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Geografías de la resistencia en Medellín.

Jaime Rafael Nieto López, Profesor Titular de la Universidad de Antioquia,


Sociólogo, Mg. Ciencia Política y Doctor en Pensamiento Político.

Esta ponencia está basada en la investigación en curso acerca de las Fronteras Invisibles
en Medellín (comunas 8, 13 y 16) entre los años 2008-2013.

Las tesis central de esta ponencia consiste en mostrar que la dinámica de la


confrontación armada reciente en Medellín impuso en muchas de las comunas
periféricas micro-geografías armadas delimitadas por actores armados ilegales en
disputa, con la pretensión de ejercer poder, control territorial y poblacional, extraer
rentas ilegales e imponer regímenes de terror y miedo sobre la población civil, siendo
las llamadas “fronteras invisibles” una de las dimensiones concretas de esta
fragmentación autoritaria e ilegal del territorio urbano de la ciudad; generando por parte
de los actores sociales comunitarios correlativamente múltiples expresiones
territorializadas de resistencia, que conjugan formas simuladas o abiertas de expresión
con lógicas culturales, sociales y políticas, orientas a la afirmación de derechos, la
afirmación de la identidad y la defensa del territorio.

Se parte de reconocer que una de las expresiones más duras y crudas de la dinámica
actual del conflicto armado urbano y la violencia en Medellín tiene que ver con las
llamadas “Fronteras Invisibles”, que los actores armados ilegales han impuesto en
amplios territorios de la ciudad. El fenómeno no es nuevo, sin embargo sus
peculiaridades y alcances en la actual dinámica de confrontación y violencia entre
actores armados parecen conferirle algunos rasgos y efectos específicos sobre el
territorio, la población y la configuración de poderes y para-poderes.

Como se ha dicho otras veces, Medellín es y ha sido una de las grandes ciudades de
Colombia más duramente golpeada por la confrontación armada y la violencia. Durante
los últimos diez años, en la mayor parte de las comunas populares de Medellín, se
impone un régimen de soberanías fragmentadas y micropoderes territoriales, en las que
la lucha entre grupos milicianos de los años 90s cedió a la disputa entre los actores de la
confrontación armada nacional, como parte de la fase de urbanización del conflicto
político armado en la ciudad y de resignificación del territorio urbano según las lógicas
de la guerra y los nuevos procesos de acumulación capitalista a escala global.

Contrario a lo que se esperaba, tras la desmovilización del Bloque Cacique Nutibara de


los grupos paramiliatres, persisten en la ciudad el dominio paramilitar y los actos de
violencia y hostigamiento a quienes se oponen a este proyecto. Luego de dicha
desmovilización, se consolidó la estructura unificada de jerarquía estándar o piramidal
en cuya cabeza se ubicó Diego Fernando Murillo Bejarano, alias “Don Berna”, y una
serie de estructuras subordinadas quienes cumplían con roles claramente definidos. Bajo
el mando de Don Berna, y mediante complejos procesos de aniquilación, negociación,
absorción y dominación, se cohesionaron decenas de bandas delincuenciales y un gran
número de organizaciones sociales, que le dieron a la unificación una dimensión de
carácter ilegal y otra de carácter legal, esta última reforzada por la defensa pública que
en su momento hizo parte del gobierno local del proceso de reinserción, en un ambiente
en el que la exigencia de denuncias concretas ante críticas realizadas sobre las
actividades de los reinsertados, se veía sin respuestas ante el clima de inseguridad
reinante en las comunas. Este control garantizaba así mismo preservar o ampliar fortines
electorales articulados a sectores de la élite política tradicional de la ciudad y del área
metropolitana1.

Sin embargo, tras la extradición en 2008 de alias Don Berna (jefe del BCN) a los EEUU
de Norteamérica, la captura o muerte de algunos de sus lugartenientes en la ciudad, el
debilitamiento de la llamada Oficina de Envigado (centro operativo del BCN) y la
incursión de bandas paramilitares adscritas al sector de alias Don Mario, se asiste a una
nueva fase de reagrupamientos y disputas cruentas entre jefes de bandas delincuenciales
y combos narco-paramilitares por la reconfiguración del orden contrainsurgente
paramilitar y criminal en Medellín, el control del territorio y los negocios de drogas,
juegos de azar, prostitución, extorsión a los transportadores y demás; dando lugar a un
nuevo flujo ascendente de homicidios. La desaparición de alias “Don Berna” del
escenario de la criminalidad en la ciudad y el hecho de que los relevos del poder en la
ciudad no fueron capaces de mantener el sometimiento de las bandas que se
conformaron alrededor del proyecto paramilitar, hizo que tales estructuras regresaran a
sus orígenes y a sus características territoriales, gregarias y dependientes de sus propias
fuerzas. Una primera expresión de esta “nueva” reconfiguración de estructuras
paramilitares en la ciudad es la disputa protagonizada por alias Sebastián y alias
Valenciano por el control de la tradicional Oficina de Envigado.

Otro hecho importante es la aparición de nuevos actores armados con claras


pretensiones de disputar el territorio y el poder ilegal (Restrepo, 2009), entre los que se
cuentan grupos con orígenes en el paramilitarismo que querían someter a la Oficina de
Envigado,2 sus enfrentamientos generan un incremento en los homicidios de 2007 en
relación con los ocurridos en 2006; así mismo se da la entrada a Medellín de grupos
pertenecientes a las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, lideradas por Daniel
Rendón Herrera, alias “don Mario”, que combinaron la violencia, la amenaza y el dinero
como medios para ganar apoyos en comunas estratégicas de la ciudad, en asocio con
poderosas bandas delincuenciales allí asentadas. Estos hechos dieron comienzo a una
escalada de violencia en la ciudad que no ha parado hasta la fecha.

La pérdida de la estructura jerárquica estándar y la llegada de estos nuevos actores, ha


dado lugar a una atomización del conflicto, con características muy similares a las
vividas durante las décadas del ochenta y el noventa, antes de la unificación, pues se
presenta de nuevo la imposición de “fronteras invisibles” demarcadas por las bandas
delincuenciales al interior de los barrios, enfrentamientos armados en las calles a plena
luz del día y con la utilización de armamento de gran calibre y explosivos, así como la
declaración de constantes toques de queda en diversas zonas, uno de los elementos de
control de la vida cotidiana de los pobladores usados por los grupos ilegales.

En este contexto de confrontación armada y de violencia, estamos en presencia de una


multiplicidad de micropoderes y de soberanías fragmentadas, de signos políticos y
militares diferentes, pero ejercidos casi siempre de la misma manera autoritaria. La
disputa entre actores ilegales, que conjugan delincuencia criminal con acción
contrainsurgente y entre éstos y la institucionalidad, toma forma en los esfuerzos de las

1
Debe anotarse que este fenómeno no se dio exclusivamente en Medellín sino amplios territorios del país
asociados a la parapolítica y actualmente la “bacrim política”.
2
Esta es una organización delincuencial asociada al narcotráfico y al sicariato.
estructuras criminales por integrarse en las redes de apoyo de las organizaciones
comunitarias, con el fin de penetrarlas e impulsar desde su interior la creación de
cooperativas para el trabajo productivo cuyo propósito se inscribe, por un lado, en la
necesidad de legalizar los recursos provenientes de las actividades ilegales del
narcotráfico, y la extorsión a comerciantes y transportadores; y por otro, en una
estrategia para cooptar la base social, obligándola luego a aportar información sobre los
posibles rivales y enemigos ideológicos, así como a la aportación de votos en los
comicios electorales más próximos tal como se indicó arriba. Este proceso deja a la
ciudad en una situación difícil, en tanto se experimenta una transición desde el modelo
paramilitar hacia la configuración de una criminalidad con capacidad de operar desde
los aprendizajes adquiridos de ese modelo, apelando a sus esquemas armados para
ejercer el control social, territorial y de mercados ilegales.

Por otra parte, si bien las lógicas de terror, miedos colectivos y autoritarismo, que son
propias de toda frontera en la que los actores armados juegan con la indecidibilidad del
territorio, rompen el tejido social comunitario, fragmenta la trama colectiva
comunitaria, clausura espacios públicos vitales para la acción social comunitaria y
generan en muchos sectores de la comunidad actitudes de sumisión; también es cierto
que, a contrapelo de la fuerza aplastante del poder, sectores de las comunidades logran
desarrollar prácticas de resistencia frente a la incertidumbre social, política y económica
generada por el dominio de los actores armados. Muchos pobladores logran activar los
recursos de poder que tienen a la mano, por lo general sus acumulados sociales y
organizativos, para oponerlos al poder y control de los dominadores en defensa de sus
libertades y derechos.

De este modo, la idea de resistencia, entendida como la capacidad de los actores


colectivos comunitarios para oponerse o socavar el poder bajo cualquiera de sus
manifestaciones o dimensiones, es crucial para comprender los alcances y dinámicas de
las llamadas “fronteras invisibles”, ya que como indicamos arriba no es posible tener
una visión rigurosa del territorio sin incluir las prácticas sociales realizadas por los
actores sociales o comunitarios. Por ello mismo, la noción de resistencia hace posible
comprender el tipo de respuestas colectivas o iniciativas que logran articular las
comunidades urbanas frente al autoritarismo y la criminalización de los actores
armados. De ahí la importancia de construir una perspectiva teórica que intente dar
cuenta de las expresiones de resistencia potenciales o reales contenidas en las llamadas
“fronteras invisibles”.

Teóricamente hablando, la idea de resistencia es tan vieja como su práctica y está


asociada directamente a diferentes formas de poder, dominación, opresión o injusticia;
de modo que la resistencia corresponde a cualquier expresión colectiva de oposición,
inconformidad o confrontación frente a estrategias de dominación o a situaciones de
injusticia percibidas como tales por grupos o actores colectivos. Como lógica de acción
colectiva se dirige contra el poder cualquiera sea la naturaleza y dimensiones de éste,
sea estatal o no estatal, político o de cualquier otro tipo. Así mismo, la resistencia puede
ser armada o no armada, abierta o simulada, pública o soterrada, confrontacional o
indirecta, de horizonte emancipatorio o puramente reivindicativa.

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