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En el caso en que el matrimonio sea entre una parte católica y otra no cristiana
(disparidad de culto), se “puede agravar aún más estas dificultades”. Es
evidente porque aquí tenemos no sólo divergencias en algunos puntos de la
doctrina cristiana, sino incluso divergencias “en la fe” y “en la concepción
misma del matrimonio”. Piense, tomando el caso que usted me consulta del
matrimonio con un cónyuge musulmán, en la dificultad que implica el que la
otra parte del matrimonio no acepte ni el matrimonio monógamo, ni
indisoluble, ni la igualdad sustancial entre el hombre y la mujer, ni el derecho a
la educación cristiana de los hijos, y ni siquiera (en algunos casos) se permita
la práctica de la religión. Como indica muy bien el catecismo, “una tentación
que puede presentarse entonces es la indiferencia religiosa”.
Por este motivo, la Iglesia con sabiduría exige la licencia del ordinario del lugar
(obispo o quien hace las veces de él) para la licitud del matrimonio mixto y la
dispensa de disparidad de culto para la validez del matrimonio dispar. El
fundamento de este requisito radica en “el peligro para la parte católica de
perder la fe y de que los hijos habidos en el matrimonio no sean educados
conforme a las pautas doctrinales y morales de la religión católica. A estos
peligros se añade que la diversidad de religión constituye un obstáculo para
establecer el ‘consorcio de toda la vida’ o ‘la íntima comunión de vida’ que es el
matrimonio, dadas las diversas concepciones sobre el mismo que tienen el
contrayente católico y los que profesan otras religiones cristianas o no
cristianas” (Manzanares, Mostaza, Santos, “Nuevo Derecho Parroquial”, B.A.C.,
Madrid 1990, p. 458).
La Iglesia tiene la puerta siempre abierta para dar la bienvenida a los católicos
que quieran unirse en el lazo indisoluble del matrimonio. Cuando se da la
opción de casarse con personas que profesan otra religión, también la puerta
se mantiene abierta para crear el mismo vínculo entre el hombre y la mujer, que
prometen amarse y respetarse para toda la vida. Observemos con atención lo
que nos recuerda al respecto el Catecismo.
En los matrimonios con disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea
particular: “Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la
mujer no creyente queda santificada por el marido creyente” (1Cor 7,14). Es un
grande gozo para el cónyuge cristiano y para la Iglesia el que esta
“santificación” conduzca a la conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana
(cf 1Cor 7,16). El amor conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las
virtudes familiares, y la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no
creyente a recibir la gracia de la conversión.
Siempre son más los aspectos que nos unen que los que nos hacen diferentes,
pero si nos detenemos demasiado en las diferencias nos peleamos y
separamos más. Los esposos, desde el inicio, tienen que fomentar la unidad, a
pesar de algunas diferencias, y caminar juntos hacia Dios.
Firmeza: “Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales fue bautizada en
la Iglesia católica […] y otra no bautizada” (Código de Derecho Canónico, canon 1086, §
1). Es lo que se llama matrimonio con disparidad de culto entre los contrayentes. Por lo
tanto, ¡el proyectado matrimonio de su sobrina es, en principio, inválido!
Pero la Iglesia es madre, tiene sentido común y sabe que estos matrimonios ocurren.
Entonces estableció normas sabias para que tales matrimonios puedan ser reconocidos y
tengan validez. Y esto viene dispuesto en el párrafo siguiente (§ 2) del mismo canon
1086: “No se dispense de este impedimento si no se cumplen las condiciones indicadas en
los cánones 1125 y 1126”.
Esta dispensa puede ser concedida por el Ordinario del lugar, es decir, normalmente el
obispo.
¿Cuáles son las condiciones indicadas en los cánones 1125 y 1126? Veamos:
Canon 1125: “Si hay una causa justa y razonable, el Ordinario del lugar puede conceder
esta licencia; pero no debe otorgarla si no se cumplen las condiciones que siguen:
1ª que la parte católica declare que está dispuesta a evitar cualquier peligro de apartarse
de la fe, y prometa sinceramente que hará cuanto le sea posible para que toda la prole se
bautice y se eduque en la Iglesia católica;
2ª que se informe en su momento al otro contrayente sobre las promesas que debe hacer la
parte católica, de modo que conste que es verdaderamente consciente de la promesa y de la
obligación de la parte católica;
3ª que ambas partes sean instruidas sobre los fines y propiedades esenciales del
matrimonio, que no pueden ser excluidos por ninguno de los dos”.
El canon 1126 atribuye a la Conferencia Episcopal del país fijar el modo por el cual estas
declaraciones y compromisos deben ser hechos, de manera que consten con certeza para
ambas partes y para el fuero externo.
Así, su sobrina debe acudir al obispo del lugar y, asumidos los compromisos indicados,
solicitarle la necesaria dispensa, para que su matrimonio con un protestante pueda realizarse
de modo válido.
Y el Código de Derecho Canónico deja en claro que la forma canónica, así sumariamente
descrita, se aplica al caso que estamos estudiando: Canon 1117: “La forma arriba
establecida se ha de observar si al menos uno de los contrayentes fue bautizado en la
Iglesia católica […], sin perjuicio de lo establecido en el canon 1127 § 2”.
No obstante, antes que veamos cuáles son las prescripciones del canon 1127, conviene
explicar que él se aplica, en primer lugar, a lo que el Código llama de matrimonio mixto, es
decir, al realizado entre dos personas bautizadas, una de las cuales posteriormente adhirió a
una iglesia que no está en comunión con la Iglesia católica. Pero, en seguida, el canon 1129
advierte que “las prescripciones de los cánones 1127 y 1128 se aplican también a los
matrimonios para los que obsta el impedimento de disparidad de cultos, del que trata el
canon 1086 § 1”, sobre los cuales estamos tratando en este artículo.
Canon 1127, § 2: “Si hay graves dificultades para observar la forma canónica, el
Ordinario del lugar de la parte católica tiene derecho a dispensar de ella en cada caso,
pero consultando al Ordinario del lugar en que se celebra el matrimonio y
permaneciendo para la validez la exigencia de alguna forma pública de
celebración […]”.
Los comentaristas mencionan, entre las graves dificultades que pueden dar origen a la
dispensa de la forma canónica, hechos como la oposición irreductible de la parte no
católica; un grave conflicto de conciencia de los contrayentes, insoluble por otra forma; y
otras complicaciones del género.
Pasemos al canon 1127, § 3: “Se prohíbe que, antes o después de la celebración canónica C
a tenor del § 1, haya otra celebración religiosa del mismo matrimonio para prestar o ó
d
renovar el consentimiento matrimonial; asimismo, no debe hacerse una celebración i
religiosa en la cual, juntos el asistente católico y el ministro no católico y realizando g
o
cada uno de ellos su propio rito, pidan el consentimiento de los contrayentes”.
d
Según los comentaristas de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia e
de Salamanca, este § 3 “prohíbe la denominada celebración ecuménica del matrimonio:
D
la simultaneidad del asistente católico y del ministro no católico, en que ambos piden el e
consentimiento matrimonial de las partes, cada uno en su rito; prohíbe además la r
e
celebración anterior o posterior de una ceremonia religiosa del mismo matrimonio para c
prestar o renovar el consentimiento matrimonial” (Código de Derecho Canónico — h
o
Edición bilingüe comentada, BAC, Madrid, 1983, p. 549).
C
Como el consultante puede ver, su sobrina se encuentra en una situación delicada. Por lo a
tanto, usted hace bien en aclarar las condiciones en que se realizará el matrimonio antes n
ó
de aceptar su participación en él, junto con su esposa, como padrinos de la ceremonia n
civil. Sin las debidas dispensas, será un matrimonio inválido, y su participación en él, i
c
ilícita.
o
Pero si su sobrina lo estima al punto de pedirle que sea su padrino, usted está en “
condiciones de orientarla para proceder en todo de acuerdo con los cánones arriba p
r
transcritos y explicados. Sobre todo podrá animarla a tomar las promesas y los o
h
í
b
e
compromisos especificados en el canon 1125 muy en serio: no colocar la propia fe en riesgo
y velar por la transmisión de la fe católica a sus hijos.