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Fuente: Zamaro, Emanuel (2020), “Proyecto Czekalinski: otra forma de medir la

pobreza”, Página/12, 12 de marzo de 2020.

Proyecto Czekalinski: otra forma de medir la pobreza


Por Emanuel Zamaro

En 1951, la revista estadounidense Times publicó en su portada una foto de la familia


Czekalinski junto a la cantidad de alimento que consumían en un año: una tonelada y
media de comida bien distribuida entre frutas, verduras, carnes y lácteos. El apellido de
la familia norteamericana dio título, en 2019, al proyecto de investigación que docentes
de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) llevan adelante con el que buscan
cambiar la forma en la que se calcula la pobreza en el país, interviniendo en uno de sus
principales instrumentos de medición: la Canasta Básica Alimentaria (CBA).
El proyecto tuvo gran repercusión por tratarse de un grupo de voluntarios -entre quienes
están los docentes universitarios- que se plantearon pasar seis meses alimentándose
únicamente con los valores que esta medición les permitiera: sólo 163 pesos por día los
varones y 124 las mujeres. Paralelamente, otro grupo se alimentaría con las
recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA),
desarrolladas por el Ministerio de Salud. Para comparar los datos, un tercer grupo
continuaría con su dieta habitual, tomando nota de cada alimento ingerido.
Si bien este trabajo sirve para demostrar que los valores de la canasta básica son
insuficientes para que una persona se pueda alimentar correctamente, el director del
proyecto, Martín Maldonado, explica que el objetivo que tiene es otro: “Lo importante
no es lo que me pasa a mí, sino a los 15 millones de pobres que están atrás nuestro y son
los que sufren el día a día”, sentencia el docente.
“Las dos mediciones oficiales de pobreza en Argentina son, por un lado, las líneas de
pobreza e indigencia que la mayoría conoce y, por el otro, el índice de Necesidades
Básicas Insatisfechas (NBI). En Naciones Unidas y en algunos países como México y
Chile, la medición es multidimensional, similar a lo que hace la UCA acá en Buenos
Aires. Se tienen en cuenta varios factores como el acceso a un medio ambiente sano, a
los servicios, a la información, a la vivienda digna, a la calidad de empleo y a la equidad
de género, entre otros. Esto te pregunta por toda tu vida, las otras formas te preguntan
sólo cuánto gana”, detalla Maldonado, que es investigador del CONICET.
Sin haber terminado la primera etapa del proyecto, queda en evidencia que alimentarse
siguiendo exclusivamente los datos de la CBA es perjudicial para la salud. Los tres
integrantes del grupo que se dedicó a esta tarea tuvieron que abandonarla debido a
resultados negativos en los estudios médicos. Maldonado tuvo que abandonar esta parte
de la investigación a los tres meses y volver a alimentarse normalmente luego de que su
nivel de triglicéridos aumentara, además de bajar cinco kilos. La salud de ninguno de
los voluntarios se puso en peligro durante la investigación debido a los rigurosos
controles médicos a los que se sometían. Cualquier tipo de alteración que pudiera ser
riesgosa, como el aumento de la grasa en sangre, sería motivo para el cese del trabajo
para ese investigador.
Obstáculos en el camino
Algo curioso que sucedió con el grupo que siguió las guías del Ministerio de Salud es
que también bajó de peso. Sin embargo, el cuerpo de nutricionistas que acompaña al
proyecto determinó que fue de forma saludable. Un voluntario, incluso, contó que dejó
de roncar.
La principal propuesta que Czekalinski tiene es la de reemplazar gradualmente el
esquema de la canasta básica por el de GAPA. El problema principal es que “cambiar
esta forma de medición es una olla a presión que nadie quiere destapar”, considera el
docente y agrega: “El Indec dice que una familia de cuatro personas necesita cerca de
39 mil pesos por mes para comer, pagar el alquiler, la luz, el gas, impuestos, transportes,
la mochila de los chicos y todo lo demás. Esto se sostiene con una CBA como la
vigente. Si la cambiás y le agregás queso, yogurt, kiwi, pescado, palta, el valor de la
canasta se eleva un 70 por ciento y el porcentaje de pobres deja estar en 35 y se va por
lo menos al 55”.
A la hora de planificar la comida del mes, el grupo de voluntarios que se alimentó con
los parámetros de la canasta básica conformó una grilla en la que tenía como referencia
lo máximo que podía comer de cada producto. Seguido de eso, una serie de casilleros
vacíos que completaba con lo que consumía diariamente. Durante el primer mes de
trabajo, en septiembre del 2019, Maldonado había llegado al límite mensual permitido
en queso, manteca, mandarina, banana, mermelada, gaseosa, café y té, antes de la
primera quincena.
A la hora de hacer las compras, cada investigador tenía que recurrir a su mercado de
siempre y llevarse la opción más barata de lo que deseara consumir. “Yo suelo tomar
café diariamente. Al sexto día de investigación llegué a mi límite mensual porque
apenas alcanza para seis tazas. Si vos sos más de tomar mate estás en el mismo
problema porque apenas se puede usar 600 gramos de yerba”, explicó el docente.
El contraste entre las dos formas de medición que se basan en la alimentación es
abismal. Según el esquema conformado por los investigadores, la canasta básica te
permite comer en un mes 200 gramos de quesos, medio litro de yogur y 8 litros de
leche, mientras que las recomendaciones GAPA sugieren incluir 3 porciones de estos
alimentos al día.
Los impactos nutricionales de este tipo de alimentación fueron fáciles de notar. Ningún
integrante del grupo que se alimentó en base a la CBA pudo superar los tres meses sin
que se dispare algún indicador de salud que lo hiciera cesar de su trabajo. Pero el
impacto psicológico que esto provoca también se debe tener en cuenta. “Nos agarró una
reacción que los psicólogos describen como primaria, medio animal, como si fuera parte
del instinto de conservación. Todo el tiempo estábamos chequeando los alimentos,
guardándolos, contando cuánto quedaba. La psicóloga dice que es el mismo mecanismo
por el cual los perros guardan sus huesos”, detalló el investigador del CONICET.
La parte empírica del trabajo se encuentra en la mitad de su desarrollo y ya despertó
gran interés por parte de los agentes del Estado. A mediados de febrero, el director del
proyecto se reunió con representantes del Ministerio de Ciencia y Tecnología y del
CONICET para explorar la forma en la que los resultados de la investigación se
materialicen en políticas públicas.
Esta es una prioridad para los investigadores desde el primer minuto del proyecto.
Varios meses antes de la asunción del Frente de Todos en el Gobierno nacional, el hoy
ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, tuvo la oportunidad de dialogar con los
integrantes de la iniciativa en un viaje a Córdoba. Este encuentro abrió las puertas para
que Czekalinski forme parte del plan Argentina contra el Hambre. Los investigadores
tuvieron su chance de compartir su experiencia, debatir ideas y presentar las propuestas
que conformaron. “Aportamos un listado de alimentos saludables para que la tarjeta
alimentaria incentive a la gente a elegir esos productos y no los otros”, narra Maldonado
recordando su presentación en el consejo donde también acercaron la idea de un
etiquetado saludable para los alimentos.
Esta investigación no sólo tomó gran relevancia dentro del territorio argentino. La
comunidad científica internacional observa con detenimiento los avances del proyecto a
tal punto que fueron nominados como finalistas en los premios Global Media Awards
2020, que serán entregados el 28 de abril en Francia, en la categoría a “mejor campaña
de relaciones públicas o servicio comunitario”. La principal razón por la que esta
investigación tuvo semejante repercusión es porque son los mismos científicos quienes
se involucraron de lleno en el trabajo de campo.
“Le pusimos el cuerpo a la ciencia, y eso en el ambiente académico es medio raro.
Muchas universidades se han quedado muy lejos de la realidad, como si estuviera en el
siglo pasado todavía. Se quedan mucho en lo conceptual, en lo metodológico y eso pasa
porque el CONICET te sigue evaluando la cantidad de papers que tenés publicados en
inglés. A mí no me interesa escribir para que me lean cuatro o cinco tipos, sino que
busco devolverle algo a la gente que me banca a través de los impuestos”, concluye el
cientista social.
Semejante proyecto lleva un costo de 3 millones y medio de pesos entre los alimentos,
los estudios médicos y el cuerpo de especialistas que asistieron a los voluntarios. Todo
fue solventado por medio de donaciones particulares y canjes institucionales, como los
estudios de salud regalados por el sanatorio Allende de Córdoba. Sumado a esto, la
Fundación Marolio se comprometió a aportar todos los alimentos necesarios para la
segunda parte del proyecto que transcurrirá entre marzo y agosto.
Fuente: Litvinoff, Edgardo (2020), “Por qué es obsoleta la canasta básica alimentaria
del Indec”, La Voz, 4 de enero de 2020.

Por qué es obsoleta la canasta básica alimentaria del Indec


Edgardo Litvinoff

Una barra de pan por día, pero 300 gramos de pescado por mes. Siete kilos de papa para
los 30 días, pero menos de una fruta diaria. Nueve huevos mensuales.
Estas son algunas de las curiosidades de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) con la
que el Indec mide la pobreza en Argentina.
Es una canasta muy criticada tanto por nutricionistas como por quienes trabajan con las
mediciones de pobreza. En especial, porque contiene muchos hidratos de carbono y
escasas proteínas y fibras. Mucha papa, arroz, fideos y pan, y poca fruta y verduras. Y
casi nada de legumbres.
¿Qué es la CBA? Un listado de 58 productos (para el caso de la región pampeana) con
determinadas cantidades mensuales que suponen un aporte de 2.700 kilocalorías diarias
a un adulto varón de 30 a 59 años. Para la mujer, son 2000. Y deben ser los productos
más baratos en góndola.
Primera aclaración: nunca nadie comió la CBA. Es una herramienta para calcular el
costo de, en teoría, alimentarse con lo mínimo indispensable. Quien no tenga ingresos
para comprar lo que cuesta esa CBA ($ 4596,20 en noviembre de 2019, según el Indec),
queda bajo la línea de indigencia.
Los problemas
“La CBA es exigua en sus cantidades, desbalanceada en su composición y mala en su
calidad. Es obsoleta al menos en dos sentidos. En primer lugar como estándar
nutricional, ya que fue elaborada en 1985 y luego tuvo actualizaciones menores e
improlijas. La última fue en 2016 y se hicieron cambios menores (por ejemplo,
aumentar las calorías de 2.700 a 2.750 y crear 6 canastas regionales que varían una a
otra, por ejemplo, en 60 gr. de mortadela”, describe Martín Maldonado, investigador del
Conicet, director y voluntario del Proyecto Czekalinski.
“También es obsoleta como parámetro central de medición de pobreza ya que solamente
la mide por ingresos, definida como la capacidad de compra de una cesta de alimentos
según ingresos monetarios. Naciones Unidas, PNUD y varios países como México y
Chile ya han evolucionado hacia mediciones de pobreza llamadas multidimensionales,
porque incluyen otros aspectos basados en el acceso a derechos de todo tipo”, agrega
Maldonado.
Claudia Albrecht es una de las voluntarias que debió dejar de alimentarse por la CBA
por los riesgos para su salud: “La canasta básica fue pensada sólo en términos calóricos
y proteicos para satisfacer los requerimientos mínimos de un adulto promedio, a partir
de alimentos poco variados con un alto aporte de hidratos de carbono. Por eso resulta
deficitaria en algunos nutrientes, como calcio y fibra, cuyo aporte podría mejorarse
incorporando más cantidad de hortalizas, frutas y legumbres”, asegura.
“Es importante remarcar que la CBA no fue diseñada como una recomendación
dietética/nutricional, sino como indicador econométrico de medición de pobreza. Por
ello, si bien se puede trabajar en mejorarla en relación a su calidad nutricional, deben
considerarse aspectos mucho más amplios como el derecho a la alimentación de todas
las personas, con alimentos inocuos, nutritivos y que respondan a las preferencias
culturales de la población”, aclara Albrecht, quien escribió una emotiva carta para
contar cómo se sentía durante la investigación.
“Fuera de lo estrictamente nutricional, considerar la pobreza en base a este listado de
alimentos es claramente una visión reduccionista de una problemática que es
multidimensional”, finaliza Albrecht, licenciada en nutrición (UNC) e investigadora.
Para Julián Bronstein, uno de los coordinadores de Czekalinski, esta forma de medir la
pobreza es obsoleta “porque no contempla la amplia gama de dificultades y
desigualdades que atraviesan las personas en situaciones de vulnerabilidad, que son
mucho más complejas que solo el acceso o no a una alimentación de calidad. Es un
riesgo que sigamos fijando políticas públicas a partir de esto. No sólo estamos hablando
de políticas públicas de alimentación, sino también en materia de salud y vivienda, por
ejemplo”.
Situación de crisis
“La CBA es un instrumento obsoleto porque está diseñada para una situación de crisis y
de emergencia, para garantizar el mínimo aporte calórico y proteico. Pero el gran
problema es que categoriza a las personas indigentes, dando por sentado que un
porcentaje de la población no va a acceder a eso. Y eso atenta contra el derecho a la
alimentación. Y no tiene en cuenta la soberanía alimentaria y el entorno saludable en el
que se decide qué y cuándo comer. De eso se desprenden muchos instrumentos –como
un bolsón de alimentos– erróneamente diseñados a partir de esa canasta”, dice Matías
Scavuzzo, también licenciado en nutrición y miembro del equipo Czekalinski.
Para la directora de la Escuela de Nutrición de la UNC, Alejandra Celi, “el bajo valor
económico asignado a la CBA condiciona directamente la selección de alimentos. Este
indicador, aunque insuficiente, es utilizado para realizar mediciones de
pobreza/indigencia. Pero no es un indicador nutricional”.
Celi pone la situación en contexto: “La malnutrición, gran problemática actual, entre sus
factores determinantes encuentra una dieta poco saludable. Una parte importante de la
población ingiere menos nutrientes esenciales que los que necesita (los aportados por
verduras, frutas, lácteos, cereales integrales y legumbres) y a la vez consume el doble
de aquellos que aportan nutrientes críticos (azúcar, pan y derivados de harinas muy
refinadas)”. Y coincide con el resto: “Una apuesta superadora, en el marco de políticas
públicas, sería construir indicadores que aborden estas complejas problemáticas
multidimensionales”.
“Si se mejorara esa canasta aumentaría el costo y por eso, también, la cantidad de
personas en situación de calle. Por eso nunca se cuestionó antes”, explica Sofía Chacón,
integrante del equipo Czekalinski.
¿Habrá llegado la hora de revisar este instrumento? El proyecto no terminó, y atención
porque habrá más novedades.
Fuente: Maldonado, Martín (2019), “Hambre y Pan”, Blog Proyecto Czekalinski, 8 de
noviembre de 2019.

Hambre y pan

Hace un mes y 27 días que estoy comiendo solamente los alimentos de la Canasta
Básica Alimentaria del INDEC. Bajé 5 kilos, me siento cansado todo el tiempo. Estoy
harto, podrido, enojado y con hambre.
En el primer mes del experimento Czekalinski me quedé sin los alimentos esenciales en
el día 22. A pesar de haber comido porciones muy pequeñas durante todo el mes, igual
se me acabaron las carnes, las verduras, las frutas, los lácteos. Me sobraba pan y azúcar.
Mi hermana ya me había advertido que la única forma de llegar a fin de mes era
saltearse una de las comidas diarias (el almuerzo o la cena); o quedarse sin comida a tres
cuartos del mes. Me pasó lo segundo. Los nutricionistas del equipo de investigación me
renovaron un cuarto de las cantidades correspondiente y así llegué a fin de mes.
El segundo mes vino más duro aún. Me cansé de tener hambre. El hambre es una
sensación constante. Es como un ardor leve con ubicación precisa, justo en la boca del
estómago. Siempre ahí, siempre. No duele (al menos a mí no me duele), pero es
constante, está siempre, presente, implacable. Es como si alguien estuviera su dedo todo
el tiempo apretando tu panza. Con hambre te faltan energías y no te dan ganas de hablar
con las personas. Con hambre tenés ganas de que el día termine rápido, pero te acostas
en la cama y no te podés dormir. ¿Qué hacer? Recurrir al pan.
Tengo 7kg de pan francés al mes y 7kg de papas. El pan es accesible, barato en relación
a otros alimentos y práctico en lo cotidiano. Siempre hay pan. Cansado de tener hambre
entonces recurrí al pan y comencé a comer pan a toda hora, cuando tenía ganas, porque
sí. Y el placer duró menos de una semana. A solo una semana de empezar a comer
mucho pan ya me siento peor que al principio. El pan te seca la boca, estás todo el
tiempo produciendo más saliva, con la boca seca. También te seca el estómago y vas
muy poco al baño (constipación le dicen). El pan te da mucha sed, tenés que tomar agua
todo el tiempo. Dicen también que es porque las harinas siguen chupando agua aun
estando dentro de tu cuerpo… Dicen. Hoy no tengo ganas de buscar referencias
científicas ni datos de internet. Estoy enojado. Hagan sus cálculos. Mucho pan que
hincha, agua que se retiene y pocos viajes al baño. Conclusión, te hinchas como un
sapo. En eso ando ahora. Hinchado como un sapo. Enojado. Y con hambre.
Sin embargo, el tema central, evidentemente, no soy yo. Hacemos esto porque a
nosotros sí nos ven, sí nos hacen entrevistas, sí salimos en la tele. Y entonces
aprovechamos eso para amplificar la voz de los que tienen hambre en Argentina. Así al
menos lo explicó Claudia Albretch una científica del CONICET con mucha cabeza y
más corazón.
En Argentina hay 15.908.712 personas que tienen esta relación cotidiana con el hambre.
Y vos no lo sabías. 16 millones de personas que te lo tratan de decir, pero vos no sabés
escucharlos, perdiste la capacidad de escucharlos. Te lo dicen en la escuela, te lo dicen
en el ómnibus, te lo dicen en la calle, te lo dicen en la tele, te lo dicen por todos lados.
Pero vos ya no escuchas, porque a vos te están pasando otras cosas.
Dentro de ese grupo hay otro que está aún peor. Son 3.460.280 argentinos y argentinas
que ni siquiera alcanzan a comprar esa canasta tan deficiente que propone el gobierno y
que llama Canasta Básica.
¿Cómo hacen esos 16 millones de personas cuando se les acaban los alimentos al día
22? ¿Cómo hacen con esa presencia del hambre constante en sus bocas del estómago?
¿Ya se han acostumbrado? ¿Puede uno acostumbrarse a tener hambre? ¿Cómo vivís con
hambre? ¿Cómo reaccionas ante un problema cuando tenés hambre? ¿Cómo te
relacionas con otros cuando tenés hambre?
Y peor aún… ¿Cómo hacen quienes tienen hambre cuando ven a sus hijos con hambre?
Eso sí me desespera. Me violenta. Niños con hambre es algo que me enoja mucho, me
pone muy violento. ¿Y sabías qué? Son muchísimos los niños y niñas que sufren
hambre en Argentina.
Niños con hambre, no escribo más. Me enojé demasiado.
Fuente: Cosoy, Natalio (2020), “Argentina: un experimento muestra las falencias
nutritivas de la canasta básica”, France 24, 21 de febrero de 2020.

Argentina: un experimento muestra las falencias nutritivas de la canasta básica


Texto por Natalio Cosoy

El Proyecto Czekalinski es una mezcla de experimento y llamado de atención social.


Por un lado, busca evaluar qué ocurre en el organismo y el bienestar general de una
persona que solo ingiere los alimentos de la canasta básica, que tiene un fuerte
componente de harinas, papa, arroz y pocas frutas, verduras y carnes de calidad.
Por el otro, dar cuenta de que hay muchísimos habitantes del país que comen el
equivalente o aún menos que lo que indica la canasta básica, la cual en 2019 aumentó su
costo más de 50%. Esto hace que hoy, según cifras oficiales, un hogar de un varón y
una mujer adultos con dos hijos menores tengan que tener ingresos por encima de los
40.343 pesos (unos 653 dólares) para no ser considerado pobre.
Para el proyecto, los académicos separaron a nueve voluntarios en tres grupos: uno que
solo consumiría canasta básica durante seis meses; otro de control, que en ese período,
no modificaría sus hábitos alimentarios; y, finalmente, uno que seguiría las
recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA),
elaboradas por el Ministerio de Salud.
Ninguno de los voluntarios de canasta básica pasó de los cuatro meses
Martín Maldonado debió abandonar el experimento el 9 de enero de 2020, por
recomendación médica (sus triglicéridos habían pasado de 152 el 9 de septiembre de
2019, a 260 a fines de diciembre, mientras que el límite recomendado es 200). Las otras
dos voluntarias ya habían dejado un mes antes.
Una de ellas, María Florencia Demarchi, le contó a France 24: "(Experimenté) un
cambio en la cuestión hormonal, en el ciclo menstrual, pero no llegó a agravarse, sólo
que antes de que empeorara el equipo decidió que no continuara como voluntaria".
En el largo plazo, el consumo exclusivo de canasta básica podría tener graves efectos
sobre la salud.
"Que esta lista sea alta en hidratos de carbono refinados, alta en azúcares, con pocas
frutas y verduras, lo que va a determinar es una mayor incidencia y prevalencia en
enfermedades crónicas no transmisibles, como hipertensión, diabetes, sobrepeso,
obesidad", le dijo de France 24 Matías Scavuzzo, coordinador de la comisión de
nutrición del Proyecto Czekalisnki.
Además, hay en Argentina muchos que ni siquiera llegan a ese mínimo de consumo
alimentario, recordó Maldonado: "Para mucha gente la canasta básica sería un lujo".
"Tengo más energía para hacer cosas, estoy hasta más relajado"
Los efectos sobre el grupo de tres voluntarios que consumirían una dieta saludable
fueron diametralmente opuestos, aun antes de haber completado los seis meses del
experimento, en el que aún continúan.
Uno de ellos, Alejandro Benítez, comentó a France 24: "Tengo más energía para hacer
cosas, estoy hasta más relajado, te podría decir".
Más aún, dijo que le bajó parcialmente la presión arterial, aunque sigue tomando
medicamentos para la hipertensión.
Esencialmente esta dieta se enfoca en alimentarse reiteradas veces en el día y en que las
comidas principales tengan mitad de verduras, un cuarto de cereales y un cuarto de
algún tipo de carne.
Reemplazar la canasta básica por las guías de alimentación saludable
Así, otro de los objetivos de la iniciativa es sugerir a las autoridades que deje de
utilizarse la canasta básica como referencia para establecer la línea de la pobreza y
elaborar una canasta sobre la base de las guías de alimentación saludable.
Aunque, reconoce Maldonado: "Si la canasta se reemplazase por una canasta basada en
guías alimentarias para la población argentina y fuera una canasta nutritiva, que tiene
legumbres, que tiene miel, que tiene kiwi, que tiene lácteos, que tiene pescado, elevaría
el costo de la canasta y por lo tanto elevaría la línea de indigencia y la línea de pobreza
y deberíamos reconocer muchos más pobres de los que reconocemos oficialmente hoy
en Argentina".
La canasta básica que se utiliza hoy fue elaborada originalmente con información de
consumo obtenida en la Encuesta de Gastos de los Hogares (ENGHo) de 1996/97 del
Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
Desde el organismo le señalaron a France 24 que se encuentran procesando la ENGHo
de 2017/2018, que arrojará nuevos hábitos de consumo de la población de referencia.
No se sabe aún si eso llevará o no a una modificación sustancial de la canasta básica y si
esta será o no más parecida a lo sugerido por las GAPA.

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