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"¡Arboricida!", "¡no a la tala!

": ¿qué le pasa


realmente a Madrid con sus árboles?
Arganzuela ha conseguido que la CAM paralice la tala de ejemplares en Madrid Río.
Ecologistas y expertos valoran el compromiso de las administraciones con el arbolado. El
consistorio defiende que Madrid tiene 13.000 árboles más que en 2017

Tita Cervera ya lo hizo en 2007. “¡No a la tala!”, gritó en su día. La baronesa Thyssen se
encadenó a un árbol en el Paseo del Prado para evitar que se arrasase con 700 ejemplares
para fines urbanísticos. Algo parecido hicieron unos 2.000 vecinos de Arganzuela este
sábado, que se concentraron en la capital para evitar la tala de árboles en Madrid Río. La
Comunidad de Madrid tenía previsto cortarlos para construir una nueva estación de metro de
la línea 11.

La Consejería de Transportes anunció este lunes que cedía a la presión vecinal: paralizará
la tala y modificará el plan de ampliación de la línea para “ver las afecciones del arbolado y
poder trasplantar el mayor número posible”.

Ganó Tita en 2007 y, aparentemente, ahora han ganado los vecinos de Arganzuela. No
obstante, habrá que esperar para saber qué árboles podrán ser trasplantados y cuáles no, ya
que el nuevo análisis se realizará “de forma individualizada”, según explican fuentes de la
Consejería. La cuestión es que Madrid lleva años dando de qué hablar con la ejecución de
sus políticas verdes. La tormenta de Filomena fue una patada en el estómago para el
arbolado de la ciudad. El temporal provocó que hubiera más de 400.000 ejemplares
afectados.

“¡Arboricida!”, critican al actual alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida. Pero la


realidad es que el consistorio ha cumplido con su promesa del Plan de Alcorques Vacíos
Cero con 11.216 nuevos ejemplares. Además, y según ha declarado el delegado de
Movilidad, Borja Carabante, el Ayuntamiento ha plantado en estos cuatro años hasta 215.000
nuevos árboles –"la mayor plantación de la historia de Madrid"– , 185.000 de ellos para paliar
las consecuencias de Filomena. Incluso se creó un Consejo Asesor del Arbolado para
consultar con expertos la gestión de las zonas verdes frente a adversidades meteorológicas.

El problema, según argumenta el portavoz de Ecologistas en Acción Jesús Martín, es que gran
parte de esos árboles están ya secos "por plantarlos deprisa y corriendo". Y que el principal
inconveniente radica en no cuidar, precisamente, los árboles que no se llegan a talar. “No
vale de nada preservarlos si 15 años después se mueren o enferman, especialmente los
que están al lado de las obras urbanas”, señala. Para Martín, las consecuencias de la
tormenta Filomena fueron solo la punta del iceberg y explica que el desenlace no habría sido
tan trágico si hubiera habido "una gestión adecuada de las plantaciones, una elección
correcta del arbolado y un buen mantenimiento del mismo".

Desde el consistorio señalan que disponer de nuevos ejemplares supone una fuerte
renovación de árboles recién plantados. "Tenemos un arbolado más joven, con más potencial
y más seguro”. Pero la tala de árboles en la Comunidad de Madrid está prohibida desde
el 2005, aunque con excepciones, que es donde se agarran en muchas ocasiones las
administraciones.

La Ley de protección del arbolado urbano no permite “la tala, arranque o abatimiento” de
árboles con más de 10 años de antigüedad o veinte centímetros de diámetro de tronco. Si la
tala es la única alternativa viable, se deberá solicitar autorización al Ayuntamiento. No solo
eso, también se exigirá la plantación de un ejemplar de la misma especie por cada año que
tuviera el que se pierde.

Pero para Gabriel Dorado, profesor e investigador de la Escuela Técnica Superior de


Ingeniería de Montes, Forestal y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de
Madrid, la realidad es que se trata a los árboles como si fueran mobiliario urbano. “El
principal inconveniente de la tala es que nunca llegaremos a tener árboles grandes que nos
den buenos servicios ecosistémicos”, explica.

Cuando se inauguró la nueva Plaza de España, los críticos con el Ayuntamiento recriminaron
que apenas había dedicado espacios verdes en el proyecto. La realidad es que los árboles no
crecen de la noche a la mañana. En este sentido, Dorado comprende que las políticas
medioambientales tardan en dar frutos, y no sirven para ganarse el contento ciudadano como
con otras acciones con resultados automáticos.

Pero, ¿cuida Madrid de sus árboles?

El Ayuntamiento ha destinado 79,6 millones de euros en 85 obras, de las que 65 ya están


finalizadas. La última gran actuación ha sido en el barrio de Vicálvaro, pero otros 11 distritos
también contarán con nuevas especies vegetales. La realidad es que según adelantó
eldiario.es, la ciudad de Madrid ha perdido 78.616 árboles maduros durante este mandato. El
sociólogo urbano, José Ariza de la Cruz, considera que la capital “no se está adaptando a los
retos del siglo XXI como otras grandes ciudades, como es priorizar al peatón y la movilidad
sostenible". Otras ciudades españolas como Huesca o Vitoria sí se ubican a la cabeza de
ejemplo de ciudad sostenible.

Sin embargo, desde el consistorio argumentan que “los árboles maduros retirados son
mayoritariamente por Filomena, pero también porque tienen alguna enfermedad. Respecto
a los distritos, y revisados todos los años que hay en la web, las cifras absolutas nos dicen
que ahora tenemos 13.000 árboles más respecto a 2017. Lo cual es un éxito habiendo tenido
una campaña y media menos de plantación que la anterior corporación. Recordemos que en
marzo de 2020 no pudimos plantar por confinamiento. Tampoco de enero a abril de 2021
por Filomena”.

Los alcorques vacíos también han sido parte de la polémica. Martín señala que lo ideal sería
que estos fuesen más grandes para dejar "un espacio de enraizamiento adecuado". La
clausura de más de 2.000 alcorques ha provocado también multitud de críticas al consistorio,
quien argumenta que estas medidas se llevan a cabo cuando "no es posible la viabilidad del
árbol o cuando supone un peligro para los usuarios". Respecto a esto, Dorado considera que
colocar dichos alcorques en el asfalto sería un win-win: mantienes todos los ejemplares y no
dificultas el paso del peatón.

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