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ERNESTO LÓPEZ

Teoría sociológica
UNQui
2002

Nociones básicas en la teoría marxista

El trabajo alienado

El tema de la alienación, heredado de Hegel y, más generalmente, de la tradición


filosófica alemana, es central en el joven Marx. Para comprender el origen de su
reflexión hay que recordar que retoma el cuestionamiento de la religión del
hegelianismo de izquierda en el que está inmerso. En esta corriente pesa el
materialismo de L. Feuerbach, cuya tesis principal, en La esencia del cristianismo
puede resumirse del siguiente modo: Dios es una proyección idealizada de la
humanidad, que se aliena proyectándose en lo divino.
Bastaría, entonces, llevar la religión -representación simbólica de las aspiraciones del
hombre- a un terreno racional, desmitificarla, para eliminar la alienación humana.
Creando un Dios imaginario los hombres se proyectan fuera de ellos, invirtiéndose a sí
mismos. Son mortales y limitados y atribuyen a Dios las propiedades contrarias.
Poniendo “cabeza abajo” la premisa idealista de Hegel, la filosofía de Feuerbach
postulaba que el punto de partida debía ser el “hombre real, el que vive en „el mundo
material, real”. A partir de este esquema Marx quiere ir más lejos. Para él la propiedad
privada es la expresión material y sensible de la vida humana alienada, que impide la
síntesis entre libertad y necesidad. La alienación no se corporiza entonces únicamente
en la esfera religiosa sino que tiene ante todo una consistencia económica que no
desaparecerá sin una transformación radical de la sociedad. Cuando no exista
dominación económica la alienación religiosa, reflejo de las contradicciones
materiales, desaparecerá también.
Marx afirma que “la religión es el opio de los pueblos” pero tomará distancia de
Feuerbach, al considerar que no puede hablarse del hombre, ni del “hombre real”, de
manera abstracta sino de los hombres en sociedades históricas, y que, en las
sociedades modernas, la alienación es una consecuencia específica del capitalismo.
La razón fundamental de esta superación de Feuerbach proviene del papel del trabajo
para Marx. El trabajo constituye la esencia misma de la actividad humana. A través de
él el hombre no solamente transforma la naturaleza sino que se transforma también a
sí mismo. Ahora bien, en el modo de producción capitalista, lejos de poder realizarse
plenamente a través de un trabajo libre y enriquecedor, el obrero se encuentra
desposeído. Esta desposesión en las sociedades capitalistas modernas tiene dos
rasgos básicos: en primer lugar, el trabajador mismo se convierte en una mercancía
como otras y, en segundo lugar, el capitalismo expropia al obrero del control sobre los
objetos que produce.

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El artesano o el campesino decidían acerca del objeto de su trabajo, de la manera de
trabajar y del destino que darían a sus productos: el hombre terminaba su obra y la
trasmitía a otro que podría gozarla. En una sociedad capitalista el trabajador ha sido
despojado de toda decisión sobre qué producir, cómo hacerlo, para qué o para quién.
Es el capitalista quien controla el proceso completo de trabajo.
En todas las sociedades históricas los hombres han transformado la naturaleza por
medio de su trabajo y en todas existe una u otra forma de alienación.
La alienación específica que resulta de las relaciones capitalistas consiste, en primer
lugar, en la separación del trabajador y su trabajo y, en segundo lugar, en que el
producto del trabajo, una mercancía en el mercado, se convierte en “un objeto extraño”
con un poder independiente para los productores.
Siguiendo a los autores clásicos, distingue el “valor de uso” de los objetos, esto es su
capacidad para satisfacer necesidades, y su “valor de cambio” en el mercado, es decir
el precio por el que son comprados o vendidos.
Una mesa es, en el momento en que es fabricada, un objeto físico que tiene usos
corrientes; pero en cuanto entra en el mercado, cuando es una mercancía, se
convierte en un objeto “misterioso”. Las mercancías son “misteriosas” porque,
producidas por los hombres, se les aparecen como exteriores, de la misma manera
que la visión de un objeto parece provenir de la forma material de un objeto exterior y
no de la excitación del nervio de la vista.
Al igual que los dioses, productos de la mente humana, parecen seres dotados de vida
independiente, relacionados entre sí y con los hombres, e independientes de su
control. A esto llama Marx el “fetichismo” que se adhiere a los productos del trabajo tan
pronto como se crean como mercancías y que es inseparable, por consiguiente del
sistema de producción capitalista.
Pero al mismo tiempo esta exterioridad refleja la naturaleza profunda de las relaciones
de producción capitalistas. Detrás de cada bien que se intercambia se esconde no
solamente el trabajo necesario sino también una relación social determinada, pero
esas relaciones no se presentan como lo que son, es decir cómo relaciones sociales
incorporadas en las relaciones materiales sino como “relaciones materiales entre
personas y relaciones sociales entre cosas”.
El carácter misterioso de las mercancías proviene que proyectan ante los hombres el
carácter social del trabajo como si fuera una propiedad material, un don natural de los
objetos. Lo que es una relación entre los productores (el trabajo colectivo de la
sociedad) se presenta como una relación entre objetos, al margen de aquéllos. El
“fetichismo” de la mercancía, es decir su aparente independencia respecto de las
relaciones sociales de producción que están detrás de ella, pone en evidencia la
naturaleza de un régimen de sociedad donde el proceso de producción manda sobre
el hombre y no la inversa.

“Los hombres no relacionan entre sí los productos de su trabajo como valores porque
estos objetos les parezcan envolturas simplemente materiales de un trabajo humano
igual. Es al revés. Al equiparar unos con otros en el cambio, como valores, sus
diversos productos, lo que hacen es equiparar entre sí sus diversos trabajos, como
modalidades de trabajo humano. No lo saben, pero lo hacen.”

Marx abandonó progresivamente las referencias a la alienación a partir del momento


en que comenzó a elaborar los principios del materialismo histórico.
A partir de 1847 rompe con todas las filosofías especulativas y se interesa en las
prácticas sociales. Pasa de reflexionar sobre la consciencia a centrarse sobre la
realidad sensible, material. Veamos ahora tres líneas fundamentales de esta reflexión:
el materialismo histórico tal como aparece en el análisis de la relación entre
infraestructura y superestructura, los modos de producción y un esbozo de las
características del trabajo en el modo de producción capitalista.
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Las relaciones entre infraestructura y superestructura

La visión mecanicista del marxismo se resume en una frase: la infraestructura


determina la superestructura. Este esquematismo no está ausente de los análisis de
muchos marxistas ortodoxos ni de la manera corriente de pensar al marxismo. El
materialismo histórico, sin embargo, no debe confundirse con un determinismo
económico mecánico. Los elementos económicos, en tanto dimensiones reales de la
relación del hombre con la naturaleza, son esenciales para Marx, pero eso no significa
que la economía o la tecnología sean determinantes de los fenómenos sociales, que
sea suficiente observar la base económica o tecnológica para derivar de allí
explicaciones válidas en el ámbito de la política, de lo jurídico, de las ideologías o de
los comportamientos de los actores sociales.
Así, por ejemplo, se ha visto un determinismo tecnológico en el concepto de fuerzas
productivas, basándose en la famosa frase de Marx de Miseria de la Filosofía: “A
medida que los hombres adquieren nuevas fuerzas productivas, cambian su modo de
producción y, cambiando el modo de producción, la manera de ganar su vida, cambian
todas sus relaciones sociales. El molino a mano dará una sociedad con un señor, el
molino a vapor una sociedad con capitalismo industrial”.
Pero si Marx habla de “fuerzas productivas” y no simplemente de “técnicas
productivas” es para subrayar que se trata de un conjunto dinámico y complejo de
fuerzas productivas materiales, humanas y sociales que incluyen desde la cultura
profesional hasta la política, desde la organización del trabajo hasta la estructuración
urbana. El desarrollo de las ciencias, un factor central en el desarrollo de las fuerzas
productivas, depende de factores sociales, ideológicos y culturales que pertenecen a
la superestructura social. El orden jurídico mismo, en la medida en que fija las
condiciones de la organización del trabajo, ejerce indirectamente efectos sobre la
productividad, del mismo modo que la gestión de la economía depende del poder
político y de la ideología.
Los fenómenos de acción recíproca, la dialéctica entre fuerzas y relaciones de
producción son esenciales en el análisis marxista. La acción política y social de los
hombres, el conflicto de clases, son los que llevan a la quiebra de un determinado tipo
de relación de producción, que no perece nunca de manera automática. Estos
conflictos, a su vez, están fuertemente condicionados por factores políticos e
ideológicos; como puede leerse en los análisis del Marx “historiador” (La lucha de
clases en Francia, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, etc.) existen grupos que
se enfrentan motivados por sus ideas o tradiciones culturales y no de manera directa y
exclusiva por sus intereses económicos.

“En buena medida Marx y yo mismo somos responsables de que los jóvenes den a veces más
peso que el debido a lo económico. Nos vimos obligados a subrayar, frente a nuestros
adversarios, lo que rechazaban, y no encontramos siempre el tiempo, ni el lugar, ni la ocasión
para dar su lugar a los otros factores que participan en la acción recíproca.
Pero en el momento en que debíamos tratar un momento histórico, es decir pasar a la
aplicación práctica, la cosa cambiaba y no había error posible... Existe una acción y reacción
de todos los factores en cuyo seno el movimiento económico termina por abrirse camino como
una necesidad a través de la masa infinita de azares.”
(Carta de F. Engels a Joseph Bloch, 1890)

¿Qué sentido debemos dar entonces a la conocida afirmación “No es la conciencia del
hombre la que determina su ser sino, por el contrario, es el ser social el que determina
la conciencia”? Estamos aparentemente ante una declaración absolutamente
materialista, siempre y cuando interpretemos “ser social” como “ser material”. Pero
esta interpretación, que parece obvia, no lo es tanto.

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Siguiendo a Giddens, tomemos el ejemplo que Marx nos ofrece en La ideología
alemana: el lenguaje, que “es la conciencia práctica, la conciencia real”. Sabemos, en
un plano muy práctico, que los niños que no han conocido el lenguaje desarrollaron
pocas o ninguna de las características del género humano. La expresión de las ideas y
su existencia misma dependen del lenguaje, que es esencial e intransferiblemente
social. Sin él no hay individuo, no hay sociedad. El lenguaje, producto y condición de lo
social, es una de las formas esenciales de ese “ser social” que no puede ser asimilado
de ninguna manera a una condición material económica o técnica.
Aunque el marxismo derivó frecuentemente luego en un economicismo, es decir en
explicaciones de los fenómenos sociales por la economía, Marx criticó precisamente
esa concepción de la economía, sosteniendo que los hechos económicos son hechos
sociales.
Esta concepción, como veremos luego, se manifiesta en su negativa a considerar a las
clases en función del nivel o fuente de ingresos.
Se trata siempre de relaciones sociales que encuentran su fundamento último en
relaciones de producción que son, ellas mismas, también sociales.
Baste recordar que, para Marx, algo tan “material” como el capital es una relación
social, no una “cosa” (dinero, medios de producción). No es tampoco exclusivamente
un título jurídico, por ejemplo la propiedad (privada) de los medios de producción.
Dinero, medios de producción, propiedad privada son condiciones indispensables para
el funcionamiento de las relaciones de producción capitalistas. Son éstas las que
constituyen el proceso real de apropiación del trabajo a través de la apropiación de los
medios de producción.
El materialismo histórico de Carlos Marx no consiste en una relación unilateral entre la
infraestructura, (las condiciones de producción reales de una sociedad) y la
“superestructura”, (los órdenes jurídicos, políticos o ideológicos): las ideologías “están
enraizadas en las condiciones materiales de la vida” pero no son su consecuencia
inmediata. Pero lo que sí afirma, es que la ideología de una clase es producida en
condiciones materiales dadas y no es una creación, elaboración o invención por parte
de una clase que, como individuo o grupo, inventaría, consciente o inconscientemente,
sus ideas. Para
Marx las “ideas” o las “ideologías” son productos sociales que tienen un carácter
“material” y la capacidad para determinar comportamientos sociales.
Está claro sin embargo que lo esencial no ha de encontrarse en el terreno de las
ideas, sino en el ámbito de las relaciones económicas: la teoría de
Marx asigna a las ideas un papel menos determinante y una menor autonomía que
otras teorías sociales.

Modos de producción

¿Cuáles son los rasgos más importantes para caracterizar una sociedad?
¿Qué es lo que la define? A estas preguntas responde el concepto central de todo
análisis marxista: el de modo de producción.
Para Marx todo modo de producción, y no solamente el capitalista, se caracteriza por
dos elementos fundamentales:
a) Las fuerzas productivas, constituidas por los trabajadores, los instrumentos técnicos
que utilizan y las formas de cooperación que mantienen y
b) las relaciones sociales de producción, o relaciones de propiedad, que establecen
para quienes trabajan los seres humanos.

A partir de esta base (la infraestructura), se edifica una superestructura social que
comprende las instituciones políticas y jurídicas, así como el conjunto de las ideas
filosóficas, religiosas, morales y políticas. En la infraestructura económica
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encontramos todo aquello que está ligado a las relaciones del hombre con la materia
mientras que la superestructura social concierne a la esfera de las relaciones de los
hombres entre sí. La dialéctica propia de cada modo de producción es para Marx el
elemento fundamental del cambio social. En efecto, la adecuación entre fuerzas
productivas y relaciones de producción es una situación de equilibrio excepcional. La
dinámica de los modos de producción nace de la ruptura de esta correspondencia y de
una contradicción creciente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las
antiguas relaciones de producción.
Las nuevas relaciones de producción pueden contribuir, por sí mismas, a estimular el
desarrollo de las fuerzas productivas: la burguesía, dirá Marx, jugó en la historia un
papel eminentemente revolucionario creando fuerzas productivas más masivas y
colosales que todas las generaciones anteriores juntas.
En un primer momento, por así decirlo, las relaciones de producción estimulan a las
fuerzas productivas que terminan por desarrollarse de manera autónoma hasta
desbordar el marco de las relaciones de producción que les habían dado su impulso
inicial. Pero siendo más estables, terminan por convertirse en un obstáculo a ese
desarrollo. Según el momento en el que uno se coloca en la historia de un modo de
producción, las relaciones de producción pueden ser un estímulo, un elemento
dinámico para el desarrollo de las fuerzas productivas o bien un obstáculo que se
convierte en contradicción.
Esta contradicción desemboca en crisis económicas y sociales recurrentes que van
dando nuevos puntos de equilibrio al sistema, pero que sólo pueden resolverse por un
cambio en el modo de producción. El ejemplo histórico más clásico es la destrucción
de las relaciones feudales que frenaban el desarrollo técnico y económico y que
debieron ceder dando lugar a la sociedad burguesa capitalista. Del mismo modo Marx
afirma que las contradicciones de la sociedad capitalista sólo pueden resolverse, es
decir resolverse definitivamente, ya que hay soluciones temporarias para las crisis, con
el pasaje al comunismo.
No es inevitable, sin embargo, que tales crisis lleven a la superación de las
contradicciones a través de la instauración de otro modo de producción: así lo muestra
la evolución de las sociedades antiguas o la decadencia de Roma. Tampoco es
previsible la forma política que tomará el pasaje, que puede ser revolucionaria como
en Francia o más gradual como en Inglaterra.
De lo anterior se sigue que lo central en el MP es la articulación entre fuerzas
productivas y relaciones de producción, y son las formas de propiedad –señala Marx-
la expresión jurídica de las últimas. Hemos mencionado en la Unidad 2 que en el
citado “Prólogo” Marx identifica cuatro MP, que esquemáticamente podrían
caracterizarse como sigue:
• MP antiguo
a) economía básicamente agrícola, fuerzas productivas escasamente desarrolladas,
organización del trabajo basada o bien sobre la unidad familiar primaria, o bien sobre
la gran familia, el clan, etcétera; b) no hay intercambio comercial; c) existe la propiedad
en común de la tierra.
• MP asiático
a) economía básicamente agrícola, organización del trabajo basada sobre la gran
familia o unidades parecidas, las fuerzas productivas alcanzan algún desenvolvimiento
a nivel agrario, se genera, también, cierto desarrollo urbano; b) escaso intercambio
comercial; c) existe propiedad en común de la tierra, pero se establece una
diferenciación entre las comunidades productoras y los gobernantes hierocráticos, que
conduce a una apropiación desigual de los bienes producidos por intermedio del
tributo que los primeros pagan a los segundos. Por lo mismo, se dice que predominan
en este MP relaciones de producción tributarias.

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• MP feudal
a) Economía básicamente agrícola, aunque con cierto desarrollo urbano y actividad
productiva en las ciudades; b) escaso intercambio comercial;
c) no hay propiedad en común de la tierra, que pertenece al rey o a sus señores
(nobles). Entre el monarca y sus señores (nobles) se da una relación de vasallaje. Y
entre los señores y los siervos de la tierra tiene lugar la servidumbre, a la que aquéllos
están obligados.
• MP burgués
a) Economía básicamente urbana e industrial; b) se generaliza la producción de
mercancías, es decir, se produce con el objeto de comercializar los bienes o servicios
producidos; c) existe la propiedad privada de los medios de producción, se forma el
mercado de trabajo, los burgueses o capitalistas concentran la propiedad de dichos
medios de producción y los proletarios -que no poseen nada más que prole- deben
vender su fuerza de trabajo por un salario.
Marx señala que “las relaciones de producción burguesas son la última forma
antagónica del proceso social de la producción [...]” (P, p. 67). Ocurre que, visto desde
una perspectiva social, los MP contienen un antagonismo o contradicción entre
sectores socialmente diferentes: burgueses vs. Proletarios en el MP capitalista,
señores vs. siervos en el MP feudal, jerarquía hierocrática vs. Comunidades
productoras en el MP asiático. Afirma que son la “última forma antagónica” porque
cree que la sociedad burguesa alberga fuerzas productivas capaces de alcanzar un
desenvolvimiento que generará condiciones para superar la contradicción de clase
típicamente capitalista y de dar como resultado una revolución social que instaurará un
orden no antagónico sino igualitario.
Vladimir I. Lenin (1870-1924), el padre de la Revolución Rusa de 1917, tenía sobre el
concepto de MP una posición peculiar. Destacaba su valor científico, que a su juicio
había permitido percibir las regularidades presentes en las distintas sociedades. Decía
Lenin:
Efectivamente, el concepto de MP propone un modelo de regularidad, por decirlo así, y
es un mérito de Lenin haberlo destacado. Hay sin embargo algunas imprecisiones en
su texto que conviene mencionar. En primer lugar, una confusión terminológica que no
aporta a la superación de cierta imprecisión de lenguaje que se encuentra en el propio
Marx, quien, como se ha mencionado arriba, usa la denominación “formación social”
pero de manera subsidiaria. En segundo lugar, cierta ambigüedad que se desprende
del modo en que Lenin utiliza el sustantivo “sistemas” -“sintetizar los sistemas de los
diversos países”, dice- sin adjetivos adicionales. ¿A qué sistemas se refiere? Debería
pensarse que a los sistemas económicos de las diversas sociedades, pues viene
hablando de las relaciones de producción. Pero entonces,
¿por qué utiliza la denominación formación social? Lo coherente hubiera sido usar la
expresión formación económica o formación económica de la sociedad.
La mención de estas imprecisiones no pasaría de una cuestión menor, de detalle, si no
fuera por la sorpresa que nos depara a renglón seguido. Inmediatamente a
continuación de la cita anterior Lenin escribe: “Esta síntesis fue la única que permitió
pasar de la descripción de los fenómenos sociales (y de su valoración desde el punto
de vista ideal) a un análisis que subraya, por ejemplo, qué es lo que diferencia a un
país capitalista del otro y estudia qué es lo común para todos ellos” (AP, p. 16). La
síntesis que menciona Lenin es obviamente la que queda contenida en el concepto de
“formación social”, tal como se ha mencionado arriba. Ahora bien, ¿puede un concepto
contener, a la vez, lo que es regular y lo que es diferente? Si el gran mérito del
concepto de relaciones de producción es que ha permitido entender cabalmente qué
es lo que tienen de repetido y/o de regular las distintas sociedades, ¿puede el
concepto que se sigue de ellas -el de formación social- dar cuenta también de las
diferencias entre sociedades del mismo tipo (“qué es lo que diferencia a un país

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capitalista del otro”, anota Lenin)? En rigor, la proposición leniniana desafía toda
lógica.
La imprecisión de lenguaje que se encuentra en Marx a propósito de los conceptos de
MP, formación económica de la sociedad (a veces: formación económico-social, o
también formación socioeconómica) y formación social, se hace turbulencia y hasta
inconsistencia lógica en el planteo de Lenin. Si se considera que una de las
denominaciones que alcanzó el materialismo histórico fue la de “marxismo-leninismo”,
esto último debido a la significación que se atribuyó a los aportes del revolucionario
ruso a la teoría original de Marx y Engels, puede quizá entenderse la confusión
conceptual que campeó en el marxismo, en este terreno, durante años.
Contemporáneamente, el llamado marxismo estructuralista francés vino a poner
remedio a dicha confusión. Repuso el concepto de MP como modelo de regularidad,
esto es, como concepto que da cuenta de aquello que se presenta como común a
sociedades concretas diferentes, pero del mismo tipo. Y reservó el concepto de
formación social para designar sociedades históricamente determinadas -la francesa
actual o la inglesa del siglo XVII, por ejemplo- a las que consideró constituidas por
diversos MP

Clases y lucha de clases

¿Qué es una clase social para el marxismo? La paradoja es que, siendo un concepto
básico de esta teoría, no poseemos ninguna definición sistemática ya que El Capital se
interrumpe en el momento mismo en el cual Marx formula la pregunta. Es por ello que
hay que buscarla, con las dificultades que eso implica, en la manera como la utilizó en
sus análisis históricos (La lucha de clases en Francia y El dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte en particular).
Aunque desarrollaremos este tema en una unidad posterior, adelantemos aquí algunas
proposiciones generales.
Las clases se forman solamente cuando el excedente de riqueza apropiada
privadamente lleva a la separación de un grupo respecto de la masa de productores;
han existido, por lo tanto sociedades “sin clases”, un “comunismo primitivo” que tanto
Marx como Engels distinguen cuidadosamente del comunismo que será el resultado
de la lucha de clases en la sociedad capitalista.
En 1852 Marx escribía a su amigo Weydemeyer: “No es mérito mío haber descubierto
la existencia de las clases en la sociedad moderna ni tampoco la lucha de clases entre
ellas. Mi aporte, y lo que he tratado de demostrar es: 1) que la existencia de clases
está ligada a fases históricas determinadas del desarrollo de la producción; 2) que la
lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado y 3) que esta
dictadura no representa sino una transición hacia la abolición de todas las clases y
hacia una sociedad sin clases”. En efecto, la Revolución Francesa había llevado a la
sustitución general de las representaciones de la sociedad fundadas sobre los órdenes
o Estados por representaciones en términos de clases; los economistas y los filósofos
clásicos (lo hemos visto a propósito de Saint-Simon y de Comte) habían desarrollado
ya una teoría de la división de la sociedad en clases en función de las fuentes de
ingreso o de la distribución de la riqueza nacional. A diferencia de Quesnay, los saint-
simonianos o Ricardo, Marx hace por lo menos tres afirmaciones fundamentales:
1) las clases sociales no son cosas o substancias (por ejemplo una parte de un “todo”,
la sociedad, un subgrupo de ese “grupo”, una subdivisión,
etc.) que entrarían luego en conflicto, de lo cual se sigue que
2) la lucha de clases, con sus efectos históricos y sus tendencias determina a las
clases y no la inversa y la lucha de clases en la producción determina la existencia
material de las clases, su “substancia”.

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Las clases se constituyen, se estructuran y toman conciencia de sí en y a través de la
lucha de manera que todo análisis histórico de las clases sociales consiste en el
análisis de las luchas de clases y sus consecuencias.
3) El conjunto de las luchas de clase está determinado, en última instancia, por la
lucha económica de clases, por la lucha de clases en la producción.
Es a partir de este conflicto básico que las clases sociales pueden oponerse a favor o
en contra de una concepción del mundo, de un sistema jurídico, de formas de
organización política, o de modos de distribución de los bienes materiales.
Para Marx no existen clases sociales independientemente de una relación de conflicto.
Cuando Marx escribe en el Manifiesto que “La historia de todas las sociedades hasta
nuestros días no ha sido otra cosa que la historia de las luchas de clases”, esta
proposición no significa que las luchas de clases hayan sido el fenómeno más
importante que pueda observarse en la historia, ni tampoco que las luchas de clases
sean la causa profunda o directa de los fenómenos históricos. Significa que los
fenómenos históricos son las formas (diversas y complejas) que toma el conflicto de
clases.

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