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Seminario de doctorado

Discurso filosófico y discurso poético en la Grecia clásica: el antagonismo de dos


cosmovisiones

Docente: Dr. Luis Ángel Castello

Alumno: Nicolás Paolini

Año 2021

Comentarios acerca de

Hesíodo: el «Proemio» de Teogonía

Extracto del capítulo III de la tesis doctoral de Luis Ángel Castello1

La redacción de Teogonía, poema de Hesíodo, está fechada en la segunda mitad del siglo VIII.2
Muy posiblemente fue dictado por su compositor, dado que guarda rasgos típicos de la oralidad
como la repetición de fórmulas y epítetos. Por lo demás, la influencia del estilo homérico es
notable. En sus primeros versos —conocidos como el «Proemio»—, el poeta otorga un lugar
privilegiado a las Musas, hijas de Mnemósine, la memoria. Este es el tema que desarrolla Castello
en el extracto de su obra que repasamos y comentamos.

En una cultura oral, las Musas inspiran hechos célebres a los poetas y sentencias perdurables a
los reyes, manteniendo en un soporte de belleza acústica el imaginario colectivo. La irrupción
de la escritura provoca un impacto que llega hasta entrado el siglo IV y que aparece reflejado en
dos testimonios de la época. Uno es el mito que narra Sócrates al final del Fedro: un rey rechaza
el invento de la escritura por considerarla un mero «recordatorio» (hypómnēsis), un artificio que
no contribuirá a la memoria sino, por el contrario, al olvido, al hacer de la «verdadera memoria»
(mnéme) algo innecesario. 3

El otro testimonio es el de Alcidamente de Elea, previo a Platón, quien señala la inutilidad de los
discursos escritos para la labor cívica, al tratarse estos de palabra rígida, inmóvil, incapaz de
discutir. Para el caso los sofistas propiciaban el kairós como la palabra del aquí y ahora, la
dinámica del encuentro oportuno. 4

Por otro lado, Platón y Alcidamente coinciden en la idea de la escritura como eídolon (reflejo,
repetición, copia), con todo lo que eso implica en el sistema platónico. El discurso escrito imita

1
Castello, Luis Ángel (2010). La tensión entre oralidad y escritura en Grecia y el testimonio de
Alcidamante de Elea. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos
Aires.
2
Trabajé para esta exposición con la traducción de Aurelio Pérez Jiménez para la Biblioteca Clásica
Gredos: Hesíodo (2008). Teogonía. Trabajos y días. Barcelona: Del Nuevo Extremo.
3
Fedro, 274 c y ss.
4
Alcidamente de Elea (2005). Sobre los que escriben discursos o Sobre los sofistas, en Testimonios y
fragmentos. Madrid: Gredos.

1
el habla como una estatua imita a la persona o una pintura imita el paisaje: pueden deleitarnos
pero no sirven para nada.5

La función de Mnemósine en la cultura oral

Mnemósine y sus hijas, las Musas, pertenecen a la primera generación de dioses elementales
(Gea, Urano…), que para el ilustrado siglo V han quedado ya olvidados o reducidos a meras
convenciones poéticas. En la etapa prealfabética, en cambio, su protagonismo es notorio. Las
encontramos, por ejemplo, en el Himno a Hermes, donde también se menciona a Mnemósine
como madre de las Musas.6 En el mismo nombre de Mnemósine encontramos la raíz
indoeuropea mn que dará en griego mnéme, memoria, y también moûsa.

En el estadio oral, la memoria funciona

• como fin, almacenando en los poetas todo saber digno de ser conservado: desde los
«hechos famosos de los héroes de antaño», de cuyo entramado se desprenden las
conductas dignas de ser imitadas —preceptos morales que sostienen el cuerpo social—
, hasta saberes prácticos (medicina, estrategia, pesca…) que hacen del poema una
verdadera «enciclopedia tribal».7
• como utilidad, registrando genealogías, cronologías y leyes. Por ejemplo, el extenso y
minucioso catálogo de las naves en Ilíada.8
• como medio, en función de la misma creación poética, ya sea como repetición o como
«improvisación».

Acerca de este último punto se hace necesaria la distinción entre la labor del rapsoda y la del
aedo. Ion, el cantor que protagoniza el diálogo platónico homónimo, es un rapsoda. Canta de
memoria los poemas homéricos y puede repetirlos con exactitud cuantas veces quiera, dado
que basa su canto en un texto escrito. En cambio, Demódoco, el poeta que canta la caída de
Troya en el canto VIII de Odisea, es un aedo. Desconoce la escritura y su canto es improvisado,
aunque no en el sentido de una creación ex nihilo sino de la composición a partir del sustrato
cultural y el dispositivo formular. Por eso Demódoco puede cambiar sobre la marcha el tema de
su canto a pedido de Ulises. También por eso nunca una presentación (Castello dice
«performance») será igual a otra —incluso a pesar del compositor mismo, como demostró Parry
en su experiencia con los cantores yugoslavos—.9 Sin ir más lejos, Homero mismo es un aedo y
Demódoco es habitualmente considerado su imagen especular.

Esta distinción entre rapsoda y aedo se relaciona también con las dos funciones de la memoria
antes mencionadas. Hypómnēsis, la memoria como «recordatorio» que Platón y Alcidamante
denostan, es lo propio del rapsoda, mientras que mnéme es esa memoria activa que pone en
acción el sustrato cultural en el oficio del aedo.

5
Sobre el paralelo entre las ideas de Platón y de Alcidamente, véase la Introducción de Juan Luis López
Cruces, pp. 49 y ss., en el volumen de Alcidamante citado.
6
Himno a Hermes, 429.
7
Castello, pág. 85.
8
Ilíada II, vv. 484 a 785.
9
Parry, Millman (1971). Whole Formulaic Verses in Greek and Southslavic Heroic Song, en The Making
of Homeric Verse. The Collected Papers of Milman Parry. Oxford.

2
Volviendo a las Musas, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la «inspiración» como lo
propio de estas deidades? Por un lado tenemos la bella comparación que hace Platón en el Ion
acerca de una cadena de anillos de hierro, el primero de los cuales está conectado a un imán y
transmite el magnetismo a los demás.10 Así —dice Sócrates— la divinidad impregna al poeta,
quien a su vez transmite ese entusiasmo (ἐνθουσιασμός) a sus oyentes. El poeta es un poseído.

En cuanto a Hesíodo, esa posesión divina vendría a poner en funcionamiento los mecanismos
de la memoria, además de venir en auxilio del poeta y su capacidad psicosomática. Mutatis
mutandis, Martín Fierro pide «a los santos del cielo» que le «refresquen la memoria».11
Leopoldo Lugones, para quien el Martín Fierro es nuestro poema épico, menciona esta
«invocación a los númenes propicios» de Fierro como «una costumbre épica».12

El sentido de la oposición mentira / verdad

Las Musas dicen a Hesíodo que saben decir «muchas mentiras (pseúdea)» y, cuando quieren, la
verdad.13 Estas «mentiras» son la ficcionalización de los conceptos, imprescindible para facilitar
su memorización en el contexto de la oralidad. Como explica Ong, la abstracción es hija de la
escritura.14

No son otra cosa los mythoi. Humphrey Kitto dice «los mitos eran explicaciones».15 En esa
curiosidad y ese sentido de la totalidad que caracterizan a los griegos, mythos no es lo contrario
de lógos sino su manifestación primera. Así, los mitos no son mentiras en tanto afirmaciones
falsas, sino en el sentido de un disfraz. Son verdades revestidas de ficción y adornadas de
«belleza acústica»16 en la voz del poeta. Lo que narran las Musas «es mentira», pero es verdad.

Si Platón prohibe a los poetas en su República, lo hace por un cierto puritanismo cívico (como
analiza Antonio Alegre Gorri).17 Los destierra preocupado por la conducta violenta u obscena de
tal o cual personaje, poco edificante para los niños, pero no por el hecho en sí de narrar mitos.
Por el contrario, el mismo Platón recurre a mitos varias veces en sus diálogos, incluso algunos
de su propia invención. Kitto ironiza: «[la censura platónica] es la reprobación de un filósofo
rígidamente intelectual, más poeta que muchos, y creador de algunos de los más profundos y
más hermosos mitos griegos».18 Por otro lado, Platón insinúa una distinción entre los mitos con
y sin hypónoia (término que Eggers Lan traduce como «sentido alegórico»), pero condena ambos
porque «el niño no es capaz de distinguir la hypónoia de lo que no lo es».19 En definitiva —
observa Castello—, tanto un relato mítico puede ser verdadero cuanto un enunciado lógico
puede ser falso.20

10
Ion, 533 d y ss.
11
Hernández, José. Martín Fierro, 11.
12
Lugones, Leopoldo (1916). El payador. Buenos Aires: Otero & Co. Impresores. Pág. 137.
13
Proemio, II b.
14
Ong, Walter (1996). La escritura reestructura la conciencia, en Oralidad y escritura. Tecnologías de la
palabra. Buenos Aires: Eudeba. Ong cita a su vez a Havelock, quien afirma que el pensamiento analítico
de Platón, quien critica la escritura, no habría sido posible sin ella (pág. 83).
15
Kitto, H. D. F. (2008). Los griegos. Buenos Aires: Eudeba. Pág. 226.
16
Castello, pág. 179.
17
Alegre Gorri, Antonio (2018). Estudio introductorio, en Platón I. Madrid: Gredos. Pág. LXV.
18
Kitto, ob. cit., pág. 230.
19
República, 387 d.
20
Castello, pág. 192.

3
Por su parte, Aristóteles preconiza el mito por sobre la historia. El historiador dice lo que fue
mientras que poeta dice lo que podría ser. En sentido platónico, los mitos retratan la verdad (la
idea) mientras que la historia retrata las apariencias, contingencias, anécdotas. La poesía es
«más filosófica y mejor» que la historia. 21

La conciencia de la profesión poética en Hesíodo

En el pasaje 22 de Teogonía, Hesíodo se nombra a sí mismo. Esta presencia del «yo poético»,
este sello (sphragís) del autor, es analizado por Castello como una voluntad del poeta por validar
públicamente su profesión. Por eso lo hace en plena invocación a la divinidad auxiliadora de los
poetas.

Las Musas —dice Hesíodo— «infundiéronme voz divina para celebrar el futuro y el pasado». El
aedo es el encargado mortal de cantar el poema inmortal de la divinidad. Podemos relacionar
esta idea con la del título anterior: a diferencia de la historia, que solo está en el pasado porque
es contingente, la verdad poética es eterna.

Las Musas también «cantan las normas de todos y celebran las sabias costumbres de los
Inmortales», según la traducción que propone el mismo Castello.22 Aquí Hesíodo declara que las
normas y leyes que rigen la sociedad son también materia poética, en especial —como dijimos—
en el marco de la oralidad.

La preservación de la palabra cotidiana

Al enumerar las Musas, Hesíodo nombra en último lugar a Calíope y dice que es la más
importante de todas, «pues ella asiste a los venerables reyes»23 a la hora de interpretar las leyes
y dictar sentencias perdurables. Calíope es «la de bella voz», la responsable de que el
gobernante domine el arte métrico de modo que ante la falta de escritura su palabra sea ley
respetada y —sobre todo— recordada.

Conclusión

El tan mentado «paso del mito al logos» no fue —como suele presentárselo en manuales
escolares— una revolución copernicana por la que una sociedad abandonó el pensamiento
mágico, supersticioso, para volcarse a su contrario, la razón. Se habla de mito como sinónimo
de mentira, con el peligro de desestimar la sabiduría de los antiguos (griega, hebrea, oriental,
aborigen…). «Eso es un mito», oímos en los medios cuando se quiere advertir socarronamente
acerca de algo falso.

Aquel proceso griego fue más bien un lento cambio en los modos de lidiar con la curiosidad, que
ni siquiera me atrevo a llamar «evolución» o «maduración». Me identifico con Ong cuando

21
Poética, cap. 9.
22
La traducción de Pérez Jiménez es «…cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los
inmortales» (Proemio, V a).
23
Proemio, V c.

4
lamenta que se hable de la cultura oral como «primitiva» o «salvaje». Los modos de la oralidad
son diferentes de los de la escritura y eso es todo.

La tensión generada por ese proceso es sin duda una clave para comprender la época clásica. Es
evidente que, a pesar de llevar ya varios siglos, la «nueva» tecnología de la escritura seguía
generando resquemores en el ámbito intelectual. Además de los testimonios explícitos
recogidos por Castello —y a raíz de ellos—, no pude dejar de notar que gran parte de la obra
que nos legó Grecia está relacionada de alguna manera con la oralidad:

• Los poemas de Homero y de Hesíodo, como sabemos, eran orales.


• La actividad filosófica de Sócrates —aunque era hombre letrado— fue exclusivamente
oral.
• Platón nos dejó una vasta literatura pero se trata llamativamente de diálogos, género
que abona la convicción de que la palabra vive verdaderamente en la oralidad. Por otro
lado, sabemos que la labor pedagógica de la Academia fue siempre oral y que a la
mayoría de la doctrina platónica (los ágrapha dógmata) se la llevó el viento.
• La ficción clásica por excelencia es el teatro, género también dialógico y, además, escrito
para ser oralizado.

Acaso Aristóteles sea la excepción que confirma la regla: su obra rígidamente intelectual es de
una precisión y un nivel de abstracción que solo pudieron ser posibles al final del proceso, en
tiempos en que la mentalidad escrita estaba ya consolidada. Es decir, concluido ya el largo duelo
por la oralidad.

* * *

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