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“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que
habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino
que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de
Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de
vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.
¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O
fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a
ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno
diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de
Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió
Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras,
para que no se haga vana la cruz de Cristo”.
1 Corintios 1:10-17
INTRODUCCIÓN
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que
habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino
que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”.
1 Corintios 1:10
Es interesante ver como el apóstol Pablo les pide a los corintios que
obedezcan sus demandas: Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de
nuestro Señor Jesucristo. Tres cosas observamos es esta petición.
Primeramente su ruego, aunque es un auténtico apóstol, y tiene autoridad
sobre la iglesia ya que él mismo fue quien la fundo, no llega con palabras de
exigencias o rudas, sino como un padre espiritual amoroso. En segundo lugar,
les llama hermanos, identificándose con ellos como parte de la familia de
Dios, no habla a extraños, sino a personas con las cuales tenían un fuerte
vínculo, la sangre de Cristo. Finalmente, la petición la realiza en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo. Con estas palabras las ordenanzas que Pablo les da
tienen mayor autoridad, ya que la petición no está basada en función de una
autoridad o gobierno humano, sino en los mandamientos divinos de Jesús, el
cual es Dios tanto de ellos como de Pablo. Muchos de los problemas no se
arreglan no porque no se digan los problemas; sino porque se hacen ver de una
manera inadecuada. El tema que Pablo tocara es bien delicado, ha causado
divisiones entre ellos, y si no tiene tacto para corregirlos, sus palabras no
tendrán el efecto esperado. Muchos no piensan la forma de cómo hacer ver las
oportunidades, muchas veces sus palabras golpean y lejos de edificar,
destruyen. El apóstol sabía esto perfectamente, y por ello antes de anteponer
su orden y señalarles sus errores, toca su corazón rogándoles de manera
cariñosa que corrijan su conducta, recordándoles que todos son hermanos en
Cristo, herederos de un mismo legado espiritual, y que todos están sujetos a la
autoridad de Jesucristo, Señor no solo de los corintios, sino de Pablo y de
todos los creyentes alrededor del mundo. Por tanto, la forma de cómo se dicen
las cosas son determinantes para causar el efecto deseado en las personas,
especialmente cuando lo que se quiere es corregir problemas internos: “Sea
vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo
debéis responder a cada uno”, (Colosenses 4:6).
Pablo les dice a los corintios lo malo que son las divisiones entre la
iglesia al realizar tres preguntas cuya respuesta lógica es no y les dice que esos
grupos internos están en contra de la unidad de la iglesia cuya cabeza es el
mismo Cristo. Pregunta, ¿Acaso está dividido Cristo?; definitivamente no. En
esta carta y en Romanos el apóstol compara a la iglesia con un cuerpo, donde
Cristo es la cabeza y como tal necesita estar unido para su buen
funcionamiento. También pregunta: ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?;
definitivamente no. Es obvio que Pablo no murió por ellos, menos Apolos o
Pedro, o cualquier otro hombre de esta tierra, sino solamente Cristo, a quien
debemos nuestra completa devoción y entrega. Finalmente pregunta: ¿O
fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?; definitivamente no. El bautismo
obedece a una ordenanza del mismo Cristo, y no a cualquier hombre u
organización de esta tierra, por eso el agradece el no haber bautizado a
muchos: Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino
a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi
nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas. De acuerdo a Lucas,
Crispo había sido gobernante de la sinagoga de Corinto, quien creyó en Cristo
junto con toda su familia (Hechos 18:8). Cuando se retiró de la sinagoga,
Sóstenes lo sucedió (Hechos 18:17). También bautizo a Gayo, cuyo nombre
cinco veces aparece el Nuevo Testamento (Hechos 19:29; 20:4; Romanos
16:23; 1 Corintios 1:14; 3 Juan 1). Pablo pasó el invierno en Corinto en la casa
de Gayo, y allí escribió Romanos (Romanos 16:23). También habla de la
familia de Estéfanas, la cual el mismo bautizo y llego a ser muy respetable y
servicial entre los cristianos de Corinto: “Hermanos, ya sabéis que la familia
de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio
de los santos”, (1 Corintios 16:15). Después de ellos no recordaba haber
bautizado a alguien más.