Está en la página 1de 9

OBRA: PROBLEMAS DE FILOSOFÍA.

AUTOR: OSVALDO DALLERA


Ed. Don Bosco Argentina – 1995 -

“Los intentos de reemplazar la opinión por el conocimiento se ven siempre frustrados


por el hecho de que lo que cuenta como conocimiento filosófico ello mismo parece ser
objeto de opinión...
Ante esta situación, uno se siente tentado a definir la filosofa como la disciplina en la que se
basa el conocimiento pero sólo se pueden encontrar opiniones... Pero una definición así seria
inadecuada ya que no hace justicia al carácter progresivo de la filosofía... en filosofa, como en
política o en religión, estamos naturalmente impulsados a definir el “progreso” como el
movimiento hacia un consenso contemporáneo... Si esto no es progreso, cuando menos es
cambio, y comprender tales cambios es comprender por qué la filosofa, aunque condenada a
fracasar en su búsqueda de conocimiento, no es a pesar de todo "asunto de opinión". (Richard
Rorty, El giro linguistico)

Inodoro Pereyra, por Fontanarrosa. Revista VIVA, Diario Clarín.

1. ¿Porqué a Mendieta (el perro) le parece que la pregunta de Inodoro es filosófica?.


2. ¿Qué quiere decir "internarse en la filosofía"?.
3. ¿Es posible "dar de alto" un problema filosófico? ¿Por qué?.
4. ¿Cuál será el "remedio" que haría posible "lograr el alta" de un problema filosófico?

Introducción

Por qué no es inútil estudiar filosofa

¿Por qué vale la pena estudiar filosofía?.


En esta época, en la que la filosofía es un saber cuestionado, muchas veces tildado de
inútil, comúnmente señalado como un saber fuera de las necesidades de los tiempos que
corren, y siempre a punto de ser excluido de los programas de estudio, parece una urgencia
de la materia explicar por qué conviene cultivar la filosofa y por qué es mejor ocuparse de ella
que dejarla de lado.
1
Entre muchas explicaciones posibles, rápidamente podemos encontrar dos razones que
muestran a la filosofía como un terreno que conviene seguir abonando, cultivando y, si es
posible, hacerle rendir buenos frutos. Podemos decirlo de este modo:

1) Por un lado, la filosofa es todavía útil en nuestro tiempo porque permite establecer diferencias entre
el pensamiento filosófico y el pensamiento periodístico o pensamiento de opinión. Una cosa es abordar
un tema desde una perspectiva filosófica y otra cosa es emitir una opinión sobre el mismo tema.

2) Por otro lado, la filosofía permite distinguir los pensamientos confusos de los pensamientos
complejos.

Pensamiento filosófico y pensamiento periodístico

En la antigüedad los filósofos griegos, establecieron la distinción entre doxa y episteme.

La doxa es el pensamiento fundamentado básicamente en opiniones. En general, para los griegos este
pensamiento coincidía con el saber vulgar. La episteme, en cambio, era una forma de conocimiento
vinculada al saber científico y filosófico.

Aún hoy, el ámbito de lo epistémico puede circunscribirse a los dominios del saber
científico. Lo doxástico, en cambio, tiene como lugar de circulación privilegiado los medios de
comunicación y echa sus raíces en la actividad periodística.

Nos podemos preguntar entonces, ¿cuál es la diferencia entre lo que podríamos llamar el pensamiento
periodístico, propio de nuestra época, y el pensamiento filosófico?

1 ) El pensamiento periodístico se acerca a los temas y a los problemas por la vía de la opinión.

La opinión suele caracterizarse por los siguientes rasgos: es ligera, apresurada, poco comprometida y
el tema que la convoca suele admitir otras tantas versiones equivalentes.

El pensamiento filosófico supone la presencia de tres propiedades que, en principio, forman


parte de lo que se suele llamar los razonamientos correctos: una propiedad es la coherencia,
otra la rigurosidad en la articulación de la exposición y la tercera partir de premisas
consideradas verdaderas por la comunidad especializada en el tratamiento de esos asuntos.

2) Para poder opinar se requieren dos cosas: la primera es "estar enterado de lo que pasa" y la
segunda es haber comprendido el suceso "por encima". Esto significa que para poder opinar es preciso
ser capaz de interpretar libremente los fenómenos sin necesidad de tener que demostrar ni explicar nada
de los mismos. Como en nuestra época estos dos requisitos no son difíciles de cumplir, todo el mundo
se siente obligado a decir algo sobre lo que sea.

Sucede entonces que se confunde el saludable derecho ético de cada uno a poder opinar, con el
deber de cada uno de tener algo que decir acerca de cualquier cosa.

3) Los filósofos, siguiendo a Lyotard, trabajan con la palabra. Los periodistas usan como herramienta
de trabajo también la palabra. Los dos, filósofos y periodistas, trabajan con la misma herramienta, pero
el uso, la función y la finalidad de esa herramienta en uno y otro es substancialmente diferente.

2
"La palabra filosófica... no está por completo en lo que dice, no se deja -o trata de no dejarse- llevar
por el impulso autónomo de sus temas, quiere detectar las metáforas, desmenuzar los símbolos, poner a
prueba las articulaciones de su discurso y eso la lleva a formar una lengua lo más depurada posible, a
buscar una lógica y axiomas rigurosos sobre los cuales y con los cuales se pueda pronunciar un
discurso sin intermitencias, sin lagunas, es decir sin inconsciente." ~

En esta cita aparece suficientemente claro el uso que hace el filósofo de la palabra. Por oposición
podemos determinar en qué consiste el uso de la palabra por parte del periodismo, y elaborar el
siguiente cuadro comparativo:

LA PALABRA FILÓSOFO PERIODISTA


USO Depurado, lógico, riguroso. Coloquial, lógicamente débil.
FUNCIÓN Detectar metáforas, desmenuzar Seguir el impulso de los
símbolos. temas, hablar de lo que hay
que hablar.
FINALIDAD Elaborar un discurso coherente y Informar, opinar, cubrir un
consciente. espacio mediático.

Si no es el impulso de los temas lo que reclama la palabra del filósófo, entonces, como se pregunta
Lyotard, ¿por qué filosofar?. Según este autor la respuesta a esta pregunta aparece cuando desaparecen
las otras preguntas, o las palabras de los otros: "La filosofía... comienza cuando los dioses enmudecen.
Sin embargo toda la actividad filosófica se basa en la palabra". 2

Hoy, se sabe, los dioses transitan por los medios de comunicación y la frecuencia de sus apariciones y
la confusión de su verborragia muchas veces saturan. Y es así cuando, tal vez, deberla aparecer la
palabra del filósofo, creando un mundo diferente de significación: en el medio de esa saturación y la
vorágine de esa confusión, cuando ya no hay más nada que decir, "la paradoja de la filosofa consiste en
ser una palabra que se alza cuando el mundo y el hombre parecen haberse callado... El filosofar
comienza precisamente cuando Dios enmudece, en tiempos de desamparo, como decía Holderlin, en el
momento en que se pierde la unidad de la multiplicidad que forman las cosas cuando lo diferente deja
de haber, lo disonante de consonar; la guerra de ser armonía.." 3

4) Una última diferencia, en estos dos modos de pensar y de decir, radica en la lectura que en uno y
otro se hace de la verdad. Para el pensamiento periodístico, la verdad, el decir la verdad, el descubrir la
verdad, es una obligación: investiga la verdad, informa con la verdad. La verdad es "algo" a lo que hay
que llegar y a lo que se puede llegar.

Para el filósofo, la verdad es siempre evasiva; es aquello que se oculta, que hay que hacer ver, pero
que se escapa una y otra vez. Para cerrar con las palabras de Lyotard, "la verdad hacia la que la palabra
filosófica apunta explícitamente, falta; y sólo es cierta en la medida en que está al margen de lo que
dice, en la medida en que habla al margen". 4

3
El oficio de pensar
(Por Humberto Eco) Un quinceañero me preguntó hace unos días, en un momento de confidencia:
"Pero, perdone: ¿como definiría usted su oficio?". Le respondí por instinto que mi oficio era el de un
filósofo, cosa admitida por la ley, ya que estoy doctorado en filosofía y honrado con libre docencia en
materia filosófica.
Me siento filosofo por culpa de Giacomo Marino. Este verano he ido a Pinerolo a conmemorarlo por-
que habla sido mi profesor de filosofía en el instituto Plana de Alessandría. Marino ha demostrado que
se puede ser un filósofo—es decir, un pensador aunque se este condenado a ser profesor de filosofía. No
solo me ha enseñado filosofía cuando me explicaba a Descartes o a Kant, sino también filosofía cuando
respondía a preguntas tan insensatas como éstas: "¿Quién era Freud?" ''¿Qué es un leit-motiv en
Wagner?", "¿Es licito practicar el boxeo?". Así causo Giacomo Marino un gran disgusto a mi padre, que
quería que yo fuera (como era inevitable en Piamonte) abogado.
Amar la filosofía y practicarla procesionalmente es un extraño oficio. Se es un pensador. A veces, me
percato mientras estay trabajando de que me abandono sobre la silla, con los ojos fijos en un punto, y
dejo divagar mi mente aquí y allá. Y, como es natural, mi moralismo de ex católico se despierta: estoy
perdiendo el tiempo. Luego me recompongo: ¿Acaso no estoy ejerciendo la profesión de pensador? Y,
por tanto, es justo que piense.
Errónea idea: un pensador piensa, pero no en los momentos dedicados al pensamiento. Piensa
mientras coge una pera de un árbol, mientras cruza la calle, mientras espera que d funcionario de turno
le entregue un impreso. Descartes pensaba mirando una estufa. Cito de dos textos contemporáneos (uno
voluntariamente degradado y otro, voluntariamente degradante): para Fleming, "James Bond se sentaba
en el área de salida del aeropuerto de Miami después de dos dobles de beurban y reflexionaba sobre la
vida y la muerte". Para Joyce, al final del capítulo cuarto de Ulises, Leopold Bloom está sentado en la
taza (si se me permite, está cagando) y reflexiona sobre las rotaciones existentes entre cuerpo y alma.
Esto es filosofer. Utilizar los intersticios de nuestro tiempo para reflexionar sobre b vida, sobre b
-muerte y sobre d cosmos. Deberíamos dar este consejo a los estudiantes de filosofía: no apuntéis los
pensamientos que os vengan a la cabeza en el escritorio de trabajo, sino los que se os ocurran en el
retrete. Pero no se lo digáis a todos, porque llegaríais a la cátedra con mucho retraso. Comprendo, por
otro lado, que esta verdad pueda parecer ingrata a muchos: lo sublime no esta al alcance de cualquiera.
Pero filosofar significa también pensar en los otros, especialmente aquenios que nos han precedido.
Leer a Platón. Descartes, Leibniz. Y es éste un arte que se aprende lentamente. ¿Qué quiere decir
reflexionar sobre un filósofo del pasado? Tomar en serio todo lo que ha dicho es como para
abochornarse. Ha dicho, entre otras cosas, un montón de estupideces. Honestamente: ¿hay alguien que
sienta que vive como si Aristóteles, Platón, Descartes, Kant o Heidegger tuvieran razón en todo y para
todo? ¡Vamos. hambre! La grandeza de un buen profesor de filosofía está en hacernos volver a des-
cubrir a cada uno de estos personajes como hijos de su tiempo.
Cada uno ha tratado de interpretar sus experiencias desde su punto de vista. Ninguno ha dicho la
verdad, pero todos nos han enseñado un método de buscar esta verdad. Es esto lo que hay que
comprender: no si es verdad lo que ha dicho. sino si es adecuado el método con el que han tratado de
responder a sus interrogantes. Y de este modo un filósofo —aunque diga cosas que hay día nos harían
reír—se convierte en un maestro.
Saber leer así a los filosofas del pasado significa saber redescubrir de improviso las fulgurantes ideas
que han expresado Un ejemplo: Bacon ha sido el filósofo de la ciencia moderna. Si hubiéramos tomado
al pie de la letra lo que escribió, la ciencia moderna no existiría. Además, ha sido un personaje ambiguo
como modelo ético. Tambien ha estado en prisión, aunque no se sepa muy bien si como Gramsci o
como Licio Gelli. Pobre Francisco, tratemos de ponernos en su lugar. Abro por azar su De dignitate et
argumentis scientiarum. y leo que es tan erróneo sobrevalorar el presente. Pero que, a fin de cuentas, la
antigüedad es la juventud del mundo, mientras que el único tiempo viejo y antiguo es aquel en el que vi-
vimos (De dignitate, 1,28).
¡Que hermosa idea para un precursor de la ciencia moderna!

Dlario"Página 12". 20/11/87.

4
1. Lee el artículo y comentá: ¿Qué diferencia hay entre el filósofo y el profesor/a de Filosofía?.
2. Cuando pensás "cualquier cosa", ¿te parece que estás "perdiendo el tiempo"?.
3. ¿Qué es filosofar?.
4. ¿Filosofar es lo mismo que pensar?.
5. ¿Te parece útil pensar y leer a los filósofos? En cualquier caso, ¿por qué?.
6. ¿Podés sintetizar las principales ideas del artículo?.

Pensamiento complejo y pensamiento confuso

El estudio de la filosofía y la práctica filosófica pueden ser útiles también para distinguir los
pensamientos complejos de los pensamientos confusos.

En la página 3.000 del tomo V del Diccionario Enciclopédico Espasa puede leerse:

Confundir: Equivocar, perturbar, desordenar una cosa...


Confusión: Acción y efecto de confundir, mezclar cosas diversas; barajar confusamente cosas que
estaban ordenadas.//Falta de orden, de concierto y de claridad. //Fig. Perplejidad, desasosiego, turbación
de ánimo. //Fig. Abatimiento, humillación.//Fig. Afrenta, ignominia. //Germ. Calabozo o cárcel...de
lenguas. Hist. Según el Libro del Génesis, bajó el Señor a la Tierra para confundir la lengua
(literalmente el labio) de los hombres que en la llanura de Sennaar quisieron levantar una torre que
llegase hasta el cielo, que se llama Babel o confusión...". 5

De acuerdo con la definición del diccionario, la confusión se genera a partir de una doble acción: por
un lado la acción de mezclar y por otro la acción de desordenar. Pero ¿qué es lo que se mezcla y qué es
lo que se desordena?. Podríamos decir: se mezclan y se desordenan significados.

La contusión no está en el mundo, o en los hechos, o en las personas o en las situaciones.

La confusión se instala en lo que se dice (se piensa) acerca del mundo, de las personas, de los hechos
y de las situaciones. La confusión es una distorsión del pensamiento que se explicita en el lenguaje.

El mundo, los hechos, las personas, las situaciones son complejos. En definitiva, la realidad en su
conjunto es compleja. La mezcla y el desorden de los significados que se producen a partir de lo que se
dice acerca de la realidad, provoca confusión en los sujetos.

Los efectos del pensamiento confuso son la perplejidad y la desorientación que invade a las personas
y las dispone a llevar a cabo acciones guiadas u orientadas por esos pensamientos.

¿Cuáles son los mecanismos más utilizados para generar confusión?

Mezclar sentidos, desordenarlos, es una manera de contribuir al pensamiento confuso Pero la mezcla
de los sentidos dentro de los discursos puede producirse por:

a) La anulación de los limites entre senados diversos. Una forma de provocar confusión es eliminar
los limites, suprimir las diferencias o diluir las fronteras entre los significados o las representaciones.

Mediante este procedimiento, la confusión se puede instalar en distintos ámbitos. Por ejemplo, es
común escuchar decir "el límite que separa lo bueno de lo malo", "la línea que divide el buen gusto del
mal gusto", "la frontera que divide lo verdadero de lo falso".

5
Para instalar la confusión ética, estética o epistemológica, es preciso eliminar en cada
ámbito, la presencia de algún criterio que establezca justamente algún límite, o algún marco a
partir de los cuales se puede realizar algún tipo de operación (incluso el cuestionamiento
mismo del limite o del marco).

Se genera confusión a partir de la erradicación de la presencia de algún criterio que sirva para
entender el significado de las cosas o para comportarse de una determinada manera. Un criterio es un
elemento que sirve para separar, para distinguir; para valorar, para evaluar. Un criterio es, en suma, una
norma, un juicio de valor, una regla, por lo tanto un limite. En el orden de nuestras acciones asumimos
que siempre es bueno tener algún criterio que nos sea útil para determinar si es bueno o malo hacer tal o
cual cosa (una inversión, por ejemplo, o una elección). Justamente a la negación de la presencia y de la
utilidad de criterios se debe el advenimiento del pensamiento confuso.

Ahora bien, el hecho de admitir que es necesario pensar o hacer siempre desde algún criterio que nos
sirva como punto de partida, o como marco para nuestra acción, no quiere decir que ese criterio sea fijo
o inamovible. Una cosa es cuestionar, criticar, modificar, o cambiar un criterio, una reglas o un limite, y
otra cosa es pensar o hacer, prescindiendo totalmente de un marco de pautas que contengan u orienten el
pensamiento o la acción.

Una cosa es "barajar y dar de nuevo" y otra cosa muy distinta es revolear el mazo. La diferencia
radica en que, en el primer caso, si bien no hay conformidad respecto del estado de cosas existentes en
un determinado ámbito, tampoco se discute la necesidad de mantenerse dentro de cierto criterio. Se da
de nuevo, justamente, porque se acepta implícitamente que las reglas del juego permanecen; se quiere
seguir jugando. En el segundo caso, en cambio, jugar, no jugar, o jugar a cualquier cosa, da lo mismo.
En el primer caso, se reestructura el pensamiento y a partir de ahí se reformarla el sentido de las cosas;
en el segundo caso, el sentido se torna impreciso, azaroso, falto de contornos y la primera marca de esa
condición es el abandono de la idea o el concepto de criterio.

b) EI exceso de claridad. Una manera de generar pensamientos confusos es producir textos que, en
apariencia, son excesivamente claros. En general, esa "claridad" se logra a expensas de la complejidad
del asunto. Es decir, para que el problema resulte más claro, se le quita toda marca de complejidad. En
pocas palabras, muchas veces confundimos o nos confunden omitiendo aspectos relevantes del
significado del tema tratado. Se supone que omitiendo aspectos se logra claridad.

El primer recurso para aclarar demasiado el pensamiento (tanto, que al final lo encandila) es un
recurso formal y la forma que adquiere generalmente es la forma del esquema. ¿En qué consiste este
procedimiento?. Básicamente, tiene que ver con el hecho de suprimir elementos relevantes en la
composición del objeto sobre el cual el receptor debe formarse una idea, entender o interpretar.

Esquematizar es justamente "esqueletizar" los temas, en perjuicio de la acción que equivaldría a


sustancializar los mismos. Los productores de discursos esquemáticos suelen construir esqueletos que
ayudan a interpretar el mundo, partiendo de unas pocas líneas que son las que configuran el esquema.
Entre otras cosas, los esquemas confunden también porque no sólo suprimen la sustancia del contenido
sino además porque sustituyen las relaciones o los vínculos que pueden establecerse entre los elementos
componentes. En suma, la acción de esquematizar confunde por omisión, bajo el pretexto de ser más
claro o más didáctico en la presentación de los problemas.

¿Quiere decir esto que la utilización de los esquemas es absolutamente perjudicial a los efectos de la
comprensión de un tema? Desde luego que no. Utilizar una herramienta legitima como un único recurso
para entender la realidad bajo el pretexto de hacerle ésta más clara a los otros es una manera de
confundir a esos otros por la vía de la distorsión formal de los fenómenos.

6
Veamos ahora cuáles son los recursos que, con el propósito de brindar mayor claridad a la emisión,
hacen de esta algo veladamente confuso desde el lugar de los contenidos. El exceso de claridad en los
contenidos tiene que ver con el uso y el abuso de los lugares comunes que, a fuerza de ser utilizados,
terminan transformándose en slogans.

Un lugar común es una opinión que se acepta sin revisarla y que se instala socialmente como
verdadera. Cuando el lugar común se solidifica y se instala socialmente, empieza a circular como un
slogan.

El siegan es el lugar común cristalizado y utilizado indiscriminadamente para justificar por vía de la
generalización cualquier hecho o situación que admita ser mirada desde la perspectiva que ofrece el
lugar común.

Para resumir: el exceso de claridad suele encandilar el pensamiento y, por esta vea, hacerlo confuso.
La confusión por exceso de claridad suele implementarse en el manejo de las formas de la expresión
(esquemas, cuadros, etc.) y por la cristalización de las formas del contenido (lugares comunes, slogans).

c) El defecto de claridad. El defecto de claridad, la ausencia de luz en la comprensión de los hechos,


suele producirse por dos tipos de excesos: el exceso de complicación y el exceso de sospecha.

En el primer caso se acostumbra a recurrir a la mezcla, al desorden conceptual y a las comparaciones


forzadas. Se mezclan situaciones cuya posterior separación exige largas y tediosas discusiones y se
establecen analogías o relaciones de comparación que suelen poner en un pie de igualdad casos,
situaciones, acontecimientos que tienen pocos o ningún punto en común. Algunas veces, un análisis
prolijo y ordenado de los hechos comparados muestra a estas relaciones y a esas analogías como
inadecuadas. Es verdad que la realidad es compleja y para abordar el análisis de la realidad compleja es
necesario un pensamiento complejo. Pero un pensamiento complejo no es lo mismo que un pensamiento
complicado. El pensamiento complicado es enredante y construye lugares que funcionan como
laberintos; la salida se escapa y uno comienza a tropezar con los propios componentes del laberinto. El
pensamiento complejo, en cambio, es vinculante, relacionante, metódico, riguroso y, en general,
dispone de un marco teórico del cual parte para trabajar sobre la complejidad del asunto. No tiene la
forma de un laberinto; más bien tiene la traza de una red dentro de la cual sus líneas se entrecruzan, se
intersectan, pero no dejan a quien lo transita dando vueltas en el mismo lugar.

La otra forma de quitar luz tiene que ver con lo que comúnmente se conoce como "echar un manto de
sospecha" sobre personas, hechos o situaciones. Es la sospecha que cubre todo con el escepticismo
que termina en la relativización de todo cuanto hay y existe. Muchas veces esta postura se asume en
nombre de una actitud abierta pero, al mismo tiempo, en señal de desencanto e impotencia. El gran
problema de la sospecha es que al inundar todo con su sombra impide tener un punto, una apoyatura
firme (aunque esta pueda ser provisional) para mirar el mundo, los fenómenos y las personas. Este
impedimento concluye, muchas veces, en un relativismo paralizante y desencantado.

En resumen, complicado no es sinónimo de complejo. Complicado es sinónimo de confuso. Y la


duda no es lo mismo que la sospecha. La duda nos sirve para problematizar la realidad (motivo más que
suficiente para hacernos cargo del pensamiento complejo). La sospecha sistemática conduce siempre al
relativismo radical que, en general, termina en el inmovilismo y el desencanto.

En definitiva, la filosofa, la ciencia, se hacen cargo (cada una desde su propia perspectiva) de la
complejidad de la realidad. Pero tanto la filosofía como la ciencia buscan separarse de los dos grandes
obstáculos del pensamiento critico que presenta la comunicación y la producción de sabores de nuestra
época; la opinión y los mecanismos de confusión. Tanto la opinión como el pensamiento confuso nos
instalan en la incertidumbre, bajo la apariencia de la certeza. Algunas veces se sabe y se acepta estar
confundido pero en muchas ocasiones "se vive" confundido, sin percatarse de ello. En el marco de la

7
opinión y la confusión ilimitadas, cultivar la filosofía puede ser una buena manera de empezar a educar
el pensamiento. Como se dice vulgarmente, la filosofía puede servir para separar la paja del trigo, o,
para expresarlo de otro modo, puede ser un buen recurso para discernir una opinión de una exposición
rigurosa, sólida y coherente y puede servir también para distinguir los pensamientos confusos de
aquellos que no lo son.

“Una tesis singularmente drástica de nuestra modernidad y sin embargo aceptada y repetida como un
lagar común de la época, afirma la ineptitud de todos los sistemas filosóficos, la imposibilidad de las
grandes síntesis del pensamiento y la inhabilitación en general de la razón para dar cuenta de la
realidad. No es difícil adivinar por qué esta tesis tiene tanta popularidad. Los filósofos son muchos, los
libros de filosofía son largos, pensar es fatigoso y trae dolores de cabeza. Y luego, por supuesto, para
leer a Schopenhauer hay que retroceder a Hume y a Kant, para leer a Sartre recaer en Heidegger, y no
se puede ir a Marx sin pasar antes por Hegel, por Ricardo, por Feuerbach. Para entender a
Wittgenstein hay que saber lógico, para leer a Vico, historia, para abordar a San Agustín, teología.
Qué tentador, claro que en este punto alguien nos convenza con un buen argumento de que nada de
esto es necesario, que todos esos muchachos estaban equivocados y que podemos obviar sin culpa esos
tres o cuadro mil libros. En vez de un buen argumento hay un pase de manos demasiado rápido: la
critica parte de la afirmación de que la razón humana es limitada (lo cual, por supuesto, es cierto y tan
novedoso como que, por ejemplo, los hombres son mortales, o que, agitando los brazos muy ligero, uno
no remontrará vuelo) y a continuación se deshace de toda la historia del pensamiento haciendo pasar
esta limitación por impotencia. Pero la limitación, como protestó exhausto Casanova, no tiene nada
que ver con la impotencia. El error, siempre el mismo, está en considerar el dominio de lo racional de
una manera injustamente estrecha, como un conjunto acabado e inmutable de operaciones lógicas, una
especie de tabla definitiva de silogismos; en una palabra, confundir a la razón con la parcela que
utilizan, sobre todo, los matemáticos y los científicos. Pero ni siquiera en estos dominios la razón es
algo acabado y rígido: así, por ejemplo, Lobachevsky, el negar el quinto postulado de Euclides, no sólo
expandió la geometría, sino también la razón matemática, y en la física contemporánea dar un modelo
adecuado para el mundo subatómico equivale a encontrar una lógica suficientemente elástica para
explicarlo.
Lo que se deja invariablemente de lado es que la racionalidad, como cualquier otra facultad humana,
se fue desarrollando en los hombres a lo largo del tiempo, en permanentes conflictos y demarcaciones e
incluso a veces en paradójicas alianzas con la irracionalidad. La página de Nietzsche sobre la
formación de la lógica en la mente humana como resudado de la supresión brutal de matices, de
simplificaciones primitivas e igualaciones instintivas, necesarias para la supervivencia pero fatalmente
“ilógicas” deja ver por un momento el insospechado dramatismo que hay detrás del modus ponens o
las huellas de bestialidad en el teorema del resto. Así la racionalidad es un proceso. Un proceso que
avanza entre contradicciones, aproximaciones sucesivas, limites divisos y teorías siempre precarias,
siempre provisorias, en la tierra de nadie de la realidad. Mirando por un momento las cosas de este
modo, mirando a la razón como una facultad viva y cambiante, tiene sentido preguntarse si no será
posible refundar el entendimiento sobre una nueva forma de racionalidad, más ampliada, más sutil,
más potente, que escape por igual a Kant y a Gödel y de la cual la razón filosófica tal como se conoció
hasta ahora sea un caso "limitado" y particular.

Guillermo Martínez, Sobre la racionalidad (fragmento).

En "Literatura y Racionalidad':

Suplemento cultural, Diario La Nación, 1312194.

1. Busca información que te permita definir y explicar qué es la razón y qué es un sistema filosófico.
2. Investigá qué rol se le asignó a la razón en la tarea filosófica, a lo largo de la historia del
pensamiento.

8
3. ¿Qué diferencia hay entre decir que la razón es "limitada" y decir que la
razón es "impotente"?.
4. ¿Cómo es, según el autor, el dominio de la racionalidad elaborado por la
modernidad? ¿Cuáles son sus limitaciones?.

TRABAJO FINAL

1. Buscá en un diario o una revista un artículo que contenga opiniones de personas especialistas y
no especialistas acerca de un determinado tema. Otra alternativa es grabar de la televisión un
fragmento de un programa de opinión en el que intervengan especialistas y no especialistas en el
tema.
2. Señalá las diferencias existentes entre la opinión de un especialista y la de una persona no
especialista en el tema, teniendo en cuenta lo leído en la Introducción.
3. Contruí una tabla en la que queden expuestas cada una de las diferencias marcadas en el punto 2.
4. Si a tu juicio se hubiera expresado algún pensamiento confuso, tratá de indicar qué mecanismo
utilizó la persona opinante para producir ese efecto (anulación de limites, exceso de claridad,
defecto de claridad).

NOTAS
1. Lyotard, J.F.: "Sobre la palabra filosófica" en ¿Por qué flosopar? Paidós, 1989, págs. 139-140.
2. Lyotard,J.F.: Obra citada, pág. 121.
3. Lyotard: Obra citada, pág. 135.
4. Lyotard: Obra ~citada, pág. 142.
5. Diccionario Enciclopédico Espasa. Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1991.

También podría gustarte