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Amaro Junio del 2023

Cuadernos de

Cusco - Perú

EL METODO FUJIMORI:
TRES OBJETIVOS EN UN
MOVIMIENTO

Por: LAURA ARROYO GARATE


MÉTODO FUJIMORI:
Tres objetivos en un movimiento
Por: Laura Arroyo Gárate

En el ajedrez, la amenaza del ataque es siempre más temible que el ataque mismo.
Esta frase describe a la perfección lo que ha hecho Keiko Fujimori en una rueda de
prensa hace seis días, primero, y en entrevistas después. Su primer titular no dejó
lugar a dudas: “la gente lo que quiere es más acción y menos triunfalismo”.

Un mensaje con el que buscó mostrarse en confrontación con Dina Boluarte quien
acababa de realizar un balance de sus primeros seis meses en Palacio de Gobierno.
Ni Fujimori ni Boluarte mencionaron siquiera a los más de sesenta peruanos y
peruanas fallecidos por este gobierno del cual ambas forman parte activa, ni las
múltiples violaciones contra los derechos humanos, la información internacional
que da cuenta de ello, etc.

No es de extrañar tratándose de dos aliadas. Sin embargo, a partir de ese momento


se ha iniciado una ronda de especulaciones sobre las intenciones de Fujimori y se
habla de la posibilidad de fractura o, cuando menos, del desplazamiento de posi-
ciones al interior de la coalición de poderes que cogobiernan en esta dictadura.
¿Ruptura? Me temo que no. Pero no por ello, el asunto es menor. En el ajedrez,
como decía, la amenaza del ataque es siempre más temible que el ataque mismo.
Este es el Método Fujimori.

Fujimori no es en vano una de las políticas más experimentadas en el país. Eso


dice mucho de la situación de crisis política y sistémica que vivimos. Que sea la ex
primera dama de la dictadura la que pueda ponerse el rótulo de política más ex-
perimentada, y que sea su partido -dinástico y delincuencial- uno de los de vigen-
cia más larga nos permite entender por qué antes que operaciones descoordinadas
o manotazos de ahogado, en la tienda naranja se despliega la política con cálculo.
De forma metódica. E incluso con orden aun cuando Fujimori se encuentre en pos-
turas distintas a las de los voceros de su bancada en alguna ocasión. El cierre de
filas es rápido en torno a su figura. Y en esta ocasión se vuelve a confirmar.

No vemos, entonces, ni fractura ni alejamiento, sino cálculo. Estrategia. Método.


Hay tres objetivos a alcanzar. Tres objetivos que logra con un sólo movimiento: La
amenaza a Boluarte, el anuncio de una hoja de ruta para los poderes que cogobier-
nan y llenar el vacío que existe en un contexto donde no existe ningún tipo de
oposición institucional.

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Objetivo 1: “Ubícate, Boluarte”

Keiko Fujimori ha logrado en menos de una semana marcar la agenda pública


mejor de lo que lo hace Boluarte desde el Gobierno. Ha realizado una gira por los
espacios comunicativos del poder mediático porque ahí se pasea como en casa. Ha
puesto en el centro del interés tanto en las tiendas de derechas como de izquierdas
la interpretación sobre su “relanzamiento” y, por supuesto, ha dejado como titular
que ella “es” la opositora a este gobierno y que el adelanto electoral está siempre
abierto. Dos titulares con el mismo subtexto: Dina Boluarte, ubícate.

Pero no es que a Fujimori le interese el adelanto electoral ni que lo vea necesaria-


mente cerca. Nuevamente, la amenaza del ataque es más temible que el ataque. Lo
que Fujimori busca es advertir a Boluarte. Darle una dosis de ubicaína frente a un
contexto de ebullición social preparándose hacia julio y con la elección de la Mesa
del Congreso a la vuelta de la esquina. No es el adelanto electoral el mensaje, ni
su posible postulación. Es la advertencia. El recordatorio de que Boluarte puede
llevar la banda presidencial, pero no por eso es presidenta. Pero el mensaje no se
limita a Boluarte.

Fujimori busca resonar también en las tiendas de la coalición. Un mensaje a la in-


terna que le recuerda a sus aliados que Boluarte es la coyuntura pero Fujimori es
el proyecto. El destino. La mejor vía para que la dictadura de poderes garantice su
supervivencia. Y su mensaje ha calado. En cuanto ha aparecido en escena este pri-
mer objetivo se ha cumplido del todo.

No es sólo Keiko Fujimori recordándole a Boluarte su función, sino todos los po-
deres que en menos de una semana han cambiado los marcos discursivos y han
iniciado una performance de oposición blanda a la dictadura. Otárola en la diana,
pero no sólo él. Es Boluarte a la que apuntan en la sien para recordarle que su
utilidad depende de Fujimori porque, al final del día, es ella la que manda y Bo-
luarte sólo es la circunstancia. Esta demostración de fuerza desplegada por Fuji-
mori es necesaria para el objetivo 2: delinear la hoja de ruta de la segunda fase del
pacto.

Objetivo 2: Avanzar posiciones

Podría parecer que no tiene sentido querer seguir avanzando posiciones cuando
de facto la dictadura está ocupando y quebrando todo vestigio de institucionali-
dad con relativa rapidez y facilidad. Pero si algo está comprobado históricamente
es que cuando los regímenes autoritarios y, todavía peor, los bloques reaccionarios
y fascistas, ocupan algún espacio de poder, nunca les basta. Si avanzan un centí-
metro, lo harán un kilómetro. Y lo estamos viendo.

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Suele decirse que el pacto que hizo a presidenta a Dina Boluarte se basó en un
objetivo concreto: quedarse todos hasta el 2026. Error. El pacto delinea un “para
qué” antes que un “qué”. No buscan quedarse, buscan quedarse para algo. Esa
segunda fase del pacto no ha sido fácil de alcanzar debido a la resistencia popular
que pone el freno constantemente a este contubernio que, aun así, de manera ma-
tonesca y autoritaria, avanza a diario en buena parte del plan.

Sin embargo, Keiko Fujimori entiende que es momento de dar pasos hacia ade-
lante y dejar la defensiva en la que este Gobierno está acorralado desde el 8 de
diciembre. Y lo hace porque comulga plenamente con las políticas represivas del
gobierno frente a la oposición popular. Así como Boluarte se pregunta, en público,
a cuántos más tendrá que matar para que dejemos de marchar, Fujimori entiende
que si hay que matar, se mata, pero que “al menos” se avance en el plan de res-
tauración y recrudecimiento del régimen del 93.

El segundo objetivo del Método Fujimori es el de plantear la hoja de ruta para esta
segunda fase: recrudecer el modelo a partir de la implementación de una suerte
de paquetazo neoliberal de medidas que beneficien y otorguen aún más poder a
los otros gobernantes del Perú actual: el poder económico y empresarial que han
sostenido y siguen sosteniendo a Boluarte por entenderla útil.

Es así como se explica la arremetida contra el sistema de pensiones que tiene a


Rosángela Barbarán (Fuerza Popular) como principal alfil defensor en el Congreso
de la República. Una medida que busca acabar con el sistema de pensiones públi-
cas y cambiar el paradigma de jubilaciones en el Perú que pasaría a obedecer la
lógica de los modelos individuales de las AFP. Sin duda, una victoria para el poder
económico y empresarial. No en vano el triángulo gubernamental en el 93 incluía
a Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, pero también a Dionisio Romero. Hoy
el pacto incluye a más actores pero cuenta con el poder económico en el eje del
acuerdo.

La evidencia está, nuevamente, en las declaraciones nada accidentales de Keiko


Fujimori. Se ha hablado mucho de la cabeza de la Ministra de Salud como su “ob-
jetivo”, pero lo cierto es que esa era la cabeza útil para plasmar el mensaje debido
a la epidemia del dengue que ponía en debilidad a la ahora exministra. A Fujimori
le importan más otras carteras: “¿Cómo es posible que la Presidenta del Perú no
haga nada frente a la corriente de estatización que tiene su Ministro de Energía y
Minas? Ni qué decir de la Ministra de Agricultura que ha ejecutado menos del
15% del Presupuesto de Punche Perú.”

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Fujimori exige Ministerios, sí, pero sobre todo políticas. Lo dicho: paquetazo de
medidas neoliberales. Un guiño al poder económico para que, nuevamente, re-
cuerde que ella sigue siendo la líder que necesitan.

Y todo indica que la presión le funcionará ya que Boluarte no se encuentra en la


posición de poder negarse a implementar nada que le pidan, ni le interesa hacerlo
si ello garantiza su impunidad. El pacto es el pacto. O cumple o deja de ser útil. Y
si deja de ser útil, cae. Quien pacta con diablos hipoteca algo más que el alma.

Objetivo 3: Llenar el vacío

En política no hay espacios vacíos. Todo vacío se llena. Alguien lo ocupa. Y Keiko
Fujimori quiere ocuparlo. ¿Cuál es el vacío? El espacio de la oposición.
En el Perú actual no hay oposición institucional. La única oposición hoy está en
las calles. Es una oposición popular.

Los partidos políticos llamados a ejercerla se encuentran desprestigiados por el


tsunami que es la crisis sistémica que ha dejado herida a toda la clase política. En
el Congreso, algunos pueden intentar plantear que son distintos a la mayoría de
esa institución, pero es una estrategia perdedora. El Congreso es un todo despres-
tigiado. Ser buen Congresista en este contexto es inútil. Más opositor será cual-
quiera que se atreva a dejar el escaño y sumarse a las calles.

En un país con un 81% de peruanos y peruanas en contra del gobierno pero que
no se ve representado en ningún tipo de oposición ejercida desde los espacios de
representatividad “formal”, hay un vacío muy amplio. Fujimori quiere llenarlo.
Al menos intentar sacar algún rédito de un espacio donde nadie está sabiendo
pescar. Y su objetivo responde a una lectura electoral táctica.
Fujimori es consciente de que sólo puede sostenerse y crecer electoralmente por
dos vías: por un lado, por el ala conservadora que siempre la ha apoyado electo-
ralmente. Hoy esa ala está menos cohesionada por los nuevos liderazgos que per-
forman una suerte de trumpismo a la peruana (López Aliaga) y por el mismo go-
bierno que lidera Boluarte y que mantiene ese suelo de 14% de aprobación. De ahí
que Fujimori se haya posicionado con respecto a ambos personajes. Ha llamado
“nuevo” a López Aliaga para señalar su inexperiencia. No quiere que otros pes-
quen en su río. Y, sobre Boluarte, sólo ha necesitado aparecer para recordarle a los
poderes que no es la líder “que necesitan”.

Pero hay otra vía por donde Fujimori necesita sostenerse y crecer electoralmente
y que está en riesgo: el ala popular que hoy está manifestándose contra Boluarte y

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que reconoce en Fujimori a una aliada de dicho gobierno. La performance de Fu-
jimori responde también a la necesidad de mantener al menos un porcentaje de
esos apoyos que ya en 2021 se fue tanto al nulo o viciado como a Pedro Castillo.

Entre el precio de ceder el terreno a la ultraderecha y el de perder el terreno po-


pular, Keiko Fujimori necesita relanzarse para contener el sangrado por cualquiera
de esos dos espacios y eso es precisamente lo que está intentando hacer. Método.
Pero sabe que, en cualquier caso, ella gana si se queda Boluarte acorralada y obe-
diente, gana si Boluarte es reemplazada por uno de sus leales en el Congreso y
también gana si hay adelanto electoral. El método está estratégicamente diseñado.

La pregunta de fondo, sin embargo, es si este método funcionará. Es verdad que


Fujimori entra en el debate público con facilidad y ese es su principal activo. Los
poderes, además, la siguen reconociendo -incluso quienes lo hacen a regañadien-
tes- como la mejor carta que tienen para preservar el establishment aunque haya
perdido tres elecciones. Y, el temor frente a la imposibilidad de detener las protes-
tas obliga al bloque que cogobierna a replegarse y ver en Keiko Fujimori la vía de
contener la democratización que exigen las mayorías.

Pero resulta ingenuo creer que ella no ha sido también arrastrada por el tsunami
de la crisis sistémica en clímax que vivimos. Si bien su amenaza consigue objetivos
concretos, no deja de ser una amenaza a la que hay que responder con mayor ofen-
siva política. Son ellos los que están reaccionando frente al movimiento popular
que avanza implacable.

Al final del día, por más jugadas de ajedrez político que busque protagonizar la
Señora K, hay un proverbio italiano que nos recuerda que “una vez terminado el
juego, el Rey y el Peón vuelven a la misma caja”. A Boluarte y a Fujimori les espera
el mismo destino.

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