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Esta ponencia está basada en la investigación en curso acerca de las Fronteras Invisibles
en Medellín (comunas 8, 13 y 16) entre los años 2008-2013.
Se parte de reconocer que una de las expresiones más duras y crudas de la dinámica
actual del conflicto armado urbano y la violencia en Medellín tiene que ver con las
llamadas “Fronteras Invisibles”, que los actores armados ilegales han impuesto en
amplios territorios de la ciudad. El fenómeno no es nuevo, sin embargo sus
peculiaridades y alcances en la actual dinámica de confrontación y violencia entre
actores armados parecen conferirle algunos rasgos y efectos específicos sobre el
territorio, la población y la configuración de poderes y para-poderes.
Como se ha dicho otras veces, Medellín es y ha sido una de las grandes ciudades de
Colombia más duramente golpeada por la confrontación armada y la violencia. Durante
los últimos diez años, en la mayor parte de las comunas populares de Medellín, se
impone un régimen de soberanías fragmentadas y micropoderes territoriales, en las que
la lucha entre grupos milicianos de los años 90s cedió a la disputa entre los actores de la
confrontación armada nacional, como parte de la fase de urbanización del conflicto
político armado en la ciudad y de resignificación del territorio urbano según las lógicas
de la guerra y los nuevos procesos de acumulación capitalista a escala global.
Sin embargo, tras la extradición en 2008 de alias Don Berna (jefe del BCN) a los EEUU
de Norteamérica, la captura o muerte de algunos de sus lugartenientes en la ciudad, el
debilitamiento de la llamada Oficina de Envigado (centro operativo del BCN) y la
incursión de bandas paramilitares adscritas al sector de alias Don Mario, se asiste a una
nueva fase de reagrupamientos y disputas cruentas entre jefes de bandas delincuenciales
y combos narco-paramilitares por la reconfiguración del orden contrainsurgente
paramilitar y criminal en Medellín, el control del territorio y los negocios de drogas,
juegos de azar, prostitución, extorsión a los transportadores y demás; dando lugar a un
nuevo flujo ascendente de homicidios. La desaparición de alias “Don Berna” del
escenario de la criminalidad en la ciudad y el hecho de que los relevos del poder en la
ciudad no fueron capaces de mantener el sometimiento de las bandas que se
conformaron alrededor del proyecto paramilitar, hizo que tales estructuras regresaran a
sus orígenes y a sus características territoriales, gregarias y dependientes de sus propias
fuerzas. Una primera expresión de esta “nueva” reconfiguración de estructuras
paramilitares en la ciudad es la disputa protagonizada por alias Sebastián y alias
Valenciano por el control de la tradicional Oficina de Envigado.
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Debe anotarse que este fenómeno no se dio exclusivamente en Medellín sino amplios territorios del país
asociados a la parapolítica y actualmente la “bacrim política”.
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Esta es una organización delincuencial asociada al narcotráfico y al sicariato.
estructuras criminales por integrarse en las redes de apoyo de las organizaciones
comunitarias, con el fin de penetrarlas e impulsar desde su interior la creación de
cooperativas para el trabajo productivo cuyo propósito se inscribe, por un lado, en la
necesidad de legalizar los recursos provenientes de las actividades ilegales del
narcotráfico, y la extorsión a comerciantes y transportadores; y por otro, en una
estrategia para cooptar la base social, obligándola luego a aportar información sobre los
posibles rivales y enemigos ideológicos, así como a la aportación de votos en los
comicios electorales más próximos tal como se indicó arriba. Este proceso deja a la
ciudad en una situación difícil, en tanto se experimenta una transición desde el modelo
paramilitar hacia la configuración de una criminalidad con capacidad de operar desde
los aprendizajes adquiridos de ese modelo, apelando a sus esquemas armados para
ejercer el control social, territorial y de mercados ilegales.
Por otra parte, si bien las lógicas de terror, miedos colectivos y autoritarismo, que son
propias de toda frontera en la que los actores armados juegan con la indecidibilidad del
territorio, rompen el tejido social comunitario, fragmenta la trama colectiva
comunitaria, clausura espacios públicos vitales para la acción social comunitaria y
generan en muchos sectores de la comunidad actitudes de sumisión; también es cierto
que, a contrapelo de la fuerza aplastante del poder, sectores de las comunidades logran
desarrollar prácticas de resistencia frente a la incertidumbre social, política y económica
generada por el dominio de los actores armados. Muchos pobladores logran activar los
recursos de poder que tienen a la mano, por lo general sus acumulados sociales y
organizativos, para oponerlos al poder y control de los dominadores en defensa de sus
libertades y derechos.