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LA GRECIA CLÁSICA LA DEMOCRACIA ATENIENSE

PARTE 3

3. LAS GUERRAS MÉDICAS


EL LEVANTAMIENTO JONIO Y LA PRIMERA CAMPAÑA PERSA.
El Imperio Persa tuvo una enorme importancia como modelo para el mundo griego. En las cortes reales
persa y sátrapas, en Asia Menor, las élites griegas tenían la oportunidad de experimentar el estilo del
mundo persa y presenciar la enorme riqueza del Imperio. Histieo y Aristágoras de Mileto establecieron un
estrecho contacto entre la aristocracia de las ciudades jónicas de Asia Menor y los dirigentes del Imperio
aqueménida. Las fricciones entre Aristágoras y el persa Megabates derivaron en la revuelta de los jonios,
primer conflicto greco-persas, que acabará con la célebre expedición de Alejandro Magno a Asia.
La serie de sucesos relativamente insignificantes en la periferia del vasto Imperio aqueménida desembocó
en un explosivo conflicto entre los jonios del Asia Menor y la monarquía persa, que luego alcanzará
dimensiones verdaderamente importantes. Las razones de la revuelta de los griegos jonios son diversas: la
creciente competencia de los emporios de Fenicia, que también estaban bajo dominio persa o los efectos
de la política expansionista persa en Tracia, que afectó gravemente al comercio en las ciudades jonias.
En realidad, no existía un frente unificado griego contra la superpotencia oriental. En el 499 se propagó
desde Mileto el movimiento independentista. Las perspectivas de éxito sólo se mantenían con la idea de
una ayuda efectiva de las ciudades griegas del ámbito del Egeo, pero Esparta, que ostentaba la supremacía
de la Liga del Peloponeso no mostraba intención alguna. Tampoco Argos, Corinto, Tebas o las islas del mar
Egeo, implicadas también en diversos conflictos regionales. Solo Atenas y Eritrea accedieron a la petición
de ayuda. Cuando Mileto fue tomada en el 494 por las tropas persas se quebró el centro del movimiento
insurrecto y la resistencia llegó así a su fin. La derrota final causó un tremendo impacto en Atenas.
Después de la represión de la revuelta jonia, el Imperio Persa dirigió su atención hacia los griegos de
Europa que habían ayudado a los rebeldes. Al ayudar a los jonios, Atenas y Eritrea se habían comprometido
políticamente. Su ayuda militar fue la justificación perfecta para una intervención persa en suelo griego, la
excusa para emprender la conquista de la Hélade. Los persas contaron con el apoyo de muchos griegos
representantes de corrientes tiránicas o interesados en mantener buenas relaciones con el Imperio. Entre
ellos destaca Hipias, hijo de Pisístrato, y desterrado de Atenas con la caída de la tiranía.
Algunas ciudades griegas se plegaron al dominio aqueménida y se pusieron de su parte. Atenienses y
espartanos mostraron una encendida oposición. Un contingente de hoplitas atenienses, bajo la dirección
de Milcíades, rechazó la embestida persa en la llanura de Maratón, situada en la península de Ática en 490.

LA BATALLA DE MARATÓN.
Los atenienses querían decidir la batalla en el combate cuerpo a cuerpo de la infantería pesada, en el que
más destacaban sus fuertes unidades de hoplitas, de las que llevaron un ejército. El ejército del Rey de
Reyes estaba bajo el mando de Datis y Artafernes. Hipias acompañaba a las tropas persas.
La falange se componía de varias filas en profundidad que permitían la rápida sustitución de los caídos
mientras que los hombres de retaguardia presionaban para que no decayera el ímpetu guerrero. Los
persas, por su lado, disponían de una caballería más poderosa, de modo que Milcíades había previsto la
neutralización de esas fuerzas ecuestres mediante el uso de la falange. La confrontación se dirimió en el
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choque de la infantería pesada: el centro de las tropas atenienses se retiró de manera sorprendente hacia
atrás. Los persas pensaron que se trataba de una desbandada y cargaron de forma precipitada sobre la
parte central, arrastrando así a las fuerzas persas. Ambos flancos griegos los rodearon con un hábil
movimiento envolvente. La rapidez de esta actuación atestigua la inigualable maniobralidad de la falange,
provocando la inapelable derrota del ejército de Darío. Esta victoria se convirtió pronto en un mito. Se
recuerda la famosa carrera de Filípides. Con el recuerdo de esta epopeya la ciudadanía ateniense celebraba
la conservación de sus libertades, su supremacía en Grecia y reforzaba su identidad política y cultural.
El destino de Milcíades, estratega de Maratón, resulta un claro ejemplo de los problemas de demagogia y
excesos del sistema de control político ateniense. El estadista ya había mostrado su intrepidez al unirse a la
revuelta jonia de 499 y había tenido que afrontar acusaciones de tendencia a la tiranía en la Asamblea de
Atenas, sufriendo incluso prisión. Tras Maratón, se le encomendaron diversas misiones que permitieron
derrotar a los persas. Su suerte decayó cuando dirigió una expedición ateniense de 70 naves contra las islas
griegas que habían apoyado a los persas. La expedición fracasó y Milcíades resultó herido. Sus rivales
políticos, de la poderosa familia de los alcmeónidas, le acusaron de traición y le condenaron a muerte. La
pena se conmutó por una enorme multa. Acabó en la cárcel, donde murió. A raíz de la acusación a
Milcíades, el pueblo ateniense optó por utilizar contra el poder de las familias nobles una institución de la
democracia que había introducido Clístenes pero que no se había puesto en vigor: el ostracismo. La carrera
política en Atenas se convertía en un camino plagado de dificultades. Temístocles se perfilaba como el
nuevo líder democrático gracias al apoyo de las clases populares. Frente a él Aristides, un político
conservador que se había distinguido también en la batalla de Maratón.
Maratón supone un punto de inflexión en la historia del clasicismo griego. Maratón (490) une las tres
generaciones del ‘siglo de oro’ de Atenas, pues en la batalla combatió Esquilo, mientras Sófocles (nacido en
el 496) era un niño que quedó deslumbrado por el triunfo. Eurípides nacería el año de Maratón. Esta
batalla significó el comienzo y afirmación del poderío militar de Atenas. En los años posteriores la ciudad
quedaría bajo el hechizo de Temístocles, el hombre fuerte que movía los hilos de la política ateniense.
LA SEGUNDA CAMPAÑA PERSA.
La operación militar que preparaba el nuevo monarca, Jerjes, tendría un carácter mucho más masivo. En
483 el rey persa realizó amplios preparativos para una campaña militar sobre Europa, dadas los
considerables recursos y las estructuras del Imperio Persa, que bajo Jerjes se encontraba en su máximo
esplendor. El ejército de tierra reflejaba el carácter multiétnico de la monarquía aqueménida, as extensas
satrapías orientales y las ciudades griegas bajo soberanía persa, iban a participar en la campaña.
Jerjes había establecido una alianza con Cartago, la ciudad más poderosa del Mediterráneo occidental. Esta
alianza fue diseñada para impedir una asistencia militar eficaz de las poderosas ciudades griegas de la
Magna Grecia y Sicilia. La actividad diplomática del Imperio Persa había logrado que Macedonia, Tesalia,
Beocia, Argos y muchas islas Cícladas se mantuvieran neutrales y no prestaran apoyo a las tropas de Jerjes.
Sin embargo, una treintena de ciudades del centro y sur de Grecia, encabezadas por Esparta, Atenas,
Megara, Egina y Corinto, se unieron en alianza militar en el 481 frente a la amenaza exterior inminente
poniendo fin a las seculares disputas entre las más poderosas poleis. Los aliados acordaron dejar la
dirección militar tanto por mar como pro tierra a Esparta. Las Termópilas supuso el episodio que
fundamentó la autoridad moral de los espartanos de ahí en adelante: bajo el mando del rey espartano
Leónidas fueron exterminados, pero su sacrificio logró detener a Jerjes el tiempo suficiente, mientras la
flota griega causaba pérdidas al norte de Eubea en la batalla de Artemision en 480. Estos dos episodios
bélicos dieron ánimos a los griegos y lograron reforzar su moral y voluntad de resistencia.

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El ejército de Jerjes avanzaba hacia el corazón de Grecia con un gran número de tropas. Atenas estaba ya al
alcance. El hombre fuerte de Atenas, Temístocles, se daba cuenta de que tendría al ejército enemigo en su
ciudad (Esparta estaba más lejos). Pese a ciertas reticencias iniciales, la confianza se depositó en la flota,
que había sido reunida siguiendo un famoso oráculo que recibió la ciudad. El oráculo de Delfos participó
activamente en las Guerras Médicas y aunque se mostró en un principio favorable a los persas luego
legitimó políticamente la causa griega. Religión y política estaban unidas simbólicamente en los oráculos.
Temístocles había defendido la expansión del poder naval ateniense y el uso de los grandes ingresos
producidos por las minas atenienses, mientras que su rival Aristides proponía de forma populista repartir
las ganancias entre los ciudadanos. Finalmente, la opinión de Temístocles prevaleció y su rival acabó
exiliado en una votación por ostracismo en 483. Pero pronto regresaría gracias a una amnistía y ayudaría
lealmente a Temístocles en Salamina: Aristides aún viviría para ver el ostracismo de su viejo rival.
El abandono de la ciudad propuesto por Temístocles fue una durísima decisión, por su importancia para los
griegos como asiento de los dioses, los ancestros, los fallecidos y centro simbólico de identidad propia. Los
atenienses abandonaron su hogar por razones de estrategia militar y lo dejaron a merced del enemigo, que
lo devastó completamente. Monumentos y riquezas fueron arrasados (el grupo escultórico de los
tiranicidas, símbolo de la democracia ateniense, fue llevado a la corte imperial de Susa y recuperado más
de cien años después por Alejandro Magno). Mujeres, ancianos y niños fueron llevados a la isla de
Salamina. Detrás de esta actitud se escondía un plan premeditado, así como una enorme determinación,
sacrificio y confianza en la victoria. Solo el contexto de democratización de la polis de Atenas había hecho
posible semejante movilización y concienciación de la población entera. Además del enorme esfuerzo de
todas las clases sociales cabe destacar la visión del político más perspicaz de la época, Temístocles.
Tras las medidas adoptadas por Clístenes y el impacto de la victoria de Maratón, el acontecimiento que
fomentó de manera más persistente el progreso de la democracia en Atenas fue la construcción de su
flota, la mayor de Grecia, a instancias de Temístocles. Será el muro de la ciudad y la columna vertebral de
la democracia ateniense. El demos de Atenas presentó batalla a los persas después de desalojar su ciudad
y dirigirse a la isla de Salamina y a Trecén, donde formaron temporalmente una nueva polis.
Hay que tener en cuenta la cohesión que había alcanzado la sociedad ateniense desde las reformas de
Clístenes y de forma especial desde la victoria de Maratón, que se traducía ahora en una férrea unidad de
acción y confianza en el futuro colectivo.
Este alejamiento de los lugares que simbolizaban la identidad ciudadana, el traslado de la polis de Ática a
Salamina implica el extraordinario potencial reflexivo de una ciudadanía que lo arriesga todo por conservar
su autonomía política. El demos de Atenas participa de lleno en los desafíos bélicos de su ciudad,
consolidando definitivamente el sistema de participación masiva del pueblo en el gobierno de la polis.
LA BATALLA DE SALAMINA Y EL FINAL DE LA GUERRA.
En el 480 se produce la batalla naval en el golfo Sarónico, frente al Pireo, y la isla de Salamina, el combate
decisivo de la guerra. Con la ayuda de corintios, eginetas y megarenses, se enfrentaron a un mayor número
de galeras persas supervisadas por el propio Jerjes. Mientras las tropas persas saqueaban la Acrópolis y
toda la ciudad, la estrategia de Temístocles había conseguido atraer a la gran armada persa a un lugar de
combate reducido, en un estrecho golfo. Los persas no contaban con la pericia marinera de los atenienses
ni con el conocimiento del terreno que tenían. La clave de la victoria fue la estratagema: los griegos
hicieron ver que, por miedo a la flota persa, compuesta por jonios, fenicios y chipiotras, consideraban
retirarse. Jerjes bloqueó los estrechos que daban acceso a Salamina y comenzaron la ofensiva global
enviando un gran número de barcos al estrecho canal. La escasa maniobralidad de los navíos persas hizo

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que los griegos tomaran ventaja cuando subió la marea. El enfrentamiento acabó con más de la mitad del
potencial marítimo persa. Jerjes tuvo que huir.
Con este golpe, la fuerza expedicionaria persa se vio obligada a retirarse a sus bases continentales de
aprovisionamiento. Los hoplitas griegos, liderados por Esparta, vencieron al ejército persa en 479 y a partir
de entonces el Egeo se convertirá en un mar interior griego.
La victoria griega sobre el Imperio aqueménida fue posible gracias a la colaboración de las dos poleis. La
acción de Esparta se había basado en su ejército hoplítico, altamente capacitado, que se caracterizaba por
una disciplina férrea. Atenas contribuyó con la gran agilidad y capacidad de improvisación estratégica de su
flota. El descubrimiento de la libertad recuperada, la propagación de las tendencias democráticas y la
formación de nuevos poderes hegemónicos son los factores que definen esta época.
El papel de Temístocles en esta contienda se ha reconocido como “libertador de Grecia”. Como político se
apoyó en las clases populares y entró en conflicto con la nobleza en los años posteriores a Maratón,
cuando se convirtió en el líder principal Atenas. Después de la guerra despertó la suspicacia de Esparta y de
sus propios conciudadanos, que lo enviaron al exilio a Argos.
ATENAS Y LA POLITIZACIÓN DEL MAR.
La introducción de la falange de los hoplitas conllevó la ascensión de las capas medias de los propietarios
de las tierras, que lograron abrirse paso a costa de los nobles que combatían a caballo. A los ciudadanos
atenienses más pobres no les quedaba otra alternativa para servir a la polis que la flota dada la enorme
demanda de tripulaciones, infantería ligera y remeros. De ahí surge la integración militar y por ende
política del grupo social más numeroso de Atenas, hasta entonces recluido en los márgenes. La flota se
convierte, por así decir, en el cuerpo social de la democracia. Los pequeños campesinos y, sobre todo, el
proletariado urbano, adquieren gracias a ella una nueva relevancia política que derivará en la
democratización profunda del sistema político de Atenas.
El mantenimiento de la escuadra requería enormes recursos. En un principio eran los ciudadanos más
pudientes quienes costeaban la mayor parte de los gastos; más tarde serán los aliados de Atenas.
La caballería y la infantería fueron los medios tradicionales para adquirir poder, es decir, ciudades, tierras
de cultivo y pastoreo y los habitantes de estas junto con sus posesiones. El poder político se basaba en la
tierra y sus ingresos. En Tucídides encontramos por primera vez la idea de que el poder de una comunidad
se puede lograr a través de la utilización de los recursos marinos.
Evidentemente existieron antes de Atenas otros pueblos, fenicios o etruscos, que poseían barcos. Pero la
polis griega disponía de una armada poderosa que se mantuvo constantemente a su servicio y que cumplía
la función de servir como plataforma económica, institución social y arma política. Sin flota, no hubiera
habido democracia en la Atenas del siglo de oro, el Estado democrático hubiera sido impensable sin la
influencia de las tripulaciones como pilar básico del cuerpo social de la polis.
Este cambio de proyección de los recursos marítimos supuso en Atenas la expansión de la polis hacia un
nuevo elemento que conduce finalmente a la politización del mar. Cuando la polis ateniense perdió el
control de la flota al final de la Guerra del Peloponeso, su orientación política y social cambió radicalmente.
Como herencia de la consolidación del poder ateniense en el mar, sin embargo, quedó para la posteridad
este fenómeno de la politización del mar. Ya en la antigüedad fueron los Estados que lograron el dominio
del medio naval los que pudieron ser llamados con toda justicia grandes potencias (Cartago, Egipto
Ptolemaico, Roma), mucho más que sus competidores de tierra firme.

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