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Licenciatura en Trabajo Social

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNCuyo)


Darío Germán Jofré

Resumen para Examen Final


Política Social (2017)
Unidad I
El estudio de la pobreza y la Política Social desde una mirada compleja y
relacional. Conceptos y categorías teóricas centrales para su estudio

“Pobres, vagos y violentos”: una problematización sobre las representaciones


sociales negativas, simplistas y superficiales sobre los sectores subalternos de la
sociedad. Intervenciones sociales y discriminación social: una mirada crítica y
autocrítica sobre las prácticas profesionales. Las políticas sociales como acciones
públicas estatales. Los tres grandes campos de la Política Social: seguridad social;
bienes y servicios; y, asistencia social. Los condicionamientos ideológicos, políticos
y económicos de las políticas sociales.

 AGUILO, Juan Carlos (2005); “Políticas sociales en Argentina: de la Sociedad


de Beneficencia a la focalización compulsiva”.
 AGUILO, Juan Carlos (2009); "Lo social y la encrucijada", artículo de difusión.
 AGUILO, Juan C. (2011); “Y ahora les van a regalar LCD a los vagos esos…”:
la reaparición de los discursos discriminatorios, xenófobos y moralizantes a
propósito del posible lanzamiento del plan “LCD para todos”, artículo de
difusión.
 KLIKSBERG, Bernardo (2011); “Mitos, falacias y racionalizaciones sobre la
pobreza y la desigualdad”, en Suplemento especial: “Como enfrentar la
pobreza y la desigualdad V”, Diario Pagina12, Buenos Aires, Argentina.
 NERI, Laura (2007). "Representaciones colectivas y culturalización de la
pobreza". Ponencia presentada al Congreso ALAS Guadalajara. México.
Agosto de 2007.

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Unidad II
El surgimiento de la cuestión social en las sociedades modernas.
Constitución y auge de los estados de bienestar en Europa y América Latina

El surgimiento de la cuestión social moderna. Primeras acciones estatales. La ayuda


como derecho social. Alemania e Inglaterra: las acciones pioneras en materia social.
La seguridad social o el seguro. Modelos de Estados de Bienestar y sistemas de
políticas sociales. Las distintas experiencias: el modelo escandinavo, el modelo
bismarckiano, el modelo anglosajón, el modelo latino. Las distintas experiencias de
Estados de Bienestar en América Latina. Desafíos para el Estado de Bienestar en
el Siglo XXI.

 BARBA SOLANO, Carlos (2007); "¿Reducir la pobreza o construir


ciudadanía social para todos? América Latina: regimenes de bienestar en
transición al iniciar el siglo XXI", Centro Universitario de Ciencias Sociales y
Humanidades, Universidad de Guadalajara, México, páginas 289-321.
 KUSNIR, Liliana (1996); “La política social en Europa”, Miguel Ángel Porrua
Grupo Editorial, México, Introducción, pag. 15 a 22, Cap. 1, pag. 25 a 31,
Cap. 2, pag. 33 a 40, Cap. 3, pag. 41 a 50.
 OLMOS, C. y R. SILVA (2011); “El desarrollo del Estado de Bienestar en los
paises capitalistas avanzados: un enfoque socio-histórico”; Rev. Sociedad
&Equidad Nº 1.
 PICO, Joseph. (1996). "Modelos sobre el Estado de Bienestar. De la
ideología a la práctica". En Pros y contra del Estado del Bienestar. R. C. Béjar
y J. M. Tortosa. Editores. Ed. tecnos. Madrid. Pág. 37-57.
 Proyección de film "Germinal" de Claude Berri. Análisis y reflexión
 Proyección de film: "Sicko" de Michael Moore. Análisis y reflexión.

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Unidad 1
Temas
“Pobres, vagos y violentos”: una problematización sobre las representaciones
sociales negativas, simplistas y superficiales sobre los sectores subalternos de la
sociedad. Intervenciones sociales y discriminación social: una mirada crítica y
autocrítica sobre las prácticas profesionales. Las políticas sociales como acciones
públicas estatales. Los tres grandes campos de la Política Social: seguridad social;
bienes y servicios; y, asistencia social. Los condicionamientos ideológicos, políticos
y económicos de las políticas sociales.
Bibliografía
 AGUILO, Juan Carlos (2005); “Políticas sociales en Argentina: de la Sociedad
de Beneficencia a la focalización compulsiva”.
 AGUILO, Juan Carlos (2009); "Lo social y la encrucijada", artículo de difusión.
 AGUILO, Juan C. (2011); “Y ahora les van a regalar LCD a los vagos esos…”:
la reaparición de los discursos discriminatorios, xenófobos y moralizantes a
propósito del posible lanzamiento del plan “LCD para todos”, artículo de
difusión.
 KLIKSBERG, Bernardo (2011); “Mitos, falacias y racionalizaciones sobre la
pobreza y la desigualdad”, en Suplemento especial: “Como enfrentar la
pobreza y la desigualdad V”, Diario Pagina12, Buenos Aires, Argentina.
 NERI, Laura (2007). "Representaciones colectivas y culturalización de la
pobreza". Ponencia presentada al Congreso ALAS Guadalajara. México.
Agosto de 2007.

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Texto: Políticas sociales en Argentina: de la Sociedad de Beneficencia a la


focalización compulsiva (AGUILO, Juan Carlos – 2005)
Introducción
Cada sociedad determina la forma de resolución de sus problemas a partir de una
concepción hegemónica que en un período dado se encarga de reconocer, entender y
explicar esos problemas. Es decir, a partir de la manera en que cada sociedad reconoce y
entiende la cuestión social se desarrolla un marco explicativo que sienta las bases a partir
de las cuales se estructuran las instituciones y las prácticas destinadas a intervenir sobre
las situaciones problemas reconocidos.
El otro elemento es la concepción de política social desarrollada. Asimismo, permea
la construcción de este concepto la idea central mencionada de que las construcciones
simbólicas hegemónicas imperantes en una sociedad determinada en un momento
determinado determinarán la forma de explicar y resolver los problemas reconocidos a partir
de aquella construcción.
Con el mismo sentido es que no entendemos estos procesos sino como acciones
particulares que forman parte de las acciones globales de una específica estructura estatal
determinada/determinando la concreta relación estado-sociedad-mercado en un momento
histórico dado. Por estas razones es que en las etapas del desarrollo argentino que
definiremos nos detendremos a observar la estructura, organización y relaciones que
presente la tríada mencionada (estado-sociedad-mercado).
A partir de esta primera observación, pondremos énfasis en el entendimiento de las
formas adoptadas por la política social ya que no podemos entenderla y explicarla en un
periodo dado sin tener en cuenta los elementos centrales definitorios de la estructura
socioeconómica y del estado.
Debido a que las políticas sociales en la Argentina tomaron forma a partir de la
segunda mitad del presente siglo en el marco del estado regulador-interventor y que las
nuevas formas de implementación de las mismas aparecen a partir de la crisis sufrida por
aquel desde principios de los años ochenta pondremos énfasis en el desarrollo de los
puntos y por lo tanto, en el modelo de crecimiento adoptado en esa sociedad en el periodo
analizado.
Reflexiones acerca del concepto de Política Social
Cuando se habla de las políticas sociales estamos haciendo referencia a dos tipos
de fenómenos. Por un lado están las acciones concretas que el estado realiza en las

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denominadas áreas sociales y por el otro está toda la gama de discursos, producidos desde
los ámbitos académico, técnico o político, que pretenden dar cuenta respecto a los objetivos
y formas que toman y/o debieran tomar esas acciones estatales.
Si privilegiamos el análisis del primer tipo de fenómenos nos detendremos a
observar las concretas formaciones históricas que han asumido las políticas sociales a lo
largo de la historia de un país. Si optamos por analizar la producción académica o las
menciones que al tema de las políticas sociales hay en los discursos políticos, nos
encontraremos imbuidos en discusiones más teóricas respecto al que persiguen las
políticas sociales y cómo deberían hacerlo.
A nuestro juicio, resulta evidente que la tarea no consiste en optar por uno de los
dos caminos evitando el otro, sino que, por el contrario, el análisis del fenómeno debe ser
integral. Es decir, debemos discutir qué son (fueron) las políticas sociales y qué persiguen
(persiguieron), al mismo tiempo que enriquecemos el análisis con las concretas formas
adoptadas por éstas en cada etapa histórica.
Y esto porque es imposible intentar conceptualizar el fenómeno de las políticas
sociales desligado del tipo de estado en que se producen (producían) y del modelo de
crecimiento existente (adoptado) en una sociedad en un momento determinado.
Define, además, el contenido, la cantidad, la forma y el origen del financiamiento de
esta prestación. La existencia o no de un fenómeno llamado política social o políticas
sociales está profundamente determinado por el tipo de estado presente en la sociedad
estudiada y por lo tanto, por el modelo de crecimiento adoptado en esa sociedad en el
período analizado.
Queremos hacer notar que la naturaleza del fenómeno de las políticas sociales hace
imposible un análisis serio del mismo sin las referencias que hemos mencionado. Es posible
la tarea de encontrar elementos propios que permitirían definir a qué llamamos políticas
sociales y, más allá de las determinaciones históricas, separarlas y analizarlas en su
especificidad. Es posible en la medida que no olvidemos que analizamos, no un sector
previamente delimitado de la realidad, sino que nuestra particular mirada teórica privilegia
ciertos aspectos, relaciones y estructuras para construir el objeto de análisis.
A partir del análisis estamos en condiciones de presentar los elementos que
caracterizan al fenómeno y permiten la construcción del "objeto teórico" denominado
políticas sociales:

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 El primer elemento definitorio es que resultan ser actividades estatales. Es


decir, regulación, intervención o acción del estado. Esta característica es
compartida con el resto de las políticas públicas. Supone la aceptación de la
plausibilidad de la intervención estatal (veremos que la concepción liberal
sobre el estado en las primeras épocas del capitalismo industrial planteaba
la no existencia del estado o la mayor prescindencia posible de sus
intervenciones).
 El segundo elemento importante es que estas acciones se traducen en la
regulación, provisión o disposición por parte del estado de ciertos bienes y/o
servicios. Lo entendemos así aun cuando el estado no realice concretamente
la provisión y lo haga a través de otras instituciones no estatales, debido a
que esta modalidad basa su existencia en una decisión estatal.
 El tercer elemento es que estos bienes y/o servicios se pueden disponer para
toda la sociedad, para ciertos grupos caracterizados previamente o para
ciertos individuos calificados con antelación. La definición de quiénes son los
receptores de estas acciones estatales (la "población objetivo" de hoy) se
encuentra íntimamente relacionada con (determinada por) con el cuarto
elemento que caracteriza al fenómeno.
Este es uno de los más importantes y definitorios. Se refiere a cuál es el objetivo de
las políticas sociales. Esto es, producir una mejora en la distribución original del ingreso en
una sociedad; reducir los niveles de pobreza existentes; capacitar recursos humanos para
la economía; tender al bienestar de la población; asegurar condiciones equitativas de
ingreso al mercado para todos los miembros de la sociedad; generar clase media; prever y
amortiguar conflictos sociales; asistir a los desvalidos e indigentes.
Como puede observarse, en virtud del qué surgirá el cómo y el para quién, y el qué
o para qué está reconocido para una sociedad determinada en un momento determinado.
Es necesario aclarar algunos aspectos adicionales respecto a esta concepción de lo
deseado e indeseado que cada sociedad construye. Por un lado, esta no es una
construcción exenta de luchas de los distintos grupos sociales que presionan para definir
esta concepción de la manera más favorable para ellos; por otro, estos mismos grupos se
resisten a ampliar los beneficios de esta concepción cuando esto significa que van a asumir
los costos de su financiamiento.

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A partir de la construcción societal respecto de cuáles son las condiciones mínimas


por debajo de las cuales es inaceptable encontrar afectados individuos de esa sociedad,
encontramos regulaciones y prestaciones estatales tendientes a la superación de la
situación indeseada.
Como hemos dicho, es en cada sociedad concreta que se define, al mismo tiempo,
las situaciones indeseadas y si es responsabilidad societal su resolución (es decir la
existencia o no como problema social) y los individuos afectados por las mismas; este
reconocimiento del problema social y sus afectados determina la regulación e intervención
estatal en la resolución de los problemas definidos (al punto de que en muchos casos esta
resolución es elevada a rango constitucional) a través de prestaciones o acciones (directas
o indirectas) por parte de los distintos niveles del estado.
Se pasa entonces de la concepción de la responsabilidad individual sobre la pobreza
a la de responsabilidad social acerca de la misma. La cuestión social se refiere, entonces,
a la puesta en escena de esa falla estructural del capitalismo moderno cuya emergencia,
expresada en términos del problema del pauperismo, los especialistas ubican en el siglo
XIX, cuando los conflictos toman una forma tal que ya no pueden ser resueltos por la vieja
filantropía.
Podemos entonces pasar a establecer el segundo elemento definitorio de las
acciones y regulaciones que entendemos como específicamente "sociales" para
diferenciarlas del conjunto de las acciones estatales. Estamos refiriéndonos a aquellas
regulaciones y acciones estatales que remiten a la situación indeseada definida en el
párrafo anterior. Esta política pública no es "social", para nosotros es "social" aquella política
pública que pretende la resolución de situaciones indeseadas definidas socialmente que
afectan a los individuos o grupos en cuanto a su situación y condiciones particulares
diferenciales respecto al umbral mínimo aceptado en la sociedad.
Es importante recalcar que la definición en el mismo movimiento de la situación
indeseada y los afectados conlleva su opuesto positivo, es decir, cuáles son los objetivos a
perseguir por las políticas sociales. Algunos autores plantean una clasificación de las
políticas sociales en dos sectores: aquellas políticas sociales (salud, educación, promoción
social) cuya fuente de financiamiento proviene de egresos del tesoro nacional - y por lo
tanto, de la recaudación impositiva - englobadas bajo el nombre de "seguridad social"; y,
aquellas que se financian con aportes del salario (en algunos casos se suman aportes
patronales) de los beneficiarios de la política, llamadas de "seguro social".

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No hemos utilizado esta clasificación por las siguientes razones: en primer lugar,
ante un riguroso análisis histórico concreto comienzan a reducirse los ejemplo de política
social en el sentido "puro" de seguridad social (en este sentido sería difícil ubicar a la salud,
la cual presenta un comportamiento dual en cuanto a su fuente de financiamiento al analizar
la experiencia real); en segundo lugar, no podría afirmarse, también luego de realizar el
análisis histórico concreto, que en las políticas clásicas caracterizadas como "seguro social"
no hayan existido transferencias estatales - más allá de las fuentes originales de
financiamiento - para sostenerlas; y, por último, adherir a esta clasificación nos remite a dos
tipos de cuestiones que creemos no permiten la construcción del campo conceptual en los
términos definidos.
No queremos definir las políticas sociales desde los procesos de identificación del
gasto social, sino que pretendemos presentar las características que permiten, en el
desmembramiento analítico del resto de las políticas públicas, entender sus objetivos,
procedimientos y funciones.
Las políticas sociales y sus distintas modalidades de implementación en las
diferentes fases del desarrollo argentino
El instrumento conceptual definido servirá para analizar y calificar las experiencias
concretas de políticas sociales en las diferentes fases del desarrollo del estado argentino.
Las etapas mencionadas son las siguientes:
La formación del Estado Nación
Este período va desde los años previos a la sanción de la Constitución Nacional de
1853 hasta comienzos de 1880. En él comienza a estructurarse el Estado-Nación se
fortalece frente a un Estado débil que demoró varios años en institucionalizarse.
En este sentido existen en la Argentina tres niveles de gobierno, estructurando los
dos primeros la forma de estado federal: el poder federal nacional; las provincias (14 en
un principio en 1853, 23 actualmente); y los municipios, los que se estructuran
diferentemente según cada provincia.
Desde el punto de vista económico en este período comienza a perfilarse la
especialización del país en la exportación de productos no elaborados o primarios que
lo incorporan al nuevo sistema económico internacional emergido a partir de la
Revolución Industrial a lo largo del siglo XIX. La característica central de estas prácticas
es que contienen una racionalidad negativa, no se reciben por haber adquirido un
derecho, sino que son producto de la voluntad y compasión del que la entrega.

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Sin embargo, con el incremento del pauperismo este se transforma en un problema


social donde los ciudadanos libres que venden su fuerza de trabajo en el mercado se
convierten en la población objeto de las intervenciones.
La decisión de la intervención estatal está determinada por la concepción explicativa
de la realidad social. Es decir, “la aflicción de un grupo social no es por sí un problema
social a menos que sea constituida como tal, por la acción eficaz de sujetos interesados
de distintas maneras en imponer un tal estado de cosas (perjudicial desde algún punto
de vista), como una situación problemática para la sociedad en su conjunto. O porque
las condiciones de tal aflicción tienen ya una significación social tal, que cuestionan la
legitimidad del sistema institucional por sí mismas. En tal caso, la disputa es por los
términos en que se imponen y el contexto en el cual se las define y enmarcan las
soluciones”.
En nuestro país, siguiendo con la lógica del proceso descripto encontramos en este
período "la institución de la beneficencia pública en Buenos Aires, creada mediante
decreto del gobierno de la provincia en 1823”. Los pobres vergonzantes gozaban de un
mayor status, es decir, pertenecían a la denominada gente decente y las organizaciones
asistenciales o la Iglesia misma se ocupaban de sus graves carencias”.
No existen claramente en esta etapa regulaciones o acciones estatales clasificables
como sociales ya que no existe reconocimiento de responsabilidad social. “La Sociedad
de Beneficencia resumía de ese modo un plano de colaboración entre la sociedad
emergente del proceso revolucionario representado por las damas de elite y un incipiente
Estado cuyas dimensiones y competencias municipales, provinciales y nacionales no
estaban claramente definidas y delimitadas”
El Capitalismo Oligárquico
Este período comienza con los gobierno de la llamada generación del 80. "La etapa
del capitalismo oligárquico contiene características de orden político y económico que la
diferencian de los demás períodos históricos argentinos. Respecto a lo político, esta
matriz de relaciones estado-sociedad-mercado, se caracteriza por: la estabilidad
institucional hasta 1930; el predominio del conservadurismo hasta la liberalización
política en 1912; y la permanente evocación de democraticidad de un sistema que en la
realidad no lo era.
Durante el período del capitalismo oligárquico se produjo un profundo desarrollo de
una agricultura capitalista (principalmente asentada en la pampa húmeda) que fue

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diluyendo la estructura social del campesinado, la que durante muchos años se


constituyó en la base electoral de los principales partidos políticos.
Posteriormente, a fines de la Primera Guerra Mundial, "comienza un incipiente y
circunscrito desarrollo industrial, que recibe un fuerte impulso después de la gran crisis
de los años treinta.
Este esquema fue acompañado por una agresiva política de aliento a la inmigración
europea, pero principalmente, a través de una política de aliento a la inversión extranjera,
particularmente inglesa. La inversión extranjera, firmemente ligada al modelo de
desarrollo económico, se estructuró a partir de éste y fue factor principal de su
permanencia en el tiempo.
En materia de política social, el tipo de intervenciones de índole represivas y
exclutorias características del período anterior van dejando paso a otras de carácter
positivo. El objetivo de las mismas es, por un lado, la integración social de vastos
contingentes de inmigrantes llegados al país; y, por otro, la provisión de algunos
"servicios sociales" a las personas que constituían la mano de obra de la industrialización
incipiente.
Las intervenciones tendientes a paliar los problemas educativos y de salud pública
marcan un punto de inflexión, a principios de este siglo, con las prácticas de tipo
asistencialista y/o represivo a indigentes.
Con la instalación en el país de la denominada "cuestión social" se produce el
quiebre definitivo entre la lógica asistencialista (en donde el asistido no tiene derechos
sino que prima la buena voluntad del benefactor) y la lógica del derecho social.
El estado asume la responsabilidad de resolver los problemas. Con la instalación
definitiva de la sociedad capitalista industrial la sociedad reclama y espera recibir del
estado aquellas prestaciones sociales básicas que le permitan tener un nivel de vida
mínimo establecido por esa sociedad en un momento determinado.
En 1880 se crea el Departamento Nacional de Higiene constituyendo el comienzo
de las políticas sanitarias estatales. La Ley Orgánica del Departamento Nacional de
Higiene de 1891 completa este cuadro con regulaciones en materia de higiene y salud
pública.
Respecto a la política de educación, de 1884 es la Ley 1.420 que instaura el Sistema
Nacional de Educación por el que se consagra la educación laica, gratuita y obligatoria

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y en 1905 la denominada Ley Lainez faculta al Poder Ejecutivo a instalar escuelas en


todo el territorio nacional a pedido de las provincias.
No hubo por décadas una política estatal que planificara la problemática en vivienda.
Hacia 1904 se dio cobertura previsional a todos los empleados de la administración
central del estado29 y en 1915 los ferroviarios cuentan con la primera caja previsional
para trabajadores privados generalizándose esta política previsional, originada en el
siglo pasado, basada en una lógica particularista y no universalista. A pesar de esto, "la
expansión del mecanismo del seguro social dejó fuera del sistema a la mayor parte de
los trabajadores ya que hacia 1944 solamente un 7% de la Población Económicamente
Activa (PEA) estaban afiliados a las distintas cajas".
Todos estos ejemplos concretos nos permiten afirmar que, con el cambio de
racionalidad en cuanto a la aparición de la "cuestión social" como problema público, en
esta etapa podemos observar las primeras políticas sociales implementadas en
Argentina. Es decir, existe la definición de situaciones indeseadas que afectan a grupos
o individuos las cuales deben ser solucionadas desde el accionar estatal. Este proceso
alcanzó su máxima dimensión en el marco del modelo socio-económico y estatal de la
próxima etapa.
El Estado Regulador – Interventor
Durante la década de los 30's, en gran parte de los países de Europa y América las
reglas de juego en la política pública comenzaron a cambiar en el sentido de una mayor
intervención estatal en la regulación y orientación de las interacciones sociales, dejando
paulatinamente atrás los mecanismos asignadores del mercado nacional e internacional.
En suma, el Estado Nacional principalmente, desarrolló una serie de funciones
durante este período, funciones que pueden clasificarse como de tres tipos: funciones
en el proceso de acumulación (Estado empresario, regulador y promotor); funciones en
el proceso de redistribución (Estado regulador-mediador y prestador social); y funciones
en el proceso político.
Toma fuerza la idea de intervenciones públicas centralizadas y coordinadas. Y con
la llegada al poder del peronismo estas intervenciones públicas, enmarcadas en el
notable desarrollo del aparato estatal, se inscriben en la particular relación planteada por
este gobierno entre los sindicatos y el estado.
Las acciones regulatorias e intervencionistas en el campo de la salud que
observamos en el período anterior se intensifican a partir de 1.944 cuando todos los

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entes dedicados al tema se centralizan en la Dirección Nacional de Salud,


estableciéndose además, cuatro delegaciones regionales a lo largo del país. Este
impulso continúa tomando fuerza con la sanción del Código Sanitario Nacional en 1.947
y con la elevación de la Secretaría de Salud a rango de Ministerio. Aún cuando la
administración peronista aumentó notablemente la presencia del sector público en el
área, continuó consolidándose un sistema que llega a nuestros días conformado por
otros dos sectores además del público 36: el privado y las obras sociales sindicales.
La denominada Revolución Libertadora pretendió sin éxito reducir el sistema de
salud. Lo mismo puede decirse de la administración radical posterior que intentó
reordenarlo y racionalizarlo. Con el nuevo gobierno militar del general Onganía se
debilita la presencia del sector público en el campo y se facilita el desarrollo del sector
privado reforzado por el cambio de modalidad de operación de las obras sociales que de
prestadoras directas pasan a ser intermediarias entre sus afiliados y el sector privado.
Este proceso se consolida con la sanción de la Ley 18.610 de Obras Sociales de 1.970
que otorgó el manejo de las mismas a los sindicatos y estableció un piso de contribución
para trabajadores y empleadores para su financiamiento.
Como mencionamos en la etapa anterior respecto a la política de vivienda A la
presencia del estado se inicia en forma más sistemática y con carácter masivo bajo el
gobierno peronista. Durante este gobierno se intensifica la política crediticia hacia el
sector basado en la gran disponibilidad de recursos provenientes de los sistemas de
seguridad social. Esta forma de financiamiento hace crisis en los años sesenta, momento
desde el cual se apelan a distintas fuentes para financiar estas políticas. Este esquema
se completa en el año 1.972 en el que por Ley 19.929 se crea el Fondo Nacional de la
Vivienda (FONAVI) con el objetivo de completar la política llevada a cabo por el Banco
Hipotecario Nacional financiando viviendas multifamiliares y obras de infraestructura y
equipamiento comunitario.
Respecto a la política previsional la cobertura legal de la población económicamente
activa se completó prácticamente durante el segundo gobierno peronista. Durante este
período se produjo un irracional crecimiento del sistema con la creación de distintas cajas
de jubilaciones hasta que en el año 1.967 se racionalizó y reguló el sistema con la
sanción de las Leyes 18.037 y 18.038.
Acordamos que el desarrollo del Estado de Bienestar argentino operó mediante una
acumulación superpuesta de distintas lógicas que terminaron constituyéndolo en un

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“híbrido institucional”. A una primera etapa, caracterizada por el temprano desarrollo de


los servicios sociales de educación y salud pública, se agregaría, fundamentalmente a
partir de la década del cuarenta, la cobertura del seguro social vinculado estrechamente
a la categoría ocupacional.
En definitiva, durante el período peronista, “se terminaron de configurar las formas
de política social que serán las características de un “modelo argentino” de Estado Social
o de Estado de Bienestar: la fuerte tutela jurídica del contrato de trabajo, junto con un
sistema abarcativo (aunque fragmentado) de seguros sociales; la extensión cualitativa y
cuantitativa del sistema educativo público, junto con una red desintegrada y laxa pero
efectiva de grandes instituciones sanitarias públicas; y una asistencia social
semiestatizada y politizada con nuevos tipos de transferencias distributivas, tales como
las asignaciones familiares y la política de vivienda social.
El sujeto central de la intervención de este modelo argentino fue el trabajador
asalariado. El sujeto de los derechos sociales fue, en este modelo el trabajador formal.
La política social instaurada por los gobiernos peronistas, si bien era fundamentada por
discursos de corte universalista -en el sentido del acceso a los bienes y servicios
ofertados-, en la práctica generó estructuras que privilegiaron el status ocupacional por
sobre la condición de ciudadano a la hora de recibir los beneficios.
Este sistema de políticas sociales que emerge de la administración peronista y se
consolida en las dos décadas posteriores era coherente con el tipo de estado y con el
tipo de políticas públicas inherentes al modelo de desarrollo socio-económico. Estas
particulares intervenciones deben ser entendidas como pertenecientes a una estructura
estatal con una lógica de funcionamiento distinta a la actual.
Por otro lado, si vamos a comparar procesos, debemos reconocer que durante el
período que tanto se critica se dieron grandes inversiones en capital físico (escuelas,
hospitales, centros comunitarios, viviendas, etc.) que son impensables en la actualidad.
Buena parte de las deficiencias se asocian con la ineficacia de los organismos del
Estado, derivada de la superposición de instancias de decisión, la baja calificación
técnica de su personal, la coexistencia de diferentes propuestas de organización y
distribución de poder para cada una de las áreas involucradas, y la consiguiente falta de
homogeneidad, consistencia y capacidad de implementación de políticas definidas.
El sistema de políticas sociales de este etapa intentó ser superado en los noventa
con distintas recomendaciones centrales que, a nuestro juicio, enmascaran el retiro y

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responsabilidad del estado en la solución de la cuestión social y que no dieron cuenta


de las ineficiencias estatales descriptas.
Crisis del Estado Regulador – Interventor
Hacia fines de los años ochenta, en el marco de una profunda crisis económica
signada por el endeudamiento externo, tienen lugar en el continente un fuerte proceso
de estancamiento e inflación que dio lugar a un acelerado retroceso respecto de los
avances económicos y sociales logrados en la década anterior. La desarticulación del
modelo regulador-interventor a partir de mediados de los años setenta, genera opciones
de ajuste fiscal y reforma del estado que comenzaron a manifestarse durante el propio
gobierno militar iniciado en 1976, aunque podrán desarrollarse con mayor despliegue a
partir de 1989 con la llegada a la Presidencia de Menem.
La presencia del Estado en la economía -el Estado productor, regulador y protector
de las economías domésticas- fue considerada el factor causal de la crisis por su efecto
pernicioso sobre el mercado y la iniciativa privada. El Consenso de Washington
estableció la necesidad de avanzar en la adopción de diez reformas:
1. Disciplina fiscal con miras a la eliminación del déficit público.
2. Modificación de las prioridades en torno al gasto público, eliminando
subsidios y aumentando gastos en salud y educación.
3. Reforma tributaria, aumentando los impuestos si esto fuese inevitable, pero
manteniendo la preferencia por los impuestos de base amplia, esto es, los
impuestos indirectos (ej.: el IVA).
4. Los tipos de interés deberían ser positivos y determinados por el mercado.
5. Determinación del tipo de cambio también por el mercado, garantizándose
al mismo tiempo que fuese competitivo.
6. Liberalización del comercio y orientación del mismo hacia los mercados
externos.
7. Eliminación de las restricciones a las inversiones extranjeras directas.
8. Privatización de las empresas públicas.
9. Desregulación de las actividades económicas.
10. Garantías jurídicas firmes sobre el derecho de propiedad.
La modificación en los patrones de desarrollo de la economía, efectuado a partir de
la puesta en práctica de este verdadero recetario neoliberal, estuvo acompañado por
altas tasas de desempleo, subempleo y subocupación; deterioro de las remuneraciones;

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aumento de las condiciones de pobreza en la población; retracción y pérdida de calidad


en la cobertura de servicios básicos; degradación ambiental e incremento de la
inseguridad, que ampliaron las desigualdades en términos de distribución del ingreso.
No obstante, el costado social de las propuestas del Consenso de Washington ha
sido secundario y marginal a la política económica dominada por una clara hegemonía
de los mecanismos del mercado y con una concepción individualista de la problemática
social, en donde el individuo en tanto consumidor es más importante que en tanto
ciudadano.
Los principales fenómenos que pueden observarse respecto al sistema de políticas
sociales provenientes de la etapa anterior son:
a. Fortalecimiento del proceso de privatización.
b. Procesos de transferencia y descentralización hacia las provincias de ciertas
políticas sociales.
c. Implementación de nuevas formas de acceder a los recursos sociales
disponibles.
d. Implementación de nuevas formas de concebir y realizar las políticas
sociales.
En 1976 se promulga el decreto ley 21.883 por el que se transfieren los
establecimientos asistenciales nacionales de salud a las provincias sin el
correspondiente traspaso de los recursos financieros . En 1978 se produce la
transferencia de los establecimientos educativos pre-primarios y primarios del ámbito
nacional al provincial.
Si bien durante el primer gobierno de la restauración democrática no se observan
acciones en materia de descentralización en las políticas sociales, creemos conveniente
mencionar que durante la gestión de Raúl Alfonsín se implementó el Programa
Alimentario Nacional (PAN), que "es el primer programa masivo de este tipo que se
incorporó al sistema de políticas sociales y representó un reconocimiento explícito de la
importancia creciente del fenómeno de la pobreza".
Posteriormente se produce un segundo momento de transferencias de servicios
sociales a las provincias comienza a partir de 1991 durante el gobierno de Carlos Menen
con la Ley 24.049 y el Decreto Reglamentario 964/92.
"Un elemento característico de este segundo momento de descentralizaciones de
servicios sociales es la constitución de ciertos fondos que establecen mecanismos

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propios de coparticipación entre las provincias y que imponen a las jurisdicciones


provinciales su afectación para fines específicos”. En definitiva, respecto a los "procesos
de centralización/descentralización que afectan el sistema de políticas sociales durante
este período observamos tres tipos de procesos:
1. La descentralización de servicios sociales en materia de salud y educación sin
transferencia de recursos motivados por las políticas de ajuste y reestructuración
del estado.
2. La centralización de la política previsional (con la incorporación de las cajas
provinciales a la esfera nacional), uno de cuyos propósitos es la reestructuración
del sistema previsional y la eliminación de los regímenes de privilegio.
3. La constitución y redefinición de fondos de desarrollo social (POSOCO,
PROSONU, FONAVI e Infraestructura Social Básica - Ley 24.073) a partir de los
cuales se transfieren a las provincias con afectación específica y mediante un
mecanismo de coparticipación paralelo al de la coparticipación federal de
impuestos."
¿Nuevas formas de implementación de las políticas sociales o retiro del
estado?
Creemos importante diferenciar internamente estas nuevas formas y metodologías
a los efectos de clarificar el papel que juegan en el nuevo modelo en boga. La
descentralización es un proceso más general de política pública, que por lo mismo afecta y
se aplica en las políticas sociales, que tiene un carácter más político en el sentido que
involucra decisiones de competencias legales y fiscales entre distintas colectividades
políticas.
La focalización es un criterio que tiene que ver con uno de los aspectos que
mencionamos en el punto I cuando trabajamos el concepto de política social. Es decir, al
afirmar que debe usarse el criterio de la focalización para que las políticas sociales llegue
a los sectores con pobreza extrema de la sociedad se está produciendo, al mismo tiempo,
una definición respecto a los umbrales mínimos a atender desde la política pública social.
Es posible la existencia de un umbral mayor a partir del cual habrá una intervención estatal
que el definido con los criterios de focalización hacia la extrema pobreza.
Los Fondos de Desarrollo Social y el Banco de Proyectos son instrumentos de
gerenciamiento de las políticas de los que nos interesa recalcar un aspecto central. Ambos
suponen y se sostienen en la utilización de la lógica del proyecto como forma de resolución

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de las soluciones indeseadas. El proyecto como instrumento de resolución de los problemas


y de ordenamiento de la intervención en la realidad es novedoso en las áreas sociales. De
esto se desprende el vacío conceptual y metodológico que existía hasta no hace muchos
años respecto a metodologías y técnicas para su formulación y evaluación. En el sistema
anterior de políticas sociales se planificaba en términos generales, pero la asignación de
los recursos no estaba dada por la presentación de proyectos específicos. No dudamos que
la clarificación, presentación y priorización de las acciones que intentan modificar la realidad
bajo la lógica del proyecto conlleva múltiples beneficios. Entre ellos, la posibilidad de
evaluar lo proyectado y ratificar o rectificar en virtud de esta evaluación. Sólo queremos
mostrar que esta lógica de presentación de las ideas de intervención no era utilizada en el
pasado y que implica, por lo tanto, un sin número de dificultades para los agentes estatales
o privados y para los beneficiarios que deben utilizarla si quieren acceder a financiamiento.
Más allá de los pretendidos objetivos encontramos veladas formas de retiro y
deslindamiento de las responsabilidades estatales. El estado directamente desaparece
como garante o efector de la provisión de determinados bienes o servicios; el estado aporta
parte de los recursos o de los aspectos operativos u organizativos para la concreción de la
prestación.
Con esta nueva modalidad no basta con estar afectado por la situación social
definida como indeseada para la sociedad, en la mayoría de los casos, el potencial
beneficiario de la política debe aportar recursos monetarios, organizativos e imaginarios
para la solución de su problema.
La nueva forma de implementación en la política de viviendas resulta paradigmática
de las situaciones que hemos descripto. No está en discusión que estas formas
descentralizadas pueden generar participación comunitaria en cuanto a la definición e
implementación de la política. Esto es positivo, lo que intentamos mostrar es que nueva
multiplicidad de requisitos necesarios para ser beneficiarios de determinada política está
enmascarando un retiro del estado en la provisión de bienes y servicios en ciertas áreas
sociales.
La descentralización, al poner en tela de juicio la capacidad del nivel central para
administrar los servicios sociales a lo largo de todo el territorio nacional, promovió la
transferencia de muchas de estas responsabilidades al nivel subnacional. La focalización,
al implicar una mirada crítica sobre la modalidad universalista tradicional de los diferentes
servicios y cuestionar la ineficiencia de los programas en cuanto a la llegada a quienes más

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lo necesitan, promovió instrumentos y modalidades para concentrar los esfuerzos en


sectores específicos de la población.
Capital social y empoderamiento: redescubriendo a la sociedad luego de la
devastación neoliberal
Existe un acuerdo generalizado en reconocer la naturaleza regresiva del ajuste
estructural centrado en la política de privatización de las empresas de servicios públicos, la
desregulación de la actividad económica, la descentralización administrativa y la reducción
del gasto público y del gasto social, siendo una de las consecuencias de este proceso la
magnitud del ajuste redistributivo que afectó, y afecta, a los estratos más desprotegidos de
la población.
A finales de los ’90, y a pesar de las declaraciones y promesas de derrame y de los
muchos recursos financieros originados en nuevo endeudamiento externo e invertidos en
la implementación variados y superpuestos programas sociales de tipo asistencial, la
pobreza seguía aumentando, así como la vulnerabilidad de nuevos sectores sociales.
La transformación es estructural: lo que emerge de la crisis y se consolida en los
noventa es una nueva estructura social y un nuevo tipo de Estado: Esto es: el retiro del
Estado de la prestación de servicios considerados de su incumbencia (luz, agua,
saneamiento), la descentralización de las pocas prestaciones que permanecieron en manos
estatales hacia la órbita provincial o municipal y la instalación paulatina pero creciente de
las nuevas formas de gestión de las intervenciones públicas sociales: focalización del gasto,
banco de proyectos sociales, fondos de desarrollo social, programas y proyectos sociales
como forma casi excluyente de implementar el gasto y las acciones en el sector.
Frente al no tan reconocido fracaso de las “Reformas de Primera Generación” – tal
la frase acuñada para sintetizar los procesos de reducción y retiro del estado – sobreviene
en los últimos tiempos la aparición de un intento por parte de las usinas de los grandes
organismos internacionales de un reconocimiento de la necesidad de la institucionalidad a
la hora de implementar con éxito las políticas de combate a la pobreza.
En definitiva, las políticas públicas modeladas en base a la gestión neoliberal del
riesgo social estratégicamente responsabilizan al individuo por su pobreza en tiempos en
que los recursos del Estado para el manejo de la pobreza están disminuyendo.
Las concepciones basadas en la gestión del riesgo social vienen a constituir una
vuelta de tuerca remozada de las formulaciones neoliberales en materia de política social

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una vez desmontado (por privatización) el Sistema de Seguridad Social y sustituidos los
derechos universales por programas contra la pobreza dirigidos a grupos objetivos.
En definitiva se trató de crear agentes activos, capaces de aprovechar las
oportunidades económicas productivas con el objetivo de reducir el riesgo futuro individual
de pobreza por medio de estrategias de prevención que aumentaran la responsabilidad de
los pobres de su propio éxito o fracaso futuro en escaparse de la pobreza.
Asimismo, creemos finalmente que “en no pocos casos los enunciados a favor del
empoderamiento aparecen sospechados en sus intenciones, situados muchas veces en la
contradicción entre los objetivos declarados y los discursos en favor de la equidad, por un
lado, y la realidad de una práctica que desmiente el progresismo de manual operativo
inspirados por la corrección política.
Conclusiones
No es posible analizar y explicar a las políticas sociales desligadas del tipo de estado
y del modelo socioeconómico imperante en la sociedad. Para esto elaboramos una
conceptualización sobre las mismas que nos permitió detectarlas y entenderlas en las
distintas etapas del desarrollo socioeconómico argentino.
En primer lugar, se critica las formas de actuar del pasado sin contextualizarlas en
el tipo de estado y el modelo económico en el que estaban insertas. Se produce entonces
una "demonización" de las mismas, y al mismo tiempo, una "naturalización" de las
recomendaciones presentes exponenciando sus virtudes.
En segundo lugar, encontramos que hay una idealización de los alcances y virtudes
de los nuevos instrumentos recomendados para mejorar la implementación de las políticas
sociales. En el sentido que muchas de sus potencialidades suponen condiciones sociales
e institucionales inexistentes o inmaduras para que aquellas se cumplan.
Y, en tercero, no se reconoce que bajo los supuestos objetivos de racionalización y
eficiencia, se están ocultando el retiro del estado como responsable de ciertas prestaciones
sociales de cantidad y calidad definidas.

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Texto: "Lo social y la encrucijada" (AGUILO, Juan Carlos – 2009)


Calificar a la situacion actual con la nocion de “encrucijada”, como una forma
de describir “un escenario de intensas disputas por el rumbo que asumira la politica
económica furura” cumple su objetivo descriptivo dando a entender que existen al
menos dos caminos a seguir en materia de desarrollo economico nacional. Esta es
la primera acepcion que le otorga al termino encrucijada la Real Academia
Española. Por un lado, la idea de emboscada o asechanza; y, por otro, “situacion
dificil en que no se sabe que conducta seguir”.
En efecto, nada mas correcto que expresar que a uno o algunos de los
proyectos que se intenten consturir lo “asechan” las fuerzas contrarias y destructivas
de las otras opciones que se plantean. No ha habido un correlato en temrino de
politica social de lo que ha sido el proyecto politico economico desarrollado en el
ultimo quinquenio. Es decir, que si bien las politicas económicas de la post-crisis de
2001-2002 se han basado en una vision heterodoxa, no es posible constatar este
tipo de ruptura en cuanto al tratamiento de la cuestion social o su contracara
positiva, las politicas sociales destinadas a garantizar ciudadania social para todos
los argentinos.
Uno de los legados más perversos es la concepcion del hombre que este
tiene implicita: imaginar la socieda formada por sujetos totalmente autonomos que
solamente buscan maximizar la satisfaccion de sus intereses particulares. Esta
concepción “asocial” del sujeto humano nos recuerda los planteos utopicos de los
padres fundadores del liberalismo que imaginaban una sociedad humana sin
estado, regida unicamente por las reglas “invisibles” del mercado.
Los Estados Sociales fueron los mecanismos colectivos que permitieron el
reconomiento, acceso y goce de la mayor parte de la poblacion a estos derechos.
La clave reside en que los dispositivos que garantizaran el ejercicio de los derechos
pertenecen a la esfera publicca y consecuentemente son tutelados por el Estado.
Dicho de otra manera, lo rescatable para la discusion de nuestros dias no es el
especifico entramado institucional que conformaba a aquellos estados, sino la
concepcion filosofica que los sostenia.

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La condicion de posibilidad del surgimiento y auge de los Programas Sociales


focalizados en los mas pobles, fue la naturalizacion de las concepciones que
explican la pobreza a partir de ciertas caracteristicas particulares de los individuos
que la padecen. Esta individualizacion permitió la aparición y vigencia hasta
nuestros dias de los programas focalizados como respuesta “técnica” al problema,
aggionarda en los ultimos años con las ideas de “empoderamiento” y “capital social”.
Más alla de la buena intencionalidad de empresarios, militantes de
organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos comunes que adhieren a esta idea
intento llamar la atencion que esta forma de pretender resolver la cuestionsocial no
sretrorae a las nociones filantropicas que hacen descansar en la voluntad de un
sector o grupo de la sociedad la resolucion de las problemas de integracion social.
El mecanismo que refuera lo explicado es el de dotar de entidad a la pobreza
mediante la idea de su “combate” con el objeto de “derrotarla”. De aquí se
desprende la imperiosa neceisdad de diferencia y distinguir las explicaciones sobre
la cuestion social del sentido comun imperante nutrido de las concepciones
pretendidamente neutrales del universo neoliberal.
Si se acuerda con que la “encrucijada”, en todas sus acepciones, no solo es
el desafio que tienen por delante la politica economica sino tambien la politica oscial,
pensando ambas integradas nuevamente para imaginarnos uan sociedad con
desarrollo economico y social inclusivo, debemos superar las recetas que depostian
la responsabilidda de la situacion en los propios afectados.
Si pretendemos vivir en una soceidad con niveles de igualdad social que sean
conjugables con la vida democrática debemos retomar el sendero de la explicación
estrucutral que de paso a nuevos mecanismos institucionales que garanticen la
vigencia y ejercicio pleno de la ciudadania social.

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Texto: “Y ahora les van a regalar LCD a los vagos esos”: La reaparición de los
discursos discriminatorios, xenófobos y moralizantes a propósito del posible
lanzamiento del plan “LCD para todos”. (AGUILO, Juan Carlos – 2011)
Ya están los titulares la posible puesta en marcha del plan “LCD para todos”.
En efecto, en el recorrido por los sitios webs de la prensa gráfica puede verificarse
la desinformación recurrente de los medios dado que reina el uso del potencial y la
ausencia de información fidedigna sobre los requisitos para acceder y sus
características centrales.
A pesar del desconocimiento sobre los detalles específicos de su
instrumentación, entiendo que el lanzamiento de esta nueva política del gobierno
nacional nos permite reflexionar sobre los mecanismos discriminatorios que
contienen los discursos de sentido común expresados en entrevistas televisivas y
comentarios escritos en los sitios webs de los medios gráficos.
La vigencia del perverso legado del modelo neoliberal que ha reinstalado la
conceptualización “decimonónica” de la pobreza; es decir, aquella que consideraba
a la misma basada en las características particulares del individuo que la padece.
Este mecanismo conceptual, constantemente remite a características culturales,
raciales y/o personales que explicarían las “conductas disfuncionales” de los
hombres y mujeres que pueblan los territorios de la privación como su falta de
energía y vocación para el desarrollo personal.
Una expresión más atroz y sin visos de culpabilidad de estas operaciones
ideológicas-discursivas es la que puede verificarse en los comentarios de los
lectores a la noticia en los sitios de Internet de los medios gráficos. Reconozco que
la impunidad que ofrece el anonimato permite el regodeo en esta xenofobia y
racismo que duele comprobar y que imaginamos mucho peor dado que puede
observarse que algunas opiniones son retiradas por los editores.
La disputa cultural por el sentido común está vigente y es necesario
sostenerla, para contrarrestar y reemplazar los “dogmas, fetiches y tabúes de lo
decible de la hegemonía cultural de la época”
Dos mecanismos (dejando de lado ya dijimos los racistas y xenófobos)
pueden observarse en estos “actos de nombramiento. Por un lado, expresado sin

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tapujos o dicho entre líneas, la calificación de injusta de la medida que beneficiaría


a “estos vagos que viven del Estado” (sic) y “yo que me rompo el lomo no tengo
ninguno de los subsidios que les dan a ellos”
Aparece entonces en comentarios de personas supuestamente de sectores
medios, el uso del atributo de la vagancia o falta de esfuerzo para explicar la
situación del desfavorecido acompañado de la autopercepción de ciudadano
equivalente a contribuyente instalada desde el relato ideológico neoliberal. Aparece
aquí, reeditada, la histórica distinción entre pobres merecedores o no-merecedores
de la ayuda o la asistencia cuyos orígenes se remontan a los inicios de la sociedad
capitalista-industrial.
Alejado de la denostación xenófoba-racista pero más cercano de la
descalificación que pone el acento en las características particulares de los
desposeídos, el paternalismo moralizante circula sin problematizarse en el discurso
social hegemónico.
Este “deber ser”, esta “normalidad”, anclada en los valores de las clases
dominantes, es el marco de referencia para las operaciones discursivas tutelares y
paternalistas que indican a los pobres cuales son las conductas esperadas y
deseables.
Este es el discurso social que normaliza, clasifica y oculta al mismo tiempo
para legitimar y producir consenso: “De esta manera se naturaliza la pobreza, se la
desliga del sistema económico, se la esencialisa de tal forma que aparece como un
reducto de personas anormales”
Es por esto que pienso que las repercusiones discursivas sobre este posible
plan nos permiten continuar en el proceso de “una depuración de la retórica
dominante sobre la pobreza”.
Esta tarea de desvelamiento debe mantenernos en constante y vigilante
disputa contra las naturalizaciones del sentido común dominante si pretendemos
continuar dotando de sentido al rumbo alternativo iniciado en mayo de 2003.

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Texto: “Mitos, falacias y racionalizaciones sobre la pobreza y la desigualdad”,


(KLIKSBERG, Bernardo – 2011)
Sin Compasión
En la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires hay un proyecto de ley que
propone subir las penas, y gravar con multas de hasta 2000 pesos y llevar a prisión
de hasta cinco días, a quienes ofrezcan en los semáforos limpiar los vidrios de los
automovilistas y los que se proponen para limpiar y cuidar los carros estacionados.
Fue aprobado por la Comisión de Justicia que preside un diputado del PRO.
El legislador del PRO Martin Ocampo, que preside la Comisión de Justicia, declaro
a La Nación que “Los hechos que venimos denunciado han aumentado en este
tiempo, esperamos que se solucionen rápidamente.”
También se asombrarían de las declaraciones recientes de Miguel del Sel
que expreso que la protección creada por Cristina Fernández de Kirchner promovía
los embarazos de las jóvenes pobres.
Propuestas como las de prohibir los trabajos que surgen de la marginalidad,
sacar de las calles a los que “afean el paisaje” y remueven la conciencia de los
automovilistas con su presencia, descalificar la protección básica a las madres
pobres, siempre acompañadas de pretextos no aprobados, son una parte central
silenciosa del mensaje de antivalores subyacente en las políticas económicas
ortodoxas que dominaron Argentina en los ’90.
El “algo habrán hecho” que fue la gran coartada de algunos sectores frente a
los asesinatos masivos de la dictadura militar, tuvo sus equivalentes económico-
sociales en razonamiento primarios, como “si son pobres por algo será”, “no
avanzan porque no les gusta trabajar”, o “toda protección social promueve la
vagancia”.
En la Argentina, el proyecto ha mostrado que puede haber otras políticas
económicas diferentes de las de los ’90 y las ha llevado a la práctica generando
trabajo decente e inclusión. Es necesario llevarlas al debate y confrontarlas, para
que no obstaculicen el camino a la búsqueda de soluciones reales. Veamos alguna
de las falacias más usuales.

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El mito de la pobreza como fatalidad inexorable


Las políticas aplicadas en los ’90 generaron impactos totalmente regresivos
en términos de pobreza. Políticas como la desprotección total de la pequeña y
mediana empresa, la reducción indiscriminada del funcionariado público, la
privatización a ultranza, con condiciones con frecuencia muy cuestionadas, la
concentración del crédito y otras llevaron a que la tasa de desocupación llegara al
23% al final de los ’90. El desempleo juvenil subió del 21,7% en 1990 a 39,5% en el
2000. La pobreza se duplico y alcanzaba a fines del 2002 a casi el 58% de la
población.
En algún momento, se reducirá como efecto del ya mencionado derrame
económico que el modelo que preconizaba traería a todos los sectores. La
permanencia de la pobreza en el tiempo, tampoco resiste el cotejo básico con los
hechos. En la Argentina de inicios de los ’60, con diversos problemas, bajaba de un
digito, era más de cuatro veces menor a la que tenía el país cuando terminaron los
’90.
No resulta cierto que la hubo siempre, sus niveles estarán ligados a la calidad
de las políticas gubernamentales y las actitudes y acciones de la sociedad. En Chile,
la dictadura militar, a pesar de progresos económicos, llevo a que la pobreza se
duplicara. Entre el inicio y el final de la era de Pinochet paso de un 20% a un 40%
de la población. La democracia hizo de ella una prioridad y el Gobierno Bachelet
finalizo con un 13% de pobreza.
El mito de que la responsabilidad de la pobreza es de los pobres
La argumentación toma múltiples formas, pero el argumento central es que
hay ciertas características en el comportamiento de los pobres que generan y
mantienen la pobreza.
En América Latina hay actualmente 1170 millones de pobres. Casi uno de
cada tres latinoamericanos está por debajo de la línea de pobreza. Puede alguien
atribuirlo a comportamiento personales. En el 2009, según los estimados de la
CEPLA, se agregaron ocho millones más como consecuencia de los efectos de la
crisis mundial, entre ellos la caída de las exportaciones, de las inversiones, del
turismo y el descenso de las remesas migratorias.

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El niño que nace en un hogar pobre, estará expuesto a riesgos de salud más
severos, en muchos casos trabajara desde pequeño, sus padres pueden darle una
dedicación limitada porque su esfuerzo está en la supervivencia diaria, tendrá altas
probabilidades de no terminar el colegio secundario. Sin secundaria completa será
difícil, que sea contratado por alguna empresa de la economía formal, aunque sean
empleos no calificados.
El mito de la oposición entre “dar pescado” y “ayudar a pescar”
Las políticas sociales son cuestionadas con frecuencia en el país a partir de
esta expresión casi mágica. Ayudar, otorgar subsidios a niños, jóvenes u hogares
en pobreza y pobreza extrema seria fomentar el “asistencialismo”. Así, es
fundamental que se ayude ya a los más de 4 millones de niños hijos de trabajadores
informales que no tenía ninguno sistema de protección hasta la reciente creación
por la Presidente Cristina Fernández de Kirchner de una asignación universal para
ellos.
Se debe ayudar con la mayor urgencia posible, pero al mismo tiempo hacerlo
a través de políticas y programas que empoderen, capaciten, creen oportunidades
productivas y laborales.
“Y yo que tengo que ver”
Los ’90 cultivaron el individualismo a ultranza. Cada persona tenía el destino
que se buscaba. El Estado, que es en definitiva acción colectiva, debía ser mínimo.
Los que quedaban en el camino era un problema de ellos, o en todo caso que se
ocupe alguna entidad especializada. Las personas aprendieron a ver el espectáculo
de la pobreza como ajeno y de la misma categoría que cualquier otro hecho de la
naturaleza.
El mito del “yo que tengo que ver” es incompatible con los valores morales y
espirituales del país, y con lo que se espera de un ciudadano integral. Los mitos
reseñados, y otros añadibles, operan en la práctica como grandes coartada. Frente
a la pobreza de los ’90 la justificaban combinadamente y llevaban a un abanico que
iba desde el desentendimiento hasta la insensibilidad.

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La Desigualdad el tema marginado


Hay un gran interrogante abierto en América Latina ¿Por qué un continente
con una dotación de recursos naturales privilegiada y todas las potencialidades para
construir economías sólidas, e inclusivas, ha generado tanta pobreza? La región es
diversa, y hay múltiples situaciones.
El tema de la desigualdad, crucial para el país, está envuelto, como el de la
pobreza, en falacias que se arraigaron firmemente en el apogeo de la cultura
neoliberal. Ellas siguen contaminando el hoy cada vez más activos debates sobre
desigualdad, y es útil encararlas para elevar la calidad de discusión. Entre ellas:
a. La desigualdad no afecta mayormente el crecimiento
Si hay concentración y polarización, habría un grupo reducido que
ampliaría sus capitales. La acumulación en unos pocos no garantiza
reinversión productiva, por el contrario, crea todo orden de incentivos para el
consumo suntuario y la fuga de capitales hacia paraísos fiscales. Lo que sí
es efectivo, es que las altas desigualdades reducen los mercados nacionales,
limitan las tasas de formación de ahorro nacional, bajan la productividad,
afectan negativamente el sistema educativo, generando deserción en
amplios sectores y limitando la oportunidad de educación de calidad a grupos
restringidos y debilitan seriamente la cohesión social.
b. La falacia de la inevitabilidad
Las altas inequidades se presentan con frecuenta con el argumento
de que así es la realidad. No obedecerían a la voluntad humana, sino que
serían parte inexorable de cualquier curso histórico. Se las critique o no,
serian una especie de condición impuesta externa.
Hay políticas dirigidas a mejorar la equidad, y hay políticas que la
deterioran. Una asignación universal a los niños hijos de trabajadores
informales como la puesta en acción en el país, significa una transferencia
de ingresos hacia algunos de los sectores más carenciados que mejora la
equidad.
Programas como “Conectar Igualdad” en la Argentina democratizan el
acceso a nuevas tecnologías. En cambio, las políticas financieras como las

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del os ’90 condujeron a la desaparición de numerosas cooperativas de crédito


y a la concentración del mismo en pocas instituciones financieras y a una
polarización en el acceso a créditos, agudizaron las inequidades.
c. La falacia de que la desigualdad no es derrotable
Aun aceptando la no deseabilidad de las altas desigualdades, no
habría manera de combatirlas. Mejorar la desigualdad requiere respuestas
en profundidad, integrales, multifacéticas, acordes a su naturaleza, pero la
realidad indica que hay países que lo han logrado.
Ello va desde que a todo niño se le aplica poco después de nacer el
conjunto de las vacunas que necesitara par el resto de su vida, hasta los
extensos periodos de licencia por maternidad. Hay un tema de prioridades,
políticas y actitudes.
Desestimar el peso de las desigualdades en la magnitud de la pobreza
y en la economía, considerarlas inevitables, tener una actitud derrotista frente
a ellas, son algunas de las falacias que pesan sobre el retraso histórico que
ha tenido el debate sobre la desigualdad en la Argentina.
Algunas Conclusiones
El país está en medio de transformaciones fundamentales que han alentado
la esperanza colectiva. El proyecto abierto en el 2003 por el presidente Néstor
Kirchner se ha ganado niveles de respaldo masivo inéditos.
Las soluciones no pasan por perseguir a lis “limpiavidrios”, “los trapitos” y
todas las víctimas de la exclusión, sino por la restitución de los derechos
económicos y sociales conculcados por “el proceso” y los ’90 a grandes sectores de
la población y por un desarrollo integran y con equidad.

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Texto: Representaciones colectivas y culturalización de la pobreza


(NERI, Laura – 2007)
La presente ponencia intenta realizar un aporte a la discusión acerca de
aquellos procesos de exclusión que se han configurado como parte constitutiva de
la organización socioeconómica aplicada en Argentina, en últimos treinta años por
el “modelo neoliberal”.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, en Argentina se había consolidado
una matriz socioeconómica que, más allá de sus complejidades, construyó un
esquema de protección social que garantizó legalmente la seguridad social y
posibilitó el acceso masivo de la población a una gran extensión de políticas
reguladoras en las áreas de salud, educación, vivienda, asistencia social y
protección laboral. Estas intervenciones sociales tomaban la forma de acciones
legales y de derechos otorgados a personas que lograban su “adscripción social”
mediante su status ocupacional.
En este esquema, la pobreza no constituía un elemento central ni como
problema social ni como objeto de intervención pública; si bien en algunos enclaves
la pobreza existía, lo hacía de manera residual y nunca de manera masiva como la
conocemos actualmente. El desarrollo amplio de la categoría de trabajador y sus
derechos de protección específicos, favoreció, a su vez, el carácter residual de la
asistencia social pública, cuyos sujetos legítimos fueron aquellos individuos
imposibilitados de integrarse al mercado de trabajo por razones particulares pero
ajenas a su voluntad.
Por razones suficientemente estudiadas, se afirma que aquel pacto social
entre capital y trabajo, que primó en Argentina de manera más o menos estable
durante más de cuarenta años, se rompió de manera abrupta a partir de la década
del 70 y tuvo su manifestación más aguda en la década del 90.
Dichos procesos, en síntesis, constituyeron un extenso programa de ajuste
que tuvo, como pilares centrales, la privatización de bienes públicos y servicios, la
reducción del gasto social y la desregulación del mercado de trabajo, en un marco
de apertura económica y restricción de las funciones estatales que tuvo como
objetivo dar un rol protagónico al mercado y a la empresa privada. Estas políticas,

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basadas en las recetas del llamado “Consenso de Washington”, terminaron


configurando un mapa social que tuvo como máxima expresión la precarización
laboral, desempleo y la distribución inequitativa del ingreso. Junto con la
concentración económica y el descenso en la calidad de los servicios sociales, se
terminó constituyendo un modelo de acumulación que incluye por definición a la
pobreza. En este sentido, la pobreza no implica la “consecuencia no deseada del
modelo” sino que es parte de su constitución específica.
El correlato de estas transformaciones en el campo de las políticas sociales
vio su máxima expresión en las políticas focalizadas, descentralizadas y
privatizadas que más que producir mecanismos de inserción social de las
poblaciones en situación de pobreza, contribuyó a su sistemática reproducción,
dando lugar a lo que gran parte de la literatura dio en llamar el modelo “residual”,
“compensatorio” o “asistencialista” de la política social. Dichas categorías
denotaban el aspecto meramente marginal de las intervenciones sociales cuyo
propósito se reducía a evitar el conflicto social y mantener el orden sin alterar
demasiado el arreglo socioeconómico basado en el predominio del mercado. Tal
política social podría convivir perfectamente con el retroceso de los derechos
sociales y con el hiperdesempleo, el subempleo y la precarización laboral.
En síntesis, de acuerdo con Grassi, es bien entendido que el “modelo”
económico imperante más que un modelo económico es una práctica política, en el
sentido de la construcción de un orden político y social en el sentido del
reconocimiento y desconocimiento de sujetos y actores. Y también cultural en tanto
abarca las prácticas cotidianas de los actores sociales y el sentido de las mismas.
Desde este punto de vista el “ajuste estructural” no se plantea únicamente como un
problema de índole económica, sino que es parte de una redefinición global del
campo político-cultural y del carácter de las relaciones sociales.
En estas grandes transformaciones de escenarios políticos, sociales y
económicos, se inscribe, entonces, el análisis de las situaciones de pobreza, que
heterogéneo y complejo, obliga a las ciencias sociales a explorar categorías y
conceptos que trasciendan las visiones reduccionistas y de sentido común que han
dominado gran parte de los discursos sociales referidos a la materia.

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Uno de los argumentos centrales y dominantes que sostiene el sentido


común es que “los pobres son pobres porque quieren”. Tienen asistencia del
Estado, tienen las capacidades, tienen la oportunidad de generarse una vida mejor
y no la aceptan porque no saben adaptarse, no saben aprovechar las opciones del
medio o porque comparten una serie de características culturales que los
imposibilita incorporarse a una vida “normal”.
En este sentido, Estela Grassi autora llama la “culturalización de la pobreza”.
Dicho concepto intenta dar cuenta de aquella construcción social y política en torno
a las poblaciones en situación de pobreza que resultan de “un modo de clasificar a
los grupos sociales, según un supuesto universo cultural y socialmente homogéneo,
delimitado por el lugar de habitación (la villa)”.
Según Grassi, lo que subyace a tales visiones es una noción de “cultura” que
la define como conjunto de pautas y costumbres en las que el individuo “se socializa”
y que reitera en sus prácticas a lo largo de su vida.
La construcción culturalista, entonces, resulta de un modo de clasificar a los
grupos sociales, según un supuesto universo cultural y socialmente homogéneo,
delimitado por el lugar de habitación (la villa). En este recorte, el objeto construido
(la pobreza) parece ser réplica de una unidad “naturalmente” dada, al margen de
los procesos históricos de constitución de la misma y del marco global de dichos
procesos.
Desde una posición culturalista, la realidad es simplificada a partir de la
construcción de un modelo impuesto: el “pobre”, quien por el solo hecho de serlo es
delincuente, es vago, es incapaz y aprovechador de los recursos del Estado.
Analía Sancho advierte sobre los sesgos positivistas ligados a la visión de la
pobreza como proceso individual o en todo caso perteneciente a algunos sectores
sociales. Esta concepción implicaría pensar que existen valores neutrales,
aceptados por el conjunto de la sociedad a excepción de aquellos grupos que
“eligen” vivir en la barbarie, persistiendo las dicotomías civilización y barbarie,
blanco y criollo, europeo y americano.
A través de estos sesgos positivistas, se reedita aquella concepción del pobre
en las intervenciones sociales de la Sociedad de Beneficencia en el siglo XIX, se

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reproduce la división entre pobres merecedores y no merecedores, se reactualiza


la visión asistencial y represiva y se cosifica a la pobreza como expresión “natural”.
El pensamiento colectivo crea la diferencia a partir de la selección de estos
rasgos estereotipados y definitorios que homogeneizan, codifican y aíslan a una
población, produciendo grandes mecanismos de discriminación, estigma y rechazo.
En definitiva, tal visión culturalista sobre la pobreza se ha construido, desde
el discurso social y desde el sentido común como un dispositivo fuertemente
poderoso.
En síntesis, la construcción de estas categorías entraña una gran violencia,
realiza afirmaciones erróneas y muy difícilmente demostrables medotológicamente.
Estela Grassi sugiere que los procesos culturales son procesos histórico–sociales
multideterminados; los habitantes urbanos son parte de una trama social compleja
de relaciones, en las que hay que incluir la de explotación del trabajo y las relaciones
de poder.
Teniendo en cuenta estos elementos, la pregunta entonces es ¿Qué se
ignora en este pensamiento reduccioncita, esencialista y estigmatizante? En primer
lugar, se ocultan los mecanismos más fuertes de dominación y reproducción de la
pobreza.
Cuando el “pobre” es homogeneizado y simplificado bajo la forma de “no-
normalidad”, imputándole características generalmente erróneas y simplistas, se
obvia que la pobreza es expresión de un sistema socioeconómico, que la villa es la
expresión territorial de un modelo que arrojó a grandes capas de la población al
desempleo y subempleo, y que la falta de acceso a bienes y servicios básicos tienen
que ver con la acumulación histórica de desventajas sociales producto del retroceso
gradual y profundo de los derechos sociales en Argentina.
En otras palabras, la retirada del Estado, la falta de trabajo y la pérdida de la
condición salarial, ha configurado nuevos sujetos sociales que nada tiene que con
aquel “sujeto histórico” de mediados del siglo XX: el trabajador, empleado de por
vida, con protección y reconocido jurídicamente por leyes protectivas. La dislocación
del trabajo como gran estructurador social y la pérdida de derechos históricos,
permite afirmar que la pobreza obedece a contradicciones objetivas inherentes a la

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estructura del mercado laboral, de la vivienda, del sistema escolar, de la salud y de


todo un sistema de relaciones que configuraron una sociedad de incluidos-
excluidos.
Por otro lado, cuando se enfatiza la atención en el “pobre” se olvida a los
“ricos”. Estos últimos, los “sobreintegrados” que avalaron la exclusión, conviven e
interactúan socialmente con los “excluidos o desintegrados”, quienes son medidos
por las estadísticas oficiales como los “pobres”.
Mucho se ha hablado de exclusión, de la pobreza, de la población que no logra un
mínimo porcentaje de niveles de consumo, bienestar e integración social, pero poco
se habla o más bien se oculta el tratamiento de aquella población que está
“sobreintegrada”, categoría que definiría a quienes poseen grandes excedentes
monetarios y de poder que lograron obtener por las políticas estatales de fines de
fines de la década del 70 y 90.
La pobreza es un problema que amerita ser medido, de esta forma tendremos
porcentajes exactos acerca de cuántos son los “pobres”. Desde el análisis social se
desligan estos procesos entre sí y los organismos internacionales y nacionales
acuerdan que medir la pobreza es un tema relevante. Así, atribuimos a los pobres
características y atributos y olvidamos el lugar que ocupa la pobreza en la
organización social.
Medimos la pobreza, la condenamos moralmente, pero olvidamos analizar
teóricamente y en profundidad los problemas estructurales, históricos y sociales que
llevaron a esas poblaciones a esa situación de privación.
En definitiva la acumulación de falsas afirmaciones de dudosa demostración
empírica, olvida el papel de la ciencia social cual es el de cuestionar estas visiones
homogéneas y reduccionistas.
En contra de las lecturas “sustancialistas” de los fenómenos sociales
Bourdieu afirma que en lugar de ocuparse de las relaciones, tal lectura se limita a
las realidades fenomenológicas en las que se manifiestan, considerando cada una
de las prácticas en sí y para sí, independientemente del universo de las prácticas y
concibiendo la correspondencia entre posiciones sociales y las aficiones o las

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prácticas como una relación mecánica y directa. Esta visión oculta diferencias,
complejidades y procesos y condiciones sociohistóricas.
Esto implica pensar la pobreza desde un enfoque multicausal y relacional y
poner la ciencia social al servicio de nuevas miradas que permitan comprender el
fenómeno de manera más compleja y abarcativa.

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Unidad 2
Temas
El surgimiento de la cuestión social moderna. Primeras acciones estatales. La ayuda
como derecho social. Alemania e Inglaterra: las acciones pioneras en materia social.
La seguridad social o el seguro. Modelos de Estados de Bienestar y sistemas de
políticas sociales. Las distintas experiencias: el modelo escandinavo, el modelo
bismarckiano, el modelo anglosajón, el modelo latino. Las distintas experiencias de
Estados de Bienestar en América Latina. Desafíos para el Estado de Bienestar en
el Siglo XXI.
Bibliografía
 BARBA SOLANO, Carlos (2007); "¿Reducir la pobreza o construir
ciudadanía social para todos? América Latina: regimenes de bienestar en
transición al iniciar el siglo XXI", Centro Universitario de Ciencias Sociales y
Humanidades, Universidad de Guadalajara, México, páginas 289-321.
 KUSNIR, Liliana (1996); “La política social en Europa”, Miguel Ángel Porrua
Grupo Editorial, México, Introducción, pag. 15 a 22, Cap. 1, pag. 25 a 31,
Cap. 2, pag. 33 a 40, Cap. 3, pag. 41 a 50.
 OLMOS, C. y R. SILVA (2011); “El desarrollo del Estado de Bienestar en los
paises capitalistas avanzados: un enfoque socio-histórico”; Rev. Sociedad
&Equidad Nº 1.
 PICO, Joseph. (1996). "Modelos sobre el Estado de Bienestar. De la
ideología a la práctica". En Pros y contra del Estado del Bienestar. R. C. Béjar
y J. M. Tortosa. Editores. Ed. tecnos. Madrid. Pág. 37-57.
 Proyección de film "Germinal" de Claude Berri. Análisis y reflexión
 Proyección de film: "Sicko" de Michael Moore. Análisis y reflexión.

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Texto: ¿Reducir la pobreza o construir ciudadanía social para todos? América


Latina: regimenes de bienestar en transición al iniciar el siglo XXI (BARBA
SOLANO, Carlos – 2007)
VER RESUMEN PAPEL
Texto: La politica Social en Europa (KUSNIR, Liliana – 1996)
VER RESUMEN PAPEL
Texto: El desarrollo del Estado de Bienestar en los paises capitalistas
avanzados (OLMOS y SILVA – 2011)
Del Estado Liberal al E. Bienestar
Del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial los estados occidentales pasan
del Estado Liberal al Estado de Bienestar o estado social. En el Estado Liberal el individuo
orienta sus intereses a: la vida, la libertad y la propiedad privada.
Sin embargo, el autor deseaba mostrar que la preocupación por el propio interés
individual no debería necesariamente llevar a conflictos interminables o a la “guerra de
todos contra todos”. Para establecer la forma más apropiada de pacto social, Hobbes
plantea que los individuos deben renunciar a sus derechos naturales, transfiriéndolos a
una autoridad poderosa que pueda forzarles a mantener sus contratos y convenios. Es
entonces cuando se forman efectiva y legítimamente la esfera pública y privada, o sea el
Estado y la sociedad.
Los sistemas políticos que se van constituyendo durante el siglo XIX seguirán
estas ideas, van a ser definidos como democracias liberales y los Estados que en ese
periodo emergen se configurarán en concordancia con el carácter adoptado por el
sistema político.
Para poder desempeñar y financiar las actividades de proteger a la sociedad
contra la violencia e invasión, salvaguardar a cada miembro, mantener y erigir trabajos
públicos e instituciones públicas para que emerja una gran sociedad, este Estado,
debería tener unos ingresos permanentes, los impuestos. Al igual que Hobbes y Locke,
Smith plantea que la búsqueda del beneficio personal genera beneficios sociales
colectivos y el crecimiento económico sostenido es el resultado de la inteligencia del
hombre. Concluye que hay que liberar la creatividad humana y esta se materializaría en
la competencia y extensión del mercado. Según este enfoque el mercado permite la

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armonización de los intereses divergentes sin necesidad de la intervención del Estado.


En ese contexto, la burguesía sintoniza perfectamente con la idea de libertad y la
necesidad de buscar mercados autorregulados, propuesta por el liberalismo.
Surgimiento de la Protección Social
Los Estados Liberales en el contexto de la Rev. Industrial del SXIX y el capitalismo,
enfrentaros serios problemas sociales: malas condiciones de trabajo. Ante esto surge la
respuesta asistencialista de la iglesia mediante la caridad, creando instituciones de
beneficencia para ayudar a estos sectores.
Este mercado desregulado, chocó tan violentamente con la sociedad, que casi de
inmediato surgieron poderosas reacciones pidiendo la intervención y protección del
Estado. El orden liberal comenzó a adoptar embrionarias reformas, impulsadas desde los
grupos excluidos por el liberalismo, que desembocarían en la ruptura de este régimen y
la constitución del Estado Bienestar. La llamada “cuestión social”, que se expresó en la
presión política de los movimientos obreros, impulsó a los gobiernos a cambiar las
legislaciones sobre la condición social de la clase trabajadora y el trabajo.
Surgen entonces los primeros sindicatos de clase, con el objeto de restringir la
libertad de empresa y el libre juego de la fijación de los precios, y negociar mejoras en
los salarios y las condiciones laborales. Sin embargo, los sindicatos no fueron los únicos
actores en este proceso. Los Estados de Bienestar fueron resultado combinado de
diversos factores, entre los cuáles se destaca el reformismo socialdemócrata, el
socialismo cristiano, y las élites políticas y económicas conservadoras ilustradas.
Pero el aspecto más significativo del Estado de Bienestar no se reduce a la
regulación del mercado, sino que se expresa y se reconoce en el principio de la seguridad
social. A través del seguro social el Estado intervino en las relaciones laborales
haciéndose cargo de la precarización y la inseguridad que hasta ese momento se
expresaron en el fenómeno de la cuestión social. Estos sistemas de bienestar social se
fueron implantando siguiendo modelos referenciales:
El canciller alemán Otto Von Bismarck refrendó tres leyes sociales respondiendo
a las fuertes demandas de los trabajadores, la presión de las iglesias y de grupos políticos
de la época. Estas leyes fueron las primeras en su tipo y consistían en un Seguro contra

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Enfermedad (1883); Seguro contra Accidentes de Trabajo (1884); Seguro contra la


Invalidez y la Vejez (1889).
Este modelo de Estado del Bienestar se basa en un sistema de seguros sociales
de carácter obligatorio que efectúa descuentos y transferencias a la renta del sujeto que
está inserto en el mercado de trabajo y así contribuye con su correspondiente cuota
(cotización) a su seguro social individual.
Por otro lado, en Inglaterra el régimen de seguridad social que preconiza
Beveridge, en su informe de 1942, propone la puesta en marcha de un sistema universal
de seguro social solidario y coherente con 4 características principales que se aplican a
todos los ciudadanos:
 Un sistema generalizado, que cubra al conjunto de la población
independientemente de su estatuto o de su renta.
 Un sistema unificado y sencillo, con una sola cotización para todos los
riesgos y de la misma cuantía para todos.
 Un sistema uniforme, las prestaciones son uniformes y suficientes
cualquiera que sea el nivel de renta de los interesados.
 Un sistema centralizado, mediante un servicio público único.
La influencia de este modelo de solidaridad social en la posguerra fue enorme y
se aplicó en las resoluciones de la Organización Internacional del Trabajo, OIT. Además,
la política social del Estado de Bienestar debía, mediante una financiación fiscal
complementaria a las cotizaciones, conceder prestaciones familiares, mejorar la salud
pública mediante la creación de un Servicio Nacional de Salud y contribuir al
mantenimiento del empleo y prevención del desempleo masivo.
La influencia de los conflictos y el Plan Marshall
A partir de la segunda GM se formula el pacto keynesiano que da origen a los
sistemas de seguridad social y de relaciones laborales. El plan Marshall fue un programa
de EEUU para reconstruir Europa tenía como fin crear lazos comerciales con esta y
disminuir la influencia de la URSS.
En adelante, el Estado interviene entregando servicios y beneficios, pero
otorgando además una serie de mecanismos y recursos que introducen certidumbre,

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seguridad y control en el manejo económico. Esta forma de intervención estatal permite


superar una serie de situaciones de tensión de las fases precedentes en el Estado. Las
políticas sociales y económicas eran el resultado de los acuerdos negociados entre el
Estado, las grandes empresas capitalistas y los sindicatos para alcanzar una especie de
“compromiso de clase” o “pacto social” que permitiera mantener la estabilidad y formar
un Estado de Bienestar.
En este periodo el Estado de Bienestar se organiza adoptando la lógica de la
planificación económica. Se establecen mecanismos de regulación, se estimulan y se
acepta la organización de la sociedad civil y una serie de formas de consenso y
colaboración entre los principales actores productivos. Aquí se pueden diferenciar los
modelos económicos de Europa, que claramente apuestan por una presencia mayor del
Estado, y las economías de Estados Unidos y Japón, con una presencia estatal mucho
más débil.
Esping-Andersen, citando a Therbon, plantea que para identificar a un verdadero
Estado de Bienestar se debe partir de un concepto de estructura del Estado: “En un
auténtico Estado de Bienestar por lo menos la mayoría de las actividades rutinarias de
cada día deben estar dedicadas a atender las necesidades del bienestar social de sus
hogares”. En el terreno económico, la acción fundamental fue el desarrollo del
proteccionismo que van a aplicar a todos los Estados.
Otro enfoque conceptual para caracterizar los Estados de Bienestar es el
propuesto por Titmus - citado en la obra Esping-Andersen-, quien diferencia entre
Estados de Bienestar “residuales” e “institucionales”. “En los primeros el Estado solo
asume la responsabilidad cuando ha fallado la familia y el mercado, procura hacerse
cargo de los grupos sociales marginales o necesitados. El segundo modelo se dirige a
toda la población, es universalista y abarca un compromiso institucionalizado de
protección social” señala el autor sueco.
La ciudadanía y la extensión de derechos
Las reivindicaciones sociales que cautelan los Estados de Bienestar y su
implementación se explican en las conferencias del sociólogo Thomas Humphrey
Marshall. En ellas, el autor analiza la génesis y repercusiones de las políticas sociales

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implementadas en la Europa de la post-guerra, a través del concepto de “ciudadanía” y


los derechos civiles, sociales y políticos asociados a esta.
Estos tres tipos de derechos ciudadanos de carácter universal, que fueron
establecidos de forma cronológicamente diferenciada en distintas etapas de la historia de
los países europeos:
 Derechos civiles: Agrupan al conjunto de libertades individuales (de
palabra, de pensamiento, de culto). Se incluyen el derecho de propiedad,
de establecer contratos y el acceso a la justicia. El siglo XVIII fue el periodo
histórico en que emergió el proceso de afirmación de estos derechos, dando
origen a diversas instituciones, como los tribunales de justicia.
 Derechos políticos: Esta es la ampliación de los derechos civiles al
derecho a voto sin limitación de clase (sufragio universal) y la posibilidad
ocupar cargos públicos. Se expresan institucionalmente en los parlamentos,
los gobiernos estaduales y locales, y los partidos políticos. Fue durante el
siglo XIX donde se instauró de manera generalizada la extensión de los
derechos políticos.
 Derechos sociales: Este conjunto de derechos incluye desde el derecho a
un mínimo de bienestar y seguridad económica, hasta el derecho a
compartir plenamente el patrimonio social y a vivir como un ser civilizado,
de acuerdo con los patrones vigentes en la sociedad. Las instituciones más
estrechamente vinculadas con este tipo de derechos son el sistema
educacional y los servicios sociales. El siglo XX fue el periodo por
excelencia de extensión de estos derechos. Entre estos, Marshall incluye
aquellos que tienen los trabajadores para ser protegidos de las
enfermedades y accidentes del trabajo, a tener una vivienda y una
jubilación, mutualidades de previsión, ayudas a vivienda, y políticas de
pleno empleo.
La “ciudadanía social” es una idea central de este modelo señalado por Marshall,
en el que “los derechos sociales en su forma moderna suponen la invasión del contrato

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por el estatus, la subordinación del precio de mercado a la justicia social, la sustitución


de la libre negociación por la declaración de derechos”.
De este modo, el concepto de ciudadanía redefine la relación Estado-sociedad y
además permite establecer vínculos individuales entre sectores sociales y el Estado. Se
exige el compromiso del sujeto de involucrase con la esfera pública y una serie de
obligaciones expresada por ejemplo en la participación en los procesos de movilización
impulsados por el Estado vinculados a la defensa nacional, en la tributación y el sufragio,
rasgos que caracterizan las democracias inspiradas en principios liberales, pero ahora
con intervención directa del Estado como facilitador de derechos ciudadanos.
Formación del Estado de Bienestar en Europa y Estados Unidos
En el Reino Unido el paso de un Estado liberal a uno de Bienestar sucede a
principios del siglo XX, con el desarrollo del Partido Laborista. Se crea un sistema de
pensiones para ancianos pobres seguida de un seguro de enfermedad y de paro de
carácter obligatoria para determinados obreros.
Alemania es uno de los primeros países europeos en que un régimen autoritario
se anticipa a las exigencias del movimiento obrero y adopta planes de seguridad social
obligatoria antes de 1900. En 1911 crea leyes: seguro contra enfermedad, seguro contra
accidentes de trabajo y contra invalidez y vejez
Suecia ha constituido el modelo de Estado y de sociedad de bienestar por
excelencia, pero su desarrollo ha sido reciente, ya que se inicia cuando llegan los
socialdemócratas al poder en 1932. Se sientan las bases para un compromiso estable
entre trabajo y capital, el pleno empleo ha funcionado como una especie de religión
estatal y se da un papel central a las políticas activas del mercado de trabajo. Las
prestaciones de la seguridad social se definen en los años cincuenta como universales y
obligatorias.
En Estados Unidos la introducción de políticas de seguridad social se producen
tras la crisis de 1929. Se apoya el establecimiento de una legislación social y Roosevelt
introduce su política del New Deal que se distingue en dos etapas.
En la primera se adoptan medidas de asistencia social a desempleados y la
intervención estatal en la economía para estimular la demanda. En la segunda etapa
(1935) se fomentan dos pilares: la ley de seguridad social (pensiones privadas de vejez

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y desempleo) y la ley de relaciones de trabajo que reconoce los derechos de sindicación


y negociación colectiva.
El aspecto más significativo que asume el Estado se relaciona con la función
“coordinadora” respecto del conjunto de la sociedad. Por medio de las políticas públicas
y la planificación económica, coordina las acciones de los agentes económicos, el
mercado laboral y los individuos para generar cohesión social.
Las herramientas características que utilizan estos nuevos Estados para entregar
garantías sociales mínimas, son la intervención en la economía con el objetivo de lograr
el pleno empleo y el desarrollo de las políticas de seguridad social.
La fase de consolidación del Estado de Bienestar transcurre después de la
Segunda Guerra Mundial, así, tras 1945 las naciones que se reconstruyen y los
vencedores son ya Estados reguladores e intervencionistas, sustentados en un pacto
social, el cual, en la mayoría de los casos, cuenta con un reflejo constitucional, más o
menos explícito. Entra en crisis la misma economía de equilibrio liberal y se abre la idea
de que la crisis sólo es superable mediante la intervención directa del Estado en la
economía.
El Consenso del Estado de Bienestar Keynesiano
Tras la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo se reconstruye de la mano de la
democracia en forma consensuada. En este periodo, se da una adhesión a la democracia
de la izquierda no comunista, encarnada por las tendencias socialdemócratas, las que se
articulan en partidos de masas. Los partidos socialdemócratas fueron quienes
inicialmente promueven la política social y la política de protección implementada por los
distintos Estados de Bienestar.
Los partidos socialistas van a influir en la acomodación del movimiento obrero a
los nuevos objetivos de la política gubernamental y el mismo sistema socioeconómico
genera mecanismos para encauzar luchas de clases del proletariado de forma
institucionalizada (corporativismo), legitimando el Estado social en un sistema económico
capitalista.
Así el Estado de Bienestar Keynesiano se presenta y se legitima como una
formulación de un nuevo contrato social. La revolución keynesiana, por fin, ha conducido
a la liquidación de la política del laissez faire y al nacimiento de una nueva política

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económica basada esencialmente en la intervención sistemática del Estado, al que se


asigna un papel económico central. A él concierne, en efecto, la tarea de ejercer una
función directiva sobre la propensión al consumo a través del instrumento fiscal, la
socialización de las inversiones y la política del pleno empleo.
De esta manera, se consigue la ecuación keynesiana: compaginar la justicia social
con la acumulación de capital. Donde sea compatible el crecimiento económico, el reparto
equitativo de los resultados de ese crecimiento, la acumulación de capital y la legitimación
del sistema.
Análisis de los Estados de Bienestar Periodo Postguerra
Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1950, el
Estado de Bienestar se convirtió en una realidad institucionalizada. La forma de
institucionalización viene marcada por las relaciones entre las fuerzas sociales en acción,
por las fuerzas políticas que lideran el proceso y por las normas institucionales puestas
en marcha antes y durante la guerra.
Esping-Andersen propone distinguir tres regímenes del Estado de Bienestar a
partir de las diferencias internacionales que encuentra en la calidad y condiciones de los
derechos sociales, en la estratificación social del bienestar y en la relación existente entre
el Estado, el mercado y la familia:
 Estado de Bienestar liberal: En este modelo predominan ayudas solo a
los más pobres, las transferencias o seguros sociales son focalizados; el
Estado estimula al mercado en el campo del bienestar. Los ejemplos son
Estados Unidos, Canadá, Australia y Gran Bretaña que gastaba menos en
la Seguridad Social que la gran mayoría de países europeos (Kohl, 1981).
Las reglas para estos derechos son estrictas y a menudo está asociadas a
un estigma (indigencia, grupos étnicos, cesantía, sectores vulnerables).
 Estado de Bienestar conservador/corporativista: En estos modelos de
bienestar predomina la conservación de las diferencias de status; por lo que
los derechos están vinculados a la clase social. Este modelo fue
implementado en países como Alemania, Austria, Francia o Italia. Este
corporativismo fue subsumido bajo una estructura estatal perfectamente

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preparada para desplazar al mercado como proveedor de bienestar social;


de ahí que los seguros particulares y los beneficios adicionales en el empleo
jugaran un papel marginal. Estos Estados están fuertemente involucrados
con la iglesia y por eso el interés por conservar la familia tradicional. La
seguridad social suele excluir a las mujeres que no trabajan y los subsidios
familiares estimulan la maternidad. Los centros de día y otros servicios de
ayuda familiar similares están claramente subdesarrollados; el principio de
la “subsidiaridad” sirve para destacar que el Estado intervendrá solamente
cuando se acabe la capacidad de la familia para atender a sus miembros.
 Estado de Bienestar socialdemócrata: En este Estado de Bienestar, el
principio de universalización y de desmercantilización de los derechos
sociales se han extendido también a las nuevas clases medias; la política
de emancipación se dirige tanto al mercado como a la familia tradicional. En
este régimen es necesario que se produzca una fusión entre bienestar
social y pleno empleo. Suecia y los demás países nórdicos serían los
ejemplos de regímenes socialdemócratas. Más que aceptar el dualismo
entre Estado y mercado y entre la clase obrera y las nuevas clases medias,
buscan un Estado de Bienestar que promoviera una igualdad en los
estándares más elevados, no una igualdad en las necesidades mínimas.
Problemas y Crisis del Estado de Bienestar
Si bien en el análisis de los Estados de Bienestar modernos que presenta Esping-
Andersen, se puede apreciar el efecto redistributivo de carácter igualador, que los
Estados de Bienestar generan en la estratificación social y el mercado de trabajo, su
viabilidad financiera, legitimidad social transversal y permanencia en el tiempo se verían
amenazadas.
El crecimiento económico sostenido y el pleno empleo que se había logrado en la
mayor parte de los países occidentales desde los años cincuenta, a partir de los años
setenta empiezan a disminuir de forma repentina. Con esto comienza un proceso de
desbaratamiento del modelo de desarrollo del Estado de Bienestar Keynesiano. Se
empieza a producir una crisis significativa que se manifiesta en distintas esferas:

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 El trabajo a tiempo indefinido es reemplazado por la flexibilidad laboral.


 Se modifican las relaciones contractuales en el empleo público.
 Traspaso de actividades públicas al sector privado.
 Los gastos del Estado tienden a incrementarse más rápidamente que los
medios para financiarlos.
Surgen múltiples críticas, principalmente de sectores de la nueva derecha
neoliberal, que proponen desmantelar las instituciones de protección social
implementadas por el Estado de Bienestar, disminuir el gasto público, bajar los impuestos
y retomar un camino hacia un desarrollo de la economía autorregulada.
El problema se agudiza aún más en los Estados de Bienestar de carácter
universalista, en los que nadie -ni siquiera los sectores más pudientes- es excluido. La
extensión de los derechos sociales de los ciudadanos a “derechos socioeconómicos”
para todos los sujetos que componen la sociedad y que materializan en la categoría
universal de “ciudadanía social” mantiene y reproduce la desigualdad pues las clases
medias se benefician del Estado de Bienestar, tanto o más que los menos aventajados.
El ataque de la derecha consiste en señalar que la crisis económica es
consecuencia de una mala gestión fiscal, de un exceso de recursos que concentra el
Estado y de ser un obstáculo para la libre economía. Según estos autores, la
competitividad en el mercado sería, el mejor, o el menos malo, de los posibles modos de
regulación.
Surge además otro diagnostico crítico desarrollado por la izquierda socialista.
Estos sectores plantean que la estructura institucional del Estado de Bienestar no permite
alterar la distribución del ingreso entre las clases sociales. La organización del trabajo y
los sistemas de seguridad social no eliminarían las causas que producen las situaciones
de inseguridad, sino que más bien se concentran en los resultados. Los Estados de
Bienestar lo que harían es encubrir por medio de la seguridad social las desigualdades
sociales, no terminando con ellas, sino legitimándolas en el sistema.
Para los sectores de izquierda más dura, el Estado de Bienestar ejercía un notorio
control político e ideológico legitimador del capitalismo y de la moral burguesa, que
promueve concepciones que generan efectos negativos en la lucha social y la conciencia

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de clase. La configuración de la “unidimensionalidad” del sujeto en las sociedades


modernas es un proceso que se desarrolla en todos los planos de la vida social.
La sociedad capitalista actual es capaz de asimilar cualquier forma de oposición
que surja al interior de sí misma, y por tanto no existe ningún movimiento individual ni
colectivo capaz de oponérsele o de socavar sus raíces socioeconómicas.
El Estado de Bienestar difunde una imagen falsa de dos esferas que se muestran
absolutamente disociadas. Por un lado la esfera económica y productiva dependiente de
la acción de los planificadores y técnicos y la esfera de la ciudadanía y del sistema
político. Por ende el concepto de seguridad social tiende simplemente a hacer hincapié
en los derechos sociales de ciudadanía y no en los derechos de los trabajadores de
participar en la gestión económica o la gestión productiva.
Vigencia y funcionamiento del Estado de Bienestar en la actualidad
El fenómeno de la globalización ha significado una redefinición de los roles y el
alcance de los Estados por lo que resulta pertinente preguntarse por los elementos
propios del Estado de Bienestar que persisten en la actualidad, y si es que es posible y
viable, dadas las actuales condiciones económicas internacionales, repensar nuevas
formas de Estados benefactores.
Desde inicios de los 80 hasta la actualidad, hubo un cambio en el consenso en
torno al rol del Estado en las políticas económicas en los países capitalistas, pasando de
un modelo keynesiano de Estado de bienestar hacia un capitalismo post industrial
estructurado por políticas neoliberales.
A partir de 1989, el modelo de desarrollo económico predominante y hegemónico
a nivel mundial es el neoliberalismo. El neoliberalismo fue asumido como una ideología
absolutamente opuesta a las antiguas concepciones keynesianas, o en el caso de
América Latina a las posturas desarrollistas. Este modelo económico conjuga elementos
como la innovación empresarial, inversión privada (nacional y extranjera) e incorporación
de tecnologías en los procesos productivos, dando forma a una matriz socio-económica
donde el Estado asume un rol de mero coordinador y facilitador entre los agentes
económicos y la sociedad, dejando al mercado como el principal agente de producción y
distribución de la riqueza, así como también se le asigna a los privados el papel de
principal proveedor de bienes y motor del mercado laboral.

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También se levantan posturas posmodernas, como la de Lipovetsky (2003) que


profetizaba que las sociedades de fines del siglo XX y comienzos del XXI entraban en
“La era del vacío” donde se enfatiza los comportamientos individualistas o narcisistas,
que determinan un esquema simplista de costo-beneficio, reemplazando la categoría de
“logro”, que entraña necesariamente perseverancia y dedicación, por la de “triunfo rápido”
y donde el Estado, como propuesta colectiva de desarrollo, tiene un papel residual y está
totalmente jibarizado por el mercado y el consumo irreflexivo.
Bajo este escenario resulta complejo pensar un retorno del Estado como principal
agente productivo y generador de bienes y servicios, que sustente políticas universalistas
y que garantice los derechos civiles sociales y políticos que proponía Marshall.
Se puede ver entonces que en el escenario actual si bien se han manifestado
algunos elementos que dan cuenta de que el Estado aún actúa como una de las más
importantes estructuras sociales y de las que goza de mayor confiabilidad, también
coexiste con una clara propensión de los Estados a debilitarse ante los cambios que han
traído aparejada la globalización y que muchas de las características que lo inscriben
dentro de la categoría de “de Bienestar” han sido desmanteladas con las privatizaciones,
externalización de servicios y subcontrataciones de empresas y servicios que antes
otorgaban los Estados y que ahora deben costear todos, o gran parte, de los ciudadanos.
Es importante que se reconozca en este tipo de Estados, más allá de su éxito o su
fracaso, una instancia que permitió mejorar la calidad de vida de muchas personas y
otorgar participación política a sectores excluidos, así como avanzar hacia una
modernización más igualitaria. Las nociones de derechos sociales, civiles y políticos, que
se instalaron en este período, no sólo forman parte de un itinerario de Estados
Benefactores, sino que son imprescindibles para el desarrollo y funcionamiento de todos
los sistemas que se consideran democrático.

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Texto: Pros y Contras del Estado de Bienestar. (PICO, Joseph – 1996)


Modelos sobre el Estado de Bienestar. De la ideología a la práctica
I
La base moral del Estado de Bienestar es la solidaridad. En la génesis de
esta palabra podríamos agrupar tres grandes bloques: el pensamiento y la práctica
del movimiento obrero y socialista, las experiencias y doctrinas de la tradición social-
católica por motivos de fe religiosa y algunas corrientes de pensamiento laico-
burgués por motivos de cohesión y organización de los sistemas sociales.
En el sentido en que nosotros conocemos desde la Revolución Francesa es
de valor primordial la solidaridad, donde hay primacía del interés general sobre los
particulares. Este se aplica a dos sistemas el de la nación y de las clases sociales.
A partir de aquí el Estado Liberal de derecho que poco a poco se intenta
instaurar se define como un estado protector de la propiedad y de los individuos
más desprotegidos .Así más adelante surge para paliar los efectos de la Revolución
Industrial el Estado de Bienestar. Por tanto el concepto de fraternidad es el
precursor del concepto de solidaridad para el pensamiento liberal y está vinculado
al concepto de Estado Liberal y al de Nación como sistema social.
Con la revolución el progreso iba de la mano de la formación y conflicto de
clases y a los imperativos de orden electoral y de integración social. Ahora el
concepto de Solidaridad es importante para unir a toda la clase obrera. A partir de
la mitad del siglo XIX la solidaridad inspirara en casi todo el espectro de la izquierda
política y social: el proyecto político de la sociedad, la norma legal y las instituciones
sociales. Así vemos que el estado de bienestar se genera en diversas corrientes
filosóficas morales e ideológica.
Ahora bien, si tomamos en consideración no las filosofías sino la realidad de
las políticas sociales desde el punto de vista del nacimiento, estructura y puesta en
marcha de lo que hoy entendemos por Estado de Bienestar, casi todos los estudios
coinciden en afirmar que los sistemas obligatorios de prestación social fueron
introducidos por primera vez en la Alemania de Bismarck (contra la enfermedad en
1883, y contra la vejez e invalidez de 1889). Estas medidas, esencialmente dirigidas
a proteger a los obreros del sector industrial, eran instrumentos de difusión del

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riesgo dentro de una categoría más o menos homogénea de trabajadores, y


significaban una forma de intervención pública claramente diferente de la asistencia.
Tomando como base la definición general del Estado de Bienestar como un
tipo específico de la sociedad – la capitalista – en la que el Estado interviene en el
proceso económico de producción, reproducción y distribución de bienes y servicios
para reasignar las oportunidades de vida entre los individuos y las clases sociales.
Siguiendo el arco progresivo del pensamiento social podemos agruparlos en la
siguiente manera:
 La ideología conservadora: concepción enfermiza de la sociedad y
una intrusión en el bienestar y las libertades del individuo a largo
plazos. Es antieconómico, porque socava el incentivo del capital a
invertir y del trabajador a trabajar; es anti productivo, porque multiplica
la burocracia.
 El pensamiento liberal-progresista: considera que el Estado de
Bienestar como producto de las necesidades generadas por el
desarrollo de los países industrializados. En buena lógica liberal al
mercado no le interesa acudir a cubrir determinados necesidades o
servicios sociales que no son rentables y allí acude el Estado. Se trata
de un bienestar limitado a determinados colectivos organizados, sobre
todo a la fuerza de trabajo cualificada y sindicalizada y no se aplicara
de manera uniforme ni universal.
 La social-democracia reformista: donde el Estado de Bienestar es
producto del éxito de la movilización política.
 La social-democracia radical: contempla también el Estado de
Bienestar como producto de la movilización social y política, pero
dentro de un proyecto más amplio que pretender alcanzar la
transformación gradual del capitalismo.
 La tradición marxista: donde el Estado de Bienestar es un
instrumento para el control social de la clase obrera que a largo plazo
solo actúa en intereses de la acumulación del capital.

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II
Los sistemas de protección social de los países occidentales se diferencian
según las prestaciones, los destinatarios, y las formas de administración pública. El
primer autor que los clasifica es Richard Titmuss:
 El modelos residual: el Estado se limita a las intervenciones temporales
y esporádicas en respuesta a las necesidades solo cuando el mercado
y la familia entran en crisis.
 El modelo remunerativo: es aquel donde los programas publicso de
bienestar desempeñan un papel importante como complementos del
sistema económico procurando niveles de protección que reflejan los
méritos y los rendimientos laborales.
 El modelo institucional (universal): es aquel donde los programas
públicos toman importancia central, son los puntos cardinales de la
sociedad y proveen prestaciones universales independientes del
mercado, sobre la base del principio de la necesidad.
En estos tres modelos se ven reflejadas la asistencia, la prestación y la
seguridad social. Son la evolución de los programas Beveridge de Inglaterra y las
prestaciones bismarckianas.
Aunque esta clasificación actualmente no es útil para los Estados de
Bienestar actuales, sirve para referenciar etapas de la producción. Tanto es así que
en base a los modelos titmussianos Esping Andersen propone su tipología de los
países. Para él es la desmercantilización, es decir la medida en que el
ciudadano/trabajador se sustrae en cada uno del os modelos a l dependencia del
mercado como mecanismo de regulación social.
Para Esping-Andersen el Estado de Bienestar no puede definirse por su
relación con el gasto público, porque todo gasto no se puede considerar por igual.
Las claves de su identidad están en la desmercadización, la estratificación social y
el empleo. Desde el punto de vista el Estado de Bienestar es en sí mismo un sistema
de estratificación y un mecanismo que interviene en la estructura de la desigualdad.
Veamos los tres modelos.

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 Estado de Bienestar Liberal: predomina la ayuda a los que se


comprueba que no tienen medios de vida, con ingresos bajos,
generalmente la clase obrera. Es la opción entre el trabajo o la ayuda
social, las reglas son estrictas asociadas a un estigma. A su vez el estado
estimula el mercado con los subsidios o bien potenciando los planes
privados la protección EJ: EE.UU, Canadá.
 Estado de Bienestar Conservador: tiene un legado histórico
corporalitas. La obsesión liberal por la eficacia del mercado no fue
imperante predomina la conservación de estatus diferencias, por tanto los
derechos son vinculados a las clases y la iglesia conforma un régimen
para la conservación de la familia tradicional. Francia Italia.
 Estado de Bienestar Socialdemócrata: principio de universalista y la
desmercantilización de los derechos sociales se han extendido en las
nuevas clases medias. Promovieron la igualdad de derechos, los
trabajadores manuales gozan de los mismos derechos que los
empleados y los funcionarios. Dinamarca; Suecia.
En su análisis Esping Andersen da mucha importancia a las clases medias
tanto que la consolidación del EB para el después de la segunda dependió de las
alianzas políticas de las nuevas clases medias.
Mauricio Férrea propone una nueva clasificación apoyándose en la
orientación de los flujos redistributivos como principio de la participación laboral o
de ciudadanía. Así distingue: dos grande grupos los ocupacionales y los sistemas
universales. Dentro de los que están los mixtos y puros.
 Los Estados de Bienestar Ocupacionales Puros: la red de
protección se extendió progresivamente a una cuota cada vez más
amplia de la población, pero la solidaridad social ha permanecido
fragmentada según categorías ocupacionales, originando así una
multitud de grupos de riesgo desiguales y distintos.
 Los Estados de Bienestar Ocupacionales Mixtos: están
caracterizados por una combinación de sistemas ocupacionales y

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universales. Pero en cada uno de los cuatro casos es relevante la


presencia de al menos un sistema de apertura nacional. Los sistemas
de pensiones y sanitario han tenido desde los orígenes un
planteamiento ocupacional.
 Los Estados de Bienestar Universales Mixtos: comenzaron con
sistemas aseguradores nacionales de medios comprobados que se
transformaron después de la Segunda Guerra Mundial en planes de
seguridad social de amplia cobertura y prestaciones homogéneas.
 Los Estados de Bienestar Universales Puros: los planes de
protección cubren a toda la población residente.
Pero este esfuerzo es posible que no sirva en la actualidad por los nuevos
cambios en las industrias. Offe, por ejemplo, lo cuestiona llamando esta etapa
emergente con la sociedad desorganizada y apunta algunas de las tendencias a
los efectos perversos como consecuencia de estos avances:
 La segmentación /fragmentación de la fuerza de trabajo.
 Se cuestiona la representación de los intereses colectivos y el interés
personal se agudiza.
 La confianza en el estado para redistribuir.
 Las clases medias no encuentran compensación entre lo que aportan
t lo que reciben.
Desde otra perspectiva Esping Andersen corrige su análisis nos advierte el
debate de la crisis del Estado de Bienestar, causas que residen no tanto en la fuerte
presión demográfica o recesión económica, sino en la economía postindustrial.
Entiende por economía postindustrial a aquella donde la capacidad de generar
empleo depende de servicios y la que se pide una mayor flexibilidad para entrar al
mercado laboral.
Los otros Estados de Bienestar se han centrado en la protección de la vejez
y la niñez. La diferencia entre el crecimiento de la productividad y los salarios no
parece que los principios tradicionales del EB- igualdad solidaridad y garantías
universales de bienestar- sean compatibles con la economía postindustrial.

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Nos encontramos en una etapa de crecimiento sin empleo, deducción de la


jornada laboral, flexibilidad y precariedad en el trabajo. Así reducen las posibilidades
de bienestar con lo cual el E tiene que completar más el déficit en las necesidades
de los ciudadanos. Así crece la dependencia con la economía de servicios y
privados por lo que impiden el desarrollo del Estado de Bienestar y con dudas sobre
su posibilidad de surgir en un futuro.

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