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André Gorz

Miserias del presente,


riqueza de lo posible

Paidós
Buenos Aires - Barcelona - México
Texto. Miserias del presente, riqueza de lo posible

Autor. Andrés Gorz

Capitulo I
Del Estado Social al Estado de Capital

El liberalismo también es una reglamentación de carácter estatal, introducido y mantenido por


medio de leyes y de restricciones: es el producto de una voluntad consciente de sus propios fines
y no la expresión espontánea, automática, del hecho económico.
ANTONIO GRAMSCI

1. El Gran Rechazo

"El capitalismo le declaró la guerra a la clase obrera y la ganó", escribe Lester Thurow9. La manera
de entrar en tema no es mala. La globalización, en efecto, no se explica por la revolución
informática ni por la búsqueda de nuevas salidas comerciales. Al principio fue una respuesta
esencialmente política a lo que, hacia mediados de los años setenta, se llamaba “la crisis de
gobernabilidad”. Esta crisis, principal preocupación de los responsables políticos y privados
agrupados en el seno de la Trilateral, se manifestaba en todos los niveles de la sociedad: el del los
Estados, las universidades y escuelas, las empresas, las ciudades, los hospitales, los aparatos
que debían asegurar la reproducción cultural de la sociedad.

En Estados Unidos, la crisis, a partir de la primavera de 1964, tomó formas casi insurreccionales:
los motines del proletariado negro, propagándose del este al oeste, habían saqueado e incendiado
barrios enteros de grandes ciudades –en Detroit, el levantamiento había durado cerca de una
semana – y habían prolongado hasta los años setenta por las acciones de insubordinación en
masa y sabotaje en las grandes fábricas y las universidades. Con una diferencia de varios años, la
"disidencia" había ganado, en 1987, las universidades y los liceos de Alemania Occidental, luego
se había extendido a los centros industriales del resto de Europa y se había prolongado hasta
mediados de los años setenta (hasta 1980 en Italia) por medio de acciones obreras que diferían
fundamentalmente de las huelgas habituales: rechazo los tiempos impuestos; rechazo de la
cotización por puesto; negativa a obedecer a los "pequeños jefes"; autorreducciones del ritmo de
fabricación; ocupaciones prolongadas con secuestro de patrones o de dirigentes; negativa a
delegar en los representantes legales del personal el poder de negociar; negativa a transigir sobre
las reivindicaciones surgidas de la base; sencillamente rechazo del trabajo.

En esto había otras tantas maneras de rechazar –más allá de la organización opresiva de las
grandes fábricas, de las grandes oficinas, de las grandes tiendas— la búsqueda permanente, casi
institucional, del compromiso de clase, búsqueda que era la base misma del "compromiso
fordista". Los movimientos sociales de los años 1967-1974 se situaban deliberadamente fuera del
terreno balizado por las instituciones de la sociedad-Estado. En lugar de reivindicar, buscaban
cambiar ellos mismos "la vida", lo que la condicionaba y aquello de lo que estaba hecha.
Cambiarla sustrayéndola a la lógica de la productividad, pero también a la del trabajo abstracto, la
estandarización, el consumo masivo, la normalidad, la cuantificación, la sincronización. Cambiarla
afirmando la especificidad de las necesidades y de los deseos sin posible satisfacción mercantil y
monetaria.10 "La polémica feminista va mucho más lejos que la de los economistas", escriben

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sobre este tema Pietro Ingrao y Rossana Rossanda, "ya que acusa a la esfera política de luchar
sobre parámetros esencialmente masculinos, esencialmente productivistas, y por lo tanto
competitivos, por lo tanto belicistas, que hacen abstracción del cuerpo, de la reproducción, de la
afectividad [..,] El cuerpo, el sexo [...] se resisten poderosamente a la abstracción jurídica, esa
reductio ad unum que niega la disimetría y que es el fondo de la cultura y del poder masculinos."11

Contrariamente a las previsiones de los fundadores del estado providencialista, las protecciones y
prestaciones sociales no habían reconciliado a las poblaciones con la sociedad capitalista, ni los
procedimientos de negociación y de arbitraje permanente desactivaron los antagonismos sociales.
Por el contrario, al intervenir, reglamentar, proteger, arbitrar en todos los dominios, el Estado había
sustituido a capas enteras de la sociedad civil, la había subsumido: se habla puesto en primera línea.
Responsable de todo o casi, atacado o solicitado a propósito de casi todo, se había vuelto vulnerable
por la importancia misma de sus funciones. En consecuencia era urgente —y en esto residía el
proyecto no dicho de la Trilateral— sustituir a ese ordenador demasiado visible y atacable por un
ordenador invisible y anónimo, cuyas leyes sin autor se impondrían a todos por la fuerza de las
cosas como "leyes de la naturaleza", de manera irresistible. Ese ordenador era el mercado.

El mismo razonamiento valía para la "crisis de gobernabilidad" de las empresas. El gigantismo de


las grandes fábricas, las grandes administraciones propias del fordismo; la organización
centralizada, jerarquizada, rígida, de tareas parceladas, compartimentadas, coordinadas por una
plétora de funcionarios y de funcionarios subalternos de la producción, hacía a las empresas
sumamente vulnerables. En ese plano también se volvía urgente reemplazar el poder demasiado
visible del ordenador central por formas de auto-organización descentrada, es decir, por una
organización en red de subunidades relativamente autónomas que, al coordinarse entre sí,
también permitieran economizar los costos de organización. Era urgente quebrar por ese lado la
combatividad de los asalariados, el poder de negociación de los sindicatos, las "rigideces" que las
convenciones colectivas, los acuerdos de empresas, los derechos sociales habían introducido en
las relaciones de producción. Era preciso, en una palabra, "liberar el mercado de trabajo" de lo que
lo "falseaba'', La palabra a la orden del día era "desregulación".

2. El Éxodo de Capital

La "crisis de gobernabilidad" tanto en el nivel de las sociedades como de las empresas marcaba el
agotamiento de un modelo. Durante cerca de treinta años, los gobiernos occidentales habían
practicado políticas keynesianas, dirigistas: los Estados estimulaban la expansión de la producción
y de la demanda por medidas fiscales y monetarias; redistribuían una parte creciente de la riqueza
producida; por medio del gasto público creaban tantos empleos como suprimían el crecimiento de
la productividad en el sector privado. Pero la expansión de las economías iba a encontrar, desde
comienzos de los años setenta, límites que las políticas de sostén y de reactivación del cre-
cimiento no permitían superar, Los mercados internos estaban saturados y no justificaban
inversiones de capacidad. La "productividad marginal del capital" (es decir, el crecimiento de las
ganancias que procuraba una inversión adicional) tendía a cero y su hundimiento anunciaba el fin
de una época, en el curso de la cual la producción, la demanda, la productividad y las ganancias
podían crecer de forma equilibrada.

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Con la desaceleración de la expansión económica, las economías de escala y los beneficios de


productividad tendían a su vez a hundirse. El Estado keynesiano y las políticas keynesianas, por
otra parte, presentaban más inconvenientes que ventajas para el capitalismo: en ausencia de una
expansión económica importante, aumentaban el peso y la influencia del Estado sobre la
sociedad. En los países con políticas sociales más avanzadas, los gastos públicos se aproximaban
y, a menudo, superaban el 70 % del producto bruto interno, la tasa de déficits públicos, el 10 %.
Adoptado por el Partido Socialdemócrata sueco, el plan Miedner demostraba que la propiedad
privada del capital dejaba de ser intangible: preveía que los fondos sociales administrados por los
sindicatos iban a volver a comprar progresivamente las principales empresas del país para
administrarlas y desarrollarlas como cooperativas obreras, de acuerdo con el proyecto de
civilización socialdemócrata.

Amenazado por la socialización o la estatización, el capital tenía el máximo interés en poner fin a
su simbiosis con un Estado que se había vuelto incapaz de asegurar la expansión del mercado
interno. La planificación o "concertación" económica no había sido útil más que durante el período
de "crecimiento extensivo", en el curso del cual la reducción de los costos unitarios se había
obtenido por la producción en masa en series cada vez más importantes y en instalaciones cada
vez más gigantescas. La industria, entonces, debía planificar con mucho tiempo de antelación sus
inversiones y necesitaba de un Estado que planificara con mucho tiempo de antelación el avance
de las infraestructuras y los servicios públicos indispensables. Con la detención o la
desaceleración del crecimiento, no era por medio de una planificación que funcionara como fuente
de rigideces sino, por el contrario, través de la mayor movilidad y flexibilidad posibles, que las
empresas tendrían oportunidad de agrandarse o, por lo menos, de conservar sus respectivas
participaciones en el mercado. “EI imperativo de Competitividad” y la necesidad de restablecer la
"gobernabilidad" iban en el mismo sentido: era preciso que el capital se desembarazara de su
dependencia del Estado y se liberara de las restricciones sociales; era preciso que el Estado se
pusiera al servicio de la "competitividad" de las empresas, aceptando la supremacía de las "layes
del mercado". La inversión de la relación de fuerzas seguiría de manera totalmente natural.

El éxodo de capital, en rigor, se aceleró desde comienzos de los alias setenta con el desarrollo de
lo que, en la época, se llamó las "multinacionales": es decir firmas que instalaban filiales de
producción en países extranjeros, con el fin de poder acceder al mercado interne de éstos. La gran
mayoría de las multinacionales eran norteamericanas. Estábamos lejos de fa globalización que se
impuso hacia 1990. Pues la libre circulación de las mercancías estaba todavía limitada por
barreras aduaneras y la transferencia de capitales estaba sometida al control y a la autorización
previa de los Estados. Sólo a partir de fines de los años setenta, estas trabas a la circulación iban
a ser progresivamente abolidas, bajo la presión de los grandes grupos. De multinacionales iban a
convertirse en transnacionales, mundiales.

El razonamiento era en todas partes el mismo: la búsqueda del crecimiento dependía, para cada
grupo, del crecimiento de sus exportaciones, es decir del alimento de su participación en el mercado
mundial. Y el aumento de su participación en el mercado mundial exigía la liberalización no sólo de
los intercambios de mercancías sino también de la circulación de los capitales: la posibilidad de
invertir y de producir en el extranjero, la posibilidad de incidir en los mercados financieros extranjeros
en las condiciones más favorables. En la competencia a la que se entregaban los grupos, los que

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sufrían menos controles y limitaciones a su libertad de movimiento tenían mejores oportunidades de


influir en ella. El "imperativo de competitividad" conducía irresistiblemente a la globalización de la
economía y al divorcio entre los intereses del capital y los del Estado-Nación. El espacio político (el
de los Estados) y el espacio económico (el de los grupos capitalistas) no podían coincidir más. Era el
fin de lo que Robert Reich llamó el "nacionalismo económico".

La globalización no habría podido desarrollarse, ni siquiera considerarse, en ausencia del


potencial, en gran medida no explotado hasta ese momento, de las "tecnologías de información".
Si cada gran grupo no hubiera esperado obtener una participación suplementarias en el mercado
mundial, sacando un partido mejor y más rápido que los otros de las posibilidades latentes que
ofrecía la revolución informática, es verosímil pensar que habría prevalecido la tendencia a la
cartelización y a una repartición del mundo por acuerdos de cartel (como en los años treinta) sobre
las “guerras comerciales” de las que resultó la globalización de la economía. Pero hay que
cuidarse de las explicaciones lineales: la revolución informática permitió la globalización, pero ésta,
inversamente, permitió y luego exigió el desarrollo acelerado de las tecnologías de información y
de sus aplicaciones. El capital tenía necesidad de una revolución técnica para superar la crisis del
fordismo, liberarse de las restricciones socio-estatales, bajar los costos salariales unitarios y
acelerar el crecimiento de la productividad. Pero esta revolución técnica no podía ponerse en
funcionamiento más que si la relación de las fuerzas sociales y la relación de fuerzas entre capital
y Estado eran al mismo tiempo y de manera irresistible modificadas en favor del primero.

Lo que hizo posible el éxodo del capital, finalmente lo hizo también necesario. La
"transnacionalización" de las firmas, su éxodo del espacio político nacional se convertía en un
"imperativo de supervivencia" para cada una de ellas. Debían dejar de ser empresas para
convertirse en estrategas que coordinan y relacionan entre sí una multiplicidad de mercados y de
proveedores de todo tipo dispersos en el mundo entero. Robert Reich cita el ejemplo de una
Pontiac Le Mans, cuyo costo de producción se reparte a razón del 30% en talleres de montaje de
Corea del Sur, del 17,5% en fabricantes japoneses de motores, de elementos electrónicos y de
piezas, del 7,5 % en estilistas alemanes, del 4% en Taiwan, Singapur y Japón por pequeñas
piezas, del 3 % en Gran Bretaña, Irlanda y Barbados por servicios informáticos y de marketing.

3. El Fin del Nacionalismo Económico

La firma es una red transnacional y su centro de coordinación y de decisión estratégica no tiene


nacionalidad más que en apariencia, por sus orígenes. Su sede social puede situarse en cualquier
parte. Por el juego de los precios de transferencia, la firma realiza sus beneficios allí donde paga
menos impuestos o ningún impuesto. Negocia de potencia a potencia con los Estados nacionales,
los pone en competencia e implanta sus unidades de producción donde obtiene las subvenciones
y las desgravaciones fiscales más importantes, las mejores infraestructuras, una mano de obra
disciplinada y barata. Se asegura así una especie de extraterritorialidad, desposeyendo al Estado
nacional de ese atributo de la soberanía que es el poder de subir los impuestos y de fijar las tasas.
"El capital es de ahora en adelante el único detentador de la soberanía", escribe Marco Revelli,
"capaz de decidir directamente, por un acto imparcial, el destino de las naciones" y de "dictarle sus
propias reglas al antiguo soberano."12

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Jamás el capitalismo había logrado emanciparse tan completamente del poder político. Pero hay
que agregar que los Estados que de tal manera toma de revés son solamente los Estados
nacionales, Y que no ha logrado dominarlos más que poniendo en su lugar un Estado
supranacional, omnipresente, poseedor de sus propias instituciones, sus aparatos y sus redes de
influencia. Sus instituciones son, como se habrá comprendido, la OMC (ex-GATT), el FMI, el
Banco Mundial, la OCDE. Son ellas las que formulan e imponen las leyes y los reglamentos que
restringen la libre competencia y la libre circulación de las mercancías y de los capitales, y las que
propagan el credo neoliberal, según el cual todos los problemas se resolverán mejor si se deja
jugar libremente la ley del mercado.

Con el Estado supranacional del capital aparece por primera vez un estado emancipado de toda
territorialidad y cuyo poder, si bien se impone desde el exterior a los Estados territorializados, no
recrea fuera de ellos otro lugar político. Por el contrario, es independiente y se separa de toda
sociedad, situado en un no-lugar desde donde limita y reglamenta el poder de las sociedades de
disponer de su lugar. Sin base social ni constitución política, es un puro aparato que enuncia el
derecho del capital globalizado. Poder sin sociedad, tiende a engendrar sociedades sin poder, pone
en crisis a los Estados, desacredita la política, la somete a las exigencias de movilidad, de
"flexibilidad", de privatización, de desregulación, de reducción de los gastos públicos, costos sociales
y salarios, todas cosas pretendidamente indispensables para el libre juego de la ley del mercado.

La desnacionalización de las economías evidentemente tropieza con resistencias (inoperantes por


ser nacionales) que cortan en dos tanto a la derecha como a la izquierda política. A un costado está
la burguesía globalizada, neoliberal, ideológicamente (si no políticamente) pro-norteamericana,
partidaria de disolver la Unión Europea en una zona de libre intercambio con Estados Unidos; al otro
costado las burguesías y las industrias tradicionales, los bolsones precapitalistas, una parte de los
sindicatos. Frente a la unidad ofensiva del capital globalista, se encuentra también la resistencia en
orden disperso de bolsones y de clases antagónicas que van de la extrema derecha a la extrema
izquierda, las cuales por lo general no encuentran, para oponerse a la globalización del capital, más
que diversas formas de nacional-conservadurismo o nacional-estatismo.

Pero negarse a la globalización, pretender resistirse a ella nacionalmente, conduce infaliblemente


a capitular frente a esta globalización. No es contra la globalización que hay que luchar tratando de
sustraerse a ella; es en el contexto de la globalización en curso que es preciso luchar por una
globalización diferente. La resistencia al capital transnacional no puede se: ella misma más que
transnacional; la resistencia a los agentes de esta globalización exige, ante todo, agentes de otra
globalización, guiada por una visión, una solidaridad,, un proyecto de civilización planetarias. A los
Estados no les faltan las palancas para cambiar la orientación y la naturaleza de la globalización;
les faltan a cada uno de ellos tomados aisladamente, lo que no es lo mismo. Les faltan, porque
carecen de la voluntad política común de reconquistar juntas, contra el capital globalizado, una
soberanía que no puede ser sino común. La potencia irresistible del capital globalizado se debe
sobre todo a la competencia a la que se entregan los Estados para atraerse los capitales por
medio de los favores que le conceden, en lugar de negarse conjuntamente a dejarse enfrentar
entre sí. Veremos más adelante que la impotencia de los Estados-Nación no es sólo algo a lo que
se ven sometidos: también es la coartada para restablecer privilegios que el fordismo había desca-
bezado y para abolir derechos que había fundado.

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4. La Globalización Tiene Espaldas Anchas

La globalización, la intensificación de la competencia en todos los mercados de todos los plises


sirven para legitimar cualquier cosa: la disminución de los salarios reales, el desmantelamiento de
las protecciones sociales, la explosión del desempleo, la precariedad de todos los empleos, el
deterioro de las condiciones de trabajo, etcétera. Todo eso, se dice, es inevitable y necesario.
¿Por qué? Porque, explica con una lógica irrefutable Pierre-Noël Giraud, la capacidad competitiva
de las firmas depende de sus inversiones de producción. "Deben tener al por mayor la misma tasa
de inversiones" para seguir siendo capaces de competir. "Eso significa que la relación salarios-
ganancias de ahora en adelante no puede [ser elegida según los criterios de la política económica]
y que... el territorio es el que tiene la participación más favorable en las ganancias, es decir el
crecimiento potencial más grande [de las inversiones], es lo que impone su norma.13

Dicho de otra manera, para poder sostener la competencia con firmas norteamericanas o japonesas,
por ejemplo, sería preciso que las empresas europeas tuvieran tasas de beneficio norteamericanas o
japonesas. Ese razonamiento formalmente correcto no sería sin embargo pertinente más que si las
tasas de inversión de las firmas fueran iguales a su tasa de beneficio, dicho de otra manera, si la
totalidad de los beneficios fuera reinvertida. Pero la realidad es muy diferente.

Durante los años ochenta, gracias al reingeneering, los beneficios –antes de la aplicación de
impuestos – de las quinientas firmas norteamericanas más grandes aumentaron un 92 % como
media. En 1987, se los metieron en el bolsillo a razón del 61 % (contra el 22 % en 1953) los P-D-G
[Primeros Directores Generales] (los chief executive officers o CEO) de dichas firmas; en muchos
casos, los dividendos distribuidos entre los accionistas se multiplicaron por cuatro. Los dos tercios
del crecimiento económico norteamericano fueron acaparados por el 1 %, de la población activa.14
En 1994, un P-D-G (CEO) ganaba, promedio, 187 veces más que un obrero o un empleado.
Ganaba "solamente" 41 veces más en 1975 y 145 veces más en 1992.15 La misma, tendencia se
registró en el resto del mundo. En Francia, llamativamente, las disminuciones fiscales acordadas a
los ingresos financieros entre 1989 y 1991 habrían privado al Estado de 80 millones de ingresos
por año. En todas partes se explicaba gravemente que "el imperativo de la competitividad" exigía
una reducción de los impuestos sobre los ingresos altos, pues el ahorro de los ricos es lo que
financia (en parte) las inversiones indispensables para la competitividad de las firmas.

Pero lo que se produjo fue lo contrario, y no sólo en Estados Unidos. En Francia, llamativamente, la
tasa de inversión de las empresas cayó en 1995 a su nivel más bajo en treinta y cinco años: 16,2%
contra 19,4% en 1980 y 21,6% en 1970. El monto de los beneficios no dejó, desde 1992, de ser
superior al monto de las inversiones. En 1993, superó a estas últimas en 71 millones de francos. 71
millones ganados gracias a reducciones de personal, a "reestructuraciones" y a la "flexibilización" de
efectivos, a la precariedad. 71 millones esterilizados, puestos en los mercados financieros.

En Alemania, los salarios netos representaban, en 1978, el 54 % del ingreso nacional disponible;
los ingresos de capital representaban el 22 %, las prestaciones sociales y jubilaciones el 23 %. En
1994, la parte correspondiente a los salarios había caído al 45 % (es decir una reducción del 17
%), la parte correspondiente a los ingresos de capital y a los beneficios pasó al 33 % (es decir un
aumento del 50 %). En moneda constante, los beneficios aumentaron el 90 % entre 1979 y 1994,

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los salarios un 6 %, pero la proporción del impuesto sobre los beneficios en el total de los ingresos
fiscales disminuyó la mitad durante esos quince años, pasando del 25 al 13 %. Era del 35 % en
1960, un período de fuerte expansión económica.

¿Era con certeza la presión de la competencia internacional lo que exigía esos cambios? ¿No
sirve más bien como coartada para redistribuciones de abajo hacia arriba, de los más pobres a los
más ricos, y para las ofensivas contra "el estado social" y los "privilegios" de los asalariados ¿En
qué explica la competencia internacional que los editores franceses hagan componer sus obras en
Madagascar, en Túnez, en la isla Mauricio, para ganar algunas decenas de céntimos sobre el
precio de costo de un libro? ¿Es para sostener la competencia que los fabricantes de camisas de
lujo hacen coser en China artículos que venden cincuenta o cien veces más caros que su precio
de costo? ¿O que Nike (o Reebok, o Puma) hagan fabricar sus zapatillas en las Filipinas, luego en
Indonesia, luego en China y en Vietnam, donde el costo salarial de un par de "Pegasus", que se
venden a 70 dólares, es de 1,66 dólares, y que los catorce gerentes norteamericanos de la firma
hayan podido embolsarse un ingreso anual igual a los salarios de 18.000 obreros filipinos? ¿O que
Ford eche de la noche a la mañana a los asalariados de dos de su filiales mexicanas, que
protestaban contra la semana de 50 horas, impuesta violando la ley mexicana? ¿Por qué, según la
excelente fórmula de Alain Lipietz, la "competitividad" exige los costos salariales más bajos, pero
acepta los costos patronales más altos?16

¿Que hicieron las firmas transnacionales con sus beneficios? Sus tasas de inversión en realidad han
bajado en relación con su nivel de los años sesenta y setenta.17 Lo que aumentó mucho, en cambio,
es la distribución entre los accionistas, la remuneración de los administradores y de los CEOs, y:

1. las compras de empresas por parte de otras empresas (las "fusiones"), que han dado lugar a
transacciones de un monto de 400 a 800 millones de dólares por año, contra 20 a 40 millones a
comienzos de los años ochenta. El financiamiento de estas fusiones absorbió el 90 % de las
inversiones de las transnacionales en el extranjero;18

2. las colocaciones puramente financieras en el mercado monetario y el mercado de cambios,


sobre todo, con las cuales innumerables firmas (en especial Siemens, que es el trust europeo más
grande) ganan más que con sus actividades productivas.

"El imperativo de la competitividad" tiene espaldas anchas; la globalización tiene espaldas anchas.
Para sus actores principales, no es una restricción impuesta: es un conjunto de restricciones que
imponen con el fin de imponer al mundo su poder. Ese poder planetario está concentrado en un
número de manos cada vez menor. Sobre las 37.000 firmas transnacionales que controlan el 40 %
de los intercambios mundiales y un tercio de la producción mundial contabilizable, 370 firmas (es
decir el 1 %) controlan el 50% de los activos financieros. Según el Fondo Monetario Internacional
(FMI), no más de 50 bancos controlan las transacciones cotidianas, de un monto de 1.400 millones
de dólares, en los mercados de cambios. No más de seis bancos comerciales controlan el 90 % de
las operaciones sobre los productos derivados.19

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5. La Resistible Dictadura de los Mercados Financieros

La lógica financiera puede más que las lógicas económicas, la renta más que el beneficio. El poder
financiero, al que púdicamente se llama "los mercados", se autonomiza respecto de las
sociedades y de la economía real e impone sus normas de rentabilidad a las empresas y a los
Estados. El presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, lo decía claramente en Davos, en febrero
de 1996: "Los mercados financieros jugarán cada vez más el papel de ‘gendarmes’ […] Los
políticos deben comprender que ahora están bajo el control de los mercados financieros y no
solamente de los debates nacionales".20

En esos mercados financieros, los fondos de pensión norteamericanos, que administran 8.000
millones de dólares, y los fondos comunes de colocaciones, han introducido una práctica que,
habitualmente, se llama "chantaje y extorsión de fondos" o, en norteamericano, "racket". Eligen
algunas firmas prósperas y bien cotizadas, compran en la Bolsa cantidades importantes de
acciones, luego ponen a los dirigentes ante esta alternativa: o nos aseguran un dividendo por lo
menos del 10 %, o cortamos el curso de sus acciones. Esta práctica, que hace de la máxima
rentabilidad financiera a corto plazo el imperativo supremo, ha hecho subir el rendimiento de las
acciones (el shareholder value) a niveles sin precedentes.

Estos hechos vuelven irrisorio el argumento según el cual el aumento de los gastos públicos
reduce "el ahorro susceptible de concedérseles a las empresas [...] y así su capacidad de defender
su competitividad".21 ¿Por qué, con gastos públicos equivalentes a un 62 % del PBI, una tasa de
deducciones obligatorias del 52 % del PBI, un salario mínimo horario de 80 F, una distribución del
desempleo equivalente al 90 % del salario durante cinco años y una tasa de desempleo de
jóvenes sin mayor importancia, Dinamarca tiene una de las economías más prósperas y
competitivas del mundo? ¿Por qué con una de las tasas de descuentos obligatorios más bajas del
mundo, Estados Unidos tiene de todos modos una de las tasas de ahorro más bajas y un
endeudamiento enorme de los particulares, de 60.000 dólares por hogar?

"No vemos por qué el obrero francés ganaría de manera duradera mucho mas que el obrero chino
que hace lo mismo que él con una productividad comparable", observa P.N. Giraud.22 Pero no se
entiende tampoco por qué no habría, para los asalariados, como lo afirma P. N. Giraud, "más que
una alternativa: es decir hacer lo que los países de bajo salario no saben todavía hacer, por lo
tanto, en mi vocabulario, unirse al grupo de los ‘competitivos’; sea ponerse al servicio de estos
últimos" aceptando una reducción del ingreso.23 ¿Por qué un crecimiento, en el seno de una
población, de la proporción de "competitivos", cuyos ingresos son por lo general muy superiores a
la media, no se acompañaría de una redistribución fiscal? ¿Por qué aquellos hombres y mujeres
cuyo trabajo ha sido transferido a los obreros chinos no podrían estar al servicio, no ya de los
"competitivos", que les pagarían personalmente por sus servicios personales, sino de las
innumerables necesidades colectivas que siguen insatisfechas porque la colectividad no se
atribuye los medios para financiar colectivamente su cobertura? ¿Por qué habría que disminuir
continuamente los impuestos sobre los ingresos superiores (es decir los de los "competitivos"),
sobre los ingresos financieros, sobre los beneficios no reinvertidos?

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La respuesta a estas preguntas no es económica; es política e ideológica. Las reducciones y las


desgravaciones fiscales no reflejan elecciones económicamente racionales. Significan
simplemente que los gobiernos nacionales se disputan el privilegio de retener en sus países o de
atraer a ellos capitales financieros que, en busca de beneficios máximos inmediatos, se desplazan
de un mercado al otro, de una divisa a la otra, a la velocidad de la luz, miles de veces por día. No
se trata ya de que los Estados favorezcan la inversión productiva; se trata solamente de que eviten
o frenen el éxodo de capitales de su territorio, o que atraigan por el dumping fiscal, el dumping
social, el dumping salarial, las sedes sociales de las transnacionales, como lo hacen, con sus
"centros de gestión",24 Bélgica y los Países Bajos.

La tendencia a reemplazar los sistemas de protección social por seguros privados y cajas de
jubilación privadas (por capitalización) se inscribe en la misma lógica: reemplazar la redistribución
fiscal por el seguro privado; sustituir la administración social de la protección social por parte del
poder político por una administración privada por parte del poder financiero.25

Con estas observaciones no pretendo en absoluto negar que sea necesario repensar y refundar
sobre nuevas bases los sistemas de protección social. Se lo tratará en la cuarta parte. Digo
solamente que son social, política y moralmente inaceptables las "reformas" que desmantelan los
sistemas de protección social so pretexto de que constituyen "adquisiciones" caducas que, faltas
de recursos, no son más financiables. Si no son más financiables, no es porque los recursos falten
o porque deban ser afectadas prioritariamente respecto de la inversión de productividad. Si no son
más financiables, es porque una parte creciente del PBI esta afectado a remunerar el capital y
porque la proporción atribuida a remunerar el trabajo no cesa de disminuir. Pero principalmente
sobre ella se asienta el financiamiento de la protección social. Las luchas sociales que se han
llevado adelante para defender las "adquisiciones sociales" deben ser entendidas, ante todo, como
la defensa de un principio, a saber: para el poder del capital hay límites infranqueables en lo
político, límites infranqueables para los derechos de lo económico sobre la sociedad. La
redefinición de la protección social no es aceptable más que sobre la base del reconocimiento de
este principio. Y el reconocimiento de este principio implica y exige, ante todo, que las sociedades
recuperen el poder sobre sí mismas, poniendo fin, por una acción concertada, al poder que el
capital financiero ha adquirido sobre ellas.

James Tobin, premio Nobel de Economía, recomendó desde 1975 una de estas acciones. Para
encauzar las operaciones puramente especulativas en los mercados financieros, en ese
momento preconizaba un impuesto del 0,1 % sobre las operaciones de cambio.26 Este impuesto,
estimaba, disminuiría en dos tercios el volumen de las transacciones y aportaría alrededor de
150 millones de dólares por año a los Estados. En 1995, en respuesta a las objeciones que se le
habían lecho, Tobin presentó una nueva versión de su propuesta: apuntaba a impedir a los
bancos sustraer sus operaciones a los impuestos al ir a instalarse —como habían amenazado
con hacerlo— en "paraísos fiscales" o sobre barcos en alta mar. Esta nueva versión27 prevé que
los diferentes países, y en particular la Unión Europea, golpearían con un impuesto
suplementario (del 0,04 %) cercano a su divisa a los organismos financieros extranjeros,
comprendidas las filiales extranjeras de sus propios bancos. Este impuesto, que tendría una
influencia mínima sobre los intercambios comerciales y las inversiones, estrangularía en cambio
las operaciones puramente especulativas, cincuenta veces más importantes que los in-

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tercambios de mercaderías, y reduciría muchísimo la capacidad de los mercados financieros de


incidir sobre la política de los Estados.

Haría falta por cierto otros instrumentos para poner fin a la dictadura del capital financiero. Haría
falta, ante todo, una voluntad política común de los Estados. Haría falta comprender y hacer
comprender que el "poder irresistible de los mercados" no existe más que por la sumisión de los go-
biernos al poder financiero, al que le sirve de coartada para retomar por su cuenta "la guerra que el
capitalismo le declaró a la clase obrera", primero, a la sociedad después. Alain Lipietz no es el único
en demostrar "que una Europa social, alternativa y solidaria es posible", la cual propondría al mundo
otro modelo de "desarrollo", de sociedad y de relaciones Norte-Sur.28 La misma idea (lo veremos un
poco más adelante) capta ahora la atención de los "líderes de opinión" de Asia. Es de nuevo Lester
Thurow quien recuerda que las reglas que rigen los intercambios mundiales siempre han sido
definidas por la principal potencia comercial, y que la principal potencia comercial es —y por lejos—
la Unión Europea.29 Pueden darse los medios de presentar "una alternativa a las políticas monetarias
anglosajonas". Puede, agrega Patrick Viveret, utilizar el euro como palanca con el fin de "oponer un
modelo de desarrollo ecológico y social al modelo anglosajón con tendencia al laissez faire".30 Puede
transformar las relaciones Norte-Sur imponiendo sobre sus importaciones lo que Lipietz llama los
"socioimpuestos" y los "ecoimpuestos",31 cuyo producto sería integralmente restituido a los países
exportadores del Sur, para mayor ventaja de las dos partes.32

6. El Espejismo Chino

A corto o mediano plazo, y con la condición de unirse para ese fin, a los Estados no les faltarán los
medios necesarios para aflojar la dominación del capital desterritorializado, reconquistar márgenes
de autonomía mayor e iniciar las transformaciones económicas, ecológicas y sociales
fundamentales que conducirán a la superación de la sociedad salarial. No hace falta más que la
voluntad política. Se me dirá que esa necesidad de salir de la sociedad salarial es un típico lujo de
intelectual occidental en una época en la que la China y la India entran en ella a paso redoblado y
cuando los expertos anuncian una nueva "onda larga" de expansión económica, propulsada por
los "750 millones de consumidores" que, sólo en Asia, deberán disponer en el 2010 de un poder
de compra comparable al de los salarios de los países ricos. El mercado asiático debería rendir su
salud y su dinamismo al capitalismo global y a las economías occidentales, El crecimiento logrado
debería hacer retroceder el desempleo en todas partes.33

Es preciso citar largamente el editorial, de una ironía devastadora, que The Asian Wall Street
Journal consagró a este tipo de pronósticos en su número del 26 de octubre de 1995:

La idea de que el siglo XXI será el siglo de Asia y mantendrá la salud del capitalismo occidental, es
uno de los fantasmas más extraños que jamás se haya apoderado de la imaginación occidental
[...] Para los observadores dotados de espíritu crítico, es cada vez más evidente que las
capacidades de producción de la región crecen mucho más rápido que las salidas que ofrece a
sus productos. El crecimiento demasiado lento de la demanda solvente es el reverso de los bajos
costos de producción.34

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En resumen, no se han reunido las condiciones de un crecimiento endógeno, por más que, desde
comienzos de 1994, Japón transfiere más capitales a Occidente de los que invierte en Asia.

De todos modos los expertos japoneses se alarman ante el hecho de que el Japón está a punto de
convertirse en "una gran potencia del desempleo" […], los líderes de opinión de la región comienzan
a preguntarse si los problemas sociales y económicos de Europa, lejos de ser los signos de la
decadencia europea, no son más bien problemas estructurales mundiales que, en el futuro, afectaran
a Asia. Esta es la razón profunda de la nueva mirada que muchos líderes de opinión de Extremo
Oriente echan sobre Europa. Si el jobless growth [el crecimiento económico acompañado de un
crecimiento del desempleo] es un fenómeno planetario, no un fenómeno específicamente europeo,
Europa solamente se ha adelantado respecto de los otros países en la experiencia que está
haciendo. Las soluciones deberán, en consecuencia, venir también de Europa.

No se lo puede decir más claramente: la vuelta del casi pleno empleo gracias a cientos de millones
de nuevos consumidores occidentalizados es un espejismo. La industrialización a la occidental y el
crecimiento de tipo fordista no se reproducirán en todo el resto del mundo. La estrategia econó-
mica adoptada por los mismos "inversores" occidentales excluye la posibilidad. Basta, para darse
cuenta, con leer a Keinich Ohmae35, uno de los más eminentes estrategas del nuevo modelo de
desarrollo capitalista: el "desarrollo a rayas". Es decir el desarrollo no ya del país o de territorios
sino solamente, en China entre otros países, de enclaves (una veintena) cuyo ingreso, según
Ohmae, podrá llegar a ser diez o veinte veces más elevado, por habitante, que el ingreso de los
habitantes del resto del país. El "desarrollo", en suma, no deberá difundirse fuera de los enclaves,
las riquezas de éstos no deberán ser redistribuidas por los Estados-Nación. El capitalismo debe
poder producir su propia especialidad disociada de la de la nación: deberá poder amurallarse en
"Estados Ciudades" y en "villas privadas" como ya se encuentran en Estados Unidos, conducir sus
"guerras privadas" contra las poblaciones convertidas en nómades y guerreras tras la
descomposición de la sociedad. Vuelta a las "guerras endémicas, sin forma, difíciles de es-
trangular",36 cercanas a las mad-maxerías a las que ya se parecían las guerras sin frente que los
ejércitos de ladrones emprendieron en Liberia y en Mozambique, entre otros países.

El modelo preconizado por Ohmae es el mismo que toma cuerpo en Chica, en India, en Malasia, en
México, en Brasil… En la era posindustrial, el capitalismo propulsa "zonas económicamente
especiales" que de antemano hay que defender, no ya contra "la inmigración" sino contra las
migraciones internas, es decir esencialmente contra los campesinos sin tierra, contra el éxodo rural.

El modelo de industrialización quo permitió el desarrollo de Occidente y de Japón no existe más. El


tipo de industrialización que permitió urbanizar y dotar de salario a las masas rurales no existe
más. Desaparecerá inclusive en China, donde pasó a ser obsoleta y no competitiva la industria
tradicional que hizo vivir, antes del desarrollo del “comunismo de mercado”, a 110 millones de
asalariados empleados de por vida, a los cuales les aseguraba su “bol de arroz de hierro”, es
decir, el mínimo vital en materia de alimento, de alojamiento y de servicios.

A los casi 100 millones de inmigrantes chinos que -al igual que los "vagabundos" y los "bandidos"
del siglo XVIII europeo- van de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo buscando ganarse el pan,
se les sumarán otros 300 millones durante el primer decenio del siglo XXI. El BIT estima entre 17 y

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20 % la tasa de desempleo actual de la población urbana china, con extremos del 34 %.37 Las
"zonas económicas especiales" donde se implantan las transnacionales, emplean 7 millones de
personas en total.38 Y ya la industrialización extensiva, la que crea masivamente empleos, pasó el
límite de lo que es soportable desde el punto de vista ecológico.

Hay que saber, en efecto, que con un quinto de la población mundial, China no dispone más que
de 85 metros cuadrados de superficie cultivable por habitante; que el 40 % de las superficies
cultivables han sido destruidas desde 1995: 5 % por erosión y desertificaci6n, 35 % por urbaniza-
ción e industrialización. Hay que saber que de las diez ciudades más contaminadas del mundo,
cinco se encuentran en China; que ésta sufre de una dramática escasez de agua; que la mitad de
los cursos de agua han sido esterilizados por los deshechos industriales y no tienen más peces;
que el agua embotellada se vende en Pekín más cara que la leche y que los "bares de oxígeno"
venden aire puro a los consumidores. Que dos tercios de la población, de la agricultura y de la
industria están concentrados en los valles, a los que sólo diques en constante construcción
pueden proteger contra las inundaciones. Hay que saber todo esto para medir hasta que punto,
como escribe Jacques Robin "el discurso sobre el automóvil o la computadora individuales para
todos está marcado por el absurdo para la ecología global.”39

También hay que saber que, en escala mundial, existen entre 600 y 800 millones de desempleados;
que habría que crear, por otro lado, 1200 millones de empleos para extender la sociedad salarial a
aquellos o aquellas que entrarán en el “mercado de trabajo” de aquí al año 2025.40 Hay que saber
que la casi totalidad (99%) del aumento de la población (potencialmente) activa mundial tendrá lugar
en las poblaciones pobres o muy pobres de los países llamados periféricos; las que disponen de un
ingreso medio de menos de 40 o de menos de 120 dólares por mes. Y que las inversiones de las
transnacionales en esos países crean a menudo más desempleados que empleos y no atenúan para
nada, en todo caso, la extrema pobreza de la masa. Ignacy Sachs señala, por ejemplo, que "en la
municipalidad de Campinhas, uno de los principales polos tecnológicos de América Latina y
responsable del 9% del PBI brasileño, el 40% de los habitantes tiene un ingreso insuficiente para
adquirir la canasta de consumo adecuada".41 Jeremy Rifkin demuestra que las filiales de las
transnacionales en el Brasil, al igual que las maquiladoras -es decir las industrias que las grandes
firmas norteamericanas implantan en las regiones fronterizas de México- están a menudo mas
automatizadas que sus equivalentes en Estados Unidos. Distribuyen una masa muy baja de salarios
para propulsar la expansión económica por medio de la demanda solvente. En cambio, con la ayuda
de la unión aduanera, abren el país a los productos de masa importados, lo que entraña la ruina de
las pequeñas industrias locales y artesanales.42

Preocuparse por alternativas para la sociedad salarial no es, por lo tanto, un lujo de intelectuales
decadentes de los países rices. La sociedad salarial tiene menos futuro y promesas para la
humanidad y para el mundo que el modelo social de Kerala;43 o que las cooperativas de
autoproducción técnicamente avanzadas en los Burgos agrícolas de India, cuyo desarrollo describía
Alvin Toffler;44 o que el high-tech self-providing propagado por Frithjoff Bergmann en Estados Unidos.

Todo esto se tratará más en detalle a continuación, sin que pretenda proponer un modelo hecho.
Lo más urgente es hacer que nuestra mirada cambie, para que aprenda discernir, en el mundo que
muere y se transforma, los gérmenes de otros mundos posibles.

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Pero antes de abordar estas otras vertientes del cambio, hay que informar nuestra mirada y
delimitar mejor la naturaleza, los actores y los sujetos posibles de las mutaciones en curso.

Notas

1. Jeremy Rifkin: The End of Work, Nueva York, G.P. Putnam's Sons, 1995, En francés: La fin du travail,
París, La Découverte, 1996. ]Ed. Cast.: El fin del trabajo, Buenos Aires, Paidós, 1996]

2. Véase a este respecto la muy concreta e iluminadora "Critique de l'État providence" de Bo Rothstein, en J,-
P, Durand. La fin du modèle suédois, París, Syros, 1994.

3. Jacques Robin puso en evidencia mejor que nadie las dimensiones múltiples de esta mutación que “afecta
no sólo nuestra visión conceptual del mundo, sino nuestros medios de aprehender lo real". Demuestra que
introduce en la historia de la humanidad una "ruptura fundamental": pone fin a "la era energética" que, desde
el comienzo del neolítico se las ingenió para transformar la materia, poniendo en funcionamiento fuentes de
energía cada vez más poderosas. La revolución informática pone en crisis la economía, la sociedad y, de
manera más fundamental, la civilización capitalista. Véase sobre este tema J. Robin: Changer d’etre, París,
Le Seuil, 1989, especialmente los capítulos 1 y 5. Cf. Del mismo autor Quand le travail quitte la socieèté
industrielle, fascículos editados por el Grupo de Reflexión Inter y Transdisciplinario (GRIT) 1993-1994, 21
volúmenes de Grenelle, París.

4. Véase Lester Thurow: The Future of Capitalism, William Morrow, Nueva York, 1995,

5. Robert Reich: The Work of Nations: Preparing ourselves for 21st Century Capitalism, Nueva York, Random
House, 1992, págs.302 .303. En francés: L'economie mondialisée, París, Le Seuil, 1969.

6. Vease André Gorz: Réforme et révolution, París, Le Seuil, 1969.

7. Henri Maler: Convoiter l’impossible. L’utopie avec Marx, malgré Marx, Paris, Albin Michel, 1995.

8. Jacques Bidet: "ll n'y a pas de communisme après le socialisme", expuesto en el Instituto de Investigaciones
Marxistas, 15 de mayo de 1993. Jacques Bidet es codirector, con Jacques Texier, de la revista Actuel Marx,
editadas por PUF y autor, entre otras obras, de Théorie de la Modernité, París, PUF, 1990.

9. Lester Thurow, The future of Capitalism, ob.cit.

10. Podemos hacernos una idea de la radicalidad alegremente subversiva de los movimientos de entonces
leyendo o releyendo Alexis Chassagne, Gaston Nontracher: La fin du travail, París, Stock 2, 1978; compuesto
por extractos de libros, revistas, diarios franceses, norteamericanos e italianos, textos situacionistas,
anarquistas y marxistas, en los cuales "¡Abajo el Trabajo!" vuelve como un leitmotiv. Ver también Franco
Berardi, llamado Bifo: Le ciel est en fin tombé sur la Terre, París, Le Seuil, 1978.

11. P. Ingrao, R. Rossanda: Appuntamenti di fine secolo, Roma, Manifesto libri, 1995. La última frase de esta
cita da una excelente definición de lo que T.W. Adorno llamaba la categoría de lo “no-idéntico”. Será tema de

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“El sujeto de la crítica” al final de este volumen.

12. Marco Revelli: "Economia e modello sociale nel passagio tra fordismo e toyotismo” en P. lngrao y R.
Rossanda, ob. cit., págs. 211-213.

13. P. -N. Giraud: L'inegalité du monde, Paris, Gallimard, 1996, págs. 222-223. La bastardilla es mía.

14. Según J, Rifkin: ob. cit., cap. 11, págs. 173-174.

15. Según James Petras y Todd Cavaluzzi en Le Monde diplomatique, julio de 1996.

16. A. I,ipietz: La societé en sablier, París, Gallimard, col. “La Découberte” 1996.

17. Véase sobre todo Norbert Reuter: "Export als Droge”, Die Zeit, 8 de noviembre, 1996.

18. Véase François Chesnais: La mondialisation du capital, Paris, Syros, 1995.

19. Informe de la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo, 1994, François
Chesnais, ob. cit.

20. Citado por A. Lipietz, ob. cit., pág. 313.

21. P.-N. Giraud: ob. cit., pág. 224.

22. Ibíd, págs. 277-278.

23. P.-N. Giraud: ob. cit.

24. Los centros de gestión permiten a cualquier firma sustraerse totalmente al impuesto sobre los beneficios o
los plus-valores. El propio centro paga sólo un impuesto global módico.

25. Ver por este tema R. Passet: "La grande mystification des fonds de pension", Lc Monde diplomatique,
marzo de 1997.

26. Ver James Tobin: "A proposal for International Monetary Reform", Eastern Economic Journal, 3-4, julio-
octubre, 1978.

27. J. lEichgreen, J. Tobin, C. Wyplosz: "Two Cases for Sand in the Wheels of International finance" 'The
Economic Journal, 105, 1995. En Die Globalisierungsfalle, Rowohlt, 1996, págs. 118-123. H.P. Martin, H.
Schumann ofrecen un acercamiento muy bueno a las objeciones y a las debates suscitados por la
proposición de Tobin en los medios político-financieros.

28. A. Lipietz: ob. cit., págs. 318-322.

29. L. Thurow: ob. cit., estima que sólo la Unión Europea tendría los medios para imponer otras reglas de

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juego, comprendidas en las relaciones con los países periféricos. En el mismo sentido, ver H.P.Martin y H.
Schumann: ob.cit., págs 299-307, 322-323.

30. P. Viveret: "Monnaie et citoyenneté européenne" en: Transversales, 42, noviembre-diciembre, 1996. Este
artículo desarrolla de forma convincente la tesis sugerida por el ex canciller Schmidt en el diario Le monde del
9 de noviembre de 1996: no dejando de endurecer los criterios de convergencia definidos en el Tratado de
Maastricht, el Bundersbank busca "torpedear" el euro poniendo a los pueblos europeos (incluido el pueblo
alemán) contra la moneda única, cuyo costo social vuelve exorbitante. Inclusive si el euro es introducido como
se prevé, la política monetarista, antisocial, estructuralmente deflacionista que impondría a Europa su
gobierno económico por un banco central soberano, provocaría más tarde o más temprano la desintegración
de la Unión. La estrategia del poder financiero planetario consiste, en suma, en servirse del euro para
"torpedear" el euro y de la Unión Europea paro "torpedear" a la Unión Europea en función de una hegemonía
del dólar secundado por el Deutschemark. Pero es precisamente para poner fin a esta hegemonía que
originalmente se diseñó la moneda única.

31. A. Lipietz: oh. cit., pág. 326.

32. P-N. Giraud demuestra de manera concreta el carácter mutuamente ventajoso de una política tal en
L’inégalité du monde, ob. cit., págs- 314-315.

33. En un célebre artículo publicado por The Economist Asia Survey, del 30 de octubre de 1993, John Rohwer
predecía que en el año 2000 Asia contaría con 400 millones de consumidores que dispondrían de un poder de
compra “por lo menos igual al de la media de los habitantes de los países ricos […] El crecimiento explosivo y la
grandeza absoluta de las clases medias de Asia, en consecuencia, deberían crear para el mundo de los
negocios y de las finanzas oportunidades que se contarían entre las más grandes que la historia jamás les haya
ofrecido. A las firmas occidentales bien alertas y sus asalariados se les asegura que aprovecharán
enormemente esto”. Citado por Richard Smith: “China and the Global Enviroment”, New Left Review, 222,
marzo-abril, 1997. Para una población de casi 950 millones de personas, India no cotaba al comienzo de los
años noventa más que con 600.000 hogares que disponían de un ingreso de 10.000 dólares o más al año.

34. Esta cita, así como los comentarios que siguen, están tomados de un largo articulo de excepcional interés
de Rüdiger Machetzki, del Instituto de Estudios Asiáticos (Institut für Asienkunde) de Hamburgo, Die Zeit, 10,
1º de marzo 1996, pág. 14.

35. Keinichi Ohmae: De l’État nation aux États région, París, Dunod, 1996. K. Ohmae es el director para
Japón de la firma de consultores McKinsey & Co.

36. Paul Virilio: “De la géopolitique à la métropolitique”, Transversales, 41. Se trata de un fragmento de La
ville et la guerre (aparecido en septiembre de 1996).

37. El BIT (Bureau International du travail) define como desempleados a las personas que no pueden
asegurar su subsistencia con su trabajo.

38. Cf. Richard Smith: “China and the Blobal Environment”, art. cit.

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39. Jacques Robin: “Occidentalisation et mondialisation: le Prix à payer” en Un terre en renaissance, Savoirs
2/Le monde diplomatique.

40. Según el informe de 1995 del Banco Mundial, la población activa mundial pasará de 2500 millones de
personas en la actualidad a 3700 millones de personas en el año 2025. La tasa actual de desempleo mundial
es ya superior al 25%, si es que esta noción tiene algún sentido.

41. I. Sachs: “L’urbanisation ou la déruralisation?” en Transversales, 41, septiembre-octubre 1996.

42. Ver. J. Rifkin: “L’automatisation du tiers-monde”, ob.cit.m cap. 13.

43. El estado de Kerala, católico y comunista, en el lado sudoeste de la India, es por su ingreso per cápita
uno de los países más pobres de la Federación india; pero su “indicador de desarrollo humano” – por el cual
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) mide la calidad de vida de las poblaciones- es
muy superior al de los Estados más ricos.

44. A. Toffler: La troisiéme vague, París, Denoël, 1980. En esta obra monumental, rechazada por los
marxistas con un desprecio estúpidamente sectario, hay que leer o releer ante todo el capitulo 23: “Ghandi
más satélites”, critica radical de lo que Serge Latouche llamará “la occidentalización del mundo” y que
muestra la posibilidad de integrar las tecnologías de Tercera ola (la microelectrónica) a la cultura de las
sociedades preindustriales. Ver también el capitulo 20, “Cuando el prosommateur sale de la sombra” donde
Toffler demuestra que “lo que parece ineficiente cuando se razona tradicionalmente en términos de
[producción para el mercado ] puede ser extraordinariamente eficiente si se considera la economía en su
conjunto en lugar de no ver en ella más que una sola parte”.

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Capitulo 2 ULTIMOS AVATARES DEL TRABAJO

1. POSFORDISMO

El fin del crecimiento “fordista" dejo a las empresas dos caminos para intentar escapar del
estancamiento: 1) la conquista de porciones de mercado suplementarias y 2) la renovación
acelerada de la gama de sus producciones, la obsolescencia acelerada de sus productos. Para la
conquista de porciones suplementarias de mercado, los esfuerzos prometían ser más eficaces en
la medida en que los mercados eran todavía relativamente “vírgenes", en consecuencia, las
firmas debían buscar hacer pie en los países “emergentes". En cuanto a la obsolescencia
acelerada de los productos, no solo exigía esfuerzos intensos y sostenidos en materia de
innovación; exigía también la capacidad de producir en series cada vez mas cortas a costos
unitarios cada vez más bajos.

Uno y otro camino imponían la ruptura con el modo de producción fordista. La competitividad
no debía depender más de las economías de escala obtenidas, en el pasado, por la producción en
gran serie. Debía obtenerse, por el contrario, por la capacidad de producir una variedad creciente
de productos en plazos cada vez más cortos, en cantidades reducidas y a precios más bajos. De
cuantitativo y material, el crecimiento debía volverse “cualitativo" e “inmaterial". Los productos
debían imponerse por su "imagen", su novedad, su valor simbólico. La competitividad exigía un
máximo de movilidad, de fluidez, de rapidez en la concepción y producción de novedades. Las
empresas debían ser capaces de improvisaciones continuas, debían saber suscitar, anticipar y
explotar a fondo los entusiasmos efímeros, las modas imprevisibles y versátiles. En mercados
virtualmente saturados, el único tipo de crecimiento posible era el crecimiento de la diversidad
de gustos y de modas, el crecimiento de la rapidez con la cual estos se sucedían. Para las
empresas, no se trataba simplemente de “responder" de manera casi instantánea a la "demanda"
cada vez más versátil de los clientes: se trataba de acentuarla, anticiparla, crear la versatilidad, la
inconsistencia, el carácter efímero de las modas y de los deseos, oponerse a toda normalización y
a todo sentido de la normalidad. La normalidad se había vuelto un factor de rigidez que restringía
la demanda; sólo la oferta de lo imprevisto, la sorpresa, podía estimular a aquélla. Toda forma de
rigidez se convertía en una traba que se debía eliminar.

Pero las rigideces eran propias del modo de producción fordista: trabajo parcelado en grandes
cadenas de montaje, concebidas para la producción en gran serie de productos estandarizados;
demoras importantes exigidas para planificar y desarrollar nuevos productos, dada la rigidez de
la organización de la producción y la especialización extrema de la mano de obra; jerarquía
rígida, casi militar y encuadramiento pletórico de los obreros, pues como cada uno de ellos
estaba aislado en su puesto, el personal jerárquico debía organizar e imponer la sincronización y
la coordinación de las tareas parceladas; rigidez de las normas de rendimiento y de los tiempos -
determina-dos casi a la centésima de segundo-1 adjudicados a cada tarea parcial, por lo cual todo
retraso en un puesto repercutía en el conjunto de la cadena; existencias y gastos de almacenaje
elevados; importancia de la mano de obra no directamente productiva que representaba más o
menos un cuarto del efectivo obrero.

“La dirección esta a tal punto preocupada por sus esfuerzos tendientes a controlar a los obreros,
que pierde de vista el fin supuesto de la organización. Un visitante imprevisto, por cierto se
quedaría asombrado al enterarse de que ese fin es asegurar la producción. Si realmente hubiera
sido posible imponer algunos de los reglamentos previstos, la producción se habría paralizado",
escribía ya en la década de 1950 un sociólogo norte-americano.2

Esta obsesión por los controles no tenía su fuente en los imperativos técnicos de la producción de
masas. Por el contrario, como lo había precisado de manera muy explicita FAA. Taylor, tenia su
fuente en la desconfianza fundamental de la administración hacia una mano de obra a la que se
tenía por “naturalmente" refractaria al esfuerzo y estúpida. La organización “científica" del
trabajo estaba destinada a extraer del obrero el mayor rendimiento posible, encerrándolo en un
sistema de restricciones que le quitara todo margen de iniciativa. La organización y las técnicas

1. El método MTM (Motion and Time Measuring) cronometraba al centésimo de segundo cada uno de los gestos de los
que se componían las operaciones que, en las cadenas de montaje, exigían cada una entre 50 segundos y 3 minutos, según
los casos.

2. William F. Whyte: Muntv and Motivation. Nueva York, Harper and Row. 1955
puestas en funcionamiento reflejaban la voluntad del capital de ejercer una dominación total
sobre el trabajo, para combatir “la indolencia", la pereza, la indisciplina y las veleidades de
rebelión. La fábrica era el teatro de una guerrilla permanente, donde los obreros especializados
desplegaban tesoros de ingenio para sus-traer importantes reservas de productividad (muy a
menudo de alrededor del 20 %) a la vigilancia del personal jerárquico. Todo el encanto y toda
la creatividad de los obreros se empleaban en armar nichos ocultos de autonomía.

Durante todo el tiempo en que su fin fue eliminar el factor humano, reemplazando una mano de
obra cada vez más rebelde por robots, la automatización de las fábricas siguió siendo una fuente
de costosos chascos. El más célebre de Europa fue la fábrica Fiat en Cassino, puesta en servicio a
comienzos de los años ochenta. Debía ser la más “avanzada", la más automatizada del mundo.
Típico producto de ingenieros formados por el taylorismo, buscaba combinar la robotización con
el control centralizado y la programación rigurosa de las secuencias y los tiempos.

Pero en la misma época, los japoneses introducían en Estados Unidos, en fábricas que habían
comprado o que explotaban en joint venture, los métodos que, bajo la denominación de lean
production (producción aligerada), iban a “cambiar el mundo".3 Cuando Matsushita, por
ejemplo, le compro a Motorola su fábrica de televisores en Chicago, procedió a dejar cesante a
todo el personal jerárquico y sólo conservó a los trabajadores directamente productivos. “Para los
norteamericanos", explicaba en esa época un gerente japonés, “están por un lado quienes piensan
y por otro quienes trabajan. Entre nosotros, los que trabajan son los mismos que piensan y no
tenemos necesidad más que de la mitad de los efectivos." Tras dos años, Matsushita había
duplicado tranquilamente la producción de televisores en Chicago y reducido en un factor 50 el
número de retoques necesarios,

Kosuke Ikebuchi, director de producción de la fabrica que explotan Toyota y General Motors en
joint venture en Fremont, California,4 resume la filosofía toyotista de la siguiente manera:
“Nuestros 2.100 obreros de producción trabajan ocho horas por días en los talleres, nuestros
treinta ingenieros trabajan allí solo dos horas por día. La primera tarea de los ingenieros es, en
consecuencia, sostener las ideas de los obreros y no decirles lo que deben hacer. Toda otra
actitud conduce al derroche de enormes recursos".5

De hecho, el “sistema Toyota" u "ohnismo" (por el nombre de su inventor, Ohno) ofrecía la


solución ideal para el problema con el cual se tropezaban las industrias occidentales y que los
industriales japoneses habían encontrado desde hacía mucho tiempo. Ese problema era, según la
formulación de Ohno: “que hacer para elevar la productividad cuando las cantidades que se
deben producir no aumentan" .6 Pero la respuesta de Ohno tenía una dimensión de revolución
cultural para las sociedades occidentales, en las que la historia de la industrialización coincide
totalmente con la historia de la lucha de clases. Uno de sus principios esenciales, en efecto, es
que resulta indispensable una gran proporción de autogestión obrera en el proceso de producción
para obtener, a la vez, un máximo de flexibilidad, de productividad y de rapidez en la evolución
de las técnicas y en el ajuste de la producción a la demanda. Mientras que, para el taylorismo,
había que combatirlos como la fuente de todos los peligros de rebelión y de desorden, la auto-
organización, el ingenio y la creatividad obreras eran, para el toyotismo, un recurso que se debía
desarrollar y explotar. La dominación absoluta, totalmente represiva, de la personalidad obrera
debía ser reemplazada por su movilización total. Los procedimientos operatorios inamovibles
impuestos desde arriba a los operarios debían ser suprimidos en beneficio del “kaizen", es decir,
del arreglo y el mejoramiento continuo de los procedimientos por parte de los propios obreros.
Solo semejante ausencia de formalización permite esa “cooperación productiva" espontánea y
flexible de la que resultara la flexibilidad del proceso, la gestión optima de los tiempos, la
armonización de cada conjunto de operaciones con el que le precede y el que le sigue, en una

3. C. F. W. Womack (ed.): The Machine that Changed the World, Nueva York, Harper Collins, 1WO.

4. Se trata de la New United Motor and Manufacturing Inc.

5. Declaraciones comunicadas por F. Krafcik, del MIT, Technology Review, enero de 1942.

6. Citado por Benjamin Coriat: Penser a reavers. Paris, Christian Bourgois, 1991, p. 20.
palabra, el “kan-ban" 7

Los obreros deben comprender lo que hacen, mejor: todo el proceso y todo el sistema de
fabricación deben (en principio) volverse para ellos un todo inteligible, cuya responsabilidad
asumen, al cual se entregan y del que se sienten amos. Deben reflexionar sobre los medios de
mejorar y de racionalizar la concepción del producto; sobre los posibles mejoramientos de los
procedimientos y de la organización del sistema. Para eso, deben debatir entre ellos, ponerse de
acuerdo, saber explicarse y escucharse, estar dispuestos a la autocrítica, a aprender, a evolucionar
continuamente.

El obrero, escribe Benjamín Coriat, debe convertirse a la vez en “fabricante, tecnólogo y


administrador". Polivalente, encargado de un conglomerado de operaciones y amo de un
conjunto modular multifuncional de medios de trabajo, debe ponerse de acuerdo
“comunicativamente" con los miembros de su grupo y con los grupos que hay hacia arriba y
hacia abajo, para convertirse en el patrón colectivo de su trabajo colectivo.

El trabajo inmediato de producción no es más que un aspecto entre otros del trabajo obrero; ya
no es el aspecto más importante: es la resultante, el prolongamiento, la aplicación material de un
trabajo inmaterial, intelectual, de reflexión, de concertación, de intercambio de informaciones, de
puesta en común de observaciones y de saberes, el cual se efectúa tanto hacia arriba como en el
marco mismo del trabajo inmediato. En resumen, el trabajo productivo exige, entre los
trabajadores, un "nivel general de conocimientos, knowledge" que, base de su productividad,
entre en el proceso de producción como "fuerza productiva inmediata". Inclusive será cuestión,
en sentido mas amplio, de ese general intellect que tiende, para la mayor parte de los marxistas, a
convertirse en la forma dominante de la fuerza de trabajo en una economía dominada por
actividades inmateriales.8

Tal es al menos el modelo ideal de la empresa posfordista. El paradigma de la organización es


reemplazado por el de la red de flujos interconectados, coordinados en sus nudos por colectivos
auto-organizados, de los cuales ninguno constituye el centra. En lugar de un sistema central-
mente hetero-organizado (como lo era el modelo fordista), tenemos un sistema auto-organizador
descentrado, comparable a un sistema nervioso al que las redes interconectadas intentan imitar.
Esta concepción ¿abre espacios sin precedentes para el poder obrero y anuncia una posible
liberación en el trabajo y del trabajo a la vez? ¿O lleva la sujeción de los trabajadores al colmo,
obligándolos a tomar por su cuenta la función patronal y “el imperativo de competitividad", a
poner el interés de la empresa por encima de todo, incluida su salud y hasta su vida?9 ¿lmplica
una nueva feudalización de las relaciones sociales de producción -el obrero convertido en el

7. Como lo demuestra Benjamín Coriat en su análisis de los textos de Ohno, en particular el kan-ban consiste
esencialmente en "pensar al revés" el proceso de fabricación. En lugar de reunir de antemano en el deposito de una gran
fábrica enormes existencias de materias y de piezas, de las que los talleres de montaje se irán a aprovisionar, el principio
del kan-ban consiste en partir de pedidos de productos terminados que llegan a la fábrica de montaje final y en encargar
“al revés" -es decir de abajo hacia arriba- las piezas y los materiales que les hacen falta a los grupos de obreros para el
montaje final de un modelo determinado del producto que acaba de ser encargado. De esta manera, "no hay en
producción [...] mas que la cantidad exacta de piezas necesarias para satisfacer el pedido [del producto terminado]. Así se
realiza el principio de 'existencia cero' característico del kan-ban". B. Coriat: L'Atelier et le robot, Paris, Christian
Bourgois, 1990, págs. 90-91.

8. La expresión general intellect se convirtió en la palabra de reunión de una importante corriente marxista. Y eso a pesar
de que esta expresión no fue utilizada por Marx más que una sola vez, de manera imprecisa y al pasar, en la decena de
páginas deslumbrantes de los Grundrisse que tratan de la automatización, de la hegemonía del trabajo inmaterial que
implica y de la imposibilidad de seguir tomando el tiempo de trabajo como medida del trabajo y el trabajo como medida
de la riqueza producida. El pasaje en cuestión dice: “El desarrollo del capital fijo indica en que grado el nivel general de
los conocimientos de una sociedad, knowledge, se ha vuelto fuerza productiva inmediata y en que grado, en
consecuencia, las condiciones del proceso vital de una sociedad [están] sometidas al control del general intellect..." Karl
Marx: Grundrisse, pág. 594 de la edición original alemana.

9. De encuestas oficiales japonesas surge que de dos tercios a tres cuartos de los obreros de montaje final en la industria
automotriz se quejan de fatiga crónica, de estados de agotamiento al final de la jornada. Las grandes firmas los desplazan
hacia empleos menos exigentes a los 30 arios. Las muertes por agotamiento psíquico (karoshi) no son excepcionales.
"feroz vasallo" de una firma con cuyos intereses esta conminado a identificarse totalmente-10 o
lleva en germen la toma del poder total por parte de los trabajadores, a quienes la propiedad
capitalista de la empresa termina por aparecérseles como una estructura parasitaria obsoleta?

La respuesta a estas preguntas depende en gran medida del contexto histórico, político y
económico en el cual se aplican todos o parte de los principios posfordistas. Como lo señala
Benjamín Coriat: “el drama es que la transición que vivimos de una era a la otra, se efectúa en
las peores condiciones. La crisis, la ruptura del fordismo y de sus compromisos específicos se
desarrollan -todavía hoy- en las condiciones de una relación de fuerzas desastrosa para los
asalariados y sus representantes. Lo que constituye una incitación muy débil para que las
empresas se comprometan en procesos innovadores. Es tanto mas simple 'endurecer' lo que ya
dominamos. No impide..."11

No impide que en todas partes donde el modelo fordista-taylorista ha sido más o menos superado
por complete, el posfordismo se presente a la vez como el anuncio de una posible reapropiación
del trabajo por parte de los trabajadores y como la regresión hacia una sujeción total, una cuasi
condición de vasallaje de la persona misma del trabajador. Uno y otro aspecto están siempre
presentes. El carácter emancipador del posfordismo no lo ha guiado más que muy
temporariamente, en los raros casos en que “el compromiso" que exige de los trabajadores pudo
ser negociado12por un sindicato al que ninguna “derrota histórica" hubiera debilitado todavía.

2. UDDEVALLA

El más interesante de estos casos es el de la fábrica Volvo de Uddevalla. A su concepción y su


realización, estuvo asociado un sindicato que se proponía liberar a la industria del taylorismo y
hacer de los trabajadores sujetos reales de la organización del trabajo, incluidas la repartición de
tareas y la administración del tiempo. Al equipo de universitarios de Goteborg en-cargados de
concebir una unidad de montaje que ofreciera condiciones de trabajo lo mas atrayentes posible,
el sindicato (Metall) le había presentado cuatro exigencias:

1) El trabajo debía hacerse en “estación fija" y

2) sin “acompasamiento", lo que quiere decir que los obreros debían poder trabajar y moverse a
su propio ritmo y no al ritmo que les impusiera (como todavía era el caso en Kalmar) una cadena
que avanzaba automáticamente con cadencias regulares, centralmente programadas.

3) Los "ciclos de trabajo" debían ser de por lo menos 20 minutos (contra 4 minutos en Kalmar y
menos de 2 minutos en las fábricas alemanas), lo que significaba que cada obrero era responsable
de un conjunto variado y complejo de operaciones en cada vehículo. El trabajo se volvería
mucho menos repetitivo y monótono.

10. Una discusión publica entre el secretario nacional de la FIOM, Claudio Sabattini, y el director de personal de la
división automóviles de Fiat, Maurizio Magnabosco, es significativa a este respecto. Como Sabattini había defendido la
línea sindical de la “cooperación negociada" (cooperazione contrattata), línea que reconoce la existencia de una relación
conflictiva entre capital y trabajo, Magnabosco le respondió insistiendo sobre la aspereza de una competencia en la cual
la suerte de todos esta en juego: "En esta guerra, producto y productores son los peones de un partido que supera a todo el
mundo, son secundarios en relación con el objetivo final: la rentabilidad, la relación entre facturación y beneficios. En
esta guerra, la Fiat exige a sus obreros una adhesión total: sin esta, la empresa se arriesga a desaparecer y el trabajo con
ella". Citado por Paolo Griseri en // Manifesto del 28 de noviembre de 1995, pág. 31.

11. B. Coriat: L'Atelier et le robot, ob. cit, pág. 230. Esta observación vale sobre todo para las formas de lean producción
introducidas en Occidente tras la publicación de la obra de Womack y colaboradores. No se trataba ni de una
prolongación del sistema Toyota, ni del trabajo en grupos autónomos introducido por Volvo en Kalmar, luego en
Uddevalla. Se trataba de una combinación de team work y de mandato autoritario, aplicados antes por GM en California
(NUMM), luego por CAMI (GM-Suzuki joint venture) en Canadá y por Nissan en Inglaterra. El plantel gerencial de
CAMI fue llamado a continuación por Opel (la filial alemana de GM) para organizar una fábrica totalmente nueva en
Eisenach. En ninguna de las fábricas en las que se introdujo la lean producción se puede hablar de abolición del
taylonsmo, de la estandarización, del trabajo en cadena y de la dictadura del cronometro. Según las encuestas y
monografías re-cogidas por Thomas Murakami, la intensificación del trabajo tropezó por todas partes con la resistencia
obrera. Esta se tradujo en especial por el rechazo del kaizen, es decir, el rechazo a presentar propuestas con vistas a
mejorar la calidad del producto y el rendimiento del trabajo. Las propuestas son lanzadas en paracaídas por los mandos o
(en Eisenach) obligatorias bajo pena de supresión de la prima.
12. B. Coriat distingue tres modelos de compromiso: “impuesto", “incitado" y “negociado". Por lo que se, Volvo
Uddevalla fue el único ejemplo de compromiso realmente negociado; los ejemplos alemanes se remiten sobre todo al
compromiso incitado. En Opel Eisenach, en especial, los obreros pierden su prima si no presentan tres mejoramientos por
mes.
4) El “trabajo indirecto", habitualmente confiado a un contramaestre o a un técnico, debía estar
integrado en la tarea de los obreros. Ese trabajo indirecto comprendía especialmente la logística,
la estructuración de la preparación de las piezas y de las herramientas, el control de calidad, los
retoques, la formación de nuevos asalariados, la conducción de un grupo, etcétera.

El fin era “llevar a los obreros a reflexionar sobre su propio trabajo" y a “interrogarse también
sobre la concepción del producto y de los equipamientos".13

Uddevalla se organizó en grupos de trabajo de nueve miembros cada uno: ocho montadores o
montadoras y un encargado de relaciones con el depósito. Según el deseo y las aptitudes de sus
miembros, un grupo podía montar un cuarto, la mitad, tres cuartos o (en diez horas) la totalidad
de un vehículo. Un sistema de primas incitaba a los obreros a aprender a montar un auto
complete. Cada uno de los ocho miembros de un grupo debía dominar por lo menos un cuarto (es
decir dos octavos) del conjunto de las operaciones, con el fin de poder formar equipo con otro
miembro, reemplazarlo o relevarlo, hacerse reemplazar o relevar por el y variar así
ventajosamente sus tareas. El grupo también debía poder funcionar si, por un motivo u otro, uno
o dos de sus miembros estaban ausentes.

La organización del taller preveía expresamente márgenes de “flexibilidad elegida", es decir la


posibilidad para todo miembro de un grupo de tomarse una jornada de licencia, arreglándose
para eso con sus compañeros de equipo. Preveía también la posibilidad de variar el ritmo de
trabajo en el curso de la jornada, de la semana o de una semana a la otra. La norma que se debía
cumplir se fijaba a la escala del mes. Cada grupo tenía su "arbitro" (ombudsman), cargo que
ocupaban por turno todos los miembros que habían elegido seguir la formación complementaria
correspondiente. Por turno también, uno de los miembros de cada grupo lavaba durante una
semana las ropas de trabajo de sus compañeros de grupo en la maquina instalada en los
vestuarios con ese fin.

La relación con el trabajo y con la producción se encontraba así profundamente transformada y


las tres condiciones requeridas para superar la alienación del trabajo14 estaban en camino de ser
en parte realizadas.15 Esas tres condiciones eran:

a) la auto-organización del trabajo por parte de los propios trabajadores, que se vuelven así los
sujetos de su cooperación productiva;

b) un trabajo y un modo de cooperación vividos por cada uno como generadores de desarrollo y
que hagan evolucionar facultades y competencias que cada uno puede poner en obra de manera
autónoma en su tiempo libre;

c) la objetivación del trabajo en un producto reconocible, por parte de los trabajadores, como el
sentido y el fin de su propia actividad.

Sobre este ultimo punto, en especial, subsistía un limite insuperable: las decisiones de
producción, la definición del producto seguían siendo de exclusiva competencia de los
representantes del capital. La calidad de ese producto dependía en un nivel sin precedentes del
compromiso del colectivo obrero, pero este compromiso, por condicional y negociado que fuera,
seguía estando al servicio de una elección de producción que ni los propios trabajadores ni los
ciudadanos-usuarios habían podido discutir. El fin de su trabajo se les imponía, su sentido se les
quitaba. Ese fin y ese sentido eran,

13. Jean-Pierre Durand: "L'innovation brimée" en J.-P. Durand (dir): La fin du modele suédois, ob. cit, 1994, pág. 122.
Durand subraya que el modelo uddevalliano de “montaje holístico" "se opone punto por punto a la “lean production
toyotiana", adoptada poco después por todos los constructores de automóviles.
14. Definí esas tres condiciones en Metamorphoses du travail, págs. 102 y sigs.
15. Subrayó “en parte" pues J.-P. Durand, de quien tome prestados una parte importante de los elementos aquí incluidos,
pone expresamente en guardia contra la idealización del trabajo en (Uddevalla. Por más que esta fábrica haya sido lo
mejor que se pudo hacer en materia de autogestión del proceso de producción inmediata, muy superior a la realidad del
modelo toyotista, no debería, sin embargo, tomarse “el camino holístico" como una “nueva panacea: inclusive en ciclos
largos", escribe Durand, “el trabajo de montaje es repetitivo y la parte de creatividad que podría darle un sentido al
trabajo sigue siendo débil. El grado de rechazo del trabajo es por cierto menos elevado en los talleres holísticos que en
los talleres toyotistas, pero la satisfacción en el trabajo de los montadores de (Jddevalla o de Kalmar tampoco parece a la
altura de las esperanzas de los promotores del método orgánico u holístico. Dicho de otra manera, si bien el trabajo no es
tan atrayente como se preveía, es mucho menos ingrato", loc. at., pág. 128.
en última instancia, la valorización optima de un capital. También es despachar un poco rápido
las cosas decir, como lo hizo Philippe Zariffian, por ejemplo, que el trabajo de los obreros
posfordistas adquiere todo su sentido por el hecho de que cada trabajador “puede captar por
encima sus actos y partir de esa visión por encima" para “reconocer en la relación de servicio a
usuarios o clientes" la “razón de ser" del “sistema de producción".l6 Ese sistema de producción
esta, en el mejor de los casos, al servicio de usuarios individuales, solventes, de mercancías de
uso individual, excluyendo en la circunstancia el desarrollo de sistemas públicos de transporte en
común y, de una manera general, la satisfacción no comercial de necesidades colectivas por
medios colectivos.

Pero en el nivel de las opciones de producción, en el nivel de la definición del contenido de las
necesidades y de su modo de satisfacción se sitúa la apuesta política del antagonismo entre el
capital y el trabajo viviente. Esta apuesta es en ultima instancia el poder de decidir el destino y el
uso social de la producción, es decir el modo de consumo al que ella esta destinada y las
relaciones sociales que ese modo de consumo determina.17

Concebida y construida entre 1984 y 1988, puesta en servicio en 1989, en un periodo de pleno
empleo en que Volvo, por necesidad de productividad y de calidad, buscaba todavía atraer y
estabilizar una mano de obra joven, bien formada y motivada, la fábrica de Uddevalla fue
cerrada definitiva-mente en 1993. La coyuntura se dio vuelta en ese tiempo y la relación de las
fuerzas sociales se invirtió: de 1,8 % en 1990 la tasa de desempleo sueco subió a 7 % en 1992, a
mas de 10 % en 1994. El turnover, de mas del 30 % en los años sesenta, cayo al 11,5 % en 1990
y a alrededor del 5 % en 1993. Ya no era necesario ofrecer condiciones de trabajo atrayentes a la
mano de obra para estabilizarla y llevarla a que “se comprometiera". Por más que la
productividad de Uddevalla hubiera sido superior a la de Kalmar, muy superior a la de las
fábricas tradicionales del grupo, y la calidad de la producción inigualada en las otras fábricas, la
dirección eligió cerrar esta fábrica modelo, de vanguardia (Kalmar fue cerrada al año siguiente).
Jean-Pierre Durand propone una doble explicación para esta decisión:18

En Uddevalla, al haber sido suprimidas las tareas repetitivas, la fábrica no podía evolucionar
hacia una automatización mucho mas activa. En la fábrica de Gand, en cambio, como en todas
aquellas (en Alemania, en Gran Bretaña y en Francia) que se organizaron según los principios
nipo-norte-americanos de la lean producción', las tareas repetitivas (en ciclos de base de 1,8 a 1,9
minutos) persisten y permiten avances ulteriores hacia una robotización casi integral.

“Al abolir la cadena de montaje con cadencia automática y centralmente programada, Uddevalla
dependía para su buen funcionamiento del compromiso y de la adhesión de su personal. Este ya
no era sumiso a ningún control o poder jerárquico ni a ninguna de las restricciones que, en las
otras fábricas, se ejercen sobre los trabajadores por su sometimiento a un sistema con los
parámetros preprogramados. En resumen, el poder obrero sobre la producción al final pareció
peligroso e inútilmente extendido a la dirección del grupo. La globalización y el desempleo le
permitían al capital ejercer de nuevo su poder sin reparto. Era precisamente la función que debía
cumplir".

3. EL SOMETIMIENTO

El "drama", como decía Coriat, es que solo la superación de las relaciones capitalistas de
producción permitirían realizar el potencial liberador del postaylorismo. El capital no aplica
ciertos principios más que a condición de haber podido precaverse de antemano contra el uso

16. P. Zariffian: “Le travail: de 1'operation a 1'action" en: La crise du travail, Paris, Actuel Marx/PUF, 1994, pág. 205.

17. Encuentro en Jacques Bidet una formulación particularmente feliz de este antagonismo, poco tematizado en la
tradición marxista: “El trabajo", escribe, “se encuentra movilizado hacia fines [que] son propios de aquel que ejerce el
poder económico, polarizado por las condiciones del mantenimiento mismo de ese poder. Esta pregunta [...] contiene no
sólo a la repartición del producto sino a la naturaleza, el uso posible y el sentido de lo que se produce, y por lo tanto,
también de las condiciones de restricción y de sentido en las cuales se produce". “El trabajo esta dotado de sentido en la
relación... entre el esfuerzo o (el) gasto que exige y el sentido social de la producción: “la abstracción real” se hace
fracasar en la medida en que aquellos cuyo trabajo quisiéramos terminar “abstractamente”' llevan a imponer la
producción de una verdadera utilidad social, una significación cultural autentica." J. Bidet: “Le travail fait époque" en:
La crise du travail, ob. cit., págs. 251,254. Véase también J. Bidet: Theorie de la Modrnite, Paris, PUF, 1990, págs. 196-
209.

18. Loc. cit, págs. 127, 131.


autónomo, por parte de los obreros, de las parcelas de poder que se les fueron concedidas. Tanto
en el Japón como en Estados Unidos y en Europa, las empresas que adoptaron los (o algunos)
principios de la lean production no contratan mas que obreros jóvenes, escogidos con cuidado,
sin pasado sindical y, en Gran Bretaña sobre todo, se les impone en el contrato de trabajo el
compromiso, bajo pena de cesantía, de no hacer nunca huelga y no adherir a un sindicato que no
sea el de la casa. En suma, no contratan mas que a obreros despojados de su identidad de clase,
de su lugar y su pertenencia a la sociedad global.

A cambio, ofrecen a sus jóvenes obreros una “identidad de empresa" (una corporate identity) que
tiene su origen en la “cultura de la empresa", cuya simbólica elabora cada firma en muchos
niveles: una formación profesional especifica en la empresa; un estilo de comportamiento y un
vocabulario propios de la “casa"; un estilo de vestimenta distintivo, correspondiente más o
menos al uniforme de la empresa que se usa en el Japón.

En una sociedad en vías de descomposición, en la cual la búsqueda de una identidad y de una


integración social se ve constantemente frustrada, el joven obrero puede encontrar en la “cultura
de la empresa" y en el “patriotismo de la empresa" que la firma le inculca un sustituto de
pertenencia a la sociedad global, un refugio contra el sentimiento de inseguridad. La firma le
propone el tipo de seguridad que ofrecen las ordenes monásticas, las sectas, las comunidades de
trabajo: le pide que renuncie a todo -a toda otra forma de pertenencia, a sus intereses e inclusive
a su vida personal, a su personalidad- para darse en cuerpo y alma a la empresa que, a cambio, le
dará una identidad, una pertenencia, una personalidad, un trabajo del que puede estar orgulloso:
se convierte en miembro de una “gran familia". El lazo con la empresa y el colectivo de trabajo
de la empresa se convierte en el único lazo social, absorbe toda la energía, moviliza toda la
persona del trabajador y contiene para este el peligro de la perdida total de sí en caso de que deje
de merecer, por la excelencia indefinidamente creciente de su desempeño, la confianza de la
firma, la consideración de sus compañeros de equipo.

La emancipación virtual de los trabajadores posfordistas en el seno de su trabajo corre pareja así
con un control social reforzado. Ese control, como lo observa justamente Coriat, toma en
particular la forma del “ostracismo", de la sujeción de los individuos a la presión conformista,
totalitaria del grupo. La concepción de la “fabrica integrada", de la empresa integradora lleva con
toda claridad la marca de su origen japonés por su forma casi feudal de representar a la empresa
como una comunidad de trabajo y de pertenencia, en la cual no puede ni debe haber
antagonismos sociales ni conflictos de interés. Se supone que la empresa funciona para el interés
común y para el bien común de todos su miembros. No puede haber “negociación": todos los
problemas se deben arreglar de manera consensual sobre la base de su examen atento por parte
de todos los interesados.

La regresión en relación con el fordismo es evidente: el toyotismo reemplaza las relaciones


sociales modernas por relaciones premodernas. . El fordismo, en efecto, era moderno en el hecho
de que reconocía la especificidad y el antagonismo de los intereses respectivos del trabajo vivo y
el capital. La relación entre la empresa y los trabajadores era, por esencia, conflictiva y exigía
entre las partes compromisos negociados, continuamente confiados al oficio. Los trabajadores no
pertenecían a la empresa y no le debían más que una prestación bien definida en el contrato de
trabajo: a ciertas horas, según las condiciones y las modalidades determinadas. A la empresa le
debían prestarse al cumplimiento de tareas, cuyo fin no tenían necesidad de convalidar para
realizar: la realización del fin estaba garantizado por los procedimientos operativos definidos de
antemano, que volvían el resultado de las operaciones en gran medida independientes de la
intención, la personalidad y la buena voluntad de los operadores. En consecuencia, ese resultado
no será imputable a su persona. No exige -o no exige mas que accesoriamente- su compromiso
subjetivo. En tanto que sujetos, su pertenencia a si mismos, a su sindicato, a su clase y a la
sociedad prevalecía sobre su pertenencia a la empresa. Los derechos propios de su ciudadanía
social y política prevalecían sobre los derechos del patrón de disponer de su trabajo, de sus
facultades, de su persona. Guardan ante ellos y sustraen a la instrumentalización productiva -a la
explotación- una parte importante de su energía. Aceptan su alienación bajo condiciones, en una
esfera circunscripta por la acción y la negociación colectivas y por el derecho de trabajo. La
dinámica conflictiva de la relación de producción fordista va en el sentido de una limitación cada
vez mas estrecha del espacio-tiempo del que el capital puede disponer para la explotación del
trabajo y de las modalidades de esta explotación. Esta dinámica es la que se bloquea, luego se
invierte en el posfordismo.
Este retoma progresivamente, en nombre del imperativo de “competitividad", el terreno que la
empresa debía ceder durante el período fordista. Abre brechas cada vez más grandes en el
derecho del trabajo y en las disposiciones de las convenciones colectivas, plantea por principio
que la pertenencia del asalariado a la empresa debe prevalecer sobre su pertenencia a la sociedad
y a su clase, que el derecho de la empresa sobre “sus" trabajadores debe prevalecer sobre los
derechos que la ciudadanía social y económica les confiere. Exige la devoción incondicional y
personal de cada uno a los fines de la empresa e instrumentaliza a toda la persona -sus facultades
lingüísticas, su capacidad de aprender, de prever, de analizar, etcétera- en función de esta. La
empresa “compra ante todo a la persona y su devoción" y no desarrolla sino a continuación “la
capacidad de trabajo abstracto" de ella.19Da forma y condiciona a esta persona y “reduce su
horizonte al de la fábrica. La subjetividad que se despliega allí es lo contrario de una subjetividad
libre, opuesta al “mundo de las cosas”, pues [...] su mundo vivido esta circunscripto por el
sistema de fines y de valores de la empresa [...] No queda aquí ningún espacio físico ni psíquico
que no sea ocupado por la lógica de la empresa".20

Se ha dejado en ciertos aspectos el piano del trabajo abstracto -que, según Marx, ponía fin- a las
relaciones precapitalistas de sumisión personal, porque era una prestación impersonal,
“indiferente a su contenido" e independiente de la personalidad de su destinatario-, para volver a
la prestación personalizada, imposible de formalizar, difícil de hacer entrar en un contrato y que
restablece, escribe Paolo Virno, la relación del obrero con el patrón sobre la base de “la
dependencia personal universal, en un doble sentido: se depende de tal o cual persona, no de
reglas dotadas de un poder coercitivo anónimo; y es toda la persona, la aptitud de pensar y de
actuar, en suma “la existencia genérica” de cada uno, la que esta sometida". Esto resulta "una
personalización del sometimiento", el “trabajo servil universal", "el colmo de la servidumbre.
Nadie es tan pobre como aquel que ve su relación con otro o su poder de lenguaje reducidos a un
trabajo asalariado".21

Este tipo de análisis debe llevar a preguntarse si esta servidumbre absoluta de toda la persona no
contradice de manera explosiva la iniciativa, la creatividad, la autonomía con las cuales la
persona se debe comprometer totalmente en su trabajo de grupo, mejor aun: que son propias de
la cooperación productiva, constituyendo ahora la esencia abiertamente reconocida, alentada,
promovida por el propio capital como indispensable para la productividad. Esta exige a los
trabajadores concertarse, reflexionar, prever, discutir lo que hacen, ser los sujetos autónomos de
la producción, pero con-finar su autonomía dentro de limites predeterminados, al servicio de
finalidades preestablecidas. Maurizio Lazzarato resume muy bien esta contradicción en una
formula: “Sean sujetos es el nuevo mandato que repica en las sociedades occidentales [...] Hay
que expresarse, hay que hablar, hay que comunicar, hay que cooperar [...] [Pero] la relación de
comunicación esta completamente predeterminada, tanto en su contenido como en su forma",
mejor aun: esta funcionalizada e instrumentalizada para servir a un sistema técnico que exige una
cierta velocidad de circulación de informaciones codificadas. “El sujeto", señala Lazzarato, “es
una simple estación de codificación y de decodificación [...] La relación de comunicación debe
eliminar lo que constituye precisamente su especificidad."22

4. AUTONOMIA Y VENTA DE SÍ

La contradicción que se encuentra aquí es precisamente la que yo mismo caracterizaba como


“autonomía en el seno de la heteronomía",23 señalando que las luchas obreras siempre tuvieron
como apuesta la naturaleza de los límites que el capital impone a la autonomía del trabajo vivo.
Teóricamente, mientras que la autonomía se extiende, el rechazo de la heteronomía debería
radicalizarse. La autonomía del trabajador de la que tiene necesidad la empresa debería tender a
formarse independientemente de la necesidad que la empresa tenga y a ganar terreno en todos los
pianos. El trabajador

19. Marco Bascetta en Nuove Servitu, La Talpa, Manifesto Libri, 1994, pág. 10.

20. Marco Revelli, en P. Ingrao, R. Rossanda, ob. cit., pág. 191.

21. Paolo Virno: Mondamta, La Talpa, Manifesto Libri, 1995, págs. 80, 94,97.

22. Maurizio Lazzarato: "Le concept de travail immatériel: la grande entreprise", Futur Antericur, 10, 1002, págs. 59-60.

23. Véase Metamorphoses du travail, ob. cit., págs. 119. 122-123, 127.
autónomo en y por su trabajo debería tender tarde o temprano a rechazar ser reducido a su
función productiva. Debería por fin cuestionar todo lo que sustraen a su poder los confines, el
más arriba y el hacia abajo de su trabajo, las decisiones económicas y políticas que lo
condicionan. Los partidarios del control obrero, de la “autogestión" obrera partían de la
hipótesis, que era para ellos una evidencia, de que no seria posible limitar las reivindicaciones de
autonomía y de poder a partir del momento en que hubieran logrado realizarse en los lugares de
trabajo.

Yo mismo defendí esta tesis a comienzos de los años sesenta.24 La reencuentro hoy en una forma
radicalizada y muy esquemática en la mayoría de los teóricos de “la intelectualidad de masa".
Siempre con la diferencia de que, para ellos, autonomía y emancipación totales han dejado de ser
una exigencia a la que se tiende para ser una realidad actual. Según ellos, “el trabajo se plantea
inmediatamente como libre y como constructivo".25 “El capital se vuelve un aparato vacío, de
restricción, un fantasma, un fetiche".26 “La intelectualidad de masa" -que engloba a todas y todos
aquellos que, sean trabajadores, desempleados o precarios, detentan el conjunto de competencias
y de capacidades más comunes (interpretar, comunicar, imaginar, anticipar...) que el proceso de
producción posfordista pone en obra- estaría lista para autoconstituirse en poder alternativo, por-
que "el proceso de producción de subjetividad, es decir el proceso de producción a secas [!], se
constituye “fuera” de la relación con el capital, “en el seno” de los procesos constitutivos de la
intelectualidad de masa, es decir en la subjetivación del trabajo".- 27 El proceso social de
producción engendraría al sujeto colectivo de poder alternativo (dicho de otra manera: el sujeto
de la revolución comunista proletaria) por el hecho de que, según P. Zariffian, “cada individuo
puede [gracias al kan-ban] captar el movimiento de conjunto del sistema de producción como
totalidad, el destine de esta producción..., la red de interacciones en la cual toda acción se vuelve
a ubicar... como constitutiva de estas interacciones". “El individuo se libera trabajando", “es
libre", porque “no se somete a la restricción de un orden exterior, sino que sigue la
determinación interna que define las posibilidades y las razones de la acción productiva".28

En la base de ese delirio teórico, cuyo influjo no es despreciable en el seno de la esfera de


influencia marxista, se encuentra siempre el postulado implícito de que la autonomía en el
trabajo engendra por si misma la exigencia v la capacidad de los trabajadores de suprimir todo
límite y toda traba al ejercicio de su autonomía. Eso evidentemente no es nada: la autonomía en
el trabajo es poca cosa en ausencia de una autonomía cultural, moral y política que la prolongue
y que no nace de la cooperación productiva misma, sino de la actividad militante y de la cultura
de la insumisión, de la rebelión, de la fraternidad, del debate libre, de la puesta en cuestión
radical (la que va a la raíz de las cosas) y de la disidencia que ella produce.

En su premura por darse un sujeto en si mismo revolucionario inmediatamente engendrado por el


proceso de producción, los autores han recurrido a una especie de spinozismo sistémico que
evacua la tarea más difícil -la de las mediaciones culturales y políticas de las cuales resultará la

24. “Los trabajadores no son mas y serán cada vez menos portadores de energía física, intercambiables, cuya fuerza de
trabajo no vale más que porque es utilizada y alienada por quien se la compra y la combina en exterioridad con otras
fuerzas indiferenciadas. El trabajo no es más una cantidad de tiempo y de energía sino una praxis consciente de su
autonomía y que lleva en si sus propias exigencias soberanas. [La fuerza de trabajo de los trabajadores] de las industrias
avanzadas [...] no vale desde el comienzo mas que por su propia capacidad de organizar sus relaciones con las fuerzas de
otros.

El trabajador es propiamente imposible de mandar [allí]... [Su] trabajo se capta de inmediato no solo como la producción
de una cosa predeterminada sino, ante todo, como la producción de una relación de los trabajadores entre ellos. La
alienación en el seno del trabajo tiende a desaparecer, pero la alienación del trabajo subsiste y tiende a convertirse en
insoportable, en razón de los límites y de la orientación final que el deseo de rentabilidad impone a la praxis soberana...

La exigencia de autogestión que nace de la praxis productiva no puede detenerse en la puerta de las fábricas, de los
laboratorios, de las oficinas de proyectos... Los hombres que no pueden ser mandados en su vida de trabajo no podrán ser
mandados indefinidamente en su vida de ciudadanos ni sometidos a las decisiones de las administraciones centrales." A.
Gorz: Stratégie ouvriere et neocapitalisme, Paris, Le Seuil, 1964, cap. 5.

25. M Lazzarato, Antonio Negri: Futur Antérimr, 6, págs. 95-96.

26. Michael Hardt, A. Negri: Il lavoro di Dioniso. Manifesto Libri, 1995, págs. 105-106.

27. M. Lazzarato, A. Negn, loc. at., pág. 45; M. Hardt, A. Negri: ob. cit., págs. 113-114.

28. P. Zariffian: loc. at., págs. 204-205 y 199-201.


oposición a los modos y las finalidades de la producción- y no le dan más que mayor relieve a las
preguntas que evacuan. Por ejemplo: ¿el sistema de producción esta concebido, administrado y
organizado para asegurar la mayor autonomía posible de los trabajadores en su trabajo y en su
vida fuera del trabajo? ¿Para que sirven los resultados de su trabajo? ¿De donde vienen las
necesidades que supuestamente satisfacen los productos? ¿Quién define la manera en que esas
necesidades o esos deseos deben ser satisfechos y, a través de ella, el modelo de consumo y de
civilización? Y sobre todo: ¿qué relaciones mantienen los participantes actuales en el proceso de
producción con los participantes potenciales o periféricos, es decir con los desempleados, los
interinos, los precarios, los independientes y los trabajadores de las empresas subcontratistas?

Para todas estas preguntas, el capital tiene sus respuestas y, lo veremos, precisamente al
sustraerlas del debate y de la polémica, al darle la apariencia de leyes “naturales", pudo someter
la autonomía de los trabajadores que, en su trabajo, escapan a su mandato. Dicho de otra manera:
La lean producción produce ella misma las condiciones sociales y culturales que permiten el
dominio del capital sobre la autonomía del trabajo vivo.

Paolo Virno resalta un aspecto de esta situación entre los otros cuando escribe: “La ciencia, la
información, el saber en general, la comunicación lingüística se presentan como el “pilar central”
que sostiene la producción y la riqueza, no ya el tiempo de trabajo... En la época del general
intellect, toda la mano de obra asalariada vive permanentemente la condición del “ejército de
reserva”. Inclusive cuando sufre horarios mortales de trabajo en equipo."29Pues las capacidades y
las aptitudes puestas en obra en el trabajo son “lo más común que hay", son “intelectualidad de
masa"; de manera que todos y todas son a la vez trabajadores potenciales y des-empleados en
potencia. Por “intelectualidad de masa", dice Virno, hay que entender "una cualidad y un signo
distintivos de toda la fuerza de trabajo social de la época posfordista, en la cual la información, la
comunicación juegan un papel esencial en cada repliegue del proceso de producción; en resumen
de la época en la que el lenguaje en si mismo se pone a trabajar, en la cual se ha convertido en
trabajo asalariado"'.30

Pero, aunque las capacidades comunicativas, de relación cooperativa, imaginativas vienen a


formar parte de la fuerza de trabajo, sus capacidades, que implican la autonomía del sujeto, no
pueden por esencia ser mandadas: existirán y se desplegaran no ya por una orden sino en virtud
de iniciativas del sujeto. La dominación del capital no puede entonces ejercerse directamente
sobre el trabajo vivo por medio de restricciones jerárquicas. No puede ejercerse más que
tomando caminos indirectos: debe desplazarse por encima de la fábrica y tomar la forma de un
condicionamiento que conduce al sujeto a aceptar o a elegir precisamente eso que se entiende
que le impone. La fábrica, el lugar de trabajo, dejan entonces de ser el terreno principal del
conflicto central. El frente se va a encontrar en todos los lugares donde la información, el
lenguaje, el modo de vida, los gustos, las modas sean producidos y configurados por las fuerzas
del capital, del comercio, del Estado, de los medios masivos de comunicación; en todos los
lugares, dicho de otra manera, donde la subjetividad, “la identidad" de los individuos, sus
valores, sus imágenes de si mismos y del mundo son perpetuamente estructurados, fabricados,
formados. Volveré a esto al final de esta obra, a propósito de lo que Alain Touraine llama “la
sociedad programada". El frente de conflicto está en todas partes y su radicalización en el
terreno cultural (el de la educación, la formación, la ciudad, los ocios, el modo de vida) es la
condición de su radicalización en el terreno del trabajo. En consecuencia, ya no puede haber
sindicalismo eficaz exclusivamente centrado en los lugares de trabajo y en la defensa de la mano
de obra que ocupa un empleo estable.

Por medio de la inestabilidad, la volubilidad, la flexibilidad, la inconstancia y la inconsistencia


que produce en todos los dominios, tanto los de lo material como los de lo inmaterial, el
posfordismo produce las condiciones ideológicas y culturales de su dominación sobre los
trabajadores "comprometidos". De hecho, el sometimiento de los trabajadores por parte del
capital, a los que este ordena simultáneamente ser sujetos autónomos y creativos en su trabajo,
siempre existió. Siempre existieron actividades, oficios en los cuales los trabajadores debían a la

29. P. Virno: "Quelques notes a propos du general intellect", en Futur Antérieur, 10, 1992, págs. 48, 49 (traducción
modificada).

30. P. Virno: ob. cit, pág. 52. "Aunque 'libertad de lenguaje' significa hoy 'abolición del trabajo asalariado'", agrega
Virno, quien descuida el hecho de que, por el contrario, el trabajo asalariado esta en vías de abolición en beneficio del
trabajo llamado independiente, que consiste, para los prestatarios de servicios, en "venderse" sin la intermediación de un
empleador. Volveré a esto.
vez ser autónomos, totalmente comprometidos con su tarea y aceptar que la naturaleza, el fin y el
sentido de esta tarea les fueran impuestos. El mandato “sean sujetos, pero al servicio de Otro
cuyos derechos sobre ustedes nunca objetaran", ese mandato está de hecho vivido y aceptado por
todos esos creativos de soberanía real pero limitada y sometida que son los productores-por-
dinero de ideas, de imaginario, de mensajes: periodistas, propagandistas, redactores y
diseñadores publicitarios, especialistas en "relaciones publicas", buscadores de industrias
mortíferas, civiles o militares. En resumen, aquellos o aquellas que se entregan enteramente a
actividades en si mismas gratificantes, pero por las cuales se vuelven el instrumento venal y
diligente de una voluntad ajena: en las cuales se venden. Pues lo que producen no es un resultado
objetivado, aislable de su persona, sino la puesta en obra de recursos propios de su persona; de
sus “talentos". Soberanamente libres en los límites impuestos por otro; libres para realizar los
fines de un amo, pero sólo para eso. Pero venderse, y muy particularmente vender “toda la
persona", en lo que ella tiene de más común con los otros, “en su existencia genérica, en suma",
eso no es sólo, como lo cree Virno, una conducta de “"servidor": es la esencia misma de la
prostitución, la cual no se limita a “vender su cuerpo": el cuerpo, la sexualidad no son separables
de la persona entera, su venta es siempre una venta de sí. El argumento de Lazzarato, según
quien “el compromiso del sujeto mandado por el capitalista no pone en juego los repliegues
profundos de la personalidad y del ser social", es la coartada clásica de aquellos y aquellas que se
venden, se prostituyen pretendiendo que eso no afecta la integridad de su persona. Esta siempre
esta en juego, prostituya uno su cuerpo, su pluma, su inteligencia, su talento o cualquier otro
recurso no separable del sujeto que la pone en obra.31

La venta de si llegaría al colmo entre los prestatarios independientes de servicios profesionales


que son para si mismos a la vez el capital fijo, su puesta en valor por el trabajo, la mercancía
vendida en el mercado y los promotores de esta mercancía por una estrategia comercial
cuidadosa-mente elaborada. Se consideran a si mismos una "mercancía que trabaja" y llevan así
hasta el extreme de su lógica la ideología de los “industriales japoneses de la era posfordista...,
convencidos de retener el monopolio de la humanidad porque para ellos ser “mercancía que
trabaja” es la única manera posible de ser “hombres”: concepción de la que el conformismo es el
único resultado posible".32 La ideología que hace del “saber venderse" la mayor virtud juega aquí
un papel decisivo y contribuye al desarrollo de ese “mercado de la personalidad" que C. Wright
Mills describía desde comienzos de los años cincuenta.33 En efecto, la personalidad en adelante
es parte integrante de la fuerza de trabajo. En el pasado, tal era el caso sólo para los servidores
personales y el personal de servicio en contacto directo con los clientes. Pero en la empresa
posfordista los conocimientos técnicos y la maestría profesional no valen más que en
combinación con un estado de ánimo, una disponibilidad ilimitada a los ajustes, mutaciones,

31. En honor de quienes, siguiendo a Bernard Ferret, J.-L. Lavilley B. Erne, pretenden que toda actividad de servicio
a las personas es, para mi, una actividad servil en la que uno se vende, aclaro que solo es venta de si el don de si
remunerado que tiene su remuneración como fin primario y se somete a la voluntad de otro. Los servicios profesionales
-de ayuda y de cuidado, en particular- ofrecidos en interés del otro, evidentemente no entran en este caso. Pues si el
terapeuta, el que atiende a un enfermo, el docente, actúan en favor de los intereses de personas que les son confiadas, no
actúan para nada según la voluntad y el placer de ellas. Por el contrario, se supone que comprenden mejor que su
paciente, cliente o alumno lo que les hace falta y -y en esto consiste su profesionalismo- actúan según una deontología y
procedimientos que les aseguran el dominio de sus actos. En los límites de una relación abalizada y objetivada por los
procedimientos profesionales que ponen en juego, el terapeuta, el docente, etcétera, sirven a los intereses o las
necesidades de los otros. No están allí para darles placer y les niegan el derecho y la competencia de definir lo que les
deben dar. Están en posición dominante. Su profesionalismo, las reglas de procedimientos que aplican los protegen
contra la personalización de sus relaciones con sus pacientes o alumnos y contra la complicidad, la compasión, los lazos
afectivos con ellos. La remuneración de sus servicios contribuye a mantener la distancia entre ellos y sus pacientes o
alumnos, y a conferir un carácter relativamente impersonal a sus relaciones con ellos, o a relativizar y a limitar la dimen-
sión personal de esas relaciones.
Aquí esta la ventaja y la desventaja de las relaciones profesionalizadas. El profesionalismo y la posición dominante que
le confieren al prestatario del servicio lo protegen contra los deseos de sus clientes y contra el estatuto de servidor. El
pago despersonaliza las relaciones y limita la deuda de gratitud de la persona a la que ayuda o cuida. Pero esta -y ese es el
revés de la medalla- tampoco puede exigir o esperar del profesional la solicitud, la ternura, la espontaneidad en la
devoción, en resumen, el don incondicional. Cf. Metamorphoses du travail, ob. cit. págs. 172, 175-176, 182-186, 192-
193.

32. Marco Revelli, ob. cit., pág. 192.

33. C. Wright Mills: White Collar, Nueva York, Oxford University Press, 1951, págs. 181-188.
imprevistos, en resumen, con esta disposición caracterológica que los anglosajones llaman
eagerness: ardor en el trabajo, premura por servir, celo. La personalidad del candidato, su actitud
hacia el trabajo es lo que decidirá en primer termino su contratación.

5. El TRABAJO QUE ANULA EL TRABAJO

Evidentemente, la ideología de la venta de si no podría imponerse si el posfordismo no creara


por si mismo las condiciones macrosociales que en-mascaran las potencialidades liberadoras de
las mutaciones técnicas y permiten hacer de ellas los instrumentos de una dominación reforzada.
Esos efectos macrosociales, sobre la estructura y el volumen del empleo en particular, son
precisados con una rara franqueza en una entrevista de Peter Haase, director de formación de
Volkswagen.34

Haase explica ante todo que “transferir las competencias empresarias hacia la base” permite “en
gran medida suprimir los antagonismos entre trabajo y capital... Si los grupos de trabajo tienen
una gran autonomía para planificar, ejecutar y controlar los procesos, los flujos materiales, los
efectivos y las calificaciones..., entonces se tiene una gran empresa hecha de pequeños
empresarios autónomos, y aquí hay una revolución cultural".

Pero esta “revolución", en todo sentido en la línea del sistema Toyota, sin duda supone en los
obreros la capacidad de analizar, de prever, de comunicar, de expresarse: capacidades que los
teóricos de “la intelectualidad de masa" designan como pertenecientes al general intellect. El
aprendiz ideal, precisa Haase, debe dominar su lengua materna hablada y escrita y deberá ser
capaz, gracias a su conocimiento de una lengua extranjera, de fundirse en una cultura extranjera.

-¿Y los que no tienen el don de lenguas y no tienen un bachillerato científico o técnico?

-Esos son rechazados a los margenes del mercado de trabajo -responde Haase-. Esto se convierte
en un enorme problema.

Ese problema, precisa Haase, se relaciona, entre otros, con el hecho de que “el saber pierde la
mitad de su valor en un plazo cada vez mas corto. Para el hardware y el software, ese plazo es de
12 a 24 meses. La mayor parte busca responder a esta situación atomizando el saber. Pero el
saber atomizado debe ser continuamente recompuesto".

-¿Entonces a los adolescentes que no tienen un bachillerato no les queda más que aprender un
oficio artesanal?

-En el artesanado, en principio, tampoco se toma más que a los mejores. Después de que la
industria ha seleccionado a los mejores de una determinada edad, el artesanado toma a los
mejores que quedan. El resto queda como el deshecho... ¿Que hacer cuando no hay suficiente
trabajo para todo el mundo? En el fondo, seria preciso que los jóvenes pudieran hacer semanas
de 40 o 50 horas al comienzo de su vida profesional. Si no se les permite trabajar mas que 20
horas desarrollan una actitud muy mala hacia el trabajo.

No se puede decir con más claridad que los trabajadores contratados por las grandes empresas
son una pequeña “elite", y esto no porque tengan aptitudes superiores sino porque han sido
seleccionados en una masa de individuos tan aptos como ellos con el fin de perpetuar la ética del
trabajo en un contexto económico donde el trabajo pierde objetivamente su “lugar central": la
economía tiene una necesidad cada vez mas reducida de el. El encarnizamiento en el trabajo, la
devoción y la identificación con el trabajo correrían el riesgo de disminuir si todos pudieran
trabajar cada vez menos. Es económicamente mas ventajoso concentrar el poco trabajo necesario
en poca gente, a la que se le ha inyectado el sentimiento de ser una elite privilegiada que merece
sus privilegios por un celo que la distingue de los “perdedores". Nada, técnicamente, le impediría
a la firma repartir el trabajo entre un número mucho mas grande de gente que no trabajaría más
que 20 horas por semana. Pero esta gente no tendría la actitud “correcta" hacia el trabajo, que
consiste en considerarse pequeños empresarios que valorizan su capital-saber.

Así la firma “en gran medida suprime los antagonismos entre capital y trabajo" para el núcleo

34. Véase Die Zeit del 20 de octubre de 1995.


estable de sus trabajadores de elite y desplaza sus antagonismos fuera de su campo de visión,
hacia los trabajadores periféricos, precarios o sin empleo. El posfordismo produce su elite al
producir desempleo; este es la condición para crear aquella. “La utilidad social" de esta elite no
puede, por eso, ser apreciada desde la perspectiva del valor de uso de su producción o del
"servicio ofrecido a los usuarios". Sus miembros no pueden ya creerse socialmente útiles de
manera general. Pues producen riqueza y desempleo en un solo y mismo acto. Cuanto más crecen
su productividad y su ardor en el trabajo, mas crecen también el desempleo, la pobreza, la
desigualdad, la marginalización social y la tasa de beneficio. cuanto más se identifican con el
trabajo y con el éxito de su firma, más contribuyen a producir y a reproducir las condiciones de
su propia servidumbre, a intensificar la competencia entre firmas, por lo tanto a hacer más mortal
la carrera por el rendimiento, más gravosas las amenazas que pesan sobre el empleo de todos -
incluido el propio-, más irresistible la dominación del capital sobre los trabajadores y sobre la
sociedad.

Recuerdo estas evidencias para todos aquellos que exaltan la autonomía, el compromiso, la
identificación con el trabajo a los que incita el posfordismo, sin prevenir que ese trabajo tiene
como efecto y como función reducir drásticamente el volumen de empleo, reducir drásticamente
la masa de salarios distribuidos, llevar a cotas hasta ahora jamás alcanzadas la tasa de
explotación. La industria posfordista es la punta de lanza de una transformación en profundidad
que anula el trabajo, anula el salariado y tiende a reducir al 2 % la parte de la población activa
que asegura la totalidad de la producción material. Es insensato presentar como la fuente esencial
de la autonomía, de la identidad y del desarrollo de todos un trabajo cuya función es hacer que
haya cada vez menos trabajo y salaries para todos.

No digo, sin embargo, que el trabajador posfordista no pueda o no deba identificarse con lo que
hace. Digo que lo que hace no puede y no debe ser reducido al solo acto de trabajo
inmediatamente productivo que cumple, haciendo abstracción de las consecuencias y de los
efectos mediatos que este acto engendra en el entorno social. Digo entonces que debe
identificarse con todo lo que hace, que debe apropiarse de su trabajo y hacerse sujeto de este
hasta en las consecuencia que ese trabajo produce en el campo social: que debe querer ser el
sujeto y el actor por igual de la abolición del trabajo, de la abolición del empleo, de la abolición
del salariado, en lugar de abandonar todas esas dimensiones macroeconómicas y macrosociales
de su actividad productiva a las fuerzas del mercado y al capital. Que debe, por lo tanto, hacer de
la redistribución del trabajo, de la reducción de su duración y de su intensidad, de la autogestión
de los tiempos y de los ritmos, de la garantía del poder de compra las exigencias propias del
sentido de su trabajo, y eso en la escala no ya solamente de la empresa y de la filial, sino en la
escala de toda la sociedad y del espacio económico en el cual este se Integra. La apropiación del
trabajo hasta sus consecuencias y sus efectos indirectos exige una política sindical y un
sindicalismo político.

6. METAMORFOSIS DEL SALARIADO

Al sustituir el paradigma de la red autoorganizada descentrada por el de la organización


jerárquica a partir de un centro, el posfordismo finalmente transformo la naturaleza del lazo
salarial mucho mas que la naturaleza del trabajo. La atención concentrada sobre la “puesta en
obra", en el marco del sistema Toyota, de lo que hay “de más específicamente humano" oculta,
por lo general, que vuelve a tener vigencia el taylorismo en el seno mismo del sistema japonés y
de sus adaptaciones occidentales. Olvida sobre todo las transformaciones que la empresa
posfordista induce en su entorno social, en el conjunto de la sociedad.

Hay que tener presente que, en la propia Toyota, la empresa organizada según los principios
ohnianos no es mas que la fabrica de montaje final que emplea solamente del 10 al 15 % de la
mano de obra que concurre para la fabricación del producto complete. Esta fábrica de montaje es
la punta de una pirámide (keiretsu) asentada sobre un total de 45.000 empresas subcontratistas,
cada vez más taylorizadas a medida que nos alejamos de la cima: 171 subcontratistas llamadas
“de primer rango" ofrecen subconjuntos completos, desarrollados en colaboración con la firma
madre; 5.000 subcontratistas de segundo rango que ofrecen componentes a las de primer rango; y
40.000 subcontratistas de tercer rango que ofrece piezas a las anteriores. A medida que nos
alejamos de la cima de la pirámide, bajan el nivel técnico de las empresas, los niveles de
calificación requeridos y los salaries. Entre las subcontratistas de primer rango, informatizadas,
robotizadas y que emplean entre 100 y 500 personas, los salaries son inferiores en un 25 % a los
que paga la firma madre. Entre las subcontratistas de menos de 100 asalariados, son inferiores en
un 45 %, y a menudo mas bajos todavía, para un trabajo precario, irregular, pagado a destajo.

La firma madre, en efecto, “externaliza" todas las tareas especializadas que otras empresas
pueden asumir igualmente bien y a mejor precio. La dependencia en la cual se mantiene a las
subcontratistas les permite imponer constantes bajas de precio y hacerles soportar las
fluctuaciones de la demanda. Esas fluctuaciones repercuten para la mano de obra de las empresas
subcontratistas en la “flexibilidad" de los horarios y de los empleados efectivos. Alain Lebaube
resumía bien la situación: “Mientras que la empresa se vuelve a centrar en su oficio y tiende a
valorizar el empleo de su personal, remite a una red de subcontratistas las restricciones más
penosas, que se traducen a menudo en condiciones de trabajo taylorizadas... La empresa
'atomizada' cierra hipócritamente los ojos a las consecuencias sociales de su recorte o a lo que
implica el pliego de condiciones impuesto a sus proveedores".35

La mano de obra esta dividida así en dos grandes categorías: un núcleo central compuesto por
asalariados permanentes y de tiempo completo, capaces de polivalencia profesional y de
movilidad, y alrededor de ese núcleo una masa importante de trabajadores periféricos, entre los
cuales hay una proporción importante de trabajadores precarios y de interinos con horarios y
salaries variables. A esos asalariados periféricos se une una proporción cada vez más importante
de “externos", es decir de prestatarios de servicios pretendidamente “independientes", a los que
se les paga por tiempo trabajado o por tarea, y cuya carga de trabajo varia según las necesidades
del momento. Estos “independientes" no están cubiertos por el derecho laboral, tampoco por
cobertura social, y están expuestos a todas las incertidumbres coyunturales y comerciales que la
firma descarga en ellos.

En 1986, Wolfgang Lecher preveía que la proporción de empleos estables y de tiempo completo
caería un 50 % en diez arios.36 En 1994, nuevas estimaciones preveían una proporción de
empleos estables de tiempo completo del 30 al 40 % solo para Alemania. Gran Bretaña se sitúa
ya por debajo de ese nivel. Allí, el 95 % de los nuevos empleos son precarios, contra un 75 a
80% en Francia, donde el 40 % de los empleos son de duración determinada y/o de tiempo
parcial.

La adaptación occidental del sistema Toyota debía permitir, según Womack y colaboradores,
fabricar un mismo volumen de productos con la mitad de mano de obra, la mitad de capital, la
mitad de superficie construida y en la mitad de tiempo. El plazo necesario para concebir y
desarrollar nuevos productos también debía ser reducido a la mitad, al igual que el número de
horas de trabajo de la oficina de proyectos.

Tres años mas tarde, la tendencia a reemplazar la estructura organizativa por la administración
descentrada de flujos es radicalizada por un antiguo profesor del MIT37 con el nombre de
reengineering. Ahora se trata de extender la administración en flujo tenso a la administración de
personal, reduciendo por lo menos en un 40 % -e inclusive un 80 % en las grandes redes-los
efectivos del personal estable.

El plan de reorganización de la Bank América de California (28.000 asalariados en 1993) ofrece


una buena ilustración de esta política. Prevé no conservar mas que el 19 % de los asalariados
permanentes; el 81 % restante será externalizado (en parte por medio del trabajo a distancia) y se
le pagara según el numero de diligencias u horas de trabajo de las que tenga necesidad la
empresa en el momento. En la gran mayoría de los casos, su carga media de trabajo será inferior
a 20 horas por semana.

El “reengineering" se extendió con una rapidez traumatizante a todos los dominios de actividad.
Desde 1993, las 500 firmas norteamericanas mas grandes no empleaban más que un 10 % de

35. A. Lebaube: "Taylor n'est pas mort". Le Monde Intitiatives, 4 de diciembre de1991.

36. Véase WSl Mitteilungen 3, 1986, Dusseldorf. Resumí el artículo de W. Lecher en Metamorphoses du travail, ob. cit.,
págs. 89-91. WSI es el instituto de investigaciones de la Confederación de Sindicatos Alemanes (DGB).

37. Michael Hammer, James Champy: Reengineering the Corporation, A Manifesto for Business Revolution, Nueva
York, Harper Collins, 1993.
asalariados permanentes y de tiempo completo. En Europa, sobre todo en Gran Bretaña y en
Francia, se desarrollaba esa forma particular de empleo precario que es el empleo de
“contratados" que, en los servicios públicos entre otros, hacen el mismo trabajo que el personal
estable pero no tienen ni la misma condición, ni los mismos derechos sociales, ni la misma
remuneración. Están a disposición del empleador que (en la educación o en los servicios postales
Franceses, por ejemplo) les asegura un mínimo de horas a menudo irrisorio en la escala del mes
o del año, sin fijar de antemano la fecha y el horario de las prestaciones exigidas: serán
advertidos la víspera o el mismo día.

Gabinetes de consultores han evaluado el numero de empleos que permitirá economizar (es
decir, suprimir) la reorganización, junto con la plena utilización de las tecnologías de
información, en las diferentes áreas. Para Estados Unidos, llegaron a la conclusión de que sobre
los 90 millones de empleos del sector privado, 25 millones desaparecerían.38 Para Alemania, los
pronósticos son del mismo orden: sobre los 33 millones de empleos existentes, 9 millones podrán
suprimirse por la aplicación de los métodos más rendidores con que se cuenta en la actualidad.39
El exceso de personal de la industria será, según Boston Consulting Group, del 30 al 40 % y el
del sector terciario del 30 al 50 %. De hecho, desde la publicación de estos pronósticos, en 1993,
en Alemania la industria aumento en un 60 % el numero de sus robots y redujo masivamente sus
efectivos: mas de un millón de obreros calificados o muy calificados y 60.000 ingenieros y
científicos figuran entre los desempleados. La estimación del exceso de personal en el sector
terciario no tomaba todavía en cuenta la extensión futura del trabajo a distancia, de las compras
por computadora u otros medios de comunicación y de las videoconferencias, que entrañarán una
fuerte reducción de actividad en los comercios, las agencias inmobiliarias y el turismo.

La externalización permite al capitalismo restablecer, para una proporción creciente de los


trabajadores activos, las condiciones sociales que prevalecían a comienzos del siglo XIX: los
“contratados", temporales, contratados para tareas especificas y precarios son comparables a los
obreros a destajo empleados de manera intermitente, a pedido, y a los que la empresa no esta
obligada a darles ni seguros sociales, ni licencias pagas, ni indemnizaciones por despido, ni
formación. En el extreme de la lógica de las externalizaciones se abre la perspectiva de la
abolición del propio salariado, bautizado “postsalariado": permite rematar la “flexibilización"
convirtiendo a la remuneración laboral en algo libremente negociable entre la empresa y cada
uno de sus prestatarios individuales de trabajo. Aranceles convencionales y salario mínimo legal
dejan de contar, solo vale la ley del mercado y la relación de fuerzas entre la empresa y la
persona considerada “independiente", cuya prestación será comprada en virtud de un acuerdo
comercial. “Lo que desaparece en especial", anuncia William Bridges, “"no es solo un cierto
número de empleos, es el empleo asalariado en si mismo [...] Los empleos se sustituyen por
situaciones de trabajo temporario o de tiempo parcial. El trabajador postsalarial [esta contratado]
para un proyecto o para una misión de duración determinada “y su tiempo de ocio "es el
intervalo que separa dos misiones o dos proyectos".40La empresa no es más un colectivo de
trabajo ni un lugar de trabajo: apela a prestatarios de servicios como se apela a un dentista o a un
plomero en caso de necesidad, pero siempre con esta diferencia importante: se reserva el derecho
de negociar y de revisar el precio de cada prestación “en función", dice Bridges, “del valor del
que el proveedor le de prueba".

Al asalariado de la época fordista (con la figura del "obrero masa") le suceden así otras dos
figuras. La primera, que se tratara en el capitulo siguiente, es la del jobber que transforma la
precariedad en un modo de vida y que recuerda la de los “verdaderos sublimes" de los que
hablaba Poulot a mediados del siglo XIX:41 negándose a venderse a un patrón o a servir al

38. Según The Wall Street Journal, 19-20 de marzo, 1993.

39. Según Heinrich Henzler, director de McKinsey Alemania, y Lothar Spaeth, director general de Jenoptik (antes Zeis
Jena) en Sind die Deutschen noch zu retten?, Munich, Bertelsmann, 1993.
De hecho, entre 1991 y 1996, el numero total de empleos disminuyo en Alemania en 2,6 millones.

40. V. William Bridges: How to Prosper in a World Without Jobs. Londres, Alien & Unwin, 1995.

41. Denis Poulot: Le sublime. Pan's, Maspero/La Découverte.


capital, no acepta mas que empleos provisorios y se ahorra el máximo de tiempo disponible
trabajando justo lo suficiente para cubrir sus necesidades. Frente a este “disidente" del
capitalismo, la única figura que interesa a los ideólogos del postsalariado es el “independiente",
patrón de una empresa individual en la cual esta self-employed, como dicen los británicos, y para
la cual forma una cartera de clientes ocasionales o regulares.

La imagen del trabajador “por su cuenta", que es “su propio patrón" seduce al 40 % de los
jóvenes británicos, que declaran querer que se les pague según sus capacidades y sus meritos, no
según una tabla preestablecida. La mayor parte descubrirá rápidamente su mistificación. En
efecto, solo salen bien parados los independientes que pertenecen a “la elite del saber" (elite of
knowledge workers) de los que hablar Rifkin. Representan menos del uno por ciento de los
activos: consultores, abogados de negocios, especia-listas en informática y expertos de alto nivel.
Para aquellas y aquellos que no tienen reputación de poseer las competencias excepcionales
buscadas por las empresas, el trabajo independiente no será fuente de una mayor libertad, salvo
en la medida en que independientes, desempleados, precarios, temporarios logren organizarse en
pool services y se repartan mejor todas las tareas o misiones. En ausencia de esta auto-
organización, para la cual no existen mas que raros ejemplos embrionarios, el sistema
postsalarial significa solamente que las empresas son libres de pescar, en una abundante reserva
de prestatarios de servicios de todo tipo, a aquellos y aquellas que ofrecen el mejor servicio y el
precio más bajo.

Finalmente, los independientes trabajan a precios y en condiciones que los asalariados juzgarían
inaceptables. Según una encuesta realizada por la Comisión Europea, más de la mitad de los
hombres y un tercio de las mujeres trabajan 48 horas o más por semana en el conjunto de la
Comunidad Europea. En Francia, las cifras son del 70 % y del 50 % respectivamente. Los
independientes, señala el informe, no pueden asegurarse “un nivel de ingresos decente sino
haciendo muchas horas y arriesgándose más que los asalariados a caer debajo del umbral de
pobreza".42

Cuanto menos trabajo hay para todos, más tiende a aumentar la dureza del trabajo para cada uno:
Juliet Schor analizó este efecto paradojal del des-empleo en Estados Unidos.43 El desempleo, en
efecto, hace bajar el nivel de las remuneraciones, y la baja de las remuneraciones incita a los
activos a trabajar más horas para compensar la falta de ganancias. Lo que tiene como efecto
acentuar la baja de las remuneraciones.

El desarrollo del trabajo llamado independiente, infinitamente “flexible" en todos sus


parámetros, no es más que la forma más visible que adopta la tendencia a la abolición del
salariado. Pues este domina también en las relaciones de la empresa con su mano de obra estable.
Esta adopta la forma de la individualización y de la flexibilización de los salarios, del recorte de
la gran empresa en “centres de beneficios", por cuya rentabilidad se pide que velen los
asalariados en tanto que “empresarios".

Con el salariado, el capital intenta abolir casi la totalidad de los limites que, en dos siglos de
luchas, el movimiento obrero logro imponer a la explotación. Reemplazando la negociación
colectiva por la negociación individual, los salaries convencionales por la negociación
individual, los salaries convencionales por las remuneraciones individualizadas y revisables, la
relación salarial por la relación comercial, sustituye por el poder de mando y las restricciones que
ejercen sobre los hombres las maquinas a las que deben servir, las restricciones que las “leyes"
impersonales del mercado ejercen “irresistiblemente" por ser anónimas, sobre individuos
disperses que compiten unos con los otros.

La individualización de las remuneraciones, la transformación de los asalariados en contratados


por tarea o en prestatarios independientes tienden a suprimir, con el salariado, el propio trabajo

42. Véase sobre este tema, Sergio Bologna: “Durée du travail et postfordisme", Futur Anterieur, 35-36,19%/2.

43. Cf. Juliet Schor: The Overworked American, Nueva York, Basic Books, 1992.
abstracto. A los prestatarios de trabajo ya no se los trata mas como a miembros de una
colectividad o de una profesión definidos por su estatuto público, sino como a proveedores
particulares de prestaciones particulares bajo condiciones particulares. Ya no ofrecen trabajo
abstracto, trabajo en general, separable de su persona que los califica como individuos sociales
en general, útiles de manera general. Su estatuto ya no esta más regido por el derecho del trabajo,
gracias al cual la pertenencia del trabajador a la sociedad prevalecería sobre su pertenencia a la
empresa. Los clientes o las empresas a las que ofrecen sus servicios pueden tratarlos de manera
desigual, según su actitud o su personalidad les guste o no, seleccionarlos según criterios
subjetivos.

Así tiende a desaparecer lo que constituía la función emancipadora que el salariado cumplía en
relación con las relaciones de sujeción que prevalecían en la sociedad tradicional, en la cual las
relaciones sociales eran fundamentalmente desiguales y personalizadas: “Las prestaciones no se
presentaban en ella bajo la forma de un trabajo sino bajo la de un “servicio” (servicium,
obsequium)" debido al amo, mientras que en "la sociedad moderna, que definimos ahora como
“sociedad de trabajo” [...], los intercambios se efectúan esencialmente sobre la base de relaciones
sociales que son, en principio, de tipo igualitario e impersonal".44

7. TODOS PRECARIOS

Salimos de la sociedad de trabajo sin reemplazarla por ninguna otra. Nos sabemos, nos sentimos,
nos aprehendemos a cada uno de nosotros como desempleado en potencia, subempleado en
potencia, precario, temporario, “de tiempo parcial en potencia. Pero lo que cada uno de nosotros
sabe no se vuelve todavía -y se le impide que se vuelva- conciencia común a todos de nuestra
condición común. Conciencia común, es decir públicamente formulada y aceptada, de que la
figura central y la condición “normal", como tendencia al menos, no son más las del “trabajador"
-ni a fortiori la del obrero, el empleado, el asalariado-, sino la del precario que ya “trabaja" ya no
“trabaja", ejerce de manera discontinua múltiples oficios, de los cuales ninguno es un oficio, no
tiene profesión identificable y tiene como profesión el no tenerla; no puede por lo tanto
identificarse con su trabajo y no se identifica, sino que considera como su “verdadera" actividad
aquella por el ejercicio de la cual se esfuerza en las intermitencias de su “trabajo" remunerado.
Esta figura central del precario es la que se presenta potencialmente como la nuestra; ella es la
que se trata de civilizar y de reconocer en el doble sentido de la palabra para que, de condición
sufrida, pueda convertirse en modo de vida elegido, deseable, socialmente dominado y
valorizado, fuerza de nuevas culturas, libertades y socialidades: para que pueda convertirse en el
derecho para todos de elegir discontinuidades de su trabajo sin sufrir discontinuidad en el
ingreso.

Todas las potencias establecidas se oponen a este reconocimiento y a lo que este entraña. Pues el
poder sin trabas que el capital ha adquirido sobre el trabajo, sobre la sociedad y sobre la vida de
todos se remite precisamente a esto: que el "trabajo" -el que se les hace hacer, no el que hacen-
conserve en la vida y la consciencia de cada uno su carácter central, aunque sea masivamente
eliminado, economizado y abolido en todos los niveles de la producción, en la escala de la
sociedad entera y el mundo entero. Que aunque el posfordismo, la puesta en red de fábricas
fractales y la economía de lo inmaterial descansen sobre una producción de riquezas cada vez
más desconectadas del trabajo y una acumulación de beneficios cada vez más desconectados de
toda producción el derecho de todos a un ingreso suficiente, el derecho a la ciudadanía plena, el
derecho a tener derechos sigan estando conectados con el ejercicio de un “trabajo" mensurable,
clasificable, vendible. De manera que todos, desempleados y precarios en potencia, son incitados
a luchar por ese “trabajo" que el capital anula a su alrededor, y que cada manifestación, cada
pancarta que proclama “queremos trabajo" proclama la victoria del capital sobre una humanidad
sometida de trabajadores que no lo son más, pero no pueden hacer otra cosa.

He aquí entonces el centro del problema y el centra del conflicto: se trata de desconectar del
“trabajo" el derecho a tener derechos y sobre todo el derecho a lo que es producido y producible
sin trabajo, o cada vez con menos trabajo. Se trata de tomar nota de que ni el derecho a un
ingreso, ni la ciudadanía plena, ni el desarrollo y la identidad de todos pueden estar centrados en
la ocupación de un empleo y depender de ello. Y de cambiar la sociedad en consecuencia.

44. Manfred Biscochoff “L’humanité a-t-elle toujours “travaille” en “Crise du travail, crise de
civilization”.Théologiques, 2 (3), octubre 1995. Montreal (Quebec)
Pero ese problema central no se planteara ni ese conflicto se establecerá a menos que el “trabajo"
-el que se les hace hacer- pierda su lugar central en la consciencia, el pensamiento, la
imaginación de todos. Y eso es precisamente lo que todos los poderes establecidos y todas las
potencias dominantes se esfuerzan en impedir, con la ayuda de expertos y de ideólogos que
niegan que el “trabajo" este en vías de eliminación cada vez más rápidas. El lugar del trabajo en
la imaginación de todos, en su imagen de sí mismos y de los futuros posibles es la apuesta de un
conflicto profundamente político: de una lucha por el poder. Por maduro que este en los hechos,
todo cambio en la sociedad supone la capacidad de pensar de otra manera o, simple-mente, de
formular lo que cada uno siente.

De esto, ante todo, trataran las paginas siguientes.

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