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La producción y exportación de

petróleo de Venezuela
Pese a que tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, Venezuela solo exportó
el 1,1% del crudo comercializado en 2021 a escala global

Hubo un tiempo en el que Venezuela lideraba la producción global de


crudo solo por detrás de Estados Unidos y Arabia Saudí. Un tiempo en el
que los barcos petroleros se arremolinaban en torno a sus costas y en el
que el dinero y la inversión pública no dejaba de fluir en el país. Pero de
eso hace ya más de una década. Venezuela, que posee las reservas
probadas de petróleo más cuantiosas del mundo, exportó en 2021 apenas
el 1,1% de todo el crudo comercializado a escala global, cuando en 2018
casi triplicaba esa cuota y en 2015 la quintuplicaba, según los datos de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

La caída en desgracia del rey petrolero tiene dos razones principales: por
un lado, la falta de inversiones y el deterioro de la infraestructura
nacional han limitado la cantidad de petróleo que Venezuela consigue
extraer y sobre todo poner en el mercado, ya que se trata de un
combustible muy denso que necesita ser refinado, un proceso que solía
tener lugar en Estados Unidos; por otro, y estrechamente relacionado con
esto último, la crisis institucional de 2019 devino en un embargo de
Donald Trump a Petróleos de Venezuela (PdVSA, la empresa estatal del
país). Desde entonces, las refinerías estadounidenses tienen prohibido
pagar por el petróleo venezolano público.

Ese movimiento tenía como objetivo derrocar a Nicolás Maduro y apartar


el chavismo de las instituciones, pero cerca de tres años después las
dinámicas de poder han cambiado poco en Venezuela y la crisis social del
país se ha agudizado ―el PIB ha caído un 70% en la última década y en
2021 tres de cada cuatro venezolanos se encontraban en situación de
pobreza extrema―.
Para colocar su petróleo en el mercado internacional Caracas ha echado
mano de intermediarios mexicanos, redes opacas y paraísos fiscales, un
oscuro entramado que ha reducido su cartera de clientes prácticamente a
India y China.

A su vez, estos países han aprovechado el apuro venezolano para


conseguir precios ventajosos o cobrarse en especie los préstamos que han
concedido al Estado latinoamericano en los últimos años ―la petrolera
rusa Rosneft, que gestiona gran parte de las exportaciones venezolanas a
India, también se ha encargado de rentabilizar el dinero prestado por
Moscú―. Además, como los buques asiáticos tenían problemas para
acceder a los diminutos puertos del país, Caracas ha tenido que enviar el
crudo que iba a ser vendido a las Antillas Neerlandesas, reduciendo más
aún sus beneficios.

A pesar de ello, la guerra de Ucrania puede acabar abriéndole de nuevo las


puertas de las refinerías del golfo de México y el mercado europeo al
petróleo venezolano. Occidente está buscando nuevos proveedores de
hidrocarburos para sustituir el suministro ruso, y las reservas bloqueadas
del país latinoamericano ―el 20% de todos los depósitos globales
probados― son muy jugosas. Por esa razón Estados Unidos flexibilizó a
finales de 2022 el embargo y autorizó a su petrolera Chevron a retomar
parcialmente la extracción de crudo en Venezuela. Aun así, no será fácil
para Caracas recuperar las cifras de exportación pasadas: requerirá de
tiempo, inversión extranjera y, lo más difícil, del complicado
entendimiento entre un régimen autoritario agarrado al poder y un
bloque occidental necesitado de energía en el contexto de una crisis
energética global.

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