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Números 17:1-13. La vara de Aarón florece.

El capítulo 16 habla todo el contexto que termina con este precioso milagro. La rebelión de Coré, Natán, Abirán y
250 seguidores comenzó con la queja producida por la envidia, y termina en murmuración. Una constante en Israel.

Es curioso que las quejas vienen de los levitas; pero Aarón y sus hijos eran los elegidos para el sacerdocio y esto no
gustaba. Dios elige a quien quiere para lo que quiere, lo aparta para sí, lo capacita y espera su obediencia.

En el capítulo 17 el Señor da una serie de instrucciones a Moisés, bien claras y precisas como de costumbre. Tenía
que poner doce varas, una por cada tribu, en representación de cada familia, pero en el caso de los levitas, tenía
que ser la vara de Aarón, quería dejar bien claro a quien había escogido para el sacerdocio.

Las varas tenían que ser dejadas en un lugar muy específico, en el Tabernáculo y frente al Arca del Pacto, donde se
guardaban las tablas de la ley que fueron rotas, y un vaso con maná; todo eran recuerdos de cosas tristes, para no
olvidarlo. Pero nos habla de algo muy importante, tenían que estar ante la presencia de Dios.

Eran 12 varas, mismo lugar, mismo tiempo, ¿por qué sólo floreció una? Evidentemente Dios hizo el milagro para
demostrar lo que quería demostrar y del modo más precioso que me puedo encontrar. La vara estaba muerta,
imposible humanamente que algo así, no sólo reverdeciera; sino que floreciera, echara renuevos, y después frutos.
Pero así sucedió con la vara de Aarón.

El almendro es un árbol que crece rápido, su madera es blanca y ligera, resistente al agua. Su tronco crece hasta 10
metros sobre suelos secos y arenosos. Su flor es blanca, primer árbol que florece y comunica el inicio de la
primavera.

Jeremías y su llamamiento; no quería obedecer, ponía toda clase de excusas, soy niño. El Señor trata con él con
cariño, y en un momento le dice, ¿qué ves? Jeremías responde, una vara de almendro. Todo tiene su significado,
Dios le decía que tenía que obedecer, y hacerlo rápido; porque algo rápido vendría, tal como nace la vara de
almendro.

Jesús fue un renuevo que salió de un tronco cortado, como vástago de Dios, y por Él, nosotros también, siendo
varas secas, salió el verdor, brotó la vida, y han comenzado a salir flores, señal de que vendrá fruto. Somos

Isaías 11:1 “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces”. Cuando un tronco es cortado,
se espera que se pudra o sea leña para fuego, no se espera nada de él. Pero en el momento que del palo seco sale
un renuevo ¡Hay esperanza, pues sabemos que hay vida!

Jesús era una vara aparentemente seca como todas las otras, no había nada especial en él. Pero dentro de sí
llevaba la vida porque él era la vida. Y en medio de la noche, de la muerte, reverdeció, resucito para darnos vidas.

Nadie crece, nadie reverdece, nadie florece, nadie da fruto sin estar ante la presencia de la gloria de Dios.

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