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La belle Epoqué

La “Belle Époque” se inició en el siglo XIX (1871) y se prolongó hasta el estallido de la


Primera Guerra Mundial en 1914.
Este período de poco más de treinta años no es, por supuesto, una definición
matemática. De hecho, Belle Époque también es una expresión que se relaciona con
un estado de ánimo, que se manifiesta en algún momento en la vida de un país.

En la llamada Belle Époque París fue el epicentro del mundo, la capital del mundo
civilizado y del progreso. El francés era un signo de refinamiento.

La ciudad de la luz con sus cafés-conciertos, ballets, operetas, librerías, teatros,


bulevares y talleres de alta costura, fue el centro de la cultura mundial. La cultura
bohemia inmortalizada en las páginas de la novela de Henri Murger –Escenas de la vie
de Bohème (1848)– era una referencia a la vida intelectual de Baudelaire, Rimbaud,
Verlaine, Zola, Balzac y Anatole France.

En la Belle Époque hubo varios cambios en el mundo del arte en Europa, permitiendo a


los teatros, cines y exposiciones de pinturas, entrar en la vida cotidiana de las
personas, dando lugar a la aparición de la cultura de la diversión. Esta cultura de la
burguesía obtuvo estatus social a través de los cabarets, donde era posible encontrar
la fusión de elementos de la cultura aristocrática con elementos de las clases menos
favorecidas.

La industria del entretenimiento (parques de atracciones y el cine) se hizo posible


gracias al desarrollo de la electricidad y la reducción de la carga de trabajo,permitiendo
a los trabajadores tiempo libre para el ocio.

Los parques y los cines se convirtieron en entretenimiento de masas, porque la


entrada era barata y estas diversiones causó una momentánea separación de la
realidad cotidiana de las personas. Los parisinos comenzaron a disfrutar de la noche, ir
a espectáculos, music hall y el circo. Cuando se habla de Belle Époque, se recuerda de
inmediato el can-can, su música y bailarines.

Fue la época en que los florecientes filósofos Nietzsche y Freud abordaron y


debatieron la sexualidad. El progreso de la ciencia médica y química condujo a un
aumento en la esperanza de vida. El desarrollo económico ha cambiado realmente la
forma de vida de los parisinos. La gente, gracias a la gramola, podía escuchar la música
en su propia casa y andar en bicicleta por la calle.

El 28 de diciembre de 1895, la película fue mostrada por primera vez por los hermanos
Lumière en París, que marcó el comienzo del éxito de la película. La fotografía de cine,
la radio, el arte, la música y la pintura, dio lugar a un clima propicio para el desarrollo
del arte y la belleza.

Desde entonces, las clases sociales se mezclaban en los mismos lugares de


entretenimiento, tales como los cafés-conciertos de la colina de Montmartre, por
ejemplo. Montmartre era en realidad la principal zona de ocio en París. Los cabarets
como "Folies Bergere", el "Chat Noir" y "Moulin Rouge" estaban en su pico más alto
durante la Belle Époque. Más de un centenar de salas de cine se abrieron entre 1900 y
1913.

¿Qué es la Belle Époque? La Belle Époque fue el nombre que se dio un periodo de


expansión del desarrollo, mejora de las condiciones de vida y creciente integración de
la economía internacional. Este periodo fue el que transcurrió entre 1871, tras la
guerra franco-prusiana y 1914, el  inicio de la Primera Guerra Mundial. Ese periodo se
vio como un momento de paz en Europa, aunque realmente no fue tal, ya que existían
conflictos a causa del imperialismo colonial.

La expansión industrial y económica en la Belle Époque


Durante la Belle Époque hubo un avance significativo de la industrialización. En este
artículo analizaremos los principales países que existían en aquella época. Podrás
conocer de forma resumida la situación industrial y económica de Gran Bretaña,
Bélgica, Suiza, Francia, Alemania, Suecia, Estados Unidos, Japón y los países del sur de
Europa.

En resumen, el desarrollo industrial trajo consigo mejora del nivel de vida de la


población. No solo en el campo, sino también en las grandes ciudades, en las cuales
mejoraron las condiciones de vida. Estas mejoras se complementaron con los
progresos en la medicina, donde destacan las vacunas y las mejoras de higiene en
hospitales. En general, la vida de los europeos mejoró, lo que confirma la “belleza” de
aquella época.

La Belle Époque también se reflejó en otros campos de la actividad humana. Puedo


destacar la existencia de las Exposiciones Universales, como la de París de 1900,
los primeros Juegos Olímpicos modernos en Atenas en 1896, la expansión del ocio y de
los deportes, como el ciclismo o el fútbol, un gran desarrollo en el arte y en la
literatura, con el nacimiento de personajes como Sherlock Holmes, grandes
descubrimientos científicos, que conducirían hacia el nacimiento de la mecánica
cuántica y la teoría de la relatividad, etc. En definitiva, que la expansión económica y el
periodo de paz existente facilitó el desarrollo en otros ámbitos de la sociedad.

Charles Frederick Worth: El primer diseñador de alta costura de la historia

El inglés Charles Frederick Worth (1825-1895) es considerado el primer diseñador de


alta costura del mundo. ¿Pero qué lo hace merecedor de este título?

Antes de Charles Frederick Worth todo era muy distinto en el mundo de la moda.
Quienes tenían el poder adquisitivo para hacerlo, acudían a costureros para que les
confeccionaran los voluptuosos vestidos usados en la época, pero estos vestidos no
tenían el sello personal del costurero.
Frederick Worth partió como un aprendiz en la industria textil londinense, tras 7 años
de formación decide que París era el lugar donde debía vivir, uniendo la técnica del
corte ingles con la elegancia propia de los franceces. Fue entonces que todo comenzó.

El inglés empezó a considerarse a sí mismo una celebridad, firmando los vestidos que
confeccionaba como si fueran obras de arte. Fue el primero en hacerlo, creando un
nuevo concepto en la época: el “Couturier” (modisto).

El acto de firmar sus diseños, que a muchos les puede parecer un acto pequeño, hizo
un gran cambio en la época: Feredrick Worth decidía cómo serían los vestidos que
usarían sus clientas, dejando de ser solo un costurero.

En 1858 funda su propia casa de moda en la Rue de la paix en París. Aquí fue cuando
empezó muchas de las prácticas del mundo de la moda que se hacen hasta hoy.

Como una manera de vender más, decidió que empezaría a mostrar sus creaciones,
haciendo una colección al año. Así es como empezó la práctica de hacer colecciones de
temporada: una idea que revolucionó la época y que los actuales diseñadores siguen
hasta hoy.

El paso siguiente fue empezar a vestir a las “famosas”. Fue así como dos emperatrices,
Isabel de Austria y Eugenia, la esposa de Napoleón III, se hicieron fanáticas de sus
diseños y cuando las retrataban lo hacían usando un diseño de Worth. Este hecho trajo
aún más fama al diseñador.

Uno de los grandes cambios que hizo en los diseños de la época fue reducir la
crinolina, de modo que las faldas caían de forma plana adelante y el volumen se lo
daba la parte trasera.

Entre otras cosas, Worth crea la Chambre de la Couture Parisienne: criterios


específicos que un diseñador debía cumplir para poder llamarse un “Couturier”. ¿Y
quién mejor para hacer esta guía que el primer “Couturier” del mundo?

Nada más esencialmente francés que la alta costura. Sin embargo, el creador del
concepto, Charles Frederick Worth, fue un inglés, quien al hacerlo contribuyó a que
París -su ciudad de adopción- fuera la capital mundial de la moda.

Antes de Jeanne Lanvin o Jean Patou, mucho antes de Christian Dior o Cristóbal
Balenciaga, un hombre encarnaba la esencia misma de la alta costura parisina y del
buen gusto francés: Charles Frederick Worth. El libro “La Maison Worth, 1854-1954”
(Ed. La Bibliotheque des Arts) recorre su historia y la de sus herederos.

Si su nombre no suena francés es porque no lo es. El llamado ‘padre’ (explicación más


adelante) de la ‘alta costura’, concepto francés y parisino por excelencia, había nacido
en 1825, en Lincolnshire, Inglaterra, y tenía 20 años cuando llegó a París sin hablar una
palabra de francés, con apenas una Biblia y cinco libras en el bolsillo. La única
experiencia laboral con la que contaba era su paso como aprendiz en dos tiendas de
ventas de textiles en Londres. Gagelin, un comercio similar en París, le daría su primera
oportunidad.

Worth, estrella indiscutida de su época, era un diseñador innovador, que adaptó el


intrincado vestido del siglo XIX a la vida de todos los días, al reducir el ancho de la
crinolina (que impedía a las mujeres actividades tan básicas como, por ejemplo, pasar
por las puertas) y acortar el dobladillo de la falda deportiva, una sugerencia de la
emperatriz Eugenia, a quien le gustaban las largas caminatas.

En poco tiempo Worth se convirtió en el vendedor estrella de la firma y eventualmente


se hizo cargo del nuevo departamento de moda de la tienda, donde se ofrecían a las
clientas algunos modelos ya hechos. Sus diseños, muy novedosos para su época,
obtuvieron premios en la Gran Exhibición de Londres (1851) y en la Exposición
Universal de París (1855), lo que lo alentó a abrir su propio negocio, en 1858.

El momento no podía ser mejor. En 1852 las fuerzas políticas conservadoras en Francia
habían restaurado la casa real y Napoleón III ocupaba el trono con el título de
emperador. Los nuevos bulevares iluminados a gas y las nuevas vidrieras con amplios
paneles de vidrio que se instalaban por centenas incitaban el consumo y la demanda
de artículos de lujo alcanzó niveles que no se habían visto desde antes de la Revolución
de 1789.

Pero sobre todo, debe señalarse la influencia de la emperatriz Eugenia, nacida Eugenia
de Montijo, (1826-1920), apasionada de la moda y de las artes y figura icónica de la
alta sociedad, que contribuyó en gran parte a ese apogeo así como al de Charles
Frederick Worth.

Modisto de la emperatriz

La princesa de Metternich contaba en sus memorias que una noche, en 1860, la


emperatriz Eugenia admiró un vestido de baile que Worth había creado para ella, le
preguntó el nombre del modisto y al día siguiente lo convocó al palacio. A partir de
entonces Worth se convirtió en el modisto oficial de la emperatriz y -para gran pesar
de la princesa- sus precios se triplicaron de la noche a la mañana.

Worth proveía a la emperatriz de extravagantes vestidos de noche, ropa de corte y


para uso privado y originales creaciones para los bailes de disfraces que la pareja
imperial adoraba. El patronazgo de la emperatriz y de otras célebres clientas, como la
emperatriz Sissi y la actriz Sarah Bernardt, dieron alas al modisto

Worth, estrella indiscutida de su época, era un diseñador innovador, que adaptó el


intrincado vestido del siglo XIX a la vida de todos los días, al reducir el ancho de la
crinolina (que impedía a las mujeres actividades tan básicas como, por ejemplo, pasar
por las puertas) y acortar el dobladillo de la falda deportiva, una sugerencia de la
emperatriz Eugenia, a quien le gustaban las largas caminatas. Si bien el tobillo al
descubierto fue una píldora dura de pasar, las mujeres de la alta sociedad terminaron
adoptándola.

Su estrategia de marketing también era renovadora: Worth fue el primero en utilizar


modelos en vivo para mostrar sus creaciones a las clientas, en coser una etiqueta con
su nombre en la ropa, en establecer el sistema de dos colecciones anuales que luego
adoptarían todas las casas de moda y en expandir el nombre de la casa a través de
franquicias.

Asimismo, Worth cambió la dinámica de la relación modisto-clienta. Antes las modistas


(en general mujeres) iban a la casa de la clienta y obedecían sus indicaciones. Worth
exigía que fuera la clienta quien se desplazara a su salón de 7 Rue de la Paix (a
excepción de la emperatriz, claro está). Y sobre todo, Worth fue el principal
responsable de elevar el estatus de sastre a ‘couturier’, el dictador que determinaba
qué color o forma sentaba mejor a la clienta o qué es lo que se usaba o estaba
‘depassé’. Durante el último cuarto del siglo XIX Charles Frederik Worth asumió sin
complejos el rol de máximo árbitro de la elegancia.

Su gran talento para la autopromoción contribuyó a que se le tildara de ‘padre de la


alta costura’. Incluso, como lo haría Karl Lagerfeld 150 años más tarde, él se inventó un
look -sombrero, capa hasta los tobillos y pañuelo al cuello- que usó desde 1870 en
adelante, haciendo su figura automáticamente identificable por todos.

La segunda generación Worth

Cuando Worth falleció, en 1895, a los 69 años, víctima de una neumonía, sus hijos
Gaston-Lucien (1853-1924) y Jean-Philippe (1856-1926) asumieron la dirección de la
casa, que contaba entonces con mil doscientos empleados.

Jean-Philippe, dotado para las artes y la pintura y refinado coleccionista, quien heredó
su genio estético, lo aplicó en el diseño de fabulosas telasy en sus magníficas
terminaciones.

Asimismo, mientras Gaston -más serio y reservado- se ocupaba de los proveedores y


de la gestión, Jean-Philippe, el más joven, a cargo de la dirección artística, era una
estrella de la sociedad. Los primeros años del siglo XX fueron florecientes para la casa.
Tras la desaparición de su fundador y bajo la dirección de sus hijos, la maison Worth
continuó ejerciendo su rol de líder en la moda, por ejemplo al introducir la tendencia
del japonismo y el orientalismo en la moda, que cambió totalmente la silueta de la
mujer.

En 1910 fue el turno de Jacques y Jean-Charles, los hijos de Gaston, de tomar las
riendas de la firma. Bajo su ímpetu, la maison Worth se aventuró en el mercado del
perfume. La primera fragancia de la firma fue Dans la Nuit, con su frasco diseñado por
el artista René Lalique, un fantástico éxito. Entre esa fecha y 1947 la casa lanzó más de
veinte fragancias de los cuales el “Je Reviens” (1932) se convirtió en un best seller
internacional. Fue entonces que los departamentos de perfumería y de la moda se
separaron.

Como los binomios Worth probaron ser una fórmula exitosa, a Jacques y Jean-Charles
les sucedieron Maurice y Roger, los hijos del primero. Pero en los años 50 la casa, que
había sido adquirida por otra gran maison, Paquin, ya no pudo hacer frente a la
creciente competencia.

En 1952 la influencia de la familia Worth terminó con el retiro definitivo de Jean-


Charles (1881-1962), y en 1956 la casa dejó de hacer la costura. Luego de su cierre, los
perfumes Worth fueron adquiridos por la Société Maurice Blanchet, tras lo cual
pasaron por distintas manos. Hoy en día pertenecen al grupo Designer Parfums, una
firma que se define como custodia de marcas históricas y que continúa produciendo
sus perfumes. Una fórmula actualizada de Dans la Nuit salió a la venta en 2000 y otra
de Je Reviens, en 2005.

Hoy en día el espíritu de la marca sigue presente a través de algunas fragancias, como
un nostálgico souvenir de otros tiempos…

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