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Rousseau estableció en esta obra las bases de su doctrina política y social

con la afirmación de que todos los males, las miserias y las demás
aberraciones que originan las desigualdades humanas tienen su única causa
en el estado de sociabilidad. El hombre moderno es semejante a la estatua
de Glauco, "que el tiempo, el mar y los huracanes habían desfigurado de tal
modo que la hacían más parecida a una bestia feroz que a un dios". Es
necesario por ello volver la vista atrás y partir del hombre en estado de
naturaleza, cuando su alma todavía no estaba corrompida por los errores y
las pasiones de todas clases
el hombre vive solo, fuera de la sociedad; sus pasiones se limitan a la
satisfacción de los deseos naturales, limpias de sobre estructuras
sentimentales e imaginarias. el hombre en estado natural no frecuenta a sus
semejantes y, en tales condiciones, las desigualdades entre los hombres son
inapreciables
Ello fue así, según Rousseau, hasta la aparición de la propiedad. De la
propiedad nacieron las exigencias, las necesidades, los lujos; y entonces los
hombres se lanzaron en carrera desenfrenada hacia las riquezas,
desarrollando todas sus facultades para beneficiarse a costa de los demás.
Sólo que de esta tendencia nació también la de imponerse a los demás, de
dominar. De ese modo se creó la sociedad civil, se promulgaron las leyes y
fue definitivamente destruida la libertad natural del hombre.

El contrato social es el nuevo pacto que habrá de sustituir al primero: un


pacto obra de la razón y del derecho, destinado, según el idealismo de
Rousseau, a garantizar el imperio de la justicia y de la felicidad.

Fernández, T. Tamaro, E. (2004) «Discurso sobre C».


La mayor parte de nuestros males son obra nuestra, casi todos los cuales
hubiéramos evitado conservando la manera de vivir simple, uniforme y
solitaria que nos fue prescrita por la naturaleza. Si ella nos ha destinado a
ser sanos, me atrevo casi a asegurar que el estado de reflexión es un estado
contra la naturaleza, y que el hombre que medita es un animal degenerado.
No veo en cada animal más que una máquina ingeniosa dotada de sentidos
por la naturaleza para elevarse ella misma y asegurarse hasta cierto punto
contra todo aquello que tiende a destruirla o desordenarla. La misma cosa
observo precisamente en la máquina humana, con la diferencia de que sólo
la naturaleza lo ejecuta todo en las operaciones del animal, mientras que el
hombre atiende las suyas en calidad de agente libre. Aquél escoge o
rechaza por instinto; éste, por un acto de libertad; lo que da por resultado
que el animal no puede apartarse de la regla que le ha sido prescrita, aun en
el caso de que fuese ventajoso para él hacerlo, mientras que el hombre se
aparta con frecuencia y en su perjuicio. La naturaleza manda a todos los
animales, y la bestia obedece. El hombre experimenta la misma sensación,
pero se reconoce libre de someterse o de resistir, y es sobre todo en la
conciencia de esta libertad donde se manifiesta la espiritualidad de su alma.

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