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La historia de la ilustración de moda comienza en el siglo XVI, cuando las exportaciones y los
descubrimientos provocaron fascinación por el vestido y los trajes de todas las naciones del
mundo. Entre 1520 y 1610 se publicaron mas de 200 colecciones de grabados, aguafuertes y
xilografias que contenían ilustraciones de figuras vestidas con ropas distintivas de su
nacionalidad y su rango. Una de las colecciones mas famosas de esa época, De gli habitti
antichi et moderni di diverse parti del mundo (1590), de Cesare Vacellio, contenía 420
xilografias con imágenes de vestidos de Europa, Turquia y Oriente. La segunda edición,
publicada en 1598, incluía trajes de Africa y Asia, además de 20 ilustraciones de atuendos del
Nuevo Mundo. Por supuesto, los artistas llevaban varios siglos reproduciendo vestidos, pero
esos antiguos grabados fueron las primeras ilustraciones dedicadas a la vestimenta y, como
tales, se convirtieron en el prototipo de la ilustración de moda tal como hoy se conoce.
En Francia, la industria alcanzo su punto álgido en la segunda mitad del siglo XVIII con la
publicación de ilustraciones como las de Galeries des modes (1777), Cabinet des modes (1785)
y Monument du costume (1775-1783). Muchas de estas imágenes se publicaron en otros
países con las adaptaciones de texto necesarias. Cuando la revolución provoco un paro cultural
en Francia, Alemania se convirtió por un tiempo en el centro de las publicaciones: el Journal
der Luxus und der Moden (1786-1826) fue la mas conocida. En Inglaterra, la exclusiva Gallery
of Fashion (1794), de Heideloff, lleno el vacío. La Belle Assemblée (1806) y Repository of the
Arts, Literature, Commerce, Manufacturing, Fashion and Politics (1809-1828), de Ackermann,
fueron dos publicaciones destacadas de principios del siglo XIX. La última, como el titulo
sugiere, era una revista de interes general que incluía moda y que fue precursora de las que
después se convirtieron en un elemento más de la vida de fin de siglo. A partir de mediados del
siglo XIX, Francia recupero su posición de centro del mundo de la moda y estableció el
estándar de la ilustración de moda, sobre todo a través de la brillante familia Colin en
publicaciones como Le Follet (1829), Le Journal des demoiselles (1833) y La Mode
illustrée (1860)
Paul Poiret es uno de los modistos más importantes del siglo XX, es también responsable de
institucionalizar la ilustración de moda. La historia entre ambos empezó cuando en 1908 Poiret
le encargó a Iribe, un joven grabador, que ilustrase sus diseños para una publicación
promocional: Les Robes de Paul Poiret.
Poiret siguió apostando por la ilustración y publicó Les Choses de Paul Poiret, esta vez
colaborando con Georges Lepape que se decidió por homenajear a Modigliani y su peculiar
representación de la mujer. Es un ejemplar rarísimo, de coleccionista que puedes ver en la
biblioteca del Museo del Diseño de Barcelona, eso sí, con cita y autorización previa. En la
década de los veinte Georges Lepape saltaría a las portadas de Vanity Fair y Vogue con sus
mujeres flapper, tan de moda en Estados Unidos.
La ilustración de moda coincidió con el éxito de las revistas de moda, con el auge de la moda
en general que entró en el espiral de tendencias cada vez más rápidas, de demanda y
curiosidad por parte del mundo entero. En Francia la Gazette du Bon Ton decidió incluir en sus
números las ilustraciones de los diseños de siete casas de alta costura: Poiret, Doucet, Paquin,
Chéruit, Redfern, Doeuillet y Worth. Y en Estados Unidos Vogue se convertía en la revista de
referencia para la gente pudiente. Sus editores encargaban las imágenes a ilustradores
estadounidenses como la icónica Helen Dryden, cuyas portadas naïf han pasado a la historia.
En la competencia estaba Harper’s Bazaar que apostó fuerte por el ilustrador ruso Erté
(Romain de Tirtoff) durante más de veinticinco años. Su estilo Art Noveau es reconocible por
su gusto exótico y su tendencia teatral hacia el dorado. Con la llegada de las vanguardias, su
visión se quedó anticuada.
Sin embargo, la fotografía, uno de los grandes inventos del siglo XIX, fue considerada la
responsable de la separación de la ilustración en fechas próximas a la segunda guerra mundial,
aunque también recibió, a su vez, la influencia de la ilustración de moda, como queda patente
en los primeros ejemplos, con poses rígidas ante fondos de estudios que imitan los de las
imágenes de la época.
La ilustración de moda y la fotografía de moda son dos disciplinas distintas. Aunque los
fotógrafos de moda siempre se encuentran en el limite entre la creatividad y lo que es factible
hacer, solo pueden registrar lo que ven. Los ilustradores, en cambio, poseen la facultad de
seleccionar o realzar un elemento determinado; de dar prioridad al modelo frente a la prenda,
o a la prenda frente al modelo; de transmitir un estado de animo o un ambiente con humor o
emoción. Además, su capacidad de comunicar las ideas de un diseñador suele llevarles a
entablar estrechas relaciones profesionales. Y, por supuesto, poseen la capacidad de inventar.
A pesar del papel decisivo de la ilustración en la difusión de la moda, reconocido desde que
el Flâneur (el paseante) de Baudelaire recorriese las calles de Paris del siglo XIX como símbolo
definitivo de modernidad, y pese a que muchos artistas celebres han reflejado su valor cultural
y estético en su trabajo, ésta siempre ha estado relegada como un arte trivial o, en el mejor de
los casos, de segunda fila. A medio camino entre las bellas artes y el arte comercial, solo en
fechas recientes se ha revalorizado como un genero significativo por derecho propio que ha
alcanzado nuevas cotas de sofisticación y belleza en el siglo XX.