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Fe Publica Registral Analisis Doctrinari
Fe Publica Registral Analisis Doctrinari
FE PÚBLICA
REGISTRAL
ANÁLISIS DOCTRINARIO
Y JURISPRUDENCIAL
Este libro ha sido elaborado sobre la base de la tesis con la que en el año 2012 me
titulé como abogado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y que mereció
la calificación de sobresaliente con mención de publicación. Sin embargo, en honor
a la verdad, para mí se trataba de un trabajo impublicable, y el paso de los años solo
ha terminado por confirmar esa premonitoria impresión.
Por un lado, en lo que se refiere al aspecto formal, el estilo con el que fue escrita
la tesis buscaba hacer notar cuanto se había investigado (a través de interminables
notas al pie) antes que en transmitir una idea consolidada y entendible para el lector.
Y por el otro, ya en lo que se refiere a temas de fondo, el análisis sustancial desarro-
llado en dicha tesis requería la maduración que solo el tiempo, la lectura reflexiva y
la confrontación de ideas con diversas realidades, otorgan.
Podría decir por ello que el proceso de escribir este libro representó, en los hechos,
una reescritura de aquella tesis en los dos aspectos ya mencionados: el libro busca, a
través de un estilo (que pretende ser) claro y sin el abuso de las citas, transmitir ideas
sustentadas antes que lucir erudición; asimismo, el contenido (mi posición y puntos
de vista sobre los distintos tópicos conflictivos) se apoya no solo en la doctrina, sino
también en principios y en lógicas que escapan de un mero análisis formal.
En tal sentido, el libro que usted, amable lector, tiene en sus manos, bien podría
ser visto desde dos perspectivas: como un inicio y como un final: como el inicio de lo
que sería mi carrera como abogado (fue la sustentación de la tesis la que me permitió
obtener el grado) y como el final de una obra inconclusa: la segunda parte del libro
que en su momento publicara (en el año 2017) bajo el título de Fraude inmobiliario.
Mientras que en Fraude inmobiliario confronté a la fe pública registral con el
problema de la falsificación documentaria y las suplantaciones de identidad, en este
libro hago que dicho principio dialogue con otras situaciones igual de complejas, como
lo son la anulación de los contratos y sus efectos retroactivos, la prescripción adqui-
sitiva contra Registro, los contratos simulados y la generación de confianza para los
terceros, la venta de bienes sociales sin la participación de ambos cónyuges en favor
de un tercero de buena fe, entre otros.
Sin embargo, nada de esto habría sido posible (la tesis, primero, y este libro,
ahora) sin la mediación de la educación pública, concretizada (en mi caso) en el claus-
tro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es la universidad pública la
que me ha permitido materializar el sueño (aunque en nuestro país, muchas veces
se convierte en pesadilla) de la educación superior. San Marcos no solo me permitió
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
aspirar a una educación superior que, por aquel entonces (2003), me resultaba inal-
canzable en cualquier escuela privada, sino que además me dio la oportunidad de
integrar una élite (ese es el término): la de las personas que pasaron por la universi-
dad más antigua de América, de la que tantos personajes ilustres han ido emergiendo
a lo largo de la historia.
Por todo lo señalado, me atrevería a decir que este libro le debe más a la Uni-
versidad Nacional Mayor de San Marcos, que al mismo autor. A ella, entonces, mi
agradecimiento por siempre.
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INTRODUCCIÓN
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Y sobre esto último surgen algunas preguntas casi de modo espontáneo: ¿Cómo
es posible que el sistema nos convierta en titulares de un derecho que nos fue trans-
ferido por quien no lo tenía dentro de su patrimonio? ¿Cómo es posible que si “A” no
era el propietario de la casa “X”, termine haciendo que otro se convierta en propie-
tario de esa misma casa? ¿Cómo es posible que “A”, siendo realmente el propietario
pero habiéndola otorgado en usufructo (no inscrito) a favor de “B”, pueda ahora trans-
ferir la propiedad de esa misma casa como si sobre ella no existiese ningún derecho
real menor, carga o gravamen? Esto, que parece atentar contra toda lógica, no es sino
obra y gracia de dos principios registrales: el de fe pública registral (2014 del Código
Civil -CC) y el de oponibilidad de lo inscrito sobre lo no inscrito (2022 CC), o, si se
lo quiere ver de otro modo, de inoponibilidad de lo no inscrito frente a aquello que
sí accedió al Registro.
Lo cierto es que estos principios, cuya aplicación aparenta romper con toda lógica
y coherencia, en realidad responden a una razón no deleznable, cumplen una finalidad,
están sustentados en bases sólidas y tienen una historia que los respalda (en el caso
de la fe pública registral, me ocuparé de cada una de estas cuestiones en el CAPÍ-
TULO I del libro), y es precisamente por ello que ambos principios (en tanto sean
bien entendidos y aplicados) terminan logrando el efecto opuesto al que uno (como
consecuencia de un análisis apresurado y ligero) podría imaginar: antes que romper
con la lógica, estos principios le otorgan sentido y coherencia al sistema; antes que
desordenar el mundo de las mutaciones jurídicas, estos principios le dan un orden, lo
sustentan y refuerzan; antes que generar incentivos perversos y desconfianza, estos
principios afianzan la fe en la contratación, incentivan los intercambios y alinean los
intereses de los sujetos involucrados en las operaciones económicas (principalmente
en aquellas que tienen como objetos activos inmobiliarios).
Ahora bien, estos principios, por más que cumplan a nivel macro funciones simi-
lares, se aplican de manera excluyente: la aplicación de la oponibilidad (2022 CC)
presupone la existencia de dos titulares (B y C) que invocan derechos incompatibles
(propiedad, por ejemplo) sobre el mismo bien, al haberlo adquirido de la misma per-
sona (A) que figuraba inscrita como titular en el Registro. Las adquisiciones que se
enfrentan (B vs C) corren en simultáneo, y lo que el 2022 CC hace es establecer (con
base en la fecha de acceso al Registro) cuál de ellas prevalecerá.
Por el contrario, la fe pública registral (2014 CC) presupone una cadena suce-
siva de transferencias: A vende el bien a B y luego este se lo vende a C. Las 2 trans-
ferencias (A-B y B-C) se inscriben en el Registro. El derecho de uno (C) deriva de
su antecedente (B), y los vicios que afecten al título de este último (contrato A-B) no
perjudican al segundo contrato (B-C).
A diferencia del principio de oponibilidad, en el principio de fe pública registral
no existen transferencias en simultáneo que compitan, sino que el conflicto se da
entre quien actuó como transferente (A) en el primer contrato (A-B) y el que figura
como adquirente (C) en el segundo (B-C). El primer transferente (A) pretenderá
hacer valer (oponer) el decaimiento del primer contrato (A-B) en contra del tercero
(C), argumentando que quien le transfirió el derecho (B) no estaba legitimado para
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Introducción
hacerlo, en tanto no era realmente el titular. Frente a ello, el tercero (C) argumentará
que dicho decaimiento del título que lo precede (contrato A-B) no puede afectarlo, en
tanto actuó con buena fe, desconociendo (para el momento en que adquirió e inscri-
bió su derecho en el Registro) las razones que llevaron a que dicho primer contrato
(y por ende el derecho de B) quedara sin efecto.
Debido a las importantes implicancias teóricas y consecuencias prácticas que se
derivan de saber diferenciar adecuadamente tales principios, he destinado el CAPÍ-
TULO II para tal fin, analizando, además, algunos casos resueltos por nuestra judi-
catura, que dejan en evidencia una falta de rigurosidad al momento de su aplicación.
Sin perjuicio de las diferencias que separan a la oponibilidad de la fe pública
registral, ambos principios tienen un tronco común: son consecuencia de la tutela de
la confianza depositada en el Registro. En efecto, el sistema jurídico peruano está
diseñado para que exista una relación directamente proporcional entre la confianza
que el adquirente deposita en el Registro y la seguridad en la contratación. A mayor
confianza en el Registro mayor es la seguridad que el sistema le otorga a nuestra
adquisición. Si “A” figura en la partida como propietario y nosotros, fiándonos de esa
información, lo compramos e inscribimos a nuestro favor, no resultaremos perjudica-
dos si mañana aparece alguien cuestionando el título por el que “A”, en su momento,
adquirió la propiedad: la confianza que depositamos en el Registro nos garantiza que
nuestra adquisición se vuelva inatacable (principio de fe pública registral). Lo mismo
sucederá si es que aparece otra persona diciendo haber adquirido sobre ese mismo
bien, con anterioridad, un derecho incompatible con el nuestro: dicha titularidad no
nos podrá ser opuesta al no haber accedido a tiempo al mecanismo de publicidad
registral (principio de inoponibilidad).
Esta confianza de quien adquiere sobre la base de la información registral debe
ir de la mano con un estado subjetivo de creencia: confianza implica “creer”. Así,
quien “confía” en la información inscrita “cree” en la veracidad de la misma. En esto
radica la protección que el sistema le otorga a quien confía en el Registro: se le pro-
tege porque creyó en la veracidad de lo publicitado.
El sistema jurídico, entonces, no protege las adquisiciones por el solo hecho de
que se inscriban; el sistema no concibe al tráfico inmobiliario como una carrera donde
para ganar basta con llegar primero al Registro. La inscripción no es protegida per
se por el sistema, como si tratase de un valor absoluto. Entre dos compradores del
mismo bien no se protege al que primero inscribió su derecho por el hecho de haber
llegado primero al Registro. La protección del sistema no radica en la inscripción en
sí, sino más bien en el estado subjetivo con que aquella se hizo: con CONFIANZA,
en la CREENCIA de que lo inscrito se condice con la –no contradice la– realidad.
Sin embargo, si ponemos la atención solamente en el sujeto que confía, podemos
terminar descuidando a la otra parte del problema: al verdadero titular que no llegó a
publicitar su adquisición o que fue desplazado del registro contra su voluntad. Es el
típico caso en el que A, siendo el propietario registral de un inmueble, queda fuera del
Registro debido a una falsificación documentaria o a una suplantación de identidad,
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
la cual genera que B (quien perpetró el acto fraudulento) pase a figurar como el nuevo
propietario. Consumado el delito, B no pierde tiempo y transfiere el bien a favor de un
tercero (C), quien ante el reclamo de A exigiendo la restitución del dominio, invoca
su condición de adquirente de buena fe por haber confiado en lo inscrito.
Uno de los mayores desafíos (sino en el mayor) que enfrenta la fe pública registral
es, justamente, la justificación de su aplicación en aquellos casos en los que, en el ori-
gen de la cadena de transferencias, encontramos un acto fraudulento. Se hace menes-
ter, por ello, encontrar un equilibrio entre la necesaria protección del titular original
(A) frente a un acto ilegal cometido en su perjuicio y la necesidad de tutelar la con-
fianza depositada por el tercero (C).
La trascendencia del tema se pone de manifiesto no solo en el hecho de que le
haya dedicado un capítulo completo en el libro (CAPITULO IIII), sino también en
que el propio Tribunal Constitucional haya emitido una sentencia en que reconoce
la constitucionalidad del 2014 CC, aun cuando su aplicación implique sacrificar el
derecho de propiedad de quien fue víctima de un fraude inmobiliario (es decir, de
una suplantación de identidad o de un acto de transferencia contenido en un docu-
mento falsificado).
En efecto, cuando el libro se encontraba en su última etapa de elaboración, el Tri-
bunal Constitucional emitió la sentencia del denominado “caso del tercero de buena
fe”, Expediente N° 00018-2015-PI/TC, con ocasión de la demanda que buscaba (entre
otras cosas) se declare la inconstitucionalidad del sentido interpretativo según el cual
el vocablo “anule” (contenido en el 2014 CC) comprende también las causas de nuli-
dad por falsedad documentaria y/o suplantación de identidad; en otras palabras, lo
que los demandantes buscaban era que el Tribunal considere “inconstitucionalidad”
aquella interpretación del 2014 CC, según la cual el tercero registral de buena fe debe
prevalecer por sobre el propietario víctima del fraude.
El Tribunal falló en mayoría (cuatro contra dos), declarando infundada la demanda,
reconociendo así que la Constitución admite que el 2014 CC proteja al tercero de buena
fe aun cuando se acredite que en algún punto o eslabón de la cadena de transferencias
se produjo un acto fraudulento.
El análisis completo de la sentencia, los distintos fundamentos en los que el Tri-
bunal sustentó su decisión, los lineamientos y criterios fijados para una adecuada
interpretación y aplicación del principio de fe pública registral, así como las conse-
cuencias que se derivarán de ello para la futura solución de casos en los que se deba
aplicar el 2014 CC, el lector podrá encontrarlos en el CAPÍTULO VIII.
Pero el fraude inmobiliario no es el único escollo con el que se encuentra la fe
pública registral. Un segundo problema lo encontramos cuando en el origen de la cadena
de transferencia (que termina con la adquisición en favor de C) encontramos un acto
anulable, el cual –como consecuencia de la sentencia anulatoria– se hace nulo “desde
su origen”, es decir, de manera retroactiva (tal como lo establece el artículo 222 CC).
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Introducción
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
terceros que, de buena fe, adquieren derechos tomando como base, antecedente, pre-
supuesto o referencia, tales contratos simulados. La estrecha relación con el principio
de fe pública registral se pone de manifiesto no solo porque estamos ante una nulidad
(por simulación) que pretenderá ser opuesta por el transferente simulado contra el ter-
cero adquirente, sino porque, además, existe una norma propia de la simulación (el
artículo 194 CC) que, de forma paralela a lo que pudiese decir la fe pública registral,
le otorga tutela a dicho tercero adquirente.
Pondré un ejemplo para contextualizar la problemática y, a partir de ello, que se
entienda las preguntas que buscaré responder en el CAPÍTULO V.
A es propietario de un inmueble y además deudor de un banco. Dada la difícil
situación que atraviesa, A sabe que no podrá honrar la deuda y que probablemente
el banco inicie las acciones legales para embargarle el bien y con el producto de su
remate satisfacer su crédito. Es por ello que A contacta a un buen amigo (B) y le
sugiere simular una compraventa, para que de este modo el inmueble pase a estar a
su nombre y así el banco pierda la oportunidad de embargarlo.
Entonces se celebra (e inscribe) el contrato de compraventa A-B pero, en simul-
táneo, las partes firman un contradocumento, en el que declaran ser conscientes que
la compraventa es simulada y que, por ende, A sigue siendo, para todos los efectos,
el único propietario del bien (dicho contradocumento contiene lo que se conoce como
el “acuerdo simulatorio”).
Al poco tiempo, y traicionando la confianza de A, B se hace pasar como el ver-
dadero dueño del bien (mostrando para ello los documentos que lo reconocen como
propietario y ocultando el contradocumento) y suscribe (e inscribe) un contrato de
compraventa a favor de C, quien celebró el contrato bajo la creencia que quien se lo
vendía era realmente el dueño. Inmediatamente luego de celebrada la transferencia,
C inicia las acciones legales para tomar el control de la casa, la cual se encuentra
(todavía) en posesión de A. Este se entera de lo sucedido y cuestiona la venta B-C
invocando que B nunca fue el propietario, pues el contrato A-B había sido celebrado
de manera simulada, y como prueba de ello tiene el contradocumento, en el que las
partes (A y B) reconocían la simulación.
Como se podrá apreciar, esta situación genera un conflicto en el que ambas par-
tes (A y C) tendrán argumentos a su favor: por un lado, es cierto que B nunca llegó
a convertirse en propietario pues el contrato suscrito con A fue simulado, y por ende
si B nunca llegó a adquirir el dominio no podría transferírselo a un tercero; pero, por
el otro lado, C también tiene un punto a su favor, ya que él no tuvo forma de conocer
la existencia del contradocumento, pues todas las pruebas generaban la apariencia de
que B realmente era el dueño.
¿Qué se debe tutelar? ¿La propiedad de A o la confianza de C? ¿Y si C quiere ser
tutelado, debe cumplir con todos los requisitos del 2014 CC (que son seis) o le bastará
cumplir con los del 194 CC (que, para extenderle protección al tercero, le exige úni-
camente el cumplimiento de dos requisitos: onerosidad y buena fe)? ¿Qué vinculación
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Introducción
existe entre ambas normas (194 CC y 2014 CC) que, aun cuando se distinguen por el
número de requisitos que exigen, tienen como finalidad proteger al tercero de buena
fe? ¿Regulan el mismo supuesto de hecho o están diseñadas para cumplir fines dis-
tintos? De estas interrogantes me encargaré en el CAPÍTULO V.
Un cuarto nivel de análisis que hace falta llevar a cabo dentro del tópico de la fe
pública registral está referido al rol que tal principio cumple (o debe cumplir) en las
controversias ventiladas con ocasión del Séptimo y Octavo Pleno Casatorio Civil (el
primero con sentencia firme y el segundo –desde hace ya varios años– a la espera
de una). Y aquí el rol de la fe pública registral –tal como podrá apreciar el lector a lo
largo del CAPÍTULO VI– también se pone de manifiesto de forma diversa. En el
caso de la controversia resuelta en el VII Pleno, la invocación del principio resulta
impertinente (pese a la costumbre de nuestros tribunales de citar el 2014 CC como
sustento para la solución de los casos); por el contrario, tratándose de la controver-
sia que se discute en el VIII Pleno, tener en cuenta a la fe pública registral es deter-
minante a efectos de que el remedio que pueda invocar el cónyuge que no participó
en el acto de disposición o gravamen del bien conyugal, no afecte o desconozca las
adquisiciones de los terceros realizadas con buena fe y a título oneroso.
Finalmente, un quinto problema asociado con la fe pública registral es el de la
denominada prescripción contra tabulas, contra registro o contra adquirente inscrito.
Imaginemos que A adquirió en su momento un inmueble y lo inscribió a su favor
en el Registro. Aprovechando la ausencia de A en el predio, un bien día B lo invadió, y
a partir de ello comenzó a desarrollar actos posesorios sobre el bien, cumpliendo con
todos y cada uno de los requisitos del 950 CC: posesión pública, pacífica, continua y
como propietario. Estos actos materiales desarrollados por B se prolongaron durante
más de 10 años (periodo durante el cual A, el titular registral, no realizó ningún acto
interruptivo ni natural ni jurídico), con lo cual B (en aplicación del 952 CC) quedó
convertido automáticamente en el nuevo propietario. Sin embargo, B no dio inicio a
ningún proceso judicial a efectos de que se reconociera su condición de nuevo pro-
pietario, permitiendo con ello que A se mantuviese en el Registro como propietario.
Aprovechándose de esa apariencia que la inscripción le otorgaba, A ofreció (ya sin
ser el dueño) el bien a C, quien luego de haber estudiado la información registral,
adquirió el bien y lo inscribió a su nombre.
Como es obvio, en este caso ha surgido una controversia entre B (prescribiente)
y C (tercero registral), la misma que deberá ser resuelta independientemente de quien
dé el “primer paso” y decida plantear su respectiva demanda.
Es así como B y C terminarán enfrentados en un conflicto en el que ambas, apa-
rentemente, tendrían argumentos a su favor.
Por un lado, C invocará su condición de adquirente de buena fe por haber con-
tratado confiando en la información registral (en esta línea, se suele decir que C es
un tercero adquirente tutelado por el 2014 CC), increpándole a B el hecho de nunca
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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CAPÍTULO I
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
CONCEPTO, FUNCIÓN Y REQUISITOS
CAPÍTULO I
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
CONCEPTO, FUNCIÓN Y REQUISITOS
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
2. LA PUBLICIDAD REGISTRAL
La “publicidad”, como concepto previo, viene a ser el conjunto de medios que
se emplean para exteriorizar, divulgar y extender el conocimiento o noticia de deter-
minadas situaciones o acontecimientos con el fin de hacerlo llegar a todos, de modo
que tales situaciones o acontecimientos adquieran la calidad o estado de públicas,
notorias, manifiestas y patentes. De este modo, la publicidad se opone a la clandes-
tinidad, pues mientras aquella presupone divulgación y conocimiento, esta implica
ocultación, desconocimiento, oscuridad.
El objeto de la publicidad –es decir, aquello que es materia de publicación– puede
ser, en principio, cualquier clase de acontecimiento, y su divulgación busca princi-
palmente producir un conocimiento efectivo entre las personas hacia quienes va diri-
gida. Por su parte, a la publicidad en sentido jurídico –y dentro de esta a la publicidad
registral– le corresponde un concepto mucho más estricto y delimitado.
En la doctrina se manejan tres formas distintas de entender la publicidad registral:
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(2) Esta es la posición de CORRADO, Renato. La pubblicitá nel Diritto Privato. Turín, 1947, pp. 44 y ss.
(3) NÚÑEZ LAGOS, Rafael. “El Registro de la Propiedad español”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario.
N° 250, marzo, 1949, p. 162.
(4) CORRAL GIJÓN. José María. La publicidad registral de las situaciones jurídicas urbanísticas. Colegio de
Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España. Madrid, 1996, p. 16.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
forma no origina por sí sola cognoscibilidad registral, mientras que esto último es lo
característico de la publicidad”(5).
La exteriorización en que consiste la publicidad registral tiene –entre otros– los
siguientes caracteres, que la diferencian de otras figuras afines(6):
(i) Es una exteriorización continuada, no intermitente ni esporádica, en cuanto
que la publicidad resultante de los asientos registrales (y que incluye también
a los títulos archivados) permanece y se manifiesta en ellos hasta la cance-
lación de los mismos. Esta continuidad diferencia a la publicidad registral
de la notificación pública, que normalmente sirve para dar a conocer hechos
solo durante un plazo limitado.
(ii) La exteriorización de la publicidad registral es organizada, toda vez que el
Registro de la Propiedad es una institución perfectamente regulada, bajo
la responsabilidad de un especialista encargado de certificar e informar el
contenido de los asientos. Y en ello se distingue de la publicidad de hecho,
cuyo prototipo es la posesión, la cual no siempre resulta perfectamente deter-
minada en cuanto a su contenido, duración y efectos (así, la posesión puede
cambiar de mano en mano en cuestión de segundos).
(iii) La publicidad registral está referida a situaciones jurídicas reales, aunque se
admite también de forma excepcional la inscripción de otro tipo de situacio-
nes jurídicas, como las que se desprenden de un contrato de arrendamiento
o un contrato de opción(7). El prototipo de estas situaciones vendría a ser la
propiedad, y delimitando su contenido pueden existir otros derechos “in re
aliena” así como limitaciones civiles o administrativas. Este carácter dife-
rencia a la publicidad registral de otras figuras registrales con finalidades
distintas, como el Registro Civil, que atiende a los estados de la persona, o el
Mercantil, que mira los actos comerciales de los individuos o las sociedades.
(iv) La publicidad registral origina una cognoscibilidad o posibilidad de cono-
cimiento. En efecto, no se puede pretender que el contenido del Registro
sea efectivamente conocido por todos ni se pueden leer todos los asientos
ni se podrían recordar a la vez; sin embargo, lo que sí busca la publicidad
registral es la “posibilidad” de tal conocimiento, haciendo factible la obten-
ción de una noticia completa respecto de aquellos actos que los particulares
tengan interés en conocer(8).
(5) Ídem.
(6) Ibídem, pp. 17-18.
(7) El artículo 2019 CC contiene un listado de los actos y derechos inscribibles en el Registro de Propiedad.
(8) Conjuntamente con estas características, en la publicidad registral encontramos el fenómeno conocido como
hetero publicación, el cual consiste en la “publicación por parte de un sujeto extraño a la verificación del
evento publicado; más exactamente, consiste en una publicación de acontecimientos que interesan a situa-
ciones de derecho privado, realizada por la Administración”: LACRUZ BERDEJO, José Luis y SANCHO
REBULLIDA, Francisco de Asís. “Derecho Inmobiliario Registral”. En: Elementos de Derecho Civil. Tomo
III. Editorial Bosch, Barcelona, 1984, p.13. Este “sujeto extraño” es el Estado, a través de la Administración
Pública y, concretamente, de un órgano operativo generalmente creado y organizado para tal fin. En nuestro
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
caso, así como en la mayoría de países, este órgano operativo se encuentra conformado por los Registros
Jurídicos o Públicos (Registro de Propiedad Inmueble, Registro de Personas Jurídicas, Registro de Mandatos
y Poderes, etc.).
(9) CARRETERO GARCÍA, Tirso. “Los principios hipotecarios y el Derecho Comparado”. En: Revista Crítica
de Derecho Inmobiliario. Nº 500, Enero-Febrero, 1974, p. 35.
(10) Esta cognoscibilidad general “sustituye al conocimiento efectivo y las consecuencias jurídicas se producen
independientemente de que se dé o no ese conocimiento de hecho. Se garantiza y asegura el tráfico con
preferencia al derecho subjetivo”: MANZANO SOLANO, Antonio. Derecho Registral Inmobiliario. Tomo
I. Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, Madrid, 1994, p. 30.
(11) DELGADO SCHEELJE, Álvaro. “La publicidad jurídica registral en Perú: eficacia material y principios
regístrales”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario. N° 650, 1999, pp. 111-128.
(12) GARCÍA GARCÍA, José Manuel. “La función registral y la seguridad del tráfico inmobiliario”. En: Revista
Crítica de Derecho Inmobiliario. Número Conmemorativo por el 50º aniversario de la reforma hipotecaria
de 1944. Madrid, 1995, p. 91. En sede nacional, sobre la seguridad jurídica dinámica y su relación con el
sistema de transferencia de la propiedad inmobiliaria se puede ver el interesante intercambio de ideas entre:
FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La obligación de enajenar y el sistema de transferencia de la propiedad inmueble
en el Perú”. En: Themis. Nº 30. Lima, 1994, p. 155; y BULLARD GONZALES, Alfredo. “Los sistemas de
transferencia de propiedad”. En: Derecho y Economía. El análisis económico de las instituciones Legales.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Palestra, Lima, 2003, pp. 149-150. Cabe señalar que fue el jurista alemán Víctor EHREMBERG quien en el
año 1903 planteó la distinción entre seguridad jurídica estática y dinámica.
(13) PAU PEDRÓN, Antonio. Curso de práctica registral. Pontificia Universidad Católica de Comillas, Madrid,
1995, p. 17.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(14) RODRÍGUEZ ROSADO, Bruno. “Protección de los terceros adquirentes y de los acreedores en los diversos
sistemas transmisivos: un intento de valoración”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N° 733,
setiembre, 2012, p. 2646.
(15) La abstracción se desarrolló a raíz de las explicaciones de Savigny de las fuentes romanas, las cuales partían
de un sistema traditorio. Precisamente, la tesis de Savigny consistió en configurar la traditio romana como
un negocio jurídico dotado de un elemento volitivo independiente del negocio obligacional, con lo cual
dicha tradición (que contenía la “voluntad transmisiva”) fue ganando poco a poco autonomía, para terminar
finalmente independizándose.
(16) Sin embargo, la realidad es que ningún ordenamiento ha adoptado un sistema abstracto y consensual; un sistema
de este tipo, aun cuando posible en sí, entrañaría una estructura un tanto peculiar, sumamente conceptual y
a la vez desprendida de todo rasgo externo.
(17) RODRÍGUEZ ROSADO, Bruno. Ob. cit., p. 2648. Sobre la clásica tríada de sistemas transmisivos, con
referencias puntuales a sus legislaciones: DE PABLO CONTRERAS, “La propiedad y la transmisión de los
derechos reales”. En: Derecho Privado Europeo, CAMARA LAPUENTE (cord.), Madrid, 2003, pp. 951 y ss.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(18) La clasificación que a continuación se expone ha sido tomada de: GETE-ALONSO, María del Carmen, “El
Derecho Subjetivo (Dinámica)”. En: Manual de Derecho Civil. Tomo I. 2ª edición. Marcial Pons, Madrid,
pp. 431-434.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
al Registro] cuenta entre los elementos fundamentales que constituyen la causa inme-
diata de la mutación jurídica. La [inscripción] declarativa, en cambio, se da cuando
el acto [se refiere al acceso al Registro] es un elemento accesorio que solo sirve para
eliminar un obstáculo que impida la efectividad plena de los elementos principales”(19).
El otro tipo de publicidad es la “no necesaria”, que se divide a su vez en publici-
dad noticia y publicidad reforzativa. “La publicidad noticia es aquella que no incide
sobre la vicisitud del negocio jurídico; se agota en sí misma, señalando hechos que
por sí mismos son jurídicamente irrelevantes. La publicidad que refuerza es aquella
que no es necesaria ni como elemento fundamental ni como elemento accesorio, por-
que causada una vicisitud del negocio y siendo conocidos los hechos para originarla,
la publicidad se hace oportuna al reconocer una presunción de existencia y conoci-
miento del hecho, de tal forma que facilita su prueba para hacerlo valer en caso de
confrontación de los interesados”(20).
En nuestro país la publicidad registral es del tipo necesaria - facultativa, en tanto
si bien las mutaciones jurídico reales se producen fuera del Registro (salvo conta-
das excepciones, como sucede con la constitución del derecho real de hipoteca, cuya
inscripción determina su nacimiento), y adquieren producto de ello plena oponibili-
dad y vinculación frente a los terceros(21), ello no desmerece ni desvirtúa las ventajas
que genera el que dicha mutación acceda al Registro, en tanto: (i) elimina cualquier
posibilidad de confrontación desventajosa con quien también adquiera un derecho
incompatible sobre el mismo bien; (ii) levanta un velo de protección frente a las res-
tricciones, cargas, gravámenes y en general todo tipo de afectación constituida pre-
viamente sobre el bien, haciéndolas inoponibles; y (iii) subsana los vicios que pudiera
traer consigo el acto de adquisición de su propio transferente.
Se trata –tal como se ha dicho en alusión al sistema español pero que resulta ple-
namente aplicable al nuestro dada la similitud entre ambos– de una “inscripción volun-
taria pero estimulada o recomendada por el cúmulo de sus provechosos efectos”(22),
en la medida en que el Registro le otorga a las adquisiciones invulnerabilidad frente a
aquellos que pretendan afectarlas con situaciones que jamás estuvieron debidamente
publicitadas. Pero la inscripción permite ir incluso más allá de esta simple oponibili-
dad del acto inscrito frente a aquello que no lo está (o, visto desde otro punto de vista,
inoponibilidad de lo no inscrito frente a lo que sí accede al Registro), en tato existe
una presunción inicial de existencia y exactitud de la situación registral por virtud
del llamado principio de legitimación(23), y además se da una protección más efectiva
(19) CORRAL GIJÓN, José María. La publicidad registral de las situaciones jurídicas urbanísticas. Ob. cit.,
pp. 21-22.
(20) Ídem.
(21) Salvo que se trate de un tercero calificado, es decir, titular de un derecho real que sí hubiese logrado acceder
al Registro.
(22) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “La inscripción en el Registro de la Propiedad (su contenido causal, su
carácter voluntario y su función publicadora de la realidad jurídico-inmobiliaria o generadora de su apariencia
jurídica”). En: Anuario de Derecho Civil. Volumen 54, Nº 1, 2001, pp. 230-231.
(23) Artículo 2013 CC.- “El contenido del asiento registral se presume cierto y produce todos sus efectos, mientras
no se rectifique por las instancias registrales o se declare su invalidez por el órgano judicial o arbitral mediante
resolución o laudo firme.
28
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
del adquirente a título oneroso y de buena fe, que se refleja en la figura del llamado
tercero registral protegido por el principio de fe pública registral.
Es decir, el Registro peruano es uno de tipo facultativo pero que invita a la ins-
cripción, debido a los incontables beneficios que ella genera para la adquisición.
El asiento registral debe ser cancelado en sede administrativa cuando se acredite la suplantación de identidad
o falsedad documentaria y los supuestos así establecidos con arreglo a las disposiciones vigentes.
La inscripción no convalida los actos que sean nulos o anulables con arreglo a las disposiciones vigentes”.
(24) Artículo 197 CC.- “La declaración de ineficacia del acto [producto de la acción pauliana] no perjudica los
derechos adquiridos a título oneroso por los terceros subadquirentes de buena fe”.
(25) Artículo 197 CC.- “La simulación no puede ser opuesta por las partes ni por los terceros perjudicados a quien
de buena fe y a título oneroso haya adquirido derechos del titular aparente”.
29
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
inscribir el bien a su nombre, sino también por no haber tomado posesión del mismo.
“Esa primera venta no publicitada de ninguna forma no me puede afectar”, usted sen-
tenciará. Es correcto: el sentido común lo asiste, pues esta solución está recogida en
el artículo 2022 CC(26).
Usted compra un valioso cuadro de quien lo tiene colgado en la pared de su casa.
A los dos meses es notificado con una demanda de reivindicación, en la cual un tal
Juan Pérez le exige la restitución del bien alegando ser el real propietario, pues quien
se lo vendió no era en realidad el dueño, sino alguien a quien este último se lo había
prestado. ¿Qué diría usted? Valiéndose nuevamente del sentido común, usted dirá que
no tuvo forma de saber que quien se lo vendió no era el propietario; que no debería
verse perjudicado por aquello que no estuvo en posibilidad de conocer. Es correcto:
nuevamente el sentido común lo asiste, pues el artículo 948 CC(27) así lo establece.
Usted compra un predio. A los dos meses es notificado con una demanda que
busca dejar sin efecto dicha compra porque se argumenta que su vendedor, al momento
de la transferencia, ya no era propietario, pues el contrato por el cual este a su vez
había adquirido el bien, había quedado resuelto de forma automática mucho tiempo
atrás. ¿Qué diría usted? Seguramente diría que no tuvo forma de saber que el título
de su vendedor había quedado resuelto; que no había forma de saber que su vendedor
ya no era el propietario. En todo caso, si alguien pretende alegar que usted sí cono-
cía de dicha resolución, entonces que lo pruebe, de lo contrario –y mientras ello no
suceda– usted no tendría por qué verse perjudicado. La razón, y el sentido común, lo
asisten: así lo establece el último párrafo del artículo 1372 CC(28).
¿Cuál es el elemento en común en todos estos casos? La regla a la que hice refe-
rencia en un inicio, y que si bien no está escrita en el Código, se manifiesta con abso-
luta claridad a lo largo de sus distintas disposiciones: nadie puede verse perjudicado
por aquello que no conoció o no estuvo en posibilidad de conocer. Es una regla que
responde, más que a un planteamiento dogmático, al sentido común.
Y esta regla, como es obvio, también se aplica en el caso de la fe pública registral.
Pensemos: usted compra un inmueble. A los dos meses es notificado con una demanda
que busca declarar nulo dicho contrato porque su vendedor, que figuraba inscrito en
el Registro como propietario, en realidad nunca lo fue, pues el contrato por medio del
cual él “adquirió” el bien, fue nulo. Es decir, su vendedor nunca fue propietario de
nada, y por ende “nada” podía transferirle a usted. ¿Qué diría ante ello? Lo mismo que
hasta ahora ha venido diciendo, y siempre acompañado del sentido común: “¿Cómo
(26) Artículo 2022 CC.- “Para oponer derechos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos reales
sobre los mismos, es preciso que el derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel a quien
se opone”.
(27) Artículo 948 CC.- “Quien de buena fe y como propietario recibe de otro la posesión de una cosa mueble,
adquiere el dominio, aunque el enajenante de la posesión carezca de facultad para hacerlo. Se exceptúan de
esta regla los bienes perdidos y los adquiridos con infracción de la ley penal”.
(28) Artículo 1372 CC.- “La resolución se invoca judicial o extrajudicialmente. En ambos casos, los efectos de la
sentencia se retrotraen al momento en que se produce la causal que la motiva. No se perjudican los derechos
adquiridos de buena fe”.
30
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
se me pretende afectar con un hecho (nulidad del título de su vendedor) del cual no
solo no tuve efectivo conocimiento, sino que ni siquiera se me otorgó la posibilidad
de conocer?” La razón, una vez más, lo asiste: así lo establece el artículo 2014 CC.
El único caso en donde este principio se rompe es en la tercería de propiedad
contra embargos: “A” le debe plata a usted y se resiste a pagarle. Entonces decide
accionar judicialmente. Primero va a Registros Públicos a hacer una búsqueda de los
bienes que su deudor tiene registrados a su favor, y encuentra un inmueble a nom-
bre de A. Para confirmar lo que el Registro publicita, usted acude a ver si realmente
su deudor vive en esa casa. Lo confirma: su deudor no solo figura como propietario
registral, sino que también posee el inmueble. Luego de haber confirmado su condi-
ción de propietario sobre el bien, usted decide invertir tiempo y dinero en conseguir
que un juez embargue el inmueble para el futuro cobro de la deuda y anota dicha
medida cautelar en la partida del predio. Usted vuelve a invertir tiempo y dinero en
llevar adelante la ejecución del embargo, y cuando está a punto de conseguirlo, es
notificado con una demanda de tercería de propiedad, en la que “X” alega ser el real
propietario del bien, pues su deudor (A), no obstante figurar en la partida como dueño
y pese a poseer el bien, hace mucho que se lo vendió, solo que “X” “olvidó” regis-
trarlo y poseerlo. ¿Puede usted ser afectado por dicha transferencia de propiedad que
no solo no conoció, sino que ni siquiera estuvo en posibilidad de conocer?
Este fue el caso resuelto por la Corte Suprema en el VII Pleno Casatorio: un
acreedor embargó el bien confiando en que este era de su deudor (“A”), y antes de
producirse el remate para cobrar lo adeudado, aparece “X” con una tercería de pro-
piedad, solicitando detener la venta judicial, pues el bien fue transferido antes de ser
embargado, con lo cual la propiedad le pertenece a él y ya no al deudor. El segundo
párrafo del artículo 2022 CC es la norma que aborda el problema, pues hace refe-
rencia al conflicto entre derechos de distinta naturaleza (propiedad versus crédito)
sobre el mismo bien.
Sin embargo, la referida norma no es clara, pues en vez de señalar de manera con-
tundente la preferencia de la propiedad no inscrita o del embargo registrado, emplea
una frase enigmática: “Deberán aplicarse las disposiciones del derecho común”. Nadie
se ponía de acuerdo sobre el significado del “derecho común”, y a partir de ello se ini-
ció un debate que por momentos dio la impresión de ser interminable.
Para algunos debía primar la propiedad de “X” porque: i) el crédito solo produce
efectos inter partes, por lo que así como el acreedor solo puede exigirle el pago a su
deudor, lo lógico es que solo pueda cobrarse coactivamente ejecutando los bienes de
este último y no de un tercero (“X”); ii) a diferencia del crédito, la propiedad es opo-
nible erga omnes y se adquiere por el solo consenso, no siendo necesario inscribir el
derecho para que este exista (el Registro no es constitutivo ni obligatorio, tiene solo
una función declarativa), por ello “X” puede oponer su propiedad a la pretensión de
cobro del acreedor aun cuando aquella no se haya inscrito; iii) cuando se enfrentan
derechos de distinta naturaleza (propiedad versus embargo(29)) no es importante quién
31
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
inscribió primero, pues esta regla solo aplica cuando se enfrentan derechos reales
entre sí (propiedad versus propiedad o propiedad versus hipoteca) tal como lo esta-
blece el primer párrafo del 2022; cuando el conflicto es entre derechos diferentes lo
que determina la preferencia es la fecha de constitución fuera del Registro.
Para otros, lo que debía primar era el crédito porque: i) las “disposiciones del
derecho común” a las que hace referencia el segundo párrafo del 2022 CC incluyen
a las normas registrales, por lo que la fecha de inscripción sí es determinante para
establecer qué derecho gana; ii) todos los derechos son oponibles erga omnes cuando
son lesionados, por eso, en función de dicha “oponibilidad” no cabe distinguir entre la
propiedad y el crédito; iii) muchas normas del CC que resuelven conflictos entre dere-
chos sobre el mismo bien dan preferencia al derecho que primero se inscribió, y esta
lógica también debería aplicarse para solucionar el conflicto propiedad vs. embargo.
El debate fue zanjado por la Sentencia del VII Pleno Casatorio, en donde la Corte
Suprema falló a favor del propietario (“X”), permitiendo con ello que el acreedor que
actuó de buena fe resulte perjudicado por una situación (la transferencia de la pro-
piedad del bien que embarga) que no conoció ni estuvo en posibilidad de conocer.
Pero al margen de esta excepción, la regla según la cual nadie puede resultar per-
judicado por lo que no conoció ni estuvo en posibilidad de conocer mantiene plena
vigencia en nuestro CC, y el principio de fe pública registral no es sino una aplica-
ción de aquella.
A B C
Contrato viciado: Contrato válido que deriva
Nulo, anulable o ineficaz del contrato A-B
32
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
El dogma del “quod nullum est, nullum producit effectum” (un contrato nulo, al
ser improductivo de efectos jurídicos, no puede servir de base para posteriores adqui-
siciones a favor de terceros) determina que al ser nula la primera transferencia todas
las que encuentran como causa u origen dicho acto nulo, también devengan en inefi-
caces. ¿Debe aplicarse dicha regla y así protegerse a “A” en detrimento de “C” o, por
el contrario, dicho principio debe ceder y permitir que la adquisición de “C” quede
protegida frente a la pretensión de “A” de recuperar la propiedad?
El Ordenamiento Jurídico se encuentra en este punto en una disyuntiva: habría
podido proteger a “A” y ordenar que “C” restituya la propiedad. En este caso el afec-
tado sería “C”, pues habría pagado (a “B”, que es quien se lo vendió) por un inmueble
cuya propiedad no va a conservar. En este caso lo que correspondería es que “C”
accione contra “B” a efectos de que se le restituya el dinero pagado y, además, este
último lo indemnice por el daño generado, al no haberle informado que el contrato
que celebraban encontraba como causa una transferencia inválida.
La otra posibilidad es que el sistema proteja a “C”, y en ese caso el afectado (“A”)
tendría como único remedio accionar contra el causante del daño (“B”) exigiéndole
el pago de un resarcimiento que cubra íntegramente la magnitud de la lesión gene-
rada (el valor del bien), producto de haber perdido involuntariamente su derecho de
propiedad sobre el inmueble.
Es así como se presenta una lucha entre el verus dominus (“A”) y el tercero (“C”)
que actúa confiando en el Registro (y que por eso precisamente se le conoce como
“tercero registral”). El primero trata de hacer valer la realidad extra registral, en
donde el negocio de transmisión (A-B) es nulo, lo cual genera en cadena la extinción
de todos los derechos atribuidos a los sucesivos adquirentes (B-C, C-D. etc.) cuyos
títulos derivan de aquel primigenio acto nulo. El segundo trata de hacer valer la rea-
lidad exclusivamente tabular o registral, a fin de que aquello que no estuvo inscrito
(el vicio que afectaba al contrato A-B) no pueda afectar su adquisición.
Nuestro sistema jurídico ha decidido proteger a “C”, y dicha protección se mate-
rializa precisamente a través del principio de fe pública registral, regulado en el
artículo 2014 CC:
El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de per-
sona que en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su
adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda,
cancele o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en
los asientos registrales y los títulos archivados que lo sustentan.
La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la
inexactitud del registro”.
Como bien se explica en la Exposición de Motivos del 2014 CC:
“Si una persona adquiere de otra un derecho y sucede que el derecho del
otorgante es nulo, el derecho común establece que será nulo también el del
adquirente. Nulo el derecho del otorgante es también nulo el del adquirente,
33
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
porque nadie puede transferir más de lo que tiene y nadie puede adquirir
mayor o diverso derecho que aquel que se le transmite.
Esa solución, dada por el ‘derecho extra registral’, es sacrificada sin embargo
por la ‘seguridad del tráfico’, que expresa que si esa nulidad no aparece del
registro, el adquirente adquiere bien y la nulidad del título del otorgante no
lo perjudica.
La seguridad del tráfico sacrifica la aplicación del derecho común”.
Algo similar ocurre para el caso de los bienes muebles, en donde el sistema sacri-
fica al verdadero propietario de cara a proteger la confianza depositada por el tercero
adquirente en el tráfico económico. Así, el artículo 948 CC establece que quien adquiere
onerosamente la propiedad de un bien mueble de parte de quien no es el verdadero
propietario, será preferido frente a este último siempre que haya tomado posesión del
bien y haya actuado de buena fe (esto es, desconociendo que aquel con quien contrató
no era el propietario). Sin embargo, la particularidad del 948 CC es que descarta la
protección del tercero (C) allí cuando aquel que se lo transfirió (B) hubiese accedido
al bien mediante la comisión de un delito (por ejemplo, B se lo hurtó o robó a A).
El artículo 2014 CC tiene como sustento un principio general de publicidad, que
“comprende todos los casos en que el acto realizado por el tercero con un sujeto que
no tiene la titularidad del derecho es eficaz, de todos modos, como si hubiera sido
realizado con el titular, siempre que un título de investidura formal de aquel sujeto
cree una situación de confianza del tercero. La investidura formal en un derecho sub-
jetivo que realmente no existe se presenta en varias hipótesis: de la posesión de los
instrumentos de fe pública, e incluso a las diversas figuras de publicidad. En todos
estos casos, el presupuesto de la protección del tercero es que la confianza se encuen-
tre justificada por un título formal, en el cual se basa, en definitiva, la apariencia del
derecho. Así pues, la apariencia no indica otra cosa que el operar de los fenómenos
formales –por razones de confianza– aun cuando la situación jurídica asumida for-
malmente por ellos no exista en la realidad. En esta concepción, entonces, la idea de
apariencia no solamente se considera compatible, sino más bien ligada, esencialmente,
con la idea de formalismo, a tal punto que la posesión, inclusive, es configurada como
título formal de investidura”(30).
Es así como la fe pública registral (que constituye una manifestación del principio
de publicidad registral(31)) rompe con el apotegma jurídico nemo dat quod non habet
(“nadie da lo que no tiene”) para preceptuar que quien haya contratado de buena con
el titular según el Registro, será amparado en su derecho inscrito aunque después se
(30) FALZEA, Angelo. “El principio jurídico de la apariencia”. En: Derecho PUCP, N° 59, 2007, p. 181.
(31) “La publicidad registral o constatación en los libros del Registro de la propiedad de situaciones jurídicas
inmobiliarias registrales puede desplegar su función o energía en alguna de las siguientes direcciones: 1.
Como elemento legitimador y protector del titular inscrito y, en especial, de los terceros adquirentes por
negocio jurídico registrado, en el amplio sentido de presunción de exactitud del contenido del Registro. En este
ámbito ubicamos a la fe pública registral”: ROCA SASTRE, Luis. Derecho Hipotecario. Fundamentos de la
Publicidad Registral. Tomo I. 8ª edición, Editorial Bosch, Barcelona, 1954, p. 101.
34
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(32) GONZALES, Jerónimo. “El principio de publicidad”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario. Año III,
Nº 25, Enero, Madrid, p. 9.
35
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
“Sexto: Que, en lo referente a la afectación del bien inmueble por parte del
propietario, es de tenerse en cuenta que en la constitución de la hipoteca se
otorga un derecho real de garantía a favor de persona determinada, siendo
que nuestro ordenamiento jurídico, con la finalidad de proteger tal derecho,
ha creado la figura jurídica de la buena fe registral, que se encuentra regu-
lada por el artículo dos mil catorce del Código Civil, la que para su validez
requiere que el derecho sea otorgado a título oneroso y por persona que en
el registro aparezca con facultades para hacerlo; es decir, que el Banco úni-
camente debía verificar si en el registro de la Propiedad de La Libertad apa-
recía como propietario del bien materia de hipoteca el co-ejecutado, reque-
rimiento que fue cumplido, puesto que a la fecha de constituirse el derecho,
esto es el diez de diciembre de mil novecientos noventisiete, aparecía este
como propietario, por tanto el Banco obtuvo un derecho de quien tenía y
aparecía con facultades para hacerlo (…)a ello se agrega que la garantía
hipotecaria fue inscrita en el registro y otorgada con la finalidad de garan-
tizar las obligaciones del otorgante y por un monto determinado, por lo que
cumplió con todas las exigencias formales para su validez, en consecuencia,
la contradicción interpuesta por la co-ejecutada mal fue declarada fundada
por adolecer el título de un requisito formal (…) la Sala al hacer extensivos
los efectos de la sentencia que declaró la nulidad del contrato de compra-
venta del bien dado en garantía a la escritura pública de constitución hipo-
tecaria está afectando el derecho de un tercero que adquirió el bien en base
al principio de la buena fe registral (…)”.
36
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
en este caso) por la sola existencia de su contrato, sin necesidad de preocuparse por
cumplir con los requisitos del 2014 CC.
(33) Artículo 315 CC.- “Para disponer de los bienes sociales o gravarlos, se requiere la intervención del marido y
la mujer”.
37
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
es la buena fe, esto es la ignorancia del hecho o evento que impide la adqui-
sición ordinaria, con el agregado de ser una adquisición onerosa e inscribir
la operación”(34).
En realidad, el caso ni siquiera ameritaba la aplicación del 2014 CC, pues el Banco
no era un “tercero registral” conforme al 2014 CC. Como ya indiqué, esta norma pre-
supone (como mínimo) dos transferencias sucesivas, mientras que en este caso solo
estamos ante un contrato de hipoteca entre el falso propietario (porque la dueña era
la sociedad conyugal) y el Banco. La cónyuge perjudicada con dicha hipoteca no pre-
tendía hacer valer frente al Banco la nulidad o ineficacia de un contrato previo, sino
su condición de “propietaria” (o para ser más exactos, la condición de propietaria de
la sociedad conyugal). Por ende, más que un caso de fe pública registral (2014 CC),
este era uno de oponibilidad (2022 CC), en el que se confrontan dos derechos rea-
les (la propiedad no inscrita de la sociedad conyugal versus la hipoteca inscrita del
Banco), debiendo salir airoso el derecho real que primero se haya inscrito de buena
fe (es decir, la Corte hizo bien en proteger la hipoteca del Banco –pues no se llegó a
acreditar su mala fe– pero el argumento no debió ser la aplicación del 2014 CC). La
solución, entonces, pasa por proteger a quien confió genuinamente en el Registro,
pero ello de ninguna manera significa que estemos ante un caso de fe pública registral
(sobre esta confusión en que se incurre al momento de aplicar los artículos 2022 CC
y 2014 CC me explayaré detenidamente en el Capítulo II del libro).
Lamentablemente, un sector de nuestra doctrina, para tratar de justificar la apli-
cación del 2014 CC al caso recién comentado, llegó a plantear que estaríamos ante
una “nueva forma” de entender a la fe pública registral, en donde quien recibe la pro-
tección de la fe pública registral no requeriría tener la condición de “tercero”:
“El principal escollo que enfrenta la Corte es la idea de que el adquirente
no puede ser parte del negocio viciado por la mención expresa al ‘tercero’
como beneficiario del artículo 2014 del Código Civil. Pues bien, la respuesta
sobre qué se entiende por ‘tercero’ está en el propio Código Civil. El artículo
2038”(35) (esta norma establece que “El tercero que de buena fe y a título
oneroso ha contratado sobre la base de mandato o poder inscrito en el regis-
tro del lugar de celebración del contrato, no será perjudicado por mandado,
poder, modificaciones o extinciones de estos no inscritos”).
Es a partir del contenido del 2038 CC que el mencionado autor concluye que exis-
tiría una “nueva” forma de entender el concepto de “tercero” en el 2014 CC:
“El artículo 2038 del Código Civil recoge la fe pública registral para los
actos celebrados con el representante aparente, aquel que ya no tiene poder
o que nunca lo tuvo, pero aparece en el registro como apoderado. En estos
casos, el acto suscrito por el representante es ineficaz, es decir está viciado
(34) MEJORADA CHAUCA, Martín. “La nueva fe pública registral”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Nº 150.
Marzo. Lima, 2011, p. 116.
(35) Ídem.
38
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(36) MEJORADA CHAUCA, Martín. “Fundamentos de la tutela de los terceros adquirentes de buena fe”. En:
Estudios sobre la propiedad. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012, p. 144.
39
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Y lo mismo pasa con el 2038 CC: no es un caso de fe pública registral, sino sim-
plemente un supuesto más de protección de la genuina confianza depositada por un
adquirente determinado.
Hecha esta aclaración, corresponde someter a análisis la opinión recién citada,
según la cual el fallo de la Corte Suprema abre el camino para una “nueva fe pública
registral”.
Considero que el error consiste en creer que el 2038 CC representa una nove-
dad al admitir que un adquirente reciba tutela pese a que forma parte de un contrato
vicioso. Y es que incluso en el 2014 CC se admite que el contrato mediante el cual
el tercero adquiere el derecho, presente un vicio. Piénsese en un contrato nulo del
cual se vale el adquirente (quien formalmente no es titular de nada) para transferir el
derecho al tercero. Es decir, A vende a B (contrato nulo) y este vende a C, quien para
no verse perjudicado por la demanda de nulidad planteada por A invoca a su favor
la fe pública registral.
¿Qué acaso el contrato del cual forma parte C no tiene un problema? Claro que
sí: el tercero (C) está contratando con alguien que no tiene la legitimidad suficiente,
en tanto no es titular de ningún derecho (si quien vende hoy, “adquirió” ayer mediante
un contrato nulo, entonces realmente no adquirió nada, con lo cual realmente no es
propietario de nada). ¿Y qué es que lo sucede en el supuesto de hecho del 2038 CC?
El adquirente contrata con quien realmente no tiene el poder para transferir el bien,
es decir, contrata con quien no es titular de nada.
¿Cómo se resuelven ambos casos? En ambos el adquirente termina siendo pro-
tegido, salvo que se pruebe su mala fe. Nótese cómo en ambos casos los supuestos
son similares: el contrato en el cual interviene el “tercero” presenta un vicio, ya que
en ambos casos este “tercero” contrata con quien no tiene la legitimidad suficiente.
Entonces, es falso que ser “tercero” significa no ser parte del acto viciado, así
como también es falso que el 2038 CC representa una novedad con relación al 2014
CC; más que novedad, en realidad estamos ante dos supuestos muy similares.
¿Significa eso que el 2014 CC y el 2038 CC no se diferencian en nada? No; sí
son supuestos distintos, pero la diferencia no radica en que en un caso el tercero no
forma parte de un contrato viciado y en el otro sí (en ambos casos el tercero participa
en un contrato viciado). La diferencia radica en el acto respecto del cual el adquirente
protegido tiene la condición de “tercero”.
Pensemos en el caso de la fe pública registral: A vende a B (contrato nulo) y este
a C. “C” es tercero respecto del contrato que lo antecede.
Ahora pensemos en el caso del 2038 CC: A otorga un poder a B para que vende
su casa, dicho poder se inscribe, pero luego el mismo es revocado, no obstante la
revocación no se inscribe. Valiéndose de que aún figura en el Registro como apode-
rado, B vende el bien a C. “C” tiene la condición de tercero respecto del negocio de
apoderamiento entre A y B. Es decir, a diferencia de la fe pública registral, aquí el
tercero no es “ajeno” a un contrato previo, sino a las vicisitudes referidas a un acto
de apoderamiento.
40
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
Es decir: (i) tanto en el 2014 CC como en el 2038 CC hay un tercero; (ii) tanto
en el 2014 CC como en el 2038 CC dicho tercero ha formado parte de un contrato
viciado; (iii) la diferencia radica en que el tercero del 2014 CC es ajeno a un contrato
de transferencia previo, mientras que el tercero del 2038 CC es ajeno a un negocio
de apoderamiento previo.
Finalmente –y ya para terminar con este primer punto– nótese que ninguna de
las normas del CC que protegen al tercero le exigen no ser parte del contrato viciado;
por el contrario, todas las normas de protección del tercero presuponen que este forma
parte de un contrato que tiene un vicio, y precisamente para sanear ese vicio inter-
viene la ley, diciendo que pese a ese vicio el tercero no sale perjudicado.
Pensemos en la redacción que emplea el artículo 195 CC para el caso de la acción
pauliana: Cuando el crédito que el deudor pretende defraudar, precede al acto oneroso
mediante el cual dicho deudor dispone de sus bienes, la acción pauliana solo proce-
derá en perjuicio del adquirente (a quien el artículo 195 CC expresamente denomina
“tercero”(37)) si es que este tuvo conocimiento (o pudo razonablemente conocer) del
perjuicio que se infligía a los derechos del acreedor con dicha transferencia onerosa.
Es decir, a quien el CC denomina “tercero” forma parte del contrato de trans-
ferencia mediante el cual el deudor está logrando perjudicar a su acreedor, es decir,
teóricamente el “tercero” forma parte del acto viciado.
Algo similar pasa en la adquisición que tiene como precedente un acto nulo por
simulación. El artículo 194 CC señala que “La simulación no puede ser opuesta por
las partes ni por los terceros perjudicados a quien de buena fe y a título oneroso haya
adquirido derechos del titular aparente”.
La norma no habla expresamente de “tercero”, pero esta denominación resulta-
ría perfectamente aplicable a aquel a quien llama “adquirente de buena fe y a título
oneroso” (no olvidemos que el recién citado art. 195 CC llama “tercero” a quien no
es más que un “adquirente a título oneroso y de buena fe). Pero vayamos a lo impor-
tante: ¿Este tercero no forma parte de un contrato viciado?
El supuesto que regula el 194 CC es el siguiente: A en su condición de propie-
tario simula vender el bien a favor de B, quien haciéndose pasar como el verdadero
titular del dominio realiza un acto de transferencia a favor de C. La nulidad del con-
trato entre A y B no perjudica la adquisición de C, siempre que esta sea onerosa y C
haya actuado de buena fe. Es decir, pese a que la transferencia fue hecha por quien no
era el verdadero propietario (B), la ley permita que aquella se consume a favor de C.
¿Ha formado el tercero (C) parte de un contrato viciado? Por supuesto: si bien C no
(37) Cabría preguntarse por el “tercero” respecto de qué es este adquirente a quien el CC protege. Es decir, A le
debe plata a B y para que este no lo embargue, entonces le vende a C la única casa que tiene. El artículo 195
CC denomina a C “tercero”, pero ¿respecto de qué es un “tercero”? No existe un contrato de transferencia ni
un negocio de apoderamiento que preceda al contrato entre A y C, con lo cual la única respuesta posible es
que C es un “tercero” respecto de la relación jurídica obligatoria existente entre A y B, y “tercero” también
respecto de las vicisitudes que “sufra” dicha relación jurídica, entre ellas la intención del deudor de frustrar
el cobro del crédito mediante la disposición de su patrimonio.
41
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
formó parte del contrato nulo (por simulación) entre A y B, sí fue parte del contrato
en el que el transferente actuó sin la legitimidad suficiente. Nuevamente, entonces,
estamos ante un tercero que recibe protección del sistema pese a haber sido parte de
un contrato viciado, con lo cual ya va quedando claro que la hipótesis del 2038 CC
(que la doctrina que vengo analizando considera un caso excepcional que daría lugar
a una “nueva fe pública registral”) no es más que una regla.
Vayamos con un último ejemplo. El artículo 948 CC regula el supuesto en el que
alguien, haciéndose pasar como propietario de un bien mueble gracias a la posesión,
lo vende de forma onerosa a favor de un tercero, que actúa de buena fe y recibe la
posesión del bien. Este adquirente vendría a ocupar el estatus de “tercero”. Si tene-
mos en cuenta que quien le vende a este tercero no es realmente el propietario, dicho
contrato está aquejado de un vicio de ineficacia, y pese a ello el tercero (que es parte
del contrato vicioso) recibe protección del sistema.
En conclusión –y para concluir con esta primera crítica–, no tiene nada de nove-
doso que el “tercero adquirente” a quien el CC le otorga protección, forme parte del
contrato que presenta un vicio. Por el contrario, esta es la regla en todos los casos
en los que el tercero dispensa protección al tercero: este forma parte de un contrato
vicioso, y precisamente por eso, para sanear el vicio y permitir que la transferencia
se consolide a favor de dicho tercero, la ley acude en su auxilio (siempre que aquel
reúna los requisitos que esa misma ley le impone).
Por otro lado, tampoco se debe confundir la condición de “tercero” con el requi-
sito de la buena fe; error en el que incurre la doctrina que vengo citando:
“Es tercero porque es ajeno a la causa que afecta la adquisición ordinaria.
La buena fe adquiere, pues, una relevancia central. La creencia en la adqui-
sición válida hace al tercero”(38).
Con un ejemplo se podrá apreciar la confusión en que incurre dicha doctrina,
que al derivar de la creencia (buena fe), la condición de tercero, prácticamente ter-
mina diciendo que “se es tercero porque se tiene buena fe).
Imaginemos que A otorga poder a B para que este venda su casa. El poder se
inscribe en el Registro. Luego de ello A revoca el poder mas dicha revocación no se
inscribe, con lo cual B continúa figurando como apoderado pese a no serlo
C es un tercero respecto del negocio de apoderamiento, en tanto no participó en
el mismo. A esto se refiere la condición de tercero. Ahora, este tercero podrá actuar
de buena o de mala fe, pero esta situación no varía en nada su condición de tercero.
Es decir, no es que sea “tercero” porque actuó “de buena fe”; no es que por actuar de
buena fe pasa a tener la condición de “tercero”. Se trata de requisitos distintos que no
se deben confundir, y esta diferencia se hace más nítida cuando dividimos los even-
tuales escenarios:
(38) MEJORADA CHAUCA, Martín. “Fundamentos de la tutela de los terceros adquirentes de buena fe”. Ob.
cit., p. 145.
42
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(i) Puede haber un tercero que actúa de buena fe: en el caso ya propuesto, ima-
ginemos que C no tuvo conocimiento de la revocación del poder por parte
de A.
(ii) Puede haber tercero y no haber buena fe: imagínese que en el mismo caso
C, pese a que no se llegó a inscribir la revocación del poder, tomó conoci-
miento de ella mediante una carta notarial que le hizo llegar A, enterado
de que B pretendía cerrar una compraventa a su favor amparándose en un
poder inscrito pero no vigente.
(iii) Pueden estar ausentes tanto la condición de tercero como la buena fe: ima-
ginemos que, en el ejemplo propuesto, A autorizó a B (su apoderado) a con-
trata consigo mismo. Luego de producida la revocación del poder (la misma
que no se inscribe), B suscribe una compraventa consigo mismo e inscribe
dicho acto. Sin duda alguna, aquí no solo estamos ante alguien que no tiene
la condición de tercero (ya que B sí fue parte del negocio de apoderamiento),
sino que también carece de buena fe (B en todo momento supo que la revo-
cación se había producido.
Con esto queda del todo claro que ser “tercero” y tener “buena fe” son requisitos
que no deben confundirse, por lo que resulta un error señalar que de la existencia de
buena fe en la adquisición determina que exista un tercero.
Entonces, no es cierto que exista una “nueva fe pública registral”, en el entendido
que en esta novedosa fe pública el tercero puede ser parte del acto viciado. En reali-
dad, esto siempre ha sido así, y en todos los demás casos en donde el CC protege al
tercero, este forma parte de un acto viciado, pero precisamente la ley acude en salva-
guarda de este tercero para sanear el vicio y dispensarle protección a su adquisición.
Finalmente, queda la pregunta abierta: ¿Qué debemos entender por tercero en el
ámbito de la fe pública registral? Considero que para responder a dicha pregunta pri-
mero debe entenderse el supuesto regulado en el 2014 CC: debe haber (como mínimo)
dos trasferencias sucesivas (en cadena): de A para B y de este para C. El adquirente de
la segunda transferencia (es decir C) es un “tercero” respecto de la primera transfe-
rencia, y es un tercero porque no formó parte de dicha transferencia. Por ende, el ser
“tercero” no significa que estemos ante alguien que no forma parte del acto viciado.
No se trata de eso. La condición de tercero, a lo que hace referencia es a la necesa-
ria cadena sucesiva de transferencias, siendo el caso que quien invoca la protección
de la fe pública registral no debe haber formado parte de la primera transferencia de
dicha cadena.
Teniendo en cuenta esto, se puede apreciar con toda claridad que en el caso
resuelto por la Casación N° 2029-2005-La Merced, no resultaba de aplicación el prin-
cipio de fe pública registral, porque simplemente no existían dos cadenas sucesivas de
transferencias. El único contrato fue el otorgado por uno de los cónyuges a favor del
Banco, por lo cual no es que la cónyuge afectada (que no participó en el contrato de
hipoteca) haya pretendido hacer extensible, a dicho contrato de hipoteca, la nulidad o
ineficacia declarada respecto de un acto precedente. Lo que en realidad pretendía dicha
43
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(39) EIZAGUIRRE, José María. Derecho Mercantil. Editorial Bosch, Madrid, 2001, p. 238.
44
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
alguno sobre el bien, deberá soportar la pérdida de su derecho, toda vez que existe
una presunción iuris et de iure sobre el conocimiento de las inscripciones(40).
Pensemos en el siguiente ejemplo: A (propietario registral) vende a B un inmueble
a través de un contrato viciado por la casual de dolo, pero B no inscribe su derecho
en Registros Públicos. Posteriormente B se lo vende a C, a pesar de que quien figura
aún como propietario registral es A. Finalmente, en el proceso de nulidad de acto
jurídico seguido por A contra B, el juez emite sentencia declarando nula la compra-
venta celebrada entre ambas partes. ¿Esta nulidad afecta también el derecho de C?
Consideramos que sí.
En este caso se trata de un derecho que corre inscrito en Registros Públicos, por
lo que corresponde la aplicación de la regla general (artículo 2014 CC). En conse-
cuencia, C no obtendrá tutela porque no cumplió con los requisitos del 2014 CC: no
adquirió de quien en Registros Públicos figuraba como propietario y por ello tam-
poco pudo inscribir su derecho.
Entonces, el adquirente que pretende lograr la protección jurídica necesita con-
fiar en un elemento objetivo que le brinde certeza o, por lo menos, una fundada vero-
similitud respecto a la condición de titular del derecho de la persona que se lo pre-
tende transferir. Por ello se exige que el tercero celebre el negocio dispositivo con el
titular registral(41).
“El fundamento de esta exigencia se encuentra en que solamente se puede o se
debe proteger a quien ha confiado en las declaraciones registrales, en la presunción
de exactitud del Registro y en la fuerza legitimadora de una inscripción previa de la
que parece deducirse lícitamente que el que tiene un derecho inscrito a su favor puede
disponer válidamente del mismo, cualquier que sea la realidad jurídica concordante o
no con el Registro. Para despertar esta confianza es necesario que el tercero adquiera
de un titular inscrito. Ello significa que el Registro ha de publicitar la titularidad del
disponer, y que en virtud del Registro debe considerar al disponente como titular del
derecho del que dispone, pero significa también que el Registro debe publicar una
plena facultad o poder de disposición del disponente. Inversamente, significa que en
el Registro no debe aparecer la existencia de otra titularidad, ni tampoco las circuns-
tancias o factores que puedan anular, resolver o limitar el derecho del otorgante”(42).
Es decir, el tercero no puede depositar su confianza en cualquier situación, sino
únicamente en aquella que deriva del Registro. Imaginemos que se trata de un predio
no inmatriculado(43), que es vendido por A a favor de B. Dado que el bien no cuenta
(40) Artículo 2012 CC: “Se presume, sin admitirse prueba en contrario, que toda persona tiene conocimiento del
contenido de las inscripciones”.
(41) “Doble inscripción: que el enajenante esté registrado –asiento transmitente– y que el adquirente llegue a
estarlo (…) son ineludibles dos inscripciones: la del enajenante, que contiene la relación jurídica determinante
y claudicante, y la del adquirente que cobija al tercero. Es, pues, este tercero un tercero no de inscripción,
sino de sobre inscripción”: NÚÑEZ LAGO, Rafael. “El Registro de la Propiedad Española”. En: Actas del I
Congreso Internacional del Notariado Latino. Buenos Aires, 1948, p. 118.
(42) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial. Tomo III. Civitas, Madrid, 1995, p. 462.
(43) Un predio que no cuenta con partida registral.
45
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(44) GONZALES BARRÓN, Gunther. Sistema registral y contratación inmobiliaria en la Ley 30313. 1ª edición,
Legales Ediciones, 2016, p. 69.
46
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(45) O en todo caso, la titularidad de su transferente le resultaba tan clara y segura que le permitía prescindir de
su comprobación registral; era una titularidad (como se suele decir) notoria egent probatione.
(46) GARCÍA GARCÍA, José Manuel. “La función registral y la seguridad del tráfico inmobiliario”. Ob. cit.,
p. 307.
(47) Al respecto: ZAVALA TOYA, Salvador. Las presunciones en el Derecho Civil. Tesis para optar el grado de
Magíster en Derecho con mención en Derecho Civil. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, junio,
1991.
47
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(48) GONZÁLEZ MARTÍNEZ. “Sistemas hipotecarios. Derecho Inmobiliario alemán”. En: Estudios de Derecho
Hipotecario y de Derecho Civil. Tomo I, Madrid, 1948, p. 389.
(49) ROCA SASTRE, Ramón y ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Luis. Derecho Hipotecario, Tomo IV, Volúmenes
I y II, Editorial Bosch, Barcelona, p. 315.
(50) En el caso recién comentado, si el tercero hubiese revisado el Registro hubiese encontrado a su transferente con
su derecho perfectamente inscrito y sin ninguna situación que llevase a sospechar que su título de adquisición
se encontraba viciado.
(51) Pues de lo contrario, por un tema de tracto sucesivo, el tercero no habría podido inscribir su adquisición.
(52) Si para el momento en que el tercero inscribe su adquisición, la partida hubiese estado publicitando un vicio
en el título de su transferente, automáticamente quedaría descartada la buena fe de dicho tercero y como tal
la aplicación de la fe pública registral.
48
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
no deja lugar a dudas, al establecer que “El tercero que de buena fe adquiere a título
oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades para
otorgarlo”; esto quiere decir que el momento determinante en el que el tercero debe
depositar su confianza en el dato registral es el de su adquisición.
Entonces, atendiendo a ello, en el caso recién planteado el tercero no merecerá
la protección del Registro, pues habiendo adquirido de quien no tenía su derecho ins-
crito, eso significa que actuó sin confiar en el Registro, por lo que asume el riesgo de
que posteriormente aparezcan cuestionamientos al título de su transferente.
Finalmente, un tema distinto es hasta cuándo debe durar dicho estado de confianza.
El momento inicial relevante es, sin duda –y tal como lo acabo de demostrar– el de la
adquisición, pero dicho estado de confianza deberá durar hasta que se inscriba aque-
lla. Sobre esto me pronunciaré en detalle cuando analice el requisito de la buena fe.
(53) ROCA SASTRE, Ramón María y ROCA SASTRE MUNCUNILL, Luis. Derecho Hipotecario. Ob. cit.,
p. 492.
(54) Al respecto: MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto. “¿Reabriendo un debate? Argumentos que justifican la
preferencia del asiento registral sobre el título archivado?”. En: Actualidad Jurídica. Nº 177, agosto, Gaceta
Jurídica, Lima, 2008; GONZALES BARRÓN, Gunter. “Fundamentos que explican la primacía del título
frente al asiento registral. Contribución que pone punto final a un debate innecesario”. En: Diálogo con la
jurisprudencia, Nº 116, Lima, 2008; MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto, “La fe pública registral y la
falsificación de documentos. Apuntes sobre la legitimación aparente y el poder de disposición”. En: http://
www.derechoycambiosocial.com/revista033/FE_PUBLICA_REGISTRAL_Y_FALSIFICACION.pdf. En
este último trabajo, el autor sostiene que la preferencia del asiento registral por sobre el título archivado no
implica bajo ningún punto de vista la importación de los principios sobre los que se sostiene el Sachenrechts
(Derechos de las cosas) en el derecho alemán, por lo que dicha preferencia no da lugar a un cambio en el
49
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
régimen de transferencias patrimoniales en nuestro sistema jurídico. Es así como el autor responde a la crítica
que le fuera formulada por: GONZALES BARRÓN, Gunther, “El derecho registral se debate hoy entre dos
visiones antagónicas: análisis del “realismo” frente al ‘extremismo’”. En: http://www.derechoycambiosocial.
com/revista027/Derecho_registral_realismo_extremismo.pdf.
50
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
Cabe señalar, por otro lado, que limitar la aplicación del principio de fe
pública registral al solo contenido del asiento, tendría lógica si el público
y en particular el que pretende ser tercero, tuviera acceso solamente a los
asientos. Sucede, sin embargo, que tenemos acceso también a los libros, títu-
los archivados, índices y demás documentos, lo cual puede permitir que la
publicidad y sus distintas manifestaciones puedan extenderse al concepto
más general del término inscripción, esto es, a todo lo que tiene acogida en
el registro y no solo al término restringido de asiento.
También tendría sentido si, como en el caso del sistema francés, nuestro
sistema fuera de transcripción, pues en este caso, la integridad del título
se transcribe en el asiento, de tal modo que cuando una persona estudia el
asiento en verdad se encuentra examinando la integridad del título. Título
y asiento, pues, se confunden.
Pero en nuestro sistema, que es de inscripción, lo que aparece del asiento
no es sino un resumen del título.
Por ejemplo, si en un contrato de constitución de hipoteca se pacta en una
de sus cláusulas la prohibición de arrendar el bien por parte del propietario,
es probable que esta cláusula no aparezca de los asientos, que no son sino
un breve resumen del acto, en los que no se señala sino quién es el acree-
dor hipotecario, cuál es el monto de la garantía, el monto del crédito, plazo
para pagar, etc.
En este caso, si aplicamos el principio de fe pública registral al solo con-
tenido del asiento, el tercero que inscribe el contrato de arrendamiento (lo
que le otorga un derecho que perjudica el derecho del acreedor hipotecario)
puede alegar que desconocía la cláusula de prohibición de arrendamiento y
defender así su posición de tercero registral.
Pero si el principio se aplica a la esencia o espiritualidad de los derechos
del acreedor hipotecario, al decir de Chico Ortiz, o a los documentos que
sirvieron para la inscripción, al decir de las ejecutorias antes señaladas, el
arrendatario no podrá constituirse en tercero registral, porque no podrá
invocar que ignoraba la existencia de la prohibición.
Concluyendo, parte de la jurisprudencia nos puede llevar a señalar que el
principio de fe pública registral se extiende al título representado por el
asiento y no solo al asiento mismo.
Por otro lado, así parecen entenderlo los bancos y las instituciones finan-
cieras, pues se ha adoptado la costumbre de exigir, a quienes pretenden
celebrar contratos de mutuo con garantía hipotecaria, la presentación de
títulos de todas las transferencias efectuadas y gravámenes constituido en
los últimos 30 años [recordemos que antes, el amparo del Código Civil de
51
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(55) Artículo 1169 CC 1936.- “La acción de nulidad de un acto o contrato prescribe a los treinta años”.
(56) El artículo VIII del Título Preliminar de nuestro vigente RGRP establece lo siguiente:
VIII. PRINCIPIO DE FE PÚBLICA REGISTRAL.- La inexactitud de los asientos registrales por nulidad,
anulación, resolución o rescisión del acto que los origina, no perjudicará al tercero registral que a título oneroso
y de buena fe hubiere contratado sobre la base de aquellos, siempre que las causas de dicha inexactitud no
consten en los asientos registrales”.
52
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
El tercero que de buena fe adquiere a títu- El tercero que de buena fe adquiere a título
lo oneroso algún derecho de persona que en oneroso algún derecho de persona que en el
el registro aparece con facultades para otor- registro aparece con facultades para otorgar-
garlo, mantiene su adquisición una vez ins- lo, mantiene su adquisición una vez inscrito
crito su derecho, aunque después se anule, su derecho, aunque después se anule, rescin-
rescinda o resuelva el del otorgante por vir- da, cancele o resuelva el del otorgante por vir-
tud de causas que no consten en los regis- tud de causas que no consten en los asien-
tros públicos. tos registrales y los títulos archivados que
La buena fe del tercero se presume mientras lo sustentan.
no se pruebe que conocía la inexactitud del La buena fe del tercero se presume mientras
registro no se pruebe que conocía la inexactitud del re-
gistro”.
Nótese cómo el original 2014 CC hacía referencia a las “causas que no constasen
en los registros públicos”, lo cual generó en su momento debates tanto en el ámbito
doctrinal como jurisprudencial, pues mientras algunos estudiosos y jueces conside-
raban que el ámbito de la fe pública registral se limitaba a constatar la información
contenida en los asientos registrales, otros ampliaban su radio de acción y exigían
del tercero, para dispensarle tutela, la toma conocimiento de la información conte-
nida en los títulos archivados.
Con la entrada en vigencia de la Ley queda claro, entones, que el tercero solo
recibirá la protección del Registro si realizó su adquisición confiando no solo en los
asientos, sino en los títulos archivados. Por ello, en caso de disociación entre lo que
uno y otro publiciten, el tercero deberá adecuarse a lo que establezca el título archi-
vado (el asiento, al ser un reflejo o resumen de aquel, no podría modificarlo).
Sin embargo, desde un punto de vista de lege ferenda (es decir, cuál debiera
ser la “disposición”(57) más apropiada para nuestra realidad) se han alzado voces en
(57) Para ser estrictos en el uso de los términos, cabe hablar en este punto de “disposición” antes que de “norma”.
Este último vocablo es empleado cotidianamente (y de forma indistinta) en dos acepciones: en ocasiones se
denomina “norma” a un enunciado presente en las fuentes normativas (es decir, la “norma” como fuente de
derecho); mientras que en otros casos se emplea el término “norma” para hacer referencia al significado de
un enunciado normativo (es decir, “norma” como el sentido que le atribuimos a determinado texto legal). A
53
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
contra del cambio introducido por la Ley en el 2014 CC(58), cuestionando no solo su
coherencia y conveniencia, sino incluso su constitucionalidad, en tanto –se afirma–
se vulneraría desmedidamente los intereses del tercero registral al “sacrificarse” su
“libertad de contratar”, habiéndose llegado incluso a hablar de una “metamorfosis”
del principio de fe pública registral, el cual habría quedado convertido –producto de la
Ley– en un (cito palabras textuales) “bicho raro” dentro de nuestro sistema registral(59).
Todas estas críticas –que desde mi punto de vista son infundadas– las he anali-
zado en uno de mis anteriores libros(60), al cual remito al lector. Sin perjuicio de ello,
conviene hacer aquí algunas precisiones en cuanto a los alcances del nuevo 2014 CC.
pesar de que el uso común no los distinga, es conveniente –siguiendo en esto el marco semántico conceptual
de Riccardo Guastini– trazar una línea de demarcación clara entre los textos normativos y su contenido de
significado, de tal forma que se denomine “disposición” a todo enunciado perteneciente a una fuente de
derecho, mientras que por “norma” se entienda no a la propia disposición, sino a su contenido de sentido, su
significado, que es una variable dependiente de la interpretación. En ese sentido, “mientras que la disposición
constituye el objeto de la actividad interpretativa, la norma constituye su resultado. La disposición es un
enunciado del lenguaje de las fuentes sujeto a interpretación y pendiente de ser interpretado. En cambio, la
norma es una disposición interpretada y, de esta forma, reformulada por el intérprete: esta es, por tanto, un
enunciado del lenguaje de los intérpretes”: GUASTINI, Riccardo. Las fuentes del Derecho. Traducción de
César Moreno y Luis Cárdenas Rodríguez. Ediciones Raguel, Lima, 2016, pp. 86-87.
(58) Entre ellos, NINAMANCCO CÓRDOVA, Fort. “La metamorfosis incoherente (¿e inconstitucional?) del
principio de fe pública registral”. En: Gaceta Civil & Procesal Civil. N° 23, Lima, mayo, 2015, pp. 69-76.
(59) Cabe aclarar, sin embargo, que tales críticas se centran únicamente en la parte de la Ley que modifica al 2014
CC, mas no en sus otros puntos, tales como el procedimiento de oposición de títulos en trámite y cancelación
de asientos registrales por presunta falsificación o suplantación de identidad.
(60) PASCO ARAUCO, Alan. Fraude Inmobiliario. Análisis para una efectiva defensa legal de la propiedad. 1ª
edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2018.
(61) Es decir, perteneciente al dominio público del Estado.
54
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
55
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Es por esto que no se debe ver en la carga de leer los títulos archivados un
juego de suma cero, sino uno en donde todos terminamos ganando: todos en algún
momento exigiremos el respeto de nuestro derecho de propiedad o, cuanto menos,
pediremos que las cosas no se le hagan tan fáciles a quienes invocan la protección
del Registro(pues ello implica sacrificar al titular original), y una manera de lograr
ello es, precisamente, impidiéndoles que cierren los ojos y se desentiendan de lo que
los títulos archivados publicitan, pues la revisión de esta información podría permi-
tirles tomar conocimiento de la existencia de algún vicio o error en algún punto de
la cadena de transferencias.
(62) NINAMANCCO CÓRDOVA, Fort. “La metamorfosis incoherente (¿e inconstitucional?) del principio de fe
pública registral”. Ob. cit., p. 73.
56
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(63) Por ejemplo, si en un contrato de constitución de hipoteca se pacta en una de sus cláusulas la prohibición de
arrendar el bien por parte del propietario, es probable que esta cláusula no aparezca de los asientos, que no
son sino un breve resumen del acto, en los que no se señala sino quién es el acreedor hipotecario, cuál es el
monto de la garantía, el monto del crédito, plazo para pagar, etc. En este caso, si aplicamos el principio de
fe pública registral solo al contenido del asiento, el tercero que inscriba un contrato de arrendamiento sobre
el bien (lo que perjudicaría al acreedor hipotecario) podría alegar que desconocía la cláusula de prohibición
de arrendamiento y defender así su posición. Por el contrario, si el principio se extiende a los documentos
que sirvieron para la inscripción, el arrendatario no podrá constituirse en tercero registral, porque no podrá
invocar que ignoraba la existencia de tal prohibición.
(64) Exposición de Motivos Oficial del Código Civil de 1984 - Registros Públicos, separata especial publicada en
el diario oficial el día 19 de noviembre de 1990. pp. 80-81.
(65) Véanse los trabajos de MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto. “¿Reabriendo un debate? Argumentos que
justifican la preferencia del asiento registral sobre el título archivado?” Ob. cit.; “La fe pública registral y la
falsificación de documentos. Apuntes sobre la legitimación aparente y el poder de disposición”. En: http://www.
derechoycambiosocial.com/revista033/FE_PUBLICA_REGISTRAL_Y_FALSIFICACION.pdf); ALIAGA
HUARIPATA, Luis Alberto y MENDOZA DEL MAESTRO, Gilberto. “Posibles modificaciones al libro de
Registros Públicos”. En: Actualidad Jurídica, Lima, 2010, pp. 138-152.
(66) GONZALES BARRÓN, Gunter. “Fundamentos que explican la primacía del título frente al asiento registral.
Contribución que pone punto final a un debate innecesario”. Ob. cit.; “El derecho registral se debate hoy entre
dos visiones antagónicas: análisis del “realismo” frente al “extremismo”, En: http://www.derechoycambio-
social.com/revista027/Derecho_registral_realismo_extremismo.pdf; y últimamente (aunque ya luego de la
57
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
entrada en vigencia de la Ley 30313) puede consultarse el texto de GONZALES BARRÓN. “Sistema registral
y contratación inmobiliaria en la Ley Nº 30313”. Legales Ediciones, Lima, 2016.
(67) GONZALES BARRÓN. “Sistema registral y contratación inmobiliaria en la Ley Nº 30313”. Ob. cit.,
p. 259.
(68) Ibídem. p. 260.
58
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(70) Artículo 1169 CC 1936.- La acción de nulidad de un acto o contrato prescribe a los treinta años.
60
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
aún cancelado en su totalidad. ¿Qué puede generar esto? ¿Es seguro comprar el bien?
¿Qué contingencias se asumen? Con la sola lectura del asiento registral no es posible
dar respuesta de forma categórica a estas interrogantes, porque se abre un abanico de
posibilidades y dudas; por ejemplo:
(i) Podríamos considerar que producto del saldo de precio se ha generado una
hipoteca legal a favor de A(71), la cual no ha sido inscrita (por omisión del
registrador) en un asiento autónomo, por lo que si usted compra el bien se
expone a la posibilidad de que A ejecute esa hipoteca en caso B no le ter-
mine de pagar el saldo de precio.
(ii) Podría suceder que en alguna de las cláusulas del contrato de compraventa
A renunció expresamente a la hipoteca legal, por lo que no existe contin-
gencia alguna si es que usted decide comprar el bien.
(iii) Podría ocurrir también que dado que el precio de venta no fue cancelado en
su totalidad, las partes pactaron una reserva de dominio a favor de A, solo
que el registrador involuntariamente no lo consignó en el asiento registral,
por lo que este publicita erróneamente a B como propietario cuando en rea-
lidad el dominio le sigue perteneciendo a A.
¿Es seguro comprar el bien limitando nuestro análisis al asiento registral? ¿Aun
si la Ley no existiera, una persona mínimamente diligente e informada se animaría
a comprar el inmueble sin antes haber revisado el título archivado?
Aun cuando el artículo 2014 CC no señalaba expresamente (como sí lo hace ahora)
que la fe pública registral se extiende a los títulos archivados, estos eran revisados por
una razón de costo/beneficio: el análisis de los títulos archivados resultaba muy simple
y barato en comparación con aquello que se conseguía: evitar un litigio judicial que
podría tomar muchos años y que podría terminar no siéndole favorable al adquirente.
En efecto, imaginemos que por fiarse del asiento registral usted le compra el bien
a B, quien realmente no tenía aún la condición de propietario porque el contrato conte-
nía una reserva de dominio a favor de A que el registrador omitió publicitar. Usted se
verá envuelto en un proceso judicial en el que A cuestionará la transferencia a su favor.
Cuando se dice –sin haber contrastado ello en la práctica– que antes de la Ley
uno podía hacer los estudios de títulos limitando el análisis a los asientos registra-
les, pues ello bastaba para quedar protegido con la fe pública registral, se obvia algo
fundamental: nadie quiere usar la fe pública registral, porque hacerlo supone verse
envuelto en un proceso judicial, pues es aquí en donde se invoca dicho principio para
hacer frente a la demanda de nulidad o mejor derecho de propiedad que alguien como
“A” interpone para recuperar el derecho que considera le corresponde.
(71) Artículo 1118 CC.- “Además de las hipotecas legales establecidas en otras leyes, se reconocen las siguientes:
1. La del inmueble enajenado sin que su precio haya sido pagado totalmente o lo haya sido con el dinero de
un tercero”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
El riesgo de verse envuelto en un litigio de este tipo (cuya sola existencia, inde-
pendientemente de que uno pueda salir airoso, ya constituye un costo muy alto) era
mitigado con una revisión muy simple y básica de los títulos archivados, que permi-
tía contratar sobre bases mucho más seguras.
Por eso considero que el principio de fe pública registral funciona como un seguro
de salud: saber que cuentas con él te otorga seguridad, tranquilidad, porque en el peor
escenario sabes que aquel te ayudará a salir bien librado del problema; sin embargo,
lo mejor que te podría pasar es no usarlo (ni el seguro ni la fe pública registral), por-
que hacerlo presupone que estás en un estado indeseable (un litigio o padeciendo una
enfermedad). Y antes de que la Ley entrase en vigencia, algo que reducía la posibi-
lidad de tener que usar la fe pública registral era precisamente la revisión de los títu-
los archivados.
Entonces, si bien antes de la entrada en vigencia de la Ley no existía un “man-
dato” claro en revisar los títulos archivados, el no hacerlo le generaba al adquirente
(tercero registral) dos contingencias: 1) podía terminar envuelto en un litigio producto
de la demanda de mejor derecho de propiedad planteada por A; y 2) existía la posibi-
lidad de terminar perdiendo dicho litigio, en caso A lograra convencer al juez de que
para verse protegido por la fe pública registral dicho adquirente no debió limitar su
análisis a los asientos registrales.
Todo esto incentivaba al eventual adquirente –antes de la entrada en vigencia
de la Ley– a revisar los títulos archivados, porque así lograba reducir la posibilidad
de verse envuelto en un litigio respecto del cual podía resultar perdedor (aunque esto
último no era seguro).
Ahora imaginemos ese mismo caso el día de hoy, bajo la vigencia de la Ley. ¿Ese
adquirente mantiene incentivos para revisar los títulos archivados? Nuevamente la res-
puesta es afirmativa. ¿Entonces qué ha cambiado en comparación con lo ocurría antes
de la Ley? Lo realmente novedoso es que hoy tenemos la certeza que, de existir una
disociación entre el título archivado y el asiento, ese riesgo lo asumirá indefectible-
mente el tercero registral. Es decir, en caso el asiento no coincida con el título archi-
vado, la no revisión de este genera para el adquirente no solo la contingencia de verse
envuelto en un litigio, sino la seguridad de que resultará perdedor en dicho proceso.
En síntesis, antes de la Ley el adquirente revisaba los títulos archivados porque
el solo hecho de que pudiese verse envuelto en un litigio (aun cuando existía la posibi-
lidad de salir airoso del mismo) era incentivo suficiente; hoy, dicho adquirente revisa
los títulos archivados porque un asiento registral erróneo lo envolverá en un litigio
del cual, con toda certeza, saldrá perdiendo.
Entonces, si antes de la Ley la práctica cotidiana (por un tema de incentivos y
análisis costo beneficio) consistía en revisar los títulos archivados y esa práctica hoy
se mantiene, ¿de qué mutación se habla?
Para estar realmente ante una “mutación” tendría que haber existido, antes de la
Ley, una tendencia clara e inequívoca a favor de limitar la fe pública registral a los
asientos registrales, tendencia que se habría visto modificada de manera antagónica
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(74) GONZALES BARRÓN, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario. 2ª edición, Jurista Editores,
Lima, 2004, p. 950.
(75) Las causales que la doctrina identifica –y de las cuales la jurisprudencia hace eco– para invocar la nulidad del
contrato entre B y C son de lo más variadas: falta de manifestación de voluntad, fin ilícito, objeto jurídicamente
imposible, contrato en contra del orden público, etc.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(76) Artículo 1409 CC.- “La prestación materia de la obligación creada por el contrato puede versar sobre: (…) 2.
Bienes ajenos o afectados en garantía o embargados o sujetos a litigio por cualquier otra causa”.
(77) VIDAL RAMÍREZ, Fernando. El acto jurídico. 8va edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 491; y ESPINOZA
ESPINOZA, Juan. El acto jurídico negocial. Ob. cit. p. 491.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(78) Artículo 1537 CC.- “El contrato por el cual una de las partes se compromete a obtener que la otra adquiera la
propiedad de un bien que ambas saben que es ajeno, se rige por los artículos 1470, 1471 y 1472” (normas que
regulan la “Promesa de la obligación o del hecho de un tercero”).
(79) Sobre la vinculación entre ambos principios me ocuparé de forma amplia en el Capítulo II de este libro.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
disposición celebrado sobre un bien de la sociedad conyugal por uno solo de los cón-
yuges –a espaldas del otro– a favor de un tercero(80).
Si se concluye a favor de la nulidad del contrato otorgado por uno de los cónyu-
ges a favor del tercero, se imposibilitará que este pueda mantener su adquisición aun
cuando haya confiado de buena fe que contrataba con el verdadero y único propieta-
rio del bien (creencia que muchas veces se sustenta en el hecho de que el bien figu-
raba inscrito solo a nombre del cónyuge con quien contrató, sin ningún viso de que
la sociedad conyugal fuese la verdadera propietaria). Por el contrario, de concluirse
–como considero que es lo correcto– a favor de la ineficacia de dicho contrato, no
solo se protegería al cónyuge que no participó en el acto de disposición (pues podría
ratificar dicho contrato si así responde a sus intereses, lo cual no sería viable si el
contrato fuese nulo, pues la nulidad es un vicio insubsanable), sino también al ter-
cero que adquirió actuando de buena fe, permitiéndosele mantener su adquisición.
Es por eso que no estoy de acuerdo con quienes sostienen que “la cadena de subad-
quirentes derivada de eventuales actos de disposición del tercero de buena fe podría
ser atacada por ambos remedios (nulidad o ineficacia), en tanto la falta de legitimidad
negocial es una patología que estará presente también en los ulteriores actos de dis-
posición del bien social, dado que todos los disponentes habrán actuado careciendo
del poder de disposición de la situación jurídica comprometida”(81).
Lo que plantea esta posición es que la demanda del cónyuge perjudicado (A) no
solo afecte a C, sino también a D, E y todos los posteriores adquirentes. Considero
que esto no solo atentaría contra el texto expreso del 2022 CC (un dato extraregistral
no puede afectar a C) y el 2014 CC (los terceros adquirentes como D –y todos los que
vengan después– quedan inmunes frente a la patología del contrato respecto del cual
no formaron parte), sino que incluso resulta indeseable desde un punto de vista de
política legislativa, pues implica traerse abajo el sistema de adquisición basado en
la confianza en el Registro.
Con un ejemplo esto quedará claro: imaginemos que C ya hubiese vendido el bien
a D y luego de ello se dan sucesivas transferencias a favor de E, F, G, y H. Si admiti-
mos que la demanda planteada por A (que en el caso vendría a ser la cónyuge afectada,
pero en realidad las consecuencias que planta esta doctrina podrían ser trasladadas
a cualquier supuesto en el que se vende un bien sin la manifestación de voluntad del
verdadero propietario) repercuta sobre todas las adquisiciones posteriores, entonces
H (último adquirente) deberá restituirle el bien a A, con lo cual todas las adquisicio-
nes realizadas previamente (C-D, D-E, E-F, F-G)) quedarían también sin una causa
que las justifique, lo que implicaría que H deba dirigirse contra G para recuperar el
precio que pagó; G tendría que hacer lo propio contra F, este contra E, él con D y este
con C. De este modo, en un abrir y cerrar de ojos, contratos celebrados y ejecutados
(80) Empleo el término “tercero” para hacer referencia a alguien ajeno a la sociedad conyugal.
(81) VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes sociales por parte de uno de los cónyuges.
Argumentos adicionales a favor de la tesis ‘Pro ineficacia’ ad portas del Octavo Pleno Casatorio Civil”. En:
http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-
la-clausula-ad-corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-suprema-2/
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(82) Dado que al momento de la celebración de dicho contrato el cónyuge ya se encontraba casado, el bien le
pertenecía realmente a la sociedad conyugal.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
era nulo por vulnerar el orden público, para la Sala Superior el contrato adolecía de
un fin ilícito.
La Corte Suprema, finalmente, amparó el recurso de casación planteado por el
comprador y declaró infundada la demanda de nulidad. El argumento fue muy sim-
ple: dicho comprador había actuado de buena fe, es decir, confiando en que quien le
vendía era el único propietario del bien, por lo cual su adquisición debía ser protegida.
Expresamente la Corte Suprema sostuvo que:
“Se presume bajo el principio de la buena fe, que el transferente era el único
con derecho a dicho predio, aunado al hecho que en la constancia de pose-
sión presentado en el proceso, aparece únicamente el nombre del vendedor,
lo que contribuye a la confianza del impugnante [comprador], que su trans-
ferente era soltero y por tanto el bien enajenado era un bien propio”.
¿Qué nos está diciendo la Corte Suprema con esto? Que el contrato de compra-
venta celebrado por uno de los cónyuges sin el asentimiento del otro no es nulo sino
ineficaz, y como tal perfectamente subsanable siempre que se acredite la buena fe
del adquirente. En efecto, si el contrato fuese nulo no habría forma de corregirlo, por
más buena fe que tuviera una de las partes del contrato. Un contrato nulo es, por defi-
nición, insubsanable: para él no funcionan ni la confirmación (que aplica para con-
tratos anulables) ni la ratificación (que aplica para contratos ineficaces), por lo que al
margen de la buena fe con que hubiesen podido actuar las partes de dicho contrato el
vicio de nulidad no desaparecerá.
Imaginemos que alguien se “adjudica” mediante documentos falsificados una
parte de la playa y me la vende. Yo, actuando de buena fe, creo que él es el propie-
tario y firmo una compraventa. Este contrato recae sobre un objeto jurídicamente
imposible y como tal es nulo y seguirá siendo nulo por más buena fe que yo pueda
probar. Mi buena fe no cura el vicio de nulidad, pues esta tutela intereses generales
(se protege a la sociedad en su conjunto) que van más allá del estado subjetivo con
que actúan las partes del contrato.
Incluso si quien me vendió la playa la hubiese tenido inscrita a su nombre y luego
yo también la registro a mi favor, ello tampoco curaría el vicio de nulidad, porque
como bien lo establece el artículo 2013 CC, ni siquiera la inscripción registral per-
mite convalidar los contratos nulos.
En conclusión, si la Corte Suprema convalidó la Compraventa fue porque la
consideraba subsanable, lo cual significa que, desde su punto de vista, el vicio que la
aquejaba no era la nulidad sino la ineficacia.
7.3.3. ¿En qué casos el contrato del tercero no es subsanable por la fe pública
registral?
¿En qué casos, entonces, el tercero adquirente no cumpliría con este requisito de
validez y, por ende, su adquisición no quedaría protegida por el 2014 CC?
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(83) De acuerdo con el artículo 3 de la Ley Nº 29090, Ley de Regulación de Habilitaciones Urbanas y de Edifi-
caciones, la habilitación urbana es el proceso de convertir un terreno rústico o eriazo en urbano, mediante
la ejecución de obras de accesibilidad, de distribución de agua y recolección de desagüe, de distribución de
energía e iluminación pública.
(84) De acuerdo con el Reglamento Nacional de Edificaciones, el aporte reglamentario es el área de terreno
habilitado destinado a recreación pública y servicios públicos, que debe inscribirse a favor de la institución
beneficiaria, y que es cedida a título gratuito por el propietario de un terreno rústico como consecuencia del
proceso de habilitación urbana.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
En todas las instancias (sentencia de primera instancia emitida por el 29º Juz-
gado Civil de Lima de fecha 5 de octubre del 2009; sentencia de vista emitida por
la Sétima Sala Civil de Lima de fecha 15 de junio del 2011; y Sentencia Casatoria
Nº 5745-2001-Lima de fecha 11 de octubre del 2012) las dos últimas transferencias
fueron consideradas válidas y por ende la adquisición del último comprador quedó
protegida en (una indebida) aplicación de la fe pública registral.
Así, pese a que todos los contratos tuvieron un objeto jurídicamente imposible
por haber recaído sobre un área que, al tener la condición de aporte reglamentario,
pertenecía al dominio público del Estado y como tal era inalienable, la Corte Supe-
rior consideró ello no impedía la protección del último adquirente al amparo de la fe
pública registral:
“Respecto al carácter de dominio público del inmueble sub litis, que según
la parte demandante, prima sobre la buena fe; debe indicarse que estando
a que esta parte ha referido en su escrito de demanda que ha interpuesto
una demanda de nulidad de acto jurídico (…) es en dicho proceso donde se
determinará si el referido inmueble ostenta o no dicha calidad, pronuncia-
miento que no enervará la validez de los actos jurídicos que en la recurrida
se han convalidado, por cuanto estos se encuentran amparados en la buena fe
registral prevista en el artículo 2014 del Código Civil” (Sétimo Considerando).
Nótese cómo la Corte Superior reconoce que aun si judicialmente se llegase a
declarar la nulidad del primer contrato (entre el Estado y la señora finada) por tener un
objeto jurídicamente imposible, ello no afectaría –así de claro lo dice– la validez del
contrato del último adquirente, el cual quedaría protegido por la fe pública registral.
El error de la Corte consiste en no haberse dado cuenta que todas las transferencias
recayeron sobre el mismo bien (de dominio público), por lo que todas (incluida la del
último adquirente) tenían un objeto jurídicamente imposible y como tal eran nulas.
Por ello, es un error sostener que las primeras transferencia son nulas por recaer
sobre un bien de dominio público (de hecho, la Corte declaró la nulidad de la segunda
y tercera transferencia) y, en simultáneo, plantear la validez de la última transferencia
pese a que esta recayó sobre el mismo bien (¡!). Por un tema de coherencia, la Corte
debió o bien declarar nulas todas las transferencias, por haber recaído (todas ellas)
sobre un objeto jurídicamente imposible, o bien validar cada una de ellas.
Y dentro de estas dos opciones, sin duda alguna la correcta era la primera, sin
importar el hecho de que la última transferencia se haya inscrito y haya sido (supues-
tamente) realizada con buena fe (lo cual también resultaba dudoso por los innumera-
bles elementos que se presentaron en el caso y que habrían llevado a cualquier adqui-
rente de una mínima diligencia a dudar de la transparencia de la operación(85)), pues
tal como ya he indicado, un contrato nulo no queda convalidado por más buena fe e
inscripción que haya una de las partes (en este caso el adquirente).
(85) El análisis de estos elementos con ocasión de determinar si realmente hubo o no buena fe por parte del último
adquirente (que fue quien invocó la fe pública registral), puede verse en el Capítulo V.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(86) Artículo 43, inciso 2.- “Son absolutamente incapaces los menores de dieciséis años, salvo para aquellos actos
determinados por la ley”.
(87) Artículo 219, inciso 2.- “El acto jurídico es nulo cuando se haya practicado por persona absolutamente incapaz”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(88) GONZALES BARRÓN, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario. Ob. cit., p. 154.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
En conclusión, todos los contratos (incluido el del último adquirente, que invocó
la protección del 2014 CC) eran nulos por haber recaído sobre un objeto jurídicamente
imposible, y como tal no debió aplicarse el principio de fe pública registral para con-
validar la adquisición del último comprador.
En otro caso similar al que acabo de comentar (transferencia de un bien de domi-
nio público), se le negó tutela al tercero que invocó la protección del 2014 CC, pero
dicha negatoria no respondió al hecho de que el contrato del tercero fuese inválido por
recaer sobre un objeto jurídicamente imposible, sino por haber carecido de buena fe.
Los hechos que dieron lugar al caso fueron los siguientes:
(i) El predio constituido por el Lote 18-B de la Manzana A de la Urbanización
Los Alerces de Monterrico del Distrito de Santiago de Surco fue transferido
en calidad de aporte reglamentario a favor del Estado mediante Resolución
Administrativa Nº 151-78-DGIU/CPL, habiéndose inscrito el dominio en la
Ficha Nº 1325473 del Registro de Propiedad Inmueble de Lima.
(ii) Luego se falsificó una escritura pública de compraventa de fecha 9 de marzo
de 1984 mediante la cual la Superintendencia de Bienes Estatales (SBN)
supuestamente transfirió el dominio a favor de Raúl Ramón Ventura Cano.
(iii) Con posterioridad a ello se dieron cuatro transferencias sucesivas mediante
escrituras públicas de fechas 13 de abril y 10 de diciembre de 1984 y 8 de
marzo y 6 de abril de 2001, las cuales se inscribieron en el Registro.
(iv) Finalmente, mediante escritura pública del 5 de octubre de 2001, el inmueble
fue transferido a favor de Puerta de Tierra S.A., siendo esta empresa la que,
frente a la demanda de nulidad planteada por la SBN, invocó la protección
de la fe pública registral.
La Corte Suprema sostuvo lo siguiente:
“Octavo.- Que, de lo expuesto en el considerando precedente, se infiere
que al momento de la compraventa de fecha cinco de octubre de dos mil
uno otorgada por Aníbal Breña Jaime a favor de Puerta de Tierra Sociedad
Anónima, esta última no podía desconocer que el bien que estaba adqui-
riendo originalmente fue de dominio público del Estado y que por tanto de
conformidad con lo previsto en el artículo 73 de la Constitución Política del
Estado, se trataba de un bien inalienable e imprescriptible que no puede ser
adquirido por particulares, máxime si se tiene en cuenta que la compradora
es una empresa inmobiliaria y como tal le es exigible un especial deber de
cuidado al momento de verificar la titulación de los inmuebles que adquiere.
Noveno.- Que, por su parte el principio de buena fe registral, contemplado
en el artículo 2014 del Código Civil busca proteger al tercero que ha adqui-
rido de buena fe un derecho de quien efectivamente carecía de capacidad
para disponer de él, no obstante, este principio no tiene carácter absoluto,
pues como ha sostenido este Tribunal Supremo en reiteradas ocasiones,
para que opere válidamente el referido principio es preciso que concurran
75
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
fe del tercero, se pasa por alto que estamos ante un objeto jurídicamente imposible,
lo cual en cualquier escenario (independientemente de la buena o mala fe del tercero)
tendría que invalidar al contrato de tercero y por ende imposibilitar la aplicación de
la fe pública registral.
La irrelevancia que para la Corte Suprema representa el requisito que vengo
analizando (validez del contrato en el cual el tercero interviene), se hace manifiesta
cuando omite enumerarlo dentro de los requisitos para la aplicación del 2014 CC.
Y si bien en la parte resolutiva de la Casación la Corte declara nulo el contrato del
último adquirente por tener un objeto jurídicamente imposible, hace depender –como
ya señalé– esta nulidad de la mala fe de dicho tercero, con lo cual implícitamente se
está diciendo –como también ya indiqué– que, de haber obrado de buena fe, el vicio
de nulidad habría quedado saneado y la fe pública registral hubiese terminado pro-
tegiendo su adquisición. Con ello la Corte Suprema no hace sino contradecir el texto
expreso del artículo 2013 CC, de acuerdo con el cual la inscripción no convalida los
actos que sean nulos o anulables.
(89) Si la protección del Registro se concentra en los negocios jurídicos onerosos, o “negocios de tráfico” como
le llama la doctrina alemana (“transactions” en el Derecho norteamericano), entonces la lógica conclusión
es que las adquisiciones legales, forzadas o por acto de autoridad, se encuentran excluidas de la protección.
(90) Normalmente no existe discusión alguna respecto a los negocios típicamente onerosos, es decir, aquellos
cuya definición legal impone atribuciones recíprocas entre las partes, como es el caso de la compraventa,
la permuta, etc. No obstante, el panorama se complica en el caso de las donaciones modales o con cargo,
así como las donaciones remuneratorias. El Código Civil peruano regula estas figuras en forma negativa,
señalando los efectos de la invalidación o revocación de la donación remuneratoria o sujeta a cargo en cuyo
caso el donante queda obligado a devolver al donatario el valor del servicio prestado o del cargo satisfecho.
Así lo consagra el artículo 1642 CC. La relevancia sobre la onerosidad o gratuidad de dichos contratos es
fundamental, en cuanto de ello dependerá si el tercero es protegido o no por el principio de fe pública.
Para un sector de la doctrina española (ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, José Antonio. Curso de derecho de
obligaciones. Tomo II. Civitas, Madrid, 2002, p. 191), en estos casos la donación no es pura y simple, sino
que se da por algo o para algo, lo que supondría una cierta contraprestación, no excluyéndose el lucro del
donatario, ni el ánimo de liberalidad del donante No obstante, para la doctrina mayoritaria se trataría de
negocios mixtos, por lo que la protección del tercero solo podría llegar hasta el valor de la contraprestación.
En nuestro país se ha ocupado brevemente del tema ARIAS SCHREIBER, Max. “Donación”. En: Código
Civil. Exposición de Motivos y Comentarios, Tomo VI, Lima, 1985, p. 283: “El hecho de que la remuneración
o el cargo puedan de alguna manera llevar una dosis de onerosidad no es factor excluyente de la donación y
ella tiene, en estos casos, carácter mixto”.
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(91) ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, José Antonio. Derecho Inmobiliario Registral. Jurista Editores, Lima, 2010,
p. 65.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
¿Se justifica este intercambio de roles? Considero que no, pues entre las dos
eventuales víctimas (A y C) se debe proteger a quien resulte más “inocente”: sin duda
alguna nada se le puede reprochar a A con respecto a la información registral, pues
fue víctima de una falsificación, sin embargo, el haber permitido que el falsificador
acceda a la posesión sí es algo frente a lo cual habría podido ejercer alguna oposición.
C, por el contrario, no tuvo forma de conocer el fraude que precedía a su adquisición,
pues todos los datos (Registro y posesión) lo llevaban a creer que el propietario era
B (naturalmente, si se acredita que C actuó de mala fe se justificará que asuma el rol
de “perjudicado” que hasta ese momento le corresponde a A).
Entonces, frente a una transferencia onerosa (y dando por sentado que C actúo
de buena fe) se justifica la protección del tercero registral, pues si bien con ello no se
mejora la situación inicial (sigue habiendo un beneficiado, un perjudicado y un neutral)
al menos se evita un injustificado intercambio de roles en perjuicio de dicho tercero.
Ahora cambiemos solo un dato del ejemplo original: B transfirió el bien gratuita-
mente a favor de C, es decir, se lo donó. Esto genera que las situaciones del caso anterior
(cuando la transferencia fue onerosa) se mantengan, pero con distintos protagonistas:
(i) C es el beneficiado en tanto recibió gratuitamente una casa que vale 100;
(ii) A es el perjudicado en tanto perdió la casa que valía 100 sin haber recibido
nada a cambio.
(iii) B se mantiene igual: la casa que había incorporado a su patrimonio mediante
la falsificación la ha perdido como consecuencia de habérsela donado a C.
Al igual que en ejemplo original, si se protege al tercero adquirente (C) las situa-
ciones iniciales no cambian. Por el contrario –y a diferencia de cuando la transferen-
cia a favor de C es onerosa– el que no se proteja al tercero adquirente a título gratuito
permite optimizar tales situaciones iniciales.
Así, una vez anuladas las dos transferencias el inmueble retornará al patrimonio
de A, lo cual implicará quitarle la propiedad a C, pero como este lo recibió de forma
gratuita no tendrá que accionar contra B para recuperar aquello que hubiese entre-
gado si la adquisición hubiera sido a título oneroso.
Como resultado final, no habrá ningún beneficiado ni perjudicado, sino que todos
se mantendrán neutrales:
(i) A al inicio tenía una casa que valía 100; finalmente, gracias a que la pudo
recuperar, se mantiene en la misma condición de propietario.
(ii) B al inicio no tenía ni la casa ni dinero: la casa que incorporó a su patri-
monio mediante la falsificación la donó sin recibir nada a cambio. Es decir,
termina sin casa y sin dinero, tal como había iniciado(92).
(92) En realidad B termina peor de lo que empezó, pues deberá asumir los costos y costas del proceso y, de ser el
caso, deberá reparar el daño causado, lo cual se encuentra plenamente justificado en tanto todo el problema
lo generó precisamente “B”. De este modo, no solo se evita crear “perjudicados” y “beneficiados”, sino que
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(iii) C al inicio no tenía una casa, pero sí 100 en efectivo, situación que se man-
tiene hasta el final, pues el bien retorna al patrimonio de A pero no perdió
los 100 (porque el bien le fue transferido gratuitamente).
En síntesis, proteger la adquisición onerosa del tercero registral no mejora las
situaciones iniciales (siempre habrá un perjudicado, un beneficiado y alguien que se
mantiene igual) pero evita que aquel que actuó de buena fe (el tercero) asuma injus-
tificadamente la posición de “perjudicado”. Por ello hace bien el sistema jurídico en
proteger dicha adquisición onerosa.
Por el contrario, proteger la adquisición gratuita del tercero registral no solo
mantiene las situaciones iniciales (un perjudicado, un beneficiado y alguien neutral)
sino que impide que estas mejoren, pues de no estar protegida tal adquisición todos
los intervinientes se mantendrían igual que al inicio, es decir, no habría ni perjudi-
cados ni beneficiados.
Entonces, lo idóneo es la no protección del tercero adquirente a título gratuito,
algo por lo cual el sistema ha optado de manera adecuada.
El principio que subyace a esta solución es el siguiente: “aquel que actúa para
evitar un daño debe ser privilegiado frente a aquel que actúa para obtener un lucro”; o
visto desde el ángulo opuesto, “aquel que actúa para obtener un lucro debe ser sacri-
ficado frente a aquel que actúa para evitar un daño”. Este es un principio del Derecho
Romano, pero antes que haberme limitado a citarlo, lo que he pretendido es desen-
trañar la lógica económica que subyace al mismo.
se penaliza a quien causó el daño, lo cual es una razón adicional para justificar la decisión del sistema de no
proteger las adquisiciones gratuitas.
(93) AMORÓS GUARDIOLA, Manuel. “La buena fe en la interpretación de los problemas hipotecarios”. En:
Revista Crítica de Derecho Inmobiliario. Nº 463, Madrid, 1967, pp. 1519-1580.
80
La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
“aterrizar” este concepto de “buena fe” en cada caso, conlleva a una dificultad mayús-
cula; conviene, por ello, realizar algunas precisiones más sobre este requisito.
(94) GONZÁLEZ MARTÍNEZ. Sistemas hipotecarios. Derecho Inmobiliario alemán. Ob. cit., p. 108.
(95) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de fe pública registral (I)”. En: Anuario de Derecho Civil. Año
2006, N° 2, p. 570.
(96) DE LA RICA Y ARENAL, “Meditaciones hipotecarias. La buena fe y la publicidad del Registro”. En: Revista
Crítica de Derecho Inmobiliario, N° 256, setiembre, 1949, p. 541.
(97) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de fe pública registral (I)”. Ob. cit., p. 579.
(98) SIERRA VÁSQUEZ, Guillermo Franklin. La insuficiencia de la buena fe para tutelar a los terceros en las
adquisiciones a non domino. La confianza como fundamento de la protección de la circulación jurídica de
los bienes. Tesis para optar el título profesional de Abogado. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Lima, 2011, p. 159.
81
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
De acuerdo con esta posición, “la buena fe subjetiva viene prácticamente sus-
tituida por la actuación de la publicidad (presunción iuris et de iure), e incluso nos
arriesgamos a afirmar que se desinteresa de ella, dado que su relevancia jurídica es
tomada solo en su aspecto negativo: mala fe (conoció la inexactitud del Registro).
Vale decir, la buena fe no es elemento constitutivo de la fe pública registral, sino que,
inversamente, la mala fe viene a configurar como elemento impeditivo de la adqui-
sición del tercero”(99).
Contrariamente a la posición recién expuesta, la doctrina destaca de manera mayo-
ritaria el rol que juega la buena fe: “Por lo que hace a la comparación de los distintos
sistemas, la cosa es notoria. En los de publicidad positiva o fe pública registral, lo
que la ley trata de proteger es la confianza que en el tercero suscita la publicidad del
Registro. Siendo ello así, se entiende muy bien que el conocimiento de la inexactitud
del Registro, impidiendo la buena fe del tercero que al mismo pretendiera acogerse,
priva de todo fundamento al mérito de su protección (...) Distintas son las cosas en la
protección dispensada por la prioridad registral en los sistemas de publicidad nega-
tiva o preclusiva (inoponibilidad). En ellos, la razón de ser de la protección registral
radica en la mayor diligencia del tercero que se adelante en la inscripción”(100).
Es así como en los sistemas de publicidad positiva (es decir, aquellos que con-
sagran el principio de fe pública registral y que se contraponen a los denominados
“sistemas de publicidad preclusiva”, que se limitan a regular el principio de inoponi-
bilidad(101)), la buena fe es la razón de ser de la protección que el Registro concede al
tercero adquirente (cabe señalar que –tal como se desarrolla en extenso en el Capí-
tulo II– nuestro ordenamiento jurídico es un híbrido, en tanto tiene consagrados
–al igual que el modelo español– tanto el sistema de publicidad positiva, a través del
principio de fe pública registral, como el sistema de publicidad preclusiva, a través
del principio de oponibilidad).
Y esta relevancia de la buena fe tiene absoluto sentido, pues si la fe pública
registral protege al tercero que confía en la inscripción (justamente porque la cree
reflejo de la realidad), entonces la buena fe, que se identifica con dicha creencia, viene
a constituir la razón de ser o el fundamento de la protección que el referido principio
le otorga al tercero.
Habiendo quedado claro el rol trascendental que juega la buena fe como elemento
del principio de fe pública registral, corresponde determinar en primer lugar el con-
tenido que a ella le corresponde.
(99) Ídem.
(100) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de fe pública registral (I)”. Ob. cit., p. 579.
(101) El cual en nuestro país se encuentra regulado en el artículo 2022 CC.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(102) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de fe pública registral (I)”. Ob. cit., pp. 584-585.
(103) Ibídem, p. 583
(104) Ibídem, p. 584.
(105) ROCA SASTRE, Ramón María y ROCA SASTRE MUNCUNILL, Luis. Derecho Hipotecario. Ob. cit., p.
577: “Y por último, en lo que atañe al requisito de que el tercero adquiere del titular registral del derecho (…)
este ha de adquirir confiando en el contenido del Registro”; SANZ FERNÁNDEZ, Ángel. Instituciones de
Derecho Hipotecario, Tomo I, Madrid. 1947, p. 457: “La buena fe consistirá en la creencia por el adquirente”;
VALLET DE GOYTISOLO, Juan. “La seguridad jurídica en los negocios dispositivos de bienes inmuebles”.
En: Revista Crítica de Derecho Notarial, Madrid, 1980, p. 442: “Podemos, pues, definir la buena fe del tercero
adquirente como aquella creencia fundada en la inscripción a favor del transferente de que este es titular
real y puede disponer de dicho derecho”.
(106) DE LA RICA: “Meditaciones hipotecarias. La buena fe y la publicidad del Registro”. Ob. cit., p. 545: El texto
vigente (…) aplica correctamente el postulado de la buena fe al hacerla consistir en el desconocimiento de
la inexactitud del Registro”; NÚÑEZ LAGOS, Rafael, “El Registro de la Propiedad español”, En: Actas del I
Congreso de la Unión Internacional del Notariado Latino, Buenos Aires, 1948, p. 251: “La buena fe consiste en
la ignorancia de la inexactitud del Registro en cuanto a los motivos de la nulidad o de resolución no inscritos.
El tercero ha de ser un homo ignorans, contrafigura del homo sapiens del siglo XVIII”; COSSIO Y CORRAL,
Alfonso de. Instituciones de Derecho Civil, Tomo II, Editorial, Civitas, 1988, p. 222: “La buena fe consiste,
en este caso, en la ignorancia de las causas que producen la inexactitud registral”; GARCÍA GARCÍA, José
Manuel. Derecho Inmobiliario Registral, Tomo III, Editorial Civitas, Madrid, 2004, pp. 307-308: “Por todo
ello, hay que centrar el concepto de buena fe en el problema del ‘desconocimiento’ y no en el de la ‘creencia’.
Todo ello sin perjuicio de que normalmente el ‘desconocimiento’ lleva consigo de modo correlativo un estado
de ‘creencia’. Pero esto será una consecuencia y no el concepto definitorio. Este lo constituye únicamente el
‘desconocimiento’. En derecho hipotecario, insistimos una vez más que lo que interesa es el homo ignorans y
no el ‘hombre creyente’”. En la doctrina alemana y para el régimen del BGB, ENNECCERUS-KIPP-WOLFF,
Tratado de Derecho Civil, Tomo I, Traducción del alemán de Blas Pérez González y José Alguer. Editorial
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
no pasan de ser una misma realidad mirada a través de prismas distintos: “Creyendo,
ignoro; y porque ignoro, creo. Las razones aducidas para dar preferencia al aspecto
negativo de la ignorancia sobre el positivo de la creencia directamente referida a la
exactitud del Registro suponen tanto como romper la unidad interna de la buena fe,
de una parte, y, de otra, rebajar la influencia que el mismo Registro está llamado a
ejercer en la convicción del tercero merecedor de la protección registral”(107).
Un segundo punto que debe ser definido es si basta una buena fe entendida como
simple error subjetivo (es decir, equivocada creencia de lo que no es, o mera ignoran-
cia de lo que realmente es) o se debe exigir, además, un cierto elemento de excusa-
bilidad que haga a dicha ignorancia justificable y, al menos, éticamente disculpable.
Explayémonos un poco sobre estas formas de entender a la buena fe en el ámbito de
la fe pública registral.
Bosch, Barcelona, p. 275: “La buena fe que protege el §892 es un concepto puramente negativo: la ignorancia
de la inexactitud del Registro”.
(107) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El Principio de Fe Pública Registral (I)”. Ob. cit., p. 585
(108) AVENDAÑO ARANA, Francisco. “El conflicto entre la prescripción y el Registro”. En: Diálogo con la
Jurisprudencia. Tomo 155, Lima, agosto, 2011, p. 262.
(109) La fe pública registral opera “en el caso de que el adquirente, a pesar de tener dudas fundadas, no haga nada
para clarificar el estado de cosas”: PAU PEDRÓN, Antonio. La publicidad registral. Centro de Estudios
Registrales - Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, Madrid, 2001, p. 344; en el
mismo sentido: CANTUARIAS SALAVERRY, Fernando. “La función económica del Derecho: a propósito
de los derechos de prenda e hipoteca”. En: El Derecho Civil peruano. Perspectivas y problemas actuales.
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1993, pp. 71-72.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(110) Casación N° 2235-PIURA del 17 de mayo del 2005, publicada en el diario oficial El Peruano el 1 de marzo
del 2006.
(111) Contundentes argumentos a favor de esta posición, en: GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de fe
pública registral (I)”. Ob. cit., pp. 587 y ss.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(112) GORDILLO CAÑAS, Antonio. El principio de fe pública registral. Biblioteca Moderna de Derecho Civil.
Nº 3. Jurista Editores, Lima, 2010, p. 123.
(113) ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, José. Derecho Inmobiliario Registral. Editorial Civitas, Madrid, 1983, p. 239.
(114) Una aclaración importante para no confundir los términos: hasta aquí, cada vez que he mencionado a la “buena
fe”, me he referido a esta en su versión subjetiva (en ningún momento he hecho referencia a la denominada
buena fe objetiva), a la cual –como ya señalé– algunos la llenan de un contenido meramente negativo (buena
fe creencia) mientras que otros le otorgan un componente positivo (buena fe diligencia). La buena fe objetiva
–que, en principio, no tiene relación con el 2014 CC– es un estándar de conducta que asume relevancia en el
ámbito de la negociación y ejecución contractual.
(115) “La buena fe requerida por el tercero de la fe pública registral viene a consistir en un concreto supuesto de esa
buena de subjetiva que, como contrapuesta a la objetiva, suele diferenciar la doctrina; o, lo que es lo mismo,
en un concreto supuesto de buena fe en la adquisición de derechos, en tanto que tal buena fe es distinguible de
la que normalmente se toma en consideración en el ejercicio de los mismos”: GORDILLO CAÑAS, Antonio.
“El principio de fe pública registral (I)”. Ob. cit., p. 585. A favor de tal distinción se pronuncia HERNÁNDEZ
GIL, Antonio. La posesión. Editorial Civitas, Madrid, 1980, p. 178: “Creo que, en sustitución de la buena fe
objetiva y de la subjetiva, puede afirmarse, incluso con alcance clasificatorio, que la buena fe es contemplada
por el Código Civil en estos dos aspectos o manifestaciones fundamentales: como criterio regulador del
ejercicio de los derechos; y como criterio para atribuir determinados derechos”.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(116) En la doctrina italiana, por ejemplo: MENGONI, Luigi. Gli acquisti “a non domino”. 3ª. Editore Giuffrè,
Milano, 1975, pp. 315-319.
(117) MIQUEL GONZÁLEZ, José María. “La buena fe y su concreción en el ámbito del Derecho Civil”. En: Anales
de la Academia Matritense del Notariado, XXIX, pp. 7-24. COSSÍO Y CORRAL, Alfonso de. Instituciones
de Derecho Hipotecario. 2ª edición, Barcelona, 1956, p. 224: “El conocimiento de la inexactitud del Registro
debe ser positivo, y en nada afecta a la buena fe del adquirente el que su ignorancia sea causada por negligencia,
sea esta excusable o inexcusable”; PAU PEDRÓN, Antonio. “La teoría de los principios hipotecarios”. En:
La evolución del Derecho Registral Inmobiliario en los últimos cincuenta años, Colegio de Registradores
de la Propiedad y Mercantiles de España - Centro de Estudios Registrales, Madrid, 1977, p. 66: “La mala
fe es, por supuesto, el simple conocimiento –sin ingrediente alguno de conducta, sin obligación alguna de
diligencia–; pero es algo más: ha de ser un conocimiento pleno, completo”. En la doctrina italiana, es de este
parecer MENGONI, Luigi. Gli acquisti “a non domino”. Ob. cit., pp. 315-319.
(118) COSSÍO Y CORRAL, Alfonso de. Instituciones de Derecho Hipotecario. Ob. cit., p. 224.
(119) PAU PEDRÓN, Antonio. “La teoría de los principios hipotecarios”. Ob. cit., p. 66.
(120) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El Principio de Fe Pública Registral (I)”. Ob. cit., p. 587. También Cfr.
HERNÁNDEZ GIL, Antonio. La posesión. Ob. cit. Pp. 173-178, quien, partidario de una concepción unitaria
de la buena fe afirma que “la buena fe, como las buenas costumbres, es siempre una vía de comunicación del
Derecho con la moral”. Por la concepción ética de la buena fe hipotecaria se decanta también DÍEZ-PICAZO:
Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, Tomo II; Editorial Civitas, Madrid, 1995, pp. 458-459, quien,
en el Prólogo a la traducción española de WIEACKER, Franz. El principio general de la buena fe, Editorial
Civitas, Madrid, 1997, p. 15, concluye: “De todo lo dicho resulta ya claro que la idea de la buena fe está
penetrada de unos indiscutibles ingredientes éticos que la sitúan en los confines del derecho y de la moral.
La connotación de virtud –bondad– que se atribuye a la fides, lo pone de manifiesto de manera terminante”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(121) Cfr., MENGONI, Luigi. Gli acquisti “a non domino. Ob. cit., p. 319.
(122) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El Principio de Fe Pública Registral (I)”. Ob. cit., p. 586.
(123) Ibídem, p. 606.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
Es evidente que la introducción del elemento ético en la buena fe trae como ine-
vitable consecuencia la relativización del resultado protector esperable de la publici-
dad registral. La función aseguradora del Registro de la Propiedad ya no va a depen-
der objetiva y exclusivamente de la inscripción que en él se haya practicado, sino de
esa misma inscripción en combinación necesaria con el actuar honrado y diligente
de quien busque la protección del Registro. Esto genera que el análisis de la buena
fe se complejice, pues ya no nos limitaremos a preguntarnos si del Registro no fluía
algún dato que diese cuenta de un vicio en la cadena de transferencias, sino que nos
preguntaremos si el tercero no pudo haber hecho algo más para salir del error o para
dar con dicho vicio.
Por ende –y siempre en aplicación de la buena fe diligencia–, por más que el
Registro publicite determinada “realidad”, no podrá acogerse a la fe pública registral
el tercero que conociendo o –por las particularidades que rodean al caso en concreto–
debiendo y pudiendo conocer una realidad distinta a la publicitada, cierra los ojos
ante ella. Y es que “por más que solo la publicidad jurídica llegue a generar la cog-
noscibilidad legal de la situación inscrita, y por más que la ley pretenda favorecer y
privilegiar la información registral, la publicidad de hecho o el conocimiento efec-
tivo de la situación real [la que no ha accedido al Registro] tendrá que interferir en el
juego de aquella [lo inscrito]”(124), pues solo así estamos concibiendo al Registro en su
auténtica condición de instrumento de publicidad, antes que como un fin en sí mismo.
Es por ello que nuestros magistrados deben comprender que el fundamento de la
protección que a los terceros concede el Registro se halla en la publicidad (en gene-
ral) y no solo en el Registro, que no es sino un instrumento (dentro de los muchos que
hay) de aquella. Por eso, cuando la publicidad actúe, así no sea a través del Registro
(por medio de la posesión, por ejemplo), el tercero no podrá cerrar los ojos: “Lo que
establece la ley es que el adquirente no se vea perjudicado por aquello que, por no
estar inscrito, no le es conocido. Lo definitivo, como se ve, no es que una determinada
situación inscribible [por ejemplo, la demanda que dé cuenta de la existencia de un
acto fraudulento en la cadena de transferencias] no esté inscrito; lo que definitivamente
importa es que, por no estar inscrito, no sea efectivamente conocido por el tercero”(125).
Es decir: (i) si hubo algún modo, más allá de lo publicitado por el Registro, de
que el tercero conociera el vicio en la cadena de transferencias, entonces no habrá
actuado con buena fe y por ende no merecerá la protección de la fe pública registral;
y (ii) lo determinante siempre será si el tercero conoció (o estuvo en aptitud de cono-
cer) o no la realidad que contradecía al Registro; si se constata que conoció o estuvo
en aptitud de hacerlo, y pese a ello celebró el acto de transferencia, entonces carecerá
de buena fe y por ende la fe pública registral no lo protegerá.
Es cierto que al dejar de poner exclusivamente atención en el dato inscrito, que-
damos obligados a analizar ciertas situaciones que –se podría decir– generarán
incertidumbre, en tanto variarán caso por caso. Sin duda todo sería más fácil –pero
89
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(126) GONZÁLEZ MARTÍNEZ. “Sistemas hipotecarios. Derecho Inmobiliario alemán”. Ob. cit., p. 108.
(127) Entendamos, por ello, que cuando hago referencia a esta dificultad, la misma no está vinculada con la jus-
tificación racional y de fundamento de la buena fe (difícilmente alguien podría estar de acuerdo con que se
suprima a la buena fe como un requisito para que el tercero registral quede protegido), sino que se trata de
una dificultad al momento de su evaluación, pues dependerá del análisis minucioso que se haga para cada
caso en particular, la conclusión de si existió o no buena fe por parte del tercero registral.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(128) Si bien el caso no encajaba dentro del esquema del 2014 CC pues no se había dado una cadena sucesiva de
transferencias, sino más bien dos derechos de propiedad que existían en paralelo (y que como tal habría
merecido la aplicación del 2022 CC), lo resuelto por la Corte es importante por el rol que se le asignó a los
datos extra registrales.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
(129) GONZALES BARRÓN, Gunther. “El ascenso imparable de la posesión”. En: https://es.scribd.com/
document/257414059/El-Ascenso-Posesion.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
entabla contra el adquirente con derecho inscrito), la lógica que subyace en el fallo es
la misma que vengo comentando: se mitigó el impacto de la publicidad registral (la
persona contra quien se demandó la prescripción adquisitiva alegaba su condición de
“tercero registral”, pues había adquirido de quien en la partida aparecía como propie-
tario y sin que para ese momento la demanda de prescripción estuviese publicitada),
dándosele preponderancia a una posesión no inscrita pero constatable en la realidad.
(130) Este caso será desarrollado en extenso en el último capítulo de este libro, en el que analizaré el rol que cumple
la fe pública registral en los supuestos denominados como “prescripción contra tabulas”.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
En el punto que específicamente nos interesa, esto es, al rol que juega la pose-
sión en todo este esquema de tutela de la apariencia registral, la Sala Superior mitigó
en considerable medida el impacto de esta “apariencia” atendido al hecho de que:
“La compraventa realizada por C, fue celebrada en la época en que los deman-
dados venían ejerciendo la posesión del inmueble, lo cual obviamente le ha
permitido a la compradora tomar cabal y pleno conocimiento acerca de la
real situación del inmueble que estaba adquiriendo, es decir, que lo adqui-
ría de persona que no poseía el bien, lo que (…) demuestra la mala fe con la
que han actuado ambas partes, pues lo mínimo razonable y comprensible
de una persona que está interesada en adquirir un inmueble es por lo menos
preguntar al ‘poseedor’ en qué situación se encuentra el inmueble o cuál es
el derecho que le asiste (…) por lo tanto la conducta de la compradora no
puede ser amparada por el derecho”.
C interpuso recurso de casación, alegando, entre otras cosas, la infracción nor-
mativa de los dispositivos referentes a la propiedad y publicidad registral (artículos
923, 949, 2012, 2014, 2016 y 2022 del Código Civil) por parte del ad quem, al haber
establecido que C no tuvo la diligencia adecuada al momento de adquirir su derecho.
La Corte Suprema, resolviendo sobre el fondo de la controversia, sostuvo lo
siguiente:
“Noveno.- (…) se verifica que los principios de publicidad registral, fe pública
registral y prioridad regostral denunciados, no resultan de aplicación al pre-
sente caso, dado que conforme se aprecia de la sentencia de vista, el Contrato
de Compraventa de fecha 4 de julio de 2008 [entre A y C] materia de nuli-
dad, fue celebrado cuando José Rosas Castillo Toribio [B] venía ejerciendo
posesión física del inmueble, a lo que se agrega que si bien en la cláusula
sétima del referido contratos e establece que al entrega del bien sub materia
debía efectuarse a la suscripción de la minuta correspondiente, sin embargo,
ello no se relaciona con la realidad de los hechos, en tanto que, conforme
se tiene dicho el referido demandado [B] a dicha fecha ya se encontraba en
posesión del bien, lo que acredita la existencia de mala fe en la actuación
de las partes contratantes en cuanto al referido Contrato de Compraventa
de fecha u de julio de 2008”.
De este modo, la Corte Suprema respaldó la posición adoptada por la Sala Superior:
“Décimo.- Que, en el sentido descrito precedentemente se aprecia que la
Sala Superior ha privilegiado la posesión de José Rosas Castillo Toribio [B]
al contar este con título de propiedad por encima de los principios registra-
les invocados por la demandada Converción Agustina Contreras Luis [C],
dado que esta última con un mínimo de diligencia hubiera podido cons-
tatar que el bien que pretendía adquirir estaba siendo poseído por ter-
ceros con título de propietarios, por lo tanto, los principios registrales
invocados, así como el derecho de propiedad del artículo 923 del Código
Civil, alegado por al recurrente respecto del predio materia queda
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(131) ROCA SASTRE, Ramón María y ROCA SASTRE MUNCUNILL, Luis. Derecho Hipotecario. Ob. cit.,
p. 492.
(132) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La obligación de enajenar y el sistema de transferencia de la propiedad
inmueble en el Perú”. En: Themis. Revista de Derecho, Nº 30, 1994, pp. 149-173.
(133) ÁLVAREZ CAPEROCHIPI, José. Derecho Inmobiliario Registral. Ob. cit., p. 245.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(vi) 15 de agosto del 2007: se inscribió una hipoteca sobre el Inmueble a favor
de Colortex, la misma que había sido otorgada mediante escritura pública
de fecha 03 de julio de 2007.
(vii) 23 de agosto de 2008: Colortex y Antonio Saire Tupe suscribieron una
escritura pública de reconocimiento de deuda y dación en pago, mediante
la cual: a) Antonio Saire Tupe reconoció adeudar a Colortex la suma de
S/ 190,044.11; y b) en su condición de propietario del Inmueble, Antonio
Saire Tupe transfirió mediante dación en pago la propiedad de dicho bien
a favor de Colortex, dando así por cancelada la deuda.
Como consecuencia de haber adquirido el derecho de propiedad sobre el
Inmueble, tanto la medida cautelar de embargo como la hipoteca consti-
tuidas e inscritas a favor de Colortex, quedaron sin efecto. No obstante,
cabe señalar que Colortex no inscribió su derecho de propiedad, el cual se
mantuvo aún a nombre de Antonio Saire Tupe.
(viii) 30 de marzo de 2009: se inscribe la medida cautelar de embargo dis-
puesta mediante resolución judicial en el año 1999, la cual no había lle-
gado a inscribirse porque en aquel entonces el Inmueble no había sido aún
independizado.
Nótese, sin embargo, que el Inmueble fue independizado en febrero del
2001, y desde esa fecha, hasta el 30 de marzo del 2009, Negociaciones
Mego no realizó ningún acto para publicitar su derecho de crédito.
(ix) 17 de julio del 2009: se inscribe el contrato de dación en pago a favor de
Colortex, y por ende pasa a figurar como la nueva propietaria del Inmueble.
En la medida en que el embargo a favor de se inscribió cuando el Inmueble ya
no era de propiedad de los deudores (la sociedad conyugal Saire-Mamani), Colortex,
en su condición de nuevo propietario, interpuso demanda de tercería de propiedad a
efectos de que se levante la medida cautelar.
En primera instancia el Juez consideró que los derechos que se enfrentaban eran,
por un lado, el crédito de Negociaciones Mego tutelado mediante una medida caute-
lar de embargo del año 1999 (y no del 2008, como sugería Colortex), y el derecho de
propiedad de Colortex adquirido el 23 de agosto del 2008:
“Décimo Tercero: (…) aun cuando el accionante manifiesta que en autos
se ha dictado mandato de embargo mediante resolución de fecha cinco de
noviembre del dos mil ocho, sin embargo dicha afirmación no se ajusta al
mérito de lo actuado, toda vez que conforme se advierte del cuaderno cau-
telar, mediante resolución de fecha diecisiete de junio de mil novecientos
noventinueve (sic) se ordenó trabar embargo en forma de inscripción de
inmueble no inscrito al amparo de lo dispuesto en el artículo 650 del Código
Procesal Civil, que posteriormente fue modificado por el Decreto Legisla-
tivo N° 1069 (…) de todo lo expuesto se puede concluir que la medida de
embargo data de fecha diecisiete de junio de mil novecientos noventinueve,
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
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cautelar de embargo a favor de Negociaciones Mego, pese a que pudo haberlo hecho
en su momento, ya que el predio fue independizado en el año 2001:
“El bien se inscribió en febrero de 2001, y desde entonces hasta el año
2009 el acreedor no realizó ningún acto para registrar su medida cautelar
de embargo a pesar de que podía hacerlo, manteniéndose el inmueble sin
informar a terceros acera de la existencia de dicha medida cautelar. Así, se
realizaron dos transferencias registrales más, y luego la transferencia (que
conta por escritura pública) al demandante [Colortex], a lo largo de esos
años, sin que se publicitase el embargo trabado.
(…)
En el caso de autos se cuenta con un embargo que se mantuvo en la esfera
de conocimiento de las partes (no se publicitó a terceros), y a pesar de que se
pudo inscribir desde el año 2001, no se hizo. El bien fue transferido varias
veces hasta llegar al demandante (Colortex), que lo adquiere por escritura
pública, y meses después de esto recién se inscribe el embargo desde el año
1999”.
Como se puede apreciar, lo que hay es una especie de reproche para el acree-
dor embargante (Negociaciones Mego), por no haber inscrito el embargo a su favor,
reproche que, sin embargo, no se le aplica por igual a Colortex, por no haber inscrito
oportunamente su derecho de propiedad.
Nótese la contradicción interna en el argumento de la Sala: se “castiga” al acree-
dor por no haber inscrito a tiempo su embargo, pero se protege al propietario pese a
haber incurrido en la misma “falta”, esto es, no haber inscrito su adquisición a tiempo.
O visto desde otra perspectiva: se protege al propietario porque cuando adquirió su
derecho la partida no publicitaba ningún embargo (confianza en el Registro), pero se
desprotege al acreedor embargante pese a que actuó en base a esa misma confianza
en el Registro: cuando inscribió su embargo la partida del Inmueble no publicitaba el
derecho de propiedad de Colortex.
El Registro, entonces, es tomado en cuenta por la Sala para proteger al propietario
en lo que le conviene (“no se le puede oponer un embargo que no estaba publicitado)
pero es dejado de lado en aquello que podría perjudicarlo (“no inscribió su adquisi-
ción y por ende ella no le puede ser opuesto al acreedor embargante”).
Finalmente, la Sala Superior hizo referencia a la buena fe registral (2014 CC)
para justificar la protección en favor del propietario, pese a que este no había cum-
plido con el requisito de “cierre”, es decir, la inscripción de su respectiva adquisición:
“Así, basado en la buena fe registral (cuya ausencia no ha sido demostrada
en este proceso) el adquirente adquirió (por dación en pago) un bien sin
que estuviese un embargo inscrito por lo que no cabe le sea opuesto (solo
podría serle opuesta la inscripción de derechos reales inscritos antes de su
inscripción pues en esos casos su título de fecha cierta no prevalecería)”.
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La fe pública registral. Concepto, función y requisitos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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CAPÍTULO II
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
Y LA OPONIBILIDAD
DIFERENCIAS CONCEPTUALES
Y APLICACIÓN PRÁCTICA
CAPÍTULO II
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
Y LA OPONIBILIDAD
DIFERENCIAS CONCEPTUALES
Y APLICACIÓN PRÁCTICA
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
y no con el 2014 CC. Y nótese que la decisión de aplicar uno u otro artículo para la
solución del caso no representa un tema menor, ya que, si bien dichas normas se pare-
cen en que tutelan al “tercero registral”, cada una establece requisitos diferenciados
para otorgar dicha tutela (claramente, en el caso del 2014 CC el listado de requisitos
es mayor, pues para el 2022 CC el legislador solo ha exigido (de forma expresa), como
único requisito, la inscripción con antelación.
Y esto genera importantes consecuencias prácticas: en el ejemplo planteado, ima-
ginemos que el contrato B-C no hubiese sido una compraventa, sino una donación
(hecha respetando la formalidad solemne) la cual también llegó a ser inscrita. ¿Tam-
bién merecerá protección C frente a la intención de B de hacerle oponible su contrato
(mas no inscrito) con anterioridad? Si se aplica el 2014 CC, la respuesta es que C no
quedará protegido en tanto su adquisición no deriva de un contrato oneroso (no hubo
contraprestación por la transferencia en favor de C); por el contrario, si aplicáramos
literalmente el 2022 CC, la respuesta es que C sí quedará protegido en tanto cumplió
con el único requisito que la norma establece, esto es, haber inscrito su adquisición
independientemente de si hubo o no una contraprestación por ella.
Debido a las importantes implicancias teóricas y consecuencias prácticas que
se derivan de saber diferenciar adecuadamente los principios de fe pública registral
y oponibilidad, es que he decidido destinar este Capítulo II para tal fin, analizando
además algunos casos resueltos por nuestra judicatura, que dejan en evidencia una
falta de rigurosidad al momento de aplicar (y diferenciar) tales principios.
111
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(134) LACRUZ BERDEJO, José Luis y SANCHO REBULLIDA, Francisco de Asís. Derecho Inmobiliario Registral,
Barcelona,1968, pp. 198-199.
(135) Como ya se dijo en el Capítulo I, una inscripción constitutiva implica que los derechos sobre inmuebles solo
existan a partir de su inscripción en el Registro.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(136) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “La inscripción en el Registro de la Propiedad (su contenido causal, su
carácter voluntario y su función publicadora de la realidad jurídico-inmobiliaria o generadora de su apariencia
jurídica”. Ob. cit., pp. 236-237.
(137) Ídem.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(142) Artículo 2022 CC- “Para oponer derechos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos reales
sobre los mismos, es preciso que el derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel a quien
se opone”
(143) RODRÍGUEZ ROSADO, Bruno. Ob. cit., pp. 2646-2647.
(144) Algunos autores mencionan un tercer sistema registral, que sería aquel con “plena eficacia formal y sustantivo
entre partes y frente a terceros”. En las legislaciones que se adscriben a este sistema (Hamburgo, Lübeck,
Sajona, Australia), no existen más derechos que los que aparecen inscritos. El Registro constituye la única
verdad jurídica, con plenitud de eficacia no solo frente a terceros, sino incluso entre las mismas partes. Sin
embargo, en tanto para los fines de la presente investigación, este tercer sistema no representa un rol ni
influencia determinante, prescindiremos de su análisis en detalle.
115
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
respecto de sus modelos originales), la misma que ha llegado a través del modelo espa-
ñol (el cual en buena cuenta constituye una síntesis de ambos sistemas).
(145) En nuestro medio, se ha escrito muy poco y de forma muy somera sobre esta problemática (GONZALES
BARRÓN, Gunther, Tratado de Derecho Registral Inmobiliario, 2ª edición, Jurista Editores, Lima, 2004,
pp. 1084-1094), Todo el debate generado sobre el particular, las posiciones encontradas, los argumentos de
uno y otro lado, los tomamos de la doctrina española, en donde, al igual que nuestro país, tienen regulados
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
a los principios de oponibilidad (artículo 32 LHE análogo a nuestro 2022 CC) y fe pública registral (34 LHE
análogo a nuestro 2014 CC).
(146) NÚÑEZ LAGOS, “El Registro de la Propiedad español”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, 1949,
p. 250.
(147) GARCÍA GARCÍA, José María. Derecho Inmobiliario Registral o Hipotecario, II, Edit. Civitas, Madrid,
1993, p. 92.
(148) CHICO ORTIZ, María. Estudios sobre Derecho Hipotecario, I, Edit. Marcial Pons, Barcelona, 2000, p. 270.
(149) LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, III, Dykinson, Madrid, 2001, p. 174.
(150) DÍEZ-PICAZO, Luis, Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, III, Edit. Civitas, Madrid, 1995, p. 475.
(151) GARCÍA GARCÍA, José María, Ob. cit., p. 176; LACRUZ BERDEJO, Ob. cit., p. 175.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(152) Para un análisis de las distintas formas de entender a la buena fe en el principio de inoponibilidad, vid: ROCA
SASTRE, “El problema de la relación que respecto del artículo 34 de la Ley Hipotecaria guarda el artículo
32 de la misma”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, julio-agosto, 1965, p. 781.
(153) MONTSERRAT VALERO, Antonio. “En defensa de la tesis monista del tercero hipotecario”. En: Revista de
Derecho Privado, junio, 2001, p. 504.
(154) PEÑA, Manuel y BERNALDO DE QUIROS, Derechos Reales. Derecho Hipotecario, Universidad de Madrid,
Madrid, 1982, pp. 559 y 600
(155) Esta es la opinión de: PUIG BRUTAU, José, Compendio de Derecho Civil, III, Barcelona, 1989, p. 551; DE
ÁNGEL YÁGÜEZ, Ricardo. Apariencia jurídica, posesión y publicidad inmobiliaria registral, Universidad
de Deusto, Bilbao, 1975, p. 127.
(156) SANZ FERNÁNDEZ, Instituciones de Derecho Hipotecario, I, Reus, Madrid, 1947, p. 412.
(157) LASARTE ÁLVAREZ, Principios de Derecho Civil, 5ª edición, Edit. Trivium, Madrid, 1997, p. 382.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
ción, sin temor a los efectos de una ineficacia sobrevenida del negocio inscrito que
se tomó como punto de apoyo.
(158) BUSTOS PUECHE, José, La doctrina de la apariencia jurídica, Edit. Dykinson, Madrid, 1999, p. 40.
(159) Ibídem, p. 27.
(160) En nuestro ordenamiento jurídico, esta exclusión de la protección del tercero se presentaría en el caso del
segundo párrafo del artículo 948 CC (adquisición a non domino de bienes muebles), en donde no obstante
el tercero contrata de forma válida, a título oneroso y de buena fe con quien ejercía la posesión del bien, por
lo que se le presumía propietario, la ley no le extiende protección si previamente, su transferente, accedió al
bien en infracción de la ley penal (por ejemplo lo robó o hurtó de su real propietario).
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(161) Este análisis ha sido realizado en España para el caso de los artículos 32 y 34 de la Ley Hipotecaria. Al
respecto ver: GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de inoponibilidad. El dualismo moderado de
nuestro sistema inmobiliario registral”. En: Anuario de Derecho Civil. Volumen 57. Nº 2. 2004, p. 417.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
aun cuando hubiese actuado de mala fe(162), es decir, sabiendo que aquello que publi-
citaba el Registro era erróneo.
Considero que existen cuatro razones para argumentar que la buena fe, aun sin
ser mencionada, forma parte del supuesto de hecho del artículo 2022 CC: (i) fun-
damento ético; (ii) fundamento sistemático; (iii) fundamento analógico; (iv) funda-
mento teleológico.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
por el simple hecho de que la norma (2022 CC) no exija expresamente a la buena fe.
Lo contrario implicaría permitir que el sistema proteja conductas antijurídicas.
En este mismo sentido, comentando la función que el § 242 del BGB(166) cumple
como máxima de conducta ético jurídica, doctrina alemana sostiene una de sus aplica-
ciones está representada por la “excepción de adquisición de un derecho de mala fe”:
“(…) se trata de la inadmisibilidad del ejercicio de un derecho cuando la
posición jurídica alegada ha sido creada mediante una conducta ilegal o con-
traria al contrato. De forma todavía más general, aunque no menos inexacta,
se puede decir: solamente la propia fidelidad jurídica puede exigir fidelidad
jurídica. Así entendida la idea, se aglutinan en ella una serie de conocidas
máximas forenses como: turpitudinem suam allegans non auditur; equity
must come with clean hands; he who wants equity must do equity. Un caso
de aplicación más concreto es la fórmula tu quoque, que impide a la otra
parte, especialmente en la defensa, recurrir a normas jurídicas que ella
misma no cumplió”(167).
Esta excepción de adquisición del derecho de mala fe “tiene su fundamento en
la conocida regla de oro de la tradición ética: ‘lo que tú no quieras que te hagan no
se lo hagas tú a otro’. Su configuración jurídica necesita, sin embargo, alguna aclara-
ción. Esta regla se basa en una ley estructural de las comunidades jurídicas, según la
cual los sujetos jurídicos crean ellos mismos los criterios conforme a los cuales deben
ser juzgados. Las comunidades jurídicas se ven, pues, permanentemente integradas
–esto es, creadas y mantenidas– por la conducta de sus miembros. Y determinan por
tanto el standard que uno puede reclamar en cuanto sujeto jurídico. Lo cual no cons-
tituye una arcaica represalia de la infidelidad jurídica (como la que se lleva a cabo,
por ejemplo, en El mercader de Venecia), sino que es consecuencia inmediata de las
condiciones de integración del Derecho mismo. El trasfondo último más general es
la violación de la exigencia de igualdad que constituye un elemento fundamental de
la justicia: un demandante que reclama a pesar de su propia infracción jurídica, está
(166) § 242 del BGB: “El deudor está obligado a cumplir la prestación según las exigencias de la buena fe conforme
al uso del tráfico”
Si bien en el caso que es materia de análisis nos encontramos en el campo de los derechos reales, especí-
ficamente en lo que respecta a la adquisición de titularidades, sería un error considerar que el § 242 no le
resulta de aplicación al estar regulado dentro del Libro Segundo el cual regula el Derecho de las Relaciones
Obligatorias. Así lo reconoce la propia doctrina alemana: “¿Restricción del § 242 al Derecho de Obligaciones?
A la pregunta, que durante largo tiempo ha sido erróneamente formulada, sobre si la aplicación del § 242 ha de
limitarse al Derecho de obligaciones, quizá se puede responder ahora de una forma más precisa. No necesita
mayor discusión, que las máximas generales de conducta ético-jurídica y la nueva creación de Derecho no
se limitan al Derecho de obligaciones y, por consiguiente, no se encuentran vinculadas al lugar que ocupa
actualmente el § 242 en la ley. Por el contrario, la función que genuina officium iudicis de nuestro primer
grupo está sin duda típicamente asociada a la relación obligatoria –con inclusión de las obligaciones legales
de prestación del Derecho de cosas, de familia, de sucesiones– y naturalmente del Derecho de sociedades”:
WIEACKER, Franz. El principio general de la buena fe. Traducción de José Luis Carro. Prólogo de Luis
Díez-Picazo. Editorial Civitas, Madrid, 1982, pp. 87-88.
(167) Ibídem, pp. 66-67.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(168) Ídem.
(169) Artículo II del Título Preliminar del Código Civil.- “La ley no ampara el ejercicio ni la omisión abusivos de
un derecho”
(170) Artículo 103 de la Constitución.- “La Constitución no ampara el abuso del derecho”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
encuentra dicho bien. ¿Cuándo una persona se obliga a dar un bien a otra? El título,
razón o causa de esta obligación, puede ser de lo más variado: puede ser que “A” ven-
dió el bien, lo donó, lo arrendó, lo permutó, lo dio en comodato, constituyó un derecho
real de uso sobre el mismo, etc., etc. En todos estos casos, existe la OBLIGACIÓN de
dar el bien, y precisamente por eso debe aplicarse el artículo 1135 CC.
Por ello, en la concurrencia de acreedores (1135) se da la confluencia de distin-
tos titulares de derechos subjetivos (de la clase que sean) sobre un mismo bien. Esta
confluencia puede darse entre: i) derechos reales similares (diversos compradores);
ii) derechos reales distintos (compradores versus donatarios; iii) derechos de crédito
similares (diversos arrendatarios); iv) derechos de crédito distintos (arrendatarios ver-
sus comodatarios, solo por citar un ejemplo); v) derechos reales versus derechos de
crédito (un comprador versus un arrendatario o un donatario versus un comodatario).
En conclusión, el 1135 CC engloba, entre otras, a las ventas múltiples, a las dona-
ciones múltiples, las permutas múltiples, los arrendamientos múltiples, los comodatos
múltiples, e incluso la combinación de alguna de estas figuras.
Entonces, como el 2022 está “dentro” del 1135, y este si hace referencia a la buena
fe, se debe concluir que el 2022 solo protege al tercero registral cuando este, además
de haber inscrito primero, lo hizo de buena fe.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
por el sistema, en tanto este la protege frente a una eventual demanda del verdadero
propietario, el mensaje es claro: el Registro es constitutivo de derechos, porque allí
cuando aquel discrepe de la realidad, se premia a quien (como yo en el caso planteado)
pasa por encima de la realidad y actúa con base en el Registro.
Esto no es lo que nuestro sistema busca, pues la naturaleza de nuestro Registro
es ser declarativo y no constitutivo de derechos. ¿Cómo se genera el incentivo para
que ante una discrepancia manifiesta entre Registro y realidad, los adquirentes opten
por esta y no por aquel? Exigiendo que la adquisición se realice de buena fe, de modo
que quien actúe en base al Registro pese a no confiar en él, termine siendo afectado
por la realidad que pasó por alto.
En conclusión, la buena fe sí es un requisito que deber ser tomado en cuenta a
efectos de otorgarle protección a aquella adquisición que ingresó primero al Regis-
tro. Ahora toca responder una pregunta no menos ardua, ¿qué implica exigirle buena
fe al tercero registral?
(171) La doctrina (española, sobre todo) no es ajena a este tema: en ella la mayoría de autores distingue al tercero
del principio de oponibilidad (2022°) denominándolo “tercero latino”, del tercero de la fe pública registral
(2014°) a quien llaman “tercero germánico”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
Ante esta situación, los hermanos “A” y “B” (en adelante me referiré conjunta-
mente a ellos como los “Demandantes”) demandaron a “C” y su madre “Y” (en ade-
lante las “vendedoras demandadas”) y “Z” y su cónyuge (en adelante los “compra-
dores demandados”) solicitando se declare la nulidad de la Compraventa y se cancele
el asiento registral donde esta fue inscrita.
De acuerdo con lo señalado por los Demandantes, al momento de la suscripción
de la Compraventa todos los Demandados tenían conocimiento que habían adquirido
previamente la propiedad del Inmueble mediante documento privado del año 2007.
Ello –según los Demandantes– habría quedado acreditado con:
(i) La carta notarial de fecha 27 de abril de 2009, remitida por los Demandan-
tes a los compradores demandados, en la que les informaban su condición
de verdaderos propietarios del Inmueble por haberlo adquirido del Causante
en el año 2007.
(ii) La invitación a conciliar formulada por los Demandantes con fecha 3 de
marzo del 2008 a las vendedoras demandadas, a efectos de llegar a un acuerdo
sobre la pretensión de las Demandantes consistente en obtener la escritura
pública de la Compraventa(173)
Por tales consideraciones los Demandantes estimaron que la Compraventa ado-
lecía de objeto física y jurídicamente imposible.
En su contestación las vendedoras demandadas señalaron que ellas fueron decla-
radas herederas del Causante mediante sucesión intestada, habiéndose inscrito en el
Registro su condición de propietarias del Inmueble. Por ello –sostuvieron– contaban con
plena legitimidad para disponer del Inmueble a favor de los compradores demandados.
En primera instancia el juez declaró fundada la demanda de nulidad de la Com-
praventa invocando la causal de objeto jurídicamente imposible. El juez basó su
decisión en que las vendedoras demandadas no podían disponer de un bien que no
les pertenecía, en tanto este había sido previamente adquirido por los Demandantes.
Apelada dicha resolución, el ad quem revocó la decisión de primera instancia
y declaró infundada la demanda. El colegiado superior argumentó que los compra-
dores demandados no habían actuado de mala fe al momento de la celebración de la
Compraventa, por cuanto:
(i) Habían adquirido el derecho de propiedad de las vendedoras demandadas,
quienes en ese momento tenían la condición de propietarias registrales.
(ii) La carta notarial que les fue enviada por los Demandantes, en la que estos
les informaban que habían adquirido el Inmueble en el 2007, llegó el día
27 de abril del 2009, es decir, mucho después de celebrada la Compraventa
(173) Dado el fallecimiento del Causante, quien había transferido la propiedad del Inmueble a favor de A y B
mediante un documento privado, la escrituración de este acto debía serle solicitada a sus herederos declarados
del Causante, que en este caso eran C y su madre Y (vendedoras demandadas).
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(minuta del 18 de febrero del 2008 y escritura pública del 5 de marzo del
2009).
En tal sentido –sostuvo la Sala– dicha carta no destruía la buena de los com-
pradores demandados al momento de la adquisición del Inmueble.
(iii) La existencia de la conciliación extrajudicial, en la que los Demandantes
solicitaban se les otorgara la escritura pública de la compraventa que en el
año 2007 suscribieron con el Causante, tampoco destruía la buena de los
compradores demandados, en tanto dicho proceso conciliatorio únicamente
vinculó a los Demandantes y a las vendedoras demandadas.
Por ello, aun cuando dicho proceso conciliatorio se inició en febrero del
2008, es decir, antes que los compradores demandados inscribieran la pro-
piedad sobre el Inmueble a su favor, estos últimos no tuvieron conocimiento
de dicha conciliación.
En conclusión, no estando acreditada la mala fe los compradores demanda-
dos, la Sala Superior consideró que la demanda de nulidad de acto jurídico debía ser
desestimada.
En su recurso de casación los Demandantes sostuvieron que la sentencia de vista
incurría en una indebida motivación, en tanto la Sala Superior no había sustentado
adecuadamente por qué razón descartaba la mala de los compradores demandados.
La Corte Suprema –a diferencia de lo resuelto por la Sala– consideró que los
compradores demandados habían actuado de mala fe, en tanto conocían (o estaban en
posibilidades de conocer) la inexactitud de la información registral, pues entre todos
los implicados en el proceso existía una relación de parentesco, al punto que los com-
pradores demandados coposeían el Inmueble con los Demandantes. Por ello –sostuvo
la Corte– aun cuando los compradores demandados habían adquirido de quienes en el
Registro aparecían como propietarios, su adquisición no quedaba protegida por la fe
pública registral al haberse realizado de mala fe, es decir, a sabiendas que los Deman-
dantes habían adquirido previamente la propiedad sobre el mismo inmueble (solo
que no habían logrado inscribirla como consecuencia de la muerte de su vendedor).
En consecuencia, la Corte declaró fundado el recurso de casación, casó la sen-
tencia de vista y actuando en sede de instancia confirmó la sentencia de primera ins-
tancia, que declaró fundada la demanda de nulidad de la Compraventa.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(174) Artículo 1409 CC.- “La prestación materia de la obligación creada por el contrato puede versar sobre: (…) 2.
Bienes ajenos o afectados en garantía o embargados o sujetos a litigio por cualquier otra causa”.
(175) VIDAL RAMÍREZ, Fernando. El acto jurídico. 8va edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 491; y ESPINOZA
ESPINOZA, Juan. El acto jurídico negocial. Ob. cit., p. 491.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(176) Artículo 1537 CC.- “El contrato por el cual una de las partes se compromete a obtener que la otra adquiera la
propiedad de un bien que ambas saben que es ajeno, se rige por los artículos 1470, 1471 y 1472” (normas que
regulan la “Promesa de la obligación o del hecho de un tercero”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
quedarse con el inmueble. La solución del caso la proporcionada el artículo 2022 CC:
vence el derecho que primero se inscribió (de buena fe) en el Registro.
Y esto funciona así porque el Registro permite sanear los vicios de ineficacia
que afectan al título de quien –como “C”– inscribe su derecho. Haber contratado con
quien no es el real propietario es un vicio de ineficacia que el Registro se encarga
de corregir, siempre que aquel que inscribe lo haga de buena fe. Lo que el Registro
no puede sanear son los vicios de invalidez (nulidad y anulabilidad), pues como bien
señala el artículo 2013 CC, “la inscripción no convalida los actos que sean nulos o
anulables con arreglo a las disposiciones vigentes”.
Piénsese en el siguiente caso: “A” es propietario de un inmueble el cual se encuen-
tra inscrito a su favor. El día 1 “A” vende el inmueble a favor de “B”, pero este no ins-
cribe su derecho. El día 2 la firma de “A” es falsificada en una compraventa a favor
de “C” (artífice de la falsificación) y el contrato logra ser inscrito en el Registro. La
controversia se dará entre “B” y “C”, pues ambos buscarán quedarse con el bien en
calidad de propietarios. De los dos contratos solo el de “C” se inscribió en el Regis-
tro. ¿Podemos aplicar el 2022 CC y concluir que debe primar el derecho de “C” en
tanto este sí se inscribió mientras el contrato de “B” quedó fuera del Registro? La
respuesta es no, precisamente por lo que acabo de señalar: los principios registrales
que protegen las adquisiciones que se hacen confiando en el Registro (oponibilidad
y fe pública registral) exigen que dichas adquisiciones deriven de actos válidos. El
único “vicio” que puede tener dicho acto y que el Registro perdona y cura es el de
la “ineficacia”, por ejemplo, cuando el acto fue otorgado por quien no era titular del
derecho que se estaba transmitiendo.
Por ello, si en el primer ejemplo propuesto (en donde ambas compraventas eran
válidas pero solo una se inscribía) se concluye que la compraventa entre A y C es nula
por haberse celebrado sobre un bien que realmente le pertenecía a “B”, la adquisición
de “C”, pese a haber sido inscrita de buena fe, quedará desprotegida, en tanto –como
acabo de indicar– un contrato nulo no se convierte en válido por el hecho de haberse
inscrito. Al ser nula la compraventa a favor de “C”, el derecho de propiedad de “B”
prevalecerá, con lo cual el conflicto entre “B” y “C” será resuelto de una manera dia-
metralmente opuesta a como lo hace el 2022 CC: no vencerá el derecho que primero
se haya inscrito (“C”), sino el que primero haya nacido en el tiempo (“B”).
Esto generará que el artículo 2022 CC quede prácticamente derogado, pues cada
vez que se enfrente el propietario primigenio que no inscribió (“B”) versus el segundo
comprador (“C”) que adquirió (e inscribió) de buena fe, vencerá (siempre) el propie-
tario primigenio (“B”), pues siendo nula la adquisición del segundo comprador (“C”),
esta no surtirá ningún efecto pese a haberse inscrito.
Como consecuencia de ello nadie podría estar seguro de lo que adquiere: cada vez
que yo, confiando en la información registral, adquiera algún tipo de derecho real (no
solo la propiedad) sobre determinado bien inmueble, correré el riesgo de que aparezca
el verdadero (y clandestino) titular del derecho señalando que mi adquisición es nula
por haber sido celebrada con quien no era realmente el titular del derecho. Siendo una
adquisición nula, el hecho de haberla inscrito de buena fe resultará irrelevante, con
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
5.5. Primer error de la Corte Suprema: incluir el caso en el supuesto del 2014
CC
La Corte Suprema sostuvo que si bien los compradores demandados contrataron
con quienes en ese momento figuraban en el Registro como propietarios (vendedoras
demandadas), aquellos conocían la inexactitud del Registro, pues de las pruebas apor-
tadas se concluye que en todo momento supieron que la propiedad sobre el Inmueble
le correspondía a los Demandantes.
Así, en su considerando noveno la Corte sostuvo lo siguiente:
“El artículo 2014 del Código Civil, prescribe que ‘El tercero que de buena fe
adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro apa-
rece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito
su derecho, aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante
por virtud de causas que no consten en los registros públicos’. Agregando
que: ‘La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que cono-
cía la inexactitud del registro’. De lo expuesto, se tiene efectivamente de la
lectura de la partida registral obrante a fojas ochenta y siete, que, cuando se
celebró el acto jurídico materia de nulidad (dieciséis de noviembre de dos
mil nueve), las vendedoras tenían inscrito el bien a su favor. Sin embargo, a
tenor de la norma antes enunciada, corresponde verificar si los vendedores
y compradores, conocían o presumían de la transferencia del bien realizado
por Eduardo Lucas Castillo Alfaro a favor de Eduardo Manuel Castillo Vás-
quez y María Silvana Castillo Vásquez con fecha quince de noviembre de
dos mil siete. Ello es así porque el propio enunciado normativo no protege
la venta por la sola inscripción registral, sino agrega que debe tenerse en
cuenta la buena fe del tercero”.
Estoy de acuerdo con la conclusión de la Corte (los compradores demandados
conocían la inexactitud del Registro), sin embargo, discrepo con alguno de sus fun-
damentos, tal como detallo a continuación.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
La Corte consideró que el caso materia de análisis encajaba dentro del supuesto
de hecho del 2014 CC, por lo que se debía determinar (de acuerdo con dicha norma) si
la adquisición de los compradores demandados se había realizado de buena o mala fe.
Esto claramente es un error. El 2014 CC presupone una cadena sucesiva de trans-
ferencias, en donde el derecho de uno deriva de su antecedente, y los vicios que afec-
ten a este, no perjudican a aquel. Por ejemplo, “A” vende el bien a “B” y luego este
se lo vende a “C”. Las 2 transferencias se inscriben en el Registro. Luego de ello el
contrato entre “A” y “B” se resuelve por determinadas razones que no figuraban en
el Registro. Esta resolución del primer contrato (antecedente) no afecta la adquisición
de “C”, la cual queda inmune frente a los vicios que afectan a los contratos previos.
En el caso materia de comentario no hubo una cadena de transferencias (“A” a
favor de “B” y este a favor de “C”), sino dos transferencias en paralelo: el Causante
vendió a favor de los Demandantes, y los vendedores demandados transfirieron –el
mismo bien– a favor de los compradores demandados. Nótese que no existe ningún
nexo que vincule a los Demandantes con los vendedores demandados.
Entonces, al presente caso no debió aplicársele el 2014 CC, sino en el 2022,
norma que presupone la existencia de dos titulares que invocan derechos incompati-
bles sobre el mismo bien, debiendo prevalecer el que primero se haya inscrito. Si nos
ceñimos a la literalidad del 2022 CC, que no hace referencia alguna a la buena fe con
que debe hacerse dicha inscripción para quedar protegida, debería vencer el dere-
cho de los compradores demandados (en tanto estos, a diferencia del derecho de los
Demandantes, sí se inscribió), sin tener en cuenta el estado subjetivo (buena o mala
fe) con que dicha adquisición se produjo.
Y es por ello que me animo a sostener que el error de la Corte Suprema, al haber
aplicado indebidamente el 2014 CC, fue “provechoso”, en tanto permitió resolver el
caso de manera correcta. Me explico: a diferencia del 2022 CC, el artículo 2014 sí men-
ciona a la “buena fe” como un requisito que debe acompañar a la inscripción para que
esta quede protegida. Al haber aplicado el 2014 CC, la Corte determinó que la adqui-
sición de los compradores demandados solo quedaría protegida frente a la pretensión
de nulidad de los Demandantes siempre que aquella se hubiese hecho de buena fe.
¿Qué hubiera pasado si la Corte aplicaba la norma correcta, esto es, el 2022 CC?
Lo más probable es que, basándose en su literalidad, no hubiese exigido la buena fe
por parte de los compradores demandados, con lo cual hubiese considerado que la
adquisición de estos quedaba protegida por el solo hecho de haberse inscrito primero,
pese a que ellos conocían la inexactitud del Registro.
Con ello no pretendo negar (tal como desarrollé en un comentario anterior(177))
que el principio de oponibilidad (2022), al igual que el de fe pública registral (2014),
exige la buena fe del tercero registral para poder protegerlo. Sin embargo, lo cierto
(177) Al respecto ver mi comentario a la Casación N° 2866-2013-LA LIBERTAD, en donde explico por qué razón
el principio de oponibilidad, al igual que el de fe pública registral, exige la buena fe de parte de quien inscribe
su derecho.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
es que un tema como este (la necesidad de exigir requisitos comunes –onerosidad(178),
buena fe, inscripción– para la aplicación de los principios de oponibilidad y fe pública
registral) ha pasado tan inadvertido tanto en nuestra doctrina como jurisprudencia,
que lo más probable es que la Corte, al momento de aplicar el 2022 CC, se hubiese
limitado a exigir de parte de los compradores demandados el único requisito que
allí literalmente se menciona (inscripción), haciendo omisión absoluta a la buena fe.
(178) Sobre el requisito de la onerosidad para que opere el principio de oponibilidad –tal como sucede con el de fe
pública registral– ver mi análisis de la Casación N° 3312-2013-JUNÍN.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(179) De acuerdo con el artículo 2013 CC: “La inscripción no convalida los actos que sean nulos o anulables con
arreglo a las disposiciones vigentes”.
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buena fe. Ello bajo ninguna circunstancia es admisible. Un contrato que es calificado
como “inválido” no mejora por el hecho de que sea inscrito, independientemente de
la buena o mala fe con que hayan actuado.
Imaginemos que “A” invade cierto sector de la playa (bien de dominio público y
por ende “imposible”, desde un punto de vista jurídico, de ser transferido entre par-
ticulares) y lo vende a favor de “B”. Imaginemos que “B” desconocía absolutamente
que el área que adquiría formaba parte del dominio público y finalmente logra inscri-
bir su adquisición en el Registro(180). Enterado de esta transferencia el Estado demanda
la nulidad del contrato por contener un objeto jurídicamente imposible y accesoria-
mente exige la restitución de la posesión de dicha área. ¿Tendrá alguna relevancia el
hecho de que dicha compraventa se haya logrado inscribir en el Registro? ¿Cambiará
en algo el hecho que el comprador haya inscrito de buena fe su derecho en el Regis-
tro? ¿Es necesario que se acredite la mala fe del comprador para recién allí lograr que
la nulidad lo termine afectando?
La respuesta a todas las preguntas es la misma: No. Si el contrato es nulo enton-
ces carece de absoluta relevancia indagar si aquel se inscribió o no, o si dicha inscrip-
ción se hizo con buena o mala fe. Si el contrato es nulo entonces nada lo “salvará”:
ni su inscripción en el Registro ni la buena fe con que se haya actuado al momento
de su celebración o inscripción.
Por el contrario, si se considera que la Compraventa otorgada a favor de los com-
pradores demandados presentaba un problema de “ineficacia”, al haber sido celebrada
por quien no tenía la condición de propietario, entonces sí es oportuno el análisis res-
pecto de si la inscripción se hizo de buena o mala fe, en tanto –como ya indiqué pre-
viamente– el Registro sí tiene la facultad de “curar” vicios de ineficacia, siempre que
el acto aquejado de este “vicio” haya sido inscrito de buena fe.
Por ello, la Corte Suprema debió optar por cualquiera de los dos caminos: (i) con-
siderar que la Compraventa era nula por fin ilícito y omitir (por resultar innecesa-
rio) cualquier análisis posterior sobre la buena o mala fe con que se celebró e inscri-
bió dicho contrato; o (ii) considerar que la Compraventa era ineficaz al no haber sido
otorgada por el verdadero propietario del Inmueble, y luego de ello pasar a analizar la
buena o mala fe de los compradores demandados al momento de inscribir el derecho
a su favor, para en función a ello determinar si dicha ineficacia los afectaba (en caso
se concluya que tuvieron mala fe) o no (en caso se concluya que tuvieron buena fe).
Lamentablemente la Corte Suprema optó por las dos cosas a la vez (declaró nula
la Compraventa y entró al análisis de la buena o mala fe de los compradores), con lo
cual el mensaje que deja es preocupante: un contrato nulo puede ser corregido y no
perjudicar al adquirente siempre que haya inscrito su derecho de buena fe. Esto no
solo no encuentra base legal (ningún principio registral –ni el de oponibilidad ni el de
fe pública registral– protege adquisiciones nulas), sino que atenta contra una norma
(180) El caso no es irreal: en alguna oportunidad se logró inscribir un área destinada para aporte reglamentario
(bien de dominio público) a favor de un particular. El caso fue resuelto en la Casación N° 5745-2011-Lima,
de fecha 11/10/2012.
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expresa del CC (el art. 2013 de forma muy clara señala que la nulidad no se conva-
lida con la inscripción en el Registro) y vulnera una consecuencia fundamental de la
nulidad (su “incurabilidad”).
5.8. Síntesis
El error de la Corte Suprema (confundir el principio de oponibilidad con el de fe
pública registral) fue útil por tres razones: (i) permitió que al caso materia de análisis
le fuera aplicable la buena fe; (ii) permitió que esta buena fe fuera construida adecua-
damente en base a criterios extra registrales que acompañaron al caso en concreto; y
(iii) permitió, de cara a la solución de futuras controversias, hacer una aproximación
entre los principios de oponibilidad y fe pública registral, de tal forma que en ambos
casos se les exija a los terceros registrales los mismos requisitos (buena y onerosidad).
Sin embargo, el otro error de la Corte, y que no genera ninguna consecuencia prove-
chosa, es haber declarado nulo el contrato otorgado a favor de los compradores deman-
dados y pese a ello haber analizado su buena o mala fe al momento de su inscripción.
Las consecuencias que de ello se podrían desprender son gravísimas, en tanto
invita a creer que un contrato nulo puede servir para consolidar una adquisición a
favor del comprador siempre que este lo haya inscrito de buena fe, algo que no admite
ningún sustento jurídico.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
embargo, el propio sistema rechaza proteger a la confianza cuando ello trae consigo
un resultado global desproporcionado. Un análisis de los distintos casos regulados
en el CC me permitirá desarrollar esto que acabo de señalar.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
“víctima”, con lo cual se justificaría que su adquisición no sea protegida y que pase
a asumir la condición de “perjudicado”).
Entonces, frente a una transferencia onerosa (y dando por sentado que “C” actúo
de buena fe) se justifica la protección del tercero adquirente, en tanto si bien con ello
no se mejora la situación inicial (sigue habiendo un beneficiado, un perjudicado y
un neutral), al menos se evita un injustificado intercambio de roles en perjuicio de
dicho tercero.
Ahora cambiemos solo un dato en el ejemplo: imaginemos que la transferencia
de “A” a favor de “C” se hizo a título gratuito, es decir, “A” no le vendió su casa por
100 sino que se la donó. Las situaciones del caso anterior (cuando la transferencia fue
onerosa) se mantienen, pero cambian los protagonistas:
(i) Hay un gran beneficiado: “C”, que recibió gratuitamente una casa que vale
100;
(ii) Hay un gran perjudicado: “B”, que entregó 100 y no le fueron devueltos;
(iii) Hay alguien que se mantiene neutral: “A”, pues si bien recibió 100 de parte
de “B” y no los devolvió, ha “perdido” esos 100 mediante la transferencia
gratuita de su casa, valorizada en 100. Es decir, antes tenía una casa que
valía 100 y nada en efectivo; ahora tiene 100 en efectivo –los que recibió de
“B”– pero ya no tiene la casa (se la donó a “C”).
Al igual que en ejemplo original, si se protege al tercero adquirente (“C”) las
situaciones iniciales no cambian. Por el contrario –y a diferencia de cuando la trans-
ferencia a favor de “C” fue onerosa– el no proteger al tercero adquirente a título gra-
tuito no mantiene las situaciones iguales con protagonistas distintos, sino que permite
optimizar tales situaciones iniciales.
Así, una vez declarada ineficaz frente a “B” la donación realizada por “A” a favor
de “C”, aquel (“B”) podrá embargar la propiedad y rematarla, para así recuperar lo
que había prestado. Esto implicará quitarle la propiedad a “C”, pero como este lo
había recibido gratuitamente, no tendrá que accionar contra “B” para recuperar nin-
gún dinero pagado (algo que sí se da cuando la transferencia es onerosa).
Como resultado final, no habrá ni beneficiados ni perjudicados, sino que todos
se mantendrán neutrales:
(i) “A” al inicio tenía una casa que valía 100 y nada de dinero en efectivo; final-
mente recibió 100 por el préstamo que le hizo “B” pero perdió la casa (que
sirvió como forma de pago de dicho préstamo).
(ii) “B” al inicio tenía 100 en efectivo; finalmente recuperó los 100 que le había
prestado a “A” gracias al remate de la casa(181).
(181) En realidad “A” termina peor de lo que empezó, pues deberá asumir los costos y costas del proceso, y, de ser
el caso, deberá reparar el daño causado. Pero esto encuentra plena justificación, en tanto todo el problema lo
generó precisamente “A”. De este modo, no solo se evita crear “perjudicados” y “beneficiados”, sino que se
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(iii) “C” al inicio no tenía una casa, pero sí 100 en efectivo, situación que se man-
tiene hasta el final, pues el bien que había adquirido gratuitamente retorna
al patrimonio de “A” pero no perdió sus 100.
Como se puede ver, proteger la adquisición onerosa del tercero que actuó de buena
fe no mejora las situaciones iniciales (siempre habrá un perjudicado, un beneficiado
y alguien se mantendrá igual) pero evita que dicho tercero termine asumiendo el rol
de “perjudicado” (y que hasta ese momento recae sobre aquel que contribuyó a que
se generen los hechos en los cuales el tercero confió). Por ello hace bien el sistema
jurídico en proteger dicha adquisición onerosa.
Por el contrario, proteger la adquisición gratuita del tercero no solo mantiene las
situaciones iniciales (un perjudicado, un beneficiado y un neutral), sino que impide
que estas mejoren, pues de no protegerse a dicho tercero todos los intervinientes en el
conflicto terminarían en la misma posición en la que empezaron, es decir, no habrían
ni perjudicados ni beneficiados. Entonces, lo idóneo es la no protección del tercero
adquirente a título gratuito, algo por lo cual el sistema ha optado de manera adecuada.
penaliza a quien causó todo el problema, lo cual es una razón adicional para justificar la decisión del sistema
de no proteger las adquisiciones gratuitas.
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Como resultado final, no habrá ningún beneficiado ni perjudicado, sino que todos
se mantendrán neutrales:
(i) “A” al inicio tenía una casa que valía 100; finalmente, gracias a que la pudo
recuperar, se mantiene en la misma condición de propietario.
(ii) “B” al inicio no tenía ni la casa ni dinero: la casa que incorporó a su patri-
monio mediante la falsificación la donó sin recibir nada a cambio. Es decir,
termina sin casa y sin dinero, tal como había iniciado(182).
(iii) “C” al inicio no tenía una casa, pero sí 100 en efectivo, situación que se
mantiene hasta el final, pues el bien retorna al patrimonio de “A” pero no
perdió los 100.
En síntesis, proteger la adquisición onerosa del tercero registral no mejora las
situaciones iniciales (siempre habrá un perjudicado, un beneficiado y alguien que se
mantiene igual) pero evita que aquel que actuó de buena fe (el tercero) asuma injus-
tificadamente la posición de “perjudicado”. Por ello hace bien el sistema jurídico en
proteger dicha adquisición onerosa.
Por el contrario, proteger la adquisición gratuita del tercero registral no solo man-
tiene las situaciones iniciales (un perjudicado, un beneficiado y alguien neutral) sino
que impide que estas mejoren, pues de no estar protegida tal adquisición todos los
intervinientes se mantendrían igual que al inicio, es decir, no habría ni perjudicados
ni beneficiados. Entonces, lo idóneo es la no protección del tercero adquirente a título
gratuito, algo por lo cual el sistema ha optado de manera adecuada.
(182) En realidad “B” termina peor de lo que empezó, pues deberá asumir los costos y costas del proceso, y, de ser
el caso, deberá reparar el daño causado, Pero esto encuentra plena justificación, en tanto todo el problema lo
generó precisamente “B”. De este modo, no solo se evita crear “perjudicados” y “beneficiados”, sino que se
penaliza a quien causó todo el problema, lo cual es una razón adicional para justificar la decisión del sistema
de no proteger las adquisiciones gratuitas.
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(183) En realidad “B” termina peor de lo que empezó, pues deberá asumir los costos y costas del proceso, y, de ser
el caso, deberá reparar el daño causado, Pero esto encuentra plena justificación, en tanto todo el problema lo
generó precisamente “B”. De este modo, no solo se evita crear “perjudicados” y “beneficiados”, sino que se
penaliza a quien causó todo el problema, lo cual es una razón adicional para justificar la decisión del sistema
de no proteger las adquisiciones gratuitas.
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debe ser sacrificado frente a aquel que actúa para evitar un daño. Este es un prin-
cipio del derecho romano, pero antes que haberme limitado a citarlo, lo que he pre-
tendido es desentrañar la lógica económica que subyace a dicho principio.
En conclusión, desde mi punto de vista, el principio de oponibilidad, al igual que
el de fe pública registral, solo debe proteger aquella adquisición que además de haber
sido inscrita de buena fe, derive de un título oneroso, pues así se mejora la situación
inicial. La Corte Suprema no lo ha dicho así de claro en la sentencia materia de comen-
tario, pero al asimilar (inconscientemente) el principio de fe pública registral con el
de oponibilidad, ha terminado aplicando a este último aquellos requisitos (como el de
onerosidad) que sí están mencionados expresamente por el CC para aquel.
Este es un tema que nunca ha sido abordado de manera directa por nuestra juris-
prudencia y que, dada su relevancia, merecería mayor atención.
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bienes inmuebles y no las situaciones que atañen a los derechos reales como
en el caso de autos las cuales se encuentran reguladas en los artículos 923
y siguientes así como en el artículo 2014 del Código Civil y en los artículos
2 numeral 16 y 70 de la Constitución Política del Perú por tratarse de un
derecho excluyente afectándose la seguridad jurídica que su inscripción en
los Registros Públicos otorga pues el acto jurídico que ostenta la recurrente
fue anotado preventivamente en los Registros Públicos hasta que los con-
tratos cumplan con presentar ante la autoridad administrativa competente
el expediente de habilitación urbana”.
Por ello la Corte declaró fundado el recurso de casación y en consecuencia nula
la sentencia de vista, ordenando a la Sala Superior emitir nueva resolución atendiendo
a las consideraciones expuestas en la sentencia casatoria.
A continuación, me voy a pronunciar sobre cada uno de los fallos expedidos en
las instancias de mérito, con particular énfasis en los considerandos expuestos por
la Corte Suprema.
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
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En este caso, “D” ya no demandará a “A” exigiéndole la entrega del inmueble, sino
que accionará directamente contra “B”, pues él posee indebidamente el bien. ¿Podrá
“D” alegar que su derecho es mejor que el de “B” porque así lo establece el 1135 CC?
Nada impide que así sea, y es que, si bien el inmueble ya no lo tiene “A”, este no
ha cumplido con su obligación de entrega tal como lo establece el 1135: debió darle
el bien a “D” pero se lo dio a “B”. No tendría ningún sentido permitir que “D” se
apoye en el 1135 CC para pedirle a “A” que le entregue el bien, pero impedirle eso
mismo cuando quien tiene el bien es “B”. Independientemente de si el bien está en
manos del deudor primigenio (“A”) o si ya pasó indebidamente a favor de uno de los
adquirentes (“B”), el criterio debe preferencia debe ser respetado, por lo cual puede
ser hecho valer tanto contra “A” como contra “B”.
A esto precisamente me refiero cuando digo que el 1135 CC no se limita a decirle
a “A” a quién debe entregarle el bien, sino que en aquellos casos en donde este deu-
dor haya hecho entrega indebida del bien, la aplicación del 1135 CC seguirá siendo
pertinente pero ahora para solucionar la disputa entre los adquirentes, a efectos de
determinar cuál de ellos tiene derecho a quedarse con el bien a título de propietario.
Es decir, en este caso el 1135 CC sirve para asignar titularidad (real) sobre el bien en
beneficio de alguno de los adquirentes.
Alguien podría sostener que en este caso la aplicación del 1135 CC no es nece-
saria, porque la norma correcta es el 2022 CC, según el cual cuando se oponen dos
derechos reales sobre el mismo bien (la propiedad de “B” versus la propiedad de “D”)
se debe preferir el derecho que primero se inscribió. Eso es cierto, pues en algún
aspecto el 1135 y el 2022 se parecen: entre dos adquirentes del mismo bien, ambas
normas prefieren a quien primero inscribió. Pero ¿qué hubiese pasado si ninguna de
las partes inscribía su derecho? ¿El 2022 CC establece un segundo criterio de prefe-
rencia ante la falta de inscripción? No. El 2022, a diferencia del 1135, solo establece
al Registro como criterio de preferencia, pero no nos dice cómo solucionar el caso
cuando ninguno de los adquirentes haya inscrito.
Por ello, el 1135 CC engloba al 2022 CC y va más allá: determina a quién le
corresponde gozar del derecho no solo atendiendo a la fecha de inscripción, sino que,
en defecto de esta, nos proporciona otros dos criterios para determinar al vencedor:
la fecha cierta o (en defecto de esta) la fecha más antigua del contrato de adquisición.
Esto permite que el artículo 1135 CC sea aplicable en todos los casos en donde
alguien (“A”) se haya OBLIGADO a dar el mismo bien a dos o más personas e inde-
pendientemente en manos de quién se encuentra dicho bien. ¿Y cuándo una persona se
obliga a dar un bien a otra? El título, razón o causa de esta obligación, puede ser de lo
más variado: puede ser que “A” vendió el bien, lo donó, lo arrendó, lo permutó, lo dio
en comodato, constituyó un derecho real de uso, etc., a favor de dos o más beneficia-
rios. En todos estos casos existe la OBLIGACIÓN de entrega por parte de “A”, por lo
que todos estos casos entran en el supuesto de hecho del 1135 CC, debiendo aplicarse
(a todos ellos) las consecuencias jurídicas que esta norma establece.
Nótese por ello que la denominada “concurrencia de acreedores” no es otra cosa
que la confluencia de distintos titulares de derechos subjetivos (de la clase que sean)
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La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
sobre un mismo bien. Esta confluencia puede darse entre: i) titulares de derechos
reales similares (propietario vs. propietario); ii) titulares de derechos reales distintos
(propietario vs. usufructuario; superficiario vs. titular de un derecho de habitación);
iii) titulares de derechos de crédito similares (arrendatario vs. arrendatario); iv) titu-
lares de derechos de crédito distintos (arrendatario versus comodatario); v) titulares
de derechos reales vs. titulares de derechos de crédito (propietario por compraventa
vs. arrendatario; propietario por permuta vs. arrendatario).
En conclusión, el 1135 CC engloba, entre otras, a las ventas múltiples, a las dona-
ciones múltiples, las permutas múltiples, los arrendamientos múltiples, los comodatos
múltiples, e incluso la combinación de alguna de estas figuras. Las combinaciones son
múltiples, y precisamente por eso es un error limitar su ámbito de aplicación única-
mente para ciertos casos, dejándolo de lado para otros (doble venta, por ejemplo) que
encajan perfectamente en su supuesto de hecho.
Hechas estas aclaraciones, corresponde analizar cada uno de los fallos expedi-
dos tanto por las instancias de mérito como por la Corte Suprema.
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(187) A la cual ya he hecho referencia, en detalle, en mis comentarios a las Casaciones Nºs 2754-2013-LIMA
NORTE y 4006-2014-HUAURA
(188) Además, en todos los casos el criterio que se aplique deberá ir acompañado de la buena fe por parte del
adquirente.
(189) ORGAZ, Arturo. Diccionario de derecho y ciencias sociales, Ed. Assandri, 3ra. ed., Córdoba, 1961, p. 157.
También en: http://www.significadolegal.com/2009/11/que-significa-fecha-cierta.html
(190) En este sentido LOBO, Teresa. “La fecha cierta de los documentos en relación con su eficacia probatoria”.
En: http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/derpriv/cont/5/jur/jur9.htm
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(191) Al respecto se puede ver GONZALES BARRÓN, Gunther. Tratado de Derecho Registro Inmobiliario, Ob, cit.
Donde el tema sí ha sido tratado en extenso es en la doctrina española. Sobre el particular se puede revisar:
MONTSERRAT VALERO, Antonio. “En defensa de la tesis monista del tercero hipotecario”. En: Revista de
Derecho Privado, junio, 2001, p. 504; VILLARES PICÓ, “La polémica entre hipotecaristas sobre la tesis dua-
lista o monista del tercero hipotecario perjudica a la eficacia de la inscripción”. En: Revista Crítica de Derecho
Inmobiliario, 1966; PUIG BRUTAU, José, Compendio de Derecho Civil, III, Barcelona, 1989, p. 551; DE ÁNGEL
YÁGÜEZ, Ricardo. Apariencia jurídica, posesión y publicidad inmobiliaria registral, Universidad de Deusto,
Bilbao, 1975, p. 127; SANZ FERNÁNDEZ, Ángel. Instituciones de Derecho Hipotecario, I, Reus, Madrid, 1947,
p. 412; LASARTE ÁLVAREZ, Principios de Derecho Civil, 5ª edición, Edit. Trivium, Madrid, 1997, p. 382;
NÚÑEZ LAGOS, “El Registro de la Propiedad español”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, 1949,
p. 250; GARCÍA GARCÍA, José María, Derecho Inmobiliario Registral o Hipotecario, II, Edit. Civitas, Madrid,
1993, p. 92; CHICO ORTIZ, María, Estudios sobre Derecho Hipotecario, I, Edit. Marcial Pons, Barcelona, 2000,
p. 270; LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, III, Dykinson, Madrid, 2001, p. 174.
(192) En efecto, tal como desarrollo en extenso en el comentario a la Casación N° 2866-2013-LA LIBERTAD, la
buena fe que debe estar presente en ambos terceros registrales: tanto en el del 2014 como en el del 2022 CC.
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7.5.3. Se afirma (erróneamente) que el 1135 solo aplica hasta antes de que el
deudor entregue el bien
“(..) la falta de cumplimiento de la obligación de dar, no confiere al acreedor dere-
cho alguno a la cosa que le es debida, que le permita perseguirla en las manos
del que la posea; siendo que el acreedor tiene solo un derecho contra el deudor y
sucesores universales no puede tener acción alguna contra el tercer adquirente
de este bien quien siendo un comprador por título singular no ha sucedido en sus
obligaciones a aquel que se ha obligado”.
El 1135 CC establece los criterios con base en los cuales se determina cuál de
todos los acreedores con derecho a exigir la entrega de un mismo bien, debe ser prefe-
rido. Según la Corte, una vez que el bien ya fue entregado el 1135 CC no aplicaría más,
por lo tanto si el bien le fue entregado indebidamente a alguno de dichos acreedores,
aquel acreedor afectado, a quien el bien debió serle entregado pero no se hizo así, no
podría accionar contra el acreedor que recibió el bien pese a que no le correspondía.
Considero que ello no tiene ningún sentido, pues implicaría que el 1135 CC es
una norma pensada para el deudor (que dispuso dos o más veces del bien) a efectos
de “informarle” qué tiene que hacer con el bien (a quién debe entregárselo). Si esto
fuera así, ¿por qué se le exige al deudor que haga entrega del bien al que, además de
haber inscrito primero, haya actuado de buena fe? La buena fe lo que busca es que no
se perjudique el derecho de un tercero (el adquirente que no inscribió pero que com-
pró primero), con lo cual queda claro que el 1135 CC no solo se enfoca en el deudor,
sino que también tiene en cuenta el interés de los adquirentes que compiten.
Es decir, si el 1135 CC realmente solo estuviese enfocado en el deudor se limi-
taría a “informarle” que entregue el bien al que inscribió primero, y no le exigiría
que “indague” sobre la buena fe del adquirente inscrito. Este mandato, dirigido al
deudor (constatar la buena fe de aquel a quien vaya a entregar el bien), lo que busca
es proteger el interés de los otros adquirentes. Pero como el análisis que haga el deu-
dor respecto de la buena o mala fe de sus acreedores (que le exigen la entrega del
bien) podría fallar, se le debe dar a los acreedores que no se vieron favorecidos con
la entrega, el derecho de solicitar ante un juez un nuevo análisis de la aplicación del
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1135 CC, para que sea este tercero imparcial quien determine cuál de todos los acree-
dores debe quedarse con el bien.
Por ello, considero que el 1135 no solo se enfoca en el deudor (“informándole”
a cuál de los adquirentes debe entregar el bien), sino que también asume relevancia
entre los acreedores una vez que el bien ya fue entregado a alguno de ellos. Podría
suceder, por ejemplo, que el deudor haya incumplido con el mandato del 1135 y haya
entregado el bien a quien no correspondía, o podría darse el caso que su análisis sobre
la “buena fe” del adquirente fue fallido, por lo que erróneamente entregó el bien a
quien inscribió primero de mala fe.
Por ejemplo, imaginemos que “A” vende el mismo bien a “B” y “C” los días 1 y
2, respectivamente. La adquisición de “C” se inscribió en el Registro pero “A” entregó
indebidamente el bien a “B”. ¿Qué puede hacer “C” para tomar posesión del bien?
Si –como dice la Corte– el 1135 tiene únicamente efectos “obligacionales” (entre el
acreedor-comprador y el deudor-vendedor), “C” deberá dirigirse a “A” y exigirle la
entrega del bien. ¿Pero qué gana “C” exigiéndole la entrega a alguien que ya no tiene
la posesión? ¿No puede valerse del 1135 para dirigirse directamente contra el adqui-
rente que recibió indebidamente la posesión? Si le negamos utilidad al 1135 una vez
que el deudor ya entregó el bien (así haya sido una entrega indebida), impedimos
que dicha norma sea empleada para solucionar el conflicto entre los adquirentes (sin
necesidad de que intervenga el deudor). Si el 1135 solo aplica antes de producida la
entrega (efecto obligacional), ¿qué podrá hacer “C” para recuperar el bien? ¿En base
a qué podría exigirle la entrega a “B”?
Imaginemos el mismo caso, pero esta vez “A” entregó el inmueble a “C”. Esto,
en principio, estaría bien, pues “C” cumplió con inscribir primero su derecho lo cual
le daría la preferencia en la entrega. Sin embargo, supongamos que “C” sabía que
previamente a su inscripción el bien ya había sido vendido a favor de “B”, es decir,
se trataría de un adquirente que inscribió de mala fe, pero como “A” no conocía esta
circunstancia le entregó indebidamente el bien. ¿Qué podría hacer “B” para obtener
la posesión del predio?
Si el 1135 tuviera solo efectos obligacionales, llegaríamos al absurdo de decirle
a “B” que debe exigirle la entrega a alguien (“A”) que ya no tiene el bien bajo su con-
trol. ¿No podrá valerse “B” del 1135 para dirigirse directamente contra “el adquirente
(“C”) que recibió indebidamente la posesión? Si le negamos utilidad al 1135 luego de
producida la entrega, entonces impedimos que dicha norma sea empleada para solu-
cionar el conflicto entre los adquirentes. Si el 1135 solo aplica antes de producida la
entrega (efecto obligacional), ¿qué podrá hacer “B” para recuperar el bien? ¿En base
a qué podría exigirle la entrega a “C”?
Alguien podría sostener que, en estos casos, el adquirente que se considere con
derecho a obtener el control del bien podría interponer, contra el adquirente que recibió
indebidamente la posesión, una demanda de “mejor derecho de propiedad” (exigiendo
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(193) Particularmente me inclinaría por plantear una acción reivindicatoria que en su desarrollo terminaría dilu-
cidando cuál de las partes en conflicto tiene un mejor derecho de propiedad sobre el bien.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
y es precisamente esta entrega la que le permite al accipiens (receptor del bien) ser
preferido frente a los demás adquirentes en caso estos pretendan arrebatarle el bien.
En conclusión, el 1135 sí es útil aun cuando el deudor ya haya entregado el bien a
favor de alguno de los acreedores. La norma va más allá del conflicto entre el acree-
dor que pretende la entrega y el deudor que debe cumplir con la misma, en tanto sirve
también para solucionar el conflicto entre los eventuales acreedores en caso uno de
ellos considere que la entrega se hizo a quien no correspondía.
De este modo, el 1135 tiene un haz y un revés:
(i) El haz representa la fase “obligacional”, que resuelve el conflicto entre el
acreedor que pretende la entrega y el deudor que debe cumplir con la misma:
la norma le indica al deudor a cuál de los adquirentes debe entregar el bien.
(ii) El “revés” del 1135 (que la Corte no vio) representa su fase “real”, que per-
mite solucionar el conflicto de titularidad entre todos los adquirentes luego
de que el deudor haya entregado el bien a uno de ellos.
162
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
oscura(194), en tanto se limita a señalar que “La sola obligación de enajenar un inmueble
determinado hace al acreedor propietario de él”.
Para la Corte Suprema, el modo coincide con el título. Es decir, el contrato de
compraventa sería al mismo tiempo título y modo: “El contrato de compraventa de
un inmueble es al mismo tiempo el título de adquisición y el modo de adquisición,
coincidiendo título y modo en términos”.
Esta posición fijada por la Corte ha sido tomada de un ensayo del profesor Jack
Bigio, dedicado a la compraventa, el cual fue publicado poco después de promulgado
el Código Civil(195). En dicho ensayo el autor afirma que, en función de lo establecido
en el artículo 949 CC, es claro que el solo intercambio de voluntades, el solo consen-
sus, perfecciona la transferencia de propiedad.
Sin embargo, y a pesar de considerar que el título es el acto jurídico que ante-
cede al hecho o acto de adquisición, y que el modo es precisamente el hecho o acto de
adquisición, el citado autor sostiene que, de acuerdo con lo establecido por el Código
Civil, el contrato de compraventa sirve, por un lado, de título, en tanto crea la obliga-
ción de dar, y por el otro, de modo, en tanto perfecciona la adquisición del comprador.
Como se puede ver, la Corte Suprema ha tomado casi al pie de la letra la tesis
del reconocido profesor. Sin embargo, con ello también ha “arrastrado” las críticas a
las que fue sometida, en su momento, dicha posición(196).
Así, sostener que el contrato transfiere la propiedad inmueble por ser título y modo
a la vez desnaturaliza por completo la teoría del título y modo. Esta teoría considera
(194) Al punto que, en su momento, generó un importante debate sobre el particular. Muestra de ella es la importante
cantidad de artículos de investigación que se enfocaron en determinar la correcta interpretación del artículo
949 CC: LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. “El contrato con efectos reales”. En: Ius et Veritas. Lima.
1992. Año V. Número 9, pp. 9-16; TORRES MÉNDEZ, Miguel. Estudios sobre el contrato de compraventa.
Editora Jurídica Grijley. Lima, 1993; ORTEGA PIANA, Marco. “Compraventa y Transferencia de propiedad
inmueble”. En: Advocatus. Revista de los estudiantes de la facultad de Derecho de la Universidad de Lima.
Año 2. Lima, 2000, pp. 29-39; ESCOBAR ROZAS, Freddy. “El contrato y los efectos reales”. En: Ius Et
Veritas. Revista de los estudiantes de la facultad de Derecho de la PUCP. Nº 25. Lima, 2002, pp. 237 y ss.;
FORNO FLÓREZ, Hugo. “El contrato con efectos reales”. En: Ius Et Veritas. Revista de los estudiantes de la
facultad de Derecho de la PUCP. Nº 7. Lima 1993, pp. 77-87; FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La obligación
de enajenar y el sistema de transferencia de la propiedad inmueble en el Perú”. En: Themis. Nº 30. Lima 1994,
pp. 149-173; BELTRÁN PACHECHO, Jorge. “Exorcizando el espiritualismo: registro vs. Consenso en la
transferencia de propiedad inmobiliaria”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Nº 33. Lima, 2001, pp. 81-85;
CASTRO TRIGOSO, Nelwin. “¿El Contrato solo crea obligaciones? A propósito de los trabajos de reforma
del Código Civil. En: Cathedra. Discere Iure et facto, Año V. Nº 8-9, Lima, 2002, pp. 210-223; CÁRDENAS
RODRÍGUEZ, Luis. Vida y milagros de la obligación de enajenar. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Nº 71.
Lima 2004, pp. 125-134; BULLARD GONZALES, Alfredo. “Los sistemas de transferencia de propiedad”. En:
Derecho y Economía. El análisis económico de las instituciones legales. Prólogo de Fernando de Trazegnies.
Palestra Editores, Lima, 2003, pp. 149-150.
(195) Se trata de “La compraventa y la transmisión de Propiedad”, ensayo que formó parte del primer volumen de
la colección “Para leer el Código Civil”, editado por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica
del Perú.
(196) Al respecto ver: ESCOBAR ROZAS, Freddy. “El contrato y los efectos reales (Análisis del sistema de trans-
ferencia de propiedad adoptado en el Código Civil peruano)”. En: Estudios sobre el Contrato en General.
Ara Editores, 2º edición, 2004, pp. 217-251.
163
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
que el título es la causa remota de la adquisición del dominio, mientras que el modo
es la causa próxima de dicha adquisición. La causa remota viene a estar constituida
por el contrato en virtud del cual el enajenante asume la obligación de transferir la
propiedad, mientras que la causa próxima viene a estar constituida por la entrega de
la cosa realizada en cumplimiento del contrato indicado.
El problema con la posición asumida por la Corte es que dice basarse en la teo-
ría del título y modo, no obstante, no se ajusta en los más mínimo a sus postulados.
En efecto, en primer lugar, mientras dicha teoría considera que el contrato solo crea
la obligación de transferir la propiedad, la Corte (siguiendo a Bigio) considera que el
contrato transfiere directamente la propiedad. En segundo lugar, mientras la teoría del
título y el modo hace descansar (a través de la escisión de los elementos espiritual y
material de la traditio) en dos hechos jurídicos la operación de transferencia de propie-
dad, la Corte hace descansar en un solo hecho jurídico tal operación. Entonces, queda
claro que existe una disociación absoluta entre la teoría del título y modo y la posi-
ción que la Corte ha sustentado haciéndola pasar como una aplicación de dicha teoría.
En realidad, el asunto es más simple: nuestro CC reconoce en materia de transfe-
rencia inmobiliaria el principio consensualista: el título (la sola celebración del con-
trato) es suficiente para que opere la transferencia de propiedad(197). Nuestro CC no
ha establecido un “modo” que esté claramente diferenciado del título (como sí lo ha
e hecho para el caso de bienes muebles) y tampoco tiene sentido sostener que aquel
“coincide” con el título.
(197) Aunque no es decisivo para aceptar la validez de dicha afirmación, resulta de algún modo orientador el hecho
que la doctrina comparada, al comentar los alcances del artículo 1138 del Código Civil francés, cuyo texto es
perfectamente asimilable al del artículo 949 CC, concluya que aquel consagra el principio del solo consensus.
Así por ejemplo: OSTI, Giuseppe, Contratto en Novissimo Digesto Italiano, diretto da Antonio Azara e Ernesto
Eula, Unione Tipográfico-Editrice Torinese, Turín, 1959, vol. IV, p. 468; BIANCA, Massimo, La vendita e la
permuta, Unione Tipográfico-Editrice Torinese, Turín, 1972, p. 72 y 73; CHIANALE, Angelo, Obbligazione di
dare e transferimento della proprietà, Dott. A. Giuffrè Editore, Milàn, 1990, p. 76; LARROUMET, Christian,
Teoría general del contrato, traducido por Jorge Guerrero, Editorial Temias S.A., Santa Fe de Bogotá, vol. II,
p. 185; PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de Derecho Civil, Bosch, Casa Editorial, S.A., Barcelona, 1994,
tomo III, vol. I, p. 307; BADENES GASSET, Ramón, El contrato de compraventa, J.M. Bosch Editor S.A.,
Barcelona, 1995, tomo I, p. 17; CUENA CASAS, Matilde, Función del poder de disposición en los sistemas
de transmisión onerosa de los derechos reales, José María Bosch Editor, S.L., Barcelona, 1996, p. 89.
164
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
165
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
7.8. Síntesis
La Corte Suprema, en la sentencia que acabo de comentar, concluyó que el
artículo 1135 CC no es aplicable a un caso de mejor derecho de propiedad, pues aquel
está orientado a regular los actos jurídicos que contiene obligaciones de dar y no las
situaciones que atañen a los derechos reales, pues estas se encuentran reguladas en
los artículos 923 y siguientes, así como en el artículo 2014 CC.
166
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
El error está en no apreciar la amplitud del artículo 1135, el cual admite dentro
de su supuesto de hecho el conflicto entre dos o más personas que invoquen haber
adquirido el derecho de propiedad sobre el mismo bien.
Asimismo, el 1135 es útil aun cuando el deudor ya haya entregado el bien a favor
de alguno de los adquirentes. La norma va más allá del conflicto entre el acreedor que
pretende la entrega y el deudor que debe cumplir con la misma, en tanto sirve también
para solucionar el conflicto entre los eventuales acreedores (compradores) en caso uno
de ellos considere que la entrega se hizo a quien no correspondía.
De este modo, el 1135 tiene un haz y un revés:
(i) El haz representa la fase “obligacional”, que resuelve el conflicto entre el
acreedor que pretende la entrega y el deudor que debe cumplir con la misma:
la norma le indica al deudor a cuál de los adquirentes debe entregar el bien.
(ii) El “revés” del 1135 (que la Corte no vio) representa su fase “real”, que per-
mite solucionar el conflicto de titularidad (quién tiene el mejor derecho de
propiedad) entre todos los adquirentes luego de que el deudor haya entre-
gado el bien a uno de ellos.
En conclusión, los criterios fijados por el 1135 CC para los casos de concurren-
cia de acreedores sobre bienes inmuebles son plenamente aplicables para solucionar
un caso de mejor derecho de propiedad. Lamentablemente, la Corte se limitó a reco-
nocer el efecto obligacional del 1135 CC, pasando por alto que dicha norma también
funciona como asignadora de titularidades reales.
167
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
168
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(iii) Aun en el caso que el tercero registral (la Demandante) conozca que el bien
se encuentra en posesión de terceros, esta situación no anula, resuelve ni
rescinde su contrato ni el de su transferente.
Los Demandados sustentaron su recurso de casación en la causal de infracción
normativa de los artículos 2014, 1135 y 2022 CC por los siguientes argumentos:
(i) Las instancias de mérito interpretaron erróneamente el 2014 CC al conside-
rar que la buena fe únicamente se pierde cuando el tercero conoce de forma
directa y concluyente el vicio que afecta su adquisición. En realidad –sos-
tuvieron los Demandados– no hay buena fe cuando las circunstancias gene-
ran una duda razonable respecto de la vigencia del derecho que se pretende
adquirir, o cuando no se ha actuado diligentemente para desvirtuar dicha
duda.
(ii) En la compraventa otorgada a favor de la Demandante, esta intervino repre-
sentada por José Francisco Vásquez Soto, quien previamente, en el año 2006,
había adquirido el Inmueble junto con su esposa (Irina Sosa), habiendo ambos
declarado que tenían pleno conocimiento de que el bien venía siendo poseído
por terceros (los Demandados). Con ello queda claro que la Demandante,
en todo momento, supo de la posesión ejercida por los Demandados, por lo
que no puede sostener que inscribió su derecho de buena fe.
Al momento de resolver el recurso de casación la Corte Suprema concluyó lo
siguiente:
(i) No correspondía aplicar el 1135 CC al presente caso, en tanto este no tra-
taba sobre dos actos de disposición realizados por la misma persona a favor
de distintos adquirentes.
(ii) No correspondía aplicar el 2014 CC en tanto esta norma aplica ante la even-
tualidad de que el título de aquel que transfirió el bien al tercero registral
sea anulado, rescindido o resuelto por causas que no consten en el Regis-
tro. En el presente caso el título de quien transfirió el Inmueble a favor de
la Demandante no había sido ni anulado, ni rescindiendo ni resuelto.
(iii) El caso planteado encaja en el primer párrafo del artículo 2022 CC, en tanto
ambas partes invocaban tener un derecho de propiedad sobre el mismo
Inmueble, debiendo prevalecer aquel derecho que se hubiese inscrito pri-
mero de buena fe. Lo determinante, entonces, consistía en establecer qué
se entendía por “buena fe”.
(iv) La Corte Suprema discrepó de lo señalado por la Sala Superior, en el sen-
tido que la buena fe del tercero registral solo queda destruida cuando aquel
tiene un conocimiento perfecto, probado y concluyente de la inexactitud
del Registro. Para la Corte Suprema, por el contrario, la buena fe engloba
también el desconocimiento por parte del adquirente de la realidad extra
registral, la cual se pone de manifiesto a través de la posesión que ejerce
un tercero. Por ello, si el tercero registral conoce tal situación y pese a ello
contrata con base en el Registro, no podrá alegar buena fe.
169
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
170
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
(198) Mis comentarios en extenso a esta sentencia pueden verse en: PASCO ARAUCO, Alan. Derechos Reales.
Análisis de la Jurisprudencia de la Corte Suprema. 1ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2017, pp. 285-303.
171
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
prevaleciendo sobre la otra, manteniéndose esta “intacta” pero sin que pueda serle
opuesta al que inscribió primero.
¿Cómo aplicó la Corte el 2022 CC al caso materia de análisis? La norma es muy
clara: vence el derecho que se haya inscrito primero (en adelante denominaré “ter-
cero registral” a aquel cuyo derecho prevalece por haberse inscrito primero). Aten-
diendo a ello, la Demandante debió vencer a los Demandados, pues aquella sí ins-
cribió su derecho, a diferencia de estos. Sin embargo, la Corte Suprema consideró
que al haber tenido los Demandados la posesión del Inmueble, situación que fue de
conocimiento de la Demandante, la buena fe de esta quedaba descartada, lo cual me
parece un acierto, porque aun cuando el 2022 CC no lo diga de forma expresa, quien
haya inscrito primero su adquisición solo será preferido frente a sus eventuales com-
petidores siempre que haya realizado su inscripción con buena fe(199).
(199) Las razones para ello las he detallado en mi trabajo: PASCO ARAUCO, Alan. “¿Es posible invocar la norma
de concurrencia de acreedores para solucionar un caso de mejor derecho de propiedad? La Corte Suprema se
equivoca”. En: Advocatus, N° 33, Lima, 2017.
(200) En la medida en que el señor Francisco Vásquez Soto actuó como representante de la Demandante, todo lo
que se diga respecto del estado subjetivo de aquel (si conocía o no la posesión o la inexactitud del Registro)
aplica para esta última.
172
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
173
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(201) Más aún si dicho tercero podría valerse de la suma de plazos posesorios para completar su plazo prescriptorio.
174
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
8.6. Conclusión
No existe un deber general en cabeza de todo tercero registral de constatar quién
ejerce la posesión, pues ello dependerá de las circunstancias que rodeen al caso en
concreto. En el caso recién comentado la Demandante sí debió constatar la posesión,
en tanto los propios documentos registrales daban cuenta que ella venía siendo ejer-
cida por un tercero, lo cual ya creaba dudas respecto de si dicho poseedor contaba o
no con algún derecho sobre el inmueble. Y el solo hecho de que esta posesión haya
sido incorporada al Registro impedía obviarla, independientemente de que se maneje
un estándar de buena fe como “ignorancia” o “diligencia”.
Finalmente, contribuye a la solución del caso el que la Demandante haya tomado
efectivo conocimiento de la posesión del Inmueble a través de su representante (quien
precisamente había declarado previamente tener conocimiento que el bien venía poseído
por terceros), con lo cual quedó descartada su buena fe, y siendo así, su adquisición,
pese a haberse inscrita primero, no podía serle oponible a los Demandados.
175
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
176
La fe pública registral y la oponibilidad. Diferencias conceptuales y aplicación práctica
En efecto:
(i) En el proceso judicial sobre nulidad de la Compraventa, la Primera Sala Civil
de la Corte Superior de Justicia de La Libertad concluyó que: (i) el contrato
de Compraventa no adolecía de nulidad; y (ii) como consecuencia de la
Compraventa (realizada antes del fallecimiento del Causante) el Inmueble
dejó de formar parte de la masa hereditaria dejada por este último, por lo
que las Demandantes no ostentaban ningún derecho de propiedad sobre el
mismo; y
(ii) Mediante sentencia dictada por el Juzgado Penal Unipersonal Supraprovin-
cial Chuzco - Julcán - Santiago de Chuco, se declaró a la Demandante Julia
Tereza Rodríguez Lázaro responsable del delito de usurpación agravada y
daños agravados en agravio del Demandado.
En conclusión, habiéndose descartado en un proceso judicial (con calidad de cosa
juzgada) que la Compraventa presente algún vicio de nulidad, corresponde tomar como
cierto que el Demandado y su cónyuge son los únicos propietarios del Inmueble, por
lo que no teniendo las Demandantes ninguna titularidad sobre el bien, no están facul-
tadas para solicitar la división y partición.
Sin embargo, en la medida en que todo esto no fue tomado en consideración por
la Sala Superior al momento de amparar la demanda de división y partición, la Corte
declaró fundado el recurso de casación y anuló dicha sentencia de vista, ordenando a
la Sala Superior que expida nuevo pronunciamiento conforme a ley.
Considero que esta era la oportunidad perfecta para que la Corte Suprema dejara
por sentado algunas cuestiones de utilidad trascendental en lo que se refiere a la opo-
nibilidad de derechos reales. Y es que cuando las instancias de mérito establecieron
que debía primar la propiedad de la Sucesión del Causante por haber accedido pri-
mero al Registro, aplicaron –aun sin que lo hayan mencionado– el artículo 2022 CC,
según el cual el conflicto u oposición entre dos (o más) derechos reales se resuelve en
base a la fecha de su acceso al Registro.
Lo que la Corte Suprema debió haber dicho es que este principio de oponibili-
dad registral no aplica cuando una de las adquisiciones que pretende ser protegida
deriva de una sucesión hereditaria o transmisión mortis causa. Son tres las razones
que me llevan a sostener ello.
En primer lugar, el 2022 CC busca proteger la confianza en el Registro; no se
protege a alguien por el solo hecho de haber inscrito, sino por haberlo hecho con-
fiando en que la información registral resultaba acorde con la realidad. Y esto ocu-
rre en el caso de las adquisiciones derivativas, es decir, contratos de transferencia de
propiedad. Es el típico caso de la compraventa: quien celebra una compraventa con
el titular registral lo hace motivado por la presunción de validez y legitimidad que el
Registro le otorga a este último. La inscripción a favor de dicho vendedor es lo que
determina que alguien contrate con él. Por el contrario, ello no ocurre en una adqui-
sición mortis causa: en esta, es la muerte del causante lo que determina automática-
mente la transferencia de propiedad a favor de sus herederos, con independencia de
177
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
178
CAPÍTULO III
LA FE PÚBLICA REGISTRAL FRENTE
A LOS CONTRATOS FRAUDULENTOS
CAPÍTULO III
LA FE PÚBLICA REGISTRAL FRENTE
A LOS CONTRATOS FRAUDULENTOS
181
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
182
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(202) Exposición de motivos oficial del Código Civil del Libro de Registros Públicos. Diario oficial El Peruano del
19 de noviembre de 1990, p. 78.
(203) Ídem.
183
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
los datos extra registrales asumen cierta relevancia a efectos de probar la mala fe de
quien se dice tercero registral.
Sin embargo, posteriormente, el legislador pone un ejemplo que parecería negar
esto último, y a partir del cual, más bien, sería factible concluir que la única forma
de desvirtuar la buena fe del tercero es acreditando, mediante datos inscritos en el
Registro (los datos extra registrales ya no jugarían ningún rol), que conocía la exis-
tencia de algún vicio en el título de su transferente.
“Acudamos a un ejemplo. Si una persona jurídica propietaria de un bien
inmueble inicia tratos con una persona con el objeto de venderle dicho
inmueble, esta persona se preocupará de acudir al Registro de la propiedad
y si este es válido, acudirá también al Registro de personas jurídicas o al
mercantil si fuera el caso, con el objeto de comprobar si los representantes
de la persona jurídica, con lo que está negociando, tienen facultades sufi-
cientes para transferir propiedad.
Si las consultas al registro son positivas [,] podrá concluir la negociación
con la seguridad que le otorga el registro y con el convencimiento [de] que
va a poder constituirse en tercero registral y ampararse en el principio de
fe pública registral.
Puede suceder que en esas circunstancias, alguna tercera persona le comu-
nica mediante carta simple, por conducto notarial o verbalmente, al futuro
adquirente, que debe abstenerse de celebrar el contrato de compraventa,
porque el remitente es el verdadero propietario o el verdadero representante
de la persona jurídica, en otros términos, le comunica la existencia de una
inexactitud registral.
En este caso, debe determinarse si la noticia verbal o la carta que le hubiera
sido remitida al futuro adquirente destruye o no su buena fe. Una comu-
nicación de esta naturaleza no destruye la buena fe del adquirente, pues lo
contrario sería admitir que la seguridad que otorga el registro tiene menos
fuerza que la simple comunicación de un tercero. La seguridad que una
persona adquiere de la manifestación de los libros del registro no puede ser
desvirtuada por el dicho de una persona, aún en el caso de que fuese ajus-
tado a la verdad.
En este caso, un instrumento privado o una manifestación verbal no pueden
enervar un instrumento público como es el título inscrito”(204),
La contradicción es manifiesta, en tanto primero se sostiene que los datos
extra registrales podrían servir para destruir la buena fe del tercero, pero luego se
niega de manera categórica dicha posibilidad, estableciéndose de manera expresa que
la única forma de desvirtuarla es a través del propio Registro. El problema con esto es
(204) Ídem.
184
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
que, si la buena fe del tercero se vuelve inatacable por el solo hecho de que el Registro
no publicite formalmente el vicio en el título de su transferente, absolutamente todos
los compradores que adquieran un inmueble sobre el que se haya producido previa-
mente un acto fraudulento quedarían protegidos.
En efecto, no debe perderse de vista que, en los casos de fraude inmobiliario,
todas las inscripciones se hacen a espaldas del verdadero propietario, por lo que
cuando llega el momento de transferir el bien al tercero el Registro publicita transfe-
rencias aparentemente perfectas: la venta de A para B, la transferencia de este para
C y la venta de este para D (todos ellos miembros de la misma mafia). Cuando E pre-
tenda adquirir el inmueble y revise los títulos inscritos de los anteriores propietarios,
no podrá advertir en ellos ni la falsificación ni la suplantación de identidad. Formal-
mente, entonces, el Registro no da cuenta de ningún vicio; por el contrario, se trata
de títulos que, al haber pasado por el filtro notarial y la calificación registral, se pre-
sumen perfectamente válidos. Siendo así, todo queda listo para que el tercero compre,
inscriba y se vuelva invencible frente a la eventual demanda del propietario birlado.
La única forma de que la fe pública registral deje de ser un arma que le permita a
las mafias perfeccionar sus fechorías, y pase a ser un mecanismo de lucha contra los
contratos fraudulentos, es entendiendo a la buena fe dentro del esquema del 2014 CC
de una forma diametralmente opuesta a la manera en que es planteada en la exposi-
ción de motivos: la buena fe no debe ser entendida como ignorancia del tercero, sobre
la base de lo inscrito, respecto del vicio que afecta al título de su transferente; por el
contrario, a aquella debe dotársele de un contenido de diligencia, de tal forma que se
le exija al tercero acudir y agotar aquellos mecanismos extra registrales que le per-
mitan conocer la realidad fuera del Registro.
Considero, por ello, que es posible plantear el abandono de la manera mecá-
nica en que se suele aplicar la fe pública registral en nuestro país –y que no es sino
una manifestación de la manera en que fue concebida por nuestros legisladores en
la exposición de motivos– para comenzar a tomar en cuenta las particularidades de
cada caso, lo cual le permitirá a la jurisprudencia convertirse en la verdadera arma de
lucha contra los contratos fraudulentos. Leyes, reglamentos, directivas y normativa,
en general, siempre serán avances insuficientes en la lucha contra el despojo ilegal
de la propiedad. La única forma de tomarle el pulso al fraude inmobiliario y comba-
tirlo de manera efectiva es a través de una tendencia jurisprudencial que, mediante
un desarrollo adecuado del requisito de la “buena fe”, evite terminar convalidando
transferencias sucesivas y amañadas, diseñadas con la exclusiva finalidad de perju-
dicar a los legítimos propietarios.
185
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
186
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
habría consistido, por ejemplo, en anotar una demanda de nulidad antes de que la
mafia transfiera e inscriba el bien a favor de C.
Por su parte, la carga de determinación de la realidad a cargo del tercero registral
habría consistido (y más allá de que el Registro no publicitaba formalmente ningún
vicio en la cadena de transferencias ni daba cuenta, de manera expresa, del acto frau-
dulento que precedía a su adquisición) en: (i) darle relevancia al valor ínfimo por el
que se produjeron las transferencias; (ii) reparar en el hecho de que todas ellas se pro-
dujeron de manera consecutiva en un plazo de tiempo muy corto, algo inusual tratán-
dose de inmuebles; (iii) tomar conocimiento de que la posesión no la ejercía en nin-
gún momento ninguno de quienes figuraban como adquirentes en la cadena registral
de transferencias; entre otras cuestiones que –como tendré oportunidad de detallar–
suelen presentarse en estos casos.
El cumplimiento o no de esta carga de determinación por parte del tercero debe
ser matizado (mediante la ponderación) con el cumplimiento de la carga de conser-
vación por parte del propietario víctima del fraude. Sin embargo, la interrogante
que inmediatamente surge es qué clase de carga de conservación se le puede exigir
a quien, víctima de la mafia, pierde registralmente la propiedad de su bien sin jamás
haber participado en el acto de transferencia y sin siquiera haber tomado conocimiento
del mismo en el momento idóneo. Si la principal carga para quien, como el tercero,
adquiere de acuerdo con el Registro, consiste en poner atención en aquellas situa-
ciones anómalas que en líneas generales deberían llevar a dudar de la legalidad de la
operación (precio subvaluado, sucesiva cadena de transferencias en un breve periodo
de tiempo, transferencias que se dan con ocasión de laudos arbitrales expedidos en
arbitrajes ad hoc, adquirentes que nunca tomaron posesión del predio –lo cual presu-
pone para el tercero conocer el estado posesorio del inmueble que adquiere–, entre
otros), la carga de conservación del propietario afectado –tal vez la más importante–
será mantener a su favor la posesión, pues de perderla se le quitará al tercero uno de
los elementos más importantes que lo podrían llevar a determinar la inexactitud de
lo que publicita el Registro.
En efecto, si tanto la publicidad registral como la posesoria aparentan la titula-
ridad de la mafia, será más difícil (pero no imposible) exigirle al tercero dudar de la
legitimidad de su transferente. Por el contrario, si el propietario birlado conserva y
ejerce la posesión en todo momento, su carga de conservación habría sido cumplida
en mayor medida y proteger al tercero registral resultaría más cuestionable.
Es obvio que en un caso como el planteado no se le podrá imponer al propietario
afectado (A), como carga de conservación, inscribir una demanda de nulidad o inefi-
cacia del contrato fraudulento antes que se haya consumado la transferencia para el
tercero registral, pues –tal y como lo vengo diciendo– el afectado usualmente toma
conocimiento del fraude una vez que se ha inscrito no solo la transferencia que este
“hace” a favor del primer adquirente (B), sino todas las posteriores. De llegar a anotarse
dicha demanda antes de que el bien pase registralmente a favor del segundo adqui-
rente (C), se neutralizarían completamente todas las transferencias posteriores, con lo
que nunca se lograría “crear” al tercero registral y A podría recuperar su propiedad.
Sin embargo, en muy pocos casos (por no decir en ninguno), el real propietario logre
187
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(206) Ciertamente, con la reciente modificación que ha sufrido el artículo 920 CC producto de la Ley N° 30230, la
cual establece una nueva forma de ejercer la llamada defensa posesoria extrajudicial, el legislador ha puesto
serias trabas para que el propietario afectado cumpla con su carga de conservación, lo cual, como es obvio,
beneficia tremendamente a los traficantes de terrenos. Es por ello que este cambio legislativo y su impacto
sobre la fe pública registral constituye, desde mi punto de vista, una estocada casi insalvable para la fe pública
registral, por lo que su derogación se hace más que necesario. El tema lo he analizado en un trabajo previo
(PASCO ARAUCO, Alan. “Desvaríos legislativos sobre la defensa posesoria extrajudicial y la estocada final
a la fe pública registral. ¡Que celebren los traficantes de terrenos (más que los “neoliberales”)!”. En: Gaceta
Civil & Procesal Civil. Tomo 17, noviembre 2014).
188
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
realidad (como indiqué en su momento, este enfoque parte de la idea de que lo que
accede al Registro pasa por un adecuado control de legalidad que permite garantizar
la certeza de lo publicitado).
Sin embargo, ello no debe llevarnos tampoco a sustentar que en todos los casos
el tercero registral deba constatar la posesión para ser considerado un adquirente de
buena fe. Es importante por ello hacer dos aclaraciones:
(i) No cualquier posesión afectará al tercero registral: si se trata de un posee-
dor ilegítimo ello en nada afecta la posición del tercero registral, quien
podrá recurrir a alguno de los mecanismos que la ley le otorga (reivindica-
ción o desalojo) a efectos de recuperar la posesión. El problema se presenta
cuando esta posesión se sustenta, además, en un derecho que no accedió al
Registro, y cuyo titular (a quien denominaré “poseedor calificado”) pretende
hacerlo oponible al tercero registral(207). Solo en este último caso se presenta
el dilema respecto de si el derecho no publicitado a través del Registro, pero
sí mediante la posesión puede afectar la adquisición del tercero registral(208).
(ii) Una cosa es descartar la buena fe del tercero porque está acreditado que este
conoció efectivamente que había un poseedor calificado cuyo derecho no
corría inscrito y que ponía en entredicho la titularidad de su transferente,
y otra muy distinta es considerar “tercero de mala fe” a aquel que, pese a
no haber tenido efectivo conocimiento de la posesión, las circunstancias
lo “obligaban” a constatarla, pues de haberlo hecho habría tomado conoci-
miento de la existencia de un poseedor calificado, titular de un derecho no
inscrito incompatible con el de su transferente.
Sin duda alguna, en el primer caso el tercero registral no tendrá buena fe (al
margen de si entendemos a esta como simple “ignorancia” o “diligencia”).
Si se acredita que aquel conocía la realidad, entonces se quiebra el concepto
mismo de buena fe: no hubo confianza en lo publicitado por el Registro.
En el segundo caso, en cambio, no se sanciona al tercero registral por haber
contratado con base en el Registro, pese a saber que este estaba equivocado,
sino por no haber hecho las cosas que mínimamente se le exigirían a una
persona diligente para salir del estado de error.
La propia jurisprudencia española diferencia ambos supuestos. Así, el Tribunal
Supremo español en su sentencia (STS) del 21 de enero de 2008 afirmó que: “Ninguno
de los sucesivos adquirentes tiene la condición de tercero hipotecario(209), ni está por
(207) El análisis detallado de estos supuestos lo haré más adelante, con ocasión del comentario a la Casación
N° 3187-2013-CAJAMARCA.
(208) Esto quiere decir que la posesión en sí nunca es la razón (exclusiva) para destruir la buena fe; la posesión es,
en el mejor de los casos, el instrumento o el mecanismo a través del cual se hace de conocimiento del titular
registral que existe un derecho contradictorio al suyo y que no llegó a ser publicitado mediante el Registro.
(209) En el sistema jurídico español al “tercero registral” se le denomina “tercero hipotecario”, dado que todos los
principios registrales, que en nuestro sistema están recogidos en el Libro IX del CC (2012, 2022, 2014, 2016),
ellos los tienen regulados en su Ley Hipotecaria.
189
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
tanto protegido por la fe pública registral, al faltar el requisito de la buena fe, dado que
todos ellos conocían que en la vivienda vivían unas personas que poseían a título de
dueño”. Es decir, estaba acreditado el efectivo conocimiento de que el tercero tenía res-
pecto de la posesión ejercida por un poseedor calificado, lo cual destruía su buena fe.
Por el contrario, en otros casos, la buena fe del tercero quedó descartada por-
que aun cuando este no llegó efectivamente a conocer el estatus posesorio del bien,
las circunstancias determinaban que debía conocerlo. Así, en la STS del 9 de mayo
de 2003 el Tribunal señaló que el tercero registral no tenía buena fe al estar “demos-
trado que son los codemandados los que están en posesión de ese terreno, esta cir-
cunstancia razonablemente no podía ser ignorada por el demandante, vecino del
pueblo de Carracedelo, localidad en la que se hallan las fincas” (el énfasis es mío).
En esta misma línea, la STS del 30 de diciembre de 2005 niega la buena fe del
adquirente en tanto la realidad extra registral era notoria: “En tercera subasta y por el
ridículo precio de remate de 50,000 pesetas se adjudica y remata a favor de Cemen-
tos H. S.A., que necesariamente tenía que conocer [aun cuando en los hechos no
haya conocido efectivamente] que estaba adquiriendo cosa distinta de la descrita
en el Registro, no solo porque en el mismo ya existían muchas segregaciones de la
matriz, sino también por estar a la vista las construcciones existentes en la misma”
(el énfasis es mío).
No hay dudas de que en el primer caso (el tercero registral conocía efectivamente
que la posesión la ejercía el titular de un derecho que no había logrado acceder al
Registro) la buena fe queda descartada; lo problemático se presenta en el segundo,
pues en este se asume como cierto que existen circunstancias que “obligan” al tercero
registral a no limitarse a revisar la información registral para descartar la inexactitud
del Registro. ¿Realmente existen dichas circunstancias?
Considero que sí. Si bien es cierto no es posible plantear la existencia de un deber
general sobre todo tercero registral consistente en revisar –además de la información
inscrita– la posesión del predio, esta exigencia es justificable en ciertos casos, pues la
no constatación de tal posesión podría tomarse como la renuncia del tercero a conocer
la inexactitud del Registro. Por ello, en aquellos casos en los que el tercero registral no
tuvo efectivo conocimiento del error del Registro, pero se colocó (voluntariamente) en
una situación que le impidió conocer tal inexactitud, quedará descartada su buena fe,
por lo que no deberá recibir la protección del Registro pese a haber inscrito primero.
190
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(210) MORALES HERVIAS, Rómulo. Patologías y remedios del contrato. Jurista Editores, Lima, 2011, pp. 384-385.
(211) Ibídem, p. 159.
(212) MEJORADA, Martín. “La posesión en un barrio peligroso”. En: <http://laley.pe/not/2940/la-posesion-en-un-
barrio-peligroso>.
191
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(213) Si bien el caso no encajaba dentro del esquema del 2014 CC, pues no se había dado una cadena sucesiva de
transferencias, sino más bien dos derechos de propiedad que existían en paralelo (y que como tal habría
merecido la aplicación del 2022 CC), lo resuelto por la Corte es importante por el rol que se les asignó a los
datos extra registrales.
192
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(214) GONZALES BARRÓN, Gunther. “El ascenso imparable de la posesión”. En: <https://es.scribd.com/
document/257414059/El-Ascenso-Posesion>.
193
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Finalmente, lo más interesante del caso es que la Corte Suprema confirmó las
sentencias de primera y segunda instancia, que habían declarado fundada la demanda
de nulidad del contrato otorgado por la constructora y desestimado la invocación de la
fe pública registral realizada por la sociedad conyugal, lo cual demuestra que incluso
en las instancias de mérito se le dio a la posesión la relevancia debida.
Otro caso que vale la pena resaltar fue el resuelto por la Casación N° 1684-
2009-Santa, del 27 de enero de 2010, en el que la Corte Suprema anuló la decisión de
vista –que había resuelto que el tercero registral primaba por sobre el propietario con
prescripción adquisitiva– y ordenó a la Sala que resuelva sobre la base del artículo
950 CC (que regula a la usucapión), lo que en buena cuenta significó reconocer que
la prescripción adquisitiva, consolidada a través de la posesión, hacía innecesario el
análisis de los requisitos de la fe pública registral:
“Adicionalmente a ello, en el sexto fundamento de la resolución de vista
materia de impugnación, se aprecia que la Sala Superior precisa que no
consta en el Registro la alegada posesión de la parte demandante, en tanto
que figura como titular del inmueble en controversia la empresa Plaza Carpio,
presumiéndose que la demandada Alicia Violeta Jorge Estrada compró de la
referida empresa de buena fe, aplicándose para tal efecto lo dispuesto en el
artículo 2014 del Código Civil. No obstante lo cual, tal apreciación debe ser
computada contrastando el cumplimiento o no de los requisitos para usuca-
pir, porque como se ha anotado precedentemente la materia en controversia
consiste en determinar si la parte demandante viene poseyendo el inmueble
sub materia durante el plazo de diez años y si dicha posesión ha sido con-
tinua, pacífica y pública, lo que debe ser dilucidado por la Sala de Mérito”.
Téngase en cuenta que si bien en esta última sentencia la materia controvertida
fue la prescripción adquisitiva contra tabulas (cuando se pretende usucapir contra el
titular registral), la lógica que inspiró el fallo fue el mismo que vengo comentando:
se mitiga el impacto de la publicidad registral (la persona contra quien se demandó la
prescripción adquisitiva alegaba su condición de “tercero registral”, pues había adqui-
rido de quien en la partida aparecía como propietario y sin que para ese momento
la demanda de prescripción estuviese publicitada), dándosele preponderancia a una
posesión no inscrita, pero constatable en la realidad.
Esta prevalencia de la posesión cuando entra en conflicto con el Registro fue
expresamente reconocida en la Casación N° 3667-2010-La Libertad, de fecha 21 de
junio de 2011. Una empresa, luego de haber adquirido una parcela de 1.2200 hectá-
reas en las afueras de la ciudad de Trujillo e inscribirla a su favor, demandó la rei-
vindicación contra una poseedora que ocupaba un área de 364 m 2, ubicados dentro
de la referida parcela. Mientras que las instancias de mérito fallaron a favor de la
empresa aplicando el artículo 2014 CC, la Corte Suprema, actuando en sede de ins-
tancia, declaró infundada la demanda, señalando que la demandante había adquirido
el inmueble con pleno conocimiento de la existencia de poseedores con derechos
contradictorios al suyo, pues en su propio contrato de compraventa se dejó constan-
cia de que “el inmueble estaba ocupado por terceros”, con lo que se desmoronaba su
pretendida buena fe.
194
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
Todos los fallos a los que he hecho referencia, si bien representan todavía una
posición minoritaria en comparación con las sentencias de mérito y casaciones que
reconocen un valor preponderante al Registro, son un buen indicio de que algo está
cambiando en la forma de comprender y entender el principio de fe pública registral.
Sí es posible, por ello, encontrar dentro del propio principio de fe pública registral un
modo de conciliar los intereses del propietario afectado por un contrato fraudulento
y la necesidad de tutelar los intereses de los terceros que realmente han actuado de
buena fe, depositando su confianza en una apariencia (los contratos fraudulentos) de
la que no pudieron escapar.
Nuestra jurisprudencia debe continuar delineando los contornos de la fe pública
registral que necesita el Perú de hoy. Más que importaciones normativas, lo que nece-
sitamos es una solución a la peruana; los modelos foráneos no nos pueden ayudar
directamente porque no están pensados para una realidad ni problemática como la
nuestra. Clara muestra de ello es que, por ejemplo, en la exposición de motivos de la
Ley Hipotecaria de hace más de 100 años, el legislador español, al hacer referencia
al problema de la falsificación de documentos, lo tomaba como algo “inusual” y difí-
cil de presentarse en el día a día. Y es que Europa no ha tenido ni tiene un sistema en
donde la producción de documentos adulterados haya quedado “institucionalizada”:
el jirón Azángaro funciona a la vista y paciencia de la ciudadanía y de las propias
autoridades, al punto que termina siendo percibido como algo innato del sistema. El
mercado de la falsificación de documentos ha calado de tal forma en el imaginario
popular que termina siendo parte de la cultura peruana, y es atendiendo a ella y a sus
problemas –que no se presentan en los países a los que solemos tomar como modelo
de importación– que la judicatura debe actuar.
195
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Esta tesis ha sido planteada por Gunther Gonzales Barrón, habiendo llegado
incluso a ser el sustento del proyecto de ley titulado “Ley de protección jurídica del
derecho de propiedad y de la vivienda”(215) (en adelante, el “Proyecto de Ley”), que
buscaba –entre otras cosas– modificar el artículo 2014 CC.
En su conclusión, la tesis de Gonzales es similar a la de Mendoza: ambas sostie-
nen que el 2014 CC no debe proteger al tercero adquirente cuando previamente hubo
un acto de falsificación documental o una suplantación de identidad, en el que nin-
guna participación tuvo el propietario afectado. Sin embargo, a diferencia de Men-
doza, quien llega a esta conclusión mediante la aplicación de un principio general
de la adquisición a non domino, la tesis de Gonzales se sustenta en argumentos de
carácter constitucional, civil y moral.
A nivel constitucional, Gonzales se ampara en primer lugar en la libertad de
contratación:
“El sistema jurídico reconoce el poder de los individuos para crear relaciones
jurídicas sobre la base de su voluntad, siempre en concordancia con el bien
común (art. 2, inciso 14, Constitución, que reconoce la libertad de contrata-
ción). Pero esa voluntad solo puede protegerse cuando sea real, es decir, se
haya producido en el mundo fenoménico; y, además, esa voluntad real debe
ser sana (sin vicios), seria (para formar vínculo jurídico) y libre (exenta de
amenazas, violencia y con el suficiente consentimiento informado) (…)”(216).
Como consecuencia de ello, “una suplantación o falsificación no puede ‘fabricar’
la voluntad de una persona. El sistema constitucional, inspirado fundamentalmente
en valores (bienes ético-jurídicos incondicionados), no puede tolerar que la voluntad
inexistente, creada por falsarios, termine obligando y vinculando a la persona que
nunca la declaró, que nunca comunicó ese querer. Nótese la absoluta arbitrariedad y la
máxima dosis de injusticia que se produce si validamos la injerencia de un falsificador
en la voluntad de otro; y que ese otro debe aceptar que se trata de ‘su voluntad”(217)’.
En segundo lugar, Gonzales recurre a la inviolabilidad de la propiedad consa-
grada en el artículo 70 de la Constitución:
“(…) el propietario está protegido frente a las interferencias anómalas de ter-
ceros o del propio Estado, por tanto, cuenta con una inmunidad que impide
que el derecho se pierda por la actuación ilegítima de extraños. El titular
es protegido por los remedios jurídicos de reconocimiento, recuperación y
restitución de la situación jurídica, razón por la cual se dice que ‘la propie-
dad es inviolable’ (art. 70 Constitución), es decir, no puede ser expoliada
ilegítimamente en contra de la voluntad del titular (...). Las infracciones a
(215) El proyecto de ley, cuyo autor es Gunther Gonzales Barrón, puede encontrarse en: <http://www.gunthergon-
zalesb.com/doc/notas_breves_ggb/proyecto_de_ley_contra_el_fraude_inmobiliario.pdf>.
(216) GONZALES BARRÓN, Gunther. Proyecto de Ley: Ley de protección jurídica del derecho de propiedad y de
la vivienda. En: <http://www.inmobiliario.gunthergonzalesb.com/proyecto_de_ley_contra_el_fraude_inmo-
biliario.pdf>, p. 7.
(217) Ídem.
196
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
años desde que la pretensión puede ejercitarse, o sea, desde que el hecho ocurre en el
mundo; en cambio, el no-acto es nada, no hay derecho, por lo que el inicio del cómputo
es imposible, por tanto, el remedio es imprescriptible”(221).
El tercer (y último) fundamento de la tesis de Gonzales es el denominado “argu-
mento de moralidad racional”:
“También hay un sustento de moralidad racional: si el propietario es inocente
frente al fraude, y esa situación genera una indebida inscripción que engaña
de buena fe al tercero, entonces tenemos dos víctimas que han actuado sin
culpa alguna (el propietario falsificado y el tercero que confió en la falsifi-
cación). Si los dos sujetos se encuentran en la misma situación valorativa
(inocencia), entonces ¿quién tiene la preferencia? En tal caso, la primacía
se inclina decididamente a favor del propietario falsificado, pues se trata del
sujeto que representa la realidad jurídica, mientras que el tercero representa
la apariencia; y en igualdad de condiciones, la preferencia favorece a la rea-
lidad, pues lo contrario implicaría que la apariencia (falsa) es mejor que la
realidad, lo cual es absurdo, pues ningún sistema jurídico de mínima racio-
nalidad puede asentarse en fraudes o engaños. Solo de esta forma se res-
peta la garantía constitucional de la propiedad, pues la norma fundamental
la considera ‘inviolable’, esto es, nadie puede perder el derecho en contra
de su voluntad, salvo que ese mismo propietario haya propiciado el engaño
al tercero, lo que claramente no ocurre en este caso”(222).
Entonces, “la tutela de la apariencia es una figura de carácter excepcional, pues
su generalización implicaría desproteger la seguridad del propietario; por tanto, solo
puede protegerse al tercero de buena fe cuando se agrega la culpa del titular primi-
genio que ha originado la situación de apariencia que engaña al tercero; en caso con-
trario, si no hay culpa del propietario, nada justifica el despojo del verus dominus,
por lo que en tal ámbito debe imponerse la realidad jurídica, esto es, la seguridad del
propietario”(223).
Con base en estos tres argumentos –constitucional, civil y moral–, Gonzales
concluye que la fe pública registral no protege al tercero adquirente, aun cuando sea
de buena fe, frente a la falsificación de documentos y suplantación de identidad de la
que es víctima el propietario verdadero:
“En buena cuenta, la propiedad es un derecho cuya subsistencia depende
de la propia voluntad de su titular, por lo que nadie puede ser despojado por
medio de una falsificación, en la cual, precisamente, falta tal voluntad. En tal
contexto, el artículo 2014 CC, por obra interpretativa del Tribunal Constitu-
cional, no puede ser utilizado para convalidar nulidades radicales ni fundar
derechos que se asientan en el fraude. Las propias sentencias señalan que las
(221) Ibídem, p. 9.
(222) Ibídem, p. 13.
(223) Ibídem, p. 16.
198
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(227) “En las adquisiciones a non dominio se constituye una fattispecie jurídica, de la cual el negocio traslativo –de
por sí incapaz de tener algún efecto jurídico, por defecto de legitimación– constituye un elemento necesario,
pero del todo insuficiente, porque debe ser complementado por la entrega de la cosa y la buena fe del adqui-
rente”: FALZEA, Angelo. “El principio jurídico de la apariencia”. En: Derecho PUCP, N° 59, 2007, p. 189.
(228) Considera a la buena fe como el fundamento de la protección del tercero en la aplicación del principio de fe
pública registral: GORDILLO CAÑAS, Antonio. El principio de fe pública registral. Nº 3. Biblioteca Moderna
de Derecho Civil. Jurista Editores. Lima, 2010.
(229) De acuerdo a FALZEA, “la apariencia hace gravitar la fattispecie del acto o negocio en la protección y en la
posición jurídica del tercero de buena fe y en la legitimación de este (…) el efecto de la adquisición del heredero
aparente no se deriva de la legitimación de este para transferir el derecho hereditario, sino únicamente de la
legitimación del adquirente de buena fe, motivo por el cual es más apropiado hablar, para esta última hipótesis,
de una mutación jurídica de sucesión, y no de una transferencia”: FALZEA, Angelo. Ob. cit., p. 196.
200
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(230) “Por ello a la pregunta de por qué se prefiere en la concurrencia de acreedores sobre un mismo bien inmueble
al adquirente que inscribe con buena fe, respondemos que dicha prelación se otorga sobre la base de la noción
de seguridad jurídica que tutela el derecho. Entre sucesivos adquirentes, se prefiere a aquel que encarna la
noción de seguridad jurídica, que no es otro que el adquirente de buena fe: aquel que creyó (buena fe creencia)
en la legitimidad de su adquisición, sea por ignorancia o por error”: FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La buena
fe en la concurrencia sobre bienes muebles”. En: Derecho PUCP, N° 41, 1987, p. 195.
201
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
admite este “sacrificio” con tal de proteger otro valor que considera más importante:
la tutela de la confianza de aquel que adquiere con buena fe.
Por ello, si el argumento de Gonzales para proteger al real propietario afectado
con el acto de falsificación o con la suplantación de identidad, es que la Constitución
preserva la propiedad por encima de todo, en tanto es “inviolable”, y que la libertad
de contratación determina que un cambio de titularidad solo puede producirse con el
asentimiento real, libre, sano y serio del verdadero titular del derecho, entonces apli-
cando la misma lógica deberán borrarse de un plumazo todas las normas de adqui-
sición a non domino (artículos 665, 948, 194, 1135, 1136, 1670 CC), debiendo quedar
como única regla vigente en nuestro Código el nemo plus iuris ad alium tranferre
potest, quam ipse habere (nadie puede transmitir a otro más derecho que el que él
mismo tiene).
Esta es la inevitable consecuencia de considerar al artículo 70 de la Constitución
como un axioma frente al cual deben ceder todas las demás normas. Si el argumento
va a ser que “la propiedad es inviolable” y que la libertad de contratación tiene rango
constitucional, entonces olvidémonos de las adquisiciones a non domino, la fe pública
registral y la apariencia jurídica, porque la conclusión siempre deberá ser la misma:
quien primero adquirió es el verdadero propietario, y a partir de ahí ninguna trans-
ferencia se podrá dar sin su expresa, seria, sana y real manifestación de voluntad.
¿Cuál será la consecuencia de ello? Muy simple: la adquisición a non domino nunca
tendrá campo de aplicación.
Por eso considero que el argumento constitucional que invoca Gonzales parte
de la errada premisa de que, por tratarse de normas constitucionales, ellas solas nos
solucionan la vida y no admiten matices. Lo cierto es que invocar el artículo 70 y
hablar de la propiedad “inviolable” no es más que un acto de demagogia jurídica y
de simplismo para resolver el problema de la fe pública registral y los contratos frau-
dulentos, el cual por su complejidad y su relevancia merecería soluciones más elabo-
radas y con mayor sustento.
Ahora, si se va a sostener que aquello que hace “especial” a los casos de falsi-
ficación documentaria o suplantación de identidad, es que el propietario afectado (a
diferencia de los otros supuestos de adquisición a non domino, como por ejemplo el
de la venta simulada o el préstamo del celular) no tuvo participación alguna en el
hecho creador de la apariencia (en la que confía el tercero adquirente), entonces ya
estamos ante un argumento distinto: la razón para proteger al propietario afectado ya
no sería la “inviolabilidad” de su propiedad ni mucho menos su indispensable mani-
festación de voluntad para modificar su situación jurídica (respeto a su libertad de
contratación), sino más bien su ausencia de culpa en la creación de la apariencia (en
la que termina confiando el tercero adquirente), lo cual nos lleva al otro argumento
empleado por Gonzales para justificar su tesis: la moralidad racional.
202
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(231) GONZALES BARRÓN, Gunther. “Proyecto de Ley: Ley de protección jurídica del derecho de propiedad y
de la vivienda”. Ob. cit., p. 13.
(232) Ibídem, p. 16.
203
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(233) GORDILLO CAÑAS, Antonio. “El principio de fe pública registral”. Ob. cit., p. 58.
(234) Ídem.
(235) § 935 (1) del BGB: La adquisición de la propiedad de acuerdo a lo estipulado en los parágrafos 932 a 934 no
se producirá si la cosa le fue robada al propietario, está perdida o ha sido extraviada de cualquier otra forma.
Esta norma diera la impresión de proteger al tercero adquirente solo cuando haya habido cierta culpa en la
creación de la apariencia por parte del propietario afectado. Sin embargo, frente a ello un sector doctrinal
considera que en el sistema alemán la culpa importa desde el punto de vista del tercero que adquiere, y no
del propietario afectado: “En el sistema alemán, el principio de la fe pública, debido a la mayor confianza
generada por el registro, en virtud de ser constitutivo, tiene mayor alcance en la protección de los terceros.
El concepto de la buena fe consiste en el desconocimiento de la inexactitud registral, estando protegido el
tercero que ignora sin culpa”: SOTTOMAYOR, Maria Clara, Invalidade e registo, A protecção do terceiro
adquirente de boa fé, Edições Almedina, Coimbra, 2010, p. 251.
(236) En efecto, un autorizado sector de la doctrina alemana consideraba necesaria la culpa del propietario para la
consumación de la adquisición a non domino. Así, para CANARIS eran necesarios los siguientes elementos:
a) El supuesto base de la confianza (vertrauenstatbestand) que constituye un hecho notorio que sirve de base
objetiva a la apariencia; b) el tercero debe contar con buena fe, ya sea falta de conocimiento de la verdadera
situación jurídica, o exigir, además, la diligencia en la comprobación; c) la confianza debe dar lugar a un acto
de tráfico (oneroso); d) imputabilidad al titular de causar el supuesto base de la confianza: DE EIZAGUIRRE,
José María. Derecho Mercantil. Editorial Civitas, Madrid, 1999, pp. 231-232.
(237) Sobre ello, ampliamente, MENGONI, Luigi. Gli acquisti “a non domino”, 3ª. Editore Giuffrè, Milano, 1975,
pp. 77-89.
(238) En este sentido GORDILLO CAÑAS, Arturo. “El principio de fe pública registral”. Ob. cit., p. 60.
204
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(239) Ibídem, p. 71. En el mismo sentido ROCA SASTRE, Ramón María. “El problema de la relación que respecto
del artículo 34 de la Ley Hipotecaria guarda el artículo 32 de la misma”. En: Revista Crítica de Derecho
Inmobiliario, N° 446-447, julio-agosto, 1965, p. 810: “En estos sistemas (los de fe pública) no se habla de
sanción a la negligencia en inscribir la adquisición, sino de proteger la confianza del tercer adquirente en el
contenido del Registro, y la protección de la fe pública registral opera a todo evento jurídico”.
(240) “Pero quien ha dejado de inscribir, por descuido, negligencia o por negarse voluntariamente a solicitar la
inscripción, no puede gozar de la protección que a través del Registro se dispensa (…). Más que proteger a
quien confía en el contenido del Registro, y a la legitimación derivada de la apariencia registral, se sanciona
a quien no ha inscrito (…). Todo ello con independencia de que la falta de inscripción crea una apariencia
negativa; la creencia de ahí resultante en que no existe el derecho no inscrito, puede justificar que el tercero
adquiera desconociendo la situación no publicada. También por vía de proteger la confianza en la apariencia
puede llegarse a la misma solución. Pero de estos dos argumentos, parece más relevante el primero como
fundamento de la inoponibilidad” (el énfasis es mío): AMORÓS GUARDIOLA, Manuel. “La buena fe en la
interpretación de los problemas hipotecarios”. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N° 463, Madrid,
noviembre-diciembre, 1967, p. 287.
(241) En este sentido: LACRUZ BERDEJO, José Luis y SANCHO REBULLIDA, Francisco de Asís. Derecho
Inmobiliario Registral, Editorial Bosch, Barcelona, 1984, p. 196.
(242) GORDILLO CAÑAS, Arturo. Ob. cit., p. 61.
205
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(243) Para un análisis de este supuesto en particular puede verse en mi trabajo: PASCO ARAUCO, Alan. “La
inoponibilidad del contrato nulo frente a los terceros contratantes a título oneroso y de buena fe, ¿norma
especial o excepcional? Análisis del artículo 194 del Código Civil. En: Actualidad Jurídica, Tomo 210, mayo
2011, pp. 95-104.
206
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(244) GONZALES BARRÓN, Gunther. “Proyecto de Ley: Ley de protección jurídica del derecho de propiedad y
de la vivienda”. Ob. cit., p. 19.
(245) Ibídem, p. 20
207
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
de identidad no hay culpa del propietario afectado, por lo que (solo en este caso) no
habría razón para proteger al tercero registral.
Considero que esta es la razón fundamental por la que debe rechazarse el argu-
mento de moralidad racional que plantea Gonzales. Gonzales podría citar cuantiosa
doctrina –opuesta a aquella en la que yo me amparo– según la cual la aplicación del
2014 CC presupone que el titular afectado haya tenido culpa en la creación de la apa-
riencia. Sin embargo, la confrontación de ideas no se zanja citando autores, porque
de ser así el debate se convertiría en una especie de batalla de “doctrina al peso” y
se caería irremediablemente en la falacia ad verecundiam o argumento de autoridad.
Si la razón para excluir de la protección del 2014 CC a los casos de falsificación
y suplantación es que el propietario afectado no tuvo culpa o participación en la crea-
ción de la apariencia, entonces serían muchísimos los casos de nulidad o anulabilidad
en los que el tercero registral no debería merecer protección del 2014 CC. De este
modo, la tesis de Gonzales una vez más termina por relativizar y reducir a su mínima
expresión todo el sistema de protección de la fe pública registral.
(246) Ibídem, p. 8.
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La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(247) Ibídem, p. 9.
(248) ROPPO, Vincenzo. El contrato. Traducción de Nelvar Carreteros Torres, 1ª edición, Gaceta Jurídica, Lima,
2009, p. 685.
(249) Ídem.
209
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Y como para que no queden dudas, la doctrina que vengo citando marca una
diferencia sutil (pero trascendental) entre un contrato nulo por falta de acuerdo y
uno inexistente:
“La inexistencia limita con el territorio de las nulidades estructurales (por
ejemplo, por falta de acuerdo), y por consiguiente se distingue de estas. En
las nulidades estructurales existe una apariencia de declaración contractual
referida a la parte (aunque una indagación que vaya más allá de la aparien-
cia muestra que en realidad no existe una declaración referida a la parte):
piénsese en el contrato con firma falsa. En cambio, puede hablarse de
contrato inexistente cuando existe ciertamente una apariencia de contrato,
un hecho material bajo algún perfil reconducible a un supuesto de hecho
de contrato (y por alguien invocado como tal), pero que bajo otro perfil ya
prima facie resulta no subsumible en el supuesto de hecho del contrato: pién-
sese en el demandante que como fundamento de su demanda exhibe en el
juicio un contrato en el que falta la firma del demandado; o exhibe copia
de su oferta y una aceptación del demandado evidentemente no conforme
a la oferta. En ambos casos, el demandado podrá excepcionar la inexisten-
cia del contrato”(250).
En conclusión, no es cierto que la doctrina ubique a los contratos falsificados en
el ámbito de la inexistencia jurídica. Por el contrario, a dichos casos se les aplica la
causal de nulidad por ausencia de acuerdo o falta de manifestación de voluntad de
una de las partes. Con ello queda descartado el “argumento negocial” que Gonzales
otorga como sustento de su posición.
(250) Ibídem, p. 696. El autor se anima incluso a hablar de una “inexistencia irrelevante o no significativa”: “Ima-
ginemos que A y B no hayan intercambiado nunca ninguna declaración, e incluso ni siquiera se conozcan y,
con todo, que nadie dirija una pretensión contra el otro: en esta situación puede decirse que no existe entre
ellos ningún contrato con el que A venda a B su automóvil; pero no tendría sentido hablar de la venta a B
del automóvil de A como de un contrato inexistente; simplemente, no existe ninguna razón para hablar de
un contrato entre A y B. O bien imaginemos que X dirija contra Y una pretensión que dice fundada en un
contrato con el demandado, pero se limita a enunciar tal contrato sin ofrecer algún elemento material idóneo
para configurar el supuesto de hecho (ningún documento escrito, ninguna circunstancia de tiempo, de lugar,
de modo con base en el cual el contrato habría sido celebrado oralmente o por comportamientos concluyentes):
aquí el demandado no tiene necesidad de incomodar la categoría de la inexistencia para excepcionar que el
contrato es inexistente; le basta excepcionar que no existe ninguna prueba de un contrato”.
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La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(251) Algo que, si bien legislativamente no se ha dado (pues el artículo 2014 CC no ha sido modificado en los
términos que él propone), a nivel jurisprudencial ya viene siendo aplicado, y una muestra de ello es lo resuelto
en el Pleno Jurisdiccional Nacional Civil del 2012, que comentaré a continuación.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
o arbitrariedades del legislador. Es claro que un Pueblo (sic) puede vivir sin Legisla-
dor (sic), pero no sin Juez (sic) (Carnelutti). Si el primero es ignorante, y así ocurre
muchas veces; no obstante, el segundo tiene la misión ineludible de guiar las solucio-
nes hacia los valores fundamentales de la sociedad, incluso al margen de la ley como
texto escrito. No creemos en reformas apuradas, ni en el inmovilismo legislativo que
petrifica textos normativos que terminan convirtiéndose en preceptos desconocidos
o abrogados por el no-uso. Si la jurisprudencia puede ‘refrescar’ los enunciados sin
cambiar la letra, pues bienvenida esa fórmula de aggiornamento, y si ello no es posible,
entonces el legislador debe tomar la palabra. No es posible adoptar posiciones inflexi-
bles y heroicas, sino moderadas, prudentes y razonables (…). Mientras no se pruebe
fehacientemente que la nueva regulación constituye realmente una mejora en el con-
tenido de las normas o en los principios que las inspiran, entonces resulta preferible
no intentar reformas apresuradas, dudosas o cuestionadas por amplios sectores”(252).
No podría estar más de acuerdo con que deben rechazarse los intentos apresu-
rados por modificar la ley, si es que esta, a través de una interpretación adecuada,
puede resultar útil para resolver los problemas de la realidad.
(252) GONZALES BARRÓN, Gunther. Código Civil y reforma. Libros V (Derechos Reales) y IX (Registros
Públicos). Jurista Editores, Lima, 2001, pp. 42-43.
(253) El documento de trabajo puede verse en: <http://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/a88e4f804e5996149d67b-
d56acd5e45f/Acta+Final.PDF?MOD=AJPERES&CACHEID=a88e4f804e5996149d67bd56acd5e45f>.
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La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
buena fe), pues lo contrario implicaría permitir que un acto ilícito sirva como fuente
de adquisición de derechos.
Segunda ponencia:
“La fe pública registral no protege a los terceros de buena fe cuando se trata
de vicios radicales de nulidad, como es el caso de la falsificación de los títu-
los, pues el artículo 70 de la Comisión del Estado dice que la propiedad es
inviolable, lo que no es coherente si admitimos que un titular pueda ser des-
pojado fácilmente a través de una falsificación. El artículo 2014 del Código
Civil debe leerse desde la perspectiva constitucional de protección de la pro-
piedad, evitando que los actos ilícitos consumen derechos”.
Como se podrá apreciar, las dos posiciones resultan antagónicas: la primera ponen-
cia plantea la protección del tercero registral (es decir, no de cualquier tercero, sino
uno que cumpla con los requisitos del 2014 CC) aun cuando su adquisición derive de
un acto fraudulento; la segunda ponencia, por el contrario, sustenta la protección del
propietario afectado por un acto fraudulento sin importar que quien termine pagando
los platos rotos sea un tercero de buena fe.
La primera ponencia invocó como fundamento la protección del tráfico
patrimonial:
“El soporte jurídico de la primera ponencia está constituido por la Casación
Nº 1845-2000-Junín que señala que el artículo 2014 del Código Sustantivo
desarrolla el principio e instituto de la buena fe registral según el cual se pro-
tege la adquisición de buena fe de quien aparece en el registro como titular
registral, que se inscribe en el registro, contra cualquier intento de enervar
dicha adquisición que se fundamente en causas no inscritas antes. El fun-
damento del principio de la fe pública radica en la necesidad de asegurar el
tráfico patrimonial cuyo objeto consiste en proteger las adquisiciones que
por negocio jurídico efectúen los terceros adquirientes y que se hayan pro-
ducido confiados en el contenido del registro; para ello, la ley reputa exacto
y completo el contenido de los asientos registrales; en efecto las inscrip-
ciones del registro se consideran exactas y completas respecto de terceros
adquirientes de buena fe, y quien adquiere el derecho de propiedad, una
servidumbre o un derecho de hipoteca, confiado en la actitud del registro,
deviene en propietario, titular de la servidumbre o de la hipoteca (Casación
Nº 1168-98-Lambayeque)”.
La segunda ponencia, por su parte, invocó la inviolabilidad de la propiedad reco-
nocida en el artículo 70 de la Constitución (nótese la similitud de este argumento con
uno de los que sustentan la tesis de Gonzales), señalando que desconocer ello y afec-
tar al propietario implicaría una “legalización del despojo”:
“El artículo 70 de la Constitución del Estado preceptúa que: ‘El derecho de
propiedad es inviolable. El Estado lo garantiza. Se ejerce en armonía con el
bien común y dentro de los límites de la Ley. A nadie puede privarse de su
propiedad sino, exclusivamente, por causa de seguridad nacional o necesidad
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
precisamente por esto: ser exhaustivos y rigurosos tanto en la forma de entender los
requisitos de 2014 como en su aplicación práctica.
(254) En adelante, cuando haga referencia al “Demandado” y a la “Sociedad Conyugal” en su conjunto, los deno-
minaré como “Los Demandados”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
conclusión el juez deberá primero “animarse” a indagar sobre los posibles vínculos
entre B y C, que le permitan determinar si este último conoció o estuvo en posibili-
dad de conocer que previo a su adquisición la voluntad de A había sido falsificada o
suplantada.
El caso materia de análisis es importante porque nos muestra los dos extremos
recién comentados: por un lado el juez de primera instancia falló a favor del tercero
(Sociedad Conyugal) como consecuencia de haber renunciado a un análisis exhaus-
tivo sobre la buena o mala fe de este; la Sala Superior, por su parte, renunció también
a dicho análisis, pero para concluir algo diametralmente distinto, protegió la propie-
dad de los Demandantes sin interesarle el hecho de que el tercero (la Sociedad Con-
yugal) haya podido actuar realmente con buena fe.
Ambos extremos son perniciosos, pues llevan a proteger uno de los intereses en
conflicto de manera automática, renunciando al análisis exhaustivo que requiere este
tipo de casos. Analicemos a detalle el caso recién planteado para ver qué elemento
debieron ser tomados en cuenta.
En primer lugar, es pertinente dar cuenta de la forma defectuosa en que los
accionantes plantearon su demanda, invocando causales de nulidad que se contra-
dicen entre sí: falta de manifestación de voluntad, fin ilícito, simulación absoluta y
vulneración del orden público y las buenas costumbres.
Lo correcto era plantear la demanda diferenciando las causales de nulidad que
aquejaba a cada uno de los actos de transferencia. Respecto de la supuesta compra-
venta otorgada por los Demandantes a favor del Demandado, la causal invocada debió
ser la de “falta de manifestación de voluntad”, pues en dicho acto jamás intervinie-
ron los Demandantes (la escritura pública había sido falsificada). Y con relación a la
segunda transferencia (otorgada por el Demandado a favor de la Sociedad Conyu-
gal), la causal invocada debió ser –en el peor de los casos– la de “fin ilícito”, pues si
los Demandantes sostenían que la Sociedad Conyugal tenía pleno conocimiento de
la falsificación que había precedido a su adquisición, entonces se habría producido un
acuerdo fraudulento entre aquella y el Demandado, lo cual –en el extremo– califica-
ría como un motivo ilícito común encaminado a afectar el interés de los verdaderos
propietarios (Demandantes)(255).
Pero al margen de las incongruentes causales invocadas por los Demandantes, el
juez debió encuadrar los hechos de la demanda dentro de la causal correcta, en apli-
cación del denominado principio iura novit curia(256). Lamentablemente, el juez no
solo no encajó los hechos en la causal de nulidad correcta, sino que aplicó una serie
de causales absolutamente contradictorias entre sí. Así, declaró nula la transferencia
efectuada por los Demandantes a favor del Demandado por adolecer, en simultáneo,
(255) Particularmente, considero que la segunda transferencia, en tanto fue hecha por quien no era realmente el
propietario del inmueble, resultaría (antes que nula) ineficaz (en estricto, inoponible frente a los verdaderos
propietarios) por falta de legitimidad para contratar.
(256) Artículo VII del Código Procesal Civil.- “El juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso aunque
no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente”.
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La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
(257) CARIOTA FERRARA, Luigi. El negocio jurídico. Editorial Aguilar, Madrid, 1956, p. 440; TRABUCCHI,
Alberto. Instituciones de Derecho Civil. Tomo I. Traducción de Luis Martínez Calcerrada. Editorial Revista
de Derecho Privado, Madrid, 1966, p. 162.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
9. CONCLUSIONES
Aunque suene contradictorio, es posible encontrar una similitud muy grande entre
la tesis de Gonzales y las mafias que trafican con terrenos ajenos (a las que, paradó-
jicamente, la tesis de Gonzales buscaría combatir).
Estas mafias han logrado convertir a la fe pública registral en una ganzúa para
cometer sus atracos; en una llave mágica que le permite abrir las puertas de inmue-
bles que no le pertenecen y apropiarse de ellos. Mientras la mafia siga suelta por las
calles, haciendo de las suyas, valiéndose de los resquicios legales y amparándose en
triquiñuelas jurídicas, no podremos sentirnos seguros respecto de aquello que nos
pertenece; no sabremos si lo que hoy es nuestro mañana lo seguirá siendo, pues podría
quedar registrado a nombre de un tercero sin que nosotros estemos enterados de nada.
El escenario es igual de desalentador con la propuesta de Gonzales: de terminar
aceptándose su tesis, todos nos mantendremos en la inseguridad absoluta. Podríamos
220
La fe pública registral frente a los contratos fraudulentos
221
CAPÍTULO IV
LA FE PÚBLICA REGISTRAL FRENTE
A LOS CONTRATOS ANULABLES
Y LOS EFECTOS RETROACTIVOS
DE LA SENTENCIA ANULATORIA
CAPÍTULO IV
LA FE PÚBLICA REGISTRAL FRENTE
A LOS CONTRATOS ANULABLES
Y LOS EFECTOS RETROACTIVOS
DE LA SENTENCIA ANULATORIA
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
226
La fe pública registral frente a los contratos anulables
y es gracias a la primera parte que el acto anulable podrá producir plenamente efectos
jurídicos, mientras no sea declarada su nulidad(258). El problema con esto es que no se
explica cómo solo una parte del contrato anulable (la que sería válida) podría hacer
que el contrato en su totalidad produzca sus efectos jurídicos típicos.
Otros se han amparado en una ficción legislativa, sosteniendo que el contrato
anulable sería una forma de invalidez, pero condicionada legalmente a que se obtenga
el fallo judicial que anule dicho contrato(259). Es decir, en el contrato anulable encon-
traríamos una suerte de condición resolutoria, consistente en que se llegue a declarar,
con la calidad de cosa juzgada, la sentencia que convierte en nulo al contrato anula-
ble. Por ende: (i) mientras dicha condición no sea cumplida, el contrato producirá sus
efectos con normalidad; y (ii) una vez cumplida la condición, el contrato se entenderá
como nulo desde su fecha de celebración, es decir, de manera retroactiva.
En esta misma línea, se ha dicho que “el negocio jurídico anulable se encuentra
bajo una condición legal resolutoria, cuya producción tiene efecto retroactivo en vir-
tud de una disposición especial“(260).
Es así como esta teoría busca mantener a la anulabilidad dentro del rubro de la
invalidez, pero sin que ello implique negarle eficacia al contrato aquejado por dicha
situación.
Otros consideran que con la anulabilidad estamos ante una figura intermedia
entre la validez y la invalidez(261), es decir, se trataría de un estadio intermedio entre
los actos válidos y los nulos.
Tampoco han faltado quienes han optado por sacar al contrato anulable del mundo
de la invalidez y lo han llevado al de la ineficacia(262), o incluso quienes, de forma más
radical, han optado por hablar de la anulabilidad como una subespecie de nulidad. En
este último caso, se dice que la anulabilidad no sería otra cosa que una nulidad pen-
diente o sucesiva una vez que exista el fallo que declare su anulación(263).
Esta última posición (que considere a la anulabilidad una subespecie de nulidad)
podría ser criticada desde dos frentes. Por un lado, colocar a la anulabilidad dentro
del ámbito de la nulidad le resta autonomía, pues implica desconocer las particulari-
dades que aquella presenta con relación a la nulidad. Como bien se ha dicho, “no es
(258) MANIGK, voz: “Unwirksamkeit”, citado por SCONAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio
jurídico. Traducción y notas de Leysser León. 1ª edición. Editorial Grijley, Lima, 2004, p. 510.
(259) RUBINO, Doménico. La fattispecie e gli effetti giuridici preliminari. Edizioni Scientifiche Italiane. 1978,
p. 95.
(260) FLUME, Werner. El negocio jurídico. Parte General del Derecho Civil. Tomo Segundo. Traducción de José
María Miquel González. Fundación Cultural del Notariado, Madrid, 1998, p. 654
(261) STOLFI, Giusseppe. Teoría del negocio jurídico. Traducción de Jaime Santos Briz. Editorial Revista de
Derecho Privado, Madrid, p. 95.
(262) LUCARELLI, Francesco. Lessione d’interesse e annullamento del contratto. Giuffré Editore. Milano. 1964,
p. 310. Para un resumen de la tesis del autor, recomendamos ver: HUIDOBRO, Carlos. Revista Crítica de
Derecho Inmobiliario Nº 454, mayo, 1966.
(263) Cfr. BIERMANN, Bürgerliches Recht, citado por SCONAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del
negocio jurídico. Ob. cit, p. 511.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(264) BIANCA, Massimo. Diritto Civile III. Il Contratto. Giuffré Editore, Milano, 1987, p. 604.
228
La fe pública registral frente a los contratos anulables
(i) Estructural (también conocida como ineficacia originaria o por causa intrín-
seca), que engloba aquellos supuestos en los que el negocio no produce sus
efectos típicos u ordinarios por un vicio instalado (como su nombre lo dice)
en alguna parte de la estructura del negocio, ya sea a nivel de los sujetos
(falta de capacidad), la manifestación de voluntad (falta de libertad o con-
ciencia en su emisión), el objeto (indeterminado o imposible tanto física
como jurídicamente), la causa (ilícita por contravenir las normas imperati-
vas, el orden público y las buenas costumbres) o la formalidad (en caso sea
inobservada, pese a que se trata de una de tipo solemne); y
(ii) Funcional (también conocida como ineficacia sobreviniente o por causa extrín-
seca), que engloba todos los casos en los que el contrato, que inicialmente
generó efectos con normalidad, deja de producirlos por un hecho posterior
y sobreviniente a su celebración. Dentro de este tipo de ineficacia encon-
tramos a la resolución por incumplimiento (el incumplimiento es un evento
que acaece con posterioridad a la celebración del contrato), la resolución por
imposibilidad sobrevenida de la prestación (por ejemplo, el suministrante
venía entregando mensualmente cierto producto a su contraparte cuando,
de repente, por una disposición del gobierno, dicho bien queda proscrito del
comercio y de este modo el suministrante queda impedido de seguir ejecu-
tando su prestación) o la condición resolutoria (el evento que desencadena
que el contrato, de un momento a otro, deje de producir efectos, es futuro
en tanto acontece con posterioridad a la celebración del contrato).
Ahora bien, dentro del rubro de la ineficacia estructural se coloca a la nulidad
y la anulabilidad. Ordinariamente, se dice que mientras la nulidad es el remedio que
plantea el ordenamiento jurídico a los “vicios graves” que afectan a la estructura con-
tractual (vender un bien de dominio público del Estado, celebrar un contrato con la
finalidad de defraudar al fisco o suplantarle la identidad a una persona para transfe-
rir un inmueble de su propiedad y de ese modo apropiarme de él), la “anulabilidad”
vendría a ser la reacción del sistema frente a “vicios de menor gravedad” (venderle
a mi contraparte un terreno sin avisarle que existe un proyecto de ley en curso que
determinará la expropiación de dicha área y el pago de un quantum indemnizatorio
muy por debajo del valor de mercado).
Sin embargo, a esta clasificación que concibe a la anulabilidad como un supuesto
de “ineficacia estructural”, se le pueden plantear una serie de objeciones y críticas.
En principio, no es exacto sostener que el contrato anulable sea ineficaz, sino
todo lo contrario. Imaginemos, por ejemplo, que B decide comprar el terreno de pro-
piedad de A debido a la información falsa que este le proporcionó, respecto de la uti-
lidad que dicho inmueble generará en el futuro gracias a los planes de inversión que
el Gobierno tiene pensado realizar en el entorno. Entonces, se suscribe el contrato de
compraventa y B cumple con su obligación de pagar el precio de venta. Mientras que
B no se entere del engaño del que ha sido víctima y no obtenga una sentencia que anule
dicho contrato, el pago efectuado debe reputarse como perfectamente válido y debido.
La compraventa es vinculante para las partes y por ende las obligaciones que de ella
han derivado son plenamente exigibles: B (convertido ya en el nuevo propietario) está
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(265) Los problemas aparecen, sin embargo, cuando algunas de esas prestaciones salen del patrimonio de las partes
del contrato anulable y recaen en favor de un tercero adquirente de buena fe: es aquí donde comenzará a jugar
un rol importante el principio de fe pública registral, tal como se verá a lo largo de este capítulo.
(266) CAMPOS GARCÍA, Héctor. “Apuntes introductorios a la pretensión de nulidad de negocio jurídico desde la
perspectiva civil: Análisis crítico de la posición del Quinto Pleno Casatorio Civil respecto de la impugnación
de negocios colegiales asociativos”. En: Themis. Revista de Derecho N° 60, Lima, 2011, p. 67.
230
La fe pública registral frente a los contratos anulables
(267) TRABUCCHI, Alberto. Instituciones de Derecho Civil. Traducción de Luis Martinez Calcerrada. Editorial
Revista de Derecho Privado, Madrid, 1966, p. 203.
(268) SACCO, Rodolfo. Trattato di Diritto Privato. Diretto da Pietro Rescigno. Tomo Secondo. Obbligazioni e
contratti. UTET, 1982, p. 489.
(269) BIANCA, Massimo. Diritto Civile III. Il Contratto. Ob. cit., p. 603.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(270) CATAUDELLA, Antonino. I contratti. Parte generale. Seconda edizione. Giappichelli Editore, Torino,
p. 260.
(271) SCONAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio jurídico. Ob. cit., p. 514.
232
La fe pública registral frente a los contratos anulables
confirmado y con ello sus efectos no podrán seguir siendo calificados como
“precarios”, sino más bien como definitivos, de conformidad con lo estable-
cido en el artículo 231 CC.
“El acto queda también confirmado si la parte a quien correspondía
la acción de anulación, conociendo la causal, lo hubiese ejecutado en
forma total o parcial, o si existen hechos que inequívocamente pon-
gan de manifiesto la intención de renunciar a la acción de anulabi-
lidad” (sobre la confirmación de los contratos anulables me explayaré
más adelante).
En cambio, el vicio que afecta al contrato nulo es insubsanable o incorregi-
ble (sin perjuicio de ello, en algunos casos un contrato nulo será susceptible
de la denominada “conversión”).
e. La nulidad puede ser declarada de oficio por el juez, aun cuando ninguna
de las partes haya puesto en consideración el asunto (segundo párrafo del
220 CC). Por ejemplo, si se demanda la ejecución forzosa de un contrato y
el juez (aun cuando el demandado ni siquiera se hubiese defendido) constata
que se trata de un contrato nulo, podrá desestimar la demanda. En cambio,
tratándose de la anulabilidad, esta no puede ser apreciada ni declarada de
oficio por el juez; su discusión solo procede a petición de parte. Como bien
se ha dicho, la anulabilidad “consiste en dejar a la iniciativa de quien ha
contratado sin la debida conciencia y voluntad la eliminación de los efectos
que el contrato ha producido”(272).
(272) GAZZONI, Francesco. Manuale di Diritto Privato. VII edizione aggiornata. Edizioni Scientifiche Italiane.
Napoli, 1998, p. 932.
(273) BIANCA, C. Massimo. Diritto Civile. Giuffrè, Milán, 1987, p. 573.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(274) MORALES HERVIAS, Rómulo. “Contrato inválido”. En: Estudios sobre teoría general del contrato. Prólogo
de Giovanni B. Ferri. Editora Jurídica Grijley, Lima, 2006, pp. 545-546.
(275) MESSINEO, Francesco. “Annullabilità e Annullamento”. En: Enciclopedia del Diritto. Tomo II. Giuffrè
Editore, p. 470.
(276) ALLARA, Mario. La teoria generale del contratto. 2ª edizione. Editori Giappichelli, Torino, 1955, p. 40;
FEDELE, Alfredo. La invalidità del negozio giuridico di diritto privato. Editori Giappichelli, Torino, 1943;
MESSINEO, “Annullabilità e Annullamento”, Ob. cit.
234
La fe pública registral frente a los contratos anulables
Por ello se ha dicho –en opinión que comparto– que “es un error poner en corre-
lación el negocio existente y el negocio inválido (nulo): una alternativa solo puede
presentarse entre negocio existente e inexistente, y en el ámbito de su existencia,
entre negocio válido e inválido. Así, invalidez no significa irrelevancia jurídica, sino
negación de la relevancia negocial”(277). Es decir, la calificación de “inválido” solo
es aplicable a aquellos contratos jurídicamente relevantes (o existentes), y con dicha
calificación no se le resta o disminuye la relevancia que ya ganó, sino más bien se le
sanciona por ser contrario a los fines del ordenamiento jurídico.
Es así, entonces, como la invalidez representa una institución contemplada exclu-
sivamente contra los negocios disconformes con el derecho(278), con la finalidad de
reprimirlos por ser contrarios a sus intereses. Por ejemplo, el sistema no quiere que
una playa pueda ser vendida –objeto jurídicamente imposible– o que un propietario
pueda alquilar su local a otro para que procese droga (fin ilícito). En ambos casos,
estamos ante contratos que lesionan los intereses del ordenamiento jurídico y es por
ello que este reacciona declarando su invalidez, pero el solo hecho de que el contrato
haya tenido que “reaccionar” ya es un indicativo de que tales actos resultaban rele-
vantes (aunque de forma negativa) para el sistema.
La invalidez, por ende, consiste en una reacción del ordenamiento contra la acti-
vidad negocial de los particulares, que tiene como finalidad “garantizar la observan-
cia de las normas reguladoras, y que, por su conformación, cumple perfectamente
dicha tarea”(279).
En conclusión, sobre el contrato anulable, podemos decir que:
a. Es un acto viciado y por ende inválido, lo cual genera que el ordenamiento
jurídico reaccione contra él (en tanto haya un pedido de la parte interesada)
de forma negativa, haciendo que los efectos que hasta el momento venía pro-
duciendo cesen de manera retroactiva, esto es, desde el momento en que el
contrato quedó celebrado;
b. Mientras no se produzca esta reacción de parte del sistema, el contrato anu-
lable desplegará la totalidad de sus efectos típicos;
c. Sin embargo, estos efectos serán “precarios” en tanto siempre existirá la
posibilidad (al menos mientras no venza el plazo prescriptorio para plantear
la demanda de anulación) de que cesen como consecuencia de la sentencia
anulatoria.
(277) SCONAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio jurídico. Ob. cit., pp. 474-475.
(278) BATTISTA FERRI, Giovanni. El negocio jurídico. Traducción y notas de Leysser León. 1ª edición. Ara
Editores, Lima, 2002, p. 39.
(279) SCOGNAMIGLIO, RENATO. Contribución a la teoría del negocio jurídico. Ob. cit., p. 473.
235
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
7.2. ¿Por qué no tenemos una norma similar al 222 CC para el caso de la
nulidad?
¿Por qué razón en el caso de la nulidad no tenemos una norma similar al 222
CC? Por la sencilla razón de que no es necesaria, pues el contrato nulo no produce
ninguno de sus efectos típicos ab origine, desde su celebración(280), sin necesidad de
(280) BETTI, Emilio. Teoría general del negocio jurídico. Traducción de Martín Pérez. Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, p. 410; STOLFI, Giuseppe. Teoría del negocio jurídico. Traducción de Jaime Santos Briz.
236
La fe pública registral frente a los contratos anulables
que una sentencia se pronuncie dando cuenta de ello. De hecho, así lo reconoce la
exposición de motivos y comentarios de nuestro CC:
“El acto nulo lo es de pleno derecho, lo que significa que no requiere de una
sentencia judicial que así lo declare (…). Solo si una de las partes, o ambas,
pretende su validez, corresponderá al juez declarar la nulidad absoluta sin
que la sentencia tenga un carácter constitutivo, sino declarativo”(281).
Sin embargo, ello no significa que obtener una sentencia que reconozca o declare
tal nulidad resulte un tema baladí. En principio, “la acción de nulidad no es impres-
cindible ejercitarla; tal nulidad opera ipso iure porque el negocio lleva en sí mismo,
en su estructura, la ineficacia. Por tanto, las partes que lo han concluido pueden actuar
como si este no hubiera acontecido, como si se diera la misma situación preexistente
a su celebración. Sin embargo, el recurso a la acción es necesario cuando alguna de
ellas, sus sucesores o causahabientes pretenden ejercitar un derecho sobre la base del
negocio nulo (estimándolo como válido y plenamente eficaz) o porque interesa obte-
ner una declaración judicial de su ineficacia total al impedir su existencia el ejercicio
de un derecho”(282).
Y esto es muy cierto, pues en muchas ocasiones la sentencia es un recurso fun-
damental para que el afectado con la nulidad no se vea compelido a cumplir con el
contrato o para que no se vea enfrentado a terceros de buena fe que invoquen haber
adquirido derechos confiando en la apariencia de validez que se desprendía del con-
trato nulo. Veamos un ejemplo no muy alejado de nuestra realidad.
A es propietario de un bien y lo tiene debidamente inscrito a su favor. Un buen
día, valiéndose de documentación falsificada, B se presenta ante un notario y se hace
pasar por A (es decir, le suplanta la identidad) para así firmar una escritura pública
de compraventa a favor de C. El parte notarial es presentado a Registros Públicos y
finalmente la compraventa se inscribe, con lo que C pasa a figurar como nuevo pro-
pietario registral.
No hay ninguna duda de que nos encontramos ante un contrato nulo por falta
de manifestación de voluntad. Es más, el hecho de que el contrato se haya (indebida-
mente) inscrito no lo hace válido, pues los contratos nulos son insubsanables (es por
ello que el 2013 CC señala, acertadamente, que “la inscripción no convalida los actos
que sean nulos o anulables con arreglo a las disposiciones vigentes).
Volviendo al caso, C ha logrado llegar al Registro, pero le falta acceder a la pose-
sión, y es por ello que interpone una demanda de desalojo contra A, acreditando su
Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid, p. 108; SCONAMIGLIO, Renato. Teoría general del contrato.
Traducción de Fernando Hinestrosa. Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 1983, p. 244; SCOGNAMI-
GLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio jurídico. Traducción de Leysser León. Editorial Grijley.
Lima, 2004, p. 509; CATAUDELLA, Antonino. I contratti. Parte generale. Seconda edizione, Giappichelli
Editore, Torino, p. 260.
(281) Código Civil IV: exposición de motivos y comentarios. Comisión encargada del estudio y revisión del Código
Civil. Compiladora Delia Revoredo de Debakey. 3ª edición. Lima, 1988, p. 332.
(282) DÍEZ-PICAZO y GULLÓN, Sistema de Derecho Civil I. 4ª edición. Madrid, 1981, p. 536.
237
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
condición de propietario tanto con la escritura pública como con la partida registral
del inmueble.
¿Podrá A defenderse de dicha demanda invocando que el contrato es nulo? Ello
sería posible si es que se tratase de una nulidad manifiesta, pues así lo ha dispuesto
el precedente vinculante 8 del IX Pleno Casatorio, que modificó el precedente vincu-
lante 5.3 del IV Pleno:
“Si en el trámite de un proceso de desalojo, el Juez advierte la invalidez
absoluta y evidente del título posesorio, conforme lo prevé el artículo 220 del
Código Civil, previa promoción del contradictorio entre las partes, declarará
dicha situación en la parte resolutiva de la sentencia y, adicionalmente, decla-
rará fundada o infundada la demanda de desalojo, dependiendo de cuál de
los títulos presentados por las partes es el que adolece de nulidad manifiesta”.
¿Y qué es una nulidad manifiesta? “Aquella que resulta evidente, patente, inme-
diatamente perceptible, en suma, aquella que resulta fácil de detectar sea que se des-
prenda del acto mismo o del examen de algún otro elemento de prueba incorporado
al proceso” (considerando 41 de la sentencia del IX Pleno Casatorio).
Lamentablemente, para A, la suplantación de identidad de la que ha sido víctima
no encaja dentro de dicha definición de nulidad manifiesta, pues su acreditación no
se desprende de la sola lectura de la escritura pública de compraventa, sino que para
ello será necesario llevar a cabo un importante ejercicio probatorio (pericias, como
mínimo).
Esto quiere decir que, a pesar de que nos encontramos ante un contrato nulo, el
mismo sí podrá ser ejecutado contra al afectado (A) al no contar este con una senten-
cia que reconozca y declare dicha nulidad.
Pero este no es el peor escenario para A, pues por no contar con una sentencia
podría ocurrirle algo peor: imaginemos que luego de haber logrado tomar posesión
del bien, C pone a la venta el inmueble. Entonces, aparece D y muestra su interés en
adquirir el bien. Para ello hace un estudio de la propiedad, el cual le arroja que C sí
es el verdadero dueño (tiene a su favor la partida registral, la posesión y además los
documentos municipales). C y D firman una escritura pública de compraventa y esta
termina ingresando al Registro, con lo cual D pasa a figurar como el nuevo propie-
tario registral.
Cuando mañana A plantee su demanda solicitando la declaración de nulidad del
contrato de compraventa que supuestamente celebró a favor de C (en el que se produjo
el acto de suplantación de identidad), se dará con la sorpresa de que el bien ya pasó
a manos de un tercero (D), y frente a él no puede hacer nada, ya que se trata de un
adquirente a título oneroso y buena fe, y como tal resulta protegido por el 2014 CC.
Para evitar esta situación, A podría haber optado por una serie de caminos:
(i) Valerse del procedimiento administrativo/registral de cancelación de
asiento registral por presunta suplantación de identidad, regulado en la Ley
238
La fe pública registral frente a los contratos anulables
(283) Para un análisis integral de esta ley, vinculado a los temas de fraude inmobiliario, remito al lector a uno de
mis anteriores trabajos: PASCO ARAUCO, Alan. Fraude inmobiliario. Análisis para una efectiva defensa
legal de la propiedad. 1ª edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2018.
239
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(284) Artículo 1313 CC.- Por el mutuo disenso las partes que han celebrado un acto jurídico acuerdan dejarlo sin
efecto. Si perjudica el derecho de tercero se tiene por no efectuado.
240
La fe pública registral frente a los contratos anulables
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
hacer para el caso de los contratos anulables) que la inexistencia de una sentencia
impide considerar al contrato como nulo y, por ende, el mismo debe ser ejecutado
en tanto el afectado no obtenga el correspondiente fallo. Incluso si el vendedor no
se defendiera y cayera en rebeldía, será el juez quien, de oficio, deberá desestimar la
demanda tomando en consideración que el contrato que se pretende ejecutar es mani-
fiestamente nulo (art. 220 CC).
Es más, emplear la nulidad (sin sentencia previa) como argumento de defensa
frente a contratos que pretender ser indebidamente ejecutados, tiene una ventaja: su
imprescriptibilidad. Me explico.
Existe una relación muy estrecha entre la naturaleza de la nulidad, el tipo de sen-
tencia que se pronuncia sobre ella y el plazo para accionarla: de la naturaleza jurídica
de la nulidad ( “el modo más enérgico, eficiente y por ende lógicamente más satisfac-
torio de reacción del derecho contra los actos que se oponen a sus disposiciones”(285))
deriva que la sentencia que se pronuncia sobre ella sea “declarativa”, y de esto se des-
prende que la “acción” de nulidad deba ser imprescriptible(286) (en tanto la sentencia
se limita a reconocer un hecho ya producido, no debiera existir un “plazo” para soli-
citar tal reconocimiento).
Es por ello que el Código Civil italiano de 1942 estableció de manera expresa
que “la acción de nulidad es imprescriptible”. Nuestro Código Civil, por el contrario,
siguiendo el ejemplo de los códigos español, francés y argentino, estableció un plazo
de diez años para solicitar tal nulidad. Ahora bien, esto no significa que transcurrido
dicho plazo sin que se haya solicitado la declaración de nulidad, el acto viciado se
convierta en válido.
Como bien se ha dicho, “conviene referirse a la prescriptibilidad de la acción de
nulidad con el siguiente razonamiento: sucede que en muchos casos una o las dos par-
tes deciden cumplir voluntariamente un acto nulo. Frente a esta situación, conviene
ser categórico, por cuanto el hecho de que se cumpla voluntariamente un acto nulo,
no lo convalida en absoluto (…). Ahora, si se produce la prescripción de la acción de
nulidad, ello tampoco significa que el negocio nulo se convalida por el transcurso
del tiempo. Para efectos prácticos, de operar la prescripción de la acción de nulidad
en un supuesto determinado, se estaría prácticamente imposibilitando la declaración
judicial de nulidad, con la consiguiente inseguridad jurídica para las partes y los ter-
ceros, creando una falsa apariencia de validez del negocio nulo. Es por ello justa-
mente que la mayor parte de la doctrina considera que la acción de nulidad debe ser
imprescriptible y es así como se ha regulado en algunos códigos civiles la acción de
nulidad. Sin embargo, nuestro Código Civil optó por establecer un plazo prescripto-
rio de diez años”(287).
(285) SCONAMIGLIO, Renato. Teoría general del contrato. Ob. cit., p. 233.
(286) BARBERO, Doménico. Sistema de Derecho Privado. Ob. cit., pp. 637-638.
(287) TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Acto jurídico, negocio jurídico y contrato. 1ª edición. Editora Jurídica
Grijley, Lima, 2002, pp. 323-324.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(288) Ídem.
(289) “Artículo 1625.- La donación de bienes inmuebles, debe hacerse por escritura pública, con indicación individual
del inmueble o inmuebles donados, de su valor real y el de las cargas que ha de satisfacer el donatario, bajo
sanción de nulidad”.
244
La fe pública registral frente a los contratos anulables
pública esté vinculado al derecho de propiedad (es decir, cuando se pretende forma-
lizar un acto traslativo de propiedad, como ocurre con la donación), dicha “acción”
resulta imprescriptible:
“La acción del comprador, ahora propietario, a fin de que la compra venta
conste en una escritura pública, emana también de su derecho de propiedad,
conforme a los artículos 923 y 927 del Código Sustantivo, y tiene por objeto
dar mayor seguridad al contrato ya celebrado, por lo que no está sujeto a
término de prescripción (…). Los plazos de prescripción no pueden ser apli-
cables a este tipo de acciones que buscan proteger el derecho de propiedad
ya adquirido, pues conforme se ha establecido, el otorgamiento de la escri-
tura pública es la formalidad que sirve para la inscripción del derecho de
propiedad, el mismo que necesita de dicha inscripción para ser oponible a
terceros (…)” (Casación N° 3333-2006-Ica).
Como se puede ver, la Corte sustenta la imprescriptibilidad de la “acción” de
otorgamiento de escritura pública en la imprescriptibilidad de la acción reivindica-
toria: si la acción reivindicatoria (que representa la “defensa” de la propiedad) es
imprescriptible, y la inscripción de la propiedad en el Registro permite su “defensa”
plena frente a terceros, entonces se debe entender al derecho a la escritura pública
como uno conexo o vinculado con la defensa (reivindicación) de la propiedad; por
ende, las “cualidades” de la reivindicación (entre ellas, la “imprescriptibilidad) le son
aplicables al proceso de otorgamiento de escritura pública. Esto es algo muy similar
a lo que la Corte Suprema hizo en la Casación N° 2398-2015-Cajamarca, en la cual
derivó la imprescriptibilidad de la pretensión de cancelación de un asiento registral
de la imprescriptibilidad de la acción reivindicatoria(290).
Entonces, volviendo a nuestro ejemplo, la demanda de otorgamiento de escritura
pública del contrato de donación no podría ser contestada eficazmente con una excep-
ción de prescripción extintiva. La salida consiste, por ello, en invocar la nulidad mani-
fiesta (por vulneración de la formalidad solemne) del contrato que se pretende escri-
turar, y si el demandante contestase que dicho argumento ya no puede ser hecho valer
por haber transcurrido el plazo prescriptrio de la nulidad (diez años), el juez debiera
tomar en consideración que tal plazo aplica solo cuando la nulidad se hace valer en vía
de “acción” (cuando se demanda) y no cuando se invoca como excepción o defensa.
Por ende, frente al demandante que pretende valerse de un contrato nulo para
obtener un beneficio (formalizarlo y luego inscribirlo a su favor), el demandado se
defiende invocando la nulidad de dicho contrato, y con ello no se está “accionando”
la nulidad, sino excepcionándola(291). Es así como la invocación de la nulidad como
(290) Para un análisis detallado de dicha sentencia remito al lector a uno de mis trabajos anteriores: PASCO ARAUCO,
Alan. Derechos reales. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Suprema. Gaceta Jurídica. 1ª edición, Lima,
2017, pp. 205-221.
(291) Lamentablemente, este tema no fue analizado en la sentencia del IX Pleno Casatorio, en la que precisamente
se establecieron una serie de reglas vinculadas al proceso de otorgamiento de escritura pública.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(292) Artículo 1170 del Código Civil de 1936: “El término para deducir la excepción de nulidad se prescribe con
la acción”. León Barandiarán, comentando esta norma, señalaba lo siguiente: “Conforme al artículo 1170, el
plazo para deducir la excepción de nulidad se prescribe con la acción. Esta regla ha de entenderse que rige
para la nulidad absoluta y relativa, y la referencia a la prescripción de la acción concierne a la acción que
puede establecerse por concepto del acto nulo o anulable (…). Como se dice en la exposición de motivos: la
excepción de nulidad se extingue en el plazo concedido para ejercitar la acción. En el fondo, la excepción y la
acción vienen a ser, en cuanto a sus resultados, la misma cosa, y por consiguiente el plazo debe ser uniforme.
Transcurrido el término para ejercitar la acción, no se puede oponer la excepción, que es la acción presentada
a la inversa”: LEÓN BARANDIARÁN, José. Manual de acto jurídico. Ob. cit., p. 97.
(293) Artículo 2, inciso 14, literal a de la Constitución: “Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad
personales. En consecuencia, nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni impedido de hacer lo que
ella no prohíba” (el énfasis es mío).
(294) Artículo IV del Título Preliminar del CC: “La ley que establece excepciones o restringe derechos no se aplica
por analogía”.
246
La fe pública registral frente a los contratos anulables
(295) STOLFI, Giusseppe. Teoría del negocio jurídico. Ob. cit., p. 99.
(296) LOHMANN LUCA DE TENA, Guillermo. El negocio jurídico. 2ª edición. Editora Jurídica Grijley, Lima,
1994, p. 557.
247
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(297) Cabe señalar que nuestro CC ha tomado el modelo italiano, cuyo artículo 1444 del Codice dice, en el fondo,
lo mismo: “El contrato anulable podrá ser confirmado por el contratante a quien corresponda la acción de
anulación, mediante un acto que contenga la mención del contrato y del motivo de anulabilidad y la declaración
de que quiere confirmarlo”.
(298) Artículo 232 CC.- “La forma del instrumento de confirmación debe tener iguales solemnidades a las estable-
cidas para la validez del acto que se confirma”.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Dos serán las condiciones, entonces, para que opere la confirmación tácita: (i) que
la ejecución del contrato haya sido voluntaria (cosa que no ocurrió en el ejemplo de la
venta, pues la entrega del bien estuvo tan viciada como la propia firma de la escritura
pública); y (ii) que dicha ejecución se hubiese hecho conociendo del vicio de anulabili-
dad que afectaba al contrato (requisito que sí estaba presente en el ejemplo propuesto).
Pondré un ejemplo para que se aprecia con claridad cuándo es que estos dos requi-
sitos sí se cumplirían y por ende la ejecución del contrato sí generaría su confirmación:
Imaginemos que A es propietario de un inmueble que tiene legalmente la condi-
ción de rústico (es decir, no ha pasado por un procedimiento de habilitación urbana);
sin embargo, en los hechos, cuenta ya con edificaciones y servicios públicos domi-
ciliarios y además está ubicado en una zona urbana consolidada. Para que el caso
resulte de fácil comprensión para el lector, haré algunas precisiones respecto de cier-
tos conceptos vinculados al derecho inmobiliario.
En principio, un predio rústico es aquella unidad inmobiliaria constituida por
una superficie de terreno no apta para uso urbano y que, por lo tanto, no cuenta con
accesibilidad, sistema de abastecimiento de agua, sistema de desagües, abastecimiento
de energía eléctrica, redes de iluminación pública, pistas y veredas. Un predio para
uso agrícola es un buen ejemplo de terreno rústico.
Ahora bien, un predio rústico puede estar ubicado dentro de un área urbanizable
(o área de expansión urbana, como también se le conoce), es decir, un área apta para la
expansión de la ciudad(299). En dicho caso, el predio puede ser convertido en urbano a
través de la “habilitación urbana”, que es el procedimiento mediante el cual se ejecu-
tan, en el terreno rústico, obras de accesibilidad, distribución de agua y recolección
de desagüe, distribución de energía e iluminación pública, pistas y veredas (adicional-
mente, podrá contar con redes para distribución de gas y redes de comunicaciones(300)).
Y como parte de este proceso de habilitación urbana, el propietario del terreno
(rústico) está obligado a efectuar lo que se conoce como “aportes reglamentarios”,
que no son otra cosa que partes o áreas del terreno que deben cederse gratuitamente
para ser destinadas a recreación pública y servicios públicos(301). Además –es bueno
recordarlo–, no se deben confundir los “aportes reglamentarios” con la “cesión para
vías”, que si bien es cierto también son áreas del terreno rústico que serán cedidas
gratuitamente con ocasión de la habilitación urbana, su finalidad es distinta (imple-
mentación de vías).
Ahora bien, en algunos casos es posible que el propietario sustituya la cesión
de área de terreno por la denominada “redención en dinero”, es decir, el propietario
(299) Así está definido en el Decreto Supremo N° 022-2016-VIVIENDA, que aprobó el Reglamento de Acondicio-
namiento Territorial y Desarrollo Urbano Sostenible.
(300) Así está definida la “habilitación urbana” en el Reglamento Nacional de Edificaciones.
(301) Definición de “aportes reglamentarios” contenida en el Reglamento Nacional de Edificaciones.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
paga una suma dineraria que representa el valor arancelario del área de terreno que
debiera haber cedido en concepto de aporte reglamentario(302).
El proceso de habilitación urbana (siempre que el propietario haya cumplido con
la ejecución de las obras, la cesión de área para vías y los aportes reglamentarios) con-
cluye con la denominada “resolución municipal de recepción de obras”. A partir de
este momento, el predio adquiere la condición legal de urbano y puede ser destinado
a los usos que la ley le haya asignado, por ejemplo, residencial, comercial, industrial,
vivienda-taller, recreación pública, entre otros.
Por su parte, una “zona urbana consolidada” es aquella constituida por predios
que, en los hechos, cuentan con todas las características necesarias para ser conside-
rados “urbanos” (tienen servicios públicos domiciliarios instalados, pistas, veredas e
infraestructura vial, redes de agua, desagüe o alcantarillado y servicios de alumbrado
público(303)), pero no han pasado legalmente por un procedimiento de habilitación
urbana. Es decir, dicha zona se “urbanizó” de forma fáctica, pero sin haberse obte-
nido los permisos correspondientes (entre ellos, una licencia de habilitación urbana,
que es precisamente el acto administrativo que emite la Municipalidad y que autoriza
a que se inicien las obras de habilitación).
Eso quiere decir que los predios que forman parte de una “zona urbana consoli-
dada” no cuentan con una resolución municipal de recepción de obras, lo que signi-
fica que sus propietarios no han cumplido con la cesión de área para vías ni con los
aportes reglamentarios, por lo que legalmente siguen siendo predios rústicos.
Esta es precisamente la situación del inmueble de propiedad de A en el ejemplo
recién planteado: se trata de un predio rústico ubicado en una zona urbana consoli-
dada. Lo interesante es que, para este tipo de situaciones, las municipalidades tienen
la competencia para declarar la habilitación urbana de oficio. Es decir, el propietario
no tiene que iniciar, bajo su costo, un procedimiento de habilitación urbana (lo cual
sería inútil porque el predio, en los hechos, ya cuenta con todos los requisitos físi-
cos para ser considerado urbano), sino que es la propia Municipalidad la que direc-
tamente le otorga tal estatus.
Pero la principal ventaja que representa para el propietario el que su predio sea
habilitado de oficio es que se libera de tener que ceder área para aportes reglamenta-
rios y tampoco tendrá que redimir (pagar) em dinero. Así lo establece expresamente
el artículo 24 del TUO de la Ley Nº 29090, Ley de Regulación de Habilitaciones
Urbanas y de Edificaciones:
“Las habilitaciones urbanas de oficio no se encuentran sujetas [obligadas] a
los aportes de la habilitación urbana”.
(302) Así lo dispone el artículo 16.9 del Reglamento de la Ley 29090.- “En los casos que corresponda, el monto de
la redención de los aportes reglamentarios se calcula al valor de tasación arancelaria por metro cuadrado del
terreno urbano, conforme a lo dispuesto en el RNE y los valores arancelarios vigentes”.
(303) Definición de “zona urbana consolidada” contenida en el numeral 3 del artículo 3 del TUO de la Ley Nº 29090,
Ley de Regulación de Habilitaciones Urbanas y Edificaciones.
251
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(304) En este sentido, el numeral 2 del artículo 3 del TUO de la Ley Nº 29090 define a la “edificación” como el
“resultado de construir una obra sobre un predio, que cuente como mínimo con proyecto de habilitación
urbana aprobado; y cuyo destino es albergar al hombre en el desarrollo de sus actividades”.
(305) “El dolo es causa de anulación del acto jurídico cuando el engaño usado por una de las partes haya sido tal
que sin él la otra parte no hubiera celebrado el acto”.
252
La fe pública registral frente a los contratos anulables
Cuando B está listo para iniciar las acciones legales contra A, recibe una muy
buena oferta de una empresa inmobiliaria, quien se ofrece a comprarle el terreno a
un precio muy superior en comparación con el que él tuvo que para). Se inician las
conversaciones y la inmobiliaria le hace saber a B que tiene pleno conocimiento de
que el inmueble tiene la condición legal de rústico, pero que está dispuesta a adqui-
rirlo en tanto tienen información de primera mano según la cual la Municipalidad,
para incentivar el desarrollo urbanístico de la zona, tiene pensado declarar en los
próximos meses la habilitación urbana de oficio de diversos predios, entre los cuales
se encuentre el que le pertenece a B.
B considera que esta es la mejor forma de sacarse un problema de encima, así
que decide celebrar la compraventa con la inmobiliaria. Sin embargo, les informa
que primero debe terminar de cancelar el precio de venta que le adeuda con A. Por
tal razón, B y la inmobiliaria suscriben un contrato de opción en virtud del cual la
inmobiliaria pagará un adelanto, que será empleado por B para cancelar el saldo del
precio a favor de A. B recibe el cheque con el adelanto, deposita el monto a nombre
de A, se da por cancelada su deuda y suscribe la escritura pública de la compraventa
definitiva a favor de la inmobiliaria.
¿Qué es lo que ha ocurrido con el contrato (originalmente anulable) de compra-
venta A-B? Nos encontramos ante una confirmación tácita, en tanto B efectuó el pago
de la segunda armada no solo de manera libre y voluntaria (nadie lo obligó a reali-
zar el pago ni su capacidad de entendimiento se vio mermada por alguna situación),
sino que además lo hizo conociendo plenamente del vicio en que había incurrido al
momento en que celebró su compraventa con A (nótese que para la confirmación
tácita no es necesario que ambas partes ejecuten el contrato, pues lo relevante es que
lo haga el afectado con el vicio de la voluntad). Es decir, B pudo optar por demandar
la anulación del contrato, pero debido a la oferta que recibió de parte de la inmobi-
liaria, decidió ejecutar el contrato anulable cuando ya se había enterado del vicio en
que incurrió al momento de su celebración. Con ello, lo que hizo B fue confirmar la
compraventa con A.
Nótese cuán distinta sería la solución si es que B hubiese terminado de pagar el
precio de venta sin saber que al momento de la celebración del contrato había sido víc-
tima de un engaño por parte de A. En dicho escenario, el pago por parte de B habría
sido voluntario, pero de ninguna manera se le podría tomar como una confirmación
tácita de la compraventa.
Por ello, es un error sostener que el hecho de que el contrato anulable haya sido
ejecutado libre y voluntariamente por el afectado constituye en todos los casos una
confirmación tácita de aquel, por lo que ya no podrá ser declarado nulo. Y digo que
sería un error porque el hecho de que el afectado con la anulabilidad lo ejecute de
manera libre y voluntaria no tiene nada que ver con el hecho de que haya podido cono-
cer o estar al tanto del vicio que afectaba al contrato. Como bien se ha dicho, “la sen-
tencia de anulación tiene eficacia retroactiva, por lo que si las prestaciones hubieran
sido ejecutadas en condiciones que no permitían entender tal ejecución como una
convalidación tácita del negocio, las mismas deberán ser restituidas en aplicación
253
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(306) BIGLIAZZI GERI, BRECCIA, BUSNELLI, NATOLI. Derecho Civil. Hechos y actos jurídicos. Ob. cit.,
p. 1049.
(307) Artículo III del Título Preliminar del TUO del Reglamento General de Registros Públicos.
(308) Artículo 1549.- Es obligación esencial del vendedor perfeccionar la transferencia de la propiedad del bien.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
ante una conducta dolosa que genera, en aplicación del 1969 CC(309), la obligación de
resarcir al dañado por todos los conceptos que este pueda acreditar (daño emergente,
lucro cesante, daño a la persona y daño moral(310)).
Pensemos, por ejemplo, en el dinero que deberá gastar el afectado para dejar
sin efecto el contrato de compraventa que ha suscrito bajo violencia, intimidación
o engaño. Ello incluye tanto la asesoría legal como el pago de las tasas judiciales y
demás conceptos por todo el tiempo que dure el litigio. Todo esto entraría dentro del
rubro del daño emergente, pues este “representa siempre la pérdida de una utilidad
que el damnificado ya tenía al momento de acontecer el daño”(311), y en este caso la
utilidad que el afectado pierde es el dinero que tendrá que invertir en lograr dejar sin
efecto el contrato anulable.
Y en caso de que, producto de la celebración de dicha compraventa, el afectado
hubiese dejado de percibir determinada suma dineraria, la misma podría ser exigida
bajo el rótulo del lucro cesante, que viene a ser la “utilidad que el damnificado presu-
miblemente hubiera adquirido en el futuro de no haber acaecido el evento dañoso”(312).
Imaginemos, por ejemplo, que el afectado (propietario) ya tenía previamente firmado
un acuerdo de venta por un muy buen precio (100) al que solo faltaba formalizar
mediante escritura pública, sin embargo, producto de la firma del contrato anulable
y su posterior inscripción, el primer acuerdo queda sin efecto y el propietario pierde
los 100 que habría recibido (y termina recibiendo, contra su voluntad, un valor de
60). Esa diferencia entre lo que habría recibido y lo que finalmente percibió podría
exigírselo a su contraparte del contrato anulable como lucro cesante(313).
Mayor discusión se presenta cuando la causa de la anulabilidad es el error. Pen-
semos en el ejemplo recién trabajado de la compraventa de un predio rústico ubicado
(309) “Artículo 1969.- Aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está obligado a indemnizarlo. El descargo
por falta de dolo o culpa corresponde a su autor”.
(310) “Artículo 1985.- La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la acción u omisión generadora
del daño, incluyendo el lucro cesante, el daño a la persona y el daño moral, debiendo existir una relación de
causalidad adecuada entre el hecho y el daño producido. El monto de la indemnización devenga intereses
legales desde la fecha en que se produjo el daño”.
(311) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. La cláusula penal. Tutela contra el incumplimiento vs. tutela resarcitoria.
La problemática de su encuadramiento. 1ª edición. Ara Editores, Lima, 2017, p. 37.
(312) Ídem.
(313) Nótese que el ejemplo propuesto no es uno de pérdida de chance, pues no es que el afectado tenía la posibi-
lidad de celebrar la venta definitiva (algo incierto), sino que ya tenía un acuerdo celebrado, el cual termina
decayendo producto de la suscripción del contrato viciado. Si se tratase de un caso de pérdida de chance, no
estaríamos ante un lucro cesante, sino ante un daño emergente. Y es que como bien ha sido dicho, debemos
diferenciar el resarcimiento de la pérdida de una chance (que constituye una variante singular del “daño
emergente”), del resarcimiento de la pérdida del resultado que se “esperó” obtener, el cual, al constituir
un resultado incierto, representa un “daño eventual“ no resarcible: “Constituye típico ejemplo de esto, el
daño originado al propietario de un caballo de carrera que, por causa imputable a su transportista, no llega
a tiempo al hipódromo para correr en un gran premio. No hay duda de que, al no correr en la carrera, pierde
la posibilidad de ganarla (y, en este sentido, la pérdida de esta oportunidad es resarcible, pues el coste de la
posibilidad constituye un dato cierto); empero, aún de haber corrido la carrera, nada aseguraría que la gana
(lo que significa que el resarcimiento del resultado –pérdida del premio– no es posible de ser demandado, al
constituir un daño incierto)”: FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. La cláusula penal. Ob. cit., p. 38.
257
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
en una zona urbana consolidada, pero ahora no es que el vendedor (A) haya falsi-
ficado documentación para aparentar ante B que se trata de un predio urbano, sino
que B, por un error al momento de hacer el análisis legal del inmueble, concluye que
el mismo es urbano, cuando en realidad no lo es. El vendedor (A) es perfectamente
consciente del error en que incurre B (este se lo comunicó mediante un informe legal
que sus abogados habían preparado) y además sabe (pues así se lo hizo saber B) que
el interés de este en cerrar el contrato se debe a que se trataría de un predio urbano,
de lo contrario sencillamente B no lo compraría. Estamos, entonces, ante un error de
B el cual no ha sido inducido ni producido por A; es B quien directamente se ha for-
mado una idea errónea y es ella la que lo impulsa a celebrar el contrato. Sin embargo,
A es perfectamente consciente del error en que incurre B al momento de la celebra-
ción del contrato.
Si analizamos la manera como nuestro CC regula al error, tenemos que este
deberá cumplir con dos condiciones para poder constituir un vicio de la voluntad y
con ello dar lugar a la anulabilidad del contrato:
Artículo 201 CC: “El error es causa de anulación del acto jurídico cuando
sea esencial y conocible por la otra parte” (el énfasis es mío).
Además, por error “esencial” se entiende (202 CC) aquel que recae (entre otras
cosas) sobre la cualidad del objeto del acto, pero siempre que de acuerdo con la apre-
ciación general o en relación a las circunstancias, deba considerarse determinante de
la voluntad. En el caso planteado estamos, sin duda alguna, ante un error que recae
sobre la cualidad legal (rústica/urbana) del objeto de la compraventa (el terreno), la
misma que fue determinante para la celebración del contrato, pues –como se indica
en el ejemplo– B no habría celebrado la compraventa de haber sabido que el terreno
no era urbano.
Por su parte, la característica de la “cognoscibilidad” implica que la contraparte
(A) de quien se equivoca (B) haya podido advertir dicho error empleando una normal
diligencia y teniendo en consideración (entre otras cosas) el contenido del acto y las
circunstancias bajo las que este se celebró. En el ejemplo propuesto, esta cognoscibi-
lidad se da por descontada, pues B le hizo saber a A sus (equivocadas) conclusiones
respecto del supuesto estatus “urbano” del predio.
Nos encontramos, entonces, ante un error que, por ser esencial y conocible, cali-
fica como un vicio de la voluntad y, por tanto, legitima al afectado para solicitar su
anulación (o si prefiere, confirmarlo).
Ahora bien, imaginemos que B decide anular el contrato e incurre en una serie
de costos para obtener finalmente la sentencia anulatoria. Imaginemos también que
toda esta situación le generó a B, además del daño emergente recién comentado, un
lucro cesante (y tiene todos los medios para probarlo). ¿Podrá B exigirle a A el resar-
cimiento de tales daños?
El artículo 207 CC pareciera dejar cerrada dicha posibilidad:
“La anulación del acto por error no da lugar a indemnización entre las partes”.
258
La fe pública registral frente a los contratos anulables
259
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
dispuesto a pasar por alto la mala fe, la regla contenida en el artículo 207
debe ser reinterpretada.
Tomando en cuenta lo hasta aquí expuesto, propongo, pues, reducir, a través
del recurso de la interpretación restrictiva, el ámbito de aplicación del artículo
en cuestión, de modo tal que la exoneración de responsabilidad que prevé solo
opere cuando ambas partes han actuado negligentemente, esto es, cuando
una se equivoca y la otra no advierte, por descuido, tal circunstancia”(314).
Esta forma de interpretar el 207 CC guarda coherencia con el 1362 CC, que esta-
blece el deber de las personas de conducirse con buena fe durante la negociación,
celebración y ejecución de los contratos. Quien es consciente que su contraparte se
ve impulsado a celebrar un contrato por un error, y no se lo hace notar, actúa clara-
mente de manera contraria a la buena fe, y su accionar no debiera quedar impune (al
menos no en términos económicos).
En conclusión, no hay motivo alguno para proteger de una demanda resarcitoria
a quien (como A), pese a conocer el error que viciaba la voluntad de su contraparte
(B), guardó silencio y prefirió la celebración del negocio.
(314) ESCOBAR ROZAS, Freddy. “Apuntes sobre la responsabilidad por ineficacia contractual (El caso del artículo
207 del Código Civil peruano)”. En: Themis N° 49, Lima, pp. 153-160.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
Si nos ceñimos a lo que establece el 222 CC, tal sentencia retrotrae sus efectos
a la fecha de celebración del contrato A-B, por lo que es como si este hubiese nacido
nulo, lo cual nos llevaría (inevitablemente) a sostener que B nunca fue propietario y
por ende el contrato B-C jamás habría podido convertir a este último en dueño. Pero
nótese como esto contrasta con lo que en realidad ocurrió: cuando B le vendió el bien
a C, aquel era el propietario, pues el contrato anulable (al no haber habido aún sen-
tencia anulatoria para el momento en que este fue celebrado) venía produciendo sus
efectos típicos (aunque de manera precaria). Entonces, cuando B le vendió el bien a
C, ¿era o no el propietario?
Considero que en este punto debemos ceñirnos a la política legislativa trazada
por nuestro CC: este (a través del legislador) ha decidido que, en caso se llegue a emi-
tir una sentencia anulatoria, el contrato anulable sea considerado nulo desde su cele-
bración (de manera retroactiva). Y claro, esta situación es la que genera una eventual
confrontación con los terceros que adquirieron derechos tomando como causa, base o
referencia, dicho contrato anulable cuando aún producía sus efectos con normalidad.
Imaginemos por un momento qué hubiese pasado si nuestro CC no hubiese con-
sagrado tal retroactividad. En dicho escenario, el contrato A-B se habría vuelto nulo
desde la fecha de emisión de la sentencia en adelante, con lo cual no se tocaría los
derechos adquiridos por terceros en la etapa en la que el contrato anulable venía pro-
duciendo sus efectos precarios. Es decir (y llevando esto al ejemplo planteado), la
adquisición de C se habría hecho correctamente, pues en dicho momento B era, efec-
tivamente, el propietario del bien, y tal circunstancia no cambiaría por el hecho de
que, con posterioridad, se emita una sentencia anulatoria, ya que esta (en el escenario
hipótetico planteado) solo produce efectos hacia el futuro.
Si el legislador hubiese optado por esta alternativa, ya no habría conflicto que
resolver, pues todas las adquisiciones de los terceros hechas durante la fase en que el
contrato anulable venía produciendo sus efectos precarios (esto es, antes de la sen-
tencia), habrían sido correctamente celebradas, por lo que resultarían inatacables.
¿Cuál fue la intención del legislador al consagrar la retroactividad? ¿Acaso afec-
tar las adquisiciones de terceros? La respuesta es no. En realidad, la retroactividad es
la única manera de que la sentencia anulatoria puede lograr el efecto restitutorio entre
las partes; es decir, si la retroactividad no estuviese consagrada legislativamente, la
sentencia anulatoria solo serviría para liberar a las partes del cumplimiento del con-
trato anulable hacia el futuro, pero no les permitiría exigirse recíprocamente la devo-
lución (restitución) de todo aquello que ya hubiese sido ejecutado con anterioridad a
la emisión de la sentencia.
Pensemos nuevamente en la compraventa de un inmueble que el vendedor celebra
bajo un vicio de la voluntad. Ese contrato ya produjo automáticamente sus efectos, por
lo que el comprador pasó a convertirse de forma inmediata en el nuevo propietario del
bien. Imaginemos ahora que, al cabo de un tiempo, el vendedor obtiene una sentencia
que anula dicha compraventa, ¿qué ocurriría si esa sentencia solo produjese efectos
desde su emisión y hacia el futuro? La consecuencia sería que el principal efecto de
dicha compraventa, esto es, la transferencia de la propiedad a favor del comprador
261
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
inmuebles? Por la sencilla razón de que el Registro constituye una prueba especial-
mente privilegiada (y en ello radica su efecto “legitimador”), pues se basa en una
serie de elementos que no se aprecian en los otros datos (posesión, escritura pública,
entre otros) generadores de confianza; estos elementos son:
(i) Titulación auténtica (negocio jurídico acreditado de modo fehaciente).
(ii) Calificación del registrador (examen técnico-formal sobre el cumplimiento
de algunos requisitos impuestos por ley).
(iii) Tracto sucesivo (cadena regular y ordenada de transmisiones).
(iv) Orden temporal de las inscripciones (el Registro opera bajo el principio
de que las inscripciones se hagan según orden cronológico de su presen-
tación y la consiguiente compatibilidad)(315).
Todos estos elementos hacen que el Registro, en la gran mayoría de casos, sea un
fiel reflejo de la realidad, y es por ello que el sistema lo toma como una fuente legí-
tima de confianza, cosa que no sucede con los otros datos generadores de confianza
(posesión, escrituras públicas, registros municipales, entre otros).
Y esa es la razón, precisamente, por la que el artículo 2013 CC (principio de
legitimación) establece que los ciudadanos podemos presumir como cierto el conte-
nido del asiento registral y contratar confiando en él. No es una presunción que esté
construida sobre la nada, sino que responde a una razón de ser: un contrato que ha
llegado al Registro ha tenido que pasar por una serie de filtros previos (asesoría legal
privada, control de legalidad por parte del notario y control en la calificación por parte
del registrador), y lo más probable es que, de haber tenido algún vicio, este hubiese
sido detectado en alguno de ellos. La regla, por eso, es que el Registro publicita con-
tratos acordes con la legalidad, que han sido celebrados respetando los parámetros
impuestos por el ordenamiento jurídico.
Sin embargo, ello no quiere decir que el Registro sea infalible y que ningún acto
indebido pueda filtrarse. De hecho, los diversos casos de fraude inmobiliario que se
presentaron en los últimos años en nuestro país y que dieron lugar a una importante
producción normativa para combatirlo, son una clara evidencia de que, en algunos
casos (que no dejan de ser excepcionales –pero no por ello irrelevantes– si los com-
paramos con la gran cantidad de títulos en regla que son inscritos cada día) el Regis-
tro puede terminar siendo afectado por actos inválidos, como podrían ser los contra-
tos anulables.
Y es por ello, precisamente, que la presunción de certeza que establece el 2013 CC
es una de tipo iuris tantum, es decir, admite prueba en contrario, a diferencia de las
iuris et de iure, que funcionan como “ficciones legales”, pues al no admitir prueba en
contrario incorporan a la “realidad” cuestiones que, en los hechos, podrían no darse,
(315) GONZALES BARRÓN, Gunther. Sistema registral y contratación inmobiliaria en la Ley Nº 30313. 1ª edición,
Legales Ediciones, 2016, p. 69.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Pensemos, en este último caso, en el 2012 CC, que presume, sin admitir prueba
en contrario, que todos conocemos el contenido de las inscripciones; es decir, puede
que en la realidad una persona, al momento de adquirir un inmueble, haya estado
materialmente imposibilitada de revisar la información registral, pero de todos modos
la ley asume como que hubiese tomado conocimiento de dicha información, con lo
cual lo que termina haciendo es convertir lo irreal o ficcional en real.
Pero volvamos a la presunción de certeza del 2013 CC: imaginemos que luego
de celebrado e inscrito el contrato A-B (en el que A sufrió un vicio de la voluntad),
B plantea una demanda de desalojo para que este le entregue la posesión del bien. El
argumento de B es que habiéndole A transferido la propiedad del bien, el título que
este último tenía para mantenerse en posesión desapareció, lo cual lo define como
un precario. A, por su parte, cuestiona dicho argumento poniendo en entredicho la
supuesta propiedad de B, pues –señala– la misma deriva de una compraventa cele-
brado bajo un vicio de la voluntad, lo cual trae como consecuencia que estemos ante
un contrato inválido y, por ende, no vinculante.
La presunción de certeza que consagra el 2013 CC tendrá un importante efecto
procesal para el favorecido con la inscripción (que en nuestro ejemplo vendría a ser B),
pues lo exonera de la necesidad de acreditar que la propiedad inscrita a su favor haya
derivado de un contrato válido. En este sentido, se ha dicho con acierto lo siguiente:
“La presunción legitimadora del registro produce en la esfera procesal el efecto típico
de toda presunción iuris tantum: dispensa de la prueba al favorecido con ella [B] e
impone la necesidad de probar lo contrario a quien se oponga a la misma [A]. En la
posición de las partes en el proceso, incumbe a estas facilitar al juzgado todo el mate-
rial acerca del cual ha de versar la contienda judicial. Este deber se manifiesta en una
doble forma: a) por una parte, han de determinar los hechos en que apoyan su posición
en el litigio (carga de la afirmación); b) por otra parte, han de probar, precisamente
en su propio interés, dichos hechos afirmados (la carga de la prueba). La presunción
no afecta para nada al primer aspecto; en cambio, produce sus máximos efectos en el
segundo, en el cual exime al que invoca los hechos o derechos presuntos [B invoca
ser propietario] de la necesidad de probarlos, e impone al que invoca lo hechos o dere-
chos contrarios [A niega la condición de propietario de B] la prueba necesaria para
destruir la presunción. Mas no debe olvidarse que los elementos jurídicos de la pre-
sunción son dos: un hecho base del cual deriva la ley una consecuencia [que vendría
a ser la inscripción, la cual sí tendrá que acreditar A con la correspondiente partida
registral actualizada], y la consecuencia misma [que vendría a ser la validez y efica-
cia de tal inscripción]. La dispensa de prueba se refiere, como es lógico, a esta última,
pero no al hecho básico, que ha de ser debidamente probado”(316).
Ahora bien, eso no quiere decir que al afectado con la inscripción (B) no le quede
otra alternativa que someterse a lo que publicite el Registro. De hecho, lo puede cues-
tionar, pero el sistema jurídico se ha encargado de establecer (también a través del
2013 CC) el modo en que dicho cuestionamiento debe ser hecho.
(316) SANZ FERNÁNDEZ, Angel. Instituciones de Derecho Hipotecario. Tomo I, Editorial Reus, Madrid, 1947,
pp. 325-326.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
(317) Artículo 95 RGRP: Cancelación por inexistencia del acto causal o de la rogatoria.- “También se cancelarán
de oficio o a petición de parte, los asientos de inscripción o de anotación preventiva cuando contengan actos
que no consten en los títulos consignados como sustento de los mismos o cuando se hayan extendido sin estar
comprendidos en la rogatoria de inscripción”.
(318) Artículo 96 RGRP: Cancelación por comprobada inexistencia del asiento de presentación o denegatoria de
inscripción.- “Las inscripciones y anotaciones preventivas, podrán ser canceladas, de oficio o a petición de
parte, en mérito a la resolución que expida la jefatura de la oficina registral respectiva, previa investigación
del órgano competente, cuando se compruebe la inexistencia del asiento de presentación del título que debería
sustentarlas o la denegatoria de inscripción del título correspondiente”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
266
La fe pública registral frente a los contratos anulables
inscripción a favor de este le otorga una apariencia de titularidad que impacta posi-
tivamente en la adquisición de dicho tercero: este confió en el sistema registral, por
lo que su adquisición (siempre que cumpla con todos y cada uno de los requisitos
del 2014 CC) estará protegida de los efectos retroactivos de la sentencia que anula al
contrato A-B.
Ahora bien, esto no quiere decir que los efectos retroactivos de la sentencia anu-
latoria no se produzcan: entre las partes del contrato anulable (A-B) la retroactividad
operará sin inconvenientes, pero será una retroactividad que no podrá arrasar con la
adquisición de C.
De hecho, como consecuencia de tal retroactividad, A (el afectado con el vicio)
tendrá derecho de exigirle a B la restitución de su derecho de propiedad sobre el
inmueble, pero en la medida que ello ya no será posible (pues el bien ha quedado fir-
memente dentro del patrimonio de C), A deberá aceptar una reparación por equiva-
lente, que “consiste en asegurar al damnificado el exacto equivalente a la afectación
que ha sufrido, medido en términos económicos. Se busca, en principio, la reconstruc-
ción del status quo existente antes de la comisión del daño, esto es, la restauración de
la situación de hecho existente antes del suceso dañoso (lo que se ha venido a llamar
‘borrar las huellas del daño’) a través de la entrega de valores patrimoniales gené-
ricos (de allí su nombre, ‘por equivalente’), lo que se realiza a través de los modos de
valoración o estimación del daño (…). Su finalidad es, ante todo, eliminar las conse-
cuencias perjudiciales del hecho dañoso mediante la restauración de la situación de
hecho anteriormente existente en valores patrimoniales”(319).
(319) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. La cláusula penal. Ob. cit., pp. 42-43.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Cuando dicha situación se presenta, nos encontramos ante lo que se conoce como
un supuesto de “adquisición a non domino”. En estos casos, la adquisición del dere-
cho (por parte del “tercero”, que en nuestro ejemplo sería C) se produce sacrificando
al titular real (que en nuestro ejemplo sería A); así ocurre en los supuestos de concu-
rrencia de acreedores sobre bienes inmuebles (artículo 1135 CC), la transferencia de
bienes muebles realizada por el poseedor no propietario (artículo 948 CC), las adqui-
siciones derivadas de la publicidad registral (artículo 2014 CC), las adquisiciones
derivadas de un heredero aparente (artículo 665 CC), las adquisiciones de quien con-
fía en la validez y la eficacia de un negocio simulado (artículo 194 CC), entre otros.
Se debe partir por considerar que todos los casos de adquisición a non domino
son excepcionales y están pensados para proteger la posición de un adquirente que
actúa de buena fe.
Por ejemplo, en la adquisición a non domino de bienes muebles (artículo 948 CC),
al negocio traslativo inicialmente ineficaz –por falta de legitimidad del enajenante–
se le agrega como elementos del supuesto de hecho la entrega de la cosa (“recepción
de la posesión”) y la buena fe del adquirente(320), lo cual permite que la adquisición
surta plenos efectos y resulte inatacable. Esto mismo sucede con las adquisiciones
derivadas de la publicidad registral (artículo 2014 CC), en las cuales el adquirente
conserva la titularidad sobre el derecho, a pesar de que su transferente la haya perdido
(o incluso si nunca la tuvo), siempre y cuando haya actuado de buena fe(321) (y en con-
currencia con otros requisitos como la onerosidad y la inscripción). Así también, la
acción reivindicatoria contra al tercero que adquirió los bienes de la masa hereditaria
de quien, sin ser el verdadero heredero, aparentaba serlo (artículo 665 CC), encuentra
un límite infranqueable en la buena fe de dicho adquirente. Lo mismo sucede en la
denominada concurrencia de acreedores (1135 CC), donde el elegido para quedarse
con el bien debe haber inscrito primero su adquisición actuando con buena fe(322). En
conclusión, todo el sistema de tutela del tercero en los casos de adquisiciones a non
domino tiene como presupuesto la buena fe de aquel.
Pero ello no busca negar que los supuestos de adquisición a non domino impli-
quen una afectación de la libertad de contratación y del derecho de propiedad del
verdadero titular. Quien compra un inmueble del verdadero propietario y luego lo
pierde, porque un segundo comprador lo inscribió primero con buena fe (supuesto de
(320) “En las adquisiciones a non dominio se constituye una fattispecie jurídica, de la cual el negocio traslativo (de por
sí incapaz de tener algún efecto jurídico por defecto de legitimación), constituye un elemento necesario, pero
del todo insuficiente, porque debe ser complementado por la entrega de la cosa y la buena fe del adquirente”:
FALZEA, Angelo. “El principio jurídico de la apariencia”. En: Derecho PUCP N° 59, Lima, 2007, p. 189.
(321) Considera a la buena fe como el fundamento de la protección del tercero en la aplicación del principio de fe
pública registral: GORDILLO CAÑAS, Antonio. El principio de fe pública registral Nº 3. Biblioteca Moderna
de Derecho Civil, Jurista Editores, Lima, 2010.
(322) “Por ello, a la pregunta de por qué se prefiere en la concurrencia de acreedores sobre un mismo bien inmueble
al adquirente que inscribe con buena fe, respondemos que dicha prelación se otorga sobre la base de la noción
de seguridad jurídica que tutela el derecho. Entre sucesivos adquirentes, se prefiere a aquel que encarna la
noción de seguridad jurídica que no es otro que el adquirente de buena fe: aquel que creyó (buena fe creencia)
en la legitimidad de su adquisición, sea por ignorancia o por error”: FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La buena
fe en la concurrencia sobre bienes muebles”. En: Derecho PUCP N° 41, Lima, 1987, p. 195.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(323) GARCÍA GARCÍA, José Manuel. “La función registral y la seguridad del tráfico inmobiliario”. En: Revista
Crítica de Derecho Inmobiliario. Número conmemorativo por el 50° aniversario de la reforma hipotecaria
de 1944. Madrid, 1995, p. 91.
(324) GARCÍA GARCÍA, José Manuel. Derecho Registral o Inmobiliario, II, Madrid, 1993, p. 226.
(325) ROCA SASTRE, Ramón. Derecho Hipotecario. Tomo I, 7ª edición, Madrid, 1979, p. 747.
(326) Sin perjuicio de lo ya indicado, un sector de la doctrina considera que solo en algunos casos la fe pública
registral es capaz de generar una adquisición a non domino, dependiendo de la magnitud de la inexactitud
registral: “De la índole o medida que alcance la inexactitud registral, resultará que el tercer adquirente,
mantenido en su adquisición por efecto de la fe pública plasmada en el artículo 34 de la Ley Hipotecaria,
habrá efectuado una adquisición a non domino, o una adquisición parte a non domino, y parte a domino, o
una adquisición a domino: ROCA SASTRE, Ramón. Derecho Hipotecario. Ob. cit., p. 747.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
(327) STOLFI, Giusseppe. Teoría del negocio jurídico. Ob. cit., p. 99.
(328) BIGLIAZZI, BRECCIA, BUSNELLI, NATOLI. “Derecho Civil”. Hechos y actos jurídicos”. Ob. cit, p. 1058.
(329) Ídem.
271
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
que parecen comprender mejor a una circulación de los bienes segura y rápida, sobre
todo en el caso de tutelar a los terceros de buena fe”(330).
En nuestro ordenamiento jurídico, tratándose de bienes inmuebles no inscri-
tos (para los cuales no podrá ser de aplicación el 2014 CC), la tutela de los terce-
ros adquirentes (C) frente a la retroactividad de la sentencia anulatoria del contrato
(A-B) que precedió a su adquisición), tendrá que ser construida con base en las nor-
mas que regulan el pago indebido. Estas últimas, sin limitar su ámbito de aplicación
a los bienes inscritos en el Registro, reconocen la protección de los terceros adqui-
rentes a título oneroso y de buena fe que hubiesen adquirido derechos de manos de
quien (como B, en el ejemplo propuesto) no era el verdadero titular, por haber sido
“beneficiado” con un pago indebido (esta es, precisamente, la situación en la que se
encuentran quienes “adquieren” –o, en todo caso, parecen adquirir– derechos pro-
ducto de contratos nulos o anulados.
En efecto, las normas de pago indebido (principalmente, los artículos 1270 CC
y 1272 CC) reconocen expresamente que si el bien o el derecho ya salió del patrimo-
nio de quien recibió un pago indebido (como sería el caso de B, que recibió “indebi-
damente” un derecho producto de un contrato que fue finalmente anulado) y llegó al
patrimonio de un tercero que actuó a título oneroso y de buena fe, la adquisición de
este último no podrá ser atacada por el titular original (que en el ejemplo sería A).
Veamos cada una de dichas normas y, a modo de resumen, unos cuadros que
sintetizan todas las posibilidades contenidas en ellas (préstese atención a la solución
dada por nuestro sistema cada vez que aparece en escena un tercero adquirente a
título oneroso y de buena fe):
Artículo 1272 CC:
(i) Si quien acepta un pago indebido de buena fe hubiese enajenado el bien a
un tercero que también tuviera buena fe, aquel restituirá el precio o cederá
la acción para hacerlo efectivo.
(ii) Si el bien se hubiese transferido a un tercero a título gratuito o el tercero,
adquirente a título oneroso, hubiese actuado de mala fe, quien paga indebi-
damente puede exigir la restitución.
(iii) En estos casos solo el tercero, adquirente a título gratuito u oneroso, que actuó
de mala fe, estará obligado a indemnizar los daños y perjuicios irrogados.
(330) Ídem.
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La fe pública registral frente a los contratos anulables
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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CAPÍTULO V
LA NULIDAD DEL CONTRATO
SIMULADO VERSUS EL TERCERO
ADQUIRENTE DE BUENA FE
EL 2014 CC Y SU VINCULACIÓN
CON EL 194 CC
CAPÍTULO V
LA NULIDAD DEL CONTRATO
SIMULADO VERSUS EL TERCERO
ADQUIRENTE DE BUENA FE
EL 2014 CC Y SU VINCULACIÓN CON EL 194 CC
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
la transferencia, C inicia las acciones legales para tomar el control de la casa, la cual
se encuentra (todavía) en posesión de A. Este se entera de lo sucedido y cuestiona la
venta B-C invocando que B nunca fue el propietario, pues el contrato A-B había sido
celebrado de manera simulada, y como prueba de ello tiene el contradocumento, en
el que A y B reconocían tal situación.
Como se podrá apreciar, esta situación ha dado lugar a un conflicto en el que
ambos (A y C) tendrán argumentos a su favor: por un lado, es cierto que B nunca
llegó a convertirse en propietario, pues el contrato suscrito con A fue simulado, y
por ende si B nunca llegó a adquirir el dominio no podría transferírselo a un tercero;
pero, por el otro lado, C también tiene un punto a su favor, ya que él no tuvo forma
de conocer la existencia del contradocumento, pues todas las pruebas generaban la
apariencia de que realmente B era el dueño.
¿Qué se debe tutelar? ¿La propiedad de A o la confianza de C? ¿Y si C quiere
ser tutelado, debe cumplir con todos los requisitos del 2014 CC (que, como ya se vio
en el capítulo I, son seis) o le bastará cumplir con los del 194 CC (qué únicamente
son dos: onerosidad y buena fe)? ¿Qué vinculación existe entre ambas normas (194
CC y 2014 CC)? ¿Regulan el mismo supuesto de hecho o están diseñadas para cum-
plir fines distintos?
Hay muchas cosas por analizar y decir respecto de la relación entre los artículos
194 CC y 2014 CC. En nuestro país, sin embargo, el tema no ha sido abordado a fondo,
salvo alguna honrosa excepción(331). Precisamente por ello, la finalidad de este tópico
es dar respuesta a cada una de las interrogantes planteadas líneas arriba.
(331) TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. “Efectos de la retroactividad en materia de ineficacia de los actos jurídicos”.
En: Negocio jurídico, contrato y responsabilidad civil. Compilación y presentación de Rómulo Morales
Hervias. Editorial Grijley, Lima, 2006, pp. 281-300.
(332) Ver, por ejemplo: STOLFI, Giusseppe. Teoría del negocio jurídico. Editorial Revista de Derecho Privado.
Madrid, pp. 154-158; MESSINEO, Francesco. Doctrina general del contrato. Ara Editores, 2007, pp. 455-456;
FLUME, Werner. El negocio jurídico. Parte general del Derecho Civil. Tomo segundo. Fundación Cultural
del Notariado, Madrid, 1998, pp. 475-485; LEÓN BARANDIARÁN, José. Curso del acto jurídico. Con
referencia al proyecto del Código Civil peruano. 1ª edición, Lima, 1983, p. 30.
278
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
a una discrepancia entre voluntad interna y voluntad declarada?; (ii) ¿la simulación,
dada su finalidad de “engañar a terceros”, constituye per se un acto reprobable por el
ordenamiento jurídico?; (iii) ¿cuál es la sanción que corresponde aplicar al contrato
creado (simulado) por las partes con la finalidad de engañar a terceros?; y (iv) ¿ dicha
sanción puede terminar afectando a quienes hubiesen adquirido derechos confiando
en la apariencia generada por las partes del contrato simulado?
(333) CARNELUTTI, Francesco. Sistema de Derecho Procesal Civil. Tomo III. Editorial UTEHA, Buenos Aires,
1944, pp. 462 y ss. En el mismo sentido: FERRI, Luigi. Lecciones sobre el contrato. 1ª edición. Editorial
Grijley, Lima, 2004, p. 12.
(334) KOHLER. Diccionario de Derecho Privado. Tomo 2. Editorial Labor S.A., Barcelona, 1967, p. 3628.
279
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(335) ROPPO, Vincenzo. El contrato. 1ª edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2009, p. 641. En el mismo sentido: GAL-
GANO, Francesco. El negocio jurídico. Traducción realizada por Francisco Blasco Gascó y Lorenzo Prats
Albentosa, Tirant lo Blanch, Valencia, 1992, p. 335.
(336) ROPPO, Vincenzo. El Contrato. Ob. cit., p. 641.
280
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
Y aquí conviene hacer una precisión: por “acuerdo simulatorio”, también cono-
cido como “contradeclaración” (que va contenido en lo que se suele denominar “con-
tradocumento”), debe entenderse el convenio privado que acompaña, en simultáneo,
a la celebración del contrato falso o simulado y que impide que este produzca efectos.
Como bien se ha dicho, “en la simulación tenemos una combinación, una vinculación
de dos contratos distintos que deben ser simultáneos (…); el acuerdo simulatorio,
impeditivo de los efectos, debe ser contextual y simultáneo al contrato simulado”(337)
(el énfasis es mío).
Nótese, por ello, que no hay que confundir al acuerdo simulatorio con el contrato
disimulado. Este último solo está presente en los casos de simulación relativa; por
ejemplo, las partes simulan (aparentan) celebrar un contrato de compraventa cuando
en realidad suscriben una donación (contrato disimulado). En cambio, el acuerdo
simulatorio está presente incluso en las simulaciones absolutas; por ejemplo, si A y
B celebran un contrato de compraventa, pero ellas han acordado que en realidad no
están celebrando nada, ese consenso de las partes, dando por entendido que su volun-
tad es no querer celebrar ningún contrato y crear, simplemente, una apariencia frente
a terceros, es el acuerdo simulatorio.
De este modo, el acuerdo simulatorio siempre acompaña al contrato simulado,
y su relevancia consiste en que a través de él “las partes convienen que el contrato
simulado no tenga valor, porque no quieren sus efectos; y convienen cuáles son los
efectos realmente queridos”(338). Este acuerdo simulatorio, en el caso de la simulación
absoluta, implicará un “no queremos celebrar realmente nada”, mientras que en una
simulación relativa se manifestará en “queremos celebrar realmente el contrato X”.
Es así como el acuerdo simulatorio “contrasta el sentido y el contenido de las decla-
raciones que forman el contrato simulado”(339).
Fueron los franceses quienes originalmente pusieron énfasis en la presencia de
este acuerdo simulatorio que genera una especie de “efecto paralizador” del contrato
simulado, para que este no resulte vinculante entre las partes que lo celebraron. Por
ende, para ellos la nulidad del contrato simulado viene causada por su “ocultación”
mediante otro negocio jurídico convenido al mismo tiempo que aquel (el acuerdo
simulatorio), pero que es mantenido en secreto por las partes(340).
Atendiendo a ello, en la doctrina francesa, al definirse la simulación, se hace
especial referencia a la coexistencia de dos declaraciones de voluntad, las cuales se
terminan neutralizando: “Hay simulación cuando a sabiendas se hace una declaración
(337) FERRI, Luigi. Lecciones sobre el contrato. Presentación, notas y edición al cuidado de Rómulo Morales
Hervias y Leysser León. Traducción de Nélvar Carreteros Torres. 1ª edición en castellano. Editora Jurídica
Grijley, Lima, 2004, p. 14.
(338) CARRESI, Franco. “Apparenza e realta del contratto”. En: Rivista trimestrale di diritto e procedura civile.
1963, p. 1963.
(339) Ídem.
(340) ROMERO DE SILVA, Marcela y DE LA LOMBANA BILBAO, Miren. La simulación en los actos jurídicos.
Tesis para optar al título de doctor en Ciencias Jurídicas. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de
Ciencias Jurídicas y Socioeconómicas, Colombia, 1971, p. 26.
281
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
inexacta o cuando se celebra una convención aparente, cuyos efectos son modificados
o suprimidos por otra convención, contemporánea a la primera y destinada a perma-
necer secreta”(341); en el mismo sentido se dice que “la simulación consiste, por parte
del autor o autores de un acto jurídico, en causar un engaño al público sobre identidad,
naturaleza, partes, beneficiario o modalidades de la operación realizada, con relación
a otro acto que se celebra de forma contemporánea”(342). De este modo, la simulación
consistiría en “la operación por la que se crea una situación jurídica aparente que
difiere de la situación jurídica verdadera que se presenta de forma correlativa”(343).
Esta especie de “neutralización” entre las dos declaraciones de voluntad, y que
generaría que el contrato simulado no llegue a ser vinculante para las partes que lo
celebraron, es también reconocido por la doctrina italiana(344). Se dice, así, que lo que
acontece en la simulación es una divergencia, desde el punto de vista causal, entre
dos contratos, uno de los cuales (el acuerdo simulatorio) priva de su causa al otro.
Este cambio de enfoque es importante en tanto pone los reflectores sobre la inten-
ción manifiesta de las partes del contrato simulado de valerse de este para generar
una apariencia frente a los terceros; es decir, lo determinante ya no es la “falta de
voluntad” de las partes del contrato simulado, sino su intención (libre y voluntaria)
de causar una apariencia; y es esta apariencia, libremente creada, la que, desde un
punto de vista ético, justificaría que el verdadero titular del derecho y que fue parte
del contrato simulado (que en nuestro ejemplo sería A) pierda dicha titularidad si
es que en el camino aparece un tercero (C) que, confiando y actuando sobre la base
de la apariencia creada por aquel (es decir, creyendo que el titular verdadero es B),
adquiere dicha titularidad.
(341) PLANIOL Y RIPERT, Tratado práctico de Derecho Civil francés. Tomo VI. Editorial Cultural S.A., La
Habana, p. 645.
(342) JOSSERAND, Louis. Derecho Civil. Teoría general de las obligaciones. Volumen I, Ediciones Jurídicas
Europa-América, Buenos Aires, p. 254.
(343) HENRI, JEAN Y LEÓN MAZEAUD. Lecciones de Derecho Civil. Parte 2. Volumen III, Ediciones Jurídicas
Europa-América, Buenos Aires, 1969, p. 101.
(344) CARNELUTTI, Francesco. “El acto simulado”. En: La simulación en los actos jurídicos. Compilación y
Extractos de Fernando Quiceno Alvarez. 2ª edición. Editorial Jurídica Bolivariana, Bogotá-Caracas-Panamá-
Quito, p. 257.
282
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
(345) BIANCA, Massimo. Diritto Civile. Il contratto. Volumen III. Nuova ristampa con aggiornamento. Giuffrè
Editore, Milán, 1998, pp. 656-659.
(346) ROPPO, Vincenzo. El contrato. Traducción de Nélvar Carreteros Torres. A cura de Eugenia Ariano Deho.
1ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2009, p. 641.
283
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
tendrán la convicción de que aquello que simulen no será exigible, vinculante ni las
comprometerá. Si el ordenamiento considerase que la simulación es, por sí misma,
algo indebido y quisiera desincentivar su uso, consagraría todo lo opuesto: la plena
vinculatoriedad de los contratos por más simulados que hayan sido. Los legisladores
de los diversos ordenamientos (entre ellos el peruano), claramente no ha optado por
este último camino.
Por ello se dice con acierto que “la regla según la cual el contrato simulado no
produce efecto entre las partes es respetuosa de la autonomía privada, y demuestra
que la ley no quiere reprimir la simulación: si tuviera tal intención represiva, el modo
más eficaz para hacerlo consistiría en decir –contra las elecciones de la autonomía
privada– que el contrato simulado produce efectos entre las partes. Si esta fuera la
regla, no se harían más contratos simulados”(347).
En tal sentido, la simulación debe ser entendida como una herramienta más
que el ordenamiento jurídico pone a disposición de las partes, o lo que es lo mismo,
como “una ‘maniobra’ de las partes sobre los efectos del contrato no tan lejana de los
otros mecanismos (pensemos en la condición, el fideicomiso) igualmente ofrecidos
a la autonomía privada para permitirles desviar los efectos contractuales de su curso
ordinario, en direcciones más funcionales a los intereses de las partes”(348).
Ahora bien, esto no significa que ante un contrato simulado que afecte a terce-
ros, estos no puedan reaccionar, pues no olvidemos que la sanción para dicho contrato
es la nulidad (sobre esto último me explayo en el siguiente punto), y esta puede ser
hecha valer no solo por las partes del acto, sino también por los terceros con interés,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 220 CC.
(347) MONTECCHIARI, Tiziana. “La simulazione”. En: Contratti. Cendon X, Torino, 2000, p. 11.
(348) ROPPO, Vincenzo. El contrato. Ob. cit., pp. 658-659.
284
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
acto distinto del aparente, tiene efecto entre ellas el acto ocultado, siempre que con-
curran los requisitos de sustancia y forma y no perjudique el derecho de tercero”.
Entonces, “es simulado el acto cuando se realiza sin interés en la producción del
efecto jurídico propio de su forma [y ello se acredita con el acuerdo simulatorio]. Que
después el interés del agente excluya la producción de cualquier efecto jurídico [en
el caso de la simulación absoluta] o bien requiera la producción de un efecto jurídico
distinto del que la ley atribuye al acto [tratándose de la simulación relativa], sirve para
distinguir la simulación absoluta de la relativa”(349).
Pero lo más importante de esto es la sanción que le corresponde al contrato simu-
lado en cada tipo de simulación.
Para los alemanes(350) –y en eso coinciden con los franceses– en ambos tipos de
simulación el contrato simulado es siempre nulo, por cuanto no contiene la verdadera
voluntad de las partes contratantes. El acto disimulado, por su parte (en caso este-
mos frente a una simulación relativa), no está afectado de nulidad en tanto se trata de
un negocio jurídico verdadero y real que contiene la auténtica voluntad de las partes
contratantes.
Para los italianos, en cambio, el contrato simulado es válido, pero ineficaz en
ambos tipos de simulación. “El contrato simulado es ineficaz (entre las partes) no
porque falte la voluntad interna o psicológica de los contratantes, sino porque está
presente, y es simultánea –como fuerza que impide– una voluntad negativa, la cual
encuentra su manifestación en el acuerdo simulatorio o pacto de simular. Es decir, no
hay ausencia de voluntad, sino presencia de una voluntad contraria y (no simplemente
interna, sino) declarada”(351). Según este punto de vista, entonces, lo que encontramos
en la simulación no es una ausencia de voluntad, sino dos acuerdos contrarios y suce-
sivos (el contrato simulado y el acuerdo simulatorio) de los cuales el último modifica
o destruye los efectos del primero.
Y esto se ve reflejado en el artículo 1414 del Código Civil italiano que, al seña-
lar que “el contrato simulado no produce efecto entre las partes”, pone de manifiesto
que el régimen (o la sanción) de la simulación se ubica en el plano de la ineficacia,
aunque tradicionalmente haya sido tratado en el de la invalidez.
Los italianos defienden su punto de vista señalando que esta es una manera más
realista de apreciar el fenómeno simulatorio: “La reconstrucción más realista capta
la esencia del fenómeno en la creación intencional y acordada de una apariencia de
efectos contractuales en realidad no queridos (…). En esta perspectiva, el fenómeno [la
simulación se coloca mejor en el terreno de los efectos [eficacia], que en el del supuesto
(349) CARNELUTTI, Francesco. “El acto simulado”. En: La simulación en los actos jurídicos. Compilación y
extractos de Fernando Quiceno Alvarez. 2ª edición. Editorial Jurídica Bolivariana. Bogotá-Caracas-Panamá-
Quito, p. 257.
(350) LARENZ, Karl. Derecho Civil. Parte general. Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1978, p. 500;
FLUME, Werner. El negocio jurídico. 4ª edición. Fundación Cultural del Notariado, Madrid, 1998, p. 484.
(351) FERRI, Luigi. Lecciones sobre el contrato. Ob. cit., pp. 15-16.
285
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
6.1. El modelo normativo peruano: remedios distintos para los actos simulados
¿Y por cuál de estos dos modelos optó el legislador peruano? En nuestro país
tenemos dos normas que se encargan del tema, y cuya interpretación ha dado lugar a
posiciones encontradas entre quienes se han ocupado del tema(353):
Artículo 219 inciso 5.- “El acto jurídico es nulo cuando adolezca de simu-
lación absoluta”.
Artículo 221 inciso 3.- “El acto es anulable por simulación, cuando el acto
real que lo contiene perjudica el derecho de tercero”.
Algunos, siguiendo la posición germana, que concibe a la simulación como una
discrepancia consciente entre voluntad y declaración, han dicho que el negocio simulado
siempre es nulo, independientemente del tipo de simulación ante la cual nos encontre-
mos: “Resulta incongruente que el legislador peruano haya sancionado con nulidad
únicamente al negocio jurídico simulado en la simulación absoluta, por cuanto como
ya se indicó, el negocio simulado es nulo tanto en la simulación absoluta como en la
relativa. Como consecuencia de ello, debe entenderse que la causal de anulabilidad
contemplada en el inciso 3 del artículo 221 CC, se aplica solo para el acto disimulado
en los supuestos de simulación relativa, cuando aquel, reuniendo todos sus requisitos
de sustancia y forma, perjudica el derecho de un tercero”(354).
Esta posición ha sido criticada por otro sector de nuestra doctrina, en el enten-
dido de que si se sostiene –como lo hacen los códigos francés y alemán– que la simu-
lación es un supuesto de discrepancia consciente entre lo declarado y lo querido, esta
situación de discrepancia debiera conllevar no a un escenario de nulidad, sino de ine-
ficacia, pues entre las partes del contrato simulado sus efectos están ausentes no por
carecer de sostén en una correspondiente voluntad interna, sino porque se ha decla-
rado, aunque de manera oculta, la voluntad de que tales efectos no se realicen: “No
hay ausencia de voluntad, sino presencia de una voluntad contraria, y no simplemente
interna, sino declarada (…) queda claro que la existencia de una manifestación de
voluntad incompatible con la manifestación de voluntad simulada prueba [de] que en
realidad hay un contrato válido pero ineficaz”(355).
286
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
Sin embargo –continúa diciendo esta segunda corriente de opinión– nuestro legis-
lador, en vez de inclinarse ya sea por el remedio de la nulidad (siguiendo el modelo
alemán) o por el de la ineficacia (conforme al modelo italiano), lo que hizo fue com-
binar ambas soluciones, con lo cual ello terminó consagrando, de forma contradicto-
ria, la ineficacia del negocio simulado (solución italiana) en la simulación relativa y
la nulidad del mismo (solución alemana) en la simulación absoluta:
“Textualmente el CC incorporó el modelo italiano en simulación relativa y el
modelo alemán en simulación absoluta”, por ende, en nuestro país, “el con-
trato simulado será ineficaz en simulación relativa y no nulo. Por su parte,
el contrato simulado es nulo en simulación absoluta de conformidad con el
numeral 5 del artículo 219 del CC”(356).
Y –se dice– esta opción de nuestro legislador habría sido un error, por cuanto
se trata de soluciones incompatibles: “Es decir, o se regula la nulidad o se norma la
ineficacia del contrato simulado. Es ilógico regularlas al mismo tiempo. No caben
regularlas juntas en un Código Civil (…). Quienes siguen los modelos de los códi-
gos civiles francés y alemán pueden sustentar con razón que un contrato simulado
es nulo. Por el contrario, quienes siguen la posición romanista e italiana, la sanción
debe ser la ineficacia”(357).
Coincido con la segunda posición, en el sentido de que nuestro CC ha establecido
(de manera contradictoria) distintos remedios para el acto simulado dependiendo del
tipo de simulación frente a la cual nos encontramos. Echemos un vistazo a las nor-
mas vinculadas a la simulación para explicar esto.
287
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
El artículo 193 CC nos dice lo siguiente: “La acción para solicitar la nulidad del
acto simulado puede ser ejercitada por cualquiera de las partes o por el tercero per-
judicado, según el caso”.
Aquí la norma se limita a hablar de la nulidad del “acto simulado”, pero no lo
restringe al ámbito de la simulación absoluta; ¿podríamos entonces concluir que la
posibilidad de solicitar la nulidad también aplica para el acto simulado en una simu-
lación relativa? Pienso que no, pues si leemos esta norma con la comentada hace un
momento (inciso 5 del art. 219 CC), la conclusión será que el remedio de la nulidad
solo ha sido diseñado para el acto simulado en los casos de simulación absoluta.
Pero nótese que el 193 CC también menciona que la nulidad podrá ser solicitada
no solo por las partes del contrato simulado, sino también por los terceros que resul-
taran perjudicados por él. Y de ello podría surgir la siguiente interrogante: ¿El hecho
de que la norma mencione a eventuales “terceros perjudicados” no es un indicativo
de que se está haciendo referencia, también, a un supuesto de simulación relativa,
con lo cual la “acción de nulidad” que menciona la norma, aplicaría también para los
contratos simulados dentro de una simulación relativa?
La respuesta, nuevamente, es negativa, pues los “terceros perjudicados” por la
simulación no necesariamente aparecerán con ocasión de una simulación relativa;
una simulación absoluta también puede, sin duda alguna, afectar a terceros, y serán
ellos quienes, de acuerdo con el 193 CC, estén legitimados para solicitar la nulidad
de dicho acto simulado.
Pensemos en el ejemplo que pusimos al inicio: X es propietario de un inmueble
y además deudor de un banco. Dada la difícil situación que atraviesa, X sabe que no
podrá honrar la deuda y que, probablemente, el banco inicie las acciones legales para
embargarle el bien y con el producto de su remate satisfacer su crédito. Es por ello
que X contacta a su buen amigo Z y suscribe con él una compraventa, de modo tal
que el inmueble pase a estar a nombre de este último. ¿Ante qué tipo de simulación
estamos? Absoluta, pues las partes crean la apariencia de suscribir una compraventa
cuando su intención es no vincularse de ninguna manera, dejando simplemente que
el bien permanezca (realmente) dentro del patrimonio de X. ¿Quién es el afectado
aquí? Sin duda alguna el banco, pues con dicha compraventa se genera la apariencia
de que el inmueble ha pasado al patrimonio de Z, imposibilitando el embargo (y por
ende el cobro de la deuda), ya que un acreedor (como regla) solo puede satisfacer sus
créditos con los bienes de su deudor (en esto consiste el denominado principio de res-
ponsabilidad patrimonial, el cual, a diferencia de países como Italia(358) o España(359),
no está regulado de forma expresa en nuestro CC).
Por ende, el banco (al amparo del 193 CC), en su condición de tercero del contrato
simulado, estará plenamente legitimado para demandar la nulidad de la compraventa
(358) Artículo 2740 del Código Civil italiano: “El deudor responde del cumplimiento de las obligaciones con todos
sus bienes presentes y futuros”.
(359) Artículo 1911 del Código Civil español: “Del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos
sus bienes, presentes y futuros”.
288
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
X-Z, logrando con ello que el bien “vuelva” a figurar dentro del patrimonio de X y
así poder embargarlo. Por ello se dice que con la nulidad del acto simulado lo que
se busca es “revelar la verdadera relación entre las partes de la simulación”(360). La
intención del banco con la “acción” de nulidad será revelar que el propietario de ese
bien sigue siendo X.
Un segundo ejemplo: E vende simuladamente un inmueble a F, con lo cual real-
mente el bien le sigue perteneciendo a E. Luego de ello, E vende (pero esta vez de
manera real) ese mismo bien a G. Como es obvio, G tendrá interés en demostrar que
la compraventa E-F es simulada y por ende carente de efectos, porque solo así des-
miente una apariencia que para él resulta perjudicial, pues con base en ella alguien
podría concluir (equivocadamente) que G adquirió de quien no era el propietario (E),
pues este previamente había transferido el bien a F. Solo con la sentencia que reco-
nozca como nulo por simulación al contrato E-F, G podrá acreditar que adquirió del
verdadero propietario y de ese modo evitará cualquier afectación o desconocimiento
de su derecho. En tal sentido, G es un tercero perjudicado con la simulación absoluta
y por ende un interesado en que prime la realidad, para lo cual necesitará accionar
contra el contrato E-F solicitando su nulidad.
Con todo lo dicho, queda claro lo siguiente: el hecho de que el 193 CC abra la
puerta a los “terceros perjudicados” para que sean ellos quienes puedan accionar la
nulidad del acto simulado, no implica, necesariamente, que estemos en un supuesto
de simulación relativa, pues los casos de simulación absoluta pueden (y de hecho ello
ocurre en la gran mayoría de los casos) terminar afectando también los intereses de
terceros (aun si el 193 CC no mencionase a los “terceros perjudicados” como legiti-
mados para solicitar la nulidad del acto simulado en una simulación absoluta, aque-
llos igual podrían hacerlo en virtud del 220 CC(361), pues este, de manera genérica, le
otorga legitimidad a todo tercero con interés –y no hay duda de que el “tercero per-
judicado con la simulación” califica como tal– para solicitar la nulidad de un acto).
En concusión: (i) debemos leer el 193 CC como una norma que solo aplica para
los casos de simulación absoluta; y (ii) el remedio de la nulidad aplica solo para el
acto simulado en los casos de simulación absoluta.
(360) PINTO OLIVEROS, Sheraldine. “Breves notas críticas sobre la simulación en el Código Civil peruano a la
luz del Derecho Comparado”. Ob. cit., p. 38.
(361) Artículo 220.- “La nulidad a que se refiere el artículo 219 CC [dentro del cual está listado el acto simulado en
un caso de simulación absoluta] puede ser alegada por quienes tengan interés o por el Ministerio Público”.
289
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(362) PINTO OLIVEROS, Sheraldine. “Breves notas críticas sobre la simulación en el Código Civil peruano a la
luz del Derecho Comparado”. Ob. cit., p. 39.
(363) Ídem.
290
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
del negocio jurídico o contrato aparente ‘cuando el acto real que lo contiene
perjudica el derecho de terceros’; y, ello pese a que el artículo 191 del mismo
Código aluda implícitamente a la ineficacia de dicho negocio jurídico o
contrato aparente y, además, para establecer la eficacia del negocio jurídico
o contrato oculto exija que este último no perjudique los derechos de terce-
ros. En otros términos, el artículo 191 del Código Civil peruano exige que
el negocio jurídico o contrato oculto no perjudique derechos de terceros a
los fines de determinar su eficacia, e implícitamente para establecer la ine-
ficacia del negocio jurídico o contrato aparente; mientras que, el artículo
221 del mismo Código requiere que el negocio jurídico o contrato oculto
afecte derechos de terceros para establecer la anulabilidad del negocio
jurídico o contrato aparente”(364) (el énfasis es mío).
¿Cómo superar esta contradicción? ¿Cuál de los remedios (anulabilidad o ine-
ficacia) debemos considerar aplicable para los contratos simulados en supuestos de
simulación relativa?
El artículo 221 CC permite activar el remedio de la anulabilidad contra el acto
simulado siempre que el acto real (oculto) afecte a terceros, lo cual constituye un error,
pues debiera ser todo lo contrario: lo que suele afectar a los terceros en un caso de
simulación relativa no es el acto oculto, sino el simulado, es decir, el acto que se les
muestra a dichos terceros con la finalidad de que no lleguen a tomar conocimiento
del acto real.
“A diferencia del Codice Civile italiano, el Código Civil peruano no se limita
a requerir que el negocio jurídico o contrato oculto cumpla con los requisitos
de forma y sustancia para establecer su eficacia, sino que, adicionalmente,
exige que dicho negocio jurídico o contrato oculto no perjudique los dere-
chos de terceros; y ello, a pesar de que, en la práctica, el negocio o con-
trato que principalmente pudiera perjudicar los derechos de terceros
es el negocio jurídico o contrato aparente” (el énfasis es mío).
Veamos esto con un ejemplo:
Pensemos en la simulación de una compraventa (acto aparente) que oculta una
donación (acto oculto) con la finalidad de que el impuesto aplicable sea menor. En esta
hipótesis, el interés del tercero (la Sunat) es afectado por el acto aparente, es decir,
la compraventa, pues, con base a dicho contrato, el fisco percibirá menos impuestos.
Por ello, el interés de los terceros, antes que atacar al contrato oculto o real, será
atacar al contrato simulado, para que de este modo se caiga el velo y quede en evi-
dencia el contrato real, que fue el que las partes pretendieron mantener alejado de los
ojos de los terceros. En este sentido, se ha dicho con acierto que:
“La sentencia de la acción de simulación es declarativa en cuanto se dirige
a reconocer la ineficacia del contrato simulado [aparente] y a revelar [no a
(364) Ídem.
291
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
292
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
pues esta pretensión no tiene los límites que sí ha establecido el legislador para la
(mal llamada) “acción de anulabilidad”; siendo así, los terceros afectados con el acto
simulado podrán accionar contra él para que quede en evidencia el acto real que las
partes pretendieron ocultar.
¿Y cómo funcionaría esta “ineficacia” del acto simulado (en una simulación rela-
tiva) en caso de que quien pretenda plantear el remedio no fuese un tercero, sino más
bien alguna de las partes del contrato simulado? Apliquémoslo a un caso concreto:
X, siendo soltero, adquirió un departamento. Pasaron los años, contrajo
matrimonio y al poco tiempo inició una relación extramatrimonial y clan-
destina con Z. X ha decidido donarle su inmueble, pero para no levantar
sospechas ante su cónyuge, decide simular una compraventa a favor de Z.
En este caso tenemos una simulación relativa, en donde la compraventa es
el acto simulado, falso o aparente, mientras que la donación (que se hizo
correctamente por escritura pública) es el acto real u oculto. Como conse-
cuencia de todo ello, Z pasó a vivir en el departamento. Al poco tiempo la
relación clandestina entre X y Z llegó a su fin, y ahora Z está preocupada
por el hecho de que X trate de anular el contrato de donación.
¿Podría X solicitar la nulidad, anulación o ineficacia de tal donación? La res-
puesta es no, porque el contrato de donación se hizo correctamente, respetando la
formalidad solemne que establece la ley, por lo que X (que fue parte de ese contrato
disimulado) no está legitimado para impugnarlo.
¿Qué podría hacer X? X podría pretender cobrarle el precio de venta que figura
en el contrato de compraventa que simuladamente suscribió a favor de Z. Es decir,
ya que X no podrá recuperar la propiedad del departamento (pues se la transfirió de
manera válida a Z) al menos podría tratar de ejecutar la compraventa simulada (falsa)
para así cobrar el precio “pactado”.
¿Es posible que X pretenda ejecutar un contrato falso? ¿No tiene Z, acaso, alguna
herramienta para impedir que ello ocurra? Ya que estamos ante una simulación rela-
tiva, en la cual el remedio para el acto simulado es la ineficacia, Z podría solicitar al
juez la declaración de ineficacia de la compraventa (contrato aparente o simulado), para
que de este modo quede en evidencia o salga a la luz la realidad, es decir, el contrato
de donación celebrado entre X y Z, quedando con ello claro que Z puede conservar
la propiedad sin necesidad de pagar contraprestación alguna.
Así es, precisamente, cómo funciona en Italia el remedio de la ineficacia del con-
trato simulado: la sentencia de la acción de simulación es declarativa en cuanto se
dirige a reconocer la ineficacia del contrato simulado y a revelar la verdadera relación
entre las partes de la simulación.
En conclusión, me alineo con aquel sector de nuestra doctrina que sostiene que,
en nuestro país se ha regulado, de forma contradictoria y en simultáneo, la ineficacia
del negocio simulado, en la simulación relativa, y la nulidad del mismo en la simu-
lación absoluta.
293
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
294
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
menores contenidas en tal derecho) califiquen como actos “sobre bien ajeno”. Así, en
el ejemplo propuesto, si B realmente nunca adquirió la propiedad del bien (no olvi-
demos que el contrato celebrado con A está sancionado con la nulidad) mal podría
transferir ese derecho o facultades contenidas en el mismo (como por ejemplo el uso
o el disfrute), pues así lo exige el principio del nemo dat quod non habet, es decir,
nadie puede transferir un derecho que no tiene.
Sin embargo, como iremos viendo, este principio termina flexibilizándose en
aras de proteger al denominado “tercero adquirente”.
(370) BIANCA, Massimo. Diritto Civile III. Il contratto. Giuffrè Editore, Milano, 1987, pp. 666-667.
295
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
confiando en que este traía consigo una cualidad (la servidumbre), y que
además pagó por ella (onerosidad), en tanto representó un incremento en el
precio de venta.
c. Se adquiere una posición de ventaja dependiente del acto simulado, aunque
consistente en una cualidad del derecho adquirido caracterizada en sentido
solo negativo, como la inexistencia de vínculos o cargas: imaginemos que
C adquiera de B un inmueble que está gravado con una hipoteca o una ser-
vidumbre a favor de A, pero que C considera libre de cargas y gravámenes,
ya que al momento en que celebró la compraventa con B, este le mostró una
escritura pública en la que A renunció tanto a su derecho de hipoteca como
a la servidumbre (lo que C desconocía es que dichas renuncias eran simula-
das). Imaginen que luego de celebrado el contrato B-C, A pretende ejercer su
derecho de servidumbre sobre el predio (ahora de C) o ejecutar la hipoteca
a la que falsamente había renunciado. ¿Debe C soportar el ejercicio de tales
cargas o gravámenes, pese a que cuando adquirió el dominio, las aparien-
cias indicaban que se trataba de un bien realengo? ¿O, muy por el contrario,
podría C oponerse a tal ejercicio aparándose para ello en el 194 CC?
Nótese que, en este caso, y para ser muy precisos, no es que C haya adqui-
rido su derecho (propiedad) de un “titular aparente” (por el contrario, no
hay dudas de que B sí era el propietario), sino que adquirió del titular (B) un
derecho “aparentemente libre de cargas y gravámenes” (cualidad negativa del
bien). La doctrina(371) opina que este caso sí encaja en el supuesto de hecho
del 194 CC(372), por lo que deberá entenderse que C adquirió una propiedad
libre: es decir, no le será oponible el contradocumento que (conteniendo al
acuerdo simulatorio) indicaba que la renuncia efectuada por A era simulada
y que, por ende, la hipoteca y la servidumbre en realidad persistían.
Entonces, el sujeto protegido por el 194 CC es el tercero que, confiando en la
apariencia, adquiere del titular aparente, y esta protección “responde al principio de
apariencia, que no debe entenderse como equivalencia entre apariencia y realidad,
sino más bien en el sentido de que quien crea una situación negocial aparente [A] no
puede hacer valer en perjuicio de los terceros [C] la situación real”(373).
El interés del tercero adquirente es que la apariencia (en la que confió al momento
de contratar) prime sobre la realidad, porque de lo contrario se le privaría de su dere-
cho adquirido (o, en todo caso, se le castigaría con cargas o gravámenes que él creyó
inexistentes).
Ahora bien, hay otro tipo de “terceros” que pueden también estar vinculados con
un contrato simulado, pero a diferencia de los terceros adquirentes, no pretenden que
296
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
la apariencia prime sobre la realidad, sino todo lo contrario: pretenden que la realidad
esté por encima de la apariencia.
Pensemos en los acreedores del transferente simulado (que en nuestro ejemplo
sería A), quienes han visto falsamente disminuido el patrimonio de su deudor (A) y
pretenden impugnar dicha apariencia para que salga a la luz la verdad, esto es, que
el inmueble que A supuestamente le transfirió a B, sigue siendo de aquel y por ende
es factible de ser embargado para que así ellos puedan hacerse cobro de lo que se les
adeuda. La simulación afecta a esta clase de terceros, y es por eso que se les deno-
mina “terceros perjudicados con la simulación”.
Estos terceros perjudicados también podrían terminar enfrentándose a los ter-
ceros adquirentes. Veamos:
En el ejemplo puesto al inicio, la compraventa A-B se celebró para que el banco
acreedor de A no tenga qué embargar (tercero perjudicado), y luego de ello aparece
C (tercero adquirente) para comprarle el bien a B, basándose para ello en la aparien-
cia registral, según la cual este último era el propietario del bien. Mientras que, por
un lado, el interés del tercero perjudicado es desmentir (atacar) el contrato simulado,
en tanto este perjudica su derecho(374) de crédito (su interés es que prime la reali-
dad), el interés del tercero adquirente es que prime la apariencia, pues solo con-
siderando a B como propietario se justifica que C haya podido adquirir el dominio.
El artículo 194 CC, al señalar que “la simulación no podrá ser opuesta por los
terceros perjudicados”, ha solucionado el conflicto dándole prevalencia a la confianza
depositada por el tercero adquirente y sacrificando el interés del tercero perjudicado,
quien (en el ejemplo planteado) deberá buscar otro bien de propiedad de su deudor
(A) para satisfacer el cobro de su crédito.
En conclusión, el 194 CC protege a los terceros adquirentes tanto de las partes
del contrato simulado como de los terceros perjudicados; ninguno de ellos, en ningún
caso, podrá hacer valer la nulidad del contrato simulado contra dicho tercero (quien
precisamente confió en la apariencia generada por dicho contrato simulado).
7.3. ¿Qué significa que la simulación no pueda ser opuesta a los terceros?
El 194 CC nos dice que al tercero adquirente no le puede ser “opuesta la simu-
lación”. ¿En qué consiste esta “inoponibilidad de la simulación”? Significa que el
transferente simulado (A, en nuestro ejemplo) no puede pretender que la realidad le
sea aplicada a C (tercero adquirente), pues si este último actuó confiando en la apa-
riencia, entonces es esta la que, para él, fungirá de “realidad”, aun cuando no lo sea.
Y esta situación no cambia por el hecho de que A obtenga una sentencia que
reconozca o declare la nulidad del contrato A-B. En este caso, la “inoponibilidad de la
simulación”, de la que nos habla el 194 CC, debe ser entendida como “inoponibilidad
(frente al tercer adquirente) de la sentencia que declare la nulidad del acto simulado”.
297
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Es así, entonces, como el 194 CC rompe con el principio del nemo dat quod
non habet (nadie puede transferir un derecho que no tiene), pues si lo aplicáramos
de manera rigurosa, la conclusión sería que, si en una cadena de transferencia (A le
vende a B y este a su vez a C), se detecta la presencia de un vicio de nulidad en algu-
nos de los eslabones, entonces se genera la nulidad de todos las transferencias que le
siguen. Por ello, si el contrato A-B es nulo por simulación, entonces el contrato B-C
debiera seguir la misma suerte. Sin embargo, el 194 CC pone un freno al denominado
efecto “cascada” de la nulidad, para así proteger la confianza depositada por C en la
apariencia creada por el contrato precedente (A-B).
Como bien se ha dicho, “si un negocio es nulo, la ineficacia absoluta de la primera
transferencia se refleja en los sucesivos actos de adquisición, aunque se hayan reali-
zado de buena fe (salvo la aplicación de algunos principios especiales en materia de
posesión y de transcripción). El negocio nulo es, pues, ineficaz no solo entre las partes,
sino también respecto de los terceros. En cambio, el negocio simulado deja intactas
las adquisiciones de los terceros de buena fe, siendo esta una de las principales aplica-
ciones de la tutela de la confianza de los terceros en la circulación de los bienes”(375).
(375) BIGLIAZZI, BRECCIA, BUSNELLI, NATOLI. Derecho Civil. Tomo I. Volumen 2. Traducción de Fernando
Hinestrosa. Editorial Universidad Externado de Colombia, 1992, p. 928.
298
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
suscribió la compraventa con B, aquel tenía conocimiento de que este era un titular
aparente, entonces habrá cumplido con el requisito de la buena fe; y (ii) si C acredita
que hubo una contraprestación por el derecho adquirido de manos de B, la onerosi-
dad estará probada (como en el ejemplo propuesto el contrato B-C fue una compra-
venta, la onerosidad se da por descontada). El cumplimiento de estos dos requisitos
le garantizará a C que la nulidad del contrato precedente (A-B) no lo afecte.
En cambio, si aplicamos el artículo 2014 CC, no bastaría con la onerosidad y
buena fe para que C quede protegido, sino que además tendría que (entre otras cosas)
haber inscrito su respectiva adquisición.
Y este requisito (la inscripción), que no exige el 194 CC y sí el 2014 CC, podría
resultar siendo determinante. Imaginemos que C celebró su contrato de compraventa
con B actuando con buena fe (creía realmente que el propietario del bien era B, en
tanto así además lo publicitaba la partida registral), sin embargo, omitió inscribir su
derecho en el Registro. Al cabo de un tiempo, A demanda la nulidad de la compra-
venta con B e inscribe dicha demanda en la partida del inmueble. Luego de ello, y
por consejo de su abogado, C también inscribe su contrato con B. Ante ello, A soli-
cita que C sea incorporado en el proceso como demandado, pues su intención es que
la sentencia de nulidad no solo cancele el asiento registral en donde B figura como
propietario, sino también el de C, pues solo así A logrará volver a aparecer como el
propietario registral. ¿Podrá dicha demanda afectar a C?
Si aplicamos el 194 CC, diremos que C quedó protegido en el instante en que
celebró su contrato con B, pues cumplió con los requisitos de onerosidad y buena fe,
y eso es suficiente para que la nulidad del acto simulado no lo pueda afectar.
Por el contrario, si aplicamos el 2014 CC, C no quedaría protegido, en tanto
dicha norma impone como requisito de “cierre” que; (i) el tercero haya inscrito su
adquisición; y (ii) que dicha inscripción se hubiese hecho de buena fe, es decir, des-
conociendo que, para el momento de la inscripción, la información publicitada por
el Registro era errónea.
¿Y qué ocurrió en el caso planteado? Cuando C inscribió su adquisición, la par-
tida registral ya publicitaba la demanda de nulidad planteada por A, por lo que C no
podría decir que desconocía que la información brindada por el Registro (y que mos-
traba a B como el titular del derecho) era equivocada. Por ende, la inscripción de C
no se habría hecho con buena fe, lo cual determinaría que su adquisición no quede
protegida frente a la nulidad del contrato A-B.
Nótese las soluciones contrapuestas que nos ofrecen ambos artículos para el
mismo caso: (i) si consideramos aplicable el 194 CC, el hecho de que el contrato B-C
se haya inscrito con posterioridad a la demanda de nulidad planteada por A no impide
que la adquisición de C quede protegida frente a la nulidad del contrato A-B; en cam-
bio, (ii) si consideramos aplicable el 2014 CC, el hecho de que el contrato B-C se haya
inscrito con posterioridad a la inscripción de la demanda planteada por A, determi-
nará que la nulidad del contrato A-B sí afecte la adquisición de C.
299
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
¿Cuál es la norma que debemos aplicar? O para decirlo con otras palabras: ¿en el
supuesto de hecho de cuál de las dos normas encaja el caso recién planteado?
Lo primero que debemos hacer es descartar que ambas normas puedan ser apli-
cadas en simultáneo, ya que ello sería contradictorio (como ya vimos, la aplicación
de cada una de ellas nos arroja resultados incompatibles).
300
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
(376) “En las adquisiciones a non dominio se constituye una fattispecie jurídica, de la cual el negocio traslativo (de por
sí incapaz de tener algún efecto jurídico por defecto de legitimación), constituye un elemento necesario, pero
del todo insuficiente, porque debe ser complementado por la entrega de la cosa y la buena fe del adquirente”:
FALZEA, Angelo. “El principio jurídico de la apariencia”. En: Derecho PUCP N° 59, Lima, 2007, p. 189.
(377) Considera a la buena fe como el fundamento de la protección del tercero en la aplicación del principio de fe
pública registral: GORDILLO CAÑAS, Antonio. El principio de fe pública registral Nº 3. Biblioteca Moderna
de Derecho Civil, Jurista Editores, Lima, 2010.
(378) “Por ello, a la pregunta de por qué se prefiere en la concurrencia de acreedores sobre un mismo bien inmueble
al adquirente que inscribe con buena fe, respondemos que dicha prelación se otorga sobre la base de la noción
de seguridad jurídica que tutela el derecho. Entre sucesivos adquirentes, se prefiere a aquel que encarna la
noción de seguridad jurídica que no es otro que el adquirente de buena fe: aquel que creyó (buena fe creencia)
en la legitimidad de su adquisición, sea por ignorancia o por error”: FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La buena
fe en la concurrencia sobre bienes muebles”. En: Derecho PUCP N° 41, 1987, p. 195.
301
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
decir, el sistema protege la confianza con que actuó el tercero comprador aun cuando
con ello se lesiona el derecho de propiedad y la libertad de contratación del vende-
dor simulado (verdadero propietario), quien no manifestó nunca una voluntad real ni
desprenderse del dominio.
Lo mismo pasa con el propietario que presta su bien mueble (un celular, por ejem-
plo) y luego el poseedor (no propietario) lo vende a favor de un tercero, quien toma
posesión del bien creyendo que la persona que se lo vende es el genuino propietario.
En este caso, el verdadero propietario ve cómo su propiedad “inviolable” y su liber-
tad de contratación “intangible” terminan siendo sacrificadas para proteger la adqui-
sición del tercero que actuó con buena fe (artículo 948 CC).
Estos ejemplos buscan demostrar cómo en todos los casos de adquisición a non
domino la propiedad termina siendo vulnerada –aun cuando la Constitución diga que
es “inviolable”– y la libertad de contratación del verdadero propietario es hecha a
un lado y reemplazada por la protección de quien actuó creyendo legítimamente que
contrataba con el verdadero titular del derecho. Es decir, nuestro sistema admite este
“sacrificio” con tal de proteger otro valor que considera más importante: la tutela de
la confianza.
Y algo similar ocurre con la aplicación de los artículos 194 CC y 2014 CC: ambas
normas le permiten al tercero (C) que contrató con quien no era el propietario (B),
mantener su adquisición en detrimento del verdadero titular (A). El sistema sabe per-
fectamente que con ello puede estar lesionando el derecho de quien formó parte del
primer contrato (que en nuestro ejemplo sería A), pero opta por sacrificarlo, pues de
por medio está la necesidad de tutelar otros intereses, como la buena fe, la seguridad
en la contratación y la confianza en el Registro.
En esto consiste, precisamente, la denominada “seguridad jurídica dinámica”:
“Ningún beneficio adquirido en el patrimonio de un sujeto deba frustrarse por hechos
o situaciones ajenas que no haya podido conocer, de tal suerte que un tercero de buena
fe mantiene la adquisición de un derecho, aunque el transmitente no sea el propieta-
rio, si es que desconocía razonablemente las circunstancias que denotaban la ausen-
cia de titularidad del transmitente”(379).
Y en el caso puntual del 2014 CC, se ha dicho que la tutela de los terceros que
esta norma provee encuentra como sustento un principio general de publicidad, el
cual “comprende todos los casos en que el acto realizado por el tercero con un sujeto
que no tiene la titularidad del derecho es eficaz, de todos modos, como si hubiera sido
realizado con el titular, siempre que un título de investidura formal de aquel sujeto
[que en nuestro caso vendría a ser la inscripción registral a su favor] cree una situa-
ción de confianza del tercero. La investidura formal en un derecho subjetivo que real-
mente no existe se presenta en varias hipótesis: de la posesión de los instrumentos
de fe pública, e incluso a las diversas figuras de publicidad. En todos estos casos, el
(379) GARCÍA GARCÍA, José Manuel. “La función registral y la seguridad del tráfico inmobiliario”. En: Revista
Crítica de Derecho Inmobiliario. Número conmemorativo por el 50° aniversario de la reforma hipotecaria
de 1944, Madrid, 1995, p. 91.
302
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
8.2. ¿Cuál es el ámbito de aplicación del 194 CC? Contratos simulados cele-
brados sobre bienes muebles
De todo lo dicho hasta aquí podría surgir una duda: si a los casos en donde un
tercero (C) adquiera derechos sobre inmuebles inscritos confiando en la apariencia
creada por el contrato simulado se les debe aplicar el 2014 y no el 194 CC, ¿para qué
existe este último? ¿Qué utilidad tendría? ¿Tiene justificación que exista el 194 CC si
ya tenemos un artículo como el 2014 CC que regula de forma mucho más integral la
tutela de los terceros frente a la nulidad de los contratos simulados celebrados sobre
inmuebles inscritos? ¿El supuesto de hecho regulado por el 194 CC está incluido ínte-
gramente dentro del 2014 CC?
Un principio interpretativo, denominado “argumento económico”, nos dice que
se debe descartar la interpretación que nos conduzca a sostener que existe una norma
carente de contenido(381). Es decir, no debemos limitarnos a decir que el 194 CC y el
(380) FALZEA, Angelo. “El principio jurídico de la apariencia”. Traducción de Leysser León. En: Derecho PUCP
Nº 59, p. 181. Tomado del título original: “Apparenza”. En: FALZEA, Angelo. Ricerche di teoria generale
del diritto e di dogmatica giuridica, II, Dogmatica giuridica. Giuffré, Milán, 1997, pp. 809-856.
(381) “Se excluye la atribución a un enunciado normativo de un significado que ya es atribuido a otro enunciado
normativo, preexistente al primero o jerárquicamente superior al primero o más general que el primero, y
ello porque si la atribución de significado no fuese excluida se encontraría frente a un enunciado normativo
superfluo”: TARELLO, Giovanni. L’interpretazione della legge. Giuffrè, Milán, 1980, p. 371, citado por
303
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
2014 CC regulan las mismas situaciones, pues ello nos llevaría a concluir que el 194
CC termina “sobrando”, ya que todo su contenido estaría regulado dentro del 2014 CC.
Para que la existencia del 194 CC esté justificada, debemos encontrar casos en
los que dicha norma pueda ser aplicada, pero sin que ello signifique una duplicidad de
regulaciones o superposición con el 2014 CC. Es decir, si hay casos que solo encajan
dentro del supuesto de hecho del 194 CC y no en el del 2014 CC, entonces la existen-
cia del 194 CC estará justificada. ¿Existen esos casos?
Apliquemos el caso con el que venimos trabajando, pero esta vez para un bien
mueble (a este supuesto el 2014 CC no le será aplicable en tanto dicho artículo solo
regula la contratación sobre inmuebles). X simula la compraventa de un celular de
última tecnología a favor de Z y le entrega la posesión. Aprovechándose de ello, Z
vende el celular a W, quien lo compra confiando en que Z es el verdadero propietario
(de acuerdo con el 912 CC, el poseedor es reputado propietario mientras no se pruebe
lo contrario). Además, W recibe la posesión del celular. Al cabo de un tiempo apa-
rece X, quien le exige a W le entregue el celular, pues quien se lo vendió (Z) no era
el propietario, ya que el contrato que tenía a su favor era simulado.
En este caso W podría defenderse invocando ya sea el 194 CC (contrató sobre
el bien de manera onerosa y actuando con buena fe, por lo que la simulación no le es
oponible) o el 948 CC, pues además de haber contratado a título oneroso y de buena
fe, recibió la posesión del bien, con lo cual se convirtió en propietario, pese a que
quien se lo vendió (Z) carecía de facultades para enajenarlo.
Este caso no es conflictivo, en tanto ya sea que apliquemos una u otra norma,
el resultado siempre será el mismo: W no puede ser perjudicado por la simulación
invocada por X.
Pero cambiemos ahora un pequeño dato: W celebró la compraventa con Z; sin
embargo, no llegó a recibir la posesión (pese a que el bien estaba bajo control de Z).
Al cabo de un tiempo se entera de que su vendedor (Z) había resultado ser un falso
propietario, pues el contrato otorgado a su favor había sido simulado. Sin embargo,
W considera que dicha situación no le puede ser oponible, ya que él no estuvo de la
simulación para el momento en que compró el bien, así que se dirige donde Z (su
vendedor) y le exige la entrega del bien. Frente a ello, Z le responde que está siendo
presionado por X, quien también le viene exigiendo la devolución del bien, ya que la
compraventa celebrada entre ellos fue simulada. ¿Debe primar el derecho de propie-
dad de X o la tutela de la confianza y buena fe de W?
Si aplicamos el 194 CC, la nulidad del contrato simulado X-Z no le podrá ser
oponible a W, pues este habría cumplido con los requisitos que exige tal norma para
recibir protección: contrató a título oneroso y lo hizo de buena fe. Siendo así, W tendrá
derecho a que Z le haga entrega de la posesión del bien. Por el contrario, si aplicamos
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Los principios contenidos en el Título Preliminar del Código Civil de 1984.
Análisis doctrinario, legislativo y jurisprudencial. Fondo Editorial PUCP, Lima, 2005, p. 208.
304
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
el 948 CC, W no quedaría protegido, pues le faltó cumplir con el requisito de cierre:
recibir la posesión del bien en conflicto.
Véase, entonces, que en este caso, a diferencia del anterior, para el tercero adqui-
rente (W) no es irrelevante que se discuta qué norma regula su situación: (i) si se le
aplica el 194 CC, entonces podrá exigirle a Z la entrega del celular; en cambio, (ii) si
se le aplica el 948 CC, no tendrá derecho al celular, sino que el mismo deberá serle
restituido a X (original propietario).
Considero que en este caso las normas no se superponen, y cada una de ellas
podrá ser aplicada a un supuesto en particular:
(i) El 194 CC será aplicado cuando el tercero no hubiese recibido aún la pose-
sión del bien sobre el cual contrató, por lo que no habrá llegado a convertirse
todavía en propietario, pero sí en titular de un derecho de crédito contra su
transferente (Z), quien deberá entregarle el bien a él antes que al transfe-
rente simulado (X);
(ii) Por su parte, el 948 CC aplicará en caso el tercero (W) sí hubiese llegado
a recibir la posesión del bien, y en dicho escenario sí estaremos ante un
supuesto de adquisición a non domino, por lo que W ya no solo será titular
de un derecho de crédito contra su transferente (Z), sino titular de un dere-
cho de propiedad, el cual no podrá ser afectado por la eventual acción rei-
vindicatoria o acción de simulación que plantee el dueño original (X).
Entonces, como primera conclusión tenemos que el 194 CC sí puede ser apli-
cado de manera autónoma e independiente del 948 CC en aquellos casos en los que
el tercero celebra un contrato de transferencia de propiedad confiando en la apa-
riencia generada por el contrato simulado precedente, y siempre que no haya llegado
a recibir la posesión del bien (pues si ya la hubiese recibido, la norma que aplicaría
sería el 948 CC).
Pero hay un segundo supuesto en donde, tratándose de contratos simulados sobre
bienes muebles, el 194 CC es autónomo con relación al 948 CC: me refiero a todos
aquellos casos en los que el contrato del tercero hubiese sido uno mediante el cual
adquiere un derecho distinto al de propiedad. En estos casos, el 948 CC no podría
aplicarse, ya que él solo opera cuando el tercero celebra un contrato traslativo de pro-
piedad (expresamente el 948 CC señala que “quien de buena fe y como propietario
recibe de otro […])”.
Imaginemos que luego de la compraventa simulada entre X y Z, este celebra a
favor de W (quien actúa de buena fe) un contrato oneroso de constitución de derecho
de usufructo, uso o arrendamiento. Frente a la pretensión de X de desconocer el dere-
cho adquirido por W, alegando que quien se lo otorgó (Z) no tenía facultades para
hacerlo, pues el contrato otorgado a su favor era simulado, W podrá defenderse invo-
cando el 194 CC, independientemente de que hubiese recibido o no la posesión del
bien. En cualquiera de los escenarios (con posesión o sin posesión) la defensa de W
consistirá en sostener que a su adquisición a título oneroso y de buena fe no le puede
ser opuesta la nulidad (por simulación) del contrato previo X-Z.
305
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Entonces, como segunda conclusión tenemos que el 194 CC también puede ser
aplicado de manera autónoma e independiente del 948 CC en aquellos casos en los
que el tercero celebra un contrato de transferencia de cualquier otro derecho distinto
de la propiedad (podrá ser un derecho real menor como el usufructo o uso o un dere-
cho de crédito derivado de un arrendamiento), e independientemente de si dicho ter-
cero hubiese llegado a recibir la posesión del bien.
8.3. ¿Cuál es el ámbito de aplicación del 194 CC? Contratos simulados cele-
brados sobre inmuebles no inscritos
Hasta ahora hemos concluido que el 194 CC:
(i) No es aplicable para los contratos simulados que se celebran sobre bienes
inmuebles inscritos; y
(ii) Sí es aplicable para los contratos simulados que se celebran sobre bienes
muebles (salvo los casos en donde al tercero se le otorga un contrato trasla-
tivo de propiedad y además se le entrega la posesión del bien, en cuyo caso
la norma aplicable será el 948 CC).
Como podrá apreciar el lector, queda un nicho importante en donde el 194 CC
podría desplegar toda su eficacia: el de los contratos simulados celebrados sobre
inmuebles que no cuentan con inscripción en el Registro.
En efecto, imaginemos que X es propietario de un predio no inmatriculado (es
decir, un bien que no ha llegado a acceder al Registro, por lo que carece de una par-
tida registral en la que se publiciten los distintos derechos, cargas y gravámenes que
se van constituyendo sobre él). Además, X ejercía la posesión del bien y se encon-
traba registrado a nivel municipal (HR y PU) como el propietario. X transfiere simu-
ladamente el bien a favor de Z, y para hacer más creíble la transferencia, Z recibe la
posesión y queda inscrito como nuevo contribuyente ante la Municipalidad. Luego
de ello, y traicionando la confianza de X, Z vende el bien a W, quien lo adquiere con-
fiando en que él es realmente el propietario.
¿Podrá X oponerle a W la nulidad del contrato simulado previo? ¿Le bastará a
W el haber contratado a título oneroso y haber actuado con buena fe para que dicha
nulidad no llegue a alcanzarlo?
Como es obvio, en este caso no se le podría exigir a W, para quedar protegido,
que cumpla con los requisitos del 2014 CC (entre ellos, inscribir su adquisición), pues
nos encontramos ante un bien no inmatriculado, y el 2014 CC solo es aplicable en tanto
haya un Registro que publicite las distintas situaciones jurídicas subjetivas que se cons-
tituyen en torno al inmueble. Si un inmueble no se encuentra inscrito en el Registro
(como es el de nuestro ejemplo), sencillamente carece de relevancia la aplicación del
2014 CC así como todas las normas que forman parte del Libro de Registros Públicos.
Sin embargo, no brindarle tutela a W, a pesar de que cumplió con los requisitos
del 194 CC, significaría: (a) restarle todo tipo de relevancia al 194 CC cada vez que
se celebren contratos simulados sobre inmuebles y de ellos algún tercero derive su
306
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
adquisición; y (b) admitir que el 194 CC solo sería aplicable para cuando se suscri-
ban contratos simulados sobre bienes muebles. Ninguna de dichas conclusiones es
admisible, en tanto el 194 CC en ningún momento restringe su ámbito de aplicación
para los bienes muebles ni tampoco da a entender que estén fuera de su supuesto de
hecho los contratos celebrados sobre inmuebles.
Por ello considero que debemos interpretar el 194 CC en el sentido de que sí
protege al tercero que, actuando a título oneroso y de buena fe, haya adquirido dere-
chos sobre un inmueble no inscrito confiando en la apariencia del contrato simulado
previo; en tal sentido, en aplicación del 194 CC, a dicho tercero no le será oponible
la nulidad por simulación del contrato precedente.
Ahora bien, admitida esta interpretación, viene la parte más complicada: esta-
blecer qué significa que dicho tercero haya contratado con “buena fe”. En un sentido
teórico y abstracto, es fácil decir que la buena fe del tercero consiste en haber creído
que quien le transfería el derecho (Z) era realmente el titular. Pero cuando queremos
aterrizar y materializar dicha regla, las cosas se complican. Plantearé a continuación
algunos supuestos.
En el ejemplo con el que vengo trabajando, imaginemos que la compraventa
simulada entre X y Z solo se hubiese hecho verbalmente (en teoría, la compraventa
de un bien, ya sea mueble o inmueble, puede ser hecha de la forma que las partes
decidan, y ello no acarre ninguna sanción por parte del ordenamiento jurídico), pero
para darle credibilidad a la operación, Z sí recibió la posesión. Imaginemos ahora que
Z se lo ofrece en venta a W, y para acreditarle su condición de propietario le mues-
tra la posesión que ejerce sobre el bien. Si W se fía de dicha posesión y en función a
ella da por cierto que Z es realmente el propietario, ¿se podrá decir que ha actuado
con buena fe y que por ende merece protección frente a la nulidad (por simulación)
del contrato X-Z?
Yo diría que no, pues si bien es cierto al “poseedor se le presume propietario”,
también lo es que muchas veces el poseedor es un invasor o alguien que no ostenta
ningún derecho sobre aquello que posee (precisamente por eso, dicha presunción no
es absoluta, sino que admite prueba en contrario). De hecho, esta presunción mues-
tra su fiabilidad casi siempre tratándose de bienes muebles, mas no en el caso de los
inmuebles, por lo que la misma práctica cotidiana desmerecería la supuesta “con-
fianza” depositada por W en el solo dato posesorio. Por ello, si el tercero pretende que
su adquisición sea protegida, no bastará con que reciba el bien de manos del actual
poseedor, sino que también deberé actuar con una diligencia promedio, agotando
(ante la ausencia de una partida registral) los medios de publicidad extra registrales
que la permitan confirmar que la persona con quien suscribe el acto de transferencia
y que ejerce la posesión, es realmente el legitimado para transferir el derecho. Estos
elementos extra registrales, que W debió exigir y que no hizo, podrían ser (por citar
algunos ejemplos), el título de propiedad o contrato de transferencia a favor de Z, y
–ya siendo un poco más rigurosos– los documentos municipales donde este último
figure como el propietario.
307
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Pero ello no quiere decir que un contrato firmado a favor del adquirente simulado
(Z) sea suficiente para que el tercero (W) que contrate “confiando” en el resulte pro-
tegido. Imaginemos que el contrato simulado X-Z se hubiese hecho por escrito, pero
la posesión la conservó X y los documentos municipales (HR y PU) se mantuvieron
también a su nombre. Si W compra el bien de manos de Z tomando como referencia
únicamente el contrato de transferencia que este último tiene a su favor, y deja de
lado otros datos extra registrales (como la posesión y los documentos municipales),
se podría poner en duda su buena fe, en tanto dichos datos daban como propietario
a otra persona [X] (de hecho, así lo viene estableciendo la Corte Suprema en recien-
tes fallos(382), a través de los cuales exige la constatación de la posesión por parte del
comprador para que este –en caso de haberlo adquirido de quien no era el propieta-
rio– pueda invocar su condición de adquirente de buena fe).
En conclusión, el tercero que adquiera sobre un bien inmueble no inscrito, dere-
chos (de la clase que sea: propiedad, usufructo, superficie, uso, habitación o derechos
de crédito como por ejemplo un arrendamiento) del titular aparente o simulado, man-
tendrá su adquisición y no le será oponible la nulidad del contrato simulado previo,
siempre que cumpla con dos requisitos (no le será exigible ninguno más): (i) que su
contrato sea a título oneroso; y (ii) que haya actuado de buena fe. Sin embargo, debe-
remos ser muy cautos al momento de analizar dicha “buena fe”, pues esta no podrá
consistir simplemente en que el tercero sostenga “haber creído que contrataba con
el titular real”, sino que dicha creencia deberá sustentarse en ciertos elementos, que
para el caso de los inmuebles no inmatriculados serán (entre otros): (i) el contrato de
transferencia a favor del adquirente simulado (Z); (ii) la posesión que este ejerza; y
(iii) los documentos municipales que lo reconozcan como propietario o contribuyente
del inmueble que transfiere.
(382) Al respecto: Casaciones Nºs 3187-2013-Cajamarca y 1589-2016-Lima Norte. El análisis y crítica de ambos
fallos los pueden ver en: PASCO ARAUCO, Alan. Fraude inmobiliario. Análisis para una efectiva defensa
legal de la propiedad. Gaceta Jurídica, Lima, 2018.
308
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
(383) TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. “Efectos de la retroactividad en materia de ineficacia de los actos jurídicos”.
Ob. cit., p. 294.
309
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(384) BETTI, Emilio. La interpretación de la ley y de los actos jurídicos. Editorial Revista de Derecho Privado.
Madrid, 1975, pp. 121 y 173.
(385) Ibídem, p. 171.
(386) Ibídem, p. 172.
310
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
significan una ruptura en la línea de continuidad con el Código Civil, rompiendo así
con su lógica interna y uniformidad(387).
Pese a ello, alguna semejanza encontramos entre ambos tipos de normas: tanto el
atributo de la “especialidad” como el de la “excepcionalidad”, derivan de un juicio de
comparación entre dos normas. Es decir, aisladamente considerada, ninguna norma
puede denominarse especial ni excepcional. La estructura lógica de la norma espe-
cial como de la excepcional, es idéntica a la de cualquier otra norma: si A, entonces
B; es decir, verificada la hipótesis de hecho (A), se desencadena el efecto jurídico (B).
Por ello, será la comparación entre dos normas la que nos permita determinar
si estamos ante una norma especial o excepcional, y los términos de referencia en
uno y otro caso varían: una norma será “especial” luego de haberla comparado con
una “norma general”, mientras que una norma será “excepcional” con relación a
una “norma normal”. Ninguna norma puede ser catalogada de “excepcional” per
se, ninguna tiene esa característica en abstracto (y lo mismo aplica para las normas
“especiales”); por ello, así como una norma será calificada de “especial” cuando se
le compare con una norma “general”, de igual modo, una norma será “excepcional”
en comparación con una norma “normal”.
Entonces, el ejercicio de comparación entre dos normas nos podrá arrojar, como
resultado, alguno de los siguientes “binomios”:
(i) Generalidad-especialidad: norma general / norma especial; o
(ii) Normalidad-excepcionalidad: norma normal / norma excepcional
(387) IRTI, Natalino. La edad de la descodificación. Traducción de Luis Rojo Ajuria. José María Bosch Editor.
Barcelona, 1992, p. 187.
311
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
¿Y en qué consiste este elemento en común? Se dice que los datos de la norma
general se encuentran también en la norma especial, pero esta añade un elemento ulte-
rior(388). Es decir, el supuesto de hecho y los efectos de las dos normas no coinciden,
ya que el supuesto de hecho y los efectos de la norma especial presentan, respecto a
la norma general, una diferencia, un plus, un añadido. Si lo quisiéramos grafiar utili-
zando los esquemas hipotéticos de nuestro lenguaje jurídico, diríamos que:
El esquema de la norma general es : Si A, entonces B.
El esquema de la norma especial es : Si A+a, entonces B+b.
312
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
9.2. El 194 CC es una norma especial y por ende no aplicable por analogía
Habiendo aclarado la distinción entre una norma especial y una excepcional, viene
lo más importante: ¿Qué tipo de norma es el 194 CC? La respuesta es determinante,
(392) Ídem.
(393) Ídem.
313
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
314
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
315
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
SCOGNAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio jurídico. Traducción de Leysser León. Edi-
torial Grijley, Lima, 2004, p. 509; CATAUDELLA, Antonino. I contratti. Parte generale. Seconda edizione.
Giappichelli Editore, Torino, p. 260.
316
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
jurídicos válidos, y todos los que hubieran producido hasta el momento mismo de la
declaración judicial de nulidad deben desaparecer retroactivamente, es decir, debe
entenderse que nunca existieron. Como es evidente, esta regla identifica los efectos
de los actos nulos con aquellos de los actos anulables declarados judicialmente nulos,
implica igualmente la no protección de los derechos de los terceros, como sucede en
el caso de los actos nulos, a pesar de que los terceros inicialmente adquirieron dere-
chos legítimamente de tus titulares legítimos”(399).
Entonces,
(i) El artículo 222 CC ha optado por sacrificar la posición de los terceros adqui-
rentes de buena fe en aras de proteger la coherencia del sistema, para que,
de un contrato nulo (ya sea porque siempre lo fue o porque nació como anu-
lable y finalmente devino en nulo producto de una sentencia), no se pueda
derivar ninguna adquisición o transferencia válida así hubiese sido hecha
en favor de un tercero adquirente de buena fe; y
(ii) La regla general contenida en el 222 CC es, entonces, que un contrato
nulo se trae abajo todas las adquisiciones o transferencias que de él deriven
(es el denominado “efecto cascada” de la nulidad), ya sea de forma inme-
diata o mediata, sin importar los derechos que, en el camino, hubiesen sido
adquiridos de forma onerosa por terceros de buena fe.
Frente a esta regla, encontramos al 194 CC, que establece, como ya vimos, algo
totalmente distinto: tratándose de un contrato nulo por la causal de simulación,
este no podrá afectar los derechos derivados en favor de terceros adquirentes a título
oneroso y de buena fe.
De esto surgen algunas preguntas:
A. ¿El supuesto de hecho del 194 CC tiene algún punto en común con el
supuesto de hecho del 222 CC?
La respuesta es muy importante, porque no olvidemos que estamos buscando una
norma con la cual podamos comparar el 194 CC; la idea es que, producto de dicha
comparación, podamos concluir si el 194 CC es una norma especial o excepcional.
Y –como ya se dijo– el primer requisito para aislar (del resto del universo jurídico) a
las normas que serán materia de comparación, es que el supuesto de hecho de ellas
presente algún elemento en común. Pero ello no será suficiente: como también ya se
dijo, para poder establecer el binomio “norma general-norma especial” o “norma nor-
mal-norma excepcional”, el supuesto de hecho de la segunda norma (ya sea especial
o excepcional) deberá agregarle algo al supuesto de hecho de la primera.
Hagamos el “gráfico” para ver si este primer requisito (a nivel del supuesto de
hecho) se cumple entre los artículos 194 CC y 222 CC:
(399) TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. “Efectos de la retroactividad en materia de ineficacia de los actos jurídicos”.
Ob. cit., p. 298.
317
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
318
La nulidad del contrato simulado versus el tercero adquirente de buena fe
10. SÍNTESIS
El artículo 194 asume autonomía (respecto del 2014 CC) cuando se trata de
derechos que se adquieren sobre bienes inmuebles no inscritos. Así, el tercero que
adquiera sobre un bien inmueble no inscrito, derechos (de la clase que sea: propie-
dad, usufructo, superficie, uso, habitación o derechos de crédito como por ejemplo
un arrendamiento) del titular aparente o simulado, mantendrá su adquisición y no le
será oponible la nulidad del contrato simulado previo, siempre que cumpla con dos
requisitos (no le será exigible ninguno más): (i) que su contrato sea a título oneroso;
y (ii) que haya actuado de buena fe.
Sin embargo, deberemos ser muy cautos al momento de analizar dicha “buena
fe”, pues esta no podrá consistir simplemente en que el tercero sostenga “haber
creído que contrataba con el titular real”, sino que dicha creencia deberá susten-
tarse en ciertos elementos, que para el caso de los inmuebles no inmatriculados
serán (entre otros): (i) el contrato de transferencia a favor del adquirente simulado;
(ii) la posesión que esta ejerza; y (iii) los documentos municipales que lo reconoz-
can como propietario o contribuyente del inmueble que transfiere.
319
CAPÍTULO VI
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
EN LOS PLENOS CASATORIOS VII
Y VIII Y EN LA JURISPRUDENCIA
DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO VI
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
EN LOS PLENOS CASATORIOS VII
Y VIII Y EN LA JURISPRUDENCIA
DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
323
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
solo su impertinencia sino también para dar claridad respecto de cuáles son las nor-
mas que realmente regulan el tema y que, por ende, sí deben ser tomadas en cuenta
al momento de solucionar el conflicto.
(400) Artículo 2740 del Código Civil italiano: “El deudor responde del cumplimiento de las obligaciones con todos
sus bienes presentes y futuros”.
(401) Artículo 1911 del Código Civil español: “Del cumplimiento de las obligaciones responde el deudor con todos
sus bienes, presentes y futuros”.
(402) Por ejemplo, la denominada “acción subrogatoria” (artículo 1219 inciso 4 CC), la “acción revocatoria” (artículo
195 CC), así como del embargo cautelar.
(403) ARIANO DEHO, Eugenia. “Las tercerías de propiedad en el CPC de 1993: sus problemas y sus atajos”. En:
Tercería de propiedad y desafectación. Cuadernos Jurisprudenciales. Gaceta Jurídica, Año 4, Número 39,
Lima, 2004, pp. 3-4.
324
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
325
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Pero lo importante de todo esto es tener muy en cuenta que la oposición de ter-
ceros en la ejecución o tercería de propiedad tiene por objeto hacer valer el principio
de responsabilidad patrimonial en sentido negativo: solo los bienes del deudor (o de
terceros “responsables”) podrán servir de bienes - instrumento para la satisfacción del
interés del acreedor, mas no los de terceros del todo ajenos a la relación obligatoria.
Así, la tercería de propiedad constituye un proceso a través del cual un
tercero ajeno al proceso de ejecución (tercerista) afirma:
(i) Que es titular del derecho de propiedad sobre el bien cuya ejecución se pre-
tende realizar;
(ii) Que su derecho de propiedad es oponible al derecho del acreedor demandante.
¿Pero cómo es posible que un inmueble se haya visto afectado con un embargo
o con una hipoteca sin que el propietario hubiese mostrado su conformidad? Esto es
consecuencia del sistema de transferencia de propiedad vigente en nuestro país. La
norma (artículo 949 CC) nos dice que la propiedad sobre inmuebles se transfiere con
el solo consenso, con lo cual el mensaje para los adquirentes es que para poder consi-
derarse como propietarios les basta con tener un acto traslativo de propiedad otorgado
a su favor. La inscripción del bien en el Registro resulta declarativa, en la medida que
aquella no determina el momento en que se entiende transferida la propiedad, sino
que únicamente le otorga al adquirente una mayor seguridad en caso luego aparezca
alguien que alegue tener sobre el mismo bien un derecho real (es el típico caso de la
doble venta). Como consecuencia de ello, lo que suele ocurrir es que una vez cele-
brada la transferencia (una compraventa, por ejemplo) el vendedor se mantenga en el
Registro como el propietario, aun cuando en realidad el comprador ya es el verdadero
propietario y es quien se comporta como tal.
Y de ello pueden derivar dos situaciones:
(i) Alguno de los acreedores de dicho vendedor, ante el incumplimiento de la
obligación que se le adeuda, acude al Registro para constatar qué bien de
su deudor puede embargar a efectos de hacer efectivo el cobro de su cré-
dito, y se da con la sorpresa de que aquel es (aparentemente) propietario del
inmueble, sin saber que este ya le fue transferido a un tercero, quien omi-
tió registrarlo a su nombre. Entonces el acreedor, confiando en la informa-
ción publicitada por la SUNARP, tramita y obtiene una medida cautelar
de embargo, la misma que es anotada en la partida registral del bien. Esta
situación da lugar (a iniciativa del propietario que no inscribió) a la deno-
minada “tercería de propiedad contra embargos”; o
(ii) El vendedor, aprovechándose que aún figura en Registros Públicos como
el propietario, solicita un préstamo y otorga como garantía hipotecaria el
inmueble que ya no le pertenece. El acreedor no tiene conocimiento de que
ese bien realmente ya salió del patrimonio de su deudor, por lo que, con-
fiando en la información publicitada por la SUNARP, suscribe el contrato de
326
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(408) No debemos confundir las “garantías” con los denominados “privilegios”. En el ámbito de lo que, en doctrina
civil se conoce como “tutela conflictual”, se suele hace referencia a las “causas de preferencia”. Estas consisten
en la “atribución a un determinado crédito de un derecho de cobro con prioridad sobre otros créditos. Estas
causas de preferencia pueden ser creadas directamente por la ley (causas de preferencia de origen legal,
normalmente identificadas con los privilegios) o por la voluntad de las partes (causas de preferencia de
origen convencional, normalmente identificadas con las garantías reales), en los supuestos permitidos por la
ley. El criterio del origen de las causas de preferencia marca una distinción funcional básica entre garantías
reales y privilegios”: GARRIDO, José María. Garantías reales, privilegios y par condijo. Centro de Estudios
Registrales, Madrid, 1999, p. 12. Sin perjuicio de ello, caben ciertas garantías reales de origen legal (hipotecas
legales, por ejemplo), o causas de preferencia creadas por la voluntad de las partes en las que no existe un
elemento jurídico-real (por ejemplo, en algunos sistemas jurídicos, son frecuentes las causas de preferencia
de origen negocial que gravan el patrimonio entero del deudor –floating charge, floating lien– sin que puedan
ser totalmente identificadas como tradicionales garantías reales.
327
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
1.3. Las tercerías de propiedad contra hipotecas con el original 533 CPC
Durante la vigencia del CPC de 1912 el embargo era un acto inherente a toda eje-
cución, incluso cuando el acreedor tuviera constituida a su favor hipoteca o prenda.
Es más, de haber hipoteca o prenda, el embargo debía recaer sobre los bienes pren-
dados o hipotecados (artículo 612)(410).
Como consecuencia, de ello “estando a que el artículo 742 del CPC de 1912 seña-
laba que ‘trabado un embargo (…) puede salir una tercera persona, formulando opo-
sición’, nadie podía dudar de la procedencia de una tercería de dominio en relación a
bienes prendados o hipotecados (y luego embargados), pues su objeto era simplemente
liberar el bien del vínculo del embargo o, dicho de otra manera, que esa ejecución no
se siguiera con ese bien. Nada más”(411).
Sin embargo, “cuando nuestro CPC introduce el llamado proceso de ejecución
de garantías, lo hace tan parcamente que deja en la sombra la posibilidad del plantea-
miento de tercerías ‘de propiedad’ [contra la ejecución de una hipoteca, por ejemplo].
Ello ha conducido a que nuestros jueces se planteen la duda sobre si es jurídicamente
posible interponer una tercería cuando la ejecución se articula por los cauces de los
artículos 720 y siguientes del CPC”(412).
Y contribuyó a dichas dudas el texto poco claro del artículo 533 CPC, que reguló,
precisamente, a la tercería de propiedad:
“La tercería se entiende con el demandante y el demandado, y solo puede
fundarse en la propiedad de los bienes afectados por medida cautelar o para
(409) Artículo 624 CPC.- “Cuando se acredite fehacientemente que el bien afectado con la medida [cautelar] per-
tenece a persona distinta del demandado, el Juez ordenará su desafectación inmediata, incluso si la medida
no se hubiera formalizado”.
(410) ARIANO DEHO, Eugenia. Ob. cit., p. 7.
(411) Ídem.
(412) Ídem.
328
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
329
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(414) GONZALES BARRÓN, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario. Jurista Editores, Lima, 2004,
pp. 916-917.
(415) MARTEL CHANG, Rolando. “Hipoteca y tercería de propiedad. Una necesaria relectura en aras de la tutela
jurisdiccional efectiva”. En: Actualidad jurídica. Gaceta Jurídica, Tomo 144, Lima, 2005, p. 53.
(416) Por ejemplo, la Casación Nº 1898-2004-La Libertad del 3 de julio de 2006. “Conforme se advierte de autos el
a quo ha declarado liminarmente improcedente la demanda luego de verificar que el título de la demandante,
sustentado en un documento con firmas legalizadas no se encuentra inscrito en Registros Públicos, y por
lo tanto no resulta oponible a una hipoteca que sí cuenta con la garantía de la inscripción registral (…) las
instancias jurisdiccionales han emitido pronunciamiento motivado, declarando liminarmente improcedente
la demanda; asimismo, han actuado conforme a los principios de economía y celeridad procesales (…)”
(417) LUPERDI GAMBOA, César. “Tercería de propiedad vs. Ejecución de garantías. Un atentado contra los
acreedores y un desincentivo para el otorgamiento del crédito”. En: Nomas Legales: doctrina, jurisprudencia,
actividad jurídica, Tomo 340, Trujillo, 2004, p. 80.
330
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
1.4. Las tercerías de propiedad contra hipotecas con el vigente 533 CPC
Como consecuencia de la entrada en vigencia del D.L. Nº 1069, el artículo 533
CPC quedó redactado con el siguiente tenor:
“La tercería se entiende con el demandante y el demandado, y solo puede
fundarse en la propiedad de los bienes afectados judicialmente por medida
cautelar o para la ejecución; o en el derecho preferente a ser pagado con el
precio de tales bienes.
Sin perjuicio de lo señalado, puede fundarse en la propiedad de bienes afec-
tados con garantías reales, cuando el derecho del tercerista se encuentra ins-
crito con anterioridad a dicha afectación”.
El primer párrafo de la norma hace expresa referencia a las afectaciones forzadas
o impuestas judicialmente para satisfacer la acreencia del demandante (embargo antes
o durante el proceso y el embargo en ejecución de sentencia para asegurar el cumpli-
miento de esta), contra las cuales sí procederían las tercerías más allá de la fecha en
que tales medidas ingresaron al Registro. El segundo párrafo, en cambio, establece
de manera expresa la procedencia de las tercerías frente a la ejecución de hipotecas
solo cuando el derecho de propiedad del tercerista hubiese sido inscrito con anterio-
ridad a la constitución de la garantía.
El supuesto que nos plantea el segundo párrafo del 533 CPC es el siguiente: A es
titular registral de un inmueble y de repente se inscribe en el Registro una hipoteca
constituida por B a favor de C. Ante la pretendida ejecución de la hipoteca por parte
de C, A estará facultado para plantear una tercería de propiedad alegando que el bien
que se pretende ejecutar es suyo y no del deudor B.
Ahora bien, ¿cómo es que si el derecho de propiedad del tercerista (A) fue ins-
crito en el Registro antes que la hipoteca, esta pudo ser constituida por una persona
(B) distinta a dicho tercerista? ¿Cómo podría el acreedor (C) tener una hipoteca ins-
crita a su favor si quien se la otorgó (B) no tenía la condición de propietario registral?
Esto podría darse en dos casos:
(i) Vulneración del tracto sucesivo por error o defecto en la inscripción: una
primera posibilidad es que el registrador, erróneamente, se hubiese equivo-
cado, y yendo en contra del principio de tracto sucesivo (artículo 2015 CC:
Ninguna inscripción, salvo la primera, se hace sin que esté inscrito o se ins-
criba el derecho de donde emane), hubiese inscrito un derecho a pesar de
que su otorgante no figuraba en el Registro con facultades para otorgarlo.
(i) Duplicidad de partidas registrales: un segundo escenario donde esto podría
darse es en el de la duplicidad de partidas registrales. Es decir, resulta que el
331
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(418) GONZALEZ BARRÓN, Gunther. “Propiedad no inscrita vs. Embargo inscrito: El legislador procesal acaba
de ratificar la solución dada por el Código Civil. Algunas notas en respuesta a cierta clase de teóricos”. En:
Actualidad Jurídica. Gaceta Jurídica, Tomo 179, Lima, 2008, p. 72.
332
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(419) HERENCIA ORTEGA, Inés. ¿Procede la tercería de propiedad contra el gravamen proveniente de una hipoteca
legalmente constituida? En: Cuadernos Jurisprudenciales. Gaceta Jurídica, Lima, 2002, p. 21.
(420) Ibídem, p. 22.
(421) LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. Comentarios al Código Procesal Civil. Tomo 2. 3ª edición. Gaceta
Jurídica, Lima, 2011, pp. 229-230.
333
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
CPC). En efecto, si cuando hay conflicto entre dos personas que alegan tener la titu-
laridad sobre un mismo bien, se prefiere al que de buena fe inscribió primero (artículo
1135 CC), esta regla se debería aplicar analógicamente a todos los supuestos en los
que haya conflictos de derechos reales sobre el mismo bien (no solo de propiedad),
por tanto, las inscripciones deben ampararse en derechos adquiridos de buena fe, de
lo contrario se podrá contradecir la inscripción registral, pues la buena fe se presume
mientras no se pruebe que se conocía la inexactitud del Registro (artículo 2014 CC).
Así, en nuestro sistema, frente al conflicto entre dos sujetos que se afirman titulares
de un derecho real sobre un mismo bien, se prefiere a quien haya obrado de buena fe
y haya inscrito su derecho antes que el otro. Si ambos han adquirido su derecho de
buena fe, la preferencia la determina solo el dato objetivo del tiempo en la inscrip-
ción; por el contrario, si el que inscribe primero sabía que el bien ya no pertenecía al
que le enajenó el bien (o el que lo gravó a su favor), entonces es necesario acudir al
dato subjetivo, esto es al cumplimiento del deber de buena fe”(422).
Entonces, “para que la tercería se haga efectiva en la ejecución de garantías, es
necesario que el tercerista no solo pruebe que tiene un derecho de propiedad anterior
con fecha cierta, sino que, además, deberá probar que el constituyente de la hipo-
teca actuó a sabiendas de que ese bien ya pertenecía a otra persona, es decir, actuó
de mala fe”(423); es decir, “para que la tercería resulte eficaz (no a nivel de admisibili-
dad de la demanda, sino a nivel de resolución del conflicto), no es suficiente para el
demandante probar su derecho de propiedad, sino que deberá probar que ese derecho
de propiedad es oponible al derecho del ejecutante, y ello deberá hacerlo ya sea ale-
gando que su derecho de propiedad (que ya está constituido) ha sido protegido con la
inscripción registral prioritariamente inscrita, o que el derecho del ejecutante, si bien
ha sido inscrito con anterioridad, ha sido constituido de mala fe; de esta manera, el
objeto de prueba para el tercerista es demostrar que su derecho de propiedad es opo-
nible al derecho del ejecutante, y a su vez, el ejecutante podrá alegar que su derecho
de embargo es oponible a la propiedad del tercerista, ya sea porque tiene prioridad
registral, ya sea porque existe connivencia entre tercerista y demandado, por lo que
la inscripción y la buena o mala fe son siempre criterios de oponibilidad que deben
verificarse para resolver el conflicto y no para admitir la demanda”(424).
En esta misma línea se ha dicho que la exigencia de que el derecho del tercerista
(propietario real afectado con el gravamen) esté inscrito con anterioridad al del acree-
dor hipotecario, deberá ser un criterio (mas no el único) que el juez tome en cuenta
para resolver el fondo de la controversia (si admite la ejecución de la garantía o si
paraliza el remate del bien) mas no para admitir a trámite la demanda, la cual –en su
opinión– no debiera ser declarada improcedente de plano: “El que se pruebe que el
derecho que se pretende oponer esté inscrito antes de aquel al cual se opone, ¿es un
requisito para admitir la tercería o es un criterio para resolver el conflicto? Cierta-
mente (…) la respuesta a la interrogante va por la segunda opción: la prioridad en el
(422) Ídem.
(423) Ídem.
(424) Ídem.
334
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
tiempo en la inscripción es uno (no el único) de los criterios para resolver el conflicto
y, como tal, ello requiere del proceso cual vehículo para resolverlo, debiéndose excluir
que aquello se exija como requisito para admitir la demanda”(425).
Lamentablemente, esta es una posición minoritaria en nuestro medio; la mayo-
ría tiende a considerar que, contra las hipotecas sobre bienes ajenos, no caben las
tercerías de propiedad para paralizar su ejecución, sino únicamente la demanda de
nulidad (en estricto, ineficacia) del contrato de hipoteca por haber sido otorgadas por
quien, aun cuando figuraba en el Registro como el propietario, en realidad no lo era.
(425) ARIANO DEHO, Eugenia. “Sobre el poder del juez de sofocar desde su nacimiento las pretensiones fatalmente
condenadas al fracaso”. En: Problemas del proceso civil. 1ª edición. Jurista Editores, Lima, 2003, p. 72.
335
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
C, dejándose guiar por lo que el Registro publicita (en donde A sigue figu-
rando como propietario), logra inscribir una medida cautelar de embargo
sobre el inmueble para, a través de su ejecución, lograr la satisfacción de su
crédito. Enterado de dicha situación (y antes de que se hubiese consumado
el remate del bien), B pretenderá (a través de una “tercería de propiedad”)
que la medida de embargo se levante de la partida del inmueble para que así
este no tenga que responder por la deuda de quien (A) ya no es propietario
del bien.
Esta clase de conflictos se resuelven no con el 2014 CC, sino con el 2022 CC y
el 1135 CC, normas que –como he tenido oportunidad de detallar en extenso en los
capítulos precedentes– sí regulan el conflicto que subyace en las tercerías, en tanto se
encargan de establecer criterios de orden, preferencia u oponibilidad (llámelos como
quiera) entre derechos que, habiendo nacido en paralelo y teniendo distintas fuentes,
resultan incompatibles en tanto recaen sobre el mismo bien.
Un caso en el que se aplicaron las normas correctas para solucionar una tercería
de propiedad lo encontramos en la Casación Nº 3575-2001-El Santa:
“Que, en relación al punto a) –que de acuerdo a sus fundamentos debe enten-
derse referido al artículo 949 del Código Civil en aplicación de la facultad
correctora conferida por el artículo VII del Título Preliminar del Código
Procesal Civil– y a los puntos b), c), d), e) y g), atendiendo a que las normas
aludidas, relativas a la transmisión de bienes inmuebles, representación de la
sociedad conyugal, bienes sociales, reglas para la calificación de los bienes,
disposición de los bienes sociales y los requisitos de validez de la hipoteca,
no pueden oponerse a la garantía hipotecaria inscrita en los Registros Públi-
cos porque el propietario hipotecante aparece como soltero y la recu-
rrente no está registrada como propietaria del inmueble hipotecado, no
habiendo sido invalidada la inscripción registral mediante declaración
judicial, por lo que la misma surte efectos plenos en virtud de la segu-
ridad jurídica que otorgan los principios de legitimidad, publicidad e
impenetrabilidad que proporcionan los asientos inscritos, consagrados en
los artículos 2013, 2015, 2017 y 20222 del Código Civil, debe desestimarse
esta causal” (el énfasis es mío).
336
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
337
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
que determina la preferencia de los derechos que otorga el registro prior in tempore
potior in iure. Quinto.- La sentencia de vista considera que con el testimonio de la
escritura de compraventa que obra a fojas cuatro a siete es suficiente para definir la
controversia declarando fundada la tercería al haberse cumplido con el artículo 535
del Código Procesal Civil; sin embargo, lo resuelto por el Superior colisiona con los
principios registrales antes citados debiendo de prevalecer estos últimos en atención
a que la medida cautelar de embargo en forma de inscripción sobre el inmueble mate-
ria de litis aparece a nombre de los codemandados José de la Fuente de la Fuente y
Liliana Gallangos Lobato, inscrito en la ficha número 25027 del Registro de la Pro-
piedad Inmueble de Lima, libre de gravámenes motivo por el cual se procedió a la
inscripción de la citada medida conforme aparece a fojas 63 y 64 del acompañado;
razón por la cual el Banco demandado mantiene su garantía una vez inscrito su dere-
cho. Sexto.- Admitir lo contrario importaría hace tabla rasa del sistema registral que
nos rige (…) Sétimo.- El derecho de propiedad invocado por el tercerista conforme al
testimonio de la escritura se encuentra en contraposición al título de propiedad que
también tienen los codemandados José de la Fuente de la Fuente y Liliana Gallangos
Lobato cuyo título al no haberse declarado judicialmente su invalidez se encuentra
vigente, por lo que el embargo en forma de inscripción a favor del Banco demandado
está protegido por el principio de la buena fe registral, lo que conlleva a desestimar
la demanda de tercería. Tanto más, si el mejor derecho de propiedad debe dilucidarse
en una acción distinta a la presente, como es la acción reivindicatoria. Octavo.- En
el caso de autos, el embargo trabado sobre el inmueble materia de litis que se llevó
a cabo el 24 de agosto de 1999 según acta obrante a fojas 51 del expediente acompa-
ñado, fue presentado en los Registros Públicos con fecha 12 de octubre 1999, por lo
que la escritura pública de compraventa de fecha 19 de agosto de 1995, que sustenta
la tercería no inscrita en los Registros Públicos no puede oponerse al embargante que
ha hecho registrar el embargo de la casa enajenada, por cuanto una escritura de venta
sirve para oponer como prueba de traslación de dominio de la cosa vendida solamente
al vendedor, pero de ninguna manera a terceras personas, si no está registrada opor-
tunamente: siendo así, la citada inscripción tiene preferencia”.
338
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
a favor de Comercial Agrícola del Perú S.A. no puede ser perjudicada en su adqui-
sición del derecho real de hipoteca, puesto que cuando celebró el contrato de crédito
con garantía hipotecaria el diecisiete de junio de mil novecientos noventicuatro hasta
por la suma de cuarenticinco mil dólares americanos en los Registros Públicos apare-
cían como propietarios los codemandados (…) como consta del asiento registral, por
lo que su derecho real de garantía no puede ser declarado ineficaz por causa que no
conoció o no pudo conocer al momento de su realización; en consecuencia la empresa
Comercial Agrícola del Perú S.A. se encuentra protegida por dicho dispositivo legal
en calidad de tercero de buena fe que adquirió el derecho de hipoteca bajo la buena fe
pública registral; que siendo tal la conclusión fáctica establecida, no existe inaplica-
ción de las normas denunciadas como inaplicadas, las que no corresponden ni lógica
ni jurídica ni realmente a dicha conclusión establecida (…)”.
1.6.7. Conclusión
Las referencias al artículo 2014 CC y a la fe pública registral (o “buena fe registral”,
como en algunos casos se le llama) para resolver tercerías de propiedad (ya sea con-
tra hipotecas como contra embargos) son incorrectas. Como bien ha sido dicho: “El
acreedor embargante [aplica igual para el acreedor hipotecario] no debe ser conside-
rado tercero registral, porque no lo es. El artículo 2014 del Código Civil dice que ter-
cero es aquel que ha adquirido de quien es el dueño; además, esa adquisición se basa
en un acto voluntario. En el caso del acreedor embargante es claro que no lo hace en
mérito de un acto voluntario y no lo “adquiere” de quien es el dueño, por lo que no
es posible reconocerlo como un tercero registral”(426).
(426) Argumento esbozado por el profesor Jack Bigio durante la Audiencia del VII Pleno Casatorio Civil, en la
que –como desarrollaré en extenso más adelante– se debatió si en el caso de las tercerías de propiedad contra
los embargos, debía prevalecer el derecho de propiedad no inscrito o el derecho de crédito representado en
una medida cautelar de embargo inscrita.
339
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
quienes –con menor acogida– sostienen que la demanda debe ser admitida a trámite
para que pueda verse el fondo de la controversia y, así, el propietario afectado tenga
la oportunidad de acreditar la mala fe del acreedor hipotecario), en el caso de las ter-
cerías contra embargos, que enfrentan al propietario no inscrito contra el acreedor
con embargo inscrito, el debate no ha sido menos intenso (de hecho, diría que ha sido
uno de los debates más prolijos en nuestra doctrina y jurisprudencia).
A tal nivel llegaron las posiciones encontradas que tuvo que realizarse un Pleno
Casatorio (el Séptimo) para que la controversia quedase zanjada y la jurisprudencia
se uniformizara.
Si bien lo resuelto en el VII Pleno, al estar asociado a tercerías de propiedad, no
guarda relación con la fe pública registral (2014 CC) sino con el principio de oponi-
bilidad (2022 CC), no deja de representar una cuestión relevante para el tema del pre-
sente libro, en tanto la Corte Suprema tomó el camino correcto y no invocó el 2014
CC para resolver la controversia. Sin perjuicio de ello, conviene conocer el fondo del
asunto y analizar la referida sentencia en tanto se abordan temas referidos a la tutela
de la confianza en el Registro, que de alguna manera también es el trasfondo de la
fe pública registral.
El segundo párrafo del 2022 CC nos reenvía al de- La normatividad registral es aplica-
recho común y no al derecho registral, que es un ble para solucionar el conflicto, en tan-
derecho específico, especial. Por tanto, el derecho to también forma parte del derecho co-
registral no debe ser tomado en cuenta para resol- mún.
ver el tema.
El artículo 949 del CC establece que el derecho El derecho de propiedad no puede ser
de propiedad inmueble se perfecciona con el con- “reconocido” si antes no es “conocido”,
sentimiento; ergo, no se puede hacer distingos en- y por tanto, en la medida que no es opo-
tre propiedad inscrita y propiedad no inscrita; se nible erga omnes por no haberse ins-
es propietario aun cuando no haya inscrito su de- crito, no puede merecer esa protección
recho. frente a un embargo (crédito) que sí ac-
cedió al Registro.
340
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
Favorecer al embargante sería proteger a quien se Hay que proteger el sistema registral. El
basa en un Registro Público que es inexacto en la Registro otorga seguridad jurídica y no
medida que no publicita la realidad de la propiedad puede ser desconocido para proteger a
al existir una transferencia no inscrita. La exposi- un propietario singular que no inscribe
ción de motivos del CC señala que debe otorgarse su derecho. Es un tema de oponibilidad
preferencia al verdadero propietario. y no de propiedad.
Un principio de derecho señala que solo debe res- Hay que evaluar también la diligencia
ponderse por los actos propios, no por los ajenos; del acreedor embargante y la no diligen-
por ende, no corresponde que el embargante afecte cia del propietario que no inscribe, pues
un bien de quien no es su deudor. el derecho protege apreciaciones y ad-
mite presunciones.
341
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
342
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(427) Los números que figuran entre paréntesis luego de cada cita textual de la sentencia, hacen referencia a la página
de la Separata Especial del diario oficial El Peruano del día 7 de diciembre del 2015, donde fue publicada la
Sentencia del VII Pleno Casatorio.
343
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
“El derecho común es el conjunto de reglas del derecho civil que tiene una
vocación general, cuando estas no están separadas por reglas especiales
(…) sus reglas (las del derecho común) están llamadas a intervenir en
todas las hipótesis en que su aplicación no contradiga reglas especiales
de una rama especial lejana al derecho civil o, aun en ausencia de regla
contraria, cuando ellas no contradigan los principios esenciales o el espíritu
de una rama especial” (7354).
Si se parte de esto, entonces la Corte debió concluir que, tratándose de un con-
flicto que se presenta respecto de bienes registrados, el “derecho común” debe ceder
frente a los principios registrales, por lo que la oponibilidad debería estar determi-
nada por la fecha de la inscripción en el Registro, independientemente de la fecha de
nacimiento del derecho fuera del Registro. Siendo así, el crédito, protegido mediante
la anotación del embargo, tendría que prevalecer sobre la propiedad no inscrita.
La contradicción en que incurre la Corte es manifiesta: primero sostiene que
las normas registrales no tienen cabida en el conflicto propiedad vs. embargo, pero
luego, al sostener que el derecho común debe respetar las reglas especiales de una
rama especial (como en efecto lo es el derecho registral), abre las puertas para que la
fecha de inscripción sea determinante en la solución del conflicto,
Para mantener coherencia, la Corte debió sostener que:
(i) El derecho común no incluye a las ramas especiales, entre ellas el derecho
registral; y
(ii) El derecho común no toma en cuenta las reglas que establecen dichas ramas
especiales.
Solo partiendo de estas premisas la Corte habría podido sustentar, de forma
coherente, que en el conflicto propiedad vs. embargo los principios registrales no
aplican, y por ende la fecha de inscripción no es determinante. ¿Por qué razón la
Corte no dejó sentada estas premisas? Por una sencilla razón: la Corte tenía conoci-
miento que la doctrina, de forma mayoritaria (por no decir unánime), sostiene que el
derecho común respeta los principios de las ramas especiales (como lo es el derecho
registral). De haber sostenido lo contrario, la posición de la Corte se habría quedado
sin ningún tipo de sustento doctrinario e histórico. La Corte, entonces, optó por apa-
rentar rigurosidad académica (adoptando una definición de “derecho común” acorde
con la doctrina), pero descuidó algo igual de importante, como lo es la coherencia en
el discurso: no se puede decir que el derecho común respeta u observa los principios
del derecho registral, y luego borrar de un plumazo la relevancia de este derecho para
la solución del conflicto.
344
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
del “derecho común”. Me explico: en los casos de conflicto de derechos, las normas
y principios registrales establecen como criterio de preferencia la fecha de la inscrip-
ción o acceso al Registro de alguno de los derechos en conflicto (criterio de inscrip-
ción(428)). ¿Cuál es el criterio que, en aplicación del derecho común, debería resolver
el conflicto?
En todo momento la Corte se limita a sostener que el derecho común excluye el
criterio de inscripción, pero no plantea de forma clara y enfática cuál es el criterio a
aplicarse. Si tenemos en cuenta que, según la sentencia, el propietario tercerista ganará
el proceso siempre que acredite haber adquirido la propiedad antes del embargo, es
posible deducir que para la Corte el criterio de preferencia que viene auspiciado por
el derecho común es el criterio cronológico: es decir, gana no el derecho que primero
se inscribe, sino el derecho que primero se constituye (existe) en el tiempo(429). Aun
cuando la Corte no lo diga expresamente, asumimos que esto ha querido decirnos.
Ahora, la Corte rechaza que el conflicto propiedad vs. embargo se resuelva con el
criterio de inscripción porque –según sostiene–, cuando el legislador quiso establecer
este criterio, lo estableció de forma expresa, haciendo referencia a la inscripción en
el Registro. No tendría sentido –sostiene la Corte– que, para el caso de la propiedad
vs. embargo, el legislador haya querido establecer el criterio de inscripción con una
fórmula tan oscura como lo es la referencia a las “disposiciones del derecho común”.
Entonces, según sostiene la Corte, si el legislador hubiese querido resolver este conflicto
atendiendo a la fecha de inscripción registral así lo habría establecido expresamente:
“Una interpretación sistemática de las normas que regulan conflictos de
derechos en nuestro Código Civil, demuestra que cuando el legislador ha
preferido un criterio sustentado en la inscripción registral, ha expre-
sado esta preferencia de forma diáfana e indubitable en las normas. En
cambio, el texto empleado por el legislador en la segunda parte del artículo
2022 del Código Civil no refleja en modo alguna una opción registral clara
y concreta” (7355).
Mi duda en este punto es la siguiente: ¿no puede decirse acaso lo mismo del cri-
terio cronológico? No perdamos de vista que, tal como sucede con el criterio de ins-
cripción, cuando el legislador quiso establecer el criterio cronológico también lo hizo
de forma clara y expresa: véase la segunda parte de los artículos 1135 y 1136 CC, en
donde de forma inequívoca se dice que la preferencia la otorga la fecha del título (“se
prefiere al acreedor cuyo título sea de fecha anterior”). Entonces, la misma razón por
la cual la Corte rechaza la aplicación del criterio de inscripción, serviría para recha-
zar el criterio cronológico. ¿Qué hizo la Corte? Lo menos coherente posible: se basó
en la misma razón para rechazar un criterio (inscripción) y adoptar otro (cronológico).
(428) Por ejemplo, la primera parte del 1135 CC, el 1708 CC y el 2023 CC, solo por citar algunos.
(429) La Corte opta por denominarlo en sentido negativo como un “criterio no registral”: “A tenor de lo ya dicho,
resulta que la segunda parte del artículo 2022 del Código Civil consagra una política legislativa que prefiere
la aplicación de un criterio no registral, cosa que no puede ser obviada por este Supremo Tribunal” (7356).
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(crédito protegido por el embargo) accedió también primero al Registro. De esta forma,
no hay ninguna duda que primará el embargo por sobre la propiedad.
Segundo supuesto:
A es propietario de un inmueble y a la vez deudor de B. A transfiere el inmueble
a C, quien no inscribe la propiedad a su favor. B, ante el incumplimiento en el pago de
lo que se le deuda, decide embargar el inmueble creyendo que aún le pertenece a A,
pues figura todavía a nombre de este. El conflicto, al igual que en el primer supuesto,
es entre la propiedad de C y el crédito de B protegido con el embargo.
La propia Corte reconoce que este es el caso que se ha buscado resolver con el
Pleno Casatorio: “(…) el supuesto que aquí interesa es aquel donde un acreedor traba
embargo judicial sobre un bien inmueble que en el registro público aparece como si
todavía fuese propiedad de su deudor, pero que previamente ya fue transferido a un
tercero, quien no ha inscrito su derecho” (7342).
Este caso es conflictivo porque el criterio cronológico no coincide con el criterio
de inscripción: mientras que el criterio cronológico favorece a la propiedad, el cri-
terio de inscripción favorece al embargo. La Corte –como ya hemos indicado– le ha
dado preferencia al criterio cronológico, rechazando el criterio de inscripción que dos
específicas normas (1708 y 2023 CC) aplican en casos en donde se enfrentan dere-
chos de distinta naturaleza.
El artículo 1708 CC regula el conflicto entre el arrendamiento y la propiedad,
y sostiene que si el arrendamiento se inscribió, entonces el nuevo propietario debe
respetar el contrato. El artículo 2023 CC, por su parte, se encarga del conflicto entre
el derecho de opción y la propiedad, estableciendo que la inscripción de la opción la
hace oponible frente a la propiedad.
La Corte rechaza el criterio de inscripción establecido por ambas normas pues,
según la Corte, ellas solo aplican para dos casos muy específicos (arrendamiento y
opción de compra), no guardando relación alguna con el conflicto que busca resolver
el Pleno, que es el de embargo vs. propiedad:
“(…) no es aplicable el artículo 1708 del Código Civil, dado que este regula
un conflicto de derechos solo en el ámbito de los contratos de arrendamiento.
El artículo 2023 del Código Civil no es pertinente tampoco, puesto que esta
norma no dirime conflictos de derechos que no pertenezcan al ámbito de los
contratos de opción” (7342).
Nótese que en ambas normas es la propiedad la que se enfrenta a derechos per-
sonales: en un caso contra el arrendamiento y en otro contra la opción. Para la Corte
no es relevante cómo se comporta la propiedad (ganando o cediendo) en estos casos,
pues se trataría de casos muy específicos. Lo importante aquí, más allá de si estamos
o no de acuerdo con la solución, es que al menos la Corte se preocupó por analizar
cómo se comporta la propiedad en casos en los que se enfrenta a derechos persona-
les. ¿Por qué, del mismo modo, no se analizaron otras normas del CC para determinar
350
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(430) El análisis sobre la pertinencia de la aplicación del 1129 CC para el caso materia del Pleno se puede ver en
mi anterior trabajo: “¡El crédito en peligro!: los artículos 1708 y 2023 del Código Civil son inaplicables en el
VII Pleno”, En: http://laley.pe/not/2761/-el-credito-en-peligro-los-articulos-1708-y-2023-del-codigo-civil-
son-inaplicables-en-el-vii-pleno
351
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
1.8.8. ¿La solución de la Corte realmente solo aplica para los casos de embargo
vs. propiedad?
La Corte ha señalado que con la sentencia del Pleno se busca resolver exclusiva-
mente el conflicto entre embargo no inscrito y propiedad no inscrita: “En este Pleno
Casatorio se resolverá un particular conflicto de derechos: el que enfrenta al crédito
del acreedor con embargo inscrito y al derecho de propiedad no inscrito del tercerista
demandante en un proceso de tercería” (7341).
¿Qué tan cierto es esto? No debe perderse de vista que para poder resolver el
mencionado conflicto, la Corte se ha ocupado de otorgarle un significado al denomi-
nado “derecho común”: “Cuando el legislador indica que el conflicto de derechos de
distinta naturaleza debe resolverse conforme al derecho común, se impone la nece-
sidad de captar un sentido, un significado normativo para esta disposición (…)
Desde que existe un texto normativo que establece una consecuencia jurídica para el
supuesto de hecho de conflicto de derechos de distinta naturaleza, no cabe postular
la presencia de una laguna jurídica” (7353).
Téngase en cuenta que, de acuerdo con el 2022.2, el derecho común se aplica
para resolver no solo el conflicto entre embargo y propiedad, sino entre toda clase
de derechos de distinta naturaleza, léase: arrendamiento vs. propiedad; superficie vs.
arrendamiento; uso vs. comodato; usufructo vs. arrendamiento; superficie vs. como-
dato, etc. En todos estos casos, por tratarse de conflictos entre derechos de diferente
naturaleza, la solución es “aplicar las disposiciones del derecho común”. Entonces, no
tiene ningún sentido que la Corte sostenga que con su sentencia solo resuelve el con-
flicto “embargo vs. propiedad”, cuando en realidad, en su parte considerativa, expone
una interpretación vinculante respecto del término “derecho común”, la misma que
352
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
debe aplicar para todo tipo de conflicto entre derechos de distinta naturaleza. Sostener
lo contrario implicaría decir que el “derecho común” tiene un determinado signifi-
cado para el conflicto entre propiedad y crédito (embargo), y un significado diferente
cuando los derechos que entran en conflicto son otros distintos al crédito (embargo)
y la propiedad.
El error de la Corte consiste en no percatarse que el “derecho común”, al cual se
refiere el segundo párrafo del 2022 CC, solo puede tener un único significado, inde-
pendientemente de los derechos que entren en conflicto. Otorgarle una determinada
interpretación al “derecho común” y decir que ella solo aplica para un caso en espe-
cífico (embargo vs. propiedad) es hacer una diferenciación que la propia ley no hace.
El derecho común debe tener una única interpretación para todos los casos.
Entonces, y aun cuando la Corte no quiera aceptarlo, ha establecido el modo de
resolver algo más que un específico conflicto (embargo vs. propiedad); la sentencia
nos ha dicho cómo deberán resolverse todos los conflictos que se den entre derechos
de distinta naturaleza. ¿Qué implicancias puede tener esto en el futuro? Veámoslo en
e siguiente numeral.
1.8.9. ¿Cómo quedan los otros casos de conflictos entre derechos de diferente
naturaleza?
Siguiendo el criterio cronológico establecido por la Corte, cuando se enfrenten
derechos de distinta naturaleza primará el derecho que primero haya nacido en el
tiempo, al margan de su fecha de inscripción.
Imaginemos sobre el inmueble de su propiedad A constituye el día 1 arrenda-
miento (que no se inscribe) a favor de B, y el día 2 derecho de superficie (que sí se
inscribe) a favor de C. El arrendamiento de B será oponible a la superficie de C, aun
cuando esta última sí se haya inscrito y el arrendamiento no. Nótese que si en este
mismo caso, el día 1 no se hubiese constituido arrendamiento a favor de B, sino que
se le hubiese transferido la propiedad, el derecho de superficie sí hubiese sido oponi-
ble a la propiedad, pues tratándose de un conflicto entre derechos de igual naturaleza
(derecho real de propiedad vs. derecho real de superficie) el criterio de preferencia lo
determina la inscripción registral. Es decir, la superficie inscrita está mejor protegida
frente a la propiedad que frente a un arrendamiento. ¿No es algo ilógico?
Pero esto no es lo más grave. El verdadero problema es que ahora, “gracias” a
la sentencia del Pleno, siempre que se constituya un derecho (personal o real) a favor
de alguien, este lo perderá si se prueba que antes de su respectiva adquisición, otra
persona había adquirido sobre el mismo bien un derecho de diferente naturaleza. Ima-
gínense el siguiente supuesto:
Caso 1: A, propietario del bien X, constituye el día 5 un usufructo a favor de B.
El usufructo se inscribe en el Registro. Luego aparece C con un contrato de arren-
damiento suscrito con A el día 1, pero que nunca inscribió. El conflicto se dará entre
el arrendamiento no inscrito de C y el usufructo inscrito a favor de B. ¿Es un con-
flicto entre derechos de diferente naturaleza? Sí. ¿Se deben aplicar las “disposicio-
nes del derecho común? Sí. ¿Qué dice el derecho común, según la Corte? Que no se
353
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
debe tomar en cuenta la fecha de inscripción. Entonces, ¿qué derecho debe ganar?
El arrendamiento, pues se constituyó el día 1. ¿Quién pierde en el caso en concreto?
El titular del derecho de usufructo, aun cuando no tuvo ninguna forma de saber que
antes de su adquisición se había celebrado un arrendamiento. ¿Quién pierde en gene-
ral? Todos, pues no podremos adquirir un derecho con seguridad, pues estaremos
ante la incertidumbre de que aparezca alguien con un derecho adquirido antes que el
nuestro pero que jamás tuvo publicidad.
Vean lo paradójico que resulta esto: quienes están a favor del Pleno, lo festejan,
porque –según sostienen– crea seguridad, predictibilidad, “los justiciables sabrán con
anticipación cómo se resolverán sus casos”, repiten con insistencia. ¿Pero acaso no se
han puesto a pensar en la inseguridad absoluta y en la falta de predictibilidad en que
nos ha dejado la Corte, al establecer que el criterio cronológico debe aplicarse para
los casos de conflicto entre derechos de distinta naturaleza?
Ojo que este no es el único caso. Imagínese cualquier supuesto en donde entran
en conflicto derechos de distinta naturaleza:
Caso 2: A, propietario del bien X, constituye el día 5 un derecho de uso a favor
de B. El derecho real se inscribe en el Registro. Luego aparece C con un contrato
de arrendamiento suscrito con A el día 1 pero que no se inscribió. El conflicto se
dará entre el arrendamiento no inscrito de C y el derecho de uso inscrito a favor de
B. Ganará C aun cuando nunca publicitó su contrato; perderá B aun cuando no tuvo
forma de saber que existía un arrendamiento constituido el día 1.
Caso 3: A, propietario del bien X, constituye el día 5 un contrato de arrenda-
miento a favor de B. El contrato se inscribe en el Registro. Luego aparece C con un
contrato de constitución de derecho de habitación a su favor, suscrito con A el día 1,
pero que no se inscribió. El conflicto se dará entre el arrendamiento inscrito a favor
de B y el derecho de habitación no inscrito de C. Ganará C aun cuando nunca publi-
citó su derecho; perderá B aun cuando no tuvo forma de saber que existía un derecho
de habitación constituido el día 1.
Caso 4: A, propietario del bien X, constituye el día 5 un contrato de arrenda-
miento a favor de B. El contrato se inscribe en el Registro. Luego aparece C con un
derecho de usufructo constituido a su favor el día 1, pero que no se inscribió. El con-
flicto se dará entre el arrendamiento inscrito a favor de B y el derecho de usufructo
no inscrito de C. Ganará C aun cuando nunca publicitó su derecho; perderá B aun
cuando no tuvo forma de saber que existía un derecho de usufructo constituido el día 1.
Caso 5: A, propietario del bien X, constituye el día 5 un derecho de superficie a
favor de B. El derecho se inscribe en el Registro. Luego aparece C con un contrato de
arrendamiento suscrito con A el día 1, pero que no se inscribió. El conflicto se dará
entre el derecho de superficie inscrito a favor de B y el arrendamiento no inscrito de
C. Ganará C aun cuando nunca publicitó su contrato; perderá B aun cuando no tuvo
forma de saber que existía un arrendamiento constituido el día 1.
Los ejemplos podrían seguir, pero finalmente la conclusión es la misma: los
plenos casatorios (y este, en particular) se llevan a cabo con la finalidad de generar
354
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
predictibilidad, para que los justiciables “sepan a qué atenerse” en lo que se refiere a la
forma de resolver los conflictos. Lo particular de este VII Pleno es que se ha logrado
el efecto inverso: en vez de crear predictibilidad y otorgar seguridad, se ha generado
una incertidumbre absoluta: quien hoy adquiere un derecho, corre el riesgo de verse
perjudicado por una situación constituida en la clandestinidad en un momento ante-
rior. ¿Qué clase de Pleno es aquel que nos deja en una situación peor en la que nos
encontrábamos antes de que el mismo fuese realizado? Si los jueces supremos nos
dicen que podemos perder nuestro derecho por una circunstancia que no tuvimos
oportunidad de conocer, claramente lo último que se ha conseguido con el Pleno es
seguridad jurídica(431).
(431) La manera en la que esta “solución” de la Corte no solo crea inseguridad, sino que va en contra de una regla
no escrita que se lee, entre líneas, a lo largo del Código Civil (“Nadie puede verse afectado por aquello que
no estuvo en posibilidad de conocer”), fue analizado en mi anterior trabajo: “La Corte Suprema contra el
Código Civil y el sentido común. A propósito del VII Pleno Casatorio”. En: <http://enfoquederecho.com/civil/
la-corte-suprema-contra-el-codigo-civil-y-el-sentido-comun-a-proposito-del-vii-pleno-casatorio/>.
(432) Hablo en presente porque hasta la fecha la Corte Suprema no ha emitido la correspondiente sentencia.
(433) Artículo 315 CC.- “Para disponer de los bienes sociales o gravarlos, se requiere la intervención del marido
y la mujer. Empero, cualquiera de ellos puede ejercitar tal facultad, si tiene poder especial del otro”.
(434) Si bien el problema ha sido planteado en función a los actos de disposición unilateral de los bienes sociales,
la conclusión a la que se llegue en el Octavo Pleno será íntegramente aplicable a los actos mediante los cuales
se grave unilateralmente un bien de propiedad de la sociedad conyugal (e incluso diría que sus conclusiones
podrían hacerse extensibles a cualquier supuesto en el que alguien pretenda transferir derechos de los que no
es titular).
(435) Pese a que la Audiencia tuvo lugar el día 22 de diciembre del 2015.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
2.1.2. Poder inscrito a favor de uno de los cónyuges pero que ya fue revocado
En este segundo escenario, la titularidad real y la registral coinciden, es decir,
el bien es de la sociedad conyugal y así consta en el Registro. Sin embargo, en algún
momento C2 otorgó a favor de C1 un poder para que este pudiese actuar en nombre
de la sociedad conyugal para disponer o gravar el bien a favor de un tercero. Dicho
poder se inscribió en el Registro y luego de ello se revocó; sin embargo, dicha revoca-
ción no se registró, con lo cual se genera una disociación entre la realidad y el Regis-
tro: este último publicita la existencia de un poder que, en realidad, no existe más.
(436) Se puede ver la participación completa de cada uno de los amicus curiae en el siguiente enlace: https://www.
youtube.com/watch?v=E0e1cABGMNA
(437) En adelante, en todos los ejemplos que emplee utilizaré las mismas letras: C1, para hacer referencia al cón-
yuge que celebra unilateralmente el acto de disposición; C2, para hacer referencia al cónyuge “inocente”, de
cuya voluntad se prescinde al momento de celebrar el acto de disposición; y A, que vendría a ser el tercero o
contraparte de C1 en dicho acto de disposición.
(438) Artículo 1539 CC.- “La venta de bien ajeno es rescindible a solicitud del comprador, salvo que hubiese sabido
que no pertenecía al vendedor o cuando este adquiera el bien, antes de la citación con la demanda”.
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(439) Artículo 161 CC.- El acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de las facultades que
se le hubiere conferido, o violándolas, es ineficaz con relación al representado, sin perjuicio de las responsa-
bilidades que resulten frente a este y a terceros.
También es ineficaz ante el supuesto representado el acto jurídico celebrado por persona que no tiene la
representación que se atribuye.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(i) Que alguien se arrogue falsamente un poder que (en teoría) le permita vender
o grabar los bienes de la sociedad, con lo cual estaremos ante un supuesto
de representación defectuosa; o
(ii) Que alguien se haga pasar como el propietario del bien sin serlo, con lo cual
estaremos ante un caso de venta de bien ajeno.
Ahora bien, el punto en común de ambos supuestos es que el sujeto que actúa
disponiendo (o gravando) del bien, lo hace sin la necesaria legitimidad para contra-
tar” (sobre este concepto volveré en el numeral siguiente).
Por ello, considero que el 315 CC es una norma innecesaria: primero porque
establece una verdad de Perogrullo (solo el propietario puede disponer o gravar de
sus bienes), y en segundo lugar porque el remedio para los casos en donde alguien
dispone de un bien sin estar facultado para ello ya se encuentra regulado en otras
normas del CC. ¿Qué pasaría si el 315 CC no existiese? La respuesta es nada. Por
eso, la solución del Octavo Pleno –tal como está planteada la controversia, a efectos
de que se escoja entre la nulidad o la ineficacia del acto de disposición unilateral– no
requiere de una interpretación del 315 CC, sino de un adecuado entendimiento del
vicio que se encuentra presente tanto en el caso de la venta de bien ajeno como en el
de la representación defectuosa (vicio que –como ya adelanté– no es otro que el de
la “ausencia de legitimidad para contratar”, y que acarrea –y con ello adelanto opi-
nión– no la nulidad, sino la ineficacia).
(440) BETTI, Emilio. Teoría general del negocio jurídico. Traducción y concordancias con el Derecho español por
Martín Pérez, Editorial Comares, Granada, 2000, p. 203.
(441) MORALES HERVIAS, Rómulo. “Validez y eficacia de los actos de disposición y de gravamen en la sociedad
de gananciales. El concepto oculto en el artículo 315 del Código Civil”. En: Revista Jurídica del Perú. N° 64,
Editorial Normas Legales, Trujillo, setiembre-octubre 2005, p. 174. El mismo autor desarrolla más ampliamente
el tema de la legitimidad en: “Legitimidad para contratar. La protección de la sociedad de gananciales vs. La
publicidad registral”. En: Actualidad Jurídica, Tomo 159, febrero, 2007 pp. 33-40.
358
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(442) Artículo 1409 CC.- “La prestación materia de la obligación creada por el contrato puede versar sobre: (…)
2. Bienes ajenos o afectados en garantía o embargados o sujetos a litigio por cualquier otra causa”.
359
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
las premisas para una correcta circulación de los bienes inmuebles. La normativa en
cuestión prescribe la nulidad del contrato de compraventa de un inmueble construido
abusivamente (recientemente, la jurisprudencia ha extendido la sanción de nulidad
incluso al contrato preliminar de venta: Cas. N° 23591, del 17 de octubre de 2013). No
obstante, la propia ley permite que el inmueble abusivo puede transferirse por acto
mortis causa o pueda constituir objeto de expropiación inmobiliaria. Respecto a dicha
hipótesis, no se puede hablar de ilicitud del objeto, ya que el mismo objeto puede ser
deducido válidamente en otras relaciones. Antes bien, se trata de una clara hipóte-
sis de imposibilidad jurídica: la compraventa inter vivos es jurídicamente imposible,
pero el inmueble puede ser objeto de negocios distintos”(443).
En nuestro medio, un sector de la doctrina también ha distinguido la imposibili-
dad jurídica del objeto de la ilicitud (aunque sin especificar si esta “situación” afecta
al objeto o a la causa del contrato), señalando que ambas patologías operan en planos
distintos: “La imposibilidad jurídica ha de distinguirse de la ilicitud, en tanto que
esta presupone una prohibición de realizar algo que, en principio, podría ser objeto
de contratación, mientras que aquella no presupone prohibición alguna, sino discon-
formidad con la propia configuración de las instituciones. En este sentido, es ilícito
vender droga, pero es jurídicamente imposible hipotecar una silla. En el primer caso,
de no existir la norma que prohíba esa venta, los particulares válidamente podrían
haberla celebrado. Por otro lado, aunque exista tal prohibición, en los hechos se con-
cluyen este tipo de contratos, con la correspondiente sanción de nulidad por parte
del Ordenamiento. En el segundo caso, en cambio, no existe prohibición alguna, sino
incoherencia entre el diseño estructura que la ley le ha conferido a la hipoteca y la
intención de las partes. Aquí ni siquiera es posible hipotecar la silla en los hechos”(444).
(443) CAPOBIANCO, Ernesto. Lecciones sobre el contrato. Traducción de César Moreno More. Editorial Zela,
Puno, 2017, pp. 122-123.
(444) ESCOBAR ROZAS, Freddy. “Reflexiones en torno a la llamada venta de bien ajeno”. En: Themis - Revista
de Derecho. Segunda Época, N° 29, Lima, 1994, pp. 150-151.
(445) VIDAL RAMÍREZ, Fernando. El acto jurídico. 8º edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 491; y ESPINOZA
ESPINOZA, Juan. El acto jurídico negocial. Gaceta Jurídica, Lima, 2009, p. 491.
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(446) Artículo 1537 CC.- “El contrato por el cual una de las partes se compromete a obtener que la otra adquiera
la propiedad de un bien que ambas saben que es ajeno, se rige por los artículos 1470, 1471 y 1472” (normas
que regulan la “Promesa de la obligación o del hecho de un tercero”).
361
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(447) ZÚÑIGA PALOMINO, Mario. “El comprador en la venta de bien ajeno: ¡dueño de nada! Análisis conceptual
y funcional de recientes criterios jurisprudenciales”. En: Ius et Veritas. Revista editada por estudiantes de la
Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. N° 25, Lima, 2002, pp. 69-70.
362
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
2.5. ¿Cuáles son las diferencias prácticas entre la nulidad e ineficacia del acto
de disposición unilateral?
Contra lo que se podría creer, la discusión entre “nulidad” e “ineficacia” no tiene
solo un contenido dogmático o doctrinario; de hecho, optar por uno u otro remedio
trae consecuencias prácticas muy relevantes, principalmente en tres aspectos: (i) plazo
para demandar; (ii) interés pasible de resarcimiento; (iii) posibilidad de convalidar o
subsanar el acto unilateral.
Identifiquemos a las partes en conflicto para, en función de ello, trabajar en lo que
viene: hay un cónyuge culpable (C1) que es quien vende o grava el bien sin el asenti-
miento del otro cónyuge, que viene a ser el inocente (C2). El acto de disposición que
realiza C1 a favor de su contraparte (A) buscará ser atacado por C2, ya sea mediante
una demanda de nulidad o ineficacia (si bien yo me inclino por la “ineficacia”, la Corte
determinará cuál es –a su criterio– el remedio aplicable).
Analicemos una a una las diferencias entre optar por la nulidad o la ineficacia.
(448) La convalidación puede ser considerada un instituto de orden general que, especificándose a través los institutos
de la confirmación y ejecución voluntaria, encuentra aplicación en relación a las variadas especies de invalidez
negocial, con las limitaciones determinadas por la ley. Los instrumentos técnicos, a través de los cuales ella
actúa (la convalidación), se presentan o a través de comportamientos negociales (confirmación o ejecución
voluntaria) o cuando menos voluntarios (de los cuales no puede ser excluido a priori el carácter negocial) que
se determinan según el esquema de la declaración negocial unilateral o de los comportamientos negociales de
carácter ejecutivo”, GIACOBBE, Giovanni. Voce “Convalida” (diritto privato). En: Enciclopedia del Diritto.
Vol X. Giuffré, Milano, 1962, pp. 498-499.
363
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(449) Ello sin perjuicio de que para ciertos casos de nulidad resulte factible la denominada “conversión”.
(450) Artículo 230 CC.- “Salvo el derecho de tercero, el acto anulable puede ser confirmado por la parte a quien
corresponda la acción de anulación (…)”.
(451) Artículo IV del Título Preliminar CC.- “La ley que establece excepciones o restringe derechos no se aplica
por analogía”.
364
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
Entonces, en lo que se refiere al plazo para accionar, el remedio más idóneo para
C2 sería el de la ineficacia, pues no está sometido a un plazo prescriptorio como sí
ocurre con la nulidad(452).
(452) Sin perjuicio de que la ley haya establecido un plazo prescriptorio de 10 años para demandar la nulidad, debe
tenerse en cuenta que esta, como medio de defensa (o “excepción sustancial”, como se le suele denominar)
resulta imprescriptible. Es decir, si alguien me demanda para que yo cumpla con un contrato nulo, estoy
facultado para defenderme invocando la nulidad del contrato que se pretende ejecutar aun cuando hubiesen
pasado más 10 años.
(453) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. La cláusula penal. Tutela contra el incumplimiento vs. tutela resarcitoria.
1ª edición, Ara Editores, Lima, 2017, p. 37.
(454) Ídem.
365
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
2.6. ¿El tercero solo tiene como opción demandar la nulidad/ineficacia del
contrato suscrito con uno de los cónyuges? Tres posibles escenarios
El debate generado por el Octavo Pleno ha venido girando solo en torno al cón-
yuge perjudicado (C2) (¿qué remedio debe poner en funcionamiento? ¿La nulidad o
la ineficacia?), con lo cual se ha omitido poner los reflectores sobre el tercero (A) y
atender algunas preguntas que también resultan fundamentales: ¿Qué remedios tiene
A que, al igual que C2, podría ser una víctima en toda esta situación? ¿El remedio
para A se debe limitar a exigir un resarcimiento del daño generado? ¿Qué tal si A no
está interesado en el resarcimiento, sino que lo que busca es quedarse como titular
del bien? ¿Cuenta con argumentos legales para rechazar la demanda planteada por
C2? ¿La normativa vigente lo ampara?
He identificado tres posibles escenarios en donde el adquirente del bien podría
contestar eficazmente la demanda planteada por C2, a efectos de lograr mantenerse
como titular del bien pese a haberlo adquirido de quien –como C1– no contaba con
la legitimidad suficiente para actuar.
(455) FRANZONI, Massimo. “Fatti illeciti”. Commentario del Codice Civile Scialoja-Branca, a cura di Francesco
Galgano. Libro quarto: Obbligazioni art. 2043-2059, Zanichelli Editore / Il Foro Italiano, Bologna-Roma,
1993, p. 823.
366
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
Este caso, como se podrá apreciar, cumple con todos los requisitos del 2014, por
lo que C2 solo logrará vencer a B si prueba su mala fe (acreditando, por ejemplo, que
este conocía de manera extra registral la patología que afectaba al contrato entre C1-A.
De no lograrlo, entonces el bien permanecerá en poder de B.
367
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
368
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
Lo que sucede es que el sistema debe otorgar algún tipo de seguridad para que la
gente pueda contratar sin temor a equivocarse; el sistema debe promover de forma
general la confianza en algo, en algún parámetro. Pero el sistema tampoco puede per-
mitir que esta confianza dependa de cada quien, pues eso la haría muy subjetiva y la
relativizaría. Supongamos que alguien dice ser propietario de un bien o apoderado de
determinada persona. Yo podría considerar suficiente que ese alguien me dé su pala-
bra de que aquello que dice es cierto. Usted podría pensar que eso no basta, que es
necesario contar con un papel que sustente lo que se declara. Alguien podría exigir,
además, que dicho papel sea otorgado ante un notario. Para otros, todo ello podría
suponer un exceso, pues para confiar basta en la palabra empeñada más un apretón de
manos. Para evitar que cada quien establezca el parámetro de confianza que mejor le
parezca –lo cual imposibilitaría que nos pongamos de acuerdo– el sistema ha optado
por establecer un parámetro oficial de confianza que, si bien no es perfecto, al menos
es –en la mayoría de los casos– seguro: el Registro.
Y es un parámetro seguro porque ha pasado previamente por varios filtros: en
el caso de un poder, pasó primero por un filtro “civil” (negociación y acuerdo de las
partes), luego por un filtro notarial (análisis de la validez de los elementos del nego-
cio) y finamente por un filtro registral (análisis de la legalidad y calificación del acto).
Hay, entonces, más de una razón para que alguien confíe en la información registral,
lo que no sucede con los otros parámetros subjetivos no oficiales (la palabra empe-
ñada, un apretón de manos, un papel firmado, etc.).
Ahora, nada me impide confiar en esos otros parámetros, pero el sistema se
encarga de advertirme que si ese parámetro me termina defraudando (porque no
coincide con la realidad), entonces no podré reclamar y la realidad terminará preva-
leciendo. Es decir, quien actúa al margen del Registro asume el riesgo de que aque-
llo en lo que confía no guarde correlación con la realidad; se trata de un riesgo que
corre quien confía en un parámetro de publicidad que no es el Registro. En cambio,
la ventaja de confiar en el parámetro oficial (Registro) es que no hay forma de que
quien confía se vea defraudado en caso lo inscrito no coincida con lo real; para aquel
que confía, el sistema le da preferencia a lo inscrito.
En conclusión, (i) quien contrata con el cónyuge con poder inscrito (C1) queda
indefectiblemente protegido aun cuando dicho poder no exista en la realidad, por lo
que su adquisición no se verá afectada por la demanda planteada por C2; y (ii) quien
contrata con el cónyuge con poder no inscrito asume el riesgo de que dicho poder en
realidad no exista y por ende la demanda de C2 terminará afectando su adquisición,
prevaleciendo así el derecho de la sociedad conyugal.
369
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
adquirente del bien (o para ser más genéricos, la contraparte del cónyuge que celebra
el acto de disposición o gravamen sobre el bien social) pueda argumentar la protección
del Registro sobre la base de alguna de las normas recién comentadas (2014, 2022 o
2038 CC).
Y si bien es cierto cada una de estas normas tiene su propio ámbito de aplica-
ción y regula, como parte de su supuesto de hecho, una situación muy concreta (y por
ende diferenciada de las demás), también lo es que todas ellas están atadas por un hilo
conductor común: buscan proteger la legítima confianza depositada por el adquirente
en lo publicitado por el Registro, protección que presupone (en todos los casos) dos
cosas: (i) que el contrato del que es parte dicho adquirente (A) sea válido (aun cuando
ineficaz); y (ii) que tal adquirente (A) haya actuado con buena fe.
A continuación, pasaré a analizar cada uno de estos presupuestos, y con ello que-
dará clara la necesidad de que la Corte Suprema se incline a favor de la “ineficacia”
–y rechace la “nulidad”– como el remedio aplicable a la disposición –y gravamen–
unilateral de bienes sociales.
370
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
actos de disposición del bien social, dado que todos los disponentes habrán actuado
careciendo del poder de disposición de la situación jurídica comprometida”(456).
Lo que plantea el autor es que la demanda del cónyuge perjudicado (C2) no solo
afecte a A, sino también a B, C, D y todos los posteriores subadquirentes. Considero
que esto:
(i) Atenta contra el texto expreso del 2022 CC: un dato extra registral no puede
afectar a quien, como A, adquiere e inscribe confiando en lo publicitado por
el Registro;
(ii) Atenta contra el 2014 CC: los terceros como B, C, D y los sucesivos quedan
inmunes frente a la patología de un contrato –que viene a ser un pequeño
eslabón en la cadena de transferencias– respecto del cual no formaron parte
y por ende tienen la condición de terceros; y
(iii) No es deseable desde un punto de vista de política legislativa, pues implica
traerse abajo todo el sistema de adquisición basado en la confianza en el
Registro.
Con un ejemplo esto último quedará claro: imaginemos que A (que fue quien
adquirió el bien de C1) ya vendió el bien a B, este hizo lo propio a favor de
C, este con D y él finalmente se lo vendió a E. Todas estas transferencias se
han inscrito en el Registro. Si admitimos que la demanda planteada por C2
afecte todos los contratos que conforman la cadena de transferencias, enton-
ces E (último adquirente) deberá restituirle el bien a la sociedad conyugal,
con lo cual todas las adquisiciones realizadas previamente quedarían sin una
causa que las justifique, lo que implicaría que E deba dirigirse contra D para
recuperar el precio que pagó, D tendría que hacer lo propio contra C, este
contra B, B contra A y este último con C1 (es decir, como consecuencia de
que la demanda de C2 vs. A sea amparada, los conflictos que se generarían
serían E-D, D-C, C-B, B-A y A-C1). De este modo, en un abrir y cerrar de
ojos, contratos celebrados y ejecutados en el tráfico inmobiliario, se verán
literalmente “destruidos”, lo cual no solo mella la confianza en la contrata-
ción, sino que genera una tremenda carga litigiosa.
En conclusión, el remedio adecuado es el de la ineficacia, pues además de prote-
ger adecuadamente al cónyuge perjudicado, evita sancionar injustificadamente a los
terceros adquirentes que actuaron con buena fe.
(456) VÁSQUEZ REBAZA, Walter. “Los actos de disposición de bienes sociales por parte de uno de los cónyuges.
Argumentos adicionales a favor de la tesis ‘Pro ineficacia’ ad portas del Octavo Pleno Casatorio Civil”. En:
http://enfoquederecho.com/civil/determinacion-del-objeto-de-la-compraventa-inmobiliaria-o-relevancia-de-
la-clausula-ad-corpus-comentario-a-una-reciente-resolucion-de-la-corte-suprema-2/
371
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
2.7.2. Segundo requisito: que “A” (y, en general, el tercero) haya actuado de
buena fe
Se suele sostener que el tercero adquirente (A) debe ser protegido pese a haber
contratado con quien no era el propietario real del bien porque de esa manera se pro-
tege la tutela del tráfico jurídico o la circulación de los bienes. Particularmente no
comparto esta opinión: más que la protección de un concepto o una idea (como lo
es la “circulación de los bienes” o la “tutela del tráfico jurídico”), la defensa de A
(y la de los posteriores subadquirentes) se construye sobre un elemento subjetivo: la
legítima confianza depositada por dicho adquirente en ciertos elementos (uno de los
cuales es el Registro) que lo llevaron a creer que contrataba con quien era verdade-
ramente el propietario del bien.
Es decir, A –y los eventuales subadquirentes– merece protección porque actuó
de buena fe, desconociendo que el bien era realmente de propiedad de la sociedad
conyugal o desconociendo que el poder con que actuaba C1 ya no estaba vigente. Por
el contrario, en caso C2 logre acreditar la mala fe de A (lo cual implica acreditar que
este conocía la falta de legitimidad de C1 para disponer del bien o los problemas del
poder inscrito a su nombre) el Registro no lo protegerá y la titularidad del bien deberá
permanecer en beneficio de la sociedad conyugal.
¿Y de qué manera podría acreditase dicha mala fe? Por ejemplo, A no podrá
invocar la protección del Registro si se acredita que al momento de la celebración del
acto de disposición con C1, este figuraba en su DNI como casado. Esto invalidaría la
buena fe de A, pues la mínima diligencia le exigía hacer las preguntas mínimas que
lo hubiesen llevado a concluir que se trataba de un bien social. En efecto, si alguien
que en su DNI figura con el estatus civil de casado pretende venderme un inmueble
como si fuese propio, lo mínimo que debería pedirle es que acredite tanto fecha de
su matrimonio como la que adquirió el bien. Si se acredita que compró el bien con
posterioridad al matrimonio, no habrá ninguna duda que se trata de un bien social
(pese a que el mismo esté inscrito solo a su nombre), por lo que la intervención de
su cónyuge será más que necesaria. Por el contrario, si se acredita que la adquisición
fue previa al matrimonio, se tratará de un bien propio (por más que actualmente esté
casado) y por ende la intervención de su cónyuge será prescindible.
Lo mismo ocurrirá en caso de que al momento de la compraventa entre A y C1, el
inmueble materia de transferencia se encontrase en posesión de la sociedad conyugal.
Comprar un inmueble limitando el análisis legal a la revisión de partidas registrales y
descartando la constatación de la posesión efectiva equivale –en algunos casos– a no
actuar con la diligencia mínima exigible para este tipo de operaciones, con lo cual se
podría poner en entredicho la buena fe del comprador (A). Ausente dicha buena fe, el
Registro queda descartado como un mecanismo de protección y saneamiento de las
ineficacias que traiga consigo el contrato que se inscribe, por lo que el acto de dis-
posición C1-A se mantendría como ineficaz y ello le permitiría a C2 (o para ser más
precisos, a la sociedad conyugal), conservar su patrimonio (el único remedio que le
quedaría a A sería accionar contra C1 por el resarcimiento del interés positivo, como
ya tuve oportunidad de comentar previamente).
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
¿Y qué tiene que ver esto con lo que se discute en el Octavo Pleno? Si el con-
trato fuese nulo –que es precisamente una de las tesis en debate– no habría forma de
corregirlo, por más buena fe que tuviera una de las partes del contrato. Un contrato
nulo es, por definición, insubsanable: para él no funcionan ni la confirmación (que
aplica para contratos anulables) ni la ratificación (que aplica para contratos inefica-
ces), y por ende al margen de la buena fe con que hubiese actuado una de las partes
de dicho contrato, el vicio de nulidad no desaparece.
Imaginemos que alguien se “adjudica”, mediante documentos falsificados, una
parte de la playa y me la vende. Yo, actuando de buena fe, creo que él es el propie-
tario y firmo una compraventa. Este contrato recae sobre un objeto jurídicamente
imposible y como tal es nulo, y seguirá siendo nulo por más buena fe que yo pueda
probar. Mi buena fe no cura el vicio de nulidad, pues esta tutela intereses generales
(se protege a la sociedad en su conjunto) que van más allá del estado subjetivo con
que actúan las partes del contrato.
Incluso si quien me vendió la playa la hubiese tenido inscrita a su nombre y luego
yo también la registro a mi favor, ello tampoco curaría el vicio de nulidad, porque
como bien lo establece el artículo 2013 CC, ni siquiera la inscripción registral per-
mite convalidar los contratos nulos.
Entonces, si la Corte Suprema convalidó la compraventa fue porque la conside-
raba subsanable, y si la consideraba así es porque, desde su punto de vista, el vicio
que la aquejaba no era la nulidad. ¿Cuál era el vicio entonces? La única posibilidad
que queda es la ineficacia. A través de esta casación, entonces, la Corte estaría ade-
lantando opinión sobe aquello que se discute en el Octavo Pleno: el contrato de trans-
ferencia de un bien social realizado por uno solo de los cónyuges es ineficaz (no nulo),
y como tal es factible de que resulte saneado (corregido, subsanado, convalidado) si
es que se cumplen determinados requisitos.
Un tema distinto es si para entender “subsanado” dicho vicio de ineficacia basta
con una buena fe sustentada en elementos extra registrales. Por ejemplo, en el caso
analizado, la buena fe del comprador se construyó sobre tres elementos: su vendedor
figuraba en el DNI como soltero, en el contrato solo él figuraba como adquirente y
además solo él ejercía la posesión. Sin embargo, otros podrían considerar que la buena
fe, para servir como un mecanismo de saneamiento de esta clase de contratos, debe
verse sustentada en información registral. Es decir, solo si la buena fe se sustenta en
una partida según la cual quien me vende es el propietario, es posible que el contrato
quede “curado” en caso dicha información haya resultado errónea.
Pero este es un tema adicional sobre el cual es posible abrir otro debate: ¿sobre
qué elementos debe construirse la buena fe? ¿Cabe una buena fe construida única-
mente sobre información registral, dejando de lado elementos extra registrales deter-
minantes como, por ejemplo, la posesión o el vínculo familiar entre transferente y
adquirente? Estas preguntas resultan pertinentes en tanto están muy vinculadas con
el siguiente caso, que a continuación paso a detallar.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(459) En el caso materia de comentario quien dispuso del bien fue la cónyuge.
(460) De acuerdo con los datos de la casación, estas personas compartían un apellido en común, por lo que proba-
blemente existía entre ellas una relación de parentesco. ¿Es factible sostener que la compradora no sabía que
la casa que su prima o hermana le vendía no era de esta sino de la sociedad conyugal? ¿No debió esto, por lo
menos, generar en la Corte Suprema la suspicacia suficiente como para ahondar un poco en el tema?
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(461) Sin embargo, esta constatación resulta, en muchos casos, necesaria mas no suficiente. Hay otros elementos
extra registrales que deben ser analizados. Esto lo he analizado a detalle en: PASCO ARAUCO, Alan. Fraude
inmobiliario. Análisis para una efectiva defensa legal de la propiedad. Gaceta Jurídica, Lima, 2018.
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
3.1. Aspíllaga Hermanos vs. Cerro Prieto: prevalece la adquisición del tercero
registral por sobre la propiedad del titular originario
La confusión entre los principios de oponibilidad y fe pública registral ha llegado
incluso hasta nuestro Tribunal Constitucional (TC). El caso que a continuación comento
derivó de un supuesto de doble inmatriculación, también conocido como duplicidad
registral: es decir, la misma área inscrita en dos partidas registrales distintas, lo que
da lugar a que sobre una misma área se inscriban, en paralelo, derechos contradic-
torios en favor de terceros, cada uno de los cuales inscribe su respectiva adquisición
en la partida registral en cuya información ha confiado. Cuando estos dos terceros
(cada uno de los cuales deriva su adquisición de un transferente distinto) se encuen-
tran y ambos deciden ejercer sus respectivos derechos sobre el mismo bien, surge la
necesidad de privilegiar a alguno de ellos, con el consecuente sacrificio del otro. ¿Es
posible resolver casos como estos a través de la fe pública registral?
Con fecha 17 de diciembre del 2004, Aspíllaga Anderson Hermanos S.A. (“Aspí-
llaga”) interpuso demanda de amparo contra el Instituto Nacional de Desarrollo
(“INADE”) y el Proyecto Especial Jequetepeque Zaña (el “Proyecto”), solicitando
que se declare inaplicable a su caso los efectos del artículo 410 del Decreto Legis-
lativo Nº 556(465), en la medida que, al amparo de esta norma, parte del terreno de
su propiedad, constituido por el fundo “La Otra Banda” (el “Inmueble”), había sido
transferido e inmatriculado a favor del INADE, que a su vez se lo habría traspasado
al Proyecto, sin que se haya tomado en cuenta que desde mucho antes la totalidad del
Inmueble ya se encontraba inscrito en otra partida registral a favor de la Aspíllaga.
Aspíllaga alegaba que esta indebida inscripción de parte del inmueble a favor
del INADE constituía una vulneración de su derecho de propiedad no amparada por
la Constitución.
El TC, en su Sentencia Nº 05614-2007-PA/TC, consideró que:
“(…) el contenido normativo del artículo 410 del Decreto Legislativo Nº 556
infringe por la forma no solo el artículo 70 de la Constitución de 1993,
sino también, en su momento, el artículo 125 de la Constitución de 1979,
vigente al momento en que se produjo la primera transferencia de dominio,
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
ni del Proyecto, sino de Cerro Prieto, por lo que resultaba manifiesto su interés en el
resultado de dicho proceso de amparo:
“En el proceso de amparo iniciado por Aspíllaga Hermanos no se contó con
la participación de Cerro Prieto, debido a que en la demanda de aquel pro-
ceso, solo se alegó que los terrenos eriazos referidos habían sido inscritos
a favor del Instituto Nacional de Desarrollo, lo cual era un dato incompleto
sobre la titularidad de la propiedad de los terrenos eriazos, pues antes de
que se interpusiera la demanda los terrenos eriazos mencionados habían sido
adquiridos por Cerro Prieto en una subasta pública internacional, es decir,
que adquirió los terrenos eriazos de buena fe y a título oneroso”.
Cabe señalar que el TC justificó su error respecto de la titularidad de la propie-
dad del Área al momento de emitir la Primera Sentencia amparándose en la “buena
fe procesal”, en cuanto “confió en los alegatos de las partes del proceso de amparo,
que en ningún escrito manifestaron que el propietario de los terrenos eriazos de las
Pampas de Mocupe era Cerro Prieto”. Además agregó que “la partida registral que
adjuntó a su demanda Aspíllaga Hermanos no se encontraba completa, pues en ella
no se consignaba la transferencia de la propiedad de los terrenos eriazos de las Pam-
pas de Mocupe del Proyecto Especial Jequetepeque - Zaña a favor de Cerro Prieto”(467)
En cuanto al fondo de la controversia, el TC sostuvo lo siguiente:
“Como ha quedado precisado, al momento en que se emitió la sentencia
recaía en el Exp. N° 05614-2007-PA/TC [Primera Sentencia] este Tribunal
no tuvo conocimiento de que la propietaria de los terrenos eriazos mencio-
nados era Cerro Prieto, por lo que corresponde precisar los efectos de la sen-
tencia mencionada teniendo presente este hecho y que en dicha sentencia se
estimó la demanda de amparo porque se comprobó que se había vulnerado
el derecho a la propiedad privada de Aspíllaga Hermanos al haberse con-
fiscado los terrenos eriazos mencionados, pues de no hacerlo la sentencia
mencionada estaría privando a Cerro Prieto de su derecho legítimo al uso
y goce de aquellos”(468).
Nótese que aquello que invocaba Cerro Prieto era, en el fondo, la protección deri-
vada de la fe pública registral, en tanto:
(i) Había adquirido el Área al amparo del Registro, el cual publicitaba al Pro-
yecto como propietario;
(ii) Desconocía hasta ese momento lo confiscatorio e inconstitucional que resul-
taba el artículo 410 del D.L. Nº 556, al amparo del cual se habría producido
la transferencia del Área a favor del INADE; la presunción de constitucio-
nalidad de la que están provistas todas las normas solo es dejada de lado
cuando así lo declara expresamente el TC, lo cual no había ocurrido aún
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
propiedad y la necesidad de volver las cosas al estado anterior a la lesión; sin embargo,
como en el camino ya había aparecido un tercero adquirente a título oneroso y de
buena fe (Cerro Prieto), no es posible retrotraer las cosas, pues ello implicaría termi-
nar afectando a dicho tercero. Por ello, es obligación del Estado indemnizar al propie-
tario primigenio (Aspíllaga) cuyo derecho resulta sacrificado en aras de proteger la
adquisición del tercero de buena fe (Cerro Prieto). El TC no tuvo necesidad de invocar
o citar el 2014 CC para que nos quede claro que, en el fondo, lo que estaba haciendo
era, precisamente, aplicar esta norma.
Como consecuencia de tales consideraciones, el TC decidió:
(I) Precisar los efectos de la sentencia recaída en la Primera Sentencia y orde-
nar al Ministerio de Agricultura (que había absorbido al INADE según el
Decreto Supremo Nº 030-2008-AG) y al Proyecto, que inicien el procedi-
miento de expropiación en contra de Aspíllaga, para que dentro de un plazo
razonable le abonen a este último la indemnización justipreciada por la pro-
piedad que le había sido confiscada en aplicación del artículo 410 del D.L.
Nº 556;
(II) Ordenar a la Oficina Registral del Registro de la Propiedad Inmueble de Chi-
clayo (la “Oficina Registral”) se mantenga vigente la inscripción registral
del Área a favor del INADE, solo en la parte del terreno transferida a Cerro
Prieto, debiendo mantenerse el resto del Inmueble (que no había sido materia
de transferencia a favor de Cierro Prieto) a nombre de Aspíllaga (el TC no
mencionó si la inscripción registral del Área a favor de Cerro Prieto también
debía mantenerse vigente, lo que generó el pedido aclaratorio que comen-
taré más adelante).
Con dicho fallo el asunto parecía resuelto, pero en la fase de ejecución de la
Segunda Sentencia, surgieron algunos inconvenientes.
Recordemos que, como consecuencia de la Primera Sentencia, no solo se can-
celó el asiento registral donde se había inscrito el derecho de propiedad sobre el Área
a favor del INADE, sino también la inscripción registral a nombre de Cerro Prieto
(cuya adquisición precisamente había derivado del INADE).
Y si bien es cierto la Segunda Sentencia ordenó que el Área vuelva a quedar
inscrita a nombre del INADE, no se dijo nada sobre la inscripción a favor de Cerro
Prieto, es decir, no se indicó expresamente que el asiento registral en donde este había
tenido inscrito su derecho de propiedad sobre el Área volviese a adquirir vigencia.
Por ello, una vez que el Primer Juzgado Constitucional de Lima, con ocasión de
ejecutar la Segunda Sentencia, ordenó a la Oficina Registral que inscriba nuevamente
el derecho de propiedad sobre el Área a nombre del INADE, Cerro Prieto formuló un
pedido aclaratorio, solicitando que se le ordene a la Oficina Registral no solo rever-
tir la propiedad del Área a favor del INADE, reabriéndose el asiento registral donde
esta tenía inscrito el dominio, sino que, como lógica consecuencia de ello, se declare
también la vigencia del asiento de inscripción en donde Cerro Prieto había registrado
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
Es así como llegó a su fin este complejo caso, resuelto al amparo del 2014 CC,
pese a haberse tratado de un caso de doble inscripción o doble inmatriculación.
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La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
(474) AMORÓS GUARDIOLA, Manuel. “La buena fe en la interpretación de los problemas hipotecarios”. En:
Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N° 463, Madrid, noviembre-diciembre, 1967, p. 287.
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(475) Sentencias del 1 de marzo de 1997 y del 09 de marzo del 2003 que pueden ser vista en: CLEMENTE MEORO,
Ob. cit., pp. 206-209.
390
La fe pública registral en los plenos casatorios VII y VIII y en la jurisprudencia del TC
3.4. ¿Cómo debió resolver el TC los casos planteados? ¿Qué hacer frente a
una duplicidad registral?
¿Cuál de las dos sentencias emitidas por el TC es la correcta? Considero que en
ambas el TC cometió ciertos errores.
En ambos casos, los predios en controversia estuvieron inscritos originalmente a
nombre de particulares, hasta que en un determinado momento el Estado, amparado
en ciertas leyes que después serían consideradas inconstitucionales, los revirtió a su
favor (es decir, se declaró como propietario) y les abrió nuevas partidas registrales,
inscribiendo en ellas su dominio, cuando lo “correcto”, en todo caso (al menos desde
un punto de vista formal, y al margen de que tales reversiones no hayan seguido los
cauces constitucionales) habría sido que el Estado, en la misma partida registral donde
los predios ya corrían inscritos, cancelara el asiento registral donde figuraba la titula-
ridad de los propietarios privados y anotase en nuevos asientos (pero siempre en las
mismas partidas) la reversión a su favor; de este modo no se habrían abierto partidas
registrales nuevas sino que, manteniéndose siempre la misma (y una sola) partida para
cada predio, se hubiese respetado el tracto sucesivo en la cadena de transferencias.
El problema fue que luego de que el Estado abriera las nuevas partidas a su nom-
bre, los predios fueron transferidos a título oneroso a favor de empresas que, actuando
de buena fe, confiaron en la información publicitada en las partidas registrales en las
que finalmente inscribieron sus respectivas adquisiciones.
Es así como la doble inmatriculación plantea una discordancia entre el Registro
y la realidad, pues no resulta posible la compatibilidad de dos (o más) titularidades
registrales simultáneas ni dos historiales distintos de transferencias (también regis-
trales) sobre el mismo bien. Se entiende, por ello, que esta incertidumbre sobre la
situación jurídica del inmueble, provocada por la doble y contradictoria publicidad,
a falta de acuerdo entre los interesados, deba ser resuelta recurriendo a un proceso
judicial declarativo.
Ahora bien, en dicho proceso judicial la información registral deberá neutrali-
zarse (como si nunca hubiera existido) y la averiguación de la realidad (y por ende la
determinación de cuáles serán las situaciones jurídicas que prevalecerán) habrá de
emprenderse acudiendo a las normas del Derecho Civil.
“La regla, como se ve, es meramente negativa, y por sí sola bien poco
resuelve, pero es también, con seguridad, la única que puede expresar el
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inmueble a su favor, abriéndole una nueva partida registrar al predio (pero sin cerrar
aquella en donde corre inscrito el derecho de D). Al cabo de algunos años, se inscri-
ben tres transferencias: X-Y, Y-Z y Z-W. Ya que la intención de W al adquirir el bien
fue poder explotarlo, acude a tomar posesión y se da con la sorpresa de que sobre el
mismo D viene ejerciendo actos de goce. ¿Cómo resolver la controversia D-W si es
que tenemos en cuenta que ambos inscribieron sus respectivas adquisiciones confiando
en la información que publicitaba cada una de las partidas registrales?
Si lo que debemos hacer es neutralizar los datos registrales y resolver la contro-
versia recurriendo al Derecho Civil puro, lo cual implica ahondar en los años pasa-
dos y ubicar el acto originario que dio lugar a las sucesivas cadenas de transferencias;
hecho este ejercicio, la conclusión será –al igual que en los casos resueltos por el TC,
en donde se enfrentaba una propiedad de origen legítimo con una propiedad de ori-
gen confiscatorio– que deberá primar la propiedad de D, en tanto la de W tiene en su
origen un acto de falsificación, el cual –al igual que los actos confiscatorios por parte
del Estado– no ha sido considerado por nuestra normativa como métodos válidos y
legítimos del nacimiento de la propiedad privada.
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CAPÍTULO VII
LA FE PÚBLICA REGISTRAL VERSUS
LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
USUCAPIÓN CONTRA TABULAS
CAPÍTULO VII
LA FE PÚBLICA REGISTRAL VERSUS
LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
USUCAPIÓN CONTRA TABULAS
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(480) Para un análisis en extenso del IV Pleno Casatorio y las reglas vinculantes para casos de desalojo, remito
al lector a mi último trabajo: PASCO ARAUCO, Alan. El poseedor precario. Un enfoque doctrinario y
jurisprudencial. 1ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2019.
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(481) Esta sociedad conyugal había adquirido previamente dicha área de parte de la señora Arana mediante escritura
pública de fecha 2 de julio de 1958.
400
La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
juez consideró que no se había acreditado que las construcciones hayan sido
hechas de mala fe por parte de las Demandados, por lo que dicho pedido
debía ser desestimado.
iv. Improcedente la pretensión reconvencional de reivindicación del Área
en Litigio planteada por la Demandante: el juez consideró que al haberse
establecido que el Área en Litigio estaba compuesta tanto por un terreno
(cuya propiedad le correspondía a la Demandante, por haber inscrito primero
su derecho), como por una fábrica consistente en una casa habitación de dos
plantas de material rústico (cuya propiedad le correspondía a los Deman-
dados, en tanto ellos la edificaron(482)), el pedido de reivindicación sobre la
totalidad del inmueble no resultaba procedente. Es decir, el juez concluyó
–en buena cuenta– que el suelo del Área en Litigio le correspondía a
la Demandante mientras que las construcciones realizadas sobre dicha
área a los Demandados.
Como consecuencia del recurso de apelación interpuesto por los Demandados
la Sala Superior revocó el fallo de primera instancia y declaró infundada la pre-
tensión de Mejor Derecho de Propiedad sobre el Área en Litigio planteada por la
Demandante.
De acuerdo con lo señalado por la Sala, al momento en que la Demandante adqui-
rió e inscribió su derecho de propiedad sobre el Área en Litigio, los Demandados no
solo eran propietarios de esa misma área al haberla adquirido con anterioridad, sino
que además venían poseyéndola y, por ende, ejerciendo (con más de 20 años de anti-
güedad) las facultades inherentes a la propiedad de manera pública y pacífica. En tal
sentido, si bien la Demandante compró de quien en ese momento figuraba como pro-
pietaria registral (la señora Arana) y cumplió, además –a diferencia de los Deman-
dados–, con inscribir su derecho en el Registro, tal inscripción no se hizo de buena
fe, en tanto la posesión la venían ejerciendo los Demandados.
De este modo, a criterio de la Sala Superior, la buena o mala fe en la adquisición
de un derecho no se reduce a verificar la información publicitada en el Registro, sino
también implica tener en cuenta aquellos datos fácticos o materiales que rodean a la
adquisición, como lo es la posesión, la misma que –de haber sido analizada– le habría
permitido a la Demandante tomar cabal y pleno conocimiento de la real situación
del Área en Litigio (es decir, que los verdaderos propietarios eran los Demandados).
Por estas consideraciones la Sala declaró:
i. Fundada la pretensión de Nulidad de la Compraventa en la parte corres-
pondiente al Área en Litigio, por adolecer de fin lícito y contener un objeto
jurídicamente imposible, pues los Demandantes la habían adquirido de quien
no era el verdadero propietario (sin embargo, se acotó que dicha nulidad no
afectaba la adquisición de la Demandante respecto de aquella área que no
colisionaba con la propiedad de los Demandados);
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
402
La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
(483) PAU PEDRÓN, Antonio. Curso de práctica registral. Pontificia Universidad Católica de Comillas, Madrid,
1995, p. 17.
403
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
que el bien realmente le pertenece a otra persona, y esta decisión es premiada por el
sistema protegiéndome frente a una eventual demanda del verdadero propietario, en
el fondo el mensaje sería que el Registro es constitutivo de derechos, porque en un
caso de discrepancia con la realidad el sistema premia a aquel que le hace caso a lo
inscrito por encima de lo real. Esto no es lo que nuestro sistema busca, pues la natu-
raleza de nuestro Registro es ser declarativo y no constitutivo de derechos. ¿Cómo
se genera el incentivo para que ante una discrepancia manifiesta entre lo registrado
y lo real, los adquirentes opten por lo último y no por lo primero? Exigiendo que la
adquisición se realice de buena fe, bajo amenaza de dársele preferencia a la realidad
no inscrita por encima de lo que el Registro publicita de manera errónea.
En conclusión, el nivel de confianza en el Registro determina cuán protegida está
una adquisición. La gran pregunta es hasta dónde se puede confiar en el Registro; es
decir, ¿existe información que, fuera del Registro, deba ser consultada para tener la
seguridad de que mi adquisición quedará plenamente protegida?
El caso materia de análisis representa un escenario ideal para dar respuesta a esta
interrogante. ¿Qué tan vinculante resulta para los particulares la información extra
registral (como lo es la posesión) a la cual se puede llegar a través de otros mecanis-
mos distintos al Registro? ¿El sistema protege a aquel que actúa sobre la base de lo
publicitado por el Registro, pero deja de lado las señales que “envía” la posesión? En
lo que viene me abocaré a responder a estas preguntas.
405
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
Y siguiendo esta lógica el artículo 938 CC señala que “el propietario de un bien
adquiere por accesión lo que se une o adhiere materialmente a él”. La idea que sub-
yace a esta regla es que, independientemente de quién haya realizado la construc-
ción, el bien resultante (suelo + edificación) debe pertenecerle a la misma persona. Es
decir, se consagra la inseparabilidad del suelo y la construcción (independientemente
de quién deba quedarse con la totalidad del bien).
La excepción a esta regla es el derecho de superficie, que permite que la cons-
trucción y el terreno les pertenezcan a personas distintas. Fuera de este régimen,
que nace a iniciativa de los particulares (el CC no impone regímenes de superficie
“legal” o “forzosa”), no es posible separar la titularidad del suelo de la propiedad de
la construcción.
¿A razón de qué, entonces, el juez falló declarando el (mejor) derecho de propie-
dad sobre el suelo del Área en Litigio a favor de la Demandante y, a la vez, recono-
ciendo a los Demandados como dueños de la construcción? ¿Acaso consideró la idea
de instaurar un régimen de superficie entre Demandante y Demandados, en virtud
del cual estos abonen a favor de aquella una renta mensual por el uso del suelo? El
fallo del juez, como se puede ver, fue clamorosamente errado.
Pero no solo eso: por lo visto, el juez consideró que el hecho que los Demandados
hayan realizado la construcción los convertía en propietarios de lo edificado. En reali-
dad esta es una regla que se aplica solo cuando quien construye es dueño del terreno
en el que se edifica: si yo soy propietario de un terreno de 120 m2 y sobre el mismo
levanto un edificio, sin duda alguna seré propietario de lo edificado.
Sin embargo, cuando quien edifica no es el propietario del suelo, no se convierte
automáticamente en dueño de lo construido. Para eso existen las reglas de accesión,
según las cuales, dependiendo del estado subjetivo de cada una de las partes (buena
o mala fe con que actúa cada una de ellas) se determina quién tiene derecho a que-
darse con la totalidad del bien (suelo más construcción).
Entonces, si el juez consideró que la Demandante era propietaria del suelo del
Área en Litigio y que sobre el mismo los Demandados realizaron construcciones de
buena fe, debió aplicar el artículo 941 CC: cuando la edificación en terreno ajeno se
hace de buena fe, le corresponde al propietario del suelo (Demandante) elegir entre
hacer suyo lo edificado (y por ende consolidar la totalidad del inmueble a su favor) o
vender el terreno al constructor (Demandados), quienes se convertirán en propieta-
rios de la totalidad del inmueble.
Lamentablemente, al haber decidido asignarle la propiedad del suelo a los Deman-
dantes y declarar propietario de la edificación a los Demandados, el juez tomó una
decisión que no solo no admite amparo legal (el CC no reconoce las “superficies por
imposición judicial”) sino tampoco sentido común: ¿cómo se establecerán las futu-
ras relaciones comerciales entre la Demandante y los Demandados? ¿Cuánto deberán
abonar como renta los Demandados por usar el terreno de propiedad de la Deman-
dante? ¿Por cuánto tiempo estará vigente esta “superficie forzosa”? Son preguntas
cuyas respuestas ni el mismo juez conoce.
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
(484) Este supuesto en particular lo he analizado en mi comentario a la Casación N° 2444-2015-LIMA, el cual puede
verse en: PASCO ARAUCO, Alan. Derechos Reales. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Suprema.
1ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2017, pp. 305-320.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
(485) Casación N° 3332-2013-LA LIBERTAD, cuyo análisis puede encontrarse en: PASCO ARAUCO, Alan.
Derechos Reales. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Suprema. 1ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2017,
pp. 57-71.
(486) Solo por citar un ejemplo, en la Casación Nº 2161-2003-LIMA, del 5 de noviembre del 2004, publicada en
el diario oficial El Peruano el 28 de febrero del 2005 se sostuvo que: “(…) de autos fluye que la pretensión
contenida en la demanda de la recurrente es que se le declare propietaria del inmueble (…) argumentando
que viene poseyéndolo en forma pacífica, pública, continua y a título de propietaria por más de cuarenta
años (…) De dicho tenor se desprende que el cumplimiento de facto de los requisitos contemplados en la ley
transforma la calidad de poseedor en la condición de propietario a condición de acreditar que efectivamente
se han satisfecho tales exigencias”.
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
(487) Artículo 2014 CC.- “[el tercero] mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule,
rescinda o resuelva el del otorgante”.
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
la información relevante para una eventual adquisición. Sin embargo, ello no significa
que aquel que inscribe deba ser protegido aun cuando haya procedido conociendo (o
pudiendo conocer) el error del Registro.
Tal como he venido señalado, la buena fe debe entenderse, en circunstancias
normales, como un “desconocimiento” de que lo publicitado por el Registro es inco-
rrecto; o para plantearlo desde otra perspectiva: la mala fe de dicho tercero significa
haber inscrito sabiendo que el Registro no estaba acorde con la realidad. Por ello, en
términos genéricos, quien alegue esta mala fe deberá probar el conocimiento de la
inexactitud registral por parte del tercero.
No obstante, esta manera de entender la “buena fe” podría variar cuando las cir-
cunstancias así lo determinan (que es lo que ha pasado en nuestro país con ocasión
de los casos de fraude inmobiliario, tópico al cual he dedicado el Capítulo II de este
libro) o cuando el propio sistema normativo así lo determina. En España, por ejemplo,
existe una norma que permite trasladar el entendimiento de la buena fe, desde una
posición de “desconocimiento de la inexactitud del Registro” hacia una de “diligencia
encaminada a salir de dicho estado de desconocimiento”. Me refiero al artículo 36 de
la Ley Hipotecaria Española (“LHE”) que a continuación paso a analizar.
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(488) “Precedente 5.6. del IV Pleno Casatorio Civil: La mera alegación del demandado, en el sentido de haber
adquirido el bien por usucapión, no basta para desestimar la pretensión de desalojo ni declarar la improcedencia
de la demanda, correspondiendo al Juez del desalojo valorar las pruebas en las cuales sustenta el demandado
su derecho invocado, sin que ello implique que está facultado para decidir sobre la usucapión. Siendo así, se
limitará a establecer si ha surgido en él la convicción de declarar el derecho de poseer a favor del demandante.
De declararse fundada la demanda de desalojo por precario, en nada afecta lo que se vaya a decidir en otro
proceso donde se tramite la pretensión de usucapión, puesto que el usucapiente tendrá expedito su derecho
para solicitar la inejecución del mandato de desalojo o en todo caso para solicitar la devolución del inmueble”.
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La fe pública registral versus la prescripción adquisitiva. Usucapión contra tabulas
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CAPÍTULO VIII
EL FIN DE UN DEBATE
LA CONSTITUCIONALIDAD
DE LA FE PÚBLICA REGISTRAL
Pautas y lineamientos para la aplicación
del 2014 CC según el Tribunal Constitucional
CAPÍTULO VIII
EL FIN DE UN DEBATE
LA CONSTITUCIONALIDAD
DE LA FE PÚBLICA REGISTRAL
Pautas y lineamientos para la aplicación
del 2014 CC según el Tribunal Constitucional
1. INTRODUCCIÓN
Cuando este libro se encontraba en su última etapa de elaboración, el Tribunal
Constitucional (TC) emitió la sentencia del denominado “caso del tercero de buena
fe” - Expediente N° 00018-2015-PI/TC (en adelante, la “Sentencia”), mediante la cual
resolvió la demanda de inconstitucionalidad interpuesta contra el artículo 5 y la Pri-
mera Disposición Complementaria y Modificatoria de la Ley N° 30313, “Ley de opo-
sición al procedimiento de inscripción registral en trámite y cancelación del asiento
registral por suplantación de identidad o falsificación de documentación y modificato-
ria de los artículos 2013 y 2014 del Código Civil y de los artículos 4 y 55 y la Quinta
y Sexta Disposiciones Complementarias Transitorias y Finales del Decreto Legisla-
tivo 1049” (en adelante, me referiré a ella como la “Ley N° 30313”).
El petitorio de dicha demanda fue que:
(i) Se declare inconstitucional el artículo 5 de la Ley N° 30313, en cuanto esta-
blece que los efectos de la cancelación registral dispuesta en supuestos de
falsificación documentaria y/o suplantación de identidad no perjudican al
tercero de buena fe; y,
(ii) Se declare la inconstitucionalidad del término “cancele”, así como el sentido
interpretativo en virtud del cual el vocablo “anule” comprende las causas
de nulidad por falsedad documentaria o suplantación de identidad, estable-
cidos en la Primera Disposición Complementaria y Modificatoria de la Ley
N° 30313, en el extremo que modifica el artículo 2014 del Código Civil.
Los demandantes invocaron una serie de argumentos y supuestos derechos afec-
tados para sustentar la inconstitucionalidad de las citadas normas, pero considero
–para no explayarme demasiado– que bien podríamos resumir el fundamento de la
demanda en los siguientes términos: en el conflicto entre el propietario afectado por
un caso de fraude inmobiliario y el tercero adquirente de buena fe que invoca la pro-
tección del 2014 (en adelante, me referiré a este último como el “tercero adquirente”
o “tercero registral”), la Ley N° 30313 no tomó partido por el propietario birlado y
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
más bien decidió proteger al tercero adquirente, legitimando así el despojo, lo que
representa una clara contravención del artículo 70 de la Constitución, que consagra
la inviolabilidad del derecho de propiedad.
El TC (y con esto adelanto el sentido del fallo, para a partir de ello desarro-
llar los fundamentos expuestos por el Tribunal) falló en mayoría (cuatro contra dos)
declarando infundada la demanda, con lo cual la conclusión es la siguiente: incluso
frente a los casos de fraude inmobiliario, el tercero registral conserva su adquisición
siempre que cumpla con los requisitos del 2014 CC (especialmente el de buena fe).
Antes de entrar a analizar el contenido de la demanda y la Sentencia pondré –de
forma muy breve– el caso en contexto, para que el lector pueda entender de manera
más prolija en qué consistió la controversia y qué repercusiones tendrá hacia el futuro
lo decidido por el TC.
(1) Si bien esta regla fue incorporada expresamente en el artículo 2013 CC gracias a la Ley N° 30313, siempre
ha sido unánimemente aceptado que la inscripción no convalida los problemas de invalidez de los negocios
jurídicos.
422
El fin de un debate. La constitucionalidad de la fe pública registral
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Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
(2) Los procedimientos de oposición y cancelación se inician a pedido del interesado (propietario afectado por el
título fraudulento que se pretende inscribir o que ya se inscribió) mediante una solicitud dirigida a la autoridad
o funcionario legitimado –en estos casos, el notario–, quien se encargará de comunicar la existencia de un
asiento registral irregular o de un procedimiento de inscripción en trámite sustentado en título que adolece
de falsificación de documento o suplantación de identidad.
424
El fin de un debate. La constitucionalidad de la fe pública registral
Lo que hizo la Ley N° 30313 fue diseñar un atajo al proceso judicial de cara
a obtener el mismo resultado: impedir que el acto fraudulento llegue al Registro o
borrarlo del mismo.
Ahora bien, es cierto que antes de que entrara en vigencia la Ley N° 30313, los
artículos 95 y 96 del Reglamento General de los Registros Públicos (RGRP) ya per-
mitían (y siguen permitiendo) la cancelación de asientos registrales en sede adminis-
trativa; sin embargo, el funcionamiento de esta cancelación es totalmente distinto al
que implementó la Ley N° 30313.
La rectificación del RGRP está pensada para aquellos casos en donde el asiento
registral no se sustenta en un título archivado, y es esa la razón por la que no se
requiere de un pronunciamiento judicial que declare algún tipo de invalidez. Así,
los supuestos de rectificación del RGRP aplican: (i) para lo que denomino asientos
vacíos, pues no existe un título archivado que le haya dado sustento (por ejemplo, se
inscribió una hipoteca en la partida X pese a que el bien gravado era el inscrito en la
partida W); y (ii) para aquellos casos en donde la rectificación no modifica al título
archivado (piénsese en la compraventa de Juan Pérez a favor de Matilde Huidobro, en
cuyo asiento registral se escribe erróneamente el apellido de la adquirente; en estos
casos, la rectificación podrá hacerse directamente en sede registral en tanto el título
archivado se mantiene inalterable).
Por el contrario, la Ley N° 30313 permite cancelar asientos registrales pese a que
estos no son del tipo “vacío”, ya que sí se encuentran sustentados en títulos archiva-
dos reales, aun cuando sean fraudulentos.
Entonces –y aquí está el detalle– esta cancelación vía Ley N° 30313 no implica
un pronunciamiento de fondo respecto de la validez del título archivado: el contrato
fraudulento A-B permanecerá formalmente como válido en tanto no haya un pronun-
ciamiento que dé cuenta de su invalidez. Es por ello que el propio Reglamento de la
Ley N° 30313(3) establece que el procedimiento de cancelación no es un requisito ni
paso previo para iniciar las acciones judiciales que el interesado considere pertinen-
tes (artículo 23), como podría ser la demanda de nulidad contra el título fraudulento
o las acciones penales contra los responsables del fraude.
Tener esto en cuenta es muy importante, pues tratándose de dos contratos en
cadena (A-B y B-C) debidamente inscritos, la cancelación del primer asiento (donde
se inscribió el derecho de B) tendrá las siguientes características:
(i) Dicha cancelación no implica una declaración de nulidad del contrato A-B;
(ii) Dicha cancelación no podría conllevar a una declaración de nulidad del
segundo contrato B-C (no hay relación entre una cancelación administra-
tiva y la invalidación de un contrato posterior); y
(iii) Dicha cancelación tampoco podría conllevar a que el asiento donde haya
quedado inscrito el contrato B-C quede sin efecto: no olvidemos que la
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Finalmente, por todo lo expuesto hasta este punto, considero que el voto en minoría
de los magistrados Sardón de Taboada y Blume Fortini constituye un error. Ellos seña-
laron (como sustento para amparar la demanda de inconstitucionalidad) lo siguiente:
“La norma impugnada establece que el derecho del tercero adquirente de
buena fe prevalece incluso en los casos de cancelación de asientos regis-
trales por suplantación de identidad o falsificación de documentos.
Anteriormente, solo prevalecía en los casos en los que se anulaba, res-
cindía o resolvía dicha inscripción. Parece una diferencia pequeña, pero
no lo es, ya que la cancelación es un trámite solo administrativo, mientras
que la anulación, rescisión o resolución son uno judicial.
Al expandir la prevalencia del adquirente de buena fe de esta manera,
la norma impugnada debilita el derecho del propietario legítimo; y
facilita, así, que se repitan casos de mafias que se apropian de inmuebles
de personas. Estamos aquí ante un juego de suma cero” (el énfasis es mío).
El entendimiento de los magistrados es que al agregarse el término “cancelación”
en el 2014 CC, se perjudica la posición del propietario y se amplía el manto protector
en favor del tercero registral, lo cual –por lo que ya he venido señalando– es un error:
(i) no es la Ley N° 30313 la que le otorga tutela al tercero frente a los casos de fraude
inmobiliario, pues ya gozaba de dicha protección con el texto original del artículo
2014 CC; (ii) la Ley N° 30313 no cambia las cosas en lo que se refiere al modo de
solucionar el conflicto que se genera entre el propietario víctima del fraude y el ter-
cero registral: ella no mejora ni empeora la situación del propietario, así como tam-
poco expande ni contrae la protección del tercero registral; y (iii) el hecho de que la
cancelación del asiento de B no afecte la posición del tercero (C) es una consecuencia
lógica de la naturaleza misma de dicha cancelación (pronunciamiento administrativo
que no impacta en la validez del contrato que sirvió de sustento al asiento), por lo que
aun si no se hubiese incorporado dicha parte al 2014 CC, la adquisición del tercero
habría continuado prevaleciendo.
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5.1. El tercero que cumple con los requisitos del 2014 CC sí está protegido aun
en los casos de fraude inmobiliario
“47. En suma, si un propietario cumple con su deber de mantener actualizado
el registro del bien inmueble que le pertenece y emplea los mecanismos que
actualmente provee la SUNARP para acceder de manera gratuita al estado
de las partidas registrales y a la información correspondiente, y si a ello se
añade que la adquisición de la propiedad del tercero requiere, para configu-
rarse, del cumplimiento de los requisitos establecidos en el artículo 2014 del
Código Civil, entonces, puede concluirse válidamente que la opción del
legislador de haber establecido en el ordenamiento jurídico el principio
de fe pública registral no vulnera la Constitución” (el énfasis es mío).
El TC ha dejado claramente establecido que el tercero registral, siempre que
cumpla con cada uno de los requisitos del 2014 CC, especialmente con el de buena fe
(ya detallaré en el acápite siguiente las pautas que el Tribunal ha fijado para determi-
nar cuándo estamos ante una actuación de “buena fe” por parte del tercero), quedará
protegido frente a las acciones que plantee el propietario víctima del fraude y que
busquen menoscabar su adquisición.
Es decir, el hecho de que el legislador, a través del 2014 CC, le haya dispensado
protección al tercero registral aun en aquellos casos en los que se acredite un acto
fraudulento en algún eslabón o punto de la cadena de transferencias, no supone un
atentado contra la Constitución.
Como consecuencia de ello, nuestros magistrados ya no podrán aplicar la con-
clusión del Pleno Jurisdiccional Nacional Civil, realizado en Lima en octubre de
2012(4), según la cual:
“La fe pública registral no protege a los terceros de buena fe cuando se trata
de vicios radicales de nulidad, como es el caso de la falsificación de los
títulos, pues el artículo 70 de la Constitución del Estado dice que la propie-
dad es inviolable, lo que no es coherente si admitimos que un titular pueda
ser despojado fácilmente a través de una falsificación. El artículo 2014 del
Código Civil debe leerse desde la perspectiva constitucional de protección
de la propiedad, evitando que los actos ilícitos consumen derechos”.
El sustento de dicha conclusión fue el siguiente:
“El artículo 70 de la Constitución del Estado preceptúa que: ‘El derecho de
propiedad es inviolable. El Estado lo garantiza. Se ejerce en armonía con el
bien común y dentro de los límites de la Ley. A nadie puede privarse de su
propiedad sino, exclusivamente, por causa de seguridad nacional o necesi-
dad pública, declarada por la Ley, y previo pago en efectivo de indemni-
zación justipreciada que incluya compensación por el eventual perjuicio’.
En este sentido, la inviolabilidad a la que se hace referencia en la norma
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(5) De hecho, las Casaciones N° 3098-2011-Lima y N° 3187-2013-Cajamarca han sido analizadas a detalle en el
Capítulo I del libro, dejando en claro que son casos asociados, antes que al 2014 CC, al principio de oponi-
bilidad (2022 CC). Y con relación a la Casación N° 11620-2016-Junín, ella resuelve un caso de doble venta
(1135 CC), por lo que tampoco está asociada a la aplicación del 2014 CC.
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(6) Artículo IX del Título Preliminar del Reglamento General de los Registros Públicos. Principio de prioridad
preferente: “Los efectos de los asientos registrales, así como la preferencia de los derechos que de estos emanan,
se retrotraen a la fecha y hora del respectivo asiento de presentación, salvo disposición en contrario”.
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5.3. El propietario debe actuar con diligencia: utilizar los sistemas gratuitos
de protección de su derecho
35. (…) la inscripción en los registros públicos de un título de propiedad,
que como se ha indicado previamente dota en principio de seguridad jurí-
dica, resulta insuficiente si es que el propietario no mantiene una con-
ducta diligente en relación al registro. Al respecto, es de conocimiento
de este Tribunal que la Sunarp ofrece mecanismos gratuitos para proteger
la propiedad, tales como el servicio de alerta registral, el cual comprende a
su vez: i) la alerta de inscripción y ii) la alerta de publicidad.
36. Por lo expuesto, si se considera que el ejercicio de derechos, como la
propiedad, implica también el cumplimiento de deberes, entonces, le corres-
ponde al propietario el cumplimiento de un deber de diligencia con relación
al registro, haciendo uso de los mecanismos gratuitos que el Estado, a través
de la Sunarp, ha puesto a su disposición para el resguardo de su propiedad”.
Nótese cómo es que el TC no solo exige del tercero registral un deber de dili-
gencia, sino también hace lo propio con el titular del dominio que resultó víctima
del fraude, “conminándolo” de alguna manera a utilizar los sistemas de protección
registral que el sistema le provee, como es la “alerta registral”, la cual –bien empleada–
permitirá poner en funcionamiento los mecanismos de oposición o –en un escenario
alternativo–cancelación.
Sin perjuicio de que resulte paradójico –por decir lo menos– que el propio TC
reconozca que la inscripción de la propiedad no es suficiente para que su titular con-
sidere que está a buen recaudo, y precisamente por ello se le exige poner las barbas
en remojo y suscribirse a los sistemas de alerta que le permitirán reaccionar oportu-
namente ante un acto fraudulento, lo cierto es que las pautas están dadas y las reglas
claras: en un conflicto entre el propietario víctima del fraude y el tercero que invo-
que la protección del Registro, los jueces deberán tomar en consideración cuál de las
partes cumplió adecuadamente con su respectivo deber de diligencia.
Ahora bien, al igual que en el caso del tercero registral, aquí también el TC ha
mitigado el deber de diligencia de cargo del propietario, pues: (i) habrá situaciones
objetivas en las que, al margen de la diligencia por él desplegada, el fraude igual se
hubiese consumado; y (ii) también podrían presentarse factores subjetivos que deter-
minen que las exigencias hacia el propietario sean de menor intensidad. Veamos por
separado cada una de estas “mitigaciones” en favor de los propietarios:
Mitigaciones objetivas al deber de diligencia del propietario:
“40. (…) en no pocos casos, incluso la diligencia de los propietarios, en tanto
deber correlato del ejercicio del derecho de propiedad, no resulta ser suficiente
para contrarrestar de manera efectiva los peligros que dimanan de la exis-
tencia de organizaciones criminales en la sociedad, las que, incluso, pueden
llegar a infiltrarse en las instituciones públicas afectando el interés general”.
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Con esto, lo que el TC nos está diciendo es que los casos de fraude inmobilia-
rio no deben ser resueltos en función de una regla simple de causalidad, en donde el
hecho de que el propietario no haya utilizado los sistemas registrales de protección
de su derecho conllevará, automáticamente, a la tutela del tercero registral. Habrá
que analizar cada caso en concreto para concluir si, objetivamente, el empleo de tales
mecanismos de tutela por parte del propietario habría significado una barrera o impe-
dimento para la configuración del fraude.
Mitigaciones subjetivas al deber de diligencia del propietario:
“64. Por otro lado, en escenarios en los que la víctima de los actos delic-
tivos deja de ser propietario en aplicación del aludido artículo 2014 del
Código Civil, modificado por la Ley 30313, y se encuentre en situaciones
de especial vulnerabilidad que hayan dificultado el cumplimiento de su
deber de diligencia, como puede ser la precariedad de su situación socioe-
conómica, educativa, cultural o cualquier otra desventaja objetiva de similar
índole, corresponderá al juez, en caso de controversia, sustentar su decisión
a través del desarrollo de una motivación cualificada” (el énfasis es mío).
El TC se preocupa por otorgarle una especial protección a aquellas personas que,
por diversas razones, se encuentren en una situación de “vulnerabilidad”. Sin embargo,
el Tribunal no está diciendo que la situación de vulnerabilidad en que se encuentre el
propietario determinará, automáticamente, su protección por encima de los intereses
del tercero registral; es decir, la “vulnerabilidad” como tal no es el elemento que, per
se, permita la derrotabilidad del principio de fe pública registral. Esta “vulnerabili-
dad” tendrá relevancia en tanto haya sido la causante de que el propietario víctima de
la mafia no haya podido cumplir con su deber de diligencia (sería el caso, por ejem-
plo, de una persona de avanzada edad y sin ningún conocimiento del Internet y, por
ende, totalmente ajena a los mecanismos virtuales de protección de la propiedad).
De igual forma, la sola constatación de que el estado de vulnerabilidad del propie-
tario le haya impedido, efectivamente, cumplir con su deber de diligencia, no deberá
llevar al juzgador a concluir, como si de un silogismo se tratara, la prevalencia de
dicho propietario por sobre los intereses del tercero registral.
Debemos tomar lo dicho por el TC como que, en estos casos de especial vulne-
rabilidad, el juzgador deberá ponderar los deberes de diligencia de un modo distinto,
imponiendo sobre el propietario un peso menor del que le corresponderá cumplir
al tercero registral (y es que el “deber” –aunque yo prefiero hablar de “carga”– del
propietario no se limita a utilizar alerta registral, sino que también se concretiza de
otros modos, como podría ser el ejercicio de la posesión misma, que desarrollaré en
el acápite siguiente).
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del referido inmueble que, aduce, tenía la calidad de dominio público, con-
cluyendo que es en ese proceso que se determinará si el referido inmueble
ostenta o no tal calidad, siendo ello así, en el presente caso el órgano juris-
diccional no puede avocarse a lo que es materia de conocimiento en otro
proceso, por expresa prohibición, contenida en el numeral 2 del artículo 139
de la Constitución; por lo que debe desestimarse este extremo del recurso
de casación”.
Considero que aun si el TC no se hubiese pronunciado sobre este punto, la conclu-
sión no podría ser distinta: los contratos que recaen sobre bienes de dominio público
del Estado son nulos por contener un objeto jurídicamente imposible, y como tales
no podrán ser “saneados” invocando el 2014 CC, al margen de la “buena fe” con
que hubiese podido actuar el adquirente. Por ello, independientemente del número
de transferencias en cadena que se realicen sobre un bien de dominio público, todas
ellas serán nulas y por ende ninguno de los adquirentes (ni el tercero ni el cuarto ni el
quinto) podrá invocar a su favor del 2014 CC, pues (como ya se vio en el Capítulo I)
el primer requisito para su aplicación es que nos encontremos ante un contrato válido
(sin perjuicio de su eventual ineficacia).
No obstante, y como para que no queden dudas, el TC ha dejado zanjada cual-
quier discusión sobre el particular.
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(7) Ver: PASCO ARAUCO, Alan. Fraude inmobiliario. Análisis para una efectiva defensa legal de la propiedad.
Gaceta Jurídica, Lima, 2018.
(8) FALZEA, Angelo. “El principio de la apariencia”. Ob. cit., p. 202.
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6.2. ¿El tercero registral deberá cumplir con su deber de diligencia en todos
los casos en los que pretenda obtener protección del 2014 CC?
La segunda duda que surge es si la carga de determinación de la realidad (espe-
cíficamente, aquella consistente en la verificación de la posesión) le será exigible al
tercero registral cada vez que pretenda valerse del 2014 CC o únicamente cuando pre-
tenda utilizarlo como escudo frente a los casos de fraude inmobiliario.
Imaginemos un contrato simulado debidamente inscrito que genera la confianza
en el tercero: A es el propietario registral de un inmueble y, por alguna razón, trans-
fiere simuladamente el bien a favor de B, quien lo inscribe a su favor para hacer más
creíble el acto, no obstante, la posesión la conserva en todo momento A. Luego de
ello, aprovechándose de la situación y traicionando la confianza de A, B ofrece en
venta el bien a C, quien luego de constatar que su transferente figuraba en la partida
como el propietario, decide suscribir el contrato de compraventa, pagar el precio acor-
dado e inscribir su adquisición. Finalmente, cuando C decide tomar control del bien,
se encuentra con A ejerciendo la posesión, y es allí donde surge el conflicto: A sos-
tendrá que el contrato con B fue simulado y, por ende, nulo, por lo que B no podría
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6.3. ¿El deber de diligencia de cargo de quien confía en el Registro aplica para
los casos de oponibilidad y doble venta?
Finalmente, la tercera interrogante que genera la sentencia es si las “cargas” apli-
can a supuestos distintos a los resueltos por la fe pública registral. Pienso específi-
camente en los casos de doble venta u oposición de derechos reales sobre un mismo
inmueble, en donde también encontramos a alguien que exige la protección del sistema
por haber inscrito su adquisición confiado en la información brindada por el Registro.
Es cierto que el TC, al imponer estos deberes de diligencia a las partes en con-
flicto, hace expresa referencia a los supuestos de fraude inmobiliario; sin embargo,
si tenemos en cuenta que las mismas sentencias casatorias en las que el TC se apoyó
para establecer estos deberes de diligencia resolvían casos de oponibilidad (2022 CC)
o de concurrencia de adquirentes (1135 CC), no debiera haber ningún impedimento
para concluir que la imposición de cargas también será pertinente en la aplicación
de tales principios.
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(9) Dado que al momento de la celebración de dicho contrato, el cónyuge ya se encontraba casado, estábamos en
presencia de un bien social.
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8. CONCLUSIONES
La Sentencia del TC es importante porque pone fin a un debate en torno a la apli-
cación del 2014 CC. Su constitucionalidad ha sido dejada en claro, sin perjuicio de
que el TC haya aprovechado la oportunidad para establecer lineamientos dentro de
los cuales deberá entenderse el 2014 CC. Estos lineamientos podrían ser resumidos,
precisamente, con la parte resolutiva de la sentencia misma:
“2. INTERPRETAR que los extremos cuestionados del artículo 5 y de la
Primera Disposición Complementaria y Modificatoria de la Ley 30313 son
constitucionales en tanto se considere que para la configuración de la buena
fe del tercero se debe haber desplegado una conducta diligente y prudente,
según los fundamentos de esta sentencia, desde la celebración del acto jurí-
dico hasta la inscripción del mismo, además de haber dado pleno cumpli-
miento a todos los requisitos establecidos en el artículo 2014 del Código
Civil, modificado por la Ley 30313.
3. INTERPRETAR que la aplicación en una decisión judicial del artículo
2014 del Código Civil, modificado por la Ley 30313, en caso el propietario
original haya sido víctima de falsificación de documentos y suplantación
de identidad y se encuentre en situaciones de especial vulnerabilidad que
hayan dificultado el cumplimiento de su deber de diligencia, como puede
ser la precariedad de su situación socioeconómica, educativa, cultural o
cualquier otra desventaja objetiva de similar índole, requiere de una moti-
vación cualificada”.
La importancia de la sentencia es que se envía un mensaje claro para los jueces
encargados de resolver conflictos derivados de fraude inmobiliario: casos tan com-
plejos como los que enfrenta al propietario víctima del fraude con el tercero registral
no pueden ser resueltos de manera inmediata con fórmulas mágicas, como en algún
momento fueron planteadas tanto a favor del propietario (“la fe pública registral nunca
debe proteger al tercero del 2014 CC si se constata que en algún punto de la cadena
de transferencias hubo un acto de falsificación documentaria o suplantación de iden-
tidad”) como del tercero registral (“el tercero adquirente que, para el momento de su
inscripción, no pudo tomar conocimiento, a través de la revisión de la información
registral, que se había producido con anterioridad un acto fraudulento, quedará prote-
gido frente a las acciones que entable el propietario afectado”), sino más bien a través
de una labor casuística, aplicando caso por caso y en función de las circunstancias
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463
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE GENERAL
Agradecimientos .................................................................................................... 7
Introducción ........................................................................................................... 9
CAPÍTULO I
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
CONCEPTO, FUNCIÓN Y REQUISITOS
467
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
468
Índice general
CAPÍTULO II
LA FE PÚBLICA REGISTRAL Y LA OPONIBILIDAD
DIFERENCIAS CONCEPTUALES Y APLICACIÓN PRÁCTICA
469
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
470
Índice general
CAPÍTULO III
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
FRENTE A LOS CONTRATOS FRAUDULENTOS
471
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
CAPÍTULO IV
LA FE PÚBLICA REGISTRAL FRENTE
A LOS CONTRATOS ANULABLES Y LOS EFECTOS
RETROACTIVOS DE LA SENTENCIA ANULATORIA
472
Índice general
CAPÍTULO V
LA NULIDAD DEL CONTRATO SIMULADO VERSUS
EL TERCERO ADQUIRENTE DE BUENA FE
EL 2014 CC Y SU VINCULACIÓN CON EL 194 CC
473
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
CAPÍTULO VI
LA FE PÚBLICA REGISTRAL
EN LOS PLENOS CASATORIOS VII Y VIII
Y EN LA JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
474
Índice general
475
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
476
Índice general
CAPÍTULO VII
LA FE PÚBLICA REGISTRAL VERSUS
LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
USUCAPIÓN CONTRA TABULAS
CAPÍTULO VIII
EL FIN DE UN DEBATE
LA CONSTITUCIONALIDAD DE LA FE PÚBLICA REGISTRAL
Pautas y lineamientos para la aplicación del 2014 CC
según el Tribunal Constitucional
477
Alan Pasco Arauco / Fe pública registral. Análisis doctrinario y jurisprudencial
478
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en julio de 2020, en los talleres gráficos
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