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1. Señala algunos elementos de la celebración del Bautismo que manifiestan que la Iglesia universal está
presente y actúa en la celebración.
El ritual del bautismo pone claramente de manifiesto la significación eclesial del acontecimiento que se está
celebrando. Está previsto que participe activamente toda la comunidad para que se vea que es ella el sujeto
integral de toda la celebración y ésta aparezca como verdadera celebración de la Iglesia, como acción de la
Iglesia.
La Iglesia, sujeto integral de la celebración bautismal
El ritual del Bautismo pone claramente de manifiesto la significación eclesial del acontecimiento que se
celebra. Está previsto que participe activamente toda la comunidad local (cf. RICA 7-17, 41-48; RBN 10-30),
para que se vea que es ella el sujeto integral de toda la celebración y ésta aparezca como verdadera celebración
de la Iglesia, como acción de la Iglesia.
La celebración bautismal en su conjunto manifiesta que la Iglesia universal está presente y actúa en la
celebración:
Los RITOS INICIALES: definen desde el principio el sentido del proceso que se pone en marcha:
La presentación del candidato a la Iglesia: Hermanos: Con gozo habéis vivido en el seno de vuestra familia
el nacimiento de un niño. Con gozo venís ahora a la Iglesia a dar gracias a Dios y celebrar el nuevo y definitivo
nacimiento por el Bautismo.
1) Los ritos iniciales: la presentación del candidato a la Iglesia, la acogida por parte de la comunidad, la
degustación de la sal como rito de hospitalidad, la inscripción del nombre en el libro de la Iglesia, definen
desde el principio el sentido del proceso que se pone en marcha.
2) Diálogo con los padres:
a) ¿qué nombre habéis elegido? Identidad, salir del anonimato.
b) ¿Qué pedís para vuestro hijo? Bautismo, fe, vida eterna.
c) Pregunta a padres y padrinos: ¿os obligáis a educarlo...?
d) Signo de la cruz sobre la frente: Catecismo, n. 1235: “La señal de la cruz, al comienzo de la
celebración, señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención
que Cristo nos ha adquirido por su cruz”. “N. la Iglesia de Dios re recibe con alegría. Yo, en su nombre, te
signo con la señal de Cristo salvador”.
3) Después de la signación y la unción prebautismal, como la impronta de una marca de propiedad y
pertenencia al rebaño de Cristo. El rito esencial del paso por el seno materno de la piscina bautismal marca el
momento culminante del alumbramiento de la Iglesia. Culminará la celebración en la acogida jubilosa de los
nuevos miembros por la comunidad.
LA(S) SIGNACIÓN(ES) Y LA UNCIÓN PREBAUTISMAL: la impronta de una marca de propiedad y pertenencia (al
rebaño, al ejército de Cristo).
Signación: N., La Iglesia te recibe con gran alegría. Yo, en su nombre, te signo con la señal de Cristo Salvador.
4) La LETANÍA misma, nos presenta la unión de toda la Iglesia, es la familia a la que entramos. El rito esencial
del paso por el seno materno de la piscina bautismal marca el momento culminante del alumbramiento de la
Iglesia. La acogida jubilosa de los nuevos miembros por la comunidad.
2. Liturgia de la Palabra
- Finalidad Praenotanda, n. 17: ilumina con la verdad revelada y suscita la respuesta de fe.
- Lecturas bíblica y homilía. Catecismo, n. 1236: “El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la
verdad revelada a los candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En
efecto, el Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada sacramental en la vida
de fe”.
- Oración de los fieles
- Letanía de los santos: la familia de Dios.
- Exorcismo y unción prebautismal en el pecho del niño con el óleo de los catecúmenos:
Catecismo n. 1237: “Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se
pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien
el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado,
puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6,17)”.
- Rito del effetá: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo,
escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre”.
3. Comenta la fórmula sacramental de la celebración del Bautismo. ¿Por qué no son correctas otras fórmulas
distintas como “¿Yo te bautizo en el nombre del Creador, del Redentor y del Santificador”?
Es importante afirmar que el bautismo es obra conjunta del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y más
concretamente la pasión, es la revelación suprema de la Trinidad.
Según el NT, Dios Padre escoge y llama a los que van a ser bautizados, les hace participar en la resurrección
de su Hijo, los confirma, unge y sella, y les da en prenda el Espíritu. La tradición sigue también reconociéndole
este protagonismo. Pero, además de esto, hay que decir que desde el principio se tuvo conciencia clara de que
el bautismo es obra conjunta del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Principalmente, dan fe de ello el pasaje bautismal del NT, que mencionan a las tres divinas personas. Se
destaca Tit 3, 4-7, donde la iniciativa se atribuye al Padre, la mediación a Jesucristo, y una intervención activa
al Espíritu Santo Gal 4, 4-6; 1 Jn 5, 6-10.
Ahora bien, las fórmulas distintas a la fórmula sacramental como, el creador, redentor y santificador, designan
la misión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, a su vez se atribuyen a las tres personas los atributos. Por
tanto, no podemos decir que está fórmula sea válida para el bautismo.
Al rito sacramental acompaña únicamente la confesión de fe del sujeto. La confesión de fe y el gesto ritual de
la inmersión-emersión son los dos únicos elementos constitutivos del signo sacramental (la forma y la materia
esenciales, que dirían los escolásticos) la respuesta de fe del sujeto es parte integrante del signo sacramental.
Esta fórmula trinitaria aparece también en Iglesias que o no conocieron la costumbre de las tres preguntas y
respuestas o la habían perdido, lo que indica que en un momento llega en que la fórmula trinitaria se hace
universal. Esta fórmula responde a tres preocupaciones:
Asegurar una mayor fidelidad al mandato del Señor en su expresión evangélica.
Explicitar la naturaleza del acto sacramental
Proclamar la Trinidad como origen y causa del bautismo.
La fórmula se presenta bajo dos formas: la activa de los occidentales (Yo te bautizo…) y pasiva de las liturgias
orientales (N… es bautizado).
¿POR QUÉ NO SON CORRECTAS OTRAS FÓRMULAS DISTINTAS COMO “¿YO TE BAUTIZO
EN EL NOMBRE DEL CREADOR, DEL REDENTOR Y DEL SANTIFICADOR”?
Estas fórmulas no son correctas porque:
a) NO OBEDECE AL MANDADO DE JESUCRISTO, referido al final del Evangelio según San Mateo: “Id
pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo” (Mt 28, 19). Y la Iglesia no tiene derecho a cambiar lo que Cristo mismo instituyó. Por tanto, cualquier
bautismo que no contenga la invocación de la Santísima Trinidad con la expresión distinta de las tres
Personas con sus respectivos nombres es inválido, porque no respeta la voluntad de Cristo.
b) Las FÓRMULAS SACRAMENTALES deben examinarse en la medida en que EXPRESAN LA FE
DE LA IGLESIA, y puesto que la fórmula bautismal debe expresar adecuadamente la fe trinitaria: no
valen fórmulas aproximativas. La expresión adecuada de la fe trinitaria no se da cuando se designa a las
Personas divinas con nombres comunes a las tres (Creador, Redentor, Santificador), atribuyendo por
apropiación cada nombre a una Persona. Y esto, es lo que sucede en las fórmulas consideradas como el caso
de Creador, del Redentor y del Santificador.
La persona que realiza la acción bautismal con una de esas fórmulas inválidas defrauda a quienes reciben esta
acción, y también a quienes la presentan si se trata de un niño, porque lo que esperan es un verdadero Bautismo.
4. Explica los tres aspectos que configuran la dimensión cristológica del Bautismo.
a) MORIMOS Y RESUCITAMOS CON CRISTO (SIMBÓLICAMENTE)
San Pablo interpretó el rito bautismal como una representación sacramental (homoiôma) de la muerte y
resurrección de Cristo: ritualmente reproducimos los pasos que llevaron a Cristo de la muerte-sepultura a la
resurrección. Es la unidad del misterio pascual la que quiere expresar el simbolismo doble de la inmersión-
emersión.
La mistagogía de los siglos IV-V la que hizo amplio y brillante uso de este simbolismo. Aduciremos un
ejemplo significativo:
«Después fuisteis conducidos de la mano a la santa piscina del divino bautismo, como Cristo de la cruz al
sepulcro…Fuisteis sumergidos tres veces en el agua y emergisteis de nuevo, significando también aquí
simbólicamente la sepultura de tres días de Cristo. Pues, así como nuestro Salvador pasó tres días y tres noches
en el seno de la tierra, también vosotros en la primera inmersión imitasteis el primer día de Cristo en la tierra
y, en la emersión, la noche; porque del mismo modo que el que está en la noche ya no ve y que, por el contrario,
el que está en el día camina en la luz, así vosotros en la inmersión como en la noche no veías nada, pero en la
emersión os encontrasteis de nuevo con el día» (Cirilo de Jerusalén, Cat. Myst. 2,4: SCH 126, 110-112).
Se ha podido observar que muy pronto esta referencia del rito esencial a la Pascua se vio reforzada por ciertos
detalles complementarios simbólicos; p. e., haciendo que el candidato atraviese la piscina de occidente a
oriente; dando forma cruciforme a las piscinas; poniendo tres peldaños para descender y remontar…
Algunos ritos complementarios fueron interpretados en este mismo sentido; p.e., la denudación y la
subsiguiente unción de todo el cuerpo con óleo imitaría el despojo de Jesús y su victorioso combate en la cruz
contra las potencias diabólicas.
b) EN EL BAUTISMO SE HACE PRESENTE EL MISTERIO PASCUAL
La Iglesia está convencida de que el despliegue de símbolos alusivos al Acontecimiento pascual en el corazón
del rito bautismal no es simple representación teatral que sólo busca dramatización. En la celebración
simbólica de la Iglesia se hace presenta el misterio salvador conmemorando; concretamente, «el bautismo
conmemora y actualiza el misterio pascual»: RICA, n.6.
En la acción eclesial-sacramental, que es el bautismo, se hace presente el acontecimiento histórico de la
Pascua de Cristo. Se hace presente de una manera sacramental o mística, pero se hace presente realmente
(místico y sacramental no se oponen a real). A la verdad, si el bautizado participa realmente en la muerte-
resurrección de Cristo, como veremos en el paso siguiente, es preciso que aquel Acontecimiento salvífico se
le haga realmente accesible en el sacramento. Difícilmente podría morir con Cristo y resucitar con él, si Cristo
no muriera y resucitara con él.
Según esto, el bautismo tiene rango de Acontecimiento salvífico; es historia de la salvación en acto; es misterio
actualizado: como revelación y oferta. El bautismo, desde esta perspectiva, es acción de Cristo, porque él es
el protagonista del Acontecimiento pascual que se actualiza en
Esto no es necesario aprender, pero sí para explicar este sacramento; él es el sujeto principal del sacramento
en este nivel en el que ahora nos encontramos: quien propiamente inicia a los candidatos en el Misterio
salvador es el mismo Cristo; él es el verdadero mystagôgos.
c) EN EL BAUTISMO, EL BAUTIZADO SE ASOCIA AL MISTERIO PASCUAL
San Pablo: en sus textos bautismales (Rm 6,3-8; Col 2,12; 3,1.3; Gál 2,19-20; Ef 2, 5-6) expresa con suficiente
fuerza esta experiencia del misterio pascual que viven en común con Cristo y el bautizado.
Los SS. PP repiten con énfasis las afirmaciones paulinas. El vocabulario que emplean para expresar esta
participación en el misterio redentor es muy variado y de sentido realista. Recurren sobre todo a la categoría
de participación-comunión (koinônia), pero utilizan también expresiones como conjunción, familiaridad,
semejanza, etc.
Santo Tomás: entiende esta experiencia como una incorporación del creyente a la pasión y muerte de Cristo
(Cf. S. Th III, q.69, a.2 c y ad 1).
El Vaticano II: hace eco de una larga tradición cuando afirma: «Los creyentes se unen a Cristo, muerto y
glorificado, de una manera misteriosa, pero real… Este rito sagrado (del bautismo) significa y realiza la
participación en la muerte y resurrección de Cristo»: LG 7.
El sacramento introduce al creyente en la dinámica redentora del Acontecimiento pascual. El bautizado vive,
como experiencia personal, la muerte-resurrección del Señor. Se convierte en coactor de aquel Acontecimiento
central de la historia de la salvación. La koinônia que resulta es una comunión ontológica-místico-real; indica
participación real en el misterio salvador.
5. ¿Qué significa que el Bautismo es vínculo sacramental de unidad entre los cristianos?
El un solo bautismo de Ef 4,5 ha sido interpretado en doble sentido:
c) En la Iglesia no hay más que un solo bautismo (unicidad);
d) El bautismo sólo se recibe una vez (irreiterabilidad).
La insistencia de los símbolos de la fe en el unum baptisma sería una reacción contra la pluralidad de bautismos
que predicaban los heterodoxos. En la controversia bautismal del S. III, ambos bandos (católicos y gnósticos)
coincidían en afirmar el principio de la unicidad del bautismo legítimo y verdadero en la Iglesia; en este
punto había consenso general entre Iglesias. La diferencia estribaba en el problema de los rebautizantes,
negaban que el bautismo de los herejes fuera legitumis et verus et unicus Ecclesiae baptismus.
Poco a poco se fue abandonando la postura rígida y demasiado jurídica de san Cipriano (los herejes cuando
creen bautizar no bautizan, no hay por tanto que rebautizar, sino bautizar por primera vez). Después la Iglesia
impuso la doctrina y práctica romana, que deja claro el principio de unicidad del bautismo. Sobre los
bautismos realizados por herejes y cismáticos, afirma que en ellos se cumplen dos de los tres componentes del
cuerpo del bautismo:
a) Es la Trinidad que bautiza → el bautismo es obra de la Trinidad. El que bautiza es la Trinidad.
b) La fe correcta en la Trinidad → asegura esta intervención de la Trinidad.
c) Aunque no se dé, el tercer componente, el del ministro, que es sólo servidor del misterio. A pesar de la
herejía o del cisma, el bautismo de los herejes y cismáticos es también baptismus Ecclesiae, bautismo de la
Iglesia Madre que engendra y alumbra nuevos hijos, a todos por igual. El bautismo es celebrado siempre en
la Iglesia.
El bautismo confiere al bautizado siempre la misma salvación, la misma gracia, sea cual fuera la Iglesia en la
que es bautizado. Empiezan a ver el bautismo como vinculo de unión entre todos los bautizados, por encima
de las separaciones de herejías y cismas. Esta misma convicción reaparece en Occidente.
San Agustín tenía las ideas claras al respecto. Separados en la comunión eclesial, están unidos en el único
bautismo:
- «(La Iglesia) está dividida en cuanto al vínculo de la caridad y de la paz, pero está unida en el único
bautismo. Por eso la Iglesia es una y sólo a ella se llama “católica” …»
- Enumera los bienes que los católicos tenemos en común con lo donatistas: «Bautismo común, evangelio
común, sacramentos comunes, escrituras comunes». Esta doctrina sufrió un largo eclipse en las Edades Media
y Moderna. Los encuentros ecuménicos han contribuido sin duda a recuperarla y a clarificarla.
El Concilio Vaticano II desarrolla y proclama:
El bautismo es el fundamento del ecumenismo, en cuanto constituye el vínculo sacramental de unidad entre
los fieles de todas las confesiones. «Por el Sacramento del bautismo siempre que sea debidamente (rite)
conferido según la institución del Señor y recibido con la debida disposición… constituye un vínculo
sacramental de unidad entre todos los que hemos sido regenerados por él» (UR 22). «La Iglesia se siente
unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo,
aunque no profesen la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro»
(LG15)
El único bautismo, allí donde es debidamente celebrado, funda ya el Reino de Dios, aunque toda comunidad
de salvación debe reconocer que todavía no es el Reino de Dios, por eso el bautismo (si se quiere, el carácter
bautismal) es, en cada uno de los bautizados, y en el seno de todas las confesiones, como una llamada a la
comunión plenaria: una llamada perenne a reconstruir la unidad entre todos los miembros del Cristo único y
total.
La gracia bautismal debe despertar y alentar en todo bautizado la aspiración a la comunión plenaria (para sí
y para todos los cristianos); debe ser una provocación a la acción ecuménica. Por el don común del bautismo
las Iglesias cristianas están llamadas a vivir en tensión hacia un futuro que exprese mejor el significado de la
salvación que nos es otorgada en el bautismo
6. ¿Qué supone que el bautismo perdona los pecados y nos hace criaturas nuevas?
BAUTISMO PERDONA LOS PECADOS
La eficacia del bautismo en orden a destruir en nosotros el pecado representa uno de los elementos
primordiales y esenciales de la teología bautismal de todos los tiempos.
CEC 1263: Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados
personales, así como todas las penas del pecado (cf DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no
permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni
las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.
CEC 1264: No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los
sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter,
etc.
Así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati:
«La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con
coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5)»
(Concilio de Trento: DS 1515).
NOS HACE CRIATURAS NUEVAS
CEC 1265: El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva
creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza
divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu
Santo (cf 1 Co 6,19).
CEC 1266: La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que:
➔ Le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
➔ Le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;
➔ Le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. Así todo el organismo de la vida sobrenatural
del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.
7. ¿Qué es el carácter bautismal?
Sello espiritual indeleble...
1272. Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo (cf Rm 8,29). El Bautismo
imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es
borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-
1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado.
1273. Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los
consagra para el culto religioso cristiano (cf LG 11). El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos
a servir a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio
bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10).
1274. El "sello del Señor" (San Agustín, Epístola 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha marcado
"para el día de la redención" (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la
vida eterna" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 3). El fiel que "guarde el sello"
hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con "el signo
de la fe" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión
bienaventurada de Dios —consumación de la fe— y en la esperanza de la resurrección.
Aparece en el AT (Gén 4,15; Ez 9,4) como una garantía de la protección divina. Por ejemplo, el sello de pintar
con la sangre las jambas y dinteles de las puertas de las casas de los hebreos, esto es una sphragis, aquellos
que lo han marcado, el ángel pasa y no mata al primogénito. Al mismo tiempo ese sello, se identifica como
signo de pertenencia, el signo por antonomasia es la circuncisión, como miembros del Pueblo de Dios,
indicando pues, pertenencia.
En el NT el verbo sphragizô aparece en contexto bautismal (2 Co 1,22; Ef 1,13; 4,30 y Ap 7,2-8) la referencia
es siempre al bautismo como tal y no a un efecto concreto del mismo. El sello aparece en conexión con el
Espíritu Santo. Sigue conservando los dos significados que tenía en el AT, la protección de Dios y la
pertenencia al Pueblo de Dios y a la Iglesia.
En la época de los Padres, en una primera etapa, antes de San Agustín, la expresión sphragis se refiere al
bautismo en su conjunto, pero poco a poco se empieza a distinguir en el bautismo entre esa realidad, que es
indestructible, y los efectos de gracia, que sí pueden frustrase. La marca divina, además de la idea de refrenar,
autentificar o autorizar que conlleva el término pshragis, es ante todo signo de elección y de pertenencia,
garantía de la protección de Dios y manifestación de la irreiterabilidad del bautismo.
SAN AGUSTÍN: a raíz de la controversia con los donatistas analiza más de cerca la naturaleza de la
irreiterabilidad del bautismo. A partir del bautismo celebrado por los herejes y, a partir del supuesto de un
sacramento válido, pero infructuosamente celebrado, llegó a distinguir un doble efecto del sacramento del
bautismo:
1) La plena animación por el Espíritu, la gracia: este efecto puede malograrse;
2) El hecho de haber sido consagrado a Dios e incorporado a la Iglesia por el sacramento: este efecto es
inmarcesible.
San Agustín ve la esencia de este carácter bautismal en una consagración, que incorpora al bautizado al cuerpo
de Cristo, que es la Iglesia, imprime en él una marca indeleble, impresa por Cristo, que lo autentifica como tal
miembro y le dispone para alcanzar el efecto de la gracia sacramental.
ESCOLÁSTICOS: emplean el término carácter en su sentido técnico moderno: como una señal espiritual
indeleblemente impresa en el alma por el sacramento.
SANTO TOMÁS: el carácter es signum gratiae. Lo considera sobre todo como una potentia, que se inserta
en el alma; le reconoce una entidad espiritual ontológica. Es a la vez signum distinctivum et configurativum y
es la causa de la irreiterabilidad del bautismo. El carácter bautismal lo considera más bien como potentia
pasiva: capacidad para participar en y de los sacramentos de la iglesia (a diferencia del carácter sacerdotal,
que es activa).
8. ¿Quién puede bautizar?
1256. Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono
(cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede
bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria. La
intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta
posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la
salvación (cf Mc 16,16).
EL MINISTRO
Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo, el presbítero y el diácono (cfr. RBN 21; CIC861,1). «Si está
ausente o impedido el ministro ordinario, administra lícitamente el Bautismo un catequista u otro destinado
para esta función por el Ordinario del lugar» (CIC 861, 2).
En caso de necesidad es ministro del Bautismo «cualquier persona que tenga la debida intención» (CIC 861,
2). El ministro ordinario y extraordinario sólo pueden bautizar lícitamente a sus súbditos en su propio
territorio, salvo en caso de necesidad (cfr. CIC 862).
Los obispos, en razón de su capitalidad en la iglesia particular, no sólo regulan la administración del Bautismo
en su diócesis, sino que también deben celebrarlo en algunas ocasiones, como la vigilia pascual y las visitas
pastorales; es aconsejable, también, que celebren el bautismo de los adultos, al menos de los que han cumplido
catorce años (cfr. CIC 863).
Incumbe a los párrocos preparar y ayudar con medios adecuados a los padres y padrinos de los niños que van
a recibir el Bautismo (cfr. RB 23), para que participen activa y fructuosamente en el rito y realicen los
ministerios que les corresponden. En este ministerio pueden servirse de la colaboración de los catequistas,
diáconos y otros presbíteros.
11. ¿Quién es el ministro de la confirmación? ¿qué diferencias hay entre la Iglesia de Oriente y de Occidente
en relación al ministro de la confirmación?
ORIENTE:
❖ Ministro: Obispo, Sacerdote
❖ Motivos: Unidad de los dos sacramentos: una persona cuando se bautiza recibe el Espíritu Santo en
plenitud (se confirme). Destaca más la unidad de la Iniciación cristiana, entonces el ministro tiene que ser el
sacerdote. El sacerdote bautiza y confirma, pero sólo puede hacerlo con el “myron” consagrado por un obispo.
En Oriente la dimensión eclesial y apostólica se resalta porque el sacerdote no puede hacerlo sin el “myron”
consagrado por el obispo.
OCCIDENTE:
❖ Ministro: el Obispo
❖ Motivos: El deseo de reservar al obispo el acto de conferir la plenitud al Bautismo. Lo importante es
destacar la dimensión eclesial y apostólica: cuando uno se confirma se une más profundamente a la Iglesia y,
por ende, es el obispo quien es el Sucesor de los apóstoles y para que quien se confirma tenga claro que entra
a forma parte más íntima de la Iglesia.
❖ Consecuencia: Separación entre Bautismo y Confirmación
¿Cómo se pudo hacer esto en Occidente? ¿Separar los dos Sacramentos?
Porque en el Bautismo había una doble unción con el Santo Crisma después del Bautismo: realizada ya una
por el presbítero al neófito al salir del baño bautismal, es completada por una segunda unción hecha por el
obispo en la frente de cada uno de los recién bautizados (cf San Hipólito Romano, Traditio apostólica, 21).
12. ¿Qué supone decir que la confirmación es el sacramento del don del Espíritu Santo?
La Tradición ha expresado con singular insistencia la convicción de que merced a los ritos posbautismales, en
el proceso de iniciación cristiana, se da una nueva comunicación del Espíritu Santo. El mismo simbolismo de
dos de esos ritos ‐la imposición de manos y la unción‐ orientaba ya en esa dirección. En los testimonios de
algunos autores antiguos como Cipriano, Orígenes y Tertuliano se ve cómo explican que la imposición de
manos otorgará el don del Espíritu Santo. A su vez, la oración que en la Traditio Apostólica se intercala entre
la imposición de manos y la unción habla de ese don del Espíritu Santo unido a la imposición de manos.
Conforme la confirmación se separa del Bautismo se estudiará con más detenimiento cuál es el significado
específico de los ritos que configuran este sacramento. La tendencia mayoritaria será atribuirles la
comunicación del Espíritu Santo (Hilario de Poitiers, Jerónimo, Ambrosio, Agustín, Inocencia I y Fausto de
Rietz. En el ámbito oriental: Cirilo de Jerusalén, Teodoro de Mopsuestia, Cirilo de Alejandría, Ps. Dionisio
Areopagita y Severo de Antioquía).
Los ritos que acompañan la unción o la imposición de manos son auténticas epíclesis. Algunas fórmulas de la
unción crismal afirman enfáticamente el don del Espíritu Santo. La idea aparece también en las fórmulas de
consagración del myron. La tradición oriental y occidental en sus primeros siglos relaciona la unción crismal
con la unción de Jesús por el Espíritu después del bautismo del Jordán.
Sin embargo, otras corrientes vinculan la confirmación con Pentecostés. Esta segunda opción es actualmente
la mayoritaria. Oración final de la oración de los fieles destaca esta idea. Lo específico del don del Espíritu en
la Confirmación. En realidad, podemos hablar de una nueva comunicación del Espíritu Santo. Se trataría de
una efusión del Espíritu en la confirmación que no se da en el Bautismo. Podemos hablar de una plenitud del
Espíritu Santo.
Los verbos derramar y llenar que se emplean para hablar de esa efusión del Espíritu Santo, tienden a resaltar
esa plenitud. A esto se une, en la tradición occidental, la idea de la concesión de los siete dones del Espíritu
Santo. La idea la encontramos en una carta del Papa Siricio (año 385). Otros testimonios posteriores los
encontramos en Ambrosio, Eusebio de Vercelli y Agustín. En la liturgia se abrió paso esta idea (concesión de
los siete dones del Espíritu Santo) en el OR XI y ha llegado hasta nuestros días en el Ritual de confirmación:
oración sobre los confirmandos antes de la crismación.
La idea se inspira en Is 11 1‐2. En el texto hebreo son seis los dones del Espíritu, el don septiforme. La
traducción de los LXX (y la Vulgata) añaden un don más, la piedad, resultando así el número místico de siete
dones.