Está en la página 1de 3

ARQUITECTURA DEL CRISTAL Y DEL ACERO

Las construcciones realizadas a lo largo del siglo XIX seguirán dos grandes
líneas de acción: la arquitectura-arte y la arquitectura-ingeniería. La
persistencia de la primera buscando su camino en las formas (arquitectura
historicista) y la audacia de la segunda, guiada por la técnica, ofrecen un
panorama complejo.

El hierro había sido utilizado desde la Antigüedad como complemento de la


arquitectura para grapas y uniones en general, pero hasta el siglo XVIII no
se obtiene un hierro lo suficientemente consistente como para utilizarlo en
la construcción. El hierro colado, sustituyendo a la forja, permite fabricar
largas vigas pero también la elaboración de adornos a coste reducido.

El vidrio cobra igualmente importancia gracias al desarrollo técnico que, a


principios del siglo XIX, logra producir hojas de 2,50 por 1,70 m. Los
invernaderos, estaciones de ferrocarril, museos, nuevas tiendas, pabellones
para exposiciones, etc., utilizan el vidrio como una verdadera piel
traslúcida que sustituye al muro o a la cubierta.

El cemento hará su aparición a finales de siglo, y aunque no influirá apenas


sobre la concepción arquitectónica del siglo XIX anticipará el valor
constructivo y estructural de la arquitectura del siglo XX.

En 1777 se construye el puente de Coalbrookdale (Inglaterra) sobre el río


Severn, que está considerado como la primera estructura mayor construida
enteramente en hierro colado.

Se buscaba reemplazar un balseo que cruzaba el río en Coalbrookdale, área


en la que por primera vez se hizo la fundición del hierro con carbón coke.
Con una longitud de 60 m, salvando una luz de 30,5 m, mediante cinco
arcos casi semicirculares, soportaba una plataforma de rodado de hierro de
7 m de anchura y se apoya en estructuras de piedra.

En el siglo XIX, ya Viollet-Le-Duc utilizó hierro para sus estructuras


neogóticas.

Los mejores exponentes de la arquitectura del hierro lo ofrecen las


Exposiciones Universales. La naturaleza de las mismas exigía pabellones
enormes que le dieran a todo ello una unidad de aspecto y una cierta
coherencia. Además de universales, se convirtieron en el exponente
orgulloso del país que las organizaba. Por ello, los pabellones se
construyen con los medios técnicos más avanzados y haciendo gala de la
mejor sabiduría constructiva posible. Además, como no tienen por qué
perseguir una monumentalidad de “estilo”, los arquitectos-ingenieros se
preocupan al máximo de la funcionalidad. En estos grandes pabellones
estará la clave que modificará la construcción tradicional.

Los tres edificios más significativos son: el Palacio de Cristal, de Paxton


(Londres 1851), la Galería de las Máquinas, de Dutert (París 1889) y la
Torre, de Eiffel (París 1889).

La poca duración de las exposiciones y la necesidad de su demolición será


una constante en todas ellas. El concurso abierto para la Exposición de
Londres de 1851 exigía que los materiales pudieran ser empleados de
nuevo y que, por ello, pudiera desmontarse. Joseph Paxton gana el
concurso y lo resuelve con elementos prefabricados que se montan y
desmontan como si de un mecano se tratase. Esta técnica empleada en el
Palacio de Cristal se convertirá en el prototipo en el que se inspirarán la
mayoría de los palacios de cristal europeos y todos los demás pabellones
dedicados a usos semejantes.

La novedad del Palacio de Cristal estriba en el empleo de elementos


prefabricados (segmentos metálicos y placas de vidrio) producidos en serie
y llevados a la obra listos para ser utilizados. Se ahorraba tiempo y dinero;
la construcción se reducía al rápido montaje de piezas prefabricadas y el
material podía ser recuperado.

Tras el interés práctico había una idea revolucionaria: servirse de


materiales y técnicas de construcción utilitarias para realizar un edificio
altamente representativo, hacer arquitectura con los procedimientos de la
ingeniería. Paxton consigue aquí tres resultados esenciales:

a. Revaloriza el desarrollo dimensional al liberar la geometría


volumétrica del peso de la masa
b. Realiza una volumetría transparente al eliminar la distinción entre
espacio interior y espacio exterior
c. Y al dar preeminencia a las vidrieras (vacío) respecto de los
elementos metálicos (masa) obtiene en el interior una luminosidad
semejante al exterior.
El siguiente y definitivo paso se dará en la Exposición de París de 1889.
Principalmente con la Galería de Máquinas y la Torre Eiffel. La primera
sorprende por las dimensiones (420 x 115 m). La anchura se consigue
con tan solo un arco constituido por dos medias parábolas articuladas en
su unión. Es la mayor luz conseguida hasta entonces con arco o bóveda
alguna. Su sistema de elementos prefabricados, como los de Paxton,
permitieron un montaje y desmontaje rapidísimos y altamente
económicos.

Mucho más controvertida fue la torre del ingeniero Eiffel. La intención


era construir la estructura más alta del mundo: una torre de 300 m. El
diseño de la torre consistía en una pirámide apuntada formada por una
estructura de barras de hierro forjado, sujetas con remaches y apoyada
en unos sólidos cimientos.

La torre exigía muchos componentes distintos, diseñados uno a uno;


para facilitar la construcción, el peso máximo de cada componente no
debía superar las tres toneladas.

La torre definitiva se asienta sobre cuatro grandes arcos inclinados y


sobre estos se alza una aguja de suave perfil curvilíneo. Los cálculos
estructurales fueron establecidos por un amplio equipo de especialistas
que hicieron más de 20.000 dibujos, de todos los elementos. Las piezas
prefabricadas se montaron “in situ”.

Quedó demostrado: el material más duro de todos servía también para


construir con la máxima ligereza. El hierro no se oculta tras una máscara
arquitectónica sino que demuestra las grandes posibilidades de la
técnica moderna y convertía la estructura en forma.

Este “dibujo en el aire” quedaba totalmente transparente y no dificultaba


la vista de los objetos de alrededor. Solo pedía que acompañaras con la
mirada su ligereza y ascensionalidad.

Con la Torre Eiffel se consiguió la fusión de las nuevas técnicas y de los


conceptos estéticos asimilados a la obra de arte, aunque a diferencia de
otras construcciones, no cumplía ningún tipo de función, pero se
convirtió en el símbolo del progreso y desarrollo técnico alcanzado a lo
largo del siglo decimonónico.

También podría gustarte