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12.

CBNrnoeuÉnrce EN LA ESTRATEGTA
oB Esreoos lJNroosl

En los últimos años, Centroamérica se ha convertido en un tema fundamental del


debate sobre la política exterior en Estados Unidos. Por cierto, la razón de esta nueva
relevancia es la revolución en marcha en esa región. Como lo ha señalado Jack Child:
"Históricamente, la preocupación norteamericana por la seguridad de la Cuenca del
Caribe ha [...] tendido a orientarse por las crisis, elevándose cuando se percibe una
amenaza y luego hundiéndose a un bajo nivel de prioridad o negligencia benigna
cuando la crisis pasd'.2 Desde la Segunda Guerra Mundial ha existido dos periodos
críticos: el inmediatamente posterior a la Revolución cubana de 1959 y el actual,
a partir de la Revolución nicaragüense de 1979. Ambos acontecimientos han sido
considerados peligrosos para la seguridad de Estados Unidos, más aún cuando á esros
les han seguido periodos de inestabilidad revolucionaria en otros países de la región,
percibidos como "dominós".
Hay diferencias signiffcativas en la respuesta estadounidense en ambos casos: la
crisis cubana se ubicó en una perspectiva hemisferica, mientras que el conflicto actual
solo se sitúa en una dimensión sub regional; el enfoque inicial de la administración
Reagan enfatizó solamente las respuestas militares y de seguridad, mientras que la
administración Kennedy puso, desde el comienzo, un énfasis especial en el cambio
social y.económico. Estados Unidos tenía mayor apoyo exrerno para sus propuestas
en la década de los sesentas que en la de los ochentas, pero la orientación general tiene
grandes similitudes en los dos sucesos: insertar el tema en la confrontación Este-Oeste
y rechazar, por consiguiente, las revoluciones (no cualquier revolución sino estasr¡en
particular) como incompatibles con la seguridad estadounidense; actuar directamen-
te en contra de los procesos revolucionarios para derrotarlos o, al menos, debilitarlos

I Publicado en Cuad¡rnos Sernestrales ¡" 17: "Centroamérica y Estados Unidos', cros, México, l" semestre
de 1985.
'zJack Child, "Issues for U. S. Poliry in the Caribbean Basin in the 80t: Security', en James R. Greene y
Brent Scowcroft (eds.), We*ern Intoests and U. S. Policy Options in the Caribbean Basiz. Report of the Atlantic
Councilt \Torking Group on the Caribbean Basin, OG&H, Boston, 1984, p. 139.

341
ESTAD.S UNID.S, 1981.1991
342 ESTRAIEGIAS Y
PR.CES.S DE P.LfTICA EXTERI.R EN
l

***-;'**#**ruffig**l
de la teoría del "foco"'

;*k*:'ml:';,:Xfl1;ffi ;1.;lil'§'ff
"uandoe,Eiecu,ivoydf
Congreso estadounidenses coincidrer*
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restringidas Por este t1ry de I
rica, algunas op.io"t"tgt'irían estando
hacia la crisis y
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resPecto de la
miento de aliados regionales y globales
b..,,.-.,,.. 1"..l,a*i¿,, de esta política. argumen-
En la tercera sección examino l
una fase inicial marcada por el desencanto y el fracaso, la Adniinistra-
tando que, rras
estrechando así los márge*t d: dt:i:I*
I
ción varió en alguna medida su Postura' contorme I
que la oposiciónse hacía más activa
La escalada q,r" ,ig*áf el hetio de la I
sin embargo' el pleno acuerdo que
seaproximab".,l" tlt""iones de 1984 i-pidiá' i
Administraciónperseguía.Estasecciónconcluyecoflunawaluacióngeneraldelos] pueden
resultados obtenidos durante el primer
p..iodo del presidente Reagan' Ellos
con las expectativas iniciales'
considerarse .r, ft,"*JJp""i't' t'*¿o'" 1"'
"o*p*a la presencia es-
o.r, *r.rar* ,"*urá'"", ampliación de la crisis, un aumento dealgunos cambios
y
tadounidense -y,porlo tanto' áe hs opciones estadounidenses-
de Estados unidos'
favorabres .r, l" de fuerza, d.rde er punto de vista
"orr.tr"ión recienres, en particular la forma
La última ,.."ioriirJ-"g" "lgrrrr*, tendencias
posibles resultados'
como Nicarag,r, ,. h" .orrí..td"o en el foco del conflicto y los
pareTra
unidos y los límites externos hacen que
Aunque el disenso interno en Estados
CENTROAMÉRICA EN IA ESTRATEGIA DE ESThDOS UNIDOS

indeseable una solución puramente militar, esta eventualidad no puede ser excluida.
Sin embargo, se discuten más extensamente las perspectivas de solución política. Ar-
gumentando que un arreglo político solo es posible sobre la base de un nuevo marco,
en el cual algunos de los supuestos básicos de la actual política esadounidense se
dejen de lado, ponemos énfasis en las concesiones que ambas partes deberían hacer
para obtener una solución negociada. Nuestra visión es, a pesar de todo, pesimista; el
escenario mris probable es el de un conflicto prolongado, con pocos cambios en una
u otra dirección, pero con un recrudecimiento en la intensidad de la confrontación
milita¡.

r. PnncnpcroNEs ESTADouNTDENSEs sosRE CnNTRoAMÉRrcA

A juzgar por algunas descripciones del debate actual sobre Centroamérica, hay pocos
puntos donde sea posible alcanzar alguna forma de acuerdo: "Existen quienes están
por una solución militar a las inestabilidades al sur de la frontera y quienes están
por una solución económica y social; quienes están por las elecciones como la mejor
forma de crear gobiernos y algunos están por la negociación; quienes están por tratar
con las revoluciones y quienes están por destruirlas".3 Bajo estas discrepancias en las
políticas, se afirma además la presencia de diferencias mris profundas acerca de las
raíces de la crisis y las mejores formas de garantizar la seguridad de Estados Unidos.
Esto es solo parcialmente verdad. Ha existido y existen diferencias importantes
entre el presidente, un sector del Congreso y del establishrnent liberal acerca de las
interpretaciones de la crisis y de las mejores formas de enfrentarla, pero estas dife-
rencias de política se basan en un conjunto de percepciones comunes sobre Centro-
arnérica y su importancia para Estados Unidos. Los argumentos no se centran en
si la región es crucial, si existe o no la "amenaza cubano-soviética" o si es preciso o
no proteger los intereses de Estados Unidos. Más bien, tienen relación con la mejor
forma de alcanzar ciertos fines, los cuales usualmente son los mismos para todos los
participantes. Algunas de las áreas de consenso que se presentan a continuación han
existido en la política exterior estadounidense, al menos, durante todo el siglo u.
Otras pueden ser más recientes, pero todas ellas se consideran hechos irrefutables
que ningún formulador de políticas puede dejar de tener en cuenta, so pena & ser
excluido del debate relevante. Por consiguiente, operan también como límites a las
opciones disponibles.

3 "Special Issue on Central Americi, The New Republic, octubre de 1983, p. 3.


1. 1. PercePciones geoPolíticas

de Centroaméricay
lJna primera área de acuerdo se refiere a la definición geopolítica
en
t"riU. uis a uisEstados Unidos. Aun antes de que Nicholas Spykman definiera
"t mar y el Golfo de México se
1943 alCaribe como el "Mediterráneo Americano"'4 este
La conclusión con-
,.í"n parte del perímetro de seguridad de Estados Unidos'
"orrro y cualquier intento externo
sensual ., qrr. l" región del Caribe es una zona exclusiva
la situación hegemónica es una amenaza para Estados unidos y
o inrerno po,
"1r..".
sus intereses de seguridad.
Desde el orr""ho punto de vista de los rendimientos geopolíticos, la proximidad
En consecuencia, cuando se
geogrífica es prioritaria a cualquier otra consideración.
á.fi"r.r 1o, interese" de seguridad, la mayoría de los autores refieren al Caribe ¡
se por
amenaza§ de seguridad
exrensión, identifican los-problemas en Centroamérica como
para el escenario más general.
"aislacionistas" e 'io-
Este consenso sobrepasa la bien conocida distinción entre
la definición de las :íreas
ternacionalistas" en la política exterior estadounidense. En
seguridad, el Caribe no
que Estados Unidos dele defender para los fines de su propia
Esto pa-
.. rr. .o-o una región en sí, sino como Parte del territorio estadounidense.

rece claro en la lectura de algunos trabajos recientes sobre


intereses'geopolíticos' Por
"zonas politectónicas" como
ejemplo, cuando Ray ClinJ desarrolla el concepto de
en la misma zona -cuyo hearthnd
una base para una geopolitica global, incluye
es Estados Unidos- a tádos lo, p"ír., de la Cuenta
del Caribe y e Cantdá. Dondd
de interés nacional -de-
Neuchterlein va más lejos aún, J con.t.uir cuatro categorías
orden mundial favorable y Promo-
fensa del territorio parrio, bienesta¡ económico,
patrio- a
ción de valores-, e insertar en la primera categoría -defensa del territorio
del caribe'
seguridad del territorio y espacio aéreo de canadá y la seguridad
,,La
ningún
Méxicá y los estados de Centroamérica incluido Panamá".6 Ciertamente,
puede ir tan lejos como para excluir la necesidad de defender el propio
aislacionismo
restringida
territorio ¡ en ocasiones, los partidrrio, d. una política de defensa más
territorialmente han sido más exigentes que los internacionalistas con resPedo a

Cenroamérica Y el Caribe.

Harcourt, 1942' Tiaducido e¡


4 Ni.hol"s spykman, America's strategl in world Polities, Brace and c6,
de Cultura lEconó-ica como Los Esudns [Jnidos ante el Man¿o' 1947 '
^Fondo
---l-n", pp
8|'s,rVesriew Press, Boulder, 1980,
Cfi". , Worü power Tiends and U. S. Foreign Policy for the

r4-r7.
6 Donald E. Neuchterlein, "U. S. Intersts in the 80t: Observations and Conclusions", en The N¿tiod
Intera;ts of the (Jnited states,The §Tilson center,'§l'ashington, D.
C., febrero de 1981, p' 185'
CENTROAMÉRICA EN IA ESTRAIEGIA DE ESIhDOS UNIDOS 345

1.2. El d¿recho d¿ intentención

La caracterización geopolítica del átea, su inclusión en el perímeuo de defensa de


Estados Unidos y el ejercicio tradicional de la hegemonía han forjado un consenso en
torno al papel auto asignado de "regulador" para Estados Unidos en la región. Con-
sagrado por Teodoro Roosevelt en 1904, en su corolario a Ia Doctrina Monroe,T este
"derecho" a participar de una u otra forma en los asuntos internos de los países cen-
troamericanos nunca.ha sido objetado seriamente. Los métodos y los límites pueden
estar sujetos a discusión, pero no el concepto básico. Recordando una cita anterior,
uno no puede sino preguntarse cómo tanta gente puede favorecer elecciones, negocia-
ciones, soluciones militares, soluciones económicas y políticas, arreglos y destrucción
de actores, en países que no son los suyos.
El papel de regulador implica, como mínimo, el derecho a poner límites a las op-
ciones y acciones de los gobiernos y, como máximo, la acción directa para derrocarlos
o imponerlos. Entre estos dos extremos, la intervención es una práctica permanente
sobre la cual existe acuerdo. Cuando se discuten opciones de política para Estados
Unidos, la posibilidad de "abandonar" la región se menciona teóricamente a veces,
pero se descarta sin variación.

1.3. Definiciones dc interés nacional

Gran parte de la literatura reciente sobre Centroamérica y el Caribe se refiere a los


intereses nacionales específicos de Estados Unidos que estarían en juego en el actual
conflicto. Al comienzo, esta discusión fue algo confusa porque los autores se concen-
traban en determinadas dimensiones o, incluso, enfatizaban temas únicos; algunos,
ligados a la Administración oscurecían aún más el problema, al mezclar temas regio-
nales concretos con políticas globales.
No obstante, parece obvio que estas diferencias iniciales eran más aparentes que
reales: a lalarga, las visiones han tendido a converger, dejando un conjunto de dis-
posiciones en las cuales es posible afirmar la existencia de consenso. Se mencionan
habitualmente cuatro intereses básicos: a) asegurar la paz y estabilidad áe Ia región,
b) mantener a otras potencias -hostiles- alejadas de ella, c) asegurar el flujo de recur-
sos energéticos y materias primas desde y a través de la región, y d) impedir grandes
flujos migratorios entre los países de la región y Estados Unidos.

7 En su Mensaje Anual de [904, Roosryelt decla¡ó: "El mal comportamiento crónico, o una impotencia
¡esultante del aflojamiento genqral de los lazos de la sociedad civilizadl [...1 puede forza¡ a Estados-Unidos,
aun sin quererlo [. ..] a ejercer el papel de policía internacional." Citado por Samuel Eliot Morison, 7bc§xfu
History of the American Peopb, vol. 3, p. 148.
ESTMIEGIAS YPROCESOS DE POLÍTICA EXTERIOR EN ESTADOS UNIDOS, 1981'1991
'46
Aún mucho sobre aspectos específicos relacionados con estos intereses:
se discute
ese debate se refierehabitualmente a unas mejores formas de defenderlos -la combi-
nación de recursos militares y económicos- o a la importancia relativa de cada cate-
goría en sí misma o en relación con otras tendencias estadounidenses en el mundo.
Pero, en general, estas discusiones de prioridades o políticas ya suponen la existencia
efeútiva de las inclinaciones mencionadas.
Algunos autores añaden una quinta categoría de intereses, fundamentales en las
posiciones de la actual Administración: el éxito de Estados Unidos en la región es una
prueba necesaria de su determinación de sostenerse firme en contra de la agresión
en otros países. El presidente Reagan ha enfatizado este aspectos y algu-
"o-.rrrist"
nos ofrecen el convincente argumento de que, dado el hecho de que Estados Uni-
dos tiene una superioridad militar abrumadora en el área, podría en efecto defender
adecuadamente los preceptos concretos arriba mencionados con una política menos
intervencionista. Por lo tanto, "no es la seguridad de nuestras rutas marítimas, o la
perspectiva de una inundación de refugiados hacia este país, o el peligro implícito
para Ia seguridad de México, 1o que está en deftnitiva en juego en Centroamérica: es
la credibilidad del poder de Estados lJnidos".e
El asunto del "prestigio" se menciona abiertamente solo Por Parte de los conser-
vadores y til, vez sería rechazado por los liberales, al menos con este formulación. Sin
embargo, puesros ante el dilema de aceptarlo o admitir la carga de una eventual pérdida
de imagen, Ia mayor parte de los críticos de la Administración han sido débiles en
enfaúzx meramente asPectos internos de la crisis y han terminado por acePtaf la com-
binación propuesta por la Administración. El tema ha sido mencionado en el Informe
Kissinger y no fue objeto de desacuerdo, lo cual añadiría a la convicción de que "el pres-
tigio" de Estados Unidos es otro interés respecto del cual existe suficiente consenso.lo

1.4. Amenazas internas I erternds

No solo los liberales han hecho concesiones de importancia en dirección al consenso


en los años recientes. Probablemente, el cambio más significativo ha provenido de la

8 "Si Centroamé úca cayera, nuestra posición en Asia y EuroPa o Pañ¡


¿cuáles serían las consecuencim para
alianzas como la or¡¡? Si Estados Unidos no puede responder a una amenaza cerc¿ de nuestras fronteras, ¿por
qué deberían creer los europeos y asiáticos que nos preocupan seriamente las amenm que ellos enfrentm?'
ói."r..o del presidente Reagan ante la Sesión Conjunta del Congreso sobre Centroamérica, Zhe New Yo*
Times,28 de abril de 1983.
e Robert \ll Tucker, 'Their '§l'ar, Our Choices", The New Republic, Special Isue on Central Ameic¿, octubre
de 1983, p.26.
10
Di acuerdo con el Informe, los inrereses estratégicos de Estados Unidos en la región incluyen impedir
"la erosión de nuestra capacidad de influir sobre los sucesos mundiales que resultadan de la percepción de qrlc
fuimos incapaces de influencia¡ sucesos vitales cerca de nuestro territorio". Report ofthe National Bipartiua
Commhsion on CentralArneica, Vashington, enero de 1984' p,93.
CENTROAMÉRICA EN I"4. ESTRAIEGIA DE ESTADOS UNIDOS

Administración y se refiere a la interpretación de las raíces internas y e,xteflurs de la cri-


sis. El enfoque inicial de los ideólogos de la administración Reagan en lggl ponía un
énfmis casi único en el factor cubano-soviético como la principal fuente de conflicto
en Centroamérica, negándose a dar importancia a las causas internas del desconrcnto.
Su interpretación de la situación interna subrayaba el carácter violento de la polírica
regional, solo como el campo ftrtil en donde era posible sembrar las semillas d.e la
subversión. Como consecuencia, la política propuesta era de ca¡ácter por poco exclu-
sivamente militar y su énfasis estaba puesto en la mantención del orden y la autoridad
como metas principales, por oposición al cambio económico y social promovido por
el gobierno demócrata anterior, respecto al cual Reagan quería mantener distancia.
Los fracasos iniciales y la necesidad de fortalecer el apoyo interno motivaron un
cambio sustancial de este enfoque, expresado, primero, en la estrategia de "doble víd,
(dual nach) propuesra por Thomas Enders en 1982 y consagrado, luego, en el discur-
so del presidente Reagan a la Sesión Conjunta del Congreso de abril de 19g3,
¡ más
tarde, en el Informe Kissinger. En todos estos documentos se reconoce la existencia
de raíces internas en la crisis -condiciones económicas, políticas y sociales- así como
la necesidad de cambios significativos, como condición necesaria de la estabilidad.
El resultado es muy similar a las visiones existentes sobre América Latina y el Tercer
Mundo en los años sesenta: la crisis interna y la subversión externa son dos amenazas
que deben enfrentarse conjuntamente. El Informe Kissinger podría haberse incluido
literalmente entre los documentos que justificaban la Alianza para el Progreso en esa
década: reconoce las bases económicas y sociales de la crisis; argumenra en favor de
una política que conduzca al desarrollo y la modernización; apoya la construcción
de sociedades democráticas como única alternativa viable a la subversión; exige la
eliminación de los "escuadrones de la muerte" y Ia represión; y llega a redescubrir el
cenffo político (tan caro para los demócratas), presentándolo como el principal aliado
de Estados Unidos, enfrentado al doble desaffo de la derecha tradicional y la izquierda
totalitaria. Además, la firma de algunos influyentes demócratas que fueron miembros
de la Comisión demuestra, eu€¡ €rr términos de interpretación básica, los distintos
sectores del establishrnent político" han alcanzado mayor medida de consenso que el
que tenían en 1981 . No es, sin embargo, un pleno consenso. por una parte, la Admi-
nistración aún asigna prioridad a la dimensión de seguridad, desafiando así a todos
los que favorecen los demás objetivos a aceptar la necesidad de soluciones militares
previas. Esta insistencia, unida a algunas iniciativas audaces en el campo de batallt
-como las Operaciones en Honduras y Nicaragua- reabrieron la discusión inmedia-
tamente después de publicarse el Informe. AI mismo tiempo, muchos conservadores
ligados a la Administración siguen viendo al centro político como sospechoso.
El consenso opera de dos maneras en relación con la crisis centroameri.ana. por
una Parte, debido a que se refiere a interpretaciones básicas, deja espacio a desacuerdos
significativos en las políticas específicas. Por otra parte, pone límites a las alternativas
W ESTRAIEGIAS Y PROCESOS DE POLfTIC"q. EXTENOR EN ESTADOS I.INIDOS' 1981-1991

discutibles en forma efectiva entre los formuladores de política. Para ser %dmitido" al
debate, uno debe aceptaf la importancia geopolítica de la región, su definición como
á¡ea unificada (la Cuenca del Caribe), su relevancia para la seguridad de Estados
Unidos, algunas definiciones básicas de intereses de seguridad y la combinación de
problemaslnrernos con un conjunto bien definido de amenazas externas. Las políti-
t.", y üsponibles se evalúan, siempre con relación a los objetivos comunes
"lt".r,"tivas
descritos. Otro marco importante de referencia, el cual examinamos a continuación,
es el proveniente de fuera del círculo de formuladores de política.

z. PnBsroNEs E)cERNAS

Ia oposición en el Congreso es el principa{ chivo expiatorio de los miembros de la


administración Reagan para explicar los fracasos de su política en Centroamérica. El
argumenro -frecuentemenre mencionado en los días del Informe Kissinger y vuelto
a esgrimir en la reciente discusión sobre los financiamientos de la "contrd'- es que le
falta de acuerdo entre los gobernantes estadounidenses se presenta como el obstáculo
principal para una solución rápida y efectiva de la crisis. He tratado de alegar quc
existe mucho más consenso de lo reconocido, pero incluso si este consenso fuera ab
soluto, Estados Unidos aun debería enfrentar otras presiones, las cuales ponen límis
objetivos a sus opciones en Centroamérica. En este capítulo analizamos dos tipoe
de presiones, las referentes a las actitudes de la opinión pública y las posturas de loe
aliados globales y regionales.

2.1. La actitud dcl público

Los críticos de la Administración, por lo general, se sienten estimulados por el hecfo


de que las encuestas revelan de modo consistente un desacuerdo amplio con la @
tica de Reagan hacia América Central. Aunque el público comúnmente ha
la aserción del Ejecutivo que afirma que los intereses de seguridad de Estados Unido¡
esrán en peligro en la región y que Cuba y la Unión Soviética estarían compromai-
das en la subversión allí, ha sostenido una Postura contraria a casi todos los aspeÚ
concreros de la política de Reagan. Una mayoría sustancial se ha manifestado
ria a incrementar la ayuda económica, la asistencia milita¡, el despliegue de
militares estadounidenses, la perspectiva de emplear tropas de Estados Unidos 7
guerra encubierta en conffa del gobierno sandinista de Nicaragua.ll Esta

r 1
§flilliam lcoGrande, Central Americ¿ and the Polls, Special Repon of the §ü'ashington Oftice oo
America, mayo de 1984, p.2. El estudio de LeoGrande es el resumen más completo de las actitudes dd
estadounidense sobre la crisis centroamericana, usando casi todas las encuestas disponibles.
CENTROAMERICA EN I-A. ESTRAIEGIA DE ESTADOS UNIDOS 349

está ampliamente fundada en los hechos. Incluso en la eventualidad de una üctoria


insurgente en El Salvadot el 80o/o de los entrevistados por el Chicago Council on
Foreign Affairs se oponían a enviar tropas a ese país. (Jna encuesta Gallup en abril
de 1983 mostraba que el 680lo de aquellos entrevistados eran conuarios a arxnenüu
la ayuda militar a El Salvador (con solo el 22o/o favorable), mientras que el 597o se
oponía a un aumento del número de asesores militares. Significativamente, despuá
de Granada, una encuesta del New York Times y la cadena de televisión CBS mostraba
que un 47o/o exabaen contra de cuadruplicar la ayuda estadounidense a EI Salvador y
un 32o/o a favor "si el gobierno estuviera a punto de ser derrocado por los rebeldes". 12
La oposición a los esfuerzos de Estados Unidos por derrocar al gobierno sandinista
de Nicaragua también ha sido consistente. lJna encuesra tomada poco antes del voto
del Congreso, que decidió favorablemente la ayuda a la "contra", reveló que un 53o/o
se oponía al objetivo de derrocar a los sandinistas, mientras que un 660lo estaba en
contra de otorgades la ayuda.13
Las encuestas muestran también de manera consisrente que el público está poco
informado acerca de la situación centroamericana y del papel de Estados Unidos
en ella. En junio de 1983, por ejemplo, el New York Tirnes informaba que, según
una reciente encuesta, solo el 25o/o de los entrevistados sabían que Estados Unidos
apoyaba al gobierno en EI Salvador, únicamente eI 73o/o sabía que favorecía a los re-
beldes en Nicaragua y solamente el 8olo conocía la respuesta a ambas preguntas.l4 l,as
cifras pueden parecer algo extremas y, de hecho, algunas más recientes indican menor
ignorancia -aunque aún significativa-, sobre todo, a raíz del reciente debate sobre
Centroamérica en el Congreso.ls
La oposición a la política de Reagan tiende a ser mayor entre los más informados,
de lo que se concluye necesariamente que la preocupación real por Centroamérica
está restringida a las élites, lo cual da a los formuladores de política un cierto margen
para la acción autónoma.
De acuerdo con las enuevistas hechas a la salida de los lugares de votación (exit
polk),lx razones de los votantes para elegir a uno u otro candidato en la elección de
i984 se refieren principalmente a las caracterísdcas personales de los candidatos o a la
política interna; cuando se menciona la política exterio¡ al control de armamentos o a

¡
12
La encuesta del Chicago Council en John E. Reill¡ "American Opinion: Continuiry Not Reaganisrn',
Foreign Policy, no 50, primavera de 1983, p. 88. Encuesta css/NeuYork Tintes,2 dejtnio de 1983, en Gallup
Report, octubre de 1983, pp.14-21. La encuesta de la misma fuente de 1984, en Public Opinion, abril mayo
de f984, p. 37.
13
Para un resumen de encuestas véase §?l LeoGrmde, op. cit., Tabla 21. La encuesta más reciente de
Ha¡ris, informada en el National Journ¿|, 13 de abril de 1 985.
ta Tl¡e Nru York Times,2 de julio de 1983.
15
Los Angeles Times,T de noviembre de 1984. Datos más recientes e¡ The New Yorh Times, de junio de
1985.
3JO ESTRATEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA E)(TERIOR EN ESTADOS IINIDOS, 198I.1991

la Unión Soviética.16 llna encuesta de Yankelovich de electores demócratas mostraba


en diciembre de 1983 que, ante una opción multiple de los principales problemas
enfrentados por Estados Unidos, solo el 9olo de los votantes mencionaba a Centroamé-
rica. Podemos ciertamente suponer que el número sería aún menor entre los republi-
canos en ese momento, üdala reticencia de su partido a convertir a Cenuoamérica
ren un tema de debate en la campa-áa. Desde luego, Centroamérica era un tema, pero
aun en los casos en que se debatió en detalle, como en la primaria demócrata de Nue-
va Yorh las encuestas post votación muestran que muy pocos votantes se decidieron
sobre esa base.
La posible conclusión de todo esto sería que, aunque la mayor parte del público
desaprueba la política de Reagan hacia América Central en lo específico, tal rechazo
es fundamentalmente intuitivo -no se basa en un conocimiento suficiente de los
hechos- y probablemente esté debido al temor del público a verse envuelto de nuevo
en una situación tipo Vetnam.l7 Sin embargo, tal resistencia no se refleja en un invo-
lucramiento efectivo o, siquiera, en actitudes significativas de los electores en contra
del gobierno. Por esto, el gobierno cuenta con un margen importante de libertad para
llevar adelante sus políticas. Ellas pueden no ser populares en las encuestas, pero no
afectarán los resulados electorales ni el apoyo de la opinión pública al gobierno en
términos más generales.
Sin embargo, la limitación es también clara: si Ias tendencias actuales se mantie-
nen (las mayorías en contra de cualquier intervención directa y más oposición entre
los informados), algunas opciones parecen muy peligrosas para el gobierno; como
ejemplo, la intervención directa de tropas estadounidenses podría acarrear el rechazo
del público. En cambio, podría argumentarse que Granada demostró que el síndro-
me de "unirse en torno al Presidente" aún funcionaba,l8 pero este conflicto también
cumplía otras condiciones necesarias para el apoyo público: fue una victoria rápida a
bajo costo. Un resultado similar es inimaginable en El Salvador o en Nicaragua. Si la
Administración fuera capaz de presentar su acción directa como respuesta a una situa-
ción extrema, probablemente obtendría apoyo por un brwe periodo. Sin embargo,
después de un tiempo sin victoria decisiva y con numerosas bajas, la tendencia anti
intervención resurgiría, creando serias dificultades internas a la acción militar.

t6 Timc, 26 de üciembre de 1983.


t7 La posibilidad de que una participación directa de Btados Unidos en Cent¡oamérica lleve a una situa-
ción tipo Vietnam aparece consistentemente en las encuestas. Véase Wi l¡oGrande, op. cit., Tablas del.r- 15 a
la 17.
r8 El sínd¡ome se refie¡e al apoyo inicial del público en momentos de crisis exterior, presente en la mayor

parte de las situaciones de intervención desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo general, es de breve duración
o, rnás bien, su continuación depende de ot¡os factores. Véase capítulo 4 de este libro: 'Elecciones presidenciales
y política exteriol'.
CENTROAMÉRICA EN I.A ESTRATEGIADE ESIhDOS I,.¡NIDOS

2.2. Los aliados inquietos

Hay poca información acerca de cu¿íl fue la actitud de algunos aliados de Esmdos
Unidos en los años dé la crisis cubana. Con algunas excepciones (México renía u¡e
visión distinta sobre Cuba y mantuvo sus relaciones diplomáticas y económicas con
ella), la mayor parte de los aliados globales de Estados Unidos veían la región como
vna zona de hegemonía estadounidense y apoyaron su enfoque mixto de contrain-
surgencia y desarrollo. Algunos de los países integrantes del Grupo Contadora, como
venezuela, estuvieron en la primera línea en contra de cuba, mientras que la mayor
parte de los europeos, con la posible excepción de España, acepraron de hecho el
bloqueo. Por otra parte, en el caso de Europa, una actitud distinta no habría tenido
mucha importancia: el interés de Europa por América Latina después de la Segunda
Guerra Mundial estaba en su más bajo nivel histórico.
La situación de hoy es muy diversa: varios países europeos y latinoamericanos per-
siguen vigorosamente sus propias políticas en América Central, a menudo en abierta
contradicción con las posturas estadounidenses, como ha ocurrido, por ejemplo, en
la controversia relativa al Acta dePaz para Centroamérica formulada por el Grupo
Contadora.
El proceso de Contadora y las iniciativas europeas reflejan nuevos desarrollos que
deben tomarse en consideración. En primer lugar, tanto los pafues europeos como las
potencias medias del Caribe han crecido en importancia política y económica en el pla-
no global en las ultimas décadas. Las inversiones y el comercio europeo en relación con
Centroamérica son poco significativos, pero el ser uno de los más imporrantes inversio-
nistas y el principal donante de ayuda (una 'tuperpotencia económica') de la región,
que es el primer exportador e importador del mundo, requiere de una política incluso
para regiones 'tecunda¡ias". Igualmente, la necesidad de afirmar un nuevo papel, como
resultado de una importancia económica creciente, es evidente al menos en los casos de
México y Venezuela, especialmente, en relación con una zona tan cercula a sus propias
fronteras. En segundo lugar, la tendencia a la multipolaridad y la interdependencia eco-
nómica va acompañada por una nueva autoafirmación en política internacional que re-
chazalaaceptación sumisa de las posturas de poderes centrales. En tercer lugar¡existen
consideraciones estratégicas. Europa teme que un involucramiento excesivo de Estados
Unidos en la región pueda llevarlo a desatender otras áreas más cruciales para la seguri-
dad europea o derivar en una nueva demanda de extensión de la solidaridad adántica-
Por su parte, los poderes intermedios del Caribe temen una presencia miliar esudou-
nidense directa en la región, tafito o más que la eventual amenazacubano-soüética
Todos estos factores llevan a una interpretación de la crisis y sus alternativas com-
partida por la mayor parte de estos países y disdnta de las posturas predominantes ea
3S2ESTMIEGIASYPRoCESoSDEPoLÍTICAEXTERIoRENESTADOSUNIDoS,I9SI.I991

los factores internos como raí-


la Administración estadounidense. Esta visiónlenfatiza
ces de la crisis y sosdene que negarse a
reconocer la inevitabilidad de los cambios po-
más extremas' Por el contrario'
líticos y sociales solo favorece las soluciones radicales
internas Partidafias del cambio puede
una solución política que fortalezca las fuerzas
,,cooptar,, a los movimientos revolucionarios
abrir paso la, ,"fo,In"s pacíficas y a
t " moderados
;;:;;t";;;*.",."¿t*nnto con el oeste o, al menos, a fortalecer a los revolucionaria
su propia experiencia
y a los realistas en su seno. En el caso mexicano
tienden a fortalecer estas ideas' l'o mismo
.rr, ,oa, con Cuba en años
l,'prr.d.
recientes
de Venezuela en la reabsorción de la guerrilla
durante los
d".irre de los éxitos
,.r.rr," y de los intentos actuales de Colombia en la misma dirección'
"ño, por cambiar las opi-
La administración Reagan ha hecho esfuerzos significativos
o, al menos, para limitar sus
niones de sus aliados con-relación a América Central
tales esfuerzos.comenzaron en 1981
actividades en la región. En el caso de Europa,
la actividad cubana y soviética en
con la publicación Jd primer "Libro Blanco" sobre
dedicado principalmente al papel de
la regián, seguido r"rios,,""s después Por otro'
Ñr"i"grr, i "ulmirr"ron recientemente con la carta del secretario de Estado Schultz
de Relaciones Exteriores
a los ministros de la Comunidad Europea, poco antes de la
Reunión de San José en sepdembre de 1984'
para la política de
En cuanto a Contadora, su nacimiento marcó un retroceso
EstadosUnidos,yaquepaísesquealcomienzolaapoyabanPasaronaejercerahora
su apo-
un papel irj.p.rdiente.le Est"do, Unidos ha declarado reiteradamente
-á, que fortalezca sus iniciativas'
yo óor,"dora, pero no ha actuado de una manera
" data de julio de 1983'
bos e¡._plos ilustran esta forma de doble juego. El primero
los presidentes de los países miembros del Grupo
contadora, reunidos en
.,r*io
Reagan y Fidel Castro pi-
cancún (MZxico), hicieron ,r., ll"^"do a los presidentes
diendoaPoyoasuesfuerzodepaz,elcualincluialapropuestaderetirodetodaslas
anunció el envío
fuerzas ár'*¡.r*de la región. Dos días más tarde, Estados Unidos
de Nicaragua y Ia iniciación de maniobras
militares
de dos grnpo, t"rrd., l,'-to't"
" en octubre de 1984, cuendo el Gru-
prolongadas en Honduras. El segundo caso fue I

po Coi"do.a formuló r,, ptop'it"" de Acta áePazpara Centroamérica'la cual fue i


Un esfuerzo polí- l
inicialmente po, h.áyo. parte de los países de la región.
"poy"d" que más tarde todos esos países'
,lo ¿. parte de Estados Unidos dio como resultado
excepto Nicaragua, presentaran objeciones a la ProPuesta'
ü h..ho de que contadora aún exista y sea capaz de promover lluevas iniciativas, :

a pesar de estas y otras presiones, es un signo


de los cambios ocurridos en la región en l

del nuevo
le En el caso de Colombia, su cambio se atribuye al cambio de gobierno en 1 983 y a la voluntad
ir,"r.r" po. ,rr.dio d. ,r.iociaciones. En i-uanto a venezuela, se mencionan dos razo-
de tratar con la suuroria,
a Reino unido
las elicciones de 7982 y elapoyo estadounidense
nes: la derrota de los de-ócrata-cristianos en
en las Malvinas'
, CENTROAMÉRICA EN LA ESTRATEGIA
DE ESTADOS LTNIDOS 353

años recientes que la política estadounidense


debe considera¡. un esfuer¿o similar en
los años cincuenra o sesenta no habría
sobrevivido.

3. Er cunso o¡ r.e porÍrrcA EsrADouNrDENsE:


rggr_r9g1
Como hemos dicho antes, Ia visión inicial
de centroamérica de ros miembros
administración Reagan iba más allá de la
de un enfoque regional, in*.*se
perspectiva global. f*" en una
de esta perspectiva e.taba ra ,ror.rrrtad
f :."rr:
curso -decadente- de la política .t,..io, de cambiar el
estadounidense enfrentando Ia ..amenaza
soviética", última causa de todos ros
conflictos en .,globa_
el mundo. En esta visión de
lismo estratégico" había otras regiones
en donde ra contención ,"-ur,r, era
pero centroamérica presentaba algunas urgente,
claras ventajas para constituirse
en la primera
demostración del nuevo compromiso: la
proximidai de la región f.o.r,.rr"
dounidenses facilitaba ra presentaciór,
d.i" crisis como un riesgo de "l",seguridad; .rr"-
conocida afiliación izquierdista marxista ra re_
de los movimientos revolucionarios
una mejor asimilación a los inrereses
permitía
soviéticos; y Ia tradicional hegemonía
de Estados
unidos parecía asegurarre que habría menos
resistencia de otras potencias de la
podrían provocar acciones simirares en que
offas partes der mundo. En suma, como ..caso
test"' centroamérica parccíael más adecurdá
d. los "puntos .."nrot*r,'.
Esta perspectiva globar era craramente
.
nistración anterior, pues er punto de
distinta del posicionamiento de ra Admi_
vista del gobierno de c"ra., ,.g.rí. de cerca ros
enfoques prevalecientes a comienzos
d.e los años sesenra, durante Io,
y Johnson. En esencia, esta orienración
áo, de Kennedy
combinaba las condiciones económicas
sociales internas con el factor externo y
-el comunismo-, atribuyendo a las primeras
la principal causa de los conflictos.
Dado que er cambio .r" rá..r".io, el probrema
no era evitarlo, sino más bien trararlo
d. t"r for-" que no un peligro
f":"
lor. intereses globalesregionales de Estados üido.. ";;r.*;r"
y Lr" f*..r", adversarias
del cambio pacífico provenían tanto de
la derecha tradicional, decidida a defender
sus privilegios, como de la izquierda
-la unión soviética y sus aliados_, decididos a
sacar partido de la agitación y los
conflictos provocados por la moder nización
promover la revolución. se requería para
una fina respuesta d.uar: Estados unidos
apoyar a las fuerzas dedicadas ar cambio debía
pacífico y desarroilist a y, aravez, fgrarecer
la capacidad de los países "amenazados"
para resistir la agresión. r_a Nianzapara
Progreso y Ia contrainsurgencia el
fueron Ir do, caras de esla porítica, inaugurada
la administración KenneJy, en América por
Latina. Aunque las administraciones repu-
blicanas de los años setenra descarraron
este enfoque, r.,.r.";.;;;*-"
alternativa una visión
a los conflictos en los países del
rercer Mundo. con er gobierno de
Ia interpretación se retomó en plenitud, carte¡
poniendo un énfasis adicional en la defensa
activa de los derechos humanos por
parre de Estados Unidos.
3'4 ESTMIEGIAS Y PROCESOS DE POLfTICA EXTEzuOR EN ESThDOS UNIDOS, 198I'1991

Los ideólogos que dominaban la escena a comienzos de la administración Reagan


modificaron esta visión tradicional de dos maneras: primero, presentaban laamenaza
soviética como una presencia militar directa, dramatizando así la urgencia de la de-
fensa; segundo, enfatizaban la necesidad de un orden y autoridad como sus objetivos
básicos, antes que el cambio económico y social.
la principal amenaza era la creciente presencia soviética en el Hemisferio Occi-
dental y, más específicamente, en las fronteras sur y este de Estados Unidos. "Durante
los ultimos doce años, la distensión y la creciente independencia de América Latine
han formado el telón de fondo para el surgimiento de la Unión Soviética como unÍl
fuerza económica, políticay militar en la región. El profundo sentimiento anti yanqui
y la complicidad cubana han proporcionado la atmósfera ideológica adecuada, en la
cu rl los soviéticos han perseguido sus ob.ietivos con majestuosa imparcialidad, usan-
do no solo partidos afines y organizaciones guerrilleras, sino también movimientos
reformistas,.iuntas militares e incluso dictaduras de derechd'.2o En este contexto, la
situación de América I^atina podía presentarse del modo más cómodo para cualquier
propuesta extrema, incluyendo no solo a Cuba, Nicaragua y Granada, sino también
a panamá-bajo omarTorrijos-, Jamaica-bajo Michael Manley-, Guyana e incluso,
parcialmente, México.
Otra conclusión extrema es que América l,atina, especialmente Centroamérica y
el Caribe, es ya un ¿irea de confrontación. Este no es un fenómeno a prevenir, sino un
hecho establecido frente al cual Estados Unidos debe reaccionar: "El deterioro de la
posición de Estados Unidos en el hemisferio ha generado ya serias vulnerabilidades
donde estas antes no existían y amenazacon enfrentar a este país con la necesidad sin
precedentes de defenderse en contra de un anillo de bases soviéticas en y alrededor de
nuestras fronteras al sur y al este".2l
En la visión neoconservadora, el desarrollo político de América Central, distorsio'
nado por la intimidación y los procesos democráticos fraudulentos, ha generado una
situación frá,grl e inestable. La felta de legitimidad de los gobiernos crea condiciones
pefmanentes para desaffos violentos. En este marco, "la violencia o la amenaza de
violencia es una parte regular, integral y Permanente de estos sistemas políticos".22 Es
el recurso común de la oposición contra un gobierno que, habitualmente, los excluye
de toda participación y del gobierno que intenta eliminar a la oposición.
El elemento nuevo en este patrón tradicional de violencia de Centroamérica es
que ahora está siendo udlizado por la conspiración cubano-soviética para Promover
sus propios fines. Y el error que cometieron muchas fuerzas democráticas -grupos de
Iglesia, social-demócratas y, también, la administración Carter- fue que, al apoyar

20 kiken, 'Eastern Winds in l,atin Americf , Fareign Policy, n" 42, primavende 1981, p. 94.
Robert S.
2r Ki¡kpat¡ick, "U.S. Security in latin America", en Commentary, enero de 1981, p. 29-
Jeane
22
Jeane Kirkpatrick, Tlte Hobbes Problen: Ordn, Authoity and Le§rtnwry
in Cmtral America, presentado
en el Americ¿n Enterprise Institute, Public Policy §7eek, W'ashington, diciembre de 1980, p. 8, mimm.
CENTROAMERICA EN LA ESTRATEGIA
DE ESIADOS UNIDOS

meras como Ios derechos


o la justicia social, contribuyeron
gobiernos amigos, sirviendofumanos
así a los fiÁ de Ia conspiració.r-
-, ---' a debiliar a los
Por lo tanto, Estados unidos debía
privilegia¡ ra estabirización de los gpbiernos
aliados y apoyar todos sus esfuerzos
p"." grrr", autoridad, el principal objetivo
tico en la región. Los_cambios sociales pou_
poJi* aún ser rr..o"rior, p.- a.UA condi_
ciona¡se a Ias urgencras estratégicas
y poríticas, Ias cuales ,rp;;;; r, fuene
apoyo
y no a la prédica de moralid"d. g,
Til':*, cuanto a los ,,peones- soviéticos, la
debía ser exactarnente Ia contraria, acrirud
evitando cualquier p,rdiera
aumenu¡
su legitimidad y promoviendo
activamente su desestabilización. "..r0-q*
Estas visiones no eran consensuares
y no se pretendía que lo fuesen. por el
rio' su fin era precisamente desasociar la contra-
nueva Administáión de la anterior,
de blanda y equivocada. El desacuerdo
tachada

quienes eran visros como los responsabres


era, más bien, bienvenido, .ádo
provenía de
directos der deterioro de la posición
tados Unidos en Centroam éicayaque, de Es_
tras esta actitud desafiante, estaba
el supuesro
optimista de que una actitud más decidida
de Estados unidos *njonuíasu posición
en un brwe plazo.
La evaluación que se realizó de la situación
en El Salvador, a comienzos de l9g l,
era otro modvo de ariento para el nuevo
gobierno estadounidense. r¿ junta gober-
nante' presidida por Napoleón Dua*e,
pare"í, más estabre como resultado der
do entre la derecha, los militares y el centro, acuer-
el cual previamente había estado en
la oposición. En el campo de batih,
er fracaso de la *ofensiva ffnar,, que
Farabundo Martí para la Liberación el Frente
Nacionar (rrrarN) h"bí" pr;;;ado para
parecía indicar que la iniciativa enero
estaba der rado der ejército q".'r"
tancial de parte de Estados unidos podía , lp.yo más sus_
flwarle. l" rri.,o.i"'.;;;:;, meses.
Esta evaluación coyunturar fue decisiva "
en Ia conduc"tó;di;;"[tica inicial
de la administración Reagan, En términos
generales, existían ües casos ..críricos,,
América central, los cuares debían ..",r.r.".o, en
rapidez y dureza:23 EI sarvador, Ni_
caragvay Cuba.2a Dado que El Salvador ..ejabó"
pero aún no perdido, la necesidad de
era el a!Uí: ," f,"i, ,_.rr"rrdo
un éxito rápido llevó a.o.r..rrr'r", Ios esfuerzos
en é1. una vez que esta situación se hubiera
consolidado, los otros dos podrían abor_
darse en condiciones más favorables.
Había también una consideración de porítica
interna: Cuba y ñcaragua eran ..derrotas,,
anteriores a 19g 1, por lo que la prueba
era evirar una derrota similar en El real
salvador. Esta primera victoria cambiaría
ra marea
en conüa de la amenaza cubano-sovi
éticayabriría camino a oúas confrontaciones.

23
De acuerdo con una oublicación reciente,
el presidente Reagan 'debió ser
disuadido de la fanasía priva-
f i;ffii;l: rodía ser rüerada p., u r,.-,t. í*-*i,'.*i. tui,,*ut, rb,i,-s,;)r;rembre{iciembre
24
Grmada nunca fue considerada realmente
al mismo nivel. En cuanto a Guatemala,
aunque la Mminir
,ffi:1":,[;:."i.r;:::il:1x,3:t, :.,TffI;ffi"{i; extremo v ra oposrción dá ángreso,
debida a

I
356 ESTMIEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA EXTERIOR EN ESTADOS UNIDOS, 1981'1991

l,a realidad resultó menos simple de lo eiperado. A pesar del esfuerzo mucho
mayor de ayuda económica y militar (calculado en más de 500 millones de dólares
en 1981, de fuentes directas e indirectas), la situación, después de un año, estaba
lejos de justificar el optimismo inicial de la Administración. Las guerrillas no estaban
ganando, pero tampoco estaban perdiendo, y parecían controlar algunas áreas de
,modo más permanente que antes. El gobierno de Duarte niostraba debilidades serias,
principalmente, debidas a la resistencia de la derecha a la reforma agrañay el cambio
social. La frustración, más que las evidencias concretas, llevó a la conclusión de que
el apoyo exrerno a la guerrilla era el principal obstáculo para §u derrota. Al mismo
tiempo, el apoyo internacional a la política de Estados Unidos se había debilitado aún
más. l¿ Declaración Coniunta Franco-Mexicana de octubre de 1981, proponiendo el
reconocimiento del rr"tN-FDR como parte beligerante en la guerra civil, se vio como
una prueba ulrcrior de la injerencia externa. Finalmente, los esfuerzos por recurrir a
las instituciones tradicionales del sistema interamericano Para ampliar el apoyo ha-
bían fracasado por completo. El intento del entonces secretario de Estado, Alexander
Haig, por aplicar el Ti¡atado de Río a El Sdvador -acusando a Nicaragua y Cuba de
agresores externos- nunca despegó, y, muy Pronto, los últimos aliados regionales
su postura inicial: fugentina después de las Malvinas y Venezuela des-
"b*dorr*on
pués de que Napoleón Duarre y la Democracia Cristiana perdieran el poder en las
elecciones de marzo de t982'
Como resultado, la Administración estaba dispuesta a cambiar de política en los
primeros meses de 1982. Un memorando del Consejo Nacional de Seguridad de
marzo de 1982, difundido un año después, trazaba un Panorama mucho más som-
brío de la situación centroamericana señalando que "cualquier perspectiva de victoria
a corto plazo del rurN ha sido eliminada t...] ty] las fuerzas salvadoreñas han mostra-
do mayores capacidades [...] haciendo que el deterioro evidente de nuestra posición
hace seis a ocho meses ha sido detenido".25 Tal deterioro puede haber sido evidente
para el autor del memorando, pero, con cetteza, no era esa la visión de la Adminis-
tración a comienzos de l98l .
El documento del Consejo Nacional de Seguridad añadiaotros Puntos de evalua-
ción francamente negativos, los cuales incluían:

a) La fuerza permanenre de la guerrilla, de cuarro a cinco mil hombres en El


Salvador y Guatemala (probablemente exagerada en el segundo caso)'
b) Las dificultades políticas internas en los países de la región.
c) Los problemas con la opinión pública y el congreso de Estados unidos.

2t Consejo Nacional de Seguridad, Documento sobre Política hacia Centroamérica y Cube, The Neu York

Times,T deabril de 1983.


CENTROAMÉRICA EN IA ESTRAT:EGIA DE ESIADOS UNIDOS

d) El apoyo internacional para la subversión por parte de cuba, la unión sovié-


tica, Libia y la Organización para la Liberación de palestina-
e) oposición internacional, principalmente de México y Europa occidenal.

El escenario y su interpretación estaban enfocados hacia un cambio de política


que, al menos, constituía un complemento significativo para el enfoque básicamenrc
militar seguidohasta entonces.
Sin embargo, había otros aspectos en que la situación había cambiado favorable-
mente Para Estados Unidos. En el periodo entre finales de 1981 y los primeros tres
meses de 1982, Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá vivieron procesos po-
líticos que culminaron con la formación de gobiernos más dispuestos a involucrarse
activamente en la crisis y más inclinados hacia la perspectiva de Estados Unidos. El
disenso en Nicaragua era también m:ís visible y la inteligencia estadounidense veía
una posibilidad de desestabilización del régimen sandinista que no estaba presente
antes. En suma, la opción de una "regionalización'del conflicto centroameric¿no
parecia disponible a la política estadounidense.
La regionalización, emprendida en 1982, tene tres conrenidos fundamentales.
Primero, la inclusión explícita de todos los países de la región en el enfrentamiento;
segundo, una escalada en el conflicto militar y en la presencia militar estadounidense
para involucrar a otros países además de a El salvador; y rercero, la promoción de
soluciones nacionales vinculadas entre sí por un enfoque "simérrico" que hace de la
evolución democrática la medida teórica de todas ellas.
En el primer asPecto, la participación de naciones que hasta enronces no parecían
directamente implicadas se tornó importante. Honduras pasó a ser un país clave en
el esfuerzo militar, tanto como plataforma principal para los disidentes nicaragüenses
como base militar permanente de Estados Unidos, para el entrenamiento de fuerzas
regionales y pare una eventual intervención. Costa Rica también pasó a jugar un
papel militar, como base de la Alianza Revolucionaria Democrática de Edén Pasrora,
Pero su función principal fue política: la tradición democrática de Costa Rica podía
hacer de ella un actor "legítimo", el cual pudiera presrar esa legitimidad a El Salvador
y negarla a Nicaragua. En cuanto a Guatemala, no se le dio ninguna función regional
excepto su muy importante, y relativamente exitoso, empeño por contener la subver-
sión durante el gobierno de Ríos Montt.
r
El segundo componenre, la escalada militar, implicaba un nivel mayor de apoyo
para los aliados en la región, incluyendo a El Salvador, Honduras y Costa Rica, pero su
principal propósito era la presión sobre Nicaragua. La operación 'tontrd' se presentó
inicialmente no como un intento de derrocar a los sandinistas, sino como un esfuerzo
por detener el flujo de armas hacia El salvador. sin embargo, los "contras" llegaron a
ser, con la ayuda de la cm, una fuerza militar de proporciones, en guerra abierta contra
el gobierno de Managua, y la justificación de su intervención se modificó para que
355 ESTRAIEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA EXTERIOR EN ESTADOS UNIDOS, 1981'1991

incluyera la naturaleza "antidemocráticd' de ese régimen y la cualificación de la "con-


rra" como "combatientes de la libertad". Junto con la presencia permanente de las
tropas estadounidenses (ejercicios temporales de larga duración y envío intermitente
de naves a las costas de Nicaragua), / cofl el apoyo de la cm en acciones directas como
eJ minado de los puertos, la operación se ha convertido en el rasgo más saliente de la
...r.ro.-ericana, junto con la guerra prolongada en El Salvador'
"iiri,
El tercer elemento de la regionalizacióntenía relación con las soluciones de largo
plazo.La"doble víd' propuesta por el memorando del cNs y por Thomas Enders, ex
secretario de Estado asistente para América Latina, se refería a una política no solo
de apoyo militar, sino también de acción positiva en favor de la democracia y el desa-
rrollo. El Informe Kissinger estaba claramente orientado en ese sentido, al proponer
una estrategia de desarrollo con ayuda suficiente de Estados Unidos y hacer de la
democracia -ya no del orden y la autoridad- el tema central. El objetivo era mostrar
en todos los países de la región, excepto en Nicaragua, una tendencia dominante en
favor de la democracia. Por lo ranro, la principal tarea del enviado especial del presi-
dente para Centroamérica -Primero, Richard Stone ¡ luego, Harry Schlaudemann-
era iniciar procesos de democracia formal en Guatemala y El Salvador, mientras que
se lesponía a los sandinistas unas condiciones mucho más estrictas para ser calificados
como demócratas. La demanda era simétrica porque en todos los países se llamaba a
realizar elecciones con particiPación general gafaintiTzlda; Pero no lo era en cuanto que
una elección restringida para una Asamblea Constituyente en Guatemala se calificaba
como un progreso suficiente, mientras que una elección presidencial en Nicaragua no
lo era, a pesar de las negociaciones para incluir un sector significativo de la oposición'
La prueba democrática también se concebía como una justificación para el apoyo al
gobierno salvadoreño (un gobierno elegido que enfrenta a una guerrilla que no va a
las elecciones) y ala"conrrd' nicaragüense (la cual lucharía contra un gobierno dicta-
torial que no quiere democratizar).
El nuevo enfoque también intentaba enfrentar a las presiones externas. En rela-
ción con los países de la región que trataban de promover negociaciones -organizados
en el Grupo Contadora-, el tratamiento tenía Ia doble actitud ya mencionada: en
público, había apoyo para los esfuerzos de negociación, mientras que, en privado, se
denunciaban sus limitaciones.
La línea de fondo parece ser la "negociación en nuestros términos", 1o cual sig-
nifica que la posibilidad de alcanzar los objetivos de Estados Unidos, por medio de
un proceso político, siempre sería bienvenida, pero que ningún objetivo esencial po-
día ser entregado en la negociación. En la práctica, esta Postura terminó por ser una
mezclade apoyo y sabotaje a Contadora, lo que hace que la política estadounidense
sobre el tema sea a veces más difícil de seguir. En cuanto a los aliados europeos, su
papel en Centroamérica había comenzado a disminuir mientras que la Internacional
Socialista menos parte de ella- se desencantaba con Nicaragua y otros problemas
-al
CENTROAMÉRIC"q. EN IA ESTMTEGIA DE ESThDOS UNIDOS

internacionales adquirían mayor prioridad. Estados Unidos no volvería


a preocupa¡se
de la presencia europea hasta la convocatoria de la Reunión de san
Jose, en que es¿l
presencia vuelve a vitalizarse.
En relación con la opinión pública, la necesidad de ganar aprobación inrema
para
una acción más sostenida en centroaméric¿ se reflejó en una nueva
disposicián a
cambiar algunas de las visiones iniciales de la crisis, adoptando punros
devista que,
además, resultaran más aceptables en el Congreso. La Adminisiración
estaba ahora
dispuesta a tender puentes hacia la oposición, incluso a presenrarse
como la conti-
nuadora de los esfuerzos previos en centroamérica aunque, al mismo
tiempo, buscara
enfrentar a los demócratas con el dilema de aprobar sus políticas o ser culpados
de
eventuales derrotas.
Esta nueva actitud fue dramáticamenre planteada por er presidente Reagan
en
abril de 1983, en la mencionada sesión coniunta del congreso. En lugar J. d.r-
asociarse de la administración carter y de las posturas d.rrrá"r"t".,
Reagan intentó
recuperar la tradición liberal de Ia Guerra Fría, recordando la Doctrina Tluman
y,
más significativamente, citó de modo positivo los esfuerzos de
James Carter hacia El
salvador. Al mismo tiempo, su desaffo al Congreso fue claro: apoyen el
esfuerzo del
gobierno en su totalidad o carguen con el peso de no respetar la tradición estad.ouni-
dense. El enfoque biparddista del Informe Kissinger r. uLi., en la misma
perspectiva
)r,a rue a la distancia, y a pesar de las críticas hechas, consriruye un reflejá adecuado
de los consensos que se buscaba forjar.
Estos son, en síntesis, los rasgos generales de la política puesra en marcha
por la
Administración desde finales de 1982. Sus efectos fueron casi inmediatos, especial-
mente después de que con la aprobación del congreso a las propuestas del Informe
Kissinger se otorgó el respaldo bipartidista. Entre los a¡os ftscales de 19g3
y 19g4,
los fondos asignados a centroamérica por las leyes de ayuda exrerna aumenta¡án
de
132 millones de dólares a 321 millones. Solo la asistencia a El Salvador se incremen-
tó en 120 millones.26 Según las declaraciones de dirigentes de la contrarrevolución
nicaragüense,la ayuda comenzó a fluir más sustancialmente desde 19g3, mientras
aumentaban las presiones hacia los gobiernos del área para somererse a los procesos
de democratización formal que la nueva política prescribía.
sin embargo, al iniciarse la campaña electoral de l9g4,la política podía aún pro-
clamar pocos éxitos y enfrentaba numerosas dificultades internas. El pr{ncipal pro-
blema era, tal vez, que comParada con las expectativas iniciales de h AJministración,
erafácilhablar de un rotundo fracaso. Se había prometido mejorar la situación rapida
y sustancialmente, y, en cambio, se aumentó la participación estadounidense al mis-
mo tiempo que el nivel de confrontación, creando una situación que no prometía
una rápida salida. obviamenre, los demócratas podían ,pror..ha. esa situación
y

26 l¿ cifra de 1984 incluye el suplemento aprobado junto con la adopción del lnforme
Kisinger.
360 ESTRAIEGIAS Y PROCESOS DE POLITICA EXTERIOR EN ESTADOS UNIDOS, 1981.199I

lo hicieron, particularmente, enfatizando la necesidad de buscar caminos políticos


de solución: tabalar con el grupo Contadora y otros aliados, y limitar las opciones
militares. No obstante, tampoco los demócratas adheridos al Informe Kissinger, te-
nían demasiadas opciones que ofrecer y, de hecho, el uso electoral que hicieron de
Centroamérica se limitó a algunos puntos, sobre todo a las denuncias de la guerra
secráta en Nicaragua (especialmente, tras las revelaciones sobre el minado de puertos
y la publicación del Manual de la cre) y a la vigilancia de la presencia en Honduras,
para evitar que ella se hiciera permanente.
Por estos motivos, laAdministración sacó a Centroamérica del debate público por
algún tiempo, aunque enfatizó su apoyo verbal a Contadora, inició conversaciones
con el gobierno sandinista en Manzanillo y aprobó la iniciativa de Napoleón Duarte
para el diálogo con el rrtN-ron" Nada de esto significaba un cambio de política, sino
solamente una forma de evitar una confrontación electoral sobre Centroamérica, que
era un terreno en el cual la Administración se sentía vulnerable.
Terminado el proceso electoral, el presidente Reagan reinició su política hacia Cen-
troamérica, respaldado ahora por una avalancha de votos que consideraba suficientes
para imponer definitivamente sus puntos de vista. El hecho de que, en relación con
Centroamérica y durante todo el primer semesüe de este año, la atención pública se
haya centrado en Nicaragua, responde a una opción clara de la Administración. No se
trata de que Nicaragua haya remplazado a El Salvador como prioridad, como algunos
parecen pensar. Más bien ocurre que, en los marcos de una política regional, el apoyo
a la contrarrevolución nicaragüense era el único punto en el cual las resistencias inter-
nas en Estados Unidos seguían siendo fuertes. Planteando de modo extremo el apoyo
a la "contra", Reagan abordaba aI mismo tiempo dos problemas: la necesidad de da¡
legitimidad política a esos grupos, vistos hasta ahora como herederos del somocismo,
y la eliminación de los ultimos focos de resistencia a su política. A mediados de junio,
la Administración podía decir que ambos objetivos habían sido logrados plenamente.
Aun habiendo aprobado el otorgamiento de ayuda humanitaria a la "contra", el Con-
greso estadounidense daba reconocimiento político formal a estos grupos que operaban
para derrocar al gobierno de Nicaragua, eliminando todas las limitaciones impuestas
con anterioridad por otras iniciativas del Congreso.2T Al mismo tiempo, la decisión del
Congreso significaba que ya no quedaban puntos fundamentales de controversia entre
el poder Ejecutivo y Legislativo en relación con Centroamérica. Por cierto, existía aún
oposición a su política, sobre todo en la Cámara de Representantes, pero esa oposi-
ción era minorita¡ia y había sufrido golpes graves.28 la tendencia al consenso interno

27 En particular, la enmienda Bolland, la


cual prohibía el uso de recursos de la cu, u otras instituciones
para derrocar al gobierno de Nicaragua y que, en otra versión, fue rechazada cuando se aprobaron los fondos
para la "contrd'.
28
En especial la oposición se descompuso cumdo, rechazadala aytda a los "contras" a finales de abril, se
arunció inmediatamente después el viaje de Dmiel Ortega a la unss.
CENTROAMÉRICA EN LA ESTMIEGIA DE ESIADOS UNIDOS 361

inaugurada con el Informe Kissinger parece, al menos temporalmente, consolidada


en torno a la política de la Administración que, aunque ha sufrido modiEcaciones
desde 1982 en adelante, sigue persiguiendo los mismos objetivos planteados al [egar
al poder. Incluso, podría decirse que un objetivo implícito, que era la eliminación del
gobierno sandinista, se ha hecho ahora plenamente explícito y consensual.2e

4. EvaruaclóN y pERSpECTrvAs

Si los resultados de la política de Reagan en Centroamérica se comparan con sus ex-


pectativas iniciales, podrían evaluarse como un fracaso. Si se equiparan, en cambio,
con la situación objetiva de 1981, o de mediados de 1982, la Administración puede
ciertamente atribuirse algunos éxitos parciales, aún más importantes si se considera
que se refieren a aquellos países inicialmente ubicados enúe los casos "críticos". En
primer lugar, la situación en El salvador parece haberse consolidado en un empare
militar, en que ninguno de los lados parece estar en condiciones de realizar avances
dramáticos en el futuro cercano. Aunque esto significa que el ru"rN-ron es una fuerza
permanenre en la política salvadoreña, también crea una cierta "estabilidad", en la
cual otras políticas estadounidenses pueden desarrollarse, con la expectativa de debi-
litar a la guerrilla a largo plazo. En suma, el axioma de que el tiempo juega en conrra
de Estados unidos ya no es necesariamente verdadero. En el plano político, el apoyo
que se ofreció a Duarte ha dado como resultado un gobierno mucho más legítimo
a los ojos de la opinión pública y el Congreso estadounidense, y ante la comunidad
internacional. La posición de Duarte es todavía débil y aún enfrenta oposición de la
derecha, pero, mienrras pueda mantenerse en el poder, no hay duda de que el apoyo
estadounidense se manrendrá en los altos niveles actuales sin grandes problemas.
Un segundo éxito parcial es Nicaragua. Cuando Ronald Reagan llegó al pode¡
el gobierno sandinista parecíagozar de un pleno apoyo interno: controlaba sus fron-
teras, tenía relaciones relativamente buenas con sus vecinos, abundante apoyo in-
ternacional y una situación económica estable. Debido a la política agresiva de la
actual Administración -no total, pero si principalmenre-, esta situación ha cambiado
de modo dramático. Nicaragua enfrenta una guerra interna, una crisis económica,
problemas con Honduras y costa fuca, y riene escasa ayuda del exrerior. El go§ierno
sandinista tiene aún gran apoyo interno y con certeza, no caerá en un futuro cercano,
Pero su experiencia revolucionaria se ha dañado gravemente, al menos como e.iemplo
para sus vecinos, y existen pocas posibilidades de que la presión disminuya en los
próximos meses o años.

2evéase la conferencia de prensa dbl presidente el25 de febrero de 1985, Tbe Neu york rimes, Tbe
W'ashington Poay oüos, 26 de febrero de 1985.
X2 ESTRATEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA EXTERIOR EN
ESTADOS UNIDOS, 198I.1991

Finalmente, el gobierno militar de Guatemala ha tenido


-por medio de métodos
brutales- éxito en el control de la insurgencia, aunque a esre respecto
er paper de
Estados Unidos ha sido muy secundario. El proceso electoral
abierto en Guatemala
-con elecciones presidenciales a comienzos de noviembre_ abriría, de tener buenos
resultados, el camino para reanudar la cooperación militar suspendida
durante la
rdministración Carrer.
En otros aspecros, la política ha alcanzado resultados, pero es diffcil referirse
a
ellos como "éxitos". En efecto, Honduras y Costa Rica han sido incorporados al
cua-
dro en la línea deseada por la Administración estadounidense y son hoy "aliados lea-
les" de la política de Estados unidos. Los costos son altos, sin embargo, en términos
de estabilidad interna: Honduras aún discute los eventuales beneficios de la entrega
de parte del país como base militar, y tiene dudas recurrenres acerca de los riesgos
áe
seguridad que ello implica, además de la pérdida de credibilidad que supone nega¡
cotidianamente la verdad evidente de la presencia de la 'tontra" en su territorio.
De
todo ello resulta una relación inestable, en la cual Estados Unidos puede encontrar
crecientes dificultades para satisfacer las demandas hondureñas, especialmente
dada
la reticencia del congreso a un involucramiento mayor. En cuanto a costa
Rica, la
"isla de estabilidad" que ni siquiera necesitaba un ejército, ha visto
crecer su desequi-
librio y su ejército. Los intentos de "neutralización' del gobierno de Monge h"n f."-
casado' debido principalmente a las contradicciones inrernas y también ala
presión
estadounidense. Aunque esta presión no puede ser la culpable de todas las
rensiones
entre cosra Rica y Nicaragua, debido al punto de agudización al que han llegado,
puede hacerlas estallar en cualquier momento.
Los resultados también son magros cuando se les compara con los costos para
Ia
política estadounidense a nivel regional y global. En relación con América Latina,
si
bien la administración Reagan nunca tuvo una política regional, al menos
sus diseños
iniciales consideraban a las potencias medias y a algunos países claves.
conforme la
crisis -y la participación estadounidense en ella- fue creciendo, la atención
hacia el
resto de la región se redujo al mínimo. Acontecimienros como la crisis
de la deuda y
la democradzación del Cono Sur no se han enfrentado con una política coherente,
pues toda la atención parece concentrarse en Centroamérica. Podría
hacerse un dis-
curso similar en cuanro a los problemas globales, argumentando que
-aun aceptando
la existencia de importantes intereses en juego en la región- la cantidad
de esfuerzo
destinada alazona no guarda una proporción con la realidad internacional. Cuando
se comparan con los resultados obtenidos, los costos ya parecen
altos. Si las cosas em-
peoran y se hace necesaria una mayor participación estadounidense, las
críticas acerca
de los peligros de una situación tipo Vietnam recrudecerán: aun sin
una intervención
directa, Estados unidos podría "enredarse" en cenrroamérica, disminuyendo
su ca-
pacidad de acción en orras áreas.
CENTROAMÉRICA EN LAESTRATEGIA DE
E^STADOS UNIDOS 363

Los costos también parecen altos si se considera


que los esfuerzos pa*r convencer a
los aliados de apoyar la política estadounidense
no han dado resurrado. Desde luqo,
se puede argumentar que Europa no medirá
la calidad de sus relacion€s co. Essados
unidos a partir de centroamérica, existiendo otras
áreas de prioridad mucho ma)ror.
Thmpoco los países de Contadora podrían hacer
mucho en caso de una intervención
directa, como no han podido hacer nada respecto
más abierta, pero las alianzas y los liderazgos no
de Ia intervención indirecta aüva.
soro se basan en la fuerza, sino que
también conllevan una dosis importante á. .o.rr..rro.
ñ las potencias regionales ni
los principales aliadosglobales comparte nratozudez,para
persistir en una política que
puede ser costosa alalarga, como también Io
demostró la experiencia de vietnam.
Finalmente, a partir de junio de este año, las
discrepancias internas ya son soro
puntuales. Sin embargo, también enfrentan a la Administración
con un dilema: el
grado de compromiso con la política de Reagan puede
disminuir rápidamente si las
promesa§ de buenos resultados no se materializan
pronto. La necesidad de considerar
salidas políticas permanece porque, a pesar d.
todo, ra base de la política de regiona-
lización sigue siendo precaria.
Al describir las distintas opciones disponibles para los formuladores
de la po_
lítica estadounidense en relación c.rrt o"mérica, los académicos generalmente
recurren a una clasificación que, "onen la práctica, no excluye a ninguna otra. En su
excelente resumen sobre las contribuciones de la
crisis, iniluidr. .í .l hbro editado
sobre el tema'30 Robert Leiken presenta estas alternativas
del siguiente modo: ,.Esta-
dos unidos riene tres o^pciones b¿ísicas de porítica en
América c..rtrd. puede buscar,
principalmente por la la hegemonía estadounidense en ra
\r:r":revivir región, para
obtener lo que Viron Valry ha denomináo "un isrmo
resraurado,,. puede retirarse
unilateralmente de Ia región. o puede intentar promover
y apoyarun acuerdo regio-
nal". De modo similar, James R. Kurth nos presenra también
con una triple opción:
reafirmación hegemónica, disolución hegemónica o
devolución hegemónica.3 r
Góricamente, los tres caminos existen. En la práctic", ,rro
p,r"á. ser excluido de
inmediato. Nadie en condiciones de participar en la roma
de áecisiones en Estados
Unidos ha mencionado siquiera la posibilidad de retirarse
de la región, ya que esra
opción violaría el consenso básico aludido en er primer
capíturo, ,..f,t"rrdo qu. Ertr-
dos Unidos no tiene intereses vitales en Centroaméri.",
q,r. l^ no
es seria, etc. Estados unidos no está dispuesto ^^rru^soviética
a rerirarse áe h región y esra no
Es, en
verdad, una opción posible.

30 Robert
s' lriken' "can the cycle be Broken?", en Robert s. Leiken (comp.),
central America: Anatomy
ofConflict, Pergamon press, Nueva york , 19g4, p. 14.
31
Jmes R' Kurth, "The united states c.rt."l America: Hegemony in Historicai and comparative
"rri
Perspective"' The §Tilson center (Taller sob^re los aspectos internacionJes de ia c¡isis cenrroamericana),
in$on',D' c' Devolución significa la transferencia ie hegemonía §7ash-
por parte de Estados uniáos a las porencias
regionales.
M ESTRATEGIAS Y PROCESOS DE POLÍTICA EXTERIOR EN ESTADOS UNIDOS,
1981-1991

I
Existen formidables obstáculos para una intervención directa, aún en el supuesto I
I

de que la Administración quiera esa opción. Entre ellos, están la oposición interna y {
externa' la falta de cefieza acerca de un resultado favorable en breve tiempo y la ne-
cesidad de utilizar abundantes recursos, los cuales dejarían de estar disponibles para
otras misiones de importanciay la posibilidad de crear un conflicto prolorrg"do ,l
r interior de la sociedad estadounidense.
Sin embargo, la posibilidad de que ,. ll.gr.
a esta inrervención no puede descartarse. Primero, porque la propia Administración
no la ha descartado y existen escena¡ios
-la derrota de las fuerzas gubernamentales en
El Salvador' una ofensiva de Nicaragua en territorio de sus vecinos o la participación
de fuerzas cubanas en donde, con certeza, se la considera. segundo, porque hay en el
gobierno quienes continúan patrocinando esa solución e impulsríndáh por todos los
medios posibles. Las falsas noticias acerca de los rrrc soviéticos en Nicaragua, que el
secreta¡io de Btado Schultz denunció como 'triminales", son una evidencia r..i..rr.
de la existencia de voluntades para provocar una confrontación. Por último, la inter-
vención no puede ser excluida simplemente porque las armas están emplazadas para
llevarla a cabo. Como Barbara Tirchman ha demostrado en su documentado estudio
sobre el esrallido de la Primera Guerra Mundial, la guerra no solo ocurre porque los
estadistas lo deseen, sino porque una vez que las fuerzas están objetivamente
confron-
tadas, nadie está dispuesto a dar los pasos necesarios para desactivarlas.32
Una segunda alternativa es el arreglo por medio de unas negociaciones políticas
serias. En esta línea existe una enorme cantidad de propuestas y las posibilidades
de
arreglo nunca fracasarán por falta de imaginación. El Grupo co.rt"dor" ha presen-
tado la que, sin duda, es la proposición más completa, ra cual esrá en estudio por los
actores regionales y por Estados unidos. Aunque el proyecto mismo del Acta
de paz
se reffere a soluciones duraderas, el esfuerzo del Grupo ha estado más
dirigido a la
distensión que a la eliminación inmediata de las causas de la guerra. sin embargo, in-
cluso este enfoque realista ha enfrentado unas enormes dificultades que lo han
p.r.rao
al borde de la desaparición varias veces en los últimos dos años.
El hecho es que cualquier esfuerzo de negociación, rimitado o no, solo puede
tener éxito si los actores están dispuestos a dejar a un lado algunos de los supuestos
básicos que inspiran sus políticas y a comprometerse en relación a los intereses
fun-
damentales con el objetivo de vivir en paz entre sí. para llegar a una solución
nego-
ciada, Estados unidos debería aceptar al menos dos condiciones, las cuales
a6ctan
profundamente a los consensos b¿ísicos antes mencionados. En primer lugar,
deberh
abandonar la noción de que los intereses de Centroam éricay los de Estados Unidos
son idénticos y pueden expresarse sola-mente en torno a la seguridad. como poder
global, Estados unidos puede tener inrereses de seguridad legítimos.., mu"hr. i.gio-
nes, pero las naciones centroamericanas no tienen ni aspiran a ocupar
un papel global

32 Ba¡baraTirchman, The Guns ofAugwt,Bonanzrpress, Nuevayork 1962.


CENTROAMÉRICAEN I-4. ESTMIEGIA DE ESThDOS UNIDOS

y sus intere§es están mucho más vinculados al desa¡rollo económico y social. Como
señaló Carlos Fuentes en su carta abierta a la Comisión Kissinger, ¡¡qches veces la
ideología -más precisamente, la ideología marxista- es escogida como urül forma de
rechazo ante el poder hegemónico, el cual se ve como obstáculo a los propios inrere-
ses, y guarda muy poca relación con consideraciones de política global. Nadie puede
aspirar a eliminar la ideología por la fuerza, sobre todo, mientras sigue ejerciendo ese
papel hegemónico.
En segundo lugar, Estados unidos debería aceprar que mientras la democracia
tiene una historia llena de contenido en América del Norte, en Cenrroamérica ella
ha sido asociada con el fraude, la opresión y el gobierno autoritario. Empujados por
Estados Unidos, muchos dictadores centroamericanos han promovido "experimenros
democráticos", que han manipulado para sus ffnes, dando como resultado (muchas
veces) más autoritarismo. La democracia en Cenroamérica no se puede imponer
desde fuera y, más que presentarla como precondición para la paz, debería provenir
de un proceso cuyo énfasis esté en la participación, el desarrollo y la justicia social.
Por su parte, las naciones centroamericanas -y más particularmente los movi-
mientos revolucionarios- deberían aceptar el hecho de que, por vivir cerca del terri-
torio de una potencia como Estados Unidos, determinadas formas de organización
y comportamiento internacional no son posibles, aun cuando teóricamente corres-
ponden a la soberanía de los estados. En términos má simples, para desarrollarse con
independencia, las naciones de Centroamérica y el Caribe deben acomodarse a los
intereses de seguridad de Estados Unidos, en la medida en que ellos tengan una for-
mulación precisa y no sean una simple justificación de la renovación hegemónica. Los
intereses concretos de seguridad tales como el acceso a las materias primas, la libertad
de las rutas marítimas, el flujo normal y restringido de inmigrantes, etc. deberían
garantizarse. El tema del 'prestigio" es un retorno a la presunción hegemónica que
ninguna nación soberana puede verdaderamente aceprar.
A menos de que se puedan satisfacer estas condiciones, la negociación solo puede
ser útil para dilatar o evitar el estallido de la guerra abierta. Esto nos lleva al último
escenario, desafortunadarnente el más probable desde nuesrro punto de vista. La in-
tervención directa y la negociación son aún una posibilidad, pero la situación más
factible en los próximos años es una prolongación de la misma crisis ahora existen-
te. Si la administración Reagan no puede aumenrar sus niveles de acción debidp a
la presión interna y exrerna; si en esros niveles nadie puede vencer, pero sí pueden
todos witar la derrota; y si hay poco espacio parala negociación de Contadora, nos
enfrentamos a una situación que no es ni de paz ni de guerra, en la cual las metas de
desarrollo, concordia, democracia y otros objetivos que habitualmente se mencionan
se pospondrán por largo tiempo. Estados Unidos puede vivir con esre nivel de crisis
en centroamérica, sobre todo, cuando los límites auto impuestos no se superen y
cuando todas las otras soluciones sigan pareciendo menos deseables.

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