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Cuadernos de
Cusco - Perú
EL METODO FUJIMORI:
TRES OBJETIVOS EN UN
MOVIMIENTO
En el ajedrez, la amenaza del ataque es siempre más temible que el ataque mismo.
Esta frase describe a la perfección lo que ha hecho Keiko Fujimori en una rueda de
prensa hace seis días, primero, y en entrevistas después. Su primer titular no dejó
lugar a dudas: “la gente lo que quiere es más acción y menos triunfalismo”.
Un mensaje con el que buscó mostrarse en confrontación con Dina Boluarte quien
acababa de realizar un balance de sus primeros seis meses en Palacio de Gobierno.
Ni Fujimori ni Boluarte mencionaron siquiera a los más de sesenta peruanos y
peruanas fallecidos por este gobierno del cual ambas forman parte activa, ni las
múltiples violaciones contra los derechos humanos, la información internacional
que da cuenta de ello, etc.
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Objetivo 1: “Ubícate, Boluarte”
No es sólo Keiko Fujimori recordándole a Boluarte su función, sino todos los po-
deres que en menos de una semana han cambiado los marcos discursivos y han
iniciado una performance de oposición blanda a la dictadura. Otárola en la diana,
pero no sólo él. Es Boluarte a la que apuntan en la sien para recordarle que su
utilidad depende de Fujimori porque, al final del día, es ella la que manda y Bo-
luarte sólo es la circunstancia. Esta demostración de fuerza desplegada por Fuji-
mori es necesaria para el objetivo 2: delinear la hoja de ruta de la segunda fase del
pacto.
Podría parecer que no tiene sentido querer seguir avanzando posiciones cuando
de facto la dictadura está ocupando y quebrando todo vestigio de institucionali-
dad con relativa rapidez y facilidad. Pero si algo está comprobado históricamente
es que cuando los regímenes autoritarios y, todavía peor, los bloques reaccionarios
y fascistas, ocupan algún espacio de poder, nunca les basta. Si avanzan un centí-
metro, lo harán un kilómetro. Y lo estamos viendo.
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Suele decirse que el pacto que hizo a presidenta a Dina Boluarte se basó en un
objetivo concreto: quedarse todos hasta el 2026. Error. El pacto delinea un “para
qué” antes que un “qué”. No buscan quedarse, buscan quedarse para algo. Esa
segunda fase del pacto no ha sido fácil de alcanzar debido a la resistencia popular
que pone el freno constantemente a este contubernio que, aun así, de manera ma-
tonesca y autoritaria, avanza a diario en buena parte del plan.
Sin embargo, Keiko Fujimori entiende que es momento de dar pasos hacia ade-
lante y dejar la defensiva en la que este Gobierno está acorralado desde el 8 de
diciembre. Y lo hace porque comulga plenamente con las políticas represivas del
gobierno frente a la oposición popular. Así como Boluarte se pregunta, en público,
a cuántos más tendrá que matar para que dejemos de marchar, Fujimori entiende
que si hay que matar, se mata, pero que “al menos” se avance en el plan de res-
tauración y recrudecimiento del régimen del 93.
El segundo objetivo del Método Fujimori es el de plantear la hoja de ruta para esta
segunda fase: recrudecer el modelo a partir de la implementación de una suerte
de paquetazo neoliberal de medidas que beneficien y otorguen aún más poder a
los otros gobernantes del Perú actual: el poder económico y empresarial que han
sostenido y siguen sosteniendo a Boluarte por entenderla útil.
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Fujimori exige Ministerios, sí, pero sobre todo políticas. Lo dicho: paquetazo de
medidas neoliberales. Un guiño al poder económico para que, nuevamente, re-
cuerde que ella sigue siendo la líder que necesitan.
En política no hay espacios vacíos. Todo vacío se llena. Alguien lo ocupa. Y Keiko
Fujimori quiere ocuparlo. ¿Cuál es el vacío? El espacio de la oposición.
En el Perú actual no hay oposición institucional. La única oposición hoy está en
las calles. Es una oposición popular.
En un país con un 81% de peruanos y peruanas en contra del gobierno pero que
no se ve representado en ningún tipo de oposición ejercida desde los espacios de
representatividad “formal”, hay un vacío muy amplio. Fujimori quiere llenarlo.
Al menos intentar sacar algún rédito de un espacio donde nadie está sabiendo
pescar. Y su objetivo responde a una lectura electoral táctica.
Fujimori es consciente de que sólo puede sostenerse y crecer electoralmente por
dos vías: por un lado, por el ala conservadora que siempre la ha apoyado electo-
ralmente. Hoy esa ala está menos cohesionada por los nuevos liderazgos que per-
forman una suerte de trumpismo a la peruana (López Aliaga) y por el mismo go-
bierno que lidera Boluarte y que mantiene ese suelo de 14% de aprobación. De ahí
que Fujimori se haya posicionado con respecto a ambos personajes. Ha llamado
“nuevo” a López Aliaga para señalar su inexperiencia. No quiere que otros pes-
quen en su río. Y, sobre Boluarte, sólo ha necesitado aparecer para recordarle a los
poderes que no es la líder “que necesitan”.
Pero hay otra vía por donde Fujimori necesita sostenerse y crecer electoralmente
y que está en riesgo: el ala popular que hoy está manifestándose contra Boluarte y
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que reconoce en Fujimori a una aliada de dicho gobierno. La performance de Fu-
jimori responde también a la necesidad de mantener al menos un porcentaje de
esos apoyos que ya en 2021 se fue tanto al nulo o viciado como a Pedro Castillo.
Pero resulta ingenuo creer que ella no ha sido también arrastrada por el tsunami
de la crisis sistémica en clímax que vivimos. Si bien su amenaza consigue objetivos
concretos, no deja de ser una amenaza a la que hay que responder con mayor ofen-
siva política. Son ellos los que están reaccionando frente al movimiento popular
que avanza implacable.
Al final del día, por más jugadas de ajedrez político que busque protagonizar la
Señora K, hay un proverbio italiano que nos recuerda que “una vez terminado el
juego, el Rey y el Peón vuelven a la misma caja”. A Boluarte y a Fujimori les espera
el mismo destino.