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Patio trasero o la relación entre fentanilo, migración, nearshoring y

gentrificación

(Actualización del artículo publicado originalmente en RadarBC)


Tan lejos de dios…

Hace unos días circuló un reportaje sobre cómo los cárteles de la droga han convertido a

Mexicali y Tijuana en laboratorios para calcular dosis no letales de fentanilo, reduciendo

costos y aprovechando el problema de la drogadicción que existe en ambas ciudades

fronterizas. Para ello introdujeron dosis de la droga mezclada con otras sustancias como

heroína, cristal, metanfetamina o cocaína, y comenzaron a venderla a los usuarios sin

informarles que estaban consumiendo fentanilo. Así fueron creando la demanda local.

También contribuyó la llegada de consumidores deportados de Estados Unidos. Esto ha

conllevado a que ambas urbes sean las ciudades donde más se consume fentanilo en México.

La relación de la frontera con las drogas como punto de trasiego y consumo local es

histórica. No por nada en 2018, según el reportaje citado, Tijuana contaba con “medio millón

de adictos a las drogas”, es decir, una cuarta parte de su población. Esta ciudad es

considerada la capital del fentanilo y, a la par, la urbe más violenta del país. Una parte

significativa de esta violencia proviene de la disputa por el mercado de drogas sintéticas

entre cárteles, lo que ha conducido a la crisis de desapariciones forzadas y a cifras récord de

asesinatos. De enero a abril, Tijuana ha concentrado el 83% de los homicidios dolosos del

estado y es el punto de la frontera con mayor confiscación de fentanilo.

Mientras esto ocurre, los albergues de migrantes en dicha ciudad se encuentran abarrotados.

No es algo menor, ya que Tijuana es la ciudad que tiene el mayor número de albergues en la

frontera norte. Esta saturación se debe no sólo al drástico incremento de los flujos

migratorios provenientes de centro y sudamérica (que fueron provocados por la pandemia, la

crisis económica y la violencia), sino también a la aplicación del Título 42, introducido por la

administración de Trump y continuado por la de Biden, con el cual se expulsa a inmigrantes

indocumentados con el pretexto de contener la propagación del Covid-19. Tan sólo de enero

a abril de 2023 se han deportado por la frontera San Diego-Tijuana un total de 56,573

migrantes utilizando dicho título.


Con el fin de esta medida, ocurrido apenas el pasado 11 de mayo, se espera que los flujos de

migrantes aumenten. También debido al acuerdo celebrado en enero pasado para

que México reciba al mes hasta 30 mil migrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y

Venezuela deportados de Estados Unidos. Estas medidas, sumadas a la lentitud del proceso

de asilo, están convirtiendo a las ciudades de la frontera norte en una enorme “sala de

espera”.

Las personas migrantes no están exentas de la violencia y la inseguridad en la frontera. El

secuestro de migrantes se ha convertido en un lucrativo negocio para los grupos delictivos.

Prueba de ello es lo ocurrido el pasado 6 de mayo en la ciudad vecina de San Luis Río
Colorado, Sonora cuando autoridades rescataron a 113 migrantes que se encontraban

secuestrados, provenientes de Ecuador, Colombia, Perú, Cuba, Brasil, El Salvador,

Afganistán, India y otros 15 países.

También son objeto de la violencia estatal, al ser detenidos en las “estaciones migratorias”,

que no son otra cosa que cárceles para migrantes. La tragedia de Ciudad Juárez, en la que 40

migrantes perdieron la vida en un incendio, da cuenta de las condiciones inhumanas con las

que se trata a los migrantes bajo esta política carcelaria. En las estaciones migratorias de

Tijuana también ha habido motines, con conatos de incendio, como protesta ante el

autoritarismo del Instituto Nacional de Migración (INM), tal como ocurrió en octubre del año

pasado cuando cerca de 200 migrantes, la mayoría venezolanos, se amotinaron ante su

posible deportación.

En medio de esta catástrofe social, la dinámica económica, dominada por la industria de

exportación, no se detiene, movida principalmente por el llamado nearshoring. Este

fenómeno surgió como consecuencia de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y

debido a la interrupción de las cadenas de suministro ocurrida durante la pandemia. Las

empresas que buscan relocalizar sus operaciones a zonas cercanas a Estados Unidos están

viendo a las ciudades de la frontera norte de México como lugar idóneo para ello. Las
inversiones para la construcción de naves industriales e infraestructura para la instalación de

nuevas empresas están creciendo aceleradamente.

El empresariado y gobierno locales presentan a Tijuana como centro clave para el avance del

nearshoring. La asociación de Desarrollo Económico e Industrial de Tijuana estima que a

finales de este año, dicha ciudad contará con más de 500 mil metros cuadrados de área total

rentable para espacios industriales. Cabe señalar que Tijuana es la capital de la maquiladora

de México, al contar con 586 plantas, y en 2020 captó el 21% del nearshoring que llegó al país,

aunque en los últimos años la tendencia ha ido disminuyendo precisamente por la falta de

espacio para nuevas industrias.

La capital bajacaliforniana también compite por la atracción de nearshoring. Por ello, el

Consejo Coordinador Empresarial (CCE) local está impulsando el proyecto “Mexicali

Nearshoring Solutions”, para crear tres zonas de reserva territorial para el desarrollo de

nuevas industrias. Y aunque el estado se encuentra en un grave estrés hídrico, el sector

empresarial ofrece la “alta disponibilidad y bajo costo del agua” en Mexicali para atraer estas

inversiones.

Otro correlato de la dinámica económica fronteriza es el relativo al aumento de los costos de

la vida, principalmente el de la vivienda. Actualmente, Tijuana es la ciudad con la vivienda

más costosa en México. En los últimos años el precio para comprar o rentar una casa o

apartamento en esta ciudad ha crecido como en ninguna otra y esto se debe a la oleada de

estadounidenses que llegan a residir a Tijuana debido a los precios elevados del mercado

inmobiliario y de servicios en su país. Es una migración a la inversa. Un 40% de los

compradores o arrendatarios en la zona metropolitana de Tijuana son estadounidenses,

principalmente provenientes de la ciudad vecina de San Diego o de otras ciudades del sur de

California. Empresarios tijuanenses de bienes raíces mencionaron que cada 7 de cada 10

personas que los contactan son ciudadanos estadounidenses.


Estos migrantes “del primer mundo” utilizan a Tijuana como ciudad-dormitorio,

aprovechando su ubicación para cruzar al otro lado, ya sea de manera diaria por trabajo o

sólo cuando es necesario (dado que muchos son nómadas digitales).

Esto ha provocado un proceso de gentrificación, en el que personas de más bajos recursos

que antes residían en barrios céntricos o cercanos a la frontera son desplazadas hacia las

periferias debido a la llegada de compradores o arrendatarios de mayores recursos. Así,

Tijuana vive una intensa transformación urbana. Mientras que en las nuevas zonas doradas o

de alta plusvalía avanza la construcción vertical y los condominios de lujo, en las periferias se

multiplican las colonias irregulares. En Ensenada ocurre un proceso similar, detonado no


sólo por su conexión con el sur de California, sino también por el turismo.

La segunda garita que se construye en Otay aumentará esta dinámica, pues agilizará los

tiempos de cruce (que se han incrementado por por la propia migración inversa aquí

descrita) y restringirá los traslados, ya que, a diferencia de los cruces existentes, se tendrá

que pagar una tarifa para utilizarla. Los capitales inmobiliarios se frotan las manos ante su

apertura.

En suma, el poder económico-político, local y foráneo, legal e ilegal, está convirtiendo a Baja

California en un espacio de desecho y contingencia sometido a las necesidades del mercado

estadounidense. Esto es algo que ya ocurría antes, pero que tiene funciones novedosas como

las que describimos antes: laboratorio humano de fentanilo, sala de espera y detención de

migrantes solicitantes de asilo, centro logístico e industrial para el nearshoring y ciudad-

habitación para estadounidenses. Esto es ni más ni menos que la intensificación de la

condición de patio trasero, en la que trabajadores y trabajadoras, migrantes o no, y personas

usuarias de drogas son desechables. Incluso ocurre que estos tres aspectos se relacionen,

pues es sabido que en las maquilas se ha incrementado el consumo de drogas sintéticas para

aumentar la productividad, y que las empresas empleen cada vez más mano de obra del

sector migrante, pues es más barata que la local; y que sean desplazados hacia las periferias.

Es una triada perfecta de acumulación de capital.


Este es el proyecto que la clase dominante tiene sobre la frontera y que tiene no sólo usos

económicos, sino también políticos. Prueba de ello es que miembros del Partido Republicano

están empleando el tráfico de fentanilo y la xenofobia contra inmigrantes como banderas

políticas de cara a las elecciones de noviembre de 2024. Amenazan con mayor

intervencionismo en México como forma de agitación y de ocultamiento de las crisis

causadas centralmente por su política interior y exterior (como es el caso de los bloqueos

económicos a Cuba y Venezuela o su impulso de políticas neoliberales al sur de su frontera).

Pero, eso sí, no todo es tragedia y desesperanza, pues desde abajo brota la resistencia y

solidaridad popular cual manantial en medio del desierto. Los grupos de familiares de
personas desaparecidas multiplican sus acciones de protesta y búsqueda, impulsan

una ley estatal de despariciones forzadas y cada vez son más contestatarios; las asociaciones

que trabajan con personas usuarias de drogas, como Verter AC, demuestran que es posible

otra política de drogas basada en la salud, la dignidad humana y en la reducción de daños y

no en la criminalización y la militarización; los albergues y grupos de apoyo y defensa de

migrantes profundizan su labor humanitaria y van más allá de ésta, al denunciar la

subordinación de la política migratoria mexicana a los designios de EEUU; y las

organizaciones en defensa del agua y el territorio continúan empujando la resistencia y se

han convertido en un dique social ante el impulso de nuevos proyectos de saqueo y

devastación socioambiental. Asimismo, las interacciones solidarias entre estos sectores y

organizaciones son cada vez más comunes. Todavía falta mucho por hacer, pero no hay que

dejar de ver esos destellos de esperanza que pueden hacer arder la frontera.

… y tan cerca de Estados Unidos.

Nota: En otros artículos hemos abordado otras características de la dinámica de patio trasero, como

es la función de colonia energética de BC que ocurre con la instalación de centrales renovables y

arreglos de baterías en Tecate y Mexicali para abastecer al mercado estadounidense (también la

hemos llamado neocolonialismo verde); o la histórica función de reservorio de mano de obra barata.

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