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Paradigma de la complejidad
Introducción

Para pensar en la construcción de nuevos conocimientos o cuestionar lo establecido, es


necesario saber el paradigma que nos atraviesa, desde el cual nos paramos para mirar
la realidad. En esta lectura, abordaremos la noción de paradigma, para luego distinguir
entre el paradigma de la simplicidad y el de la complejidad. Este último nos permitirá
analizar los fenómenos psicosociales vinculados a lo grupal, con consideración de sus
elementos constitutivos y las dinámicas que implican.

1. Construcción de conocimientos sobre lo grupal

Para pensar en la construcción de conocimiento sobre lo grupal, retomaremos el texto


“El grupo”, del escritor portugués José Saramago. En este texto, el poeta describe
múltiples emociones que ocurren en un grupo y resume lo propio de un plus grupal.

Son diez o doce personas asustadas –un grupo. Se sientan alrededor de un


saco lleno de miedos: el miedo a la soledad, el miedo al pasado, al presente
y al futuro. Son unas cuantas personas trémulas que entre sí han decidido el
fingimiento de ignorar la presencia del saco –y a esto le llaman valor. Son
unas cuantas personas mudas de terror, que se ríen, se hacen preguntas y
respuestas –y a eso le llaman comunicación. Pero el saco está ahí.

El grupo se agita, fermenta, organiza, tiene ideas, discute, pone, dispone y


contrapone, se lanza a interminables charlas en las que el mundo es
deshecho y rehecho –mientras que dentro del saco se anudan los miedos,
viscosos como limacos, a la espera de su hora. Son diez o doce avestruces
que esconden cautelosamente la cabeza en la arena y mueven en compañía
sus colas emplumadas. Y son inteligentes. Todos han venido de muy lejos y
saben mucho. Han leído todas las bibliotecas, han contemplado todos los
cuadros de todos los museos, han oído toda la música existente. Tienen en
el bolsillo de la chaqueta o en su cartera de mano las treinta y seis maneras
radicales de transformar el universo próximo o remoto –pero ninguno de
ellos ha transformado su pequeña vida personal y, en algunos casos, ésta
ha sido desgraciadamente transmitida.

Cuando el grupo se dispersa (cosa inevitable, de vez en cuando, hasta por


razones de higiene), continúa, de lejos, gravitando en torno del saco de los
miedos. Ahí, el miedo a la soledad hace converger de nuevo los doce
planetas en el foco central del sistema. Cada cual, presenta entonces su
flaqueza y se espera que de doce debilidades nazca una fuerza. El grupo
tiene esta ilusión.

Pero en la naturaleza profunda del hombre (y en su responsabilidad) está el


que la confrontación de sí mismo con la vida tenga que pasar por una batalla
personal con los miedos que la niegan. Y de nada sirve para la resolución
del segundo problema (ser, siendo entero) esa embriaguez en común, ese
paraíso artificial que es el grupo. El miedo a la soledad sólo puede ser
vencido después de un cuerpo a cuerpo con la total desnudez del alma (si
me explico bien) o de la abstracción a la que damos ese nombre. Y esa
victoria no fue alcanzada, ni siquiera ha sido quizá iniciado el combate, si se
va a buscar en el grupo el mítico remedio, la panacea universal. Eso es
aceptar la derrota antes de la primera escaramuza.

Hay también la vejez y la muerte. Aquí está el espejo y su lenguaje. Aquí


está el brazo que no ciñe ya con su fuerza antigua. Aquí está el corazón que
empieza a negarse a subir la cuesta. Aquí está el dolor sordo que anuncia lo
irremediable. Aquí está el tiempo y el fin del tiempo. Del nuestro, del tiempo
que le ha sido correspondido a cada uno de nosotros y cuya medida nos
ocultan, pero que suena como el cantar rápido del agua que va subiendo en
el cántaro. Aquí está, pues, la vejez y la muerte. Antes de ese miedo,
estaremos solos. Es nuestra batalla particular, aquella en la que, en el fondo,
más arriesgamos, porque es el cuerpo lo que está en juego, el cuerpo, que
va perdiendo lozanía y vigor, belleza (si la tenía), la máquina esplendorosa
hecha para la luz y a la que la luz abandona. Pero son tales las virtudes que
el grupo tiene, que en él vamos a buscar la ceguera útil, ayudados por el
espectáculo consolador de la decadencia de los otros.

Por fin, hay el miedo del pasado, del presente y del futuro, generador de las
angustias cotidianas, sombra y amenaza constantes. El grupo pone en
común tres o cuatro esqueletos del pasado de cada cual, lo que permite de
la instauración de una benévola aristocracia de sentimientos, a través,
naturalmente, de la lisonjera práctica del elogio mutuo. Pero el armario de
los esqueletos con defectos óseos, ese, continúa bien cerrado, y la llave la
guarda uno mismo y su copartícipe, si el patrimonio orzamentario es común
a dos. En cuanto al presente, el miedo está al alcance de la mano, al
alcance del grupo, porque nada de aquello va a durar, porque el grupo
segrega de su contradicción el veneno que lo destruirá. En el futuro.
Mañana. Hasta el próximo grupo.

O hasta que cada una de las diez o doce personas descubra que es en sí
misma donde está el mal y tal vez también el remedio. Y que el grupo es, a
fin de cuentas, un poco de agua turbia donde va a diluirse y desaparecer,
como frágil terrón de azúcar, la roca amarga y vertiginosamente lúcida (y por
eso es capaz de alguna alegría perfecta) que es lo mejor de esa grandeza a
la que suele llamarse condición humana. (Saramago, 1997).

Ahora pensemos… ¿Cuáles son los elementos presentes en este grupo? ¿Qué
observamos? ¿Qué podemos decir sobre el mismo? Responder estos interrogantes
requiere tener en claro dónde nos situamos para realizar esta lectura, es decir, en qué
paradigma nos posicionamos. Por lo tanto, empecemos por definir qué entendemos por
paradigma.
Paradigma

El término paradigma fue acuñado por Thomas Kuhn, en 1962. Este término reúne un
conjunto de operaciones conceptuales que ligan la teoría con los hechos. Kuhn
describe cómo se produce el desarrollo de la ciencia. Plantea diversos estadios: uno
preparadigmático, en el cual diversas escuelas se encuentran en pugna; un estadio
paradigmático, cuando una escuela triunfa sobre las demás y es hegemónica por
consenso en un campo de investigación; un tercer estadio, cuando se comienza a
poner en duda si los marcos conceptuales existentes son suficientes para continuar con
la producción de conocimientos que expliquen la realidad. Es aquí cuando se produce
el momento de crisis del paradigma y la apertura conceptual a diversos campos.

“Para Kuhn la ciencia es el resultado de la combinación de la historia y la sociedad”


(Sáenz, 2015, https://www.milenio.com/opinion/liebano-saenz/lecturas-
esenciales/thomas-kuhn-la-estructura-de-las-revoluciones-cientificas). Por lo tanto, el
conocimiento es una construcción social, incierta e histórica. “Un cambio de paradigma
es el tránsito social de un modo de pensar a otro” (Sáenz, 2015,
https://www.milenio.com/opinion/liebano-saenz/lecturas-esenciales/thomas-kuhn-la-
estructura-de-las-revoluciones-cientificas). Kuhn (2004) afirma que 

la recepción de un nuevo paradigma frecuentemente hace necesaria una


redefinición de la ciencia correspondiente. Algunos problemas antiguos
pueden relegarse a otras ciencias o ser declarados absolutamente “no
científicos”. Otros que anteriormente eran triviales o no existían siquiera,
pueden convertirse, con un nuevo paradigma, en los arquetipos mismo de la
realización científica de importancia. (Kuhn, 2004, pp. 165-166)

Es decir, pueden convertirse en modelo dentro de un nuevo paradigma. 

Paradigma de la simplicidad

El paradigma de simplicidad es un paradigma que pone orden en el universo, y


persigue al desorden. El orden se reduce a una ley, a un principio. La simplicidad ve a
lo uno y ve a lo múltiple, pero no puede ver que lo Uno puede, al mismo tiempo, ser
Múltiple (Morín, 1990, p. 89).

Este paradigma cuenta con dos principios fundamentales, a saber. 

●    Disyunción: busca separar lo que está unido. 

●    Reducción: busca aunar lo que es diverso. 

Es el paradigma por excelencia utilizado por la ciencia clásica, en el que el método


empleado llevó a descubrir lo más simple en la intrincada realidad. Si bien, este
paradigma tuvo éxito en las explicaciones para muchos fenómenos, estas no fueron
suficientes para pensar lo complejo del sujeto y su realidad. Por lo tanto, sería difícil
pensar la situación planteada en el texto de Saramago “El grupo”, a partir de las ideas
propuestas por este paradigma. Por lo tanto, fue necesario ir más allá e incorporar una
mirada que pudiera abarcar la complejidad de lo grupal.

Paradigma de la complejidad

Edgar Morín (1990) propone una serie de nociones para pensar la complejidad. Entre
estas nociones encontramos la de orden y desorden del universo, que, si bien se
presentan como contradictorias, ambas son necesarias para organizar el universo. “La
aceptación de la complejidad es la aceptación de una contradicción” (Morín, 1990, p.
95). 

Otra noción es la de auto-organización. Lo que se crea en el universo va a poseer un


sistema que concibe sus propias finalidades. 

Se hace necesario, además, la búsqueda de definición del término sujeto. Término que
en la ciencia clásica no es trabajado. 

Ser sujeto no quiere decir ser consciente, no quiere tampoco decir tener
afectividad, sentimientos, aunque la subjetividad humana se desarrolla,
evidentemente, con afectividad, con sentimientos. Ser sujeto es ponerse en
el centro de su propio mundo, ocupar el lugar del “yo”. Es evidente que cada
uno de nosotros puede decir “yo”; todo el mundo puede decir “yo”, pero cada
uno de nosotros no puede decir “yo” más que por sí mismo (...) 

El hecho de poder decir “yo”, de ser sujeto, es ocupar un sitio, una posición
en la cual uno se pone en el centro de su mundo para poder tratarlo y
tratarse a sí mismo. (Morín, 1990, pp. 96-97)

Tal es el caso de cada uno de los sujetos que integran el grupo descrito por Saramago.

Morín (1990) plantea que ser sujeto es ser autónomo y dependiente. Esto es, se
depende de una cultura que nos atraviesa y se es autónomo en cuanto se elige y se
reflexiona sobre las diferentes opciones que la cultura nos brinda, pero se depende de
un lenguaje, de una educación. Somos seres con autonomía, pero esta autonomía se
alimenta de dependencia. Como lo muestra esta frase del texto de Saramago
presentado con anterioridad: “Pero el armario de los esqueletos con defectos óseos,
ese, continúa bien cerrado, y la llave la guarda uno mismo y su copartícipe, si el
patrimonio orzamentario es común a dos” (Saramago, 1997). Allí se puede observar la
autonomía y la dependencia.

Otras de las nociones trabajadas por Morín son: complejidad y completud. Morín (1990)
expresa que el sentido de complejidad nos lleva a comprender que la realidad no es
unidimensional sino multidimensional y que, si bien la búsqueda de la complejidad
aspira a la completud, sabemos que jamás podremos escapar a la incertidumbre, ni
tener un saber acabado, como le ocurre a cada integrante del grupo. Esta búsqueda de
la complejidad requiere contar con ciertos instrumentos, de los cuales, el principal es la
razón; pero no una razón como algo divino sino como condición de ser crítico y
autocrítico. 

Así como el paradigma de la simplicidad no nos permitía realizar una completa lectura
del texto debemos decir que, por el contrario, el paradigma de la complejidad nos
proporciona los elementos para analizar esta situación de grupo.

2. Tres principios para pensar la complejidad 

Para concluir su construcción sobre la complejidad, Edgar Morín (1990), propone tres
principios: 

1) El principio dialógico: permite mantener ligados dos términos que se contraponen,


pero que a su vez se complementan. 

2) El principio de recursividad organizacional: para explicar este principio, el autor lo


ejemplifica con el procedimiento del remolino. Muestra que, en su movimiento, produce
y es producido al igual que éste. “Un proceso recursivo es aquel en el cual los
productos y los efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello que los
produce” (Morín, 1990, p. 106). Esta idea de recursividad rompe con la idea lineal de
causa-efecto. Nosotros, en tanto especie, también somos un ejemplo de la recursividad,
ya que “somos los productos de un proceso de reproducción que es anterior a nosotros.
Pero, una vez que somos producidos, nos volvemos productores del proceso que va a
continuar” (Morín, 1990, p. 106). 

3) El principio hologramático: sabemos cómo está formado un holograma y que en la


parte más minúscula de la imagen se encuentra el todo, la completa información del
holograma. Entonces vamos a tener la parte en el todo y, a su vez, el todo en la parte. A
este principio lo encontramos tanto en lo biológico como en lo social, no se halla
solamente en el mundo físico, sino también en el biológico. ¿Pueden observar este
principio en el grupo?

En conclusión, el paradigma de la complejidad deja de lado cualquier reduccionismo y


la idea lineal de causa-efecto, y también se aparta del holismo. Reúne lo uno y lo
múltiple, sin que lo uno se desintegre en lo múltiple, así como, lo múltiple será parte de
lo uno. Este paradigma se funda sobre la distinción, conjunción e implicación. 

Tabla 1: Paradigma de la simplicidad versus paradigma de la complejidad

Paradigma de la simplicidad Paradigma de la complejidad

Pone orden en el universo. Orden /desorden /


Persigue el desorden. desorganización. Recupera
la incertidumbre.
Ve lo uno.
Multidimensionalidad.
Ve lo múltiple.

Recursividad.
Separa lo que está ligado:
disyunción. Aceptación de las

contradicciones.
Unifica lo diverso: reducción.
Pensamiento complejo: -

Distinción. - Conjunción. -
Implicación.

Fuente: elaboración propia.

Descripción: en la tabla 1 se muestran de manera resumida las características de cada


uno de los paradigmas.

A partir del desarrollo anterior, estamos en condiciones de responder los siguientes


interrogantes: 

•    ¿Desde qué paradigma analizamos lo que ocurre en este grupo? 

•    ¿Qué lectura realizamos de esta situación grupal, según el paradigma en el cual nos
posicionamos? 

•      Posicionarnos desde los diferentes paradigmas ¿nos permite realizar lecturas


diferentes de lo que ocurre en este grupo?

Figura 1: Naturaleza muerta con silla de rejilla

Fuente: Picasso, P. (1912). Nature morte à la chaise cannée collage óleo. París, Musée National Picasso. 

Figura1: Naturaleza muerta con silla de rejilla. Obra de arte de Pablo Picasso. 

El lienzo contiene un trozo de tela encerada que imita la rejilla de una silla,
pegada al lienzo, mientras que, paradójicamente, la propia tela encerada se
convierte en una imitación. (…) En este conjunto de objetos entremezclados
distinguimos una pipa, un periódico (…) una copa, una raja de limón y un
cuchillo. Todo ello halla espacio y lugar en una silla o en una mesita,
representadas por el óvalo mismo del cuadro. La cuerda, que Picasso usa
como marco, simboliza metafóricamente el borde de la mesa. Los colores
dominantes son los acostumbrados marrones y grises, sólo interrumpidos
por el amarillo naturalista del limón. (Olmos, s.f.,
https://www.slobidka.com/pablo-picasso/125-picasso-naturaleza-muerta-con-
silla-de-rejilla.html) 

La obra ´Naturaleza muerta con silla de rejilla´ de Picasso anuncia, según los críticos, el
final del estilo que se conoce como cubismo analítico y los primeros pasos en la etapa
sintética.

¿Qué podemos pensar sobre esta obra, en relación con lo que trabajamos? Como se
mencionó, los principios del paradigma de la simplicidad son la disyunción y la
reducción. El primero busca separar lo que está unido y el segundo busca aunar lo que
es diverso. Lo complejo supera esta simplicidad, propone el diálogo entre orden,
desorden, organización para explicar en cada nivel, los fenómenos físicos, biológicos y
humanos. Quizás la primera impresión al observar esta obra es la confusión. Ahora, con
más detalle, la propuesta es que la observen y encuentren los principios que la
gobiernan. 

Referencias 

Kuhn, T. (2004). La estructura de las revoluciones científicas. Octava reimpresión.


Argentina: Fondo de Cultura Económica.

Morín, E. (1990). Introducción al pensamiento complejo. Buenos Aires: Gedisa. 

Olmos, M. (s.f.). Picasso – Naturaleza muerta con silla de rejilla. Recuperado de


https://www.slobidka.com/pablo-picasso/125-picasso-naturaleza-muerta-con-silla-de-
rejilla.html. 

Picasso, P. (1912). Nature morte à la chaise cannée collage óleo. París, Musée
National Picasso. Recuperado de https://www.slobidka.com/pablo-picasso/125-picasso-
naturaleza-muerta-con-silla-de-rejilla.html. 

Sáenz, L. (29 de marzo de 2015). Thomas Kuhn: "La estructura de las revoluciones
científicas". Recuperado de https://www.milenio.com/opinion/liebano-saenz/lecturas-
esenciales/thomas-kuhn-la-estructura-de-las-revoluciones-cientificas.

Saramago, J. (1997). De este Mundo y del Otro. Barcelona: Ronsel.

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