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Ética material

Módulo 1

Introducción a la Ética

"En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio".


Albert Camus

Unidad 1: Ética y Moral


1. ¿Para qué inventaron la Ética los filósofos?
Esa podría ser una buena pregunta para el comienzo, pero en el desarrollo de la unidad
descubriremos que ni la Ética ni la moral fueron una creación de la Filosofía. Sí podemos
endilgarles a los filósofos ese afán irrefrenable por buscar nuevas preguntas a responder,
cuando apenas ayer alguien encontró la respuesta a lo que no sabíamos anteayer.
De hecho, tanto buscar respuestas a los interrogantes de la vida... ¿No podría restarnos tiempo
y energía para alcanzar la felicidad, que es en definitiva la búsqueda última del hombre?  

"... En realidad, encontramos que cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de
gozar la vida y alcanzar la felicidad, tanto más el hombre se aleja de la verdadera satisfacción;
por lo cual muchos, y precisamente los más experimentados en el uso de la razón, acaban por
sentir -sean lo bastante sinceros para confesarlo - cierto grado de misología u odio a la razón,
porque, computando todas las ventajas que sacan, ..., encuentran, sin embargo, que se han
echado encima más penas y dolores que felicidad hayan podido ganar, y más bien envidian
que desprecian al hombre vulgar, que está más propicio a la dirección del mero instinto natural
y no consiente a su razón que ejerza gran influencia en su hacer y omitir...."
Ver en el Capítulo I, denominado "Tránsito del conocimiento moral, vulgar de la razón al
conocimiento filosófico", en "Fundamentación de la metafísica de las costumbres" de Immanuel
Kant.

Efectivamente, no sólo el que se inicia en estos estudios piensa estas cosas. También el
filósofo arriesga una autocrítica. Dicho acto de nobleza obliga a abogar en defensa de la
filosofía y debemos categóricamente afirmar que la filosofía no inventó esta discusión.
Siendo así, ¿cuándo surgió la Ética?, ¿de dónde surgió?

En relación a estas interrogaciones compartiremos la explicación de Mary Midgley, en el


capítulo I de la Primera Parte del "Compendio deÉtica" de Peter Singer.
La autora, asume el desafío de buscar respuestas a las preguntas que nos formulamos e invita
inicialmente a imaginarse un estado inocente del hombre, donde no se necesitaban normas. En
algún momento las cosas cambiaron como fruto de una irrefrenable necesidad de reunirse.
Según Hobbes, allí surgió el caos: tan pronto se reunieron los hombres, comenzó una guerra
de "todos contra todos".
Para recuperar el orden y garantizar la supervivencia, debieron establecerse normas mediante
un trato, un contrato social. Según Hobbes, allí había unaética que justificaba el acuerdo, pero
en esaética operaba una "prudencia egoísta".
Hobbes en su obra "Leviatan", pretende explicarnos que aquellos hombres de los inicios, vivían
en estado de naturaleza, enmarcados en una clara  igualdad de capacidades. Cuando
pretendían una misma cosa y no podían disfrutarla ambos, se volvían enemigos y para lograr
sus objetivos, trataban de aniquilarse. Esto deriva en una pretensión constante de extender el
dominio sobre otros hombres.  
Así, Hobbes, nos presenta en la naturaleza humana, tres causas elementales de discordia:
la competencia; la desconfianza y  la gloria.
La primera impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr
seguridad; la tercera, para ganar reputación. La primera hace uso de la violencia para convertir
al hombre en dueño de personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda,
para defenderlos y la tercera, recurre a la fuerza por motivos insignificantes, como una palabra,
una sonrisa, una opinión distinta, como cualquier otro signo de subestimación, ya sea
directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su
nación, en su profesión o en su apellido.  
Todo esto, de manera inevitable, justificaba la violencia y la dominación de manera
espontánea. Tal estado de guerra genera un temor irrefrenable por el peligro y anula toda
capacidad productiva del hombre y esto traería consigo el aislamiento, la indigencia y hasta la
muerte.
Ello justifica con creces establecer aquel contrato al que aludiéramos -nacido del miedo a tanto
peligro natural y esperanza de mayores tranquilidades-, que encauce normativamente y por
consenso a las pasiones más elementales surgidas de las leyes de la naturaleza, en las que
Hobbes veía la razón de la maldad del hombre.
Lo nodal es que todos renuncien a su fuerza y libertad, surgidas de su derecho natural, para
constituir un poder absoluto que elimine la posibilidad de  enfrentamientos y se convierta así en
la mejor forma de autodefensa.  
El contrato es una suerte de paz consensuada, con una mutua transferencia de derechos. Así,
la razón establece cómo, la salvaguarda de la propia vida y el logro de los bienes necesarios
para la vida, se garantizan a través de una autorrestricción de todos.  

"El fin del Estado es, particularmente, la seguridad... La causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente
aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos
vivir formando Estados) es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida más
armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como hemos manifestado, es
consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los  hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a
raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes de
naturaleza..."Tomás Hobbes, "El Leviatán"

Recuerden que desde la Ética hobbesiana, esencialmente una Ética egoísta, es necesario el
principio de suscribir a un acuerdo limitativo de la libertad, para no quedar al arbitrio malicioso
de cualquiera, en otras palabras, nos limitaremos en nuestra libertad de dañar a otros no
porque sea malo en sí mismo, sino porque sirve para que no nos dañen a nosotros.  
Este es el eje de la prudencia egoísta identificada en  laética hobbesiana.  Sujetarse a la
norma, por el interés del un beneficio mayor.
De esta manera, podríamos enfocar la cuestión en que la moralidad ha sido fruto de un
autointerés calculador; a lo cual Midgley aporta dos explicaciones que desarticularían esa idea:
Una, basada en un defecto obvio del ser humano. Las personas simplemente
no son tan prudentes ni congruentes como presupone esta tesis. Otra, es el
inacabable y reconocido catálogo de "bondades" humanas.  Es más que
probable que las personas que se comportan decentemente, lo hacen por
motivos bastante diferentes, y en muchos casos derivados de la
consideración de las exigencias de los demás. Actúan a partir del sentido de
la justicia, por amistad, lealtad, compasión, gratitud, generosidad, simpatía,
afecto familiar, etc. Tal como usted podrá reconocer, todas estas son
cualidades que se reconocen y honran en la mayoría de las sociedades
humanas.  

El análisis de Midgley, pretende poner en crisis la lineal consideración respecto de la natural


"maldad" del hombre.
¿Será que en realidad existe una bondad natural a ser explicada desde otros extremos?
¿Existe una primitiva tendencia hacia la bondad o la maldad?  Si pudiésemos volver atrás en
los grados evolutivos de nuestra especie, ¿encontraríamos la respuesta?
¿Podemos preguntarnos entonces qué ocurre con las especies más primitivas?
   
En el mundo animal, encontramos ejemplos de cooperación mutua que superan la idea de una
competencia fundada en el egoísmo. Ello, llevó a Kant, a escribir "cuanto más nos
relacionamos con los animales más los queremos, al constar lo mucho que cuidan de sus
crías".  
    
Pero además  de esa enternecedora capacidad protectora de las crías y de los más indefensos
de la manada, debemos sumar un sinnúmero de conductas  conforman verdaderos hábitos
grupales como de limpieza, protección colectiva, construcción de madrigueras.  En estas
conductas,  los animales nos muestran claros comportamientos de cooperación social.
Entonces, si asumimos junto con otros, que los animales tienen disposiciones sociales
naturales, ¿cuál es la relación con la moralidad? Estas disposiciones no la constituyen, pero
ciertamente aportan algo esencial para hacerla posible; serían la materia prima de la vida
moral, siendo el lenguaje y la inteligencia los que la organizan y dan forma.  
Me permito preguntarles, ¿Creen ustedes que en el sentido hobbesiano, los animales han
elegido asociarse en virtud de un poder de cálculo egoísta prudencial?
Obviamente coincidirán conmigo en que no.
Pero luego del un análisis de infinidad de registros de estudios e investigaciones sobre la
conducta social animal, verán que el hombre es mucho más parecido a los animales de lo que
puede imaginarse, y ese parecido se ha podido definir en la perspectiva del origen común y en
los caminos evolutivos diversos.
Ahora, ese sistema de cooperación mutua, excluyente de la competencia, con un sesgo hacia
la reciprocidad, ¿alcanza como para concebir la sociabilidad animal como posible origen de
la moralidad?
Al respecto,  Midgley,    bien señala en la obra en estudio, que tanto los animales como los
humanos tienen hábitos individuales como sociales y en algunos casos entran en contradicción.
¿Qué ocurre aquí? Los humanos, seres dotados de capacidad de reflexión tanto sobre nuestra
vida como sobra la de los demás, ponemos en juego otras formas de abordaje de ese conflicto
para darle previsibilidad, coherencia y continuidad a nuestra vida.   Así, nos definimos metas,
establecemos prioridades entre ellas y esto necesariamente implica aceptar principios o
normas constantes.
    
Charles Darwin, en "El Origen del Hombre", obra escrita en el año 1859, relata  la actitud de las
golondrinas que cuando llega el momento de emigrar, lo hacen, aún cuando deben para ello
abandonar a sus pichones porque no han aprendido a volar aún, entregándolos a su muerte.  
Esta actitud, la compara con la lo que el hombre haría.  
El pensaba que la memoria  y la activa imaginación del hombre lo convertiría en un ser
doblegado por una angustiante culpa de la cual no podría salir.   La agonía que un hecho de
esa naturaleza -abandonar a sus hijos-, le provocaría a un ser humano, ilustra que el hombre
elige normas que evitan que desarrolle actitudes que lo sumirían en un remordimiento duradero
y agobiante.
En este ejemplo, Darwin, como bien cita Midgley, contrapone el violento impulso temporal de la
golondrina con el persistente sentimiento habitual del hombre, y por habitual arraigado en el
carácter -como veremos luego con Aristóteles-, y con ello avisora que hay un momento en la
evolución que se produciría un choque entre estas situaciones.
Darwin, va más allá y se pronuncia sobre la forma de resolver el conflicto:

 «un animal cualquiera, dotado de acusados instintos sociales, inevitablemente se formaría un sentido o conciencia
moral tan pronto como sus facultades intelectuales se hubiesen desarrollado tan bien, o casi, como en el
hombre»  Así pues, «los instintos sociales -el primer principio de la constitución moral del hombre- condujeron
naturalmente, con la ayuda de facultades intelectuales activas y de los efectos del hábito, a la Regla de Oro, "no
hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti", que constituye el fundamento de la moralidad»  Charles
Darwin

    
Esta forma de observar el origen de la moralidad, hace replantear la cuestión de aquella
interrogante sobre el carácter de "egoístas calculadores" que nos asigna Hobbes.  
La mera devolución de favores a aquellos que anteriormente los habían otorgado sería nada
más y nada menos que  un trato prudente con el que alguna vez nos hizo el favor. Pero, una
vez más, en todas las moralidades humanas existentes, esta transacción se manifiesta de
forma bastante diferente, no tanto como un seguro de futuro sino como un agradecimiento justo
por la amabilidad mostrada en el pasado, y como algo que se sigue naturalmente del afecto
asociado. No hay razones por las que esto no pueda ser igualmente cierto respecto a otros
animales sociales.

En definitiva,  si en el estado de armonía no era necesaria la moral ya que no existía el


conflicto, podemos inferir que en el conflicto radica la necesidad de la moralidad.
    
Quizás no haya culturas donde los deberes aceptados colisionen entre sí dando lugar al
conflicto, por lo que no sería necesario apelar a principios más profundos y generales
que  medien entre ellos.  Así, tal vez se encontrará la razón de las diferentes normas
implicadas y se sopesarán recíprocamente estas razones.
A menudo, esta indagación obliga a bucear, hasta dar con unárbitro superior: la razón de la
moralidad.
En ese sondeo, en la búsqueda de principios más profundos: ¿qué espera encontrar el
hombre?, ¿la felicidad?
Volviendo a Kant,él nos responderá la pregunta.              
                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                        
                                                                                                                                                        
                                                                                      
"...Asegurar la felicidad propia es un deber -al menos indirecto-; pues el que no está contento
con su estado, el que se ve apremiado por muchos cuidados, sin tener satisfechas sus
necesidades, pudiera fácilmente ser víctima de la tentación de infringir sus deberes. Pero, aun
sin referirnos aquí al deber, ya tienen los hombres todos por sí mismos una poderosísima e
íntima inclinación hacia la felicidad, porque justamente en esta idea se reúnen en suma total
todas las inclinaciones. Pero el precepto de la felicidad está las más veces constituido de tal
suerte que perjudica grandemente a algunas inclinaciones, y, sin embargo, el hombre no puede
hacerse un concepto seguro y determinado de esa suma de la satisfacción de todas ellas, bajo
el nombre de felicidad; por lo cual no es de admirar que una inclinación única, bien determinada
en cuanto a lo que ordena y al tiempo en que cabe satisfacerla, pueda vencer una idea tan
vacilante, y algunos hombres -por ejemplo, uno que sufra de la gota- puedan preferir saborear
lo que les agrada y sufrir lo que sea preciso, porque, según su apreciación, no van a perder el
goce del momento presente por atenerse a las esperanzas, acaso infundadas, de una felicidad
que debe hallarse en la salud. Pero aun en este caso, aunque la universal tendencia a la
felicidad, no determine su voluntad, aunque la salud no entre paraél tan necesariamente en los
términos de su apreciación, queda, sin embargo, aquí, como en todos los demás casos, una
ley, a saber: la de procurar cada cual su propia felicidad, no por inclinación, sino por deber, y
sólo entonces tiene su conducta un verdadero valor moral. ..."
Ver en el Capítulo I, denominado "Tránsito del conocimiento moral, vulgar de la razón al
conocimiento filosófico", en "Fundamentación de la metafísica de las costumbres" de Manuel
Kant.

2.  Ética como un modo de reflexión

"Ètica no es lo mismo que moralidad, sino reflexión sobre la moralidad, reflexión


que busca normas, las cuales están simpre vividas antes de que se reflexiones
sobre ellas.  Ética es una teoría sobre la praxis"H.E.Hengstenberg

Hasta aquí, han podido ver que se sucedieron varias preguntas, algunos nombres, y la
aparición de ciertas precisiones.   Pero principalmente, se han ido lanzando al aire lo que
podemos decir son verdaderos interrogantes.
Moral; bien, mal; felicidad.  Definitivamente estas palabras no agotan una grilla inacabada de lo
que podemos llamar lo no del todo definido, o lo no tan claro, o lo implícito; y justamente aquí
es donde laÉtica, sale a relucir en todo su esplendor.
Podemos decir que la Ética, representa un modo de reflexión, que apunta a despejar el camino
hacia la comprensión de los términos que abundan en el lenguaje moral y a fundamentar sus
normas, cuando no, a cuestionar esas fundamentaciones.
De hecho, la principal cuestión que hasta aquí se desarrollado es la necesidad de convertir a
laÉtica en tema de diálogo, en su "reflexión".
La reflexión que se impone nos pone en la tarea de llevar adelante un arduo proceso que
implica en primer lugar, sacar a la luz lo implícito, todo aquello que sabemos que está pero que
no es objeto de análisis.
A su vez es necesario investigar, es decir rastrear, "ponerse en la huella" -in vestigium-, y si
deética hablamos, es necesario volver sobre lo que ya se ha pensado, sobre lo que ya se ha
escrito,  buscaremos información sobre algunos tópicos ya tratados por diversos autores.
Luego se impondrá meditar sobre lo encontrado y analizado, en un proceso que va más allá del
leer, debemos dar a luz, nuestra propia "idea".
También la discusión, el debate, deberá formar parte del proceso.  Poner en juego el producto
de la reflexión, la investigación, y la meditación para así descubrir el fundamento de nuestras
propias acciones.
A lo largo de nuestra vida hemos tomado decisiones acerca de los más variados tópicos y
hacia innumerable cantidad de objetivos.  
La diferencia que a partir de aquí encontraremos es que podremos poner en juego el contenido
de un pensamiento realizador que quizás antes no teníamos en cuenta, que es la conciencia de
que los porqué no se agotan en la mera satisfacción de un deseo.

3. ¿Qué es la Ética?  ¿Qué es el Bien?


Más de una vez nos hemos encontrado en situaciones complejas en las que se ponen en juego
nuestros valores en la decisión de cómo actuar. En esas ocasiones, las preguntas sobre si
obramos bien u obramos mal pueden hacernos llegar al punto de quitarnos el sueño.
Y es aquí, al evaluar si nuestros modos de actuar son correctos o incorrectos, valiosos o no,
justos o injustos, morales o inmorales, cuando laÉtica cobra sentido moviendo los hilos de
nuestro razonamiento.
¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Qué es, en definitiva, el bien? En todo accionar humano
puede aparecer la raíz de este tipo de preguntas. No sólo el profesional de la Gestión
Educativa da pasos que, sin pensarlo demasiado, son tomados casi naturalmente y luego ante
una evaluación posterior se pregunta: ¿en qué estaba pensando cuando hice
eso?  Obviamente no se evaluaron todas las variables, no se pensó a fondo en el problema.  
Podemos ilustrar cuán controversiales pueden ser las decisiones profesionales, por ejemplo
cuando en el proceso de editorializar una información periodística avanza sobre cuestiones que
pueden ser discutidas y hasta formalmente reprochables.  Veamos un compilado que armaron
en el programa "Duro de Domar", sobre el problema de alcohol del "Burrito" Ortega y el
tratamiento que los medios hicieron del tema en:  
(http://www.vxv.com/video/4u4AY7bA78kW/andino-pidio-control-de-alcoholemia-para-el-
burrito.html)

Y Usted, ¿de qué lado está? Veamos si laÉtica nos puede ayudar a pensar el problema.
Se debe entender a laÉtica como la disciplina filosófica que nos introduce en la profundidad de
preguntas tales como: ¿qué es el BIEN? o ¿qué es considerado BIEN? Más allá de la
apreciación etimológica, este interrogante aparece en toda la existencia humana, sin distinguir
Oriente u Occidente.  
Innumerables y extensos tratados colman las bibliotecas discurriendo sobre respuestas a tales
preguntas. Marcos económicos, sociales y políticos, abordan y ponen a disposición de todos la
pregunta sobre qué es el bien, con sus posibles respuestas.
 

Muchos autores han conjeturado sobre lo absurdo de plantearse esta cuestión


como un problema. Como ejemplo de ello, Friedrich Nietzsche, quien
sostiene: "El gusano se encoje cuando lo pisan, lo cual revela una gran
sabiduría. De ese modo reduce las posibilidades de que vuelvan a pisarle.
En lenguaje de la moral, eso se llama humildad". (El Crepúsculo de los
Ídolos. F. Nietzsche, 1889).

  Nietzsche
    
El mismo autor, ya en su obra "Genealogía de la Moral" (1887), nos muestra cómo la moral
que nosotros hoy consideramos la más noble, representa una patética construcción de los
espíritus más débiles y resentidos de la historia.
En este universo problemático nos encontramos con diferentes sistemas de creencias o
posiciones sobre el interrogante: ¿qué es el bien? Desde los escépticos a los platónicos, desde
los creyentes a los ateos, desde los empiristas a los idealistas; desde ustedes hasta nosotros.

Contrastando con posturas como la planteada por


el filósofo alemán mencionado, surgieron
corrientes que elaboraron diferentes teorías o
maneras de justificar las pretensiones de validez
de las proposiciones morales. En suma, la Ética        
se presenta como un tipo de saber que intenta
constituirse racionalmente utilizando rigor
conceptual y los métodos de análisis propios de la
filosofía.

Como reflexión sobre las cuestiones morales, la Ética pretende


comprender esta dimensión de la persona humana, sin olvidar
los factores: psicológicos, sociológicos, económicos e
históricos en los cuales se sitúa la práctica moral. Loético, como
reflexión, jamás se desprende del quién, del aquí y del ahora; e
hombre está situado en relación con el mundo y con los otros
hombres.  

Como disciplina filosófica, laÉtica tiene entre otras, tres tareas que consideramos importantes:


en primer lugar, aclarar en qué consiste el fenómeno de lo moral; en segundo lugar, tratar
de fundamentar la moral, es decir, tratar de dar razón a la moral, decir por qué hay y por qué
debe haberla y, si no existe ninguna razón, decir por qué no existe. Y, en tercer lugar, tratar de
aplicar a la vida cotidiana lo que se ha ganado en el proceso de fundamentación.
Lo dicho, forma parte del obrar reflexivo que impone laÉtica.
La moral en cambio, pertenece al mundo de lo cotidiano; está compuesta de valoraciones,
actitudes y normas que orientan o regulan el obrar humano. Se pueden dar varias acepciones
de la misma, tales como:

 Modelo de conducta socialmente establecido en una sociedad concreta (moral vigente).


 Conjunto de convicciones morales personales (la rígida moral de "José").
 Doctrinas morales concretas (la moral protestante).
 Disposición deánimo producida por el carácter y actitudes adquiridas por una persona o
grupo (tener la moral alta).

Las diversas conceptualizaciones del término "moral" son utilizadas no sólo por el hombre
común, sino a su vez por las distintas vertientes de laÉtica que estudiaremos en el módulo dos,
debidamente contextualizadas en el objeto de análisis y en el desarrollo de todas sus variables
analíticas.  
Para el estudio de esta asignatura, acotaremos el análisis a los elementos que podrían
resultarle a usted más pertinentes para comprender los conceptos fundamentales y llevar
adelante su práctica profesional, respetando la lógica de lo que definimos anteriormente como
tareas de laÉtica. Con el fin de iniciar el proceso, consideramos ineludible avanzar en
precisiones conceptuales sobre la ética y la moral, términos que, como vimos hasta ahora, en
la vida cotidiana suelen utilizarse indistintamente.

4. Implicancias conceptuales desde lo etimológico.


La palabraética, proviene del griego éthike, que es un adjetivo derivado del sustantivo êthos,
cuyo significado es "carácter", e indistintamente, "morada". Considerando ese doble significado
de la palabra êthos - carácter y morada -, apelamos a una significación más profunda en lo
terminológico, como es "la morada que el hombre porta en sí mismo".
Los griegos afirmaban que desde allí, desde ese "principio" interior del que surgen los actos
humanos, el hombre se asume a sí mismo, ante los otros hombres y ante la naturaleza,
conformando ese "carácter" que se manifiesta en su comportamiento. Ese carácter es la marca
que se ha impreso en nuestro comportamiento y que define nuestro modo de ser.
Por eso, en la Grecia antigua, las "virtudeséticas" eran las "virtudes del carácter".
Pero a su vez, históricamente, "ética" se vincula con la "costumbre" o el "hábito", no sólo desde
Grecia sino también desde nuestra herencia latina, usándose  "mos" o "mores", que significaba
costumbres y maneras de actuar o comportarse.
A partir de allí, es decir tanto de la herencia latina como griega, se fue construyendo la
conexión entreética, moral, costumbre y hábito, con el fin de intentar explicar el porqué del
obrar humano.

5. Implicancias conceptuales desde lo filosófico.


No sólo desde lo etimológico podrán descubrir las raíces de los conceptos
analizados.  También desde la tensión entre las distintas corrienteséticas, encontraremos las
diferenciaciones entre ellas.
    

Para ello nos enfocaremos en Aristóteles y su filosofía práctica, que era a la


vezética y política y, en esa unidad, lo que competía al hombre era la filosofía, la
cual se ocupaba de todo. Para el estagarita, el hombre sólo puede realizarse a sí
mismo en cuanto serético, y esa realización era impensable fuera de la "polis",
con sus costumbres y participación en sus instituciones. Sólo de esta manera,
podía el ciudadano realizarseéticamente.

    
La unidad ética y política de la filosofía aristotélica, se estructuraba en esa polis griega, con su
espíritu particular y circunscrito a sus instituciones y tradiciones. Se percibe aquí al hombre
situado.
Pero los griegos, en aquel entonces, no habían alcanzado un grado de reflexión sobre la
libertad basada en la subjetividad del individuo en cuanto tal, independientemente de todo
condicionamiento natural de nacimiento, raza o credo. Allí, no todos eran libres. Recién con el
cristianismo y las corrientes que deél derivan, comienzan a estructurarse estas nuevas
dimensiones.  

Con Kant, se proclama la autonomía moral interna como fundamento de la libertad, reconociendo
la subjetividad del individuo. Si en Grecia fue el comienzo, con Kant se alcanza una plenitud,
diferenciando la Antigüedad de la Modernidad.

    
Pero no todas son flores; filósofos como Hegel, reconocen la trascendencia de Kant en el
sistema, pero lo critican por haber separado de forma absoluta la moralidad de la legalidad,
laética del derecho y la intención moral de las acciones humanas.
     

Según Hegel, la moralidad no puede realizarse objetivamente  sin su


realización efectiva en la vida social y política. Afirma que esa subjetividad,
esa libertad del individuo, sólo podrá desarrollarse en un Estado formado por
instituciones sociales y políticas que correspondan a la naturaleza de ese
individuo moral y libre.  

Para Kant, la buena voluntad y la universalidad de la ley moral se alcanzan si se abstraen de


todos los fines e intereses individuales como de la diversidad de situaciones particulares de la
acción. Para Hegel, por el contrario, la moralidad que no se adentra en la vida social y política
es un soplo sin sustancia, porque lo social y lo político son una expresión del absoluto.  
Aquí observamos cómo se recupera la visión de la eticidad proveniente de la filosofía clásica,
yendo al encuentro del sentido moral de la vida buena, desde las virtudes y valores encarnados
en la forma de vida que consideramos valiosa en la comunidad.  
Podríamos aventurar que todos ven la eticidad como espacio de realización humana, pero
entran al problema por distintas puertas.  

6. Distintas teoríaséticas y su clasificación

A partir de lo visto hasta ahora, y ya finalizando la unidad, podemos establecer alguna distinción clasificatoria, en
función de cuál sería elámbito de laética a partir del análisis filosófico.
Éticas materiales yéticas formales: las éticas materiales emprenden la tarea de descubrir el
bien, fin o valor supremo, definiéndolos en su contenido. A partir de ello, es posible extraer
criterios de moralidad con contenido. Laséticas formales, hacen depender el bien de la forma
de sus imposiciones. Si una norma tiene determinada forma, debe realizarse.

 Éticas procedimentales yéticas sustancialistas: las éticas procedimentales son


herederas del formalismo Kantiano. Responden a algunas críticas que recibió Kant,
adoptando, por un lado, la misma matriz de las formales, en cuanto a la perspectiva
de igualdad y universalidad en un mundo de desiguales y con preferencias subjetivas.
Por otro lado, establecen que lo moralmente obligatorio no se debe identificar con lo
que subjetivamente nos conviene, sino con lo que cualquier persona desearía si adoptase
la perspectiva de igualdad y universalidad aludida, es decir, lo que todos podrían querer.
Las éticas sustancialistas conciben la moral como unámbito en el que lo principal no es
el discurso sobre las normas justas, sino el de los fines, los bienes y las virtudes
comunitariamente vividos en un contexto vital concreto, esto a partir de una concepción
compartida de la vida buena.
 Éticas teleológicas y deontológicas: las éticas teleológicas son aquellas para las que
la corrección o incorrección de las acciones está determinada por su tendencia a
producir ciertas consecuencias que son intrínsecamente buenas o malas.

Para las éticas deontológicas, una acción sería siempre correcta o incorrecta en tales
circunstancias, fuera cual fuera su consecuencia. Estas teorías marcarán elámbito del
deber antes de ocuparse del bien y sólo consideran bueno lo adecuado al deber.
    
Unidad 2: La Ética de Occidente

1.  Ética en la antigua Grecia

Ráphael  "La escuela de Atenas" Museos Vaticanos

En esta obra de Ráphael, pintada en el año 1510 en una de las habitaciones del
Vaticano, el artista nos muestra a los filósofos más trascendentes de laépoca clásica. El
centro de la escena es ocupado por Aristóteles y Platón; también están presentes
Jenofonte, Sócrates, Pitágoras, Arquímedes, Alcibíades y Diógenes, entre otros.

En la presente unidad abordaremos el pensamiento de dos de los principales exponentes


de la filosofía clásica que influyeron significativamente en la cultura occidental:
Sócrates y Aristóteles. La importancia de los estudios que hicieron estos filósofos sobre
laÉtica, radica en que podemos considerarlos hoy, como el punto de partida para la
construcción de principioséticos indispensables para los distintos escenarios que se
plantean en el ejercicio profesional y en elámbito personal.

2.  Sócrates (Grecia, 470 AC-399 AC)


Regnault  Sócrates arranca a Alcibíades de los
brazos del placer sensual, 1791, Louvre. 
  
Sócrates fue un filósofo griego que abordó laÉtica, llamada por algunos "filosofía
moral", e hizo de su insaciable búsqueda de la verdad, un estilo que ha marcado a los
filósofos durante toda la historia.
De carácter férreo, supo ganarse tanto seguidores incondicionales como enemigos
inclaudicables que no se detuvieron hasta verlo muerto.  Su educación tradicional lo
introdujo en la literatura, la música y la gimnasia. Luego, en la retórica y la dialéctica de
los llamados sofistas.
    
Creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura y, por lo tanto, pasó la mayor
parte de su vida en los espacios públicos de Atenas, dialogando y discutiendo con todo
aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Ese
método se llamó "mayéutica" y, para poder entenderlo claramente, podemos ensayar
con un ejemplo: el maestro pregunta al estudiante "¿qué es la virtud?" El estudiante
responde con una definición. El maestro pone en duda la respuesta con una nueva
pregunta, y así hasta que el alumno se suma en una confusión tal que llega a dudar de lo
que antes tenía claro. Luego, con una nueva serie de preguntas, el maestro logra que el
estudiante extraiga de sí mismo el conocimiento. Por eso sostenía que:
    
Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento
    
De inteligencia incisiva, brillante y vivaz, supo hacer de la ironía una herramienta
insuperable para provocar a sus interlocutores a tal grado que desarticulaba los más
elementales mecanismos de corrección social en sus respuestas, generando así, los
espacios necesarios para que la verdad pudiera darse a luz.
Sócrates se abocó a los problemas propios del hombre y a los de la ciudad, donde la
virtud y la justicia adquieren vital importancia. Concretó sus objetivos persuadiendo a
los atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma. Como
un tábano molesto, pugnaba por evitar que la ciudad donde vivía, Atenas, cayera en el
sueño de la ignorancia.  Como ya se habrán dado cuenta, Sócrates, fundamentalmente
era un "maestro".
A pesar de no habernos legado ningún texto de su puño, ni haber
fundado ninguna escuela regular de filosofía, de los trabajos de dos de
sus discípulos más notables, se extrae la fortaleza de su personalidad y
el fulgor de su pensamiento. Nos referimos a Platón, quien -quizás- llegó
a atribuir ideas propias a su maestro; y Jenofonte, escritor prosaico, que
tal vez no alcanzó a comprender muchas de sus enseñanzas.  

Platón  

La contribución de Sócrates a la filosofía ha sido de un marcado tonoético. De la base


de su enseñanza, surge una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y
virtud; y el conocimiento y dominio de uno mismo. En este sentido, domar las pasiones
y sujetarlas es lo que distingue al hombre de la bestia, mostrando en sus hábitos que
hacía lo que predicaba.  De "El banquete" de Platón, surgen muestras de ello y en una
frase podemos reflejarlo:

        
"Jamás nadie ha visto a Sócrates ebrio".

Proclamaba que no había vicio que no fuera producto de la ignorancia; y, si la virtud es


conocimiento, aquellos que conocen el bien, no podrán actuar sino de manera justa. La
proyección de este razonamiento podría resumirse como:

        
"No hay hombres malos, sólo hombres ignorantes".

Como docentes, y más aún, como futuros gestores de la educación debe analizarse esta
frase y el desafío que nos impone.   El conocimiento como objeto liberador, no sólo
puede ser instrumental para la búsqueda de un "beneficio" cualquiera, sino que
fundamentalmente ese conocimiento aleja de la maldad, "debe" alejar de la maldad.  
Menuda responsabilidad impone este señor a los docentes.

Su método hizo hincapié en la discusión racional y la búsqueda de definiciones


generales, porque es de estas definiciones de las que derivarán las acciones buenas. Este
intelectualismo moral basa en el pleno uso de las capacidades racionales, la posibilidad
de obrar bien. La característica esencial del intelectualismo moral es la siguiente: la
experiencia moral se basa en el conocimiento del bien; solamente si se conoce qué es el
bien y qué es la justicia se pueden realizar el bien y la justicia.
Sócrates hace las siguientes consideraciones a sus conciudadanos: cuando un ejército
quiere derrotar al enemigo no se realiza una consulta popular para establecer el modo de
atacar, es el estratega quien decide la manera de dirigir a los soldados, plantear las
batallas y, obviamente, son los soldados expertos los que irán a la batalla. A
continuación, Sócrates dice: ¿por qué cuando se trata de lo más importante de todo, que
es el bien de la ciudad y las leyes adecuadas para la convivencia entre los ciudadanos,
dejamos que todo el mundo opine y nos sometemos a la mayoría y no llamamos a aquél
que sabe?

Para el intelectualismo moral los asuntos morales y políticos tienen que ser cosa de
expertos. Esta propuesta socrática puede dar lugar a interpretaciones políticas
antidemocráticas y elitistas (como, por cierto, se ve claramente en la filosofía política de
su discípulo Platón).   Pero aún así debe entenderse que en el contexto social y político
en el que Sócrates vivió y la importancia que daba a la formación consideraba que el
hombre esta preparado para determinadas tareas y no otras.
En la línea de este pensamiento, el mal sería fruto del error o del mal uso de la razón, es
por ello que la educación debe tender a iluminar las mentes con el fin de que los
hombres puedan por sí mismos conducir sus vidas a la virtud y por ende a la felicidad.

        
En definitiva, hacer el bien y vivir bien son una, y la misma cosa. El hombre bueno es
feliz y el malo no lo es.
    
Su objetivo es la recuperación axiológica de laética y, con ello, acabar con el
relativismo e individualismo moral sofista. Unaética de principios universales permitirá
que reine la justicia y así, sólo erigiendo un concepto de justicia universal y teniendo en
claro su significado, todos procederemos con justicia.
Ésta es la clave de su "ética intelectualista", es decir que el intelecto es la base del
obrarético;  la virtud es el conocimiento, mientras que el vicio es la ignorancia.
De esto, se desprende la confianza de Sócrates en la naturaleza bondadosa del ser
humano. No hay quien obre mal a sabiendas, no hay mala intención sino solamente
desconocimiento de  que se está obrando mal (intelectualismo moral). Para el sileno, la
educación es el camino hacia laética. La virtud se aprende y se practica. El que sabe qué
es la justicia, el bien, la verdad, obrará en consecuencia siempre, en cambio el ignorante
podrá obrar con conductas contrarias al bien y a la justicia, aunque no de forma
intencionada.

En definitiva, Sócrates nos incita a vivir conforme a la razón, con el fin de tener
una buena vida y ser felices; seremos felices si somos personas autónomas y
obramos por deber propio. En pocas palabras, seremos felices si actuamos
sabiendo lo que hacemos y teniendo en cuenta al prójimo.

En el curso de su vida evidenció su patriotismo en el campo de batalla; siempre mostró


sus convicciones religiosas; personificó la búsqueda de una vida superior y fue la guía
para alcanzarla y, a pesar de ello, sufrió el desprecio de muchos.
La pluma de su discípulo Platón, nos aporta la dimensión de aquel hombre. Los escritos:
"El Banquete", "Fedón", "Fedro" y "Critón" conducen a una satisfactoria consideración
del valorético de Sócrates y de la importancia histórica de su legado.
Vinculaba la felicidad al sano actuar, aun cuando pueda acarrear la muerte; no la
comprendía en el sentido infantil del mero disfrute. En su trágico final vemos hasta qué
punto expone su propia visión de la vida. Ustedes se preguntarán aquí: ¿cuál fue su
trágico final?

La condena a muerte de Sócrates


En el año 399 A.C. se presentó una acusación ante las autoridades, donde Sócrates era
denunciado de impiedad, es decir, de despreciar a los dioses del Estado, de introducir
nuevas deidades y de alejar a los jóvenes de los principios fundantes de la democracia
ateniense.
Fue condenado a muerte de acuerdo con la práctica legal de Atenas, que tenía previsto
un procedimiento específico de actuación ante las denuncias, que -incluso luego de la
condena-  contemplaba la posibilidad de levantarla si se ofrecía algo a cambio.
Sócrates, luego de su condena, hizo una réplica irónica a la sentencia de muerte del
tribunal, proponiendo aceptar lo que realmente se merecía por haber entregado todo por
Atenas. Propuso ser mantenido por el Estado, en el lugar reservado a aquellos que
merecían el reconocimiento público. Todo esto enfadó tanto al Tribunal queéste volvió
a votar a favor de la pena de muerte por una abultada mayoría.
Los leales a Sócrates discutieron conél la posibilidad de su huida de la prisión, peroél
prefirió acatar la ley y morir por ello. Esta decisión está plasmada en "Critón" y en
"Fedro" y está fundada en el profundo respeto y subordinación a sus principioséticos. Su
planteo radicaba en que si huía de prisión y de su condena, aunqueésta fuera
cuestionable, su mal ejemplo, acarrearía mayor mal a la polis, prefiriendo, ante esta
posibilidad, afrontar la muerte. El alma de quien comete una injusticia es degradada. De
allí que sea peor cometer injusticia, que recibirla.

        
Es peor cometer una injusticia que padecerla porque quien la comete se convierte
en injusto y quien la padece no.

Cometer injusticia, o no respetar lo pactado, es una falta muy grave que no debe realizar
el que se considera ciudadano. Por ello Sócrates se empeña en mantener el respeto y la
observancia de las leyes. A este principio se atiene cuando rechaza la posibilidad de
escapar a la condena a muerte, como surge de manera dramática en el "Critón" de
Platón.
La lectura del "Critón", y especialmente en el fragmento donde Sócrates explica el
porqué aceptar su condena permite analizar no sólo el fundamento moral de la
aceptación de su condena por parte del sabio, sino su estilo discursivo y su
inquebrantable vocación de "educador" a través de la Mayéutica.  
Saint-Quentin,   Muerte de Sócrates, 1762,
París,École des Beaux-Arts 

3. Aristóteles (Grecia, 384 AC- 322 AC).

Ráphael  La escuela de Atenas Platón y


Aristóteles Museos Vaticanos

La irrupción de Aristóteles en el mundo helénico, estuvo signada por dos eventos que
marcaron suépoca. Por un lado, el dominio macedonio en Grecia y su expansión hacia
todo Oriente Medio, universalizando el helenismo; y por otro, la crisis de la Ciudad-
Estado griega, presente desde la Guerra del Peloponeso (431-403). Esta crisis, se
manifestó en lo más profundo de sus instituciones, impactando en la esencia de su
cultura política.    

Una separación entre el hombre y el ciudadano provocó, a su vez, un quiebre entre


política yética, naciendoésta como una disciplina dotada de una autonomía que ya no
buscaba reforzar el compromiso cívico del hombre, sino su salvación.  
El estagirita, uno de los más renombrados filósofos http://es.wikipedia.org/wiki/Fil
%C3%B3sofo_griego de la antigüedad, ejerció una clara influencia en el pensamiento
occidental junto con Platón, de quien fue discípulo desde los 18 años en "La Academia".
En ella permaneció veinte años hasta la muerte de  su maestro. Luego de una serie de
viajes, comenzó a perfilar un pensamiento independiente y distante del platónico.
Instalado en Atenas, y luego de estar a cargo de la formación de Alejandro (quien
posteriormente fue llamado "Alejandro Magno"), funda el Liceo.Él y sus discípulos
fueron reconocidos como "peripatéticos", porque en esta escuela se estilaba dictar clases
mientras se caminaba alrededor de los jardines.

Desplegó su conocimiento enáreas de lógica, astronomía, física, biología, zoología,


anatomía, política,ética, arte y metafísica.
Aunque consideraba, siguiendo a los que lo precedieron, que la esencia era lo que
definía el ser,  incorpora que la materia era tanto esencia como forma, y así se
constituye la sustancia de las cosas.
Ya no hay dos mundos (uno sensible y otro inteligible) como proponía Platón, donde el
inteligible era lo auténticamente real y el sensible, una mera copia. Lo que impacta en
los sentidos no es lo real, es una copia. Lo real es lo que está en el intelecto.

        
Aristóteles simplemente dice "Hay un solo mundo, y eséste".

Continuando con el análisis del pensamientoético de Aristóteles, debe tenerse


perfectamente claro que este filósofo se separa del intelectualismo Socrático. Al
separarse del intelectualismo socrático, considera que la virtud no deriva sólo del
conocimiento.

En el Capítulo V del Libro Segundo de su "Ética a Nicómaco", expresa que en el alma


residen tres géneros de cosas, pasiones (codicia, ira, saña, temor, atrevimiento,
envidia); facultades (aptitudes para ser afectados por las pasiones); y hábitos (aquello
por lo que nos comportamos bien o mal respecto de las pasiones).  En una detallada
explicación excluye del género pasiones y facultades a la virtud y determina que la
virtud es hábito, aquello que hace que de cierta manera estemos dispuestos en mayor o
menor medida a las pasiones.  
Antes de ello, en el Capítulo IV del mismo Libro de su "Ética...", nos ilustra que  "... con
respecto a las virtudes, el conocimiento de ellas nada hace a su adquisición, ya que lo
más importante o, mejor, lo que en verdad posee una importancia capital consiste en el
ejercitarse muchas veces en las acciones justas y moderadas,...".  

        
Una cosa es conocer el bien y otra actuarlo y realizarlo.

De esta forma, insistía en que la virtud se desarrollaba por el ejercicio de la misma,


adquiriendo, en consecuencia, un hábito. Entonces, es necesario para ser justo,
practicar la justicia. Pareciera entonces, que el hombre no nace justo, aunque tiene una
predisposición al Bien y a la Justicia.
Tampoco es suficiente una educación sólo intelectual para el logro de la justicia. Es la
práctica constante lo que va constituyendo al hombre en virtuoso y justo.
Aristóteles considera que el ente o "lo que es" está compuesto por materia y forma. De
esta composición se deriva que el hombre también es un compuesto de materia -cuerpo-
y forma -alma- y así, su principal característica es el de ser un alma racional. Con esto,
llega a definir al hombre como Animal Racional, precisando lo real de algo que es el
hombre por su género (animal), seguido de su diferencia específica (racional).

En el campo de laÉtica, tanto en el caso de Aristóteles como de Sócrates y Platón,


podríamos afirmar que su desarrollo, se centra en el análisis de la felicidad y la virtud
(en la lengua griega denominadas "eudaimonía" y "areté").
Eudaimonía (felicidad), en la Grecia antigua, era la expresión que más claramente
representaba el gozo de las posesiones deseables que un hombre tenía, y con ello, era
feliz.  
Areté (virtud), por su parte, representaba las cualidades del hombre.
Con Sócrates, las virtudes eran sabiduría, justicia, coraje, moderación y piedad.
Aristóteles les sumaba el ingenio.
        
La cuestión nodal para ellos era cómo se debe vivir para alcanzar la felicidad.

Para Sócrates era más sencillo: areté era la virtud y eudaimonía era la felicitad. A
través del conocimiento, que era lo único que podía convertir al hombre en virtuoso, se
alcanzaría la felicidad. En cambio Aristóteles agregó complejidad a los conceptos.
Primero parte de la idea que los hombres tienen una función y que sólo alcanzarán la
"eudaimonía" si desempeñan la función. Pero nunca podrán desempeñar la función si
no han desarrollado la "virtud relevante".
Para Aristóteles la "areté" depende de una idea previa de lo que constituye ser un ser
humano, y debemos tener presente que en el ideal cívico de aquella Grecia, la justicia,
el valor, la moderación, la "piedad", eran estructurantes.  
Es por ello que la finalidad propia del hombre se concibe como la búsqueda de la
verdad racional y, en consecuencia, el obrar conforme a ella es lo más propio del
hombre y por ende lo que le proporciona felicidad en su condición más pura. En esto
debemos detenernos y aclarar que no necesariamente esta felicidad estará asociada
con el placer, es decir con el orden meramente sensitivo; en todo caso, y haciendo un
forzado camino, el placer será de orden intelectual.

Tendiendo el hombre al mayor bien y coincidiendo éste con la felicidad, podemos decir
que la ética aristotélica es una ética eudemónica, una búsqueda del bien. A este bien se
accede por la vida contemplativa. Esta vida contemplativa nos conduce a la acción
política y esta política se desarrolla en el marco del Estado, y es la acción en el marco
del Estado lo que hace feliz al hombre.

Aquí, donde hemos determinado hacia dónde apunta Aristóteles con su ética
eudemónica, vale hacer una aclaración. La ética de Aristóteles estaba condicionada
por su tiempo y espacio. En términos actuales, podríamos afirmar que estaba afectada
de un fuerte elitismo, ello sin dejar de reconocer lo relativo de la afirmación.  Sólo
podía ser ético el varón de la alta sociedad, adulto, nacido en Atenas. Todos los demás
quedaban al margen de tales pretensiones; nunca una mujer podía ser ética, por
ejemplo. Recordemos el contexto histórico y social de estos pensadores.

En este sentido, Aristóteles aprobaba la esclavitud pero moderaba su práctica pidiendo


no abusar de los esclavos ya que los intereses de amos y esclavos, estaban asociados.
Aquí, la tarea a la que se abocaron los filósofos se centró en demostrar que no existe
conflicto entre ambos. 

Formulada la aclaración, podemos retomar el interrogante aristotélico de:¿Cómo


llegar a conocer qué acciones son buenas y correctas?

Este tema, fue una de las principales preocupaciones de los griegos. No cabe dudas que
para ellos, como hoy para nosotros, era una cuestión harto difícil.

En principio, Aristóteles nos acerca más a la respuesta. Nos enseña que el origen de las
nociones éticas y sus derivaciones en el buen o mal obrar, están en la propia
experiencia de la vida.
Saber cómo actuar, por ser poseedores de una sabiduría práctica, es la condición
para encontrar soluciones. Para ello se debe preparar al sujeto en el conocimiento de
los hábitos correctos y un conocimiento de las situaciones de la práctica.

Hasta aquí, es un paso trascendente sobre todo porque, al menos, se acerca a lo que
todos intuitivamente consideramos que es el proceso natural de adquirir la experiencia
de vida. Pero hasta ahí llega. 
Luego, desarrolla su idea del “término medio”, donde sitúa las virtudes entre los
correspondientes vicios, por exceso o por defecto. Deberemos buscar el equilibrio entre
el miedo y la confianza; la moderación está entre la gratificación excesiva y la total
insensibilidad al placer; el ingenio entre la grosería y la falta de humor, y así
sucesivamente.
Cabe aclarar que, tanto para Sócrates como para Aristóteles, la Ética se manifiesta
como una verdad objetiva. Ellos, situados en tiempo y espacio, y a través de la
interrogación o la experiencia, creen descubrir la resolución de la tensión entre los
valores cívicos e individualistas que antes identificamos como rasgo básico de la
sociedad griega de la época.
Ya desde la tradición platónica las virtudes fueron consideradas como rasgos del
carácter que favorecen al desarrollo de los seres humanos. Basar un criterio moral en
las virtudes, implica enfatizar la importancia del desarrollo de buenos hábitos de
carácter y no darle tanto peso al aprendizaje de reglas.

El eudaimonismo parece aceptar como principal cuestión de la ética filosófica la


pregunta formulada por Aristóteles: “¿Qué es una buena vida para un ser humano?".
El concepto sobre el cual se basa el análisis de Aristóteles es el del areté, que si bien
vimos podía ser traducido estrictamente como virtud, también puede ser interpretado en
sentido laxo, como “excelencia”, e indica un sacrificado proceso dirigido a alcanzar la
perfección que potencialmente anida en cada ser humano. Por lo tanto, la buena vida
estaría representada por el areté.
De tal modo, si nos enfocamos en la Grecia presocrática, podemos observar que la
virtud es entendida como excelencia pero ligada a la sangre, alejándola del alcance de
cualquiera. Sus modelos son “el héroe” y “el guerrero”,  figuras que encarnan valor y
fuerza.  

Todo cambia en la Grecia clásica. A partir de Sócrates, se democratiza la virtud


mediante la “paideia” –educación-. La virtud se aprende y se practica, no se hereda en
la sangre.
Para Aristóteles la virtud es un hábito adquirido. El hábito de actuar en vista de lo
mejor. No basta saber qué es el bien, sino que hay que practicarlo, y sólo de este modo,
por hábito, llegaremos a ser buenas personas.
Con esta visión, Aristóteles supera el intelectualismo moral socrático y enmarca el
tema de la virtud en sus dos clases: virtudes éticas y virtudes dianoéticas  o
intelectuales. 
Ambas expresan la excelencia del hombre y su consecución produce la felicidad, ya que
ésta última es "la actividad del hombre conforme a la virtud".

A través de las virtudes éticas, el hombre domina la parte irracional del alma, es decir,
las inclinaciones del alma sensible, los impulsos propios del alma de los animales.
Estas virtudes son adquiridas a través de la costumbre o el hábito para regular las
relaciones entre los hombres.
En el siguiente cuadro podemos observar distintos ejemplos de virtudes éticas, entre los
dos extremos: exceso o deficiencia.
VIRTUDES ÉTICAS =TÉRMINO MEDIO

Disposición voluntaria adquirida (hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término
medio entre dos vicios”. Se dan en relación con la parte apetitiva o volitiva del alma humana y
su objetivo es perfeccionar el carácter, el modo de ser y de comportarse. En una palabra, nos
enseñan a ser buenos, mediante el hábito o práctica.
TEMERIDA PRODIGALIDA
EXCESO DESENFRENO VULGARIDAD IRA
D D
TÉRMINO MAGNIFICENCI MANSEDUMBR
VALENTÍA TEMPLANZA LIBERALIDAD
MEDIO A E
DEFICIENCI INSENSIBILIIDA
COBARDÍA AVARICIA MEZQUINDAD APATÍA
A D

En este contexto, la justicia también es una virtud. Aristóteles la entiende de dos


maneras: la justicia como virtud social, que consiste en la obediencia y respeto de las
leyes del Estado. El hombre que respeta todas las leyes es el hombre completamente
virtuoso y bueno, el hombre justo.
La segunda manera en que entiende la justicia es: la justicia como virtud particular
entendida como igualdad en relación con los demás individuos considerados como
ciudadanos iguales y libres. Este tipo de justicia se puede aplicar equitativamente de
dos maneras: distributiva y conmutativa o correctivamente.

 Justicia distributiva: rige en la distribución social de honores y premios,


directamente  en proporción con los méritos conseguidos por cada ciudadano.
 Justicia conmutativa o correctiva: es la justicia contractual que rige en los
intercambios o relaciones entre los ciudadanos particulares, que pueden ser
voluntarias (compra, venta, alquiler, préstamos), involuntarias (fraude, robo,
maleficio, traición) y con violencia (secuestro, asesinato, injuria). La justicia
conmutativa es correctiva y se ocupa de equilibrar aritméticamente las ventajas
y desventajas entre los contrayentes. Por ejemplo, en los contratos involuntarios
el castigo debe ser proporcional al daño causado.

Por su parte, las virtudes dianoéticas son propias de la parte racional del hombre,


siendo, por ello, propias del intelecto o del pensamiento. Su origen no es innato, sino
que deben ser aprendidas a través de la educación o la enseñanza.
Hemos visto ya, que las virtudes éticas determinas a que el hombre lleve adelante una
acción en un sentido u otro.   Ese hábito que determina hacia el punto medio, debe
entenderse que se adquiere por una elección del hombre.  Aristóteles, nos enseña que:

“… no hay elección que no se dirija a un fin y si las elecciones se toman en mérito al


fin, no puede haber sin entendimiento, sin razon y sin disposición moral.   Tanto la
buena acción como su opuesto no pueden existir sin una buena combinación de
intención y de carácter.”

Así dejó determinado el objeto de las virtudes intelectuales y definió como las
principales virtudes dianoéticas a la sabiduría y la prudencia. Estas virtudes son las
que podemos definir como la capacidad del hombre para encontrar el punto medio en
cada situación, no es pura ciencia ni pura praxis, sino un punto medio entre ambas.
Como corolario, LA FELICIDAD ES LA CONSECUENCIA DE PUESTA EN
PRÁCTICA LAS VIRTUDES  ÉTICAS Y DIANOÉTICAS.

4. Filosofía moral moderna.

4.1 Immanuel Kant (Alemania, 1724 -1804).

Kant es uno de los pensadores alemanes de mayor


influencia en el mundo. Su obra abarcó temas de vital
importancia para el hombre. Pero quizá su legado más
trascendente,  reflejado en sus textos sobre ética, fue su
compromiso incondicional con la libertad, el
reconocimiento de la dignidad humana y su definición de
que la obligación moral no deriva ni de Dios, ni de la
autoridad ni de preferencias individuales, sino de la
razón.
Muere en febrero de 1804, tras balbucear un lacónico 
“Genug” (suficiente).

Kant, busca dar respuestas a las siguientes preguntas que el hombre se formula:

¿Qué es el ser humano?


¿Qué me cabe esperar?
¿Qué puedo conocer?
¿Qué debo hacer?

Responder estas preguntas tal vez implique para el filósofo mostrarnos que tenemos  la
capacidad para alcanzar una vida en libertad y felicidad.
Establece que la razón pura, puede resolver cualquier problema que pueda surgir en
nuestra existencia, pero la lectura de sus contemporáneos pudo arrancarlo de lo que él
mismo reconocía como un “sueño dogmático” que no le permitía valorar el peso de la
experiencia, sin la cual el razonamiento sería nada más que una mera especulación sin
sentido.

Para Kant la razón es una facultad del pensamiento que surge luego de un proceso de
abstracción. 

Su inicio se da con aquello que estimula nuestros sentidos aportándonos


una  “sensación” de la realidad externa, a la que convertimos en “dato”. 

Ese dato será ordenado por el pensamiento y regulado por el “entendimiento”. Así, los
datos de los sentidos serán relacionados con los correspondientes “conceptos”. Esta
acción sería imposible sin nuestra capacidad de entender. El entendimiento organizará
los datos de acuerdo a categorías regladas. Las “categorías” relacionan los datos entre
sí y con los conceptos, de tal forma que la información se presenta de manera ordenada
y regular.
Así, mediante la aplicación de la “categoría” de “causa”, comprendemos que hay una
causa para que, por ejemplo, los alumnos de todo un curso saquen una mala
calificación en un exámen. Sabemos, positivamente que la causa se produce antes que
el efecto. Causa y efecto no están en la realidad puesto que la información de los
sentidos sólo me muestra dos hechos sucesivos (semana del estudiante – todo un curso
aplazado en un examen). Será nuestra mente la que exigirá que para todo efecto exista
una causa.

Así, el orden y coherencia que la razón pone al proceso entre los distintos juicios que
ha elaborado el entendimiento, es logrado por “Ideas Trascendentales”  -como las
llama Kant-. El “yo”, que interpreta determinados fenómenos como procedentes de mi
interior;  el “mundo”, que  determina lo que procede del exterior de mi mente; y
“Dios”, la idea organizadora y definitiva que nos permite esperar que los fenómenos
de mi mente y los del mundo estén relacionados entre sí.  Las ideas generales o
trascendentales son utilizadas por la razón para imponer orden y coherencia.
Aquí, se ve con claridad que no culmina fácilmente la tarea del pensamiento, puesto
que, en primer lugar, se nos genera una sensación producto de lo que externamente
ocurre. Esa sensación es convertida en dato, el cual será ordenado por el pensamiento
y regulado por el entendimiento, y luego se elaborarán los juicios que relacionan los
datos  con los conceptos correspondientes.
El proceso continúa de la siguiente manera: si los juicios que elabora mi pensamiento
mostraran contradicciones, la razón utilizará ideas generales que podrán orden y
coherencia entre los datos que recoge la sensación y los juicios que elabora el
entendimiento.

Según Kant, el hombre no es un pasivo receptor de la información que nos proporciona


la realidad. Al contrario, la mente es activa, indaga, obliga a la realidad a que brinde
información.  Así, en el proceso de conocimiento, el ser humano hará que la realidad se
adapte a las condiciones a priori del conocimiento humano.

No es el pensamiento el que se adapta a la realidad, es la realidad la que se adapta a


las condiciones que el pensamiento impone.

Esto ocurre porque la mente humana tiene unas estructuras de pensamiento, unas
formas de organizar la información de la realidad, sin las cuales todo sería caótico y
sin sentido. El almacenamiento de información se daría sin ningún orden sin estas
estructuras “a priori”, -es decir, previas a toda experiencia-; y, además, son las que
establecen las “condiciones de posibilidad”, es decir, condiciones que hacen posible
que la realidad sea real y no un sueño.
Esas estructuras del pensamiento van a ser distintas, en virtud del proceso de
conocimiento. Espacio y tiempo en este esquema, jugarán como herramientas que
organizarán la información. 

En este punto, vemos que en un procedimiento tan complejo y automatizado por la


razón, se producen errores, tanto de la mala utilización de las herramientas como de lo
que hayamos aprendido y convertido en “condiciones de posibilidad” y, también, de lo
que hayamos establecido como fundamento de esas “Ideas Trascendentales”.

Como ya develamos al inicio, Kant observó que la razón pura debe ser objeto de
crítica, indagando sus posibilidades y límites. El primer paso, es admitir que lo que
entendemos por realidad es una construcción intelectual generada a partir de los datos
de los sentidos en combinación con las estructuras a priori del entendimiento y la
razón.
Las cosas en sí, no pueden ser conocidas, sino tan sólo lo que podemos captar de ellas
en virtud del proceso cerebral ya descripto. Según Kant, entonces, sólo podemos
conocer los fenómenos de la realidad. La realidad en sí misma, la que existe
independientemente de los seres humanos, es inaccesible.
Podemos suponer que detrás de los fenómenos existe una realidad independiente.
Podemos suponer, por ejemplo, que las cosas ocurren por una relación causa-efecto o
incluso que el tiempo es realmente irreversible, pero son suposiciones. No habrá
seguridad de que realmente sea así. Para Kant no cabe un conocimiento de la realidad
“nouménica” pero es posible acceder a dicha realidad mediante la experiencia moral.
Estas suposiciones o noúmenos (literalmente “lo que se intelige”, porque no se puede
experimentar, sólo suponer o razonar), son los límites de nuestro conocimiento.

El cuadro a continuación muestra el proceso de la razón para la comprensión de las cosas:

La contundencia de lo planteado por Kant hasta aquí, nos hace reavivar una pregunta:

¿Qué podemos conocer?

Queda claro que para el filósofo no conseguiremos el conocimiento de la realidad en sí


misma. Pero sí podemos obtener su conocimiento objetivo, es decir una aproximación
mayor y más exacta a la auténtica realidad. Esto es lo que proporciona la ciencia.

La ciencia, descriptora de leyes y teorías que explican


los hechos más allá de que éstos ocurran o no. Es decir,
la ciencia es objetiva, porque realiza juicios sintéticos
(se refieren a la experiencia o los fenómenos) a priori
(previos a la experiencia)

Ahora bien, hay cuestiones que el ser humano se plantea y sobre las cuales la
experiencia es imposible. Son las preguntas metafísicas como la de si existe Dios, o si
alma humana es inmortal.
El alma, el mundo y Dios no son realidades de las que se puede tener experiencia sino
ideas en nuestra mente. Así, en vez de pensar sobre la realidad, pensamos sobre las
ideas; y el resultado será una pura especulación y no ciencia. La prueba es que cada
vez que la filosofía ha intentado solucionar alguno de los problemas anteriormente
mencionados se cae en paradojas (proposiciones que son, a la vez, verdaderas y
falsas).
Lo que sí puede hacer la metafísica es orientar a nuestra razón en la búsqueda de
nuevos conocimientos: nos ayuda a plantearnos dudas y abrir problemas. Cabe decir,
por tanto que la metafísica es una pretensión de la filosofía sin posibilidades de
solución aunque es la más noble de las pretensiones. La investigación metafísica nos
revela el profundo anhelo del ser humano de seguir investigando, y seguir aumentando
los conocimientos para descubrir la auténtica realidad.

Los problemas prácticos

Lo analizado hasta aquí, nos permite entender o explicar problemas teóricos.


Pero…  ¿qué hay de los problemas prácticos? Por ejemplo, la toma de decisiones que
se rijan por afectos, necesidades personales o necesidades comerciales. ¿Podemos
tener una razón práctica?
Las decisiones que tomamos cotidianamente parecen proceder más de algunas
emociones y sentimientos que de la razón. Se toman decisiones en función de lo que está
bien y lo que está mal pero… ¿cómo adquirimos el saber acerca de lo bueno o lo
malo? 
Para resolver el dilema, Kant vuelve a abrevar  a sus contemporáneos, quienes
conjeturaron que decisiones y acciones se llevan a cabo a partir del paso, sin
justificación alguna, de la constatación de los hechos a la calificación de los mismos.
Es decir, pensamos que los hechos que ocurren son buenos o malos, que las decisiones
son correctas o incorrectas, cuando, en realidad, estos conceptos son puramente
subjetivos.
Aquí Kant definitivamente trata de responder a la cuestión ¿Qué debo hacer?
Para dar una respuesta, en primer lugar insiste en que el orden causal y nuestras
pretensiones de conocimiento se limitan al mundo natural, pero que no podemos pensar
que el mundo natural cognoscible es lo único existente.  De hecho afirma que nosotros
somos seres morales y esto surge en cuanto poseemos una voluntad libre.  Es aquí
donde encontramos dos ámbitos distintos sobre los que operan el conocimiento y la
moralidad; el conocimiento sobre la causalidad y la moralidad sobre la libertad.
Hay hechos, como matar a alguien o devolver el vuelto que se nos dio de más por error,
que por mucho que indaguemos no encontraremos nada en ellos que nos diga que
estamos tratando con hechos buenos o malos.

Que los hechos sean buenos o malos, depende de lo que la COSTUMBRE nos haya
determinado hacia el agrado o desagrado (las EMOCIONES), y con ello a la
aprobación o reprobación de los mismos. 

            Kan busca los principios fundantes de la acción que llevaremos adelante y en su
tarea abandona las referencias a las concepciones objetivas del bien, propios de la
ética aristotélica y de la ética cristiana, pero a su vezse aparta de las concepciones
subjetivas del bien y de las creencias que fundamentalmente abonan los utilitarista.   El
propósito de Kant es dar a luz principios éticos según procedimientos racionales.
Lo contrario sería que las emociones dominaran la toma de decisiones y esto implica
un claro riesgo.
¿Hasta que punto no corremos el riesgo de esclavizarnos a nuestras EMOCIONES,
las que a su vez, son producto de “implantes” arraigados por las COSTUMBRES
sociales?

Para evitarlo, como ya dijimos,  Kant invita a procurar que las decisiones y juicios
morales se tomen de acuerdo a la razón y no a las “sensaciones” circunstanciales.
Debemos procurar la aplicación práctica de la razón.
Recordemos que para Kant, la Ética se resume en la justificación de las conductas, las
acciones y decisiones humanas.
Tradicionalmente, todas las éticas se resumen como un catálogo de conductas que nos
permiten conseguir una vida feliz. Son, dice Kant, éticas materiales, ya que nos dicen
cuál es el objetivo que hay que conseguir y cuáles son las acciones más adecuadas para
conseguirlos. Nos aportan el material necesario para alcanzar la felicidad. Pero nos
abren la puerta a problemas que quedan sin solución
Estas “éticas materiales” se basan en que apuntan a alcanzar un objetivo que resulta
deseable y con ello se convierten en hipotéticas. Hipotéticas porque parten del supuesto
que actuando de determinada manera y tomando ciertas decisiones se alcanzarán los
fines propuestos.

Ahora bien… ¿Qué nos asegura que haciendo algo conseguiremos el fin deseable?

Nada. Tan sólo suponemos que al comportarnos de determinada manera, podremos


conseguir lo que nos proponemos. Y si no hay seguridad,  ¿por qué actuar de acuerdo
con esa ética?
Kant, en este punto desentraña el problema afirmando que todas las éticas materiales
son heterónomas, es decir, nos imponen desde afuera cuál ha de ser nuestra conducta.

Por ejemplo, la ética impuesta por el cristianismo, nos


determina que la felicidad la alcanzaremos cuando
nuestra alma inmortal se reúna en Dios Padre y para
lograrlo, nos establece mandamientos. Nos guía hacia el
cumplimiento de costumbres virtuosas y, para ello, nos
marca los límites de lo indeseable, caracterizando las
conductas pecaminosas. 

El filósofo, repele la idea de condicionar actos y decisiones a los resultados esperados.


Para él, las decisiones y los actos deben ser tomados o realizados de manera libre,
dando con ello prevalencia a una ética formal sobre una ética material.

  En virtud de los postulados de la ética formal,


no interesará si tenemos éxito en los fines
propuestos, sí nos preocuparemos por la
cuestión de actuar de manera ajustada a los
Ética material:
ideales de nuestra conducta. Los ideales son
alcanzar un fin
los objetivos de nuestra voluntad, por ejemplo:
ser más estudioso, ser mejor docente, ser
mejor gestor de una institución educativa. 
Ética formal:
actuar según ideales de conducta.
 

La ética, se ocupará entonces de que la voluntad que se ponga en esos objetivos, sea
una buena voluntad y ésta debe ser buena en sí misma y no por los beneficios que
produce tal o cual conducta. La voluntad será, entonces, la facultad gracias a la cual
podemos determinarnos (podemos determinar nuestra conducta) en virtud de
principios: es el “motor de la acción”.
 
La voluntad que es buena en sí misma, no lo es porque gracias a su actuación el
sujeto pueda alcanzar un determinado fin, sino porque actúa exclusivamente por
deber.

Esto es así aunque luego las acciones que el sujeto hace puedan verse truncas en su
intención, o puedan tener consecuencias no queridas por el sujeto e incluso contrarias
a la felicidad de los demás. La buena voluntad es la que interviene cuando queremos
hacer el deber por el deber.   

Es importante entender con Kant, que nuestra capacidad de determinarnos por


nuestras elecciones nos constituye como humanos. Podemos, más allá de las leyes de la
naturaleza, fijar leyes que nos regulen, de manera tal que la sociedad se constituya.
Esto nos lo da nuestra capacidad racional, en este sentido, si admitimos una voluntad
autónoma, es decir libre, esta voluntad debe estar de alguna manera limitada por
principios prácticos que derivan del orden de lo que conocemos. Estos principios no
son teóricos sino más bien prácticos. Son juicios, leyes o reglas, a las que debe
someterse el hacer de un ser racional, y que nos marcan un deber ser.

Recordemos que lo propio de la razón y de la libertad es la generación de experiencias


morales, en tanto que es el principio espontáneo que origina toda acción humana, por
ende trasciende toda necesidad de la naturaleza.
En este sentido, diremos que la  razón teórica sólo se puede mover en el orden de lo
natural, de lo aportado por la experiencia, sólo entiende por causalidad, la razón
práctica opera por la libertad, es decir, la libertad es el principio espontáneo de
acción. Si las acciones de las personas fuesen explicadas por causas naturales, no
habría responsabilidad, ya que la causa estaría en otra cosa y no en la persona
actuante, es por ello que la libertad es la condición de la acción moral.

La moral, el deber y la libertad en Kant

Por otra parte, es de vital importancia entender las nociones de deber y de libertad en
Kant, y su relación con la moral.
Al deber, lo entiende como un tipo de necesidad que no es natural. El deber, pues, no se
deriva de un querer o un deseo, sino de una razón, de un imperativo que supera
cualquier inclinación natural. En este sentido, debemos insistir en que las nociones de
bien o de mal hacen referencia a las reglas a las que se somete nuestra voluntad. 
El bien se ve a través de las leyes morales, pero las leyes no son el bien. El bien en todo
caso, sería la matriz de donde es posible que las leyes provengan. De esta manera, más
allá de que hemos acordado que la naturaleza y sus impulsos no son la fuente del
deber, no decimos con esto que todos los impulsos provenientes de ella deban ser
ignorados, sino sólo aquellos que operen en contra de estas reglas que rigen la
voluntad de bien.

Recordemos que por otro lado, Kant se refería a la libertad como una idea
trascendental que en el orden práctico nos permite la independencia de la voluntad
respecto de los impulsos de la sensibilidad. Al liberarnos de la pura sensibilidad, la
razón es la condición de los actos humanos, ya que puede guiar a la acción humana y a
la libertad práctica, pero sólo eso, es decir, no puede concretar el fin de libertad
misma.

En esta relación entre la libertad y el deber se abre el mundo moral. Este mundo es un


mundo inteligible que se basa en leyes de carácter Ético. Ser habitantes de este mundo
es lo que nos hace plenamente humanos. En este mundo, aparece como fondo y figura
el otro, enmarcado en ese mundo moral que en definitiva, es un mundo comunitario o
social, donde las libertades son respetadas.
Por esto, es que nuestra condición humana descansa en la vida en comunidad, la vida
propia del hombre y en consecuencia nuestro único mundo habitable como
hombres. De allí la importancia del respeto al deber y a la libertad tanto propias como
del otro.

Visto así, ya no es la felicidad el fin del obrar ético o virtuoso como habíamos visto en
Aristóteles, sino más bien el obrar por deber. La voluntad en sí misma es buena y no
es instrumento para ningún fin.

Para entender esto es necesario profundizar en la noción “deber”, ya que éste otorga a
la acción un valor moral que no va en función de lo que se alcanza con ella, sino en
relación a la máxima por la que ha sido decidida.
De esta manera, hay que considerar la máxima que lo rige y no su propósito. Por
último hay que considerar que el deber es una acción necesaria realizada por respeto a
la ley y en consecuencia, se ha quitado de tal acción toda necesidad de orden inferior. 
La diferenciación radica en que, el hombre no debe actuar conforme al deber, ni
porque tenga una mera inclinación a cumplirlo ni porque posea un interés, sino porque
es en sí mismo valioso actuar por deber.

Todo ello, nos impone admitir la existencia de una voluntad autónoma y esa libertad
debe estar signada por la plena conciencia de lo que se debe hacer.

Distinguir lo “categórico” –seguro, firme, que no se deja llevar por presiones externas-
de lo “hipotético” –conforme al deber imperativo- sería la cuestión.
 

Al actuar conforme al deber, estaremos obedeciendo también


un imperativo, por ejemplo: “Estudia Ética si quieres alcanzar la
nota mínima de aprobación”.  Ahora bien, si actuamos por
deber los imperativos son categóricos. No se construye el
imperativo de modo que de cumplirlo reciban algo a cambio,
sino porque en su cumplimiento radica nuestra buena voluntad.

La libertad asume aquí una condición determinante. Cuando actuamos por deber,
estamos cumpliendo los ideales establecidos por nuestra voluntad. Por ejemplo, cuando
asisto y brindo contención a mi hijo enfermo, si lo hago por la expectativa de que en mi
vejez mi hijo me atienda igual, desarticulo mi libertad ya que mi voluntad está atada a
lo que pretendo que mi hijo haga conmigo en el futuro.
En cambio, si mi voluntad se despliega en acciones sin esperar o estar condicionado
por ninguna expectativa a futuro, estaré actuando en la más plena libertad. Lo hago
porque debo hacerlo, no porque me lo impongan, ni porque espere nada a cambio, ni
por especulación alguna. Tan sólo porque soy libre y por ser libre hago lo que debo sin
importar lo que de ello derive.
Pero cuidado, para que los deberes además de libres sean morales tienen que ser
racionales: nuestra conducta es racional cuando es conforme a la razón, a la lógica.
Sólo entonces nuestra conducta se realizará sin obedecer a obligaciones, ni calcular las
consecuencias.   

La ley Universal
La ética Kantiana pretende ser formal y no material. No trata de definir qué conductas
son morales o no, porque eso depende de los ideales y razonamientos que cada persona
haga.
Como ya se expresara, Kant reconoce una buena voluntad, esta buena voluntad es el
único bien incondicional, pero niega que sus principios se determinen en referencia al
fin al que tienden.  Entonces, se preguntarán ¿en qué consiste la buena voluntad?  Esa
buena voluntad debe basarse en primer lugar  en que el principio moral que la funda
tiene que ser un principio para todos.
Aquí la idea de Kant adquiere un valor trascendente.  La pretensión de universalizar,
de reconocer a todos, y así observamos que la moralidad comienza con el rechazo de
todo principio que no sea universalizable.  Esta exigencia es denominada por Kant el
imperativo categórico.  
De ahí que se aventure a plantear una formulación del imperativo categórico,
consciente de que debe dotarlo de contenido y lo expresa como:

“Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne
ley universal”
Así, no puede ser lícito asesinar, ya que si lo fuera y todos asesináramos cuando nos
conviniera, y probablemente llegaríamos a la extinción de la especie. Tal mundo
hipotético es irracional, contradictorio: un mundo en el que todos asesinan por el solo
asesinato, no existe.
Pero en el caso del asesinato para Kant, no es malo por su efecto sea desagradable, sea
doloroso, sea dañino, sino  porque no puede quererse como un principio universal.
En otras palabras, tenemos que comportarnos de la misma forma como quisiéramos
que los demás se comportaran si estuvieran en nuestra misma situación. Por ejemplo, si
se nos presenta la oportunidad de robar algo tendríamos que preguntarnos si en
idéntica circunstancia, nosotros aceptaríamos el robo en nuestra contra.  
Debemos insistir como ya se planteara que aquí no se plantea actuar conforme al
deber, por espera de reciprocidad, sino que se plantea actuar por deber en razón de la
universalidad del imperativo.
Otro aporte trascendente de Kant, radica en el reconocimiento de la dignidad del
hombre, representada en el imperativo:

“Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona
de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio”

Aquí, nos exige que al actuar siempre respetemos la capacidad de actuar de los demás. 
He aquí una base ineludible de un sistema de relación bajo el sino del “respeto”.  Pero
no sólo en términos de no usar a los otros, de convertirlos en medios para fines, sino
que valora fundamentalmente el consentimiento.   El otro tiene fines, es un fin, y las
acciones a seguir deben ser consensuadas, pero va aún más allá, exige que el otro en
tanto fin debe ser considerado como fin nuestro también, estableciendo en este
imperativo un principio de mutua colaboración universal.
Resumiendo, las formulaciones del imperativo categórico reúnen las perspectivas de
quien busca obrar bajo imperativos que se pueden compartir con todos los demás y
obviamente que respeten la capacidad de obrar de los demás.  Pero además, en un
tercer imperativo, expresa:

“Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en
un reino universal de fines.”

Aquí reconoce como inmanente en el hombre la libertad y con ella la autonomía en su


sentido más literal, la capacidad de darse sus propias normas, pero si, como ya
dijimos, toda norma no universalisable debe ser rechazada, se debe respetar a ultranza
el estatus igual del otro como legislador.   No solo yo tengo estatus moral, sino que
también el otro ya que ser autónomo en sentido kantiano implica obrar moralmente.  
Pero nunca dejen de tener en cuenta lo circular de la propuesta.  Por imperio de esa
universalidad, que también gobierna al otro yo también soy igualmente respetado.
Kant define cuatro fórmulas del imperativo categórico, a saber:

 De la ley universal: obra sólo según una máxima tal que puedas querer al
mismo tiempo que se torne ley universal.
 Del fin en sí mismo: obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu
persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca
como un medio.
 De la autonomía: obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un
miembro legislador en un reino universal de fines.
 De la ley de la naturaleza: obra como si la máxima de tu acción debiera
tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza.

El obrar conforme a estos imperativos devela la dignidad del hombre en tanto fin en sí
mismo. Todo hombre es único y no intercambiable por otro o por ningún precio. Esta
pureza y dignidad intransferible otorga al hombre un lugar a su vez único en el seno de
la creación de las leyes universales que nos es dado construir. El hombre es autónomo,
en tanto que puede elegir su propio destino mas allá de los límites de lo natural. El
hombre es hombre, en tanto que actúa racionalmente conforme al deber.
Para finalizar la unidad, lo invito a vincular el pensamiento de Kant en lo
“educativo”.   Esta es quizá una faceta no del todo conocida, pero para dimensionar la
razón de la incorporación del pensamiento de este filósofo, resulta conveniente que
reflexione sobre el texto publicado por la UNESCO dirigiéndose al siguiente
vínculo: http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/archive/publications/
ThinkersPdf/kants.pdf  
Aplicaciones de razonamientoético a cuestiones de interés práctico

Unidad 3: ¿Qué hay después de Kant?

"Predicar moral es fácil; fundamentarla es difícil."  


Arthur Schopenhauer  

En el módulo anterior nos adentramos en el estudio de los inicios de laÉtica. Allí, vimos que, la
filosofía asumió la tarea de explicar enunciados que aparecen frecuentemente en la vida
cotidiana; tanto en la vida privada del hombre, como en sus actividades sociales, profesionales
y económicas.

Decir que el hombre común en su vida cotidiana se topa con gente buena, gente mala,
acciones malas, acciones buenas, obrares conforme a normas, obrares contrarios a
normas,  puede implicar una perogrullada, pero vale la pena analizarlo.  
Innumerable cantidad de actos suelen ser calificados como buenos o malos.   Desde que suena
el despertador en nuestra casa cada mañana, se da inicio a una innumerable cantidad de
cursos posibles de acción donde la encrucijada, más que el proceso de resolver un  dilema
moral, se presenta como un fútil obstáculo en nuestra rutina.  
El "berrinche" de nuestros hijos para no tomar el desayuno y la probable salida tardía de
nuestro hogar, abre cursos posibles de acción -¿debo ser un padre comprensivo y
condescendiente o un corrector instransigente ante los berrinches "en horario inoportuno"?-.

Igualmente ocurre con  los infaltables muchachos limpiavidrios  de las esquinas que demoran
nuestra partida más allá del inicio de la onda verde del semáforo -¿me demoro aún más
buscando la monedita de propina o reprendo firmemente al insolente muchachote y arranco mi
auto haciendo chirriar las gomas?-; y cuando estamos llegando al trabajo, al disponernos a
estacionar en el último lugar disponible,  un exageradamente velóz señor se nos adelante y nos
ocupa ese espacio que a todas luces nos esperaba -¿le gritamos, y reclamamos nuestro lugar
o damos una vuelta más de manzana buscando otro espacio, sabiendo que llegamos tarde?-.  

A estas alturas del relato, usted dirá ¡Y todavía no empezó la jornada laboral!
Seguramente, existen innumerables argumentos para reprender de una u otra manera a un
hijo; quizás hallemos argumentos para enfadarnos sobremanera con aquél que parece invadir
nuestro espacio vital para justificar una propina, y ese aparente avasallamiento tenga más peso
que la también aparente obligación de atender la necesidad ajena; es posible también que
hayan argumentos en contra de aquel que se metió en el lugar en el que íbamos a estacionar
nosotros.  
Pero, en definitiva, ¿podemos creer que es laÉtica la que nos ayudará a definir qué actos
vamos a llevar adelante racionalizando en el momento de la decisión,  cuales pueden
incorporarse a la categoría de buenos, correctos, malos e incorrectos?.   Muchos deben pensar
que es imposible andar por la vida deteniendo el mundo ante cada suceso de la cotidianeidad
para "reflexionar", "tabular" y recién allí dar un paso.   Seguramente, coincidirán con nosotros
en que  muchos de esos actos se llevarán a cabo de manera casi "intuitiva".

Sinánimo de adentrarnos y profundizar en un debate ampliamente desarrollado entre filósofos


de distinta raigambre, para su tranquilidad, les informamos que entre ellos, el acuerdo es
relativo.
Algunos piensan que "debería dejarse de lado la filosofía moral... hasta que dispongamos de
una filosofía de la psicología adecuada" (G. Anscombe),  otros abonan lo dicho, expresando
que "la filosofía, no debería intentar crear una teoríaética, porque la teoríaética no tiene
autoridad para ofrecer  una razón determinante para aceptar una intuición en vez de otra" (A.
McIntyre)

En este contexto, cabe aclarar, que los antiteóricos, creen en una moralidad, más de práctica
social que de expresión teórica.  

Aún así, consideramos que debe procurarse una reconciliación entre praxis y teoría.    Una
informal encuesta entre sus conocidos les demostraría que en infinidad de situaciones se apela
a una, aunque más no sea, rudimentaria teorización.  
Nos preguntamos a veces sobre las consecuencias buenas o malas de un paso a dar;  si
determinado acto es malo o bueno;  afirmamos que hacemos lo que hacemos porque
"debemos" actuar de esa manera.   En definitiva, apelamos a formas especiales de persuasión,
de razonar,  todo fruto de al menos una incipiente educación moral.

"La ética filosófica constituye el esfuerzo sistemático por explicitar un saber que ya posee todo ser racional dotado
de voluntad, un saber que resulta, sin embargo, imposible de expresar sin el recurso a la terminología y la
metodología filosóficas. "  Ricardo Maliandi Etica: Conceptos y Problemas Ed. Biblos  (pag. 29)

Coincidimos con Maliandi, en brindar a laética una independencia disciplinar que requiere
método y terminología eminentemente filosóficas.
Además, el autor citado, no desconoce que el "ethos", no es algo reservado a especialistas,
sino que es acervo de toda la humanidad.

A su vez, afirma que laÉtica aporta lo necesario para reconstruir ese saber intuitivo, pre-teórico
y fundamentalmente deja ver que ese saber si bien es saber, aún no es explícito.
A partir de laÉtica como disciplina, se produce una toma de conciencia de que el ethos se pone
en juego en las decisiones de los agentes morales.   Con ella, como bien afirma Maliandi,
"...cada agente moral tendría que poder reencontrar en ella lo que ya sabía de modo vago sin
poder expresar adecuadamente..." y con esa capacidad de expresión, con esa
comunicabilidad, se entrelaza su sentido social. (Ob. Cit)
Lo dicho hasta aquí no hace sin más que abonar lo expresado con contundencia en el módulo
anterior, del conflicto, del reconocimiento del problema, surge la necesidad de buscar una
salida, una solución.  Allí es donde surgen los pensadores, las mentes iluminadas que dando
rienda a su espíritu inagotable pretenden explicar qué hacer, otros, cómo actuar y, tal vez otros
más avezados, el porqué actuar en un sentido u otro.

Muchas teoríaséticas han sido formuladas con objeto de darle un rumbo a nuestra conducta -
éticas normativas- ;   otras teorías y pretender examinar laética en conjunto, c onsiderando qué
es exactamente, qué normas argumentales pueden aplicársele, de qué modo es posible que
los juicioséticos sean verdaderos o falsos, y cual puede ser, de ser posible, su fundamentación
-Metaética-, y además cientos  o miles de escritos se han publicado sobre la aplicación de
estas teorías a cuestiones prácticas.   Todo, como ya lo dijéramos, por la incertidumbre que
anida en el hombre sobre qué estamos haciendo y sobre si tenemos derecho a hacerlo.
Entonces, como habrán visto hasta aquí, dentro del campo "Ética", observaremos tres ramas
que nos permitirán ordenar las posibles respuestas a los distintos interrogantes que se plantea
la disciplina que estudiamos: laÉtica normativa, la Metaética y laÉtica aplicada.

La ética normativa
La ética normativa, más allá de ser un campo donde se desarrollan teoríaséticas distintas, debe
entenderse además como un nivel de reflexión, deliberado y conciente que se encamina hacia
la búsqueda de validez de los principios morales.  Es en este espacio reflexivo, donde se
indaga acerca de  los fundamentos de normas y valoraciones.
Ricardo Maliandi en su "Ética: Conceptos y Problemas", deja en claro que estos niveles de
reflexión, son propios de todos los seres humanos, quienes desarrollan distintos niveles de
reflexión.  
El primero de estos niveles, es una instancia pre-reflexiva, donde anidan las cuestiones
morales, actitudes, códigos y costumbres. Lo identifica como un piso, desde el que se da
comienzo a la reflexión sobre cuestiones morales.  Este espacio, lo reconoce como una
reflexión no filosófica que se distingue por el tipo de pregunta que tratamos de responder ante
una encrucijada,  ¿Debo hacer tal cosa?.  Maliandi, la equipara a las indicaciones que da el
director a los actores.
Un segundo nivel, comparable a la fundamentación y consideraciones críticas de tales
indicaciones, incluso las discusiones que pueden tener los actores con el director, es el de
laética normativa.

En este nivel, reluce el inconformismo del hombre donde no es suficiente el saber que se debe
hacer algo,  necesitamos saber el porqué.  Aquí se entra en un nivel de reflexión filosófico,
donde la búsqueda de fundamentos es el objetivo.  Obviamente la pregunta que abre esta
nueva dimensión del proceso de reflexión es ¿Porqué debo hacer tal cosa?
Como habrán sospechado, hay más niveles de reflexión y la metaética, que luego
analizaremos, se encuentra en uno de ellos.

Definido que laética normativa busca los fundamentos y valoraciones, apuntemos que es un
espacio de fundamentación y crítica, que si bien opuestos -el fundamentar y el criticar-, se
complementan ya que la primera busca consolidar y la segunda derribar, pero en un ejercicio
constante. Mientras más embates resista el fundamento, mayor consolidación presentará.
Kant, citado por Maliandi (Ob. Cit. Pgs 54/56),  expresa que este saber moral, el de laética
normativa, no necesitaría de la filosofía, si no fuera por su debilidad.   Ese saber presente en
todos los hombres, sucumbe con frecuencia a lo que Kant llama "dialéctica natural", que apunta
a cuestionar el carácter riguroso del deber y a acomodarlo a los particulares deseos e
intereses.  

"En otros términos: laética normativa (filosófica) se hace necesaria porque el


hombre, junto a su saber moral, tiene también la tendencia a engañarse a sí
mismo.  La reflexiónético - normativa, sistemática, operando con argumentos
racionales, impide o al menos dificulta, obstaculiza ese engaño".  Ricardo
Maliandi Etica: Conceptos y Problemas Ed. Biblos  (pag. 55)

    
Partiendo del modelo reflexivo explicitado, se fueron desarrollando teorías que, con distintos
enfoques, buscan principios, tratan de responder el por qué de la norma, e indagan  sobre la
existencia de respuestas universalmente válidas.
Nunca se debe perder de vista además, que fundamentar, justificar o legitimar implica también
un esfuerzo de determinación terminológica y semántico, con lo cual muchas veces, teorías
posicionadas dentro de laética normativa, se ven inmersas en problemáticas abordadas por
teorías que se desarrollaron en el campo de la Metaética -y a la inversa también-,  lo cual hace
que en determinados tópicos una teoría se analice dentro de uno u otro campo.

Volviendo a la cuestión central de las respuestas a los "porqué", sobre los que indaga   laética
normativa, encontraremos que esas respuestas estarán centradas en una fundamentación
deontológica o en una fundamentación teleológica.
Las teorías que buscan fundamentaciones deontológicas, se centran en el deber.   De laética
de Kant, derivan un importante número de teorías.    
Existe una base universalista en ellas, clara pretensión de instaurar normas absolutas que sean
fuente y principios últimos, a la cual algunos llaman: "regla de oro", muy cercana al "imperativo
categórico" kantiano que desarrolláramos en el módulo uno.

Ahora bien, ¿cree usted que será tarea fácil encontrar esta regla de oro? Distintos autores han
pretendido que ella derive en distintos sistemas de deberes o derechos, o del carácter virtuoso
de las personas, sobre lo que nos detendremos más tarde.

Como habrán podido observar, ninguna teoría se concluye en sí misma y, todas ellas, siempre dan lugar a nuevos
detractores. En ese debate, entre formulación de teorías y detractores constituidos en el cuadrilátero del
conocimiento, en un rincón podemos ubicar a las Teorías deontológicas. Las mismas sostienen que el
accionarético se basa en la obligación de acatar la norma, el postulado o exigencia deontológica, sin tener en
cuenta el resultado final o consecuencia de ese cumplimiento. Este enunciado, las hizo identificar como teorías no
consecuencialistas, en oposición al consecuencialismo como modeloético.

  

La primera teoría deontológica que mencionaremos es la Teoría de los Derechos, que vio su


punto de inicio en el Siglo XVII, con pensadores como Samuel Pufendorf, Hugo Grocio, y John
Locke. Con Grocio, reconocemos, además, a uno de los padres del derecho internacional, que
proviene del derecho natural. Del Derecho Natural, a su vez, algunos autores pretenden que
derive el sistema internacional de Derechos Humanos.
Con Locke, luego, vemos la reivindicación del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.
Ello, en función de la salvaguarda que merecen los derechos "morales", definidos como de
carácter natural (no creados por el hombre), universales (omnicomprensivos de toda la
humanidad), iguales (sin distinguir ni categorizar a las personas) e inalienables (que no pueden
ser enajenados).

En el siglo XVIII el sistema de Derechos Humanos  era protector y negativo, e imponía límites
al trato del monarca hacia sus pueblos. Durante su desarrollo posterior fue añadiendo un
elemento positivo, incluyendo el derecho a adquirir diversos tipos de bienes que el hombre
relaciona con su bienestar y en vistas a conseguir una mayor riqueza social o progreso
económico.
Los derechos son un elemento importante de cierta forma de moralidad universal, por cuanto
forman parte, junto con otros principios morales, de una construcciónética en la constitución del
obrar humano. Esta perspectiva se basa en que los seres humanos tienen necesidades y
capacidades en común y que ellas son más importante que sus diferencias.
En segundo término mencionaremos la Teoría de los Deberes. En ella se enmarcaría el
imperativo categórico kantiano, desarrollado en el módulo uno. Allí veíamos que para Kant las
acciones morales deben estar basadas en un principio supremo de moralidad que sea objetivo,
racional y elegido libremente. El imperativo categórico, es la principal ley moral que determinará
el accionar del hombre sin tener en cuenta sus consecuencias. Para Kant dicho imperativo
será:

Esta ética de deberes postula que la razón humana, en el ejercicio de la más absoluta libertad,


(de manera universal, obligatoria, categórica y necesaria), exige el cumplimiento del deber, es
decir, requiere una acción recta (por respeto al deber mismo), y desinteresada (independiente
del bien que pueda acarrear).
Kant planteó así al deberético como un mandato, o sea, un imperativo categórico en oposición
a los imperativos hipotéticos, implícitos en el actuar, para la consecución de un determinado fin
que puede ser la felicidad o el placer.

Una última teoría a tener en cuenta es una revisión de la Teoría de los Deberes o Teoría de
los Deberes Prima Facie, formulada por Ross en la década de 1930, donde ensaya que una
acción correcta no es necesariamente la que produce el mayor bien.

    Ross desarrolla que habrá una acción moral en cuanto se corresponda con los
deberes "prima facie", deberes que proceden de una intuición y sean parte de la naturaleza
fundamental del universo. Esos deberes, son:

• Fidelidad.
• Cumplimiento de las promesas.
• Compensación cuando producimos un daño.  
• Gratitud, agradecer a quienes nos auxilian.  
• Justicia.  
• Reconocimiento del mérito.
• Beneficencia.  
• Mejoramiento de la condición de otros y automejora.  
• Mejoramiento de nuestras virtudes y nuestra inteligencia.  
• No maleficencia o no dañar a otros.

Sinánimo de agotar la grilla de teorías que se despliegan en busca del fundamento


deontológico, corresponde ahora sobrevolar entre aquellas que buscan el fundamento
teleológico.
A diferencia con las anteriores, las teorías que buscan este tipo de fundamentación, otorgan
mayor importancia a las consecuencias que a los "principios". Estas teorías señalan como un
grave error ignorar las consecuencias que pueden acarrear determinados actos. Ello dio lugar a
la instalación de Teorías Consecuencialistas, que afirman que acciones moralmente
correctas son aquellas cuyas consecuencias son favorables. Sólo el resultado final de una
acción determinará su carácter moral; bajo este paradigma, el hombre deberá actuar para
producir el mayor bien.
A las Teorías Consecuencialistas podemos resumirlas -y por cierto sin agotar su número e
importancia-, en el egoísmoético y el utilitarismo.

El egoísmoético puede ser condensado en la siguiente idea: una acción será considerada


moralmente correcta, si su resultado es favorable para quien la lleva a cabo.
Hobbes, con su Teoría del Contrato Social, sostiene que por razones estrictamente egoístas y
de conveniencia, admitimos un mundo de reglas morales que permiten librar al hombre de los
desvaríos de otros, que pueden poner en riesgo su vida, bienes y derechos.  Remitimos a lo ya
expresado respecto de la teoría de Hobbes en el Módulo uno.

Ahora bien, el hecho de que el egoísmoético de Hobbes se entronque con su teoría del
contrato social, no significa que las Teoríaséticas que utilizan la ficción del contrato social sean
consecuencialistas o teleológicas.  

Por ejemplo, John Rawls, filósofo contemporáneo que modernizó la teoría del contrato social, a
su vez incorporó la noción de justicia distributiva. De esta manera, la justicia se consideraba el
mayor valor, por encima de la libertad, teniendo a la justicia entendida como equidad. Afirmaba
que una sociedad justa se sostiene en tres principios:

• Igual libertad.
• Diferencia.  
• Igualdad de oportunidades.  

El primer principio define que cada persona deberá tener igual derecho a las libertades básicas
más amplias compatibles con libertades básicas similares para todos. El principio de diferencia
está por encima del de igualdad de oportunidades y establece que las desigualdades
económicas y sociales serán justificadas sólo si se expresan para el máximo beneficio de las
personas que estén en un estado más desventajoso y que la desigualdad esté relacionada con
los puestos que ocupen en el sistema económico, pero que su acceso a ellos se haya dado por
convocatorias abiertas a todo el mundo.   De hecho Rawls encuadra su teoría dentro de las
teorías deontológicas.  

Por otro lado, y continuando con las Teorías Consecuencialistas la que ha tenido mayor
difusión y ejerció gran influencia, fue el utilitarismo. Jeremy Bentham (1748 - 1832) y John
Stuart Mill (1806 -1873), enuncian que un principio es de utilidad para valorar el acto como
moral. Las acciones son correctas en la medida que tiendan al mayor bien para el mayor
número. Ahora bien, para analizar las acciones bajo este principio y para que efectivamente
queden bajo el paraguas del "mayor bien" y "mayor número", el mayor bien se identificaba con
el placer y el mayor número bajo la premisa de que "cada uno cuenta como uno y nadie es más
que ninguno".  
Ahora bien, podríamos afirmar que la influencia del utilitarismo en el mundo fue por demás
significativa, redefiniendo las pautas relativas a todoámbito de actividad del hombre, hasta las
educativas, marcando como necesario y excluyente enseñar disciplinas que tiendan a la
"utilidad", más que a valores.  

Más allá de su expansión a todos los rincones de occidente,  esta corriente continúa


manteniendo el interrogante acerca de la verdadera eticidad de permitir el sacrificio de una
persona o de un grupo minoritario para que sea posible ese mayor bien para el mayor número.
En este punto, una segunda pregunta aparece y es sobre la profundidadética del principio de
que el fin justifica los medios.  

Ante estas críticas el propio utilitarismo elabora un "utilitarismo de reglas", donde sostiene que
la conducta será moral si se adecua a reglas que si fueran adoptadas por todos llevarían el
mayor bien para el mayor número. Aún así, esta postura no escapa a la crítica respecto del
carácter no tan previsible de las consecuencias de las acciones. Es cierto que hay un amplio
margen de previsibilidad que para el utilitarista puede hacer razonable una decisión, pero en el
contexto de las relaciones interpersonales o interinstitucionales, las variables, no
necesariamente dependerán ni de un solo sujeto, ni de un solo proceso, lo que convierte al
probable resultado en algo siempre incierto.
Metaética

Continuando con estructura que presentamos en el punto anterior, debemos aclarar aquí
también, que la Metaética más allá de ser un campo donde se desarrollan teoríaséticas
distintas, debe entenderse además como un nivel de reflexión, que analiza el significado y el
uso de los términos morales.   Maliandi, autor ya citado, la identifica como la "semiosis del
ethos".   El tipo de preguntas que trata de responder la Metaética serían ¿Está bien planteado
preguntarse porqué debo hacer tal cosa? (y en su caso ¿Por qué sí? O ¿por qué no?).  
Tomando el mismo ejemplo de Maliandi respecto a lo que ocurriría en una obra de teatro, el
nivel de reflexión propio de la Metaética, "sería comparable al análisis técnico de las
expresiones teatrales" (Ob. Cit)

Para entender esto hay que tener en cuenta que en el ethos, hay una moralidad "operante" y
una moralidad verbal.   Ello, torna entendible la necesidad de este nivel de reflexión deliberado
y conciente que se encamina hacia la búsqueda de validez de los principios morales.   Según
algunos autores, las teorías que operan en este campo no son tanto, teorías "de" laética, sino,
teorías "sobre" la ética.  El mismo termino "meta"  sugiere que no está inmerso en laética, sino
alude a su carácter exógeno.

Esta rama nos aporta respuestas acerca de la justificación de los conceptoséticos. A su vez, brinda elementos
para desarrollar el debate acerca del origen de los preceptoséticos y ayuda a discernir si son verdades
atemporales o meros acuerdos suscriptos por los hombres.

  
    
En su campo se desenvuelven teorías como el realismo moral o el escepticismo moral; así
como también residen teorías que explican la cuestión desde lo psicológico.
El realismo moral sostiene que todo principio moral tiene un fundamento objetivo que va más
allá de las meras convenciones humanas. Desde este punto de vista, admite que los principios
morales existen espiritualmente y que son aplicables en todo el universo.

Su contraparte, el mencionado escepticismo moral, niega el carácter objetivo de los principios


morales y su fundamento surge de convenciones humanas, condicionando su existencia a
convenciones que están limitadas social, temporal y espacialmente.

Los psicologistas, de quienes más adelante tomaremos algunas explicaciones, justifican que


algunas motivaciones morales profundas en el actuar que están enraizadas en el desarrollo
cognitivo del sujeto. Se basan en Aristóteles, que afirmaba que el hombre tiene una capacidad
innata para saber el propósito de su existencia y así alcanzar la felicidad. De esta forma, los
psicologistas afirman que el hombre posee una conciencia moral natural.
Dentro del psicologismo encontramos autores que citan a Hobbes, quien sostiene que los actos
del hombre están inspirados por los propios intereses, ajenos a toda posibilidad de altruismo y
de benevolencia. En relación con esto, ya veíamos con Kant que la razón ocupa un
lugar  preeminente y tiene un rol determinante en el comportamiento moral.

La ética descriptiva
Este sucinto y no agotado repaso por las teorías que se desarrollan en el campo de la
Metaética, debe mencionarse un nivel de reflexiónética que es exógeno, es decir exterior al
ethos, que no posee carácter filosófico y que su método es el científico.
Este nivel, releva información de la facticidad normativa.  Estaremos ante estudios sobre
costumbres, normas, códigos y ante la descripción de su funcionamiento y causas.   La
antropología, la sociología y la psicología utiliza este nivel de reflexión habitualmente.

La ética aplicada

Concluyendo, mencionaremos que han


surgidoÉticas Aplicadas que se sirven de los
conceptos desarrollados tanto por la Metaética
y laÉtica normativa para abordar cuestiones
especiales propias de campos específicos del
saber. Se ocupan de ver cómo aplicamos el
conocimiento de lo moral y su fundamentación
(por qué tenemos que ser morales), a los
distintosámbitos de la vida social. Así,
mencionaremos laética de los negocios, la
bioética, laética de las Tecnologías de
Información, laética en la política, en la
economía, etc.

Unidad 4: ¿Cómo debemos obrar? La Deontología

Como hemos visto hasta aquí, la gran discusión en el campo de laética en las últimas
centurias, estuvo signada por aquellos que afirman que existen ciertos tipos de actos que son
malos en sí mismos y, por lo tanto medios moralmente descartables para la búsqueda de
cualquier fin, incluso de fines moralmente deseables.

  Entonces, vemos que los dos conceptos principales de laética son los de lo correcto y el
bien. Visto así, la estructura de una teoríaética está entonces considerablemente determinada
por su forma de definir y vincular estas dos nociones básicas.
Los filósofos denominan a estas corrienteséticas "deontológicas" (del término griego "deon" -
deber-), y las contraponen a las corrientes de estructura "teleológica" (del griego "telos" -fin-).
Los teleologistas, niegan la idea de que existan actos correctos o incorrectos en sí mismos.
Para ellos, la rectitud o maldad de nuestros actos viene determinada por una valoración
comparada de sus consecuencias.
    
Ahora bien, esta discusión... ¿en qué afecta al gestor de la educación?

Como podrán ver en el próximo módulo, existe una corriente profundamente arraigada
internacionalmente y asentada en la deontología, que ha establecido la necesaria incorporación
de Códigos deÉtica en una innumerable cantidad de profesiones; y lasáreas de actividad
vinculadas a la docencia no han quedado al margen.
Conocer al menos de manera básica los fundamentos de estas teorías, resulta esclarecedor
respecto de la importancia -o no- de incorporar cuerpos de esta naturaleza en el ejercicio
profesional que a futuro practicarán.

    La convicción legada por los deontólogos (que no hay que definir lo correcto en términos
del bien), los ha hecho afirmar que no existe una relación clara entre hacer lo correcto y hacer
el bien.

Para el deontólogo, los dosámbitos no son sólo distintos sino que lo correcto es anterior al
bien, y en función de ello, la principal preocupación estará puesta en actuar
correctamente.
Entonces, ¿qué exigencias nos impone la deontología para actuar correctamente? O lo que es
lo mismo ¿cómo debemos obrar?

Para obrar correctamente, siempre en el marco del deber, no debemos hacer cosas que
puedan considerarse malas. A su vez, los deontólogos tienen tan en claro aquellas acciones
que no debemos realizar, que aportan reglas para reconocer las acciones reprochables, reglas
que podemos reconocer bajo el nombre de normas, prohibiciones, mandatos o en definitiva,
"exigencias deontológicas".
Pero reflexionemos: ¿qué ocurriría si sabemos que no respetando la exigencia deontológica, el
deber, conseguiríamos lo que individualmente consideramos el bien?
Un ejemplo al que recurren los deontólogos habitualmente, por la simpleza del hecho que se
trae al análisis, nos da una respuesta. En innumerables ocasiones, para justificar sus acciones,
el hombre común apela a la mentira. Bajo una matriz deontológica, las mentiras son malas por
lo que representan en sí mismas y dicha condición no varía aunque pudiese producir un
desenlace bueno, por consiguiente, no se debe mentir.  
Este ejemplo nos hace observar claramente que las corrientes deontológicas no son
consecuencialistas, ni tampoco maximizadoras. Entonces, ¿cómo actuaría un deontólogo ante
un dilema moral?
En primer lugar, no realizaría consideraciones imparciales de los intereses, y en segundo lugar
no efectuaría apreciaciones acerca del bienestar de los demás. Las concepciones
deontológicas tampoco se basan en la consideración imparcial de los intereses o del bienestar
de los demás, al contrario de cómo lo haría un consecuencialista.  

Analicemos ahora un dilema en el que podría verse involucrado un profesional de la gestión educativa.  La
institución educativa de la que forma parte desde hace algunos años inició una política   que prevé la integración
de niños con capacidades diferentes al régimenáulico.   Durante el último año, y debido a coyunturas económicas,
  los informes financieros determinan que la presencia del niño "X" en el aula "4" resulta antieconómica, debido a los
apoyos de distinta naturaleza que debe realizar la institución para "mantenerlo" escolarizado.  De no lograr su
"exclusión", se deberán tomar medidas que impliquen una reducción de costos y con ello una disminución de la
calidad académica de toda el aula "4".  
    
En este ejemplo, un consecuencialista pensaría que la decisión que tome debe tener en cuenta
el mayor bien para el mayor número. En consecuencia, el "sacrificio" de uno en pos del  mayor
bien, se amolda a la premisa primordial.  
Por el otro lado, un sujeto imbuido de lo que denominamos exigencia deontológica pensaría
todo lo contrario. Una vida nunca puede ser tomada como un medio, ni siquiera como medio
para que, a través de su sacrificio, "mantengan el nivel" el resto de los niños del aula "4". Para
el deontólogo, no se puede violar la exigencia. Ni siquiera estaría permitido mentir  o disfrazar
la verdad, ni siquiera para ganar tiempo porque podría lograrse con otros recursos
argumentales otorgados por el conocimiento técnico adecuado, que evitarían la violación de la
exigencia.
Obviamente, la rigidez formal del deontologismo obliga a analizar adecuadamente la naturaleza
y estructura de sus exigencias. En este punto, y siguiendo a Nancy Davis, observamos tres
características de las exigencias deontológicas:

1. Se formulan negativamente
La fórmula conlleva prohibiciones. Davis, citando a Charles Fried, explica: "En cualquier caso,
la norma -deontológica-  tiene límites y lo que está fuera de esos límites no está en absoluto
prohibido. Así mentir es malo, mientras que no revelar una verdad que otro necesita puede ser
perfectamente permisible -pero ello se debe a que no revelar una verdad no es mentir".
(DAVIS, Nancy: La Deontología Contemporánea. En: SINGER, Peter: Compendio deÉtica.
Alianza Editorial, 2004)
    
2. Su interpretación es estrecha y limitada
Es fundamental tener en cuenta esta exigencia ya que la deontología exige que no haya
comprensiones distintas acerca de las obligaciones y responsabilidades de aquellos sometidos
al deber. No puede haber lugar a interpretaciones que tergiversen el sentido de ese deber. Esta
característica se puede comprender aún más acabadamente, si recordamos la pretensión de
universalidad que poseen laséticas normativas, como bien vimos en la unidad uno de este
módulo, de entre las cuales la deontología es una de sus más claros exponentes.

3. Su ceñida orientación
Las exigencias deontológicas están dirigidas a las decisiones y al accionar del sujeto, no a las
consecuencias de esas decisiones y actos.
Debe quedar claro además que, más allá de las formas que Davis reconoce que deben tener
las exigencias deontológicas, existen Códigos deÉtica en el marco de los profesionales de la
Educación, como veremos en Módulos subsiguientes, que se integran con normas formuladas
de carácter positivo, situación que no los excluye de su claro marco deontológico. Esto es así,
porque "para el deontólogo, la distinción moral más importante es la existente entre lo
permisible y lo no permisible, y es la noción de lo no permisible la que constituye la base de la
definición de lo obligatorio: lo que es obligatorio es lo que no es permisible omitir." (SINGER,
Peter: Compendio deÉtica. Alianza Editorial, 2004. pp.296)
    
El marco de actuación del que obra conforme al deber, excluye toda posibilidad de atención a
los resultados. En cambio, los consecuencialistas plantean que un curso de acción será
aceptable en tanto y en cuanto procure maximizar el bien, ya que nunca es permisible hacer
menos bien del que se puede.  
Esto ha llevado a criticar a las corrientes consecuencialistas atribuyéndoles el hecho de no
dejarles "respiro" moral a sus seguidores, arguyendo sobre la carga que implica prever hasta lo
que a veces es imposible de prever.
En cambio, el deontólogo acarrea menos problemas que el consecuencialista, ya que no debe
especular respecto de las consecuencias del acto permitido. En virtud de los Códigos, queda
claro lo permitido y lo prohibido. Pero también podemos reconocer que no todos los casos son
"tibios" o inocuos. 
 
Hay casos donde la exigencia deontológica resulta naturalmente aplicable sin ningún tipo de
reparo, o mayor análisis. Pero ¿qué ocurre en los otros casos, donde la línea es lo
suficientemente delgada como para obligarnos a caminar en un constante riesgo de caer en lo
no permitido? Esos casos son los casos extremos, donde la existencia del hombre se debate
incluso por fuera de los códigos mismos.  
Ustedes se preguntarán ¿puede haber un caso de esa naturaleza? Si lo crucial es esa
universalidad ¿cómo sería posible evadir la exigencia deontológica justamente en el momento y
lugar donde más claro se requeriría algún orden elemental?
Al respecto, Davis, citando a Fried, responde de la siguiente manera:

"Según Fried, podemos imaginar casos extremos en los que matar a un inocente pueda salvar
a todo un país. En estos casos parece fanático mantener el carácter absoluto del juicio, hacer
lo correcto aun cuando se hunda el mundo. Y así una catástrofe podría hacer ceder al carácter
absoluto del bien y el mal, pero incluso entonces sería un "non se-quitur" decir (como no se
cansan de repetir los consecuencialistas) que esto prueba que los juicios de bien y mal son
siempre cuestión de grado, en función del bien relativo a alcanzar y de los daños a evitar. Yo
creo, por el contrario, que el concepto de catástrofe es un concepto distinto precisamente
porque identifica las situaciones extremas en las que dejan de tener aplicación las categorías
de juicio habituales (incluida la categoría del bien y del mal)..." (SINGER, Peter: Compendio de
Ética. Alianza Editorial, 2004. pp.304)
        
Esta aclaración en cierta medida pone en jaque el sistema de principios de los deontólogos. Ya
no todo es tan claro, pero ¿lo pone en jaque, o lo dota del humanismo necesario para
considerarlo con aún más atención?
Para la deontología, el hombre en tanto sujeto racional, tiene la facultad de evitar las malas
obras, objetivo alcanzable sólo con un "esfuerzo razonable y sincero".  A su vez, separa la
consecución de lo pretendido. Esto implica que debemos evitar llevar adelante cierto tipo de
acciones,  determinadas en el "código",  allí establecidas con contundencia y especificadas de
antemano, librándonos del enredo en el que pueden ponernos las circunstancias a veces
abrumadoras de la deliberación y la acción.

Con claridad vemos que esta corriente legalista, nos impone la abstención de violar las
disposiciones, y  por lo general no es complejo acatarlas.
Pero, como bien acota Davis en la obra ya citada: "...La creencia de que las exigencias de la
moralidad son cosas a las que podemos o debemos aspirar a quitarnos de encima a fin de
realizar lo realmente importante (y presumiblemente neutro desde el punto de vista moral) -vivir
nuestra vida como nos plazca- parece poco sólida desde el punto de vista normativo y
psicológico. Pues somos miembros de una comunidad moral, y no voluntades racionales
discretas ni guardianes de nuestra propia virtud, y nos preocupamos por las demás personas
de esa comunidad, así como por la propia comunidad. Y la expresión adecuada de esta
preocupación no es sólo el credo de la no interferencia que se refleja en la noción deontológica
mínima del respeto y en las exigencias deontológicas estrechas que se consideran deducidas
de aquellas (por ejemplo, no mentir, no engañar, o impedir de otro modo que la gente viva su
vida) sino una actitud que supone y exige el interés activo de la gente en la promoción del
bienestar de los demás..."

Esta velada crítica a la deontología, nos hace reflexionar sobre la pertinencia de acotar tan
drásticamente el marco de obligaciones del hombre, cuando en realidad la vida resulta mucho
más compleja de lo que un pretendido código ensayaría ordenar. Pero si en unámbito
específico de actividad como es la Educación, apelamos a esas reglas claras, máxime cuando
esa actividad importa poner en juego cotidianamente el conjunto de derechos y garantías que
constituyen el basamento del Estado de derecho, aparece como razonable la apelación de
estos marcos de referencia clarificadores.
Pero para tranquilizar a los detractores, quizá encontremos más respuestas en el desarrollo de
la unidad siguiente.

Unidad 5: ¿Cómo debemos ser? UnaÉtica de Virtudes


    
Durante el proceso histórico que signó el desarrollo filosófico en materia de laética, la pregunta
del cómo debo vivir, quedó relegada como un vago recuerdo histórico sobre lo que
planteó Aristóteles muchos años atrás.
Recién a fines de la centuria pasada, comenzaron a
aflorar autores que ponían en duda los denodados
esfuerzos del utilitarismo por conseguir su mayor bien, sin
hacer referencia alguna sobre cómo sería vivir una vida
de esa naturaleza.  En ese contexto, La Teoría de la
Virtud pretende describir lo que sería un carácter
admirable, qué tipos de carácter son admirables.

    
Alasdair MacIntyre en 1981, nos invita a que retornemos a unaética sustancialista,
convirtiéndose, a través de su libro "Tras la virtud", en la voz más representativa de esta
corriente de pensamiento.
MacIntyre analiza el lenguaje moral en el campo de la filosofía contemporánea y sentencia que
se encuentra en un grave estado de desorden.

"...en el mundo actual que habitamos, el lenguaje de la moral está en el mismo grave estado de desorden que el
lenguaje de las ciencias naturales en el mundo imaginario que he descrito. Lo que poseemos, si este parecer es
verdadero, son fragmentos de un esquema conceptual, partes a las que ahora faltan los contextos de los que deriv
su significado. Poseemos, en efecto, simulacros de moral, continuamos usando muchas de las expresiones-clave.
hemos perdido -en gran parte, si no enteramente- nuestra comprensión, tanto teórica como práctica, de la
moral...". MCINTYRE, Asladair: Tras la Virtud. Biblioteca de bolsillo. 2º Ed. Barcelona,2004. pp12-13
    
Para entender su crítica debemos profundizar en la historia del lenguaje moral y para ello, nos
ordena en la existencia clara de tres etapas.

En la primera, surge el lenguaje moral. Observa este nacimiento con el pensamiento de


Aristóteles y Santo Tomás que, en verdad, constituyen su principal  marco teórico. La segunda
etapa se identifica como aquélla signada por la devastación del lenguaje moral,  provocada
por la Ilustración. Por último, observa una tercera etapa donde este lenguaje moral se
restaura, aunque no sin cicatrices y quebraduras.

El caos de la modernidad que arriesga a identificar McIntyre, afirma que nos ha sumido en un
desorden absoluto de ideas y corrientes doctrinarias provenientes de innumerables culturas y
contextos temporales diversos. Culpa de esto a los filósofos que trataron la cuestión de manera
atemporal y, con ello, provocaron que el mensaje de la Ilustración se convirtiera en un
verdadero fracaso, tornando inútil seguir con la búsqueda de unaética autónoma y universal.

Para el autor, no queda otra que volver a las fuentes y recobrar la moral perdida. El primer
desafío que nos impone es redescubrir a Aristóteles, y fundamentalmente en su Ética a
Nicómaco (disponible en http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/650.pdf), donde el
maestro nos argumenta que la búsqueda del bien, se encuentra  en todo ser humano, pero no
desde un "egoísmo" descontextualizado. Será mucho más grandioso y perfecto alcanzar y
preservar el bien de la "polis". El bien "superior" es el bien de todos: un bien superior, pero
humano; un bien en el mundo.

Para conseguir su objetivo, un bien común basado en la felicidad, recordemos que


Aristóteles pone laética como principal herramienta y su teoría de las virtudes oficiará cual
garantía, y servirá a la política para conseguir la felicidad de todos los hombres, más fulgurante
que la "opaca" felicidad individual.
Esta búsqueda permite al hombre descubrir su telos, su fin, que en el primer caso será el de
cumplir su papel en la sociedad teniendo en cuenta que lo importante es el bien de la
comunidad; y en el segundo, el sujeto se encuentra unido a la comunidad con una vida llena
de sentido.
Presentado de esta manera, McIntyre detecta aquí dónde radicó el fracaso de la Ilustración: en
queésta no le ofrecía ningún fin al hombre. La revalorización de Aristóteles es tal en cuanto
ofrece al hombre un sentido a su vida y un sentido común con otros.

Con esto, el filósofo inglés invita a recobrar unaética de virtudes. Pero, reconociendo la
complejidad temporal y geográfica del concepto, propone una matriz particular para enfocar
adecuadamente el concepto de virtud.
Reconoce la existencia de tres nociones, cada una involucra a la anterior, pero no a la inversa
(MacIntyre, 2004: 233-234):

Práctica, donde cualquier forma compleja y coherente de actividad humana cooperativa,


instituida socialmente, sirve para realizar los bienes inherentes a la misma. (MacIntyre, 2004:
248). Por la práctica, el sujeto adquiere bienes internos y externos, y la virtud será entonces
entendida como la búsqueda de los bienes internos, esto es, aquellos bienes que sólo pueden
ser adquiridos por la práctica en sí.  Por ejemplo, si juego al fútbol, el disfrute o goce del fútbol
en sí mismo sólo podrá ser alcanzado jugando al fútbol (bien interno), pero si busco fama (bien
externo), podré utilizar otras prácticas para alcanzarla, más que jugar al fútbol, me inclinaré por
ir a un programa de chimentos faranduleros de las tardes.

Aquí vemos cómo se aleja del utilitarismo y se ancla en Aristóteles, al recordarnos que si yo
alcanzo la excelencia con la práctica -como un Lionel Messi-, disfruto tanto deléxito como de la
práctica, aún cuando eléxito no se alcance; la virtud reside en que para ser eficaz y generar
bienes internos - que son su recompensa -, se debe ejercitar sin pensar en la consecuencia.

De orden narrativo. Aquí, McIntyre propone que nos abstengamos de seguir a aquellos que
pretenden fragmentar la vida del hombre, separándola de los papeles sociales que posee.
Debemos analizarlo de manera narrativa para comprenderlo. Las intenciones deben
contextualizarse tanto causal como temporalmente, es decir, deben estar contextualizadas.
Afirma "vivimos narrativamente nuestras vidas y porque entendemos nuestras vidas en
términos narrativos, la forma narrativa es la apropiada para entender las acciones de los
demás". (McIntyre, 2004, 279).

"Las virtudes han de entenderse como aquellas disposiciones que, no sólo mantienen las
prácticas y nos permiten alcanzar los bienes internos a las prácticas, sino  que  nos sostendrán
también en el tipo pertinente  de búsqueda de lo bueno, ayudándonos a vencer los riesgos,
peligros, tentaciones y distracciones que encontremos y procurándonos creciente
autoconocimiento y creciente conocimiento del bien. El catálogo de las virtudes incluirá por
tanto, las necesarias para mantener familias y comunidades políticas tales que hombres y
mujeres puedan buscar juntos el bien y las virtudes necesarias para la indagación filosófica
acerca del carácter de lo bueno" (McIntyre, 2004, 289).

La tradición moral. Para el autor analizado, las tradiciones morales de nuestra comunidad


serán nuestro punto de partida moral.  Ello implica que vivir una vida buena variará con las
circunstancias.  A su vez, MacIntyre observa que esas tradiciones evolucionan. Ello, en razón
de una  búsqueda de mejora en los patrones de excelencia, pero esta evolución nunca
implicará la posibilidad de llegar a máximas universales. Dice queésta es "una ilusión de
consecuencias dolorosas" (Ibíd.: 291). Esta tercera noción le permite dar su definición completa
de las virtudes. Al respecto afirmará que las virtudes encuentran su fin y propósito en la
permanencia de diferentes variables: manteniendo las relaciones necesarias para que se logre
la multiplicidad de bienes internos a las prácticas; sosteniendo la forma de vida individual (en
donde el individuo puede buscar su bien en tanto que bien de la vida entera); y  también,
manteniendo aquellas tradiciones que proporcionan, tanto a las prácticas como a las vidas
individuales, su contexto histórico necesario (Ibíd.: 293).

A su vez, nos ilustra que las nociones desarrolladas -práctica, orden narrativo y tradición
moral-, son las que le dan el sustento al concepto general de virtud. No puede definirse una
virtud únicamente por referencia a una práctica, o tan sólo a la unidad de una vida humana o en
razón de la tradición. Las tres nociones conjuntamente se necesitan para completar el concepto
de virtud.
    
Hasta aquí, observamos un retorno a la visión Aristotélica respondiendo a la pregunta
clásica ¿Cómo debo vivir?, por sobre el ¿Cómo debo actuar?, pero McIntyre nos limita en
definitiva con la tradición. No nos permite ir más allá de la valoración que plantea como
ineludible del "contexto". Ahora bien, ¿no habrá manera de encontrar una forma de vida que
represente el bien para todos, más allá de la tradición?

Justamente en "Ética de la Virtud: Alcances y Límites" (disponible


en http://www.scielo.org.co/scielo.php?pid=S0124-61272007000200008&script=sci_arttext),
Diana Hoyos Valdés nos afirma que "...es más lícita esa esperanza cuando hablamos de
agentes virtuosos, porque el queéstos lo sean depende precisamente de que exhiban
'disposiciones estables' para actuar bien. El logro de esas 'disposiciones estables' ha sido el
fruto de un cultivo largo y consciente por parte del agente, y eso implica un esfuerzo continuo
que hace altamente probable el que el agente continúe actuando así en lo sucesivo."
Con el hallazgo de Hoyos, se sostiene que no hay ninguna incompatibilidad entre fundamentar
una teoríaética en las virtudes y defender la singularidad y objetividad del bien humano. De
este modo, uno podría ver el proyecto aristotélico de basar laética en las virtudes como un
intento por describir las formas en las cuales las personas viven y actúan, para extraer una
base bien informada acerca de lo que es común en ellas; y, así, formar un juicio objetivo acerca
de lo que es el bien humano.
Lo dicho, estaría apoyado en la observación aristotélica de que: "en general, todos los seres
humanos buscan no la forma en que vivían sus ancestros, sino el bien" (Aristóteles, citado por
Nussbaum, op. cit.: 318).
De esta manera encontramos que el proceso de evolución del pensamiento de una nuevaética
de virtudes alejada del relativismo de McIntyre, se encuentra en proceso.

Unidad 6: El razonamiento moral

El desarrollo moral y el desarrollo cognitivo

Hasta aquí, hemos visto que la Deontología nos aporta marcos


referenciales para el obrarético que nos permiten alcanzar algún grado
deéxito si evitamos hacer ciertas cosas, antes de complicarnos con
una abrumadora deliberación interior. Pero, claro está que resultaría
ilusorio pretender contener en un Código la inagotable sucesión de
acontecimientos en los que el hombre podría involucrarse en un
dilemaético. De ser así, la vida virtuosa podría ofrecer más garantías
al hombre para alcanzar la felicidad tras la realización del bien.

    
Si recordamos a Aristóteles, nos decía que esta vida virtuosa se alcanzaba a través de la
repetición de conductas que se transformaban en un hábito. Es decir, algo muy parecido a una
especie de desarrollo moral que se adquiere con el tiempo y la conformación de una
experiencia totalizadora.

El planteamiento aquí sería el siguiente: si vemos que el carácter prudente del hombre
experimentado se logra tras un proceso de modelación temporal, ¿no hay nadie que haya
desarrollado una teoría acerca de la madurez y el obrarético? Y ahora bien, si en el individuo se
van modelando etapas de ese desarrollo moral con el transcurso de los años ¿a todos los
individuos les ocurre lo mismo? Es decir ¿todos pasamos por los mismos grados de
desarrollo? Y, en ese caso, ¿podemos universalizar las etapas de desarrollo moral?

La respuesta afirmativa significa que puede valorarse el crecimiento Psicológico de todo ser
humano desde el mismo punto de vista.  
Resulta bastante razonable pensar que un niño de Jardín de Infantes no estaría en condiciones
de elaborar un pensamiento abstracto que implique en sí mismo la respuesta a un dilema
moral. Ustedes acordarán con nosotros que el niño difícilmente alcance a comprender a Kant o
la premisa utilitarista del mayor bien.      

    
Lawrence Kohlberg, ha ofrecido una respuesta a estos interrogantes afirmando que existen
etapas de desarrollo moral que se relacionan con el desarrollo psicológico del hombre.

Afirma que el hombre va modelando aptitudes cognitivas que le permiten desarrollar pensamientos lógicos y,
como tales, abstractos; y con ello, logra realizar categorizaciones conceptuales, lo que lo ayuda a diferenciar
actos que se ubican en distintas categorías morales.  Por ejemplo, no es lo mismo golpear involuntariamente un
objeto, queéste caiga y golpee a alguien, a que yo tome un objeto y lo arroje contra alguien causando con ello un
daño que puede ser igual en los dos casos.  
    
La teoría de Kohlberg, gira alrededor de dos conceptos fundamentales, como señala Palomo
González, el Juicio Moral y el Sentido de Justicia.  (GONZÁLEZ; Palomo: Lawrece Kohlberg:
Teoría y práctica del desarrollo moral en la escuela.
Disponible  en http://www.aufop.com/aufop/uploaded_files/articulos/1213665403.pdf),  

 El juicio moral:


Lo considera como un proceso cognitivo que nos permite reflexionar sobre nuestros propios
valores y ordenarlos en una jerarquía lógica.
        
 Lo relaciona con la conducta, con la capacidad de asumir roles y con las funciones
cognitivas.
 La raíz del juicio moral es lo que denominaría "Role-Taking" -para otros autores
"reversibilidad", como se verá-, que sería la habilidad de ver las cosas en la perspectiva del
otro. El "Role-Taking" es considerado por el autor -junto con el desarrollo cognitivo- como
condición necesaria para el desarrollo moral y como intermediario entre las capacidades
cognitivas y el nivel alcanzado en este desarrollo moral. Esta capacidad nace de las
interacciones sociales surgidas en las instituciones socializadoras básicas.

El sentido de justicia:
        El sentido de justicia es interés de Kohlberg, como también afirma la autora señalada,
considerando que cambia y se desarrolla con el tiempo a medida que el sujeto se interrelaciona
con el entorno.
        
 De las investigaciones que realizara, Kohlberg deduce que el niño construye sus propios
valores morales y se desarrolla con el ejercicio de su conducta y que es integrante del proceso
del pensamiento que empleamos para extraer sentido de los conflictos morales que surgen de
la vida diaria.

 Kohlberg, descubrió que en el hombre hay tres niveles de desarrollo moral, con dos


etapas cada uno. En este proceso de crecer, nos indica que el hombre, pasa de una etapa a la
siguiente sin saltarse nunca la anterior, lo cual no quiere decir que todos lleguen a los más altos
niveles. Siendo así, una persona puede detenerse en cualquier etapa. Lo que sí plantea, es
que invariablemente una persona para alcanzar la sexta etapa debe sí o sí atravesar cada una
de las etapas previas.
    
Explore a continuación, haciendo clic en el link, una breve descripción de cada una de
las etapas , agrupadas por niveles.

Kohlberg, da a entender que el inicio de nuestra


existencia está signado por el egocentrismo. Y en la
medida que vamos desarrollándonos, resolviendo
conflictos cada vez más intrincados, nos acercamos
a perspectivas morales cada vez más cercanas al
altruismo,  que tiene su máximo desarrollo en la
sexta etapa.  

    
El autor afirma que cada etapa superior representa una forma de desarrollo cognitivo
que de hecho, constituye también una forma de desarrollo moral.
En este sentido, Kohlberg arriesga además que en la misma medida que una etapa
cognitiva va en ascenso/progreso, la etapa moral es correlativa a ese ascenso/progreso;
por lo tanto, cada etapa superior es "más moral" que la etapa anterior, proyectándose en
criterios morales formales de obligatoriedad y universalidad.

Para Kohlberg, el desarrollo cognitivo y el moral van juntos, porque el conflicto


constituye parte del tejido social y laética siempre será un buen lente para enfocar el
problema en busca de su resolución. De esta forma, el autor nos hace ver en qué etapa
de desarrollo moral se encuentran las personas en virtud de sus respuestas a diversos
conflictos.  

A través de uno de los dilemas que utilizara para realizar sus investigaciones,  Kohlberg
nos presenta la aplicación práctica de su análisis en un caso imaginario. Lo veamos.

Una mujer enferma gravemente. Un farmacéutico descubrió el remedio para ese mal y
pide una fortuna por una pequeña dosis. El esposo de la mujer, el señor Heinz, no
alcanza a juntar el dinero necesario y en un acto desesperado, al no haber podido
doblegar la negativa del farmacéutico, que está convencido de su derecho a cobrar lo
que él considere por el fruto de su trabajo, asalta la farmacia y sustrae la medicina para
su mujer.
 
Kohlberg afirma que Heinz obra correctamente, en función de que ubica a “la vida”  por
encima de “la propiedad”. Y justifica su postura afirmando que es así porque
únicamente un razonamiento moral de la sexta etapa puede resolver correctamente el
dilema planteado. A continuación expone brevemente por qué, y en opinión de
Kohlberg, las etapas anteriores a la sexta no pueden enfrentar ni resolver el dilema,
afirmando que se debe poner la vida por encima de la propiedad del farmacéutico y eso
es logrado únicamente por aquel que está en la sexta etapa.
Analizando cómo afrontaría un sujeto el dilema, etapa por etapa, veríamos que
encontrándose en la primera, la segunda o la tercera no hay una aceptación autónoma
del valor “vida”:

1. En la primera etapa, el sujeto evitaría el castigo.


2. En la segunda etapa, su idea del bien va supeditada a sus propios intereses o
conveniencia egoísta.
3. En la tercera etapa su idea del bien estará supeditada a las expectativas de los
demás.
4. El razonamiento de la cuarta etapa, estará supeditado a lo que la “ley” le
informe.
5. En la quinta etapa, el conflicto se profundiza porque se empeña por lograr el
mayor bien para el mayor número y tanto la vida como la propiedad son bienes
no negociables y se queda sin recursos para afrontar la salida al conflicto.
6. Kohlberg analiza que un individuo en la sexta etapa posee una capacidad a la
que denomina reversibilidad, el “Role-Taking” que mencionáramos. Afirma que
cuando dos posibilidades entran en conflicto, debemos asumir el punto de vista
del otro al elegir, es decir, intercambiar nuestra posición con la de otros en la
situación que se juzga.

Mediante el concepto de “reversibilidad”, Kohlberg afirma que cualquiera que entienda


los valores de la vida y la propiedad reconoce que la vida es moralmente más valiosa
que la propiedad.
Ahora bien, ningún proceso de “evolución” es gratuito. Se debe estar preparado para
asumir los costos. Esto permite afirmar que puede haber sujetos que tengan una
capacidad de estar en la sexta etapa pero voluntariamente prefieren razonar a un nivel
inferior. 

Podría preguntarse seguramente, luego de haber analizado cada etapa, ¿recién con el
quinto estadio sería cuando se produce efectivamente el “salto ético”? Podríamos
responder que sí, efectivamente, ya que es aquí donde se evidencia el cambio
cualitativo, es aquí donde se procede a razonar acerca del  contenido y orden de
intereses y valores.
Como bien destaca Lawrence Thomas en “Compendio de Ética”:

“…por vez primera, el desarrollo moral incluye un elemento crítico, pues un aspecto de
este desarrollo es ahora el recurso para criticar a aquellos con los cuales uno se
identifica. Una sociedad que quite sumariamente la vida y limite la libertad de
cualquiera de sus miembros es mala, y punto. Una persona en la quinta etapa juzgaría la
cuestión de este modo —y presumiblemente lo haría independientemente de cuantos
miembros de la sociedad pensasen de otra manera. Así, el valor moral también entra en
escena; pues al contrario que los de los individuos de la cuarta etapa, los de la quinta
etapa no se preocupan tanto por identificarse con los intereses y valores de los demás
como para adoptar de manera acrítica la perspectiva moral de la sociedad. Y los
individuos dispuestos a ser conocidos por tener creencias morales que disienten de las
de la mayoría de sus conciudadanos muestran una dosis de valor moral….”.

El aspecto analizable de estas


palabras radicaría aquí en lo que
forma parte de un código
generalmente aceptado en las
instituciones de carácter policial y
militar. La constante apelación a la
lealtad, al concepto de “camarada”.
En algunos casos esas invocaciones
encasillan a dicha cultura institucional
en la cuarta etapa, evidentemente
cuando se pretende resolver un
dilema moral invocando la
“camaradería”, por sobre los
intereses de la sociedad o, lo que es
peor, por sobre el “valor moral” que el
sujeto pudo haber construido.

En este punto observamos que, para reconocernos en la sexta etapa, lo primero que se
vislumbraría es la existencia de un “mayor coraje moral”, como afirma Lawrence
Thomas en  “La moralidad y el desarrollo psicológico” (Compendio de Ética, págs. 621
a 636);  ello, siempre y cuando se esté dispuesto a pagar los costos de ese “coraje”.
Podemos ver que para llegar a esta “deseable” sexta etapa se requiere, por un lado, el
desarrollo cognitivo básico y, por otro, la entereza como para sostener las propias
convicciones aun a costa de uno mismo.
Thomas, interpretando a Kohlberg, expresa que ese desarrollo cognitivo, no
necesariamente implica la apropiación de ese coraje moral. A su vez afirma, alejándose
aquí de Kohlberg, que sería imposible un desarrollo moral sin un proceso de formación
moral.  Deben incorporarse contenidos sustantivos sobre el bien y el mal. Y más allá de
esta afirmación, que al menos intuitivamente aparece como razonable, surge una nueva
pregunta ¿alcanza esta incorporación de contenidos sustantivos para adquirir “coraje
moral? Obviamente, no.
 

Thomas considera una respuesta adecuada, la idea


de la “autoestima moral” (Thomas, 2004), y para
desarrollar este concepto apela a una explicación
por demás convincente. Afirma que la autoestima se
enraíza en el hecho de que existen ciertas
actividades que realizamos de manera destacada y
en función de ello nos exponemos a la
consideración de los que nos rodean, juzgando
como meritoria nuestra vida a través de la
excelencia en el desempeño de esa actividad.

En determinadas ocasiones, la fuente preponderante de autoestima es una actividad que


desarrollamos en particular, colocando todos sus esfuerzos a ella.   Puede ser nuestro
trabajo, puede ser una actividad deportiva, puede ser la paternidad; y el éxito obtenido
en esta meta puede constituirse como la fuente primordial de nuestra autoestima, sin
tener en cuenta ninguna otra “responsabilidad” de nuestra vida que pueda obstaculizar la
llegada a dicha meta.

Incluso, Thomas afirma que quizás ni siquiera la meta misma haya sido elegida por
nosotros. No todos han tenido la posibilidad de tener que resolver un dilema de carácter
moral que lo dote de la “autoestima” tal que lo convierta en un verdadero “lider moral”,
a punto tal de ser un no tan buen padre o no tan buen deportista, en virtud de que esa
reafirmación de su autoestima le insuma todas sus energías. Incluso el autor analizado
explica que “…quizá  el vincular nuestra autoestima al desarrollo de un aspecto de la
moralidad puede volvernos menos sensibles a las exigencias morales en otros ámbitos”
(Ob. Cit.).

Un punto que debe destacarse de la teoría del desarrollo moral y su paralelismo con el
desarrollo cognitivo de Kohlberg, es su franqueza absoluta al afirmar que la sexta etapa
se inscribe en la ética deontológica y la quinta etapa en una ética utilitarista (ambas ya
desarrolladas), dando a entender que para él la deontología es el estadio más elevado de
moralidad.
Esta afirmación le hizo ganar no pocos detractores, como Lawrence Thomas mismo,
quien reniega no sólo de esa afirmación sino que también reniega del paralelismo entre
los dos desarrollos. Pero no se puede negar, a pesar de ello, que una gran cantidad de
observaciones empíricas de la realidad se basaron en las matrices de Kohlberg, y que, al
menos, dan respuestas a conflictos que deben ser abordados en las sociedades modernas
desde lo cotidiano
En Córdoba, el periódico “La Voz del Interior” publicó dos notas que analizan el grado
de desarrollo moral de los estudiantes de Córdoba Capital, como una búsqueda de
respuestas a los conflictos en la escuela. En “Los chicos crecen, los valores no ”,
disponible en http://archivo.lavoz.com.ar/nota.asp?nota_id=566199, se expone que los
prepúberes y los adolescentes manifiestan actitudes sociales propias de los 8 años.
Mientras que, en el artículo “ La moral se aprende con el otro .”, disponible
en http://archivo.lavoz.com.ar/09/11/09/secciones/sociedad/nota.asp?nota_id=566198,
se relata una experiencia de proyecto participativo para disminuir la violencia en la
escuela primaria.

Volviendo a las críticas, otra detractora de Kohlberg fue la psicóloga


estadounidense Carol Gilligan, quien sostuvo que el problema fundamental de los
estudios de Kohlberg fue su limitación a sujetos masculinos, la cual introdujo una
desviación de los resultados motivada por la distinta educación vital y moral que
recibimos los hombres y las mujeres en la sociedad.

Para ella, los hombres se moverían en lo formal y


abstracto, en el respeto a los derechos formales de
los demás, en el ámbito individual y en las reglas, en
cambio las mujeres se moverían en lo contextual, en
la responsabilidad por los demás, en las relaciones y
en una concepción global y no sólo normativa de la
moral.

A partir de esta concepción, Gilligan elaboró un cuadro del desarrollo moral en el


ámbito de la ética del cuidado que corresponde en grandes líneas al cuadro que propuso
Kohlberg en el ámbito de lo que algunos coinciden en llamar la ética de la justicia.
Aunque formalmente los tres niveles de desarrollo que propone Gilligan se estructuran
sobre la dinámica de los de Kohlberg, su contenido es muy diferente.

Esto tiene que ver


con las diferencias
básicas entre estas
éticas: ambas
defienden la
igualdad, pero la
ética de la justicia
pone el acento en
la imparcialidad y
la universalidad, lo
que elimina las
diferencias,
mientras que la del
cuidado pone el
acento en el
respeto a la
diversidad y en la
satisfacción de las
necesidades del
otro.

Los individuos de la ética de la justicia son formalmente iguales, han de ser tratados de
modo igualitario, los de la ética del cuidado son diferentes e irreductibles y no deben ser
dañados a través de una pretendida universalización.
Hasta aquí podemos decir que las contribuciones de los autores analizados no hacen
sino aportarnos nuevos elementos de análisis sobre un tema que, lejos de estar agotado,
se encuentra en constante debate.

Quizás vaya siendo hora de avanzar en los procesos de razonamiento moral, como
mecanismos de construcción adecuados de un juicio moral que responda a los dilemas
que nos plantea la vida cotidiana.

El Razonamiento Moral

La persona, a lo largo de su
existencia, va desarrollando
capacidades que le permiten resolver
lo que puede presentarse como un
conflicto decisorio.  Estos conflictos,
denominados indistintamente como
disyuntivas, alternativas o dilemas,
suelen representarse como los
distintos caminos que se abren frente
al sujeto; y siendo la vida algo distinto
a las carreteras, no se dispone ni de
cartelería ni de sofisticados sistemas
de información que nos avisen en un
lenguaje neutro, “a cien metros tome
el desvío hacia su derecha”, por
ejemplo.

Ante la ausencia de  referencias evidentes que nos pongan en claro cuál puede ser la
decisión correcta, el proceso de búsqueda de la opción debida se complejiza y en
términos cognitivos claramente estamos ante un dilema que merece un determinado tipo
de razonamiento. 

Y si de razonamiento se trata, queda claro que será necesario hacernos eco de las notas
y sugerencias provenientes del campo de la Lógica, que nos permitirán distinguir el
razonamiento correcto del incorrecto.
Naturalmente, estas palabras no implican que la materia derive en un estudio de Lógica,
fundamentalmente porque coincidiendo con Irving Copi debemos negar que sólo es
posible razonar correctamente si se ha estudiado lógica. “Sostener esto sería tan
erróneo como pretender que sólo es posible correr bien si se ha estudiado la física y la
fisiología, necesarias para la descripción de esta actividad. Algunos excelentes atletas
ignoran completamente los complejos procesos que se operan dentro de ellos mismos
cuando ejecutan sus habilidades y es innecesario decir que los profesores de edad algo
madura que más saben acerca de tales cosas se desempeñarían muy pobremente, si
arriesgaran su dignidad en el campo atlético. Aun con el mismo aparato nervioso y
muscular básico, la persona que sabe puede no superar al atleta natural.”  (COPI, Irving:
Introducción a la Lógica. Eudeba, Buenos Aires, 1962, pp. 10).

Tengamos en claro, además, que entre todos los dilemas en que cotidianamente
podemos encontrarnos se presentan algunos de significativa importancia en la estructura
del sujeto, porque ponen en juego la estructura de valores a la que se adscribe. Es allí
cuando se evidencia la capacidad de razonar acerca de ese contenido y orden de
intereses y valores del que hablábamos en la unidad anterior.

Este tipo de dilemas ni pertenecen a una especie diferenciada de sujetos ni a


determinadas situaciones, sino que pueden plantearse en cualquier ámbito y con mayor
o menor magnitud. Lo que ocurre, es que su correcta resolución dependerá de la
capacidad del sujeto de aplicar el razonamiento moral como elemento fundamental del
proceso de toma de decisiones, en cuestiones que ponen en crisis su sistema ético.
La Ética contribuirá no sólo al análisis del comportamiento, sino que aportará solidez y
congruencia a las decisiones que se adopten, ya que dará el peso relevante a los valores
y deberes morales que hayan asumido y que conformen su sistema moral.

Cuando nos encontremos ante una cuestión que deba resolverse bajo un lente ético, nos
veremos obligados a desarrollar un razonamiento moral. Mediante este razonamiento
trataremos de determinar la verdad o la procedencia de ciertas pretensiones, intereses o
hechos, sobre la base de principios éticos generales planteados en el marco de
determinada teoría ética normativa a la cual adscribamos.  
No podemos dejar de considerar que el proceso de “razonar” tiene un grado de
complicación relevante y el análisis de su validez no resulta sencillo. Partamos de la
base de que todo razonamiento debe tener una estructura lógica precisa.  
Copi nos advierte de lo dicho: “…estamos interesados en la corrección de
razonamientos de cuyas premisas no sabemos si son verdaderas, y a menudo hasta
dependemos de ellos. Ejemplos de situaciones semejantes pueden hallarse fácilmente.
(…) En nuestros asuntos cotidianos, a menudo nos encontramos con diversos cursos de
acción posibles. Allí donde estos cursos de acción constituyen genuinas disyuntivas que
no pueden adoptarse simultáneamente, podemos tratar de razonar para saber cuál
debemos seguir. Generalmente, este razonamiento consiste en calcular las
consecuencias de cada una de las diferentes acciones entre las cuales debemos elegir. Se
suele razonar así: supongamos que elijo la primera alternativa, entonces ocurrirá tal y tal
cosa. Por otro lado, supongamos que elijo la segunda alternativa, entonces se producirá
tal otra cosa. (…) En todos los casos, nos interesa razonar correctamente, pues de lo
contrario podemos engañarnos”. (COPI, Irving: Introducción a la Lógica. Eudeba,
Buenos Aires, 1962, pág. 14).

Por ello, partiendo de ciertas premisas aceptadas, debemos construir juicios morales
válidos a partir de un razonamiento sólido. Tengamos en cuenta que la estructura de un
argumento moral es similar a la de otros tipos de argumentos. Se debe partir de una
primera premisa dada por el o los principios éticos que nos brindarán el criterio
normativo para formular la regla moral que fundamentará la conclusión o juicio moral.  
Otra premisa deberá establecer los hechos, intereses o pretensión que conducen a la
acción emprendida o a emprender. La conclusión que se derive de las premisas, consiste
en el juicio moral relativo al  hecho, interés o pretensión referida en la segunda premisa.

Veámoslo con un ejemplo.


Premisa A: “La justicia como equidad es la
primera virtud”.
Premisa B: “El directorio me ordena que borre
las faltas del hijo del mayor aportante de
donaciones al colegio, evitando que quede libre”.
Conclusión: “Es injusto obrar de dicha manera
porque se viola el más elemental principio de
equidad entre los alumnos, por tanto no se debe
apelar a dicho recurso”

Este proceso de razonar, en primer lugar,  debe contribuir a clarificar los valores y a
establecer un marco para la toma de decisiones éticas. Pero ello entraña dificultades.
En muchos casos los hechos, los principios y las reglas morales aparecen mezclados con
los juicios morales y ello complica cualquier análisis. A su vez, para que un
razonamiento sea válido deben cumplirse ciertos principios formales y evitar ciertas
falacias, o prejuicios cognitivos, bastante comunes y que vician toda pretensión de
verdad de las conclusiones.
Aclaremos, entonces. Un sistema moral se integra con un conjunto de principios éticos,
reglas morales y valores que conforman el acervo de una persona o de un grupo o
subgrupo social. En una pretensión por identificar con claridad estos conceptos,
podemos decir:  

  Principios éticos: forman parte de alguna de las teorías de la ética normativa e


indican cómo decidir entre reglas y valores alternativos. Son mucho más
generales que las reglas morales y resultan aplicables en diferentes situaciones.
 Valores: son las creencias del individuo o del grupo acerca de lo que se
considera importante en la vida, tanto en los aspectos éticos como en otros.
Fundan la formulación de los juicios y las elecciones. Surgen tanto de los
conocimientos adquiridos, como de consideraciones morales. Su incorporación
al sujeto comienza desde la niñez, y se consolidan y amplían con la educación y
el acceso a los medios culturales e informativos. Muchas veces permanecen
implícitos y la persona no ha adquirido capacidades para ordenarlos.
 Reglas morales: se erigen como pautas específicas para actuar, encauzando en
un camino específico al sujeto ante diversas situaciones en las que está
implicado un asunto moral. Estas reglas deben basarse en los valores y en
principios éticos.

Teniendo en claro el alcance de los conceptos desarrollados, se deberán tener en


cuenta una primera regla formal, que el razonamiento que se construya deberá
incluir  los principios éticos generales o, en su caso, la regla moral que
corresponda y, también, los enunciados descriptivos de los hechos que nos
provocan el dilema. No podrá formularse ninguna conclusión si no se utiliza un
principio correcto ni se han descripto adecuadamente los hechos.
Como segunda regla formal, tendremos la Universalidad de la conclusión. 
Situaciones similares, nos conducirán siempre a juicios similares.  Como ya se
dijera, debe prestarse especial atención a la recurrente utilización de argumentos
que inexorablemente invalidarán las conclusiones a que se lleguen y por cierto,
nadie concientemente quiere engañarse a sí mismo en un razonamiento moral.
Esos argumentos serán falaces cuando en una primera instancia aparezcan como
fundados pero que analizados en profundidad no darán sustento a la conclusión a
la que se llegue.
Un aspecto al cual se le debe prestar particular atención en el curso de un
proceso de razonamiento moral es el referido a la eventual presencia de falacias
que podrían llegar a invalidar las conclusiones. Un razonamiento es falaz
cuando, a primera vista, parece apropiadamente fundado en razones que un
análisis más profundo y cuidadoso revela que no ofrecen un real sustento para
los juicios morales que del mismo se derivan.

Irving Copi ha analizado en su “Introducción a la Lógica” estas falacias, y


aquí transcribimos las más comunes:

 Falacia de la conclusión inatingente: se presenta en el argumento un tópico


irrelevante para distraer la atención de la cuestión principal. Esto implica que la
conclusión (juicio moral) no se deriva de las premisas.
 Falacia de la Apelación a la fuerza o Argumentum Ad Baculum: es un tipo
de falacia que se expresa cuando se apela a la fuerza, o a la amenaza de fuerza,
para provocar la aceptación de una conclusión. 
 Falacia dirigida al hombre o Argumentum Ad Hominem (Ofensivo): se
incurrirá en este error de razonamiento cuando, en vez de tratar de refutar la
verdad de lo que se afirma, se ataca al hombre que hace la afirmación.
 Falacia dirigida al hombre o Argumentum Ad Hominem
(Circunstancial): para diferenciarla de la anterior, Irving Copi en la obra citada
expresa “… puede explicarse de la manera siguiente. En una discusión entre dos
personas, una de ellas puede ignorar totalmente la cuestión relativa a la verdad o
falsedad de sus propias afirmaciones y tratar de probar, en cambio, que su
antagonista debe aceptarlas debido a especiales circunstancias en las que éste
puede hallarse. Así por ejemplo, si uno de los contendientes es un sacerdote, el
otro puede argüir que debe aceptar una determinada aserción porque su negación
es incompatible con las Escrituras”.
 Falacia por la Ignorancia o Argumentum Ad Ignorantiam: se comete esta
falacia cuando se sostiene que una proposición es verdadera simplemente sobre
la base de que no se ha demostrado su falsedad, o que es falsa porque no se ha
demostrado su verdad.
 Falacia del llamado a la piedad o Argumentum Ad Misericordian: se incurre
en este vicio argumental cuando para conseguir que se acepte una determinada
conclusión se apela a la piedad del interlocutor.
 Falacia del argumento “al pueblo” o Argumentum Ad Populum: procura
estimular determinados sentimientos y emociones, como un “llamado
emocional”, en lugar de apelar a hechos y razones.
 Falacia de la apelación a la autoridad o Argumentum Ad Verecundiam: se
pretende dar un carácter incontrovertible a un principio sobre la base de que es
sostenido por alguna autoridad indiscutida, por más que sea un principio por
demás discutible.
 Falacia de la causa falsa: falacia que indica el error de tomar como causa de un
efecto, algo que no es su causa verdadera; o establecer que un acontecimiento es
la causa de otro, sólo porque el primero es anterior al segundo. Debe
considerarse como un ejemplo de falacia de la causa falsa, todo razonamiento
que trata de establecer una conexión causal erróneamente.
 Falacia de la pregunta compleja: se afirma que, dado que dos acontecimientos
ocurren juntos, deben estar causalmente relacionados. Copi, nos explica que “…
Todos sabemos que es un poco 'cómico' hacer preguntas como: "¿Ha
abandonado ud. sus malos hábitos?", o "¿Ha dejado ud. de pegarle a su mujer?'
No son preguntas simples, a las que sea posible responder con un directo 'sí' o
'no'. Las preguntas de este tipo suponen que se ha dado ya una respuesta definida
a una pregunta anterior, que ni siquiera ha sido formulada. Así, la primera,
supone que se ha respondido 'sí' a la pregunta no formulada: " ¿Tenía ud.
anteriormente malos hábitos?"; y la segunda supone una respuesta afirmativa a
la siguiente pregunta, tampoco formulada: " ¿Ha ud. pegado alguna vez a su
mujer?" En ambos casos, si se contesta con un simple 'sí' o 'no' a la pregunta
'tramposa', ello, tiene el efecto de ratificar o confirmar la respuesta implícita a la
pregunta no formulada. Una pregunta de este tipo no admite un simple 'sí' o 'no'
como respuesta, porque no es una pregunta simple o única, sino una pregunta
compleja, en la cual hay varias preguntas entrelazadas.  Se comete la falacia de
la pregunta compleja cuando no se percibe la pluralidad de preguntas y se exige,
o se da, una respuesta única a una pregunta compleja, como si fuera simple…”.

Las falacias hasta aquí transcriptas, no agotan el número de falacias que existen, pero al
menos son las más utilizadas y más visibles y que con más frecuencia invalidarán el
curso de todo argumento moral. Sin embargo, con una sencilla lectura de cualquier
discurso político,  ustedes podrán descubrir estas y muchas otras, dando una idea de
cuán presentes están en la vida cotidiana.

Todas las consideraciones hasta aquí realizadas, no tienen otra dirección que aportar lo
necesario para que se reflexione acerca de cuestiones con las que el hombre lidia
cotidianamente, mas pocas veces reflexiona.
Cuántas veces hemos tomado decisiones sin apelar a tanta regla y a tanto análisis, pero
en la medida que los ámbitos de responsabilidad se van ampliando, esas decisiones
comienzan a afectar en muchos casos al propio tejido social. Esto ocurre cuando se
comienza a administrar el poder que implica el ejercicio profesional, poder que deviene
del conocimiento que la sociedad necesita y que el hombre medio requiere para resolver
conflictos para los cuales no está preparado y sólo el “profesional” puede darle la
solución.

En el ejercicio de ese poder, deberán entonces tenerse en cuenta tres cuestiones:


identificar a las obligaciones morales que tenemos, analizar el impacto de las posibles
acciones en los valores del individuo y, finalmente, deberán considerarse los efectos de
las acciones.
Para ello, identificar los propios valores y ordenarlos es crucial para “profesar” un saber
determinado y ello será lo que nos permita resolver los dilemas que se nos presenten.
Hasta cierto punto, podría arriesgarse la idea que en un proceso de razonamiento moral
y en la resolución de dilemas, dependiendo del sujeto que realice el análisis, distintos
serían los puertos a los que se arribaría.
Y no sería erróneo pensarlo así, pero la toma de posición preponderante radica en no
quedar en mar abierto sometido a la furia de los océanos y la inclemencia de las
tempestades.

Lo importante es que deseemos arribar a un puerto, y que hagamos lo que se debe hacer
para lograrlo, consientes de que hemos sido formados para enfrentar el piélago y hemos
adquirido los hábitos de carácter, como para que nada nos doblegue en nuestra
búsqueda.
Unidad 7: La Ética y la Profesión

Nos preparamos para ser profesionales, pero, ¿Qué implica ser profesional?

Para ubicarnos en el contenido del módulo, antes que nada, corresponde hacer unas
consideraciones previas acerca del compromiso que implica ser profesional.  
Pocas veces se toma acabada conciencia de porqué decidimos desarrollar una actividad
determinada, pero podemos coincidir en que a la hora de decidir llevar adelante un
determinado esfuerzo, inciden factores, tanto biológicos como sociales y psicológicos.
Sin pretender profundizar en ellos,  y utilizándonos como ejemplo, cada uno de nosotros
recuerda como han influido en la toma de nuestras determinaciones,  la experiencia, la aptitud
demostrada para determinadas ramas del conocimiento, pero un lugar destacado ocupa la
motivación que tuvimos.
Existen innumerable cantidad de teorías que desarrollan la temática de la motivación, pero casi
todas ellas reconocen en esa "motivación", la energía indispensable para la realización de una
actividad.
Algunas teorías llamadas cognitivas, explican la motivación como el fruto de las expectativas y
la forma de entender el mundo por parte de las personas.  Nos informan que hay dos tipos de
cogniciones que subyacen bajo una actividad o comportamiento determinado.  Por un lado,
valor que le damos a la meta que deseamos alcanzar y por otro, la expectativa de que un obrar
determinado, nos conducirá hacia esa meta.

Para ejemplificar. ¿Cuán motivados para estudiarética estamos?  Si damos valor a laética
como una disciplina que contiene un saber práctico que nos permitirá resolver complejos
problemas en nuestra actividad como gestores de instituciones educativas y a su vez tenemos
altas expectativas de que estudiando los contenidos de la materia, podremos alcanzar la meta,
entonces la motivación será alta, pero de lo contrario -o bajo valor al conocimiento de laética, o
baja expectativa de que estudiando los contenidos alcanzaremos la meta-, la motivación será
baja.

A su vez el cognitivismo, diferencia entre las motivaciones intrínsecas -estudiamos


teoríaséticas porque nos satisface íntimamente  disponer de respuestas a nuestros dilemas
morales-, y las motivaciones extrínsecas -estudiamos teoríaséticas porque así el profesor nos
aprobará en el examen-.
Como se ve, lo extrínseco tiene íntima relación con probabilidad de recompensa.  
Dentro del campo de la indagación psicologicista, es oportuno traer a colación la teoría de la
motivación desarrollada por Abraham Maslow

La motivación es considerada como el conjunto de condiciones que nos hacen actua


de cierta manera.  Existe un conjunto de necesidades que pueden jerarquizarse,
alrededor de las cuales gira el comportamiento humano,éstas son: necesidades
fisiológicas, de seguridad, sociales, del amor propio y las de autorrealización.

El planteamiento desarrollado por este psicólogo estadounidense, exponente de lo que se


conoce como la "psicología humanista",  destaca que el comportamiento del hombre puede
estar en algún momento dirigido a satisfacer varias necesidades a la vez.  
Esto es claramente visible en actividades como la laboral, donde a más de satisfacer la
necesidad de un salario, a la vez permite la "autorrealización" del agente.

Dimensionado de esta manera, el trabajo cobra un papel trascendente, ya que en la mayoría de


los casos las personas "buscan" incesantemente,  dedicarse a labores
"intrínsecamente"  gratificantes,   satisfactorias y que en definitiva otorguen sentido a su
existencia.
Cuantas veces nos hemos visto sumidos en un debate interior tratando de buscar una
gratificación, que vaya más allá de lo económico en nuestrosámbitos laborales.  Eso explica
que muchas veces nos hayamos comprometido en una tarea, que va mucho más allá de
nuestra responsabilidad laboral.

Definitivamente,  lo que un trabajo representa para el hombre, no está determinado por  su  


genética, sino que está determinado social y culturalmente. Una gran cantidad de espacios
socializadores como la  familia, la escuela, en definitiva la cultura, transmite a la gente que
expectativas puede tener de su trabajo.

Un aspecto en el que aún debe profundizarse más, es el hecho de que el hombre busca su
satisfacción, mediante la pertenencia a un equipo de trabajo estable y las  gratificaciones -
intrínsecas y extrínsecas- que recibe con ello.
Ver el trabajo desde esta óptica, obliga a ampliar el espectro de estudio respecto de
las  interacciones sociales que operan enél,  cobrando relevancia la visión de aquel que
gestiona una institución y fundamentalmente la dimensiónética de su accionar.

A modo de ejemplo, autores como Frederick Herzberg, con su teoría de la motivación y su


exposición sobre lo que se considera como factores de higiene y factores de motivación, nos
dan una idea respecto cuales son los factores que deben tenerse en cuenta para que el
trabajador se sienta motivado, para que encuentre un camino para su satisfacción.
Pero lo importante aquí, es considerar el trabajo como la actividad donde el ser humano  puede
autorrealizarse.
De hecho, en función de la responsabilidad que se tenga en elámbito institucional no sólo se
puede autorrealizarse, sino que también es posible incrementar las posibilidades de
autorrealización de los otros miembros del equipo.
Aquí, se hace necesario recalcar, que al referirnos a la autorrealización, se puede decir que lo
fundamental es  generar lo necesario para que el trabajo tenga propiedades intrínsecamente
motivadoras.  Esto, redundará en un mayor compromiso del equipo en elámbito laboral.

En ocasiones las empresas desconocen las metas de sus empleados, y así violan la regla
kantiana de tomar al otro como un fin en sí mismo y no como un medio.  
Ante esta situación cobra mucho más sentido contar con sólidos principios que nos permitan,
no sólo lograr la realización personal, sino que, como agentes morales, procurar lo necesario
para la realización de todos y con ello alcanzar el más alto rendimiento para la institución que
nos cobija.
Pero a estas alturas del desarrollo, ustedes dirán, ¿y la pregunta inicial?   ¿Qué implica ser
Profesional?
En el caso de las profesiones, lamento informarles que la respuesta no sólo incluye todo lo
dicho hasta ahora, respecto de las posibilidades de autorrealización que debe brindar el
trabajo, sino que debe tenerse en cuenta la responsabilidad que implica ser profesional.

Esa responsabilidad que asume aquel que ejerce una profesión, se ve reflejada no sólo en la
valoración social que tienen los profesionales, sino también el la expectativa de la sociedad
respecto del bien social que debe producir el profesional.
Su estatus exige que reciba un significativo volumen de información científica específica, y sus
conocimiento  aplicados, inciden en forma directa en el fortalecimiento o debilitamiento de un
país, sea en su confiabilidad económica, sea en su confiabilidad política, sea en su
confiabilidad institucional.

Podemos definir entonces, que una profesión se caracteriza por un alto nivel de competencia y
la búsqueda del bien común.  Tan es así que el ejercicio profesional es de interés público y el
Estado interviene en la acreditación de la calidad de formación que un profesional ha recibido -
las carreras son aprobadas por órganos administrativos del Estado-, y en muchos casos
controla el ejercicio mismo de la actividad profesional a través de los Colegios Profesionales.
Por lo tanto, el ejercicio de una profesión requiere capacidad, actitud de servicio y
responsabilidad social.
Siendo así las características de lo que implica ser profesional.  Habiendo visto los
requerimientos para el ejercicio profesional, será tarea de ustedes ver los vínculos de laética
con el trabajo, ver los vínculos de laética con el ejercicio profesional.

Por nuestra parte, lo que nos toca en este punto, es invitarlos a que profesen junto con
nosotros en actitud perseverante,  el compromisoético que signa nuestro desempeño
profesional.
Ahora, los invitamos a llevar adelante la actividad número 1 del módulo, y volcando en ella lo
estudiado hasta ahora.
    
Unidad 8: La Ética en la Institución Educativa  

En esta segunda unidad pretendemos enfocar la disciplina objeto de nuestro estudio en lo que
será su futuro espacio de desarrollo profesional.  Esto, no implica renunciar ni a la universalidad
propugnada por Kant (Ver contenidos del Módulo 1), ni a los valores objetivos de Nussbaum
(ver contenidos del Módulo 2)   Implica reconocer que las contingencias en las que se vean
envueltos, las decisiones que tomen, las cargas que asuman, todo eso lo será precisamente
dentro de una organización y de un tipo muy especial de organización, donde confluyen no sólo
sus expectativas, sino donde la sociedad espera germine la semilla de un futuro promisorio
para todos.

Deben tener en cuenta que toda organización posee una estructura ética, con sus elementos
constitutivos y que funda su cultura organizacional, y con ella muestra un desempeño ético
determinado.
Esa cultura organizacional, se sustenta por un complejo entramado de creencias y valores,
entre los cuales se encuentran valores de contenidoético.

En el caso de las instituciones educativas, debe tenerse en cuenta fundamentalmente el


"estado del arte de educar" y con ello, resulta vital el análisis de la identidad docente, de
aquellos que saben, saben hacer, saben como hacer y hacen.
De manera general debemos aclarar que la identidad profesional es concebida como una
unidad simbólica,  construida en relación a un tipo especial de espacio de trabajo y a un grupo
profesional de referencia. También, como un fenómeno social de apropiación de modelos que
se definen a partir de políticas sociales y opciones políticas, en un sentido amplio. Desde esta
perspectiva, analizar  la identidad  profesional implica reconocer individuos situados en un
contexto, donde se operativizan estrategias que explícita o tácitamente se orientan a alcanzar
fines específicos.
Pero esa identidad, como así también, el sistema educativo, están insertos en una institución
que, como se dijera ha generado  una cultura que fija con claridad lo que  es posible en la
escuela, dependiendo de su organización, del modelo de gestión que se imponga, del tipo de
liderazgo y conducción que en ella impera, y obviamente, de la población que cobija.
Coincidirán con nosotros en el trascendente impacto que genera en esta temática el estilo de
gestión que se despliegue en la institución y de las  formas de relación que se construyan en el
establecimiento, entre directivos, profesores, alumnos yáreas de apoyo.

En los casos en que quien gestiona la institución promueva el desarrollo de una lógica
organizacional profesional -según entendemos profesión como lo desarrolláramos en el punto
anterior y en la actividad número uno del módulo- ,  se abrirán espacios y orientaciones para
que la escuela y en especial el resto de los docentes puedan cumplir sus fines últimos.
De lo contrario la frustración de los actores derivaría en un sufrimiento, al que de hecho no son
ajenas gran cantidad de relaciones en instituciones que exceden elámbito educativo, y como
verán al leer el ensayo de Otto Kernberg, La Evolución Paranoica en las Organizaciones , la
respuesta está en laética.

Tal como indica John Rawls, aceptar y respetar los valores compartidos es la primera condición
que debe cumplir una sociedad decente.  Lo mismo ocurre en cualquier organización.  Laética
no es un bien suntuario del que pueden prescindir las instituciones.  La justicia, la libertad, el
respeto a la diversidad, la tolerancia, el respeto de los derechos humanos, para empezar,
deben ser realidad operante de cualquier organización.
Pero más acá de laética de la organización, es necesario profundizar en esa ya mencionada
identidad docente, donde anida unaética que debe ser comprendida.
   
"...la docencia es una virtud ciudadana.  Virtud, en el sentido del hábito de saber elegir cada vez, y con razones, lo
que es bueno enseñar.  Virtud ciudadana, porque se trata una tarea pública, regida por principios de justicia. ...tres
propiedades... definen esta virtud ciudadana de enseñar..."  "...la hospitalidad, la acogida del otro en cuanto otro,
sabiéndonos interpelados por el rostro del niño..." "...la alegría, esa pasión que aumenta la potencia de actuar..." "...
la resistencia inteligente y responsable frente a toda "naturalización" de la infancia, que pretende resentarla (y
dominarla) desde un pensamiento único....". Carlos Cullen "Entrañas Éticas de la Identidad Docente"

A partir de aquí lo invitamos a estudiar la bibliografía recomendada como obligatoria de autoría


del filósofo Carlos Cullen y a realizar las actividades 2, 3 y 4 del módulo.

Unidad 9: Los Códigos de Ética


¿Hacen falta los Códigos deÉtica en las profesiones?
      
En la Unidad 7 del presente módulo analizamos el sentido de ser "profesional" Analizamos la
valoración social de las profesiones y las  expectativas que deposita en ellas la comunidad
política, respecto incluso, de la definición del modelo de país, en virtud de ser los más
preparados y con ello los poseedores de una perspectiva más amplia  que la del hombre
común.  
Ese estatus, obliga  a su vez a los profesionales a que expliciten, hagan públicos, los principios
que rigen su actividad profesional.  Fundamentalmente porque son poseedores de un poder,
que incluso el propio Estado procuró que se consolidara en ellos.  El poder del conocimiento.  

Competencia y bien común, como vimos, son caracteres de las profesiones.  Ahora bien,
recordemos que la consideración social respecto de una profesión tiene una significación
trascendente a la hora de permitir la autorrealización del profesional.
Esa consideración social vista en el documento "Ética de las Profesiones" de Adela Cortina, en
la actividad número uno del módulo, se consolidará a través de la efectiva producción de los
bienes sociales que la comunidad espera de una profesión dada. Pero para consolidar el
concepto de profesión de una actividad determinada, hace falta que se lleven adelante otras
tareas.

Como bien afirma Jorge Fernández Pérez en su artículo:"Elementos que consolidan el


concepto de profesión" (publicado en la Revista Electrónica de Investigación Educativa),
disponible en el sitio web: http://redie.uabc.mx/vol3no2/contenido-fernandez.html ; los códigos
deética son considerados elementos constitutivos de las profesiones:

"...En forma inseparable a la definición actual de una profesión, se encuentra un código deética
que dirige las actividades de cada profesión. Este código requiere de una conducta y práctica
más allá de las obligaciones morales personales de un individuo. Quienes practican una
profesión definen y demandan parámetros elevados de comportamiento..."

Así, la adopción de un Código de  Ética que defina los deberes de los profesionales, y permita
la evaluación de su tarea, es un escalón más hacia el reconocimiento de su profesión, máxime
al tratarse de una profesión que debe caracterizarse por un alto grado de confianza pública.  
Por el bien social que deben producir, la función de los  profesionales en gestión de
Instituciones Educativas,  requiere ganarse y conservar el respeto de la ciudadanía en forma
permanente.

 Contar con un Código Ético, representa haber dado un paso trascendente, representa disponer de un marco
normativo deontológico que erige el elemento básico en el que basarse en el momento de exigir determinadas
conductas, y representa también poner en conocimiento de la ciudadanía qué expectativas pueden tener respecto
al profesional con el que deben mantener alguna relación, por una u otra razón.

Bien podemos admitir que es cierto que un código deética, jamás es garantía suficiente de que
sus destinatarios se ajusten a los valores, principios y normas que lo componen.
Pero también es dable afirmar que expresa lo que los profesionales esperan de sí mismos, y lo
que la sociedad puede esperar de ellos.
También es cierto que en el Código, nunca podrán estar expresadas las soluciones a todos los
conflictos que pueden presentarse al gestor educativo, pero si estarán principios generales que
le servirán de invalorable guía.
Concluyendo, le invitamos a analizar el texto de Jorge Fernández Pérez, citado "ut supra y a
llevar adelante las actividades de la unidad.

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