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Universidad Autónoma de Chiriquí

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas


Licenciatura en Derecho y Ciencias Políticas

Epistemología Jurídica

“El Derecho como Fenómeno de Cambio Social”

Profesor
Miguel Ángel Samudio Boniche

Presentado por

Yeiris Serrano 4-757-1089


Dalis Pitti 4-790-1701
Karin Wood 3-702-2323
José González 8-950-2042

Fecha de Entrega
26/04/2021
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Índice

Página

Introducción 3

Derecho y Sociedad 4

Derecho y cambio social 4

Derecho como Fenómeno de Cambio Social 4

Naturaleza del cambio social 5

Derecho, cambio legal y cambio social 6

Cambio legal como reflejo del cambio social 7

El derecho como fuente de cambio social 8

Las Funciones del Derecho en la Sociedad 8

La función de organización 10

La función orientativa y persuasiva 11

La función de control social 12

La función de resolución de los conflictos 13

Principios de subsidiariedad 13

Subsidiariedad vertical y horizontal 14

Principio de solidaridad 15

La solidaridad como principio 15

La Solidaridad como Deber 17

Obligación del Poder Judicial 17

El derecho y sociedad 18
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Los principales temas teóricos de estudio de la Sociología jurídica 19

Teoría 20

El derecho como instrumento del cambio 21

El Derecho como instrumento asegurador de las relaciones en la sociedad 26

El Derecho como factor de cambio social 29

Análisis Crítico José González 40

Análisis Crítico Dalis Pitti 40

Análisis Crítico Karin Wood 40

Conclusiones 41

Recomendaciones 42

Bibliografía 43

Aportaciones 44
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Introducción

El Derecho se ha caracterizado por contribuir de forma progresiva al cambio social, mediante

la consolidación jurídica de las modificaciones que se han producido en las instituciones y

costumbres de la sociedad, a través de la historia.

Durante la ejecución de este proyecto trataremos de ilustrar los principales aspectos que a

través de la historia han permitido la evolución de la sociedad y de cómo el derecho a formado

parte de la misma, sin apartarnos de algunos principios del derecho que son fundamentales para

la obtención de un balance o equilibrio fundamental tanto en el comportamiento de los

individuos que forman partes de la sociedad, como en las políticas y normas que se deben

establecer para lograr una adecuada conducta social.

Cuando se dice que sin sociedad no hay derecho o sin derecho no hay sociedad; nos referimos

a la inevitable sociedad que forman ambos, vista desde la perspectiva de los legisladores al crear

las leyes más favorables, los aspectos sociales tomados en cuenta por el ejecutivo para crear su

política de estado y la debida interpretación y aplicación de las leyes por parte del órgano

judicial.

Por lo tanto, es determinante al hablar de sociedad sin importar la ubicación de la misma, el

referirnos al derecho, ambos concebidos como un conjunto de fenómenos intrínsicamente

relacionados; para poder dictar las normas, reglas y limites necesarios que logren una

convivencia humana en sociedad, a través del desarrollo histórico de las diferentes sociedades se

ha hecho necesaria nuevas actuaciones jurídicas con mayores métodos de regulación, para la

solución de conflictos sociales.


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Derecho y Sociedad

El autor Díez Picazo estima que “El estudio del Derecho como fenómeno social o sociológico

se impone hoy sin restricción alguna, se trata de averiguar cómo suceden las cosas en la

realidad y de estudiar al mismo tiempo las causas profundas de la realización entre sociedad y

orden jurídico”.

La Sociedad es un conjunto de personas que se relacionan entre sí, de acuerdo a unas

determinadas reglas de organización jurídicas y consuetudinarias. De ahí la subestimación del

Derecho que se ha dado en determinados partidarios del socialismo científico y la tendencia a

considerarle casi exclusivamente como un instrumento coercitivo e ideológico, muy eficaz para

reforzar el consenso necesario para el mantenimiento del «statu-quo» social. En determinadas

situaciones históricas, en que hacen crisis las relaciones de producción anteriores y comienzan a

configurarse otras más aptas para su culminación.

Derecho y cambio social

Generalmente se ha tendido a situar en un primer plano del análisis la repercusión que las

transformaciones sociales suscitan en el ordenamiento jurídico de un estado determinado.

Transformaciones que habitualmente sólo se estudian en una perspectiva cuantitativa y con la

metodología estadística preferentemente de la sociología empírica anglosajona. Sin embargo, se

trata de analizar la función que el Derecho puede desempeñar en el cambio social evolutivo y en

el revolucionario.

Derecho como Fenómeno de Cambio Social

El cambio es una característica penetrante de la sociedad humana; en verdad, el cambio social

es tan normal como el orden social. Pero en cuanto concierne al trabajo intelectual, la dinámica

social es un área conspicuamente subdesarrollada, comparada con el fenómeno del orden social.
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Es paradójico que, en un área de cambio técnico y social acelerado, la teoría social se concentre

en el tratamiento de la persistencia ordenada en sociedad y que no tengan aceptación general

teorías sobre el proceso y el cambio social.

En ninguna parte este desarrollo desigual es más evidente que en el entendimiento del rol que

juega el derecho en el cambio social. En todas las naciones modernas y en modernización el

derecho es un instrumento público crítico de cambio social. Sin embargo, las consideraciones

intelectuales en ciencia social, con algunas excepciones, acentúan la función estática del derecho

como control social. Más generalmente, los ensayos sociológicos y las monografías sobre el

cambio social muestran poca o ninguna conciencia de la relevancia del derecho o de las

instituciones legales para el cambio social.

Ni abogados ni juristas han hecho contribuciones significantes al entendimiento de la relación

entre derecho y cambio social.

Naturaleza del cambio social

El cambio social ha sido definido como "cualquier alteración irrepetible en los modos de

conducta establecidos en sociedad". El énfasis es puesto en lo que es peculiarmente social, el

desarrollo de patrones de conducta significantemente diferentes en sociedad, nuevos modos de

interacción de la gente.

El cambio social emana de la elección consciente de la gente que emprende la tarea de buscar

soluciones satisfactorias a sus problemas. El proceso es eterno y sin final. Los hombres

movilizan recursos, definen y redefinen el problema, especifican metas y acumulan experiencias

de éxitos y fracasos.

De modo muy general, se puede ver el cambio social como un proceso dividido en las

siguientes etapas: primero, la definición de un problema. Problemas son aquellas condiciones,


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reales o imaginarias, que son percibidas de ese modo por el público. No hay problemas

inherentes a la realidad objetiva, desde la perspectiva sociológica. La contaminación del aire, la

seguridad automotriz, la subversión y el flujo del oro se convierten en problemas cuando se

elevan a la conciencia pública.

Segundo, se escogen medios para aliviar el problema.

Tercero, los resultados de los medios escogidos son apreciados y la situación redefinida.

El cambio social ocurre cuando hay cambios reconocibles en los patrones corrientes de

interacción de las relaciones persona-a-persona, o cuando emergen y asientan nuevas relaciones.

Hay un número de otros atributos cruciales del cambio social que necesitan ser puntualizados

antes que podamos abordar la relación entre derecho y cambio social. El cambio social está

enraizado en los esfuerzos conscientes de la gente para resolver problemas mutuos a través de

acciones colectivas. Los hombres ordinariamente no buscan nuevas maneras de modelar su

comportamiento a no ser que los viejos modos les parezcan insatisfactorios y en necesidad de

reconstrucción. El proceso de cambio social es intencional y aún racional. Por supuesto, muchos

cambios sociales son inanticipados, pero ellos son las consecuencias no anticipadas de un

comportamiento intencional. Son racionales en el sentido que son tentativas de producir

resultados a través de medios juzgados capaces de obtener resultados.

Derecho, cambio legal y cambio social

El derecho es un mecanismo institucional para ajustar las relaciones humanas a la finalidad de

asegurar algunas metas sociales concretas. Una función del derecho es la preservación de la paz

y el orden en la sociedad. Pero ley y orden ('law and order') son deseados no como un fin en sí

mismo, sino como una condición para la consecución de otros objetivos vitales. De mayor

significancia es el rol positivo que juega el derecho en el logro de prioridades sociales. En las
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democracias modernas, las reglas e instituciones legales son un ingrediente esencial del cambio

social dirigido; son la fuerza y autoridad de la nación en su tarea sin fin de estímulo, asignación y

reasignación de recursos físicos y sociales (salud, destreza, bienestar, conocimiento, status) a los

sectores económicos y a los estratos sociales de la sociedad. El derecho refleja las percepciones,

actitudes, valores, problemas, experiencias, tensiones y conflictos de la sociedad.

Willard Hurst ha notado que en el derecho los hombres han articulado los medios y fines de

su existencia común como en ninguna otra institución de importancia. El derecho, naturalmente,

responde al cambio social en la sociedad. Los procesos legales reflejan los problemas sociales,

las insatisfacciones colectivas y la dirección en la que se mueve la solución colectiva de los

problemas, los intereses diversos y en conflicto que se refieren al proceso de toma de decisiones

y, sobre todo, la naturaleza incremental del cambio social; en pocas palabras, el sentido común

nos dice que hay algunos cambios en el derecho que son puramente formales e internos; otros

guían a cambios fuera del reino legal.

Entre los tipos de cambios legales que se pueden distinguir entre lo formal-interno y lo

externo tenemos:

 Cambio legal como reflejo del cambio social

No es fácil generalizar los efectos del cambio social en el derecho. En un sentido ni siquiera

es posible. El punto de vista de la moderna ciencia social es que el derecho no es un fenómeno

aislado; es una parte de la cultura total. Los cambios en la cultura afectan necesariamente el

sistema legal. Cualquier cambio en el derecho, que no sea el meramente formal, debe reflejar

algún tipo de movimiento o corriente social en la sociedad. Como una proposición general, lo

que se encuentra, sin embargo, es que diferentes instituciones legales responden de manera

distinta a corrientes de fuerza en la sociedad. Ellas pueden tener diferentes mandantes o


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constituyentes, diferentes ideologías, diferentes roles. Los científicos políticos han señalado

largamente cómo algunos grupos americanos de intereses miran naturalmente al Congreso para

el apoyo a sus intereses.

 El derecho como fuente de cambio social

El derecho surge de necesidades sociales, deseos y obligaciones, pero las "reinstitucionaliza"

como lo establece Bohannan. En el proceso, hay muchas oportunidades de que el derecho pierda

efecto porque no apunta propiamente a aquellos a quienes se dirige.

El derecho, como un instrumento para la canalización de comportamiento ordinario en

formas particulares, concretas, es indudablemente efectivo en una enorme gama de

circunstancias.

En el Derecho repercuten los cambios sociales, gradual e indirectamente, si se trata de

cambios evolutivos; directa y radicalmente cuando el cambio social reviste carácter

revolucionario. El Derecho contribuye al cambio social progresivo al consolidar jurídicamente

las modificaciones que en las instituciones, concepciones y costumbres de la sociedad se han

venido produciendo durante todo un periodo histórico. Tales modificaciones adolecen de

inestabilidad hasta que se obtiene su consagración jurídica.

Las Funciones del Derecho en la Sociedad

La concepción funcional del derecho ha supuesto un enriquecimiento de la tradicional visión

estructuralista, preocupada por el posicionamiento del derecho como elemento de una estructura

social estable. Preguntarse por las funciones del derecho es observarlo en movimiento dentro de

las relaciones de los sujetos que se valen de él y ver qué fines persigue o qué sentido tuvo su

promulgación en la mente del legislador. Esta visión funcional del derecho vino de la mano de

los sociólogos del derecho, contribuyendo a ellos los primeros protagonistas de la revuelta contra
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el formalismo, gestada en el tránsito del siglo XIX al XX. Antes de hablar de las funciones

sociales del derecho habría que plantearse que se entiende por función social. En principio nos

encontramos con uno de esos conceptos ambiguos en los que se produce una divergencia entre el

sentido teleológico del mismo y su traducción y concreción en la realidad social. Cabria

distinguir varios criterios sobre la definición del concepto social de función. Una primera

clasificación es la de funciones reales y funciones ideales, según el plano ontológico. Las

primeras son aquellas que realmente desarrolla el derecho en la sociedad, verificables en el

análisis descriptivo. Las segundas son las que se pretende que el derecho realmente desarrolle,

que no tienen por qué coincidir con las primeras.

Una segunda distinción es la de funciones y fines; y funciones y medios, según que se trate de

investigar los fines o valores del derecho, o bien los instrumentos de que se vale para realizar

tales fines.

Una tercera distinción es la de funciones subjetivas y funciones objetivas, según que se

investiguen las pretensiones del legislador en el momento de promulgar las normas, o de precisar

que funciones desarrollan objetivo y ostensiblemente las normas en la sociedad con

independencia de las intenciones del legislador.

La cuarta distinción, avanzado por Robert Merton y ampliamente desarrollado en la

investigación social, es el de la dicotomía funciones expresa y funciones latentes, según que haya

que establecer las funciones que claramente aparecen en las normas de derecho y que son

perfectamente comprensiblemente por los sujetos sociales, o las que en un segundo plano y no

directamente advertibles, ejecutan dichas normas con una incidencia que en algunos casos son

comparables o superiores a las funciones expresas. Este elenco de funciones se complica y

entrelazan entre sí, siendo además igualmente interpretables. Cuando decimos que es función del
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derecho la resolución de conflictos oficiales, interpretamos el de función en su acepción de

medio; cuando decimos, por otro lado, que es una función del derecho la estabilidad de las

relaciones sociales, lo interpretamos en su acepción de fin. Es frecuente ver que un sociólogo

acoge varias dimensiones del concepto de función en su definición.

La función de organización

El derecho es un instrumento de organización de la sociedad, un medio para la propia

subsistencia, ya que, sin un mínimo de organización, la sociedad colectiva se vería en difícil

equilibrio de voluntades, no podría permanecer. Los teóricos del pacto social intuyeron la

necesidad de la constitución de una sociedad política tras el abandono del estado de naturaleza,

porque dicha sociedad proporcionaría la organización necesaria para que los derechos naturales

de las personas fueran respetados. En el estado de naturaleza se gozaba de unos derechos

absolutos, pero totalmente desprotegidos y sometidos a la ley del más fuerte; con la constitución

de la sociedad política los poderes públicos y sus normas otorgarían la protección necesaria,

aunque los derechos dejaran de ser absolutos. La organización de la sociedad es una de las

funciones más transparentes del derecho, porque no hay posibilidades de subsistencia fuera de la

sociedad, y cualquier sociedad, hasta la más elemental sociedad familiar, necesita de una mínima

organización. El derecho lleva a cabo esta función organizativa en dos ámbitos, en las relaciones

jurídico públicas y en las relaciones jurídico privadas. En el primero abundan las normas de

organización para establecer las relaciones entre los ciudadanos y los poderes públicos. El

derecho constitucional contiene un apartado, la parte orgánica de la Constitución, la medida del

derecho público constitucional, administrativo, penal, procesal y financiero es un derecho de

organizaciones propiamente dichas.


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En el ámbito jurídico privado, hay menos normas de organización propiamente dichas, pero el

derecho establece las reglas de las relaciones intersubjetivas, que en su conjunto es un sistema de

organización que evita las situaciones de conflicto y el imperio de la arbitrariedad. La función

organizadora del derecho se redimensiona al ordenar y jerarquizar los intereses sociales en el

seno de sus propias normas, de una manera sustantiva, y en los procedimientos formales para la

acción política, de manera procesal. Decía Ihering que el derecho era la resultante de una

diagonal de fuerza de intereses sociales combatientes para obtener el reconocimiento jurídico, en

una perspectiva sociológica neutra; y Marx ha hecho clásica la visión del derecho como la

representación ideológica de intereses sociales dominantes, en una perspectiva de lucha de

clases. En los sistemas democráticos estos intereses sociales se conjugan con la inevitable

situación de dependencia de unos respecto de otros en las normas dictadas tras un proceso en el

que los intereses tienen como punto de partida las mimas oportunidades formales de conseguir el

reconocimiento del derecho; otra cosa es que las condiciones socioeconómicas desdibujen una

verdadera igualdad de oportunidades. El derecho sigue siendo un ordenador de los intereses

sociales, a los que introduce y jerarquiza en el marco de las normas del juego democrático.

La función orientativa y persuasiva

Son funciones generales que es posible predicar de todas las reglas sociales. La función

orientativa-persuasiva del derecho depende de la naturaleza del sector jurídico; hay normas de

Ius cogens y otras meramente dispositivas, normas coactivas y normas de promoción, normas de

conducta y normas de apoyo. La orientación y la persuasión no tienen la misma fuerza en todos

los espacios del derecho, evidentemente. También depende del carácter general y abstracto de las

normas jurídicas, puesto que la influencia es más poderosa cuando se dibujan modelos o tipos de

conducta y se refieren a la generalidad de las personas o a un alto contingente de las mismas. En


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cualquier caso, las normas jurídicas contienen unos modelos, los cuales influyen en el

comportamiento, como imagen de vínculo que siempre proyecta el derecho. La influencia es una

realidad incluso para quienes no son destinatario directo de las normas de derecho. También

depende de la actitud de los sujetos ante los modelos o tipos que ofrecen las normas, de quienes

colaboran en la aplicación de dichas normas, los operadores jurídicos, jueces, abogados, policías,

etc., y de quienes son destinatarios de las mismas.

La función de control social

La función de control social está muy relacionada con la función orientativa-persuasiva,

aunque es más desacreditada en la opinión pública. El derecho es una de las formas de control

social, como las demás formas culturales, religión, literatura, economía, arte, etc. que lo

caracteriza frente a otras formas de control. La especial vinculación que sus normas provocan en

el común de sus destinatarios, vinculo derivado de la coactividad institucionalizada, es una nota

que lo caracteriza singularmente. Desde el positivismo jurídico actual consideran que el

ordenamiento jurídico es fundamentalmente un orden coactivo del comportamiento. Una

importante función del derecho es, pues, la función de control y determinación del

comportamiento, que tiene una justificación y un límite. La justificación está en la naturaleza de

los derechos y bienes protegidos; la esencialidad de los mismos justifica su protección por

normas coactivas, pues de lo contrario, dejados a la voluntariedad de las personas, se facilitaría

su probable vulneración. El límite está en la adecuación de la protección coactiva a la valoración

social de derechos y bienes, correspondencia de la materia jurídica y la axiología social, evitando

que queden fuera del derecho actos y comportamientos que deben estar protegidos por él, o que

permanezcan dentro de su control otros cuya regulación debe dejarse a la regla social o ética.
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La función de resolución de los conflictos

Una función importante del derecho, la de mayor aceptación social, la que parece más

evidente, es la capacidad de resolución de los conflictos sociales. Una mentalidad simple diría

que está, y no otra, es la razón de la existencia del derecho. El derecho existe para resolver los

conflictos que se generan en la sociedad.

Esta es una función clave del derecho, que ha gozado del favor de los teóricos, que han sabido

ver como el derecho es una respuesta a un conflicto y que está es su razón genealógica. Quienes

valoran especialmente la seguridad jurídica como un fin primordial del derecho, han considerado

el destacado relieve de esta función frente a aquellas otros que se fijan en otros fines y valores,

como la justicia, la libertad, la igualdad, etc.

Principios de subsidiariedad

Es un principio que se apoya en la libertad y favorece la iniciativa privada, a todos los niveles

de la sociedad; y el principio de solidaridad, que busca el bien común, y, como tal, da primacía al

bienestar de todos frente al interés propio.

La subsidiariedad en un sentido más amplio se refiere a la relación entre individuo, familia,

organizaciones intermedias y la sociedad entera o el Estado, con el fin de delimitar las áreas de

competencia y las ayudas. Las doctrinas de la subsidiariedad intentan establecer reglas sobre lo

que incumbe a la respectiva unidad inferior de acción y debe seguir perteneciendo a ésta, y

dónde comienza la responsabilidad de la unidad más amplia (asociaciones, Estado, comunidades

supranacionales).

La Doctrina Social lo considera como un principio ordenador de la sociedad de carácter

normativo. Este principio, junto con el principio cardinal de dignidad de la persona humana, es

interpretado como fundamento de toda la enseñanza, del bien común y de la solidaridad, sostiene
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una visión antropológica fundada en el concepto de persona como ser individual y social, es

decir, dueña de sí misma y responsable de sus actos y con la tendencia natural a vivir en

sociedad. Tiene un carácter general y fundamental referido al orden de la realidad social en su

conjunto, que influye asimismo en la vida política y económica, y a partir del cual es posible

fundamentar y justificar “los criterios de discernimiento y de guía para la acción social en todos

los ámbitos”.

Desde el punto de vista etimológico, subsidiariedad deriva del término latino subsidium. Este

se aplicaba en el ámbito militar y se refería a la tercera línea de los soldados romanos, Triarii o

los triarios, que solo ingresaban a la batalla si las dos líneas frontales eran insuficientes. A partir

de este concepto, subsidium tomó un significado más general de “apoyo útil” o “uso como

asistencia”, y se transformó en un término que describe un tipo de apoyo que no sería necesario

en condiciones ideales.

Subsidiariedad vertical y horizontal

La subsidiariedad puede clasificarse en vertical y horizontal desde una perspectiva aplicada.

• Vertical: la forma más popularmente reconocida. Se refiere a la correcta relación entre varios

niveles de competencia y soberanía institucional: en el ámbito del poder público (autoridad local,

regional, nacional, supranacional de menor a mayor complejidad y responsabilidad los niveles

más altos no deben reemplazar a los más bajos, sino ayudarlos, comenzando desde las

autoridades locales hacia las supranacionales. La institución mayor protege a la menor en dos

sentidos:

(a) como intervención activa y soporte, cuando la institución menor no puede por sí misma

garantizar la adecuada continuidad de su propuesta social.


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(b) como garantía de autonomía de la institución menor cuando el objetivo ha sido cumplido

con los recursos presentes en ese nivel.

• Horizontal: se refiere a compartir competencias, funciones y servicios entre las personas y las

entidades sociales y a reconocer la prioridad de la sociedad y cuerpos intermedios por sobre el

Estado, fomentando la oportunidad de crear nuevas interacciones, más allá del Estado. La razón

de ser de un cuerpo público es la de optimizar los recursos de la sociedad y su habilidad para

proveer respuestas a las necesidades de cada uno. El Estado existe no para reemplazar a la

sociedad, sino para llevar funciones públicas o proveer apoyo solo cuando la sociedad por sí

misma no es capaz de hacerlo. En esta perspectiva, los cuerpos sociales intermedios, entre los

ciudadanos individuales y las instituciones públicas, desde la familia hasta las asociaciones,

desde las firmas corporativas a las organizaciones sin fines de lucro, adquieren un nuevo rol y

significado, haciendo un cambio en el concepto moderno de Estado.

Principio de Solidaridad

El principio de solidaridad constituye una característica del estado social de derecho que

impone al poder público y a los particulares una serie de deberes fundamentales para el logro de

una verdadera y equitativa armonización de los derechos.

La solidaridad debe ser considerada como principio fundamental ineludible para el Desarrollo

y para la Protección de la sociedad. Las relaciones entre los Estados deben venir presididas por

este principio, no tanto como valor moral sino jurídico.

La solidaridad como principio

La solidaridad, entendida como aquella interacción que existe entre las personas y que

demanda una acción llevada a cabo en forma conjunta, cuyas consecuencias les conciernen a

todas, no puede limitarse a la simple interdependencia que existe objetivamente entre los
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hombres, sino que conlleva el sentimiento activo que se funda sobre ella, para constituirse en un

deber de asistencia mutua. De manera que no existe solidaridad auténtica sin el deseo de ser

solidario, sin una voluntad de serlo. En el plan político se trata, entonces, de hacer vivir la

solidaridad como un principio fundamental para la organización de la sociedad.

De ahí que para algunos ha de entenderse la solidaridad como “un principio de

responsabilidad colectiva y recíproca, inmanente a los grupos sociales que vincula moralmente a

los miembros entre sí y con las generaciones pretéritas y futuras, en orden a un destino común”.

De igual forma: la solidaridad es unánimemente aceptada como ‘un principio básico’ y

‘fundante’ de la seguridad social y puede entenderse en dos sentidos: una solidaridad general en

virtud de la cual todos los miembros de la sociedad prestan su colaboración al bien común

aportando todos los medios necesarios para el suministro de las prestaciones a quienes las

necesitan y con independencia del interés particular en la obtención del beneficio y una

solidaridad entre generaciones, según la cual cada generación debe proveer a la tutela de las

“generaciones pasivas”

La solidaridad puede darse en diferentes ámbitos: global, regional, bilateral, nacional,

familiar, jurídico, de grupos o entre particulares y estar fundamentada en diferentes razones:

desde el propio sentimiento de pesar ante una noticia o un acontecimiento que afecta a otros, el

gesto de desprendimiento que se produce para ayudar a otros, la acción conjunta para acudir a

solucionar determinadas situaciones de emergencia, hasta la movilización de individuos, grupos

e instituciones para colaborar en la solución de determinadas necesidades.

La aplicación real de la solidaridad como un valor humano, como un principio de la seguridad

social o como un deber de ayuda, socorro o colaboración de las personas para con sus semejantes

en estado de necesidad implica necesariamente la aplicación de mecanismos de intervención por


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parte del Estado, como la obligatoriedad en la afiliación a la seguridad social, el carácter

irrenunciable del derecho a la seguridad social, la obligación que tiene el Estado de procurar un

desarrollo progresivo de las coberturas y el ejercicio de la intervención estatal para lograr los

objetivos establecidos en la Carta Magna.

 La Solidaridad como Deber

De otro lado, en cumplimiento del deber de solidaridad todos los hombres sin exclusión

alguna  no pueden alegar de manera exclusiva el ejercicio de la autonomía privada de la voluntad,

y en particular la libertad.  Si bien, la libertad es un derecho general, al ser enfrentada con el

derecho a la solidaridad, esta <> debe ceder parte su aplicación en aras del bien común. Este

ceder, no implica que se esté vulnerando el derecho a la libertad de una persona; todo lo

contrario, lo anterior se sustenta en el principio del interés general sobre el interés particular.

Obligación del Poder Judicial

Si se exige la solidaridad desde el punto de vista de ser un principio, valor, norma y derecho,

esta visión hace que pueda ser exigida por vía judicial. Con  lo cual, es deber del juez

constitucional u ordinario protegerlos y, una vez se le solicite la protección a favor  de la

persona, debe darle garantía a los bienes constitucionalmente protegidos, e intervenir

obligatoriamente tanto en las relaciones ente individuos como en la relación Individuo, Estado

buscando que toda decisión que se tome tenga como criterio de supremacía lo ordenado en la

norma constitucional; esta posición de garantía judicial, hace que toda decisión que se adopte por

parte de los ciudadanos entre sí y los ciudadanos con el Estado, estén basadas en valores

constitucionales, legales, éticos y morales. Por lo que, el juez como árbitro neutral, debe

garantizar no solo el espíritu constitucional, sino también, darle aplicación a la supremacía de los
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derechos, principios y fines que la Constitución encarna. Esta protección par parte del juez, no

tiene otro efecto jurídico que evitar toda amenaza o violación de los derechos fundamentales.

El derecho y sociedad

Demuestra la Sociología Jurídica que el Derecho nace en contextos sociopolíticos de épocas

diferentes, que sirve a unos intereses más que a otros, que diferentes clases de Derecho y

sistemas legales nacen de las diferentes estructuras sociales o formas de organización y que para

asegurar la continuidad de los sistemas legales existentes se combinan una serie de procesos

coercitivos ideológicos.

Cuando nos preguntamos por las funciones del Derecho nos estamos preguntando qué hace el

Derecho para la sociedad, por qué es necesario. Tales funciones están relacionadas con: el

control social (el Derecho como uno de los mecanismos formales de tal control), la resolución de

conflictos (por medio de la asignación autoritaria de derechos y obligaciones), el cambio social

(eficiencia del Derecho en la inducción y planificación del cambio).

Desde la perspectiva estructural funcionalista, en opinión de Niklas Luhmann, las funciones

del Derecho son integradoras en cuanto que el mismo estabiliza las expectaciones y establece

estructuras expectaciones que forman un marco dentro del cual los sujetos pueden trabajar de

manera predecible.

Dentro de esa misma perspectiva podemos destacar a Vilhem Aubert, quien señala para el

Derecho las funciones de: gobernación (por medio de las sanciones el Derecho conforma al

comportamiento), de distribución (de recursos, pensiones, etc.), de salvaguardia de expectativas

(promoviendo la expectabilidad), de regulación de los conflictos y expresión de valores e ideales.

Por su parte, otro sociólogo del Derecho, Adam Podgorecki, describe las siguientes funciones:
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a) Integración: los derechos y deberes son conformes con los valores generales de un sistema

social dado.

b) Petrificación: por lo que tienen reconocimiento legal los modelos de comportamiento

probados y útiles para la satisfacción de necesidades sociales.

c) Reducción: de la complejidad de los muy diversos comportamientos sociales haciendo una

selección de ellos que lleva a un proceso decisorio más manejable.

d) Motivación: para que los individuos seleccionen comportamientos acordes con los valores

de la sociedad.

e) Educacional: premiando los comportamientos deseables para convertirlos en habituales.

La Sociología del Derecho es definida por Adam Podgorecki como "la ciencia que descubre,

formula y verifica las relaciones de interdependencia entre el Derecho y los demás factores de la

vida social y, más precisamente, como la ciencia que explica el modo en que los factores

demográficos, religiosos, económicos y políticos influyen sobre los cambios del Derecho y,

viceversa, el modo en que el Derecho influye sobre el cambio de estos factores."

Los principales temas teóricos de estudio de la Sociología jurídica son:

1. La ubicación del Derecho en el contexto más amplio de sociedad considerando su

influencia en el 'micro nivel' de la interacción social y en el 'macro nivel' de la estructura

social.

2. El tratamiento del Derecho como un fenómeno social dinámico, caracterizándolo de

influyente y evolucionista.

3. La influencia de factores extralegales (fuerzas sociales) y la influencia del Derecho sobre

ellas hacen que el mismo sea una variable independiente o factor recíproco.
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4. La consideración del Derecho desde un punto de vista crítico, analizando sus

consecuencias positivas y negativas sobre la sociedad, deducidas de la conceptualización

del Derecho como mecanismo regulador

Como especialidad académica dentro de la disciplina general de la Sociología, intenta dar

sentido y explicar teóricamente las relaciones entre Derecho y sociedad, la organización social de

la institución jurídica, las interacciones sociales entre quienes vienen en contacto con la

institución y sus representantes (jueces, legisladores, abogados, policías, etc.) y el significado

que la gente atribuye a la realidad legal. La disciplina sociológica del Derecho comparte ámbito

común con la jurisprudencia, la criminología y la sociología de la desviación, la antropología del

Derecho, la sociología política, etc. Por esta razón, el trabajo de los sociólogos del Derecho se

encuentra en los departamentos universitarios de criminología, ciencia política y sociología

general; sus escritos raras veces aparecen en revistas jurídicas universitarias sino más bien en las

de ciencia social. La Sociología del Derecho desafía a la ortodoxia jurídica profesional dudando

de su neutralidad e independencia del contexto más amplio socio-político. Para los sociólogos

teóricos clásicos, como Weber, Durkheim y Marx la conexión esencial era con las condiciones

estructurales que parecen producir diferentes clases de Derecho y de sistemas legales. Sus

revelaciones desafiaban las opiniones aceptadas de los filósofos del Derecho positivo en la línea

de Bentham y Austin, que asumían que el Derecho como sistema de normas impuestas por el

poder soberano contiene elementos esenciales irreductibles.

Teoría

Cuando se trata de las relaciones entre derecho y cambio social no se puede decir quién está

equivocado. En este tema se encuentran variaciones sobre dos posiciones básicas. Algunas

personas piensan que el derecho se queda atrás de los cambios de la sociedad y gradualmente los
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alcanza, mientras otros creen, por el contrario, que el derecho puede ocasionalmente provocar

cambios en la sociedad, pero sólo ocasionalmente y, a menudo, sin intención de causarlos.

Generalmente se ha tendido a situar en un primer plano del análisis la repercusión que las

transformaciones sociales suscitan en el ordenamiento jurídico de un estado determinado.

Transformaciones que habitualmente sólo se estudian en una perspectiva cuantitativa y con la

metodología estadística preferentemente de la sociología empírica anglosajona.

Sin embargo, se trata de analizar la función que el Derecho puede desempeñar en el cambio

social evolutivo y en el revolucionario. Pero, a su vez, esa función puede ser doble: 1) Como

estabilizador o justificación «a posteriori» del cambio social efectuado. 2) Como instrumento

propulsor o coadyuvante del propio cambio social en el momento en el que se efectúa la

transformación, que posteriormente se consolida en nuevas relaciones sociales.

Con finalidades de clarificación, tan compleja problemática podría esquematizarse así:

-En el Derecho repercuten los cambios sociales, gradual e indirectamente, si se trata de

cambios evolutivos. Directa y radicalmente cuando el cambio social reviste carácter

revolucionario.

-El Derecho contribuye al cambio social progresivo al consolidar jurídicamente las

modificaciones que en las instituciones, concepciones y costumbres de la sociedad se han venido

produciendo durante todo un periodo histórico. Tales modificaciones adolecen de inestabilidad

hasta que se obtiene su consagración jurídica.

El derecho como instrumento del cambio social

La importancia de la sociedad y su irremediable unión con el Derecho ha estado presente en

todos los pensamientos filosóficos que se han ido sucediendo con el paso de los siglos. Para

Savigny, el Derecho era un fenómeno social que sólo podía entenderse desde la perspectiva de la
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historia de la sociedad en la que existía, el “espíritu del pueblo” y por lo tanto una concepción

que se alejaba enormemente de una simple colección de reglas. En el siglo XX, las legislaciones

de las sociedades occidentales se vuelven mucho más ambiciosas y, si los grandes pensadores del

siglo pasado consideraban a la sociedad como una fuente del Derecho, la idea moderna aboga

por un Derecho instrumental, que planifica a gran escala la vida social y económica: fomenta

actitudes y creencias, estructura empresas…Pues, la aparición de un mayor número de

facilidades tecnológicas para vigilar y controlar así lo han hecho posible. El moderno sistema

jurídico se separa excesivamente del ambiente en que trabajaron Savigny o Sumner, en el que el

Derecho se concebía como parte de la sociedad, sin que pudiese “ser separado” en ningún

sentido, ni “se pudiese actuar sobre” la misma. Ahora el Derecho moderno es un instrumento del

Estado moderno, un mecanismo autónomo de poder. Esta autonomía hace que nos preguntemos

si el Derecho realmente tiene capacidad para funcionar como agente independiente de cambio en

la sociedad; para lo que es necesario analizar si el mismo, efectivamente, puede promover el

cambio social en las sociedades

El concepto de cambio social se ha utilizado continuamente en las teorías que intentan

explicar la naturaleza del Derecho; por ello, aunque no es tarea fácil, resulta esencial su

determinación, para así entender los usos que a él se le dan en las mismas. De la mano de

Laurence Friendman y Jack Ladinsky se nos presenta la siguiente definición: “cualquier

alteración no repetitiva en los modos de conducta establecidos en una sociedad”. La “no

repetición” es seguramente la nota más significativa de esta definición, pues en cualquier tiempo

y lugar se desarrollan cambios en la economía, tecnologías, o en los modos de actuar de los

ciudadanos, que ocasionan que casi ninguna sociedad pueda considerarse completamente

estática. Dichos cambios solo se producen cuando lo que cambia es la estructura social, es decir,
23

las pautas de relaciones, los roles o las normas; de lo contrario, no podríamos hablar de cambio

social. Un sentido más amplio de cambio social es aquel que reconoce dentro del mismo

diferentes niveles, así, Joel y Mary Grossman distinguen la magnitud, de la proporción y

finalidad del cambio, pudiendo ser este último creciente, global o revolucionario. De esta

manera, un cambio puede alterar los valores básicos de la sociedad; las normas y pautas grupales

o, simplemente, las pautas individuales de conducta. Lo que está claro es que todo cambio social

tiene una “medida”, pues existen variaciones entre los cambios que se producen de una sociedad

a otra, que dependen de circunstancias tales como el desarrollo tecnológico, el entorno natural, el

político etc., A esto se le une una máxima “las sociedades modernas están orientadas al cambio;

lo que significa, no solamente están cambiando, sino también quieren cambiar”. Aún con todo,

aunque una sociedad “no quiera cambiar”, así lo termina haciendo con el transcurso del tiempo,

porque, con independencia del nivel de desarrollo económico, político o social, suelen existir

presiones del entorno externo. Este conjunto de cambios ocasiona una evolución, la que a su vez

impacta sobre el Derecho, el cual, consecuentemente, ha de variar; pues parece obvio que la

evolución social se vea reflejada jurídicamente. Muchas veces esta regulación, en la línea del

jurista marxista Karl Renner, no responde a una verdadera novedad, sino más bien a una

adaptación: así, los conceptos jurídicos pueden permanecer en la misma forma o estructura,

aunque las funciones sociales que tratan cambien. De esta manera, por ejemplo, el concepto

jurídico de “propiedad”, que originalmente integraba el patrimonio del dueño (su casa y todo lo

de alrededor), se utiliza en la actualidad para expresar el título jurídico a los fondos que hacen

posible la acumulación del capital, título que, según el jurista, constituye un poder de mando que

el propietario tiene sobre otros individuos. Sin embargo, y por supuesto reconociendo esta

realidad de plasmación jurídica de la evolución social; es una opinión bastante extendida para
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algunos autores modernos que la capacidad del Derecho para moldear la sociedad está

rigurosamente limitada, pues las preferencias políticas sobre lo que debe o no debe hacer el

Derecho, consiguen matizar lo que en la realidad debería ser. Para el estudio de este conjunto de

limitaciones es conveniente centrarse en un artículo del jurista americano Roscoe Pound, titulado

“Los límites de una acción legal efectiva”. En el mismo, en primer lugar, se establece una clara

unión entre Derecho y la parte exterior de la conducta, diferenciándolo de la moral, que puede

incidir en las creencias o convicciones del ser humano. Además, se enuncian una serie de

intereses que podía ser útil que el Derecho regulase, pero cuyas naturalezas se lo impiden. Y

finalmente se trata al Derecho como instrumento de gobierno dependiente de organizaciones

externas que lo pongan en movimiento, ya que, por una parte, los preceptos legales no se

cumplen por sí solos y, por otra, no tendría sentido la existencia de un Derecho que no pueda ser

exigido o invocado por los ciudadanos. Asimismo, la dificultad de reconocimiento jurídico de

algunos deberes y derechos moralmente importantes, tales como las obligaciones de las personas

en el cuidado de familias y niños; así como la dependencia del mismo de las partes interesadas

para poner en marcha sus procedimientos legales, aparecen en dicho escrito como otra de las

posibles limitaciones al Derecho. Junto a estas limitaciones, el Derecho, además de plasmar los

cambios sociales a los que nos hemos referido, frecuentemente ha tendido a promocionar ideales,

a través de lo que se denomina “legislación educativa”, apareciendo esta seguramente como una

muestra de lo que mencionábamos a principio del epígrafe: un intento por parte del Derecho de

ser un agente autónomo de cambio social. En cuanto a esta cuestión, existe disparidad de

opiniones: para algunos, “la legislación y la educación no son incompatibles, al ser la primera

una poderosa forma de educar”, en cambio, para otros, como el polémico Ehrlich, “debemos

hacernos a la idea de que, simplemente, ciertas cosas no pueden hacerse mediante una ley”. Tal
25

vez el inconveniente de estas posturas es que se generaliza demasiado, a partir seguramente, de

una experiencia jurídica concreta. Aún con todo, indagando en la historia del Derecho, podemos

encontrar laboriosos intentos de usarlo como medio para alterar arraigadas pautas de conducta

social, que finalmente se convirtieron en absolutos fracasos.

El fracaso de algunos intentos por parte del Derecho de promover el cambio social no denota

que sea un factor sin relevancia en el mismo, sino que han servido para proporcionar algunas

lecciones generales; la manera de hacer efectivo el Derecho es un aspecto tan importante como

su contenido. El sociólogo Yehezkel Dror afirma que el Derecho puede influir tanto directa

como indirectamente en la promoción del cambio a través de determinadas estrategias legales. La

primera de ellas sería la utilizada a través de las instituciones sociales, las cuales, de forma

inmediata, inciden sobre la cantidad o naturaleza del cambio social: el Derecho de patentes, por

ejemplo, protege los derechos de los inventores y promueve un desarrollo de las nuevas

tecnologías, lo que, con posterioridad, influirá en el cambio social. La segunda de ellas se

materializa mediante la configuración de organizaciones instituidas específicamente para

promover cambios en la sociedad: comités, mesas de negociación… Finalmente, el Derecho crea

deberes jurídicos en situaciones que favorecen el cambio, como pueden ser ciertos impuestos

específicos locales por prestación de servicios públicos. Este conjunto de mecanismos que logran

la producción de un cambio social se ha utilizado generalmente en casi todos los países

industrializados, claro está que sujetos a muchas variedades en función de los valores que los

gobiernos de cada uno de ellos promoviesen o la diversidad técnica-legislativa utilizada por los

mismos. Sin embargo, para que el Derecho pueda influir en las conductas, conductas que

terminan por ocasionar un cambio, es necesario especificar las condiciones bajo las cuales esto

se realiza de forma efectiva, para lo cual nos remitiremos a las que nos ofrece William M. Evan:
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En primer lugar se precisa que la legislación esté dotada de prestigio y autoridad, característica

que se cumple en las democracias occidentales basada en el reconocimiento de las decisiones de

los organismos ejecutivos y las sentencias de los tribunales. Seguidamente, prevé la racionalidad

del Derecho, entendida esta como su lógica o coherencia, que debe ser compatible con los

principios tanto jurídicos como culturales establecidos en la sociedad; idea que nos hace recurrir

al ya mencionado Savigny. En tercer lugar, se establece la necesidad de establecer modelos

prácticos del Derecho, con el fin de que este no se convierta en una utopía. La cuarta condición

sugerida por Evan se refiere a la importancia de la instauración de sanciones positivas, ya que, si

se pretende promover el cambio social mediante el Derecho, deben usarse medios positivos de

acuerdo con el mismo, tales como subvenciones o exenciones fiscales. Existen, además, muchos

otros factores que guardan íntima relación con la efectiva influencia del Derecho en las

conductas sociales

El Derecho como instrumento asegurador de las relaciones en la sociedad:

En el proceso de producción del Derecho se incluye a los hechos o actos jurídicos que tienen

como efecto la creación, modificación o derogación de las disposiciones o normas de un

ordenamiento jurídico. El Derecho como instrumento de consagración de conquistas se expresa a

través del proceso de producción normativa de la autoridad normativa que ya existe, o sujeto

investido de poder para crear Derecho, que, a través del acto normativo de contenido

prescriptivo, crea una disposición o documento normativo integrado por un conjunto de

enunciados acerca del deber ser jurídico, o el reconocimiento de conductas de libre ejercicio, y a

través de los cuales asegura un determinado orden social. En tal sentido el análisis del sistema de

fuentes de Derecho imperante en determinada sociedad nos permite corroborar nuestras ideas

acerca de las funciones del Derecho y en particular de su utilización como instrumento de


27

consagración de conquistas o del status quo establecido. De ese proceso de creación del Derecho

y su forma de expresión vale mencionar las denominadas Fuentes-hecho, la costumbre y el

precedente judicial, regulaciones que devienen de la sociedad, en tanto son la forma primaria del

mismo. Tanto la utilización de la costumbre por los Tribunales, o a partir de una decisión judicial

en sí misma, ambas son formas de expresar y dar origen al Derecho y lo que hacen es reencauzar,

adaptar, y en ocasiones dar un enfoque diferente al previsto legalmente. En la primera situación,

al asumir una costumbre jurídica por los tribunales se está creando una norma concreta para la

solución de un caso, y se manifiesta esa función dual del Derecho: en tanto se emplea la

costumbre, se reafirma una actualidad existente, y al crearse una norma de Derecho, de posible

utilización posterior, introduce un cambio en el sistema de normas imperantes. Algo parecido

sucede con las decisiones judiciales, a través de interpretaciones literal e histórica de las normas

reafirman el status imperante; pudiendo incluso dar lugar a una nueva construcción doctrinal y

que esta se haga con la finalidad de salvaguardar el estado de cosas existentes, de consagración o

validación de una normatividad imperante La expresión jurídico formal del Derecho, o lo que se

conoce también como Fuentes-acto, tales como la Constitución, la ley, el reglamento y otras

similares que emanan de los órganos constitucionales competentes, en tanto crean o modifican el

Derecho vigente, también son utilizadas o demuestran la funcionalidad de las normativas

vigentes, tanto como los actos normativos que determinan la aplicabilidad de normativas ya

existentes pero no operantes en el ordenamiento de referencia, mediante un proceso de

“remisión”. Cabría en este sentido tener presente la distinción entre las diversas fuentes según su

mayor o menor capacidad de incidir en el sistema jurídico, ratificar o modificar el orden

existente o de crear un nuevo Derecho, partir de la concepción piramidal del ordenamiento, pero

con el fundamento de que cada tipo de fuente tiene atribuida determinada capacidad para
28

producir materiales normativos con un especifico grado de eficacia. Como resultado de esta

estructura gradual del ordenamiento, es la constitución, la fuente superior a la que, resultado de

su proceso de creación, se le ha atribuido una fuerza superior. Con tal noción, también se asume

que el propio texto posee en si la condición de validez de las demás normas jurídicas, al

determinar que son inválidas las normas que contradigan lo establecido por otras normas

superiores. En esa escala de jerarquización, la doctrina reconoce a las Fuentes primarias, dotadas

de eficacia normativa inmediatamente inferior a la Constitución: la ley y todas las demás fuentes

a las que la Constitución atribuye fuerza o rango de ley. Su validez sólo está sometida a lo

preceptuado por las demás fuentes constitucionales. En este nivel, la doctrina europea ha

introducido otra distinción de normativas que también vienen a contribuir al desarrollo

constitucional y con ello a fijar tales contenidos; es el caso del conjunto de “leyes interpuestas”

que forman el llamado “bloque de constitucionalidad”, esto es, el conjunto de leyes y actos con

fuerza de ley que, teniendo solo fuerza de ley se convierten en parámetros de la validez

constitucional de otras leyes. Tales leyes que condicionan la validez de otras leyes no poseen una

fuerza jurídica superior a la de estas últimas, y este fenómeno es explicable, precisamente en

virtud de la distinción entre la jerarquía resultante de la cadena de validez de las normas y la

jerarquía resultante de su diferente fuerza o eficacia jurídica. Y así sucederá con las denominadas

fuentes secundarias y terciarias, a las que se integran los reglamentos dictados por el Ejecutivo

en el ejercicio de la potestad normativa que le viene atribuida y que habrá de ejercer de acuerdo

con la Constitución y las leyes. En este último caso, el mejor ejemplo lo constituye la costumbre,

que solo regirá en defecto de la ley aplicable, siempre que no sea contraria a la moral o al orden

público y que resulte probada.


29

El Derecho como factor de cambio social:

Los cambios sociales han sido siempre, eje central de la sociología, la politología y de la

psicología social; el origen y los diferentes tipos de estos son tratados por los distintos teóricos

que a su vez aportan variadas e interesantes opiniones al respecto. Los estructuralistas han

insistido en dar una definición que en principio se ilustra acertada, pues ellos enfatizan que todo

cambio tiene su manifestación en la estructura social, partiendo de ahí para elaborar sus criterios

sobre la base de medir la intensidad del cambio. Algunos estiman que el cambio más importante

se materializa en el campo de la axiología, es decir, de los valores que en un momento

determinado presiden y se proyectan como de mayor jerarquía dentro de la sociedad en una

situación determinada. Otros prefieren observar la intensidad y alcance del cambio a través de

los factores económicos, dándole prioridad a los elementos que reflejan la distribución del

ingreso económico y el producto interno bruto de cada país. A la vez desde una visión

sociológica, estos sitúan diversas clasificaciones del cambio en el elenco, determinándose, los

cambios que pueden ocurrir en las personas que ocupan los puestos de mandos de un sistema

social. En todas las teorías clásicas se ha referido de una u otra forma con respecto al cambio, lo

referido al tema, sus fuentes y tipos. Spencer afirmo que el desarrollo de la sociedad era un

proceso de evolución y progreso. Para Oswald Spengler la existencia humana es una serie

indeterminables de vaivenes. Arnold Tonynbee sostiene que una civilización nace de una

respuesta victoriosa a un reto, atribuyendo la capacidad de materializar esas respuestas a las

“minorías creadoras”. Carlos Marx sostuvo que el avance hacia la sociedad sin clases se realiza

mediante conflictos dialecticos en los que una clase subordinada derriba a su clase gobernante,

señalando a la violencia como la gran impulsora de tales cambios, teniendo en cuenta las

contradicciones reflejadas en la sociedad capitalista. Ya en la teoría modernas Talcott Parsons


30

establece la relación de los cambios con el equilibrio, no tan sólo para resquebrajarlo sino en

algunos casos para consolidar estos. Francesa Cancian relaciona tales cambios directamente con

la estabilidad del sistema y resalta sobre este para lograr conservarlos. Wright Mills les asigna un

papel considerable a los factores políticos, sin menospreciar los factores de clase, reflejando así

sus influencias marxistas. David McClelland y Everett E. Hagen expresan que la principal fuerza

que impulsa a las sociedades no descansa en los factores ambientales, ni en los conflictos

sociales, ni en las ideas, sino en los individuos que están intensamente movidos por el interés de

lograr determinados logros. Esta ha sido una proyección superficial sobre diferentes conceptos y

teorías dados por determinados clásico y estudiosos del cambio, que, si bien no se profundiza,

nos da una panorámica del tema y nos ofrece una serie de aspectos implicados en este, pues para

entrar en el campo de lo jurídico debemos dar respuesta a diferentes interrogantes: ¿Pudieran los

hombres ser creadores de su propia historia, o solamente son llevados y arrastrados por esta? Si

nos centramos a dar respuesta a la interrogante planteada, partimos por afirmar que

evidentemente el hombre es artífice de su historia, no podemos aceptar que el hombre es

simplemente arrastrado por fuerzas superiores incontrolables, porque estaríamos negándole a

este, todo albedrio, capacidad y raciocinio. Las teorías que antes señalábamos mantienen que las

fuerzas de la historia se originan dentro de la sociedad civil, en su estructura económica, política

y cultural. Las Teorías modernas a diferencia de las clásicas, conceden mayor capacidad de

impulso a los órganos de poder, a la cultura y a la sociedad en su conjunto, para generar el

cambio, estructurarlo y llevarlo a lograr sus fines. Puesto que el tema tiene gran amplitud, baste

reafirmar la capacidad que tiene el hombre para decidir su futuro e influir con su voluntad en los

procesos históricos. Como ya hemos asentado dentro de otros puntos, el Derecho se encuentra

dentro de una red de relaciones que abarca la amplia esfera de los subsistemas de lo económico,
31

lo político y lo cultural. En esta interactividad, el Derecho, no en pocas ocasiones, viene a ser un

factor que cambia las secuencias de las transformaciones sociales. Lo que le da la posibilidad de

que, en cierta manera, este sea un factor de cambio y transformaciones sociales. A lo que se

puede entender como cambio social, al proceso de transformaciones de la sociedad o parte de

esta. Y el cambio jurídico, al proceso de modificación y creación de normas jurídicas en el seno

de una sociedad. Coterrell señala que para que se pueda hablar de cambio social ha de producirse

una alteración no repetitivita en los modos de conductas establecidos dentro de una sociedad. Por

lo que se define que existe el cambio social cuando se modifica la estructura social: pautas de

relaciones; normas y roles. El cambio puede tener diferente intensidad, pueden cambiar solo las

pautas individuales de conducta, o un cambio en las normas y pautas del grupo o, por ultimo un

cambio en los valores básicos de la sociedad en conjunto. Es un hecho real desde un análisis

histórico-doctrinal, que las sociedades a través de toda la historia hasta la actualidad convulsiva

de hoy, han estado sometidas a diferentes cambios, que en consecuencia esos cambios han de ser

institucionalizados, y la manera más importante para ello, es a través del Derecho, que también

pasa a ser un Derecho en transformación, por supuesto condicionado por lo que en otros puntos

ya vimos dada su interrelación con los demás subsistemas sociales. Dentro de todo el proceso

cambiante, se materializa una marcada incidencia del cambio social en el Derecho, a cómo debe

de ser adecuada la norma con respecto a los cambios sociales. Pues así se asegura la cuestión de

la efectividad de estas, en relación a su grado de realización y la práctica social de las diferentes

conductas enunciadas por el Derecho. Como bien plantea el ya citado Añón, con relación a este

punto, la gran parte de los autores muestran: que, si la norma no tiene efectos previstos, o en un

momento determinado deja de tenerlos, puede ser entonces un indicador la necesidad de

introducir cambios en el sistema jurídico, para que pueda ser eficaz y, en este caso, estos
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cambios vienen a ser una consecuencia de cambios sociales. Con respecto a esto, debemos

precisar que cuando se manifiesta un cambio de las normativas jurídicas a raíz del imperativo de

determinados cambios sociales, este Derecho modificado puede darse tanto en el campo de su

producción como en el de la toma de decisiones, o ambos a la vez. No debemos dejar de tener en

cuenta tampoco, que los cambios pueden surgir por nacimiento de una nueva legislación, o

porque el Derecho se adapte a las nuevas exigencias sociales sin modificar su estructura o forma,

ya que los conceptos jurídicos pueden mantenerse inalterados, pero si, cambiar su función través

de la interpretación y aplicación del Derecho. A lo que Renner, citado por Coterrell, llama

derecho en acción. Dentro del carácter empírico del Derecho y a través de una adecuada

objetividad histórica, hacer un análisis, implica no olvidar ni desconocer los efectos reales y

progresivos de transformaciones de cambios liberadores. Los cuales se producen tanto en el

pasado como en el presente, desde y a través de leyes protectoras e impulsoras, como por

ejemplo las que se encargaron de proteger derechos sociales, políticos, económicos y culturales

durante la provisionalidad cubana. Por supuesto que esa legislación fue, la mayor parte de las

veces, acelerada tras no pocas luchas sociales y esfuerzos antepuestos de las gentes que habían

sido excluidas de ellas. Pero no es menos cierto que una vez reconocidos y garantizados tales

derechos y libertades por las correspondientes normas jurídicas, se generaron desde ahí nuevas

situaciones y relaciones, nuevas conquistas sociales que dieron lugar a transformaciones reales

de indudable importancia para avanzar hacia las metas de mayor igualdad y solidaridad. En ese

camino de actuación, de manera profunda, a través de reformas, incluso intensas, de abierta

homogeneización y participación critica desde la sociedad civil, de entendimiento más bien

evolutivo y procesal de la historia, aunque no de sentido siempre rectilíneo ni unidimensional e

irreversible, es en la que hay que ubicar esa afirmación y reivindicación del Derecho, como
33

posible factor de cambio social e incluso como causante de las transformaciones humanas de

carácter emancipador. Los cambios sociales también se pueden estimular a través del Derecho a

partir de la creación o aplicación de normativas con sentido de modificación o renovación del

status quo. Desde el poder legislativo: Cuando se coadyuvan ambos poderes (legislativo-

Ejecutivo) en respeto y acuerdo con La Constitución, ambos crean Derecho, siendo en

democracia representantes legítimos de toda la sociedad. Aquí no hacemos referencia de forma

estricta a la norma ya creada y sus repercusiones cualitativas y cuantitativas, sino al trabajo

previo de los operadores políticos (legislativo y ejecutivo) que van a crearla. El Derecho es

ejercido desde la democracia, a través de la acción de los legisladores y también del Gobierno y

la administración, puede ser visto así como factor de cambio en la medida en que contribuya a

autentificar, profundizar y prolongar esa libre voluntad popular: nunca contra ella, pero

ayudando, a su vez, a una mejor y más efectiva articulación y ejecución de sus demandas; así

como a una progresiva toma de conciencia sobre nuevas legítimas necesidades y exigencias para

unos u otros sectores y que tienen más dificultades para hacerse escuchar. Vale insistir aquí, en la

decisiva e importancia del momento en que este es aplicado por el poder judicial y demás

poderes. A nuestro entender no se pueden ni se deben hacer las leyes de “cualquier manera”,

despreocupándose del necesario estudio y rigor, sacrificando uno y otro a las premuras de

coyunturales calendarios políticos, de presiones o intereses corporativos, para después tratar de

encontrar la justa solución concentrando todos los desmesurados esfuerzos interpretativos en el

postrer momento jurisdiccional. El cual se logra a través del trabajo de los operadores jurídicos:

y, muy en especial, a través de la función judicial en cuanto a posible interpretación y aplicación

progresiva, creadora de las normas singulares y del ordenamiento jurídico en su totalidad. Los

jueces crean Derecho, las sentencias también contienen normas jurídicas, pero particulares,
34

referidos al caso. Sería lógico para partir de este elemento, hacerlo desde específicas propuestas

en pro de la labor judicial como factor de cambio social. Esta posición no debe conducir en

absoluto a ningún tipo de viejo o nuevo extremo y unilateral ejercicio judicial desvinculado o

autónomo respecto de las normas legales, como pudiera haber ocurrido en algunas tendencias de

la denominada libre jurisprudencia. Las normas son con frecuencia susceptible de más de una

interpretación, a veces con diferencias sustanciales entre ellas, y no sólo, aunque ahí de manera

muy especial, en los denominados casos difíciles con conflictos fuertes entre reglas, principios o

valores y con ausencia o gran incertidumbre y problematismo acerca de su regulación o de los

criterios aptos para su resolución. Es indudable, también en los casos normales y normados, la

experiencia empírica así lo confirma, que no pocas ocasiones de una misma norma se puede

hacer una interpretación y aplicación que favorezca un cierto cambio social, en el sentido aquí

definido, o, por el contrario, que lo impida y obstaculice con determinaciones que incluso

impongan comportamientos claramente opuestos a él. Aunque no siempre el arco de

posibilidades normativas sea tan amplio y diverso, por lo general es verdad que de una misma

norma se pueden llevar a cabo plurales interpretaciones, no indiferentes nunca desde la

perspectiva de sus efectos y consecuencias individuales y sociales. Por supuesto que las opciones

entre ellas no son de ningún modo arbitrarias. Las normas se interpretarán según el sentido

propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos y la

realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu

y finalidad de aquéllas. Uno de los problemas, y bien complejo, es saber construir, sintetizar una

metodología en la cual el sentido propio de las palabras de la ley y sus internos condicionantes se

fecunden y orienten desde las circunstancias y exigencias de la realidad social del tiempo en que

ha de hacerse tal aplicación. El juez no es, desde luego, una simple máquina de acciones
35

interpretativas, ni su tarea se reduce a obtener la conclusión de un mero silogismo lógico como

creían, o querían, las direcciones denominadas formalistas y exegéticas. Pero tampoco es el juez,

ni el poder judicial, el protagonista principal, único y último, de todo lo que está en juego en el

mundo del Derecho: intereses, valores, libertades, necesidades, aspiraciones humanas. Hay otras

instancias superiores a él, las leyes, la constitución, es decir, otros poderes como el constituyente

o el legislativo que representan esa referencia suprema que, para las decisiones jurídico-políticas,

es siempre la soberanía popular. El Derecho, las normas y su aplicación desde esa realidad social

de un tiempo determinado no es algo, a su vez, que carezca de historia, que parta siempre de cero

y que esa historia y esa realidad social estén desprovistas de uno u otro significado expresado

fácticamente de unos u otros por diferentes grupos o sectores sociales. Ni la historia, ni la

sociedad, ni el Derecho que surge de ellas son algo neutro, neutral, puro, imparcial: no lo es ni en

sus contenidos ni en sus métodos y conceptos o en la instrumentación práctica y efectiva de unos

y otros. Y con ello hay indefectiblemente que contar a la hora de optar. Sin proyectar en esta

tesis la manera de involucrar a Kelsen en estas críticas, me parece, no obstante, que hay siempre

que revisar y criticar a fondo esa pretendida pureza del Derecho, del trabajo de los juristas y

hasta de la misma ciencia jurídica. Dentro de la historia, donde la realidad social se manifiesta,

en la que, por lo demás, no todo ha sido ni es negativo: el Derecho, así creado, exige actuar

dentro del marco normativo, por supuesto, pero nada de ello autoriza para quedarnos en una

actitud de inmovilismo y de sacralización de lo existente, con la prohibición de su crítica y de

formular propuestas para los correspondientes cambios y transformaciones. Y si esto es así para

los ciudadanos, tampoco ello carece de repercusiones, más condicionadas, pero más exigentes,

para el jurista y el juez. Ahí, en definitiva, es donde se situaría y operaría una filosofía critica del

Derecho que implica y da como resultado posiciones teóricas y prácticas bastante diferentes a las
36

tradicionales, tanto en el campo de su elaboración y creación legislativa como el que analizamos

ahora, en el de su interpretación y aplicación judicial. Se trata que para que el Derecho pueda ser

factor de cambio social, deba reintegrar normas, instituciones, en definitiva, el sistema jurídico

dentro de la realidad social en que ha surgido. Es decir, otra vez, de no separar y aislar lo que de

hecho va unido, pero insistiendo siempre en situarlos dentro del total proceso histórico en que

adquieren pleno significado una y otro. Así pues, viendo el Derecho como lo que es, como algo

inevitablemente comprometido en tensiones, intereses, luchas y conflictos, pero teniendo que

optar en el ejercicio de esa función judicial, y desde el punto de vista de la ética crítica, por una u

otra de las posibles resoluciones que dentro de la Constitución se orientan en mayor o menor

modelo o tipo ideal de justicia hacia uno que recorta libertades, derechos y participación en

decisiones y resultados, o hacia otro que impulsa el cambio social desde perspectivas de progreso

y de real liberación e igualdad. Ahora nos preguntamos ¿A través de qué mecanismos o medios

el Derecho contribuye al cambio social, o es factor estimulante del cambio social? Primeramente,

vale referirnos a sus medios de expresión formal; pues en el acápite que tocamos las fuentes y su

relación con el cambio, observamos que siempre ha sido una constante histórica en la Historia

del Derecho. Esto es porque las fuentes del Derecho no son sino una expresión de la distinta

relevancia normativa que una sociedad otorga a los diversos poderes sociales a la hora de

producir Derecho. Lo que explica, que las Historias del Derecho se puedan reconstruir como

historia de la lucha entre las diversas fuentes del Derecho; y así conseguir la hegemonía que les

permita materializar los cambios dentro de las relaciones sociales, que ya se dieron, o están

materializando en determinado momento histórico. La determinación de los poderes sociales con

relevancia normativa ha sido una constante histórica, como también lo ha sido la tendencia a

establecer una ordenación jerárquica entre las diversas fuentes del Derecho. Si observamos las
37

nociones acerca del Derecho ya creado a raíz del cambio, varios pensadores lo han reflejado

como una simple condición de la realidad social, ente asegurador que carece de la capacidad de

promover los cambios que ocurren dentro de la sociedad. Así lo defendió Savigny en sus luchas

contra las tendencias racionalizadoras y legisladoras que se vieron estimuladas por la Revolución

Francesa, considerando él que el Derecho se encontraba, no se hacía. Roscoe Pound citando a

Savigny analiza con sutileza, la concepción histórica aportada por este y las escuelas históricas

ulteriores que introdujeron una nueva razón de ser o un nuevo sustentáculo al Derecho. En el

fondo, tras esa visión perspectiva y filosófica del Derecho estaba implícito también el problema

de sus fines. De hecho, como lo planteábamos en el análisis de las funciones: cuando el Derecho

se sustenta sólo en la autoridad está admitiendo que su único fin o el principal es sostener el

poder; avanzando hacia fines racionales y apoyándose en la especulación que deriva del Derecho

natural, está significando que pretende un cierto contenido ético al cual deben subordinarse

incluso los que lo crean en los órganos legislativos y, admitiendo por último la influencia que

sobre el ejerce la fuerza de la historia. Desde esa perspectiva histórica, el Derecho debe asumir la

orden o el mandato de convivencia de los hombres condicionados en un momento determinado

de esta.

Edgar Bodenheimer en su Libro Teoría del Derecho, aborda el Derecho como un producto de

las fuerzas internas que operan sigilosamente, no de una voluntad arbitraria, sino un crecimiento

lento, gradual y orgánico, que al igual que la cultura emana de la fuerzas inconscientes, graduales

e irracionales de la vida individual de una nación determinada. Cuando en el mismo libro

Bodenheimer cita al jurista soviético Puchta, asiéndolo partidario de su criterio este plantea “la

génesis o desarrollo del Derecho parte del espíritu del pueblo en un proceso invisible del cual

solo vemos su producto, el Derecho”. A esto señalamos que consideramos el Derecho como un
38

producto vivo que emana del pueblo basado en la conducta social y en los intereses de las clases

que dentro de esa sociedad se desarrollan. Se relaciona y vincula estrechamente con la cultura y

ejerce influencia sobre la realidad, encontrándose el punto esencial del desarrollo jurídico, no en

la legislación, ni en las ciencias jurídicas, ni en la decisión judicial, sino en la sociedad misma,

como motor impulsor de las relaciones que dentro de su estructura se desenvuelven y

manifiestan. En la actualidad es imposible negar la posibilidad que tiene un sistema de implantar

y llevar a hecho los cambios que se requieran como imperativos sociales sin perder la estabilidad

de este. Siempre dependerá en gran medida del grado de legitimidad del sistema y de las

instituciones encargadas de él. Por esa razón nos preguntamos ¿es el Derecho un instrumento

eficaz para la promoción y ejecución de los cambios que dentro de la sociedad se desarrollan? Si

analizamos lo planteado por Savigny en su teoría contra el racionalismo, este no la elabora

precisamente sobre bases lógicas, y sí sobre cimientos más conservadores. Desde su posición de

alemán nacionalista y opuesto a todo tipo de codificación, siempre realizó una total

contraposición al código de Napoleón y a otros códigos similares en la época, detestando así todo

racionalismo igualitario vivido en Francia a raíz precisamente de los cambios que se

manifestaban dentro de esa sociedad. En una observación al pensamiento marxista, Engels

realiza un viraje al señalar desde su posición que existe una interrelación y constante influencia

entre los cambios de la estructura y los de la infraestructura, describiendo en el momento que

identifica la superestructura de la sociedad como ente superior de esta a las ciencias jurídicas.

Aunque no niega en su esencia que el Derecho es producto del egoísmo de la clase dominante y

que, a través de este, ella realiza y establece todo un mecanismo de dominación. El Derecho

tiene una función permanente dentro de la vida social del hombre, dando respuestas a las

necesidades y relaciones que dentro del actuar de este realiza en su medio social, organizándolo,
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limitándolo en su conducción y legitimando también el poder público político que se ejerce

dentro de la sociedad civil por parte del Estado. Se considera entonces al Derecho como un

efectivo mecanismo capaz de promover y desarrollar los cambios que ocurren dentro de la

sociedad; claro una vez legitimado tales cambios el Derecho se transforma de límite al cambio a

promotor del cambio, de ahí su importancia en cuanto al ejercicio de su aplicación acorde a la

realidad exigente e imperante.


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Análisis Crítico José González

El derecho y la sociedad son dependientes uno de otro, el derecho no existe sin sociedad ya

que la sociedad crea el derecho como ente regulador de sí misma y la sociedad no puede existir

sin derecho debido a que el mero concepto de normas mantiene un equilibrio y estatus de

comportamiento, el orden social existe gracias a la leyes y normas que mantiene y hace que los

ciudadanos de un estado obedezcan o sigan normas simples como las señales de tránsito así

como normas complejas como las regulación de un código.

Análisis Crítico Dalis Pitti

Ubi societas, ibi ius; donde hay Derecho, hay sociedad haciendo referencia a este aforismo

latino la relación del derecho y la sociedad viene de tiempos remotos por la necesidad de vivir en

una sociedad regida por un ordenamiento jurídico. Ya que el derecho contribuye al cambio social

y actúa como instrumento propulsor o coadyuvante del propio cambio social en el momento que

se efectúa la transformación, que posteriormente se consolida en nuevas relaciones sociales.

Análisis Crítico Karin Wood

Como estudiantes de derecho es de suma importancia analizar la relación que existe entre

sociedad y derecho, adicional debemos entender por qué el desarrollo de ambas siempre va de la

mano, esto debido a que cuando la sociedad sufre cambios considerables se hace evidente la

necesidad de adaptar las normas existentes a la nueva realidad, adicional crear nuevas reglas que

permitan un mejor control social, logrando que todos los sujetos comprendan las consecuencias

que traen el no adaptar su comportamiento a los parámetros exigidos por la mayoría de los

integrantes de la sociedad.
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Conclusiones

 La evolución, el cambio, el progreso, son eventos innegables por los que pasa la

sociedad, el derecho ha tenido que adecuarse y alcanzar los cambios sociales para

regular las nuevas actividades y costumbres que surgen en una sociedad. La sociedad

y el derecho son dos elementos independientes y al mismo tiempo inseparables, ya que

el derecho cambia a la sociedad y la sociedad cambia al derecho lo que los hace

codependientes de cambios y alteraciones el uno del otro.

 El derecho como regulador de las normas y límites que debemos mantener dentro de la

sociedad, se posesiona indiscutiblemente como un factor indispensable al momento de

darle seguimiento a las constantes evoluciones sociales; aun cuando el derecho avanza

a un ritmo más lento siempre debe buscar los mecanismos que le permita actualizarse

rápidamente para darle alcance a las eventuales transformaciones sociales.

 Todo sistema social necesita establecer unas normas que permitan a sus miembros

anticipar la conducta que pueden esperar de los demás miembros del grupo en

situaciones concretas y relevantes. Se trata de una condición esencial para su

supervivencia. De tal suerte que su ausencia o incumplimiento sistemático, determina

la desaparición del grupo.

 El derecho es un factor muy importante para la consolidación de los logros obtenidos

en las disputas sociales y fundamentalmente un elemento de legitimación del poder. Y

en esa medida, potente inductor, ya por el control de la estructura como de la

superestructura. De hecho, en las ocasiones que han tenido oportunidad han utilizado

sin recato todas sus herramientas para hegemonizar las conductas y las ideas.
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Recomendaciones

 El derecho debe ser más anuente a seguir de cerca los cambios sociales, en la

actualidad se hace indispensable crear nuevas regulaciones en campos como el

comercio electrónico y el uso de vehículos no tripulados (drones), ya que son nuevos

elementos dentro de la sociedad, que necesitan más presencia del derecho.

 Se deben establecer políticas y normas que aseguren un equilibrio social, adicional

crear programas que ayuden a educar a los miembros de la sociedad en cuanto a los

derechos y deberes que deben regir su comportamiento para obtener una convivencia

pacífica dentro de una sociedad cada vez más hostil.

 El derecho como regulador de normas debe estar en constante cambio para el

beneficio de la tranquilidad usando políticas e intervenciones, incluyendo

explícitamente a las poblaciones excluidas y menos favorecidas, y teniendo un foco

central en la infancia, desde los primeros años de vida.


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Bibliografía

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 http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/derechopucp/article/download/12822/13388

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 https://blog.iese.edu/empresaysociedad/2015/02/13/entre-la-solidaridad-y-la-

subsidiariedad/#:~:text=Para%20que%20una%20sociedad

%20%E2%80%93y,sociedad%3B%20y%20el%20principio%20de

 https://accedacris.ulpgc.es/bitstream/10553/8018/2/0233586_00002_0004.pdf

 https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-

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 https://dda.ua.es/solidrio.htm

 https://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/listados/tematica2.jsp?

subtema=25879#:~:text=El%20principio%20de%20solidaridad

%20constituye,equitativa%20armonizaci%C3%B3n%20de%20los

%20derechos.&text=La%20solidaridad%20no%20s%C3%B3lo%20es%20un

%20deber%20constitucional%20gen%C3%A9rico%20(C.N.
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Aportaciones

Dalis Pitti: investigación de contenido, elaboración de diapositivas, conclusión,

recomendación, análisis crítico, aporte de ideas para la elaboración del trabajo.

José González: investigación de contenido, elaboración de diapositivas, conclusión,

recomendación, análisis crítico, aporte de ideas para la elaboración del trabajo.

Yeiris Serrano: investigación de contenido, elaboración de diapositivas, conclusión,

recomendación, análisis crítico, aporte de ideas para la elaboración del trabajo.

Karin Wood: investigación de contenido, elaboración de diapositivas, conclusión,

recomendación, análisis crítico, aporte de ideas para la elaboración del trabajo.

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