpo santificado
ya no me es dado quererte-.
mi pureza y mi delito,
mi ternura y mi valor.
y saltará de contento
tu corazón orgulloso;
o contigo perecer.
escapar, y desvalidos,
el cansancio y el dolor?
palpitantes de alegría,
y el alimento hallaremos
tu vivir predestinado;
o pereceré contigo.
Huyamos, tú de la muerte,
yo de la oprobiosa suerte
no insensatos lo perdamos.
te servirán de sostén.
y de la fortuna adversa,
la muerte o la libertad.
de nuevo se ha obscurecido,
Cuarta parte
LA ALBORADA
Manzoni
sangre]
La brisa de la mañana
acariciaba, y la flor;
y en el oriente nubloso,
de claroscuro verdor.
la variada melodía,
el agorero yajá.
En el campo de la holganza,
de su constante enemigo
le preparaba crüel.
el astuto cazador;
un escuadrón de lanceros
y en hileras dividido
al indio, no apercibido,
en doble muro encerró.
resuena en el llano,
clamando azorada,
levantan el grito;
yeguas y manadas,
relucen desnudas;
que no le da gloria,
La inexorable venganza
de cadáveres el prado
al de la muerte pasaron
lágrimas de regocijo;
su valor y su lealtad.
Quinta parte
EL PAJONAL
Dante
a la fatiga rendido
y el espíritu y la vida,
la infundía, al parecer,
o armonías misteriosas,
acogiéronse al abrigo
y refrigerio y sustento
a la flaqueza buscar.
en cenagoso pantano
aparecían a veces
boqueando moribundos,
de la espirante alimaña
la memoria perdurable
de la pasada ventura,
a turbar su fantasía.
en el lodo pegajoso
penetraron, ya cayendo,
ya levantando, o subiendo
a descansar o morir.
el desaliento y angustias,
perseguida y conculcada
por cuantos males tiranos
inexorable poder.
a indefensos animales;
y rompiendo enfurecida
arrobada de alegría:
al puerto de salvamento
y en su semblante animado,
de la apasionada guerra
de tu extraña desventura.
el extenuado vigor
infortunados y errantes,
Parte sexta
LA ESPERA
Moreto
y en el vasto pajonal
permanecen inactivos
de su querida seguir;
el amor le inspira fe
y le oculta el precipicio
el descarnado fantasma
de la realidad no ve.
de su impetuoso deseo
le dice: tú triunfarás.
vacilar ni estremecer.
De su querido no advierte
el mortal abatimiento,
a sofocar el aliento
y en sí eficacia tendría
para animar como Dios.
El amor es fe inspirada;
es religión arraigada
en lo íntimo de la vida.
de esperanza, su anhelar
si se estrella en lo imposible
María no desespera,
y al infortunio supera
su imperiosa voluntad.
de su corazón amante
y en el abismo de espanto,
el resplandor y la llama
en el mar de lobreguez.
en tinieblas engolfado,
de la infernal terriblez.
la negra desolación,
sería a su corazón!
un bramido cavernoso
al infortunio traía.
Séptima parte
LA QUEMAZON
Lamartine
amarillo resplandor
en la atmósfera esparcía;
y de la tierra brotar
y en la llanura ondear,
o melenas encrespadas
el pavor y obscuridad.
El cielo entenebrecido,
signo de calamidad.
El pueblo de lejos
contempla asombrado
la ceñuda faz.
El humilde llora,
el piadoso implora;
se turba y azora
la malicia audaz.
fatal, estupendo
sumido en lo inmundo,
el cielo iracundo
la devorante sequía
relucen, chispean;
en rubios manojos
flameando también:
la tierra gimiendo,
confusos la ven.
Sutil se difunde,
camina, se mueve,
penetra, se infunde:
reduce a tizón.
densos pajonales,
cardos y animales,
Raudal vomitando
venía de llama,
que hirviendo, silbando,
se enrosca y derrama
con velocidad.
Sentada María
y piedad necesitaba
de potencia celestial.
y la quemazón cundía
velozmente caminó;
y agitando, desbocada,
y el inflamado vapor,
esperanza ni refugio;
formidable y horroroso,
alza la cresta furioso
su divina protección.
o morir mi corazón.-
no debían perecer;
el espíritu inmortal
estampando fortaleza
de criatura celestial,
en el arroyo extendido.
en perseguirlos. Ufana
y su formidable cresta
la terrible quemazón.
y a la orilla de un arroyo
Octava parte
BRIAN
Antar 13
encontró en el pajonal.
abatimiento mortal.
Abrumados y rendidos,
de la conciencia (legión
imágenes fugitivas,
de fantástica región.
revuelve en la fantasía
y horribles presentimientos
y perdida en el vacío
se recoge a meditar.
el horizonte radioso
está de su porvenir.
la desdicha le previno!
la yerta inmovilidad.
y abrumada de tristeza,
su abandono y soledad.
y al aspecto de su amante
desfallece su heroísmo;
y al despertar, un infierno
En el empíreo nublado
y en la llanura domina
la vaporosa calina,
el bochorno abrasador.
en formar se entretenía
de la intemperie y calor.
y a compasión ya movida,
o fascinada y herida
y al arroyo cristalino
se compaginó tu ser.
Siendo sólo afecto humano,
no se anida tu poder,
de tu corazón amante.
se sobrepuso al terror,
la aridez de la congoja,
su frescura juvenil.
en su rostro varonil.
sudorífera y ardiente,
y rueda en un torbellino
y la llanura, María,
Y mi confianza funesta,
su deslealtad pagarán.-
al oír de su querido
se incorpora, en él clavando
su cariñosa mirada.
y despertarte no quise;
la estrepitosa llegada.
en la sangre de mi hijo;
desolación vomitando,
su vigilante perfidia.
Ya mi gloria se eclipsó,
de paz con ellos estaba,
y en la villa descansaba.
no me es dado levantarme,
ni valerte, ni vengarme,
ni batallar, ni vencer.
no de intrépido lidiar.
y degollados, dormidos,
mi caballo parejero,
y su bigote erizado
el valor y la nobleza,
la majestad del guerrero
acostumbrado a vencer.
flaquea su corazón.
en la cercana colina
y de caranchos y cuervos
de cadáveres avara,
a mi robusto vivir.
es que de ti me separo,
te destinaba mi fe.
aclamado vencedor!
el alarido y estruendo,
la trompeta y atambor.
Tal gloria no he conseguido,
Inesperadas alarmas,
ya no volveré a gozaros;
Hoy es el aniversario
de mi primera batalla,
tu trabajosa jornada:
al parecer exhaló.
El crepúsculo esparcía
el desaliento y la angustia,
MARIA
Anónimo
Petrarca
ya no se arraiga su vida.
su compasión un tormento,
el tesoro soberano,
ya perdido encontrará?
inclinada la cabeza,
semejaba a la tristeza
embebida en su dolor.
y sombrean de su frente,
la nevada palidez.
el poderoso brazo
mi enamorada sien:
del bienaventurado,
reciba el galardón:
mi viudo corazón-.
de la agonizante lumbre,
ilimitado horizonte,
inconstantes elementos,
preñados de temporales,
su desdicha respetad.
no hagas la fe acrisolada;
susténtala en su jornada,
no la dejes perecer.
de su júbilo, testigo,
marchitaron tu ufanía;
Gózate; ya no se anidan
El valor y la hermosura,
de su infortunio el misterio
de felices amadores
tu esquividad no turbaron;
a tu silencio su mal.
En la noche tenebrosa,
de la legión ominosa,
De ti María se aleja,
el depósito querido
un monumento le labra
que el tiempo respetará.
y la estrella matutina,
caminando solitaria,
un volcán su pensamiento;
refrigerio inútil es
insensible a la fatiga,
a cuanto ve indiferente,
al parecer resignado,
de su propia soledad.
Tremebundo precipicio,
a la postrer convulsión
de la víctima en tormento:
anonada el pensamiento,
la sangre en el corazón.
ya se remonta a la altura
el transparente palacio:
tú en la esquivez escondida
De la víctima el gemido,
el huracán y el tronido
ella busca, y deleite halla
pero tú la tempestad,
teme de la adversidad.
su cuerpo albo-ceniciento?
y caminando va a prisa:
ya no es la mujer hermosa,
de su fuerte capitán.
roncamente articuló.
y funerales la hicieron
de la adversidad probó,
en ti alguna compasión,
su anhelante corazón.
Embates y oscilaciones
de un mar de tribulaciones
saboreó su fantasía,
y el punzante frenesí
de la esperanza insaciable,
Quedaba a su desventura
un destello de bonanza,
adormecerla podría;
a su llorar un testigo,
a su miseria un abrigo,
de su mirar; ya el desierto,
aparece nuevamente
un prestigio encantador.
y revive en su semblante
la frescura rozagante
inalterable reposo,
y sonrisa angelical,
deleitándose en el sueño
llenas de felicidad:
duerme de la eternidad.
Epílogo
Lamartine
tu varonil fortaleza,
tu juventud y belleza
en él ardiendo en amor.
y lo viste delirante
en el desierto morir.
¡Cuál tu congoja sería!
Se malogró tu esperanza;
en la tierra ya no afianza
de tu constancia infeliz.
la belleza peregrina
El desierto la sepulta,
El destino de tu vida
fue amar, amor tu delirio,
corona te forma ya
de ciprés entretejido
inhospitable morada,
y la varia muchedumbre
puso de la redención.
en la caza apetecida
de la gama y avestruz,
la verdosa cabellera,
vuelven al amanecer.
Quizá mudos habitantes
de la inquieta fantasía,
de la invisible creación.
colorado y fuerte con que pelea... En su canto repite estas voces: Yahá ,
sus asechanzas". Los que saben esta propiedad del yahá, luego que oyen su
7. Huinca: voz con que designan los indios al cristiano u hombre que no es
de su raza.
de un niño.
12. Pajonal: paraje anegado, en donde crece la paja enmarañada y alta. Los
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