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COMPRENSIÓN LECTORA

MODULO DE APRENDIZAJE Nº 05

TITULO GENERAL: PINOCHO EL ASTUTO SUB AREA: COMPRENSIÓN


LECTORA

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 13

TEMA: PINOCHO EL ASTUTO


I. COMPETENCIAS ESPECÍFICAS :

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “Pinocho el astuto”.


 Comente en forma oral y escrita ideas principales y mensaje del cuento.

PINOCHO EL ASTUTO

Había una vez Pinocho. Pero no el del libro de Pinocho, otro. También era de madera, pero no
era lo mismo. No lo había hecho Gepeto, se hizo él sólo.
También él decía mentiras, como el famoso muñeco
y cada vez que las decía se la alargaba la nariz a ojos
vista, pero era otro Pinocho: tanto es así que cuando la
nariz le crecía, en vez de asustarse, llorar, pedir ayuda al
hada, etc. cogía un cuchillo sierra y se cortaba un buen
trozo de nariz. Era de madera ¿no?, así que no podía
sentir dolor.
Y como decía muchas mentiras y aún más, en poco
tiempo se encontró con la casa llena de madera.
- Qué bien dijo -, con toda esa madera vieja me hago muebles,
me los hago y ahorro el gasto del carpintero.
Hábil, desde luego lo era. Trabajando se hizo la cama, la mesa, el
armario, las sillas, los estantes para los libros, un banco. Cuando estaba
haciendo un soporte para colocar encima la televisión, se quedó sin
madera.
- Ya sé dijo - tengo que decir una mentira. Corrió afuera y buscó a alguien, venía trotando por la acera un
hombrecillo del campo.
- Buenos días ¿Sabe que tiene usted mucha suerte?
- ¿Yo? ¿Por qué?
- ¿Todavía no se ha enterado? ¡Ha ganado cien millones a la lotería! Lo ha dicho la radio hace cinco minutos.
- ¡No es posible!
- ¡Cómo que no es posible . . .! Perdone ¿usted cómo se llama?
- Roberto Bislunghi.
- ¿Lo ve? La radio ha dado su nombre, Roberto Bislunghi, ¿Y en qué trabaja?
- Vendo embutidos, cuadernos y lámparas.
- Entonces no cabe duda: es usted el ganador, cien millones. Lo felicito efusivamente. . .
- Gracias, gracias
El señor Bislunghi no sabía si creérselo o no creérselo, pero estaba emocionadísimo y tuvo que entrar a un bar a
beber un vaso de agua. Sólo después de haber bebido se acordó de que nunca había comprado billetes de lotería,
así que tenía que tratarse de una equivocación. Pero ya Pinocho había vuelto a casa contento. La mentira le había
alargado la nariz en la medida justa para hacer la última pata del soporte. Serró, clavó y cepilló ¡y terminado!. Un
soporte así, de comprarlo y pagarlo, habría costado sus buenas veinte mil liras, un buen ahorro.
Cuando terminó de arreglar la casa, decidió dedicarse al comercio.
- Venderé madera y me haré rico
Y, en efecto, era tan rápido para decir mentiras que en poco tiempo era dueño de un gran almacén con cien
obreros trabajando y doce contadores haciendo las cuentas. Se compró cuatro automóviles, dos camiones. Los
camiones no le serían para ir de paseo sino para transportar las maderas. Las enviaba incluso al extranjero, y
mentira va y mentira viene, la nariz no se cansaba de crecer: Pinocho cada, vez se hacía más rico. En su almacén ya
trabajaban tres mil quinientos obreros y cuatrocientos veinte contadores haciendo las cuentas.

PROFESOR(A): DICK DENNIS DÁVALOS CANO


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Pero a fuerza de decir mentiras se le agotaba la fantasía. Pero encontrar una nueva, tenía que irse por ahí a escuchar
las mentiras de los demás y copiarlas. Las de los grandes y las de los chicos. Pero eran mentiras de poco monta y
sólo hacían crecer su nariz unos cuantos centímetros cada vez.
Entonces Pinocho se decidió a contratar un "sugeridor" por un sueldo al mes El "sugeridor" pasaba ocho horas
al día pensando mentiras y escribiéndolas en hojas que luego entregaba al jefe.
- Diga que usted ha construido la cúpula de San Pedro.
- Diga que ha ido al polo norte, ha hecho un agujero y ha salido por el polo sur.
Pinocho se enriquecía casa día más y sin duda se habría convertido en el hombre más rico del mundo, si no
hubiera sido porque cayó por allí un hombrecillo que se las sabía todas. Sabía que todas las riquezas de Pinocho se
habrían desvanecido con el humo del día en que se viera obligado a decir la verdad.
- Señor Pinocho, ponga cuidado en no decir nunca la más mínima verdad, sino se acabó lo que se daba
¿Comprendido? Bien, bien. A propósito ¿es suyo aquel chalet?-.
- No - dijo Pinocho de mala gana para evitar decir la verdad.
- Estupendo, entonces me lo quedo yo.
Con este sistema, el hombrecillo se quedó con los automóviles, camiones, el televisor, la sierra de oro. Pinocho
estaba cada vez más rabioso pero antes se habría dejado cortar la lengua que decir la verdad.
- A propósito - dijo por último el hombrecillo –¿es suya la nariz?
Pinocho estalló:
–¡Claro que es mía! ¡Y usted no podrá quitarmela! ¡La nariz es mía y, ay del que la toque!
- Eso es verdad sonrió el hombrecillo. Y en ese momento toda la madera de Pinocho se convirtió en aserrín, sus
riquezas se transformaron en polvo, llegó un vendaval que se llevó todo, incluso al hombrecillo misterioso, y Pinocho
se quedó sólo y pobre, sin siquiera un caramelo para la tos, que llevarse a la boca.

Gianni Rodari Nació en Italia en 1920. Maestro y periodista divulgador de la nueva


pedagogía en Italia, empezó a escribir para niños en 1950. Ha publicado más de 20
libros en los que combina magistralmente el humor y la imaginación con una visión
irónica del mundo actual

Reordena la historia según los tres momentos:


Pinocho el astuto

 Pinocho se enriquecía casa día más y sin duda se habría convertido en el hombre más rico del mundo, si no
hubiera sido porque cayó por allí un hombrecillo que se las sabía todas.
- Señor Pinocho, ponga cuidado en no decir nunca la más mínima verdad, sino se acabó lo que se daba
¿Comprendido? Bien, bien. A propósito ¿es suyo aquel chalet?-.
- No - dijo Pinocho de mala gana para evitar decir la verdad.
- Estupendo, entonces me lo quedo yo.
- A propósito - dijo por último el hombrecillo ¿es suya la nariz?
¡Claro que es mía! ¡Y usted no podrá quitármela! ¡La nariz es mía y, ay del que la toque!

 Y en ese momento toda la madera de Pinocho se convirtió en aserrín, sus riquezas se transformaron en
polvo, llegó un vendaval que se llevó todo, incluso al hombrecillo misterioso, y Pinocho se quedó sólo y pobre,
sin siquiera un caramelo para la tos, que llevarse a la boca.

 Había una vez Pinocho. Pero no el del libro de Pinocho, y otro. También era de madera, pero no era lo
mismo. No lo había hecho Gepeto, se hizo él solo.

 También él decía mentiras, tanto como el famoso muñeco y cada vez que las decía se le alargaba la nariz a
ojos vista pero era otro Pinocho tanto es así que cuando la nariz le crecía, cogía un cuchillo sierra y se cortaba
un buen trozo de nariz. Era de madera ¿no?, así que no podía sentir por dolor.
Y como decía muchas mentiras y aún más, en poco tiempo se encontró con la casa llena de madera.
- Venderé madera y me haré rico.

 Escribe un cuento y divídela en tres partes: Inicio, nudo y desenlace.

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MODULO DE APRENDIZAJE Nº 05

TITULO GENERAL: AL RINCÓN QUITA CALZÓN SUB AREA: COMPRENSIÓN


LECTORA

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 14

TEMA: AL RINCÓN QUITA CALZÓN


APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “Al rincón quita calzón”.
 Comente en forma oral y escrita ideas principales y mensaje del cuento.

¡AL RINCÓN QUITA CALZÓN!

(Tradición Peruana)

El liberal obispo de Arequipa, Chávez de la Rosa, a quien debe esa ciudad, entre otros beneficios, la fundación de
la casa de expósitos , tomó gran empeño en el progreso del seminario, dándole un vasto y bien meditado plan de
estudios, que aprobó el rey, prohibiendo sólo que se enseñasen. Derecho Natural y de Gentes.
Rara era la semana, por los años de 1796, en que su Señoría ilustrísima no hiciera por lo menos una visita al
colegio, cuidando de que los catedráticos cumpliesen con su deber, de la moralidad de los escolares y de los arreglos
económicos.
Una mañana encontróse con que el maestro de latinidad no se había presentado en su aula, y por consiguiente
los muchachos, en plena holgazanería, andaban haciendo de las suyas.

El señor Obispo se propuso remediar la falta, reemplazando por ese día al profesor titular.
Los alumnos habían descuidado por completo aprender la lección. Nebrija y el Epítome habían sido olvidados.
Empezó el nuevo catedrático por hacer declamar a uno "musa - mosoe". El muchacho se equivocó en el
acusativo del plural, y el señor Chávez le dijo:
–¡Al rincón! ¡Quita calzón!
Y ya había más de una docena arrinconados , cuando le llegó su turno al más chiquitín y travieso de la clase,
uno de esos tipos que llamamos "revejidos" porque a lo sumo representa tener ocho años cuando en realidad doblaba
el número.
–¿Quid est oratio? - le interrogó el obispo.
El niño o conato de hombre alzó los ojos al techo (acción que involuntariamente practicamos para recordar algo,
como si las vigas del techo fueran un tónico para la memoria) y dejó pasar cinco segundos sin responder. El obispo
atribuyó el silencio a ignorancia y lanzó el inapelable fallo:
–¡Al rincón! ¡Quita calzón!
El chicuelo obedeció, pero rezongando entre dientes algo que hubo de incomodar a su ilustrísima.
–Ven acá, trastuelo. Ahora me vas a decir qué es lo que murmuras.
– Yo, nada señor . . .! - y seguía el muchacho gimoteando y pronunciando a la vez palabras entrecortadas.
Tomo a capricho el obispo saber lo que el escolar murmuraba, y tanto le hurgó que al fin, le dijo el niño:
– Lo que hable entre dientes es que si su ilustrísima me permitiera, y tanto también le haría una
preguntita, y había de verse moro para contestármela de corrido.
Picóle la curiosidad al buen obispo, y sonriéndose ligeramente, respondió:
– A ver hijo, pregunta
– Pues con venia de su señoría, y si no es atrevimiento yo quisiera que me dijese cuántos "Dominus vobiscum"
tiene la misa.
El Señor Chávez de la Rosa, sin darse cuenta de la acción, levantó los ojos.
– ¡Ah! - murmuro el niño; pero no tan bajo que no lo oyese el obipo -. También él mira al techo. La verdad es
que a su señoria ilustrísima no se le había ocurrido hasta ese instante averiguar cuantos "Dominus vobiscum" tiene
la misa.
Encantolo, y esto era natural, la agudeza de aquel arrapiezo, que desde ese día le cortó como se dice el ombligo.
Por supuesto que hubo que hubo amnistia general para los arrinconados. El obispo se constituyó en padre
protector del niño; que era de una familia pobrísima de bienes, si bien rica en virtudes y le confirió una de la becas
del seminario. Cuando el Señor Chávez de la Rosa, no queriendo transigir con abusos y fastidiado de luchar sin fruto

PROFESOR(A): DICK DENNIS DÁVALOS CANO


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con su Cabildo y hasta con las monjas, renunció en 1804 al obispado llevó entre los familiares que le acompañaron a
España al cleriguillo del "Dominus vobiscum" como cariñosamente llamaban a su protegido.
Andando los tiempos, aquel niño fue uno de los prohombres de la independencia, a uno de los más prestigiosos
oradores en nuestra asamblea, escritor galano y robusto habilísimo político y orgullo del clero peruano.
- ¿Su nombre?
- ¡Qué! ¿No lo han adivinado ustedes?
En la bóveda de la catedral hay una tumba que guardaba los restos del que fue Francisco Javier de Luna Pizarro,
vigésimo Arzobispo de Lima, nacido en Arequipa, en diciembre de 1780 y muerto el 9 de febrero de 1855.

Ricardo Palma

I. Contesta

1. Los momentos de una narración son:


A) ________________________
B) ________________________
C) ________________________

2. En la narración hallamos acciones o ________________________


3. ________________________ es el espacio en el cual suceden los hechos.

II. Responde del texto anterior (en tu cuadrno).


1. ¿En qué lugar ocurren los hechos?
2. ¿En qué tiempo se desarrolla la tradición?
3. Enumera tres hechos importantes
4. Escribe los personajes principales y secundarios
5. ¿Quién es el narrador?

III. Resume la tradición utilizando los tres momentos de la narración (Inicio- nudo y desenlace)

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MODULO DE APRENDIZAJE Nº 06

TITULO GENERAL: LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS SUB AREA: COMPRENSIÓN


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SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 15

TEMA: LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS


APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “Gallinazos sin plumas”


 Comenta en forma oral y escrita ideas principales y mensajes del cuento.

Lectura y análisis de “Los Gallinazos sin Plumas” (Julio Ramón Ribeyro)

LECTURA DEL TEXTO “LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS” (PARTE I)

A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla
disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta
hora parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal. Las beatas se
arrastran penosamente hasta desaparecer en los pórticos de las iglesias. Los noctámbulos, macerados por la noche,
regresan a sus casas envueltos en sus bufandas y en su melancolía. Los basureros inician por la avenida Pardo su
paseo siniestro, armados de escobas y de carretas. A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía,
policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora,
por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los gallinazos sin plumas.
A esta hora el viejo don Santos se pone la pierna de palo y sentándose en el colchón comienza a berrear:
– ¡A levantarse! ¡Efraín, Enrique! ¡Ya es hora!
Los dos muchachos corren a la acequia del corralón frotándose los ojos legañosos. Con la tranquilidad de la noche el
agua se ha remansado y en su fondo transparente se ven crecer yerbas y deslizarse ágiles infusorios. Luego de
enjuagarse la cara, coge cada cual su lata y se lanzan a la calle. Don Santos, mientras tanto, se aproxima al chiquero
y con su larga vara golpea el lomo de su cerdo que se revuelca entre los desperdicios.
¡Todavía te falta un poco, marrano! Pero aguarda no más, que ya llegará tu turno.
Efraín y Enrique se demoran en el camino, trepándose a los árboles para arrancar moras o recogiendo piedras, de
aquellas filudas que cortan el aire y hieren por la espalda. Siendo aún la hora celeste llegan a su dominio, una larga
calle ornada de casas elegantes que desemboca en el malecón.
Ellos no son los únicos. En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado la voz de alarma y muchos se han
levantado. Unos portan latas, otros cajas de cartón, a veces sólo basta un periódico viejo. Sin conocerse forman una
especie de organización clandestina que tiene repartida toda la ciudad. Los hay que merodean por los edificios
públicos, otros han elegido los parques o los muladares. Hasta los perros han adquirido sus hábitos, sus itinerarios,
sabiamente aleccionados por la miseria.
Efraín y Enrique, después de un breve descanso, empiezan su trabajo. Cada uno escoge una acera de la calle. Los
cubos de basura están alineados delante de las puertas. Hay que vaciarlos íntegramente y luego comenzar la
exploración. Un cubo de basura es siempre una caja de sorpresas. Se encuentran latas de sardinas, zapatos viejos,
pedazos de pan, pericotes muertos, algodones inmundos. A ellos sólo les interesa los restos de comida. En el fondo
del chiquero, Pascual recibe cualquier cosa y tiene predilección por las verduras ligeramente descompuestas. La
pequeña lata de cada uno se va llenando de tomates podridos, pedazos de sebo, extrañas salsas que no figuran en
ningún manual de cocina. No es raro, sin embargo, hacer un hallazgo valioso. Un día Efraín encontró unos tirantes
con los que fabricó una honda. Otra vez una pera casi buena que devoró en el acto. Enrique, en cambio, tiene suerte
para las cajitas de remedios, los pomos brillantes, las escobillas de dientes usadas y otras cosas semejantes que
colecciona con avidez.
Después de una rigurosa selección regresan la basura al cubo y se lanzan sobre el próximo. No conviene demorarse
mucho porque el enemigo siempre está al acecho. A veces son sorprendidos por las sirvientas y tienen que huir
dejando regado su botín. Pero, con más frecuencia, es el carro de la Baja Policía el que aparece y entonces la jornada
está perdida.
Cuando el sol asoma sobre las lomas, la hora celeste llega a su fin. La niebla se ha disuelto, las beatas están sumidas
en éxtasis, los noctámbulos duermen, los canillitas han repartido los diarios, los obreros trepan a los andamios. La luz
desvanece el mundo mágico del alba. Los gallinazos sin plumas han regresado a su nido.
Don Santos los esperaba con el café preparado.
–A ver, ¿qué cosa me han traído?

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Husmeaba entre las latas y si la provisión estaba buena hacía siempre el mismo comentario:
– Pascual tendrá banquete hoy día. Pero la mayoría de las veces estallaba:
– ¡Idiotas! ¿Qué han hecho hoy día? ¡Se han puesto a jugar seguramente! ¡Pascual se morirá de hambre!
Ellos huían hacia el emparrado, con las orejas ardientes de los pescozones, mientras el viejo se arrastraba hasta el
chiquero. Desde el fondo de su reducto el cerdo empezaba a gruñir. Don Santos le aventaba la comida.
– ¡Mi pobre Pascual! Hoy día te quedarás con hambre por culpa de estos zamarros. Ellos no te engríen como yo.
¡Habrá que zurrarlos para que aprendan!
Al comenzar el invierno el cerdo estaba convertido en una especie de monstruo insaciable. Todo le parecía poco y don
Santos se vengaba en sus nietos del hambre del animal. Los obligaba a levantarse más temprano, a invadir los
terrenos ajenos en busca de más desperdicios. Por último los forzó a que se dirigieran hasta el muladar que estaba al
borde del mar.
– Allí encontrarán más cosas. Será más fácil además porque todo está junto.
Un domingo, Efraín y Enrique llegaron al barranco. Los carros de la Baja Policía, siguiendo una huella de tierra,
descargaban la basura sobre una pendiente de piedras. Visto desde el malecón, el muladar formaba una especie de
acantilado oscuro y humeante, donde los gallinazos y los perros se desplazaban como hormigas. Desde lejos los
muchachos arrojaron piedras para espantar a sus enemigos. El perro se retiró aullando. Cuando estuvieron cerca
sintieron un olor nauseabundo que penetró hasta sus pulmones. Los pies se les hundían en un alto de plumas, de
excrementos, de materias descompuestas o quemadas. Enterrando las manos comenzaron la exploración. A veces,
bajo un periódico amarillento, descubrían una carroña devorada a medios. En los acantilados próximos los gallinazos
espiaban impacientes y algunos se acercaban saltando de piedra en piedra, como si quisieran acorralarlos. Efraín
gritaba para intimidarlos y sus gritos resonaban en el desfiladero y hacían desprenderse guijarros que rodaban hacía
el mar. Después de una hora de trabajo regresaron al corralón con los cubos llenos.
– ¡Bravo! – exclamó don Santos –. Habrá que repetir esto dos o tres veces por semana.
Desde entonces, los miércoles y los domingos, Efraín y Enrique hacían el trote hasta el muladar. Pronto formaron
parte de la extraña fauna de esos lugares y los gallinazos, acostumbrados a su presencia, laboraban a su lado,
graznando, aleteando, escarbando con sus picos amarillos, como ayudándoles a descubrir ]a pista de la preciosa
suciedad.
Fue al regresar de una de esas excursiones que Efraín sintió un dolor en la planta del pie. Un vidrio e había causado
una pequeña herida. Al día siguiente tenía el pie hinchado, no obstante lo cual prosiguió su trabajo.
Cuando regresaron no podía casi caminar, pero Don Santos no se percató de ello, pues tenía visita. Acompañado de
un hombre gordo que tenía las manos manchadas de sangre, observaba el chiquero.
– Dentro de veinte o treinta días vendré por acá – decía el hombre –. Para esa fecha creo que podrá estar a punto.
Cuando partió, don Santos echaba fuego por los ojos.
– ¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡De ahora en adelante habrá que aumentar la ración de Pascual! El negocio anda sobre
rieles.
A la mañana siguiente, sin embargo, cuando don Santos despertó a sus nietos, Efraín no se pudo levantar.
– Tiene una herida en el pie – explicó Enrique –. Ayer se cortó con un vidrio.
Don Santos examinó el pie de su nieto. La infección había comenzado.
– ¡Esas son patrañas! Que se lave el pie en la acequia y que se envuelva con un trapo.
– ¡Pero si le duele! – intervino Enrique –. No puede caminar bien.
Don Santos meditó un momento. Desde el chiquero llegaban los gruñidos de Pascual.
– Y ¿a mí? – preguntó dándose un palmazo en la pierna de palo –. ¿Acaso no me duele la pierna? Y yo tengo setenta
años y yo trabajo... ¡Hay que dejarse de mañas!
Efraín salió a la calle con su lata, apoyado en el hombro de su hermano. Media hora después regresaron con los
cubos casi vacíos.
– ¡No podía más! – dijo Enrique al abuelo –. Efraín está medio cojo.
Don Santos observó a sus dos nietos como si meditara una sentencia.
– Bien, bien – dijo rascándose la barba rala y cogiendo a Efraín del pescuezo lo arreó hacia el cuarto –. ¡Los enfermos
a la cama! ¡A podrirse sobre el colchón! Y tú harás la tarea de tu hermano. ¡Vete ahora mismo al muladar!

COMPROBACIÓN (Para el aula):


1. ¿Quiénes son los personajes que intervienen en el fragmento leído?
2. ¿Qué trabajos realizaban Efraín y Enrique?
3. ¿Para qué realizaban estos trabajos los niños?
4. ¿Cómo se describen los ambientes en que habitaban los niños y el abuelo?
5. ¿Por qué el anciano se preocupaba tanto de alimentar al cerdo Pascual?
6. ¿Qué le sucedió cierto día a Efraín?
7. ¿Cómo reaccionó el abuelo cuando se accidento Efraín
8. ¿Qué opinión tienes de la vida de los pequeños recogedores de desperdicios?
9. Dibuja una escena del fragmento leído.

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TITULO GENERAL: LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS SUB AREA: COMPRENSIÓN


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SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 16

TEMA: LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS


APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “Gallinazos sin plumas”


 Comenta en forma oral y escrita ideas principales y mensajes del cuento.

Lectura y análisis de “Los Gallinazos sin Plumas”


(Julio Ramón Ribeyro)

LECTURA DEL TEXTO “LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS” (PARTE II)

Cerca de mediodía Enrique regresó con los cubos repletos. Lo seguía un extraño visitante: un perro escuálido y medio
sarnoso.
– Lo encontré en el muladar – explicó Enrique – y me ha venido siguiendo.
Don Santos cogió la vara.
– ¡Una boca más en el corralón!
Enrique levantó al perro contra su
pecho y huyó hacia la puerta.
– ¡No le hagas nada, abuelito! Le
daré yo de mi comida.
Don Santos se acercó, hundiendo
su pierna de palo en el lodo.
– ¡Nada de perros aquí! ¡Ya tengo
bastante con ustedes!
Enrique abrió la puerta de la calle.
– Si se va él, me voy yo también.
El abuelo se detuvo. Enrique
aprovechó para insistir:
– No come casi nada..., mira lo
flaco que está. Además, desde que
Efraín está enfermo, me ayudará. Conoce bien el muladar y tiene buena nariz para la basura.
Don Santos reflexionó, mirando el cielo donde se condensaba la garúa. Sin decir nada, soltó la .vara, cogió los cubos
y se fue rengueando hasta el chiquero.
Enrique sonrió de alegría y con su amigo aferrado al corazón corrió donde su hermano.
– ¡Pascual, Pascual... Pascualito! – cantaba el abuelo,
– Tú te llamarás Pedro – dijo Enrique acariciando la cabeza de su perro e ingresó donde Efraín.
Su alegría se esfumó: Efraín inundado de sudor se revolcaba de dolor sobre el colchón. Tenía el pie hinchado, como
si fuera de jebe y estuviera lleno de aire. Los dedos habían perdido casi su forma.
– Te he traído este regalo, mira – dijo mostrando al perro –. Se llama Pedro, es para ti, para que te acompañe...
Cuando yo me vaya al muladar te lo dejaré y los dos jugarán todo el día. Le enseñarás a que te traiga piedras en la
boca.
¿Y el abuelo? – preguntó Efraín extendiendo su mano hacia el animal.
– El abuelo no dice nada – suspiró Enrique.
Ambos miraron hacia la puerta. La garúa había empezado a caer. La voz del abuelo llegaba:
– ¡Pascual, Pascual... Pascualito!
Esa misma noche salió luna llena. Ambos nietos se inquietaron, porque en esta época el abuelo se ponía intratable.
Desde el atardecer lo vieron rondando por el corralón, hablando solo, dando de varillazos al emparrado. Por
momentos se aproximaba al cuarto, echaba una mirada a su interior y al ver a sus nietos silenciosos, lanzaba un
salivazo cargado de rencor. Pedro le tenía miedo y cada vez que lo veía se acurrucaba y quedaba inmóvil como una
piedra.
– ¡Mugre, nada más que mugre! – repitió toda la noche el abuelo, mirando la luna.

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A la mañana siguiente Enrique amaneció resfriado. El viejo, que lo sintió estornudar en la madrugada, no dijo nada. En
el fondo, sin embargo, presentía una catástrofe. Si Enrique enfermaba, ¿quién se ocuparía de Pascual? La voracidad
del cerdo crecía con su gordura. Gruñía por las tardes con el hocico enterrado en el fango. Del corralón de Nemesio,
que vivía a una cuadra, se habían venido a quejar.
Al segundo día sucedió lo inevitable: Enrique no se pudo levantar. Había tosido toda la noche y la mañana lo
sorprendió temblando, quemado por la fiebre.
– y Tú también? – preguntó el abuelo.
Enrique señaló su pecho, que roncaba. El abuelo salió furioso del cuarto. Cinco minutos después regresó.
– ¡Está muy mal engañarme de esta manera! – plañía –. Abusan de mí porque no puedo caminar. Saben bien que soy
viejo, que soy cojo. ¡De otra manera los mandaría al diablo y me ocuparía yo solo de Pascual!
Efraín se despertó quejándose y Enrique comenzó a toser.
– ¡Pero no importa! Yo me encargaré de él. ¡Ustedes son basura, nada más que basura! ¡Unos pobres gallinazos sin
plumas! Ya verán cómo les saco ventaja. El abuelo está fuerte todavía. ¡Pero eso sí, hoy día no habrá, comida para
ustedes! ¡No habrá comida hasta que no puedan levantarse y trabajar!
A través del umbral lo vieron levantar las latas en vilo y volcarse en la calle. Media hora después regresó aplastado.
Sin la ligereza de sus nietos el carro de la Baja Policía lo había ganado. Los perros, además, habían querido morderlo.
¡Pedazos de mugre! ¡Ya saben, se quedarán sin comida hasta que no trabajen!
Al día siguiente trató de repetir la operación pero tuvo que renunciar. Su pierna de palo había perdido la costumbre de
las pistas de asfalto, de las duras aceras y cada paso que daba era como un lanzazo en la ingle. A la hora celeste del
tercer día quedó desplomado en su colchón, sin otro ánimo que para el insulto.
– ¿Si se muere de hambre – gritaba – será por culpa de ustedes!
Desde entonces empezaron unos días angustiosos, interminables. Los tres pasaban el día encerrados en el cuarto,
sin hablar, sufriendo una especie de reclusión forzosa. Efraín se revolcaba sin tregua, Enrique tosía. Pedro se
levantaba y después de hacer un recorrido por el corralón, regresaba con una piedra en la boca, que depositaba en
las manos de sus amos. Don Santos, a medio acostar, jugaba con su pierna de palo y les lanzaba miradas feroces. A
mediodía se arrastraba hasta la esquina del terreno donde crecían verduras y preparaba su almuerzo, que devoraba
en secreto. A veces aventaba a la cama de sus nietos alguna lechuga o una zanahoria cruda, con el propósito de
excitar su apetito creyendo así hacer más refinado su castigo.
Efraín ya no tenía fuerzas para quejarse. Solamente Enrique sentía crecer en su corazón un miedo extraño y al mirar
a los ojos del abuelo creía desconocerlo, como si ellos hubieran perdido su expresión humana. Por las noches,
cuando la luna se levantaba, cogía a Pedro entre sus brazos y lo aplastaba tiernamente hasta hacerlo gemir. A esa
hora el cerdo comenzaba a gruñir y el abuelo se quejaba como si lo estuvieran ahorcando. A veces se ceñía la pierna
de palo y salía al corralón. A la luz de la luna Enrique lo veía ir diez veces del chiquero a la huerta, levantando los
puños, atropellando lo que encontraba en su camino. Por último reingresaba en su cuarto y quedaba mirándolos
fijamente, como si quisiera hacerlos responsables del hambre de Pascual.

1. ¿A quién encontró Enrique?


2. ¿Cómo reaccionó Don Santos cuando vio al perro?
3. ¿Qué nombre puso Enrique al perro?
4. ¿Qué regaló Enrique a Efraín?
5. ¿Cómo era el comportamiento de don Santos cuando había luna llena?
6. ¿Por qué presentía una catástrofe, Don Santos, si Enrique enfermaba?
7. Cuándo don Santos intento traer alimento para Pascual ¿Por qué no consiguió?
8. Describe la situación angustiosa que vivieron Efraín, Enrique y los demás personajes.

1. Dibuja una escena del fragmento leído.

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MODULO DE APRENDIZAJE Nº 06

TITULO GENERAL: LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS SUB AREA: COMPRENSIÓN


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SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 17

TEMA: LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS


APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “Gallinazos sin plumas”


 Comenta en forma oral y escrita ideas principales y mensajes del cuento.

Lectura y análisis de “Los Gallinazos sin Plumas” (Julio Ramón Ribeyro)

LECTURA DEL TEXTO “LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS” (PARTE III)

La última noche de luna llena nadie pudo dormir. Pascual lanzaba verdaderos rugidos. Enrique había oído decir que
los cerdos, cuando tenían hambre, se volvían locos como los hombres. El abuelo permaneció en vela, sin apagar
siquiera el farol. Esta vez no salió al corralón ni maldijo entre dientes. Hundido en su colchón miraba fijamente la
puerta. Parecía amasar dentro de sí una cólera muy vieja, jugar con ella, aprestarse a dispararla. Cuando el cielo
comenzó a desteñirse sobre las lomas, abrió la boca, mantuvo su oscura oquedad vuelta hacia sus nietos y lanzó un
rugido:
¡Arriba, arriba, arriba! – los golpes comenzaron a llover –. ¡A levantarse haraganes! ¿Hasta cuándo vamos a estar
así? ¡Esto se acabó! ¡De pie!...
Efraín se echó a llorar, Enrique se levantó, aplastándose contra la pared. Los ojos del abuelo parecían fascinarlo hasta
volverlo insensible a los golpes. Veía la vara alzarse y abatirse sobre su cabeza como si fuera una vara de cartón. Al
fin pudo reaccionar.
– ¡A Efraín no! ¡El no tiene la culpa! ¡Déjame a mí solo, yo saldré, yo iré al muladar!
El abuelo se contuvo jadeante. Tardó mucho en recuperar el aliento.
– Ahora mismo... al muladar... lleva los dos cubos, cuatro cubos...
Enrique se apartó, cogió los cubos y se alejó a la carrera. La fatiga del hambre y de la convalecencia lo hacían
trastabillar. Cuando abrió la puerta del corralón, Pedro quiso seguirlo.
– Tú no. Quédate aquí cuidando a Efraín.
Y se lanzó a la calle respirando a pleno pulmón el aire de la mañana. En el camino comió yerbas, estuvo a punto de
mascar la tierra. Todo lo veía a través de una niebla mágica. La debilidad lo hacía ligero, etéreo: volaba casi como un
pájaro. En el muladar se sintió un gallinazo más entre los gallinazos. Cuando los cubos estuvieron rebosantes
emprendió el regreso. Las beatas, los noctámbulos, los canillitas descalzos, todas las secreciones del alba
comenzaban a dispersarse por la ciudad. Enrique, devuelto a su mundo, caminaba feliz entre ellos, en su mundo de
perros y fantasmas, tocado por la hora celeste.
Al entrar al corralón sintió un aire opresor, resistente, que lo obligó a detenerse. Era como si allí, en el dintel, terminara
un mundo y comenzara otro fabricado de barro, de rugidos, de absurdas penitencias. Lo sorprendente era, sin
embargo, que esta vez reinaba en el corralón una calma cargada de malos presagios, como si toda la violencia
estuviera en equilibrio, a punto de desplomarse. El abuelo, parado al borde del chiquero, miraba hacia el fondo.
Parecía un árbol creciendo desde su pierna de palo. Enrique hizo ruido pero el abuelo no se movió.
– ¡Aquí están los cubos!
Don Santos le volvió la espalda y quedó inmóvil. Enrique soltó los cubos y corrió intrigado hasta el cuarto. Efraín
apenas lo vio, comenzó a gemir:
– Pedro... Pedro...
– ¿Qué pasa?
– Pedro ha mordido al abuelo... el abuelo cogió la vara... después lo sentí aullar.
Enrique salió del cuarto.
– ¡Pedro, ven aquí! ¿Dónde estás, Pedro?
Nadie le respondió. El abuelo seguía inmóvil, con la mirada en la pared. Enrique tuvo un mal presentimiento. De un
salto se acercó al viejo.
– ¿Dónde está Pedro?
Su mirada descendió al chiquero. Pascual devoraba algo en medio del lodo. Aún quedaban las piernas y el rabo del
perro.

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COMPRENSIÓN LECTORA

– ¡No! – gritó Enrique tapándose los ojos –. ¡No, no! – y a través de las lágrimas buscó la mirada del abuelo. Este la
rehuyó, girando torpemente sobre su pierna de palo. Enrique comenzó a danzar en torno suyo, prendiéndose de su
camisa, gritando, pataleando, tratando de mirar sus ojos, de encontrar una respuesta.
– ¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué?

El abuelo no respondía. Por último, impaciente, dio un manotón a su nieto que lo hizo rodar por tierra. Desde allí
Enrique observó al viejo que, erguido como un gigante, miraba obstinadamente el festín de Pascual. Estirando la
mano encontró la vara que tenía el extremo manchado de sangre. Con ella se levantó de puntillas y se acercó al viejo.
– ¡Voltea! – gritó – ¡Voltea!
Cuando don Santos se volvió, divisó la vara que cortaba el aire y se estrellaba contra su pómulo.
– ¡Toma! – chilló Enrique y levantó nuevamente la mano. Pero súbitamente se detuvo, temeroso de lo que estaba
haciendo y, lanzando la vara a su alrededor, miró al abuelo casi arrepentido. El viejo, cogiéndose el rostro, retrocedió
un paso, su pierna de palo tocó tierra húmeda, resbaló, y dando un alarido se precipitó de espaldas al chiquero.
Enrique retrocedió unos pasos. Primero aguzó el oído pero no se escuchaba ningún ruido. Poco a poco se fue
aproximando. El abuelo, con la pata de palo quebrada, estaba de espaldas en el fango. Tenía la boca abierta y sus
ojos buscaban a Pascual, que se había refugiado en un ángulo y husmeaba sospechosamente el lodo. Enrique se fue
retirando, con el mismo sigilo con que se había aproximado. Probablemente el abuelo alcanzó a divisarlo pues
mientras corría hacia el cuarto le pareció que lo llamaba por su nombre, con un tono de ternura que él nunca había
escuchado.
¡A mí, Enrique, a mí!...
– ¡Pronto! – exclamó Enrique, precipitándose sobre su hermano –¡Pronto, Efraín! ¡El viejo se ha caído al chiquero!
¿Debemos irnos de acá!
– ¿Adónde? – preguntó Efraín.
– ¿Adonde sea, al muladar, donde podamos comer algo, donde los gallinazos!
– ¡No me puedo parar!
Enrique cogió a su hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho. Abrazados hasta formar una sola
persona cruzaron lentamente el corralón. Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste
había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula.
Desde el chiquero llegaba el rumor de una batalla.

1. ¿Qué sucedió la última noche de luna llena?


2. ¿Cómo demostró Enrique su amor fraternal?
3. ¿Cómo se sintió Enrique cuando estuvo en el muladar?
4. ¿Qué había sucedido mientras Enrique estuvo ausente?
5. ¿Qué hizo Enrique al enterarse de lo sucedido?
6. ¿Crees que estuvo bien lo que hizo Enrique? Explica tu respuesta.
7. ¿Explica la siguiente expresión: “Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste
había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula?
8. Creatividad: Utilizando tu imaginación continúa el cuento, ¿Qué sucedió con Efraín y Enrique? A qué lugar
fueron? Y ¿Cómo les fue?

1. Dibuja una escena del fragmento leído.

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COMPRENSIÓN LECTORA

MODULO DE APRENDIZAJE Nº 07

TITULO GENERAL: DEL MAR A LA CIUDAD SUB AREA: COMPRENSIÓN


LECTORA

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 18

TEMA: DEL MAR A LA CIUDAD


APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente el cuento “Del Mar a la Ciudad” y reflexiona sobre su contenido.


 Comenta el análisis de la estructura externa e interna del cuento “Del Mar a la Ciudad” de Oscar Colchado
Lucio.

Lectura del texto: “Del Mar a la Ciudad” Oscar Colchado Lucio

Hacia tan poco que sus ojos habían amanecido ala luz de la vida, y ya se daba cuenta que habitaba una hermosa isla
– la Isla Blanca – y, aún más, que al frente de ésta, como algo lejanamente misterioso, se alzaba una ciudad muy
grande poblada de extraños ruidos y lumínicos silencios.

Desde el olvidado rincón donde transcurrieron sus primeros días, muy lejos del lugar donde las manchas de pelícanos
habían hecho su querencia, Pico Largo pasaba horas en muda contemplación, tratando de descubrirle los secretos a
esa urbe que ya empezaba a parecerle de veras desconcertante. Se daba cuenta, por ejemplo, que en ella el boato y
la miseria coexistían increíblemente. Que la exquisita claridad que en las noches alegraba la ciudad, sólo era privilegio
de los sectores donde se alzaban opulentos edificios y modernísimas viviendas, en flagrante contradicción con los
míseros ranchos de estera que poblaban apiñados los extensos arenales, hundidos en el vasto imperio de las
tinieblas.

Con todo, a Pico Largo no dejaba de fascinarle la ciudad, acaso por que en el fondo tuviera la convicción de que los
puertos no eran más que islas grandes, donde en vez de aves habitaban hombres. Quizá por eso soñaba con visitarla
algún día, como lo hacían los pelícanos adultos cuando volaban de paseo. “Un día – se dijo – si, un día volaré sobre
ese lugar extraño”.

Era la época de que bandadas de pardelas, patillos y piqueros, dando chillidos de loca alegría, cosechaban
profusamente de las cloacas las ingentes cantidades de desecho que arrojaban las fábricas pesqueras al mar. Un
penetrante y desagradable olor a pescado quemado se respiraba en toda la población. Densas columnas de humo
cerraban la bahía alzándose altas cual sinónimo de bonanza.

Cuando Pico Largo sintió sus alas ligeramente sólidas, tomó la costumbre de ensayar cortísimos vuelos en la
extensión blanquecina de la isla. Casi todo el día se lo pasaba en eso. Pero a la hora en que, ebrio de lejanía,
instalaba el sol su última llamarada sobre la raya azul del horizonte, abandonaba su entretenido pasatiempo para
posarse sobre su peña favorita y ponerse a contemplar regocijado el triunfal retorno de los pescadores. Y se admiraba
viendo cómo las bandadas de pelícanos, al término de un vuelo desordenado y presuroso, se lanzaban en picada a
las bodegas rebosantes de anchoveta de las lanchas.

Los componentes de la tripulación, acodados a la borda, con el torso desnudo o solamente en trusa, reían
festivamente cuando los ávidos alcatraces engullían, desesperados, los plateados pececillos.

Pico largo sabía que su madre le traería, como todos los días, en su amplia bolsa, su ración de anchoveta. Por eso, no
se preocupaba como los otros en ir hasta las lanchas. Sólo había que ensayar el vuelo, para cruzar el mar y llegar a la
ciudad.

Abril llegó trayéndose el otoño, y éste no sólo su frío, también la adversidad. Amarillentas cayeron las hojas de los
días. Y Chimbote fue entonces una enorme boca abierta hacia el corazón del cielo.
Casi todas las tardes, los pescadores volvían tal como se había ido antes de despuntar el alba; con las redes
arrolladas en la popa y un bostezo largo posado en las bodegas.

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COMPRENSIÓN LECTORA

Una semanas más, y dejaron de salir. Los muelles quedaron olvidados y las fábricas huérfanas de los blancos
pañuelos de sus chimeneas, sin poder decir adiós a los días de abundancia.
Fue entonces cuando en la isla los pelícanos mayores se sobresaltaron. Largos vuelos hicieron hacia los muelles. Y
fue muy poco lo que trajeron los padres para sus hambrientas crías. A los demás no se les veía a veces por días
enteros. Y ya no era de extrañarse si no volvían a aparecer.

Pico Largo, que siempre había tenido el sustento en la bolsa de su madre, se alarmó cierto día cuando ésta no volvió.
La esperó despierto toda la noche escrutando en dirección al monstruo: la ciudad. Sabía que su madre, viva o muerta,
estaba allí.

Al otro día, muy tarde, viendo extinta su esperanza y acosado por el hambre, por primera vez se decidió a volar hacia
los muelles. Lo hizo elevándose muy alto, con increíble fuerza. ¡Que hermoso era volar sobre la transparente piel del
agua! ¡Que divertido posarse en el mullido lecho de las olas, dejándose arrastrar y arrastrar por éstas hasta recobrar
el perdido aliento!

Por algunos instantes, Pico Largo se distrajo en esto; más, luego, tornó a su congoja. Y ya desganado siguió su largo
vuelo.
Al fin pudo posarse sobre una lancha. Asomó los ojos al interior de la bodega, y, espantado, vio que varios de sus
hermanos de pluma, yacían muertos en el fondo con las tripas contractas.

Una ondulante bandada de pelícanos volaba en esos instantes sobre la ciudad. Pico Largo se fue tras ellos. El hambre
le puyaba las entrañas con más intensidad.
Aparecieron muy cerca de su vista las casas, los carros, los hombres…

Todo le pareció fantástico, tal si viviera sueños. Un grupito de los picudos pájaros yacía posado sobre la alta torre de
la iglesia. Voló allí. Cuando quiso comunicarse con éstos, asustado comprobó que sólo eran algo así como sombras,
que la muerte moraba muy adentro de sus lánguidas miradas (…)
Cuando al fin asentó, muchos pelícanos lo rodearon. Y hasta diriase que celebraron su llegaba, pero en éstos también
ya la agonía había hecho su tenebroso nido. Pico Largo tuvo miedo, mucho miedo. Y quiso volverse a su isla. Recordó
su peña favorita, y hasta deseó morirse allí. Más era imposible pensar en eso ahora: sin fuerzas no podría retornar
(…)

Así se acostumbró Pico Largo a dormir en las torres de las iglesias y a vivir hurgando en los basurales, acosado por
los perros vagos y por los niños malos.

Cierto día, cuando había perdido ya la cuenta del rosario de sus días en la ciudad y se hallaba muy abstraído
observándose el pringoso y descuidado plumaje, algo como un pálpito lo hizo volverse hacia los muelles; vio
entonces, con extremada alegría, que los pescadores arriaban fondo y que, indudablemente, se harían a la mar.
Raudo voló en dirección a la playa a percatarse.

En efecto, la veda había terminado. Y las lanchas salieron con la radiante luz del amanecer. Fugaces se perdieron tras
las islas. Pico Largo se fue tras ellas, jubiloso. Así si volvería a su peña. Y de nuevo tornaría a ser feliz.

AUTOR: OSCAR COLCHADO LUCIO

1.Biografía:

Deja Chimbote en 1983 para vivir en Lima, lugar donde reside actualmente.
Ha vivido gran parte de su juventud en Chimbote. Nació en Huallanca – Departamento de Ancash (1947). Es fundador
del grupo literario Isla Blanca en Chimbote y de la Revista “Alborada Creación y Análisis”. Es profesor de Lengua y
Literatura.

2.Producción Literaria:

Cuentos: “Aurora tenaz”, “Arpa de Wamani”, “Devolverte mi canción”, etc.


Cuentos: “Del mar a la ciudad”, “Cordillera negra”, “Cholito en los andes mágicos”, “Hacia el Hanaq Pacha”, “Tras
las huellas de Lucero”, “Cholito en la ciudad del río hablador”, etc.
Novelas: “¡Viva Luis Pardo!”, “Rosa Cuchillo”

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COMPRENSIÓN LECTORA

3.Apreciación Literaria:

Obtiene en 1978 el Premio Nacional de Cuento “José María Arguedas”, el Premio Nacional de Poesía “José María
Eguren” en 1980 en Lima; finalista en el concurso nacional de cuento COPE en 1983; en 1985, el Premio Nacional de
la Literatura Infantil y Juvenil, el Premio Latinoamericano de cuento (CICLA) en 1987; además el Premio Nacional de
Novela (organizado por la U. Federico Villarreal de Lima), en 1966.
Pertenece a la actual generación de narradores y poetas de la Literatura Peruana.
En sus obras prevalece lo mítico, lo mágico y lo maravilloso de las concepciones andinas y los aportes de otros
pensamientos como la vida después de la muerte. Se inscribe dentro de la corriente literaria Realismo Mágico
Indigenista.

1. Identifique género y especie literaria del texto


2. ¿De qué isla se habla en el texto? ¿Dónde está ubicada?
3. ¿De quién se habla en el texto?
4. ¿Qué se dice de Pico Largo?
5. ¿Qué le fascinaba a Pico Largo? ¿Qué se dijo un día?
6. ¿Qué sucedió cuando Pico Largo sintió sus alas ligeramente sólidas?
7. ¿Qué hacía Pico largo cuando se ocultaba el sol?
8. ¿Por qué Pico Largo no se preocupaba de buscar comida?
9. ¿Qué sucedió en Chimbote con los pescadores, los muelles y fábricas cuando llegó el mes de abril?
10. Cierto día ¿Por qué se alarmó Pico largo? ¿Qué hizo al otro día?
11. ¿Qué observó Pico Largo cuando pudo posarse sobre una lancha? ¿Qué sucedió en esos momentos?
12. ¿De qué tuvo miedo Pico largo? ¿A qué se acostumbró?
13. ¿Qué sucede con Pico Largo al final del cuento?
14. ¿Cuál es el tema central?
15. ¿Cuál es el mensaje?

1. Vocabulario: Busca en el diccionario el significado de las siguientes palabras: querencia – boato –


opulento – flagrante – apiñar – ingente – bonanza – rebosante – engullir – extinta – mullido – congoja –
puyaba - yacía – moraba – lánguida – tenebroso – hurgar – abstraído – pringoso.
2. Ilustración (Dibuja referente al texto leído)
3. Transcribe el argumento de la obra “Tras las huellas de Lucero”.

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COMPRENSIÓN LECTORA

MODULO DE APRENDIZAJE Nº 07

TITULO GENERAL: LA PROFECÍA SUB AREA: COMPRENSIÓN LECTORA

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 19

TEMA: LA PROFECÍA
APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “La Profecía”.


 Comenta en forma oral y escrita el análisis de la estructura externa e interna del cuento.
 Responde en forma clara y ordenada las preguntas referentes al texto leído.

LECTURA DEL TEXTO: “LA PROFECÍA”

Una vez, a la hora del recreo, cuando la tierra era de todos los niños y nuestras risas se
derramaban por la pampa del recreo, varios maestros se propusieron descubrir el futuro de
los “escuelantes”:
– Carlos será abogado, habla muy bien – dijo uno.
– Raúl seguirá medicina; es pintón y su mamá tiene plata continuó otro.
– ¿Y dónde dejan a Guillermo…? Su papá tiene varias haciendas complemento un
Segundo.
Así fueron pronosticando, uno por uno, el porvenir de los alumnos. Agotada la relación de
los hijos de los notables echaron moneda al aire y conversando en sello y cara, vislumbraron
la vida adulta de los otros niños…, hasta que llegó mi turno. El entusiasmo descolgóse de su
alegría y arrastróse lento, muy lento, hasta la boca agria de un maestro.
¿Y éste que irá a ser…?
Mi maestro renimóse de inmediato. Dueño de una incertidumbre absoluta, convencido de
su sabiduría infalible, repuso con la más fría lógica.
– ¡Qué pregunta, hombre!... ¡Nada! ¿No vez que su padre no tiene ni en que caerse
muerto? –Se hizo una mueca rara con su boca orlada de bigotitos ralos. Sus colegas
asintieron, encogiéronse de hombros y se fueron derechitos a las aulas. El recreo había
terminado.
La plaza, frente a la escuela, agrandó su inmensidad de tierra. Yo me quedé solo, en el
centro, avasallado por las palabras de mi maestro y los cuchicheos alegres y festivos de los
demás. Siempre había admirado a mi maestro y ahora estábamos en los bordes opuestos del
camino. Perdí la noción del tiempo y del espacio.
– ¡A ver, ese alumno?... ¿Qué hace allí, parado como un sonso? ¿No ha escuchado el
silbato?
Casi de inmediato, dos muchachotes violentos me arrastraron en dirección del aula, en
cuya puerta esperaba mi maestro.
– ¿No sabe que el recreo ya terminó, jovencito?... Bueno, bueno… ¡Póngame la mano!...
¡Extienda bien los dedos!.
Y la palmeta cayó con furia, una, dos, tres… no sé cuántas veces; primero en una mano;
luego en la otra… pero yo no sentí ningún dolor, ni pude ver siquiera la rabia en los ojos del
profesor, que me acababa de anunciar un futuro vacío, en blanco y sin nada.
El tiempo pasó. Ni Carlos fue abogado, ni Raúl médico y de Guillermo nunca se supo
nada más; en cambio otros “escuelantes” alcanzaron el nombre egregio de los profetizados.
Quizá esto no tenga mucha importancia, pero siempre pienso en los colegios de los maestros
a la hora de los recreos.
AUTOR: SANIEL LOZANO (peruano)

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COMPRENSIÓN LECTORA

Desarrolla individualmente el siguiente cuestionario.


A. Preguntas de Memoria o Retención:
1. ¿Qué se propusieron descubrir los maestros a la hora del recreo?
2. Según ellos, ¿qué profesiones seguirían los alumnos: Carlos y Raúl?
3. ¿Cómo se sintió el niño después de que el maestro profetizó que él no llegaría a ser
nadie en el futuro?
4. ¿Qué castigo dio el profesor al niño por tardarse en entrar a su aula?

B. Preguntas de Comprensión o Razonamiento:


1. Según el maestro ¿Por qué el niño no llegaría a ser nadie en el futuro?
2. ¿Por qué no se cumplió la profecía de los maestros?
3. ¿Le dolió al niño los palmetazos que le dio el profesor? ¿Por qué?

C. Preguntas de Enjuiciamiento o Valoración:


1. ¿En nuestra localidad existen maestros parecidos a los de la lectura? ¿Por qué?
2. ¿Estás de acuerdo que el maestro dijera que el niño no llegaría a ser nadie? ¿Por
qué?
3. ¿Te gustaría que dijeran lo mismo sobre tu futuro? ¿Por qué?
4. ¿Crees que sólo la gente rica puede llegar a ser profesional? ¿Por qué?

Investiga y desarrolla en forma clara y precisa la ficha de lectura.


I. ESTRUCTURA EXTERNA:
1. Nombre del autor y nacionalidad.
2. Datos biográficos y producción literaria.

II. ESTRUCTURA INTERNA:


1. Título de la lectura.
2. Género y Especie Literaria.
3. Personajes.
4. Argumento.
5. Tema.
6. Vocabulario.

III. APRECIACIÓN PERSONAL:


1. Mensaje.
2. Creatividad literaria (dando margen a tu creatividad, redacta como te hubiera gustado
que sea el final del texto).
3. Ilustración. (Dibuja referente al texto leído).

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MODULO DE APRENDIZAJE Nº 08

TITULO GENERAL: ALGO EN LA OSCURIDAD SUB AREA: COMPRENSIÓN


LECTORA

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 21

TEMA: ALGO EN LA OSCURIDAD


APRENDIZAJES ESPERADOS:

 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “Algo en la oscuridad”.


 Comente en forma oral y escrita ideas principales y mensaje del cuento.

ALGO EN LA OSCURIDAD (Literatura fantástica)


En la oscuridad una pila de revistas una planta carnívora; su buzo y pantalones tirados en el suelo eran iguales a
un escamoso largato. Prestó atención. La respiración venía de abajo de la cama.
- ¿Fantasías, no? - se dijo Santiago-. Todo debe tener una explicación.
Sin embargo, su colección de revistas "Enigmas de la ciencia" no explicaba nada sobre lo que estaba pasando
debajo de su cama.
Santiago cerró los ojos y analizó científicamente la citación. El ruido de una simple respiración no le iba a cortar
el sueño. Pero volvió a oír el mismo ruido inexplicable; alguien estaba respirando.
- ¡El monstruo de abajo de la cama! - exclamo Santiago. Y, como si lo hubiera escuchado algo salió corriendo
desde abajo de su cama y se paró en el rincón más oscuro de su cuarto.
- Seguro que es horrible - pensó Santiago. No miraré. Entonces, oyó una voz como de zapato nuevo.
- ¿Quién me despertó? - gruño la voz. Justo ahora que estaba soñando mi pesadilla favorito ¡Qué hambre tengo!
- Si no me muevo, no me comerá, pensó Santiago, muy asustado. Después hubo un silencio seguido por un
ronquido.
¡Eso de un ronquido! gritó el monstruo tanteando en la oscuridad ¿Dónde está? ¿eso fue lo que me despertó?.
Y en ese momento Santiago recordó que no había tomado su jarabe contra la tos y se dio cuenta de que había
sido su propia ronquera lo que lo había asustado tanto. Justo en ese instante se encontraron sus miradas. El
monstruo visto por Santiago: ojitos colorados. Cuerpo alechugado. Tiene pico con dientes y los dedos . . . mejor no
describirlos. Conclusión: es horrible. Me comerá inmediatamente.
Santiago visto por el monstruo como un cocodrilo pero, por las dudas, Santiago decidió tratarlo con todo respeto:
- Usted no existe ¿Verdad?, le dijo sin atreverse a tutearlo.
- Es cierto, gruño el monstruo. Los monstruos le permitiría devorarlo sin el mínimo ruido.
Nadie podría salvarlo . Por la mañana , su mamá encontraría solamente sus huesitos bien pelados.
Semipetrificado por el miedo, Santiago quiso encender la luz, no pudo y dio un grito. Su grito sobresalto al
monstruo que tiró la pila de revistas. Un frasco de jarabe que nadaba por allí se tambaleó y el monstruo se paro para
atajarlo.
A partir de ahí sucedieron hechos increíbles.
El monstruo se bebió todo el jarabe de Santiago y pareció encantarle. Ya satisfecho, se instaló cómodamente a
hojear las revistas y a reírse sin parar.
Santiago quedó asombrado. A los dos les gustaban las mismas revistas. Sólo que el monstruo encontraba
chistosos los títulos que a él le sonaban muy serios: "Una era de viajes espaciales. La escafandra que explica los
sueños", 2 Computadoras que predicen el futuro . . .
El monstruo leía y se mataba de risa.
Por eso Santiago y el monstruo se hicieron muy amigos. Todas las noches se juntaban para disfrutar del jarabe
y de las revistas. De toda la escuela, su novia Sofía fue la única que le creyó, sabiendo que siempre es bueno
tener, al menos, un monstruo amigo debajo de la cama.
HORACIO LÓPEZ (Adaptación)

I. Contesta del texto anterior (en tu cuaderno)


1. ¿Dónde transcurren los hechos?
2. ¿Qué tiene de especial el lugar?
3. ¿Quién se encontraba en ese lugar?

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MODULO DE APRENDIZAJE Nº 08

TITULO GENERAL: LA BOTELLA DE CHICHA SUB AREA: COMPRENSIÓN


LECTORA

SESIÓN DE APRENDIZAJE Nº 22

TEMA: LA BOTELLA DE CHICHA


APRENDIZAJES ESPERADOS:
 Lee comprensivamente y con criterio valorativo el cuento “La botella de chicha”.
 Comente en forma oral y escrita ideas principales y mensaje del cuento.

LA BOTELLA DE CHICHA ( Julio Ramón Ribeyro)


      En una ocasión tuve la necesidad de una pequeña suma de dinero y como me era imposible procurármela por las
vías ordinarias, decidí hacer una pesquisa por la despensa de mi casa, con la esperanza de encontrar algún objeto
vendible. Luego de remover una serie de trastos viejos , divisé, acostada en un almohadón, como una criatura en su
cuna, una vieja botella de chicha. Se trataba de una chicha que hacía más de quince años recibiéramos de una
hacienda del norte y que mis padres guardaban celosamente para utilizarla en un importante suceso familiar .Mi padre
me había dicho que la abriría cuando yo "me recibiera de bachiller". Mi madre, por otra parte, había hecho la misma
promesa a mi hermana, para el día "que se casara” pero ni mi hermana se había casado ni yo había elegido aun qué
profesión iba a estudiar , por lo cual la chicha continuaba durmiendo el sueño de los justos y cobrando aquel
inapreciable valor que dan a este género de bebidas los descansos prolongados.
      Sin vacilar, cogí la botella del pico y la conduje a mi habitación. Luego de un paciente trabajo logré cortar el
alambre y extraer el corcho, que salió despedido como por el ánima de una escopeta. Bebí un dedito para probar su
sabor y me hubiera acabado toda la botella si es que no la necesitara para un negocio mejor. Luego de verter su
contenido en una pequeña pipa de barro, me dirigí a la calle con la pipa bajo el brazo. Pero a mitad del camino un
escrúpulo me asaltó. Había dejado la botella vacía abandonada sobre la mesa y lo menos que podía hacer era
restituirla a su antiguo lugar para disimular en parte las trazas de mi delito. Regresé a casa y para tranquilizar aún más
mi conciencia, llené la botella vacía con una buena medida de vinagre, la alambré, la encorché y la acosté en su
almohadón.
      Con la pipa de barro, me dirigía la chichería de don Eduardo.
      -Fíjate lo que tengo -dije mostrándole el recipiente-. Una chicha de jora de veinte años. Sólo quiero por ella treinta
soles. Está regalada.
      Don Eduardo se echó a reír .
      -¡A mí!, ¡a mí! -exclamó señalándome el pecho-. ¡A mí con ese cuento!
      Todos los días vienen a ofrecerme chicha y no sólo de veinte años atrás. ¡No me fío de esas historias! ¡Cómo si
las fuera a creer!
      -Pero yo no te voy a engañar. Pruébala y verás.
      -¿Probarla? ¿Para qué? Si probara todo lo que me traen a vender terminaría el día borracho, y lo que es peor, mal
emborrachado. ¡Anda, vete de aquí! Puede ser que en otro lado tengas más suerte.
      Durante media hora recorrí todas las chicherías y bares de la cuadra. En muchos de ellos ni siquiera me dejaron
hablar. Mi última decisión fue ofrecer mi producto en las casas particulares pero mis ofertas, por lo general no pasaron
de la servidumbre.
      El único señor que se avino a recibirme, me preguntó si yo era el mismo que el mes pasado le vendiera un viejo
burdeos y como yo, cándidamente le replicara que sí, fui cubierto de insultos y de amenazas e invitado a desaparecer
en la forma menos cordial. Humillado por este incidente, resolví regresar a mi casa. En el camino pensé que la única
recompensa luego de empresa tan vana, sería beberme la botella de chicha. Pero luego consideré que mi conducta
sería egoísta, que no podía privar a mi familia de su pequeño tesoro solamente por satisfacer un capricho pasajero, y
que lo más cuerdo sería verter la chicha en su botella y esperar, para beberla, a que mi hermana se casara o a que a
mí pudieran llamarme bachiller.
      Cuando llegué a casa había oscurecido y me sorprendió ver algunos carros en la puerta y muchas luces en las
ventanas. No bien había ingresado a la cocina cuando sentí una voz que me interpelaba en la penumbra. Apenas tuve
tiempo de ocultar la pipa de barro tras una pila de periódicos.
      -¿Eres tú el que anda por allí? -preguntó mi madre, encendiendo la luz-. ¡Esperándote como locos! ¡Ha llegado
Raúl! ¿Te das cuenta? ¡Anda a saludarlo! ¡Tantos años que no ves a tu hermano! ¡Corre! que ha preguntado por ti.

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comunicación
COMPRENSIÓN LECTORA

      Cuando ingresé a la sala quedé horrorizado. Sobre la mesa central estaba la botella de chicha aún sin descorchar.
Apenas pude abrazar a mi hermano y observar que le había brotado un ridículo mostacho. "Cuando tu hermano
regrese” era otra de las circunstancias esperadas. Y mi hermano estaba allí y estaban también otras personas y la
botella y minúsculas copas pues una bebida tan valiosa necesitaba administrarse como una medicina.
      -Ahora que todos estamos reunidos -habló mi padre- vamos al fin a poder brindar con la vieja chicha -y agradeció
a los invitados con una larga historia acerca de la botella, exagerando como era de esperar, su antigüedad. A mitad de
su discurso, los circunstantes se relamían los labios.
      La botella se descorchó ,las copas se llenaron, se lanzó una que otra improvisación y llegado el momento del
brindis observé que las copas se dirigían a los labios rectamente, inocentemente, y regresaban vacías a la mesa, en
grandes exclamaciones de placer.
      -i Excelente bebida!
      -¡Nunca he tomado algo semejante!
      -¿Cómo me dijo? ¿Treinta años guardada?
      -¡Es digna de un cardenal!
      -¡Yo que soy experto en bebidas, le aseguro, don Bonifacio, que como ésta ninguna!
      Y mi hermano, conmovido por tan grande homenaje, añadió:
      -Yo les agradezco, mis queridos padres, por haberme reservado esta sorpresa con ocasión de mi llegada. El único
que, naturalmente, no bebió una gota, fui yo. Luego de acercármela a las narices y aspirar su nauseabundo olor a
vinagre, le arrojé con disimulo en un florero.
      Pero los concurrentes estaban excitados. Muchos de ellos dijeron que se habían quedado con la miel en los labios
y no faltó uno más osado que insinuara a mi padre si no tenía por allí otra botellita escondida.
      -¡Oh. no! -replicó-. ¡De estas cosas sólo una! Es mucho pedir .
      Noté. entonces. una consternación tan sincera en los invitados, que me creí en la obligación de intervenir.
      -Yo tengo por allí una pipa con chicha.
      -¿Tú? -preguntó mi padre sorprendido.
      -Sí, una pipa pequeña. Un hombre vino a venderla... Dijo que era muy antigua.
      - ¡Bah! ¡Cuentos!
      -Y yo Se la compré por cinco soles.
      -¿Por cinco soles? ¡No has debido pagar ni una peseta!
      -A ver, la probaremos -dijo mi hermano-. Así veremos la diferencia.
      -Si, ¡que la traiga! -pidieron los invitados.
      Mi padre, al ver tal expectativa, no tuvo más remedio que aceptar y yo me precipité hacia la cocina. Luego de
extraer la pipa bajo el montón de periódicos, regresé a la sala con mi trofeo entre las manos.
      -iAquí está! -exclamé entregándosela a mi padre.
      -¡Hum! -dijo él, observando la pipa con desconfianza-. Estas pipas son de última fabricación. Si no me equivoco,
yo compré una parecida hace poco -y acercó la nariz al recipiente-. ¡Qué olor! ¡Esto es una broma! ¿Dónde has
comprado esto, muchacho? ¡Te han engañado! ¡Qué tontería! Debías haber consultado -y para justificar su actitud
hizo circular la botija entre las concurrentes. quienes ordenadamente la olían y después de hacer una mueca de
repugnancia, la pasaban a su vecino.
      -¡Vinagre!
      -¡Me descompone el estómago!
      -Pero ¿es que esto se puede tomar? -¡Es para morirse!
      y como, las expresiones aumentaban de tono, mi padre sintió renacer en sí su función moralizadora de jefe de
familia y, tomando la pipa con una mano y a mí de una oreja con la otra, se dirigió a la puerta de la calle.
      -Ya te lo decía. ¡Te has dejado engañar como un bellaco! ¡Ya verás lo que se hace con esto!.
      Abrió la puerta y, con gran impulso, arrojó la pipa a la calle, por encima del muro. Un ruido de botija rota estalló en
un segundo. Recibiendo un coscorrón en la cabeza, fui enviado a dar una vuelta por el jardín y mientras mi padre se
frotaba las manos, satisfecho de su proceder, observé que en la cera pública, nuestra chicha, nuestra chicha, nuestra
magnífica chicha norteña, guardaba con tanto esmero durante quince años, respetada en tantos y tentadores
compromisos, yacía extendida en una roja y dolorosa mancha. Un automóvil la pisó alargándola en dos huellas; una
hoja de otoño naufragó en su superficie; un perro se acercó la olió la meó.

1.   Enumera los personajes del cuento en orden de importancia. Haz un retrato de los mismos.
2.   Ubica el tiempo y el lugar en que suceden los hechos presentados en la obra.
3.   Señale la idea principal alrededor del cual se suceden los hechos.
4.   Redacta un resumen de lo leído.

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