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Había una vez una pequeña palomita llamada Pompom.

Vivía en un parque hermoso


rodeado de árboles y flores de colores brillantes. Pompom era una palomita especial, pues
tenía un plumaje multicolor que la hacía destacar entre las demás aves.

Un día soleado, mientras Pompom se paseaba por el parque, vio a un grupo de niños
jugando cerca de un estanque. Se acercó volando y se posó en una rama baja para
observarlos. Los niños se divertían lanzando migajas de pan al aire, y las palomas más
grandes peleaban por conseguirlas.

Pompom sintió pena por las palomas más pequeñas, que no podían competir con las
grandes. Decidió hacer algo para ayudar. Voló hasta el supermercado cercano y, con su
pico, tomó una bolsa de semillas de girasol.

De regreso en el parque, Pompom esparció las semillas en el suelo, formando un camino


hasta el estanque. Las palomas más pequeñas, incluida Pompom, comenzaron a seguir el
camino, deleitándose con las semillas.

El grupo de niños se dio cuenta de la generosidad de Pompom y quedaron maravillados con


su plumaje multicolor. Se acercaron a ella con una bolsa de pan y comenzaron a alimentar a
todas las palomas en el parque, asegurándose de que todas tuvieran suficiente para comer.

Desde ese día, Pompom se convirtió en la paloma favorita de los niños y siempre la
visitaban en el parque. Ella, a su vez, les enseñaba sobre la importancia de cuidar y
respetar a los animales.

Pompom se convirtió en un símbolo de amistad y generosidad en el parque. Todas las


palomas se reunían alrededor de ella para recibir su amor y ayuda. El parque se convirtió en
un lugar feliz y armonioso gracias a la pequeña y colorida palomita.

Y así, Pompom vivió rodeada de cariño y afecto, volando por el parque y esparciendo su
mensaje de amor a todas las aves y seres humanos que se cruzaban en su camino.

¡Fin!

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