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Ensayo sobre el 1984

Ensayo sobre el 1984


Orwell crea una obra no sólo distópica sino profundamente pesimista, que muestra
lo que podría ser un futuro posible, en el cual el Estado crece desmesuradamente
en contraposición a la libertad de las personas. Más aún, difuma de modo
persistente la certeza, la verdad, las identidades individuales, los afectos, la
familia, la confianza. Nadie está seguro ni siquiera de lo que ha ocurrido o ha sido
registrado históricamente, pues los documentos se reemplazan por otros
convenientes y la realidad se altera. Tampoco se puede adquirir tranquilidad por el
cumplimiento de las reglas, por duras que sean, dado que uno podría ser
duramente sancionado incluso por lo que dice en sueños, captado por las muchas
tecnologías que vigilan a los ciudadanos o como consecuencia de las denuncias
que los propios miembros del grupo familiar suelen hacer unos de otros, en
especial los niños, que han pasado a ser útiles instrumentos del sistema.
La obra describe con detalle cuál es la estructura del Estado todopoderoso. El
lugar en el que se desarrolla la obra es Oceanía (continente que comprende
América, las Islas Británicas, Oceanía propiamente tal y las islas del Atlántico y del
sur de África) y el Partido Gobernante, INGSOC (Socing) tiene dos finalidades:
conquistar toda la superficie de la tierra y extinguir de una vez para siempre la
posibilidad de libertad del pensamiento. El lema del Socing es «La guerra es paz,
la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza». Esa contraposición y
confusión de conceptos es también una de las claves de la dominación de
Oceanía, dejando las palabras carentes de un contenido coherente y usando el
neolenguaje que disminuye las posibilidades de expresión y también de
abstracción de conceptos. Muestra de lo anterior, mezclado con una fina ironía,
son los nombres del Líder del partido (“El Gran Hermano”, muy lejos de cualquier
hermandad o relación filial posible) y de los Ministerios de Oceanía: El Ministerio
del Amor tiene por tarea reafirmar los sentimientos de lealtad y amor de los
ciudadanos de Oceanía hacia el Gran Hermano utilizando como principales
instrumentos para tal fin el miedo, la tortura y el lavado de cerebro; El Ministerio de
la Abundancia, que se encarga de planificar la economía según los lineamientos
del partido, además supervisa el racionamiento de los alimentos, materiales de
construcción y bienes de consumo, manteniendo a las personas en un estado de
carencia permanente; El Ministerio de la Paz que está a cargo de mantener una
guerra constante con los otros continentes y el Ministerio de la Verdad que, en
realidad, sirve a lo contrario, pues es responsable de cualquier falsificación
necesaria de los acontecimientos históricos.
El protagonista de 1984, Winston, trabaja precisamente en este último ministerio y
vive pobremente, vigilado por una telepantalla que es aparentemente un televisor
(“El Gran Hermano te observa”), impactado por la agresividad de los hijos de sus
vecinos, divorciado de una mujer que nunca tuvo interés en él y que teme incluso
a sus compañeros de trabajo.
Si bien es un sujeto alienado por el Estado y profundamente atemorizado por lo
que podría ocurrirle, Winston es un hombre inteligente que percibe la realidad
como un velo que oculta todo tipo de manipulaciones y su única convicción es que
no se puede estar seguro de nada: ni siquiera sobre el año en el que vive: “En una
letra pequeña e inhábil escribió: 4 de abril de 1984. Se echó hacia atrás en la silla.
Estaba absolutamente desconcertado. Lo primero que no sabía con certeza era si
aquel era, de verdad, el año 1984… la fecha había de ser aquélla muy
aproximadamente, puesto que él había nacido en 1944 o 1945, según creía; pero,
«¡cualquiera va a saber hoy en qué año vive!», se decía”.
Justamente aquello que escribe es su primera y grave trasgresión: llevar un diario,
un acto impensable allí donde el pensamiento individual está cercenado y donde
dejar registros de lo que se piensa, se siente o se ha vivido es claramente un
atentado al régimen: “Esto no se consideraba ilegal (en realidad, nada era ilegal,
ya que no existían leyes), pero si lo detenían podía estar seguro de que lo
condenarían a muerte, o por lo menos a veinticinco años de trabajos forzados”.
El que inicia el camino de la rebelión no puede evitar seguirlo andando y pronto el
protagonista agregará otra conducta ilícita, al relacionarse afectivamente con una
mujer del partido, una hermosa joven llamada Julia, que lo contacta con
sentimientos y emociones casi perdidos. Aunque se esconden y toman todo tipo
de precauciones, Winston sin embargo sabe que no tardará mucho en ser
descubierto, pues en realidad más que conductas, lo que le causará la reprensión
más grave es la comisión del llamado “crimen mental”, el cual se comete ya desde
el momento en el cual se piensa en algo o de alguna forma no compatible con el
sistema (“a los ojos del Partido no había distinción alguna entre los pensamientos
y los actos”). Los que incurren en tal delito son detenidos a medianoche por “la
policía del pensamiento”, desaparecen y se les considera “vaporizados”.
Tal como Winston teme, la alegría dura poco y la pareja, traicionada por quien
creen amigo, cae en manos de “la policía del pensamiento” y cada uno inicia un
terrible camino de interrogatorios, torturas y malos tratos, detalle del cual sólo lo
tenemos respecto de Winston. En medio de tan espantosa situación, el
protagonista llega a una firme convicción que nos explicará el desenlace de su
triste historia: “Por lo menos, ya sabía una cosa. jamás, por ninguna razón del
mundo, puede uno desear un aumento de dolor. Del dolor físico sólo se puede
desear una cosa: que cese. Nada en el mundo es tan malo como el dolor físico.
Ante eso no hay héroes. No hay héroes, pensó una y otra vez mientras se retorcía
en el suelo…”
Durante su encarcelamiento, los diálogos que mantiene con su interrogador
O’Brien, son preclaros respecto a la esencia del totalitarismo y a las verdaderas
pretensiones de un régimen de esta especie, que el autor desarrolla con
verdadera maestría.
O’Brien procura explicar a Winston que no es la realidad la que importa, sino lo
que Socing dice que es la realidad: “Sólo la mente del Partido, que es colectiva e
inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es
efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del
Partido. Éste es el hecho que tienes que volver a aprender, Winston” y de allí
vendrá la insistente pregunta de cuántos dedos ve Winston, pues se trata de que
vea los que O’Brien le dice, no sólo que lo diga (este excurso literario proviene de
la campaña estalinista que usaba como un mantra 2+2=5).
No importa que el prisionero confiese lo que ha hecho o incluso lo que no ha
hecho: “Al Partido no le interesan los actos realizados; nos importa sólo el
pensamiento. No sólo destruimos a nuestros enemigos, sino que los cambiamos” y
ello es porque el Estado aspira a hacer una toma de posesión total del inculpado,
ya no de su cuerpo – hecho pedazos, herido, torturado – sino de su voluntad y de
su espíritu, ése es el verdadero poder: “Te aplastaremos hasta tal punto que no
podrás recobrar tu antigua forma. Te sucederán cosas de las que no te recobrarás,
aunque vivas mil años. Nunca podrás experimentar de nuevo un sentimiento
humano. Todo habrá muerto en tu interior. Nunca más serás capaz de amar, de
amistad, de disfrutar de la vida, de reírte, de sentir curiosidad por algo, de tener
valor, de ser un hombre íntegro… Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos
de… nosotros”.
El triunfo de 0’Brien como interrogador será, finalmente, eliminar el último reducto
de la conciencia y de la moral de Winston. En la famosa “habitación 101”,
enfrentada la víctima al peor de sus miedos, rogará que los horrores se los hagan
a Julia, no a él, a Julia a quien amaba y se había prometido proteger, a Julia, que
también irremisiblemente lo traicionará a él, porque el aparataje de la barbarie no
les dará tregua, hay que apagar definitivamente la llama del verdadero amor, la
única que hubiera sido capaz de salvarlos.
Reintegrado a la vida de tranquila e insípida esclavitud, Winston descubrirá que la
pérdida del ser amado no es su ausencia física sino la ruptura del vínculo de
lealtad. Entregado a los “dos minutos de odio” en los cuales la masa libera sus
emociones del único modo admitido y se clama contra un enemigo que puede ser
tan irreal como el Gran Hermano, el protagonista deja de ser tal y se funde en la
masa informe de la sumisión y del total olvido de sí mismo.
La carencia de derechos, la total incertidumbre vital y la brutal represión, en el
pensamiento de Orwell, son espantosas realidades de las “sociedades cerradas” –
como las llamaría Popper – pero lo que de veras constituye el horror anunciado y
venidero, lo que se cierne sobre la golpeada sociedad del siglo XX y la no menos
herida sociedad del siglo XXI – heredera sin duda de 1984, libro que goza de
renovados bríos-, es la destrucción de la libertad de conciencia, del pensamiento
individual, de los valores y vínculos profundos con los otros, la naturaleza o la
divinidad, porque tal cosa es en realidad lo que consigue licuar y deshacer a la
humanidad.
Tal riesgo ha sido descrito, de modos distintos, por autores de la talla de Huxley,
Bradbury o Saramago, pero quizás el modo más tenebroso, más explícito y
declarado es aquel mediante el cual 0rwell nos muestra, sin ambages, una rejilla
que separa ratas hambrientas del rostro de un hombre, capaz entonces de olvidar
a quien creyó inolvidable: la única mujer que amó.
Otro punto de la novela digno de ser destacado es la organización de los
ministerios.
Este sistema de gobierno consta de cuatro ministerios: el ministerio del amor, el de
la paz, el de la abundancia y el de la verdad.
El ministerio del amor es el encargado de llevar a cabo los castigos y decidir
cuáles corresponden a cada delito.
El ministerio de la paz se encarga de los asuntos relacionados con la guerra.
Oceanía (el continente que gobierna el Partido), siempre está en guerra con los
otros dos continentes (Eurasia y Estasia). El ministerio de la paz se encarga de
que esto sea así. Si acaba una guerra con una de estas dos superpotencias, se
empieza una guerra con la otra, y se alía con la que era su enemiga anteriormente
(hecho que se modifica en los registros, y pasa a ser el nuevo enemigo con el que
siempre ha estado en guerra). Esto sirve al Partido para dirigir el odio de la
sociedad hacia una dirección concreta y llevarse toda la admiración de la
ciudadanía.
El ministerio de la abundancia es el encargado de los temas relacionados con la
economía y de racionar al máximo las existencias. Mientras los "proles" viven en
una pobreza humillante y al margen de las comodidades que el Partido
proporciona a sus propios miembros, estos últimos no cuentan con demasiados
lujos. De hecho, cuentan cada día con el alimento justo, la ropa estrictamente
necesaria (el mono del Partido), solo un par de botas... El lema de este ministerio
es que cuanto menos se tenga, menos se quiere.
El ministerio de la verdad, donde trabaja el protagonista, es el encargado de
manipular los archivos y cambiar el pasado. Manipulan todo tipo de documentos
(libros, periódicos, fotografías, vídeos...). Dentro del ministerio de la verdad nadie
sabe cuál es el cometido de los otros, y tampoco deben mostrar interés por ello.
Cada uno tiene su documento a falsificar y debe hacerlo solo y en secreto. Una
vez terminado de modificar el archivo, el original debe ser destruido para no dejar
ninguna prueba del fraude.
En cada ministerio, cada individuo tiene su papel claramente asignado. Unos no
deben saber en que trabajan otros y para ello están muy bien repartidos también
espacialmente. El puesto que desempeña uno se le asigna dependiendo para lo
que valga. Por ejemplo, si a un individuo se le da bien escribir, le asignan el
trabajo de modificar poesías para que se adapten a la forma de pensar del Partido;
en cambio, si alguien tiene facilidad para imitar voces, se le asigna el puesto de
doblador de voces en las grabaciones de audiovisuales.
Debemos destacar también la importancia del lenguaje en la novela de Orwell. La
lengua actual, que contiene gran cantidad de sinónimos antónimos, adjetivos,
etcétera, el Partido la quiere hacer desaparecer y basar el lenguaje en el menor
número de palabras limitando así las posibilidades de expresión. Esta medida
daría lugar a un mayor control sobre el "crimen de pensamiento" ya que si tienes
tan pocas palabras y solo tienes las específicas para cualquier tema no puede
haber equivocaciones a la hora de cometer un "crimen mental". Además de limitar
el lenguaje, este sistema limita también el pensamiento, y como dice uno de los
lemas del Gran Hermano, "la ignorancia es la fuerza", lo que quiere decir que si el
pueblo es ignorante, quien manda tiene más poder.
El proletariado, que forma en este Londres que el autor ha creado, un setenta por
ciento de la población, tendría la clave para acabar con el totalitarismo del
gobierno. Los miembros del Partido, por su limitada libertad nunca podrían
organizarse ni tendrían posibilidades para acabar con este. En cambio, el
proletariado, que vive fuera del control de las telepantallas podría perfectamente
levantarse y rebelarse contra el sistema de gobierno, sino fuera por la incultura y
la ignorancia de estos. Piensan que están bien, así como están y no necesitan
ningún cambio, no dándose cuenta de que podrían conseguir mucho si se unieran
y lucharan por conseguir una libertad y una vida dignas.
Como conclusión, podemos decir que se aprecia claramente en el libro como el
ser humano actúa de la forma que debe (que se le dice) de forma innata. No
sabemos lo que debemos hacer desde que nacemos, pero sí vamos aprendiendo
como debemos comportarnos en cada momento. De hecho, en cada momento, en
cada situación, nos comportamos de forma diferente. Solo el hecho de dirigirnos a
un adulto o a un niño de tres años al hablar, nos hace instintivamente cambiar el
tono de voz, la selección de las palabras que empleamos, los gestos. Esto se
debe a los roles que desempeñamos en la sociedad. Cada persona tiene sus
roles, siempre en plural, pues todos cambiamos nuestra forma de actuar en unos
momentos u otros.
Vemos en la novela cómo todos actúan de la forma que el gobierno quiere que
actúen. En la vida real pasa lo mismo. Actuamos como se espera de nosotros que
actuemos. La vida social no es posible sin tener personas alrededor. Una persona
se comporta como tal debido a que sus acciones se dirigen directa o
indirectamente a otras personas. Nos comportamos como está establecido que se
tiene que comportar una persona y por ello decimos que el ser humano es un ser
social.
Si nos fijamos en la novela, vemos cómo los miembros del Partido llevan su vida
de forma rutinaria, sin cambios, sin exaltaciones... prácticamente sin sentimientos.
En cambio, los "proles" parecen tener una vida más animada, con sobresaltos y
sorpresas, con exaltaciones y sentimientos. Prácticamente podríamos decir que
los "proles" es el grupo de gente que lleva una vida como personas y, por el
contrario, los miembros del partido, son como máquinas que hacen lo que deben
hacer, interactuando con su entorno y con los otros miembros, pero sin expresar
ningún aspecto meramente personal.
Si interactúan, se relacionan con otras personas, hablan, realizan actividades
colectivas, pero hacen uso de las capacidades humanas como la improvisación a
la hora de actuar, por ejemplo.
Orwell ha creado un mundo imaginario, que en un futuro muy lejano (por su
complejidad y las disposiciones que requiere) podría llegar a darse. Es lo que
sería el ideal de algún sistema totalitario, basado en la ignorancia del pueblo y
mostrándoselo a éste como la mejor forma de vida. Pretende que las personas
dejen de pensar por sí mismas y hagan solo lo que se les dice, privándoles así de
todo lo parecido a la libertad. De este modo, se le quita al pueblo la capacidad de
ser personas y de actuar como tal.
Para terminar, me gustaría añadir una opinión del autor sobre la obra que hemos
tratado:
"Yo no creo que el género de sociedad que describo vaya a suceder
forzosamente, pero lo que sí creo (si se tiene en cuenta que el libro es una sátira)
es que puede ocurrir algo parecido. También creo que las ideas totalitarias han
echado raíces en los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo y he
intentado llevar estas ideas hasta sus lógicas consecuencias."
He creído relevante hacer un análisis sociológico de este libro dada la actualidad
social en la que vivimos, ya que podríamos hacer una comparación muy cercana
con lo que ocurre en el momento, la deshumanización de la humanidad, estamos
acostumbrados a que ciertas cosas pasen, por ejemplo, a no tener el control de
las decisiones políticas que se establecen en nuestra nación y que nos afectan
directamente, o por ejemplo a que en lugares no muy lejanos ocurran desgracias
por las que "no podemos hacer nada", aceptamos hechos y sucesos por los que
alguien alguna vez no ha dicho "no podemos hacer nada, las cosas son así". Pues
bien, creo que como podemos deducir con una lectura como la anterior la
sociedad siempre es el que tiene el poder si no aceptamos el "las cosas son así" y
deberíamos volver a ser conscientes de este hecho y ser consecuentes.

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