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Goldberg, La Poblacion Negra Desde La Esclavitud Hasta Los Afrodescendientes Actuales
Goldberg, La Poblacion Negra Desde La Esclavitud Hasta Los Afrodescendientes Actuales
dad. Los negros serán entonces imposibles de rastrear, porque esa cate-
goría era compartida con individuos blancos provenientes del norte o
de otras regiones de ese continente.
Su exclusión del discurso oficial del último tercio del siglo XIX, ela-
borado a partir de conceptos como civilización y barbarie, progreso y
raza, se consideraba necesaria para la construcción de la Argentina co-
mo una nación primordialmente europea y culturalmente homogénea.
Esta política de Estado, que se propuso europeizar el país y hacer
desaparecer “las razas inferiores”, expuesta reiteradamente por autores
como Mitre, Alberdi y Sarmiento, fue también explicitada por múlti-
ples políticos y escritores de la época.
Alberto Martínez, en la Introducción del tomo I del Tercer Censo
Nacional, sostenía por ejemplo que de la fusión
[de las tres razas] resultó ese tipo original, en que la sangre euro-
pea ha prevalecido por su superioridad, regenerándose constan-
temente por la inmigración, y a cuyo lado ha crecido mejorándo-
se esa otra raza mixta del negro y del blanco, que ha asimilado las
cualidades físicas y morales de la raza superior.4
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trata y que la mortalidad era muy alta, el aumento observado hacia 1815
sólo podría explicarse por la inmigración que se produjo desde 1744 o,
a lo sumo, desde fines del siglo XVIII, o por el ingreso ilegal posterior a
la prohibición.
Un inventario de bienes muebles de Juan Manuel de Rosas de 1825
suministra una detallada descripción de sus 32 esclavos (19 en San
Martín; 11 en Los Cerrillos; uno en Buenos Aires y uno en Camarones
de Anchorena) que, en su totalidad, figuran con oficios como estancie-
ro, carpintero o albañil. En 1836, en sus propiedades figuran: en Azul
4 pardos y negros; en la estancia Los Cerrillos, 29 pardos y negros; en
San Genaro 14 pardos y negros, y en Las Vizcacheras dos pardos y ne-
gros, pero no puede saberse si aún son esclavos. Lo mismo ocurre con
los ocho pardos y negros de Nicolás Anchorena en Camarones y sus
puertos y con los 18 pardos y negros de Montes Grandes en 1838, ya
que los censos de propiedades de 1836 y 1838 sólo registran el nombre
del propietario y la cantidad de blancos, pardos y negros, extranjeros,
tropa y familia de tropa. Por otra parte, en la categoría “pardos y ne-
gros” no se diferencian sus integrantes por edad, sexo ni, tampoco, por
grupo étnico ni como libre o esclavo.
De la información disponible sobre 37 partidos sólo consideramos el
porcentaje aproximado (hecho el promedio entre ambos censos) de “par-
dos y negros” en el total de pobladores, ejercicio que muestra por un la-
do diferencias importantes de un partido a otro10 y, por otro, que sólo
tres partidos (Patagones, Baradero y San Pedro) concentran práctica-
mente la cuarta parte de los “pardos y negros” existentes. Baradero y San
Pedro muestran como tantos otros partidos un pico de población de co-
lor en ese año y un decrecimiento posterior. En Patagones, la cantidad
de africanos se explicaría gracias al significativo ingreso de esclavos re-
alizado por los corsarios habilitados por la guerra con el Brasil durante
1826 y 1827. Algunos de ellos fueron transferidos a Bahía Blanca, cuyo
padrón de 1837 registra un 14,3% sobre el total de habitantes, y también
a las islas Malvinas en agosto de 1828. En mayo de 1829 integraron la re-
cién creada “Compañía de Argentinos de Patagones” y constituían para
1837 el 37,3% de la Guardia Constitución.
HISTORIA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 293
LA FAMILIA ESCLAVA
La soltería de los varones esclavos del censo de 1815 podría ser una de
las causas de la baja tasa de fecundidad esclava. Este rasgo caracterizó
a toda América y ha sido explicado por una gran gama de factores so-
ciales, culturales y fisiológicos interrelacionados, como la pobre ali-
mentación, el ritmo de trabajo intenso, el “shock emocional” derivado
del trasplante y la esclavitud, las enfermedades venéreas, la incidencia
de los abortos y de los infanticidios, y la distorsión de la familia produ-
cida, entre otros motivos, por la desigual proporción de los sexos. Un
elemento a destacar es que, aun en África, la mujer esclava era reacia a
la procreación y, por lo tanto, era apreciada como productora pero no
como reproductora.
La formación de la familia esclava en América se dio con cierta fre-
cuencia en los grandes planteles propios de las plantaciones de las eco-
nomías esclavistas, pero no en las economías con esclavos como era el
caso de la de Buenos Aires.
Iniciada la colonización en el actual territorio argentino, comenza-
ron a llegar las esclavas importadas de África con el objetivo declarado
de casarlas con los esclavos africanos, para que “éstos dejasen de ata-
car” sexualmente a las indias y se arraigasen a la tierra. Pese a estas de-
claraciones, una vez que ingresaron a esta región, los propietarios se opu-
sieron al matrimonio de sus esclavos aduciendo que la vida en pareja iba
a disminuir su rendimiento laboral. Si se toma el conjunto de los propie-
tarios laicos y religiosos, los jesuitas fueron los únicos que favorecieron
el casamiento y la formación de familias esclavas, africanas y afrodescen-
dientes y por lo tanto el incremento vegetativo de esta población.
El matrimonio esclavo, fomentado y protegido por la legislación cas-
tellana proveniente de las Partidas de Alfonso X, era comúnmente obs-
taculizado por los propietarios. Si bien los esclavos podían recurrir a la
justicia para solicitar que se respetasen sus derechos, sus posibilidades
de lograrlo eran muy limitadas. Los registros parroquiales sólo infor-
man sobre las uniones sacramentadas, que en el caso de Buenos Aires
fueron muy escasas, tanto para los grupos objeto de este análisis como
para el resto de la población. Más aún, en las zonas rurales más o me-
nos cercanas a la ciudad, donde la población estaba muy dispersa, lo
más frecuente fueron el concubinato o las relaciones esporádicas. No
294 LA POBLACIÓN “NEGRA”, DESDE LA ESCLAVITUD…
existía protección alguna para la familia esclava y los hijos podían ven-
derse a partir del destete separándolos de la madre. Si la mujer era ven-
dida, el marido podía solicitar ser vendido al nuevo propietario de su
mujer, pero nada podía hacerse respecto de la venta y convivencia con
los hijos. La nupcialidad esclava y la familia esclava son así dos temas
relacionados pero diferentes.
En muchos establecimientos rurales bonaerenses vivían esclavos va-
rones casados pero no esclavas casadas mientras que, a la inversa, en
otros había esclavas casadas pero no varones casados. Como lo mues-
tran otras fuentes, cuando esclavos de distintos propietarios conse-
guían permiso para casarse, sólo podían cohabitar sábado por medio;
muchos amos prohibían o demoraban la visita de los cónyuges o sepa-
raban a los integrantes como estrategia para retenerlos. Por ello era
usual que los integrantes de la familia esclava no conviviesen.
Los niños eran utilizados tempranamente para el cuidado de las se-
menteras y las niñas para el pastoreo, especialmente de ovejas. Sus
bienes materiales eran escasos, sus viviendas eran ranchos y compar-
tían –hasta con otros diez o doce peones– la cocina-habitación de la vi-
vienda del amo o patrón.
El hecho de que el censo de 1815 muestre un aumento significativo,
tanto absoluto como relativo, de la población negra y mulata indicaría
claramente un proceso de compra de esclavos. La relación entre negros
y pardos se invirtió en los padrones de 1744 y 1815: el padrón de este
último año muestra la superioridad numérica de los pardos y, además,
un marcado predominio de los menores en relación con los menores ne-
gros. Esto confirmaría la hipótesis del blanqueamiento rápido de la po-
blación rural.
Asimismo es interesante destacar, como lo hace Liliana Méndez, que
en 1815 no se registran prácticamente uniones entre blancos y negras ni
entre pardos, lo que permite suponer que los pardos son producto de
uniones casuales y, por tanto, ilegítimos. De los negros que en 1815 po-
blaban la futura provincia de Buenos Aires, el 70,2% había nacido en
África, el 27% en el actual territorio argentino y el 1,8% en el resto del
territorio sudamericano. El 90,1% eran esclavos.
Las dificultades señaladas a lo largo del texto (cambios de los ape-
llidos de los esclavos con cada venta, imprecisa declaración de las eda-
des, falta de datos estadísticos confiables, etc.) impiden análisis más es-
HISTORIA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 295
Hipólito Vieytes añadía que, por ese motivo, “se han retraído los justos
deseos de los ciudadanos pobres de aplicar sus hijos a este género de in-
dustria” […] [ya que no quieren que se] […] mezclen con esa gente vil”.13
deducirse a partir de estas cifras. Entre los del servicio doméstico, esta-
ban los esclavos de los conventos que entregaron hasta 17 personas, lo
que indicaría que algunos tenían, como mínimo, medio centenar de es-
clavos.
Muchos esclavos de propiedad de iglesias y conventos eran destina-
dos a los oficios. Los betlemitas, por ejemplo, los utilizaron en su
Hospital y, en 1765, destinaron tres a la enfermería, dos a la cocina, dos
a la sastrería, uno a la zapatería, uno a la despensa y uno a la sacristía,
más otros tres a la ranchería, entre ellos un negro albañil. En 1822, entre
los 27 que figuran bajo el rubro “otros”, se incluyeron los de los dos hos-
pitales que tenía la orden y, además, había otros 47 en el obraje de ladri-
llos del convento. El primer cónsul británico en Buenos Aires escribía
“todas las lavanderas son negras”, situación que se observa también en el
Censo de Buenos Aires de 1855 como así también la presencia de muje-
res de color entre amas de cría, cocineras, sirvientas y planchadoras.
Los censos muestran asimismo una presencia importante de negros
y mulatos en los oficios, pero su número no llega a ser tan significativo
como las descripciones de las fuentes comentadas. Posiblemente esta-
ban subrepresentados en esos registros, a lo que se suma que muchos
esclavos pertenecientes a artesanos y a ciertas categorías de comercian-
tes podrían tener el mismo oficio que sus amos. De los 301 carpinteros
censados en 1810, por ejemplo, 74 poseían esclavos, pudiendo mencio-
narse a un dueño de 14 y a otro de ocho. Había, además, un esclavo car-
pintero que trabajaba solo y vivía con su familia, desconociéndose el
nombre de su dueño. Otros cinco esclavos carpinteros trabajaban ha-
ciendo coches para el maestro, Juan Bautista Mogica, quien tenía otros
cuatro esclavos.
Entre 45 zapateros, se repartían 109 esclavos; los tres principales po-
seían 11. Entre los sombrereros, uno era propietario de 32 esclavos.
Había asimismo dos panaderos con 32 y con 31 esclavos, respectiva-
mente. De los 364 pulperos, aproximadamente la mitad poseía 324 es-
clavos. La mayoría tenía de uno a cuatro esclavos pero, excepcional-
mente, la cifra podía trepar hasta 11 y 14. Entre los barberos –que
ejercían además como dentistas, sangradores y expertos en ventosas–
había un esclavo negro que tenía bajo su dirección a dos oficiales bar-
beros, también esclavos. Además, entre otras mujeres con oficio, había
dos negras libres, una partera casada con un portugués y un ama de lla-
HISTORIA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES 301
ves que regenteaba siete esclavas. Vistos en conjunto, los esclavos com-
prendían un 27,9% de la población masculina económicamente activa.
Todavía hacia fines del siglo XIX, muchos negros y mulatos libres eran
maestros de música, vendedores callejeros o desempeñaban oficios cu-
riosos como “hormiguereros”.
Durante mucho tiempo se consideró que la campaña bonaerense,
circundante a la ciudad y cercana a la frontera poblada por el indio y
por los desertores de la “civilización”, era un espacio principalmente
habitado por blancos y mestizos en el que la población africana era muy
escasa debido a que el alto costo de los esclavos no hacía rentable su
utilización en las tareas rurales. Los análisis realizados a partir de la dé-
cada de 1980, en base a la contabilidad y los inventarios de estancias
religiosas y laicas de fines del siglo XVIII, demostraron sin embargo que
la mano de obra esclava africana fue también un elemento fundamental
en las tareas rurales.
La significativa presencia de capataces y peones esclavos indica que
era conveniente la inversión en esclavos para las tareas permanentes de
la estancia, a lo que no era ajeno su menor costo en el largo plazo ya que
se amortizaba en aproximadamente once años. La utilización de peones
para las tareas estacionales se justificaba, a su vez, por su mayor utili-
dad diaria. La demanda de trabajadores estacionales en época de siega
ponía, además, en disponibilidad a artesanos y soldados. En las estan-
cias de los jesuitas, de los betlemitas y en las laicas, la inversión en la
tierra y en esclavos, cuando los había, era de monto similar e igualmen-
te necesaria para explotarlas. La variación del porcentual de la inver-
sión en esclavos fluctuaba entre el 6,64% y el 84,24%. Pero ¿cuántos
estancieros tenían esclavos? Al parecer, sólo los grandes y medianos, ya
que el resto carecía de ellos. Así en el partido de San Vicente, hacia
1815, sólo el 20% de los ganaderos tenía esclavos. Los trabajos perma-
nentes de la estancia, vinculados al mantenimiento de las instalacio-
nes, cuidado de las ovejas, vacas lecheras y caballos, habrían estado a
cargo de los esclavos, quienes eran también capataces de los puestos y
labradores. Los viejos cuidaban la huerta y se dedicaban a la carpinte-
ría, la fabricación de toneles y tejas, y las mujeres a la cocina y lavados,
al amasijo de pan, la fabricación de velas y la selección del trigo.
Los esclavos, propiedad de los estancieros, no eran los únicos expo-
nentes de la población africana y sus descendientes en las zonas rura-
302 LA POBLACIÓN “NEGRA”, DESDE LA ESCLAVITUD…
NOTAS
1
Se utilizarán aquí las denominaciones “negro” y “mulato” –y no la actual de “afro-
descendiente”– por ser las utilizadas en las fuentes y en los escritos de la época.